_- No se escuchan críticas de Pablo Casado a Vox, salvo el lamento de que aún no estén integrados en su formación
El cónclave de Vox ha consagrado una candidatura única, un líder único, y un único discurso de la rabia: contra el Gobierno, al que ya califica de “criminal”, y contra las feministas, a las que reputa de “locas de odio”. Todo ello en un acto presidido por la censura, al que impide acceder —e insulta— a periodistas y periódicos. Amparándose torticeramente en que la naturaleza de un partido es en exclusiva privada. Cuando su función está constitucionalizada. Y legislada, y reglamentada, hasta el punto de que su cuenta de resultados positiva para 2019 se debió a que las subvenciones públicas recibidas ascendieron a casi 10 millones de euros.
El candidato crítico a quien se impidió concursar por el liderazgo, Carmelo González, anunció que acudiría a los tribunales, porque la dirección empleó “tácticas mafiosas”: incumplimiento de plazos; corrupción, al figurar una candidata del equipo de Santiago Abascal en el comité electoral; negación de informar a su candidatura; secreto sobre las cifras de votos previos; amenazas a quienes le apoyasen. Veremos qué dicen los jueces.
Siendo todo eso preocupante, no es lo más grave. Lo peor es que este partido tiene cautiva a la que debería ser la derecha democrática del país, el PP. No se escuchan críticas de Pablo Casado a estos sujetos, salvo el lamento de que aún no estén integrados en su formación.
Al contrario, Vox es el apoyo, el aliado en gobiernos y el hermano de sangre de la actual dirección del PP, según el diseño de Josemari Aznar: la contrafigura ultra de la canciller Merkel, que en vez de aliarse con Alternativa para Alemania, facilita en Turingia la investidura del líder de Die Linke, un partido con izquierdistas y prosoviéticos, lo que no oscurece su DNI democristiano. Alguna rencilla menor con Vox sirve solo para distraer la atención sobre su unidad de destino en lo universal.
De todos los problemas de España, el peor está en la derecha, porque evoluciona mal. Este país afronta un elenco de enredos viscosos, de difícil solución. Uno es el territorial, con la cuestión catalana a la cabeza: pero ha entrado en una fase, aunque confusa, de cierta desinflamación. Otro es el desempleo, que disminuye, aunque sea a menor velocidad. Y el tercero es todavía solo una gran amenaza, el coronavirus y su impacto económico eventualmente recesivo. El peor está en el tándem PP-Vox, Casado-Abascal, porque agrava esos asuntos. Y bloquea las instituciones, encona las divisiones, tensa a la sociedad.
XAVIER VIDAL-FOLCH
https://elpais.com/elpais/2020/03/08/opinion/1583695032_504010.html
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