Es hora de que dejemos de votar con miedo y de premiar al gobierno más derechista que ha tenido el Reino Unido desde 1945.
Por George Monbiot, publicado en The Guardian el 4 de mayo de 2010
Aferrarse a la enfermera por miedo a algo peor. Aunque se ha vuelto cangrejera y viciosa, aunque ha usurpado a nuestros padres, robado nuestra herencia, amontonado nuestros juguetes y vendido la guardería, debemos escondernos detrás de sus faldas por miedo a las bestias que merodean más allá. Esto, en esencia, es lo que Polly Toynbee, Jonathan Freedland, Seumas Milne y Nick Cohen nos están diciendo que hagamos (1,2,3,4).
Al instruirnos, a lo largo de los años, a prestar atención a los temores, no a las esperanzas, tales voces han permitido a Labor abandonar todo lo que alguna vez representó, y entregarnos, armados y listos para el horno, a las grandes empresas y al Daily Mail. Estaremos atrapados así para siempre, en la triangulación de las Bermudas de New Labour, a menos que votemos por lo que creemos y no solo en contra de lo que no creemos.
Este miedo paralizante ha autorizado cuatro desarrollos trágicos. Ha permitido que se forme un consenso parlamentario que esté bien a la derecha del sentimiento público, alienando a los votantes. Ha creado espacio para ideas, como la progresiva privatización de casi todo, que eran inaceptables para las generaciones anteriores. Ha permitido a los conservadores hacer un llamamiento a los votantes moderados: si hay tan poco que divida a los dos partidos, tal cifra de votantes, ¿pueden los tories realmente ser tan malos? Y ha permitido que un partido una vez progresista forme el gobierno más derechista que este país ha sufrido desde 1945.
Comencemos donde mis colegas afirman que el historial del partido es más fuerte: pobreza y desigualdad. Durante los primeros siete años del gobierno laborista hubo un progreso real en la pobreza. Pero a partir de 2004, la tendencia fue a la inversa. En los tres años hasta 2007/8, el número de personas en hogares que viven con menos del 60% del ingreso medio aumentó en 1.3 millones: produciendo un total mejor que en 1997 pero peor que en 1989 (5). Esto fue antes de la recesión, por lo que Dios sabe lo que mostrará el próximo conjunto de cifras.
El número de personas en extrema pobreza (que viven con menos del 40% del ingreso medio) nunca disminuyó sustancialmente: se mantuvo estable durante los primeros ocho años del gobierno laborista, luego aumentó. Ahora hay 700,000 personas más en esta condición que cuando Laborista asumió el cargo, y más que en cualquier momento desde que comenzaron los registros (6). El ingreso real promedio de la décima parte más pobre disminuyó un 2% en los diez años hasta 2007/8 (7). Estas cifras, nuevamente, son anteriores a la recesión.
Los ricos, por otro lado, rara vez lo han hecho mejor. El 40% de los ingresos adicionales de que disfrutan los hogares británicos durante los años laborales ha acumulado el 10% más rico (8). El uno por ciento más rico, según el nuevo libro Injusticia de Danny Dorling, ha capturado una mayor proporción del ingreso nacional que desde principios de la década de 1930 (9). La desigualdad en el Reino Unido es ahora más alta que en cualquier otro punto desde que comenzaron los registros consistentes, en 1979 (10). Siento que eso necesita repetirse. Después de 13 años de gobierno laborista, el Reino Unido tiene niveles más altos de desigualdad que después de 18 años de gobierno conservador.
¿Por qué ha sucedido esto? En parte porque los laboristas cambiaron los impuestos de los ricos a los pobres. Redujo el impuesto de sociedades del 33% al 28% y el impuesto sobre las ganancias de capital del 40% al 18%. Introdujo un esquema de ayuda para emprendedores, gravando el primer millón de libras de ganancias de capital con solo el 10% (11). Aumentó el umbral del impuesto de sucesiones para parejas de £ 300,000 a £ 600,000 (12).
Sí, el gobierno ha introducido y fortalecido el salario mínimo, y este es un progreso real. Pero también ha bloqueado los derechos laborales de los trabajadores temporales y de agencias y ha preservado la cláusula de exclusión voluntaria en la directiva sobre el tiempo de trabajo de la UE. El viejo partido de los trabajadores ha cambiado su lealtad a los jefes, entregando puestos clave a ejecutivos corporativos y magnates de capital privado, incluso nombrando a Digby Jones, el ex jefe de la CBI, ministro de la Corona. Redujo las inspecciones en el lugar de trabajo (causando un aumento en el número de muertes en el trabajo) (13,14), eliminó el requisito de que las reuniones entre ministros y cabilderos corporativos deben registrarse (15) y detuvo el caso de corrupción contra BAe (16).
Habiendo prometido desecharlo en la oposición, ha extendido la iniciativa de financiamiento privado a sectores que los conservadores no se atrevieron a tocar. La mano de obra dejó edulcorantes en los contratos de PFI para que las corporaciones los encontraran (17), manipuló las cifras para que pareciera que el esquema entregaba valor por dinero (18), luego tuvo que rescatar a los operadores privados cuando comenzó a colapsar (19). El partido también incumplió sus promesas de renacionalizar los ferrocarriles y devolver las prisiones privadas a propiedad pública: el Reino Unido ahora tiene una mayor proporción de sus prisioneros en cárceles corporativas que Estados Unidos (20).
Si bien los laboristas han liberado a multimillonarios, nos ha enredado al resto de nosotros con 3.500 nuevos delitos (21), incluidas disposiciones que permiten a la policía declarar ilegal cualquier manifestación (22). Ha introducido órdenes de control que colocan bajo arresto domiciliario permanente sin cargos ni juicio. Ha permitido a los Estados Unidos extraditar a nuestros ciudadanos sin presentar evidencia de un delito. Ha coludido en secuestros y torturas. Gran Bretaña ahora tiene más cámaras de CCTV que cualquier otra nación (23), y una base de datos de ADN cinco veces mayor que su competidor más cercano (24). El número de prisioneros en el Reino Unido ha aumentado en un 41% desde que los laboristas asumieron el cargo (25,26).
Este gobierno bloqueó un alto el fuego en Líbano, despidió al embajador británico en Uzbekistán cuando se quejó de que el régimen estaba hirviendo a sus prisioneros (27), brindó ayuda a un ejército colombiano que colabora con escuadrones de la muerte fascistas (28), anunció una política de guerra nuclear preventiva (29) y decidimos malgastar nuestro dinero en reemplazar Trident. Pero peor, mucho peor que todo esto, lanzó una guerra ilegal en la que murieron cientos de miles. Este es el gobierno que mis colegas en The Guardian quieren salvar.
Hay un parásito llamado Toxoplasma gondii que coloniza los cerebros de las ratas, alterando su comportamiento para atraerlos al olor de sus depredadores. Las ratas buscan gatos y se las comen, permitiendo que el parásito siga circulando. Este es el nuevo trabajo. Ha colonizado un movimiento que luchó por la justicia social, la distribución y la decencia, reconectó su cerebro y lo entregó a los gatos gordos que alguna vez fueron sus enemigos.
Entiendo los riesgos de votar por los partidos más pequeños y permitir que la marioneta del guante derecho reemplace a la marioneta del guante izquierdo. Sé que los conservadores son incluso peores que este gobierno. Pero al votar por los candidatos en la lista compilada por la campaña de democracia Hang 'em (30), no todos los demócratas liberales, sino todos los reformadores con una buena posibilidad de tomar o mantener escaños, podemos romper este sistema podrido sin dejar de ser fieles a nuestras creencias.
Cualquiera sea el resultado de la elección, la verdadera lucha comienza después del 6 de mayo, mientras construimos un movimiento de democracia masiva que asegura que nunca más seamos colonizados por una clase política parasitaria, de ningún color, nuevamente. Comienza con un mitin en la Plaza del Parlamento a las 2 pm del sábado (31). Durante y después de estas elecciones, debemos exigir algo mejor, en lugar de huir de algo peor.
https://www.monbiot.com/2010/05/03/the-parasites-in-labours-brain/#:~:text=There's%20a%20parasite%20called%20Toxoplasma,This%20is%20New%20Labour.
Mostrando entradas con la etiqueta privatización. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta privatización. Mostrar todas las entradas
viernes, 28 de agosto de 2020
The Parasites in Labour’s Brain. Los parásitos en el cerebro de los laboristas
Etiquetas:
derechos laborales,
desigualdad,
educación,
George Monbiot,
impuestos,
justicia,
laborismo,
nuevo laborismo,
parásitos en el cerebro,
pobreza,
privatización,
sanidad,
The Guardian,
votar contra tu interés
jueves, 15 de marzo de 2018
_- El Sistema Nacional de Salud español: ¿Cómo se originó? ¿Qué logró? ¿A dónde debería ir?
_- Para la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, por su ingente, generosa y dedicada labor durante décadas en defender y promover una sanidad pública universal, de calidad, eficaz, eficiente, equitativa y humana.
Muchas gracias por la invitación. Me han pedido que haga una presentación general sobre las ambiciosas preguntas formuladas en esta interesante Jornada. Aunque es imposible hablar de todo, quiero plantear algunas ideas que nos permitan reflexionar sobre los cambios y perspectivas de las políticas de salud y equidad en el Estado español. Trataré varios aspectos que me parecen de especial interés: los principales rasgos asociados a la configuración y evolución de la mercantilización del Sistema de Salud español, las principales contradicciones del Sistema, y algunos de los desafíos que me parece más importante encarar.
Evolución y rasgos históricos
Aunque siempre es arriesgado plantear las fases de un determinado momento histórico, y puede haber distintas propuestas cronológicas,[1] desde el punto de vista de su mercantilización me parece que no me aparto demasiado a la realidad si analizamos la evolución del Sistema de Salud en cuatro grandes etapas. Un primer período de reordenación y reforma inicial del sistema que abarca prácticamente desde la aprobación de la Constitución en 1978 hasta la Ley General de Sanidad en 1986. Una segunda etapa que incluye una serie de avances reformistas con fuertes tendencias privatizadoras que abarca la década que va desde 1986 hasta 1996 cuando el Partido Popular (PP) de Aznar gana las elecciones. Un tercer período que profundiza el avance neoliberal mercantilizador que iría desde 1996 hasta 2012 con la aprobación de un regresivo Real Decreto que transforma la sanidad. Y finalmente, la etapa que va desde 2012 hasta finales de 2017, con un fuerte desarrollo mercantilizador pero también con una notable reacción social y popular contra los recortes y el avance conservador.
Reordenación y reforma (1978-1986)
Por lo que hace a esta primera etapa, vale la pena recordar que el franquismo nos dejó una sanidad fragmentada y centralizada, con grandes desigualdades sociales y de salud, una atención sanitaria deficiente, sobre todo la hospitalaria, con un sistema de gestión ineficiente y antidemocrático, y un sistema de salud pública enormemente limitado en cuanto al control, la planificación, la vigilancia y evaluación epidemiológica, la salud laboral y ambiental o el control alimentario, por sólo citar algunos apartados importantes. Baste recordar por ejemplo el lamentable episodio del fraude alimentario causado por el llamado síndrome del aceite tóxico o enfermedad de la colza a partir de mayo de 1981. Además del desastre de salud pública que causó más de 1.000 muertes y más de 20.000 afectados,[2] el episodio daría para realizar una serie de televisión o una película de Almodóvar con un gran número de situaciones trágico-cómicas.[3]
Durante esa primera etapa que coincide con los gobiernos postfranquistas de Adolfo Suárez entre 1977 y 1982, y la primera legislatura del PSOE tras su aplastante victoria a finales de octubre de 1982, se crea el Ministerio de Sanidad al que se asignaran las competencias de Salud Pública en la forma de una Dirección General, se desmonta la estructura del Instituto Nacional de Previsión (INP), que incluye el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE) de 1944. En 1978, el INP se desdobló en entidades gestoras, correspondiendo al INSALUD la gestión de la asistencia sanitaria (el antiguo SOE), que dependía del Ministerio de Sanidad, y se empiezan transferir competencias a las Comunidades Autónomas. Primero será Cataluña en 1981, y luego Andalucía en 1984, el País Vasco y la Comunidad Valenciana en 1988, Galicia y Navarra en 1991 y Canarias en 1994. Las comunidades adquirirán cada vez mayor peso económico y político, donde una parte muy importante de su presupuesto global será dedicado a la sanidad. Sin embargo, durante esos años de inicio de la transición política se hizo muy poco para solventar la crisis sanitaria existente ya que persistieron los problemas de salud existentes durante el franquismo: la fuerte inercia del sistema con múltiples deficiencias e ineficiencias en los servicios sanitarios, la ideología biomédica hegemónica y la medicalización de la salud existentes, la creciente parasitación del sector público por el sector privado, y la existencia de desigualdades.
Para entender un poco mejor el contexto que se vive en ese momento histórico, centremos la atención en Cataluña, lugar donde existía un fuerte movimiento social y sanitario, reivindicativo y crítico, que analizó y reclamó en diversos informes y libros un cambio radical del sistema sanitario. En un estudio de 1977 sobre el Servicio Nacional de Salud se señala lo siguiente:
“La transformación del actual caos sanitario en un Servicio Nacional de la Salud implica una transformación radical. Supondría una organización sanitaria normalizada (tanto en el sentido de incluir todos los aspectos sanitarios como en el hecho de hacer desaparecer las duplicidades de servicios), con una base territorial (regionalización sanitaria), donde se ponga el acento en la prevención y en la medicina de primer nivel (el hospital pasaría a ser una parte reducida, pero altamente especializada y cualificada, dentro del conjunto sanitario), con una financiación a través de los presupuestos públicos, una vez hecha la reforma fiscal y con una gestión democrática y muy descentralizada”.[4]
Y para completar un poco más ese análisis podemos también observar el diagnóstico que hacía otro estudio[5] promovido por Jordi Gol, un “médico de personas” muy singular,[6] preocupado por la Atención Primaria y la medicina integral y humana:
La falta de una política sanitaria coherente con una planificación, información y evaluación deficientes, así como la dependencia del centralismo y el autoritarismo del gobierno estatal; La hegemonía de la medicina curativa, el olvido de la promoción de la salud, la medicina preventiva y la reinserción social; El exagerado consumismo médico-farmacéutico fomentado por el complejo médico-hospitalario, la ideología individualista y médica de la enfermedad, y la falta de educación sanitaria; La desigualdad entre clases sociales era el factor generador de más desigualdades en la salud y como las mujeres estaban peor atendidas, sobre todo por las insuficiencias de una asistencia primaria y medicina preventiva desprestigiadas e insuficientemente financiadas; El avance del sector privado en detrimento del sector público.
A grandes rasgos, ese es el “diagnóstico” general cuando en octubre de 1982 el PSOE gana las elecciones de forma aplastante con diez millones de votos (48% del total) mientras que la muy conservadora Alianza Popular queda muy lejos con solamente cinco millones (26%). La victoria del PSOE generó una enorme expectativa social basada además en una enorme legitimidad política (una mayoría absoluta de 202 diputados con una participación electoral del 80%). En ese momento se intensifica la necesidad de realizar una reforma sanitaria y se discute profusamente sobre conceptos como “participación”, “promoción de la salud” o el “derecho a la salud”, que están en la cabeza de la mayor parte de quienes quieren mejorar la sanidad y la equidad en salud. En cambio, vale la pena notar que cuando progresivamente se imponga la hegemonía cultural neoliberal, el discurso irá cambiando y las palabras objeto de debate pasarán a ser “gestión”, “eficiencia”, “copagos” y otros conceptos relacionados.
Para ilustrar el momento histórico que en esos momentos se vive y darnos una idea de las luchas políticas que tienen lugar podemos fijarnos en un par de editoriales de El País que, dicho sea de paso, era un periódico bastante más “progresista” de lo que es en la actualidad cuando se ha convertido en adalid de buena parte de las ideas neoliberales. Por ejemplo, una editorial de 1984 señalaba los conflictos, discusiones y luchas ideológicas que en ese momento tenían lugar en el debate de la reforma de la sanidad:
“Los conflictos entre los cargos políticos del ministerio, los roces con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (administrador de los fondos del Instituto Nacional de la Salud), las tensas relaciones con los sindicatos y con la profesión médica (ante una reforma mil veces anunciada y cuyo comienzo nadie atisba) y los contratos multimillonarios con la industria farmacéutica ocupan mientras tanto la atención de los ciudadanos”.[7]
Dos años más tarde, el 25 de abril de 1986, sólo dos meses antes de las nuevas elecciones generales de junio, se aprobó la Ley general de Sanidad (LGS 14/1986) que crearía el “Sistema Nacional de Salud”. Aunque en años posteriores la LGS ha sido habitualmente valorada de forma muy positiva sus avances por casi todo el mundo, en ese momento la situación no se ve necesariamente de ese modo y, de hecho, se realizan fuertes críticas a las insuficiencias de la Ley. En una editorial de El País de ese año se leen cosas como éstas:
“La Ley general de Sanidad (…) significa la pérdida de una oportunidad histórica para realizar una profunda reforma sanitaria en un país en el que todavía algunos hospitales públicos pueden ser calificados como fábricas de dolor. Varias parecen ser las claves que laten tras este fracaso: por un lado, la falta de interés del propio Gobierno en materia sanitaria, que ha hecho que ésta no figure entre las prioridades políticas y, por tanto, presupuestarias de esta legislatura; por otro, la falta de decisión del Ministerio de Sanidad y Consumo para enfrentarse con los poderes fácticos del corporativismo sanitario y, muy especialmente, con la Organización Médica Colegial, lo que le ha hecho realizar continuas concesiones que han desvirtuado muchos de los aspectos positivos del proyecto inicial”.[8]
Vale la pena recordar que, al igual como ocurrió en otros ejemplos históricos similares, el Colegio de Médicos (la Organización Médica Colegial) dirigido por el Dr. Ramiro Rivera se opuso frontalmente durante esos años a la Ley General de Sanidad, y que la lucha social y política para influir en el resultado final de la LGS que daría paso al Sistema Nacional de Salud fue realmente notable. No obstante, cuando años más tarde se valora lo ocurrido, algunos intentan promover la visión de que derechos sociales tan importantes como la sanidad universal fueron otorgados de forma sencilla, rápida o incluso cómoda. La realidad histórica suele ser muy distinta. Un conocido ejemplo histórico fue el establecimiento del National Health Service (NHS) en Inglaterra tras la Segunda guerra mundial, donde también se produjo una oposición frontal por parte de los médicos.[9]
La Ley General de Sanidad se articuló bajo tres principios básicos: reorganizar la Atención Primaria, fomentar la participación comunitaria, y realizar políticas intersectoriales. Entre los resultados positivos más destacados de la LGS podemos citar los siguientes puntos: la casi universalización de la cobertura sanitaria, la creación de la especialidad de Medicina familiar y comunitaria, una mayor unificación administrativa de la red asistencial, y la mejora en la calidad de la atención. Sin embargo, los problemas de la sanidad continuaron, hubo resistencias de todo tipo, persistieron las insuficiencias y la visión tecnocrática y biomédica de la sanidad sin que se cumplieran muchos de los objetivos, valores, y principios presentes en el espíritu y las reivindicaciones sociales por lograr un sistema más humano, social e igualitario.
Avances reformistas y tendencias privatizadoras (1986-1996).
La Ley General de sanidad en España fue la última de las leyes de sanidad reformistas asociadas al Estado de bienestar aprobadas en Europa, en un momento en que ya desde los años 70 con el golpe de Estado en Chile y los gobiernos de Thatcher y Reagan emergían en el mundo el neoliberalismo[10] y la ola de privatizaciones de los sistemas sanitarios públicos. En efecto, sobre todo a partir de los años 80, junto a fenómenos como el aumento de inversión turística o inmobiliaria en las ciudades, y la llamada “financiarización” de la economía, el gran poder económico verá la salud como un lugar crucial donde invertir y hacer negocios. Ese es un punto clave porque de hecho casi cualquier cosa puede hoy día convertirse en una enfermedad o en un problema de salud. Así pues, en esos años el sector sanitario público se situó por tanto bajo el punto de mira de gobiernos conservadores, instituciones internacionales y grandes empresas (farmacéuticas, seguros, tecnológicas y hospitalarias), aumentando progresivamente la presión para mercantilizar la sanidad. Un ejemplo de ello fueron los informes del Banco Mundial, en que de forma algo disimulada se empiezan a plantear rasgos que poco a poco van a convertirse en características clave del neoliberalismo.[11]
Uno de los lugares del Estado español donde antes se produjo un desarrollo precoz en los procesos de mercantilización de la sanidad fue en Cataluña. Desde hace muchas décadas en Cataluña había existido una concepción privada de la sanidad donde las fundaciones privadas, eclesiásticas y el mundo empresarial tuvieron mucho espacio. Ya en los años 80 junto a las transferencias en sanidad emergieron los procesos privatizadores y mercantilizadores.[12] Esos procesos fueron combinando varias estrategias. Por un lado, el “síndrome del goteo” donde se trata de ir haciendo una pequeña reforma por aquí y una pequeña reforma por allá, y poco a poco, como quien no quiere la cosa, se van generando y ampliando cambios de mucho calado. Y por otro lado, al mismo tiempo, se va a ir produciendo también lo que la periodista canadiense Naomi Klein ha llamado el “síndrome del shock”, es decir, episodios abruptos de cambio donde la gente se queda paralizada, sin respuestas, y sin saber muy bien cómo reaccionar.[13]
Un proceso similar ocurrió por ejemplo en Cataluña en 1990 con la aprobación de la Ley de Ordenación Sanitaria de Cataluña (LOSC). La LOSC puso en marcha y legitimó las llamadas teorías de mercado de la "Nueva Gestión Pública" (NGP) que proponían la separación entre compra y provisión de servicios, fomentando la creación de un extenso sector público empresarial. Durante esos años, Cataluña tenía una situación diferente a la del resto de España: en 1986 la relación entre provisión privada/pública era de 70/30 en Cataluña, mientras que en el resto del país era la inversa. La LOSC definió un modelo sanitario mixto, que integraba en una sola red de utilización pública todos los recursos sanitarios, sean o no de titularidad pública, y que recoge una tradición de entidades (mutuas, fundaciones, consorcios, centros de iglesia) históricamente dedicadas a la salud. Y también la LOSC que creó la Red de Hospitales de Utilización Pública (XHUP), para favorecer este proceso de provisión privada con financiación pública.[14]
En el conjunto del estado español, apenas unos años después de la aprobación de la LGS, en 1991 se produce el primer intento estructurado para avanzar en la privatización y mercantilización de la salud a través del conocido “Informe Abril” (Informe y Recomendaciones de la Comisión de Análisis y Evaluación del Sistema Nacional de Salud) generado por la comisión de su mismo nombre, que contó con 9 miembros titulares y un total de 140 expertos, y que fue presidida por Abril Martorell, uno de los hombres de confianza de Adolfo Suárez en la Unión de Centro Democrático. El núcleo del informe planteó la puesta en marcha de nuevas ideas sobre la gestión pública y los copagos, donde se abogaba por avanzar en los puntos siguientes:
Mejorar su eficiencia mediante la separación de garantía del derecho (financiación pública) y provisión de servicios
Introducir supuestos de mercado en la gestión de un servicio público
Establecer un catálogo básico de prestaciones.
Instaurar conceptos como la “prestación adicional” y “complementaria” cofinanciados por el usuario.
Generar un mercado interno en la provisión de servicios sanitarios extendiendo la cultura del contrato-programa.
Si bien en ese momento las resoluciones de la Comisión no prosperaron, se trató del primer intento formal de extender ideas de tipo mercantil en la sanidad que progresivamente, con la ayuda de los medios, la ideología y la propaganda, se irían extendiendo como si de una infección se tratase. Tras el fracaso inicial de la Comisión, Abril Martorell nos dejó algunas perlas de su ideología neoliberal que vale la pena recordar. En una entrevista y ante la pregunta “¿por qué es tan perversa la gratuidad?”,[15] Martorell decía:
“Porque deforma las conductas y los comportamientos del hombre. Porque en el fondo de la naturaleza humana, aquello que no cuesta no se valora lo suficiente, porque se propende a exigir más de lo gratuito, porque cuando uno no paga jamás puede escoger y escoger forma parte de la satisfacción subjetiva.”
Y cuando le señalaban:
“Imagínese que una persona ha tenido un accidente de coche y tiene por delante una larga estancia en el hospital”.
Abril Martorell respondía:
“Me va a perdonar, pero esa persona tiene su seguro de automóvil. Lo primero que tiene que hacer un hospital es curar, pero lo segundo es cobrar”.
Así pues, conviene recordar esas ideas y propuestas para entender un poco mejor el lugar de dónde venimos, y los procesos y luchas que ocurrieron. Y es que a pesar del fracaso inicial de la Comisión, a partir de entonces las fuerzas interesadas en la reforma de la sanidad irían produciendo un goteo permanente de acciones en la dirección apuntada por el Informe.[16] Por ejemplo, en 1992 se constituye la empresa pública Hospital Costa del Sol en Andalucía, donde el sistema incorpora principios de gestión privada a centros que son de titularidad pública, con personalidad jurídica diferenciada. Las empresas se constituyen mediante leyes autonómicas y tienen el control del Parlamento regional. La constitución por la Xunta de Galicia de la Fundación del Hospital de Verín en 1995, es el primer caso de la puesta en marcha de un modelo de gestión privado aprovechando la ley de fundaciones de 1994. En 1996 se pone en funcionamiento otro experimento privatizador, en este caso en atención primaria: son las entidades de base asociativa (EBA), especie de sociedad limitada/cooperativa de médicos que gestionan un centro de salud), primero en Vic y luego en Cataluña durante los Gobiernos de CiU.
Durante esos años, los argumentos ideológicos neoliberales repetidos hasta la saciedad por los mass media han sido permanentes: el sector público es “insostenible” y “burocrático”, el sistema privado es “más eficiente” que el público, la salud pertenece al ámbito personal, los usuarios son responsables de “abusar de la sanidad”.[17] Recordemos que los medios de comunicación de masas, que mejor habría que llamar en demasiadas ocasiones de “desinformación” y “adoctrinamiento”, pertenecen básicamente a los mismos entramados financieros y económicos que están a favor de las políticas neoliberales.
Ascenso neoliberal (1996-2012).
A partir de 1996 se acelera el ascenso neoliberal. El PSOE había entrado progresivamente en decadencia desde hacía años y, aunque ganó las elecciones de 1993, lo hizo por poco. Tres años más tarde, en marzo del 1996, el PP también ganará, aunque también por poca diferencia: 9,7 millones el PP por 9,4 el PSOE. Tras la victoria de Aznar, el goteo neoliberal en la sanidad por lo que hace a la legislación, la gestión y otros ámbitos relacionados se irá acentuando. Veamos de forma muy resumida unos pocos ejemplos que lo ilustran:
El RD 10/1996 sobre habilitación de nuevas formas de gestión del Sistema Nacional de Salud da cobertura legal a los experimentos privatizadores. la Ley 15/97 permite la entrada de entidades privadas en la gestión de los centros sanitarios públicos. La construcción y gestión del hospital de La Ribera en Alzira (1999), abre el camino a la mercantilización de la sanidad y el fomento a “modelos de negocio” privados.
En Madrid, se produce la cesión del hospital de Valdemoro a la empresa de capital sueco Capio (2005).
El caso del “experimento” sanitario privatizador de Alzira en la Comunidad Valenciana bajo la presidencia de Eduardo Zaplana es uno de los más conocidos.[18] Así, se estableció un consorcio en que estaba el grupo Rivera para la gestión, Adesla como aseguradora, Lubasa desde el punto de vista inmobiliario, y Dragados en el tema de la construcción. Todo el “paquete” fue montado para crear una empresa privada que diera cobertura a la atención sanitaria de un área. El caso de Alzira hace referencia a un punto crucial: la cooptación del poder público por el poder privado. Como apuntó en una de sus viñetas el dibujante El Roto: “¡Pero qué aficionados son a gobernar lo público los que todo lo quieren privatizar!”
Como sea que la sanidad es un negocio muy importante que aún puede generar beneficios muchos más amplios, y que hay múltiples estrategias neoliberales para su legitimación,[19] las administraciones públicas de carácter neoliberal, junto a las presiones e influencia del complejo biomédico-farmacéutico y las aseguradoras sanitarias, han ido proponiendo y realizando muy diversas acciones:
Leyes y reformas legales (un claro ejemplo han sido la ley 15/97 el RD 16/2012)
Los desgravamientos fiscales (colectivos e individuales)
La gestión privada y “nuevas formas de gestión” de servicios públicos
El aumento de coaseguramientos privados
La generación de externalizaciones y subcontrataciones
La creación de partenariados público privado (consorcios de empresas y servicios)
Y la realización de inversiones masivas en la industria biomédica, farmacéutica, genética, tecnológica, sistemas información para consumo. Desarrollo mercantilizador y reacción social (2012-2017).
El último período histórico analizado tiene que ver con el progresivo desarrollo mercantilizador de la sanidad y la consiguiente reacción social ante esas políticas. Y es que tras el goteo constante de casi dos décadas llega la ducha de agua fría. El gobierno del PSOE de Zapatero dejó el gobierno en diciembre de 2011, y el gobierno del PP con Rajoy llegará al poder con diez millones de votos (44%) ganando prácticamente en todo el territorio con las únicas excepciones del País Vasco y Cataluña, y la provincia de Sevilla. El PSOE con siete millones de votos (38%) quedará a gran distancia.
El gran poder acumulado por el PP le permitió poner en marcha el Real Decreto-Ley (RDL 16/2012), una auténtica contrarreforma sanitaria que comporta pasar de un sistema nacional de salud a un sistema tripartito basado en los seguros sanitarios para los ricos, la seguridad social para los trabajadores y la beneficencia para el resto de personas.[20] ¿Qué características clave comporta la aprobación de ese RD? Los aspectos más relevantes se pueden quizás resumir en cuatro puntos:
Pasar de un sistema financiado con impuestos directos a uno basado en la cotización social, financiación de un modelo de seguros con el pago del afiliado (asegurado) o el protegido (beneficiario) por la Seguridad Social y copagos.
Se renuncia a la atención sanitaria universal excluyendo a los sectores más débiles de la sociedad española: inmigrantes sin papeles y discapacitados con una discapacidad menor del 65%, entre otros colectivos.
Se niega la sanidad a inmigrantes o personas enfermas socialmente excluidas, el “nuevo” sistema puede acarrear problemas con la saturación de urgencias y la probable aparición de epidemias.
Se crean varios niveles de servicios, lo que apunta a una reducción de las prestaciones básicas y la generación de un sistema de beneficencia que puede “arrastrar” a la clase media hacia los seguros privados.
En ocasiones, el modelo se planteó en forma muy descarada como ocurrió en el caso catalán. Boi Ruiz, quien fue Conseller de Salut de la Generalitat de Catalunya durante la presidencia de Artur Mas entre 2010 y 2016, ha dejado para la posteridad algunas perlas realmente impagables que son bien conocidas en Cataluña, pero quizás no tanto en el resto del estado español:
“No hay un derecho a la salud, porque ésta depende del código genético que tenga la persona, de sus antecedentes familiares y de sus hábitos...”
“La salud es un bien privado que depende de uno mismo, y no del Estado…”
“Recomiendo hacerse de una mutua sanitaria. Una mutua privada es una solución para el sistema de salud pública… es un derecho que la gente debe poder elegir y que hay que reconocer fiscalmente.”[21]
En efecto, esa visión neoliberal ha tenido éxito. A veces los datos hablan por sí mismos. Entre 2010 y el 2013 los seguros médicos ganaron más de cien mil abonados con un importante ingreso por primas de casi un 11%. Desde 2008, el negocio de seguros médicos privados ha generado 131.000 nuevos contratos aumentando sus ingresos en 227 millones de euros. Sin embargo, la realidad es con frecuencia poco visible y muchos deben ser los esfuerzos por desvelarla.
Para entender algo mejor la opacidad de muchos procesos mercantilizadores quizás nos puede ayudar utilizar una imagen. En 1976 se realizó la película “Todos los hombres del presidente”, donde dos periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, destaparon el caso Watergate que llevó a la destitución del presidente Richard Nixon. En la película, el periodista que representa Woodward (Robert Redford), está en el sótano de un aparcamiento hablando con su confidente que es un agente del FBI (William Mark Felt, también conocido como deep throat),[22] a quien está intentado sacar la información para desvelar los responsables del caso. En un momento dado, ante la insistencia de las preguntas del periodista, el confidente le espeta “Follow the money, just follow the money” (sigue al dinero, tan solo sigue la pista del dinero). Para entender adecuadamente el conjunto de procesos mercantilizadores de la sanidad de esos años, eso es lo que deberíamos hacer: seguir el dinero, seguir todas las pistas que llevan a entender cómo, dónde y de qué manera se gasta el dinero público, nuestro dinero, el dinero de toda la población. Y por tanto, entender de ese modo cómo se ha avanzado en ese proceso de mercantilización, con qué mecanismos, y qué responsables hay detrás. Son procesos complejos y opacos, que casi siempre llegamos a conocer –al menos en parte- gracias al trabajo de periodistas de investigación valientes como Albano Dante y Marta Sibina de “caféambllet”, que han ayudado a entender muchas de las prácticas y acciones corruptas de la sanidad catalana, en un rompecabezas difícil de conocer e integrar.[23]
Es claro que si uno quiere hacer negocio con el sistema privado ¿qué tiene que hacer? Tiene que parasitar al sistema público, tiene que hacer que el sistema público parezca ineficiente, que no funciona, que hay largas listas de espera, que hay colas, que la calidad es baja, y así un largo etcétera. El neoliberalismo aprendió mucho de la importancia fundamental relacionada con la modificación de las leyes, y donde el papel de los gestores en puestos clave es muy importante: colocar a las personas clave en los lugares clave, bajo un modelo ideológico de gestión empresarial. Es de ese modo como se logra abrir espacios de mercantilización que son los que permiten finalmente hacer negocios y ganar dinero. Y por supuesto, todo ello tiene también que ver con lo que se puede llamar la “promiscuidad” entre el poder económico y el poder político. Es decir, el papel de las puertas giratorias entre políticos y grandes empresas, o entre los grandes consorcios empresariales, tecnológicos y sanitarios a nivel global que mueven sus hilos para hacer negocios. Seguro que les suenan nombres como el grupo Capio, Tecnon, Quiron, entre otros muchos, pero también juegan un papel crucial grupos menos conocidos que conforman las grandes consultoras tan directamente relacionadas con los gobiernos, las llamadas Big Four: Deloitte, KPMG, Ernest & Young, y quizás la más conocida de todas PwC, la empresa de donde proviene por cierto Luis de Guindos, ministro de economía español desde 2011.
Principales contradicciones del sistema
Tras el sucinto resumen histórico expuesto sobre la evolución y procesos mercantilizadores que han tenido lugar en el Sistema de Salud español, debería quedar claro sin embargo que no todo es blanco o negro, que hay muchos grises, y que hay situaciones muy diversas con avances positivos y negativos que comentaré de forma muy esquemática en forma de contradicciones. Por un lado, presentaré aquellos apartados del sistema de salud que han ido mejorando gracias al esfuerzo de personas y colectivos muy diversos: partidos, profesionales, sindicatos, grupos sociales, etc. De otro lado, mostraré otros apartados que no han mejorado o que han empeorado (o que presentan un elevado riesgo de hacerlo). Por un tema de espacio, me limitaré tan solo a enunciar las contradicciones que me parecen más relevantes, aunque me extenderé un poco más en el importante y con frecuencia olvidado asunto de la medicalización de la salud y la generación de daño (iatrogenia).
En primer lugar, la (casi) universalidad y calidad de los servicios vs. los recortes y la subfinanciación crónica del sistema. Vale la pena recordar que en las últimas décadas se han recortado muchos millones de euros y muchos miles de trabajadores y en ese sentido el sistema de salud se ha descapitalizado. Por ejemplo, un estudio ha mostrado como en el año 2015 el gasto sanitario per cápita de España fue de 2.374€ en comparación con 2.800 de la UE.[24] El gasto sanitario español respecto al PIB fue de 9,2 por 9,9 de la UE. En cuanto al porcentaje del gasto sanitario público, éste fue de 71% en España por 79% en la UE. Siempre estamos por debajo. Más allá de cómo nos gastemos el dinero, lo que parece claro es que estamos en una situación de infrafinanciación o de subfinanciación crónica.
La segunda contradicción, es la búsqueda de eficiencia y equidad de la gestión de centros sanitarios versus los procesos de privatización y mercantilización que perjudican la eficiencia y equidad global del sistema.
La tercera, el desarrollo de un sistema de sanidad pública centrado en el diagnóstico y tratamiento versus un modelo de salud pública que sea integrado e integral, o tanto como sea posible, en los planos humano, biopsicosocial y clínico.
La cuarta, el elevado nivel de la atención y calidad hospitalaria que ha crecido y mejorado sustancialmente en muchos sentidos, algo que aparece profusamente en los medios de comunicación, versus el escaso gasto que se dedica a la atención primaria, comunitaria, sociosanitaria y a la salud mental. Es realmente vergonzoso el bajo gasto que tiene lugar en esos apartados del sistema de salud.
La quinta es el alto nivel de calidad y buena formación de la mayoría de profesionales sanitarios, que ha ido aumentando a lo largo de las décadas versus su creciente precarización laboral y migración (el llamado brain drain), donde muchos profesionales marchan a otros países porque no tienen espacio, porque no pueden trabajar, y porque están hartos de trabajar en situaciones de precariedad. Por ejemplo, varios estudios en Barcelona han mostrado la elevada precariedad de los profesionales médicos[25] y de enfermería.[26]
En sexto lugar, la mejora del conocimiento técnico y especializados de los profesionales de la salud vs. la común ausencia de una mirada más humanística e integral de la salud.
En séptimo lugar, el aumento del acceso a medicamentos y tecnología sanitaria vs. un tipo de sanidad muy medicalizada y menudo generadora de iatrogenia. Me voy a detener un poco en este punto porque me parece un tema importante pero que no es comúnmente destacado. Y es que en España, a la vez que hay enfermos que no tienen acceso (o un acceso adecuado) a los medicamentos, un tema grave que hay que denunciar y cambiar, también ocurre el extremo opuesto. Está claro que es bueno y necesario hablar de salud y no sólo de enfermedad, pero hay que ir con cuidado. Y es que cada vez más el objetivo de las grandes empresas farmacéuticas no son solo los enfermos, sino todas las personas. Prácticamente cualquier asunto es potencialmente un tema de “salud”, algo que se relaciona con el consumo y la expansión de numerosos productos y tecnologías. Hace ya casi un cuarto de siglo, una interesante editorial de una revista médica se preguntaba: “¿Qué es una persona sana?” Ante el crecimiento de intervenciones médicas de todo tipo de las últimas décadas, su respuesta era que: “una persona sana es un paciente que aún no ha sido diagnosticado.”[27] La tecnología digital en el campo de la salud ha seguido aumentando con rapidez, y todo hace prever que, para bien o para mal, en muy pocos años vamos a encontrarnos con una masiva revolución digital en el campo médico. Los aspectos positivos son indudables, pero en relación con los malos usos de la medicina hay estudios que muestran resultados muy preocupantes. Por ejemplo, en Estados Unidos, un interesante artículo del 2000 estimaba que la iatrogenia, el daño a la salud producido por la mala o excesiva medicación o tecnología, generaba anualmente entre 230 y 284.000 muertes, y que eso representaba la tercera causa de muerte del país.[28] Un análisis mucho más reciente de 2016 ha estimado que la cifra de muertes por efectos adversos alcanzaba las 400.000 muertes anuales.[29] Sería muy interesante tener estudios detallados del impacto de esa iatrogenia en España y otros países. Por todo ello, no es de extrañar que médicos como Juan Gervas entre otros muchos hagan referencia a la llamada “prevención cuaternaria”.[30] Estamos por tanto ante un tema de gran importancia: evitar el abuso en las intervenciones médicas, controlar la llamada tecnofilia: la creencia de que la tecnología puede arreglarlo prácticamente todo, que va a resolver todos los problemas del mundo: la pobreza, el hambre, la enfermedad, e incluso la muerte. Esa es la reivindicación de un progreso científico-técnico ilimitado, posthumano, como el propuesto por autores relacionados con la Singularity University como Raymond Kurzweil, José Luis Cordeiro u otros eufóricos vendedores mesiánicos de tecnodistopías.[31]
Octavo, el elevado interés y valoración teórica –subrayo lo de teórica- de la promoción de la salud, la prevención y la salud pública versus la ausencia de inversiones y políticas en salud pública, en la salud laboral, la salud ambiental y salud mental, entre otros. Y es que no cuesta nada poner en los documentos, informes o incluso leyes que la promoción de la salud es muy importante, que la participación o la salud pública son cruciales. Sí, está muy bien hablar de la importancia de la prevención, la salud pública, la salud laboral, la salud ambiental, la salud mental… pero al mirar los presupuestos podemos observar la escasa prioridad que todo ello recibe en la actualidad.
Noveno, la visibilización y referencia genérica a los determinantes sociales de la salud y la equidad en documentos y presentaciones públicas versus la falta de acción política sobre estos factores, así como la ausencia de evaluaciones de las políticas. En la última década cada vez se habla más y más de los Determinantes Sociales de la Salud y la equidad, una tendencia verdaderamente muy positiva. Ahora bien, ¿qué se hace en la práctica en relación a los Determinantes Sociales? Nada o muy poco. Además, más allá de la distancia existente entre teoría y práctica, entre el decir y el hacer, hoy existe una batalla sobre el significado y sentido de la expresión “Determinantes Sociales de la Salud”.[32]
En décimo lugar, la ampliación y mejora de los sistemas de información clínicos y sanitarios versus la posibilidad de venta mercantil de datos ciudadanos (big data). También aquí estamos ante un tema de gran interés, que merece mucha atención. No cabe duda de que el uso de información es de gran importancia para los investigadores, pero no cabe ser ingenuos, el uso de una enorme cantidad de datos puede ser también potencialmente muy dañino en términos de control social y en manos de grandes empresas cuyo objetivo básico bajo el capitalismo es fomentar el consumo y los beneficios, con todo el impacto iatrogénico que ello puede comportar.
Undécimo, el notable crecimiento de inversiones y actividades de investigación biomédica versus la falta de inversiones en investigación de los “Determinantes sociales de la salud y la equidad”, la "Salud en todas las políticas" y la evaluación de las políticas sociosanitarias. También en estos casos, existe básicamente una proclama retórica. Queda muy bien hablar de la importancia de la investigación en “salud en todas las políticas”, pero ¿qué se hace? Nada o muy poco. Nuevamente estamos ante una etiqueta que casi nunca se traduce en políticas reales.
Y finalmente, la última contradicción, es la frecuente mención de que hay que crear una sanidad transparente y democrática versus la opacidad, clasismo, sexismo y la poca participación popular realmente existentes.
Algunos desafíos
Ante esa evolución histórica y las contradicciones existentes, ¿hacia dónde deberíamos caminar? ¿A qué retos fundamentales deberíamos hacer frente para lograr el mejor Sistema de Salud posible para toda la ciudadanía? Aún a riesgo de simplificar en demasía, me parece que los desafíos más importantes que tenemos por delante son cinco. Me limitaré a mencionarlos sin entrar en plantear un programa técnico y político que merecería un desarrollo mucho mayor, tal y como hemos comentado en otros lugares:[33]
Financiar mejor, desprivatizar y desmercantilizar el sistema de salud
Priorizar la atención primaria y comunitaria, así como la salud pública y las acciones sobre los determinantes sociales de la salud Desprecarizar, desmedicalizar, reeducar (a los profesionales y a la población) sobre la salud, la medicina y la salud pública
Desarrollar nuevos sistemas de información, vigilancia y evaluación de la “salud en todas las políticas” y con más investigación social y comunitaria
Extender la democracia, la participación popular y la soberanía popular en el campo de la salud
Cada una de los conceptos propuestos representa un gran desafío. Son palabras que comportan retos enormes que requieren mucha reflexión, hacer propuestas, plantear actividades y por supuesto disponer de la capacidad política para poder plantear y realizar políticas a la vez ambiciosas, integrales y justas.
Entre las muchas palabras que podríamos seleccionar me quedo con la palabra “democracia” porque es una de esas palabras fetiche que todo el mundo usa y que sirve para legitimar prácticamente cualquier cosa.[34] Y es que el asunto de las palabras es un tema realmente fundamental. A veces, pocas veces, desde los lugares de poder se habla claro. No ocurre con frecuencia, pero a veces los poderosos se sienten tan impunes que se permiten el lujo de hablar con claridad. Por ejemplo, sobre la palabra “democracia”, un ex columnista del Consejo Editorial de The Wall Street Journal señalaba en una entrevista:
“Creo que el capitalismo es mucho más importante que la democracia. Ni siquiera soy un gran creyente en la democracia… Yo estoy a favor de que la gente pueda votar y cosas así, pero hay muchos países que tienen el derecho al voto que siguen siendo pobres. La democracia no siempre lleva a una buena economía, o siquiera a un buen sistema político. Con el capitalismo, eres libre de hacer lo que quieras, de hacer cualquier cosa que quieras con tu persona.”[35]
Y al pensar en las complejas interrelaciones existentes entre el capitalismo, la salud y la democracia,[36] creo que vale la pena recordar las palabras del viejo Rudolf Virchow, uno de los más conocidos padres de la salud pública, quien enunció aquella conocida frase que reza “la medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina a gran escala”. Pero Virchow señaló también una frase seguramente mucho menos conocida que también me gusta recordar y con la que quiero acabar:
“La mejora de la medicina alargará la vida humana, pero la mejora en las condiciones sociales permitirá conseguir ese logro más rápidamente y con mayor éxito... La receta se puede resumir de este modo: democracia plena y sin restricciones.”[37]
Muchas gracias por la atención.
(Texto revisado y adaptado de la intervención “Las políticas de salud y las desigualdades: evolución histórica, contradicciones y retos: ¿qué lecciones podemos aprender?” en la Jornada de Salud de Podemos “¿Qué sistema de salud para qué futuro? Pensando las políticas sanitarias de los próximos 20 años” el 2 de diciembre de 2017 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El video completo con todas las intervenciones de Joan Benach, Carme Borrell, Juan Antonio Gil, Ildefonso Hernández, Mónica García, Lucía Artazcoz, Javier Padilla y José J O’Shanahan puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=_wEKr8zS7KM)
Referencias:
Ver el original
Joan Benach Catedrático de Sociología en el Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra. Director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud (GREDS-EMCONET) y Subdirector del JHU-UPF Public Policy Center, Universidad Pompeu Fabra a Barcelona.
Fuente: www.sinpermiso.info,
Stephen William Hawkins fue un físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico que sufrió una grave enfermedad degenerativa nerviosa, siempre reconoció que sin la ayuda del Servicio de Salud Británico, que se implantó después de la II G. M., (1948) por el gobierno laborista, no podría haber vivido. Falleció el pasado 14 de marzo, a los 74 años. Encarna uno de tantos ejemplos del bien real que puede realizar la sanidad pública de calidad hoy en día.
Muchas gracias por la invitación. Me han pedido que haga una presentación general sobre las ambiciosas preguntas formuladas en esta interesante Jornada. Aunque es imposible hablar de todo, quiero plantear algunas ideas que nos permitan reflexionar sobre los cambios y perspectivas de las políticas de salud y equidad en el Estado español. Trataré varios aspectos que me parecen de especial interés: los principales rasgos asociados a la configuración y evolución de la mercantilización del Sistema de Salud español, las principales contradicciones del Sistema, y algunos de los desafíos que me parece más importante encarar.
Evolución y rasgos históricos
Aunque siempre es arriesgado plantear las fases de un determinado momento histórico, y puede haber distintas propuestas cronológicas,[1] desde el punto de vista de su mercantilización me parece que no me aparto demasiado a la realidad si analizamos la evolución del Sistema de Salud en cuatro grandes etapas. Un primer período de reordenación y reforma inicial del sistema que abarca prácticamente desde la aprobación de la Constitución en 1978 hasta la Ley General de Sanidad en 1986. Una segunda etapa que incluye una serie de avances reformistas con fuertes tendencias privatizadoras que abarca la década que va desde 1986 hasta 1996 cuando el Partido Popular (PP) de Aznar gana las elecciones. Un tercer período que profundiza el avance neoliberal mercantilizador que iría desde 1996 hasta 2012 con la aprobación de un regresivo Real Decreto que transforma la sanidad. Y finalmente, la etapa que va desde 2012 hasta finales de 2017, con un fuerte desarrollo mercantilizador pero también con una notable reacción social y popular contra los recortes y el avance conservador.
Reordenación y reforma (1978-1986)
Por lo que hace a esta primera etapa, vale la pena recordar que el franquismo nos dejó una sanidad fragmentada y centralizada, con grandes desigualdades sociales y de salud, una atención sanitaria deficiente, sobre todo la hospitalaria, con un sistema de gestión ineficiente y antidemocrático, y un sistema de salud pública enormemente limitado en cuanto al control, la planificación, la vigilancia y evaluación epidemiológica, la salud laboral y ambiental o el control alimentario, por sólo citar algunos apartados importantes. Baste recordar por ejemplo el lamentable episodio del fraude alimentario causado por el llamado síndrome del aceite tóxico o enfermedad de la colza a partir de mayo de 1981. Además del desastre de salud pública que causó más de 1.000 muertes y más de 20.000 afectados,[2] el episodio daría para realizar una serie de televisión o una película de Almodóvar con un gran número de situaciones trágico-cómicas.[3]
Durante esa primera etapa que coincide con los gobiernos postfranquistas de Adolfo Suárez entre 1977 y 1982, y la primera legislatura del PSOE tras su aplastante victoria a finales de octubre de 1982, se crea el Ministerio de Sanidad al que se asignaran las competencias de Salud Pública en la forma de una Dirección General, se desmonta la estructura del Instituto Nacional de Previsión (INP), que incluye el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE) de 1944. En 1978, el INP se desdobló en entidades gestoras, correspondiendo al INSALUD la gestión de la asistencia sanitaria (el antiguo SOE), que dependía del Ministerio de Sanidad, y se empiezan transferir competencias a las Comunidades Autónomas. Primero será Cataluña en 1981, y luego Andalucía en 1984, el País Vasco y la Comunidad Valenciana en 1988, Galicia y Navarra en 1991 y Canarias en 1994. Las comunidades adquirirán cada vez mayor peso económico y político, donde una parte muy importante de su presupuesto global será dedicado a la sanidad. Sin embargo, durante esos años de inicio de la transición política se hizo muy poco para solventar la crisis sanitaria existente ya que persistieron los problemas de salud existentes durante el franquismo: la fuerte inercia del sistema con múltiples deficiencias e ineficiencias en los servicios sanitarios, la ideología biomédica hegemónica y la medicalización de la salud existentes, la creciente parasitación del sector público por el sector privado, y la existencia de desigualdades.
Para entender un poco mejor el contexto que se vive en ese momento histórico, centremos la atención en Cataluña, lugar donde existía un fuerte movimiento social y sanitario, reivindicativo y crítico, que analizó y reclamó en diversos informes y libros un cambio radical del sistema sanitario. En un estudio de 1977 sobre el Servicio Nacional de Salud se señala lo siguiente:
“La transformación del actual caos sanitario en un Servicio Nacional de la Salud implica una transformación radical. Supondría una organización sanitaria normalizada (tanto en el sentido de incluir todos los aspectos sanitarios como en el hecho de hacer desaparecer las duplicidades de servicios), con una base territorial (regionalización sanitaria), donde se ponga el acento en la prevención y en la medicina de primer nivel (el hospital pasaría a ser una parte reducida, pero altamente especializada y cualificada, dentro del conjunto sanitario), con una financiación a través de los presupuestos públicos, una vez hecha la reforma fiscal y con una gestión democrática y muy descentralizada”.[4]
Y para completar un poco más ese análisis podemos también observar el diagnóstico que hacía otro estudio[5] promovido por Jordi Gol, un “médico de personas” muy singular,[6] preocupado por la Atención Primaria y la medicina integral y humana:
La falta de una política sanitaria coherente con una planificación, información y evaluación deficientes, así como la dependencia del centralismo y el autoritarismo del gobierno estatal; La hegemonía de la medicina curativa, el olvido de la promoción de la salud, la medicina preventiva y la reinserción social; El exagerado consumismo médico-farmacéutico fomentado por el complejo médico-hospitalario, la ideología individualista y médica de la enfermedad, y la falta de educación sanitaria; La desigualdad entre clases sociales era el factor generador de más desigualdades en la salud y como las mujeres estaban peor atendidas, sobre todo por las insuficiencias de una asistencia primaria y medicina preventiva desprestigiadas e insuficientemente financiadas; El avance del sector privado en detrimento del sector público.
A grandes rasgos, ese es el “diagnóstico” general cuando en octubre de 1982 el PSOE gana las elecciones de forma aplastante con diez millones de votos (48% del total) mientras que la muy conservadora Alianza Popular queda muy lejos con solamente cinco millones (26%). La victoria del PSOE generó una enorme expectativa social basada además en una enorme legitimidad política (una mayoría absoluta de 202 diputados con una participación electoral del 80%). En ese momento se intensifica la necesidad de realizar una reforma sanitaria y se discute profusamente sobre conceptos como “participación”, “promoción de la salud” o el “derecho a la salud”, que están en la cabeza de la mayor parte de quienes quieren mejorar la sanidad y la equidad en salud. En cambio, vale la pena notar que cuando progresivamente se imponga la hegemonía cultural neoliberal, el discurso irá cambiando y las palabras objeto de debate pasarán a ser “gestión”, “eficiencia”, “copagos” y otros conceptos relacionados.
Para ilustrar el momento histórico que en esos momentos se vive y darnos una idea de las luchas políticas que tienen lugar podemos fijarnos en un par de editoriales de El País que, dicho sea de paso, era un periódico bastante más “progresista” de lo que es en la actualidad cuando se ha convertido en adalid de buena parte de las ideas neoliberales. Por ejemplo, una editorial de 1984 señalaba los conflictos, discusiones y luchas ideológicas que en ese momento tenían lugar en el debate de la reforma de la sanidad:
“Los conflictos entre los cargos políticos del ministerio, los roces con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (administrador de los fondos del Instituto Nacional de la Salud), las tensas relaciones con los sindicatos y con la profesión médica (ante una reforma mil veces anunciada y cuyo comienzo nadie atisba) y los contratos multimillonarios con la industria farmacéutica ocupan mientras tanto la atención de los ciudadanos”.[7]
Dos años más tarde, el 25 de abril de 1986, sólo dos meses antes de las nuevas elecciones generales de junio, se aprobó la Ley general de Sanidad (LGS 14/1986) que crearía el “Sistema Nacional de Salud”. Aunque en años posteriores la LGS ha sido habitualmente valorada de forma muy positiva sus avances por casi todo el mundo, en ese momento la situación no se ve necesariamente de ese modo y, de hecho, se realizan fuertes críticas a las insuficiencias de la Ley. En una editorial de El País de ese año se leen cosas como éstas:
“La Ley general de Sanidad (…) significa la pérdida de una oportunidad histórica para realizar una profunda reforma sanitaria en un país en el que todavía algunos hospitales públicos pueden ser calificados como fábricas de dolor. Varias parecen ser las claves que laten tras este fracaso: por un lado, la falta de interés del propio Gobierno en materia sanitaria, que ha hecho que ésta no figure entre las prioridades políticas y, por tanto, presupuestarias de esta legislatura; por otro, la falta de decisión del Ministerio de Sanidad y Consumo para enfrentarse con los poderes fácticos del corporativismo sanitario y, muy especialmente, con la Organización Médica Colegial, lo que le ha hecho realizar continuas concesiones que han desvirtuado muchos de los aspectos positivos del proyecto inicial”.[8]
Vale la pena recordar que, al igual como ocurrió en otros ejemplos históricos similares, el Colegio de Médicos (la Organización Médica Colegial) dirigido por el Dr. Ramiro Rivera se opuso frontalmente durante esos años a la Ley General de Sanidad, y que la lucha social y política para influir en el resultado final de la LGS que daría paso al Sistema Nacional de Salud fue realmente notable. No obstante, cuando años más tarde se valora lo ocurrido, algunos intentan promover la visión de que derechos sociales tan importantes como la sanidad universal fueron otorgados de forma sencilla, rápida o incluso cómoda. La realidad histórica suele ser muy distinta. Un conocido ejemplo histórico fue el establecimiento del National Health Service (NHS) en Inglaterra tras la Segunda guerra mundial, donde también se produjo una oposición frontal por parte de los médicos.[9]
La Ley General de Sanidad se articuló bajo tres principios básicos: reorganizar la Atención Primaria, fomentar la participación comunitaria, y realizar políticas intersectoriales. Entre los resultados positivos más destacados de la LGS podemos citar los siguientes puntos: la casi universalización de la cobertura sanitaria, la creación de la especialidad de Medicina familiar y comunitaria, una mayor unificación administrativa de la red asistencial, y la mejora en la calidad de la atención. Sin embargo, los problemas de la sanidad continuaron, hubo resistencias de todo tipo, persistieron las insuficiencias y la visión tecnocrática y biomédica de la sanidad sin que se cumplieran muchos de los objetivos, valores, y principios presentes en el espíritu y las reivindicaciones sociales por lograr un sistema más humano, social e igualitario.
Avances reformistas y tendencias privatizadoras (1986-1996).
La Ley General de sanidad en España fue la última de las leyes de sanidad reformistas asociadas al Estado de bienestar aprobadas en Europa, en un momento en que ya desde los años 70 con el golpe de Estado en Chile y los gobiernos de Thatcher y Reagan emergían en el mundo el neoliberalismo[10] y la ola de privatizaciones de los sistemas sanitarios públicos. En efecto, sobre todo a partir de los años 80, junto a fenómenos como el aumento de inversión turística o inmobiliaria en las ciudades, y la llamada “financiarización” de la economía, el gran poder económico verá la salud como un lugar crucial donde invertir y hacer negocios. Ese es un punto clave porque de hecho casi cualquier cosa puede hoy día convertirse en una enfermedad o en un problema de salud. Así pues, en esos años el sector sanitario público se situó por tanto bajo el punto de mira de gobiernos conservadores, instituciones internacionales y grandes empresas (farmacéuticas, seguros, tecnológicas y hospitalarias), aumentando progresivamente la presión para mercantilizar la sanidad. Un ejemplo de ello fueron los informes del Banco Mundial, en que de forma algo disimulada se empiezan a plantear rasgos que poco a poco van a convertirse en características clave del neoliberalismo.[11]
Uno de los lugares del Estado español donde antes se produjo un desarrollo precoz en los procesos de mercantilización de la sanidad fue en Cataluña. Desde hace muchas décadas en Cataluña había existido una concepción privada de la sanidad donde las fundaciones privadas, eclesiásticas y el mundo empresarial tuvieron mucho espacio. Ya en los años 80 junto a las transferencias en sanidad emergieron los procesos privatizadores y mercantilizadores.[12] Esos procesos fueron combinando varias estrategias. Por un lado, el “síndrome del goteo” donde se trata de ir haciendo una pequeña reforma por aquí y una pequeña reforma por allá, y poco a poco, como quien no quiere la cosa, se van generando y ampliando cambios de mucho calado. Y por otro lado, al mismo tiempo, se va a ir produciendo también lo que la periodista canadiense Naomi Klein ha llamado el “síndrome del shock”, es decir, episodios abruptos de cambio donde la gente se queda paralizada, sin respuestas, y sin saber muy bien cómo reaccionar.[13]
Un proceso similar ocurrió por ejemplo en Cataluña en 1990 con la aprobación de la Ley de Ordenación Sanitaria de Cataluña (LOSC). La LOSC puso en marcha y legitimó las llamadas teorías de mercado de la "Nueva Gestión Pública" (NGP) que proponían la separación entre compra y provisión de servicios, fomentando la creación de un extenso sector público empresarial. Durante esos años, Cataluña tenía una situación diferente a la del resto de España: en 1986 la relación entre provisión privada/pública era de 70/30 en Cataluña, mientras que en el resto del país era la inversa. La LOSC definió un modelo sanitario mixto, que integraba en una sola red de utilización pública todos los recursos sanitarios, sean o no de titularidad pública, y que recoge una tradición de entidades (mutuas, fundaciones, consorcios, centros de iglesia) históricamente dedicadas a la salud. Y también la LOSC que creó la Red de Hospitales de Utilización Pública (XHUP), para favorecer este proceso de provisión privada con financiación pública.[14]
En el conjunto del estado español, apenas unos años después de la aprobación de la LGS, en 1991 se produce el primer intento estructurado para avanzar en la privatización y mercantilización de la salud a través del conocido “Informe Abril” (Informe y Recomendaciones de la Comisión de Análisis y Evaluación del Sistema Nacional de Salud) generado por la comisión de su mismo nombre, que contó con 9 miembros titulares y un total de 140 expertos, y que fue presidida por Abril Martorell, uno de los hombres de confianza de Adolfo Suárez en la Unión de Centro Democrático. El núcleo del informe planteó la puesta en marcha de nuevas ideas sobre la gestión pública y los copagos, donde se abogaba por avanzar en los puntos siguientes:
Mejorar su eficiencia mediante la separación de garantía del derecho (financiación pública) y provisión de servicios
Introducir supuestos de mercado en la gestión de un servicio público
Establecer un catálogo básico de prestaciones.
Instaurar conceptos como la “prestación adicional” y “complementaria” cofinanciados por el usuario.
Generar un mercado interno en la provisión de servicios sanitarios extendiendo la cultura del contrato-programa.
Si bien en ese momento las resoluciones de la Comisión no prosperaron, se trató del primer intento formal de extender ideas de tipo mercantil en la sanidad que progresivamente, con la ayuda de los medios, la ideología y la propaganda, se irían extendiendo como si de una infección se tratase. Tras el fracaso inicial de la Comisión, Abril Martorell nos dejó algunas perlas de su ideología neoliberal que vale la pena recordar. En una entrevista y ante la pregunta “¿por qué es tan perversa la gratuidad?”,[15] Martorell decía:
“Porque deforma las conductas y los comportamientos del hombre. Porque en el fondo de la naturaleza humana, aquello que no cuesta no se valora lo suficiente, porque se propende a exigir más de lo gratuito, porque cuando uno no paga jamás puede escoger y escoger forma parte de la satisfacción subjetiva.”
Y cuando le señalaban:
“Imagínese que una persona ha tenido un accidente de coche y tiene por delante una larga estancia en el hospital”.
Abril Martorell respondía:
“Me va a perdonar, pero esa persona tiene su seguro de automóvil. Lo primero que tiene que hacer un hospital es curar, pero lo segundo es cobrar”.
Así pues, conviene recordar esas ideas y propuestas para entender un poco mejor el lugar de dónde venimos, y los procesos y luchas que ocurrieron. Y es que a pesar del fracaso inicial de la Comisión, a partir de entonces las fuerzas interesadas en la reforma de la sanidad irían produciendo un goteo permanente de acciones en la dirección apuntada por el Informe.[16] Por ejemplo, en 1992 se constituye la empresa pública Hospital Costa del Sol en Andalucía, donde el sistema incorpora principios de gestión privada a centros que son de titularidad pública, con personalidad jurídica diferenciada. Las empresas se constituyen mediante leyes autonómicas y tienen el control del Parlamento regional. La constitución por la Xunta de Galicia de la Fundación del Hospital de Verín en 1995, es el primer caso de la puesta en marcha de un modelo de gestión privado aprovechando la ley de fundaciones de 1994. En 1996 se pone en funcionamiento otro experimento privatizador, en este caso en atención primaria: son las entidades de base asociativa (EBA), especie de sociedad limitada/cooperativa de médicos que gestionan un centro de salud), primero en Vic y luego en Cataluña durante los Gobiernos de CiU.
Durante esos años, los argumentos ideológicos neoliberales repetidos hasta la saciedad por los mass media han sido permanentes: el sector público es “insostenible” y “burocrático”, el sistema privado es “más eficiente” que el público, la salud pertenece al ámbito personal, los usuarios son responsables de “abusar de la sanidad”.[17] Recordemos que los medios de comunicación de masas, que mejor habría que llamar en demasiadas ocasiones de “desinformación” y “adoctrinamiento”, pertenecen básicamente a los mismos entramados financieros y económicos que están a favor de las políticas neoliberales.
Ascenso neoliberal (1996-2012).
A partir de 1996 se acelera el ascenso neoliberal. El PSOE había entrado progresivamente en decadencia desde hacía años y, aunque ganó las elecciones de 1993, lo hizo por poco. Tres años más tarde, en marzo del 1996, el PP también ganará, aunque también por poca diferencia: 9,7 millones el PP por 9,4 el PSOE. Tras la victoria de Aznar, el goteo neoliberal en la sanidad por lo que hace a la legislación, la gestión y otros ámbitos relacionados se irá acentuando. Veamos de forma muy resumida unos pocos ejemplos que lo ilustran:
El RD 10/1996 sobre habilitación de nuevas formas de gestión del Sistema Nacional de Salud da cobertura legal a los experimentos privatizadores. la Ley 15/97 permite la entrada de entidades privadas en la gestión de los centros sanitarios públicos. La construcción y gestión del hospital de La Ribera en Alzira (1999), abre el camino a la mercantilización de la sanidad y el fomento a “modelos de negocio” privados.
En Madrid, se produce la cesión del hospital de Valdemoro a la empresa de capital sueco Capio (2005).
El caso del “experimento” sanitario privatizador de Alzira en la Comunidad Valenciana bajo la presidencia de Eduardo Zaplana es uno de los más conocidos.[18] Así, se estableció un consorcio en que estaba el grupo Rivera para la gestión, Adesla como aseguradora, Lubasa desde el punto de vista inmobiliario, y Dragados en el tema de la construcción. Todo el “paquete” fue montado para crear una empresa privada que diera cobertura a la atención sanitaria de un área. El caso de Alzira hace referencia a un punto crucial: la cooptación del poder público por el poder privado. Como apuntó en una de sus viñetas el dibujante El Roto: “¡Pero qué aficionados son a gobernar lo público los que todo lo quieren privatizar!”
Como sea que la sanidad es un negocio muy importante que aún puede generar beneficios muchos más amplios, y que hay múltiples estrategias neoliberales para su legitimación,[19] las administraciones públicas de carácter neoliberal, junto a las presiones e influencia del complejo biomédico-farmacéutico y las aseguradoras sanitarias, han ido proponiendo y realizando muy diversas acciones:
Leyes y reformas legales (un claro ejemplo han sido la ley 15/97 el RD 16/2012)
Los desgravamientos fiscales (colectivos e individuales)
La gestión privada y “nuevas formas de gestión” de servicios públicos
El aumento de coaseguramientos privados
La generación de externalizaciones y subcontrataciones
La creación de partenariados público privado (consorcios de empresas y servicios)
Y la realización de inversiones masivas en la industria biomédica, farmacéutica, genética, tecnológica, sistemas información para consumo. Desarrollo mercantilizador y reacción social (2012-2017).
El último período histórico analizado tiene que ver con el progresivo desarrollo mercantilizador de la sanidad y la consiguiente reacción social ante esas políticas. Y es que tras el goteo constante de casi dos décadas llega la ducha de agua fría. El gobierno del PSOE de Zapatero dejó el gobierno en diciembre de 2011, y el gobierno del PP con Rajoy llegará al poder con diez millones de votos (44%) ganando prácticamente en todo el territorio con las únicas excepciones del País Vasco y Cataluña, y la provincia de Sevilla. El PSOE con siete millones de votos (38%) quedará a gran distancia.
El gran poder acumulado por el PP le permitió poner en marcha el Real Decreto-Ley (RDL 16/2012), una auténtica contrarreforma sanitaria que comporta pasar de un sistema nacional de salud a un sistema tripartito basado en los seguros sanitarios para los ricos, la seguridad social para los trabajadores y la beneficencia para el resto de personas.[20] ¿Qué características clave comporta la aprobación de ese RD? Los aspectos más relevantes se pueden quizás resumir en cuatro puntos:
Pasar de un sistema financiado con impuestos directos a uno basado en la cotización social, financiación de un modelo de seguros con el pago del afiliado (asegurado) o el protegido (beneficiario) por la Seguridad Social y copagos.
Se renuncia a la atención sanitaria universal excluyendo a los sectores más débiles de la sociedad española: inmigrantes sin papeles y discapacitados con una discapacidad menor del 65%, entre otros colectivos.
Se niega la sanidad a inmigrantes o personas enfermas socialmente excluidas, el “nuevo” sistema puede acarrear problemas con la saturación de urgencias y la probable aparición de epidemias.
Se crean varios niveles de servicios, lo que apunta a una reducción de las prestaciones básicas y la generación de un sistema de beneficencia que puede “arrastrar” a la clase media hacia los seguros privados.
En ocasiones, el modelo se planteó en forma muy descarada como ocurrió en el caso catalán. Boi Ruiz, quien fue Conseller de Salut de la Generalitat de Catalunya durante la presidencia de Artur Mas entre 2010 y 2016, ha dejado para la posteridad algunas perlas realmente impagables que son bien conocidas en Cataluña, pero quizás no tanto en el resto del estado español:
“No hay un derecho a la salud, porque ésta depende del código genético que tenga la persona, de sus antecedentes familiares y de sus hábitos...”
“La salud es un bien privado que depende de uno mismo, y no del Estado…”
“Recomiendo hacerse de una mutua sanitaria. Una mutua privada es una solución para el sistema de salud pública… es un derecho que la gente debe poder elegir y que hay que reconocer fiscalmente.”[21]
En efecto, esa visión neoliberal ha tenido éxito. A veces los datos hablan por sí mismos. Entre 2010 y el 2013 los seguros médicos ganaron más de cien mil abonados con un importante ingreso por primas de casi un 11%. Desde 2008, el negocio de seguros médicos privados ha generado 131.000 nuevos contratos aumentando sus ingresos en 227 millones de euros. Sin embargo, la realidad es con frecuencia poco visible y muchos deben ser los esfuerzos por desvelarla.
Para entender algo mejor la opacidad de muchos procesos mercantilizadores quizás nos puede ayudar utilizar una imagen. En 1976 se realizó la película “Todos los hombres del presidente”, donde dos periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, destaparon el caso Watergate que llevó a la destitución del presidente Richard Nixon. En la película, el periodista que representa Woodward (Robert Redford), está en el sótano de un aparcamiento hablando con su confidente que es un agente del FBI (William Mark Felt, también conocido como deep throat),[22] a quien está intentado sacar la información para desvelar los responsables del caso. En un momento dado, ante la insistencia de las preguntas del periodista, el confidente le espeta “Follow the money, just follow the money” (sigue al dinero, tan solo sigue la pista del dinero). Para entender adecuadamente el conjunto de procesos mercantilizadores de la sanidad de esos años, eso es lo que deberíamos hacer: seguir el dinero, seguir todas las pistas que llevan a entender cómo, dónde y de qué manera se gasta el dinero público, nuestro dinero, el dinero de toda la población. Y por tanto, entender de ese modo cómo se ha avanzado en ese proceso de mercantilización, con qué mecanismos, y qué responsables hay detrás. Son procesos complejos y opacos, que casi siempre llegamos a conocer –al menos en parte- gracias al trabajo de periodistas de investigación valientes como Albano Dante y Marta Sibina de “caféambllet”, que han ayudado a entender muchas de las prácticas y acciones corruptas de la sanidad catalana, en un rompecabezas difícil de conocer e integrar.[23]
Es claro que si uno quiere hacer negocio con el sistema privado ¿qué tiene que hacer? Tiene que parasitar al sistema público, tiene que hacer que el sistema público parezca ineficiente, que no funciona, que hay largas listas de espera, que hay colas, que la calidad es baja, y así un largo etcétera. El neoliberalismo aprendió mucho de la importancia fundamental relacionada con la modificación de las leyes, y donde el papel de los gestores en puestos clave es muy importante: colocar a las personas clave en los lugares clave, bajo un modelo ideológico de gestión empresarial. Es de ese modo como se logra abrir espacios de mercantilización que son los que permiten finalmente hacer negocios y ganar dinero. Y por supuesto, todo ello tiene también que ver con lo que se puede llamar la “promiscuidad” entre el poder económico y el poder político. Es decir, el papel de las puertas giratorias entre políticos y grandes empresas, o entre los grandes consorcios empresariales, tecnológicos y sanitarios a nivel global que mueven sus hilos para hacer negocios. Seguro que les suenan nombres como el grupo Capio, Tecnon, Quiron, entre otros muchos, pero también juegan un papel crucial grupos menos conocidos que conforman las grandes consultoras tan directamente relacionadas con los gobiernos, las llamadas Big Four: Deloitte, KPMG, Ernest & Young, y quizás la más conocida de todas PwC, la empresa de donde proviene por cierto Luis de Guindos, ministro de economía español desde 2011.
Principales contradicciones del sistema
Tras el sucinto resumen histórico expuesto sobre la evolución y procesos mercantilizadores que han tenido lugar en el Sistema de Salud español, debería quedar claro sin embargo que no todo es blanco o negro, que hay muchos grises, y que hay situaciones muy diversas con avances positivos y negativos que comentaré de forma muy esquemática en forma de contradicciones. Por un lado, presentaré aquellos apartados del sistema de salud que han ido mejorando gracias al esfuerzo de personas y colectivos muy diversos: partidos, profesionales, sindicatos, grupos sociales, etc. De otro lado, mostraré otros apartados que no han mejorado o que han empeorado (o que presentan un elevado riesgo de hacerlo). Por un tema de espacio, me limitaré tan solo a enunciar las contradicciones que me parecen más relevantes, aunque me extenderé un poco más en el importante y con frecuencia olvidado asunto de la medicalización de la salud y la generación de daño (iatrogenia).
En primer lugar, la (casi) universalidad y calidad de los servicios vs. los recortes y la subfinanciación crónica del sistema. Vale la pena recordar que en las últimas décadas se han recortado muchos millones de euros y muchos miles de trabajadores y en ese sentido el sistema de salud se ha descapitalizado. Por ejemplo, un estudio ha mostrado como en el año 2015 el gasto sanitario per cápita de España fue de 2.374€ en comparación con 2.800 de la UE.[24] El gasto sanitario español respecto al PIB fue de 9,2 por 9,9 de la UE. En cuanto al porcentaje del gasto sanitario público, éste fue de 71% en España por 79% en la UE. Siempre estamos por debajo. Más allá de cómo nos gastemos el dinero, lo que parece claro es que estamos en una situación de infrafinanciación o de subfinanciación crónica.
La segunda contradicción, es la búsqueda de eficiencia y equidad de la gestión de centros sanitarios versus los procesos de privatización y mercantilización que perjudican la eficiencia y equidad global del sistema.
La tercera, el desarrollo de un sistema de sanidad pública centrado en el diagnóstico y tratamiento versus un modelo de salud pública que sea integrado e integral, o tanto como sea posible, en los planos humano, biopsicosocial y clínico.
La cuarta, el elevado nivel de la atención y calidad hospitalaria que ha crecido y mejorado sustancialmente en muchos sentidos, algo que aparece profusamente en los medios de comunicación, versus el escaso gasto que se dedica a la atención primaria, comunitaria, sociosanitaria y a la salud mental. Es realmente vergonzoso el bajo gasto que tiene lugar en esos apartados del sistema de salud.
La quinta es el alto nivel de calidad y buena formación de la mayoría de profesionales sanitarios, que ha ido aumentando a lo largo de las décadas versus su creciente precarización laboral y migración (el llamado brain drain), donde muchos profesionales marchan a otros países porque no tienen espacio, porque no pueden trabajar, y porque están hartos de trabajar en situaciones de precariedad. Por ejemplo, varios estudios en Barcelona han mostrado la elevada precariedad de los profesionales médicos[25] y de enfermería.[26]
En sexto lugar, la mejora del conocimiento técnico y especializados de los profesionales de la salud vs. la común ausencia de una mirada más humanística e integral de la salud.
En séptimo lugar, el aumento del acceso a medicamentos y tecnología sanitaria vs. un tipo de sanidad muy medicalizada y menudo generadora de iatrogenia. Me voy a detener un poco en este punto porque me parece un tema importante pero que no es comúnmente destacado. Y es que en España, a la vez que hay enfermos que no tienen acceso (o un acceso adecuado) a los medicamentos, un tema grave que hay que denunciar y cambiar, también ocurre el extremo opuesto. Está claro que es bueno y necesario hablar de salud y no sólo de enfermedad, pero hay que ir con cuidado. Y es que cada vez más el objetivo de las grandes empresas farmacéuticas no son solo los enfermos, sino todas las personas. Prácticamente cualquier asunto es potencialmente un tema de “salud”, algo que se relaciona con el consumo y la expansión de numerosos productos y tecnologías. Hace ya casi un cuarto de siglo, una interesante editorial de una revista médica se preguntaba: “¿Qué es una persona sana?” Ante el crecimiento de intervenciones médicas de todo tipo de las últimas décadas, su respuesta era que: “una persona sana es un paciente que aún no ha sido diagnosticado.”[27] La tecnología digital en el campo de la salud ha seguido aumentando con rapidez, y todo hace prever que, para bien o para mal, en muy pocos años vamos a encontrarnos con una masiva revolución digital en el campo médico. Los aspectos positivos son indudables, pero en relación con los malos usos de la medicina hay estudios que muestran resultados muy preocupantes. Por ejemplo, en Estados Unidos, un interesante artículo del 2000 estimaba que la iatrogenia, el daño a la salud producido por la mala o excesiva medicación o tecnología, generaba anualmente entre 230 y 284.000 muertes, y que eso representaba la tercera causa de muerte del país.[28] Un análisis mucho más reciente de 2016 ha estimado que la cifra de muertes por efectos adversos alcanzaba las 400.000 muertes anuales.[29] Sería muy interesante tener estudios detallados del impacto de esa iatrogenia en España y otros países. Por todo ello, no es de extrañar que médicos como Juan Gervas entre otros muchos hagan referencia a la llamada “prevención cuaternaria”.[30] Estamos por tanto ante un tema de gran importancia: evitar el abuso en las intervenciones médicas, controlar la llamada tecnofilia: la creencia de que la tecnología puede arreglarlo prácticamente todo, que va a resolver todos los problemas del mundo: la pobreza, el hambre, la enfermedad, e incluso la muerte. Esa es la reivindicación de un progreso científico-técnico ilimitado, posthumano, como el propuesto por autores relacionados con la Singularity University como Raymond Kurzweil, José Luis Cordeiro u otros eufóricos vendedores mesiánicos de tecnodistopías.[31]
Octavo, el elevado interés y valoración teórica –subrayo lo de teórica- de la promoción de la salud, la prevención y la salud pública versus la ausencia de inversiones y políticas en salud pública, en la salud laboral, la salud ambiental y salud mental, entre otros. Y es que no cuesta nada poner en los documentos, informes o incluso leyes que la promoción de la salud es muy importante, que la participación o la salud pública son cruciales. Sí, está muy bien hablar de la importancia de la prevención, la salud pública, la salud laboral, la salud ambiental, la salud mental… pero al mirar los presupuestos podemos observar la escasa prioridad que todo ello recibe en la actualidad.
Noveno, la visibilización y referencia genérica a los determinantes sociales de la salud y la equidad en documentos y presentaciones públicas versus la falta de acción política sobre estos factores, así como la ausencia de evaluaciones de las políticas. En la última década cada vez se habla más y más de los Determinantes Sociales de la Salud y la equidad, una tendencia verdaderamente muy positiva. Ahora bien, ¿qué se hace en la práctica en relación a los Determinantes Sociales? Nada o muy poco. Además, más allá de la distancia existente entre teoría y práctica, entre el decir y el hacer, hoy existe una batalla sobre el significado y sentido de la expresión “Determinantes Sociales de la Salud”.[32]
En décimo lugar, la ampliación y mejora de los sistemas de información clínicos y sanitarios versus la posibilidad de venta mercantil de datos ciudadanos (big data). También aquí estamos ante un tema de gran interés, que merece mucha atención. No cabe duda de que el uso de información es de gran importancia para los investigadores, pero no cabe ser ingenuos, el uso de una enorme cantidad de datos puede ser también potencialmente muy dañino en términos de control social y en manos de grandes empresas cuyo objetivo básico bajo el capitalismo es fomentar el consumo y los beneficios, con todo el impacto iatrogénico que ello puede comportar.
Undécimo, el notable crecimiento de inversiones y actividades de investigación biomédica versus la falta de inversiones en investigación de los “Determinantes sociales de la salud y la equidad”, la "Salud en todas las políticas" y la evaluación de las políticas sociosanitarias. También en estos casos, existe básicamente una proclama retórica. Queda muy bien hablar de la importancia de la investigación en “salud en todas las políticas”, pero ¿qué se hace? Nada o muy poco. Nuevamente estamos ante una etiqueta que casi nunca se traduce en políticas reales.
Y finalmente, la última contradicción, es la frecuente mención de que hay que crear una sanidad transparente y democrática versus la opacidad, clasismo, sexismo y la poca participación popular realmente existentes.
Algunos desafíos
Ante esa evolución histórica y las contradicciones existentes, ¿hacia dónde deberíamos caminar? ¿A qué retos fundamentales deberíamos hacer frente para lograr el mejor Sistema de Salud posible para toda la ciudadanía? Aún a riesgo de simplificar en demasía, me parece que los desafíos más importantes que tenemos por delante son cinco. Me limitaré a mencionarlos sin entrar en plantear un programa técnico y político que merecería un desarrollo mucho mayor, tal y como hemos comentado en otros lugares:[33]
Financiar mejor, desprivatizar y desmercantilizar el sistema de salud
Priorizar la atención primaria y comunitaria, así como la salud pública y las acciones sobre los determinantes sociales de la salud Desprecarizar, desmedicalizar, reeducar (a los profesionales y a la población) sobre la salud, la medicina y la salud pública
Desarrollar nuevos sistemas de información, vigilancia y evaluación de la “salud en todas las políticas” y con más investigación social y comunitaria
Extender la democracia, la participación popular y la soberanía popular en el campo de la salud
Cada una de los conceptos propuestos representa un gran desafío. Son palabras que comportan retos enormes que requieren mucha reflexión, hacer propuestas, plantear actividades y por supuesto disponer de la capacidad política para poder plantear y realizar políticas a la vez ambiciosas, integrales y justas.
Entre las muchas palabras que podríamos seleccionar me quedo con la palabra “democracia” porque es una de esas palabras fetiche que todo el mundo usa y que sirve para legitimar prácticamente cualquier cosa.[34] Y es que el asunto de las palabras es un tema realmente fundamental. A veces, pocas veces, desde los lugares de poder se habla claro. No ocurre con frecuencia, pero a veces los poderosos se sienten tan impunes que se permiten el lujo de hablar con claridad. Por ejemplo, sobre la palabra “democracia”, un ex columnista del Consejo Editorial de The Wall Street Journal señalaba en una entrevista:
“Creo que el capitalismo es mucho más importante que la democracia. Ni siquiera soy un gran creyente en la democracia… Yo estoy a favor de que la gente pueda votar y cosas así, pero hay muchos países que tienen el derecho al voto que siguen siendo pobres. La democracia no siempre lleva a una buena economía, o siquiera a un buen sistema político. Con el capitalismo, eres libre de hacer lo que quieras, de hacer cualquier cosa que quieras con tu persona.”[35]
Y al pensar en las complejas interrelaciones existentes entre el capitalismo, la salud y la democracia,[36] creo que vale la pena recordar las palabras del viejo Rudolf Virchow, uno de los más conocidos padres de la salud pública, quien enunció aquella conocida frase que reza “la medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina a gran escala”. Pero Virchow señaló también una frase seguramente mucho menos conocida que también me gusta recordar y con la que quiero acabar:
“La mejora de la medicina alargará la vida humana, pero la mejora en las condiciones sociales permitirá conseguir ese logro más rápidamente y con mayor éxito... La receta se puede resumir de este modo: democracia plena y sin restricciones.”[37]
Muchas gracias por la atención.
(Texto revisado y adaptado de la intervención “Las políticas de salud y las desigualdades: evolución histórica, contradicciones y retos: ¿qué lecciones podemos aprender?” en la Jornada de Salud de Podemos “¿Qué sistema de salud para qué futuro? Pensando las políticas sanitarias de los próximos 20 años” el 2 de diciembre de 2017 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El video completo con todas las intervenciones de Joan Benach, Carme Borrell, Juan Antonio Gil, Ildefonso Hernández, Mónica García, Lucía Artazcoz, Javier Padilla y José J O’Shanahan puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=_wEKr8zS7KM)
Referencias:
Ver el original
Joan Benach Catedrático de Sociología en el Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra. Director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud (GREDS-EMCONET) y Subdirector del JHU-UPF Public Policy Center, Universidad Pompeu Fabra a Barcelona.
Fuente: www.sinpermiso.info,
Stephen William Hawkins fue un físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico que sufrió una grave enfermedad degenerativa nerviosa, siempre reconoció que sin la ayuda del Servicio de Salud Británico, que se implantó después de la II G. M., (1948) por el gobierno laborista, no podría haber vivido. Falleció el pasado 14 de marzo, a los 74 años. Encarna uno de tantos ejemplos del bien real que puede realizar la sanidad pública de calidad hoy en día.
miércoles, 11 de enero de 2017
_--Valladolid anuncia que el agua volverá a ser pública.
_--Diagonal
El Ayuntamiento de Valladolid ha aprobado la remunicipalización de la gestión integral del ciclo del agua en la ciudad. En julio se creará una entidad pública empresarial que lo llevará a cabo.
El pleno del Ayuntamiento de Valladolid ha aprobado que la gestión integral del ciclo del agua vuelva a ser "plenamente pública", según ha anunciado María Sánchez, concejala de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la ciudad.
"Tras veinte años de privatización del servicio, se ha vuelto a apostar por la gestión pública del agua para poner en el centro nuestras prioridades: los beneficios sociales y medioambientales, y no los económicos", ha añadido Sánchez.
Esta medida se traducirá en la creación en el mes de julio de una entidad pública empresarial que se encargará de la gestión del agua en Valladolid. Sus beneficios, aseguran desde Valladolid Toma la Palabra, revertirán en la mejora de la ciudad, las infraestructuras y la calidad del servicio.
"Hoy Valladolid sigue la senda de Berlín, Buenos Aires o París y se pone al frente de las ciudades que trabajan por el cambio, que trabajan por remunicipalizar los servicios", se ha felicitado Sánchez.
Esta remunicipalización del servicio del agua es "muy importante", considera Luis Babiano, gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEPAS), por lo que supone y por cómo se ha hecho. "Ha sido muy pactada, con amplio consenso político, con la aprobación de la sociedad civil, siguiendo criterios técnicos y económicos", explica a Diagonal. Babiano recuerda que Valladolid "ya había pasado por un modelo complejo, que evidenció el fracaso del modelo de concesiones. No fue rentable ni accesible para la ciudadanía".
Tras señalar una cuestión básica – "los servicios vitales para el desarrollo de nuestras ciudades deben estar en manos de lo público"–, Babiano apunta que la gestión de un servicio como el agua, "un derecho humano", ha de ser profesional, accesible a la ciudadanía, respetuosa con el medio ambiente y bajo un régimen de inversiones constantes para conseguir un modelo sostenible.
Junto a Valladolid, Babiano también valora que otras ciudades, como Santiago de Compostela, estén iniciando procesos técnicos para remunicipalizar sus servicios de agua.
Fuente:
http://www.diagonalperiodico.net/movimientos/32648-valladolid-anuncia-agua-volvera-ser-publica.html
El Ayuntamiento de Valladolid ha aprobado la remunicipalización de la gestión integral del ciclo del agua en la ciudad. En julio se creará una entidad pública empresarial que lo llevará a cabo.
El pleno del Ayuntamiento de Valladolid ha aprobado que la gestión integral del ciclo del agua vuelva a ser "plenamente pública", según ha anunciado María Sánchez, concejala de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la ciudad.
"Tras veinte años de privatización del servicio, se ha vuelto a apostar por la gestión pública del agua para poner en el centro nuestras prioridades: los beneficios sociales y medioambientales, y no los económicos", ha añadido Sánchez.
Esta medida se traducirá en la creación en el mes de julio de una entidad pública empresarial que se encargará de la gestión del agua en Valladolid. Sus beneficios, aseguran desde Valladolid Toma la Palabra, revertirán en la mejora de la ciudad, las infraestructuras y la calidad del servicio.
"Hoy Valladolid sigue la senda de Berlín, Buenos Aires o París y se pone al frente de las ciudades que trabajan por el cambio, que trabajan por remunicipalizar los servicios", se ha felicitado Sánchez.
Esta remunicipalización del servicio del agua es "muy importante", considera Luis Babiano, gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEPAS), por lo que supone y por cómo se ha hecho. "Ha sido muy pactada, con amplio consenso político, con la aprobación de la sociedad civil, siguiendo criterios técnicos y económicos", explica a Diagonal. Babiano recuerda que Valladolid "ya había pasado por un modelo complejo, que evidenció el fracaso del modelo de concesiones. No fue rentable ni accesible para la ciudadanía".
Tras señalar una cuestión básica – "los servicios vitales para el desarrollo de nuestras ciudades deben estar en manos de lo público"–, Babiano apunta que la gestión de un servicio como el agua, "un derecho humano", ha de ser profesional, accesible a la ciudadanía, respetuosa con el medio ambiente y bajo un régimen de inversiones constantes para conseguir un modelo sostenible.
Junto a Valladolid, Babiano también valora que otras ciudades, como Santiago de Compostela, estén iniciando procesos técnicos para remunicipalizar sus servicios de agua.
Fuente:
http://www.diagonalperiodico.net/movimientos/32648-valladolid-anuncia-agua-volvera-ser-publica.html
lunes, 18 de mayo de 2015
ENTREVISTA: MANUELA CARMENA. “La sociedad rechaza el modelo de capitalismo neoliberal que ha llegado a unos grados de crueldad inaceptables”.
“Quiero ser el puente entre una democracia vieja y los que quieren que cambie el modelo democrático”, afirma la candidata de Ahora Madrid a la alcaldía de la capital.
Podemos “ha hecho una labor importantísima, que es hacer utilizable políticamente el 15M. Lo han comercializado, y eso me parece importantísimo”.
“Ahora la gran diferencia [en comparación con el 78] es que coincidimos a escala mundial con un cuestionamiento de la democracia representativa”.
Manuela Carmena (Madrid, 1944) afirma que no quería, que estaba tranquila en su casa, que ya tiene 71 años y que había que dejar paso a los jóvenes. Pero, tras meses de insistencia y de reflexión, en marzo dijo que sí; pasó por un proceso de primarias abiertas y se ha terminado convirtiendo en la candidata de Ahora Madrid –candidatura de confluencia fruto del acuerdo entre Podemos y Ganemos Madrid– para la capital.
¿Cómo llega a esta candidatura? ¿Quién le convence?
A primeros de diciembre amigos muy vinculados a mi historia personal me estaban insistiendo, yo les fui diciendo a todos que no, que no, que no… Me pasé todo este tiempo diciendo que no. Primero porque no tenía ninguna gana, a mí nunca me ha gustado estar en los cuadros políticos. Cuando era muy joven y acaba de empezar a trabajar en lo judicial, el entonces ministro del Interior, el señor [José] Barrionuevo, me propuso entrar con él de secretaria general técnica y yo dije que no. No me apetecía, me gustaba mucho lo judicial. Siempre rechacé todas las propuestas, porque ni me parecía que fuera la persona indicada, me parecía que tenía que ser alguien joven, yo creía, como lo sigo creyendo, que este cambio lo tienen que hacer los jóvenes y en esa línea me fui defendiendo. Lo que pasa es que tanto decir que fueran los jóvenes los que tomaran la iniciativa, claro, resultaba un poco contradictorio si los jóvenes tomaban la iniciativa y me pedían que los secundara… Entonces, como que me habían pillado.
¿Qué le hizo tomar la decisión?
Va calando. Es una cosa que va calando porque empiezas a ver que puedes ser necesaria. Sí sé que esto lo sé hacer. Yo sé que canto fatal, que bailo muy mal… Pero yo esto lo sé hacer. Sé que me gusta la gestión pública, que como magistrada he estado dirigiendo un tribunal, como decana estuve gestionando lo público y me gusta y me parece que lo sé hacer bien. Era consciente de que tenía el perfil que muchas personas estaban buscando.
Y llega un momento en el que sientes que no está justificado que por pura tranquilidad tuya no quieras hacer algo que piensas que vas a hacer bien, y que vas a ayudar a que vuelvan a tener visibilidad y capacidad de actuación políticas no neoliberales. Esa sensación de que puedes cambiar las cosas. Aunque te pueda parecer ridículo, pero cuando me enteré del naufragio de los mil emigrantes, te quedas con esa sensación tan terrible de no hacer nada. Y ahora sé que hago algo, que no me gusta, que no me apetece especialmente, pero que pienso que puede ser útil para visualizar muchas ideologías de muchas gentes que piensan que el interés económico no es lo que mueve a los seres humanos. Y que es verdad que puede haber políticas de derechos, de solidaridad, de empatía… Porque los seres humanos somos fundamentalmente gente decente. Y en esa medida siento que estoy haciendo algo.
¿Cómo se puede concretar en el Ayuntamiento de Madrid estas políticas de las que habla?
Pues con las políticas de favorecer la igualdad, luchar contra una estructura de desprecio de lo público, de alejamiento de las autoridades, insertar en la práctica diaria un modelo de autoridad reflexivo, a disposición del ciudadano, sin privilegios, sin distancia, sin arrogancia… Me parece que supone empezar a introducir semillas de actuaciones que son positivas para una manera diferente de concebir la sociedad. Eso tiene ya de entrada una actitud importante en la forma en la que la autoridad debe gobernar. Es una actitud de escucha, de servicio, de cierta naturalidad. Cuando ves el aparato que tienen las autoridades, los coches oficiales, los distanciamientos, las inauguraciones… Esa imagen tan de circo, de exhibición, me resulta agresiva, cuando creo que gobernar fundamentalmente es encontrar la mejor forma de solucionar los intereses de las grandes mayorías para que el ser humano pueda tener una vida más digna y, por tanto, más feliz. Es así de poco y así de mucho. Lo quiero hacer es mejorar un poco eso.
¿Y cómo se puede mejorar eso? Además de la actitud, ¿con qué decisiones?
La candidatura de Ahora Madrid ha tenido un proceso de participación democrática y ha señalado que tiene prioridad todo lo relativo a lo que llamamos la emergencia nacional. Sabemos que hay muchos niños, según el informe de Foessa un número escandaloso, que tienen necesidades nutricionales. Es decir, hay emergencia en conseguir que nuestros niños coman lo que necesitan.
A su vez, está la gran necesidad de vivienda con un problema que ha significado toda la crisis de la construcción, de lo hipotecario y que todos sabemos que ha generado desahucios, personas en la calle… Lo mismo, la pobreza energética. Todas estas cuestiones hay que abordarlas. Y, por supuesto, buscar una manera para que el Ayuntamiento haga un esfuerzo enorme para mejorar las posibilidades de empleo que puedan tener los ciudadanos.
Estos son los objetivos prioritarios, que tienen que concretarse en determinadas actuaciones, y todo eso sólo lo podemos hacer bien con un concepto diferente de autoridad y con una participación de los ciudadanos, que sea colaborativa. En esa medida, que hayamos optado por hacer reuniones y encuentros en lugar de mítines clásicos, pues te das cuenta del fruto que tiene escuchar a la gente.
En Aluche el otro día, surgió una señora espontáneamente que dijo: ‘Yo estoy en un colegio, en las cocinas, y me doy cuenta de que sobra muchísima comida todos los días’. Y ella misma planteaba el problema y abordaba la solución, y decía: ‘¿Por qué no lo guardamos y damos también la cena?’. Esa es la actitud que nosotros queremos generar. Tenemos un problema de emergencia, vamos a solucionarlo desde el Ayuntamiento y necesitamos la colaboración de todo el mundo.
Pero, aparte de eso, sí conviene hablar de que tenemos algunos proyectos que nos parece que tienen una trascendencia para nosotros muy importante. Y uno de ellos es la necesidad de que haya escuelas infantiles gratis, donde puedan acudir todos los niños, para que desde un primer momento el proceso de formación de los futuros madrileños sea el que debe ser. Tenemos un 30% de fracaso escolar en España y en Finlandia tienen un 0,4%. Queremos hacer unas escuelas infantiles abiertas a todo el mundo, que pueda ir cualquier persona sea el nivel de renta que tenga el que sea, donde empecemos a formar a los niños de 0 a 3. Que sean las mejores escuelas que podamos ofrecer porque creemos que es imprescindible para el futuro de Madrid. Es fundamental. Hay que cortar esa maldita incapacidad nuestra de hacer unos procesos de educación correctos.
Nos tendremos que poner a hacer números y empezar a ver cómo se hace ese plan de desarrollo de estas escuelas infantiles, absolutamente inmersas en el proceso educativo y abandonar lo que ha pasado, que se han considerado que eran guarderías y que se ha llegado al absurdo de encargárselas a constructoras que han ofrecido unos precios muy baratos y unos programas educativos en contra de lo que nosotros queremos. Se ha dicho mucho que es porque lo imponía la ley de contratos del Estado, pero no es verdad, todo lo contrario, porque el término de calidad es imprescindible cuando se plantea una contratación pública de ese tipo.
En el caso de que no llegue a ser alcaldesa, ¿seguirá los cuatro años en el Ayuntamiento?
Sí, haré todo lo posible. Cuando tienes una edad importante como la mía, te comprometes en la medida en que la salud te lo permita. Yo ahora estoy muy bien, pero son 71 años. Es verdad que los magistrados hasta los 74 pueden no jubilarse. Yo creo que podré cumplir muy bien, pero si por las circunstancias que sean veo que no tengo capacidad para hacer lo que debo hacer, pues lo plantearé y ya está. Sabes que mi propósito es ser puente, y cuando uno pretende ser puente lo más lejano es la consolidación permanente. Soy puente para que pasen los demás, fundamentalmente.
¿Puente entre qué y qué?
Puente entre un modelo de democracia que se nos ha quedado vieja y alejada de los ciudadanos y que precisa renovación y una manera de hacer política que sintoniza con muchas personas jóvenes entre las cuales hay muchas personas que están en Podemos, por supuesto, pero otras que no lo están y que quieren que cambie el modelo democrático. Quiero ser ese puente. Fundamentalmente para mí es un proceso generacional para los activistas del mañana. Ese movimiento de jóvenes es de activistas, que quiere cambiar las cosas, como era yo cuando tenía 22 años. Me siento identificada con ellos y quiero ser su puente. Es el objetivo fundamental.
¿Estas elecciones municipales se enmarcan en un momento de cambio político en todo el Estado?
Más que cambio político de personas, es un cambio político muy profundo que está empezando, de modelos de sociedad y de modelos económicos. El otro día me gustó mucho un chiste de El Roto, que no hace chistes sino reflexiones, y era una persona con una cara reflexiva que decía: ‘El socialismo no ha funcionado, el capitalismo tampoco, igual ahora lo que se trata es de ser decentes, sin más’.
Yo creo que están queriendo surgir nuevos modelos económicos. La sociedad rechaza el modelo de capitalismo neoliberal que ha llegado a unos grados de crueldad inaceptables. La sociedad no puede ser decente conviviendo con tanta crueldad. ¿Cómo es posible que se mueran mil personas en un barco porque hay partes del mundo en las que es imposible vivir? ¿Cómo eso nos va a dejar indiferentes? Está intentando nacer una nueva manera de producir, que no es el capitalismo, que no es la planificación clásica socialista que se conoce, pero que intenta de alguna forma cuestionar todo esto. Y eso implica un cambio en la política.
Las estructuras de los partidos están muy cuestionadas, el partido apaga las individualidades, obliga a hacer una cesión de la libertad individual de cada uno de los miembros del partido y acaba no siendo el organismo más idóneo para hacer una representación, que cada vez se ve más innecesaria porque las nuevas técnicas permiten a los ciudadanos acceder directamente a la gestión política. Quizá estamos viviendo un momento de una crisis económica muy interesante, junto con una crisis de democracia planteando las nuevas alternativas de democracia más directa.
Usted, que encabeza una candidatura ciudadana de confluencia, ¿Ahora Madrid encarna esa nueva forma de hacer política?
Se funciona con una cierta inseguridad porque lo nuevo nunca es firme. Cuando estás creando algo nuevo estás innovando y estás siempre moviéndote en terrenos muy elásticos. Pero yo creo que es positivo, porque hace que te cuestiones lo que haces. Lo terrible de las rutinas políticas, es que la rutina es cómoda porque actúas con el piloto automático, pero sigues haciendo lo de siempre. Cuando hay esa clara desavenencia entre las posturas tradicionales de la política y lo que la sociedad necesita, viene el rechazo.
A veces se habla de fin de época, de nueva transición… ¿Percibe que se está en un momento parecido al 78, con las salvedades históricas y que no venimos de una dictadura?
No, estamos en un momento más mundial y menos local. Nosotros en aquel momento del 78 estábamos liberándonos de una dictadura y pretendíamos aceptar los modelos de sociedades análogas a la nuestra en nuestro marco geográfico. Queríamos ser europeos, como Europa. Cuando aceptamos ese cambio no nos dimos cuenta de que llevábamos mucha más fuerza para haber sido mejores, más demócratas que Europa. Algunas cosas se pudieron hacer, porque en lo judicial los magistrados franceses, por ejemplo, se asombraban de la independencia que había ganado el poder judicial, comparado con el sistema francés, mucho más dependiente del Ejecutivo.
Ahora la gran diferencia es que coincidimos a escala mundial con un cuestionamiento de la democracia representativa. A mí me interesó mucho una declaración de Ban Ki-moon en el Día de la Democracia. Decía: ‘Hemos llegado el momento de cuestionar que la democracia sea solamente la democracia representativa, tiene que ser una democracia directa, profunda’. Quizá es esto, estamos superando las democracias representativas para ir a otras formas de democracia muchísimo más directa. ¿Cómo? Lo vamos a ir viendo. Está surgiendo ya. Me siento orgullosa de estar en una candidatura que no es un partido, sino una nueva agrupación de ciudadanos, aunque haya ideologías, partidos, pero la argamasa que nos une no son pactos de partidos, sino acuerdos de personas.
Al igual que en el 78 se hablaba de ruptura o reforma, ahora se habla de cambio o recambio, de ruptura o restauración… ¿En qué estamos?
El 15M fue determinante en España, porque empezó a decir cosas que no se decían; se pensaban pero no se decían. El 15M empezó a hablar de democracia directa, de los políticos como una agrupación de privilegiados, empezó a diagnosticar la problemática de la democracia española. A partir de este diagnóstico, están surgiendo alternativas, que son muy inconexas, con poco peso doctrinal y poca implantación social. ¿Cómo se va a ir desarrollando ese movimiento? Yo creo que es imparable y seguramente va a tener mucho que ver lo que pase en España y, también, en Europa y sociedades que desarrollen mucho sus perfiles tecnológicos y permitan muchas posibilidades de participación que ahora son todavía muy difusas.
Usted, que vivió muy de cerca la matanza de Atocha en enero de 1977, ¿ve injustas las críticas que se hacen a la Transición?
Me parece estupendo que la gente joven esté en contra y lo critique. Me parece una prueba de juventud. Yo tengo mi experiencia y mi opinión sobre cómo se produjo. Yo creo que la Transición fue en muchas cosas un fenómeno interesantísimo. Se ha presentado a veces la Transición como si fuera otra cosa que no fue. Siempre me gusta decir que cuando en el año 78 viene el traspaso y tenemos la Constitución, desde hacía 20 años toda la estructura franquista estaba siendo horadada por muchas termitas y nosotros éramos termitas que íbamos haciendo muchas cosas. Porque de lo contrario no se comprende que hubiera ya un ámbito de conquistas democráticas, aunque fueran paralegales, pero estaban ahí. Eso se conoce poco.
Yo me acuerdo que abogados progresistas, por ejemplo, nos reuníamos sistemáticamente todos los sábados en el Colegio de Abogados y allí planteábamos todas las acciones que íbamos a hacer contra la dictadura y nadie nos detenía, aunque de vez en cuando pasaba algún percance. Pero habíamos conseguido lo que entonces se llamaba la paralegalidad: no era legal, pero estaba tolerado, actuábamos con un marco de libertad muy grande.
Y si no, no se comprende que cuando matan a los compañeros, el propio decano del Colegio de Abogados, que era un señor completamente conservador, venga y nos diga: ‘Vuestros compañeros van a salir desde el Colegio de Abogados’. Sabía que éramos comunistas y todo de nosotros. Si no, ¿cómo se comprende eso? La Transición había empezado 20 años antes. Todo ese fenómeno fue muy interesante y es muy importante recordarlo.
Lo que se hizo mal es que se copió la democracia europea sin incorporar todo lo que nosotros habíamos avanzado en democracia, participación, movimientos ciudadanos… Todo eso no solamente se olvidó, sino que se le dio un carpetazo. Yo me acuerdo lo que nos costó en Jueces para la Democracia, por ejemplo, seguir haciendo acciones que estaban muy encaminadas a democratizar la justicia y empezamos a tener problemas de los sectores que estaban en el poder.
Me acuerdo de discusiones con el ministerio de Justicia, con el señor [Fernando] Ledesma, y compañeros de aquella época cuando pedíamos una policía judicial dependiente de los jueces, y nos llamaban locos porque nunca se había hecho en Europa. Y nos quedábamos sorprendidos. Pues si no se ha hecho nunca… Y eso es lo que hicimos mal: aceptar un modelo que estaba por debajo de lo que habíamos conquistado. Bajamos el nivel de nuestras exigencias y se desmontaron los movimientos ciudadanos, las organizaciones sociales y se reforzó a los partidos muchísimo con los modelos más clásicos de toda Europa, que ya estaban cuestionados y nosotros les dimos una patente de corso que no era lógica.
¿Cree que el ejemplo de Ahora Madrid debería trasladarse para una candidatura en las generales?
Yo creo que no, es difícil. Nosotros tenemos un marco muy bueno, acotado, que es la ciudad. Me he dado cuenta de que en discursos y debates de otros candidatos, hacen referencia a programas de cuestiones nacionales y así es muy difícil plantear agrupaciones que tengan unas políticas acabadas a escala nacional. En cierta medida la identificación con los partidos sería excesiva. Creo que esto vale como modelo para entender que pueda haber agrupaciones de ciudadanos que puedan tomar parte de la vida política en aspectos concretos. Por ejemplo, que en su día pensemos que en las elecciones nacionales pudiera haber una plataforma de desempleados que pudiera plantear alternativas para el desempleo. Eso me parecería interesante. Esas personas podrían tener unas referencias lógicas de modelo que podrían ser análogos a lo que ahora llamamos ideología, pero tendrían una sabiduría y una preparación específica para solucionar un problema concreto.
¿Y una candidatura de confluencia, de unidad popular, para las generales?
No la veo. No lo veo claro. Sería de nuevo agrupar partidos. A mí lo que me interesa mucho es lo otro: una plataforma, por ejemplo, que llegue al Parlamento nacional sobre desempleo. En la que se ha analizado exhaustivamente el problema y a lo mejor se enmarca en un modelo alternativo de sociedad que puede confluir con una concepción de un socialismo democrático o un modelo de economía social alternativo al modelo tradicional capitalista. Puede ser. Pero iría encaminada a un problema concreto.
Yo creo que todavía va a pasar mucho tiempo, probablemente yo no lo veré, porque tengo muchos años, pero es posible que la gente joven veáis cosas de estas en los procesos democráticos que se van a ir consolidando de manera alternativa. Porque esa sensación de los partidos que saben de todo, también es muy rara. ¿Por qué un partido ha de saber de todo y más que nadie? Pues no. Y ves la falta de formación que hay en los partidos para muchos aspectos concretos. No se puede saber de todo. Igual es un poco naïf. ¿Tú te acuerdas de quién era Clemente Auger?
Sí, sí, fue presidente de la Audiencia Nacional.
Yo le respetaba muchísimo. Fue el primer presidente del Tribunal Superior de Madrid y fue mi maestro, empecé a hacer las prácticas en su juzgado, un hombre muy inteligente. Y cuando hablábamos de estas cosas, me decía: ‘Manuela, tú eres muy innovadora, y las cosas nuevas nunca son rigurosas’. Y tiene razón. Asumo que soy muy innovadora, y lo nuevo siempre hay que contrastarlo.
Hace años, en los noventa, hubo un partido, Panteras Grises, de pensionistas, que se presentó a las elecciones.
[Risas]. Es curioso. Hay cosas que hay que estudiar. He leído estos días un librín que me encanta, un estudio de Simone Weil que escribió en los 40 contra los partidos políticos [ Nota sobre la supresión general de los partidos políticos, de 1940, cuya primera edición, en francés, es de 1950], y cuando ves una filósofa de ese nivel, una mujer tan comprometida con la izquierda lo bien que detectaba dónde podía haber males que iban a llevar a producir un tipo de militantes con muy poca libertad, con muy poca capacidad de crítica, que pierden en el seno de los partidos el tanto por ciento que ha de tener siempre un ser humano de creatividad, de innovación… Es muy interesante el librín ese.
¿Un partido político nuevo como Podemos también está reproduciendo esos males?
No lo sé. Ojalá no, pero no veo muchas cosas muy novedosas en Podemos. Igual no lo conozco bien, ¿eh?
Usted no está afiliada a Podemos, ¿no?
No… Me gustan mucho los líderes, Pablo Iglesias, Íñigo [Errejón], que lo he conocido ahora, me gusta mucho, me parece un hombre muy inteligente. Con Juan Carlos Monedero coincidí hace poco en la SER e hizo un análisis de los partidos políticos que es que le aplaudí, porque estaba absolutamente de acuerdo con él. Lo que pasa es que luego no veo eso reflejado en la práctica. Aunque no lo conozco, estoy muy de fuera, no quiero echarles problemas, que bastante tienen. Porque me parece que han hecho una labor importantísima, que es hacer utilizable políticamente el 15M. Lo han comercializado [sonrisa], y eso me parece importantísimo.
¿A quién votará en las autonómicas?
Es secreto.
¿José Manuel López, candidato de Podemos a la presidencia de Madrid, es el referente de Ahora Madrid en las autonómicas?
Es un hombre que tiene un programa muy interesante y defiende el programa de Podemos y a mí personalmente me parece una persona extraordinaria.
¿No hay equivalencia?
No, porque Podemos es un partido y Ahora Madrid, no. Es una agrupación de personas, algunas de las cuales pertenecen a partidos, algunas a Podemos, otras están en otros, como Equo, o en el movimiento ciudadano o están en nada.
¿Hará actos con él?
Sí, yo creo que sí. Algún acto haremos. El martes mismo, en la facultad de Derecho estuvimos Lorena [Ruiz-Huerta, número dos de la candidatura de Podemos a la Asamblea de Madrid] y yo, que va de candidata de Justicia, en principio, para la Comunidad de Madrid, y estuvimos allí.
Me refiero a un acto electoral.
Fue un acto electoral, era un acto electoral, jurídico, pero en un marco electoral. A mí también me habría gustado hacer algún acto electoral con alguna otra candidatura. Este martes, que estuvimos en un acto con IU, UPyD, PSOE y Ahora Madrid hablando con mayores yo propuse que nos pusiéramos a trabajar juntos los cuatro. Igual parece que estas iniciativas mías son un poco naíf, pero es que estábamos de acuerdo en muchas cosas. ¿Por qué no vamos a ponernos a trabajar juntos? Hay ese afán en la política que cuestiono de que de alguna manera hay que buscar en los partidos lo que te separa. Y eso es un absurdo, porque te lleva a ver qué ha dicho cada uno que no haya dicho el otro. Y es una especie de cascada de iniciativas que habría que meter en un paquete.
Si vamos a planificar lo de los desahucios, por ejemplo, vamos a hacerlo entre todos. ¿Por qué cada uno tiene decir una cosa, lo más original, lo más distinto, buscando un titular? Eso es perverso.
¿Hará actos con Íñigo Errejón o Pablo Iglesias?
No, no. Puede ser que haya algún acto con José Manuel, pero no hay nada previsto. Ahora Madrid tiene esa independencia, pero me gustaría reunir a todas las candidaturas, me encantaría hacer actos con las candidaturas con las que coincidimos en los proyectos que estamos presentando.
¿A cuáles se refiere?
A las que te he dicho y Ciudadanos, que en algún aspecto podría venir bien.
Ada Colau, la candidata de Barcelona en Comú, viene el día 6.
Pues muy bien, estupendo. Está muy bien, algo haremos bonito, claro que sí.
¿Cree que Ciudadanos tiene que ver con algún tipo de reacción para propiciar un cambio tranquilo?
Ciudadanos ha asumido una parte importante de toda la ideología del 15M, de cuestionar la clase política, la democracia… Lo que ocurre es que es una reflexión incorporada por ciudadanos y ciudadanas que están más situadas dentro de los núcleos más privilegiados de la sociedad y que desconocen un poco la desigualdad. Me parece que están más preocupados por los modelos democráticos genéricos que por los modelos democráticos reales y vinculados a los derechos sociales. La gran diferencia con Ciudadanos es que no oigo el discurso de la democracia en profundidad, la democracia social, de la dignidad de las personas. Es mucho más formal, más relacionado a representar unas clases sociales que conocen poco de los barrios españoles, de la gran desigualdad y de las situaciones de miseria y de dificultad que se están viviendo ahora.
Y también de corrupción. Usted ha hablado de crear un Observatorio de la Corrupción en el Ayuntamiento.
Era una propuesta mía que está en el programa de Ahora Madrid. Se va a hacer un Observatorio de la Corrupción en el Ayuntamiento, y ese observatorio va a intentar recoger todos los hechos que tienen que ver con la corrupción y analizarla. Será importante ver todas las sentencias, todos los procedimientos judiciales que tengan que ver con la corrupción en Madrid. Así mismo, como todas las denuncias, todas las informaciones que nos lleguen, todas las iniciativas individuales… Pero todo eso tiene que estar en un proceso de análisis para determinar por qué surge la corrupción.
Quizá por mi perfil profesional como magistrada me interesa siempre mucho saber por qué pasa lo que pasa, cuando lo que pasa es algo que afecta a la sociedad y que genera una situación de vulnerabilidad y de prácticas que son inaceptables. Me espanta que se hable tanto de medidas y no de análisis. Yo creo que hay que hacer análisis. Hay un tipo de política que genera la corrupción, cuando se convierte fundamentalmente en espectáculo de los gestores para consolidar sus derechos. Para continuar gobernando se hacen actos que son fundamentalmente de propaganda, de exposición, para los cuales la administración no está preparada y se recurre a empresas y ahí se generan situaciones de privatización de lo pública en la que de manera peligrosa se empiezan a yuxtaponer actitudes corruptas de empresas en las propias entidades políticas.
Si estamos todos escandalizados porque el PP, según dice el último auto del juez instructor, tenía una caja B, probablemente es porque las personas que en el PP tomaron la decisión de crear esa caja B la creaban en sus empresas, porque si no a nadie se le ocurre. Es un desprecio de lo público y yuxtaposición de lo privado, y lo privado enfocado a la avaricia, a conseguir ganar más dinero del que uno debe. Porque si tienes que pagar impuestos ese dinero no es tuyo, y si lo burlas es porque estás haciendo una política de avaricia. Si se tiñe la gestión público de eso, hemos perdido todo y las instituciones no valen.
Se habla mucho del político corrupto, pero a veces se olvida del empresario que corrompe.
El que paga, paga por algo. Porque se identifica con la estructura transformada de lo público, porque ve lo público como lo privado, y pensarán: ‘Pobres chicos, estos de lo público, qué poco ganan, yo gano mucho y tienen que ganar como yo’. Cosas que serían muy interesante analizar, cómo en un momento determinado cuando pasó todo lo relativo a los pagos y regalos que hubo en el ministerio del Interior del que hubo responsabilidades en tiempos del PSOE. Lo que se estaba viendo era: ‘Como somos funcionarios públicos que tenemos un nivel de riesgo y estamos mal pagados…’. Siempre se vuelve al modelo privado. El que ofrece y corrompe, está intentando ganarse hacia sí el modelo público porque no lo respeta.
Pero también es interesante analizar el indebido funcionamiento de la administración. Leyendo con detalle la sentencia del caso Fabra, ves cómo es imposible que una autorización de lo que sea tarde más de 4-5 años en darse. Es una estructura proclive a la corrupción, porque si la administración funciona de una manera absolutamente inadecuada siempre surge la posibilidad de buscar atajos. Tan importante como analizar la privatización de lo público, es la ineficacia de lo público, porque son dos grandes causas que alientan la corrupción.
A lo que hay que añadir la percepción de que la justicia es lenta.
La justicia está en un proceso necesario de cambio. La justicia es tan anticuada en la propia concepción de la individualización, el castigo, las formas de concebir el enjuiciamiento… Está extraordinariamente fuera de los moldes dinámicos que la sociedad necesita. El que al final la justicia castigue un acto de corrupción es imprescindible, es necesario para que quede claro que es inadmisible y que las personas que han hecho esos actos tengan un castigo que la sociedad reclama. Eso es casi un sentimiento normal de justicia, pero no evita lo otro, el análisis de por qué surge.
Todos sabemos que aunque haya leyes que sancionan conductas, esas conductas se repiten. Por ejemplo, la erradicación de las drogas ha indicado que, aunque haya habido muchas sentencias y condenas, sigue habiendo drogas ilegales. No solamente los castigos hacen que desaparezcan las conductas inaceptables. Es un axioma que es necesario tenerlo claro. La justicia tiene que funcionar bien, tiene que hacer un proceso por el que los ciudadanos se sientan identificados con las decisiones, pero el análisis de las causas de la corrupción nos ayuda en las resoluciones judiciales, pero nos exige un análisis más en profundidad.
Usted siempre dice que antes de proponer medidas, hay que hacer evaluaciones.
De alguna manera quizá sea un poco escolástica de cabeza. Es como cuando no tomas medicinas antes de ir al médico porque necesitas que te haga un diagnóstico. No sé por qué en lo público nos cuesta tanto hacer diagnósticos, cuando tenemos los medios para hacerlo.
Fuente: http://www.eldiario.es/politica/Quiero-democracia-quieren-modelo-democratico_0_380063007.html
Podemos “ha hecho una labor importantísima, que es hacer utilizable políticamente el 15M. Lo han comercializado, y eso me parece importantísimo”.
“Ahora la gran diferencia [en comparación con el 78] es que coincidimos a escala mundial con un cuestionamiento de la democracia representativa”.
Manuela Carmena (Madrid, 1944) afirma que no quería, que estaba tranquila en su casa, que ya tiene 71 años y que había que dejar paso a los jóvenes. Pero, tras meses de insistencia y de reflexión, en marzo dijo que sí; pasó por un proceso de primarias abiertas y se ha terminado convirtiendo en la candidata de Ahora Madrid –candidatura de confluencia fruto del acuerdo entre Podemos y Ganemos Madrid– para la capital.
¿Cómo llega a esta candidatura? ¿Quién le convence?
A primeros de diciembre amigos muy vinculados a mi historia personal me estaban insistiendo, yo les fui diciendo a todos que no, que no, que no… Me pasé todo este tiempo diciendo que no. Primero porque no tenía ninguna gana, a mí nunca me ha gustado estar en los cuadros políticos. Cuando era muy joven y acaba de empezar a trabajar en lo judicial, el entonces ministro del Interior, el señor [José] Barrionuevo, me propuso entrar con él de secretaria general técnica y yo dije que no. No me apetecía, me gustaba mucho lo judicial. Siempre rechacé todas las propuestas, porque ni me parecía que fuera la persona indicada, me parecía que tenía que ser alguien joven, yo creía, como lo sigo creyendo, que este cambio lo tienen que hacer los jóvenes y en esa línea me fui defendiendo. Lo que pasa es que tanto decir que fueran los jóvenes los que tomaran la iniciativa, claro, resultaba un poco contradictorio si los jóvenes tomaban la iniciativa y me pedían que los secundara… Entonces, como que me habían pillado.
¿Qué le hizo tomar la decisión?
Va calando. Es una cosa que va calando porque empiezas a ver que puedes ser necesaria. Sí sé que esto lo sé hacer. Yo sé que canto fatal, que bailo muy mal… Pero yo esto lo sé hacer. Sé que me gusta la gestión pública, que como magistrada he estado dirigiendo un tribunal, como decana estuve gestionando lo público y me gusta y me parece que lo sé hacer bien. Era consciente de que tenía el perfil que muchas personas estaban buscando.
Y llega un momento en el que sientes que no está justificado que por pura tranquilidad tuya no quieras hacer algo que piensas que vas a hacer bien, y que vas a ayudar a que vuelvan a tener visibilidad y capacidad de actuación políticas no neoliberales. Esa sensación de que puedes cambiar las cosas. Aunque te pueda parecer ridículo, pero cuando me enteré del naufragio de los mil emigrantes, te quedas con esa sensación tan terrible de no hacer nada. Y ahora sé que hago algo, que no me gusta, que no me apetece especialmente, pero que pienso que puede ser útil para visualizar muchas ideologías de muchas gentes que piensan que el interés económico no es lo que mueve a los seres humanos. Y que es verdad que puede haber políticas de derechos, de solidaridad, de empatía… Porque los seres humanos somos fundamentalmente gente decente. Y en esa medida siento que estoy haciendo algo.
¿Cómo se puede concretar en el Ayuntamiento de Madrid estas políticas de las que habla?
Pues con las políticas de favorecer la igualdad, luchar contra una estructura de desprecio de lo público, de alejamiento de las autoridades, insertar en la práctica diaria un modelo de autoridad reflexivo, a disposición del ciudadano, sin privilegios, sin distancia, sin arrogancia… Me parece que supone empezar a introducir semillas de actuaciones que son positivas para una manera diferente de concebir la sociedad. Eso tiene ya de entrada una actitud importante en la forma en la que la autoridad debe gobernar. Es una actitud de escucha, de servicio, de cierta naturalidad. Cuando ves el aparato que tienen las autoridades, los coches oficiales, los distanciamientos, las inauguraciones… Esa imagen tan de circo, de exhibición, me resulta agresiva, cuando creo que gobernar fundamentalmente es encontrar la mejor forma de solucionar los intereses de las grandes mayorías para que el ser humano pueda tener una vida más digna y, por tanto, más feliz. Es así de poco y así de mucho. Lo quiero hacer es mejorar un poco eso.
¿Y cómo se puede mejorar eso? Además de la actitud, ¿con qué decisiones?
La candidatura de Ahora Madrid ha tenido un proceso de participación democrática y ha señalado que tiene prioridad todo lo relativo a lo que llamamos la emergencia nacional. Sabemos que hay muchos niños, según el informe de Foessa un número escandaloso, que tienen necesidades nutricionales. Es decir, hay emergencia en conseguir que nuestros niños coman lo que necesitan.
A su vez, está la gran necesidad de vivienda con un problema que ha significado toda la crisis de la construcción, de lo hipotecario y que todos sabemos que ha generado desahucios, personas en la calle… Lo mismo, la pobreza energética. Todas estas cuestiones hay que abordarlas. Y, por supuesto, buscar una manera para que el Ayuntamiento haga un esfuerzo enorme para mejorar las posibilidades de empleo que puedan tener los ciudadanos.
Estos son los objetivos prioritarios, que tienen que concretarse en determinadas actuaciones, y todo eso sólo lo podemos hacer bien con un concepto diferente de autoridad y con una participación de los ciudadanos, que sea colaborativa. En esa medida, que hayamos optado por hacer reuniones y encuentros en lugar de mítines clásicos, pues te das cuenta del fruto que tiene escuchar a la gente.
En Aluche el otro día, surgió una señora espontáneamente que dijo: ‘Yo estoy en un colegio, en las cocinas, y me doy cuenta de que sobra muchísima comida todos los días’. Y ella misma planteaba el problema y abordaba la solución, y decía: ‘¿Por qué no lo guardamos y damos también la cena?’. Esa es la actitud que nosotros queremos generar. Tenemos un problema de emergencia, vamos a solucionarlo desde el Ayuntamiento y necesitamos la colaboración de todo el mundo.
Pero, aparte de eso, sí conviene hablar de que tenemos algunos proyectos que nos parece que tienen una trascendencia para nosotros muy importante. Y uno de ellos es la necesidad de que haya escuelas infantiles gratis, donde puedan acudir todos los niños, para que desde un primer momento el proceso de formación de los futuros madrileños sea el que debe ser. Tenemos un 30% de fracaso escolar en España y en Finlandia tienen un 0,4%. Queremos hacer unas escuelas infantiles abiertas a todo el mundo, que pueda ir cualquier persona sea el nivel de renta que tenga el que sea, donde empecemos a formar a los niños de 0 a 3. Que sean las mejores escuelas que podamos ofrecer porque creemos que es imprescindible para el futuro de Madrid. Es fundamental. Hay que cortar esa maldita incapacidad nuestra de hacer unos procesos de educación correctos.
Nos tendremos que poner a hacer números y empezar a ver cómo se hace ese plan de desarrollo de estas escuelas infantiles, absolutamente inmersas en el proceso educativo y abandonar lo que ha pasado, que se han considerado que eran guarderías y que se ha llegado al absurdo de encargárselas a constructoras que han ofrecido unos precios muy baratos y unos programas educativos en contra de lo que nosotros queremos. Se ha dicho mucho que es porque lo imponía la ley de contratos del Estado, pero no es verdad, todo lo contrario, porque el término de calidad es imprescindible cuando se plantea una contratación pública de ese tipo.
En el caso de que no llegue a ser alcaldesa, ¿seguirá los cuatro años en el Ayuntamiento?
Sí, haré todo lo posible. Cuando tienes una edad importante como la mía, te comprometes en la medida en que la salud te lo permita. Yo ahora estoy muy bien, pero son 71 años. Es verdad que los magistrados hasta los 74 pueden no jubilarse. Yo creo que podré cumplir muy bien, pero si por las circunstancias que sean veo que no tengo capacidad para hacer lo que debo hacer, pues lo plantearé y ya está. Sabes que mi propósito es ser puente, y cuando uno pretende ser puente lo más lejano es la consolidación permanente. Soy puente para que pasen los demás, fundamentalmente.
¿Puente entre qué y qué?
Puente entre un modelo de democracia que se nos ha quedado vieja y alejada de los ciudadanos y que precisa renovación y una manera de hacer política que sintoniza con muchas personas jóvenes entre las cuales hay muchas personas que están en Podemos, por supuesto, pero otras que no lo están y que quieren que cambie el modelo democrático. Quiero ser ese puente. Fundamentalmente para mí es un proceso generacional para los activistas del mañana. Ese movimiento de jóvenes es de activistas, que quiere cambiar las cosas, como era yo cuando tenía 22 años. Me siento identificada con ellos y quiero ser su puente. Es el objetivo fundamental.
¿Estas elecciones municipales se enmarcan en un momento de cambio político en todo el Estado?
Más que cambio político de personas, es un cambio político muy profundo que está empezando, de modelos de sociedad y de modelos económicos. El otro día me gustó mucho un chiste de El Roto, que no hace chistes sino reflexiones, y era una persona con una cara reflexiva que decía: ‘El socialismo no ha funcionado, el capitalismo tampoco, igual ahora lo que se trata es de ser decentes, sin más’.
Yo creo que están queriendo surgir nuevos modelos económicos. La sociedad rechaza el modelo de capitalismo neoliberal que ha llegado a unos grados de crueldad inaceptables. La sociedad no puede ser decente conviviendo con tanta crueldad. ¿Cómo es posible que se mueran mil personas en un barco porque hay partes del mundo en las que es imposible vivir? ¿Cómo eso nos va a dejar indiferentes? Está intentando nacer una nueva manera de producir, que no es el capitalismo, que no es la planificación clásica socialista que se conoce, pero que intenta de alguna forma cuestionar todo esto. Y eso implica un cambio en la política.
Las estructuras de los partidos están muy cuestionadas, el partido apaga las individualidades, obliga a hacer una cesión de la libertad individual de cada uno de los miembros del partido y acaba no siendo el organismo más idóneo para hacer una representación, que cada vez se ve más innecesaria porque las nuevas técnicas permiten a los ciudadanos acceder directamente a la gestión política. Quizá estamos viviendo un momento de una crisis económica muy interesante, junto con una crisis de democracia planteando las nuevas alternativas de democracia más directa.
Usted, que encabeza una candidatura ciudadana de confluencia, ¿Ahora Madrid encarna esa nueva forma de hacer política?
Se funciona con una cierta inseguridad porque lo nuevo nunca es firme. Cuando estás creando algo nuevo estás innovando y estás siempre moviéndote en terrenos muy elásticos. Pero yo creo que es positivo, porque hace que te cuestiones lo que haces. Lo terrible de las rutinas políticas, es que la rutina es cómoda porque actúas con el piloto automático, pero sigues haciendo lo de siempre. Cuando hay esa clara desavenencia entre las posturas tradicionales de la política y lo que la sociedad necesita, viene el rechazo.
A veces se habla de fin de época, de nueva transición… ¿Percibe que se está en un momento parecido al 78, con las salvedades históricas y que no venimos de una dictadura?
No, estamos en un momento más mundial y menos local. Nosotros en aquel momento del 78 estábamos liberándonos de una dictadura y pretendíamos aceptar los modelos de sociedades análogas a la nuestra en nuestro marco geográfico. Queríamos ser europeos, como Europa. Cuando aceptamos ese cambio no nos dimos cuenta de que llevábamos mucha más fuerza para haber sido mejores, más demócratas que Europa. Algunas cosas se pudieron hacer, porque en lo judicial los magistrados franceses, por ejemplo, se asombraban de la independencia que había ganado el poder judicial, comparado con el sistema francés, mucho más dependiente del Ejecutivo.
Ahora la gran diferencia es que coincidimos a escala mundial con un cuestionamiento de la democracia representativa. A mí me interesó mucho una declaración de Ban Ki-moon en el Día de la Democracia. Decía: ‘Hemos llegado el momento de cuestionar que la democracia sea solamente la democracia representativa, tiene que ser una democracia directa, profunda’. Quizá es esto, estamos superando las democracias representativas para ir a otras formas de democracia muchísimo más directa. ¿Cómo? Lo vamos a ir viendo. Está surgiendo ya. Me siento orgullosa de estar en una candidatura que no es un partido, sino una nueva agrupación de ciudadanos, aunque haya ideologías, partidos, pero la argamasa que nos une no son pactos de partidos, sino acuerdos de personas.
Al igual que en el 78 se hablaba de ruptura o reforma, ahora se habla de cambio o recambio, de ruptura o restauración… ¿En qué estamos?
El 15M fue determinante en España, porque empezó a decir cosas que no se decían; se pensaban pero no se decían. El 15M empezó a hablar de democracia directa, de los políticos como una agrupación de privilegiados, empezó a diagnosticar la problemática de la democracia española. A partir de este diagnóstico, están surgiendo alternativas, que son muy inconexas, con poco peso doctrinal y poca implantación social. ¿Cómo se va a ir desarrollando ese movimiento? Yo creo que es imparable y seguramente va a tener mucho que ver lo que pase en España y, también, en Europa y sociedades que desarrollen mucho sus perfiles tecnológicos y permitan muchas posibilidades de participación que ahora son todavía muy difusas.
Usted, que vivió muy de cerca la matanza de Atocha en enero de 1977, ¿ve injustas las críticas que se hacen a la Transición?
Me parece estupendo que la gente joven esté en contra y lo critique. Me parece una prueba de juventud. Yo tengo mi experiencia y mi opinión sobre cómo se produjo. Yo creo que la Transición fue en muchas cosas un fenómeno interesantísimo. Se ha presentado a veces la Transición como si fuera otra cosa que no fue. Siempre me gusta decir que cuando en el año 78 viene el traspaso y tenemos la Constitución, desde hacía 20 años toda la estructura franquista estaba siendo horadada por muchas termitas y nosotros éramos termitas que íbamos haciendo muchas cosas. Porque de lo contrario no se comprende que hubiera ya un ámbito de conquistas democráticas, aunque fueran paralegales, pero estaban ahí. Eso se conoce poco.
Yo me acuerdo que abogados progresistas, por ejemplo, nos reuníamos sistemáticamente todos los sábados en el Colegio de Abogados y allí planteábamos todas las acciones que íbamos a hacer contra la dictadura y nadie nos detenía, aunque de vez en cuando pasaba algún percance. Pero habíamos conseguido lo que entonces se llamaba la paralegalidad: no era legal, pero estaba tolerado, actuábamos con un marco de libertad muy grande.
Y si no, no se comprende que cuando matan a los compañeros, el propio decano del Colegio de Abogados, que era un señor completamente conservador, venga y nos diga: ‘Vuestros compañeros van a salir desde el Colegio de Abogados’. Sabía que éramos comunistas y todo de nosotros. Si no, ¿cómo se comprende eso? La Transición había empezado 20 años antes. Todo ese fenómeno fue muy interesante y es muy importante recordarlo.
Lo que se hizo mal es que se copió la democracia europea sin incorporar todo lo que nosotros habíamos avanzado en democracia, participación, movimientos ciudadanos… Todo eso no solamente se olvidó, sino que se le dio un carpetazo. Yo me acuerdo lo que nos costó en Jueces para la Democracia, por ejemplo, seguir haciendo acciones que estaban muy encaminadas a democratizar la justicia y empezamos a tener problemas de los sectores que estaban en el poder.
Me acuerdo de discusiones con el ministerio de Justicia, con el señor [Fernando] Ledesma, y compañeros de aquella época cuando pedíamos una policía judicial dependiente de los jueces, y nos llamaban locos porque nunca se había hecho en Europa. Y nos quedábamos sorprendidos. Pues si no se ha hecho nunca… Y eso es lo que hicimos mal: aceptar un modelo que estaba por debajo de lo que habíamos conquistado. Bajamos el nivel de nuestras exigencias y se desmontaron los movimientos ciudadanos, las organizaciones sociales y se reforzó a los partidos muchísimo con los modelos más clásicos de toda Europa, que ya estaban cuestionados y nosotros les dimos una patente de corso que no era lógica.
¿Cree que el ejemplo de Ahora Madrid debería trasladarse para una candidatura en las generales?
Yo creo que no, es difícil. Nosotros tenemos un marco muy bueno, acotado, que es la ciudad. Me he dado cuenta de que en discursos y debates de otros candidatos, hacen referencia a programas de cuestiones nacionales y así es muy difícil plantear agrupaciones que tengan unas políticas acabadas a escala nacional. En cierta medida la identificación con los partidos sería excesiva. Creo que esto vale como modelo para entender que pueda haber agrupaciones de ciudadanos que puedan tomar parte de la vida política en aspectos concretos. Por ejemplo, que en su día pensemos que en las elecciones nacionales pudiera haber una plataforma de desempleados que pudiera plantear alternativas para el desempleo. Eso me parecería interesante. Esas personas podrían tener unas referencias lógicas de modelo que podrían ser análogos a lo que ahora llamamos ideología, pero tendrían una sabiduría y una preparación específica para solucionar un problema concreto.
¿Y una candidatura de confluencia, de unidad popular, para las generales?
No la veo. No lo veo claro. Sería de nuevo agrupar partidos. A mí lo que me interesa mucho es lo otro: una plataforma, por ejemplo, que llegue al Parlamento nacional sobre desempleo. En la que se ha analizado exhaustivamente el problema y a lo mejor se enmarca en un modelo alternativo de sociedad que puede confluir con una concepción de un socialismo democrático o un modelo de economía social alternativo al modelo tradicional capitalista. Puede ser. Pero iría encaminada a un problema concreto.
Yo creo que todavía va a pasar mucho tiempo, probablemente yo no lo veré, porque tengo muchos años, pero es posible que la gente joven veáis cosas de estas en los procesos democráticos que se van a ir consolidando de manera alternativa. Porque esa sensación de los partidos que saben de todo, también es muy rara. ¿Por qué un partido ha de saber de todo y más que nadie? Pues no. Y ves la falta de formación que hay en los partidos para muchos aspectos concretos. No se puede saber de todo. Igual es un poco naïf. ¿Tú te acuerdas de quién era Clemente Auger?
Sí, sí, fue presidente de la Audiencia Nacional.
Yo le respetaba muchísimo. Fue el primer presidente del Tribunal Superior de Madrid y fue mi maestro, empecé a hacer las prácticas en su juzgado, un hombre muy inteligente. Y cuando hablábamos de estas cosas, me decía: ‘Manuela, tú eres muy innovadora, y las cosas nuevas nunca son rigurosas’. Y tiene razón. Asumo que soy muy innovadora, y lo nuevo siempre hay que contrastarlo.
Hace años, en los noventa, hubo un partido, Panteras Grises, de pensionistas, que se presentó a las elecciones.
[Risas]. Es curioso. Hay cosas que hay que estudiar. He leído estos días un librín que me encanta, un estudio de Simone Weil que escribió en los 40 contra los partidos políticos [ Nota sobre la supresión general de los partidos políticos, de 1940, cuya primera edición, en francés, es de 1950], y cuando ves una filósofa de ese nivel, una mujer tan comprometida con la izquierda lo bien que detectaba dónde podía haber males que iban a llevar a producir un tipo de militantes con muy poca libertad, con muy poca capacidad de crítica, que pierden en el seno de los partidos el tanto por ciento que ha de tener siempre un ser humano de creatividad, de innovación… Es muy interesante el librín ese.
¿Un partido político nuevo como Podemos también está reproduciendo esos males?
No lo sé. Ojalá no, pero no veo muchas cosas muy novedosas en Podemos. Igual no lo conozco bien, ¿eh?
Usted no está afiliada a Podemos, ¿no?
No… Me gustan mucho los líderes, Pablo Iglesias, Íñigo [Errejón], que lo he conocido ahora, me gusta mucho, me parece un hombre muy inteligente. Con Juan Carlos Monedero coincidí hace poco en la SER e hizo un análisis de los partidos políticos que es que le aplaudí, porque estaba absolutamente de acuerdo con él. Lo que pasa es que luego no veo eso reflejado en la práctica. Aunque no lo conozco, estoy muy de fuera, no quiero echarles problemas, que bastante tienen. Porque me parece que han hecho una labor importantísima, que es hacer utilizable políticamente el 15M. Lo han comercializado [sonrisa], y eso me parece importantísimo.
¿A quién votará en las autonómicas?
Es secreto.
¿José Manuel López, candidato de Podemos a la presidencia de Madrid, es el referente de Ahora Madrid en las autonómicas?
Es un hombre que tiene un programa muy interesante y defiende el programa de Podemos y a mí personalmente me parece una persona extraordinaria.
¿No hay equivalencia?
No, porque Podemos es un partido y Ahora Madrid, no. Es una agrupación de personas, algunas de las cuales pertenecen a partidos, algunas a Podemos, otras están en otros, como Equo, o en el movimiento ciudadano o están en nada.
¿Hará actos con él?
Sí, yo creo que sí. Algún acto haremos. El martes mismo, en la facultad de Derecho estuvimos Lorena [Ruiz-Huerta, número dos de la candidatura de Podemos a la Asamblea de Madrid] y yo, que va de candidata de Justicia, en principio, para la Comunidad de Madrid, y estuvimos allí.
Me refiero a un acto electoral.
Fue un acto electoral, era un acto electoral, jurídico, pero en un marco electoral. A mí también me habría gustado hacer algún acto electoral con alguna otra candidatura. Este martes, que estuvimos en un acto con IU, UPyD, PSOE y Ahora Madrid hablando con mayores yo propuse que nos pusiéramos a trabajar juntos los cuatro. Igual parece que estas iniciativas mías son un poco naíf, pero es que estábamos de acuerdo en muchas cosas. ¿Por qué no vamos a ponernos a trabajar juntos? Hay ese afán en la política que cuestiono de que de alguna manera hay que buscar en los partidos lo que te separa. Y eso es un absurdo, porque te lleva a ver qué ha dicho cada uno que no haya dicho el otro. Y es una especie de cascada de iniciativas que habría que meter en un paquete.
Si vamos a planificar lo de los desahucios, por ejemplo, vamos a hacerlo entre todos. ¿Por qué cada uno tiene decir una cosa, lo más original, lo más distinto, buscando un titular? Eso es perverso.
¿Hará actos con Íñigo Errejón o Pablo Iglesias?
No, no. Puede ser que haya algún acto con José Manuel, pero no hay nada previsto. Ahora Madrid tiene esa independencia, pero me gustaría reunir a todas las candidaturas, me encantaría hacer actos con las candidaturas con las que coincidimos en los proyectos que estamos presentando.
¿A cuáles se refiere?
A las que te he dicho y Ciudadanos, que en algún aspecto podría venir bien.
Ada Colau, la candidata de Barcelona en Comú, viene el día 6.
Pues muy bien, estupendo. Está muy bien, algo haremos bonito, claro que sí.
¿Cree que Ciudadanos tiene que ver con algún tipo de reacción para propiciar un cambio tranquilo?
Ciudadanos ha asumido una parte importante de toda la ideología del 15M, de cuestionar la clase política, la democracia… Lo que ocurre es que es una reflexión incorporada por ciudadanos y ciudadanas que están más situadas dentro de los núcleos más privilegiados de la sociedad y que desconocen un poco la desigualdad. Me parece que están más preocupados por los modelos democráticos genéricos que por los modelos democráticos reales y vinculados a los derechos sociales. La gran diferencia con Ciudadanos es que no oigo el discurso de la democracia en profundidad, la democracia social, de la dignidad de las personas. Es mucho más formal, más relacionado a representar unas clases sociales que conocen poco de los barrios españoles, de la gran desigualdad y de las situaciones de miseria y de dificultad que se están viviendo ahora.
Y también de corrupción. Usted ha hablado de crear un Observatorio de la Corrupción en el Ayuntamiento.
Era una propuesta mía que está en el programa de Ahora Madrid. Se va a hacer un Observatorio de la Corrupción en el Ayuntamiento, y ese observatorio va a intentar recoger todos los hechos que tienen que ver con la corrupción y analizarla. Será importante ver todas las sentencias, todos los procedimientos judiciales que tengan que ver con la corrupción en Madrid. Así mismo, como todas las denuncias, todas las informaciones que nos lleguen, todas las iniciativas individuales… Pero todo eso tiene que estar en un proceso de análisis para determinar por qué surge la corrupción.
Quizá por mi perfil profesional como magistrada me interesa siempre mucho saber por qué pasa lo que pasa, cuando lo que pasa es algo que afecta a la sociedad y que genera una situación de vulnerabilidad y de prácticas que son inaceptables. Me espanta que se hable tanto de medidas y no de análisis. Yo creo que hay que hacer análisis. Hay un tipo de política que genera la corrupción, cuando se convierte fundamentalmente en espectáculo de los gestores para consolidar sus derechos. Para continuar gobernando se hacen actos que son fundamentalmente de propaganda, de exposición, para los cuales la administración no está preparada y se recurre a empresas y ahí se generan situaciones de privatización de lo pública en la que de manera peligrosa se empiezan a yuxtaponer actitudes corruptas de empresas en las propias entidades políticas.
Si estamos todos escandalizados porque el PP, según dice el último auto del juez instructor, tenía una caja B, probablemente es porque las personas que en el PP tomaron la decisión de crear esa caja B la creaban en sus empresas, porque si no a nadie se le ocurre. Es un desprecio de lo público y yuxtaposición de lo privado, y lo privado enfocado a la avaricia, a conseguir ganar más dinero del que uno debe. Porque si tienes que pagar impuestos ese dinero no es tuyo, y si lo burlas es porque estás haciendo una política de avaricia. Si se tiñe la gestión público de eso, hemos perdido todo y las instituciones no valen.
Se habla mucho del político corrupto, pero a veces se olvida del empresario que corrompe.
El que paga, paga por algo. Porque se identifica con la estructura transformada de lo público, porque ve lo público como lo privado, y pensarán: ‘Pobres chicos, estos de lo público, qué poco ganan, yo gano mucho y tienen que ganar como yo’. Cosas que serían muy interesante analizar, cómo en un momento determinado cuando pasó todo lo relativo a los pagos y regalos que hubo en el ministerio del Interior del que hubo responsabilidades en tiempos del PSOE. Lo que se estaba viendo era: ‘Como somos funcionarios públicos que tenemos un nivel de riesgo y estamos mal pagados…’. Siempre se vuelve al modelo privado. El que ofrece y corrompe, está intentando ganarse hacia sí el modelo público porque no lo respeta.
Pero también es interesante analizar el indebido funcionamiento de la administración. Leyendo con detalle la sentencia del caso Fabra, ves cómo es imposible que una autorización de lo que sea tarde más de 4-5 años en darse. Es una estructura proclive a la corrupción, porque si la administración funciona de una manera absolutamente inadecuada siempre surge la posibilidad de buscar atajos. Tan importante como analizar la privatización de lo público, es la ineficacia de lo público, porque son dos grandes causas que alientan la corrupción.
A lo que hay que añadir la percepción de que la justicia es lenta.
La justicia está en un proceso necesario de cambio. La justicia es tan anticuada en la propia concepción de la individualización, el castigo, las formas de concebir el enjuiciamiento… Está extraordinariamente fuera de los moldes dinámicos que la sociedad necesita. El que al final la justicia castigue un acto de corrupción es imprescindible, es necesario para que quede claro que es inadmisible y que las personas que han hecho esos actos tengan un castigo que la sociedad reclama. Eso es casi un sentimiento normal de justicia, pero no evita lo otro, el análisis de por qué surge.
Todos sabemos que aunque haya leyes que sancionan conductas, esas conductas se repiten. Por ejemplo, la erradicación de las drogas ha indicado que, aunque haya habido muchas sentencias y condenas, sigue habiendo drogas ilegales. No solamente los castigos hacen que desaparezcan las conductas inaceptables. Es un axioma que es necesario tenerlo claro. La justicia tiene que funcionar bien, tiene que hacer un proceso por el que los ciudadanos se sientan identificados con las decisiones, pero el análisis de las causas de la corrupción nos ayuda en las resoluciones judiciales, pero nos exige un análisis más en profundidad.
Usted siempre dice que antes de proponer medidas, hay que hacer evaluaciones.
De alguna manera quizá sea un poco escolástica de cabeza. Es como cuando no tomas medicinas antes de ir al médico porque necesitas que te haga un diagnóstico. No sé por qué en lo público nos cuesta tanto hacer diagnósticos, cuando tenemos los medios para hacerlo.
Fuente: http://www.eldiario.es/politica/Quiero-democracia-quieren-modelo-democratico_0_380063007.html
domingo, 26 de abril de 2015
FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES DE LA SANIDAD PÚBLICA. Cinco instrumentos legales que están detrás del desmantelamiento y privatización de la Sanidad.
Los recortes, el desmantelamiento y la privatización del sistema sanitario público en nuestro país no son un invento (ni único ni original) del gobierno de Mariano Rajoy sino una estrategia perfectamente diseñada por un conjunto de poderes financieros y corporativos, que conforman el denominado neoliberalismo.
Desde hace años estos grupos vienen desarrollando una estrategia destinada a controlar y privatizar el comercio internacional, los servicios públicos, las relaciones internacionales, las comunicaciones, los sistemas de información, la justicia, la acción legislativa de los gobiernos y cualquier actividad de la que obtener beneficio económico (incluida la gestión de las ayudas al tercer mundo o a las personas marginadas). Todo ello con la complicidad de los poderosos organismos internacionales controlados por los gobiernos de los países más desarrollados como el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y la Unión Europea.
La aplicación de las estrategias neoliberales en los servicios sanitarios están orientadas por la denominada “Tríada neoliberal”:
-Disminución del Estado e introducción de Copagos;
-Expansión del Sector Privado en los Sistemas de Salud (Privatización de los servicios sanitarios);
-y la desregulación del Sector Público Sanitario (fragmentación, competencia y Mercado Interno).
Como consecuencia de esta política, los llamados Derechos Humanos Fundamentales han sido transformados en papel mojado, debido al brutal incremento de las desigualdades entre países y personas, mientras la violencia, el terror y la inseguridad se han instalado en todas las áreas del planeta, que se enfrenta a una catástrofe ecológica por la sobre-explotación de los recursos naturales.
Principales determinantes del desmantelamiento de la sanidad pública en el Estado Español.
1.- La estrategia del Banco Mundial: una apuesta por el sector sanitario privado
En su informe de 1987 sobre “Financiación de los servicios sanitarios: un programa de reformas” recomendó cuatro medidas para aplicar en los sistemas de salud de los gobiernos a nivel mundial:
-Trasladar gasto a los usuarios de los sistemas sanitarios públicos
-Introducir Seguros Privados para cubrir los principales riesgos para la salud
-Potenciar la utilización de los servicios privados con cargo a fondos públicos
-Descentralizar y fragmentar los sistemas de salud pública para promover la competencia interna de proveedores
Posteriormente, en 1993 el Banco Mundial publica su “Informe sobre el Desarrollo en el Mundo” donde se propone la introducción de empresas privadas en los sistemas sanitarios públicos y se recomiendan dos medidas para la mejora de la eficiencia en la asignación y gestión de los recursos sanitarios:
-La introducción del mercado en los sistemas sanitarios, promoviendo la competencia entre proveedores públicos y privados.
-Recortes de recursos y externalización (privatización) de los servicios, potenciando las intervenciones de alta efectividad y bajo coste.
-La concesión al sector privado de servicios públicos lleva implícita la aceptación de los servicios de salud como un valor de cambio en vez de un valor de uso, pasando de concebir los servicios sanitarios como instrumentos para satisfacer las necesidades de salud de la población a un área de negocio.
Esta reorientación estratégico-ideológica está orientada a introducir el mercado en espacios que antes les estaban vetados y reservados al Estado.
La reducción del papel de los Estados en materia de salud a favor de la responsabilidad y elección individual, promovida por la OMC está generando e incrementando la desigualdad y dificultando el acceso a los servicios a la población con menos recursos. Esta estrategia ha conseguido (con el apoyo de los gobiernos de los países desarrollados) modificar la orientación de la Organización Mundial de la Salud que ya no rechaza la participación privada en los sistemas públicos, si bien propone la necesidad de control y seguimiento continuo de la aplicación de estas medidas.
En España estas recomendaciones fueron recogidas por el llamado Informe Abril, realizado en 1992 para reformar el sistema sanitario y han servido de guion a los sucesivos gobiernos, especialmente al actual presidido por Mariano Rajoy, para promover las privatizaciones.
-Los propósitos generales del Informe eran:
-Promover la responsabilidad de los gestores, para lograr una mayor eficiencia de los recursos:
- Autonomía empresarial.
-Libertad de elección para poder introducir el mercado y la competencia en el Sistema
-Promover la conciencia de coste en el profesional y en el usuario (copagos).
-Suscitar la creación de estructuras más flexibles y autónomas en su gasto. Trasformar los centros en empresas.
Para conseguirlos planteaba:
-Promover la colaboración con el sector privado separando la compra de la financiación de los servicios, para que el sector privado compita con seguridad jurídica con el público
-Modificar el régimen jurídico del sistema sanitario (nuevas formas de gestión) para trasformar los centros sanitarios públicos en empresas. Flexibilizar el régimen de personal (laboralización) para estimular la productividad empresarial, incrementar la flexibilidad normativa para adaptar las necesidades de recursos humanos (precarización y capacidad para trasladar y despedir) y acabar con las garantías del sistema estatutario
-Abandonar la gestión pública en la asistencia sanitaria, para utilizar las modernas técnicas de gestión empresarial que agilizan los trámites, definen responsabilidades y delegan autoridad (autonomía), que han servido de inspiración para la actual propuesta de Unidades de Gestión Clínica, que fragmentaran los centros sanitarios en múltiples empresas independientes que compiten entre sí.
-Desarrollar sistemas de información para la clasificación de los pacientes y la facturación de los servicios, según los costes empresariales de los procesos.
-Contratación externa: Hacer con medios propios sólo lo que no se puede hacer con medios ajenos, priorizando la subcontratación de los servicios.
2.- El acuerdo sobre liberalización de servicios en Europa negociado por la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Unión Europea (UE):
Eliminar los servicios públicos
Leer más- https://docs.google.com/document/d/1yzr3qjVi-oJmmY-mBG06WMV_L5a0evg-Bd2WLxalUvU/edit
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/articulo/sanidad/instrumentos-legales-estan-detras-desmantelamiento-y-privatizacion-sanidad-publica/20150406101922114424.html
Desde hace años estos grupos vienen desarrollando una estrategia destinada a controlar y privatizar el comercio internacional, los servicios públicos, las relaciones internacionales, las comunicaciones, los sistemas de información, la justicia, la acción legislativa de los gobiernos y cualquier actividad de la que obtener beneficio económico (incluida la gestión de las ayudas al tercer mundo o a las personas marginadas). Todo ello con la complicidad de los poderosos organismos internacionales controlados por los gobiernos de los países más desarrollados como el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y la Unión Europea.
La aplicación de las estrategias neoliberales en los servicios sanitarios están orientadas por la denominada “Tríada neoliberal”:
-Disminución del Estado e introducción de Copagos;
-Expansión del Sector Privado en los Sistemas de Salud (Privatización de los servicios sanitarios);
-y la desregulación del Sector Público Sanitario (fragmentación, competencia y Mercado Interno).
Como consecuencia de esta política, los llamados Derechos Humanos Fundamentales han sido transformados en papel mojado, debido al brutal incremento de las desigualdades entre países y personas, mientras la violencia, el terror y la inseguridad se han instalado en todas las áreas del planeta, que se enfrenta a una catástrofe ecológica por la sobre-explotación de los recursos naturales.
Principales determinantes del desmantelamiento de la sanidad pública en el Estado Español.
1.- La estrategia del Banco Mundial: una apuesta por el sector sanitario privado
En su informe de 1987 sobre “Financiación de los servicios sanitarios: un programa de reformas” recomendó cuatro medidas para aplicar en los sistemas de salud de los gobiernos a nivel mundial:
-Trasladar gasto a los usuarios de los sistemas sanitarios públicos
-Introducir Seguros Privados para cubrir los principales riesgos para la salud
-Potenciar la utilización de los servicios privados con cargo a fondos públicos
-Descentralizar y fragmentar los sistemas de salud pública para promover la competencia interna de proveedores
Posteriormente, en 1993 el Banco Mundial publica su “Informe sobre el Desarrollo en el Mundo” donde se propone la introducción de empresas privadas en los sistemas sanitarios públicos y se recomiendan dos medidas para la mejora de la eficiencia en la asignación y gestión de los recursos sanitarios:
-La introducción del mercado en los sistemas sanitarios, promoviendo la competencia entre proveedores públicos y privados.
-Recortes de recursos y externalización (privatización) de los servicios, potenciando las intervenciones de alta efectividad y bajo coste.
-La concesión al sector privado de servicios públicos lleva implícita la aceptación de los servicios de salud como un valor de cambio en vez de un valor de uso, pasando de concebir los servicios sanitarios como instrumentos para satisfacer las necesidades de salud de la población a un área de negocio.
Esta reorientación estratégico-ideológica está orientada a introducir el mercado en espacios que antes les estaban vetados y reservados al Estado.
La reducción del papel de los Estados en materia de salud a favor de la responsabilidad y elección individual, promovida por la OMC está generando e incrementando la desigualdad y dificultando el acceso a los servicios a la población con menos recursos. Esta estrategia ha conseguido (con el apoyo de los gobiernos de los países desarrollados) modificar la orientación de la Organización Mundial de la Salud que ya no rechaza la participación privada en los sistemas públicos, si bien propone la necesidad de control y seguimiento continuo de la aplicación de estas medidas.
En España estas recomendaciones fueron recogidas por el llamado Informe Abril, realizado en 1992 para reformar el sistema sanitario y han servido de guion a los sucesivos gobiernos, especialmente al actual presidido por Mariano Rajoy, para promover las privatizaciones.
-Los propósitos generales del Informe eran:
-Promover la responsabilidad de los gestores, para lograr una mayor eficiencia de los recursos:
- Autonomía empresarial.
-Libertad de elección para poder introducir el mercado y la competencia en el Sistema
-Promover la conciencia de coste en el profesional y en el usuario (copagos).
-Suscitar la creación de estructuras más flexibles y autónomas en su gasto. Trasformar los centros en empresas.
Para conseguirlos planteaba:
-Promover la colaboración con el sector privado separando la compra de la financiación de los servicios, para que el sector privado compita con seguridad jurídica con el público
-Modificar el régimen jurídico del sistema sanitario (nuevas formas de gestión) para trasformar los centros sanitarios públicos en empresas. Flexibilizar el régimen de personal (laboralización) para estimular la productividad empresarial, incrementar la flexibilidad normativa para adaptar las necesidades de recursos humanos (precarización y capacidad para trasladar y despedir) y acabar con las garantías del sistema estatutario
-Abandonar la gestión pública en la asistencia sanitaria, para utilizar las modernas técnicas de gestión empresarial que agilizan los trámites, definen responsabilidades y delegan autoridad (autonomía), que han servido de inspiración para la actual propuesta de Unidades de Gestión Clínica, que fragmentaran los centros sanitarios en múltiples empresas independientes que compiten entre sí.
-Desarrollar sistemas de información para la clasificación de los pacientes y la facturación de los servicios, según los costes empresariales de los procesos.
-Contratación externa: Hacer con medios propios sólo lo que no se puede hacer con medios ajenos, priorizando la subcontratación de los servicios.
2.- El acuerdo sobre liberalización de servicios en Europa negociado por la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Unión Europea (UE):
Eliminar los servicios públicos
Leer más- https://docs.google.com/document/d/1yzr3qjVi-oJmmY-mBG06WMV_L5a0evg-Bd2WLxalUvU/edit
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/articulo/sanidad/instrumentos-legales-estan-detras-desmantelamiento-y-privatizacion-sanidad-publica/20150406101922114424.html
jueves, 2 de abril de 2015
La mala privatización de AENA
Ginés de Rus, catedrático de Economía de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, ha presentado este miércoles otra investigación de Fedea (de los profesores Juan Santaló y Pilar Socorro), en la que se analizan los modelos de privatización de la gestión aeroportuaria. Y la reciente salida a Bolsa de AENA no sale bien parada.
AENA captó 4.263 millones por la colocación en Bolsa del 49% de su capital, con lo que se convierte en una sociedad mixta, con control público. Tras repasar las investigaciones sobre el tema y casos similares en otros países, Santaló y Socorro, consideran que AENA se ha situado “en el peor de todos los mundos”. “La evidencia muestra que los modelos de gestión mixta exhiben una eficiencia en costes inferior tanto a los aeropuertos con un 100% en manos privadas, como a los que tienen un 100% de titularidad pública”.
Así las cosas, los investigadores de Fedea creen que si el objetivo del Gobierno era recaudar para reducir la deuda pública, se habría logrado “un mayor precio si se privatiza en bloque” y se vende a una compañía del sector. “Y si el objetivo es introducir eficiencia y dinamismo, AENA tendría que dividirse en partes y permitir una competencia sana entre diferentes aeropuertos”, ya sea con gestores públicos o privados. http://economia.elpais.com/economia/2015/03/26/actualidad/1427367930_711155.html
AENA captó 4.263 millones por la colocación en Bolsa del 49% de su capital, con lo que se convierte en una sociedad mixta, con control público. Tras repasar las investigaciones sobre el tema y casos similares en otros países, Santaló y Socorro, consideran que AENA se ha situado “en el peor de todos los mundos”. “La evidencia muestra que los modelos de gestión mixta exhiben una eficiencia en costes inferior tanto a los aeropuertos con un 100% en manos privadas, como a los que tienen un 100% de titularidad pública”.
Así las cosas, los investigadores de Fedea creen que si el objetivo del Gobierno era recaudar para reducir la deuda pública, se habría logrado “un mayor precio si se privatiza en bloque” y se vende a una compañía del sector. “Y si el objetivo es introducir eficiencia y dinamismo, AENA tendría que dividirse en partes y permitir una competencia sana entre diferentes aeropuertos”, ya sea con gestores públicos o privados. http://economia.elpais.com/economia/2015/03/26/actualidad/1427367930_711155.html
martes, 27 de enero de 2015
La devastación de los bienes públicos. Desde que llegó la crisis, todo es destrucción, acelerada a partir del actual Gobierno. No hay voluntad de reforma ni planes de mayor eficiencia
Venimos de un Estado pobre, menesteroso, por no decir miserable, más que endeudado, en permanente bancarrota desde la guerra de la independencia hasta la guerra de Cuba. En medio, guerras civiles entre liberales y carlistas y, después, los continuados desastres de la guerra de Marruecos, que prolongaron la situación de quiebra hasta bien entrado el siglo XX, cuando “pacificado” el protectorado marroquí, una enésima rebelión militar, con su secuela en forma de revolución obrera y campesina, arrasó de nuevo al Estado dejando aquella espantosa ruina que fue la herencia recibida por quienes penamos la suerte de nacer en los años del hambre.
Es un tópico de nuestra historia atribuir la floración de naciones, venidas a la existencia en la coyuntura de aquel fin de siglo, a una debilidad congénita del Estado español. ¿Debilidad, se podría preguntar, o más bien ausencia? Cuando Ortega publicó su apelación a la República, varios años después de que Azaña lanzara la suya, cerró su memorable artículo con un “¡Españoles, no tenéis Estado, reconstruidlo!”. El Estado español de los años veinte del siglo pasado se había convertido en una especie de sociedad de socorros mutuos, había escrito también nuestro más ocurrente filósofo. Ocurrencia genial en este caso, porque en efecto todo el aparato del Estado no daba más que para sostener a aquella sociedad que en otra ocasión el mismo Ortega calificó como vieja España.
El caso es que, entre el servicio de la deuda contraída para alimentar un ejército en permanente derrota, lamiéndose sus heridas en el exterior con sus recurrentes rebeliones en el interior, el Estado español careció de recursos, no ya para crear nación, sino para edificar centros escolares, construir institutos de enseñanza media, financiar centros superiores de investigación científica, levantar hospitales, extender ambulatorios, abonar pensiones, desarrollar servicios. La enseñanza primaria y media se abandonó en los centros urbanos a manos de la pléyade de órdenes y congregaciones religiosas que acudieron a España como a panal de rica miel cuando comprobaron que el Estado no dedicaba ni un céntimo al capítulo de salarios a maestros, y dejaba pasar décadas sin construir ni un solo instituto. En los hospitales de beneficencia se hacinaban los pobres, y los ambulatorios de la mal llamada Seguridad Social eran lugares sucios y malolientes, donde un médico mal pagado recibía al paciente sin dejar que se sentara, apestando a tabaco y recetando cualquier cosa en un minuto, después de echarle una mirada de abajo arriba en la que se concentraba la mezcla de desprecio y hastío que le provocaba aquella hora en que despachaba a una cincuentena de pacientes.
Ese fue el Estado que heredamos: nada de extraño que, cuando llegamos a la edad de la razón política, quisiéramos ser como los franceses. Parecerá una tontería, pero aquel querer ser como actuó al modo de espoleta, movilizando energías y recursos, despertando voluntades y agudizando inteligencias para acabar de una buena vez con el lamento y poner manos a la obra: en pocos años dejamos de querer ser como y emprendimos la tarea de ser como. En resumen: un Estado democrático al modo de Europa, con un potente sistema de salud, educación primaria universal y gratuita, institutos para enseñanza media, universidad en expansión, centros de investigación, pensiones. El español era por fin como los europeos un Estado sostenido en el compromiso keynesiano, en bienes públicos que amortiguan las desigualdades sociales inherentes al sistema capitalista.
Y de pronto, la política elaborada para hacer frente a la primera gran crisis del capital del siglo XXI rompe, contra los intereses de la mayoría, el pacto que sirvió de base a nuestro actual Estado social. Las listas de espera en la sanidad pública se alargan hasta el punto de sumar cientos de miles los pacientes que ven pasar meses y hasta años sin posibilidad de realizar una consulta, someterse a un análisis o sufrir una operación. Y si se mira al ámbito de la ciencia, el paisaje comienza a ser el de un territorio desertado, producto de una terapia de choque: drástica reducción de presupuestos, supresión de programas, cierre de equipos, investigadores a la calle. La majadera provocación de Miguel de Unamuno cuando de su pluma salió “que inventen ellos” no es nada comparado con el perverso designio que anima al Gobierno de esquilmar la producción científica en España.
Aunque la propaganda política se cebe en desprestigiar a los funcionarios como individuos que una vez conquistada su plaza se echan a sestear, es lo cierto que en la historia de la Universidad y de los centros superiores de investigación de España nunca se había publicado, debatido o celebrado simposios como en los últimos 30 años. Nunca tantos españoles han participado en tantos proyectos internacionales de investigación o han ganado una plaza docente en universidades extranjeras. Pero nunca tampoco han vivido tantos investigadores, con decenas de artículos publicados en las mejores revistas de su especialidad, tan en precario, como becarios hasta cumplidos los 40 años, o haciendo ya las maletas. Y el panorama no es muy diferente si se mira a la educación primaria y media: miles de profesores que habían concursado con éxito en oposiciones para plazas docentes y que solo pudieron ocuparlas de forma interina se han encontrado con el despido mientras se expanden los colegios concertados.
Tan recién construido como era nuestro Estado social, con apenas 30 años de vida, y ya se empeñan desde los Gobiernos en provocar su irreversible ruina, reduciendo presupuestos en sanidad, educación y ciencia, paralizando inversiones, expulsando a interinos, amortizando plazas de jubilados (10 por uno es nuestro precio), externalizando —¡qué negocio!— servicios, congelando salarios. Y como la política de destrucción de bienes públicos por las bravas, entregándoselos a precio de saldo a intereses privados, ha tropezado con fuertes resistencias en la calle, se ha sustituido por un deterioro programado: que nos hartemos de esperar tres, seis, nueve meses en una lista y vayamos adonde tendríamos que haber ido desde el principio, a la clínica privada; que la gente se espante al ver que sus hijos van a una clase donde los alumnos comienzan a ser multitud y los maestros parecen cansados.
Lo vamos a sentir, a llorar más bien, porque nunca hemos disfrutado en España de bienes públicos en tanta cantidad y de tan alta calidad como los construidos desde la Transición a la democracia hasta 2008. Pero desde que nos golpeó la crisis, todo es destrucción, acelerada a partir del retorno del Partido Popular al poder. Destrucción, no reforma, no planes en busca de mayor eficiencia, no mejora en la distribución y empleo de recursos, no propuestas para alcanzar mayores rendimientos, no políticas de personal que premien méritos y penalicen ausencias inexcusables. Reformar para qué, si se ahorra más y se acaba antes sacudiéndonos todo este peso de encima: esa es la política; y este el resultado: una amenazante devastación de bienes públicos que pone fin al periodo de mayor cohesión social vivido por la sociedad española desde que existe como sujeto político, o sea, desde la Constitución de Cádiz.
Lo que vendrá después, una vez culminada la operación, ya se puede imaginar: los bienes y servicios públicos emergerán de su ruina como propiedades privadas cuyo acceso por los ciudadanos estará en función de su diferente poder adquisitivo. No era bastante la agresión que las clases medias, en sus distintos niveles, han sufrido con la bajada de salarios nominales y reales, la masiva pérdida de empleos, los ERE y demás artefactos de liquidación de derechos laborales, que no contentos con todo eso, se aplican a dar la última puñalada: si necesitas ir al médico, hazte un seguro privado; si estás dotado para la ciencia, vete al extranjero; si quieres para tus hijos un colegio con un profesorado joven y motivado, págatelo de tu bolsillo. Esto es el mercado, so idiotas, nos dicen los que pretenden protegernos de la devastación que ellos mismos provocan en los bienes públicos. Y en esas estamos, con un mercado creciente y un Estado menguante, en trance de reducirse otra vez a sociedad de socorros mutuos.
Santos Juliá es historiador. Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/01/14/opinion/1421264130_105197.html
Es un tópico de nuestra historia atribuir la floración de naciones, venidas a la existencia en la coyuntura de aquel fin de siglo, a una debilidad congénita del Estado español. ¿Debilidad, se podría preguntar, o más bien ausencia? Cuando Ortega publicó su apelación a la República, varios años después de que Azaña lanzara la suya, cerró su memorable artículo con un “¡Españoles, no tenéis Estado, reconstruidlo!”. El Estado español de los años veinte del siglo pasado se había convertido en una especie de sociedad de socorros mutuos, había escrito también nuestro más ocurrente filósofo. Ocurrencia genial en este caso, porque en efecto todo el aparato del Estado no daba más que para sostener a aquella sociedad que en otra ocasión el mismo Ortega calificó como vieja España.
El caso es que, entre el servicio de la deuda contraída para alimentar un ejército en permanente derrota, lamiéndose sus heridas en el exterior con sus recurrentes rebeliones en el interior, el Estado español careció de recursos, no ya para crear nación, sino para edificar centros escolares, construir institutos de enseñanza media, financiar centros superiores de investigación científica, levantar hospitales, extender ambulatorios, abonar pensiones, desarrollar servicios. La enseñanza primaria y media se abandonó en los centros urbanos a manos de la pléyade de órdenes y congregaciones religiosas que acudieron a España como a panal de rica miel cuando comprobaron que el Estado no dedicaba ni un céntimo al capítulo de salarios a maestros, y dejaba pasar décadas sin construir ni un solo instituto. En los hospitales de beneficencia se hacinaban los pobres, y los ambulatorios de la mal llamada Seguridad Social eran lugares sucios y malolientes, donde un médico mal pagado recibía al paciente sin dejar que se sentara, apestando a tabaco y recetando cualquier cosa en un minuto, después de echarle una mirada de abajo arriba en la que se concentraba la mezcla de desprecio y hastío que le provocaba aquella hora en que despachaba a una cincuentena de pacientes.
Ese fue el Estado que heredamos: nada de extraño que, cuando llegamos a la edad de la razón política, quisiéramos ser como los franceses. Parecerá una tontería, pero aquel querer ser como actuó al modo de espoleta, movilizando energías y recursos, despertando voluntades y agudizando inteligencias para acabar de una buena vez con el lamento y poner manos a la obra: en pocos años dejamos de querer ser como y emprendimos la tarea de ser como. En resumen: un Estado democrático al modo de Europa, con un potente sistema de salud, educación primaria universal y gratuita, institutos para enseñanza media, universidad en expansión, centros de investigación, pensiones. El español era por fin como los europeos un Estado sostenido en el compromiso keynesiano, en bienes públicos que amortiguan las desigualdades sociales inherentes al sistema capitalista.
Y de pronto, la política elaborada para hacer frente a la primera gran crisis del capital del siglo XXI rompe, contra los intereses de la mayoría, el pacto que sirvió de base a nuestro actual Estado social. Las listas de espera en la sanidad pública se alargan hasta el punto de sumar cientos de miles los pacientes que ven pasar meses y hasta años sin posibilidad de realizar una consulta, someterse a un análisis o sufrir una operación. Y si se mira al ámbito de la ciencia, el paisaje comienza a ser el de un territorio desertado, producto de una terapia de choque: drástica reducción de presupuestos, supresión de programas, cierre de equipos, investigadores a la calle. La majadera provocación de Miguel de Unamuno cuando de su pluma salió “que inventen ellos” no es nada comparado con el perverso designio que anima al Gobierno de esquilmar la producción científica en España.
Aunque la propaganda política se cebe en desprestigiar a los funcionarios como individuos que una vez conquistada su plaza se echan a sestear, es lo cierto que en la historia de la Universidad y de los centros superiores de investigación de España nunca se había publicado, debatido o celebrado simposios como en los últimos 30 años. Nunca tantos españoles han participado en tantos proyectos internacionales de investigación o han ganado una plaza docente en universidades extranjeras. Pero nunca tampoco han vivido tantos investigadores, con decenas de artículos publicados en las mejores revistas de su especialidad, tan en precario, como becarios hasta cumplidos los 40 años, o haciendo ya las maletas. Y el panorama no es muy diferente si se mira a la educación primaria y media: miles de profesores que habían concursado con éxito en oposiciones para plazas docentes y que solo pudieron ocuparlas de forma interina se han encontrado con el despido mientras se expanden los colegios concertados.
Tan recién construido como era nuestro Estado social, con apenas 30 años de vida, y ya se empeñan desde los Gobiernos en provocar su irreversible ruina, reduciendo presupuestos en sanidad, educación y ciencia, paralizando inversiones, expulsando a interinos, amortizando plazas de jubilados (10 por uno es nuestro precio), externalizando —¡qué negocio!— servicios, congelando salarios. Y como la política de destrucción de bienes públicos por las bravas, entregándoselos a precio de saldo a intereses privados, ha tropezado con fuertes resistencias en la calle, se ha sustituido por un deterioro programado: que nos hartemos de esperar tres, seis, nueve meses en una lista y vayamos adonde tendríamos que haber ido desde el principio, a la clínica privada; que la gente se espante al ver que sus hijos van a una clase donde los alumnos comienzan a ser multitud y los maestros parecen cansados.
Lo vamos a sentir, a llorar más bien, porque nunca hemos disfrutado en España de bienes públicos en tanta cantidad y de tan alta calidad como los construidos desde la Transición a la democracia hasta 2008. Pero desde que nos golpeó la crisis, todo es destrucción, acelerada a partir del retorno del Partido Popular al poder. Destrucción, no reforma, no planes en busca de mayor eficiencia, no mejora en la distribución y empleo de recursos, no propuestas para alcanzar mayores rendimientos, no políticas de personal que premien méritos y penalicen ausencias inexcusables. Reformar para qué, si se ahorra más y se acaba antes sacudiéndonos todo este peso de encima: esa es la política; y este el resultado: una amenazante devastación de bienes públicos que pone fin al periodo de mayor cohesión social vivido por la sociedad española desde que existe como sujeto político, o sea, desde la Constitución de Cádiz.
Lo que vendrá después, una vez culminada la operación, ya se puede imaginar: los bienes y servicios públicos emergerán de su ruina como propiedades privadas cuyo acceso por los ciudadanos estará en función de su diferente poder adquisitivo. No era bastante la agresión que las clases medias, en sus distintos niveles, han sufrido con la bajada de salarios nominales y reales, la masiva pérdida de empleos, los ERE y demás artefactos de liquidación de derechos laborales, que no contentos con todo eso, se aplican a dar la última puñalada: si necesitas ir al médico, hazte un seguro privado; si estás dotado para la ciencia, vete al extranjero; si quieres para tus hijos un colegio con un profesorado joven y motivado, págatelo de tu bolsillo. Esto es el mercado, so idiotas, nos dicen los que pretenden protegernos de la devastación que ellos mismos provocan en los bienes públicos. Y en esas estamos, con un mercado creciente y un Estado menguante, en trance de reducirse otra vez a sociedad de socorros mutuos.
Santos Juliá es historiador. Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/01/14/opinion/1421264130_105197.html
Etiquetas:
bienes públicos,
cohesión social,
educación pública,
estado,
externalizar,
negocios,
piratas de lo público,
privado,
privatización,
privatizar,
público,
Sanidad pública
Suscribirse a:
Entradas (Atom)