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miércoles, 19 de julio de 2023

Sobre el bien y el mal. No consigo entender por qué mitificamos de tal modo el Mal. Por qué los malotes nos parecen tan atractivos

Retrato de Immanuel Kant.
Retrato de Immanuel Kant.


Sé bien que el Mal existe. Me refiero al Mal con mayúsculas, desbocado, feroz e inútil, ese Mal tautológico que se disfruta a sí mismo, que no tiene otro fin que la pura maldad. En una novela escribí que las religiones se han inventado para darle un sentido al Mal para que no nos destruya. Porque puede en efecto destruirnos, puede volvernos locos, puede hacernos perder la capacidad de seguir viviendo. Y esto es así, permitidme que os diga, porque mayoritariamente no estamos hechos para el Mal. Si lo estuviéramos, nos parecería de lo más normal y los horrores no ocuparían la primera página de los periódicos, no abrirían los telediarios, no los comentaríamos una y otra vez, estremecidos y anonadados. El ser humano viene de fábrica orientado en general hacia el bien, o, dicho de otro modo, las estrategias de empatía y colaboración abundan mucho más y son más eficaces para la supervivencia de la especie que las de depredación. A fin de cuentas, somos animales sociales y estamos llenos de neuronas espejo.

Ya sabéis que al gran Kant le sorprendía que, en situación de guerra, un soldado fuerte y necesitado no matara sistemáticamente a todos los ancianos, niños y mujeres con los que se topara para robar sus posesiones. Por supuesto que a veces ocurría, pero no era lo habitual y, además, se consideraba algo condenable. Y, sin embargo, el soldado podía hacerlo, y, además, le convenía. De ahí el filósofo dedujo su teoría del imperativo categórico, que sería un conjunto de valores morales básicos que tendríamos todos los humanos, independientemente de nuestra religión y nuestras creencias. Un imperativo que para mí es una herramienta evolucionista.

De todo esto ya he escrito varias veces, porque el asunto del Mal me preocupa mucho. De hecho, creo que sólo hay tres temas fundamentales de los que hablar: la muerte, el sentido de la vida (si es que tiene alguno) y el porqué del Mal y del Dolor. Pero en esta ocasión el artícu­lo ha nacido a raíz de haber sido jurado de un bonito concurso de microrrelatos organizado por la farmacéutica Roche. Tenían que ser de tema médico, empezar con la frase “Salí de allí con una sonrisa” y dar cierto espacio a la esperanza. Y el caso es que, en el acto de entrega de los premios, alguien dijo una vez más eso de que “con buenos sentimientos es más difícil hacer buena literatura”. Un lugar común que me desespera.

No consigo entender por qué mitificamos de tal modo el Mal. Por qué los malotes nos parecen tan atractivos, mientras que cuando decimos de alguien que es buena persona corremos el riesgo de que la gente piense que es idiota. Y este topicazo estúpido y pedante se multiplica por cien en los ambientes más o menos intelectuales. Por todos los santos, que no piensen que yo valoro la bondad, o que creo en la esperanza, o que me permito la compasión, parecen decirse estos paladines de la maldad, que sostienen que es la-única-realidad-que-puede-tomarse-en-serio. Luego, en sus vidas cotidianas, curiosamente, muchos son buena gente y actúan como si creyeran en la empatía. Pero ¿reconocerlo? Jamás. Y así, se valora como más inteligente y verdadero el retrato de lo malo, y como falso y ñoño todo lo bueno, cuando yo creo, insisto, que hay mucho más de bien que de mal en nuestras vidas. No veo cómo se puede intentar describir con autenticidad y hondura este mundo si, junto al horror del Mal, no hablas también de esa fuerza luminosa que la vida tiene.

Según el psicólogo Iñaki Piñuel, que publicó en 2021 un libro titulado Mi jefe es un psicópata, en la población mundial hay un 2% de psicópatas, una gente muy mala que es incapaz de sentir empatía por el prójimo. Y a este porcentaje habría que añadir entre un 10% y un 13% de psicopatoides y narcisos, personas también terriblemente tóxicas que sólo utilizan al otro para su provecho. En total, pues, un 15% de tipejos horribles. Muchos de ellos, por cierto, en la dirección de las grandes empresas y en la política. Piñuel y otros expertos sostienen, además, que la vida actual fomenta estos caracteres depredadores. El narcisismo vacuo de las redes, por ejemplo, o la falta de resistencia ante la frustración son pésimas influencias. Yo añadiría también esta mitificación del Mal. Este desdén inmaduro e ignorante hacia la gente buena.

ROSA MONTERO

domingo, 23 de agosto de 2020

GRANDES DISCURSOS DEL SIGLO XX. El alegato del líder indio en 1922 ante el tribunal que lo condenó por sedición. Cómo Gandhi encontró en la no violencia la mejor estrategia contra el Imperio Británico. Apaciguó los ánimos de una población dispuesta a una revuelta sangrienta

El Contexto

Perfecto conocedor de la ley y el derecho británicos tras haber estudiado en Londres y ejercer la abogacía durante más de dos décadas en la actual Sudáfrica, Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) regresó a su país en 1915 reconocido ya como un destacado activista de los derechos sociales. No en vano, aquel humilde abogado de Porbandar, hijo de comerciantes, había logrado el reconocimiento de los miembros de la minoría india como ciudadanos de pleno derecho en los dominios británicos de la Unión Sudafricana mediante una estrategia que él mismo denominó satyagraha (apego a la verdad). Lo que no había conseguido la colaboración de la población india en el bando británico en las guerras bóer lo consiguió la apuesta por la desobediencia civil y pacífica a la ley que obligaba a todos los indios a registrarse en un censo específico.

En 1918 abanderó su primera gran causa en India: las masivas protestas pacíficas de los campesinos de las regiones de Champaran y Jeda, obligados a cultivar índigo para elaborar tinte y venderlo a bajo precio en lugar de cultivar alimentos.

El primer éxito del joven letrado indio fue el reconocimiento de los derechos civiles de la minoría india de la Unión Sudafricana

A esa primera causa pronto se sumaron otras. Como ya había pasado en Sudáfrica, pese a que más de un millón de soldados y trabajadores indios habían servido en Europa bajo la bandera de Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, sus reivindicaciones civiles sólo obtuvieron por respuesta la denominada ley Rowlatt, que en 1919 concedía a las autoridades británicas plenos poderes en casos considerados de emergencia y limitaba las libertades indias. La ley pronto desembocó en el primer episodio sangriento, la conocida masacre de Amritsar, en el Punyab. El 13 de abril de ese año, una muchedumbre de diverso credo –sijes, hinduistas y musulmanes– celebraban el Vaisakhi (Año Nuevo) y el comandante militar británico, Reginal Dyer, ordenó abrir fuego a discreción en lo que consideró una acción de disidencia. Murieron cerca de 400 personas y más de un millar resultaron heridas.

Gandhi llamó de nuevo a la desobediencia civil y al boicot a los productos y empresas de la metrópoli y viajó por todo el país para promulgar esa respuesta no violenta ante el poder colonial, por más que se dieron diversos episodios violentos. “Sin nuestro apoyo, ni 100.000 europeos podrán dominar a nuestros pueblos”, proclamó, invitando también a la población musulmana a sumarse a la protesta. En septiembre de 1920 propuso al Congreso Nacional Indio abogar por el autogobierno, preferiblemente dentro del Imperio Británico, pero fuera de él si fuese la voluntad popular. Asimismo rehusó la participación de la población india en el régimen de representación local que fijó la reforma Montagu-Chelmsford, con las que los británicos trataron de reconducir la situación. El partido de Gandhi no se presentó a los comicios y el secretario de Estado británico para India, Edwin Samuel Montagu, dimitió. La situación política volvió a enquistarse.

Tras la masacre de Amritsar, el activista llamó a la desobediencia civil generalizada y el boicot a las empresas de la metrópoli. En diciembre de 1921, el Congreso Nacional Indio designó a Gandhi autoridad suprema y el filósofo y poeta bengalí Rabindranath Tagore –premio Nobel de Literatura en 1913– lo bautizó como Mahatma (alma grande). El 10 de marzo de 1922 fue arrestado en Bombay y el 18 condenado por sedición a seis años de cárcel. Fue excarcelado dos años después y en 1928, cumplida su condena, lideró una nueva protesta de resistencia pacífica contra las autoridades británicas contra el impuesto de la sal, cuyo monopolio estaba en manos del Gobierno colonial. Un nuevo paso hacia la independencia india.

Con esta sucinta información de Reuters informó La Vanguardia de la condena a Gandhi (tercera columna)

Opinión del periodista Enrique Fajardo (Fabián Vidal) sobre la condena a Gandhi en La Vanguardia del 24 de marzo de 1922

EL DISCURSO
“La no violencia es el primer precepto de mi fe.Y es el último precepto de mi fe. Pese a ello, tenía que tomar una decisión; o bien me sometía a un sistema que en mi opinión había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara cuando entendiera la verdad que salía de mis labios. Sé que mi pueblo ha enloquecido en algunas ocasiones. Lo siento muchísimo; y por ello estoy aquí, para someterme no a un castigo menor, sino a un castigo en toda regla. No pido clemencia, no apelo a ninguna circunstancia atenuante.

”Así pues, estoy aquí para prestarme a cumplir la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que puede hacer, señoría, es, como diré a continuación en mi declaración, o bien dimitir de su cargo o infligirme la pena más dura si cree que el sistema y la ley que usted contribuye a aplicar es buena para el pueblo. No espero que se produzca esa clase de conversión. Sin embargo, puede que cuando haya acabado con mi declaración, usted se haya hecho una idea de lo que arde en mi pecho y que ha dado alas al más loco riesgo que un hombre en su sano juicio puede correr.

”Pocos son los habitantes de la ciudad conscientes de cómo las multitudes prácticamente desahuciadas por la hambruna de India se están consumiendo hasta la inexistencia. Pocos son conscientes de que su miserable bienestar es fruto de la comisión que reciben a cambio del trabajo realizado para el explotador extranjero, que los beneficios y la comisión se obtienen de las masas. Pocos se dan cuenta de que el Gobierno establecido por ley en la India británica sigue en vigencia gracias a esa explotación de las masas. No hay sofistería ni malabarismo con las cifras que sirva de explicación convincente para la obviedad, para los esqueletos que se ven a simple vista en muchas aldeas. No me cabe ninguna duda de que tanto Inglaterra como los habitantes de las ciudades indias tendrán que responder, si es que hay un Dios en las alturas, por este crimen contra la humanidad que tal vez no tenga precedentes en la historia.

La no violencia es el primer precepto de mi fe. Pese a ello, o bien me sometía a un sistema que había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara”

Mahatma Gandhi
”En este país, la misma ley se ha puesto al servicio del explotador extranjero. Mi experiencia en casos políticos en India me lleva a la conclusión de que en nueve de cada diez ocasiones los condenados eran totalmente inocentes. Su delito fue amar a su país. En los tribunales de India, en noventa y nueve casos de cada cien, a los indios se les ha negado la justicia en favor de los europeos.No se trata de una visión exagerada. Ésta ha sido la experiencia de casi todos los indios que han tenido algo que ver con esos casos. En mi opinión, la aplicación de la ley se ha prostituido por tanto de forma consciente o inconsciente en beneficio del explotador.

”La mayor desgracia es que los ingleses y sus socios indios de la Administración del país no saben que están involucrados en el delito que he intentado describir. Me siento satisfecho de que muchos funcionarios ingleses e indios crean sinceramente que aplican uno de los sistemas mejor ideados del mundo y que India avanza a un ritmo constante aunque lento. No saben que un sistema sutil aunque efectivo de terrorismo y un despliegue organizado de fuerza, por una parte, y la privación de todo poder de represalia o de autodefensa, por otra, han mutilado al pueblo y los ha hecho incurrir en el hábito de la simulación. Este horrible hábito se ha sumado a la ignorancia y al autoengaño de los administradores.

”El artículo 124-A en virtud del cual felizmente se me acusa sea tal vez el rey de los artículos políticos del Código Penal indio ideado para suprimir la libertad del ciudadano. El afecto no puede ser manipulado ni regulado por la ley. Si uno no siente afecto por una persona o cosa, debería ser libre para transmitir la total expresión de su desafecto siempre que no contemple ni fomente la violencia ni incite a ella. No obstante, el artículo en virtud del cual se nos acusa al señor Banker y a mí establece que el mero fomento del desafecto constituye un delito. He estudiado algunos casos juzgados por este artículo y sé que algunos de los más apreciados patriotas indios han sido condenados en virtud del mismo. Por lo tanto, considero un privilegio que se me acuse del mismo delito. He intentado por todos los medios comunicarles de la forma más breve posible la razón de mis desafectos.

Lo único que pueden hacer, señoría, es o bien dimitir de su cargo si siente que la justicia que debe administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa”

Mahatma Gandhi

”No siento animadversión personal por ningún administrador en concreto ni mucho menos puedo sentir desafecto por su majestad el rey. Sin embargo, considero una virtud sentir desafecto por un Gobierno que en su totalidad ha hecho más daño a India que cualquier sistema anterior. India es menos valerosa bajo el mandato británico de lo que había sido jamás. Con esta creencia, considero un pecado sentir afecto por el sistema. Y ha sido un precioso privilegio para mí poder escribir lo que he escrito en los diversos artículos presentados como pruebas en mi contra.

”En realidad creo que he prestado un servicio a India y a Inglaterra al demostrar que la desobediencia es la forma de abandonar el estado antinatural en el que ambas naciones viven. En mi modesta opinión, la desobediencia al mal es un deber tanto como lo es la obediencia al bien. No obstante, en el pasado, la desobediencia ha sido expresada, con deliberación, en forma de violencia contra el perpetrador del mal. Mi cometido es el de demostrar a mis compatriotas que la desobediencia violenta sólo multiplica el mal y, puesto que el mal sólo puede sobrevivir gracias a la violencia, negarse a apoyar al mal requiere el abandono incondicional de la violencia.

”La no violencia implica la sumisión voluntaria al castigo por la desobediencia al mal. Por tanto, estoy aquí para dar la bienvenida y someterme de buen grado al cumplimiento de la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que pueden hacer, señoría y señores asesores, es o bien dimitir de su cargo y así distanciarse del mal si sienten que la justicia que deben administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa si creen que el sistema y la ley que consienten en administrar es buena para las personas de este país y que mi actividad es, por tanto, perjudicial para el bien común.

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/20191206/472018308412/gandhi-india-independencia-discurso-no-violencia-desobediencia-civil.html

viernes, 10 de mayo de 2019

La Fiscalía pide 150 años de cárcel para un coronel salvadoreño implicado en el asesinato de Ellacuría

Inocente Montano participó en el "diseño y ejecución" de la matanza de seis jesuitas en 1989.*

Madrid 10 MAY 2019

La Fiscalía de la Audiencia Nacional ha pedido para el coronel Inocente Orlando Montano 150 años de cárcel por su participación en el asesinato en noviembre de 1989 en El Salvador del rector de la Universidad Centroamericana (UCA), el jesuita vasco Ignacio Ellacuría, y de otros cinco sacerdotes pertenecientes a esta orden religiosa, cuatro de ellos españoles.

El ministerio público solicita para Montano 30 años de prisión por cada uno de los “cinco asesinatos terroristas” de los religiosos españoles y la privación de todos los honores militares, según un escrito al que ha tenido acceso EL PAÍS.

Montano era en 1989 viceministro de Seguridad Pública de El Salvador. Insigne miembro de La Tandona, promoción de una veintena de oficiales ultraderechistas que ocupó puestos clave en el Ejército, el mando se hizo célebre por su fiereza contra los jesuitas, a los que atribuía conexiones terroristas. "Los jesuitas están plenamente identificados con los movimientos subversivos", llegó a clamar Montano días antes del 16 de noviembre de 1989.

Un grupo de militares salvadoreño asesinó esa madrugada a Ellacuría. Filósofo y teólogo de la liberación, el religioso se había convertido en un personaje perturbador para la dictadura. Sus posiciones proclives al diálogo y su voluntad para alcanzar la paz entre la guerrilla revolucionaria del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Ejecutivo situaron al cura en la mirilla de los cenáculos más reaccionarios del Gobierno controlado por la formación Alianza Republicana Nacionalista.

Montano fue uno de los cinco coroneles considerados clave en el caso. El mando actuó bajo las órdenes del entonces jefe del Estado Mayor René Emilio Ponce, fallecido en 2014.

El ministerio público solicita también cinco años de prisión menor para el teniente René Yusshy Mendoza, miembro del batallón Atlacatl, grupo encargado de ejecutar la matanza.

La Fiscalía considera que Mendoza “ha colaborado activamente con la investigación” y “tenía notablemente disminuida su capacidad” porque la desobediencia a las órdenes del Estado Mayor podía suponer riesgo para la vida.

Montano, hoy con 76 años, “participó en la decisión, diseño y ejecución de los asesinatos”, según el escrito presentado por la Fiscalía al Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional. El documento estima que el procesado constituyó “una estructura al margen de la legalidad, que alteró gravemente la paz pública […] con ejecuciones civiles y desapariciones forzosas”.

La Audiencia Nacional abrió la causa por la matanza de los jesuitas en 2011 en virtud del principio de justicia universal. EE. UU., donde Montano aterrizó en 2001 con documentación falsa, entregó al coronel a España en 2017. El juez envió en noviembre de ese año a Montano a prisión por su participación en el plan que culminó con el asesinato de Ellacuría y de los jesuitas españoles Ignacio Martín Baró, Segundo Montes Mozo, Armando López Quintana y Juan Ramón Moreno Pardo.

Con documentos desclasificados de EE. UU., la investigación judicial estima que Montano fue testigo del momento en el que el coronel y ministro de Defensa René Emilio Ponce ordenó a su subordinado Guillermo Alfredo Benavides asesinar a Ellacuría y no dejar testigos.

Días antes de la matanza, el Ejército había orquestado una campaña de desprestigio contra los jesuitas vinculados a la Universidad Centroamericana (UCA), según la Fiscalía. “A Ellacuría se le acusó en repetidas ocasiones de ser uno de los principales consejeros y estrategas del FLMN […]. Los jesuitas eran extranjeros enviados por España para recolonizar el país, eran líderes de hordas terroristas”, sostiene el ministerio público en un escrito firmado por Teresa Sandoval.

El viceministro de Defensa Juan Orlando Zepeda alegó incluso que los sacerdotes fueron cómplices del asesinato del fiscal general de El Salvador. “El enemigo está entre nosotros. Debe ser identificado y denunciado. Por tanto, por tanto, vamos a tomar la decisión final para resolver esta situación”.

https://elpais.com/internacional/2019/05/09/actualidad/1557420850_050890.html

* Hace ya 30 años del asesinato, la justicia tan lenta no es justicia, es lo mínimo que se puede decir.

Estos jesuitas lo que hicieron es ponerse del lado de la justicia, del pueblo, de la verdad, la luz, la bondad, la humanidad, el bien, la educación, el conocimiento, el saber, la ciencia, la liberación, la libertad, la alegría.

Los militares se situaron del lado de la injusticia, los poderosos, represión, el crimen, la mentira, la explotación, la violencia, la tortura, la maldad, la dominación, el sufrimiento, el mal, el oscurantismo, la ignorancia, la manipulación, la alienación, la esclavitud, la servidumbre...

viernes, 16 de enero de 2015

Gente mala y fea. Quizá la mayoría de los individuos prefieran ser buenos, pero lo primero que escogen es no meterse en líos

Yo suelo escribir bastante sobre la buena gente. Y no sólo escribo: pienso a menudo en ella. Cuando aprieta la zozobra, cuando abrir un periódico te araña el corazón, cuando te enteras de alguno de los horrores que suceden por el mundo, como la reciente matanza de niños cometida por los talibanes, consuela recordar que hay muchísimos individuos maravillosos que nunca salen en las noticias y a quienes no prestamos atención. Pero existen, de eso no tengo duda. Vivo en la certidumbre de que la mayoría de los humanos son razonablemente buenos.

Sin embargo, hoy me han entrado ganas de hablar de los malos. Y no de los completos monstruos, de los psicópatas, de los criminales, de los fanáticos; no hablo de la perversión monumental y sin paliativos de los talibanes, o de los que queman vivas a sus mujeres, o de los que ordenan torturar salvajemente a un preso, o de quienes, como Blasco, exconseller de Cooperación y Solidaridad de la Generalitat Valenciana, roban el dinero donado con generosa urgencia por los ciudadanos para socorrer a los damnificados del terremoto de Haití (esa también es una manera de matar). No. Me refiero a los malos insidiosos y mezquinos, a los malos mediocres pero feroces en su cobarde medianía. Y me temo que ese tipo de gente abunda más que el malvado monumental.

Un día llegué a casa de una amiga y encontré que su puerta había sido manchada con violentos brochazos de pintura verde chillón. Vive en una casa antigua del centro de Madrid, un edificio popular, con muchos vecinos, añosos y supuestamente afables en su mayoría. Pues bien: la presidenta de la comunidad, una mujer todavía joven, había mandado un escrito protestando por una nimiedad contra uno de los vecinos, con la intención de recoger firmas en su contra. Mi amiga, que no tenía nada que reprocharle a ese hombre, no firmó. Al día siguiente, todas las puertas de quienes se abstuvieron, que fueron unos cuantos, aparecieron marcadas con ese color verde vómito, como las puertas de los egipcios de la Biblia. En fin, hace falta ser muy vándalo, muy descerebrado y muy cobarde para actuar así. Y, además, hace falta ser malo.

Las comunidades de propietarios parecen fomentar estas furias locas, esta animosidad estúpida y dañina Las comunidades de propietarios parecen fomentar estas furias locas, esta animosidad estúpida y dañina: no es el único caso que conozco de batallas campales entre vecinos. Y suceden cosas aún peores; de hecho, este artículo se me ocurrió tras leer un acongojante comentario que dejó en mi Facebook Gema Martínez González, a raíz de un texto mío de EL PAÍS en el que hablaba de los muchos ancianos discapacitados que no pueden salir de sus casas porque viven en pisos altos sin ascensor. Gema escribió: “Yo soy enfermera y voy a sus casas, les llamamos ancianos confinados porque podrían salir a la calle si tuvieran ascensor, pero quedan encerrados en sus pisos; y en mi barrio se da otra circunstancia, hay portales en los que la comunidad pone el ascensor con llave y el que no paga (porque no tiene dinero para hacerlo) no tiene llave, yo he ido a hacer visitas a un anciano y el vecino, al saber al piso que iba, ¡no me ha dejado subir con su llave!”. No me digan que no es el más perfecto y desnudo ejemplo de la crueldad imbécil: una comunidad entera coaligada para impedir que un pobre viejo pueda pisar la calle. Es decir, condenándolo a una cadena perpetua hasta la muerte, sin juicio, sin defensa y sin apelación. En verdad repugnante.

Me pregunto si todos esos vecinos serán igual de malos, o si habrá uno o dos energúmenos en la escalera empeñados en prohibirle el ascensor al anciano y los demás se limitarán a seguir la corriente dominante; y no por miedo a represalias concretas, sino por pereza y cobardía moral. Porque, pensándolo bien, ahora se me ocurre que la mayor parte de la gente quizá no sea buena, sino amorfa, volátil cual pluma en tormenta. Y que, por egoísmo y debilidad, se adapta a lo que haya. Quizá incluso la mayoría de los individuos prefirieran ser buenos; pero lo primero que escogen es no meterse en líos, sin saber que ése es el mayor lío posible, el error fatal que arruinará sus vidas, como explicó tan bien Martin Niemöller en su celebérrimo poema: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista (ni socialdemócrata, ni sindicalista, ni judío…). Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”. Por eso es tan importante el clima ético de un país, por eso son tan importantes los líderes de opinión, los modelos sociales, el ejemplo de los dirigentes, la moral pública: para fomentar la rectitud en el corazón de los tibios y minimizar la aparición de la gente mala, tonta y fea.
4 ENE 2015 -El País.
@BrunaHusky
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jueves, 29 de septiembre de 2011

El mal no existe en abstracto. No hay mal si no existe la persona que se dedica a hacerlo.

Convertido en un superventas en Alemania, ha tardado ocho años en completar Yo confieso, su novela más ambiciosa que recorre la historia de Occidente. El autor catalán aspira, ahora, a conquistar al público hispanohablante

Jaume Cabré (Barcelona, 1947. www.jaumecabre.cat) es un escritor de éxito. Escribe en catalán y vende cientos de miles de libros en Alemania. En España, aparte de en Cataluña, no es muy conocido. Probablemente lo será ahora, porque de su última novela, Yo confieso, Destino lanza una primera edición de 25.000 ejemplares. Filólogo, profesor de instituto, ha trabajado la pluma en todas sus variantes: desde literatura juvenil a guiones de interminables series televisivas hasta una importante obra literaria de gran envergadura. Vive en Matadepera, a media hora de Barcelona, en un lugar idílico y apacible, frente a un tupido bosque de encinas y pinos. No hay nadie en la calle y todo está en silencio. Su casa respira una armonía discreta. El salón, con su piano y un armario en el que reposan un violín y una viola, revela su condición de melómano.
Yo confieso es una obra extremadamente ambiciosa, un tratado sobre el mal de casi mil páginas que a lomos un personaje, más o menos de su edad, nacido en el Ensanche barcelonés, atraviesa cinco siglos de historia europea.

PREGUNTA. Dicen que es la novela total, la obra magna que toda literatura necesita, La montaña mágica de la literatura catalana.

RESPUESTA. No sé..., no quisiera negarlo, pero es muy fuerte. Lo que sé es que no la hubiera podido escribir sin haber hecho las anteriores. Me ha llevado casi ocho años hacerla y tendría que remitirme a Las voces del Pamano, que me costó siete, y al libro de relatos Viaje de invierno, que hice entremedias... cada uno no se explica sin el anterior.

P. Su prosa, en mi opinión, tiene una cierta música faulkneriana, un eco del primer boom latinoamericano. Pero hay quien le considera un escritor realista.

R. Huy, no lo sé ni quiero saberlo. Prefiero no rodearme de apriorismos que son interesantes para el teórico. No me gusta autoanalizarme. Para mí, la literatura es un taburete de tres patas: el que escribe, el lector y el crítico o estudioso, que sería un lector con retorno. Estoy de acuerdo en que, estructuralmente, podría parecerse al primer Vargas Llosa. En la época del boom me empapé de boom, pero el boom también es Carpentier y Borges y Lezama y Fuentes y Rulfo y muchos otros. Son lecturas que son vitaminas que luego, evidentemente, salen, pero no puedo racionalizarlo. Por ejemplo, el caso de Thomas Mann, que para mí es una referencia obligadísima, no lo imitaría como escritor, pero me gusta mucho leerle. Y tengo otros referentes, como por ejemplo Puig i Ferrater en Els camins de França; y desde el punto de vista estilístico, no de composición, Josep Pla... Leer todo en El País. Babelia, 17-09-11