Mostrando entradas con la etiqueta franquismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta franquismo. Mostrar todas las entradas

lunes, 26 de febrero de 2024

FRANQUISMO. La expansión del virus del revisionismo histórico.

Revisionismo histórico
Varias personas rezan el rosario por la unidad católica de España en la parroquia del Inmaculado Corazón de María, en la calle Ferraz, en paralelo a las protestas contra la ley de amnistía junto a la sede del PSOE.
—“Unos señores pedían disgregar España; otros querían una revolución, todos querían destruir la cultura cristiana. Y eso fue por lo que se luchó en la guerra [civil española]. Unos a favor y otros para impedirlo y ganaron los que lo impidieron. Eso fue lo que permitió que España volviera a ser un país unido y próspero”.

—“No hubo ni un solo demócrata en las cárceles de Franco”.

—“La democracia viene del franquismo y todas las amenazas a ella vienen del antifranquismo”.
—“¿Cuál era la razón de la colaboración con la banda terrorista? La afinidad ideológica de fondo entre el PSOE y ETA, algo evidente. El PSOE y la ETA eran y son partidos socialistas, radicalmente antifranquistas, partidarios de leyes de memoria, de género etc.”.

El autor de estas afirmaciones, Pío Moa, paradigma del llamado revisionismo histórico, ha vendido decenas de miles de libros. En 38 años ha escrito más de 40. En 2006 publicó cinco. En 2007, otros cuatro. Es tan prolífico que los títulos, a menudo, se parecen, como ocurre con Adiós a un tiempo (2023) y De un tiempo y de un país (2002) o El derrumbe de la II República y la Guerra Civil (2001); 1936, el asalto final a la República (2005) y La República que acabó en Guerra Civil (2006). Además de ese frenesí editorial, Moa, exmiembro de los GRAPO, dispone de un blog, un espacio semanal en una emisora de radio, es asiduo a los productos televisivos predilectos de la extrema derecha y ha sido convocado para dar charlas en bibliotecas públicas por concejales de Vox, partido que también le invitó a una conferencia en Cataluña y que replica sus tesis. “Este es el peor Gobierno en 80 años”, llegó a declarar su líder, Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados: literalmente, con Franco vivíamos mejor. La asociación Pie en pared, de la que forman parte, entre otros, Juan Carlos Girauta y Marcos de Quinto (exmiembros de Ciudadanos), Esperanza Aguirre, del PP, y Alejo Vidal-Quadras (fundador de Vox), también lo incluyó en una charla titulada “El negacionismo histórico del PSOE”, celebrada, en este caso, en una universidad, la San Pablo-CEU.

“Para hacer la biografía de Franco o El holocausto español”, recuerda el hispanista Paul Preston, “invertí más de 10 años de investigación. De hecho, seguí añadiendo información en años posteriores. Y como yo, Julián Casanova, Enrique Moradiellos, Ángel Viñas… en fin, todos los historiadores serios”. A todos ellos y alguno más, les dedicó también Moa uno de sus libros, Galería de charlatanes (2022). Cuando Casanova, catedrático de historia contemporánea, lamentó, en un artículo en EL PAÍS, que José María Aznar hubiese recurrido a Moa, “que no es un historiador”, para “contrarrestar los ‘mitos’ de los historiadores a los que nunca tuvo necesidad de leer”, el aludido contestó: “En 2002, Aznar y su partido de señoritos se permitieron condenar el alzamiento del 18 de julio que libró a España de la disgregación y la sovietización. Lo cual demuestra que, contra lo que dice Casanova, Aznar sí leyó la bazofia historiográfica de los memoriadores y, lo que es peor, se la tragó entera”.

El primer presidente del PP había confesado que entre sus lecturas estaba Los mitos de la Guerra Civil, el gran pelotazo de Moa. Esfera de los Libros lo reeditó el año pasado. La nota promocional asegura que es “una de las obras de historia más vendidas en los últimos años, con 53 ediciones y más de 300.000 ejemplares”. Su traducción al francés y una polémica entrevista con el autor en Le Figaro provocaron gran revuelo y la protesta de periodistas del propio diario. El periódico llegó a asumir en un vídeo la tesis de Moa por la cual fueron los socialistas quienes empezaron la Guerra Civil. Francia se escandalizaba por algo que en España sucedía cualquier sábado por la mañana, cuando Moa colabora en la radio.

Se les llama revisionistas, pero los expertos entrevistados para este reportaje, autores todos ellos de obras de referencia sobre la Guerra Civil y la dictadura, alertan del mal uso del término. “Llamarles eso”, afirma Preston, “es darles una seriedad de la que carecen. Lo que hace el historiador es revisar continuamente su trabajo. Ellos son más bien propagandistas. Lanzan afirmaciones sensacionalistas con fines comerciales y políticos. Hay gente a la que todavía le disgusta que se hable mal de Franco y eso ocurre porque la dictadura fue un lavado de cerebro de 40 años. Pero todos estos libros que blanquean el franquismo niegan lo que ya es una verdad irrefutable. Hay investigaciones muy serias sobre la represión franquista en cada pueblo, ciudad y provincia. Decir que eso no existió o que no fue para tanto es insultante. Y no solo para los investigadores que han hecho de eso el trabajo de una vida, sino para los familiares de las víctimas”.

“Una cosa”, añade Casanova, “es la revisión y otra muy distinta el revisionismo, que es una enfermedad dentro de la historiografía”. “El pasado”, recuerda Ángel Viñas, “es inconmensurable. No existe. Lo que hace el historiador es acercarse con una linterna y alumbrar los archivos, las fuentes que te sirven para explicar por qué pasó lo que pasó. Pero a esta gente no le interesan los documentos, las fuentes, la investigación... solo tiene opinión”.

El fenómeno crece, gracias o paralelamente a la presencia de Vox. “El revisionismo”, prosigue Casanova, “es una traslación de lo que pasa en la política a la historiografía. Antes era al revés: se usaba políticamente la historia. Todo esto empezó cuando publicamos El pasado oculto [una de las primeras grandes obras sobre la represión franquista], creció a raíz de la apertura de fosas y las leyes de memoria y ahora coincide con un auge generalizado de la extrema derecha”. Viñas coincide: “El revisionismo es causa de la polarización y a su vez hace que aumente”. En Alemania, recuerdan, negar el Holocausto es un delito y se lleva a chavales de institutos a visitar campos de concentración para que conozcan su historia. La educación, comparten los historiadores, es la vacuna contra ese virus revisionista que carcome el conocimiento, ya que permite desmontar prejuicios y construir ciudadanos con espíritu crítico. Hoy, recuerda el catedrático de ciencia política, sociólogo e historiador Alberto Reig, “en las protestas frente a la sede del PSOE en Ferraz se ve a chavales cantar el Cara al sol y gritar ‘¡Viva Franco!”.

Parece un negocio rentable. La editorial Actas, fundada en 1990, se presenta como “un proyecto cultural necesario” contra “la historia oficial” en una “España revanchista”. Uno de sus últimos lanzamientos es La represión de la posguerra, del periodista Miguel Platón, muy recomendado por Moa —“acaba con las falsedades sobre las cifras de ejecuciones y la supuesta arbitrariedad de los juicios”—; por Andrés Trapiello en El Mundo y en la web de la Fundación Nacional Francisco Franco, que reproduce a menudo las tesis del autor. Hoy se pueden consultar, según recuerda el historiador Gutmaro Gómez Bravo, más de medio millón de consejos de guerra. El estudio de Platón, critica, analiza 30.000 con datos “sesgados”. A preguntas de este diario, Platón reduce la cifra total de procesos a 125.000, admite que “la justicia de los vencedores” fue “excesiva, incluso cruel”, pero al tiempo, asegura que “la inmensa mayoría de los ejecutados tras ser condenados a muerte tenían delitos de sangre”. “Cuando se ven los cargos, expediente a expediente, es la conclusión a la que se llega. Hubo decenas de miles de crímenes, luego alguien los cometió. Y se aplicó siempre el principio de in dubio pro reo”. Preguntado por casos como los de las 13 rosas, ejecutadas en agosto de 1939, afirma que es “por hechos cometidos después de la Guerra Civil” que no entran en esta investigación. Pío Moa, al que Platón considera “un autor muy interesante”, rechazó responder a preguntas de este periódico.

Casanova señala el salto cualitativo que supone que alguien como Trapiello, que conoce cómo funciona la universidad, sugiera que no son historiadores serios. “¿Piensa que a mí me contrata una facultad norteamericana por mi ideología?”. El prólogo del libro de Platón es de Stanley G. Payne. “Para mí”, afirma Viñas, “es el peor de todos, porque él sí es historiador y el único archivo del que bebe es el de la Fundación Franco. Payne escribe sin papeles. Eso en los setenta, cuando los archivos estaban cerrados a cal y canto, todavía, pero hoy no tiene justificación”.

Preston lamenta también que “Payne, que tiene libros admirables, defienda ahora a Franco” y recuerda: “Los consejos de guerra solo son una parte de la represión, la mayoría fueron ejecuciones extrajudiciales. En los juicios se procesaba a veces a 40 o 50 personas de golpe. Que no todas las condenas fueran a muerte no borra las largas condenas, en condiciones infrahumanas, ni todas las muertes que hubo en prisión”.

La proliferación de títulos de este tipo, publicados por editoriales como Actas o SND, que comercializa obras como Tejero, un hombre de honor o Franco, memoria imborrable, además de una especie de trivial sobre el dictador —“estamos muy orgullosos de nuestros antepasados”— ha hecho que cale la idea de que hay historiadores de derechas y de izquierdas. Preston niega la mayor: “Yo me considero un demócrata, pero eso nunca me ha impedido contar los errores de los políticos democráticos, como hice con Largo Caballero en Un pueblo traicionado. Cuando empiezo una investigación, tengo la mente abierta, dispuesta a llegar a conclusiones según me vayan guiando las evidencias de los archivos o de las fuentes. Cuando empecé la biografía de Santiago Carrillo, por ejemplo, le admiraba mucho. No me imaginaba que el resultado final sería tan crítico como finalmente fue, casi devastador”.

El auge del revisionismo plantea un dilema para los historiadores serios. “Hubo un tiempo”, afirma Casanova, “en que los libros de revisionistas como Moa inundaban los escaparates. Su impacto ahora es menor, pero hemos entrado en una dinámica en la que historiadores buenos tienen que financiarse sus libros mientras esta gente ocupa espacios sin merecerlo. Cuando medios de comunicación acogen a personas como Moa o a periodistas que escriben libros de este tipo, se resta crédito a los historiadores, se desprecia el conocimiento. Y hay varias posturas: los que pasan, los que creen que hay que responderles y los que creemos que la forma de contrarrestar todo eso es seguir investigando y participar en medios y redes sociales, es decir, entender que la era digital está cambiando la forma de enseñar la historia”.

El historiador Alberto Reig decidió contestar. En 2006 publicó Anti Moa. La subversión neofranquista de la Historia de España. Recordaba, entre otras cosas, que el prolífico autor se limita a “copiar a los historiadores franquistas” que construyeron el relato para legitimar el golpe de Estado y la Guerra Civil. En 2017, Reig continuó desmontando a los revisionistas con el libro La crítica de la crítica. Antes, en 2004, participó en la serie documental de TVE Memoria de España. “Recibí amenazas de muerte por el capítulo de Franco”. El año pasado, también salió al mercado el libro Vox frente a la historia (Akal), una obra colectiva en la que varios historiadores combaten, con su avalada trayectoria e investigación, “la proliferación de mitos y desinformación por demagogos de extrema derecha que han hecho de la historia patria uno de los ejes de su combate por la hegemonía cultural”.

Los hits de los revisionistas, entre los que los entrevistados citan a Moa, César Vidal, Luis Togores o José María Marco, beben del relato franquista, a saber, que la guerra era inevitable; que la represión no fue tan dura, etcétera. Viñas señala llamativas coincidencias con algunos discursos políticos hoy: “España se rompe, la patria se desintegra y, curiosamente, los malos malos de la película ya no son los comunistas, sino los socialistas, que tienen ansias ‘totalitarias’. No es casual. Se alimentan de los revisionistas”. El amor es recíproco: “Solo queda Vox, el único partido que defiende claramente la unidad y soberanía de España”, repite Moa.

Lista de lecturas

Franco. Caudillo de España
Paul Preston
Debate, 2015 (edición actualizada del texto de 1993)
1.088 páginas. 31,26 euros

El holocausto español
Paul Preston
Debate, 2011
864 páginas. 23,65 euros

Quién quiso la Guerra Civil
Ángel Viñas
Crítica, 2019
504 páginas. 21,90 euros

Franco, Hitler y el estallido de la Guerra Civil
Ángel Viñas
Alianza Editorial, 2001
608 páginas. 32,95 euros

El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939)
Julián Casanova, Ángela Cenarro, Julita Cifuentes, María Pilar Maluenda y María Pilar Salomón
Mira Editores, 2010
492 páginas. 26 euros

La iglesia de Franco
Julián Casanova
Crítica, 2022
384 páginas. 16,90 euros.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Retrato de la resistencia franquista.

La lucha por mantener el legado de Franco en el siglo XXI
Concentración profranquista en julio de 2018 en el Valle de Cuelgamuros.
Llenan los juzgados de recursos contra la aplicación de la ley de memoria, convocan concursos literarios sobre Franco y vierten contenido negacionista en internet.

Llenan los juzgados de recursos contra la aplicación de una ley, la de memoria, oponiéndose a la retirada de estatuas, nombres de calles y vestigios franquistas y a las exhumaciones para que otros reciban los restos de sus seres queridos. Convocan “concursos literarios” que premian con 5.000 euros el mejor texto sobre “Francisco Franco. Su figura, su obra y su legado”. Vierten en páginas web, redes sociales y supuestos medios de comunicación contenidos que llaman “alzamiento” al golpe de Estado de 1936 y “Caudillo”, “jefe de Estado”, “Generalísimo”… al dictador. Niegan la represión. Disponen de una editorial que publica títulos como Franco, la hoja de servicios de un soldado; La obsesión con Franco. Cómo defenderse de las leyes de memoria o Crónicas de la tiranía feminista. Concurren a las elecciones con Falange Española de las Jons, que el pasado 23 de julio obtuvo 5.104 votos (en 2019 fueron 616). Una red de fundaciones, asociaciones, exmilitares y pseudohistoriadores ejerce en España de resistencia franquista, es decir, antidemocrática.

El comisionado de Naciones Unidas Pablo de Greiff, que asesoró al Gobierno en la elaboración de la ley de memoria, lo califica de “anomalía absoluta” y recuerda que en el entorno europeo existe una legislación que impide la apología del odio y criminaliza el negacionismo. En Alemania, el Código Penal condena la incitación al odio y la xenofobia, así como la negación del Holocausto, la defensa del nazismo y el uso de símbolos (esvásticas, saludo nazi...). En Italia se penaliza la apología del fascismo. En España, PP y Vox han pactado derogar las leyes autonómicas de memoria allí donde gobiernan. En Cantabria, donde el PRC permitió, con su abstención, la investidura de la candidata popular para que no dependiera de la extrema derecha, PP y Vox acaban de aprobar en el Parlamento regional la derogación de la norma autonómica, aprobada en noviembre de 2021, sustituyéndola por otra. La norma estatal prevé la extinción de fundaciones que hagan apología del franquismo, ensalzando el golpe de Estado, a la dictadura o a a sus dirigentes con menosprecio y humillación de la dignidad de las víctimas, pero el adelanto electoral dejó ese procedimiento en suspenso.

Estos son los principales activos de la resistencia franquista y antimemorialista:

Fundación Nacional Francisco Franco. Creada en 1976, se presenta como “institución cultural, sin adscripción política”. Diversos artículos en su página web describen así al dictador: “Consiguió durante su magistratura construir los cimientos sobre los que fue posible que construyera la democracia que disfrutamos”; “su descollante figura tiene muchas más dimensiones positivas que negativas y sus aciertos son muy considerablemente superiores a sus equivocaciones”; “ha buscado siempre el contacto directo y cordial con el pueblo español, que, a su vez, le ha correspondido con adhesión incondicional, otorgándole una autoritas plena y sin fisuras, en un fenómeno sin parangón posible con cualquier otro político de nuestra Historia contemporánea”. En el artículo Guernica: tragedia, mentira y farsa, firmado por Miguel Platón y publicado originalmente en la web Libertad Digital, se presenta como una especie de logro que solo murieron 126 personas y se presume de “la reconstrucción modélica de la villa efectuada por Regiones Devastadas” tras el bombardeo franquista, apoyado por la aviación nazi. El brutal ataque, uno de los primeros bombardeos indiscriminados contra población civil, inspiró la obra más célebre de Picasso.

La jueza Eva María Bru Peral, del Juzgado de lo Contencioso Administrativo 10 de Madrid, acaba de estimar un recurso de la Fundación Franco contra la concesión de la licencia de obra para las exhumaciones de restos de víctimas de la Guerra Civil que fueron enterradas en el Valle de Cuelgamuros sin el consentimiento de sus familias. En su sentencia afirma que no se siente “vinculada” por la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que, en junio de 2022, levantó las medidas cautelares que ya había impuesto la misma jueza en noviembre de 2021, paralizando las obras necesarias para intervenir en las criptas. El Tribunal Supremo también revocó ese auto. El Alto Tribunal se ha pronunciado en varias ocasiones sobre la “legitimación activa”, es decir, la capacidad para formar parte de un proceso judicial como recurrente, de la Fundación Franco a la hora de llevar a los tribunales sus objeciones a la ley de memoria. En abril de 2023 estableció que el cambio de denominación de calles, por ejemplo, no le provoca un perjuicio concreto “salvo el sentimiento de nostalgia” y que por tanto, “no puede configurar un interés que pueda ser tildado de legítimo, atendida su vinculación con ese efecto objetivamente exaltador que comportaban las denominaciones [de las calles]”.

Abogados. Luis Felipe Utrera Molina y Francisco Javier Zaragoza Ivars. El recurso que estimó la juez Bru Peral para anular la concesión de la licencia de obra en el Valle de Cuelgamuros lo firman también dos abogados con fuertes vínculos franquistas. Francisco Javier Zaragoza Ivars es hijo de Pedro Zaragoza Orts, falangista, alcalde de Benidorm entre 1950 y 1967 y miembro de la Fundación Franco hasta que falleció en 2009, a los 85 años. Luis Felipe Utrera Molina es hijo de José Utrera Molina, ministro en la dictadura y secretario general del Movimiento. Ambos abogados fueron muy activos en los tribunales para tratar de impedir la exhumación y traslado de los restos de Franco. Con la misma estrategia, Zaragoza Ivars logró que el juez José Yusty suspendiera la licencia urbanística necesaria —el Supremo aprobó finalmente el procedimiento—. Yusty, hijo y nieto de almirantes franquistas, es célebre en la carrera judicial por sus ataques a la memoria histórica, que a su juicio, “representa el ansia de venganza y el odio de los vencidos de la Guerra Civil”. El magistrado defiende el escudo franquista como “el auténticamente constitucional”. Esa cascada de recursos en los juzgados retrasó durante años el inicio de las actuaciones en el mausoleo. Manuel Lapeña murió en septiembre de 2021, a los 97 años, sin haber podido recuperar los restos de su padre pese a contar, desde 2016, con una sentencia judicial que autorizaba la exhumación.

Álvaro Romero Ferreiro. Editorial SND. Conductor de autobuses, en 2014 fundó la editorial SND, donde ha publicado los siguientes libros: Tejero, un hombre de honor; Franco en el banquillo. La defensa toma la palabra y Franco, memoria imborrable, además de una especie de trivial sobre el dictador, Franco, el juego, “una oportunidad de demostrar que estamos muy orgullosos de nuestro pasado y nuestros antepasados”. La respuesta correcta a la pregunta sobre el “alzamiento” es: “Fue necesario para salvar a España del modelo fracasado de la II República. Los alzados, encabezados por Sanjurjo, Mola y Franco, eran conscientes de que estallaría una guerra terrible pero, tras el asesinato de Calvo Sotelo por elementos del Frente Popular, comprendió que no había otra alternativa que sublevarse contra el Gobierno”. Romero se presenta como patrono de la Fundación Franco y “columnista y tertuliano habitual en varios medios de comunicación, entre ellos Mediterráneo Digital, Radio Inter y Radio Ya, Decisión Radio e Informa Radio”.

Medios. Ferreiro también se presenta como fundador de ÑTV, que cuenta con un programa específico sobre Franco y vuelca en internet contenidos que reniegan del Estado democrático: “La maquinaria del nuevo Régimen inventó un folletín (...) La Carta Magna era el principio y el fin de la Patria franquista, es decir, de la España unida. Ese panfleto del 78 al que aún muchos demócratas de pacotilla aplauden y dicen que hay que cumplir fue la inyección en vena para que los incautos y benevolentes españolitos la respetaran y aplaudieran (...) Y claro, todos ellos aclamándole como un buen rey demócrata y parlamentario y que actúa perfectamente como exige la Prostitución del 78. Viendo este presumido arrogante, casado con una roja...”. El pasado marzo el canal 7NN anunció el cese de sus emisiones tras haber invertido más de cinco millones de euros. Sus propietarios son los hermanos José Ángel y Jaime Alonso García, ex altos cargos de la Fundación Francisco Franco. Fernando Paz, codirector del canal, tertuliano habitual en Intereconomía, fue candidato de Vox en Albacete hasta que el partido tuvo que prescindir de él después de que se conocieran unas declaraciones suyas relativizando y minimizando el Holocausto durante una conferencia en la sede de Falange. El pasado julio cerró Decisión Radio, heredera de Radio Ya, de la que fue presidente Rafael López-Diéguez, yerno del histórico ultra Blas Piñar y antiguo dirigente del partido de extrema derecha Alternativa Española.

Militares retirados. En julio de 2018, un grupo de 181 militares retirados publicó una “declaración de respeto y desagravio al general Francisco Franco” en la que defendían la Guerra Civil -“Llegado aquel momento crucial para la supervivencia de la nación española, [Franco] asumió la responsabilidad que le entregaron sus compañeros de armas para ejercer el mando único de la España asediada por el comunismo”- y pedían que, dados sus “documentados servicios a la Patria”, se tratase al dictador con “la gratitud correspondiente”. Entre los firmantes figuraban condenados por el 23-F. El comunicado puede leerse todavía en la página web de la Asociación de Militares Españoles (AME), que en la revista que edita, Militares, ha entrevistado también a Juan Chicharro, presidente de la Fundación Franco.

lunes, 13 de febrero de 2023

Raza superior

Fuentes: Página/12 (Argentina) [Imagen: Hitler durante un desfile. Créditos: Página/12]


En una definición simple y lo más cercana de lo común, la raza sería un grupo biológico de personas unidas por el color de la piel, la forma y/o el color del pelo, ciertos rasgos de la cara, características del cuerpo. A partir de allí, se distinguirían tres tipos fundamentales: el negro, de piel oscura y cabello rizado; el amarillo, de piel amarillenta y cabello negro lacio; y el blanco, de piel clara y variado color del cabello. En la historia de la Humanidad se han efectuado y siguen efectuándose mezclas de estos “tipos” o “razas”, lo que convierte esas características en condicionales y no constantes. Como bien lo ha demostrado en este mismo diario Alberto Kornblihtt, en pocas palabras y con la sabiduría que le es propia, estas supuestas razas y las declaraciones que les conciernen no tienen la menor validez científica y solo son vulgares afirmaciones sin importancia ninguna. No obstante, parecen ser muy graves, y si, como en el caso argentino, provienen de un expresidente, más graves aún.

Algunos científicos comenzaron a usar el término y el ambiguo concepto de raza a partir del trabajo de Joseph Arthur, conde de Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, 1853-55, que es quien propuso la idea de una “raza aria”, por una extensión del vocablo aryan, del sánscrito “noble”, que describe el indo-europeo familia o más restringidamente la división indo iraní de la familia. “La transposición de un grupo lingüístico a un grupo físico, como explica Raymond Williams en Keywords, era especialmente engañosa, cuando se combinaba, como en el caso de Gobineau, con ideas de una “estirpe pura”, la superioridad de la “rama nórdica” dentro de ella y, posteriormente, la noción general de las desigualdades raciales intrínsecas”.

Se señala al estudioso alemán Max Müller como el primer escritor en mencionar una «raza aria» en inglés. En sus Conferencias sobre la ciencia del lenguaje (1861), ​Müller se refirió a los arios como una «raza de personas». En ese momento, el término raza tenía el significado de «un grupo de tribus o pueblos, un grupo étnico». Si bien la teoría de la «raza aria» siguió siendo popular, particularmente en Alemania, algunos renombrados autores alemanes se opusieron a ella, como Otto Schrader, Rudolph von Ihering y el etnólogo Robert Hartmann, quien propuso prohibir la noción de «ario» de la antropología. El origen alemán de los arios fue especialmente promovido por el arqueólogo Gustaf Kossinna, quien afirmó que los primitivos indoeuropeos eran idénticos a la cultura de la cerámica cordada de la Alemania neolítica. Esta idea circuló ampliamente en la cultura intelectual y popular a principios del siglo XX. ​

El engañoso concepto de una raza germánica fue uno de los más elaborados por el nazismo. Contaban a su favor, entre otros elementos, con una historia literaria plagada de tal patriotismo y se sirvieron de ella no solo como fuente sino también como motivo permanente de realimentación. A esta empresa coadyuvaron el idealismo alemán y el irracionalismo asentados en las filosofías adaptadas de Hegel y de Nietzsche; el prusianismo, con la unidad nacional impuesta desde arriba y a la fuerza; las teorías del Estado, el culto del ejército, de la autoridad y de las jerarquías. El Estado-educador, las sociedades gimnásticas, la prohibición de lenguas extranjeras, hicieron el resto. Abonados y ayudados por el misticismo del alma germánica, por el orgullo de ser alemán, por el racismo, el regionalismo reaccionario, la literatura de la sangre y del suelo, se movían en un terreno conocido. Y bien sembrado por la mitología germana, con su desfile de héroes, gigantes, dragones, Sigfridos y Brunildas, elfos y nibelungos, y su consagración por Richard Wagner, a quien ungieron aprovechando que era, además, como lo señaló oportunamente Hermann Broch, “la cumbre más alta de lo cursi”, que ellos difundieron y festejaron desde el principio. (“El Kitsch puede ser bueno, malo e incluso genial, mientras, con una nueva blasfemia, a este respecto me permito considerar a Wagner como una de las máximas vetas del Kitsch, y no dudo de agregar que tampoco Tchaikovsky se ubica muy lejos”. “Notas sobre el problema del Kitsch”).

Hasta que apareció el concepto, las lenguas indoeuropeas más antiguas conocidas habían sido las de los antiguos indo iraníes. Por lo tanto, la palabra ario se adoptó para referirse no solo a los pueblos indo-iraníes, sino también a los hablantes nativos indoeuropeos en su conjunto, incluidos los romanos, los griegos y los pueblos germánicos. Pronto se reconoció que los bálticos, celtas y eslavos también pertenecían al mismo grupo. Se argumentó que todos estos idiomas se originaron a partir de una raíz común, ahora conocida como proto indo europea, hablada por un pueblo antiguo que se consideraba antepasado de los pueblos europeos, iraníes e indo-arios.

Tales lucubraciones están siempre, como se ve, íntimamente vinculadas con las de la lengua, y el nazismo se valió de esta para establecer el eje de las diferencias con otros pueblos: “Desde hace decenas de años, escribe Lionel Richard —Nazismo y literatura–, Adolf Bartels (pastor y poeta nazi) bregaba en contra de la corrupción del lenguaje alemán a causa de las palabras extranjeras. A partir de 1933 predicó abiertamente, con el apoyo de sus adeptos, a favor de una lengua finalmente purificada: había que desembarazarla del intelectualismo degradante (cuyas fuentes eran los elementos judío y marxista) y retornar a la lengua primitiva de los campesinos”.

De todo ello, y de las tremendas experiencias vividas por la humanidad, provienen las reflexiones de otro sabio contemporáneo, George Steiner, en uno de sus libros fundamentales, Lenguaje y silencio, de 1976: “Pues no debemos engañarnos respecto de algo que está perfectamente claro: el idioma alemán no fue inocente de los horrores del nazismo. Que Hitler, Goebbels y Himmler hablaran alemán no fue mera casualidad. El nazismo encontró en el idioma alemán exactamente lo que necesitaba para articular su salvajismo. Hitler escuchaba en su lengua vernácula la historia latente, la confusión y el trance hipnótico. Se zambulló acertadamente en la espesura del idioma, en el interior de aquellas zonas de tiniebla y algarabía que constituyen la infancia del habla articulada y que existieron antes de que las palabras maduraran bajo el tacto del intelecto. Oía en el idioma alemán otra música que la de Goethe, Heine y Mann, una cadencia áspera, una jerigonza mitad niebla y mitad obscenidad. Y en vez de alejarse con náusea y escepticismo, el pueblo alemán se hizo eco colectivo de la jacaranda de aquel sujeto. El idioma se convirtió en un bramido compasado por un millón de gargantas y botas implacables. Cualquier Hitler habría encontrado posos de veneno y analfabetismo moral en cualquier idioma. Pero en virtud de su historia reciente, esas cualidades no se encontraban en ningún otro ni tan cerca de la superficie del habla vulgar”.

Mario Goloboff es escritor y docente universitario.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/506065-raza-superior

lunes, 23 de enero de 2023

_- Cuca Gamarra y el “fascismo eterno” de Umberto Eco

_- Puesto que a la señora Gamarra le gusta comparar lo que ocurre en España con otros países iberoamericanos, resulta oportuno hacerle la siguiente pregunta: ¿Hay alguien que pueda equiparar las conductas de los ciudadanos de Catalunya acudiendo a unas escuelas a depositar una papeleta en una urna con la violencia de los energúmenos de este domingo?

Javier Pérez Royo

“No sé definir la pornografía, pero, cuando la veo, la reconozco”. Son las palabras del juez de la Corte Suprema de EEUU Potter Stewart, por las que es recordado más allá del ámbito judicial o académico. Las pongo en conexión siempre que las recuerdo con las palabras de Iñaki Gabilondo en la primera entrevista en la que le preguntaron por Vox. “He vivido casi la mitad de mi vida bajo el Régimen del General Franco y reconozco al franquismo en cuanto lo veo”, respondió Iñaki. Vox es franquismo, esa forma singular española de expresarse el fascismo “originario” o “eterno” en los términos en que lo caracterizó Umberto Eco (Los 14 síntomas del fascismo eterno CTXT, 16/01/2019).

“Las apariencias engañan”, dice un conocido refrán. Justamente por eso, es necesaria la ciencia, añadiría Carlos Marx. “Si la forma de manifestación de los fenómenos económicos en la superficie de la sociedad coincidieran con la determinación interna de los mismos, la ciencia sería superflua”. La ciencia es necesaria porque las cosas no son lo que parecen. Esto es conveniente recordarlo de manera permanente, especialmente en esta época de “posverdad” y de bullshit. Sin ciencia no es posible la democracia como forma política.

Pero “no hay regla sin excepción” y hay determinadas manifestaciones de algunos delitos en los que las apariencias no engañan. La negación de las apariencias en estos casos son expresión de lo que Donald Trump y su gente defendían y defienden con su teoría de los “hechos alternativos”.

Viene a cuento esta introducción a raíz de las palabras de Cuca Gamarra sobre el asalto a las sedes de los tres poderes del Estado en Brasil. En España, con Pedro Sánchez, sería un caso de desórdenes públicos, vino a decir, como si la reciente reforma del Código Penal hubiera hecho desaparecer el delito de rebelión de nuestro ordenamiento y hubiera tipificado como desórdenes acontecimientos como el asalto al Capitolio en Washington el 6 de enero de 2021 o el asalto a las sedes de los tres poderes del Estado en Brasilia este pasado domingo.

Por esta razón, las palabras de Cuca Gamarra, salidas directamente de Génova 13 y utilizando el canal oficial del PP para transmitirlas, no son solamente indecentes, como las ha calificado Joan Baldoví, sino que son una forma de manifestación del “fascismo originario” o “fascismo eterno” tal como lo caracterizó Umberto Eco.

Pero, puesto que a la señora Gamarra le gusta comparar lo que ocurre en España con lo que ocurre en otros países iberoamericanos, como Brasil ahora y Venezuela antes, me parece que resulta oportuno hacerle la siguiente pregunta: ¿Qué tienen que ver las imágenes de Brasil que ha visto todo el mundo este pasado domingo con las imágenes del 1 de octubre de 2017 en Barcelona? ¿Hay alguien que pueda equiparar las conductas de los ciudadanos de Catalunya acudiendo a unas escuelas a depositar una papeleta en una urna con la violencia de los energúmenos brasileños de este pasado domingo? ¿Todas pueden ser calificadas como constitutivas del delito de rebelión? ¿Lo ocurrido en Catalunya el 1 de octubre de 2017 tiene la misma naturaleza que lo ocurrido en Washington el 6 de enero de 2021 o en Brasilia este pasado domingo?

Porque los miembros del Govern y de la Mesa del Parlament y los presidentes de Omnium y la ANC fueron procesados por el delito de rebelión, aunque al final fueran condenados por el delito de sedición. Pero la calificación como delito de rebelión fue la que dominó todo el proceso. La que permitió que permanecieran durante el desarrollo del mismo en prisión. La que permitió que se les aplicara el artículo 384 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para dejar en suspenso su condición de parlamentarios ganada en las urnas. La que permitió al Tribunal Supremo torpedear la sesión de investidura en Catalunya en más de una ocasión. Y varias más que no es necesario reseñar en un artículo como este.

La monstruosidad de esa calificación penal y el desarrollo de todo el proceso con base en dicha calificación es lo que la comparación de las imágenes de Barcelona del 1 de octubre de 2017 con las imágenes del asalto al Capitolio en Washington, para impedir la certificación de un resultado electoral, o con las imágenes de Brasilia, para incitar al ejército a intervenir, pone de manifiesto.

Esto es lo que resulta escandaloso y no la desaparición del delito de sedición de nuestro ordenamiento, de donde debía haber desparecido hace muchos años. Porque el delito de sedición es un delito predemocrático, que carece de sentido en el siglo en que vivimos. No ha habido ni una sola condena por sedición en las democracias europeas después de la Segunda Guerra Mundial.

“España apesta a franquismo”, dijo Rafael Chirbes en su última entrevista en El Periódico pocos meses antes de morir. Esa peste a franquismo es la que reflejan las palabras de Cuca Gamarra sobre lo ocurrido en Brasil el pasado domingo. Que fue, además, la primera reacción oficial del PP, no desautorizada posteriormente por el presidente del partido, Alberto Núñez Feijóo.

viernes, 4 de marzo de 2022

Sobre las Checas. Ángel Viñas.

 

Contra las falacias y las mentiras que desde 1936 empezó a difundir, en la zona sublevada, la propaganda franquista y que, desde 1939, extendió al resto de España pocos son los temas que hayan gozado de tal predicamento como el de la actividad criminal de las checas, en particular en Madrid y Barcelona. Siempre fueron consideradas como los ejemplos por excelencia del “terror rojo”. Su siniestra fama se divulgó en la literatura. Nombres como el conde de Foxá, Wenceslao Fernández Flores, “El Caballero Audaz” (José María Carretero), “El Duende de la Colegiata” (Adelardo Fernández Arias) y muchos otros la elevaron a la enésima potencia en novelas que traducían odios y miedos viscerales y estaban en consonancia con las necesidades de la propaganda de los sublevados por ocultar sus propios asesinatos y venganzas. En cuanto a los novelistas citados, los dos primeros incluso han sido “rehabilitados”. Los siguientes, de ínfima calidad, todavía no. Todo se andará. Existen unas cuantas editoriales especializadas en difundir tal tipo de basura.


Ni que decir tiene que la historiografía profranquista y filofranquista encontró siempre en el “terror rojo” que emanaba de las checas todo un filón. Dura hasta nuestros días. Los trabajos de empaque académico que sobre el tema se han realizado son relativamente escasos.

Viene ahora a enriquecer la serie de obras esenciales para comprender el fenómeno la adaptación de una tesis doctoral. Hay que seguir de cerca la aprobación de tesis doctorales en historia contemporánea porque, al menos en España, es generalmente de la Universidad de donde proceden los trabajos de una nueva generación de investigadores que combinan el rigor científico y metodológico con su preocupación por temas largo tiempo dejados al arbitrio de numerosos periodistas y de aficionados siempre atentos a ventas fáciles y a excitar el morbo de un sector concreto del público lector (y no lector).

En el caso en cuestión corresponde a un joven historiador formado en la UCM y miembro del grupo de estudios sobre la guerra civil en Madrid el haber abordado, tras una serie de tanteos previos, la tarea de seguir desmitificando la densa nube que rodea el tema de las checas. Se llama Fernando Jiménez Herrera. La Editorial Comares, de Granada, que dirige mi buen amigo Miguel Ángel del Arco Blanco y cuyo catálogo es uno de los más serios y solventes en materia de la Historia que se hace en y desde la Universidad, la ha publicado, imagino que debidamente raspada de toda la parafernalia académica que suele envolver cualquier tesis doctoral que se precie.

Curiosamente la recepción que le han dado los grandes medios de comunicación, atentos a las decenas de títulos sobre temas más o menos estúpidos que aparecen casi todas las semanas, ha sido muy mesurada. Una pena. El trabajo de Jiménez Herrera merece muchísima mayor atención. Tanto de la crítica como de los lectores.

Las preguntas de las que parte este joven historiador constituyen el meollo, el alfa y el omega, de la labor de todo investigador que se respete: ¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? ¿Por qué pasó? Sin plantearse seriamente estos tres interrogantes, y sin basar la respuesta en el descubrimiento y análisis de las evidencias primarias relevantes de época, es imposible dar explicaciones fundadas a las representaciones que el historiador se hace del pasado. Sobre todo, si se trata de temas ya “vistos”. Y, al hacérselas, debe tener cuidado con el lenguaje.

En el caso en cuestión aceptar el término de “checa” es ya un tanto ahistórico. Es el resultado de una importación movida por planteamientos y estímulos propagandísticos. Su origen es ruso o, más exactamente, soviético. Su aplicación al caso español fue una primera victoria de los sublevados de 1936. Estaba en consonancia con la línea fundamental de su propaganda de antes de la guerra y que insufló toda la conspiración monárquico-militar (y fascista). La gran diferencia es que la policía represiva soviética estuvo encuadrada desde el primer momento en las estructuras de un nuevo Estado en formación, en guerra civil y con aspiraciones revolucionarias. Luego, formó parte esencial del aparato de supervisión, vigilancia y castigo de los disidentes (cuya identificación atravesó por numerosas etapas).

El caso español es completamente diferente. Sin conocer la tesis de Jiménez Herrera, pero partiendo del tenor anticomunista de la intoxicadora propaganda que distribuyó la UME (Unión Militar Española), a mí me había llamado la atención el énfasis puesto en el peligro soviético para la alejada España desde los comienzos más serios de la conspiración en 1934. Algo que, en puridad, no era ninguna novedad porque, simplemente, fue una constante en un sector de las derechas españolas desde la implantación del régimen soviético en Rusia. Herbert R. Southworth dedicó una gran parte de su obra a dibujar los contornos de tales planteamientos.

Así, pues, con buen tino, lo primero que hace Jiménez Herrera es llamar a las cosas por su nombre en el título de su libro. El mito de las checas y dedicar el primer capítulo a estudiar la génesis y evolución de este concepto. No es un a priori. Es el resultado de estudiar el movimiento histórico al final del cual, en una coyuntura determinada surgida del fracaso de la sublevación en Madrid y Barcelona, los sublevados aplicaron aquel concepto soviético para enmascarar y/o deformar lo que ocurrió en realidad: la transformación y adaptación de una parte de los núcleos organizativos del proletariado (Casas del Pueblo socialistas, Ateneos Libertarios anarquistas y Radios comunistas) a la tarea ímproba descabezar el movimiento militar y fascista. Sin saber manejar armas, salvo las cortas, y sin organización. Lo que los autores profranquistas o filofranquistas afirman sobre las “milicias” izquierdistas para antes del 18 de julio es de risa. Yo siempre recomiendo leer los camelos de Luis Bolín que he citado en varias de mis obras.

Pues bien, a las tareas habituales propias y que en aquellos núcleos organizativos habían ido perfilándose en los años anteriores a la sublevación (cuando todavía se encontraba en el estadio de proyecto deseado o anhelado) se añadió, casi de forma natural, la expansión a las funciones de control y justicia. Los dos términos, obviamente, no son equivalentes. Vale el primero. El segundo habría que entrecomillarlo. Ambas se materializaron, con todo, en el surgimiento de los más propiamente denominados, que no “checas”, “comités revolucionarios”. El núcleo central del libro se sitúa precisamente en el proceso que acompañó este cambio y que se mantuvo más o menos hasta finales del año 1936.

El pueblo en armas (una de las consecuencias del desplome del aparato de seguridad del Estado, también minado por los conspiradores) asumió, temporalmente, el ejercicio de tales nuevas funciones durante aquellos cinco o seis meses, cruciales eso sí, en la identificación y represión de elementos contrarrevolucionarios (fascistas, monárquicos, clérigos, burgueses y un variopinto etc.), reales o supuestos, que de todo hubo. La eliminación física, al margen de toda la legalidad republicana pre-existente, pasó al primer plano y afectó a un gran número de personas. No es de extrañar, añadiré, que a algunos diplomáticos británicos la evolución les hiciera evocar más los días del Terror en la revolución francesa que el bolchevique tras la revolución rusa.

El autor ha llegado a novedosas conclusiones después de haber pasado varios años estudiando miles de documentos de los que todavía se conservan en una variada gama de archivos. Ante todo, el general e histórico de la Defensa, amén de los archivos de la Guardia Civil y del Ministerio del Interior y del Centro Documental de la Memoria Histórica, complementados con la documentación conservada en el Histórico Nacional, los archivos del PCE, del PSOE, de la CNT y diversos repositorios locales y provinciales. Amén de las fuentes hemerográficas conservadas en más de una docena de sitios en línea y presenciales. Ha debido ser una labor de Sísifo. Basta con echar un vistazo a la serie documental PS relativa a Madrid en Salamanca para que a cualquier investigador se le abran las carnes.

Casi una veintena de tesis doctorales en versión no publicada pero sí disponibles en la red, unas setenta obras de memorias y recuerdos de variado pelaje, recuentos oficiales y una amplia bibliografía española y extranjera complementan las fuentes documentales primarias y secundarias.

Me apresuro a señalar que Fernando Jiménez en modo alguno trata de disminuir el saldo trágico de la actuación de los comités revolucionarios. Llega hasta donde los documentos se lo permiten. En el caso de Madrid, que es en el que se concentra básicamente su relato, se hace eco de las cifras de muertos y “paseados” durante el resto del verano y el otoño de 1936 (en torno a los 8.360) pero también recoge estimaciones más elevadas, que llegan hasta un total de 13.000 personas. No es moco de pavo, bajo ningún concepto. Al tiempo, pasa revista a los intentos de lo que quedaba de poder gubernamental, más o menos respetado, para encauzar la furia popular por canales jurídicamente aceptables en una situación de excepción y, por desgracia, totalmente imprevista.

¿Por qué tales excesos al margen de la legalidad, incluso en evolución? Fernando Jiménez, en la tercera parte de su libro, pasa revista a toda una serie de explicaciones que figuran en la bibliografía generada por los más variados expertos, españoles y extranjeros, que han arrojado luz sobre el fenómeno. ¿Una muestra? Javier Cervera Gil, Francisco Espinosa, Carlos Gil Andrés, Gutmaro Gómez Bravo, José Luis Ledesma, Jorge Marco, Javier Muñoz Soro, Javier Rodrigo, Julius Ruiz, Glicerio Sánchez Recio, María Thomas, Enzo Traverso y otros.

Una nota de advertencia: he sido muy sensible a la lectura de este libro, y confieso que esta breve reseña no le hace justicia en modo alguno, por una razón personal. Francisco Espinosa, cuyo nombre no necesita presentación, Guillermo Portilla, catedrático de Derecho Penal, y un servidor hemos invertido un año, más o menos, en hacer un estudio de las bases conceptuales, jurídicas, filosóficas, políticas, históricas y de contexto de la represión que los sublevados plantearon desde antes del primer momento contra quienes permanecieron fieles al gobierno de la República. Fueron dos mundos diferentes. Nuestro trabajo saldrá para la Feria del Libro.

Cualquier lector que tenga el más mínimo interés por un tema ardientemente discutido y que forma parte del repertorio argumental de las derechas filofranquistas incluso en el día de hoy hará bien en comparar el libro de Jiménez Herrera con el nuestro. Luego decidirá quién tuvo mejor razón, quién fue más salvaje, quién más cruel, quién actuó con mayor premeditación, con más elevado grado de alevosía y sobre quienes debe caer la responsabilidad última de tantos muertos, tantos sacrificios, tantos horrores. Porque la guerra no vino por casualidad ni España o la República estaban señaladas por el dedo del Señor para un castigo bíblico. Alguien la quiso. Alguien la preparó. Alguien se preparó. Y alguien ha seguido y sigue engañando a los españoles. A pesar de todos los esfuerzos de autores extranjeros como, valga el caso, el profesor Sir Paul Preston entre muchos otros colegas británicos.

La discusión, animada por propagandistas y políticos atentos a hacer de la historia, del pasado, su particular campo de Agramante, probablemente continuará durante bastante tiempo. Las evidencias primarias permiten, sin embargo, llegar a respuestas muy diferenciadas respecto al cómo y al por qué de procesos históricos que, para bien o para mal, siguen pesando sobre la conciencia de los españoles de nuestro tiempo.

Ángel Viñas,  Historiador, economista, diplomático. Es catedrático emérito de la UCM.

Fuente:
https://www.angelvinas.es/?p=2548

miércoles, 21 de abril de 2021

Recuperar la historia de la II República española

La celebración del 90 aniversario de la llegada de la Segunda República no es una llamada a la melancolía del pasado que no volverá. Su recuerdo sigue presente, por ejemplo, en la campaña de las elecciones de la Comunidad de Madrid como referente a evitar. Al mismo tiempo, la nueva andanada de la autollamada nueva historia política intenta de forma burda situar la historia republicana entre paréntesis para enlazar directamente la segunda Restauración borbónica con la ‘añorada’ Constitución de 1876. Otras señas de identidad de este revisionismo, que comparten una parte influyente de la historiografía española, es la crítica cuando no el desprecio por el tema de la memoria histórica, asunto que junto con el de la Transición condicionan sin duda nuestra visión de la Segunda República. Estamos convencidos de que la marginación de la memoria histórica y la exaltación acrítica de la Transición, aunque se disfracen del ropaje científico, colaboran conscientemente o no en la descalificación de la única experiencia democrática –medida con los parámetros de la época– que hubo en la historia de España hasta 1977. La reprobación de sus logros -la enseñanza pública, el laicismo o una mejor distribución de la renta- forman la levadura del programa político de la derecha que ahora se llama “Libertad”. Hay una perspectiva internacional que conviene resaltar como acaba de recordar Eduardo González Calleja: entre 1934 y 1941 -y en ello hay un punto de honor que a menudo se olvida- ningún régimen político europeo ni democrático ni autoritario resistió de manera tan decidida y prolongada la agresión de las potencias fascistas y sus aliados domésticos como la segunda república española.

No se trata de colaborar hoy a ninguna idealización. Este artículo de Josep Fontana nos recuerda que uno de los aspectos más negativos de la Transición española fue la renuncia a investigar la historia del franquismo, a fin de ocultar sus responsabilidades.

Conferencia pronunciada en la Universitat Autònoma de Barcelona, octubre 2002

1. Se ha dicho en muchas ocasiones que uno de los aspectos más negativos de la Transición española fue la renuncia a investigar la historia del franquismo, a fin de ocultar sus responsabilidades. Basta con observar que hemos tenido que esperar 25 años para que los aspectos esenciales de la represión franquista fueran estudiados de manera adecuada (una tarea que todavía no ha terminado). Me complace ver que el señor Alfonso Guerra recupera ahora la memoria del exilio y reclama «el reconocimiento a los españoles que sufrieron el destierro por profesar ideas de libertad y modernidad«.

2. Podríamos reprocharle que quizá debió de haber sido mucho antes, cuando ejercía el poder, que tuvo que haber sido consciente de este deber. Y le objetaría también que la libertad y la modernidad no fueron las únicas cosas por las que luchamos los españoles, sino que había otras, como la igualdad y la justicia, no menos importantes. Esto me lleva a otra omisión muy grave de nuestra historiografía, como es la del estudio de la II República española. Y ahí me temo que la culpa no es sólo de la Transición, sino de la renuncia, por parte de los presuntos herederos de la izquierda española derrotada en 1939, al legado de sus antecesores.

3. Me di cuenta de ello hace unos años, cuando en un curso de verano en Santander, uno de los patriarcas del PSOE nos explicó sus antecedentes ideológicos para acabar afirmando que ellos eran los legítimos herederos de Joaquín Costa, sin llegar a mencionar ni una sola vez a Pablo Iglesias, que, por lo visto, le resultaba un referente incómodo. Lo cual me lleva a pensar que no ha sido tanto la derecha como la propia izquierda la que ha propiciado este olvido de lo que fue la República, reducida a una especie de antecedente de la guerra civil, que sirve para explicar el conflicto de 1936 como el resultado de los excesos de unos y otros, que hoy, felizmente, hemos superado, y que por eso mismo conviene que olvidemos. Como antídoto os invito a leer uno de los textos más nobles que se hayan escrito sobre la República.

4. Un texto, por otra parte, muy breve, de unas diez páginas: el artículo que Manuel Azaña publicó en 1939, ya en el exilio, con el título «Causas de la guerra de España». Azaña dice en él que sería un error ver «el movimiento de julio del 36 como una resolución desesperada que una parte del país adoptó ante un riesgo inminente«. Recuerda que las conspiraciones contra la República empezaron prácticamente desde su instauración, la cual se produjo sin violencia, en medio de una alegría general. La obra de gobierno de la República comenzó de acuerdo con los principios clásicos de la democracia liberal, excepto en las cuestiones económicas, en las que fue necesario intervenir para hacer frente a las consecuencias de la crisis mundial, en especial en la agricultura. «Con socialistas ni sin socialistas —escribe— ningún régimen que atienda al deber de procurar a sus súbditos unas condiciones de vida medianamente humanas podía dejar las cosas en la situación que las halló la República.»

Colegio electoral durante el referéndum autonómico del 5 de noviembre de 1933 en Éibar (foto: Indalecio Ojanguren)

5. El nuevo régimen llegaba con la herencia del desastre de la dictadura de Primo de Rivera, en plena crisis mundial y en un momento en que el mundo, atemorizado por el peligro soviético, giraba a la derecha, de manera que los diplomáticos de las grandes potencias transmitieron a sus gobiernos la idea de que el de España era un gobierno medio bolchevique, y contribuyeron a aislarlo desde su mismo nacimiento. Lo cierto es que la mayor parte de estos diplomáticos no entendían absolutamente nada de lo que sucedía: el embajador norteamericano en Madrid, por ejemplo, a quien el triunfo de la República tomó por sorpresa, estaba convencido de que Alfonso XIII era adorado por el pueblo español, y el 13 de abril envió un telegrama al Departamento de Estado diciendo que la derrota en las elecciones «no hay que tomarla de manera que implique necesariamente un cambio de una forma de gobierno monárquica a otra republicana; sin embargo, un cambio de ministerio podría producirse pronto«.

6. El día 16, indignado por el giro de los acontecimientos, decía: «el pueblo español, con su mentalidad del siglo XVII, cautivado por falsedades comunistoides, ve de pronto una tierra prometida que no existe. Cuando les llegue la desilusión, se volverán ciegamente hacia lo que esté a su alcance, y si la débil contención de este gobierno no cierra el paso, la muy extendida influencia bolchevique puede capturarles«. Y finalizaba: «No puedo aconsejar el reconocimiento inmediato de este régimen, por más que sea necesaria alguna manera de modus vivendi para tratar con él, pues de otra forma yo no estaría debidamente acreditado.» Esta opinión sobre el gobierno era tanto más injustificada cuanto la embajada norteamericana no sabía ni quiénes eran los políticos que llegaban al poder. En una semblanza de los nuevos ministros que envió a Washington el 15 de abril, se dice de Alcalá-Zamora: «Según la prensa nació en Andalucía y tiene 55 años de edad.» De Lerroux: «no hay informaciones recientes; según un despacho de la embajada de hace un año era entonces líder del grupo radical del Partido Republicano» (!). Y de Manuel Azaña: «no hallo ninguna referencia por parte de la embajada. El agregado militar se refiere a él como un asociado a Alejandro Lerroux. Aparentemente, un ‘republicano radical‘».

7. Al margen de esta hostilidad internacional, el nuevo gobierno había de enfrentarse a unos problemas internos que era urgente resolver, en primer lugar el de la propiedad de la tierra y la situación de los campesinos; pero también otros como el de las reivindicaciones catalanas, la limitación del poder de la Iglesia y una necesaria reforma militar para devolver a sus justas dimensiones un ejército hipertrófico de generales, cuyo número había aumentado alegremente como compensación por las supuestas heroicidades en el mando de la guerra de África. Conviene no olvidar que el Franco que el 3 de febrero de 1926 era nombrado general —a los 33 años, el más joven de Europa, como se nos dice siempre— logró los ascensos como premio a la frialdad con la que llevó a sus hombres a la muerte. Sin ello, este oficial que había salido de la Academia de Infantería con el número 251 dentro de una promoción de 312, habría hecho una carrera mediocre que le habría llevado en su vejez, como máximo, a gobernador militar de alguna provincia de segunda.

8. Que la política de las izquierdas al inicio de la República no era enteramente equivocada lo demostraría que lograra evitar la extensión a España de la crisis económica mundial. Los índices económicos españoles muestran descensos moderados, o estabilidad, e incluso cierto crecimiento en algunos sectores. En comparación con los datos de los años 1925-1929, las importaciones de algodón en rama en 1935 se situaron un 20 % por encima, y la lana empleada en Terrassa y Sabadell un 34 %.

Primero de mayo de 1931 en Sant Sadurní d’Anoia (foto: Ser Histórico)

9. La renta nacional había aumentado también un 10 %. La mejora en las condiciones de trabajo, consecuencia en gran medida del hecho de que se acabó la represión contra la actividad sindical, conllevó un alza de la masa salarial y el aumento de la capacidad de consumo de la población, generando un crecimiento interior desligado de la coyuntura de los mercados mundiales. Nada aquí que se parezca al desastre de la recesión en Estados Unidos o en Alemania, con la caída brutal de la producción y los millones de parados, que, en el caso alemán, serían el cultivo que favorecería el ascenso del nazismo. Hay que añadir, además, que todo ello fue el resultado de una política reformista elemental y limitada. De hecho, una medida importante como la de la reforma agraria fue emprendida con tal timidez y con tan pocos recursos (como dijo Camilo Berneri, «se aplicó con dosis homeopáticas«), que puede afirmarse que apenas había empezado en 1936.

10. Pero lo que combatían los terratenientes y los caciques, lo que les llevó realmente a la guerra, era mucho menos la amenaza, relativamente remota, de la reforma agraria, como la mucho más inmediata que surgía de la libertad dada a los campesinos para sindicarse y negociar sus condiciones de trabajo. Se estaba produciendo un cambio, no espectacular pero sí trascendente, que implicaba la ruptura en la relación tradicional de fuerzas que permitía a los propietarios rurales, con la colaboración de los funcionarios del Estado, los jueces y la guardia civil, mantener el control de la vida local, desvirtuando o neutralizando las leyes reformistas publicadas en tiempos de la monarquía.

11. Hace unos años, Angelina Puig realizó una tesis que utilizaba procedimientos de historia oral para investigar la historia de los emigrantes de un pueblo de Granada establecidos en Sabadell después de la guerra civil. Quiso también que hablaran de su situación antes de emigrar, y los más viejos, los que vivieron en tiempos de la República, nos descubrieron un panorama que, por lo menos para mí, que alimentado por los tópicos habituales esperaba que hablaran de las gracias y desgracias de la reforma agraria, me abrieron los ojos. Ni una sola palabra de la reforma agraria. Lo que aparecía era un cuadro de la vida local de aquellos años que mostraba a los propietarios acogiendo inicialmente al nuevo régimen con tranquilidad, ya que estaban acostumbrados a ver cómo cambiaban los gobiernos sin que su entorno social se modificara, de manera que pensaron que entonces sería lo mismo.

12. En cambio, se alarmaron al ver que los campesinos comenzaban a organizarse para negociar sus salarios y reivindicar sus derechos sin que la guardia civil los reprimiera de entrada, como había sucedido siempre. Por eso, cuando la derecha subió al poder en 1933, los terratenientes y los caciques reafirmaron de nuevo su autoridad: bajaron los salarios y los campesinos que se habían afiliado a un sindicato o se habían distinguido como partidarios de la izquierda sufrieron toda clase de persecuciones, fueron expulsados de los lugares donde trabajaban y se les negó la contratación como jornaleros. Esto ocurrió en Andalucía, como en Albacete, Cuenca (donde los trabajadores de Barajas de Melo dicen: «cuando pedimos trabajo, el alcalde nos dice que ‘comamos zarzas y república‘»), Ciudad Real (donde los de Solana del Pino aseguran que «para perseguirnos, prefieren dejar la tierra sin cultivar antes que dárnosla a nosotros«), Toledo, donde según explica Arturo Barea, a finales de 1933 los propietarios empezaron a echar a todos los que se habían afiliado a un sindicato «y a no dar trabajo más que a los que se sometían a lo de antes«.

Manifestación republicana en Pedro Martínez, mayo de 1932 (foto: memoriadimmingracio.com)

13. También fue el triunfo de la derecha la ocasión que los conservadores catalanes aprovecharon para denunciar la Ley de Contratos de Cultivo que había aprobado el Parlament de Catalunya. En cierta ocasión, en la época del franquismo, un antiguo dirigente de Unió Democràtica me confesó: «aunque, en realidad, tampoco era para tanto«. Podían haberse dado cuenta de ello antes. La naturaleza del conflicto entre grandes propietarios y trabajadores os permitirán entender reacciones como la que en julio de 1936 tuvo un terrateniente de la provincia de Salamanca, el conde de Alba de Yeltes, Gonzalo de Aguilera, que explicó personalmente a un periodista que el mismo día 18 de julio «hizo ponerse en fila india a los jornaleros de sus tierras, escogió a seis y los fusiló delante de los demás. Pour encourager les autres, ¿comprende?«.

14. O todavía hoy, en un libro publicado en 1998 —y destaco la fecha para que no se piense que se trata de un panfleto de la guerra civil—, cuando se enumeran los agravios que llevaron a Pedro Sainz Rodríguez a colaborar con la insurrección fascista, encontramos la siguiente descripción de los intolerables horrores de la República, que copio sin añadir ni quitar nada: «Se obligaba a los terratenientes a roturar y cultivar sus tierras baldías, se protegía al trabajador de la agricultura tanto como al de la industria, se creaban escuelas laicas, se introducía el divorcio, se secularizaban los cementerios, pasaban los hospitales a depender directamente del Estado…» He aquí el bolchevismo republicano denunciado con todo detalle. Os explico esto para subrayar que no es cierto que fuera el miedo a ser desposeídos de sus propiedades lo que puso a los terratenientes en pie de guerra.

15. Es sencillamente uno de los muchos tópicos que enturbian nuestra comprensión de la historia de la República y que debemos combatir. Como, por poner otro ejemplo, los tópicos que se refieren al papel de la Iglesia española en el fracaso republicano y en la organización de la revuelta, y que pretenden reducirlo todo a poco más que al contraste entre un personaje intransigente como el cardenal Segura y otro negociador como el arzobispo Vidal i Barraquer. El pobre Segura era un títere que no pintó gran cosa en el transcurso de su vida, ni cuando escribía pastorales contra la República, ni cuando en su vejez se negaba a ceder la cabecera de la mesa a la señora Franco y conseguía que el gobierno del Caudillo intentara que se marchase del país, lo mismo que había intentado la República.

16. Lo que deberíamos conocer mucho mejor, por el contrario, es la forma en que el tejido de las organizaciones patrocinadas por la Iglesia montó la contraofensiva para detener los intentos de laicismo de la República. Cuando la Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas prohibió la enseñanza a las órdenes religiosas, las organizaciones católicas actuaron rápidamente, y entidades como la Sociedad Anónima de Enseñanza Libre, que aparecía como una asociación laica, o las organizaciones de padres de familia católicos, se hicieron cargo de los antiguos colegios de los religiosos, con el resultado que Herrera Oria podía decir en 1940 que «gracias a esta fortaleza en la lucha de las órdenes religiosas y de seglares, sobre todo de los padres de familia organizados, pudieron las órdenes religiosas educar a tantos o más jóvenes que antes«.

La maestra Veneranda García-Blanco Manzano (1893-1992) junto a sus alumnas de la escuela pública de Vidiago (Asturias) (foto coloreada por Tina Paterson)

17. Al mismo tiempo que organizaban campañas contra el cine y las lecturas inmorales. Es decir, contra lo que en los criterios eclesiásticos de la época se consideraba inmoral. Para hacerse una idea de qué va el asunto, baste decir que en la primera lista de libros prohibidos que se publicó en Valladolid en 1936, figuran entre los totalmente prohibidos las fábulas de La Fontaine, casi todo Pérez Galdós incluida la mayor parte de los Episodios nacionales, Baroja, Unamuno, Valera, algunos libros de Azorín, Goethe por entero, los artículos de costumbres de Larra, todo Gabriel Miró, La Celestina o el Libro de buen amor… Y que entre los «tolerados», sólo aptos para lectores maduros y autorizados, están los de Gustavo Adolfo Bécquer, las Novelas ejemplares de Cervantes, el Lazarillo de Tormes, el Ideario español de Ganivet, el Gil Blas de Santillana, los cuentos de Perrault, el Buscón de Quevedo o El diablo cojuelo de Vélez de Guevara.

18. Y lo que todavía es más importante que entendamos, y que sería necesario estudiar, en vez de perder el tiempo con los exabruptos del cardenal Segura o con las buenas intenciones de Vidal i Barraquer, es la forma en que esta red eclesiástico-civil funcionó en poblaciones como Valladolid —y aludo a Valladolid porque hay un estudio reciente que proporciona algunas informaciones sobre este tema—, en cuanto a elemento de preparación y apoyo de la insurrección de 1936 y, después de su triunfo, como base del control intelectual y social de los años de posguerra.

19. El asunto de la enseñanza religiosa —que, como sabéis, todavía colea— me lleva a destacar que uno de los aspectos «revolucionarios» de la República que las derechas no pudieron tolerar, fue precisamente su preocupación por la educación popular. Herederos de una antigua tradición ilustrada, los republicanos creyeron que educar a la población era el camino que había de llevarles a movilizarla para un programa de transformación social. Y se dedicó a ello con un entusiasmo que nunca se había conocido en España —y que no ha vuelto a conocerse después—. Suele olvidarse que entre los primeros decretos republicanos figura uno que creaba cerca de 7.000 plazas de maestro y aumentaba el sueldo de los enseñantes.

20. Se llevó a cabo una gran tarea de formación de maestros, se construyeron más de 16.000 escuelas, al tiempo que se desarrollaron programas de difusión cultural a fin de llevar a todos los rincones del país los libros o el teatro. No en vano los franceses decían que esta República española era «la República de los profesores«. Un escritor cubano pasó revista a la gran cantidad de nombres de intelectuales que ocupaban cargos políticos o diplomáticos, y dijo: «En todas las avanzadas del régimen figuran profesores y escritores, representantes de esa pequeña, casi exigua, burguesía intelectual que siempre estuvo residenciada bajo la monarquía.»

Misiones Pedagógicas en Mombeltrán (Ávila), 1932 (foto del archivo de la Residencia de Estudiantes, coloreada por Tina Paterson)

21. Es bien conocida la dureza, sangrienta, de la represión dirigida contra los maestros, o la supresión inicial por parte de las autoridades franquistas de muchos institutos de segunda enseñanza creados por la República, por considerarlos sobrantes. El asunto iba mucho más allá: la voluntad de liquidar hasta sus raíces intelectuales el proyecto reformista republicano, explica que se hicieran públicos planteamientos como los aparecidos en un periódico de Sevilla en los primeros días de la guerra, en un artículo significativamente titulado «A las cabezas», donde se decía: «No es justo que se degüelle al rebaño y se salven los pastores. Ni un minuto más pueden seguir impunes los masones, los políticos, los periodistas, los maestros, los catedráticos, los publicistas, la escuela, la cátedra, la prensa, la revista, el libro y la tribuna, que fueron la premisa y la causa de las convulsiones y efectos que lamentamos.»

22. El rector de la Universidad de Zaragoza, por su parte, propuso la quema de libros como medida higiénica conveniente y necesaria. ¿Para qué se necesitaban libros? En 1937 Pemán defendió en un discurso delante de Franco, que aprobó entusiasmado lo que dijo, una enseñanza simplista y que adoctrinara, de imposición de los valores «de arriba a abajo, misionalmente«, todo ello ejemplificado en esta afirmación: «El catecismo o el refranero, que hablan por afirmaciones, son más creídos que los profesores de Filosofía, que hablan por argumentos.» Era cosa sabida que eso de pensar es un vicio extranjerizante y malsano. Eso era, por lo menos, lo que decía un libro publicado en 1939 por un «asesor técnico del Ministerio de Educación Nacional«: «‘Europa es el mundo ideal del 2 y 2 son 4′, me dijo un día mi maestro. A lo que yo le respondí: ‘Y España es el mundo pasional del 2 y 2 son 5.‘» Esta apología del irracionalismo iba acompañada por una referencia a Ángel Ganivet, el cual habría dicho que a un pueblo que había conquistado el mundo no se le podía hacer perder el tiempo mirando por un microscopio (que era precisamente lo que hacía Ramón y Cajal en la época en que Ganivet decía esas tonterías).

23. Lo esencial para lograr este retroceso de la racionalidad era combatir lo que Pemartín llamaba «el necio fetiche del siglo estúpido: la superioridad de la ciencia sobre la fe». El tipo de enseñanza que se propugnaba había de ser una mezcla de patrioterismo y religión. No tengo ninguna duda de que el señor Pemartín y la señora Pilar del Castillo se habrían entendido bastante bien.

24. No hay que caer en la trampa de admitir que lo que movió a la revuelta de 1936 fue el temor a una amenaza revolucionaria inmediata, porque esta amenaza no existió. Basta con leer un documento que no suele citarse, el pacto-programa del Frente Popular publicado en la prensa el 16 de enero de 1936, para comprobar que no iba más allá de la propuesta de «restablecer el imperio de la Constitución» y procurar que se desarrollaran las leyes orgánicas derivadas de ella dentro del respeto a los principios constitucionales. En el pacto-programa los republicanos se negaban explícitamente a aceptar ninguno de los puntos de transformación revolucionaria que proponían los socialistas, y realizaban una declaración tan inequívoca como esta: «La República que conciben los partidos republicanos no es una República dirigida por motivos sociales o económicos de clase, sino un régimen de libertad democrática, impulsado por razones de interés público y progreso social.«

Miembros del gobierno provisional de la Segunda República; de izquierda a derecha: Álvaro Albornoz, Niceto Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos y Alejandro Lerroux (foto: agencia Meurisse/BNF)

25. Y hemos de recordar también el peso insignificante de los comunistas entonces, que no tenían ninguna clase de representación en el gobierno y no estaban en aquellos momentos para revoluciones. Lo que ocurrió en 1936 fue la consecuencia del hecho de que la derecha española no estaba dispuesta a aceptar una nueva etapa reformista como la de 1931 a 1933, con el peligro añadido del desarrollo de las promesas implícitas en la Constitución, por moderadas que fuesen. Un estudio sobre Zaragoza sostiene que la burguesía local jugó por un tiempo la carta posibilista, hasta febrero de 1936, y que al ver los avances de la izquierda, optó por animar a los militares que se preparaban para rebelarse, y una vez obtenida la victoria pudieron realizar el viejo sueño de «eliminar violentamente de la escena todas aquellas fuerzas políticas y sociales […] que habían ofrecido […] un proyecto sociopolítico alternativo al de las élites españolas«. En algunos casos, el asunto estaba preparado desde antes.

26. En Andalucía, muchos de quienes no se habían decidido a tomar parte en el intento de Sanjurjo en 1932, cambiaron de idea después del movimiento revolucionario de las izquierdas en 1934, que, aunque fracasara, les asustó. Francisco Espinosa ha mostrado que las oligarquías andaluzas, aterrorizadas frente a la amenaza del peligro que creyeron haber corrido, prepararon un plan de eliminación sistemática de sus enemigos, reales o imaginarios, que se apresuraron a poner en práctica en verano de 1936, en una operación de exterminio que empezó a escala local, pero que se generalizó hacia el mes de agosto cuando, según dice Espinosa, «se decidió desde la más alta instancia golpista la eliminación masiva de toda persona marcadamente asociada a la experiencia republicana: políticos, intelectuales y dirigentes obreros«.

27. De hecho, sabemos que antes de las elecciones de febrero de 1936 los militares estaban decididos a acabar de una vez con el juego democrático, cuestión en la que coincidían con la actitud de la derecha tradicional, que manifestaba su voluntad de «votar para dejar de votar algún día«. En un documento secreto dirigido a la Unión Militar Española, Mola sostenía que era necesario dar el golpe antes de las elecciones: «Sería un error funesto plantear la batalla a la revolución en el terreno del sufragio y de la actuación legalista […]. Hay que evitar las elecciones, de las cuales sacarían algunos partidos de izquierda argumentos para intervenir en el gobierno […]. Nada de turnos ni transacciones; un corte definitivo, un ataque contrarrevolucionario a fondo es lo que se impone, […] la destrucción del régimen político actualmente imperante en España. […] En el porvenir, nunca debe volverse a fundamentar el Estado ni sobre las bases del sufragio inorgánico, ni sobre el sistema de partidos […], ni sobre el parlamentarismo infecundo.» No estaba en contra de la revolución, que, como puede verse, no figura entre sus temores, sino en contra de la democracia parlamentaria.

28. Uno de los decretos que había preparado para aplicar tras el triunfo del golpe militar, contiene toda su teoría política: «es lección histórica, concluyentemente demostrada, la de que los pueblos caen en la decadencia, en la abyección y en su ruina, cuando los sistemas de gobierno democrático-parlamentario, cuya levadura esencial son las doctrinas erróneas judeo-masónicas y anarco-marxistas, se han infiltrado en las cumbres del poder«. Pero, a pesar de la moderación de los propósitos del Frente Popular (o quizá por eso mismo, por la capacidad de convivencia entre unos partidos republicanos de centro que deseban mantener los principios democráticos y unos grupos de izquierda que aspiraban a la transformación social por una vía pacífica), aquello que representaba la República española en verano de 1936 resultó que tenía un significado y un valor universales.

Queipo de Llano y el cardenal Segura en 1937 (foto: archivo de la Universidad de Sevilla) 29. En unos momentos de renuncia de los gobiernos democráticos europeos, España se convirtió en una esperanza para todos aquellos que se daban cuenta de la amenaza que representaba el ascenso del fascismo, y el riesgo que implicaba la inconsciente tolerancia de unos políticos que preferían convivir con las dictaduras fascistas antes que con un régimen reformista tan poco revolucionario como el de España. Los testimonios de quienes vinieron entonces a jugarse la vida para defender nuestra libertad, muestran hasta qué punto estaban convencidos de que luchaban por una causa de alcance universal. Lo vemos cuando Koltsov le dice a Gustav Regler: «Si ganamos aquí, pronto podrás regresar a Alemania.» O en la carta que David Guest, un matemático que murió en 1938 a los 27 años de edad, luchando cerca de Móra d’Ebre, escribía a su madre: «esta es una de las batallas más decisivas que nunca se hayan librado para el futuro de la raza humana, y todas las consideraciones personales se desvanecen ante este hecho».

30. O en la conciencia de Cecil Day-Lewis, cuando escribe: «Es a nosotros a quienes defendían quienes defendían Madrid.» Los testimonios podrían multiplicarse casi indefinidamente. Hace unos meses, algunos supervivientes de la Brigada Abraham Lincoln norteamericana nos visitaron de nuevo, y nos recordaron que vinieron a este país para luchar por aquella República finalmente derrotada por el fascismo, porque con ella defendían los valores de una democracia avanzada por la cual pensaban que merecía la pena arriesgar la vida. Y vinieron para decirnos que siguen creyendo en aquellos valores y que están orgullosos de haber defendido la República. Quizá ahora, en unos momentos en que estos valores vuelven a ser negados, sea a nosotros a quienes corresponda reivindicar aquel intento de transformación de la sociedad y de recuperar aquellas esperanzas, quizá frustradas, pero no caducadas.

31. Y en esta tarea, a quienes nos dedicamos al estudio de la historia nos corresponde una parte bastante importante, como es acabar con el silencio, deshacer los tópicos malintencionados, analizar objetivamente los aciertos y los errores del régimen y, sobre todo, liquidar una historiografía construida a base de la rumia de antiguas afirmaciones repetidas de manual en manual, para reemplazarla con otra que saque a la luz las esperanzas de los hombres y mujeres de aquellos días, a fin de recuperar lo que aún pueda haber de válido en aquel proyecto colectivo que tenía como objetivos la libertad y la modernización, como ha dicho recientemente Alfonso Guerra, pero también otras cosas que no hay que olvidar, como la lucha por una mayor igualdad y una mayor dignidad. Me parece muy oportuno que el esfuerzo de los jóvenes historiadores esté sacando a la luz los crímenes del franquismo.

32. Ayer mismo, en La Vanguardia, y con referencia al congreso que tendrá lugar en esta misma universidad dentro de unos días, del cual os adelanto que espero unos espléndidos resultados, se decía que la lectura histórica de la guerra civil y del franquismo está iniciando una nueva etapa. Es cierto. Pero yo quisiera que no olvidarais, al estudiar los crímenes del franquismo, que el mayor de todos fue, precisamente, el haber destruido esta gran esperanza colectiva de la II República española. Es por ello que os invito a recuperar su historia.

Octubre de 2002

Fuente original: «Recuperar la història de la Segona República espanyola», Revista HMiC. Història moderna i contemporània (Universitat Autònoma de Barcelona), n.º I, 2003, pp. 147-154. (Traducción de Jordi Domènech).

Portada: proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931: celebración en la Puerta del Sol (foto: Alfonso Sánchez Portela/MNCARS).
Para ver las fotos ir al documento original.
Ilustraciones: Conversación sobre la historia.

Fuente: 

viernes, 29 de enero de 2021

Entrevista a Enrique Javier Díez Gutiérrez, autor de "La asignatura pendiente". «Los estudiantes saben más del nazismo que del franquismo»

El profesor en la facultad de Educación de la Universidad de León revela que casi la mitad de los libros de texto en España no reflejan la represión franquista y señala tergiversación y equidistancia en varios manuales. También desvela la ausencia de referencias a las mujeres republicanas y a la persecución que sufrieron.

Generaciones enteras en España siguen sin conocer bien en qué consistió la represión franquista y cómo fue la lucha contra la dictadura tras la Guerra Civil. ¿Por qué? Esa es la pregunta que se hizo el profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León Enrique Javier Díez y, para hallar respuestas, decidió impulsar con otros profesores universitarios un estudio pormenorizado sobre los libros de texto de secundaria y bachillerato que abordan esa época histórica. Además, él y sus colegas elaboraron una encuesta, entrevistando a 610 profesores y profesoras de Historia de institutos de todo el país sobre su percepción de los contenidos en los manuales.

La conclusión fue clara: «El sistema educativo sigue blanqueando el franquismo demasiado a menudo», señala Díez, autor del libro  La asignatura pendiente,  en el que recopila los hallazgos del estudio, contando los fallos y carencias de muchos libros de texto a la hora de abordar el franquismo. El profesor considera que no basta con analizar, así que elaboró con sus compañeros una propuesta: una serie de unidades didácticas con un enfoque en derechos humanos para ponerlas al servicio de todos los docentes interesados en ofrecer una visión más ajustada y detallada de aquella época.

«Se agotaron las publicadas en papel, nos las han pedido de todas partes, muchas personas dedicadas a la enseñanza las están usando», relata en conversación con elDiario.es. 


Foto: El ensayista y profesor universitario Enrique Javier Díez Gutiérrez, autor de La asignatura pendiente 

Recientemente Díez y la editorial con la que publica, Plaza y Valdés, han mantenido contacto con la Secretaría de Estado de Memoria, a la que han hecho llegar estas unidades  –disponibles en Internet, proponiendo que sean usadas como herramienta educativa en todo el país, ya que desde el Gobierno se había manifestado interés por transmitir el aprendizaje de la memoria democrática en las escuelas.

«No puede tratarse de algo que dependa de la voluntad del profesorado de turno, como ocurre ahora. Debería estar integrado en el currículum, y eso es lo que se ha propuesto a la Secretaría de Estado, que lo tengan todos los departamentos de Historia de todos los institutos de este país. No hemos obtenido respuesta aún. Estamos a la espera», explica el autor de La asignatura pendiente.

El origen del proyecto
Hace unos años Díez y otros profesores universitarios que colaboraban en la realización del documental Los campos del silencio, de Eloína Terrón, acudieron al pueblo berciano de Fabero (León) para preguntar a los chicos y chicas del instituto qué sabían del pasado de sus propias familias.

«Fabero fue un pueblo con esclavos del franquismo, represaliados a los que pusieron a trabajar en un campo de concentración en la mina. Nos llamó la atención que, cuando preguntamos, de los 21 estudiantes que había en la clase solo una sabía algo de aquello, y no porque se lo hubieran contado en la escuela o instituto. Lo llamativo es que casi todos habían tenido abuelos o bisabuelos represaliados, era la historia de su propia familia lo que desconocían», cuenta.

Los profesores organizaron entonces una visita al lugar donde familiares de esos alumnos habían sido forzados a trabajar como esclavos. «Fue una experiencia única, un aprendizaje no solo intelectual, sino también emocional. Lo emocional es fundamental para ponerse en la piel del otro y empatizar. Por eso países como Alemania o Argentina organizan habitualmente visitas a lugares de memoria: son experiencias a través de las cuales se puede comprender mucho mejor lo que supuso la represión de las dictaduras», explica.

Poco tiempo después de aquello Enrique Javier Díaz proyectó en una de sus clases el documental El silencio de otros, en el que se aborda la represión franquista y la búsqueda de personas desaparecidas. «Resultó una especie de epifanía para ellos, muchos reaccionaron diciendo: ‘Nos han robado parte de nuestra historia’, porque hasta ese momento desconocían este pasado que explica tanto nuestro presente», señala.

Fue entonces cuando la idea de escribir las unidades didácticas y el libro La asignatura pendiente tomó forma. «La falta de conocimiento provoca generaciones de desmemoriados, que desconocen no solo la represión franquista, sino la lucha por la democracia o la presencia de los maquis. La mayoría de la población solo tiene contacto con la historia académica en la escuela. Si esto no se aborda en los colegios e institutos, se perpetúa la ignorancia. Los estudiantes saben mucho más del nazismo que del franquismo», reflexiona.

La represión contra las mujeres, ausente
Foto: mujeres rapadas y humilladas por la represión franquista en Oropesa, Toledo. Fondos de la Biblioteca Nacional Española.

Uno de los fallos que ha detectado el estudio detallado en La asignatura pendiente es que «la represión franquista contra las mujeres está completamente ausente de los libros de texto», explica durante la entrevista con elDiario.es:

¿En qué consistió esa represión contra las mujeres?
Se les rapaba el pelo: para el franquismo el pelo largo era el símbolo de la cultura de la feminidad, quitárselo equivalía a robarles la identidad, la feminidad. Eran obligadas a ingerir aceite de ricino, que provocaba diarreas constantes, y las paseaban por las calles en esa situación. Se les aplicaba violencia sexual, se las violaba. Eran castigos destinados específicamente a ellas. Pretendían volverlas a poner en lo que consideraban que era su lugar. Ellas habían logrado derechos, reivindicado libertades, y querían ponerlas «en su sitio», atarlas a la pata de la cama. Muchas, además, recibieron castigos por ser esposas, hermanas, familia o amigas de los republicanos.

Se usaban además otros castigos específicos que trataban de atentar contra su rol reproductivo, castigos vinculados a la maternidad. Separaban a las madres de sus hijos en las cárceles y se inició el robo de bebés para darlos en adopción a familias cercanas al régimen, para que fueran educados con familias de bien, porque sino, serían infectados con el ‘gen rojo’.

En definitiva, se las castigaba por ser rojas, por ser mujeres y por haber roto moldes y estereotipos. El objetivo era volverlas a colocar en un papel subordinado. El cuerpo de las mujeres fue usado como campo de batalla, para la humillación constante, muchas veces con el objetivo de vencer a los parientes masculinos ausentes. Y todo eso no aparece en ningún libro de texto, está absolutamente invisibilizado.

Además de la represión franquista contra las mujeres, han identificado ustedes otros temas tabú que no suelen ser abordados en los libros de texto.

Eso es permanente. Por ejemplo, el papel de la Iglesia católica. El texto de la editorial Vicens Vives de cuarto de la ESO, que quizá es el que más se implica y detalla, dice literalmente que «esa represión fue llevada a cabo con el consentimiento de los grupos sociales que respaldaban el alzamiento y en ocasiones con el apoyo de la propia Iglesia». ¿Cómo que «en ocasiones»? Todos los obispos, excepto el de Pamplona, firmaron una carta en la que respaldaban el franquismo y además iban denunciando a la gente, eran ellos los que recibían la denuncia para que luego se aplicara castigo y se torturara a los señalados.

El papel legitimador de la Iglesia en el proceso de represión sistemática fue bendecido por la jerarquía católica. Sin embargo, esto solo se menciona en la mitad de los libros de 4º de la ESO y de 2º de Bachillerato. Anaya, por ejemplo, señala en su libro de 2º de Bachillerato: «La jerarquía eclesiástica estuvo al tanto de la represión oficiada por los ganadores, eligió muchas veces el silencio o la justificación de los excesos pretextando un bien mayor». Es como una especie de blanqueamiento. Sin embargo, no es que estuviera al tanto, es que fue una de las de las protagonistas fundamentales de la represión.

La editorial Laberinto va más allá y dice que la Iglesia «apenas tuvo otra opción». ¿Cómo que «apenas tuvo otra opción»?. Lo justifica diciendo que «en la zona republicana se desencadenó una persecución indiscriminada e incontrolada contra el clero católico». Es como volver a retomar toda la historiografía del fascismo y plasmarla en los libros de texto. Ha habido una Transición y cuarenta años de democracia, no se puede seguir manteniendo la ideología franquista en los libros de texto que están estudiando chicos y chicas del siglo XXI.

En el libro también menciona otros asuntos que no aparecen en los manuales. La lucha antifranquista es otro tabú. O el enriquecimiento de familias franquistas a costa de las republicanas expoliadas, o la implicación activa de una parte de la sociedad civil que se sentía vencedora, o la triple represión dirigida contra las mujeres, una represión que estuvo organizada de forma sistemática.

En La asignatura pendiente expone equidistancias presentes en muchos libros de texto aún. En algunos hay incluso falsedades… Sí. Hay muchos libros que buscan equiparar, hacer un paralelismo entre golpistas y defensores de la democracia, y para ello hablan de los «desmanes de ambos bandos». Algunos afirman que «uno y otro lado provocaron las mismas víctimas», mintiendo, porque para empezar los golpistas ejercieron durante cuarenta años una represión sistemática, legal y además con carácter retroactivo. Hay un libro, de la editorial Bruño, que señala que «en el territorio republicano se desarrolló el terror rojo, muy turbulento contra la Iglesia y contra los partidarios de los sublevados, y en la zona nacional se impuso más sistematizado el terror blanco, que represalió y fusiló a numerosas personas fieles a la República». Es decir, presenta el modelo de los dos terrores. Esto es el relato del franquismo trasladado a libros de texto. Se sigue blanqueando de alguna forma la dictadura. Otro de los aspectos preocupantes es la invisibilidad y la minimización que se hace de la represión franquista. Solo la mitad de los manuales hacen referencia a la represión franquista a pesar de que duró cuarenta años.

Algunos textos hacen referencia a los paseos, pero si preguntas a los alumnos muchos no saben de las cunetas, ni de las fosas, ni de la represión sistemática. Tampoco se habla de la persecución que se ejerció contra familiares o amigos de republicanos. Varios libros de texto que sí mencionan la represión lo hacen definiéndola como una persecución política o una limitación de libertades y, por tanto, minimizándola. Bruño, la más escandalosa, se limita a decir que «las autoridades regularon la vida pública y privada». ¿Esa fue toda la represión?

Algunas editoriales, como Vicens Vives, han empezado a incorporar más referencias, afortunadamente. Pero en muchos casos siguen siendo aún pequeños apuntes, no abundan en ello. Dicen que la represión se institucionalizó y que fue sistemática, pero no la describen, lo dejan ahí, es insuficiente, se limitan a términos muy abstractos.

¿Qué han encontrado en las encuestas realizadas al profesorado?
Que los obstáculos son numerosos. Cuento una anécdota muy gráfica. Un profesor de Filosofía comparó en una clase de segundo de Bachillerato la Biblia con un libro de Harry Potter, con la voluntad de indicar que no era científico, sino una creación literaria. Pues bien, dos alumnos le denunciaron a la dirección. La dirección exigió al profesor que pidiera perdón. Lo interesante es el argumento que ofreció la jefa de estudios, que era profesora de Historia, y quien dijo: «Esto es como cuando yo llego a la época de la Guerra Civil, paso de puntillas por el tema y no entro mucho porque hay alumnos de los dos bandos, hay que ser equilibrado en la docencia».

Ese argumento de esa profesora es como comparar a las víctimas con el victimario, al violador con la violada, es una equidistancia que está muy presente en muchos libros de texto. Hay muchos profesores que no llegan a explicar la época del franquismo porque el temario comienza por la Prehistoria. Otros llegan pero optan por pasar de puntillas, excepto los más comprometidos. Hay muchos que aún conciben que sigue habiendo una guerra fratricida, que hay que mirar hacia delante sin abordar el asunto porque culpan por igual a los golpistas y a los defensores de la democracia. Es una cultura educativa preocupante.

¿Qué consecuencias tiene esta falta de conocimiento en materia de memoria histórica en nuestra sociedad? 
Muchas. Empezamos a analizar los libros porque los textos escolares siguen dominando el currículum, los libros ayudan a construir el imaginario colectivo de las futuras generaciones, la percepción del pasado, presente y futuro. Hemos visto que esto ha generado una desmemoria brutal. Esto me choca, porque en países como Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Argentina o la propia Polonia se abordan estos temas, se visitan lugares de memoria.

Las dictaduras siempre usan el olvido para imponer su visión de la historia y por eso la democracia es la garante y la responsable del recuerdo y la memoria que se lega a las futuras generaciones. Si un solo alumno o alumna acaba sus estudios obligatorios sin conocer lo que fue la represión franquista para varias generaciones, entre las que estuvieron en muchos casos sus propias familias, estamos ante una tragedia en pleno siglo XXI.

Y si además han cursado Bachillerato y no saben que actualmente hay una generación de nietos y de nietas que luchan para recuperar la memoria y la dignidad de estas generaciones de represaliados y que reclaman verdad, justicia, reparación, es que algo estamos haciendo muy mal en el sistema educativo. Porque el derecho a saber creo que es algo que debe ser desarrollado por todos los centros educativos y en todos los libros de texto escolares, al margen de la editorial que sea, al margen de que sea un centro educativo público, privado o concertado. Es un deber, el deber de la verdad.

¿Qué aprendizaje se puede extraer de todo esto?
Hay quienes dicen que no hay que remover el pasado ni reabrir heridas. Están equivocados: el deber de memoria está plasmado en el derecho internacional y en los derechos humanos. Reyes Mate, a quien entrevistamos mucho para nuestros documentales, lo dice muy bien: las heridas no están cerradas y su único tratamiento es la verdad, la justicia y la reparación. Juan Gelman, el poeta argentino, decía que no pocos de quienes preconizan el olvido del pasado en realidad persiguen el olvido de su pasado particular. Herederos del franquismo, cuando dicen eso, en el fondo lo que quieren es que se olvide su pasado particular.

¿Qué reflexión final hace sobre esta equidistancia y esta falta de conocimiento que hay aún sobre la II República, el golpe de Estado del 36, la guerra y la dictadura?
Los historiadores advierten de que la incomprensión nace fatalmente de la ignorancia del pasado. No se puede construir un futuro con un pasado basado en la impunidad. Por eso para ser demócrata hay que ser antifascista. No se puede seguir blanqueando el fascismo, como se hace demasiado a menudo en el sistema educativo. No hay neutralidad ni equidistancia posible entre el fascismo y la democracia.

Fuente:
https://www.eldiario.es/sociedad/estudiantes-nazismo-franquismo_128_6768997.html