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sábado, 2 de marzo de 2024

Discurso de José Saramago ante la Academia sueca

José Saramago:

El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer. Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo.

Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama. Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable. Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado. Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera".

Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera. Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la vía lactea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea. Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba. Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?". Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo. Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.

Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza". Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños. Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: "El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir". No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada. Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.

Muchos años después, escribiendo por primera vez sobre éste mi abuelo Jerónimo y ésta mi abuela Josefa (me ha faltado decir que ella había sido, según cuantos la conocieron de joven, de una belleza inusual), tuve conciencia de que estaba transformando las personas comunes que habían sido en personajes literarios y que ésa era, probablemente, la manera de no olvidarlos, dibujando y volviendo a dibujar sus rostros con el lápiz siempre cambiante del recuerdo, coloreando e iluminando la monotonía de un cotidiano opaco y sin horizontes, como quien va recreando sobre el inestable mapa de la memoria, la irrealidad sobrenatural del país en que decidió pasar a vivir. La misma actitud de espíritu que, después de haber evocado la fascinante y enigmática figura de un cierto bisabuelo berebere, me llevaría a describir más o menos en estos términos un viejo retrato (hoy ya con casi ochenta años) donde mis padres aparecen. "Están los dos de pie, bellos y jóvenes, de frente ante el fotógrafo, mostrando en el rostro una expresión de solemne gravedad que es tal vez temor delante de la cámara, en el instante en que el objetivo va a fijar de uno y del otro la imagen que nunca más volverán a tener, porque el día siguiente será implacablemente otro día.

Mi madre apoya el codo derecho en una alta columna y sostiene en la mano izquierda, caída a lo largo del cuerpo, una flor. Mi padre pasa el brazo por la espalda de mi madre y su mano callosa aparece sobre el hombro de ella como un ala. Ambos pisan tímidos una alfombra floreada. La tela que sirve de fondo postizo al retrato muestra unas difusas e incongruentes arquitecturas neoclásicas". Y terminaba: "Tendría que llegar el día en que contaría estas cosas. Nada de esto tiene importancia a no ser para mí. Un abuelo berebere, llegando del norte de Africa, otro abuelo pastor de cerdos, una abuela maravillosamente bella, unos padres graves y hermosos, una flor en un retrato ¿qué otra genealogía puede importarme? ¿en qué mejor árbol me apoyaría?". Escribí estas palabras hace casi treinta años sin otra intención que no fuese reconstituir y registrar instantes de la vida de las personas que me engendraron y que estuvieron más cerca de mí, pensando que no necesitaría explicar nada más para que se supiese de dónde vengo y de qué materiales se hizo la persona que comencé siendo y ésta en que poco a poco me he convertido.
 
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Ahora descubro que estaba equivocado, la biología no determina todo y en cuanto a la genética, muy misteriosos habrán sido sus caminos para haber dado una vuelta tan larga. A mi árbol genealógico (perdóneseme la presunción de designarlo así, siendo tan menguada la sustancia de su savia) no le faltaban sólo algunas de aquellas ramas que el tiempo y los sucesivos encuentros de la vida van desgajando del tronco central. También le faltaba quien ayudase a sus raíces a penetrar hasta las capas subterráneas más profundas, quien apurase la consistencia y el sabor de sus frutos, quien ampliase y robusteciese su copa para hacer de ella abrigo de aves migratorias y amparo de nidos. Al pintar a mis padres y a mis abuelos con tintas de literatura, transformándolos de las simples personas de carne y hueso que habían sido, en personajes nuevamente y de otro modo constructores de mi vida, estaba, sin darme cuenta, trazando el camino por donde los personajes que habría de inventar, los otros, los efectivamente literarios, fabricarían y traerían los materiales y las herramientas que, finalmente, en lo bueno y en lo menos bueno, en lo bastante y en lo insuficiente, en lo ganado y en lo perdido, en aquello que es defecto pero también en aquello que es exceso, acabarían haciendo de mí la persona en que hoy me reconozco: creador de esos personajes y al mismo tiempo criatura de ellos. En cierto sentido se podría decir que, letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro, he venido, sucesivamente, implantando en el hombre que fui los personajes que creé. Considero que sin ellos no sería la persona que hoy soy, sin ellos tal vez mi vida no hubiese logrado ser más que un esbozo impreciso, una promesa como tantas otras que de promesa no consiguieron pasar, la existencia de alguien que tal vez pudiese haber sido y no llegó a ser. Ahora soy capaz de ver con claridad quiénes fueron mis maestros de vida, los que más intensamente me enseñaron el duro oficio de vivir, esas decenas de personajes de novela y de teatro que en este momento veo desfilar ante mis ojos, esos hombres y esas mujeres, hechos de papel y de tinta, esa gente que yo creía que iba guiando de acuerdo con mis conveniencias de narrador y obedeciendo a mi voluntad de autor, como títeres articulados cuyas acciones no pudiesen tener más efecto en mí que el peso soportado y la tensión de los hilos con que los movía. 

De esos maestros el primero fue, sin duda, un mediocre pintor de retratos que designé simplemente por la letra h., protagonista de una historia a la que creo razonable llamar de doble iniciación (la de él, pero también, de algún modo, la del autor del libro, protagonista de una historia titulada Manual de pintura y caligrafía, que me enseñó la honradez elemental de reconocer y acatar, sin resentimientos ni frustraciones, sus propios límites: sin poder ni ambicionar aventurarme más allá de mi pequeño terreno de cultivo, me quedaba la posibilidad de cavar hacia el fondo, hacia abajo, hacia las raíces. Las mías, pero también las del mundo, si podía permitirme una ambición tan desmedida. No m compete a mí, claro está, evaluar el mérito del resultado de los esfuerzos realizados, pero creo que es hoy patente que todo mi trabajo, de ahí para adelante, obedeció a ese propósito y a ese principio. Vinieron después los hombres y las mujeres del Alentejo, aquella misma hermandad de condenados de la tierra a que pertenecieron mi abuelo Jerónimo y mi abuela Josefa, campesinos rudos obligados a alquilar la fuerza de los brazos a cambio de un salario y de condiciones de trabajo que sólo merecerían el nombre de infames. Cobrando por menos que nada una vida a la que los seres cultos y civilizados que nos preciamos de ser llamamos, según las ocasiones, preciosa, sagrada y sublime. Gente popular que conocí, engañada por una Iglesia tan cómplice como beneficiaria del poder del Estado y de los terratenientes latifundistas, gente permanentemente vigilada por la policía, gente, cuántas y cuántas veces, víctima inocente de las arbitrariedades de una justicia falsa. Tres generaciones de una familia de campesinos, los Mau-Tempo, desde el comienzo del siglo hasta la Revolución de Abril de 1974 que derrumbó la dictadura, pasan por esa novela a la que di el título de Alzado del suelo y fue con tales hombres y mujeres del suelo levantados, personas reales primero, figuras de ficción después, con las que aprendí a ser paciente, a confiar y a entregarme al tiempo, a ese tiempo que simultáneamente nos va construyendo y destruyendo para de nuevo construirnos y otra vez destruirnos. No tengo la seguridad de haber asimilado de manera satisfactoria aquello que la dureza de las experiencias tornó virtud en esas mujeres y en esos hombres: una actitud naturalmente estoica ante la vida.

Teniendo en cuenta, sin embargo, que la lección recibida, pasados más de veinte años, permanece intacta en mi memoria, que todos los días la siento presente en mi espíritu como una insistente convocatoria, no he perdido, hasta ahora, la esperanza de llegar a ser un poco más merecedor de la grandeza de los ejemplos de dignidad que me fueron propuestos en la inmensidad de las planicies del Alentejo. El tiempo lo dirá.

¿Qué otras lecciones podría yo recibir de un portugués que vivió en el siglo XVI, que compuso las Rimas y las glorias, los naufragios y los desencantos patrios de Os Luisiadas, que fue un genio poético absoluto, el mayor de nuestra Literatura, por mucho que eso pese a Fernando Pessoa, que a sí mismo se proclamó como el Super-Camoens de ella? Ninguna lección a mi alcance, ninguna lección que yo fuese capaz de aprender salvo la más simple que me podría ser ofrecida por el hombre Luis Vaz de Camoens en su más profunda humanidad, por ejemplo, la humildad orgullosa de un autor que va llamando a todas las puertas en busca de quien esté dispuesto a publicar el libro que escribió, sufriendo por eso el desprecio de los ignorantes de sangre y de casta, la indiferencia desdeñosa de un rey y de su compañía de poderosos, el escarnio con que desde siempre el mundo ha recibido la visita de los poetas, de los visionarios y de los locos. Al menos una vez en la vida, todos los autores tuvieron o tendrán que ser Luis de Camoens, aunque no escriban las redondillas de Sobolos rios. Entre hidalgos de la corte y censores del Santo Oficio, entre los amores de antaño y las desilusiones de la vejez prematura, entre el dolor de escribir y la alegría de haber escrito, fue a este hombre enfermo que regresa pobre de la India, adonde muchos sólo iban para enriquecerse, fue a este soldado ciego de un ojo y golpeado en el alma, fue a este seductor sin fortuna que no volverá nunca más a perturbar los sentidos de las damas de palacio, a quien yo puse a vivir en el teatro en el escenario de la pieza de teatro llamada Que farei con este livro? (¿Qué haré con este libro?), en cuyo final resuena una otra pregunta, aquélla que importa verdaderamente, aquélla que nunca sabremos si alguna vez llegará a tener respuesta suficiente: "¿Qué haréis con este libro?". Humildad orgullosa fue ésa de llevar debajo del brazo una obra maestra y verse injustamente rechazado por el mundo. Humildad orgullosa también, y obstinada, esta de querer saber para qué servirán mañana los libros que vamos escribiendo hoy, y luego dudar que consigan perdurar largamente (¿hasta cuándo?) las razones tranquilizadoras que quizá no estén siendo dadas o que estamos dándonos a nosotros mismos. Nadie se engaña mejor que cuando consiente que lo engañen otros.

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Se aproxima ahora un hombre que dejó la mano izquierda en la guerra y una mujer que vino al mundo con el misterioso poder de ver lo que hay detrás de la piel de las personas. El se llama Baltasar Mateus y tiene el apodo de Siete-Soles, a ella la conocen por Bilmunda, y también por el apodo de Siete-Lunas que le fue añadido después porque está escrito que donde haya un sol habrá una luna y que sólo la presencia conjunta de uno y otro tornará habitable, por el amor, la tierra. Se aproxima también un padre jesuita llamado Bartolmeu que inventó una máquina capaz de subir al cielo y volar sin otro combustible que no sea la voluntad humana, ésa que según se viene diciendo, todo lo puede, aunque no pudo, o no supo, o no quiso, hasta hoy, ser el sol y la luna de la simple bondad o del todavía más simple respeto. Son tres locos portugueses del siglo XVIII en un tiempo y en un país donde florecieron las supersticiones y las hogueras de la Inquisición, donde la vanidad y la megalomanía de un rey hicieron levantar un convento, un palacio y una basílica que asombrarían al mundo exterior, en el caso poco probable de que ese mundo tuviera ojos bastantes para ver a Portugal, tal como sabemos que los tenía Bilmunda para ver lo que escondido estaba. Y también se aproxima una multitud de millares y millares de hombres con las manos sucias y callosas, con el cuerpo exhausto de haber levantado, durante años sin fin, piedra a piedra, los muros implacables del convento, las alas enormes del palacio, las columnas y las pilastras, los aéreos campanarios, la cúpula de la basílica suspendida sobre el vacío. Los sonidos que estamos oyendo son del clavicornio del Doménico Scarlatti, que no sabe si debe reír o llorar. Esta es la historia del Memorial del convento, un libro en que el aprendiz de autor, gracias a lo que le venía siendo enseñado desde el antiguo tiempo de sus abuelos Jerónimo y Josefa, consiguió escribir palabras como éstas, donde no está ausente alguna poesía: "Además de la conversación de las mujeres son los sueños los que sostienen al mundo en su órbita.

Pero son también los sueños los que le hacen una corona de lunas, por eso el cielo es el resplandor que hay dentro de la cabeza de los hombres si no es la cabeza de los hombres el propio y único cielo". Que así sea. De las lecciones de poesía, sabía ya alguna cosa el adolescente, aprendidas en sus libros de texto cuando, en una escuela de enseñanza profesional de Lisboa, andaba preparándose para el oficio que ejerció en el comienzo de su vida de trabajo: el de mecánico cerrajero. Tuvo también buenos maestros del arte poético en las largas horas nocturnas que pasó en bibliotecas públicas, leyendo al azar de encuentros y de catálogos, sin orientación, sin alguien que le aconsejase, con el mismo asombro creador del navegante que va inventando cada lugar que descubre. Pero fue en la biblioteca de la escuela industrial donde El año de la muerte de Ricardo Reis comenzó a ser escrito.

Allí encontró un día el joven aprendiz de cerrajero (tendría entonces 17 años) una revista Atena era el título en que había poemas firmados con aquel nombre y, naturalmente, siendo tan mal conocedor de la cartografía literaria de su país, pensó que existía en Portugal un poeta que se llamaba así: Ricardo Reis. No tardó mucho tiempo en saber que el poeta propiamente dicho había sido un tal Fernando Nogueira Pessoa que firmaba poemas con nombres de poetas inexistentes nacidos en su cabeza y a quien llamaba heterónimos, palabra que no constaba en los diccionarios de la época, por eso costó tanto trabajo al aprendiz de las letras saber lo que ella significaba. Aprendió de memoria muchos poemas de Ricardo Reis ("Para ser grande sé inteiro / Poe quanto és no mínimo que fazes"), pero no podía resignarse, pesar de tan joven e ignorante a que un espíritu superior hubiese podido concebir, sin remordimiento, este verso cruel: "Sábio e o que se contenta com o espectáculo do mundo". Mucho, mucho tiempo después, el aprendiz de escritor ya con el pelo blanco y un poco más sabio de sus propias sabidurías se atrevió a escribir una novela para mostrar al poeta de las Odas algo de lo que era el espectáculo del mundo en ese año de 1936 en que lo puso a vivir sus últimos días: la ocupación de la Renania por el Ejército nazi, la guerra de Franco contra la República española, la creación por Salazar de las milicias fascistas portuguesas. Fue como si estuviese diciéndole: "He ahí el espectáculo del mundo, mi poeta de las amarguras serenas y del escepticismo elegante. Disfruta, goza, contempla, ya que estar sentado es tu sabiduría".

El año de la muerte de Ricardo Reis terminaba con unas palabras melancólicas: "Aquí donde el mar acabó y la tierra espera". Por tanto no habría más descubrimientos para Portugal, sólo como destino una espera infinita de futuros ni siquiera imaginables: el fado de costumbre, la saudade de siempre y poco más. Entonces el aprendiz imaginó que tal vez hubiese una manera de volver a lanzar los barcos al agua, por ejemplo mover la propia tierra y ponerla a navegar mar adentro. Fruto inmediato del resentimiento colectivo portugués por los desdenes históricos de Europa (sería más exacto decir fruto de mi resentimiento personal), la novela que entonces escribí La balsa de piedra separó del continente europeo a toda la península Ibérica, transformándola en una gran isla fluctuante, moviéndose sin remos ni velas, ni hélices, en dirección al Sur del mundo, "masa de piedra y tierra cubierta de ciudades, aldeas, ríos, bosques, fábricas, bosques bravíos, campos cultivados, con su gente y sus animales", camino de una utopía nueva: el encuentro cultural de los pueblos peninsulares con los pueblos del otro lado del Atlántico, desafiando así, a tanto se atrevió mi estrategia, el dominio sofocante que los Estados Unidos de la América del Norte vienen ejerciendo en aquellos parajes. Una visión dos veces utópica entendería esta ficción política como una metáfora mucho más generosa y humana: que Europa, toda ella, deberá trasladarse hacia el Sur de manera que, en descuento de sus abusos coloniales antiguos y modernos, ayudar a equilibrar el mundo. Es decir Europa finalmente como ética. Los personajes de La balsa de piedra dos mujeres, tres hombres y un perro viajan incansablemente a través de la Península mientras ella va surcando el océano. El mundo está cambiando y ellos saben que deben buscar en sí mismos las personas nuevas en que se convertirán (sin olvidar al perro que no es un perro como los otros). Eso les basta.

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../... Se acordó entonces el aprendiz que en tiempos de su vida había hecho algunas revisiones de pruebas de libros y que si en La balsa de piedra hizo, por decirlo así, revisión del futuro, no estaría mal que revisara ahora el pasado inventando una novela que se llamaría Historia do cerco de Lisboa, en la que un revisor trabajando un libro del mismo título, aunque de historia, y cansado de ver cómo la citada historia cada vez es menos capaz de sorprender, decidió poner en lugar de un "sí" un "no", subvirtiendo la autoridad de las "verdades históricas". Raimundo Silva, así se llamaba el revisor, es un hombre simple, vulgar que sólo se distingue de la mayoría por creer que todas las cosas tienen su lado visible y su lado invisible y que no sabremos nada de ellas, mientras no les hayamos dado la vuelta completa.

De eso precisamente trata una conversación que tiene con el historiador. Así: "Les recuerdo que los revisores ya vieron mucho de literatura y vida, Mi libro, se lo recuerdo, es de historia. No es propósito mío apuntar otras contradicciones, profesor, en mi opinión todo cuanto no sea vida es literatura. La historia también. La historia sobre todo, sin querer ofender.

Y la pintura, y la música. La música va resistiéndose desde que nació, unas veces otras viene, quiere librarse de la palabra, supongo que por envidia, pero regresa siempre a la obediencia. Y la pintura, mire, la pintura no es más que literatura hecha con pinceles. Espero que no se haya olvidado de que la humanidad comenzó pintando mucho antes de saber escribir. Conoce el refrán, si no tienes pero caza con el gato, o dicho de otra manera, quien no puede escribir, pinta, o dibuja, es lo que hacen los niños. Lo que usted quiere decir, con otras palabras, es que la literatura ya existía antes de haber nacido, sí señor, como el hombre, con otras palabras, antes de serlo ya lo era. Me parece que usted equivocó la vocación, debería ser historiador. Me falta preparación profesor, qué puede un simple hombre hacer sin preparación, mucha suerte he tenido viniendo al mundo con la genética organizada, pero, por decirlo así, en estado bruto, y después sin más pulimento que las primeras letras que se quedaron como únicas. Podía presentarse como autodidacta producto de su digno esfuerzo, no es ninguna vergüenza, antiguamente la sociedad estaba orgullosa de sus autodidactas.

Eso se acabó, vino el desarrollo y se acabó, los autodidactas son vistos con malos ojos, sólo los que escriben versos o historias para distraer están autorizados a ser autodidactas, pero yo para la creación literaria no tengo habilidad. Entonces métase a filósofo. Usted es un humorista, cultiva la ironía, me pregunto cómo se dedicó a la historia, siendo ella tan grave y profunda ciencia. Soy irónico, sólo en la vida real. Ya me parecía a mí que la historia no es la vida real, literatura sí, y nada más. Pero la historia fue vida real en el tiempo en que todavía no se le podía llamar historia.

Entonces usted cree, profesor, que la historia es la vida real. Lo creo, sí.

Que la historia fue vida real, quiero decir. No tengo la menor duda. Qué sería de nosotros si el deleatur que todo lo borra no existiese, suspiró el revisor". Escusado será añadir que el aprendiz aprendió con Raimundo Silva la lección de la duda. Ya era hora. Fue probablemente este aprendizaje de la duda el que le llevó, dos años más tarde, a escribir El Evangelio según Jesucristo. Es cierto, y él lo ha dicho, que las palabras del título le surgieron por efecto de una ilusión óptica, pero es legítimo que nos interroguemos si no habría sido el sereno ejemplo del revisor el que, en ese tiempo, le anduvo preparando el terreno de donde habría de brotar la nueva novela. Esta vez no se trataba de mirar por detrás de las páginas del Nuevo Testamento a la búsqueda de contradicciones, sino de iluminar con una luz rasante la superficie de esas páginas, como se hace con una pintura para resaltarle los relieves, las señales de paso, la oscuridad de las depresiones.

Fue así como el aprendiz, ahora rodeado de personajes evangélicos, leyó, como si fuese la primera vez, la descripción de la matanza de los inocentes y habiendo leído, no comprendió. No comprendió que pudiese haber mártires de una religión que tuviese que esperar treinta años para que su fundador pronunciase la primera palabra de ella, no comprendió que no hubiese salvado la vida de los niños de Belén precisamente la única persona que lo podría haber hecho, no comprendió la ausencia, en José, de un sentimiento mínimo de responsabilidad, de remordimiento, de culpa o siquiera de curiosidad, después de volver de Egipto con su familia. Ni se podrá argumentar en defensa de la causa que fue necesario que los niños de Belén murieran para que pudiese salvarse la vida de Jesús: El simple sentido común, que a todas las cosas, tanto a las humanas como a las divinas, debería presidir, está ahí para recordarnos que Dios no enviaría a su hijo a la Tierra con el encargo de redimir los pecados de la humanidad, para que muriera a los dos años de edad degollado por un soldado de Herodes. En ese Evangelio escrito por el aprendiz con el respeto que merecen los grandes dramas, José será consciente de su culpa, aceptará el remordimiento en castigo de la falta que cometió y se dejará conducir a la muerte casi sin resistencia, como si eso le faltase todavía para liquidar sus cuenta con el mundo. El Evangelio del aprendiz no es, por tanto, una leyenda edificante más de bienaventurados y de dioses, sino la historia de unos cuantos seres humanos sujetos a un poder contra el cual luchan, pero al que no pueden vencer. Jesús, que heredará las sandalias con las que su padre había pisado el polvo de los caminos de la tierra, también heredará de él el sentimiento trágico de la responsabilidad y de ella la culpa que nunca lo abandonará, incluso cuando levante la voz desde lo alto de la cruz: "Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo", refiriéndose al Dios que lo llevó hasta allí, aunque quien sabe si recordando todavía, en es última agonía, a su padre auténtico, aquel que en la carne y en la sangre, humanamente, lo engendró.

Como se ve, el aprendiz ya había hecho un largo viaje cuando en el herético evangelio escribió las últimas palabras del diálogo en el templo entre Jesús y el escriba: "La culpa es un lobo que se come al hijo después de haber devorado al padre, dijo el escriba. Ese lobo de que hablas ya se ha comido a mi padre, dijo Jesús. Entonces sólo falta que devore a ti. Y tú, en tu vida, fuiste comido o devorado. No sólo comido y devorado, también vomitado, respondió el escriba".

Si el emperador Carlomagno no hubiese establecido en el norte de Alemania un monasterio, si ese monasterio no hubiese dado origen a la ciudad de Münster, si Münster no hubiese querido celebrar los 1.200 años de su fundación con una ópera sobre la pavorosa ópera que enfrentó en el siglo XVI a protestantes anabaptistas y católicos, el aprendiz no habría escrito la pieza de teatro que tituló In nomine Dei. Una vez más, sin otro auxilio que la pequeña luz de su razón, el aprendiz tuvo que penetrar en el oscuro laberinto de las creencias religiosas, ésas que con tanta facilidad llevan a los seres humanos a matar y a dejarse matar. Y lo que vio fue nuevamente la máscara horrenda de la intolerancia, una intolerancia que en Münster alcanzó el paroxismo demencial, una intolerancia que insultaba la propia causa que ambas partes proclamaban defender. Porque no se trataba de una guerra en nombre de dos dioses enemigos sino de una guerra en nombre de un mismo dios.

Ciegos por sus propias creencias los anabaptistas y los católicos de Münster no fueron capaces de comprender la más clara de todas las evidencias: en el día del Juicio Final, cuando unos y otros se presenten a recibir el premio o el castigo que merecieron sus acciones en la tierra, Dios, si en sus decisiones se rige por algo parecido a la lógica humana, tendrá que recibir en el paraíso tanto a unos como a otros, por la simple razón de que unos y otros en El creían. La terrible carnicería de Münster enseñó al aprendiz que al contrario de lo que prometieron las religiones nunca sirvieron para aproximar a los hombres y que la más absurda de todas las guerras es una guerra religiosa teniendo en consideración que Dios no puede, aunque lo quisiese, declararse la guerra a sí mismo. Ciegos. El aprendiz pensó "estamos ciegos", y se sentó a escribir el Ensayo sobre la ceguera para recordar a quien lo leyera que usamos perversamente la razón cuando humillamos la vida, que la dignidad del ser humano es insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo, que la mentira universal ocupó el lugar de las verdades plurales, que el hombre dejó de respetarse a sí mismo cuando perdió el respeto que debía a su semejante. Después el aprendiz, como si intentara exorcizar a los monstruos engendrados por la ceguera de la razón, se puso a escribir la más simple de todas las historias: Una persona que busca a otra persona sólo porque ha comprendido que la vida no tiene nada más importante que pedir a un ser humano. El libro se llama Todos los nombres. No escritos, todos nuestros nombres están allí. Los nombres de los vivos y los nombres de los muertos. Termino. La voz que leyó estas páginas quiso ser el eco de las voces conjuntas de mis personajes. No tengo, pensándolo bien, más voz que la voz que ellos tuvieron. Perdóneseme si les pareció poco esto que para mí es todo.

© The Nobel Foundation 1998

https://www.elmundo.es/cultura/saramago/discurso4.html

jueves, 23 de abril de 2020

_- Día del libro

_- "Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio. Que es bueno para mi salud. Pero nunca he escuchado a nadie que le diga a un deportista tienes que leer". José Saramago

El libro es un recipiente donde reposa el tiempo. Emilio Lledó.

Te deseo tiempo
ELLI MICHLER

No te deseo un regalo cualquiera,
te deseo aquello que la mayoría no tiene,
te deseo tiempo, para reír y divertirte,
si lo usas adecuadamente podrás obtener de él lo que quieras.

Te deseo tiempo para tu quehacer y tu pensar
no sólo para ti mismo sino también para dedicárselo a los demás.

Te deseo tiempo no para apurarte y andar con prisas
sino para que siempre estés content@.

Te deseo tiempo, no sólo para que transcurra,
sino para que te quede:

tiempo para asombrarte y tiempo para tener confianza
y no sólo para que lo veas en el reloj.

Te deseo tiempo para que toques las estrellas
y tiempo para crecer, para madurar. Para ser tú.

Te deseo tiempo, para tener esperanza otra vez y para amar,
no tiene sentido añorar.

Te deseo tiempo para que te encuentres contigo mism@,
para vivir cada día, cada hora, cada minuto como un regalo.

También te deseo tiempo para perdonar y aceptar.

Te deseo de corazón que tengas tiempo,
tiempo para la vida y para tu vida.

martes, 16 de julio de 2019

La izquierda absorbida

Rebelión

“Está todo muy bien tramado para dominar,
para que no tengamos una democracia”

José Luis Sampedro

Una de las particularidades más eficaces del sistema es su capacidad de absorción a todo aquello que lo cuestiona. En lo político, en lo social, en lo cultural, muchas de las manifestaciones rebeldes terminan, tarde o temprano, integrando la plantilla del sistema de algún modo.

Es que el capitalismo más que un sistema económico es un modo de vida, como sabemos. Por lo tanto jugar con las mismas normas, los valores y los conceptos de vida que propone, es caer en la trampa.

El sistema nos dice que democracia es votar cada tanto y dejar que los representantes decidan por nosotros acerca de nuestra propia vida. Nosotros una vez que hayamos votado debemos ser obedientes y cumplir con nuestro deber de buenos ciudadanos. Es decir, irnos a casa y ser espectadores de nuestro propio destino, porque nunca más nos consultarán y mucho menos nos obedecerán. Aquello de que democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no es mas que un idealismo impropio de gente sensata, una utopía izquierdista que no nos lleva a ninguna parte. En realidad fue una frase de Abraham Lincoln que dijo en 1863, pero mejor olvidarla.

De modo que todo se reduce a la vía electoral. La derecha en su ambiente ideal, ya que para ellos el pueblo está para decir que si, para aplaudir y para pedir autógrafos. El bien llamado “trifachito” puede tener diferencias de matices pero en el fondo todos defienden los intereses de los que realmente mandan, que son, como también todos sabemos, los dueños del poder económico, que no entran en las batallas mundanas aunque mueven los hilos a voluntad.

¿Qué hace la izquierda a todo esto? Me refiero a los políticos de izquierda donde no incluyo, por supuesto, al PSOE que desde el felipismo ocupa un lugar preferencial en el sostenimiento del sistema. Ya da hasta un poco de grima llamarlo “socialista” y resulta irrespetuoso decirle “obrero” (irrespetuoso para los obreros, naturalmente). Con Partido Español estaría mucho mejor y adecuado a su papel de constructor de un capitalismo “bueno”, como si eso fuera posible.

Yo creo que un partido político de izquierda tiene dos deberes ineludibles:

1) Cuestionar el capitalismo causa última de todas las injusticias sociales.Y al mismo tiempo iniciar el camino para reemplazarlo por una sociedad más justa y auténticamente democrática.

2) Ir hacia una democracia participativa y directa, donde el pueblo tenga ocasión de intervenir permanentemente en las decisiones que atañen a su propia vida.

El capitalismo, decía José Luis Sampedro, es un sistema agotado. Cumplió su papel en la historia de la humanidad, como cualquier otro sistema, pero ya no tiene respuestas salvo para una minoría que se aprovecha inescrupulosamente del esfuerzo de la mayoría de la población. Es un sistema que mata, dice el papa Fracisco, y que somete y explota a la mayoría. Es un sistema criminal, afirma Frei Betto con toda la razón de la realidad.

Para José Saramago, el capitalismo es incompatible con la democracia. Y Vázquez Montalbán nos advierte que el capitalismo “no ha cedido ni un duro, ni una hora de descanso, ni un cuarto de hora para el bocadillo, sin presión, sin lucha, sin sangre, sin muerte”.

Bien, ni Podemos abocado de lleno a la pelea por un lugar de privilegio en un posible gobierno del PSOE y que ya ha abandonado totalmente su rebeldía inicial para acomodarse en los beneficios del electoralismo, ni Izquierda Unida prácticamente desaparecida de los lugares que solía frecuentar, pueden considerarse, estrictamente, partidos de izquierda si tenemos en cuenta que no cumplen con los deberes cuestionadores del sistema, ni se les ocurre proponer una democracia real y directa.

La democracia no es tal, también nos recordaba Sampedro, si en vez de residir en el pueblo es patrimonio de los banqueros.

Solo quedan los movimientos sociales que, lamentablemente, están solos en su lucha salvo que en alguna manifestación callejera encuentren a algún político que se arrime para la foto. También alguna lucha aislada de los trabajadores, que siguen sin tener noticias de los sindicatos en otros tiempos combativos.

En definitiva, el sistema ha absorbido como en otras tantas veces y no solo en España, a una izquierda que empezó revoltosa e irreverente, para terminar tan dócil y adaptada que es mas necesario que nunca revolucionarla para que vuelva al pueblo del que se despegó y reanudemos juntos la tarea de construir una sociedad mejor.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Pilar del Río, premio Luso-Español de Arte y Cultura. El galardón a la presidenta de la Fundación Saramago distingue su labor "en el intercambio de la cultura" de ambos Estados

La periodista y traductora Pilar del Río (1950, Castril, Granada), presidenta de la Fundación José Saramago, ha sido distinguida hoy, por unanimidad, con el premio Luso-Español de Arte y Cultura, convocado por los ministerios de Cultura de Portugal y España, por su dedicación "a la defensa de los derechos humanos, la promoción de la literatura portuguesa y el intercambio de la cultura portuguesa, española y latinoamericana", ha señalado la nota del Ministerio español.

"He tenido que controlarme... me he quedado perpleja, encantada", ha declarado a EL PAÍS por teléfono Del Río, que no ha parado de atender llamadas de felicitación y de los medios de comunicación desde que al mediodía se anunció el fallo.

El premio Luso-Español está dotado con 75.000 euros y se concede bienalmente "a la obra de un creador en el ámbito del arte y la cultura que incremente la comunicación y cooperación cultural entre ambos países". La decisión del jurado se ha basado en el reconocimiento del "amplio trabajo intelectual como periodista, traductora y promotora de la cultura luso-española", de Del Río. "Ella misma y la Fundación que dirige, encarna el espíritu y los valores de la fraternidad portuguesa-española", añade la nota del Ministerio.

Del Río ha señalado que la Fundación, creada en 2007 por el autor y ella, tiene varios objetivos fundamentales: "Que se fomente la lectura de libros y autores portugueses que ya no son novedad y han quedado relegados, como el poeta Jorge de Sena, por ejemplo". También, acoger jornadas sobre escritores latinoamericanos, vivos o fallecidos, como ha ocurrido con Cortázar o Borges. "Sin embargo, nuestra mayor dedicación es lo que dijo Saramago cuando se refirió a la necesidad de una declaración universal de deberes humanos, un trabajo que estamos realizando con juristas de varios países, activistas... Nos gustaría que Naciones Unidas asumiera ese texto".

¿Cuál sería el primer artículo de esa declaración de los deberes? "Exigir y contribuir al cumplimiento de los derechos", ha subrayado Del Río, quien ha recordado que el 27 de noviembre se abre la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México) con una conferencia de Mario Vargas Llosa y una lectura dramatizada de La balsa de piedra. En línea con el premio recibido hoy, "en esa novela José intenta el acercamiento de Europa y América Latina".

La casa museo
La ceremonia de entrega del premio se celebrará en 2017, en una fecha aún por determinar. El Ministerio español ha propuesto que el acto sea en la casa museo del escritor en Lanzarote. Precisamente, Del Río ha apuntado que el dinero del galardón lo empleará para "darle vida" a ese lugar en el que Saramago escribió Ensayo sobre la ceguera.

Del Río inició su carrera profesional en una emisora sevillana y en la revista Triunfo. También ha trabajado en Televisión Española y ha colaborado con medios como Canal Sur y la cadena SER. En 1988, se casó con José Saramago, pasando a ser la principal traductora de las obras del escritor del portugués al español, y trabajó con editoriales españolas como Aguilar o Alfaguara.

Saramago (16 de noviembre de 1922, Azinhaga, Portugal- 18 de junio de 2010, Tías, Lanzarote) conoció a Del Río cuando ella fue a verle a Lisboa el 14 de junio de 1986 para entrevistarle. De esa relación nació una aventura que llevó a Saramago a Lanzarote en 1993.

El premio Luso-Español, instituido en 2006, fue obtenido en su primera edición —en la que fue jurado Saramago— por José Bento, poeta y traductor, de nacionalidad portuguesa. En 2008, lo logró Perfecto Cuadrado, profesor y escritor español; Álvaro Siza, arquitecto, de nacionalidad portuguesa, en 2010. En 2012, el cineasta Carlos Saura y en 2014 Lidia Jorge, escritora portuguesa.

En esta edición presidió el jurado el director general de Política e Industrias Culturales y del Libro del ministerio español, José Pascual, y formaron parte por Portugal, João Fernandes, subdirector del Museo Reina Sofía; Nuno Júdice, poeta, y José Bragança de Miranda, profesor y ensayista. Los otros españoles del jurado fueron la directora de la Biblioteca Nacional, Ana Santos, y el periodista de EL PAÍS Juan Cruz Ruiz.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/11/15/actualidad/1479216848_264832.html

Inaugurada en Lisboa la sede de la Fundación Saramago. Un edificio de 400 años acoge el centro que será biblioteca y centro de investigación

lunes, 29 de septiembre de 2014

José Saramago vuelve a hablar a los lectores. Se publica la novela inacabada ‘Alabardas’ sobre la violencia y el negocio de armas. En el libro participan Saviano y Günter Grass

 Saviano escribe sobre 'Alabardas'

Con el mar de Lanzarote, a su izquierda, y el jardín de su casa, delante, asomados en dos ventanas, José Saramago empezó a escribir la novela que dejó inacabada y que verá la luz el 1 de octubre: Alabardas (Alfaguara). La escribió en uno de los salones de su casa, en un sillón color teja rodeado de tonos verdes donde nunca antes había escrito ningún libro. Donde para un tema como el de la industria del armamento y el tráfico de armas continuó la exploración de dos rutas literarias: más depuración en lo escrito y más sentido del humor e ironía.

El Nobel portugués (Azinhaga, 1922-Tías, Lanzarote, 2010) relata sobre el negocio armamentístico, sí, pero también le habla al lector, lo interpela, le cuenta una historia y en ella le pregunta por su posición y responsabilidad moral ante esa situación. O, como dice el poeta y ensayista Fernando Gómez Aguilera, “hurga en su conciencia, para incomodar, intranquilizar y depositar en el ámbito personal el desafío de la regeneración: la eventualidad, si bien escéptica, de encarrilar la alternativa de un mundo más humano”.

Todo empezó a tomar cuerpo el 15 de agosto de 2009, tras la publicación de Caín, con la primera nota de trabajo: “Es posible, quien sabe, que quizá pueda escribir otro libro. Una antigua preocupación (por qué nunca se ha producido una huelga en una fábrica de armas)”. Alcanzó a escribir tres capítulos que dejó en su ordenador, con copias impresas en una carpeta roja sobre el escritorio. Y en otro documento de word esbozado parte de la historia protagonizada por Artur Paz Semedo que “trabaja desde hace casi veinte años en el servicio de facturación de armamento ligero y municiones de una histórica fábrica de armas”. Un hombre separado de su mujer, “no porque él lo hubiese querido, sino por decisión de ella, que, por ser convencida militante pacifista, acabó no pudiendo soportar ni un día más sentirse ligada por los lazos de la obligada convivencia doméstica”.

Pura coherencia.
Pura pregunta que Saramago lanza en una palabra de diez letras: Coherencia. Y de ahí en adelante más. Una historia de esas que encadenan al mundo gobiernos, empresas y ciudadanos, y que nace de otra pregunta: ¿vendió la empresa donde trabaja Artur Paz Semedo armas a los fascistas de la Guerra Civil española?

Eso es Alabarda, cuyo nombre completo sería “Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas”, título extraído de la tragicomedia Exortaçao da Guerra, del dramaturgo Gil Vicente. Una novela en la que el escritor no solo cambió de lugar a la hora de escribir y ahondó en otros registros, sino que debido a su enfermedad alteró su rutina creativa y lo hizo cada vez que pudo. En otros tiempos, recuerda Pilar del Río, su viuda, “dedicaba la mañana a la correspondencia, escribir artículos de prensa o conferencias; mientras, en las tardes, escribía novelas. Pero últimamente tiempo el tiempo le apretaba y ya no tenía horas. ‘El tiempo aprieta’, decía”.

Alcanzó a Saramago ese tiempo, y lo escrito en esa premura se ve ahora en 149 páginas. Una edición especial que incluye los apuntes del autor, un artículo de Roberto Saviano, un texto de Gómez Aguilera y todo embellecido con los dibujos de Günter Grass… lobos rabiosos y asustados, sombras fantasmales, piernas y brazos en marcha militar, sembradíos de armas, cuervos, cuervos…

Imágenes que acompañan un libro, como escribe Saviano, “de páginas que son un criptograma del murmullo continuo de las misteriosas revelaciones que recibimos. Como un manual de traducción de sonidos, percepciones e indignaciones. En Artur las revelaciones que he visto son las de todos los hombres y mujeres que se han defendido de la idiotez al darse cuenta de haber comprendido los dos caminos que existen: quedarse aquí, soportando la vida, charlando con ironía, tratando de acumular algo de dinero y familia y poco más, o bien otra cosa”.

Cuatro años después de muerto, Alabardas se publica con los sentimientos encontrados de Pilar del Río. Desde el principio tuvo claro que lo editaría: “El lector tiene derecho a conocer aquello que le ocupaba al autor que admiraba y por qué se había preocupado tanto. Más en un hombre como Saramago que estaba entre la vida y la muerte trabajando”. Incluso así, cuando podía, escribía dos hojas diarias, en la impresora hacía dos copias, una para su carpeta roja y otra para su mujer, y al día siguiente matizaba o corregía. Lo sorprendente, cuenta Del Río, eran la bonhomía y la ligereza y el humor que quería transmitir un hombre muy enfermo que no sabía si podía acabar el libro. Una novela que será presentada el 2 de octubre en Lisboa con varios actos especiales: por la mañana habrá una visita con los medios a la Fábrica de Braço de Prata, antigua Fábrica de Armas y hoy día Centro Cultural; por la tarde (17 horas) en el Teatro Nacional D. Maria II se dará una rueda de prensa con Baltasar Garzón, Roberto Saviano y António Sampaio da Nóvoa.

Es el diálogo continuado de José Saramago con los lectores en esta Alabardas que escribió en un sitio inédito para él, con ordenador, en su sillón color teja y frente a la mejor obra de la casa, según él: dos ventanas: una con vista al mar y la isla de Fuerteventura y la otra con los árboles del jardín que plantaron juntos.
Fuente: El País.

Pilar del Río: "Le faltaron unos meses para acabar la novela"
“Es una obra de madurez, con una gran ironía y en donde introduce nuevas técnicas narrativas”. Así juzga Pilar del Río la última obra de José Saramago. Pero la compañera del escritor y directora de la fundación del mismo nombre en Lisboa va más allá de la crítica literaria. “José vivía obsesionado por dos grandes ideas, el poder y su responsabilidad, y la barbarie de las guerras y la violencia. De la primera idea surgió Caín. No podía entender cómo el libro sagrado de los cristianos comenzaba con un fratricidio. Alabardas... nace de su segunda obsesión”.

“Esta novela es una idea recurrente desde que oyó que durante la Guerra Civil española se encontró una bomba con un mensaje en portugués en su interior: “Esta bomba no reventará”. Un ser anónimo, una persona, pese a trabajar en una armería, hace todo lo que está en su mano para evitar la violencia. Ese es el mensaje que José quería transmitir. La indiferencia en la que vivimos mientras dedicamos a la industria del armamento más dinero que a la educación o la sanidad. No es una novela sobre la guerra, es una novela sobre la lucha personal. Un canto al activismo individual para cambiar lo establecido, lo que damos por invariable, consciente o inconscientemente desde que nacemos”.

Pilar del Río cuenta que Saramago tenía en su cabeza la novela. “La escribió a continuación de Caín. En su casa de Lanzarote la desarrollaba pese a su debilidad y sus dolores, pero sin parar, porque decía que no quería perder el tiempo, que le iba a faltar. Le faltaron solo unos meses”.

miércoles, 23 de abril de 2014

Día del Libro 2014. La escritora mexicana Elena Poniatowska recibe el Premio Cervantes

La escritora mexicana Elena Poniatowska recibió este miércoles el Premio Cervantes de las manos del rey Juan Carlos y frente al presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy y el ministro de Cultura, José Ignacio Wert.

La entrega del premio, que se llevó a cabo en Universidad de Alcalá de Henares, es uno de los actos más importantes de la celebración del Día del Libro.

En su discurso de agradecimiento, la escritora -que en mayo cumplirá 82 años- recordó al recientemente fallecido escritor colombiano Gabriel García Márquez.

"García Márquez, con Cien años de soledad, le dio alas a América Latina, y es ese gran vuelo el que hoy nos envuelve, nos levanta y hace que nos crezcan flores en la cabeza", dijo Poniatowska al principio de su discurso...
Poniatowska es la cuarta mujer en ganar el Premio Cervantes. Antes de ella lo obtuvieron las españolas María Zambrano y Ana María Matute y la cubana Dulce María Loynaz...
más en BBC.
Hay quien se pasa la vida entera leyendo sin conseguir nunca ir más allá de la lectura, se quedan pegados a la página, no entienden que las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río. Si están allí es para que podamos llegar a la otra orilla, el otro margen es lo que importa. José Saramago. (Azinhaga, Santarem, Portugal, 16-XI-1922, Tías, Lanzarote, España, 18 de junio de 2010)

Today marks the 450th birthday of William Shakespeare, 26 de abril de 1564 –  23 de abril de 1616.
Y el aniversario de Miguel de Cervantes, 29 de septiembre de 1547 –Madrid22 de abril de 1616, enterrado el 23 de abril.

Los más vendidos en España en lo que va de año

16 ventajas de ser un lector/a

150 Frases célebres para el día del libro.

martes, 25 de junio de 2013

No son los políticos los que gobiernan el mundo

“Não são os políticos os que governam o mundo. Os lugares de poder, alem de serem supranacionais, multinacionais, são invisíveis.” [Entrevista de Clara Ferreira Alves a José Saramago, Expresso, Lisboa, 7 de agosto de 1993]

Viernes, 24 de Mayo 2013
[Não escrevo] por amor, mas por desassossego. Escrevo porque não gosto do mundo em que vivo. [“Saramago: Yo no escribo por amor, sino por desasosiego”, El Día, Tenerife, 15 de janeiro de 2003. Notícia de la Agencia EFE]


in O Caderno 2, 31 de julio de 2009
En el centenario de Álvaro Cunhal
Não foi o santo que alguns louvavam nem o demónio que outros aborreciam, foi, ainda que não simplesmente, um homem. Chamou-se Álvaro Cunhal e o seu nome foi, durante anos, para muitos portugueses, sinónimo de uma certa esperança. Encarnou convicções a que guardou inabalável fidelidade, foi testemunha e agente dos tempos em que elas prosperaram, assistiu ao declínio dos conceitos, à dissolução dos juízos, à perversão das práticas. As memórias pessoais que se recusou a escrever talvez nos ajudassem a compreender melhor os fundamentos da raquítica árvore a cuja sombra se recolhem hoje os portugueses a ingerir os palavrosos farnéis com que julgam alimentar o espírito. Não leremos as memórias de Álvaro Cunhal e com essa falta teremos de nos conformar. E também não leremos o que, olhando desde este tempo em que estamos o tempo que passou, seria provavelmente o mais instrutivo de todos os documentos que poderiam sair da sua inteligência e das suas finas mãos de artista: uma reflexão sobre a grandeza e decadência dos impérios, incluindo aqueles que construímos dentro de nós próprios, essas armações de ideias que nos mantêm o corpo levantado e que todos os dias nos pedem contas, mesmo quando nos negamos a prestá-las. Como se tivesse fechado uma porta e aberto outra, o ideólogo tornou-se autor de romances, o dirigente político retirado passou a guardar silêncio sobre os destinos possíveis e prováveis do partido de que havia sido, por muitos anos, contínua e quase única referência. Quer no plano nacional quer no plano internacional, não duvido de que tenham sido de amargura as horas que Álvaro Cunhal viveu ainda. Não foi o único, e ele o sabia. Algumas vezes o militante que sou não esteve de acordo com o secretário-geral que ele era, e disse-lho. A esta distância, porém, já tudo parece esfumar-se, até as razões com que, sem resultados que se vissem, nos pretendíamos convencer um ao outro. O mundo seguiu o seu caminho e deixou-nos para trás. Envelhecer é não ser preciso. Ainda precisávamos de Cunhal quando ele se retirou. Agora é demasiado tarde. O que não con- seguimos é iludir esta espécie de sentimento de orfan-dade que nos toma quando nele pensamos. Quando nele penso. E compreendo, garanto que compreendo, o que um dia Graham Greene disse a Eduardo Lourenço: «O meu sonho, no que toca a Portugal, seria conhecer Álvaro Cunhal». O grande escritor britânico deu voz ao que tantos sentiam. Entende-se que lhe sintamos a falta. in O Caderno 2, 31 de julio de 2009
Fuente: Cuaderno de Saramago.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Las eléctricas, los gobiernos y el pueblo que no hace más que pagar.

Cuentan que si te han explicado el sector eléctrico y lo has entendido es que no te lo han explicado bien. Bajo una maraña regulatoria que suele caer del lado de las eléctricas, los consumidores españoles han contraído durante más de una década una deuda con las empresas de 24.000 millones de euros (más de 500 euros por habitante). Es el desfase entre los costes reconocidos al sistema eléctrico y el precio de la electricidad que fijaba el Gobierno. La bola, que creció sin que el Ejecutivo del PSOE se decidiera a atajarla, ha alcanzado tal nivel y voracidad que engulle todo lo que le toca...

 Cualquier cambio, por incomprensible que sea, enfrenta a un sector enormemente poderoso. Son las eléctricas tradicionales (Endesa, Iberdrola, Gas Natural) contra las renovables (Acciona, ACS, Abengoa y muchos fondos de inversión y sus correspondientes embajadas).

 En el punto de mira no solo están las renovables, sino también las hidráulicas y las nucleares. La Comisión Europea, que vigila el proceso, ha advertido que reciben una "compensación excesiva" y ha cargado contra las subvenciones a las minas del carbón. Un recorte a la hidráulica daña a Ibedrola y uno al carbón afecta a Endesa.

 Aunque proliferan las acusaciones de conflicto de intereses la última es que el hermano de Montoro asesora a las renovables, la puerta giratoria entre la empresa y la política va tan rápido que quedarían pocos partidos libres de sospecha. Felipe González está en Gas Natural, Elena Salgado en Endesa, Pedro Solbes en Enel y José Borrell en Abengoa. Aznar es consejero de Endesa (donde se sentaba junto al ministro de Economía, Luis de Guindos) y Acebes está en Iberdrola. Leer más en El Pais. ¿Están claras las razones de por qué España tiene la electricidad más cara de la UE, si exceptuamos a Malta y Chipre?

lunes, 25 de junio de 2012

Una libra de carne fresca

Una libra de carne fresca de un hombre no es tan valiosa ni rentable como la carne de cordero o la de buey (Shylock en El mercader de Venecia, de Shakespeare, Acto I, 3)

Han pasado cinco siglos desde que Shylock exigiera como garantía de su préstamo al joven Bassanio una libra de carne fresca de su amigo Antonio, el Mercader de Venecia. Este aceptó el reto confiado en que sus barcos, repletos de mercancías, llegarían a puerto un mes antes de la fecha señalada para el vencimiento del bono, con lo que obtendría más de tres veces el valor del mismo. Por lo mismo, no fue capaz de calcular que estaba pagando una prima de riesgo excesivamente elevada. Más o menos hacia las mismas fechas en las que Shakespeare escribía su comedia, España había ya suspendido pagos por dos veces y entre 1557 y 1696 dejó de honrar parte o la totalidad de su deuda hasta en 14 ocasiones. Los ahora llamados hombres de negro comenzaron a visitarnos: eran banqueros alemanes y genoveses que controlaban desde las minas de mercurio a la fabricación de naipes, pasando por la producción de grandes extensiones de cereal pertenecientes a las órdenes militares. Y lo mismo sucedió otras 13 veces más a partir del desastre de finales del XIX. De modo que nuestra especial relación con la deuda soberana no es nada que deba sorprendernos, habituados como estamos desde hace 500 años a ver subir los impuestos, reducirse el consumo, descapitalizarse las empresas y aumentar el paro a consecuencia de las diversas burbujas financieras fabricadas por nuestra voluntad de imperio.

Estas desgracias se vieron compensadas, o al menos disfrazadas en parte a lo largo de la historia, por políticas inflacionistas y devaluaciones que desde 1999 no podemos acometer en solitario, dada nuestra integración en la moneda única. Nos encontramos ante una crisis financiera global, desatada en primer lugar por las hipotecas subprime de la banca americana, y concentrada ahora en Europa, donde los desequilibrios entre las diversas economías que sustentan el euro amenazan su propia existencia. Eso no significa que dicha crisis sea algo simplemente importado, también nosotros contribuimos a crearla, pero es imposible que la solucionemos por nuestra cuenta y riesgo. Necesitamos la ayuda de Europa tanto como Europa necesita la nuestra, porque el proyecto de la Unión supone trabajar por y para la soberanía compartida. A problemas globales hay que responder con soluciones globales, y quienes se lamentan, en el poder o la oposición, de que las políticas de austeridad nos vengan impuestas desde fuera desconocen por un lado la naturaleza de la propia crisis y, por el otro, las exigencias objetivas de un proyecto tan ambicioso como la construcción de la Europa unida. O sea que el Gobierno debería explicar, ya que el anterior no lo hizo, que la austeridad no es consecuencia de un mandato foráneo, sino respuesta obligada a un déficit fiscal originado por nuestros propios errores y por no pocos abusos.

De cualquier modo, se ha repetido hasta la saciedad que solo con austeridad no saldremos de esta. Son precisas políticas monetarias que no está a nuestro alcance decidir y que es responsabilidad del Banco Central Europeo implementar cuanto antes si no queremos que el incendio declarado en las economías del sur de Europa se extienda como un reguero a toda la Unión. Antes de resolver las cosas importantes es preciso atajar las más urgentes. En esa categoría entra el evitar un pánico bancario que puede desatarse como corolario de las elecciones en Grecia y de la quiebra de Bankia. La puesta a disposición de los bancos españoles de una línea de crédito de 100.000 millones de euros no ha bastado para disipar las dudas, entre otras cosas porque se ha hecho de manera confusa, sin aclarar ni las condiciones del préstamo ni la cuantía final que alcanzará. También, por las disputas generadas en torno a su impacto en el déficit, la deuda pública y la política económica del Gobierno. La calamitosa forma de comunicar el tema no ha hecho sino aumentar el nerviosismo de los mercados, que apuestan desde hace meses, con más pasión que lógica, por una ruptura de la moneda única...

leer más en El País.

viernes, 30 de marzo de 2012

Podemos afirmar que, dadas las circunstancias tan desfavorables, la Huelga ha sido un extraordinario éxito. Ni los sindicatos esperaban la gran movilización habida.

La jornada de huelga general se ha cerrado con manifestaciones multitudinarias en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Sevilla, Alicante o Badajoz, Cáceres y Mérida.
Según los sindicatos, 900.000 madrileños han salido a la calle para decirle al Gobierno que NO están de acuerdo con la reforma laboral impuesta. A pesar de las declaraciones optimistas de los sindicatos, el Gobierno, ha destacado que las marchas han transcurrido con normalidad, como el resto de la jornada de huelga, que ha tenido un "impacto muy moderado".
En la manifestación de Madrid, los líderes de UGT, Cándido Mëndez, y CCOO, Ignacio Fernández Toxo, encabezaban la marcha. Desde el escenario preparado en Sol, ambos han llamado a los trabajadores a seguir movilizados para variar la nueva ley. "El Gobierno ha de pagar las consecuencias de la reforma laboral", ha proclamado Toxo.
Los trabajadores, una vez más, no se resignan a que les roben sus derechos y sus salarios, ya de miseria, para que se sigan enriqueciendo a su costa personajes que han provocado la crisis y no saben solucionarla con justicia. La situación de pobreza, paro, y falta de salida para los jóvenes exigía decir NO.
La huelga general del 29-M que fue un éxito de participación de los trabajadores y trabajadoras, y que fue refrendado por los más de cuatro millones de personas que acudieron a las multitudinarias manifestaciones celebradas en todo el país. Leer el análisis de CCOO.
Recordé a José Saramago cuando escribió sobre la necesidad de derrotar el cinismo, la indiferencia y la cobardía. El 29 de marzo, habíamos dado un segundo paso en esa dirección, el primero lo dieron los andaluces y asturianos. ¡¡Qué difícil son los primeros pasos en la infancia del hombre!!. Y mientras pensaba en estas cosas durante la manifestación, recordé una frase de Marx que también le gustaba recordar a Saramago, "si al hombre lo conforma las circunstancias, hay que cambiar las circunstancias para cambiar al hombre".

martes, 27 de marzo de 2012

Cuando la atmósfera tiembla. Saramago, UN MAESTRO LITERARIO, UNA CONCIENCIA POLÍTICA.

José Saramago se vio con la muerte en la Navidad de 2007. Casi un año después, en Lisboa, me contaba ese encuentro con mucha serenidad, incluso con una cierta compasión por aquel personaje que había venido para llevárselo: "Que no me hablen de la muerte porque ya la conozco. De alguna forma ya la conozco". Y me explicó que la muerte se alimenta de palabras, les devora el tuétano, y el rastro que deja es un silencio mudo. La parte de su cuerpo que resistió fue el lenguaje, que lo mantenía vivo, en vilo, con una excitación germinal: "Me oía a mí mismo, y el humor con el que yo me comunicaba me sorprendía, me emocionaba".

Así que el lenguaje, la boca irónica de la literatura, lo levantó del suelo. Y ese plus, ese tiempo "de más", fue una conquista del humor de las palabras y un regalo para José, para quienes más le querían, y para nosotros. Algo había de parábola en lo sucedido. Samuel Beckett habló de "la muerte de las palabras". Las palabras que ya no quieren decir. La obra de Saramago tiene desde el inicio la condición de rescate. Él viajó al núcleo del silencio y se encontró con las "voces bajas" de la historia que todavía tenían mucho por decir. Como diría Vladimir, en Esperando a Godot: "Estar muertas no es bastante para ellas".

Me explicó que la muerte se alimenta de palabras, les devora el tuétano. No fue un escritor precoz. Tal vez porque dedicó tiempo a escuchar.
Poco antes de aquel episodio hospitalario, había coincidido con Saramago en la inauguración del Parque de la Memoria en Buenos Aires, a orillas del río de la Plata. Al recordarle, es allí donde lo veo. Su imagen más punzante. Amenazaba tormenta, con esa conciencia que a veces tiene la naturaleza de los dramas humanos. Él describió muchas veces esa implicación anímica del paisaje. Así, en el relato Desquite: "En la distancia la atmósfera temblaba".

En aquel memorial, cada nombre está escrito en el lomo de un libro de piedra. Saramago leía con el tacto de los ojos, como en braille, los nombres de los desaparecidos, muchos de ellos arrojados desde aviones militares al río. Allí estaba el hombre que había escrito Todos los nombres. Y aquella mirada noble expresaba la derrota de la humanidad. Decía como en el verso de Novoneyra: "Todo lo que le ha pasado al ser humano me ha pasado a mí".

En todo caso, él estaba allí, donde la atmósfera temblaba.

Los buenos sentimientos no garantizan una buena literatura. Eso era algo que Saramago tenía claro. Pero tal vez ayudan en la ortografía. Fue uno de los pocos triunfos que él experimentó de niño. Lo cuenta con alegría en Las pequeñas memorias. El que una maestra ensalzara su buena letra, ese primer trato con la palabra escrita. Como es sabido, no fue un autor precoz. Tal vez porque dedicó mucho tiempo a escuchar. Conocía sonidos que ya pocos distinguen. Hasta que tuvo "habitación propia", vivió en espacios muy pequeños, hacinados, donde no cabían los fantasmas, ni siquiera los navideños. Pero él oía por la noche a la costurera trabajar incansable detrás de las paredes. La costurera que se había quedado prisionera con su máquina por coser los domingos. Aquella máquina era la termita. Pero José aprendió a escuchar con la imaginación. La máquina de coser y la termita eran tan reales la una como la otra. Las palabras eran hilos que se ovillaban en la memoria. Un día tiró de un hilo suelto, lo liberó poco a poco, con la blandura caliente del lodo vivo, y descubrió que su cuerpo era un río: "Nadan peces en mi sangre y oscilan entre dos aguas / como las llamadas imprecisas de la memoria"."Las palabras sueñan que las nombramos", dice Carlos Oroza en un poema. Había muchos hilos sueltos, muchas palabras, muchas memorias proscritas esperando por José Saramago. No es casual que su primera gran obra se titulase Levantado do chão (Alzado del suelo). Todo el saber acumulado, la esmerada ortografía, el don de ver más de las paredes, la escucha de la imaginación, la memoria amasada con fermento, aquella melancolía que era sinónimo de libertad y deseo, la diligencia periodística, todo se concitó para levantar las voces del suelo, para sostener en vilo el lenguaje. Y entonces el escritor, ni viejo ni joven, se apresuró a escribir como si oyese el mandato del surrealista René Char en Común presencia: "Apresúrate a transmitir lo que te corresponde de maravilla, de rebelión, de generosidad".

Maravilla, rebelión, generosidad. Esas tres palabras ganan juntas y accionan toda la energía del efecto Saramago. Es algo que se percibe nada más abrir Memorial del convento. ¿Qué ocurre? La atmósfera tiembla. Es ese tipo de obra que sabemos extraordinaria, pero que no sabemos cómo se ha escrito. El poema de René Char vuelve a pensar en José Saramago: "Has sido creado para momentos poco comunes". El Memorial, una novela sin concesiones, lo hizo popular. En cada obra que siguió, apostaba siempre la cabeza. En el prólogo que escribió para las memorias de Marcos Ana (Decidme cómo es un árbol), el luchador español encarcelado desde 1939 hasta 1961, José Saramago habla de la necesidad de derrotar el cinismo, la indiferencia y la cobardía. Como persona, Saramago no fue ni cínico, ni indiferente ni cobarde. Hay una cita de La sagrada familia que le gustaba en especial, y que le permitía saborear en público el nombre fastidioso de Karl Marx: "Si el hombre es formado por las circunstancias, entonces es necesario formar las circunstancias humanamente". Pero además, para el escritor, el no ser cobarde, el no serlo mientras escribe, es una exigencia. Y José Saramago fue un escritor muy valiente. Algunas de sus novelas, que arrancan de alegorías, parecían empeños imposibles. Pero al final siempre consigue que hable la boca de la literatura, de la humanidad.
En el mismo libro donde aparece ese trazo fulgurante de la atmósfera que tiembla, Casi un objeto, hay otro relato situado en el contexto de una dictadura donde se rebelan los utensilios, las máquinas, las puertas, los buzones, los ascensores. Hay un paro de relojes. Una humorística disidencia que relata la suspensión de las conciencias. Y en otro cuento, Centauro, vivimos angustiados la última carrera del hombre-caballo, la crónica homérica de la interminable guerra entre deseo y muerte. En el Desquite, donde tiembla la atmósfera, un joven aldeano se desnuda y atraviesa un río para vivir su primer encuentro amoroso, después de asistir espantado a la castración de un cerdo. La imaginación no se desentiende de lo que llamamos realidad, pero la hace fermentar. Saramago consigue que la realidad se sorprenda de sí misma.

Hay momentos en su obra en que marchan juntos vivos y muertos. En la historia, hay empeños comunes. Como en Rulfo, tienen mucho que contarse. De repente, Saramago se olvida del lector y se dirige a una de las personas que más quiso, a su abuela Josefa, la mujer de Jerónimo: "Tú estabas, abuela, sentada en la puerta de tu casa, abierta ante la noche estrellada e inmensa, ante el cielo del que nada sabías y por donde nunca viajarías, ante el silencio de los campos y de los árboles encantados, y dijiste, con la serenidad de tus noventa años y el fuego de una adolescencia nunca perdida: 'El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir'. Así mismo. Yo estaba allí".

Sí. Él estaba allí, donde tenía que estar, cuando la atmósfera temblaba. Manuel Rivas.

Leer todo aquí.

Aunque mi opinión coincide con la expuesta, hay quien no opina así, lo pueden ver aquí.

Más http://elpais.com/diario/2010/06/20/cultura/1276984802_850215.html

sábado, 17 de marzo de 2012

“Portugal tiene que morder o le morderán” Pilar del Río, la viuda de Saramago ultima la apertura de una fundación en Lisboa

Ocupada con la próxima inauguración —antes de que termine la primavera— de la sede de la Fundación José Saramago, al pie de la Alfama, en el corazón de Lisboa, la periodista y traductora Pilar del Río, viuda del escritor, anda con prisas y reuniones y convocatorias cada vez más de última hora. Pero se toma su tiempo para elegir con cuidado un precioso restaurante del Barrio Alto lisboeta que en una mesa de un rincón luce una plaquita dorada clavada en 1980: “Mesa preferida de José Saramago”.

Restaurante Farta Brutos. Travessa da Espera 20, Lisboa 1200-176, Portugal. Tlf. 213.426.756
Dos pataniscas de bacalao con arroz de grelos: 32 €.
Dos cervezas y dos copas de vino: 16 €.
Dos cafés: 3,30 €. Total 51,30 €.

Al premio Nobel le gustaba el sitio —pequeño, acogedor, tranquilo— por dos razones: “Por el ambiente normal y por la comida tradicional portuguesa”, aclara. En las paredes cuelgan cientos de fotografías de visitantes ilustres, de políticos españoles y portugueses, de escritores, intelectuales y actores y, entre ellas, muchas de Saramago, siempre sentado a su mesa preferida.

El propietario la agasaja en cuanto la ve entrar. Ella sabe qué pedir desde el primer momento y aconseja al periodista con tal convicción que es imposible sustraerse. Pilar del Río, de 62 años, habla mucho mientras come y ríe y explica y cuenta. Comenta que la casa que ella y Saramago, fallecido en junio de 2010, compartieron en vida en Lanzarote va a cumplir el domingo 18 de marzo un año abierta al público. “Quise y quiero que la casa de José se llenara de vida, que la gente entre y mueva el aire donde, por otro lado, todo está tal y como estaba cuando José vivía. Tal vez en la fundación de Lisboa que se va a abrir próximamente vaya a estar el espíritu de Saramago, pero allí, en Lanzarote, en su casa, está el espíritu de José”. Y añade, mientras deja de lado el exquisito arroz con grelos (la elección era acertada, claro): “Con el tiempo, será una suerte de Isla Negra nuestra”, refiriéndose a la famosa casa del universal poeta chileno Pablo Neruda.

El amable dueño del restaurante se acerca un par de veces para preguntar si todo va bien y después, tras retirar los platos, acarrea un carrito de ruedas con los excelentes postres de la casa... ver todo el artículo, aquí en El País. El restaurante, si lo buscas en Google, salen comentarios que no lo recomiendan por la relación precios/calidad.

Según el NYT de 25 de mayo de 2012 estos son los restaurantes recomendados:

-Belcanto, Largo de São Carlos, 10; (351-21) 342-0607; joseavillez.pt; Lunch or dinner for two with wine, 150 to 200 euros (about $187 to $250 at $1.26 to the euro), not including tip.

-Cantinho do Avillez, Rua Duques de Bragança, 7; (351-21) 199-2369; joseavillez.pt. Dinner for two with wine, 80 to 100 euros, not including tip.

-Cervejaria da Esquina, Rua Correia Teles, 56; (351-21) 387-4644; cervejariadaesquina.com. Dinner for two with wine, 90 to 115 euros, not including tip.

-1300 Taberna, Rua Rodrigues Faria, 103; (351-21) 364-9170; 1300taberna.com. Lunch or dinner for two with wine, 80 to 100 euros, not including tip.
 

martes, 6 de marzo de 2012

Las lágrimas del Juez Garzón

Las lágrimas del Juez Garzón hoy son mis lagrimas.

Hace años, un medio día, conocí una noticia que fue de las mayores alegría de mi vida: el procesamiento de Pinochet.

Este medio día he recibido otra noticia, ésta de las más tristes y desesperanzadas: que quien se atrevió con los dictadores ha sido apartado de la magistratura por sus pares. O mejor dicho, por jueces que nunca procesaron a Pinochet ni oyeron a las víctimas del franquismo.

Garzón es el ejemplo de que el campesino de Florencia no tenía razón cuando, en plena Edad Media, hizo sonar las campanas de su iglesia a difuntos ya que, dijo, la justicia había muerto. Con Garzón sabíamos que las leyes y su espíritu estaban vivos porque le veíamos actuar.

Con el apartamiento de Garzón de la Audiencia Nacional de España las campanas, después del repique a gloria que harán los falangistas, los implicados en el caso Gurtell, los narcotraficantes, los terroristas y los nostálgicos de las dictaduras, volverán a sonar a muerto, porque la justicia y el estado de derecho no han avanzado, no han ganado en claridad y quien no avanza, retrocede.

Tocarán a muerto, sí, pero millones de personas saben señalar el cadáver, que no es el de Garzón, esclarecido, respetado y querido en todo el mundo, sino de quienes, con todo tipo de argucias, no quieren una sociedad con memoria, sana, libre y valiente.

En El cuaderno de Saramago, en 14 mayo de 2010

jueves, 16 de junio de 2011

El 15-M en la tv francesa




José Saramago:
"El mal y el remedio están en nosotros. La misma especie humana que ahora nos indigna se indignó antes y se indignará mañana. Ahora vivimos un tiempo en el que el egoísmo personal tapa todos los horizontes. Se ha perdido el sentido de la solidaridad, el sentido cívico, que no debe confundirse nunca con la caridad.
Es un tiempo oscuro, pero llegará, seguro, otra generación más auténtica. Quizá el hombre no tenga remedio, no hemos progresado mucho en bondad en miles y miles de años sobre la Tierra. Quizá estemos recorriendo un largo e interminable camino que nos lleva al ser humano. Quizá, no sé dónde ni cuándo, lleguemos a ser aquello que tenemos que ser.
Cuando la mitad del mundo se muere de hambre y la otra mitad no hace nada... algo no funciona.
¡Quizá un día!". (La Verdad, Murcia, 15 de marzo de 1994)

viernes, 2 de julio de 2010

Garzón: "Tengo la tranquilidad de no haber cometido ningún delito"

El juez Baltasar Garzón ha concedido su primera entrevista a la cadena SER en La Ventana desde que abandonara su puesto en la Audiencia Nacional. Con motivo de la presentación de la biografía de José Saramago, ha eligiado al escritor y ha hablado sobre su situación actual, asegurando que no comparte su situación temporal aunque "la asume porque así son las cosas y el principio de legalidad impera". Garzón ha dicho demás que "seguirá trabajando, cómo y donde pueda". - CADENASER.com

El magistrado de la Audiencia Nacional, suspendido actualmente de sus funciones, fue recibido en la sede de la Fundación César Manrique de Tahíche (Lanzarote) entre los aplausos de medio millar de personas llegadas, como él, hasta de La Haya. Era una cita pactada con el premio Nobel. La noche del 1 de julio. Pero el escritor no llegó por tan solo 13 días.

Soplaba el viento en la isla de los volcanes para recibir la obra del poeta y ensayista Fernando Gómez Aguilera. La primera biografía de Saramago, La consistencia de los sueños. Pilar del Río, viuda del escritor, advirtió de que aquello era un acto de justicia poética. Saramago dedicó sus últimos esfuerzos a "quien no baja la cabeza, quien ha oído los gritos del mundo y no se encoge de hombros", y esta noche "el juez que más alegrías le había dado" presentaba su biografía, a los pocos días de su muerte.

Fernando Gómez Aguilera desarrolló un discurso brillante, donde reclamó seres excepcionales: "necesitamos a unos cuantos de estos hombres para creer que nuestro error no es un fracaso". Fue al origen de un adolescente portugués marcado por cuatro versos de Pessoa: "Para ser grande, sé íntegro / nada tuyo exageres o excluyas / sé todo en cada cosa / pon todo lo que eres en lo mínimo que hagas / así en cada lago la luna entra brille, porque alta vive".

"La Tierra está hoy un poco más sola", dijo. Además, recordó la entrega de Saramago a su última causa, precisamente la lucha contra la laceración y el linchamiento público del Garzón: "El gran problema de la democracia es que permite hacer cosas nada democráticas democráticamente", en palabras de Saramago. Gómez Aguilera recordó al autor de El Evangelio según Jesucristo como "un fabulador que vivió para demostrar que en los sueños sí puede haber firmeza". Leer más aquí en El País.

viernes, 18 de junio de 2010

Ha muerto José Saramago

Pasó una noche tranquila, desayunó con tranquilidad, mantuvo una conversación con su esposa y comenzó a sentirse mal. "Murió acompañado de su familia, despidiéndose de una forma serena y plácida".

El escritor portugués José Saramago, premio Nobel de Literatura en 1998, ha fallecido en su casa de Lanzarote (Canarias) a los 87 años, víctima de una neumonía crónica. “Escribo para desasosegar, para no dejar que la gente se duerma y decirles que lo malo está ahí esperando”, dejó escrito. El autor, cuya delicada salud hizo temer por su vida hace un par de años, publicó a finales de 2009 su última novela, Caín, una irónica mirada al Viejo Testamento que fue muy criticada por la Iglesia.

Autor de obras cumbres de la literatura del siglo XX, como Memorial del convento (1982), El Evangelio según Jesucristo (1991) o Ensayo sobre la ceguera (1995), murió al lado de su mujer y traductora, Pilar del Río. Deja 17 novelas y numerosos ensayos, artículos y cuentos. Y un compromiso político siempre a la izquierda.

El Nobel portugués, histórico militante de la izquierda marxista, también dejó marca con su actividad social -fue un acérrimo defensor de los derechos humanos- levantó su voz en numerosas ocasiones contra las injusticias, la Iglesia y los grandes poderes económicos, a los que veía como las grandes enfermedades de su tiempo. Seguir aquí en "El País" aquí en "Público". Más en el País.
También en el NYT aparece ya la noticia: "José Saramago, Nobel Prize-Winning Writer, Dies" Ver aquí en el NYT.

En "Le Monde" igualmente aparece ya una crónica: "C'est grâce à une virgule que José Saramago est devenu un grand écrivain. Au début des années 1980, alors qu'il avait plus de cinquante ans, en rédigeant un roman sur les paysans de l'Alentejo (Portugal), sa région d'origine, il a réussi à trouver son style."J'écrivais un roman comme les autres, avait-il expliqué au "Monde des Livres" du 17 mars 2000. Tout à coup, à la page 24 ou 25, sans y penser, sans réfléchir, sans prendre de décision, j'ai commencé à écrire avec ce qui est devenu ma façon personnelle de raconter, cette fusion du style direct et indirect, cette abolition de la ponctuation réduite au point et à la virgule. Je crois que ce style ne serait pas né si le livre n'était pas parti de quelque chose que j'avais écouté. Il fallait trouver un ton, une façon de transcrire le rythme, la musique de la parole qu'on dit, pas de celle qu'on écrit. Ensuite, j'ai repris les vingt premières pages pour les réécrire."

Seguir "aquí en Le Monde"

Personalmente lo conocí en Orellana la Vieja, un pueblo de Badajoz, en una calurosa tarde de julio de 1992, y durante la celebración de nuestra Escuela de Verano. Se había acabado de publicar en España su novela "El Evangelio según Jesucristo" y nos contó la anécdota del origen de su título, un error, como tantas veces sucede... nos juntamos un grupo y charlamos hasta altas horas de la noche.

Hay miles de crónicas sobre el hombre Saramago, (leer esta sobre un prólogo) y es que vamos siendo conscientes de la perdida que supone su presencia para luchar contra el reino de tanta injusticia en la Tierra. (Leer aquí las palabras a V. Navarro) Leer otro más aquí.