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martes, 13 de febrero de 2024

Feijóo actúa como si se creyera que ha ganado.

Para el PP, las últimas elecciones genuinamente democráticas fueron las de 2011. Desde entonces los ciudadanos españoles han “votado mal”, como dice Mario Vargas Llosa. En consecuencia, los resultados de las urnas no deben ser atendidos en todo lo que sea posible.

De tanto repetir que fue el vencedor en las elecciones del 23J Alberto Núñez Feijóo actúa como si las hubiera ganado. Pretende imponer en las Cortes Generales sus propias decisiones sobre cualquiera de los temas que tienen que ser resueltos, como si dispusiera de la mayoría parlamentaria que la Constitución exige para poder hacerlo. Pretende hacerlo incluso en contra de la manifestación de voluntad expresa e inequívoca del comisario de la Unión Europea cuyo concurso ha solicitado para desatascar la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

El 19 de enero de 2022 expresaba aquí mi opinión de que el PP no aceptaría la renovación mientras fuera presidente del Gobierno el secretario general del PSOE, imposibilitando con ello que el órgano pudiera ser renovado alguna vez. Si la condición sine qua non para que el órgano pueda ser renovado es que el presidente del Gobierno sea del PP, la renovación es imposible. Desvincular la renovación del CGPJ de la expresión del principio de legitimidad democrática a través de las elecciones generales y, por tanto, de la alternancia en el poder, hace imposible la renovación del órgano. Es lo que está ocurriendo. Para el PP, da igual que sea Casado o Núñez Feijóo quien sea su presidente, las últimas elecciones genuinamente democráticas fueron las de 2011. Desde entonces los ciudadanos españoles han “votado mal”, como dice Mario Vargas Llosa. En consecuencia, los resultados de las urnas no deben ser atendidos en todo lo que sea posible, porque no representan la auténtica “voluntad general”. Como el PP dispone de minoría parlamentaria de veto para la renovación del CGPJ, basta con su renuncia a participar en la misma para conseguirlo.

Tras exigir la mediación del comisario de Justicia de la Unión Europea, Didier Reinders, parecía que el PP estaba dispuesto a aceptar la renovación del CGPJ, pero una vez que dicho comisario ha exigido que se proceda de manera inmediata a la renovación y que a continuación se estudie, y apruebe en su caso, el cambio de fórmula para hacerlo en el futuro, Alberto Núñez Feijóo se ha negado a aceptar la propuesta del comisario europeo, exigiendo que la renovación coincida con un compromiso por parte del Gobierno socialista de que se reformará la Ley Orgánica del Poder Judicial en lo relativo a la elección de los doce miembros del CGPJ de extracción judicial. Dichos miembros tendrán que se elegidos por los propios jueces y magistrados sin intervención alguna del Congreso de los Diputados y el Senado.

A cambio de aceptar la renovación del CGPJ, el presidente del PP exige que se le reconozca de facto el ejercicio de la potestad legislativa respecto de la reforma de la LOPJ. Acepto esta renovación, pero con la condición de que será el PP en exclusiva el que decidirá sobre la fórmula de la elección del órgano en el futuro. Si no es así, no hay renovación. Se trata, por lo demás, como el lector sin duda recordará, de la primera exigencia de Santiago Abascal en el reciente debate en el Pleno del Congreso de los Diputados sobre la proposición de ley de amnistía. La renovación de acuerdo con el principio de legitimidad democrática se sustituye por la renovación “corporativa” carente, por ello mismo, de dicha legitimación. A ello ha añadido una exigencia algo confusa respecto de la renovación de los Magistrados del Tribunal Constitucional.

Después de la renovación del CGPJ, la amnistía. El PP, tras la sesión del Pleno del Congreso de los Diputados, en la que se aprobó el Dictamen de la Comisión de Justicia, aunque a continuación no se alcanzó la mayoría absoluta en la votación sobre la totalidad de la proposición de ley, ha decidido, como informa eDiario.es, que se tiene que dar por agotada la tramitación parlamentaria de la mencionada proposición. ¿Con base en qué precepto de la Constitución o del Reglamento del Congreso de los Diputados? Con ninguno. Se tiene que hacer así, porque el PP es el partido que ganó las elecciones.

⁸Y después del ejercicio de la potestad legislativa sobre la renovación del CGPJ y la proposición de ley de amnistía, el Senado, al que pretende convertir en la auténtica Cámara representativa de la voluntad popular en sustitución del Congreso de los Diputados. De ahí que el portavoz del grupo parlamentario, Borja Semper, haya preguntado a los letrados del Senado si la Cámara puede negarse a tramitar el texto de la proposición de ley de amnistía que le sea remitida por el Congreso de los Diputados. Pregunta que es absurda, pero que sirve para cuestionar de manera implícita la legitimidad democrática del Congreso de los Diputados. La manifestación de voluntad del Senado vale tanto como la del Congreso de los Diputados. Algo que el Grupo Popular en el Senado ya ha hecho con la reforma del Reglamento de la Cámara, mediante la cual ha desvinculado al Senado de la obligación de aceptar la decisión del Congreso de los Diputados respecto de la tramitación de una proposición de ley por el trámite de urgencia. De acuerdo con la Constitución, el Senado solamente puede debatir un proyecto o una proposición en los términos y en las condiciones en que el Congreso de los Diputados ha decidido. Puede vetar o enmendar el texto, pero nada más. Sobre esto no existe la más mínima duda. Desde ahora habrá que decir que no existía, ya que a partir de este momento el PP parece tenerla.

Ya veremos que ocurre si el Congreso de los Diputados aprueba definitivamente la proposición de ley de amnistía, pero, por lo que se está viendo, nadie podrá sorprenderse de alguna actuación irregular, que permita retrasar la entrada en vigor de la norma. Veremos.

Y después de la potestad legislativa respecto del CGPJ y la amnistía, la atribución al Senado del control de la acción de Gobierno con la propuesta de un calendario de comparecencias del presidente del Gobierno de tres veces al mes, a pesar de la dicción literal tajante del artículo 108 de la Constitución, “El Gobierno responde solidariamente de su gestión política ante el Congreso de los Diputados”. El Senado puede “reclamar la presencia de los miembros del Gobierno”, de acuerdo con el artículo 109, pero es el Gobierno el que decide cómo atiende a esa reclamación. También pueden los miembros del Senado dirigir interpelaciones y preguntas a los miembros del Gobierno, de acuerdo con el artículo 110, pero no pueden exigirles responsabilidad política de manera vinculante mediante las mismas. El Senado no puede ocupar el lugar del Congreso de los Diputados en ningún caso respecto de ninguna de las “funciones parlamentarias” definidas en el artículo 66.2 de la Constitución.

La convicción profunda de Alberto Núñez Feijóo de que ganó las elecciones choca con la Constitución. Pero esto, por lo visto, es una circunstancia de poca importancia para un partido “constitucionalista”. La interpretación auténtica de la Constitución es la suya. De ahí no va a salir en toda la legislatura. Habrá que armarse de paciencia.

Javier Pérez Royo.

domingo, 13 de agosto de 2023

El fantasma de Antonio Hernández Mancha.




Lo que mi intuición me dice es que este relato de la falta de legitimidad de Sánchez acabará siendo la coartada de Núñez Feijóo para eximirse de comparecer ante el Congreso y presentar 'su' programa de Gobierno.

— Feijóo se queda sin opciones para la investidura tras el 'no' de Sánchez y el rechazo a buscar la abstención de Junts

Inmediatamente después del desconcierto que provocó el resultado de las elecciones del 23J a la dirección del PP, se ha puesto en marcha el proceso de fabricación del relato de la falta de legitimidad de Pedro Sánchez para formar Gobierno. La carta de Alberto Núñez Feijóo, atribuyéndose la victoria e instando a Pedro Sánchez que reconozca su derrota, ha sido el punto de partida. En ella se han apuntado los argumentos con base en los cuales se pretende construir el relato.

En realidad, los argumentos se reducen a uno. Desde la entrada en vigor de la Constitución ha estado en vigor una suerte de “convención constitucional”, es decir, una suerte de norma no escrita, pero de obligado cumplimiento, que impone que, tras las elecciones generales, únicamente puede formar Gobierno el candidato del partido que haya obtenido más votos y escaños. Así ha sido ininterrumpidamente desde las primeras elecciones constitucionales de 1979 y así debe continuar siendo, ya que, de lo contrario, sería el propio sistema constitucional el que se vería sometido a un grave riesgo.

“Como ganador de las elecciones… no voy a aceptar en ningún caso que se pretenda convertir en minoría a la mitad de los españoles. Marginar a millones de ciudadanos no es conformar mayorías, sino dividir el país”, acaba de escribir Alberto Núñez Feijóo en su cuenta de Twitter.

El hecho de que dicha convención constitucional no haya estado en vigor en los otros dos niveles de nuestra fórmula de Gobierno, el municipal y el autonómico, en lugar de poner de manifiesto que tal convención constitucional no existe, debe ser interpretado a la inversa. Las excepciones municipal y autonómica no supondrían la negación, sino la confirmación de la convención estatal. Serían las excepciones que confirmarían la regla. En la democracia española la convención constitucional a favor de la “lista más votada” solo opera para el Gobierno de la Nación, pero para éste funciona inexorablemente.

Con base en esta interpretación Alberto Núñez Feijóo ha dado por supuesto que ya es el legítimo presidente del Gobierno. De ahí que no se dirija a Pedro Sánchez como presidente en funciones, sino como al candidato del partido que ha perdido las elecciones, y que le intente imponer la fecha en que deben reunirse, “esta misma semana”, a fin de abordar la forma en que debe producirse la transición ordenada del poder, ya que España tiene que enfrentarse con problemas que no admiten ni bloqueos ni incertidumbres. Fecha, orden del día, todo. Que quede claro quién manda.

En este contexto es en el que ha sacado a relucir de forma ambigua el tema de la investidura, sugiriendo que el Rey debería decidir ya que el candidato del partido ganador, Alberto Núñez Feijóo, sería el designado para solicitar la investidura ante el Congreso de los Diputados. La legitimidad para ser presidente del Gobierno la tengo yo. La legalidad debe ser interpretada de conformidad con dicha legitimidad. Esto es así incluso para el Rey. Caso de no hacerse así, el futuro presidente del Gobierno podría ser legal, pero quedarían dudas sobre su legitimidad. E incluso podría verse comprometida la propia figura del Rey.

El problema de esta estrategia es que tiene muy poco recorrido. El 17 de agosto se constituirán las Cortes y los diputados electos tendrán que decidir la composición de la Mesa del Congreso de los Diputados. Y en ese momento se comprobará de qué lado está la mayoría parlamentaria. Y, sobre todo, se verá la soledad del PP, que únicamente puede contar con VOX, lo que le aísla de todos los demás. Y que, con ello, se derrumba su “convención constitucional”, que no admite que se forme Gobierno con un partido cuyo programa es una enmienda a la totalidad a la Constitución. Esto no le impide ser un partido constitucional, pero sí lo inhabilita para formar mayorías de Gobierno legítimas, es decir, inequívocamente democráticas.

Lo que mi intuición me dice es que este relato de la falta de legitimidad de Pedro Sánchez acabará siendo la coartada de Alberto Núñez Feijóo para eximirse de comparecer ante el Congreso de los Diputados y presentar “su” programa de Gobierno. Ya verán como acaba argumentando que, ante el comportamiento de Pedro Sánchez y sus socios, no vale la pena hacer un debate de investidura. De hacerlo, estaría dando indirectamente legitimidad al debate posterior protagonizado por Pedro Sánchez. Mi derrota segura en la investidura sería simultáneamente la certificación de su victoria.

Esto es lo que creo que va a pasar. Su relato sobre la falta de legitimidad de Pedro Sánchez es el reverso de su miedo a debatir “su” programa de Gobierno sin contar con una aprobación asegurada. No tengo la menor duda de que el fantasma de Antonio Hernández Mancha no le está permitiendo dormir bien estos días.

Javier Pérez Royo.

domingo, 23 de julio de 2023

Por qué votaré a la izquierda

Los líderes de la derecha están eufóricos porque se sienten a unos centímetros del poder. De ese poder que les robó la izquierda. Digo robó porque siempre lo han considerado suyo. Se sienten más patriotas (en efecto, poseen mucha más patria) y piensan que por eso es suya. “Se ha terminado un ciclo”, dicen de manera machacona desde el día 28 de mayo en que ganaron las municipales y las autonómicas, no por tanto margen como se ha dicho. “Los españoles ya no soportan ni un día más a Sánchez”, dice relamiéndose la señora Ayuso. ¿Qué españoles? Porque tengo la sensación que me atribuye, sí, pero respecto a ella. Yo votaré a la izquierda, estaré del lado de los hipotéticos perdedores y voy a explicar por qué.

Diré, antes de justificar el sentido de mi voto, que iré a votar. Creo que es una obligación ciudadana a la que no se debe renunciar. Ni todos los políticos son malos ni todos son iguales. El ejercicio de votar permite decidir quiénes van a tener la responsabilidad y el honor de gobernar a un pueblo. No votar es dejar la decisión en manos del azar, de los dioses o de los demás. Y reconocer implícitamente que sería mejor que un caudillo o un salvador nos gobernase, sin necesidad de hacer elección alguna.

Los insultos, las críticas y las descalificaciones que la derecha (y algunos periodistas) han venido lanzando sobre el gobierno de coalición han sido persistentes, injustos y despiadados. Comenzaron llamando al Presidente “el ocupa de la Moncloa”. Y se tachó a su gobierno de ilegítimo. Luego se creó un mantra sobre los pactos con los independentistas. Pactar con los independentistas no significa querer romper España. Supongo que así lo pensarán Aznar y Rajoy que también pactaron con ellos. También se criticaron de manera furibunda los acuerdos con Bildu. Como si realmente fueran ahora terroristas. Les pedimos mil veces que abandonasen las armas y que defendiesen sus ideas en las instituciones. Pero ahora que están en ellas, siguen siendo criminales. Isabel Díaz Ayuso ha dicho que ETA existe. Será en su mente. Bildu ha votado a favor de muchas leyes que han beneficiado a los españoles. Y el PP, no. También se criticó su política ante la pandemia. Y la oposición, de manera miserable, estuvo siempre en contra de todas las decisiones que nos salvaron. Ni siquiera han reconocido el éxito de la vacunación que ha sido elogiado por medio mundo.

Ahí están los logros del gobierno de coalición: la gestión económica, la subida del SMI, la subida de las pensiones según el IPC, el salario Mínimo Vital, la ley de eutanasia, la ley de bienestar animal, la reforma laboral, los ERTES, la disminución de la precariedad de medio millón de trabajadoras del hogar, la ley trans, la ley de memoria democrática, la ley del si es sí…Una ley necesaria. No negaré sus efectos secundarios indeseados, pero ha sido de una hipocresía infinita, golpear una y otra vez a la Ministra de Igualdad y al gobierno por esa ley. ¡El señor Abascal echándole en cara a la Ministra Montero las excarcelaciones y la rebaja de penas! El mundo al revés.

La entrevista del señor Feijóo con la periodista Silvia Intxaurrondo fue de un cinismo inconmensurable. No solamente por la mentira contumaz sobre la subida de las pensiones por el PP según el IPC sino por el desprecio a una valiente profesional que se jugaba el puesto por su insistencia en denunciar el error de alguien que pronto podría convertirse en su jefe. “Yo no miento”, dice Feijóo. Y, además, “Yo rectifico cuando doy datos falsos”. Y la rectificación consistió en decir que el señor Zapatero congeló las pensiones. (Sin hacer referencia a la crisis mundial que tuvo que afrontar el presidente socialista).

La incomparecencia del señor Fejóo en el debate a cuatro fue una burla a la democracia. ¿Por qué no exigió que fueran los siete cuando celebró el cara a cara? Y ahora dicen que ganó el debate. No jugó el partido, pero lo ganó. Otro milagro de la derecha.

Votaré a la izquierda porque quiero que sigan avanzando las políticas de progreso, las políticas que se preocupan con más intensidad de los pobres, de los trabajadores, de los diferentes, de los inmigrantes, de los homosexuales, de las personas trans, de las mujeres, de los necesitados, de los que Paulo Freire llamaba “los desheredados de la tierra”..

Votaré a la izquierda porque me horroriza un gobierno de la derecha con la ultraderecha. El intento desesperado del señor Feijóo para distanciare ahora de Vox y conseguir una mayoría suficiente para gobernar en solitario, pone en evidencia las vergüenzas de sus pactos con Vox en Extremadura (sometiendo a la presidenta a la vergüenza de renunciar a sus principios tan claramente proclamados), en Valencia, en Baleares, en Castilla-La Mancha y en cientos de Ayuntamientos… Me echo a temblar al imaginar al señor Abascal en la Vicepresidencia del gobierno y a algún ministro de su partido dirigiendo la educación.

Votaré a la izquierda porque ese empeño en derrocar el sanchismo (esa es la palabra, no derogar, porque solo se derogan las leyes) atribuyendo a esa corriente la perversidad más absoluta, me parece de una mezquindad insoportable. Hagan propuestas, digan qué modelo de sociedad quieren… porque parece que su programa es acabar con el sanchismo. Y luego, ¿qué?

Votaré a la izquierda porque, en todas las cuestiones esenciales de la vida, encarna lo que considero un ideario más elevado, más progresista, más feminista, más cercano a los desfavorecidos, más abierto de mente, más sensible a los problemas de la sociedad. Concretaré.

– Cuando se trata de defender la enseñanza pública o la sanidad pública (lo público y lo privado), la izquierda se muestra más sensible, más cercana a una concepción del sistema educativo y sanitario de calidad para todos y para todas. La escuela pública y la sanidad pública son para la izquierda la causa de la justicia. La derecha, cuando puede, y puede siempre, privatiza.

– Cuando se trata de separar el poder de la Iglesia y el del Estado, la izquierda está por la labor de que cada poder mantenga su parcela sin interferencias de la Jerarquía en la ordenación de la vida y costumbres de la ciudadanía.

– Cuando se legisla sobre el aborto es más respetuosa con la decisión de las mujeres. Y no manipula la realidad con frases huecas y consignas tramposas. Nadie está a favor de la muerte. Me gustaría saber cuántos votantes de la derecha, indignados contra la ley del aborto, han acudido luego a practicarlo a escondidas.

– Cuando se trata de defender los derechos de los homosexuales, de las lesbianas, de los transexuales, de los bisexuales…, está más cerca de quienes sufren que de quienes han ejercido la violencia homófoba durante siglos y de quienes siguen ejerciéndola ahora. Les reconoce su dignidad y sus derechos a emparejarse y a ejercer de padres y madres.

– Cuando se revisa la historia, pretende recuperar el derecho de quienes fueron destruidos por la violencia y pasaron cuarenta años de silencio y de oprobio. Pretende reconocer derechos, no abrir heridas.

– Cuando se plantean adhesiones o decisiones sobre la guerra, la izquierda es más reticente y, a la vez, más propensa a la negociación y a la palabra.

– Cuando se plantea la decisiva cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres, la izquierda crea un Ministerio de Igualdad que es objeto de brutales descalificaciones y de inadmisibles bromas por parte de la derecha. La ultraderecha ni siquiera reconoce que exista la violencia de género. ¿Cuántas mujeres más tienen que morir cada día a manos de sus parejas para que abran los ojos? La violencia de género no llama asesinos a los hombres, llama asesinos a los hombres que matan a sus mujeres. Mi querida amiga Amparo Tomé me remite un documento titulado “13 razones feministas para votar izquierda”. Un documento corto y contundente A él me remito.

– Cuando hay conflictos laborales está más cercana a los trabajadores que a los empresarios. Es decir, está más cerca de quienes tienen menos dinero y menos poder. Sin olvidar que si no va bien la empresa, nadie irá bien.

– Cuando se legisló sobre el matrimonio, legalizó el divorcio, que hoy nos parece a todos un derecho sin el cual estaríamos condenados a mantener una relación desgraciada de por vida. La derecha, que se opuso, tiene entre sus militantes y admiradores, no pocos divorciados y divorciadas que rehicieron oportunamente sus vidas.

Lo mismo sucede con otras cuestiones de capital importancia: el medio ambiente, el bienestar animal, la inmigración, la educación sexual, la pureza democrática… Es otro modo de ver la vida, de ver la sociedad, de ver a las personas. No es igual una posición que otra, como algunos sostienen.

El croupier de la historia ha dicho este viernes: “No va más”. El domingo por la noche veremos dónde cae la bolita. Ojalá diga: 24, rojo, par y pasa. Es decir, a seguir gobernando en coalición.

 

Felipe González y Alfonso Guerra se olvidan de Felipe González y Alfonso Guerra

La notable participación en la presente campaña electoral del expresidente socialista Rodríguez Zapatero, no solo defendiendo al actual secretario general del PSOE sino para reivindicar todo el legado político de su partido, contrasta con las críticas, unas veces veladas y otras expresas, que vienen haciendo quienes posiblemente han sido las dos figuras más relevantes del socialismo español contemporáneo, Felipe González y Alfonso Guerra.

Desde hace meses, estos últimos no han dejado de manifestar sus posiciones disconformes frente el gobierno de Pedro Sánchez, sumándose así a los constantes y despiadados ataques de la derecha. En algunos casos, incluso con descalificaciones personales o con juicios de intenciones de los que nadie puede defenderse. Así ocurrió con Alfonso Guerra, cuando sugirió que Sánchez adelantaba las elecciones por razones personales, para optar a la secretaría general de la OTAN, dejando caer, además, que esta organización tomado la «aberrante decisión» de retrasar la fecha del nuevo nombramiento para hacerlo posible; lo que, por cierto, más bien habría que entender como una muestra de gigantesca relevancia internacional del presidente español y no como una descalificación. O, en el caso de Felipe González, defendiendo que gobierne la lista más votada, un principio nada constitucional, antidemocrático, puesto que puede dar lugar a que una minoría gobierne a la gran mayoría de la población, nunca respetado por la derecha en España y que González no ha defendido cuando su partido ha sido el más votado.

Las críticas de Felipe González y Alfonso Guerra son legítimas y nadie los puede descalificar por el hecho de que las hagan. Lo que a mí me resulta extraño es que ambos se sumen al coro de quienes atacan sin piedad al presidente Pedro Sánchez y a su gobierno olvidando que lo que se dice contra este último es prácticamente lo mismo que la derecha decía en su día contra Felipe González y Alfonso Guerra con el fin de echarlos del gobierno de cualquiera forma que fuese.

A Felipe González también le dijeron que era un mentiroso, como ahora a Sánchez: «Lo que mejor sabe hacer González es engañar, engañar y engañar«, decía Aznar en mayo de 1993.

A Felipe González también le dijeron que era desleal con España por pactar con Marruecos, como a Sánchez.

A Felipe González también le acusaron de «vulnerar una y otra vez el pacto sellado durante la transición para no revolver en el pasado y de intentar apropiarse de la memoria histórica de los españoles» y dividirlos, como a Sánchez.

A Felipe González también le acusaron de atentar contra la independencia de los jueces para convertir el Consejo del Poder Judicial en «un órgano de depuración de la magistratura«, como a Sánchez.

A Felipe González también lo acusaban de «soltar terroristas» en lugar de combatirlos. O incluso de ser él mismo un terrorista.

A Felipe González también le decían que era «un prisionero de las luchas en el seno de su partido» y que hacía «dejación de sus funciones como presidente del Gobierno«.

A Felipe González lo hacía responsable el PP en 1993 «del clima de corrupción generalizada que hay en España«. Algo, al menos, de lo que no pueden acusar hoy a Pedro Sánchez.

A Felipe González lo acusaba el PP de «faltar a la verdad», «confundir a la opinión española», y «engañar a la gente a través de la televisión». Algo, esto último, de lo que tampoco se puede acusar a Sánchez pues ha puesto la televisión pública en manos de la derecha.

A Felipe González lo acusaba la derecha de enriquecer ilegalmente a su familia. Un tipo de ataque personal como los numerosos que ha recibido Pedro Sánchez.

A Felipe González lo acusaron los dirigentes del PP Javier Arenas y Ruiz Gallardón de manipular los resultados de las elecciones generales de junio de 1993, como están intentando hacer con Sánchez.

El propio Felipe González denunció que a partir de 1993 se desencadenó una «cacería política» contra miembros de su gobierno cuyo objetivo era acabar con él mismo.

Al Felipe González le dijo José María Aznar lo siguiente en el debate sobre el Estado de la Nación de marzo de 1993: «Usted señor González, no está a la altura de las necesidades de España, y usted no está en condiciones de seguir gobernando (…) no está en condiciones de abordar con rigor ni un solo problema. Usted no puede seguir en el gobierno. Usted que ha sido el causante del daño, no puede ser quien lo corrija, asuma la responsabilidad que le corresponde y váyase, y no alegue más excusas… Váyase, Señor González». Lo mismo que le llevan diciendo a Sánchez desde que es presidente.

A Felipe González lo acusaban en el diario ABC (por utilizar a un solo medio como ejemplo) de cosas como las siguientes: «cinismo al mentir», estar «aferrado desesperadamente al poder», ser «capaz de comprometer la misma unidad de España con tal de seguir aferrado al poder», «estar de rodillas ante Pujol», colocar «sus intereses personales por encima de los intereses de España», ser «tan cerril que no hará otra cosa que ahondar la descomposición de España», asistir «al incendio de España cultivando con esmero su jardín de bonsáis», haber caído en una «miseria política (que es) una ofensa permanente al pueblo español», o que «derrocha y despilfarra recursos públicos»…..

¿Hay acaso alguna diferencia entre lo que Felipe González y Alfonso Guerra oyeron de la derecha y de sus medios de comunicación cuando gobernaban y lo que se dice ahora de Pedro Sánchez y su gobierno? ¿No es lo mismo?

Si las críticas que ahora hace la derecha a Pedro Sánchez y a su gobierno fueran nuevas, podría entenderse que personalidades como Felipe González o Alfonso Guerra se unieran a ellas y los combatieran. Lo que me resulta inexplicable es que personas con tanta experiencia e inteligencia como ellos hayan perdido en semejante medida la memoria y no se den cuenta de que ahora simplemente se está reeditando exactamente lo mismo que ellos vivieron.

No hay nada nuevo. El periodista Luis María Ansón, uno de los instigadores de la campaña de infamias contra el gobierno socialista de entonces, tuvo al menos la honradez de confesar públicamente en 1998 lo que ocurrió: “Había que acabar con Felipe González, esta era la cuestión«.

Ahor se trata de exactamente de lo mismo y por la misma razón: la derecha española, la de los privilegios a gran escala urdidos durante siglos, se cree dueña de España y la única con derecho a decidir su destino. Y quiere acabar con Pedro Sánchez, con el Partido Socialista y con sus socios del gobierno, por las mismas sinrazones y con las mismas mentiras que utilizaron contra Felipe González y Alfonso Guerra.

Afortunadamente, no todos los socialistas tienen tan mala memoria como ellos. Cientos de viejas y viejos militantes han suscrito por toda España manifiestos para mostrar que defienden y se sienten representados por su actual secretario general y por el gobierno progresista que ha presidido.

Decía Shakespeare que la memoria es el centinela del cerebro. España se juega mucho el próximo domingo y necesitaremos por ello de toda nuestra inteligencia para decidir nuestro voto. No olvidemos, no perdamos la memoria.

jueves, 20 de julio de 2023

Elecciones en España: por qué los ciudadanos tienen una visión tan negativa de la economía del país si esta crece más que la de Alemania o Francia

Si se le pide a un español que valore la situación económica de su país seguramente la califique negativamente, a pesar de que cuenta con unos indicadores económicos que invitan al optimismo. ¿Por qué esta disonancia entre la percepción y los datos?

Con un Producto Interno Bruto (PIB) al alza y una inflación y desempleo a la baja, los institutos económicos y expertos consultados por BBC Mundo valoran la situación de la economía española en términos generales de forma positiva.

Sin embargo, en el reciente barómetro de junio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de España, un 43,1% de los ciudadanos calificó de “mala” la situación económica general y un 13,8% de “muy mala”.

Esta discrepancia entre percepción y realidad se ha visto intensificada aún más durante la campaña electoral de cara a las elecciones generales del 23 de julio, en la que los partidos políticos han usado las cifras en su beneficio, destacando los indicadores que más le convienen.

Mientras el presidente del gobierno y líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, afirma que la economía española “va como una moto”, el presidente del conservador Partido Popular (PP) y líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, insiste en que “está estancada”.

España se prepara así para unas elecciones que tienen a la economía como uno de los temas centrales y en las que, según los sondeos, el PP se convertiría en el partido más votado, seguido del PSOE y en las que la clave para formar gobierno estará en los terceros partidos: el de extrema derecha Vox -que todo apunta a que gobernaría con el PP- o la recién estrenada coalición española de izquierdas Sumar, que se convertiría en socio del PSOE en un gobierno de coalición.

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miércoles, 19 de julio de 2023

Zapatero en campaña.

Al defender la ejecutoria del Gobierno de Sánchez, el expresidente Zapatero está defendiendo su propio legado y está, sobre todo, defendiendo la permanencia de una democracia digna de tal nombre en nuestro país. Parece que hay gente a la que esto le molesta.

— Las elecciones de España son una batalla clave en la lucha europea contra el neofascismo


Enric Juliana, en su artículo de este pasado domingo, 'El aviso de Gordon Brown', toma como punto de partida el artículo del exprimer ministro británico, 'Las elecciones de España son una batalla clave en la lucha europea contra el neofascismo', para hacer una reflexión sobre la decisión de José Luis Rodríguez Zapatero de intervenir muy activamente en la campaña electoral del 23 J. La intervención de Gordon Brown fue decisiva para que los escoceses no aprobaran el referéndum de independencia de Escocia, que se daba prácticamente por perdido o por ganado dependiendo de la perspectiva de cada uno. Ni el primer ministro conservador, David Cameron, ni el exprimer ministro laborista Tony Blair, tenían peso alguno en Escocia. Fue Gordon Brown el que tuvo que bajar a la arena, a fin de convencer a sus compatriotas de que la permanencia en el Reino Unido era lo mejor para Escocia. Una mayoría no amplia, pero sí clara, de los escoceses así lo acabaron entendiendo.

Lo que hizo Gordon Brown es lo que está haciendo José Luis Rodríguez Zapatero en la campaña electoral del 23 J. Ha entendido perfectamente la gravedad de la situación, interna e internacional. Interna por las consecuencias que la derrota puede tener para la izquierda española y para el renacimiento de una suerte de neofranquismo. España es el único país europeo que ha tenido que constituirse democráticamente sin haber hecho un ajuste de cuentas con el Régimen fascista nacido de la guerra civil. El fascismo no es para la democracia española un recuerdo más o menos lejano, como lo es para Italia, sino algo que no ha dejado de estar presente en ningún momento desde la guerra civil. El neofascismo en España tiene una dimensión distinta a la que pueda tener en cualquier otro país europeo occidental. Conecta directamente con nuestro inmediato pasado. Contra esto es contra lo que lucha Zapatero.

Desde la perspectiva internacional no es menos relevante lo que pase el 23 J. Si España se suma a Italia, es la naturaleza misma de la Unión Europea la que se puede poner en cuestión. Hasta el momento la Unión Europea ha sido el club más exigente de Estados democráticamente constituidos que ha existido en el mundo. Ella misma no está constituida democráticamente, porque no existe un “pueblo europeo” como lugar de residenciación del poder. Pero las instituciones de la Unión han exigido que la democracia, sin adjetivos, sea la forma política imperante en todos los Estados miembros. Las excepciones de las autollamadas “democracias iliberales” han sido pocas y no han puesto en cuestión la naturaleza inequívocamente democrática de la Unión. Pero el número de tales democracias empieza a aumentar ominosamente. La opción española puede ser determinante en dicho proceso. Contra esto es contra lo que lucha Zapatero.

Es lo que ha conducido a José Luis Rodríguez Zapatero a entrar en campaña. Esto y la defensa de su ejecutoria como presidente del Gobierno durante dos legislaturas. Zapatero ha sido, con mucha diferencia, el presidente del Gobierno con mayor sensibilidad en todo lo relativo al ejercicio de los derechos fundamentales en general y en lo que afecta a minorías que hasta que no llegó él a la Moncloa o no han tenido reconocimiento alguno de su singularidad o lo han tenido de forma muy débil. Por eso, lo está haciendo con una legitimidad indiscutible.

La legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, la ley de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia y creación de la red de servicios de atención, la ley de igualdad efectiva entre mujeres y hombres, la nueva ley de educación con la introducción de la Educación para la Ciudadanía, la creación de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer, la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, La ley de plazos…Esta es parte de la trayectoria de los Gobiernos presididos por J. L. Rodríguez Zapatero, que ha supuesto un avance mayúsculo del principio de igualdad jamás visto en la historia de nuestro país y que está amenazado en estas elecciones. Sin la ejecutoria de J. L. Rodríguez Zapatero España sería una democracia “muy antigua”.

La Ley de Memoria Histórica, con la que, por primera vez, se ha intentado iniciar un proceso de reparación, en la medida de lo posible, de las violaciones de derechos fundamentales que se produjeron durante la guerra y, muy especialmente, en los años posteriores a la misma, que no fue anulada por la mayoría absoluta del PP en 2011, pero que se dejó de financiar por el Gobierno presidido por Mariano Rajoy que es casi lo mismo. Es lo que le ocurrirá a la Ley de Memoria Democrática de 2022, si el PP y Vox gobiernan.

La preocupación por el medio ambiente con la creación de un instrumento como la Unidad Militar de Emergencia, atacado ferozmente por el PP, que llegó a calificarla de “capricho” y “cuestionó su constitucionalidad” por entender que chocaba con la misión fundamental de las Fuerzas Armadas recogidas en la Constitución. Ahora ya no se pone en cuestión, pero se toman iniciativas como la proposición de ley andaluza sobre regadíos en la corona del Parque Nacional de Doñana. Y, por supuesto, el negacionismo del “cambio climático” por Vox.

La defensa de la política antiterrorista de su Gobierno, que fue el que acabó con ETA sin contraprestación de ningún tipo, a diferencia de lo que hizo en su momento el Gobierno presidido por José María Aznar.

Y la defensa de las pensiones, que en contra de lo que viene diciendo el PP, tuvieron un crecimiento muy superior en el conjunto de los años de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que en los años de Gobierno de Mariano Rajoy. Más todavía si se toma en consideración la “hucha de las pensiones”, que el Gobierno de Zapatero recibió en 2004 con 19.000 millones y dejó en 2011 con 66.000. Mariano Rajoy la dejó en 2018 en 5.000. Zapatero, a pesar de tener que hacer frente a una crisis espantosa, no redujo en un solo euro la hucha de las pensiones. Mariano Rajoy la vació.

Al defender la ejecutoria del Gobierno de Pedro Sánchez, José Luís Rodríguez Zapatero está defendiendo su propio legado y está, sobre todo, defendiendo la permanencia de la democracia, de una democracia digna de tal nombre, en nuestro país. Parece que hay gente a la que esto le molesta.

https://www.eldiario.es/contracorriente/zapatero-campana_132_10383127.html

martes, 13 de junio de 2023

Los resultados del 28M y su impacto en el 23J .

En la idea de España de PP y Vox no tiene cabida la mayoría de la población española. Su idea de España es la misma que tenía el general Franco. Con esa idea no se ganan las elecciones generales.

Con los resultados del 28M la derecha no consigue mayoría de investidura en unas elecciones generales. Esto no es una opinión, sino una constatación empírica. Este ha sido, en mi opinión, el primero de los motivos del presidente del Gobierno para disolver las Cortes Generales y convocar elecciones para el 23 de julio.

Y con buen criterio. En las elecciones municipales y autonómicas el momento del recuento electoral y de proclamación de los resultados es muy importante. Pero todavía lo es más el momento de ocupación real y efectiva de los Ayuntamientos y Gobiernos de las Comunidades Autónomas con base en dichos resultados. La percepción del resultado electoral cambia de manera decisiva entre el primero y el segundo.

Recuerdo que a los alumnos siempre les ilustraba la diferencia entre ambos momentos con los resultados de las primeras elecciones municipales de la democracia en 1979. UCD ganó con claridad dichas elecciones y el PSOE obtuvo un resultado mediocre. Pero el PCE-PSUC obtuvo su mejor resultado electoral de siempre. El pacto de PSOE-PCE-PSUC hizo que el PSOE alcanzara el gobierno de prácticamente todas las ciudades más importantes y de las Diputaciones provinciales. Las reservas que todavía tenía la sociedad española sobre la falta de madurez del PSOE como “partido de gobierno” desaparecieron y facilitaron su acceso en 1982 al Gobierno de la nación.

En la memoria de la sociedad española quedó que 1979 había sido un gran triunfo del PSOE. No lo fue electoralmente, pero sí acabó siéndolo institucionalmente, que es lo que al final cuenta.

Celebrar las próximas elecciones antes de que sea visible la ocupación territorial del poder derivada de los resultados del 28M ha sido, en mi opinión, un gran acierto del presidente del Gobierno. La referencia para el 23J es el momento electoral y no el momento institucional.

Y el momento electoral del 28M no era malo, siempre que los partidos a la izquierda del PSOE concurrieran conjuntamente en las elecciones generales. Este era el segundo objetivo del adelanto electoral. No dar tiempo a que se discutiera mucho. La decisión de concurrir conjuntamente a las elecciones tenía que adoptarse con el mazazo que para ellos, no para el PSOE, había supuesto el resultado electoral. La celeridad en la toma de decisión era decisiva para que pudiera alcanzarse. De ello se encargaba el plazo fijado en la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (LOREG) para la formalización de coaliciones electorales.

Con el adelantamiento electoral el presidente del Gobierno ha invertido las posiciones en las que se encuentran las derechas y las izquierdas ante el 23J. El país ha sido vacunado contra la “derogación del sanchismo” en las elecciones municipales y autonómicas. La repetición del mismo argumento, por la propia naturaleza de las cosas, no puede surtir el mismo efecto. Como tampoco lo hará la resurrección de ETA y otros dislates que han operado el 28M.

Ahora es el momento de que las izquierdas pongan en valor lo que ha sido esta legislatura. En la recuperación del principio de anualidad presupuestaria, en la reforma laboral y la elevación del salario mínimo interprofesional, acompañados de la mayor creación de empleo indefinido de nuestra historia, los avances en el reconocimiento de los derechos fundamentales: eutanasia, interrupción del embarazo, Ley Trans y un largo etcétera.

Punto especial merece el reconocimiento expreso por parte de las dos izquierdas de que la Constitución Territorial de España no se entiende sin el reconocimiento como partes constitutivas de la misma de los nacionalismos catalán, vasco y gallego y que, en consecuencia, no es posible dirigir democráticamente el país sin su concurso.

En la idea de España de PP y Vox no tiene cabida la mayoría de la población española. Esta es la razón por la que no pueden ganar democráticamente en unas elecciones generales. Su idea de España es la misma que tenía el general Franco. Con esa idea no se ganan las elecciones generales.

El PSOE solo no puede ganar las elecciones. El PSOE más Sumar no pueden perderlas. Se va a ir viendo a medida que avancemos hacia el 23J.

lunes, 5 de junio de 2023

Insulta, que algo queda. El Adarve.

Ha ganado la derecha las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. Y también la ultraderecha, que ha pasado de tener 530 concejales a 1678. Desde mi punto de vista se han dado pasos hacia atrás, pasos hacia la caverna. Es muy inquietante que gane posiciones un partido que niega que exista la violencia de género, que no condena el franquismo, que asocia inmigración con delincuencia, que niega el cambio climático y que dice que los homosexuales no deben celebrar el día de San Valentín porque lo suyo no es amor sino vicio.

Parece que ganar las elecciones es el único modo de comprobar que se ha tenido razón y que se está del lado del bien. Pero no siempre es así. Cuando el señor Jesús Gil y Gil ganaba por mayoría absoluta las elecciones en el Ayuntamiento de Marbella decía que los números cantan. Le contesté en un artículo titulado “Los números desafinan”. Porque lo cierto es que ganaba engañando y luego gobernaba a su antojo perjudicando a la ciudad.

En la campaña no ha habido un debate sobre los problemas de los ciudadanos y las ciudadanas, sobre el análisis de lo realizado en el ejercicio del gobierno local o autonómico o sobre los programas que iban a desarrollar los candidatos. Lo que ha contado es la demonización del Presidente del Gobierno. Porque pacta con Bildu (que hoy es un partido democrático) y con los independentistas (que tienen derecho a serlo en una democracia), porque gobierna con Unidas Podemos (otro partido democrático) y porque se promulgó la ley del sí es sí que ha tenido efectos laterales nocivos.

Esta ley se ha convertido en una piedra de toque de la campaña: quienes defienden la causa de las mujeres por convicción han sido atacadas sin piedad por quienes critican hasta la existencia del Ministerio de Igualdad. Qué bien les ha venido. El hecho de que hayan excarcelado a más de 100 delincuentes sexuales y reducido las penas a más de 1000 se ha convertido en un arma arrojadiza contra quienes han puesto en marcha la ley porque realmente creen en la causa. Esos casos de excarcelación y de reducción de penas les han dolido más a las impulsoras de la ley que a quienes las han sepultado con insultos por el error cometido. Es decir que las excarcelaciones y las reducciones de penas eran bienvenidas para los críticos como un arma arrojadiza contra quienes no habían previsto que ocurrieran. Ya van 200, ya van 300, ya van 400… Armas para atacar al enemigo. No diré que cuantas más mejor, pero casi. Una ley para perseguir a los violadores se utiliza como si hubiera sido promulgada para premiarlos. La consagración de la hipocresía.

Ahora el partido ganador de las elecciones tendrá que pactar con Vox, con la extrema derecha. Y por mucho que pida el señor Feijóo una mayoría suficiente para no tener que pactar, acabará haciéndolo como ya lo ha hecho en Castilla-León, con resultados de todos conocidos. Retrasarán todo lo posible los pactos, Pero llegarán porque no van a renunciar al poder.

No se ha hablado en la campaña de la enseñanza ni de la sanidad pública, ni sobre inmigración, no se ha debatido sobre modelos, no se han defendido proyectos… Se ha utilizado la campaña de forma ladina para lanzar ataques al gobierno central. Y ha dado sus frutos. La derecha ha propinado una patada al gobierno que ha acabado en el culo de muchos alcaldes y de algunos presidentes de comunidades autónomas. El discurso del odio ha calado. El fin ha justificado los medios.

La euforia de los vencedores es tal que ya dan por ganadas las elecciones generales del día 23 de julio. El envalentonamiento es tan grande que ya hablan de un cambio de ciclo. Piensan que ya han acabado con el “sanchismo”. Por cierto, convendría que se aplicasen un poquito más en el uso correcto del lenguaje. No se puede derogar a una persona o a una corriente porque el verbo derogar tiene un significado preciso y claro: “dejar sin efecto una norma jurídica o cambiar parte de ella”. No es posible “derogar el sanchismo”. Ya veremos lo que dicen las urnas el día 23 de julio. Ya lo veremos.

Dice el señor Feijóo, desde el balcón de Génova que estamos en una nueva etapa, una etapa sin descalificaciones. ¿Sin descalificaciones? ¿Es que la señora Ayuso, que estaba a su lado, y él mismo no hacen ninguna descalificación? Yo diría, más bien, que solo saben hacer descalificaciones.

La señora Ayuso es el perfecto ejemplo de persona que desprecia, que descalifica, que insulta, que odia, que considera al gobierno de la nación “una maldición que le ha caído a España”. Esta señora, ¿qué piensa de los votantes del partido socialista? ¿Cómo se pueden sentir los votantes de izquierdas al oír esas palabras? ¿Son tan estúpidos y tan malos que eligen la maldición para su patria?

El país va bien económicamente. El señor Garamendi, presidente de los empresarios españoles, dice que va incluso mejor de lo que se preveía. Pero de eso no se habla. ¿También es una maldición que se haya subido el salario mínimo o que se hayan incrementado las pensiones, o que se haya promulgado una ley laboral que ha mejorado el empleo?

Pocas veces he visto un rechazo, una antipatía, una fobia, un odio tan depurado. Todo lo que dice, todo lo que hace, todo lo que propone el Presidente del Gobierno se interpreta desde su vertiente negativa. Todo. Si no convoca elecciones es porque se aferra al poder. Si las convoca con inmediatez es porque busca la desmovilización ciudadana y castigar a quienes vayan a votar con tanto calor. Qué barbaridad.

Es una estupidez y un infundio decir, como sostiene la señora Ayuso, que “la izquierda es una fábrica de crear pobreza”. Y más aún que “busca el empobrecimiento de la gente”, que “desea la ruina de los empresarios”, que “necesita que haya pobreza para justificar su existencia”. ¿Cómo va bien, entonces, la economía?

¿Por qué no ha explicado en campaña lo sucedido con los ocho mil ancianos fallecidos en las residencias madrileñas? (Lo explica muy bien su consejero Alberto Reyero en el libro “Morirán de forma indigna”. ¿Por qué no dice que ha tenido una huelga interminable de profesionales de la sanidad porque la tiene desmantelada? ¿Por qué no explica su querencia por la enseñanza privada? ¿Por qué no cuenta lo que sucedió con quienes se contagiaron y murieron por tener abiertos los restaurantes y los comercios cuando todos los cerraban?

El eslogan de Ayuso que ha empezado a manejar el señor Feijóo es tan breve como tramposo y perverso. La disyuntiva no puede ser más mendaz: O Sánchez o España. Es decir, que los que voten a Sánchez votan contra España. Claro, es que España es de Ayuso, es del PP. Y por eso no soportan que la gobierne la izquierda. Y por eso han dicho del Presidente, que es el ocupa de la Moncloa. Porque la Moncloa es suya. Ese eslogan es una maldad. Como lo serían los siguientes: Ayuso o decencia, Feijóo o progreso, derecha o derechos…

Lo más triste es el aplauso que genera ese discurso agresivo, despectivo, descalificador. Porque ella y sus palmeros no desprecian los malos comportamientos de algunos personajes que delinquen (que compran votos o que prevarican…) desprecian al partido al que pertenecen esos delincuentes. Ella habló de pucherazo, acusación que dejó de lanzar cuando se supo ganadora. ¡Pues vaya pucherazo!

Este es el estilo. Esta es la estrategia. El insulto. La trampa. Socialismo o libertad. La libertad de la señora Ayuso. La de ir a tomar cañas, aunque haya riesgo de contagio.

Dice la señora Presidenta que le pidió a Dios que acabase con Podemos. Y casi le ha hecho caso. Con otras oraciones complementarias lo acabará consiguiendo. Porque Dios también es suyo, como España, como Madrid.

Tiene el PP algunos periodistas tan rigurosos que parecen hooligans. Ya hice alusión a ellos. Ahí siguen Carlos Herrera y Federico Jiménez Losantos, antes preparando la campaña y ahora celebrando la victoria. No son analistas de la realidad política. Sabes con antelación lo que van a decir. Sánchez lo va a hacer todo tarde y mal y Ayuso lo va a hacer todo bien y a su tiempo. Hagan lo que hagan. Lo hagan como lo hagan. Qué imparcialidad. Qué profesionalidad. Claro que el gobierno ha cometido errores pero criticar no es demoler, es discernir.

La retahíla de insultos al Presidente del Gobierno no tiene fin: psicópata, felón, traidor, tirano, ilegítimo, ególatra, chulo, mentiroso, sinvergüenza… Cuando Rosa Díez dialoga con Losantos da la impresión de que participan en un concurso sobre quién profiere el insulto más dañino, más original y más hiriente. Se animan mutuamente a la descalificación. Parece que fuera de España todos están ciegos o todos son imbéciles. El Presidente español tiene un extraordinario prestigio.

No se puede gobernar desde el odio, desde la descalificación permanente del adversario, desde el insulto constante, desde la idea de que los malos son los otros.

El Adarve

viernes, 2 de junio de 2023

Resultados de las elecciones. La izquierda se devora a sí misma. Ahora ¿qué?

Los resultados electorales del domingo pasado representan una derrota sin paliativos de las izquierdas que creo se pueden explicar por cuatro factores a tener muy en cuenta si se quiere que las generales recién convocadas de un vuelco y permitan renovar un gobierno progresista.

El primero de ellos es el acierto del PP.
Sus dirigentes se han limitado a asegurar la permanencia de su electorado tradicional y que el de Ciudadanos se fuera a su cesta de votos. Para ello, han centrado la campaña en un discurso muy elemental y conocido: Pedro Sánchez sólo ha buscado y busca mantenerse en el poder por cualquier medio, para ello se ha aliado con quienes desean destruir España y con los herederos de ETA en particular, y ha formado un gobierno dividido internamente que destruye España.

Gracias a ello, el Partido Popular ha obtenido 1,89 millones de votos municipales más que en 2019, es decir, no sólo los 1,69 millones que ha perdido Ciudadanos, sino otros 200.000 añadidos que habrá quitado a PSOE, o incluso a Vox, gracias a la radicalización de su discurso.

El segundo factor es que la estrategia del PSOE (centrar la campaña en Pedro Sánchez con relatos y propuestas de alcance nacional) no ha podido ser muy buena, pues ha obtenido 407.000 votos menos que en 2019.

Los dirigentes que han perdido alcaldías o que han recogido menos votos de los esperados coinciden en que eso explica su derrota. Pero no creo que eso sea achacable tan solo a la decisión de su líder.

El problema, a mi juicio, es que el PSOE está siendo en los últimos años un partido sin norte, sin proyecto y con una militancia y organización de base (su gran valor y la fuente de sus grandes éxitos electorales) desanimada, desmovilizada e incapaz de hacer política al lado de la gente.

El PSOE, como otros partidos de izquierdas, se ha convertido en una organización cesarista, en donde ya no hay apenas debate y en donde la estrategia se determina al margen de los órganos del Partido y, por supuesto, de la militancia. El partido socialista, como las izquierdas en general, lleva muchos años sin ser uña y carne de la gente de los barrios, sin vivir en el día a día sus problemas y sin construir de su mano la esperanza en un futuro diferente. Y eso se paga con paralización, lejanía y desafecto; y con menos votos.

Por añadidura, el PSOE sigue siendo lamentablemente incapaz de deshacerse de unos pocos oportunistas que suponen, sin embargo, un lastre insoportable para la inmensa mayoría comprometida y honesta de su militancia.

El tercer factor que a mi juicio explica los resultados electorales es la irresponsabilidad histórica de los dirigentes de las organizaciones a la izquierda del PSOE.

Es una irresponsabilidad la desunión con la que se ha acudido a estas elecciones municipales y autonómicas porque se sabía perfectamente que esa división iba a impedir que, en un número muy elevado de municipios y comunidades, la izquierda del PSOE fuese la tercera fuerza o que, directamente, se superase la barrera del 5% que la ley electoral establece para obtener concejalías.

Es una irresponsabilidad histórica porque la alternativa a los gobiernos de centro izquierda es una derecha que se radicaliza constantemente llevada de la mano de los grandes grupos financieros y empresariales que la financian y a quienes la democracia ya les viene grande porque sus negocios son cada día más incompatibles con la transparencia, la competencia, las preferencias ciudadanas y los derechos humanos.

Y lo más grave de esta irresponsabilidad es que no basta con acudir a las elecciones en las mismas candidaturas. Es necesario ir unidos que no es exactamente lo mismo. La experiencia ha mostrado hasta la saciedad que no basta con sumar siglas ni juntarse mientras unos ponen verdes a los otros. Y la realidad es que ni siquiera se han dado tregua en las elecciones.

¿A quién le gusta salir de copas o irse a cenar con una pareja que no para de discutir y se ataca constantemente? A nadie en su sano juicio, y eso mismo es lo que le pasa a la gente corriente cuando ve a las izquierdas dedicadas sin parar a criticarse y hacerse zancadillas, a pelearse y condenar a los demás sin descanso.

Cuesta decirlo, pero esa irresponsabilidad que ha implicado dejar en manos de la derecha cada día más extrema a cientos de municipios y casi todas las autonomías provocará el dolor de millones de personas, el sufrimiento y malestar de los españoles más desfavorecidos. No vale criticar tanto las maldades del capitalismo y luego actuar de modo que se facilite la llegada a los gobiernos de quien lo lleva a sus últimos extremos y con menos escrúpulos.

Finalmente, hay un factor, concomitante con los dos anteriores, que a mi juicio también explica la derrota de la izquierda y que es achacable (no estoy seguro de en qué proporción) a los socios que conforman el gobierno.

Como escribí hace tiempo, este último viene tomando medidas que protegen a la inmensa mayoría de los españoles y con las que estos manifiestan estar de acuerdo muy mayoritariamente en las encuestas. Sin embargo, los partidos que forman el gobierno no logran concitar suficiente apoyo electoral y más bien parece que actúan en contra de la mayoría de todos los españoles.

A mi juicio, la causa de esto es triple.
En primer lugar, el gobierno no ha gestionado bien la comunicación social para contrarrestar la desinformación y las mentiras constantes de los medios privados. Lo ha hecho mal porque en España se ha producido un caso posiblemente único en el mundo: en lugar de apostar por su democratización, el gobierno deja los medios públicos en manos de su oposición. Algo que se puede comprobar fácilmente viendo sus contenidos informativos y el tipo de opinión mayoritaria que difunden. Y, además, porque al mismo tiempo no crea ni despliega un sistema de mediación social (la organización y militancia de los partidos) alternativo al que sostienen los capitales privados. El resultado es que el relato dominante desvirtúa y falsea la información y hace que la población actúe verdaderamente a ciegas.

En segundo lugar, el gobierno se ha dejado llevar y no ha dejado de meterse continuamente en charcos y de hacer un ruido con asuntos de segundo orden, echando por alto sus logros más transversales, importantes y valiosos. Y, digámoslo claro de una vez, porque ha tenido una agenda legislativa al servicio de intereses o planteamientos periféricos y minoritarios claramente contrarios al sentir común de la mayoría de los españoles. Si este gobierno ha roto al movimiento feminista o está haciendo que se abran varios frentes en su seno, o que sus socios se den la espalda en asuntos fundamentales ¿cómo se puede esperar que se mantenga unida en torno a él la mayoría de la población? En particular, el gobierno ha dado giros para la gente incomprensibles (como ante Marruecos), ha elaborado leyes sobre principios para la mayoría social inasumibles, como la ley trans o el cambio de penas del Código Penal, o se ha empeñado en hacer creer que para garantizar la gobernabilidad de España hay que someterse a la voluntad de quienes afirman que esta «le importa un comino». O todo eso se explica bien, o se produce un roto electoral irresoluble.

En tercer lugar, yo creo que la gente corriente no puede entender que unos socios del gobierno digan cosas tan fuertes sobre los demás y sigan ocupando ministerios, que se muestren las desavenencias en público y no se sea capaz de arreglarlas en los despachos.

Cuando todo esto ocurre y, al mismo tiempo, se quiere que la situación nacional condicione el voto municipal o autonómico, es lógico que los resultados sean nefastos.

Ahora qué la reacción del presidente del Gobierno no se ha hecho esperar, convocar inmediatamente elecciones.
La decisión es sorprendente por varias razones.

En primer lugar, porque -aunque la decisión corresponde al Presidente del Gobierno- parece lógico que hubiera valorado los resultados y consultado la estrategia con su Ejecutiva. No es la mejor forma de desprenderse del cesarismo que tanto daño hace a la izquierda; más bien lo agudiza.

En segundo lugar, parece una falta de respeto a la normalidad institucional que se haga coincidir la constitución de ayuntamientos y parlamentos y gobiernos autonómicos con nuevas elecciones. 

En tercer lugar, produce un efecto de imprevisibles consecuencias en el funcionamiento de la presidencia europea. No es fácil entender que se haya dado lugar a que esta se desarrolle con un gobierno en funciones. Y, finalmente, porque la decisión de convocar elecciones cuando el adversario está más fuerte y pletórico parece políticamente incomprensible. Como también lo es que se renuncie a medio año de puesta en valor de lo realizado a lo largo de la anterior legislatura. A primera vista, la decisión del Presidente Sánchez parece que equivale a un sálvese quien pueda, a un salir corriendo de la quema sin apenas recoger los papeles. Y eso, si no lleva consigo la renuncia a volver a presentarse.

¿Podrán tener las elecciones del 23 de julio un resultado diferente a las de ayer domingo?
Quizá eso pueda ser posible pero, desde luego, no actuando de cualquier forma.
Obviamente no hay tiempo para hacer planteamiento de medio o largo plazo.
El Partido socialista tiene muchos años a su espalda, está curtido en mil batallas y si algo tiene su actual secretario general es determinación y coraje. No sería la primera batalla dada por perdida de antemano que termina ganando. En unas semanas veremos si su partido ha podido recomponerse instantáneamente, algo que sólo será posible si prevalecen la unidad y la movilización de su militancia.

A su izquierda las cosas son más difíciles que nunca. No hay tiempo sino para presentar candidaturas de unidad que no sean, otra vez, el resultado de un mero acuerdo desde arriba. La única posibilidad de que la izquierda del PSOE recupere electorado (a su vez, quizá la única de que haya un nuevo gobierno progresista) es que, liderada por Yolanda Díaz, actúe con inteligencia y generosidad y presente candidaturas unitarias, de amplio liderazgo social, que reflejen el compromiso, la inteligencia colectiva y la lucha por la defensa de los intereses de las mayorías sociales, atractivas, un espejo donde se refleje lo mejor de nuestra sociedad.

Y, por supuesto, que se haga una campaña en la que se dé prioridad a lo que une a las izquierdas, en la que se coopere y no se divida.

Es imprescindible tener presente, ahora más que nunca, que una estrategia política nunca puede llegar a ser mayoritaria si se centra en planteamientos, intereses o identidades periféricos. Si la izquierda quiere ser la columna vertebral de la transformación social debe basar su discurso en lo que afecta y preocupa a las mayorías, en el sentido común de la gente y en planteamiento transversales. Una cosa es reconocer y defender los derechos de las periferias y otra confundirse con ellos.

Las izquierdas no pueden renunciar a vertebrar a España ni avergonzarse de que ese ha de ser su principal objetivo. Deben ofrecer un proyecto de interés nacional, única forma de enfrentarse al nacionalismo español y a los periféricos que polarizan sin cesar la actividad política y degeneran la vida social.

miércoles, 31 de mayo de 2023

Elecciones. De necesidad, virtud.

Tras el batacazo de Unidas Podemos, no había posibilidad alguna de recomposición entre los socios para seguir gobernando durante seis meses. La disolución anticipada y convocatoria de elecciones no era una opción para Pedro Sánchez, sino una necesidad

El avance electoral de la derecha se está produciendo en casi todos los países europeos. El caso más reciente, el de las elecciones generales de Grecia, ha sido el más llamativo por su intensidad, que desconcertó a todo el mundo. Pero no ha sido el único. España y Portugal se habían mantenido hasta el momento fuera de esa tendencia. Pero, por lo que a España se refiere, está claro que ya no es así. El resultado de las elecciones municipales y autonómicas de este 28M ha dejado claro el viraje hacia la derecha en el conjunto del país.

Ante la constatación de dicho viraje el presidente del Gobierno ha decidido disolver las Cortes Generales y convocar nuevas elecciones para el 23 de julio. El adelanto electoral que parecía inimaginable hace unos días se ha convertido en un imperativo para Sánchez tras el 28M. Se había quedado sin margen de maniobra.

La razón es clara. El desgaste de la coalición en el interior del Gobierno se había hecho muy visible desde la llamada ley del sólo sí es sí. Y no había dejado de ir a más. En este contexto las elecciones del 28M se convertían en una suerte de “condición suspensiva” para la continuidad del Gobierno de coalición. Condición suspensiva con la posibilidad de convertirse en “condición resolutoria”, que es lo que ha ocurrido. Tras el batacazo de Unidas Podemos, no había posibilidad alguna de recomposición entre los socios para seguir gobernando durante seis meses. La disolución anticipada y convocatoria de elecciones no era una opción para Pedro Sánchez, sino una necesidad.

El Gobierno de coalición ha pasado por momentos muy difíciles, pero ha sido un Gobierno de coalición. Ahí está su ejecutoria, una de las mejores de todos los Gobiernos desde la entrada en vigor de la Constitución. Y en las circunstancias más difíciles.

A partir de la noche del 28M el Gobierno de coalición había pasado a convertirse en una “ficción” carente de cualquier credibilidad. El coste de mantenerlo era muy superior al de darlo por acabado y que cada palo aguante su vela en el proceso electoral.

La convocatoria anticipada tiene una doble finalidad:

Provocar una muy alta participación. El 23 de julio es el partido de vuelta en el que se decide el resultado final. El 28M ha sido el partido de ida, en el que PP y Vox han obtenido una buena renta. Pero, por la forma misma en que se han disputado estas elecciones, como la primera vuelta de las generales, como un plebiscito sobre Pedro Sánchez, el carácter de “partido de vuelta” del 23J ya está encima de la mesa. Es una prima evidente para que la ciudadanía acuda a votar.

Y obligar a la izquierda a la izquierda del PSOE a tomar una decisión en diez días. No queda tiempo para marear la perdiz. O cierre de filas en diez días o salga el sol por Antequera, que incluye la posibilidad, por no decir probabilidad, de que algún partido acabe siendo extraparlamentario. Cuanto menos tiempo se tenga para tomar la decisión, mejor. Para los que tienen que tomarla. Y para el PSOE.

La decisión del presidente del Gobierno es un ejemplo de libro de hacer de necesidad, virtud. El 23J lo tiene muy difícil, pero el 10 de diciembre lo habría tenido imposible.

viernes, 26 de mayo de 2023

Elecciones el 28 de mayo. «Si no sirve para nada y todos son iguales, ¿para qué voy a votar?»

He oído la expresión con la que titulo este artículo docenas de veces, pero nunca en boca de alguien rico o con ideas de derechas. No digo que no haya ricos que digan eso, sino que a quien yo oigo decir que no vale la pena ir a votar es a gente que vive al día o malvive o que no es de derechas.

Los datos estadísticos indican claramente que no es una simple percepción mía, subjetiva. En mi tierra, Andalucía, la abstención en los barrios más pobres fue unos quince puntos más alta que la media en las últimas elecciones autonómicas y unos treinta por encima de la registrada en los barrios más ricos. En algunas mesas electorales de barrios pobres, la abstención fue del 90%. Si se toma el conjunto nacional, las diferencias son aún mayores, en los territorios y barrios más pobres puede haber el doble de abstención que en los más ricos.

¿Acaso son los pobres más listos y se dan cuenta de que votar no sirve para nada, mientras que los ricos son más ingenuos y votan en mayor proporción, a pesar de su inutilidad?

No parece que vayan por ahí las cosas. La evidencia histórica demuestra que el disfrute de cualquiera de nuestros derechos, políticos, laborales, ciudadanos… depende de quién gobierne. Se adelanta cuando gobiernan unos y se atrasa cuando lo hacen otros. Los gobiernos no son neutrales.

Poner a unos partidos u otros en los gobiernos sirve para que se reconozcan o no derechos como el del divorcio, el aborto, la negociación colectiva, el salario mínimo, o para que se disfrute en mayor o menor medida de la libertad de expresión, del derecho a la vivienda, a pensiones dignas o a la salud universal, entre otros.

Quien dispone de buena información, sabe qué le interesa y tiene influencia y poder (directamente o por delegación) está siempre interesado en que llegue al gobierno quien crea que más le conviene. Es decir, no renunciará nunca a votar. Sólo quien no es consciente de en qué medida tan grande le afecta que gobiernen unos u otros, renunciará al poder que le proporciona el voto. Un poder, desde luego, que no lo puede todo por sí solo pero que sí es una condición sine qua non, sin el que es imposible que se puedan defender los intereses propios en nuestras sociedades.

Eso explica que haya quien esté interesado en transmitir a quien está menos informado la idea de que votar no vale para nada, tratando de desmotivar su voto y haciendo que, justamente los más desheredados, quienes más necesitarían llevar a los gobiernos a quien pudiera defenderlos, sean justamente los que menos voten.


Por otro lado, también oigo muchas veces decir que no vale la pena votar a quienes se precian de saber muy bien lo que pasa, de estar bien informados y de no dejarse engañar: «son todos iguales», suelen decir.
Pero ¿son todos iguales, realmente?

Entre personas más a la izquierda suele oírse que el PSOE es igual que el PP, que Felipe González era de derechas, Zapatero un traidor y Sánchez un vendido a Estados Unidos.

No se puede negar que, en multitud de ocasiones, el PSOE ha tomado medidas idénticas a las que adopta la derecha, que votan juntos muchísimas iniciativas y que se a menudo se ponen de acuerdo para frenar otras que vienen de su izquierda. Eso es innegable, pero ¿son lo mismo?

Si Felipe González era de derechas, ¿cómo es posible que la derecha política, económica, mediática y religiosa se movilizara como se movilizó para atacarle y exigir que dejara el gobierno, al margen del resultado de las urnas? ¿O es que ya no nos acordamos lo que hacía la derecha y el PP en concreto cuando González presidía el gobierno?

¿La derecha habría tomado las medidas de avance social que se tomaron en los gobiernos socialistas? ¿No fue precisamente la derecha quien recurría constantemente las medidas más progresistas que tomaban? Ni siquiera en materia económica o fiscal, generalmente en manos de socialistas más liberales, se puede decir con objetividad que los gobiernos del PSOE hayan hecho lo mismo que han hecho los del PP. Mucho menos, y por muy conservadora que haya podido ser en estos campos, en materia sanitaria, educativa, laboral o de derechos de ciudadanía. ¿Y acaso el PSOE manipula, incumple la Constitución y boicotea las instituciones para protegerse y mantener sus privilegios, tal y como está haciendo ahora el PP?

¿Lo que dicen los dirigentes socialistas, ni siquiera sus «barones» más conservadores, es lo mismo que dicen Ayuso o Aznar? ¿Es acaso lo mismo lo que proponen en materia económica, social o de derechos en general el PSOE, Izquierda Unida y Podemos? ¿Seguro que estos últimos dicen y hacen lo mismo que PP o Vox?

¿Son iguales el PP, un partido con multitud de dirigentes y cargos públicos condenados por corrupción y financiación ilegal, que Podemos, en más de veinte ocasiones absuelto de acusaciones de esto último o con causas simplemente archivadas?

Es verdad que ha habido casos de corrupción incluso en Izquierda Unida y supongo que en Podemos, pero ¿en la misma proporción? Es muy fácil poner los nombres y los números sobre la mesa y comprobar que no es así, de ninguna manera. Incluso en el caso del PSOE, donde los ha habido en mayor número, la realidad es incomparable con la del PP. Ninguno de sus presidentes o gobiernos ha batido el récord de Aznar: de sus catorce ministros, doce resultaron imputados, implicados en tramas o en escándalos de sobresueldos y alguno incluso encarcelado. Y eso por no hablar de quién se hace rico y quién no en la política.

¿Son la misma cosa los partidos que defienden o no condenan la dictadura franquista y su legado y quienes la sufrieron?

Los partidos y los políticos no son lo mismo. Es una evidencia que unos proponen leyes y medidas que otros recurren o derogan; a unos los financian gratis los bancos y grandes empresas y otros renuncian incluso a préstamos bancarios; y es fácil comprobar que la beligerancia, la exigencia y la crítica que hacen los medios de comunicación a unos partidos y otros no son las mismas en los mismos supuestos. Ni tampoco la difusión que dan a sus propuestas o escándalos.

Solo quien vea el mundo en blanco y negro, es decir, como no es en realidad, puede decir que PSOE, PP, Vox, Izquierda Unida o Podemos son lo mismo y que sus dirigentes se comportan de la misma forma.

Es verdad que cualquier persona de esas que no suelen ir a votar porque piensan que no vale la pena y que todos son lo mismo podrían tener otras razones para no hacerlo. La democracia de partidos es muy imperfecta y los partidos son una fuente constante de frustración porque incumplen promesas, hacen en muchas ocasiones lo contrario de lo que dicen y se olvidan a menudo de quien los vota. Pero, incluso así, se pierde mucho más no votando que yendo a votar a pesar de todo ello.

De hecho, esa idea de inutilidad y de rechazo, esa visión en negativo de la política se siembra a propósito porque se busca la abstención de quienes, por su situación económica, más necesitan gobiernos de izquierdas. La polarización, la zafiedad, la divulgación constante de bulos y mentiras… se promueven para eso. Aunque tampoco podemos engañarnos. Desgraciadamente, son los propios partidos de izquierdas (unos más que otros, también es verdad) quienes dan pie a que su electorado se abstenga en tan gran medida. Primero, porque no tienen una estrategia específica de acercamiento a la población que los necesita y se comportan como aparatos ajenos a la gente normal y corriente. Segundo, porque generan ellos mismos el desafecto y la lejanía cuando se empeñan en magnificar con malas formas las diferencias y los encontronazos entre sí, en lugar de subrayar lo que los une y la cooperación. Y, sobre todo, porque no se empeñan en poner en pie espacios de participación, organización y movilización que proporcionen poder real a la ciudadanía, sin el cual no se pueden llevar a cabo desde los gobiernos sus promesas más decisivas.

El próximo domingo tenemos una nueva oportunidad de mostrar si nos dejamos engañar una vez más o no; si nos dejamos llevar por el desaliento y el negativismo que tan sutilmente propagan la derecha y sus medios de comunicación, o si vamos a votar por quien, más o menos imperfectamente, sabemos que son los únicos que pueden defender los intereses de la que gente que menos tiene.


lunes, 27 de marzo de 2023

_- Señales de desesperación.

_- Los partidos de la derecha española, que se autocalifican de constitucionalistas de manera excluyente, no aceptan la fórmula parlamentaria y el sistema electoral de la Transición.

Barómetro de marzo — El CIS dobla la ventaja del PSOE sobre el PP y sitúa a Vox por encima de Unidas Podemos en plena crisis del 'solo sí es sí'


En la reciente moción de censura se ha resucitado una antigua propuesta, central en el programa de Ciudadanos cuando era liderado por Albert Rivera, de introducir en la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (LOREG) una barrera del 5% a nivel estatal para tener representación en el Congreso de los Diputados. La propuesta está siendo secundada en sus terminales mediáticas como acredita el artículo de Luis María Anson de ayer viernes en La Razón.

La finalidad de la propuesta es clara: se trata de no permitir que los partidos nacionalistas, regionalistas o provinciales estén presentes en el Congreso de los Diputados y participen, en consecuencia, en la investidura del presidente del Gobierno.

La fundamentación de dicha propuesta, en palabras del candidato en la moción de censura, Ramón Tamames, reside en que dichos partidos tienen una “sobrerrepresentación” injustificable en términos democráticos. Lo repitió en varias ocasiones.

La propuesta es un indicador de desesperación, de la nula confianza en ganar las elecciones generales con base en la fórmula parlamentaria y el sistema electoral diseñado en la Constitución y en el Real Decreto-ley de marzo de 1977, que sigue siendo el mismo en lo que a la composición y forma de elección de los diputados se refiere.

Los partidos de la derecha española, que se autocalifican de constitucionalistas de manera excluyente, resulta que no aceptan la fórmula parlamentaria y el sistema electoral de “La Transición”. El sistema parlamentario y el sistema electoral se definieron entre finales de 1976 y finales de 1978 y no se ha introducido ninguna modificación sustantiva en los mismos desde entonces. Fueron las Cortes del Régimen del General Franco las que definieron el Congreso de los Diputados en la Ley para la Reforma Política de 1976 y fue el Gobierno preconstitucional presidido por Adolfo Suárez el que definió en marzo de 1977 el sistema para la elección de los mismos. Las Cortes Generales que no fueron convocadas como Cortes constituyentes, pero que acabaron siéndolo como consecuencia del resultado electoral del 15 de junio de 1977, hicieron suya la composición del Congreso de los Diputados de la Ley para la Reforma Política y el sistema electoral del Real Decreto-ley del Gobierno presidido por Adolfo Suárez.

Todas las elecciones generales celebradas hasta la fecha lo han sido con el mismo marco normativo. Todas sin excepción.

A través de dicho marco normativo se expresa una “desviación calculada del principio de igualdad”, que beneficia a los dos partidos mayoritarios de ámbito estatal, perjudica a los partidos minoritarios y es neutral para los partidos nacionalistas vascos y catalanes. PP en la derecha y PSOE en la izquierda han sido y continúan siendo los beneficiarios del sistema electoral. El coste en votos por escaño es menor, mucho menor que para los demás. No es así en el caso de los partidos nacionalistas catalanes y vascos. El argumento de la sobrerrepresentación de estos últimos es sencillamente falso.

La barrera del 5% a nivel estatal carece, en consecuencia, de fundamentación democrática. Sería, por el contrario, un instrumento antidemocrático, que pretendería mutilar el cuerpo electoral español, del que también forman parte los ciudadanos catalanes y vascos que votan a partidos nacionalistas.

Dado que la circunscripción electoral es la provincia por mandato constitucional, la barrera electoral únicamente puede establecerse en ella. Sin reforma de la Constitución no es posible hacerlo.

Partidos que se autocalifican de constitucionalistas de manera excluyente se niegan a aceptar el régimen parlamentario y el sistema electoral diseñado en la Constitución. Mientras el sistema funcionó de manera bipartidista, la derecha española representada en régimen de monopolio por el PP no tuvo problema alguno para aceptar el sistema electoral. Desde que dejó de funcionar de esa manera, se resiste a aceptarlo.

Es algo parecido a lo que ocurre con la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Las mismas normas que sirvieron para su renovación en 2013, cuando Mariano Rajoy era presidente, han dejado de serlo, cuando el presidente es Pedro Sánchez.

La derecha española únicamente acepta la democracia a beneficio de inventario. Si estoy en el Gobierno, la acepto. Si no estoy en el Gobierno y no tengo esperanza de estarlo en las próximas elecciones, impugno el sistema y pretendo que se retoque para poder ganar.

La resistencia numantina a la renovación del CGPJ y la pretensión de introducir la barrera del 5% a nivel estatal son señales indicadoras de la desesperación de la derecha española ante la perspectiva de no poder gobernar tras las próximas elecciones.

Hay más, pero creo que con estas dos son suficientes por hoy.

Javier Pérez Royo.

sábado, 18 de junio de 2022

En campaña electoral

Un político muere. Va al otro mundo y pregunta por el camino del cielo.

Le dicen que las normas están muy claras. Tiene que pasar 24 horas en el cielo y otras 24 en el infierno. Después tendrá que hacer una elección importantísima. Tendrá que decidir dónde quiere pasar la eternidad. Sin posibilidad de corregir la elección. El político dice que, por supuesto, prefiere ir al cielo.

-No, le dicen. La elección tiene que realizarse después de la prueba, no antes. ¿Por dónde quiere usted empezar?

-Por el infierno, dice el político.

Abren las puertas del infierno. Entra y ve a otros políticos de su partido paseando, con trajes elegantes. El clima es magnífico, los rostros muestran una juventud y una belleza extraordinarias. Camina sin rumbo y llega a un campo de golf, con un verde que es una alfombra. Se detiene para jugar unos hoyos. Mientras juega, siente la punzada del hambre y pregunta a uno de los jugadores dónde se puede comer algo en el infierno.

-Mire, cerquita de donde estamos hay un restaurante llamado El Tridente.

Magnífica cocina, excelentes vinos. Y, por supuesto, completamente gratuito.

Da las gracias al amable informante, se despide de los compañeros de juego y se encamina hacia el restaurante. Piensa que puede tardar más de lo que su apetito le exige y detiene a un taxi que lleva el cartel de libre. Le pide que le lleve al restaurante El Tridente. Charla animadamente con el simpático taxista y, cuando llega, le pide la cuenta.

-No, por favor, es gratuito, sea cual sea la distancia.

El restaurante es lujoso. Se sienta en un mesa cerca de los ventanales que miran a un maravilloso paisaje. Le traen la carta. Efectivamente, no aparecen los precios. Recuerda que le han dicho que es gratuito. Pide caviar ruso, langosta a la termidor, chuletas de cordero y un vino tinto recomendado por el camarero como el mejor del restaurante y de todo el infierno.

Está encantado de cómo va el día. Por megafonía se anuncia que van a dar comienzo los festejos, bailes y juegos de ese día. Le pregunta al camarero cómo se llega a los escenarios de la fiesta. Le dice que en la puerta hay taxis que le llevarán con rapidez. Le desea que lo pase bien.

Entra en el primer taxi y le pide al taxista que le lleve a la zona de baile. El ambiente no puede ser más festivo, se nota que la gente está animada y contenta.

Se encuentra con grupos de personas con vasos en la mano, bebiendo y charlando alegremente. Se dirige a la barra y pide un gin tonic. Le aborda un grupo de chicas. Una de ellas le llama especialmente la atención. Salen a la pista de baile…

-La noche es joven, dice cuando su pareja le pregunta si está cansado.

Pasan las horas. Casi no recuerda por qué está allí. Está amaneciendo. En

el mismo lugar de la fiesta sirven el desayuno… Está tan feliz que se sorprende cuando le vienen a decir que han acabado las 24 horas de estancia en el infierno. Se despide de sus amigas y se dirige a la puerta de salida feliz, porque recuerda que ahora le toca ir al cielo. Así que si esto es el infierno, ¿qué no encontraré en el cielo?, se dice.

Le conducen a las puertas del cielo. Abren las puertas y ve unas nubes blancas esponjosas de diferentes tamaños. Le entregan un arpa, a pesar de sus protestas porque no sabe tocarla. Le dicen que puede pasar de una nube a otra sin problema. Cuando pregunta si va a venir alguien más y le dicen que no, pide acabar con esa prueba porque ya tiene la decisión tomada. Le dicen que no es posible. Tiene que pasar allí las 24 horas reglamentarias. Se le hace aburrido y eterno.

Cuando termina las dos pruebas le dicen que es el momento decisivo. Tiene que decir dónde quiere pasar toda la eternidad. Le advierten con insistencia de que no hay marcha atrás. Dice que no tiene dudas, que quiere ir al infierno, que está seguro de que no se arrepentirá porque ha hecho allí buenas amistades y se lo ha pasado en grande. Firma el documento que le presentan sobre su decisión.

Abren las puertas del infierno y cuando entra se lleva un susto tremendo: siguen allí los políticos de su partido, que ahora visten con andrajos y buscan comida en la basura, el clima es insoportable, el olor pestilente, los rostros son tristes y decrépitos… El campo de golf está calcinado.

Pregunta dónde se puede comer algo y le dicen que lo que encuentre en la basura. La decepción es tremenda y la irritación indescriptible. Quiere cambiar la decisión y le dicen que le advirtieron varias veces que no se podía modificar la decisión. Era para toda la eternidad. Va a protestar a las oficinas del infierno:

-Ayer pasé aquí 24 horas inolvidables. Ahora, que he elegido, esto es insoportable. ¿Qué ha pasado aquí?

La respuesta le deja atónito:

-Muy sencillo, señor. Es que ayer en el infierno estábamos en campaña electoral.

Hasta aquí la historia. Desde aquí el recuerdo de que mañana tenemos que votar en Andalucía. Creo que la historia es elocuente. En campaña electoral se promete todo a todos. Aseguran que se hará un puente en un lugar donde no hay ni río. Pero somos los votantes quienes tenemos que analizar y que decidir. ¿Se cumplieron las promesas? ¿Se explicó por qué no se cumplieron? Se pidió disculpas por no haber cumplido lo prometido?

También respecto a los pactos se hacen promesas que luego se incumplen. No pactaremos con esta fuerza bajo ningún concepto. O pactaremos con esta otra para conseguir un buen gobierno. Y luego, ¿qué?

Me preocupa que el señor Juanma Moreno desprecie de forma tan dura al partido con el que ha gobernado. Juan Marín (que por cierto piensa que antes de él estaba la nada y que en tres años ha convertido a Andalucía en el modelo de Europa) se muestra orgulloso de lo que ha hecho el gobierno y promete seguir trabajando con su presidente desde las 8 de la mañana del día 20. Pero no le han dicho una palabra de gratitud por el apoyo, ni le incluyen nunca en un pacto futuro. Porque Moreno repite como un mantra que él quiere gobernar solo (¿sin Ciudadanos, señor Moreno?) en una alianza con los andaluces. ¿Y eso qué es?

El señor Feijoó dice que si al PSOE le parece tan negativo pactar con Vox, por qué no apoya con su abstención la formación de un gobierno del PP. Y por qué, si su partido considera tan indeseables a los de extrema izquierda, a los independentistas y a los filoetarras, ¿por qué no apoyó un gobierno del PSOE con su abstención?

Y, para ganar votos, se ponen en marcha estrategias inadmisibles. No vale todo para persuadir a quienes van a votar, como la escena en la que un supuesto afiliado del PP rompe el carnet en presencia de la señora Olona diciendo que el debate le había convencido cuando, en realidad, es una persona que ya apoyó a Vox y, al parecer, votó a su favor en las anteriores elecciones. Lo supe desde el primer momento que vi la escena.

Luego he visto confirmada mi sospecha. Qué mentira. Qué teatro más tramposo con pésimos actores ¡Ah, es que estamos en campaña electoral!

Yo no voy a votar para que otros no gobiernen, voy a votar para que se pongan en marcha políticas de izquierdas, solidarias, feministas, progresistas…

Concurren a las elecciones 22 partidos y federaciones y 5 coaliciones. No todas tienen implantación en las 8 provincias (7 partidos de los 22 y 4 coaliciones de las 5). La fragmentación de la izquierda puede ser un obstáculo o una ayuda. Espero que lo que vaticinan las encuestas sea desmentido por las urnas. Decía Winston Churchill que solo se fiaba de las encuestas que él había manipulado previamente.

Las urnas son la cuna, no el ataúd de la democracia. Quiero decir que después de las elecciones, los ciudadanos y ciudadanas tenemos que seguir participando para que las promesas electorales, tanto las programáticas como las relativas a los pactos, se cumplan de forma inexcusable.

Cuando leas esto, amable lector, amable lectora, ya se conocerán los resultados de las elecciones andaluzas. Ya estaremos empezando a ver si las promesas electorales eran un señuelo o realmente tenían visos de verdad. Esa comprobación es una forma de control democrático.

El Adarve-

domingo, 12 de junio de 2022

_- Por qué votaré a la izquierda

_- Ya sé que las encuestas son favorables a la derecha andaluza. Veo eufóricos a sus líderes porque se sienten a unos centímetros de mantenerse en el poder. Nadie cuestiona a su candidato porque será quien reparta puestos y prebendas. Yo votaré a la izquierda, estaré del lado de los hipotéticos perdedores y voy a explicar por qué.

Diré, antes de justificar el sentido de mi voto, que iré a votar. Creo que es una obligación ciudadana a la que no se debe renunciar. Ni todos los políticos son malos ni todos son iguales. El ejercicio de votar es el único que permite decidir quiénes van a tener la responsabilidad y el honor de gobernar a un pueblo. No votar es dejar las decisiones en manos del azar o de los demás. Y reconocer implícitamente que sería mejor que un caudillo o un salvador nos gobernase, sin necesidad de hacer elección alguna.

Votaré a la izquierda, aunque parezca torpe apuntarse al caballo perdedor. Y aunque parezca equivocado no sumarse al coro de alabanzas (unas, fundadas; otras, no), sobre lo que ha hecho la derecha en estos casi cuatro años. Quien oye al Presidente y al Vicepresidente, podría concluir que antes de llegar ellos al poder, solo había torpeza, estancamiento, clientelismo y corrupción. ¿No se hizo nada bien? ¿No se mejoró nada? ¿No se prosperó en nada? ¿Todos los gobiernos y todos los gestores socialistas fueron corruptos? ¿Cómo hemos sido tan tontos quienes hemos seguido votando a la izquierda una elección tras otra? ¿Cómo no vimos antes (y no vemos ahora) a los salvadores de Andalucía?

“Hemos hecho un esfuerzo”, “hemos destinado tantos millones”, “hemos creado tantos empleos”… Pues claro, no lo va a hacer la oposición sin tener presupuesto ni capacidad de decisión.

Le he oído decir al señor Feijoó que se puede ser socialista y votar al PP. ¿Le parecía tan razonable decir que se puede pertenecer al PP y votar al partido socialista o a Adelante Andalucía? Hágalo usted así, señor presidente, y actúe con el rigor de su propia lógica.

El Presidente Moreno Bonilla, a quien conocí siendo alumno de mi Facultad cuando él era vicedecano de alumnos y yo de profesorado, ha vuelto a visitar a la vaca Fadi. Una simpática broma. No me parece tan plausible hacerse una foto con el Rey para pedir el voto. Y creo que no hace falta explicar por qué.

El señor obispo de Huelva, en su homilía de la romería del Rocío, ha pedido el voto de la ciudadanía para la derecha. El prelado pide que los votantes tengan en cuenta las afinidades o incompatibilidades de los principios morales católicos. Muchas gracias por su consejo, Eminencia, me ha dado un nuevo argumento para votar a la izquierda.

He visto el debate de Televisión Española con los seis candidatos a la Presidencia. Es necesario informarse. Es obligatorio informarse. Escuchar a la paracaidista Olona desgranar su ideario, me dio otro nuevo argumento para votar a quien pienso votar. El contenido y el tono me asustaron: xenofobia, misoginia, homofobia… Lo peor de lo peor. La ultraderecha en estado puro. Como existe la posibilidad (yo diría la seguridad) de que si el PP necesita el apoyo de Vox, se lo va pedir, incluso para formar gobierno como ha pasado en Castilla-La Mancha, mi voto irá a la izquierda.

Sé que han existido en la política nacional, en la autonómica y en la local comportamientos torpes e, incluso, torticeros concebidos en la mente y salidos de las manos de políticos de izquierdas. Y he de decir que esos comportamientos me parecen deleznables en una democracia porque suponen un abuso de la confianza entregada por la ciudadanía. Comportamientos que me duelen más y desapruebo con más contundencia cuando se producen en la izquierda.

Voy a tratar de explicar las razones por las cuales depositaré mi confianza de nuevo en la izquierda. Es una obligación meter en la urna un voto argumentado, un voto racional.

Votaré a la izquierda porque, en todas las cuestiones esenciales de la vida, encarna lo que considero un ideario más elevado, más progresista, más cercano a los desfavorecidos, más abierto de mente, más sensible a los problemas de la sociedad. Concretaré.

Cuando se trata de defender la enseñanza pública o la sanidad pública, la izquierda se muestra más sensible, más cercana a una concepción del sistema educativo de calidad para todos y para todas. La escuela pública y la sanidad pública es para la izquierda la causa de la justicia.

Cuando se dirime la cuestión de lo público y lo privado, la izquierda se muestra más preocupada por quienes no tienen nada o tienen poco y rehúye la filosofía de que quien tenga dinero tendrá enseñanza, quien tenga dinero tendrá sanidad, quien tenga dinero tendrá seguridad, quien tenga dinero tendrá transporte… La derecha, cuando puede, privatiza.

Cuando se trata de separar el poder de la Iglesia y del Estado, la izquierda está por la labor de que cada poder mantenga su parcela sin interferencias de la Jerarquía en la ordenación de la vida y costumbres de la ciudadanía.

Cuando se procede a repartir los bienes, abundantes o escasos, tiene una mayor sensibilidad para los desfavorecidos, para los pobres, para quienes Paulo Freire denominaba “los desheredados de la tierra”.

Cuando se legisla sobre el aborto es más sensible con la decisión de las mujeres. Y no manipula la realidad con frases huecas y consignas tramposas. Nadie está a favor de la muerte. Me gustaría saber cuántos votantes de la derecha, indignados contra la ley del aborto, han acudido luego a practicarlo a escondidas.

Cuando se trata de defender los derechos de los homosexuales, de las lesbianas, de los transexuales…, está más cerca de quienes sufren que de quienes han ejercido la violencia homófoba durante siglos y de quienes siguen ejerciéndola ahora. Les reconoce su dignidad y sus derechos a emparejarse y a ejercer de padres y madres.

Cuando se revisa la historia, pretende recuperar el derecho de quienes fueron destruidos por la violencia y pasaron cuarenta años de silencio y de oprobio. Pretende reconocer derechos, no abrir heridas.

Cuando se plantean adhesiones o decisiones sobre la guerra, la izquierda es más reticente y, a la vez, más propensa a la negociación y a la palabra.

Cuando se proponen acciones sociales, la izquierda tiene más sensibilidad para atender a quienes tienen necesidades apremiantes, como ha sucedido en el caso de la Ley de dependencia.

Cuando se plantea la decisiva cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres, la izquierda crea un Ministerio de Igualdad que es objeto de brutales descalificaciones y de inadmisibles bromas por parte de la derecha. La ultraderecha ni siquiera reconoce que exista la violencia de género. ¿Cuántas mujeres más tienen que morir cada día a manos de sus parejas para que abran los ojos? La violencia de género no llama asesinos a los hombres, llama asesinos a los hombres que matan a sus mujeres.

Cuando hay conflictos laborales está más cercana a los trabajadores que a los empresarios. Es decir, está más cerca de quienes tienen menos dinero y menos poder. Sin olvidar que si no va bien la empresa, nadie irá bien.

Cuando se legisló sobre el matrimonio, legalizó el divorcio, que hoy nos parece a todos un derecho sin el cual estaríamos condenados a mantener una relación desgraciada de por vida. La derecha, que se opuso, tiene entre sus militantes y admiradores, no pocos divorciados y divorciadas que rehicieron oportunamente sus vidas.

Lo mismo sucede con otras cuestiones de capital importancia: la eutanasia, el medio ambiente, la cadena perpetua, la gratuidad de la enseñanza… Es otro modo de ver la vida, de ver la sociedad. No es igual una posición que otra, como algunos sostienen.

Votaré a la izquierda. Sin decir por ello que de un lado estén los buenos y del otro los malos. No. No lo digo. Porque esa dicotomía es un grave error y una lamentable injusticia. Estoy convencido de que hay gobernantes y militantes de derechas que tienen la voluntad de conseguir una sociedad mejor. Lo que me separa de su ideología es que creo que es retrógada, insolidaria y despectiva con quienes piensan de otra forma.

Enhorabuena a quien gane. Aunque sería más certero poder felicitar a la sociedad por el hecho de que quien salga ganador garantice mejor la defensa de los intereses de todos y de todas en una sociedad más libre y más justa.

Fuente: El Adarve, blog de Miguel Ángel Santos Guerra.