Diré, antes de justificar el sentido de mi voto, que iré a votar. Creo que es una obligación ciudadana a la que no se debe renunciar. Ni todos los políticos son malos ni todos son iguales. El ejercicio de votar permite decidir quiénes van a tener la responsabilidad y el honor de gobernar a un pueblo. No votar es dejar la decisión en manos del azar, de los dioses o de los demás. Y reconocer implícitamente que sería mejor que un caudillo o un salvador nos gobernase, sin necesidad de hacer elección alguna.
Los insultos, las críticas y las descalificaciones que la derecha (y algunos periodistas) han venido lanzando sobre el gobierno de coalición han sido persistentes, injustos y despiadados. Comenzaron llamando al Presidente “el ocupa de la Moncloa”. Y se tachó a su gobierno de ilegítimo. Luego se creó un mantra sobre los pactos con los independentistas. Pactar con los independentistas no significa querer romper España. Supongo que así lo pensarán Aznar y Rajoy que también pactaron con ellos. También se criticaron de manera furibunda los acuerdos con Bildu. Como si realmente fueran ahora terroristas. Les pedimos mil veces que abandonasen las armas y que defendiesen sus ideas en las instituciones. Pero ahora que están en ellas, siguen siendo criminales. Isabel Díaz Ayuso ha dicho que ETA existe. Será en su mente. Bildu ha votado a favor de muchas leyes que han beneficiado a los españoles. Y el PP, no. También se criticó su política ante la pandemia. Y la oposición, de manera miserable, estuvo siempre en contra de todas las decisiones que nos salvaron. Ni siquiera han reconocido el éxito de la vacunación que ha sido elogiado por medio mundo.
Ahí están los logros del gobierno de coalición: la gestión económica, la subida del SMI, la subida de las pensiones según el IPC, el salario Mínimo Vital, la ley de eutanasia, la ley de bienestar animal, la reforma laboral, los ERTES, la disminución de la precariedad de medio millón de trabajadoras del hogar, la ley trans, la ley de memoria democrática, la ley del si es sí…Una ley necesaria. No negaré sus efectos secundarios indeseados, pero ha sido de una hipocresía infinita, golpear una y otra vez a la Ministra de Igualdad y al gobierno por esa ley. ¡El señor Abascal echándole en cara a la Ministra Montero las excarcelaciones y la rebaja de penas! El mundo al revés.
La entrevista del señor Feijóo con la periodista Silvia Intxaurrondo fue de un cinismo inconmensurable. No solamente por la mentira contumaz sobre la subida de las pensiones por el PP según el IPC sino por el desprecio a una valiente profesional que se jugaba el puesto por su insistencia en denunciar el error de alguien que pronto podría convertirse en su jefe. “Yo no miento”, dice Feijóo. Y, además, “Yo rectifico cuando doy datos falsos”. Y la rectificación consistió en decir que el señor Zapatero congeló las pensiones. (Sin hacer referencia a la crisis mundial que tuvo que afrontar el presidente socialista).
La incomparecencia del señor Fejóo en el debate a cuatro fue una burla a la democracia. ¿Por qué no exigió que fueran los siete cuando celebró el cara a cara? Y ahora dicen que ganó el debate. No jugó el partido, pero lo ganó. Otro milagro de la derecha.
Votaré a la izquierda porque quiero que sigan avanzando las políticas de progreso, las políticas que se preocupan con más intensidad de los pobres, de los trabajadores, de los diferentes, de los inmigrantes, de los homosexuales, de las personas trans, de las mujeres, de los necesitados, de los que Paulo Freire llamaba “los desheredados de la tierra”..
Votaré a la izquierda porque me horroriza un gobierno de la derecha con la ultraderecha. El intento desesperado del señor Feijóo para distanciare ahora de Vox y conseguir una mayoría suficiente para gobernar en solitario, pone en evidencia las vergüenzas de sus pactos con Vox en Extremadura (sometiendo a la presidenta a la vergüenza de renunciar a sus principios tan claramente proclamados), en Valencia, en Baleares, en Castilla-La Mancha y en cientos de Ayuntamientos… Me echo a temblar al imaginar al señor Abascal en la Vicepresidencia del gobierno y a algún ministro de su partido dirigiendo la educación.
Votaré a la izquierda porque ese empeño en derrocar el sanchismo (esa es la palabra, no derogar, porque solo se derogan las leyes) atribuyendo a esa corriente la perversidad más absoluta, me parece de una mezquindad insoportable. Hagan propuestas, digan qué modelo de sociedad quieren… porque parece que su programa es acabar con el sanchismo. Y luego, ¿qué?
Votaré a la izquierda porque, en todas las cuestiones esenciales de la vida, encarna lo que considero un ideario más elevado, más progresista, más feminista, más cercano a los desfavorecidos, más abierto de mente, más sensible a los problemas de la sociedad. Concretaré.
– Cuando se trata de defender la enseñanza pública o la sanidad pública (lo público y lo privado), la izquierda se muestra más sensible, más cercana a una concepción del sistema educativo y sanitario de calidad para todos y para todas. La escuela pública y la sanidad pública son para la izquierda la causa de la justicia. La derecha, cuando puede, y puede siempre, privatiza.
– Cuando se trata de separar el poder de la Iglesia y el del Estado, la izquierda está por la labor de que cada poder mantenga su parcela sin interferencias de la Jerarquía en la ordenación de la vida y costumbres de la ciudadanía.
– Cuando se legisla sobre el aborto es más respetuosa con la decisión de las mujeres. Y no manipula la realidad con frases huecas y consignas tramposas. Nadie está a favor de la muerte. Me gustaría saber cuántos votantes de la derecha, indignados contra la ley del aborto, han acudido luego a practicarlo a escondidas.
– Cuando se trata de defender los derechos de los homosexuales, de las lesbianas, de los transexuales, de los bisexuales…, está más cerca de quienes sufren que de quienes han ejercido la violencia homófoba durante siglos y de quienes siguen ejerciéndola ahora. Les reconoce su dignidad y sus derechos a emparejarse y a ejercer de padres y madres.
– Cuando se revisa la historia, pretende recuperar el derecho de quienes fueron destruidos por la violencia y pasaron cuarenta años de silencio y de oprobio. Pretende reconocer derechos, no abrir heridas.
– Cuando se plantean adhesiones o decisiones sobre la guerra, la izquierda es más reticente y, a la vez, más propensa a la negociación y a la palabra.
– Cuando se plantea la decisiva cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres, la izquierda crea un Ministerio de Igualdad que es objeto de brutales descalificaciones y de inadmisibles bromas por parte de la derecha. La ultraderecha ni siquiera reconoce que exista la violencia de género. ¿Cuántas mujeres más tienen que morir cada día a manos de sus parejas para que abran los ojos? La violencia de género no llama asesinos a los hombres, llama asesinos a los hombres que matan a sus mujeres. Mi querida amiga Amparo Tomé me remite un documento titulado “13 razones feministas para votar izquierda”. Un documento corto y contundente A él me remito.
– Cuando hay conflictos laborales está más cercana a los trabajadores que a los empresarios. Es decir, está más cerca de quienes tienen menos dinero y menos poder. Sin olvidar que si no va bien la empresa, nadie irá bien.
– Cuando se legisló sobre el matrimonio, legalizó el divorcio, que hoy nos parece a todos un derecho sin el cual estaríamos condenados a mantener una relación desgraciada de por vida. La derecha, que se opuso, tiene entre sus militantes y admiradores, no pocos divorciados y divorciadas que rehicieron oportunamente sus vidas.
Lo mismo sucede con otras cuestiones de capital importancia: el medio ambiente, el bienestar animal, la inmigración, la educación sexual, la pureza democrática… Es otro modo de ver la vida, de ver la sociedad, de ver a las personas. No es igual una posición que otra, como algunos sostienen.
El croupier de la historia ha dicho este viernes: “No va más”. El domingo por la noche veremos dónde cae la bolita. Ojalá diga: 24, rojo, par y pasa. Es decir, a seguir gobernando en coalición.
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