lunes, 12 de agosto de 2024

La arqueología, testigo infalible del horror de la Guerra Civil y el franquismo.

Laura Gutiérrez, antropóloga forense, durante una intervención en uno de los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, en Granada.
Laura Gutiérrez, antropóloga forense, durante una intervención en uno de los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, en Granada.

El libro ‘Desenterrar el pasado’ refuerza el valor de los restos óseos y materiales cotidianos desenterrados como prueba necesaria para conocer el pasado reciente.

La historia la escriben y la cuentan los vencedores. Luego, a los historiadores les toca expurgar y rectificar esa narrativa. En el siglo XIX, Lord Acton pensó que, con las fuentes y la metodología adecuada, podía escribirse “un relato capaz de aparentar precisión y definir la realidad”, explican el historiador Miguel Ángel del Arco y el arqueólogo Francisco Carrión. Ambos admiten el fracaso de esa asunción: “Hoy sabemos que eso es imposible”, cuentan. “En el camino de alcanzar la verdad plena, la historia tropieza con numerosos obstáculos”, añaden. Uno de ellos es la parcialidad de los textos disponibles. Si el conflicto es reciente, se pueden encontrar testimonios de las víctimas, a veces de primera mano, a veces convertidos en un relato familiar que pasa de generación en generación, explica Carrión, con la pérdida de fidelidad que eso supone. Existe, sin embargo, un área de la historia que ha tomado fuerza en la tarea, literal, de desenterrar la verdad. Es la arqueología, la que saca de la tierra restos óseos y material de la vida cotidiana, la que analiza las materialidades del conflicto, las que no mienten, las que no se pueden contradecir.

Carrión y del Arco han editado Desenterrar el pasado. Arqueología e historia de la Guerra Civil y la Dictadura Franquista, en la Editorial Comares, un volumen en el que participan numerosos autores y que quiere “profundizar en la violencia desplegada por el franquismo” de modo que “el silencio de los textos” se vea compensado por la herramienta de la arqueología. Un instrumento que, explica Carrión, “descubre lo que está oculto no solo bajo la tierra, sino en la historia”. Ningún texto oficial, por ejemplo, admitirá que se fusilaron a niños en la guerra civil española. Y la realidad es que los hubo. Es el caso del niño de entre 11 y 14 años encontrado en el Barranco de Víznar que, tampoco se contará en ningún documento de la Administración, llevaba en sus bolsillos un lápiz y una goma de borrar. Este niño, inexistente para la historia, apareció en una fosa común hace unos meses. Sin fuentes documentales que lo mencionaran, ha sido la arqueología quien ha recordado su existencia. Y su asesinato.
 

Los objetos encontrados permiten describir muchas cosas, incluso el contexto social de los fusilados. En Víznar, por ejemplo, y quizá porque los asesinados proceden de la capital granadina, abundan las “suelas de caucho y la presencia de la marca del fabricante” frente a otros ámbitos más rurales de Andalucía o Extremadura, explica Francisco Carrión, en las que las suelas son “de esparto o goma de neumático y de factura artesanal” propia del ámbito rural. La urbanidad de los asesinados en Víznar se percibe en la “botonería, pinzas para medias, sostenes” y, a partir de los análisis dentales, “en la presencia de empastes, fundas dentales y dentaduras postizas”.

Tampoco es fácil encontrar escritos que describan la ejecución de mujeres y su enterramiento en fosas comunes. “Apenas está documentada”, escribe la historiadora Laura Muñoz-Encinar, de la Universidad de Barcelona. No reconocerlo no significa que no ocurriera. De hecho, cuenta la historiadora, “la ejecución de mujeres embarazadas fue una práctica habitual dentro de la represión franquista”, con mayor incidencia en Andalucía y Extremadura. La arqueología, a pesar de que no es fácil acreditar tantas décadas después la existencia de fetos en las mujeres, ha encontrado numerosos casos. En Gerena (Sevilla), se exhumaron 17 mujeres, una de ellas embarazada. En Fregenal de la Sierra (Badajoz), se documentó una mujer embarazada de entre siete y nueve meses. A 70 kilómetros de allí, en Llerena (Badajoz), varias mujeres embarazadas fueron ejecutadas y después quemadas en las fosas del arroyo Romanza.

Escribe Muñoz-Encinar que “la materialidad y los objetos asociados a los cuerpos de las mujeres también han aportado una enorme información sobre las víctimas y lo que sucedió”. Así, describe la aparición de “pequeños costureros, dedales o alfileres”, lo que muestra que “la costura está muy vinculada con los roles de feminidad de la época”, sin olvidar a la vez que muchas de estas mujeres fueron ejecutadas por acciones como bordar la bandera republicana o portarla en manifestaciones. La arqueología muestra también, añade, que algunas de esas mujeres portaban elementos religiosos, “principalmente medallas, aunque también crucifijos, alfileres con iconografía católica o relicarios”. Eso muestra, concluye, que las mujeres republicanas eran también religiosas.
Detalle del lapiz encontrado junto a los restos de un niño en la fosa CE016 del Barranco de Viznar, Granada. Detalle del lapiz encontrado junto a los restos de un niño en la fosa CE016 del Barranco de Viznar, Granada. FERMÍN RODRÍGUEZ

La arqueología forense, también llamada del conflicto, la que investiga hechos contemporáneos —frente a la bien conocida tarea de descifrar cuevas prehistóricas o yacimientos de hace miles o cientos de años— tiene poco más de dos décadas de recorrido en España. Nació en 2000, según escriben en Desenterrar el pasado los historiadores Xurxo Ayán Vila y Luis Antonio Ruiz, con la exhumación de Priaranza del Bierzo en 2000. Es de las primeras ocasiones en la que los arqueólogos miran a hechos recientes. En su aportación a esta publicación, Ayán Vila y Ruiz estudian diversos frentes de guerra y las condiciones de vida a partir de la premisa de que “la arqueología puede hacer hablar a esas cartografías silenciadas, puede revivir objetos y sujetos que nos cuenten las reales condiciones de vida en el frente” y, a la vez, hacer que recuperen la voz aquellos a quienes se la quitaron. Mencionan unos restos óseos encontrados en un hogar en Castiltejón (León) que, en el primer año de guerra, “muestran cómo la caza y el trampeo eran prácticas básicas para la subsistencia, llegando a elaborar cecina de carne de zorro… La dieta se complementaba con remanentes de sidra asturiana, vino, coñac y de leche condensada”. No había latas, continúan, pero sí huesos de vaca, cabras, ovejas y gallinas.
 
De izquierda a derecha, Laura Gutiérrez, antropóloga forense, María José Gámez, arqueóloga y Félix Bizarro, arqueólogo, durante la intervencion en con los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, Granada. De izquierda a derecha, Laura Gutiérrez, antropóloga forense, María José Gámez, arqueóloga y Félix Bizarro, arqueólogo, durante la intervencion en con los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, Granada. FERMIN RODRIGUEZ

La arqueología también ha mostrado que la Guerra Civil no fue un lugar de algunos frentes de batalla frenéticos —bien estudiados por la historiografía militar—, y el resto de España convertida en un territorio de frentes en calma o apaciguados y con la vida normal recuperada. Ayán y Ruiz han hecho campañas arqueológicas más allá de la batalla de Brunete, Teruel o el Ebro. Y han descubierto que la Guerra Civil fue una “guerra total”, con una lucha de gran intensidad incluso en lugares remotos. Y las pruebas arqueológicas son evidentes: cráteres de guerra de minas junto al hospital Clínico de Madrid. O la munición percutida encontrada en las “trincheras tardías de Ciudad Universitaria, cuando la batalla frontal de Madrid hacía mucho que se había apagado”. O “la profusión de bombas de mano y proyectiles anticarro localizados en el paraje de Los Rosales de Brunete, empleados un año y medio después de la famosa batalla”.
Detalle de los restos de un proyectil junto a uno de los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, Granada.
Detalle de los restos de un proyectil junto a uno de los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, Granada.
FERMIN RODRIGUEZ

Los restos permiten, también, conocer comportamientos humanos. Así, las intervenciones de hace una década en Alto Tajuña (Guadalajara) permitieron, entre otros muchos descubrimientos, “encontrar el cuerpo de un joven sembrado de metralla a quien sus camaradas o enemigos”, escriben Ayán y Ruiz, “honraron con piedad asestándole un tiro de gracia en el cráneo”. Nada de ello está en los textos, solo la excavación directa puede sacar esas historias a la luz.

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