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miércoles, 6 de marzo de 2024

El presidente Milei y su novela negra. Muchos argentinos –ya lo anunció su nuevo presidente– van a sufrir mucho: todo depende, una vez más, de cuánto quieran y puedan soportar, cuánto quieran y puedan esperar

Muchos argentinos –ya lo anunció su nuevo presidente– van a sufrir mucho: todo depende, una vez más, de cuánto quieran y puedan soportar, cuánto quieran y puedan esperar.

Temíamos la motosierra, la dolarización, la voladura del Banco Central, la venta de órganos. Y ahora, por momentos, pareciera que lo más temible de Javier Milei es que será un Macri cualquiera –o un Menem o un Videla.

El licenciado Javier Gerardo Milei ya es el Excelentísimo Señor Presidente de la República Argentina. La ceremonia de traspaso tuvo la pompa efímera que suelen tener estos jabones: un señor feliz porque empieza, un señor amargado porque ya nunca empezará. Aquel verso triste de Calamaro, “Todo lo que termina, termina mal”, debe haber sido escrito para los gobiernos ñamericanos: en las últimas 18 elecciones una sola vez ganó el oficialismo –y fue, con perdón, en Paraguay.

Como asumió debía hablar y, en lugar de hacerlo frente a diputados y senadores y gobernadores, supuestos representantes del país, lo hizo frente a unos pocos miles de seguidores en la Plaza del Congreso. Su discurso era transmitido por esa televisión y radio públicas que pretende privatizar, y empezó diciendo que “hoy comienza una nueva era en la Argentina” –y se quedó pegado a la palabra era, era, era, era. Pero en cuanto pudo se lanzó a su espacio de supuesto saber, la economía. Para decir que había recibido una herencia tremenda, la peor de la historia, y lanzar una catarata de números horribles –siempre en miles de millones de dólares– y enredarlos en unas multiplicaciones muy dudosas y, así, terminar profetizando una inflación del 15.000% anual “la cual vamos a luchar contra uñas y dientes para erradicarla”, dijo, literal.

Y que, entonces, el ajuste es inevitable y no puede ser gradual sino modelo shock, todo de golpe. El centro de su política, ahora, parece consistir en amenazar con un futuro tan oscuro que un futuro negro sería su gran triunfo. Anuncia meses de sufrimientos económicos brutales y que “naturalmente eso impactará de modo negativo”, dijo, “sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes”. Pero que habrá “una luz al final del camino”, remató, equivocando de nuevo la metáfora.

O mintiendo, como cuando repitió por enésima vez que a principios del siglo XX “la Argentina fue la primera potencia mundial”, dato absolutamente falso. O cuando dijo que “en materia de seguridad, la Argentina se ha convertido en un baño de sangre”, hablando de un país con cinco homicidios cada 100.000 habitantes por año, por debajo de la media mundial, muy por debajo de los Estados Unidos, Chile o Uruguay –y el público o pueblo gritaba “policía, policía”.

Y, por supuesto, le echaba la culpa de todo el desastre actual al estatismo, eludiendo otro hecho significativo: en la Argentina, en el último medio siglo, hubo tres gobiernos privatizadores: el de los militares (1976-83), el de Carlos Menem (1989-99) y el de Macri (2015-19). O sea que casi la mitad de este medio siglo el país estuvo gobernado por neoliberales –que, en realidad, tomaron medidas mucho más enérgicas e influyentes que los estatistas. Pero una cosa es la realidad y otra el discurso, y el discurso actual es que la única forma de solucionar los problemas argentinos es volver a hacer –con mayor furia– lo mismo que se hizo en 1976, 1989, 2015. Cuyos resultados, cada vez, fueron catástrofes.

* * *

El discurso fue, de todos modos, una anécdota menor. Ahora se trata de saber qué hará el señor Milei con su gobierno. Para empezar, su equipo: de sus diez ministros, cinco fueron altos funcionarios de Macri y cuatro integraron la administración de Menem. Son pura “casta”, la tan odiada casta. Solo la canciller no ha tenido cargos públicos previos y todos ellos –y sus subordinados cercanos– exhiben másters de negocios en universidades privadas; la mayoría trabajó, en algún momento, para bancos y grandes fondos de inversión. Mientras tanto, los personajes peculiares que armaron al principio el partido ganador –y que le daban ese aire entre delirante y renovador que tanto lo ayudó– se quedaron sin cargos. El único que desentona un poco, entre ex funcionarios y ex ejecutivos de negocios, es un tal Javier Milei. Todo consistirá en ver, en estos meses, quién logra usar a quién. Si la casta que tanto denunció lo manipula, si él consigue desasirse de ella, si pretende hacerlo.

No parece, porque ahora, además de su gabinete, las medidas que estaría por tomar dejarían su campaña reducida a una farsa excelente. (Y sería un alivio, porque entonces no dolarizará ni volará el Banco Central ni liberará las armas ni se venderán órganos humanos). Pero, en tal caso, el resultado sería un magnífico engaño: que, para imponer la cuarta encarnación neoliberal –tras Videla, Menem y Macri– un señor embarcó a millones con el cuento de la motosierra cuando lo que va a hacer es consolidar el poder de los que siempre tuvieron el poder en la Argentina.

Si es así, nos queda la discusión inútil: ¿lo planeó desde el primer momento o las circunstancias se lo fueron imponiendo? O, incluso: si fue planeado, ¿lo planeó él mismo o solo fue una pieza en un engranaje mucho más complejo?

Es otro debate anecdótico. Ahora, con toda su fuerza, el futuro avanza. Para tratar de reconocerlo juega un dato menor: parece seguro que Milei confirmó, en su reciente visita a Washington, la compra a Estados Unidos de 24 aviones de combate F-16. Para un proyecto cuya gran promesa es recortar el gasto público la medida es curiosa.

Pero nos faltan datos, todavía. El nuevo gobierno había anunciado que este lunes 11, primer día de sesiones extraordinarias del Congreso, mandaría su ley ómnibus con la gran mayoría de los medidas económicas, pero ahora dice que tardarán unos días más.

Mientras tanto, hay tres grandes sectores –grosso modo– que impulsan y celebrarían que al señor Milei le fuera bien.

El principal es el poder empresario y sus grandes canales: esos medios de prensa que semanas atrás se espantaban con sus espantos y que ahora lo ven más alto y más rubio y con posibilidades de salvar a la patria en peligro. Han descubierto un “mileísmo pragmático” que, tras la limpieza de imagen y las concesiones del nuevo presidente, les permite tomarlo como uno de los suyos, el que podría beneficiarlos con sus medidas económicas y la permisividad de un mercado sin controles.

Después está el núcleo duro de los jóvenes mileístas, los apasionados de la motosierra, que querían con buenas razones romper todo. Y están, por fin, muchos millones de argentinos que no tienen nada muy a favor ni muy en contra de Milei salvo la evidencia de que él es ahora el que manda y la esperanza de que si a su gobierno le va bien a ellos les irá menos mal.

Pero los tres sectores podrían chocar contra rompientes muy molestas. Los empresarios, si la situación económica de “esfuerzos y sacrificios” que promete Milei se les vuelve en contra y la inflación reduce aún más el consumo y pierden las obras públicas y no les alcanza con echar empleados y la apertura de las exportaciones los hunde un poco más.

Los motosierros, si descubren que su ídolo, más que romper, va a consolidar las estructuras que los hacen vivir como viven. ¿Qué pasará si los muchachos mileístas –esos tan cacareados jóvenes de clase baja y media baja, menores de 30, sin trabajos formales– ven que el León que se iba a comer el mundo a dentelladas se ha transformado en un Macri con melena y decisión? ¿Cuánto tiempo van a esperar tranquilos que se desencadene esa furia justiciera que el furibundo les prometió a los gritos? ¿Cuánto durará la paciencia de los que votaron la impaciencia más rabiosa?

Y queda, por supuesto, la decepción más silenciosa, más profunda de los millones que esperan algo porque siempre es mejor esperar algo, si descubren que no pueden pagar el agua o la luz o el transporte sin subsidios o simplemente pierden el empleo o las ayudas que les permitían comer de vez en cuando.

Todas estas variables están abiertas y se van a jugar en los próximos meses. Muchos argentinos –ya lo anunció su nuevo presidente– van a sufrir mucho. Todo depende, una vez más, de cuánto quieran y puedan soportar, cuánto quieran y puedan esperar. Ya lo dijo el presidente Milei: la Argentina comenzó una nueva era –y se parece tanto a las de antes.


miércoles, 20 de diciembre de 2023

Crónica de un desastre anunciado. ¿Argentina va a creer en la magia monetaria? Paul Krugman.

Argentina es un gran país, es rico por sus recursos, tiene buenas tierras con inmensos pastizales, buenas costas con pesca abundante, minerales valiosos, gas, petróleo, agua dulce, cereales en inmensas cantidades, ha sido un país culto y formado con buenas universidades, premios Nobel, baja densidad de población... etc. Y qué le ha ocurrido para que estén, como sociedad, llenos de deudas y pasando hambre y con gran parte de la población en la pobreza y miseria. 

Simplificando mucho, podemos decir que ha padecido una muy mala gestión continuada. Dictaduras militares con palabras patrioteras pero con grades desfalcos, robo de riquezas naturales y corrupción rampante... 

Ahora, una vez más, se ve venir una gestión que castigará a los mas pobres y necesitados, los menos culpables del estado actual y ofreciendo una nueva ocasión para que los más ricos y poderosos de hagan aún mas ricos y poderosos aprovechando el desastre de la crisis e inflación para apoderarse de más riquezas y propiedades... 

El pueblo caerá en más miseria y pobreza,... las grandes fortunas y multinacionales se harán más poderosos y ricos,... 

Milei en primer lugar ha viajado a EE.UU. a rendir pleitesía al gigante del Norte y asegurarle la protección de sus intereses ,... es la crónica de un desastre anunciado... y con los votos de un pueblo manipulado y engañado por los medios de comunicación en mano de los poderosos. 

Paul Krugman, el premio Nobel de economía americano nos adelanta parte de lo que ocurre y ocurrirá en el inmediato futuro.


Hace tres semanas, Argentina eligió a Javier Milei como su nuevo presidente. Milei contendió en una plataforma libertaria radical, cuya propuesta más notable era la eliminación de la moneda argentina, el peso, para remplazarla con el dólar estadounidense.

En este momento, no se sabe bien si en realidad Milei cumplirá esa promesa o qué tan radical será en verdad su rompimiento con políticas anteriores en general; yo no pretendo entender lo que está ocurriendo realmente en la política argentina. Pero el hecho de que tantas personas creyeran, al parecer, que la dolarización resolvería los problemas de Argentina solo fue el ejemplo más reciente del poder persistente del pensamiento mágico en materia monetaria.

A decir verdad, a veces el dinero —y la política monetaria— pueden parecer magia. Incluso antes del surgimiento de la tecnología de la información, era bastante asombroso que la gente pudiera convencer a otras personas de darles bienes y servicios a cambio de unos pedazos de papel verde sin ningún valor intrínseco. Ahora podemos hacer transacciones desde celulares y con tarjetas de débito sin contacto que no representan otra cosa más que representaciones digitales del papel verde sin ningún valor.

Pero el dinero existe y funciona; de hecho, tiende a aparecer en alguna forma, aunque no tenga ningún tipo de respaldo oficial. Por un tiempo, Sam Bankman-Fried convenció a inversionistas de que las matemáticas complicadas podían hacer aparecer de la nada una alternativa al dólar; ahora él está en la cárcel y, según se dice, esa cárcel se ha convertido en una economía interna rudimentaria que se basa en el intercambio de paquetes de macarela. (Piensen en todas las bromas que se han hecho acerca de que ahí hay algo sos-pez-choso).

Entonces, de cierta manera no nos sorprende que a menudo la gente se imagine que introducir una nueva moneda y decir las palabras mágicas correctas pueda resolver los problemas económicos de un país. Es un poco más sorprendente que los argentinos crean en este tipo de pensamiento. Después de todo, ya lo han vivido.

Es verdad que Argentina nunca ha estado dolarizada por completo, pero en 1991 intentó controlar la inflación con una ley que supuestamente establecería una tasa de cambio permanente de un peso por dólar, un compromiso respaldado por una “junta monetaria” que fue promocionada por conservar un dólar en reserva por cada peso en circulación. La verdad era que los pesos nunca estuvieron respaldados al 100 por ciento con dólares, pero este respaldo incompleto no fue la razón por la que el sistema se derrumbó. Más bien, el problema fue que al haber eliminado la posibilidad de usar una política monetaria para impulsar la economía cuando era necesario, Argentina se vio atrapada en una recesión prolongada y extenuante. Además, la junta monetaria no resolvió el problema persistente de los déficits presupuestarios que tenía el país.

También había otro problema: ¿por qué vincular el peso al dólar? Argentina está muy lejos de Estados Unidos y en realidad tiene más comercio con China y la Unión Europea que con Estados Unidos. Sin embargo, cuando el dólar subió y bajó, por razones que no tenían nada que ver con Argentina, la moneda argentina siguió estas fluctuaciones. A fines de la década de 1990, hubo un gran aumento en el valor del dólar, tal vez como reflejo del optimismo por el auge tecnológico de esa época.

Entonces, Argentina, al haber vinculado el peso al dólar, vio que su moneda aumentaba de valor en los mercados mundiales, lo cual hizo que sus exportaciones fueran cada vez menos competitivas y profundizó la recesión. Y por supuesto que abandonar por completo el peso por los dólares tendría el mismo problema: en la práctica, Argentina amarraría su política económica a la de un país que tiene problemas muy diferentes y que ni siquiera es su principal socio comercial.

Por cierto, si El Salvador —que ha estado intentando promover el uso de bitcoin— consiguiera, ay, bitcoinizar su economía, tendría el mismo tipo de problema pero a una escala mucho mayor, al vincular de manera efectiva su política económica a un activo con un valor salvajemente fluctuante. Por fortuna, incluso con la promoción gubernamental, el bitcoin no parece tener mucha atracción como dinero real.

En cualquier caso, la junta monetaria de Argentina se desplomó de manera desordenada a principios de 2002. El gobierno señaló al final que muchas deudas especificadas en dólares se declararían después del hecho en realidad en pesos, lo cual era más o menos necesario para evitar una desastrosa oleada de bancarrotas. La economía argentina, ya liberada de su vinculación con el dólar, prosperó por un tiempo.

Por desgracia, el antiguo problema de los déficits presupuestarios irresolubles nunca desapareció y, a la larga, la inflación resurgió de manera estrepitosa.

Pero, esperemos. El primer intento de Argentina de controlar la inflación con prestidigitación monetaria se remonta incluso más atrás en su historia. A finales de la década de 1970, el régimen militar que, en ese momento, gobernaba el país intentó utilizar una serie de minidevaluaciones de desaceleración gradual preanunciada —la tablita— para frenar la inflación. (Es probable no quieras conocer los detalles). Como en episodios posteriores, esta estrategia monetaria no estuvo respaldada por una reforma adecuada de otras medidas y acabó en una crisis de la balanza de pagos y en el resurgimiento de la inflación. Llegados a ese punto, no quedaba más remedio que invadir las Islas Malvinas.

¿Acaso esto quiere decir que la reforma monetaria nunca funciona? No, puede tener éxito si está respaldada por otras reformas importantes. A principios de la década de 1990, Brasil, que también ha tenido sus problemas de inflación, remplazó su vieja moneda, el cruzeiro, con el real. Ahora bien, tal vez no estemos acostumbrados a pensar en Brasil como un ejemplo de economía, pero los brasileños sí lograron solucionar sus problemas subyacentes, a tal grado que el país pudo reducir la inflación de forma duradera.

Así que introducir una nueva moneda puede frenar con éxito la inflación, si esto se acompaña de otras reformas políticas, aunque en ese caso no se sabe qué tanto importó la moneda. Citemos a Voltaire, cosa que pocas veces hacemos en economía, “algunas palabras y ceremonias destruirán un rebaño de ovejas de manera eficaz, si se suministran con una cantidad suficiente de arsénico”.

A fin de cuentas, lo que importa es darse cuenta de que, si bien hay algo de magia en la economía monetaria, cambiar la moneda pocas veces tiene efectos mágicos. Además, es especialmente importante señalar, dado el entusiasmo de los tipos de criptomonedas y demás, que, aunque Estados Unidos tiene muchos problemas, nuestra moneda prácticamente no tiene nada de malo. Es cierto que hace poco tuvimos un brote de inflación, pero no fue provocado por problemas de nuestra moneda, y parece que ya hemos terminado más o menos con ese aumento de la inflación sin pagar ningún precio importante en materia de desempleo. En estos momentos, muchas cosas son problemáticas, pero el dólar va bien.

Paul Krugman ha sido columnista de Opinión desde 2000 y también es profesor distinguido en el Centro de Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Ganó el Premio Nobel de Ciencias Económicas en 2008 por sus trabajos sobre comercio internacional y geografía económica. @PaulKrugman


jueves, 7 de diciembre de 2023

¿Por qué los argentinos votan a un loco de remate como presidente?

Fuentes: dewereldmorgen.be/

Traducido del neerlandés para Rebelión por Sven Magnus

El 19 de noviembre uno de los políticos más extremistas de toda Argentina ganó las elecciones presidenciales. El hombre es un auténtico bicho raro, y sin embargo consiguió ganarse a la mayoría de sus compatriotas. ¿Cómo se ha llegado a esto y cuáles son las consecuencias?

Idiota
El nuevo presidente, Javier Milei, fue elegido con un programa de extrema derecha. Sus fans le llaman cariñosamente «el león». Su símbolo es una motosierra. La llevó a sus reuniones y prometió recortar el gasto público hasta los huesos.

Su plan es abolir la mayoría de las instituciones estatales, incluidos los ministerios de Sanidad, Educación, Ciencia, Tecnología, Transporte, Obras Públicas, Cultura y la mayoría de los demás ministerios.

Todos los servicios sociales deberán privatizarse. Quiere recortes drásticos en las pensiones y que desaparezcan la sanidad y la educación públicas. Todo será gestionado por empresas con ánimo de lucro. Según él, sólo ellas pueden resolver los problemas de la sociedad.

Javier Milei está llevando muy lejos su fundamentalismo extremo del libre mercado: por ejemplo, quiere crear un mercado de bebés. El aborto pasa a ser ilegal, pero las mujeres embarazadas que no quieran quedarse con su hijo pueden venderlo en el mercado libre a personas que quieran adoptar niños. Además del mercado de bebés, también quiere crear un mercado de órganos humanos.

A pesar de su imagen libertaria, las políticas que propone son extremadamente autoritarias. Milei elige la dictadura fascista en Argentina (1976-1983) y niega los asesinatos masivos, torturas y desapariciones de decenas de miles de activistas de izquierdas durante ese periodo. La vicepresidenta Victoria Villarruel es una descarada admiradora del dictador Jorge Rafael Videla. Será ministra de Defensa y Seguridad.

Milei prometió militarizar el país. La policía podrá detener y encarcelar más fácilmente a los ciudadanos en las prisiones, las cuales también quiere privatizar. Creará un sistema nacional de vigilancia, una base de datos para rastrear a los ciudadanos e instalará cámaras de vigilancia con reconocimiento facial en todo el país.

También hay una ruptura total con el pasado en la política exterior. En primer lugar, quiere acabar con la soberanía monetaria de su país aboliendo el peso e introduciendo el dólar como moneda oficial.

«El peluca», como también se le llama por su peculiar peinado, ha prometido cortar las relaciones diplomáticas con China y con el vecino Brasil. Detalle interesante: ambos países son los mayores socios comerciales de Argentina, juntos representan el 35% del comercio exterior.

Los principales nuevos aliados de Argentina son ahora Estados Unidos e Israel. En los mítines, Milei ondeaba la bandera israelí y se ha comprometido a apoyar al régimen de Israel mientras éste comete multitud de crímenes de guerra contra el pueblo palestino.

La victoria de Milei tendrá importantes implicaciones geopolíticas, ya que Argentina planeaba unirse a los BRICS. El nuevo Presidente ha declarado que su país no sólo no se adherirá, sino que además desea sabotear esta organización «comunista».

En la misma línea, quiere socavar los intentos latinoamericanos de integración regional y poner su país enteramente a disposición de Estados Unidos. Al menos para el establishment estadounidense, la victoria de Milei es un regalo del cielo.

En muchos sentidos, Milei es incluso más extremista que Trump. Es partidario de la llamada ideología anarcocapitalista del ultraderechista estadounidense Murray Rothbard. Rothbard fue aliado del Ku Klux Klan [1] y de otros supremacistas blancos.

Quizá sea mejor comparar a Milei con Augusto Pinochet, el general que instauró una dictadura militar en Chile tras un golpe de Estado patrocinado por la CIA en 1973.

Aparte de sus opiniones extremistas, mucha gente en Argentina lo considera trastornado e inestable mentalmente. Por ejemplo, Milei declara que puede hablar con su perro muerto desde el más allá. Dice que Conan, como lo llamó -por Conan el Bárbaro- influyó en cuanto a su política económica.

Pagó 50.000 dólares para clonar a su perro muerto. A cada perro clonado le puso el nombre de un economista de libre mercado de extrema derecha

Declaraciones
¿Cómo se explica que el 56% de los argentinos haya votado a este loco?

Un primer factor es la pésima situación socioeconómica de gran parte de la población. El país atraviesa dificultades económicas, en parte debido a la elevada carga de la deuda. Muchos empleos son informales e inseguros. Los salarios han caído en picado y a veces están por debajo del umbral de pobreza. Además, la inflación disparada está erosionando gravemente el poder adquisitivo. Al mismo tiempo, los ricos ven aumentar sus fortunas.

Sus principales víctimas son los jóvenes, que representan el 27% del electorado. Más que otros grupos de población, se ven afectados por la pobreza y la exclusión social. A esto se añade la cuarentena durante la pandemia. El 69% de los menores de 24 años votaron a Milei. Entre los mayores de 45 años, sólo el 40%.

Un segundo factor es el papel de los medios de comunicación. Éstos, como en todo el mundo capitalista, están en manos de grandes magnates. Dadas sus opiniones económicas, vieron en Javier Milei un candidato interesante. Hasta hace poco era un don nadie de la política, pero gracias a una intensa ofensiva mediática, los grandes medios de comunicación lo catapultaron en poco tiempo a la fama.

Por ejemplo, fue entrevistado 235 veces en el año 2018. Ninguna otra figura de la política se acercó siquiera a estas cifras. Lo mismo ocurrió en los años siguientes. Era, como dice Atilio Borón «una construcción mediática pulcramente planificada».

Los medios de comunicación dominantes le presentaron con éxito como alguien fresco, nuevo y joven, a pesar de tener 53 años.

Un tercer factor es la debilidad del bloque peronista de centro-izquierda [2], en el poder desde 2019 liderado por el presidente Alberto Fernández. Este peronista sí intentó seguir un rumbo social. Pero en un país con un Estado débil e ineficaz, eso fue insuficiente para hacer frente con éxito a la devastación causada por años de degradación social y económica.

Este partido tampoco ha sabido librar una batalla de las ideas. El resultado es el triunfo de la «antipolítica» en la que la clase política y el Estado son vistos como agentes corruptos o depredadores mientras se oculta el papel de las grandes empresas y las clases dominantes como agentes de explotación colectiva.

No se luchó contra la exaltación del hiperindividualismo y el abandono o incluso el rechazo de las estrategias de acción colectiva. Eso facilita que un populista como Milei se anote un tanto.

El candidato presidencial perdedor de los peronistas fue Sergio Massa. Representaba al ala derecha de la coalición peronista. La izquierdista y mucho más popular Christina Fernández de Kirchner no pudo participar en las elecciones debido a un golpe judicial en su contra. En Argentina, el sistema judicial está controlado por oligarcas de derechas. Es extremadamente corrupto.

Al final la votación se decantó entre un ultraliberal de extrema derecha, Milei, y un neoliberal de centro derecha, Massa, asociado a las mismas políticas neoliberales que llevaron a Argentina a su actual crisis económica.

Dado que no hay alternativa real, mucha gente ha optado por el cambio, aunque tenga que venir de un loco. Por lo menos es un loco que tiene ideas nuevas. Mejor eso que las desastrosas políticas neoliberales que llevan tanto tiempo aplicándose y que están causando tanta miseria.

Profundizar
Las fuerzas de izquierda en Argentina tienen ciertamente puntos débiles y sin duda han cometido errores en el pasado. Pero para rastrear las causas reales y fundamentales tenemos que profundizar más.

Como muchos países del Sur Global, Argentina exporta principalmente materias primas y productos agrícolas como maíz, trigo, soja, carne de vacuno, oro, etc. Se trata de productos intensivos en mano de obra y con escaso valor añadido. Las importaciones consisten principalmente en tecnología y bienes de capital de alto valor añadido, como ordenadores, automóviles, equipos médicos, maquinaria de alta tecnología, etc.

Este modelo de comercio es muy desventajoso porque se obtiene poco por lo que se exporta y se tiene que pagar mucho por lo que se importa. Es la clásica estructura (neo)colonial en la que están atrapados tantos países del Sur global.

En el pasado, los peronistas han intentado romper ese esquema. Querían producir ellos mismos más productos acabados y entre otras cosas aplicaron políticas proteccionistas con ese fin. Pero eso no era del agrado de las élites. En Argentina la producción agrícola está en gran parte en manos de oligarcas conservadores (grandes terratenientes) y, además de su control sobre los medios de comunicación y el poder judicial (véase más arriba), tienen una influencia considerable sobre el sistema político.

Esos oligarcas se han opuesto sistemáticamente a los programas nacionales de los líderes progresistas para industrializar el país. Bajo su impulso se instauró una dictadura militar en 1976, a la que siguieron varios regímenes de derechas alternados con gobiernos peronistas. Estos regímenes de derechas acabaron con la estrategia de industrialización de los peronistas. Desindustrializaron el país e impusieron políticas económicas neoliberales.

Cada vez que los peronistas llegaban al poder, intentaban desplegar al máximo su estrategia de industrialización, pero eso era insuficiente para resolver el problema estructural en el que Argentina y tantos otros países están atrapados.

Debido a su escasa industrialización y a un patrón comercial adverso, Argentina necesita constantemente más dinero para financiar sus importaciones y se endeuda cada vez más de forma crónica. Esta gran carga de la deuda también hace que el país dependa completamente del capital extranjero y le hace perder su soberanía económica. Entonces ya no es el gobierno elegido, sino los mercados internacionales de capitales y los inversores extranjeros quienes marcan las líneas maestras de la política económica.

Y, por supuesto, esa política no está orientada a las necesidades de los argentinos, sino a las de los «prestamistas» del Norte. Otro efecto de esta situación es que se produce una devaluación sistemática de la propia moneda, lo que a su vez alimenta la inflación.

Las políticas neoliberales antisociales de los últimos 40 años, junto con la inflación usurera, proporcionan un caldo de cultivo ideal para el extremismo de derechas. Los electores frustrados se dejan engañar fácilmente por un demagogo, aunque tenga las ideas más extremas y excéntricas.

En esencia, Javier Milei es el producto de un sistema económico neocolonial con políticas neoliberales por encima.

La sopa
Al igual que en Washington, la victoria de Milei fue recibida con vítores por los mercados financieros. Pero es muy dudoso que pueda poner en práctica muchos de sus excéntricos planes. Muchos de sus planes, como la dolarización de la economía, ya se han intentado en el pasado, sin éxito.

Además, se trata de un presidente sin experiencia que no tiene mayoría en el Parlamento y que tendrá que gobernar en un país con fuertes sindicatos y un historial de protestas masivas.

Así, la sopa no se tomará tan caliente como se sirve. Sin embargo, la elección de Milei no es un hecho trivial. Argentina es el tercer país más importante de América Latina. El avance de la extrema derecha tendrá importantes consecuencias no sólo para la región, sino para todo el mundo.

La elección de este chiflado de extrema derecha es una llamada de atención para nosotros. Orban, Trump, Johnson, Bolsonaro, Meloni y quizás pronto Wilders en Holanda y Le Pen en Francia. No crean que en otros países sea imposible.

Referencias:
Atilio Boron analiza el triunfo de Milei: “fue una construcción mediática prolijamente planificada”

Cómo el extremista Javier Milei se convirtió en presidente de Argentina: una historia de deuda, crisis e imperio (vidéo en inglés)

Notas:

[1] El Ku Klux Klan (KKK) es una organización blanca clandestina de Estados Unidos, conocida y tristemente célebre por su violencia racista. Sus miembros se dedicaron al terror contra los negros, otras personas de color y los luchadores por los derechos constitucionales. También eran antisemitas, homófobos, antiislámicos, anticatólicos y anticomunistas, y se volvían contra los nuevos inmigrantes.

[2] Juan Perón (1895-1974) fue un presidente popular. Se casó con la aún más popular Eva Duarte, más conocida como Evita. Desplegó una política de reformas sociales y económicas. Económicamente, intentó romper con el típico modelo colonial y neocolonial en el que los países del Sur exportaban principalmente materias primas baratas e importaban productos acabados caros. Asignó un papel importante al Estado.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.​


miércoles, 1 de noviembre de 2023

Cuán rica llegó a ser realmente Argentina y cómo y cuándo comenzó su desplome económico

Imagen del obelisco y la avenida 9 de Julio en Buenos Aires

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Buenos Aires fue apodada "La París de Sudamérica" a principios del siglo XX.


"La Argentina arrancó el siglo XX siendo el país más rico del mundo, y hoy tiene 40% de pobres y 10% de indigentes".

Esta frase, repetida varias veces durante la campaña presidencial por el economista "libertario" Javier Milei -el candidato que lidera las encuestas para los comicios de este domingo- reproduce un concepto que subyace en el inconsciente de los argentinos: que esta nación, sumida desde hace décadas en sucesivas crisis económicas, supo alguna vez ser una superpotencia.

Son varios los motes que rememoran ese pasado glorioso. El más famoso es "el granero del mundo", una referencia al poderoso modelo agroexportador que llevó a Argentina a ser rica hace un siglo, y hoy sigue siendo su principal sustento económico.

También está "la París de Sudamérica", una alusión a la bella arquitectura de estilo europeo de la capital argentina, que hoy desentona con la realidad de un país en el que el 56% de los niños son pobres.

Estas nostálgicas frases son recuerdos de una época dorada que muchos en el país idealizan. Y que algunos políticos, como Milei, prometen revivir.

"Argentina puede volver a ser una potencia mundial", dice una y otra vez el economista ultraliberal.

"Si aplicamos todas las reformas promercado, en los primeros 15 años nos podríamos parecer a Italia o Francia; en 20 años a Alemania; en 35 a Estados Unidos", asegura, haciendo referencia a algunos de los países con los que la nación sudamericana se codeaba a principios de siglo.

No es el primer político que ilusiona a los votantes con volver a ese pasado próspero.

El expresidente Mauricio Macri (2015-2019) -cuyo espacio está representado en estas elecciones por Patricia Bullrich- propuso en su momento convertir a Argentina en una "nueva Australia", un país que en la primera parte del siglo XX tuvo una trayectoria económica paralela a la de Argentina, pero que logró mantener la senda del desarrollo, algo que muchos argentinos toman como ejemplo de lo que tendría que haber hecho su nación.

Pero ¿fue realmente Argentina el país más rico del mundo?

Y ¿cómo pasó de estar entre las naciones más acaudaladas a ser uno de países con mayor inflación del planeta?

Una mano entregando a otra billetes de 1000 y 500 pesos argentinos 
Una mano entregando a otra billetes de 1000 y 500 pesos argentinos

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Argentina tiene una inflación interanual del 138%, y eliminó 13 ceros de su moneda en el último medio siglo.



¿El #1?

Comparar la riqueza de distintos países es complejo, pero la mayoría de los expertos considera que la mejor forma de hacerlo es medir el Producto Interno Bruto por habitante (PIB per cápita o PIBpc).

Dado que el PIB de países periféricos, como Argentina, empezó a medirse oficialmente recién a mediados del siglo XX, los datos anteriores a ese período deben ser tomados con pinzas.

No obstante, economistas de diversas ideologías coinciden en que la fuente más confiable es la base de datos del 56, que utiliza diversas estadísticas económicas históricas para estimar el PIBpc desde el comienzo de la civilización.

En 2018, esa serie estadística -creada por el economista británico Angus Maddison y luego mantenida, hasta la actualidad, por la Universidad de Groninga, en Países Bajos- estimó que Argentina había sido el país más rico del mundo en el año 1896, y que luego se mantuvo entre los más acaudalados en las primeras décadas del siglo XX.

Sin embargo, la metodología utilizada fue cuestionada por muchos historiadores económicos, llevando a la publicación de una nueva serie estadística en 2020 que le quitó la corona de #1 al país sudamericano, relegándolo al sexto puesto en 1896.

No obstante, esa edición -que sigue siendo la más actual- confirma que Argentina empezó el siglo XX siendo una de las naciones más ricas del mundo, una prosperidad que lo llevó a estar en el "top 10" de naciones acaudaladas antes de la Primera Guerra Mundial (1914-18), posición de la que iría descendiendo hasta alcanzar el puesto 66 hoy.

¿Cuán rica llegó a ser Argentina?

En 1913, antes de que estallara la Gran Guerra, el PIBpc argentino era de US$6.052 (a precio de dólar de 2011), según los cálculos del Proyecto Maddison.

Eso era menos del PIBpc de Estados Unidos (US$10.108), Reino Unido (US$8.212) y Australia (US$8.220).

Pero era el doble que el de su excolonizador España (US$3.067), del que se había independizado casi un siglo atrás, y superior al de Alemania (US$5.815), Francia (US$5.555) e Italia (US$4.057), entre otras naciones europeas.

También era muy superior al ingreso de países asiáticos que hoy dominan la economía, como China (US$985) y Japón (US$2.431).

Pero no se trataba de un fenómeno regional, como muestran los índices de sus vecinos y otros países latinoamericanos como Uruguay (US$4.838), Chile (US$4.836), México (US$2.004) y Brasil (US$1.046).

Entonces, ¿cuándo empezó Argentina a perder su lugar privilegiado en el mundo y por qué?

"100 años de decadencia"

Si uno mira cómo evolucionó el PIB por habitante en el mundo en el último siglo puede ver que la posición de Argentina en el ranking mundial fue descendiendo de manera sostenida a lo largo de los últimos cien años.

Es decir: aunque la riqueza de todos los países -incluyendo Argentina- fue aumentando con el paso del tiempo, la nación sudamericana arrancó el siglo XX teniendo ingresos de un país rico y lentamente fue quedando cada vez más relegado en la tabla internacional.

Muchos llaman al fenómeno "los 100 años de decadencia argentina" y aseguran que este es el único ejemplo que existe de un país que pasó de ser desarrollado a estar en vías de desarrollo.

Algunos incluso usan el caso argentino para aleccionar sobre qué no hacer.

Así lo hizo la revista económica británica The Economist, que en 2014 publicó una famosa nota de portada titulada "La parábola de Argentina", en la que explicaba "lo que otros países pueden aprender de un siglo de declive".

La portada de The Economist del 15 de febrero de 2014.
La portada de The Economist del 15 de febrero de 2014.

El artículo apuntaba claramente a un culpable por esa caída: el peronismo, el movimiento político fundado en por Juan Domingo Perón y su esposa, Eva Duarte ("Evita"), que desde 1946 fue la principal fuerza que gobernó Argentina.

Según la revista de tendencia conservadora, el peronismo generó "una sucesión de populistas económicamente analfabetos" que llevaron a Argentina "a la ruina".

Se trata de una opinión muy difundida entre los sectores liberales en el país sudamericano.

Pero ¿es verdad?

El peronismo

El economista Fausto Spotorno es el vicepresidente de la Fundación Norte y Sur, dedicada a temas de desarrollo, y compiló las estadísticas económicas de Argentina desde su fundación en 1810 hasta 2018.

Spotorno señaló a BBC Mundo que "los datos muestran que el crecimiento económico argentino se empezó a frenar a partir de 1930", cuando el país sudamericano sufrió un embate doble: los impactos de la crisis internacional, por la caída de la bolsa de Wall Street, y su primer golpe de Estado militar.

No obstante, remarcó: "Está claro en los números que a partir del peronismo la cosa se empezó a complicar".

"Argentina se pareció a una economía desarrollada, por nivel de vida, por ingreso per cápita y por tasa de crecimiento, hasta 1946", detalló. Es decir: hasta la llegada de Perón.

Juan Domingo Perón y su primera esposa, "Evita"

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Juan Domingo Perón y su primera esposa, "Evita", fundaron un movimiento popular que gobernó durante 40 de los últimos 78 años.


"Ahí es cuando empieza a aparecer la inflación", señaló, en referencia al problema más persistente que ha tenido Argentina.

Si bien el país había tenido aumentos de precios antes, aclaró, a partir de ese momento escalaron por primera vez por encima del 20%.

¿Por qué empezó a subir la inflación? "Porque aumentó mucho el gasto", explicó el economista, quien señaló que "Argentina tenía un gasto público del 8,5% del PIB y en la segunda mitad de la década de 1940 aumentó al 12%".

Sin embargo, Spotorno aclaró que muchos de los problemas que enfrentó Perón habían surgido antes de su llegada, y se agravaron por el contexto internacional desfavorable que trajo la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Los países europeos a los que Argentina exportaba su agricultura retaceaban los pagos, afirmó. Y el país, que por décadas había tenido superávit primario -es decir, más ingresos que egresos- "empezó a tener déficit en la década de 1940".

Este agujero no podía ser resuelto -como habían hecho gobiernos anteriores- con financiación externa, también por culpa de la guerra, dijo el experto.

Pero esas limitaciones no frenaron a Perón, quien, a pesar del contexto, elevó fuertemente el gasto social.

"Argentina aumentó los gastos sin poder financiarlos", señaló Spotorno. "Perón nacionalizó el Banco Central para poder imprimir dinero, lo que disparó la inflación".

Ese problema (gastar más de lo que se tiene) fue escalando con cada gobierno sucesivo, explicó el economista.

Y la solución que encontraron todos -ya sea emitir más dinero o pedir más deuda- fue lo que llevó a que Argentina se convierta en uno de los países con más inflación y más defaults (o cesación de pagos de la deuda) en el mundo.


Los militares

Pero también es cierto que hay muchos que sostienen que es injusto decir que Argentina "perdió el rumbo" por culpa del peronismo.

Después de todo, esas potencias con las que se codeaba el país a comienzos de siglo tuvieron el beneficio del Plan Marshall, que después de la Segunda Guerra les permitió retomar la senda del desarrollo.

En cambio, Argentina, que se había tardado en declararle la guerra a Alemania y Japón, fue excluida de los mercados europeos.

Respecto a la inflación, recuerdan que Perón había logrado reducirla a menos del 4% antes de ser derrocado por un golpe de Estado en 1955.

Y observan que, después de ese evento, el peronismo quedó proscrito por más de 18 años.

Académicos como Eugenio Díaz Bonilla, economista y profesor de la George Washington University, han resaltado que si uno contrasta el trayecto económico de Argentina con el de Australia -que sufrió los mismos embates internacionales y tampoco estuvo incluido en el Plan Marshall- puede ver que el verdadero desplome del país sudamericano no ocurrió con el surgimiento del peronismo sino décadas más tarde, con la llegada del último régimen militar, que aplicó políticas neoliberales.

"Si uno compara a ambos países tomando como punto de referencia su distancia respecto al ingreso per capita de Estados Unidos, ve que la relación se mantiene pareja desde 1900 hasta 1975. El cambio se da con el golpe de 1976", señaló a BBC Mundo Díaz Bonilla tras la polémica que generó The Economist.

Emilio Massera (izq), Jorge Rafael Videla y Orlando Ramon Agosti, los líderes de la Junta militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976
Emilio Massera (izq), Jorge Rafael Videla y Orlando Ramon Agosti, los líderes de la Junta militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976

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Pie de foto,

Muchos académicos sostienen que el verdadero descalabro económico sucedió con el régimen militar, hace 40 años.

El historiador argentino Ezequiel Adamovsky concluyó lo mismo: "En los treinta años posteriores a 1945 la Argentina duplicó su ingreso per cápita y amplió su producto a ritmos superiores a los de EE.UU. y también a los del Reino Unido, Australia o Nueva Zelanda (aunque fueron superados por los de algunos países de Europa)", observó en una columna de opinión en El Diario AR.

"Con todos sus problemas, la economía argentina crecía entonces a un ritmo más veloz que el de las principales potencias occidentales", señaló.

"Es recién en 1975 que la economía local sufre una caída abrupta y pierde terreno por comparación no sólo con los países más avanzados, sino prácticamente con todo el mundo. Desde 1975 sí, puede decirse que el país sufre un declive", escribió en referencia a un período que estuvo signado por crisis de hiperinflación.

Un problema de base

Pero hay algo en lo que coinciden analistas de diversas ideologías: más allá de las culpas de gobiernos particulares, el problema de fondo que afectó a Argentina es una inestabilidad institucional que llevó a que en el siglo XX hubiera seis golpes de Estado, y que recién este año el país esté celebrando, por primera vez, 40 años ininterrumpidos de democracia.

Una investigación realizada por el profesor de Economía de la Universidad de Ljubljana Rok Spruk resaltó que esta debilidad surgió desde el comienzo.

"En comparación con EE.UU., Canadá y Australia, Argentina nunca completó la transición a una democracia abierta sustentada en el Estado de derecho", escribió Rok en un paper titulado "El ascenso y la caída de Argentina", publicado en 2019 en el Latin American Economic Review.

"Cuando los militares rompieron formalmente el orden constitucional en 1930, Argentina se embarcó en el camino de un desarrollo institucional inestable y frecuentes transiciones de ida y vuelta entre dictadura y democracia".

"En lugar de emprender el camino hacia un desarrollo institucional sostenido, Argentina sufrió un tumultuoso fraude electoral con una casi erosión del sistema de controles y contrapesos que precipitó el ascenso de líderes populistas".

La debilidad institucional de la democracia argentina provocó muchos quiebres durante el último siglo.

Spotorno dice que esa inestabilidad democrática hizo que Argentina perdiera el atractivo que había tenido a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

"Si tenés un golpe de Estado cada dos por tres y se violan las instituciones obviamente las inversiones empiezan a flaquear", señaló.

Para el economista, Argentina empezó a sufrir un declive “cuando se dejaron de respetar dos cosas: las instituciones y la básica relación entre ingresos y gastos del Estado".

"No tener instituciones permitió a los gobiernos siempre buscar atajos, en vez de hacer las cosas bien, y eso terminó en sucesivas crisis fiscales".

"El país tuvo un momento de orden, entre 1860 hasta 1930, donde todos estaban enfocados para el mismo lado", resume. "Después de eso todo fue buscar atajos y gastar de más".

Como un péndulo

Hay un factor más que resaltan varios expertos y que ayuda a entender la dificultad que ha tenido Argentina para despegar económicamente en el último siglo.

Y es que el país no solo ha sido un péndulo desde lo político, oscilando entre democracias y gobiernos de facto.

También ha ido y venido con sus políticas económicas, pasando -sin escalas- del nacionalismo al neoliberalismo, del proteccionismo al libre mercado, de la ortodoxia a la heterodoxia… un vaivén interminable que se ha dado incluso en distintos gobiernos de un mismo partido.

Las investigadoras Valeria Arza y Wendy Brau, del Centro de Investigaciones para la Transformación (Cenit), analizaron en 2021 “el péndulo argentino en números” -es decir, cuántas veces viró la política económica- y encontraron que en las seis décadas entre 1955 y 2018 hubo más de 30 cambios de rumbo, de los cuales 16 fueron “cambios radicales”.

También revelaron otra evidencia de la falta de continuidad de la política económica argentina: “en promedio, los ministros de economía duraron 13 meses en su cargo” durante ese período.

“El rasgo dominante de la política económica es la oscilación extrema”, sintetizó Adamovsky en la revista Anfibia.

Pocos ejemplos pueden ser tan claros de este rasgo como la noción sobre el rol del Estado en la economía que tienen los tres candidatos con más posibilidades el próximo domingo.

Sergio Massa, el tercer ministro de Economía del actual gobierno peronista, compite por la presidencia con promesas de mantener un Estado fuerte, mientras que Patricia Bullrich promete achicarlo y Javier Milei amenaza con arrasarlo.


martes, 17 de octubre de 2023

Argentina en tobogán hacia el desastre. Por qué votan como votan… los que votan

Porqué votan como votan… los que votan: Argentina en tobogán hacia el desastre

Recomiendo:

Argentina en tobogán hacia el desastre
Por qué votan como votan… los que votan. Por Carlos A. Villalba | 26/08/2023 | Argentina

Fuentes: CLAE
“@Pontifex_es, a vos que te gusta la MIERDA de la justicia social, sería bueno que arranques repartiendo a los pobres las riquezas del Vaticano”. ENEMIGO DEL BIENESTAR. Tenía que ser PERONCHO ZURDO” -Javier Milei (junio de 2017)

«TOMÁ potato (@Pontifex_es) …!!! Andá a buscarla al ángulo zurdo cultor del modelo basado en el odio, la envidia y el resentimiento…!!! La basura de Chávez tenía un visión del dinero muy parecida a la tuya… y mirá el desastre que ha causado… Sos una laKra empobrecedora”. -Javier Milei (agosto de 2018)

“Dedicado a vos @Pontifex_es zurdo hijo de puta que andás pregonando el comunismo por el mundo. Sos el representante del maligno en la casa de DIOS. ¡VIVA LA LIBERTAD CARAJO!”. -Javier Milei (septiembre de 2018)

“@Pontifex_es zurdo sos un sorete mal cagado… siempre del lado de los asesinos empobrecedores si son rojos (…) Sos el representante del maligno sentado en el Trono de la Casa de DIOS”. Javier Milei (enero de 2019)

@Pontifex_es: twitter/x oficial del Papa Francisco| Javier Milei: Javier Milei

El domingo 13 de agosto hubo buen tiempo en prácticamente todo el territorio argentino; sin embargo, los solcitos de esos 3.694 kilómetros de extensión continental de Norte a Sur no invitaron a votar, las ganas de quedarse un rato más en la cama, comer un asadito, un sándwich, alguna empanada o de no hacer nada… fueron más fuertes. Fue la expresión de un tiempo en que las decepciones convirtieron a las urnas en cajas vacías, en el que las boletas partidarias no constituyen la herramienta de la esperanza de transformar la realidad en beneficio de las mayorías.

Y se produjo la hecatombe. Esta misma columna, días antes de las primarias presidenciales, aventuraba un horizonte que se columpiaba “entre el cadalso y el abismo”, en el que el escenario de la horca lo ocupaba el liberalismo macrista y el precipicio parecía la perspectiva para el candidato-ministro de un gobierno con 10% de inflación promedio mensual a lo largo de un año… Sin embargo, aquel domingo sin motivación sufragista lo rompió todo y, a menos de dos meses de las elecciones generales, el cadalso lo ocupó un ultramercadista antiderechos, descreído de los pactos sociales de las mayorías argentinas comprometidas con el respeto a la democracia, el Nunca Más a las dictaduras, la inclusión social y la tolerancia de las diversidades de cualquier orden, incluso el religioso: Javier Milei.

Al día siguiente de ese alud, cuya potencia no avizoró ni el propio “anarcolibertario”, comenzaron los análisis (hasta el hartazgo) sobre lo que había sucedido. Esta crónica tampoco escapa a dicha tentación; aunque se interesa más por el electorado (?) que por el votado y, pidiéndole prestado el título a Juan Sasturain, hasta podría llamarse “Manual de perdedores”.

Los numeritos del deseo
Otra búsqueda de los “analistas” políticos, empujados, claro, por las necesidades de sus contratantes, es la de nichos en los que cada fuerza podría picotear nuevos votos con miras a las generales del 22 de octubre próximo. Hay que recordar que ese día, si ninguna de las candidaturas alcanza el 45% de sufragios positivos o 40% y 10 puntos de diferencia, las dos primeras pasan a una segunda vuelta a desarrollarse el 19 de noviembre. Esa doble alternativa, también llamada “ballotaje”, es hija del Consenso de Washington, tributario del FMI, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos que, además de impulsar las políticas liberales, antiestatistas y privatizadoras en Latinoamérica y el Caribe, impuso criterios jurídicos afines a los intereses de las corporaciones transnacionales y diseñó un modelo electoral que subiera el piso de votos para hacerlo difícil de alcanzar para los sectores nacionales y populares y facilitase una segunda oportunidad a los partidos minoritarios de la primera ronda que participen unidos en la segunda.

En este caso, las fuerzas que aspiran a imponerse son:

· LA LIBERTAD AVANZA del ya descripto Javier Milei, con 7.116.352 votos, 30,04% de los emitidos.

· JUNTOS POR EL CAMBIO, con 6.698.029 de sufragios, equivalentes al 28,27% del total, de la liberal autoritaria ex montonera, ex delarruista, ex macrista, ex ministra de Trabajo y ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que se impuso con comodidad al jefe de Gobierno de la Ciudad con Autonomía de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.

· UNION POR LA PATRIA, que alcanzó los 6.460.689 de votos, 27,27% de los sufragados, que lleva como candidato al peronista del Frente Renovador Sergio Massa, ex funcionario de Néstor y Cristina Kirchner, actual ministro de Economía de la desteñida presidencia de Alberto Fernández. El hombre del Municipio de Tigre prácticamente triplicó el desempeño de su rival interno, el líder social cercano al Papa Francisco, Juan Grabois.

Es decir que entre las tres candidaturas existen apenas 655.663 votos de diferencia, en un continente ciudadano mucho más amplio:

· Hay 35.394.425 electores habilitados

– 18.207.762 mujeres

– 17.606.722 hombres

– 1.075 personas con documento de identidad no binario

· La participación electoral fue del 69%, una de las más bajas en una elección

presidencial desde el retorno de la democracia en 1983, tanto en primarias como en las generales, en las que siempre aumenta la concurrencia.

· Esto implica que hay más de 11.700.000 personas más con derecho, y obligación, a presentarse a votar.

Dentro de aquellos votos positivos hay porcentajes altos de votos en blanco:

· En todo el país se registraron 1.148.34, equivalentes al 4,78% de los emitidos, constituyendo la cuarta preferencia, por encima del gobernador peronista antikirchnerista cordobesista, Juan Schiaretti que, con su “Hacemos Por Nuestro País”, alcanzó los 907.437, 3,83% de los válidos.

· El voto en blanco se ubicó por encima de la media nacional en la Provincia de Buenos Aires, motor del resultado que le permite a Massa mantenerse en carrera. Esos 988.492 sufragios elevan esa forma de expresión electoral al 10,94% del total.

En síntesis, hay aproximadamente 13 millones de votos sin atar; de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias a las elecciones generales se produce un aumento sustantivo de participantes, en este caso se calcula en 4 millones, con un piso de 3. Números… solo son números, la pregunta es si ellos se distribuirán proporcionalmente a lo ya sucedido o habrá corrimientos; ¿el “ganador”, por serlo, atraerá más sufragios que sus rivales?, ¿el de Macri, habrá sido el abrazo del oso para él?, ¿la aparición de un liberalismo sin disfraces ni tapujos, habrá corrido de manera definitiva a Bullrich del tablero?, ¿el miedo a la pérdida de derechos, de todo tipo, y al encarecimiento de la vida hasta límites no vistos ni durante la gestión Macri le dará una oportunidad a Massa, a pesar de todo…?

De candidatos y muñequitos
La mercadotecnia muchas veces logra presentar determinadas candidaturas con características diferentes a las que realmente las definen. La realidad, con deterioro económico, desánimo, imposibilidad de ver luces en el horizonte vital, de acceder ya no a la compra de una casa sino hasta de alquilarla, también genera opiniones y sentimientos. A veces, ambos procesos coinciden, el “muñequito” que construyen las técnicas y, por supuesto, la Cadena de Propaganda Privada de las Corporaciones Económicas, se ensamblan como en una sala cinematográfica en la que una parte de las y los votantes proyectan sus expectativas sobre el playmobil que le ofrecen. El psicoanalista, más o menos, diría que ese mecanismo, la “proyección” que defiende a las personas de las cuestiones que lo acucian, facilita el atribuirle impulsos, sentimientos… deseos propios a otro sujeto que, en realidad, no los tiene.

Cuando Milei logró superar sus presencias ridículas en televisión, disfrazado de dudoso superhéroe, y se convirtión en “candidato posible”, empezó a recibir “memes”, sátiras que lo ridiculizaban y lo convirtieron en una víctima de “bullying”, igual que las chicas y los chicos acosados por los “malos” del aula. Muchos internautas, jóvenes, fueron juntándolos en sus videítos de TikTok e inundaron las redes, dónde terminó constituyéndose en una “víctima” de acoso que despertó simpatías, mimos, cercanías, tibiezas… Se convirtió en un mar audiovisual querible; la “cibermilitancia”, tan espontánea como dirigida por las redes, lo hizo.

Nadie puede acusar a Milei, Licenciado en Economía de inminentes 53 años y adicto al plagio de “copiar y pegar” textos de distintos autores económicos, de ocultar las políticas que pretende aplicar en caso de gobernar. Dice, a los gritos cuando derrapa del libreto de “control” que le impusieron sus asesores, que va a privatizar la Salud y la Educación, a dolarizar la economía y dejar la obra pública en manos de los grandes grupos económicos y acabar con el proceso de desarrollo tecnológico argentino; apoya la libre portación de armas y niega la existencia del calentamiento global y las consecuencias ya irreversibles de la tragedia climática en curso; defiende la venta de órganos, la derogación de la Ley de interrupción legal segura y gratuita del embarazo y la educación sexual integral (ESI) en las escuelas; su hipermercadismo lo lleva a considerar que hasta la venta de niños “se podría debatir” en el futuro; desprecia la reivindicación nacional de la soberanía sobre las Malvinas y las islas del Atlántico Sur usurpadas por Inglaterra y se apoya en una candidata a vicepresidenta (Victoria Villarruel) negacionista del terrorismo de Estado de la última dictadura cívico militar, a cuyos protagonista reivindica, y de la existencia de 30 mil detenidos desaparecidos en la Argentina.

Esa es la auténtica “propuesta” de Javier Gerardo Milei a la sociedad argentina. Sin embargo, sus votantes se engancharon con otros componentes del “muñequito Milei” y obviaron estas cuestiones, contrarias al pensamiento de la mayoría de ellos y perjudiciales para sus propias vidas, como sería la multiplicación de los costos de los servicios públicos y de la medicina y la educación, basadas en modelos que fracasaron hace décadas en su admirada Gran Bretaña.

La encuesta cualitativa del mes de mayo, a solo tres meses de las PASO, realizada por Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), ofrece una foto entre lo que se desea y lo que se proyecta sobre la “pantalla Milei”:

– el 60% opina que el préstamo con el FMI no se puede devolver tal y como se acordó, por lo cual se hace necesario o bien dejar de pagar esa deuda o, cuanto menos, renegociarla;

– 68 % se pronuncia a favor de la eliminación de los privilegios tributarios a las grandes empresas; la mayoría propone un Estado fuerte,

– con 53 y 55% de apoyo para que administre el litio como recurso estratégico y de las compañías eléctricas como EDESUR y EDENOR

– y un 56 % de rechazo a la privatización de Aerolíneas Argentinas.

Sin temor a equivocarse, puede decirse que constituye una opinión contraria a las propuestas “libertarias”. Sin embargo, al pasar al capítulo cuantitativo, Milei encabezó las preferencias de voto con el 29 %, el entonces Frente de Todos (hoy Unión por la Patria) 26 % y Juntos Por el Cambio 25 %

El estudio, que adquiere más importancia ante los resultados electorales, también sentencia una variable determinante en el comportamiento electoral: una ciudadanía mayoritariamente disgustada con la situación del país,

– con 7 de cada 10 personas con “sentimientos negativos” como bronca, decepción o incertidumbre,

– 77 % que evalúan de forma negativa la gestión del Gobierno Nacional

– y 69 % que percibe un aumento pronunciado en la cantidad y la violencia de los delitos en los últimos meses.

Se trata de un electorado que escucha “dolarización” y, lejos de recordar o enterarse del daño estructural que esa medida generó al país, se convence de que va a cobrar en pesos estadounidenses… en todo caso en moneditas, que sería en lo que se convertiría su salario con dólares a varios miles de pesos.

El economista Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (@ctrocepa), presentó en el programa Caballero de Día del multimedio El Destape un trabajo ilustrativo de los costos de una hipotética dolarización. Lo llamó “La Canasta Milei” y demostró los saltos que darían los precios de productos y servicios: Educación Universitaria de $0 a 1,5 / 2 millones, con un “voucher” para las escuelas primarias y secundarias de máximo de $4.000; Salud: las prácticas hoy cubiertas por los diferentes sistemas, se elevarían por encima del “seguro” básico en $19.540 para un tratamiento por hipertensión o $ 68.252.485 para un cáncer mamario, más los remedios que, hoy, los jubilados tienen cubiertos; la Canasta de Alimentos llevaría la yerba de los actuales $1.100 a topes de entre $2.599 y $10.530, según el corte del dólar, y el asado de los actuales $1.900/2.500 a $4.600 con picos de $18.716; el Transporte de $60 a $600, la nafta se duplicaría en el acto y la tarifa promedio luz en el segmento más bajo de la población saltaría de $6.500 a $11.500. Todo eso en un marco de suspensión de las negociaciones paritarias de sueldos. Es el señor que está detrás del muñequito consumido.

Peste, desazón y explicación

El 10 de diciembre de 2019, cuando el Frente de Todos se hizo cargo de la administración nacional, el país estaba en una situación desesperante. Apenas tres meses después, un coronavirus sin vacuna que lo frenara obligó a paralizar todas las actividades que no fuesen esenciales, para disminuir la velocidad de transmisión del virus y, fundamentalmente, salvar vidas ante una peste que, a la fecha, causó 7 millones de muertes con 769 millones de casos en el mundo. El parate inevitable hizo que los problemas sociales y económicos aumentaran, hasta incluir a segmentos que estaban “parcialmente integrados”. Se dañó el tejido laboral y la situación se agravó a raíz de la escalada inflacionaria; finalmente, la salida de la crisis fue con mayor desigualdad que a la entrada y los sectores más golpeados por el aislamiento fueron los sectores informales de la economía y las pymes, incluso a pesar de las políticas de protección a los trabajadores formales y a los informales, que solo recibieron ingresos de emergencia. La falta de expectativas, la desesperanza, aumentaron.

En ese sector trabajan alrededor de 8 millones de personas que, en su mayoría, además de haberse inventado sus trabajos, carecen de derechos laborales; su población se caracteriza por ser joven, en la que el 44% tiene entre 18 y 29 años. El director de Economía Social y Desarrollo Local del Ministerio de Desarrollo de la Nación, Pablo Chena, explica que la mayoría de esos trabajadores y trabajadoras carecen de derechos laborales y es por eso no temen que se los quiten”. Constituye “el universo de jóvenes informales que seduce Milei, con su discurso de libertad y supuesto fin de los privilegios”, concluye el economista, quien tiene a su cargo el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP).

Fantasías eróticas
Además del bolsón de quienes no se expresaron o lo hicieron en blanco, los estrategas y analistas de campañas y comportamiento electoral construyen una serie de escenarios provenientes de distintos hechos e, incluso, de meras especulaciones:

– ELECCIONES BLANDAS: Las primarias son elecciones “blandas”, un fenómeno semejante a los comicios legislativos de medio término, en el que un sector de los votantes se dan ciertos “lujos”, como votar candidaturas de izquierda, por su compromiso y su presencia junto a quienes menos tienen, pero que no van a ganar las generales, o “castigar” a los sectores de su simpatía negándoles el voto. En ese camino, las generales “recentran” aquellos escarceos y las boletas vuelven a los rediles habituales.

Es una de las expectativas, sobre todo del oficialismo. Aunque una sombra oscurece esos optimismos: que el hartazgo haya empujado aquel “gustito” del castigo en las PASO hacia un camino sin retorno a un grupo importante de votantes.

– EL PERONISMO NO DESPLEGÓ “EL APARATO”. Ante la crítica situación económica y social en la que se encuentra el país, la mayoría de los gobernadores provinciales adelantaron las elecciones, tanto, que solo tres se realizaron en simultáneo con la primaria nacional.

En la práctica, con las cartas ya echadas en los pagos chicos, el 13 de agosto prácticamente no se desplegó la logística de actos, pintadas, afichaje, transporte, viandas, boletas y hasta viáticos que acostumbra el peronismo, una maquinaria de mucho peso y altos porcentajes de tracción para lograr, por lo menos, que “todos los que nos van a votar… nos voten”.

Otra cosa es una general presidencial. Ninguno de los jefes locales justicialistas quieren estar sometidos a la autoridad de un mandatario que no sea de sus filas, y menos de alguien que ya adelantó su intención de terminar con la coparticipación federal de impuestos que ordena la Constitución. De volver ese esfuerzo de movilización, complementario al de la militancia, la máquina de contar votos puede recibir un alimento sustantivo.

– UN MILEI DE 15 PUNTOS. La Argentina de los ocho últimos años sufrió el peor encadenamiento de hechos negativos: Macri con destrucción de la economía productiva y endeudamiento con el FMI + Pandemia + Sequía + Mala gestión de la situación heredada por parte del gobierno de Alberto Fernández, con pésimo acuerdo con el mismo Fondo. Con semejante panorama, la posibilidad de Unión por la Patria de imponerse al macrismo parecía utópica… a menos que apareciese una “tercera fuerza”, que le mordiera votos de Juntos por el Cambio, así surgió la fantasía de “un Milei de 15 puntos”, apoyado en el buen desempeño que el antiestatista en 2021 y en sus características formales que iban atrayendo simpatías digitales, sobre todo entre los jóvenes.

El justicialismo lo cuidó, le sumó candidatos a listas vacías en muchos distritos, repuso boletas, incluso las trasladó hasta las escuelas, se encargó de que no le rapiñaran votos en los establecimientos en los que no tenía fiscales… La espuma fue subiendo.

– CORTE CONSENSUADO DE BOLETAS. A esas acciones se le sumó la más poderosa, entregar boletas cortadas, por un lado, solita, la presidencial de Milei y, por el otro, el resto de la sábana oficialista (lo que explica, junto al reconocimiento a su gestión, que el fenómeno no se llevara puesto, también, al gobernador Axel Kicillof), y se sintió el efecto. Más allá de que hay tradición de mayor cantidad de votos a los intendentes, las diferencias entre ellos y Massa superó cualquier previsión: el Conurbano bonaerense arrojó una diferencia de 190.000 votos (el 78% de la diferencia que lo separan de Patricia Bullrich), con picos de hasta 25 puntos.

Lejos de aquellos 15 puntos esperados, la noche electoral terminó con un Milei de 30,04% y 7.116.352 votos, lo que mostró que, además de ayudas y cuidados, el Licenciado tenía sus seguidores… y seguidoras.

El Dr. Frankestein había logrado su objetivo. Habrá que ver si la ciudadanía consigue lo que él no pudo en el cuento de Mary Shelley.

– RECUPERACIÓN DEL VOTO AUSENTE. Las jefaturas de las dos coaliciones perdedoras creen que pueden recuperar la simpatía activa de sus votantes de ayer que ahora no visitaron las urnas. Ahí se entusiasma más el equipo massista, ya que el sector perdió 5 millones y medio de votos (de 12,9 a 6,5 millones) entre PASO y PASO y el macrismo 4,1 millones (de 10,8 a 6,7 millones).

El dato que aporta el ya mencionado CELAG es que, de la pérdida del oficialismo, “sólo” el 23% se corrió hacia Milei, mientras que el 77% no fue a votar y a la inversa, de la poda causada a Bullrich y Larreta el 80% corrió hacia La Libertad Avanza y “solo” el 20% esquivó sus obligaciones ciudadanas.

– LOS “NACIONALES” QUE SE QUEDARON SIN CANDIDATOS. El fracaso de sus candidatos al no trasponer la barrera del 1,5% de los votos válidos emitidos para participar en las generales, hizo que queden 720.000 votantes “libres”; en UP creen que en su mayoría son más afines a ellos que a los liberales, contabilizando simpatizantes que van desde Guillermo Moreno hasta Libres del Sur.

– EL ALFAJOR CORDOBÉS. En Unión por la Patria se relamen tras la vidriera que muestra los 907.437 del cordobesismo de Schiaretti, quien adelantó que no transa, pero ya se sabe que cada día es más difícil encolumnar el voto propio, más aún si en frente le ponen una imagen endemoniada.

La Casta
En 2014, de la mano de Juan Carlos Monedero, Pablo Escudero Íñigo Errejón y otras figuras, irrumpió en la política española el partido “Podemos”, que se presentó eligiendo como enemigo a “la casta”, constituida por todos los dirigentes políticos que tuvo España desde la muerte del franquismo, simbolizando los “caracteres hereditarios”, sólidos, rígidos e inmóviles de determinada variedad de una especie animal.

Años después, cambió su vocablo fetiche por el de “trama”, en alusión a lo que considera como una red corrupta de políticos y empresarios que ostentan el verdadero poder en su país y la palabrita quedó boyando hasta que lo tomó la ultraderecha de VOX, primero para desacreditar al colectivo LGBTQ+ y a la dirigencia sindical y luego a quienes considera “políticos corruptos”.

De ahí la tomó Milei y la transformó en un ariete exacto con el que describe a sus enemigos y orienta a sus amigos. Con apenas un artículo y un sustantivo define a los dos gobiernos que fueron criticados en las urnas, aquellos a los que el cronista necesita describir como “el que destruyó el país y el que no supo generar la terrible herencia que recibió”, para describirlos. Con 7 letras él dibujó el blanco contra el cual disparar.

No fue el único acierto semántico. El concepto “libertario”, remitió en su electorado a su obvia derivación de la palabra “libertad”. Los ensordecidos oídos del mundo mediático y de las redes, impiden ver que la supresión del Estado que proclama el momentáneo “star” no apunta a la autogestión beneficiosa del trabajo, por el contrario, apunta al reemplazo de las instituciones por “el mercado” y sus leyes de exterminio del equilibrio social y eliminación de cualquier redistribución de riquezas y defensa de derechos.

La (in)Justicia
Los medios fueron clave en la generación de sentido contrario al peronismo en general y a Cristina Fernández de Kirchner en particular y los estrados judiciales más importantes del país jugaron un papel determinante en la expulsión de la cancha electoral de la persona con mayor convocatoria popular del país. La dos veces presidenta y actual VIcepresidenta de la Nación explicó las inconsistencias de las causas presentadas contra ella, consideró que las sentencias constituían una amenaza que se dispararía en cuanto presentase su candidatura, eludió la situación al considerarse proscripta y proponer la candidatura de Sergio Massa.

En el transcurso de ese desarrollo, el jueves 1 de septiembre de 2022 a las 20:52, en el barrio porteño de Recoleta, sufrió un intento de asesinato que falló porque, a 15 centímetros de su cabeza, la pistola se trabó. La actual candidata Patricia Bullrich no repudió el hecho y los encargados de la investigación decidieron iniciar el juicio sin investigar en a los señalados como posibles instigadores, partícipes y financistas, ligados por un hilo que conduce a personas relacionadas con la oposición macrista.

Fin de ciclo
El proceso de construcción del voto es complejo, contiene variables que inciden más o menos según la coyuntura -en particular la económica-, la oferta electoral y la situación personal de cada votante. El actual deterioro económico es preocupante y se vive en el día a día, sin embargo eso no necesariamente se traslada de manera mecánica a los resultados de los comicios.

La confrontación electoral de octubre, aunque la ciudadanía no lo piense de ese modo, constituye la primera batalla de una guerra que determinará el futuro de las próximas décadas entre el liberalismo que apuesta al mercado sin límites y en beneficio de las corporaciones económicas y la defensa de la participación estatal como amortiguadora de las desigualdades materiales, en salud, educación, vivienda, agua potable… Este sector, en la Argentina, básicamente se denomina “peronismo”.

Por eso, algunos sectores de ese espacio, refractarios a las actuales autoridades y a CFK, como el que representa Guillermo Moreno, ya pidieron la unidad del sector. Por eso empiezan a producirse corrimientos en la “cordobesidad” justicialista. Por eso el propio Massa ya anunció que su gobierno sería amplio multipartidario, sumando al radicalismo, “peronistas del PRO” e independientes varios y multisectorial y, también por eso, aunque muy levemente, empiezan a desgajarse algunos radicales de la conducción que, además de destruir el país, los humilló una y otra vez. Y, por último, hasta Rodríguez Larreta deshoja la margarita de su apuesta, después de haber hecho todos los deberes y quedarse sin nada.

Las dos primeras décadas del siglo muestran que el “modelo democrático” actual le queda chico a ambos polos de la contradicción. La dinámica de los grupos económicos, acelerada, financiarizada y de concentración, los empuja a salirse de los márgenes de las leyes, las constituciones y las autoridades elegidas por sus pueblos, imponen condiciones, hambrean multitudes, multiplican ganancias, violan soberanías, controlan la comunicación y, peor aún, usan la Justicia para expulsar presidencias o candidaturas populares.

En estas jornadas de confusión y realineamientos en la Argentina, por ejemplo, se orquestaron robos en banda contra distintos mercados y negocios en general; no fueron los hambreados, que sobran en el país, sino los guiados por una mano tan “invisible” como la del mercado, a los que se sumaron algunos desesperados de ocasión. Lo cierto es que los sucesos le fueron funcionales a la candidata Bullrich que, inmediatamente, se puso el uniforme de portadora del “orden” y pidió el Estado de sitio, el mismo que implantó hace 22 años el gobierno cuya conducción integraba y se fue dejando la sangre de más de 50 argentinos muertos y 500 heridos en todo el país.

Las mayorías, por su parte, comprueban mes a mes que con esa “democracia” no “se come, se cura y se educa”, como le enrostraba Raúl Alfonsín a una dictadura en fuga hace 40 años. También les queda chica y, ahora, hasta les rebana las esperanzas, sobre todo a las generaciones jóvenes, que llevan años sin ver luces en el horizonte.

Aquella expresión de Pablo Chena acerca de que quienes carecen de derechos laborales “no temen que se los quiten” es exacta. También es real que elegir el cadalso no es una opción para quienes pretender seguir viviendo. Octubre hablará, un mes en el que la gente de trabajo clavó el mojón más importante de la Historia contemporánea argentina.

Notas
1. Juan Sasturain: Manual de perdedores (https://www.penguinlibros.com/ar/novela-negra-misterio-y-thriller/141099-ebook-manual-de-perdedores-9789500734202?/ar)

2.- Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG): Panorama Político y Social, Argentina mayo 2023

(https://www.celag.org/encuesta-argentina-mayo-2023/)

3.- Agustín SALVIA, Jésica Lorena PLA, Santiago POY: La Sociedad Argentina en la Pospandemia (https://sigloxxieditores.com.ar/libro/la-sociedad-argentina-en-la-pospandemia/)

* Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (http://estrategia.la/). Miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular (https://usinadelpensamientonacional.com.ar)

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