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jueves, 26 de octubre de 2023

'The Guardian' se rinde ante Pedro Sánchez: "Es posiblemente el político de centro-izquierda más exitoso de Europa en la última década" "Si alguien puede encontrar una salida, ese es el gran superviviente político de España, Pedro Sánchez"

Pedro Sánchez celebra los resultados de las elecciones del 23J / Europa Press News


El diario británico The Guardian se ha rendido una vez más ante Pedro Sánchez tras su última estrategia política para frenar tanto al PP como al PSOE. Tras los resultados de las elecciones tanto municipales como autonómicas, que se resolvieron a favor de un Partido Popular en alza, el presidente del Gobierno anunciaba un adelanto de las elecciones electorales para someter su mandato a la voluntad popular: "Creo que la mejor salida es dar la palabra a los españoles para que expresen en las urnas su voluntad". Un gesto que dividió a los analistas políticos de todo el mundo. Mientras que algunos consideraron que se trataba de un suicidio político otros avanzaban un golpe de brillantez táctica que se produciría semanas más tarde.
A pesar de que las encuestas sugerían que una coalición entre PP y Vox podría lograr la mayoría absoluta en el parlamento, Pedro Sánchez se arriesgaba con el objetivo de frenar el auge de ambos partidos. Y lo cierto es que lo consiguió. Pese a que el PP se hizo con la victoria, Sánchez conseguía el mejor resultado electoral del PSOE en términos porcentuales desde 2008 tras obtener un 31,7% de los votos. De esta manera, el político frenaba en seco a ambos partidos y se convertía en el único candidato con opciones reales para seguir presidiendo el Gobierno de España a pesar de que no cuenta con una clara mayoría parlamentaria.

'The Guardian' alaba a Pedro Sánchez
Bajo el punto de vista del diario británico, el hecho de que Pedro Sánchez haya salido indemne de sus quintas elecciones generales en menos de ocho años le convierten en el "político de centro-izquierda más exitoso de Europa durante la última década": "Mientras que otros partidos socialdemócratas tradicionales en Europa se han enfrentado al declive o la polarización, el PSOE se ha mantenido relativamente estable, incluso cuando la política española ha estado en constante cambio y crisis".

En este artículo de opinión, firmado por Eoghan Gilmartin, se recuerda que cuando Pedro Sánchez fue acusado de ser un político blanco cuando se hizo cargo por primera vez del PSOE allá por 2014. Sin embargo, el periodista ha asegurado que con el paso de los años se ha ido convirtiendo "en un estratega brillante capaz de maniobras políticas audaces". A pesar de que este acabara abandonando el partido dos 
años más tarde como consecuencia del "profundo desacuerdo" con la decisión del Comité Federal socialista de facilitar la investidura de Mariano Rajoy, Sánchez volvía por todo lo alto en 2017 para 
hacerse nuevamente con las riendas del partido.

El gran superviviente político de España
Después de hablar acerca de algunos de sus grandes aciertos al frente del gobierno, entre los que destaca su protección a la ciudadanía durante la crisis de la COVID-19 y la inflación como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania, el periodista también ha recordado algunas promesas pendientes como la ley de la vivienda que nunca ha terminado de ponerse en marcha. Finalmente, el artículo habla acerca de cómo el bloque de izquierdas suma más que el de las derechas para conformar un gobierno y que todo dependerá de Carles Puigdemont.

Bajo su punto de vista, el gobierno podría estar bloqueado durante varios meses y reconoce que es bastante probable que haya que repetir las elecciones antes de Navidad. No obstante, Gilmartin considera que si alguien puede darle la vuelta a la situación, es Pedro Sánchez: " Sin embargo, si alguien puede encontrar una salida a tal callejón sin salida, es probable que sea el gran superviviente político de España, Pedro Sánchez".

lunes, 15 de mayo de 2023

REINO UNIDO. El diario ‘The Guardian’ pide perdón por el pasado esclavista de sus fundadores.

Scott Trust, la fundación propietaria del periódico, destinará 11,3 millones de euros (10 millones de libras) en programas de ayuda a las comunidades afectadas y en la promoción de periodistas de minorías étnicas e información especializada.

Las mejores intenciones también pueden tener esqueletos en el armario. Scott Trust, la fundación propietaria del diario progresista The Guardian, un medio volcado en la defensa del estado de derecho, las libertades públicas y las causas de la izquierda, ha pedido este martes perdón por los vínculos de sus fundadores con el comercio de esclavos. El acto de contrición es la respuesta al extenso informe encargado por el mismo diario hace un par de años, con motivo del auge del movimiento Black Lives Matter. Con el nombre Scott Trust Legacies of Enslavement (Los legados de esclavitud en la fundación Scott Trust), académicos e investigadores de las universidades de Nottingham y de Hull siguieron el laborioso rastro de documentos mercantiles y testimonios históricos para determinar el peso de la esclavitud en la creación de un periódico que surgió como una causa noble.

En 1819, más de 60.000 personas se concentraron en St. Peter´s Field, en el centro de la ciudad de Manchester. Reclamaban la ampliación de la representación parlamentaria en Inglaterra, como vía para alcanzar el sufragio universal masculino. La caballería cargó contra los manifestantes. 15 de ellos murieron. John Edward Taylor, un periodista y comerciante de algodón —Manchester era una potencia textil mundial—, presenció la llamada Masacre de Peterloo, y decidió fundar, dos años después The Manchester Guardian (el nombre original del diario, hasta el cambio de 1959). La idea original aspiraba a un reformismo liberal defensor de las clases trabajadoras, pero alejado de cualquier radicalidad.

El informe presentado esta semana revela que tanto Taylor como al menos nueve de los once socios fundadores que pusieron dinero para la creación del periódico tenían vínculos con el comercio de esclavos. La mayoría de ellos, Taylor incluido, recibían su algodón de las plantaciones en la costa y en las islas costeras de Carolina del Sur y de Georgia, en el Estados Unidos previo a la Guerra Civil y al movimiento de emancipación. Shuttleworth, Taylor & Co, la compañía propiedad del fundador del periódico, recibió cargamentos de algodón de las Sea Islands, en la costa georgiana, y los investigadores académicos recuperaron registros contables con los nombres e iniciales de los propietarios y los esclavistas de las plantaciones.

“La fundación Scott Trust pide profundamente perdón por el papel de John Edward Taylor y de los que le financiaron en el comercio de algodón. Reconocemos que pedir disculpas y compartir de modo transparente todos estos hechos es solo el primer paso a la hora de afrontar los vínculos históricos de The Guardian con la esclavitud”, ha dicho Ole Jacob Sundae, el presidente de la fundación.

“Todos estos hechos, que aparecen claramente detallados en el informe que hoy ha publicado la fundación Scott Trust, son terroríficos. Que fuera ‘otra época diferente’ (different times) no sirve para excusar el comercio de esclavos, que es un crimen contra la humanidad”, ha escrito Katharine Viner, la directora de The Guardian. De C. P. Scott, el director más famoso en la historia del diario, es la legendaria frase “las opiniones son libres, los hechos son sagrados”. “¿Por qué un asunto como éste no se tuvo en consideración hasta ahora, ni siquiera bajo la dirección de C. P. Scott, que acercó al The Guardian a la izquierda anticolonial y se encargó de eliminar todos los aspectos menos atractivos de aquel periódico del siglo XIX?”, se pregunta Viner.

Uno de los fundadores que aportó dinero al proyecto de Taylor, George Philips, poseía directamente esclavos, como propietario de una plantación de azúcar en Hanover, Jamaica. En 1835 intentó incluso, aunque no lo consiguiera, que el Gobierno británico le compensara por la pérdida de sus “propiedades” humanas, después de que el Parlamento aprobara dos años antes la Ley de Abolición de la Esclavitud.

El diario llegó a defender en sus editoriales esas reparaciones económicas... para los propietarios de esclavos. “Estamos convencidos de que ningún plan para la abolición de la esclavitud merecerá la pena si no se basa en los grandes principios de justicia para el dueño de la plantación, así como para el esclavo”, sostenía en 1833.

Programa de reparación
La fundación Scott Trust se ha comprometido a destinar 11,3 millones de euros (10 millones de libras esterlinas) durante diez años a programas de ayuda a las comunidades con descendientes de aquellos esclavos vinculados con los fundadores de The Guardian. La exhaustiva tarea llevada a cabo por los investigadores ha permitido recuperar los nombres de Toby, Billy, January, Steven, Cuffy, Bob, Steven, Titus... hasta sesenta esclavos de la plantación Spanish Wells en las islas de la costa georgiana. El dinero, para un programa de justicia restaurativa, respaldará proyectos de ayuda en la región de Gullah Geechee (la zona del sur estadounidense donde se concentró esta etnia procedente de África Occidental) y en Jamaica. Una comisión independiente y un panel asesor dirigirá todas las tareas de selección y seguimiento de estos programas.

Otras medidas aprobadas por la fundación incluyen una mayor difusión y ayuda a la toma de conciencia en Manchester y otras regiones del Reino Unido de lo que supuso el comercio transatlántico de esclavos; un aumento de la diversidad étnica en los medios de comunicación; nueva financiación de investigación académica y un planteamiento más ambicioso por parte del propio The Guardian a la hora de cubrir e informar de asuntos relacionados con el racismo o las minorías étnicas.

jueves, 13 de enero de 2022

Aprendices de brujo. Sobre la polémica de las macrogranjas y el ministro Garzón,

¿Cómo es posible que dos presidentes socialistas de comunidades autónomas hayan actuado de la forma en que lo han hecho, convirtiéndose en altavoces de la falsedad? ¿No se les cae la cara de vergüenza de haber dicho lo que han dicho, convirtiéndose en acólitos de la derecha española? — Los datos que demuestran que las macrogranjas han llevado a España fuera de la legalidad ambiental

Acabo de regresar de la Sierra de las Nieves, en donde he pasado los primeros días de 2022, y nada más llegar me he topado con el escándalo orquestado en torno a las palabras de Alberto Garzón en su entrevista en The Guardian. Tengo que confesar que me ha sorprendido y eso que, después de más de 30 años siguiendo la actualidad política del país y la forma en que se refleja en los diversos medios de comunicación, no es fácil sorprenderse de la distancia que puede existir entre una determinada noticia y la forma en que es transmitida a la opinión pública.

Como es natural, lo primero que hice tras oír primero y leer después la información sobre las palabras de Alberto Garzón, fue acudir a la fuente original y leerlas. Entre lo que el ministro dijo y lo que se está diciendo que dijo hay una distancia tan abismal que resulta imposible entender cómo es posible que el escándalo haya tomado cuerpo.

El contenido de la entrevista carece de interés. En ninguna dirección. Y como las palabras están publicadas unas detrás de las otras, es fácil comprobarlo. El ministro refleja a través de ellas una posición que ha sido mantenida desde hace muchos años por prácticamente todo el mundo que se ha ocupado del tema. No hay novedad alguna digna de mención en la citada entrevista.

Y, sin embargo, lo que se está transmitiendo es todo lo contrario. La información sobre las palabras de Alberto Garzón ha desplazado, por ejemplo, a la información sobre el potencial incremento de la energía nuclear como fórmula para hacer frente a las consecuencias pavorosas del cambio climático, que ha puesto en circulación Ursula von der Leyen. Parecería que la economía española está a punto de sufrir un quebranto irreparable como consecuencia de la entrevista del ministro en The Guardian y no se estuviera jugando nada en la acogida que tenga en la Unión Europea la propuesta de la presidenta alemana de la Comisión Europea.

Si los comentarios sobre la entrevista procedieran exclusivamente de los portavoces de PP y Vox, el escándalo no se habría producido. Sería otra más de las falsedades con las que un día sí y otro también llevan intentando descalificar al Gobierno presidido por Pedro Sánchez antes de que fuera un Gobierno de coalición y mucho más desde que lo es.

Quienes han convertido la entrevista en The Guardian en un escándalo han sido los presidentes de las comunidades autónomas de Aragón y Castilla-La Mancha, que han ejercido de altavoces de la denuncia falsa de los partidos de la derecha española y han hecho suyas la exigencia de dimisión o, en su defecto, de destitución del ministro Garzón.

Tras haber leído las palabras tan tajantes de los dos presidentes socialistas, uno no puede dejar de preguntarse si ambos han leído la entrevista o simplemente han escuchado la interpretación que de la misma han hecho los portavoces de la derecha española. O si habiéndola leído personalmente, han decidido que les interesa coincidir en este punto con la derecha como forma de debilitar al socio del Gobierno de coalición.

Tengo la impresión de que es esto último lo que ha ocurrido. A Javier Lambán no se le han escapado las palabras que ha pronunciado y en las que no solo condena de manera tajante al ministro Garzón, sino que afirma expresamente que no puede continuar de ministro “ni un día más”, con lo que sitúa la pelota no en el tejado del ministro, sino en el del presidente del Gobierno.

Jugar a aprendiz de brujo nunca es bueno en ningún terreno, pero menos en el de la política y más todavía en una coyuntura como la de esta segunda mitad de la legislatura, en la que quedan por resolver temas de una enorme importancia. Sin ir más lejos la convalidación del Real Decreto-ley sobre la reforma laboral.

¿Piensan los presidentes socialistas de Aragón y Castilla-La Mancha que sus palabras favorecen la negociación que tiene que producirse en este mes de enero con los aliados para conseguir la mayoría necesaria para la convalidación? ¿De verdad creen Javier Lambán y Emiliano García-Page que su coincidencia con PP y Vox en la crítica a un ministro del socio del Gobierno de coalición es una garantía de la fiabilidad de dicho Gobierno y de su presidente para las formaciones políticas que lo vienen acompañando desde la moción de censura de 2018 hasta hoy? Si así es como tratan a un socio del Gobierno, ¿qué no serán capaces de hacernos a quienes no somos ni socios?

Y además, con base en una mentira inocultable. Las palabras del ministro Garzón en The Guardian son las que son y no cabe interpretación alguna en términos objetivos y razonables que las aproxime a lo que los portavoces del PP y Vox están haciendo. ¿Cómo es posible que dos presidentes socialistas de dos comunidades autónomas hayan actuado de la forma en que lo han hecho, convirtiéndose en altavoces de la falsedad? ¿No se les cae la cara de vergüenza de haber dicho lo que han dicho, convirtiéndose en acólitos de la derecha española?

viernes, 28 de agosto de 2020

The Parasites in Labour’s Brain. Los parásitos en el cerebro de los laboristas

Es hora de que dejemos de votar con miedo y de premiar al gobierno más derechista que ha tenido el Reino Unido desde 1945.

Por George Monbiot, publicado en The Guardian el 4 de mayo de 2010

Aferrarse a la enfermera por miedo a algo peor. Aunque se ha vuelto cangrejera y viciosa, aunque ha usurpado a nuestros padres, robado nuestra herencia, amontonado nuestros juguetes y vendido la guardería, debemos escondernos detrás de sus faldas por miedo a las bestias que merodean más allá. Esto, en esencia, es lo que Polly Toynbee, Jonathan Freedland, Seumas Milne y Nick Cohen nos están diciendo que hagamos (1,2,3,4).

Al instruirnos, a lo largo de los años, a prestar atención a los temores, no a las esperanzas, tales voces han permitido a Labor abandonar todo lo que alguna vez representó, y entregarnos, armados y listos para el horno, a las grandes empresas y al Daily Mail. Estaremos atrapados así para siempre, en la triangulación de las Bermudas de New Labour, a menos que votemos por lo que creemos y no solo en contra de lo que no creemos.

Este miedo paralizante ha autorizado cuatro desarrollos trágicos. Ha permitido que se forme un consenso parlamentario que esté bien a la derecha del sentimiento público, alienando a los votantes. Ha creado espacio para ideas, como la progresiva privatización de casi todo, que eran inaceptables para las generaciones anteriores. Ha permitido a los conservadores hacer un llamamiento a los votantes moderados: si hay tan poco que divida a los dos partidos, tal cifra de votantes, ¿pueden los tories realmente ser tan malos? Y ha permitido que un partido una vez progresista forme el gobierno más derechista que este país ha sufrido desde 1945.

Comencemos donde mis colegas afirman que el historial del partido es más fuerte: pobreza y desigualdad. Durante los primeros siete años del gobierno laborista hubo un progreso real en la pobreza. Pero a partir de 2004, la tendencia fue a la inversa. En los tres años hasta 2007/8, el número de personas en hogares que viven con menos del 60% del ingreso medio aumentó en 1.3 millones: produciendo un total mejor que en 1997 pero peor que en 1989 (5). Esto fue antes de la recesión, por lo que Dios sabe lo que mostrará el próximo conjunto de cifras.

El número de personas en extrema pobreza (que viven con menos del 40% del ingreso medio) nunca disminuyó sustancialmente: se mantuvo estable durante los primeros ocho años del gobierno laborista, luego aumentó. Ahora hay 700,000 personas más en esta condición que cuando Laborista asumió el cargo, y más que en cualquier momento desde que comenzaron los registros (6). El ingreso real promedio de la décima parte más pobre disminuyó un 2% en los diez años hasta 2007/8 (7). Estas cifras, nuevamente, son anteriores a la recesión.

Los ricos, por otro lado, rara vez lo han hecho mejor. El 40% de los ingresos adicionales de que disfrutan los hogares británicos durante los años laborales ha acumulado el 10% más rico (8). El uno por ciento más rico, según el nuevo libro Injusticia de Danny Dorling, ha capturado una mayor proporción del ingreso nacional que desde principios de la década de 1930 (9). La desigualdad en el Reino Unido es ahora más alta que en cualquier otro punto desde que comenzaron los registros consistentes, en 1979 (10). Siento que eso necesita repetirse. Después de 13 años de gobierno laborista, el Reino Unido tiene niveles más altos de desigualdad que después de 18 años de gobierno conservador.

¿Por qué ha sucedido esto? En parte porque los laboristas cambiaron los impuestos de los ricos a los pobres. Redujo el impuesto de sociedades del 33% al 28% y el impuesto sobre las ganancias de capital del 40% al 18%. Introdujo un esquema de ayuda para emprendedores, gravando el primer millón de libras de ganancias de capital con solo el 10% (11). Aumentó el umbral del impuesto de sucesiones para parejas de £ 300,000 a £ 600,000 (12).

Sí, el gobierno ha introducido y fortalecido el salario mínimo, y este es un progreso real. Pero también ha bloqueado los derechos laborales de los trabajadores temporales y de agencias y ha preservado la cláusula de exclusión voluntaria en la directiva sobre el tiempo de trabajo de la UE. El viejo partido de los trabajadores ha cambiado su lealtad a los jefes, entregando puestos clave a ejecutivos corporativos y magnates de capital privado, incluso nombrando a Digby Jones, el ex jefe de la CBI, ministro de la Corona. Redujo las inspecciones en el lugar de trabajo (causando un aumento en el número de muertes en el trabajo) (13,14), eliminó el requisito de que las reuniones entre ministros y cabilderos corporativos deben registrarse (15) y detuvo el caso de corrupción contra BAe (16).

Habiendo prometido desecharlo en la oposición, ha extendido la iniciativa de financiamiento privado a sectores que los conservadores no se atrevieron a tocar. La mano de obra dejó edulcorantes en los contratos de PFI para que las corporaciones los encontraran (17), manipuló las cifras para que pareciera que el esquema entregaba valor por dinero (18), luego tuvo que rescatar a los operadores privados cuando comenzó a colapsar (19). El partido también incumplió sus promesas de renacionalizar los ferrocarriles y devolver las prisiones privadas a propiedad pública: el Reino Unido ahora tiene una mayor proporción de sus prisioneros en cárceles corporativas que Estados Unidos (20).

Si bien los laboristas han liberado a multimillonarios, nos ha enredado al resto de nosotros con 3.500 nuevos delitos (21), incluidas disposiciones que permiten a la policía declarar ilegal cualquier manifestación (22). Ha introducido órdenes de control que colocan bajo arresto domiciliario permanente sin cargos ni juicio. Ha permitido a los Estados Unidos extraditar a nuestros ciudadanos sin presentar evidencia de un delito. Ha coludido en secuestros y torturas. Gran Bretaña ahora tiene más cámaras de CCTV que cualquier otra nación (23), y una base de datos de ADN cinco veces mayor que su competidor más cercano (24). El número de prisioneros en el Reino Unido ha aumentado en un 41% desde que los laboristas asumieron el cargo (25,26).

Este gobierno bloqueó un alto el fuego en Líbano, despidió al embajador británico en Uzbekistán cuando se quejó de que el régimen estaba hirviendo a sus prisioneros (27), brindó ayuda a un ejército colombiano que colabora con escuadrones de la muerte fascistas (28), anunció una política de guerra nuclear preventiva (29) y decidimos malgastar nuestro dinero en reemplazar Trident. Pero peor, mucho peor que todo esto, lanzó una guerra ilegal en la que murieron cientos de miles. Este es el gobierno que mis colegas en The Guardian quieren salvar.

Hay un parásito llamado Toxoplasma gondii que coloniza los cerebros de las ratas, alterando su comportamiento para atraerlos al olor de sus depredadores. Las ratas buscan gatos y se las comen, permitiendo que el parásito siga circulando. Este es el nuevo trabajo. Ha colonizado un movimiento que luchó por la justicia social, la distribución y la decencia, reconectó su cerebro y lo entregó a los gatos gordos que alguna vez fueron sus enemigos.

Entiendo los riesgos de votar por los partidos más pequeños y permitir que la marioneta del guante derecho reemplace a la marioneta del guante izquierdo. Sé que los conservadores son incluso peores que este gobierno. Pero al votar por los candidatos en la lista compilada por la campaña de democracia Hang 'em (30), no todos los demócratas liberales, sino todos los reformadores con una buena posibilidad de tomar o mantener escaños, podemos romper este sistema podrido sin dejar de ser fieles a nuestras creencias.

Cualquiera sea el resultado de la elección, la verdadera lucha comienza después del 6 de mayo, mientras construimos un movimiento de democracia masiva que asegura que nunca más seamos colonizados por una clase política parasitaria, de ningún color, nuevamente. Comienza con un mitin en la Plaza del Parlamento a las 2 pm del sábado (31). Durante y después de estas elecciones, debemos exigir algo mejor, en lugar de huir de algo peor. 

https://www.monbiot.com/2010/05/03/the-parasites-in-labours-brain/#:~:text=There's%20a%20parasite%20called%20Toxoplasma,This%20is%20New%20Labour.

miércoles, 19 de agosto de 2020

La carta abierta contra cancel culture trata de asfixiar la libertad de expresión, no de protegerla

Fuentes: jonathan-cook.net
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Las críticas de cancel culture (1) en realidad están dirigidas a apuntalar el discurso que refuerza el statu quo.

Una carta abierta publicada por la revista Harper’s, firmada por 150 escritores prominentes y figuras públicas, ha centrado la atención en los peligros de la corriente denominada cancel culture.

La carta reúne una cuestionable alianza de genuinos izquierdistas como Noam Chomsky y Matt Karp, centristas como JK Rowling e Ian Buruma y ​​neoconservadores como David Frum y Bari Weiss, todos en defensa de la libertad de expresión.

Aunque la carta no usa explícitamente el término cancel culture, es claramente lo que se entiende en la queja sobre un clima cultural «asfixiante» que impone la “conformidad ideológica» y debilita las «normas de debate abierto y la tolerancia de las diferencias».

Es fácil estar de acuerdo con el argumento generalizado de la carta en favor de la tolerancia y el debate libre y justo. Pero la realidad es que muchos de los que firmaron son completamente hipócritas, que han demostrado exactamente cero compromiso con la libertad de expresión, ya sea en sus palabras o en sus actos.

Además la intención de muchos de ellos al firmar la carta es lo contrario de su objetivo declarado: quieren asfixiar la libertad de expresión, no protegerla.

Para comprender lo que realmente está sucediendo con esta carta, primero debemos analizar los motivos en lugar de la sustancia de la carta.

Un nuevo antiliberalismo
Cancel culture comenzó como la vergüenza, a menudo en las redes sociales, de las personas que se decía que habían dicho cosas ofensivas. Pero en los últimos tiempos se ha vuelto en ocasiones más tangible, como señala la carta, con personas despedidas o a quienes se les niega la oportunidad de hablar en un lugar público o publicar su trabajo.

La carta denuncia este tipo supuestamente nuevo de antiliberalismo:

“Mantenemos el valor vigoroso e incluso cáustico del contradiscurso en todos los sectores. Pero ahora es demasiado común escuchar llamados a represalias rápidas y severas en respuesta a las transgresiones percibidas del habla y el pensamiento… Se despide a los editores por artículos controvertidos, se retiran libros por presunta falta de autenticidad, se prohíbe a los periodistas escribir sobre ciertos temas, se investiga a los profesores por citar determinados trabajos literarios en las aulas… El resultado es que se estrechan constantemente los límites de lo que se puede decir sin la amenaza de represalias. Ya estamos pagando el precio con más miedo por parte de los escritores, artistas y periodistas que temen por sus medios de vida si se apartan del consenso o incluso por si se considera que carecen de celo suficiente en su cometido».

Engañosa política de identidad
La variedad de firmantes es en realidad más preocupante que tranquilizadora. Si viviéramos en un mundo más justo, algunos de los que firman, como Frum -un exredactor de discursos del presidente George W. Bush- y Anne-Marie Slaughter -exfuncionaria del Departamento de Estado de los Estados Unidos- enfrentarían un juicio ante la Corte Penal Internacional de La Haya por sus roles en la promoción de «intervenciones» en Irak y Libia respectivamente. No son precisamente campeones de la libertad de expresión.

Es evidente que las diversas personas han firmado la carta por razones muy diferentes.

Chomsky firmó porque ha sido un defensor constante y permanente del derecho a la libertad de expresión, incluso para aquellos con opiniones atroces como la negación del Holocausto.

Frum, quien acuñó el término «eje del mal» y racionalizó la invasión de Irak, y Weiss, un columnista del New York Times, firmaron porque encontraron que sus vidas eran más difíciles. Es cierto que es fácil para ellos dominar las plataformas en los medios corporativos al tiempo que abogan por guerras criminales en el extranjero y no han pagado ningún precio de cuando sus análisis y predicciones han resultado tonterías muy peligrosas. Pero ahora están sintiendo la reacción violenta en los campus universitarios y las redes sociales.

Mientras tanto centristas como Buruma y Rowling han descubierto que cada vez es más difícil navegar por el complicado terreno de la política de identidad sin tropezar. El daño a la reputación puede tener serias consecuencias.

Buruma perdió su trabajo como editor de New York Review of Books hace dos años después de que publicó y defendió un artículo que violaba el nuevo espíritu del movimiento #MeToo. Y Rowling cometió el error de pensar que sus seguidores estarían tan fascinados por sus puntos de vista tradicionales sobre temas transgénero como lo están por sus libros de Harry Potter.

Fake news y “troles rusos”
Pero el hecho de que todos estos escritores e intelectuales estén de acuerdo en que hay que pagar un precio en el nuevo y más sensible clima cultural no implica que todos estén igualmente interesados ​​en proteger el derecho a ser controversial o franco.

Chomsky, alto y claro, defiende la libertad de expresión para todos, porque entiende correctamente que los poderosos están demasiado interesados ​​en encontrar justificaciones para silenciar a aquellos que desafían su poder. Las élites protegen la libertad de expresión solo en la medida en que sirve a sus intereses para dominar el espacio público.

Si los de la izquierda progresista no defienden los derechos de expresión de todos, incluso de sus oponentes políticos, pronto cualquier restricción se volverá contra ellos. El establishment siempre tolerará el discurso de odio de un Trump o un Bolsonaro sobre el discurso de justicia de un Sanders o un Corbyn.

Por el contrario la mayoría del resto de los que firmaron, los derechistas y los centristas, están interesados ​​en la libertad de expresión para ellos y para quienes gustan de ellos. Les importa proteger la libertad de expresión solo en la medida en que les permita continuar dominando el espacio público con sus puntos de vista, algo a lo que estaban demasiado acostumbrados hasta hace unos años, antes de que las redes sociales comenzaran a nivelar un poco el campo de juego.

El centro y la derecha han estado luchando desde entonces con afirmaciones de que cualquiera que desafíe seriamente el statu quo neoliberal en casa y el neoconservador en el extranjero está promoviendo fake news o es un «trol ruso». Esta actualización de la acusación de «antiamericano» encarna cancel culture en su peor aspecto.

Responsabilidad de las redes sociales
En otras palabras, aparte del caso de algunos progresistas, la carta es simplemente una súplica especial: un retorno al statu quo. Y por esa razón, como veremos, Chomsky podría haber sido mejor aconsejado y no haber agregado su nombre por mucho que esté de acuerdo con los vagos sentimientos del discurso de la carta, aparentemente a favor de la libertad.

Lo sorprendente de una proporción significativa de los que firmaron es su autoidentificación como fervientes partidarios de Israel. Y como los críticos de Israel saben muy bien, los defensores de Israel han estado en la vanguardia de cancel culture desde mucho antes de que se acuñase el término.

Durante décadas los activistas proisraelíes han tratado de silenciar a cualquiera que critique seriamente a este pequeño Estado altamente militarizado, patrocinado por las potencias coloniales, que se implantó en una región rica en recursos naturales, como el petróleo, necesarios para lubricar la economía global y a un costo terrible para su población nativa palestina.

Nada debería alentarnos a creer que los entusiastas defensores de Israel entre los que firman la carta ahora han visto el error de sus caminos. Su nueva preocupación por la libertad de expresión es simplemente evidencia de que han comenzado a sufrir la cancel culture que siempre han promovido en relación con Israel.

Ellos han perdido el control de cancel culture debido a dos desarrollos recientes: un rápido crecimiento en las políticas de identidad entre liberales e izquierdistas y una nueva demanda popular de «responsabilidades» generada por el auge de las redes sociales.

Cancelar las críticas a Israel
De hecho, a pesar de sus declaraciones de preocupación, la evidencia sugiere que algunos de los que firmaron la carta han intensificado su propia contribución para utilizar cancel culture en relación con Israel en lugar de cuestionarla.

Eso no es sorprendente. La necesidad de contrarrestar las críticas a Israel se ha vuelto más apremiante a medida que claramente Israel se ha convertido en un Estado paria. Israel se ha negado a mantener conversaciones de paz con los palestinos y ha intensificado sus esfuerzos para realizar llevar a cabo sus planes de siempre de anexar franjas de Cisjordania en violación del derecho internacional.

En lugar de permitir el «vigoroso y cáustico contradiscurso de todos los sectores» en Israel, los partidarios del Estado israelí han preferido las tácticas de aquellos identificados en la carta como enemigos de la libertad de expresión: «respuesta rápida y severa a las transgresiones del habla y el pensamiento».

Pregunten a Jeremy Corbyn, el exlíder del Partido Laborista que fue injuriado, junto con sus partidarios, como antisemita, una de las peores manchas imaginables por varias personas en la lista de Harper’s, incluidos Rowling y Weiss. Tales reclamos fueron promovidos a pesar de que sus críticos no pudieron presentar evidencia real de un problema de antisemitismo en el Partido Laborista.

Del mismo modo piensen en el tratamiento a los activistas solidarios palestinos que apoyan el boicot a Israel (BDS) inspirado en el que ayudó a impulsar a los líderes de Sudáfrica a renunciar al apartheid. Los activistas del BDS también han sido calificados de antisemitas y Weiss nuevamente ha sido el principal detractor.

Los incidentes resaltados en la carta de Harper’s en la que supuestamente las personas han sido excluidas son triviales en comparación con la cancelación de un partido político importante y de un movimiento que se solidariza con un pueblo que ha estado oprimido durante décadas.

Y sin embargo, ¿cuántos de estos guerreros de la libertad de expresión han denunciado el hecho de que los izquierdistas, incluidos muchos antisionistas judíos, han sido tachados de antisemitas para evitar que participen en debates sobre el comportamiento de Israel y sus abusos de los derechos de los palestinos?

¿Cuántos de ellos han denunciado la imposición de una nueva definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto que ha ido ganando terreno rápidamente en los países occidentales?

Esa definición está diseñada para silenciar a una gran parte de la izquierda al priorizar las críticas a la seguridad de Israel antes que el que los judíos sean vilipendiados y atacados, algo que incluso el abogado que escribió la definición ha lamentado.

¿Por qué nada de esta cancel culture ha provocado una carta abierta a Harper’s de estos defensores de la libertad de expresión?

Espada de doble filo
La verdad es que muchos de los que firmaron la carta no defienden la libertad de expresión, sino su derecho a seguir dominando la plaza pública y su derecho a hacerlo sin asumir responsabilidades.

Bari Weiss antes de conseguir un trabajo en el Wall Street Journal y luego en el New York Times pasó sus años estudiantiles tratando de expulsar a los profesores musulmanes de su universidad y “cancelarlos” debido a sus críticas a Israel. Y lo hizo explícitamente bajo la bandera de la «libertad académica», alegando que los estudiantes pro-Israel se sentían intimidados en las aulas.

La Unión de Libertades Civiles de Nueva York concluyó que era Weiss, no los profesores, la verdadera amenaza para la libertad académica. No fue un pecado de juventud, en un libro del año pasado Weiss citó sus esfuerzos para librar a la universidad de Columbia de estos profesores como una experiencia formativa en la que todavía se basa.

Weiss y muchos de los otros enumerados en la carta están enojados porque las herramientas retóricas que usaron durante tanto tiempo para asfixiar la libertad de expresión de los demás ahora se han vuelto contra ellos. Aquellos que vivieron durante tanto tiempo con la espada de la política de identidad en Israel, por ejemplo, están preocupados de que su reputación pueda morir por esa misma espada en cuestiones de raza, sexo y género.

Preocupación narcisista
Para comprender cómo cancel culture es fundamental para la cosmovisión de muchos de estos escritores e intelectuales, y cuán ciegos están de su propia complicidad en esa cultura, consideren el caso de Jonathan Freedland, columnista del periódico británico supuestamente liberal de izquierda Guardian. Aunque Freedland no se encuentra entre los que firman la carta está muy alineado con los firmantes centristas y, por supuesto, apoyó la carta en un artículo publicado en The Guardian.

Freedland, debemos señalar, lideró la campaña cancel culture contra el Partido Laborista mencionada anteriormente. Fue una de las figuras claves en la comunidad judía de Gran Bretaña que dio vida a las manchas de antisemitismo contra Corbyn y sus partidarios.

Pero tengan en cuenta este breve clip. En él se puede escuchar como cruje la voz de Freedland mientras explica que él mismo ha sido víctima de cancel culture: confiesa que ha sufrido abusos verbales y emocionales a manos de los apologistas más extremistas de Israel, aquellos que son aún más incondicionalmente pro-Israel que él.

Dice que le han llamado kapo, el término para los colaboradores judíos en los campos de concentración nazis, y sonderkommando, los judíos que eliminaron los cuerpos de otros judíos muertos en las cámaras de gas. Admite que ese abuso «se introduce bajo la piel» y «duele tremendamente».

Y, sin embargo, a pesar del dolor personal que ha experimentado por ser acusado injustamente, de ser cancelado por una sección de su propia comunidad, Freedland ha estado a la vanguardia de la campaña para denostar a los críticos de Israel, incluidos los judíos antisionistas, tachándolos de antisemitas sobre la más débil de las evidencias.

Es completamente inconsciente de la naturaleza destructiva de cancel culture a menos que se la apliquen a él. Su preocupación es puramente narcisista. Y lo mismo ocurre con la mayoría de los que firmaron la carta

Conduciendo un monólogo
El concepto principal de la carta es la pretensión de que el «antiliberalismo» es un fenómeno nuevo, que la libertad de expresión está bajo amenaza y que cancel culture solo se vio en el momento en que se le dio nombre.

Eso es simplemente una tontería. Cualquier persona mayor de 35 años puede recordar fácilmente una época en la que los periódicos y los sitios web no tenían una sección de replicas, cuando los blogs eran pocos y raramente leídos y cuando no había redes sociales en las que desafiar o responsabilizar a «la flor y nata».

Escritores y columnistas como los que firmaron la carta pudieron soltar monólogos en los que revelaron sus opiniones al resto de nosotros como si fueran Moisés bajando las tablas de la cima de la montaña.

En aquellos días nadie notó la cultura de cancelación, o no se permitía hablar de ella. Y eso se debió a que solo aquellos que tenían opiniones satisfactorias alguna vez encontraron una plataforma de medios desde la cual presentar esas opiniones.

Antes de la revolución digital si se discrepaba del estrecho consenso impuesto por los propietarios multimillonarios de los medios corporativos, todo lo que se podía hacer era imprimir un primitivo boletín propio y enviarlo por correo a un puñado de personas que habían oído hablar de usted.

Esa fue la verdadera cultura de cancelación. Y la prueba está en el hecho de que muchos de esos escritores anteriormente oscuros descubrieron rápidamente que podían acumular decenas de miles de seguidores, sin la ayuda de los medios corporativos tradicionales, cuando tenían acceso a blogs y redes sociales.

Silenciar a la izquierda
Lo que nos lleva al aspecto más preocupante de la carta abierta en Harper’s. Al amparo de los llamados a la tolerancia, dada la credibilidad por el nombre de Chomsky, una proporción de los firmantes en realidad quiere restringir la libertad de expresión de un sector de la población, precisamente la parte influenciada por Chomsky.

No están en contra de la gran cancel culture de la que se han beneficiado durante tanto tiempo. Están en contra de la pequeña cultura de cancelación, el nuevo entorno mediático más caótico y más democrático del que disfrutamos actualmente, en el que se les exige por primera vez que respondan por sus puntos de vista en una variedad de temas, incluido Israel.

Así como Weiss intentó que despidieran a los profesores bajo el reclamo de libertad académica, muchos de estos escritores y figuras públicas están usando la bandera de la libertad de expresión para desacreditar el discurso que no les gusta, el que expone el vacío de sus propias posiciones.

Sus críticas a la cancel culture se refieren realmente a priorizar el discurso «responsable», definido como el discurso compartido por los centristas y el derecho que respalda el statu quo. Quieren regresar a una época en que la izquierda progresista, aquellos que buscan alterar un consenso fabricado, que desafían las presuntas verdades de la ortodoxia neoliberal y neoconservadora, no tenían una voz real.

Los nuevos ataques a la cultura de cancelación se hacen eco de los ataques contra los partidarios de Bernie Sanders, que fueron enmarcados como Bernie Bros, la acusación sin pruebas de que atrajo a una chusma de hombres agresivos que odiaban a las mujeres y que silenciosamente intentaban intimidar a otros en las redes sociales.

Del mismo modo que esta afirmación se usó para desacreditar las políticas de Sanders, el centro y la derecha ahora quieren desacreditar a la izquierda de manera más general insinuando que, sin restricciones, ellos también intimidarán silenciosamente a todos los demás a través de su cancel culture.

Si esta conclusión no parece convincente, consideren que el presidente Donald Trump podría haber agregado fácilmente su nombre a la carta junto al de Chomsky. Trump utilizó su reciente discurso del Día de la Independencia en el monte Rushmore para expresar puntos similares a los de la carta de Harper’s. Al menos fue explícito al equiparar cancel culture con lo que llamó «fascismo de extrema izquierda»:

“Una de las armas políticas [de la izquierda] es cancel culture, expulsar a las personas de sus trabajos, avergonzar a los disidentes y exigir la sumisión total de cualquiera que no esté de acuerdo. Esta es la definición misma de totalitarismo… Este ataque a nuestra libertad, nuestra magnífica libertad, debe detenerse, y se detendrá muy rápidamente”.

Trump, con toda su vulgaridad, deja claro lo que oculta la carta de Harper’s con toda su elegancia cultural. Los ataques a la nueva cancel culture son simplemente otro frente, junto con las supuestas preocupaciones sobre fake news y «troles rusos», en los esfuerzos del establishment para limitar el discurso de la izquierda.

Atención redirigida
Esto no es para negar que haya noticias falsas en las redes sociales o que haya troles, algunos incluso rusos. Más bien es señalar que nuestra atención está siendo redirigida y nuestras preocupaciones manipuladas por una agenda política.

A pesar de la forma en que se ha presentado en los medios corporativos, las fake news en las redes sociales han sido principalmente un problema de la derecha. Y los peores ejemplos de fake news, y los más influyentes, no se encuentran en las redes sociales, sino en las portadas del Wall Street Journal y el New York Times.

¿Qué noticias auténticamente falsas en Facebook ha rivalizado con las mentiras que justifican la invasión de Irak en 2003 que a sabiendas fueron vendidas por una élite política y sus taquígrafos en los medios corporativos? Esas mentiras condujeron directamente a más de un millón de muertos iraquíes, convirtieron a millones más en refugiados, destruyeron un país entero y alimentaron un nuevo tipo de extremismo islámico nihilista cuyos efectos todavía estamos sintiendo.

La mayoría de las peores mentiras del período actual, aquellas que han oscurecido o justificado la interferencia de Estados Unidos en Siria y Venezuela, han racionalizado los crímenes de guerra contra Irán o han aprobado el encarcelamiento permanente de Julian Assange por exponer crímenes de guerra, solo pueden entenderse dando la espalda a los medios corporativos y buscando expertos que rara vez pueden encontrar una plataforma fuera de las redes sociales.

Algoritmos cambiados
Digo esto como alguien que tiene preocupaciones sobre el enfoque de moda en la política de identidad en lugar de la clase de política. Lo digo también como alguien que rechaza todas las formas de cancel culture, ya sea la antigua cultura de cancelación «liberal» que nos impone una política de «consenso» estrecha (la ventana de Overton) o la nueva cultura de cancelación de «izquierda» que con demasiada frecuencia prefiere centrarse en objetivos culturales fáciles como Rowling en vez de la corrupción estructural de los sistemas políticos occidentales.

Pero aquellos que están impresionados por la carta simplemente porque el nombre de Chomsky está en ella deben tener cuidado. Así como las fake news han proporcionado el pretexto para que Google y las plataformas de redes sociales cambien sus algoritmos para disuadir a los izquierdistas de las búsquedas y enlaces, así como el «antisemitismo» se ha redefinido para demonizar a la izquierda, también la supuesta amenaza de cancel culture será explotada para silenciar a la izquierda.

Proteger a Bari Weiss y JK Rowling de una «mafia» de izquierdas que se abalanza, una mafia que reclama el derecho a desafiar sus puntos de vista sobre Israel o cuestiones trans, se convertirá en el nuevo grito de guerra del establishment para la acción contra los «irresponsables» o el «discurso intimidante».

Los izquierdistas progresistas que se unen a estas llamadas por irritación con el enfoque actual en las políticas de identidad, porque temen ser etiquetados como antisemitas o porque erróneamente asumen que el problema realmente es sobre la libertad de expresión, rápidamente descubrirán que son los objetivos principales.

Al defender la libertad de expresión terminarán siendo ellos mismos silenciados.

ACTUALIZACIÓN:
No criticamos a Chomsky, aunque sea de forma tangencial y respetuosa, al menos no desde una perspectiva de izquierda, sin esperar un torbellino de oposición. Pero un tema que sigue siendo planteado en mis redes sociales en su defensa es simplemente malinterpretado, así que quiero abordarlo rápidamente. Aquí está uno de mis seguidores expresando el punto sucintamente:

«Los sentimientos en la carta se basan o caen en sus propios méritos, no en los personajes o las historias de algunos de los signatarios, ni en sus planes futuros».

El problema, como estoy seguro de que Chomsky explicaría en cualquier otro contexto, es que esta carta falla no solo por las otras personas que la firmaron, sino también por su mérito. Y eso es porque, como expliqué anteriormente, ignora las formas más opresivas y más establecidas de cancel culture y Chomsky debió haber sido el primero en darse cuenta.

Destacar la pequeña cancel culture, mientras se ignora la cultura de cancelación mucho más grande respaldada por el establishment, distorsiona nuestra comprensión de lo que está en juego y quién ejerce el poder.

Inconscientemente Chomsky solo ayudó a un grupo de títeres, del establishment en su mayoría, a distorsionar nuestras percepciones de problemas de libertad de expresión para que nos pusiéramos de su lado y contra nosotros mismos. No hay forma de que pueda ser algo bueno.

ACTUALIZACIÓN 2:
Todavía hay personas que se resisten a la idea de que perjudicó a la izquierda que Chomsky firmara esta carta. Y en lugar de abordar sus puntos individualmente, permítanme probar otra forma de explicar mi argumento:

¿Por qué Chomsky no ha firmado una carta respaldando el furor por las fake news, a pesar de que hay muchas en las redes sociales? ¿Por qué no ha respaldado la narrativa de Bernie Bros, aunque sin duda hay algunos partidarios de Sanders que intimidan en las redes sociales? ¿Por qué no ha apoyado la campaña alegando que el partido laborista tiene un problema de antisemitismo, a pesar de que hay algunos antisemitas en el partido laborista (como los hay en todas partes)?

No se ha unido a ninguna de esas campañas por una razón muy obvia, porque entiende cómo funciona el poder y que a la izquierda se la golpea desde arriba, no desde abajo. Ciertamente no anima a los que están arriba mientras golpean.

Chomsky entiende este principio demasiado bien porque aquí lo expone en relación con Irán:

“Supongamos que critico a Irán. ¿Qué impacto tiene eso? El único impacto que tiene es fortalecer a aquellos que quieren llevar a cabo políticas, como los bombardeos, con las que no estoy de acuerdo”.

No debería haberse unido a esta campaña exactamente por la misma razón por la que no se ha unido a los que critican a Irán, porque su apoyo se utilizaría para fines nefastos. Cometió un error. Es falible.

Tampoco se trata de que la izquierda se autoflagele. Realmente Chomsky no debería ser el problema. El problema debería ser que un grupo de centristas y derechistas utilizaron esa carta para tratar de reforzar una narrativa diseñada para dañar a la izquierda y sentar las bases para frenar aún más su acceso a las redes sociales. Pero debido a que Chomsky firmó la carta ahora muchos más izquierdistas están comprando esa narrativa, una narración destinada a dañarlos. Es por eso que el papel de Chomsky no puede ser ignorado, ni su error pasado por alto.

ACTUALIZACIÓN 3:
No había previsto cuántas formas podría encontrar la gente de la izquierda para justificar esta carta.

Aquí está el último razonamiento. Aparentemente la carta establece un punto de referencia importante que puede usarse en el futuro para proteger la libertad de expresión de la izquierda cuando se nos amenaza con la cancel culture, como, por ejemplo, con las manchas de antisemitismo que se usaron contra los judíos antisionistas y otros críticos de Israel en el Partido Laborista británico.

No debería ser necesario señalar cuán ingenuo es este argumento que ignora por completo cómo funciona el poder en nuestras sociedades, quién decide qué significan las palabras y cómo se aplican los principios. Esta carta no ayudará a la izquierda porque la cancel culture está siendo enmarcada por esta carta, por Trump, por los medios, como un problema de «locura de la izquierda». Es una nueva iteración del discurso «políticamente correcto enloquecido» y se utilizará exactamente de la misma manera.

No ayudará a Steven Salaita, despedido de un trabajo universitario porque criticó el asesinato de civiles por parte de Israel en Gaza, o a Chris Williamson, expulsado de su puesto de parlamentario laborista por defender el historial antirracista del Partido.

El furor de cancel culture no está interesado en el hecho de que fueran «cancelados». Peor aún, este pánico moral pone de cabeza la idea de cancelar, son Salaita y Williamson los acusados y declarados culpables de cancelar a Israel y a los judíos.

Los partidarios de Israel continuarán ganando esta batalla afirmando que las críticas a Israel «cancelan» el país («lo borran del mapa»), «cancelan» a la población judía de Israel («la arrojan al mar») y «cancelan» a los judíos en general («niegan un componente central de la identidad judía moderna»).

Una mayor conciencia de la cancel culture no habría salvado a Corbyn de las acusaciones de antisemitismo porque el tipo de cultura de cancelación que manchó a Corbyn nunca se definirá como «cancelación».

Para cualquiera que desee ver cómo funciona esto en la práctica observe al columnista de The Guardian Owen Jones ceder, como lo ha hecho tantas veces, a la dinámica de poder del discurso de cancel culture en esta entrevista en Sky News. De hecho estoy de acuerdo con casi todo lo que Jones dice en este clip, aparte de unirse una vez más a la caza de brujas contra los antisionistas del laborismo. Él no ve esa caza de brujas como cancel culture y tampoco nadie más con una gran plataforma como la suya para proteger la libertad de expresión.

(1) La cancel culture o “cultura de la cancelación” designa el extendido fenómeno de retirar el apoyo moral, financiero, digital y social a personas o entidades mediáticas consideradas inaceptables, generalmente como consecuencia de determinados comentarios o acciones​ o por transgredir ciertas expectativas. ​ Se define como «una llamada a boicotear a alguien- generalmente una celebridad- que comparte una opinión cuestionable o impopular en las redes sociales. El término cancel culture o cancelling comenzó a utilizarse en 2015 y ganó popularidad en 2018. En el universo mediático de internet es la cancelación por asfixia, acoso y derribo de cualquier persona, idea, acto, pensamiento u obra de arte, literaria o filosófica en nombre de una corriente hegemónica que defiende ideas o colectivos que se consideran injustamente atacados en el momento actual y en el pasado, del más remoto al más cercano.

Fuente: https://www.jonathan-cook.net/blog/2020-07-09/letter-cancel-culture-free-speech/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.

lunes, 18 de febrero de 2019

IBM 'dealt directly with Holocaust organisers'
Author says US firm had control of Polish subsidiary
Oliver Burkeman in New York

@oliverburkeman

Fri 29 Mar 2002 12.42 GMT First published on Fri 29 Mar 2002 12.42 GMT Shares 929 Newly discovered documents from Hitler's Germany prove that the computer company IBM directly supplied the Nazis with technology which was used to help transport millions of people to their deaths in the concentration camps at Auschwitz and Treblinka, a controversial Holocaust expert claims in a new edition of book published later this week.

Edwin Black, whose book IBM and the Holocaust was published in hardback last year, says new evidence set out in the paperback version shows that executives at the firm's New York headquarters directly controlled a Polish subsidiary which leased punch-card machines used to "calculate exactly how many Jews should be emptied out of the ghettos each day" and to transport them efficiently on railways leading to the camps.

When the Nazis invaded Poland, Black wrote in the Jerusalem Post, "IBM New York established a special new subsidiary called Watson Business Machines," after its then- president, Thomas Watson. "IBM's new Polish company's sole purpose was to service the Nazi occupation during the rape of Poland." Watson Busi ness Machines even operated a punch-card printing shop over the street from the Warsaw Ghetto, the paperback claims.

Advertisement In the earlier edition of Black's book, the connection between the US headquarters of IBM and its European operations was more sketchy, tracing the supply of machines to a German subsidiary that had been seized by the Hitler government.

The paperback provides the first evidence that the company's dealings with the Nazis were controlled from its New York headquarters throughout the second world war.

Mr Black quotes Leon Krzemieniecki, the last surviving per son involved in the Polish administration of the rail transportation to Auschwitz and Treblinka, as saying that he "knew they were not German machines... The labels were in English...

"The person maintaining and repairing the machines spread the diagrams out sometimes. The language of the diagrams of those machines was only in English."

During the war, Mr Black says, a senior IBM representative from New York travelled to Berlin to meet a Czech IBM executive and arrange for the lease payments on the Hollerith card machines to be transmitted via Switzerland to New York.

To the book says the Czech was in a position to send income from the machines leased in Poland through Geneva to IBM in New York.

Robert Wolfe, a researcher on Mr Black's team who was formerly in charge of Nazi documents in the US national archives, said the new details would silence detractors.

"The word has gotten out, and a lot of people still alive are supplying information that they didn't have the context to understand before," he told Reuters. "For those who have complained the proof is not there, this leaves little room for deniability."

The first edition of IBM and the Holocaust prompted a group of death-camp survivors to launch a legal action against IBM, but it was dropped in case it might delay other compensation payments to the victims of the Nazi regime.

Much of compensation process has now been completed, raising the possibility that the paperback may revive the legal proceedings.

"This negates all the excuses," Malcolm Hoenlein, a vice-president of the conference of presidents of major Jewish organisations, said.

"IBM has to look at what its role should be in light of these revelations."

The company, now based in Armonk in upper New York state, has not denied the role of its subsidiaries in aiding the Nazis' management of the Holocaust, preferring to suggest that it should not be held responsible for the actions of companies of which the Third Reich had seized control.

It is not entirely clear that IBM's New York executives knew the ultimate use to which their machines were being put.

But Mr Black cites numerous examples of stories in US newspapers at the time which he says should have left IBM in no doubt about the nature of the Nazis' murderous activities in Poland.

The new book's claim that "IBM recovered all its Polish profits and machines" after the German surrender is likely to be among the most incendiary of its allegations.

"We have seen no proof of that," IBM told the Guardian yesterday. "Facts which had been known for many years were used as the basis of allegations in the first book, and they seem to be used in similar fashion in the paperback. We're not convinced that there are any new findings here."

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IBM 'trató directamente con los organizadores del Holocausto'
Autor dice que firma estadounidense tenía control de filial polaca
Oliver Burkeman en Nueva York

@oliverburkeman

Viernes, 29 de marzo de 2002 12.42 GMT Publicado por primera vez el viernes, 29 de marzo de 2002 12.42
 Acciones de GMT 929
Documentos recientemente descubiertos en la Alemania de Hitler demuestran que la compañía informática IBM suministró directamente a los nazis la tecnología que se utilizó para ayudar a transportar a millones de personas a su muerte en la concentración. campamentos en Auschwitz y Treblinka, un controversial experto en Holocausto afirma en una nueva edición de un libro publicado más adelante esta semana.

Edwin Black, cuyo libro IBM y el Holocausto se publicó en tapa dura el año pasado, dice que las nuevas pruebas presentadas en la versión de bolsillo muestran que los ejecutivos de la sede de la empresa en Nueva York controlaban directamente una filial polaca que arrendaba máquinas de tarjetas perforadas utilizadas para "calcular exactamente cuántos judíos deben ser vaciados de los guetos cada día "y para transportarlos eficientemente en los ferrocarriles que llevan a los campamentos.

Cuando los nazis invadieron Polonia, Black escribió en el Jerusalem Post: "IBM New York estableció una nueva subsidiaria especial llamada Watson Business Machines", después de su entonces presidente, Thomas Watson. "El único propósito de la nueva empresa polaca de IBM era servir a la ocupación nazi durante la violación de Polonia". Las máquinas de negocios de Watson incluso operaban un taller de impresión de tarjetas perforadas en la calle desde el Ghetto de Varsovia, afirma el libro de bolsillo.

En la edición anterior del libro de Black, la conexión entre la sede de IBM en los EE. UU. Y sus operaciones en Europa era más incompleta, ya que el suministro de máquinas se debía a una subsidiaria alemana que había sido tomada por el gobierno de Hitler.

El libro de bolsillo proporciona la primera evidencia de que las relaciones de la compañía con los nazis fueron controladas desde su sede en Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial.

El Sr. Black cita a Leon Krzemieniecki, el último superviviente involucrado en la administración polaca del transporte ferroviario a Auschwitz y Treblinka, diciendo que "sabía que no eran máquinas alemanas ...  Las etiquetas estaban en inglés ...

"La persona que mantiene y repara las máquinas difunde los diagramas a veces. El lenguaje de los diagramas de esas máquinas era solo en inglés".

Durante la guerra, dice Black, un alto representante de IBM de Nueva York viajó a Berlín para reunirse con un ejecutivo checo de IBM y organizar que los pagos de arrendamiento en las máquinas de tarjetas Hollerith se transmitieran a través de Suiza a Nueva York.

Según el libro, el checo estaba en condiciones de enviar ingresos de las máquinas arrendadas en Polonia a través de Ginebra a IBM en Nueva York.

Robert Wolfe, un investigador del equipo del Sr. Black que anteriormente estaba a cargo de los documentos nazis en los archivos nacionales de Estados Unidos, dijo que los nuevos detalles silenciarían a los detractores.

"Se corrió la voz y muchas personas que aún viven están proporcionando información que antes no tenían el contexto para entender", dijo a Reuters. "Para aquellos que se han quejado de que la prueba no está allí, esto deja poco espacio para la negación".

La primera edición de IBM y el Holocausto impulsó a un grupo de sobrevivientes del campo de la muerte a iniciar una acción legal contra IBM, pero se retiró en caso de que pudiera retrasar otros pagos de compensación a las víctimas del régimen nazi.

Gran parte del proceso de compensación ya se ha completado, lo que plantea la posibilidad de que el libro en rústica pueda reactivar los procedimientos legales.

"Esto niega todas las excusas", dijo Malcolm Hoenlein, vicepresidente de la conferencia de presidentes de las principales organizaciones judías.

"IBM tiene que ver cuál debe ser su papel a la luz de estas revelaciones".

La compañía, ahora radicada en Armonk en el estado de Nueva York, no ha negado el papel de sus subsidiarias en ayudar a los nazis en la gestión del Holocausto, prefiriendo sugerir que no debería ser responsable de las acciones de las compañías de las cuales el Tercero Reich había tomado el control.

No está del todo claro que los ejecutivos de IBM en Nueva York supieran el uso final que se les daba a sus máquinas.

Pero el Sr. Black cita numerosos ejemplos de historias en periódicos de los Estados Unidos en el momento que, según él, deberían haber dejado a IBM sin ninguna duda sobre la naturaleza de las actividades asesinas de los nazis en Polonia.

La afirmación del nuevo libro de que "IBM recuperó todas sus ganancias y máquinas polacas" después de la rendición alemana probablemente se encuentre entre las más incendiarias de sus acusaciones.

"No hemos visto ninguna prueba de eso", dijo IBM a The Guardian ayer. "Los hechos que se conocían desde hace muchos años se utilizaron como base de las acusaciones en el primer libro, y parecen usarse de manera similar en el libro de bolsillo. No estamos convencidos de que haya nuevos hallazgos aquí".

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lunes, 6 de agosto de 2018

Condena las crueldades del comunismo, pero no olvides el terrible historial del capitalismo.

eldiario.es

La derecha denuncia los horrores del estalinismo y oculta la miseria humana sobre la que se construyó su modelo económico favorito.

Un fantasma se cierne sobre los medios de comunicación británicos: el fantasma de las opiniones negativas sobre el capitalismo. Desde que la escritora Ash Sarkar pronunció las palabras "¡soy comunista, idiota!" en una cadena de televisión, la derecha se retuerce horrorizada. La rapidez con que los analistas han salido a responder al comentario improvisado de Sarkar es profundamente reveladora.

Desde que hace un año Jeremy Corbyn arrebató la mayoría a los conservadores, la derecha está aterrada al sentir que está perdiendo la guerra ideológica. El accidental rescate de Sarkar de la visión del comunismo de Marx –una sociedad sin Estado, sin clases, en la que la mayoría de la humanidad se haya librado del trabajo asalariado– como contraposición al totalitarismo estalinista hizo que la revista Elle declarara que Sarkar es "literalmente comunista y literalmente nuestra heroína".  The Telegraph reflexionó: "El comunismo mató a millones de personas. ¿Por qué es guay llevarlo en una camiseta?" A su vez, según la opinión de Douglas Murray de the Spectator, Sarkar no es mejor que una fascista.

No me malinterpretéis: los regímenes que tomaron el nombre de "comunistas" –desde Stalin a Pol Pot– cometieron crímenes monstruosos e inenarrables. Pero para la derecha, un resurgimiento del interés en la visión del comunismo marxista anterior al estalinismo es el ejemplo más sorprendente y escalofriante del propio colapso de su supremacía ideológica: "comunismo" es sinónimo de millones de muertes y nada más que eso. Por el contrario, presentan al capitalismo como una máquina de prosperidad humana, sin culpa ni sangre.

La historia del capitalismo es algo más complicada que eso. Si queréis leer una efusiva alabanza al capitalismo, la encontraréis en el Manifiesto comunista de Marx y Engels: el dinamismo revolucionario de los capitalistas, escribieron, había creado "maravillas que superan a las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas". Pero el capitalismo es un sistema económico manchado con la sangre de innumerables millones de personas.

Por supuesto que eso no es una excusa para los horrores del estalinismo: el modelo totalitario que creó y exportó el régimen de Stalin le quitó a millones de personas su libertad y en muchos casos también su vida. De igual forma, no debemos olvidar las millones de vidas que se perdieron en la China maoísta por los asesinatos y la hambruna. Aun así, la lista de crímenes del comunismo no ayuda a los campeones del capitalismo tanto como ellos quisieran.

Según el Libro negro del comunismo, un nada respetable punto de referencia para la derecha, casi cien millones de vidas humanas perecieron a manos de los autodenominados regímenes "comunistas", la mayoría víctimas de Mao Zedong en China. El economista Amartya Sen, ganador del premio Nobel, señala que entre 23 y  30 millones de personas murieron como consecuencia de las catastróficas  medidas del Gran Salto Adelante de Mao, a fines de los años 50 y principios de los 60.

Pero Sen también destacó en un artículo de 2006 que a mediados del siglo XX China e India tenían la misma esperanza de vida, unos 40 años. Tras la revolución china, la cifra cambió drásticamente. En 1979, la China maoísta tenía una esperanza de vida de 68 años, 28 más que la India capitalista.

El exceso de mortalidad en la India capitalista en relación a la China comunista se estima en la horrorosa cifra de cuatro millones de vidas humanas al año. ¿Entonces por qué India no se estudia como un caso de la naturaleza homicida del capitalismo?

Desde un comienzo, el capitalismo se construyó sobre los cadáveres de millones de personas. Desde el siglo XVII en adelante, el tráfico de esclavos a través del Océano Atlántico se convirtió en un pilar del capitalismo emergente. Mucha de la riqueza de Londres, Bristol y Liverpool –que fue alguna vez el mayor puerto de esclavos de Europa– nació del trabajo de los africanos esclavizados.

El capital acumulado gracias a la esclavitud –en las plantaciones de tabaco, algodón y azúcar– dio pie a la revolución industrial en Manchester y Lancashire, y muchos bancos pueden actualmente rastrear en la esclavitud el origen de sus fortunas. 

Incluso cuando el comercio internacional de esclavos comenzó a decaer, el dinero sangriento del colonialismo enriqueció al capitalismo occidental. India fue durante mucho tiempo una colonia del Reino Unido, la potencia capitalista más eminente del mundo: como estudia Mike Davis en su libro Los holocaustos del fin de la era victoriana, unos 35 millones de indios murieron en una hambruna evitable, mientras que Reino Unido se llevaba del país millones de toneladas de trigo.

India fue la gallina de los huevos de oro del capitalismo británico, convirtiéndose en la mayor fuente de beneficios del país a fines del siglo XIX. Occidente está construido sobre la riqueza que robó a aquellos que sometió con un costo humano inmenso.

Ya era el siglo XX cuando Europa comenzó a importar los horrores masivos que antes había impuesto a otros. La Gran Depresión –que sigue siendo la peor crisis capitalista– ayudó a crear las condiciones de descontento popular que llevó al ascenso del nazismo. En los primeros tiempos del régimen nazi, las grandes empresas, temerosas del poder de la izquierda alemana, pactaron con el nacionalsocialismo, ya que veían a los nazis como un instrumento contundente con el que atacar tanto al comunismo como al sindicalismo.

Las empresas alemanas hicieron grandes donaciones a los nazis, tanto antes como después de su ascenso al poder, entre ellas el conglomerado industrial IG Farben y Krupp. Muchas empresas se beneficiaron del trabajo esclavo y del Holocausto nazi, incluyendo a IBM BMW, el Deutsche Bank y el Grupo Schaeffler.

Es posible creer apasionadamente en el capitalismo, o simplemente resignarse a que es el único sistema viable, pero también hay que reconocer que tiene sus sombras oscuras y sus complicidades con episodios sangrientos de la historia de la humanidad. Por supuesto que el suprimir la noción de que existe una alternativa al capitalismo –una que se apoya en valores y principios diferentes– cumple una función política útil.

Hace mucho que la izquierda radical y democrática repudia la pesadilla del totalitarismo y ha reflexionado mucho sobre por qué sucedió. Pero muchos de los defensores irredentos del capitalismo no han podido analizar su propio pasado: políticos e historiadores respetables todavía defienden al colonialismo, a pesar de sus grotescos horrores. No es justo atacar a los socialistas democráticos del siglo XXI utilizando los días más oscuros del totalitarismo del siglo XX.

Aspirar a un mundo con abundancia material, libre del Estado y basado en la cooperación no lo convierte a uno en un asesino totalitario. Incluso si piensas que eso no podría llegar a pasar jamás, eso no significa que uno deba rendirse al fundamentalismo del mercado, mucho menos cuando el cambio climático –causado por un orden económico insostenible– amenaza con desatar el caos en nuestro planeta. Una nueva sociedad más justa y más democrática está esperando a nacer, una que rompa definitivamente con todos los fallidos sistemas del pasado.

Fuente original:
https://www.eldiario.es/theguardian/crueldades-comunismo-capitalismo-historial-horroroso_0_797220612.html

Traducido por Lucía Balducci
Ver video del dialogo entre Sarkar y Jones:
https://www.youtube.com/watch?v=-H4J7nNazO0&feature=youtu.be

sábado, 2 de diciembre de 2017

Los verdaderos saboteadores son los defensores del brexit, que están destrozando la sanidad

El diario/The Guardian


Tras los insultos de los defensores del brexit, nuestra institución nacional más preciada se desangra de personal europeo a medida que se rompe y se contrae

La mitad de los doctores está considerando salir del país y una quinta parte ya ha hecho planes para hacerlo.

¿Quiénes son los verdaderos saboteadores? ¿Son aquellos que quieren que el parlamento vigile el Brexit para impedir un acuerdo desastroso que podría arruinar la economía y destrozar las prestaciones sociales? Esos eran los saboteadores a los que había que machacar según the Daily Mailcuando Theresa May convocó sus desastrosas elecciones anticipadas. ¿O son los saboteadores aquellos que, a través de la intolerancia, el fanatismo ideológico retorcido y la completa estupidez, están dañando el tejido de servicios públicos del que todos dependemos?

El Servicio Nacional de Salud Británico está apoyado por 12.000 doctores de la Zona Económica Europea. Sin ellos, nuestra institución más preciada –que nos trae al mundo, nos cura cuando estamos enfermos o heridos y que nos cuida en nuestros últimos instantes de vida– se desmoronaría. Por tanto nos debería preocupar, por decirlo suavemente, que prácticamente la mitad de ellos esté considerando salir del país y una quinta parte ya haya hecho planes para hacerlo.

Que ironía tan retorcida. Los defensores del Brexit tomaron una decisión calculada para ganar el referéndum de la Unión Europea con una mezcla tóxica de mentiras y fanatismo. Una de las falsedades más llamativas fueron los supuestos 390 millones de euros extra a la semana que ingresaría el Sistema Nacional de Salud una vez se saliese de la UE. En su lugar, el sistema se está vaciando de médicos a los que necesitamos tremendamente.

¿Se les puede culpar por querer irse? Hemos pasado años utilizando de forma mordaz a los inmigrantes como chivo expiatorio para desviar la responsabilidad de los bancos, los evasores de impuestos, las empresas irresponsables, los que pagan salarios de pobreza, los estafadores, los políticos neoliberales y todos los demás intereses establecidos que han desatado la miseria y la inseguridad en Reino Unido. La aportación positiva de los inmigrantes fue prácticamente desterrada del debate público. Esta campaña alcanzó su punto álgido durante el referéndum, cuando se retrató a los inmigrantes como posibles criminales, violadores, asesinos y terroristas. Ello legitimó a los racistas en Reino Unido y resultó en un aumento en los crímenes de odio en las calles. Me pregunto por qué actualmente los doctores europeos no se sienten especialmente bienvenidos.

Es el peor momento posible para que se produzca una sangría de doctores. La sanidad está sufriendo la mayor restricción en su financiación como parte del PIB desde su creación; se está rompiendo por la mercantilización y la privatización; cada vez está bajo una mayor presión a causa de presupuestos sociales diezmados y de ciudadanos más longevos. El personal médico tiene la moral hundida –por la privatización, la falta de personal y los recortes–, independientemente de su lugar de nacimiento. Un estudio reciente señala que dos tercios está considerando irse. ¿La consecuencia? Vamos a tener que buscar más médicos en el extranjero. Esta es una ironía recurrente en el gobierno conservador. Tras los primeros cinco años del gobierno de coalición, drásticos recortes en las plazas de formación para enfermería han llevado al Sistema Nacional de Salud a buscar uno de cada cuatro enfermeros en el extranjero.

¿Cómo hemos permitido a los intolerantes y a los xenófobos de nuestra volátil élite de la política y el periodismo sensacionalista que hagan tanto daño? En lugar de transmitir a los doctores que nos salvan la vida que no son bienvenidos en Reino Unido, nos deberíamos centrar en cómo podemos gravar el auge de individuos ricos y grandes empresas para invertir más en sanidad. Debería estar muy claro quiénes son los verdaderos saboteadores. Ya han infligido un daño incalculable a nuestro tejido social, a nuestros servicios públicos, nuestra economía y a nuestra posición internacional. La pregunta es: ¿Cómo evitamos que sigan haciendo daño?

@OwenJones84

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

Fuente:
http://www.eldiario.es/theguardian/verdaderos-saboteadores-conservadores-Brexit-destrozando_0_708329436.html

lunes, 23 de enero de 2017

_--Entrevista a Jorge Riechmann, autor del libro “¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista?” (Catarata) “No controlamos al smartphone, este nos controla y conforma nuestras vidas”

_-Enric Llopis

_-El 40% de los españoles miran el móvil más de 50 veces al día y el 70% a los 30 minutos de haberse despertado, según un informe de la consultora Ditendria.

En ese contexto, “¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista?”. Es el título del libro recientemente publicado en Catarata por el profesor de Filosofía Moral en la Universidad Autonoma de Madrid, matemático y poeta Jorge Riechmann (Madrid, 1962).

El subtítulo de este ensayo de 256 páginas - “Para una crítica del mesianismo tecnológico”- ya avanza algunas líneas de pensamiento por las que transita el filósofo. “La creencia básica de nuestra sociedad -casi nunca formulada de manera explícita- es que la tecnociencia prevalecerá sobre las leyes de la física y la biología; es una creencia profundamente irracional, pero la cultura dominante la mantiene contra viento y marea”, afirma. Riechmann defiende la idea de contención en un sistema económico como el actual, al que adjetiva como “fosilista” y “patriarcal”. En 2012 publicó “El socialismo puede llegar sólo en bicicleta” (Catarata). Actualmente trabaja en la propuesta de un “ecosocialismo descalzo”, que podría concretarse en comunidades con algo de industria ligera, tecnologías intermedias y, sobre todo, una gran descomplejización que implicara -en el plano material- niveles de vida mucho más modestos. Sus comentarios y reflexiones pueden seguirse en el blog “tratar de comprender, tratar de ayudar”. P-En el libro ¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista? (Catarata, 2016) planteas los riesgos de un totalitarismo tecnológico. ¿Pero no ha ocurrido esto siempre? La irrupción de la fotografía y el cine en los albores del siglo XX inauguró nuevos tiempos de vértigo. Y García Márquez defendía el bolígrafo y la libreta de notas como arma fundamental del periodista, frente a la diabólica grabadora…

No se trata de asuntos que haya que plantear en términos de tecnofobia o tecnofilia, creo. Pero sí que deberían hacernos reflexionar sobre nuestra relación con las tecnologías. Por cierto, ya el hecho de que cuando en esta sociedad se dice “tecnología” sin más la referencia sean gadgets microelectrónicos e informáticos constituye un poderoso indicio de que las cosas no van bien. ¿Por qué la “tecnología” por antonomasia ha de ser una tableta conectada a internet, por ejemplo –y no la píldora anticonceptiva o el motocultor, pongamos por caso?

Casi todo el mundo sigue anclado en el paradigma de la herramienta aplicado a la tecnociencia... Por ejemplo, uno entre mil posibles, Jorge Marirrodriga puede articular su reflexión sobre la tecnociencia en la idea de que “la historia de la humanidad está llena de maravillosas invenciones empleadas como herramientas terroríficas” (J.M., “La tecnología avanza; hacia dónde es otra cosa”, El País, 2 de diciembre de 2016). Pero este paradigma es radicalmente inadecuado. Las herramientas las controla el usuario; las dinámicas sistémicas conforman y moldean a la gente. La tecnociencia es una dinámica sistémica, no una herramienta ni un conjunto de ellas. No controlamos al smartphone, sino que éste conforma nuestra vida, nos controla a nosotros y nosotras.

P-¿Habría algún modo de que el ser humano pudiera recuperar ese control?
La pregunta sobre si podemos orientar la tecnociencia de acuerdo con los intereses humanos básicos es verdaderamente abismal –no resulta nada claro que pueda contestarse con un “sí”. Quizá perdimos la oportunidad para ello en los años setenta del siglo XX, cuando Ivan Illich reflexionaba sobre “tecnología convivencial” y se desarrollaba cierto movimiento social en torno a las tecnologías intermedias, “blandas” y alternativas (orientadas a la autoproducción de valores de uso, no a la producción masiva para mercados capitalistas). Recomiendo echar unas horas explorando la revista/ blog Low-Tech Magazine, de fácil acceso en internet (y con versión en español).

¿Pueden las sociedades high-tech ser sustentables en el siglo XXI? Todo indica que la respuesta es: no. Ésa sería la mala noticia. La buena noticia es que sociedades low-tech pueden proporcionar una vida buena a la enorme, excesiva población humana que somos en la actualidad –a condición, eso sí, de transformar a fondo nuestra cultura y valores… Son los problemas de que me he ocupado en mi libro Autoconstrucción (2015).

P-Estas cuestiones se vinculan con la siempre creciente aceleración social…
Hoy los investigadores e investigadoras en ciencias de la Tierra nos llaman la atención sobre lo excepcional de esos decenios de desbocados crecimientos exponenciales (en la posguerra de la segunda guerra mundial) que hay que llamar la Gran Aceleración; los geólogos nos advierten sobre el Antropoceno; y sociólogos-filósofos como Hartmut Rosa tratan de desentrañar los mecanismos de nuestra enloquecida aceleración social.

Los crecimientos exponenciales incrementan, exponencialmente, la gravedad de los problemas. Que nos permitamos ignorar algo tan obvio resulta demencial. La “ley de Moore” contra la ley de la entropía: ésa es la apuesta de Silicon Valley en los arranques del siglo XXI. Cuesta creer que el mundo sea tan descabelladamente irracional como para seguirles el juego, pero así es.

La creencia básica de nuestra sociedad –casi nunca formulada de manera explícita- es que la tecnociencia prevalecerá sobre las leyes de la física y la biología (termodinámica y ecología sobre todo). Sin esa creencia no podría mantenerse la fe en el crecimiento económico constante y el “progreso”. Es una creencia profundamente irracional – pero la cultura dominante la mantiene contra viento y marea…

P-¿En qué ejemplos concretos se materializan estos principios generales?
En estas navidades de 2016-17 me fijé en una gran valla propagandística de Renfe, cerca de la estación de cercanías de Las Matas: AVE MADRID-LEON EN DOS HORAS. Esos son los triunfos de que podemos enorgullecernos, nos conmina la ideología dominante… Ay, la mayor parte de la sociedad española asumió con entusiasmo el fetichismo de la velocidad y el crecimiento económico –contra los valores alternativos de justicia, “igualibertad”, autonomía, medida humana, sustentabilidad, biofilia… El sistema sólo ve una carrera entre la autodestrucción y la tecnología, pero la verdadera carrera es entre cambio sistémico y destrucción.

-También el libro es una crítica rotunda al “transhumanismo”. ¿Se trata de una corriente filosófica, de una ideología….? ¿En qué consiste y quiénes son los adalides?
Desde hace años (por precisar, desde mi libro Gente que no quiere viajar a Marte en 2004, y antes en algunos textos que lo precedieron) he llamado la atención sobre lo siguiente. Teniendo en cuenta la dinámica autoexpansiva del capitalismo, uno no puede ser de forma coherente un true believer en el orden socioeconómico actual sin volverse “antropófugo”, es decir, sin tratar de escapar de la condición humana en dos direcciones (por lo demás vinculadas entre sí): la expansión extraterrestre en primer lugar, y la superación del organismo humano (percibido como deficiente en la era de la Máquina) en segundo lugar. Ésta última es la senda del transhumanismo, una poderosa corriente cultural que se plasma en diversas iniciativas tecnocientíficas y empresariales.

El proyecto ecologista de autocontención se enfrenta al proyecto productivista y antropófugo de extralimitación, de autotrascendencia tecnológica, con ese doble impulso de abandonar la condición humana hacia lo extraterrestre y hacia lo transhumano.

Aunque la idea de lo “transhumano” (superar al Homo sapiens hacia nuevas especies de humanos) tenga lejanos orígenes religiosos, en su forma moderna aparece seguramente con el libro de Robert Ettinger Man into Superman, de 1974. Puede hallarse una útil reflexión sobre el asunto en el capítulo 9 del libro de Ugo Bardi Los límites del crecimiento revisitados, que se tradujo al español hace un par de años.

Nuestra cultura tecnolátrica espera grandes novedades (¡y hasta la salvación!) de la robótica, la biología sintética, las nanotecnologías… No espera grandes novedades en el terreno de la convivencia humana. Contra el transhumanismo, lo esencial de nuestra tarea de autoconstrucción sería aceptar la condición humana y rechazar la dominación.

-¿En qué consiste el “ecosocialismo descalzo” que propones?
Nuestra cultura tecnólatra cree que el ingenio humano prevalecerá frente a las leyes de la termodinámica y la ecología; pero es un sueño delirante al que seguirá un despertar doloroso. Esta cultura tiene problemas masivos para asumir la realidad y fijar prioridades correctamente. Se da por sentada la continuación de una sociedad de alta energía, abundancia de recursos naturales, gran complejidad, alta tecnología -que sencillamente no está ya en nuestro futuro. ¡Nuestra idea de la liberación humana -y animal- es fosilista! El petróleo –la inmensa riqueza energética de los combustibles fósiles- nos metió en una trampa. Pero no es una trampa sólo económica, ni ecológica -es una trampa antropológica.

Los movimientos socialistas (en sentido amplio: comunistas, socialistas, anarquistas) necesitan una idea no fosilista de la liberación –y para eso deberían repensarlo casi todo. Y lo mismo sucede con los movimientos feministas, los movimientos antirracistas, los movimientos animalistas…

He acuñado la expresión “ecosocialismo descalzo” por analogía con la economía descalza de Manfred Max-Neef. No deberíamos esperar soluciones high-tech y sociedades de alta energía, sino más bien -como mejor posibilidad- comunidades con algo de industria ligera, basadas en tecnologías intermedias… Pero bajo la premisa de una gran descomplejización; y la expectativa de un nivel de vida muy modesto en lo material, en comparación con lo que hoy –de forma nada plausible- sigue prometiendo la ideología dominante.

Ecosocialismo descalzo es socialismo ecológico libre de prometeísmo, que se hace cargo de los límites biofísicos del planeta y los determinantes de la condición humana. Hoy el desafío principal es mantener el nivel de civilización que a trancas y barrancas se logró de forma parcial en el siglo XX (democracia, derechos humanos, seguridad social con sanidad universal, etc.) con un consumo de recursos naturales reducido drásticamente (a una décima parte del actual, si pensamos en las sociedades prósperas como la española hoy). A esto Harald Welzer lo llama una Modernidad decreciente, o menguante, o contractiva (eine reduktive Moderne frente a la Modernidad expansiva que marcó los últimos cinco siglos); yo lo llamo ecosocialismo descalzo.

P-¿Y en qué consiste, para el lector profano en la materia, la disyuntiva entre Barry Commonner e Ivan Illich?
Bueno, no se trata tanto de una disyuntiva excluyente como de la necesidad de una síntesis… Barry Commoner (1917- 2012) fue un ecólogo y ecologista estadounidense, científico y a la vez activista social en conjunción ejemplar, cuyo planteamiento de reconstrucción ecológica de la sociedad industrial resulta relativamente fácil de asumir por las izquierdas de raigambre marxista. Mi maestro Manuel Sacristán, por ejemplo, y todos sus amigos y discípulos de la revista mientras tanto, lo apreciaban mucho e hicieron cuanto pudieron por difundir su pensamiento. Yo tuve ocasión de volver sobre él hace poco, en un artículo titulado “Barry Commoner y la oportunidad perdida” (publicado en ENCRUCIJADAS. Revista crítica de ciencias sociales, vol. 11, 2016).

En cambio, Ivan Illich (1926- 2002) ha resultado un pensador mucho más problemático para estas tradiciones. El mismo Sacristán se refería al “ambiguo privatismo” de Illich en una conocida entrevista con la revista mexicana Naturaleza en 1983 (luego recogida en su libro póstumo Pacifismo, ecología y política alternativa, 1987). Para decirlo sin rodeos: diferentes familias de la izquierda han tendido a ver a Illich casi como un intelectual reaccionario, pero ese juicio, en el segundo decenio del siglo XXI y en medio del colapso civilizatorio en que estamos, necesita revisión. Su gran aportación -expresada en mis propios términos- es la idea de que sobrepasados ciertos límites, el desarrollo se convierte en un sobredesarrollo contraproducente. Hay que releer Energía y equidad (1973) y otros textos suyos, que contienen mucha crítica acertada y sugerencias valiosas. También desaciertos, claro, pero ¿con qué autor o autora no sucede algo semejante?

P-¿Por ejemplo?
Uno de esos desaciertos en Illich es un desenfoque importante: apuntaba su artillería pesada contra un Welfare State que se le aparecía cuasi-orwelliano, como si ése fuese el futuro de las sociedades industriales –y lo que vino fue la “nueva razón del mundo” neoliberal de Thatcher y Reagan…

Otra limitación que cabe indicar: el ecologismo ha promovido y sigue promoviendo –en mi opinión- tres valores básicos: supervivencia (o autoconservación), autonomía (libertad humana en sentido fuerte) y biofilia. (Hay que decir que, por desgracia, ninguno de los tres ha resultado de gran peso frente a aquel valor básico para las sociedades industriales que identificó Cornelius Castoriadis: el incremento ilimitado del (pseudo)dominio (pseudo)racional. Por desgracia para los habitantes –humanos y no humanos- del tercer planeta del Sistema Solar: pero ésa es otra historia.) Pues bien, de esa terna o tríada de valores básicos de los movimientos ecologistas, Illich se fijó en el segundo, pero apenas en los otros dos. Es un extraordinario analista y activista de la autonomía, pero tiene muy poco que decir sobre supervivencia o biofilia: y esto supone, sin duda, una limitación importante. (Otros intelectuales del ecologismo en aquellos años sesenta/ setenta, como los esposos Ehrlich por ejemplo, pecaban justo de la limitación contraria: tenían cosas importantes que decir sobre supervivencia y biofilia, pero en cambio eran muy ciegos para las cuestiones de autonomía.)

¿Por dónde podemos enlazar mejor los marxistas con Illich? Su noción de contraproductividad conecta con la intuición marxiana sobre el carácter ambivalente de las fuerzas productivas (que son la vez fuerzas destructivas). La crítica benjaminiana del progreso también conecta con los cuestionamientos de Illich. Creo que un marxismo benjaminiano puede desarrollarse, sin hacer violencia a los conceptos, hacia un marxismo illichiano –que puede ser un componente valioso de un ecosocialismo descalzo.

-Citas un texto de Santiago Alba Rico en el que se afirma que el capitalismo es, en lo esencial, una rebelión contra el tiempo y los límites. Dicho en otros términos, la construcción de una sociedad nihilista, desregulada y sin apenas normas. ¿Estás de acuerdo? ¿No podría afirmarse que hoy la libertad individual es muy superior a la de hace unas décadas?

Bueno, yo me cuidaría mucho de ser triunfalista con respecto a la libertad en un mundo donde gigantescas burocracias privadas no sometidas a ningún control democrático (pensemos en Google o en Goldman Sachs) deciden más sobre el destino de todas y todos nosotros que ningún gobierno electo… Y donde las políticas en curso conducen al deterioro de las condiciones para la libertad, la vida buena e incluso de la mera supervivencia de la humanidad (por no hablar de los demás seres vivos con los que compartimos la biosfera). Son asuntos para considerarlos despacio.

¿Libertad es poder elegir entre diferentes modelos de smatphone, o poder bañarse al aire libre en ríos no contaminados? ¿Libertad es optar entre bienes comerciales predeterminados heterónomamente, o poder decidir en común qué deseamos producir y consumir? ¿Libertad es selección de personal entre elites gobernantes autolegitimadas, o autodeterminación política en el seno de nuestras comunidades? Libertad de quién, libertad a costa de quién, libertad para cuántos, libertad hacia qué metas, libertad en qué sentidos, libertad con qué impactos: éstas son preguntas relevantes que no podemos dejar de plantear… Para empezar, soy de quienes piensan –con gentes como Étienne Balibar y Cornelius Castoriadis- que el concepto relevante es el de igualibertad: tenemos buenas razones para pensar que los principios de igualdad y libertad sólo pueden realizarse conjuntamente (y que las tensiones principales, como suele subrayar Zygmunt Bauman, no se dan tanto entre igualdad y libertad como entre libertad y seguridad). Esta “coimplicación” de libertad e igualdad ya la razonó uno de los grandes pensadores de la Ilustración –y por cierto, uno de los pocos que cuestionó el androcentrismo y defendió los derechos de las mujeres--, Marie Jean Antoine Nicolas de Caritat, el marqués de Condorcet (1743-1794): la desigualdad –no sólo socioeconómica, sino también de conocimientos y funciones— es enemiga tanto de la libertad efectiva como de la igualdad de derechos.

P-¿Se trata, así pues, de resolver la relación problemática de la libertad con la igualdad y la seguridad?
Y también está el enorme asunto de cómo ejercemos nuestras libertades y derechos en un “mundo lleno”, en un planeta Tierra saturado en términos ambientales, donde la humanidad ya se encuentra en situación de overshoot o extralimitación ecológica… Pensemos un momento en la polémica generada estos días navideños de 2016-17 en Madrid, a cuenta de las restricciones al tráfico automovilístico impuestas por el Ayuntamiento de la ciudad en una situación de grave contaminación atmosférica. Se ha invocado ruidosamente –sobre todo desde sectores de la derecha- el supuesto derecho del usuario individual a rodar en su coche sin trabas. Pero precisamente en un mundo en extralimitación ¡no existe tal derecho! Pues sólo puede sustanciarse a costa de la salud o las perspectivas vitales de otros individuos, humanos y no humanos… ¿Cuáles de nuestras prácticas de movilidad son generalizables y sustentables en 2017? Un coche más hoy es un campesino menos en el futuro, advertía Nicholas Georgescu-Roegen (uno de los grandes economistas del siglo XX, que tendría que ser tan famoso como Keynes –si la cultura dominante no deformase tan trágicamente la realidad): pero el futuro del que hablaba es nuestro presente.

Muchos derechos, para materializarse, exigen recursos –en última instancia, cantidades importantes de materia-energía de baja entropía. Siendo casi 7.500 millones de seres humanos en situación de extralimitación ecológica, ¿qué podemos permitirnos y qué no? Los vuelos low-cost no pueden considerarse un derecho adquirido, ni defenderse como parte de ningún paquete de “calidad de vida”. En el número 113 de la revista Ambienta, que se encuentra con facilidad en internet, hay un útil artículo de Ernest Garcia para situar estos debates: “Los derechos humanos más allá de los límites al crecimiento” (2015).

-¿Está la especie humana a tiempo de evitar el “colapso” ambiental? ¿El “colapso” supone la destrucción del planeta, o más bien de la desaparición de la vida humana tal como hoy la conocemos? ¿Se utiliza con excesiva alegría la noción de “colapso”? (Fernández Durán y González Reyes afirman que colapso, crisis y salto adelante son categorías inherentes a los sistemas complejos).

Si atendemos a la mejor información científica disponible, resulta difícil evitar la conclusión de que estamos en una trayectoria de colapso. La primera persona del plural se refiere a esa civilización industrial que, en la forma de capitalismo fosilista y patriarcal, se ha hecho por desgracia dominante en el mundo entero.

Eso no quiere decir “destrucción del planeta” (el fenómeno vida es extraordinariamente persistente, fuerte y resiliente; la vida como tal seguirá adelante) sino destrucción de las perspectivas de vida buena para los seres humanos, y por supuesto para muchos otros seres vivos también. Quiere decir ecocidio acompañado de genocidio.

Quizá una imagen que capta bien la situación en que nos encontramos sea la siguiente. En su huida hacia adelante, las sociedades industriales se parecen a un corredor en una carrera de obstáculos, pero con vallas que van acercándose y aumentando de altura (¡rendimientos decrecientes condicionados por la segunda ley de la termodinámica!)… y el corredor lo fía todo a sus zapatillas mágicas, que la multinacional del ramo está a punto de construirle –le aseguran.

P-¿Qué representan estas vallas?
Una valla es el cénit del petróleo (peak oil), pero un poco más allá está la valla aún más temible del “pico” conjunto de todas las formas no renovables de energía. Y muy cerca de ella el agotamiento de los fosfatos (con devastadoras consecuencias para el modelo dominante de agricultura industrial). Y un poco más allá la esquilmación de los acuíferos, y también la de las pesquerías mundiales. Y cerca, igualmente, los “picos” de metales y minerales esenciales para las economías industriales, desde el neodimio al litio pasando por el tantalio. Y también múltiples vallas vinculadas con la degradación de los ecosistemas y la Sexta Gran Extinción de especies vivas… Y las terribles vallas del calentamiento global, claro está, con sus múltiples consecuencias (entre ellas la acidificación de los océanos). Un horizonte que, según las previsiones optimistas, se tornará apocalíptico en la segunda mitad del siglo XXI; y según las previsiones pesimistas, antes de esas fechas (dentro de lustros, no de decenios). Compañeros, compañeras, ¿seguimos debatiendo acerca de la Renta Básica y el sexo de los ángeles –o intentamos hacernos cargo de la realidad?

Resulta demasiado arriesgado fiarlo todo a las zapatillas mágicas de la tecnociencia (por no hablar del significado ético de tanta devastación)… Así que todo indica que el colapso ecosocial va a producirse, sí o sí. En el brutal choque del capitalismo contra los límites biofísicos del planeta que determina nuestro presente, basta con poder posponer uno de esos choques contra un límite concreto unos años en el tiempo para ver aparecer otro límite enseguida, aún más imponente. Y miremos hacia donde miremos, por lo demás, los plazos se nos han acortado. No es realista -–creo yo- seguir planteando horizontes de cambio a 2050. Lo que necesitaríamos es una “contracción de emergencia” anticapitalista e igualitaria, ecosocialista y ecofeminista –pero ¿hay fuerzas para ello?

P-En libros y conferencias has citado el ejemplo de Cuba durante el Periodo Especial, tras la implosión de la URSS. ¿Por qué sería éste un modelo de “decrecimiento”? ¿Hay otros ejemplos que puedan servir como punto de referencia, o se trata de caminar hacia el decrecimiento de manera obligada, como ocurrió en Cuba, y sin modelos a los que mirar?
En lo histórico-social, aunque comprensiblemente tendemos siempre a buscar modelos (de forma “humana, demasiado humana”), deberíamos ser conscientes de que éstos apenas existen como tales. Demasiado singulares son los rasgos de cada concreta formación social en cada situación histórica concreta. ¿Quiere esto decir que no podemos aprender de las experiencias históricas del pasado? De ninguna manera –aunque ello nos cueste tanto. (Homo sapiens acumula cantidades ingentes de conocimiento, suele decir John Gray, pero parece congénitamente incapaz de aprender de la experiencia.)

De Cuba podríamos aprender lecciones valiosas: de qué forma una sociedad industrial compleja y petrodependiente hace frente a una súbita escasez energética, como ocurrió allá cuando la implosión de la Unión Soviética redujo drásticamente el abastecimiento de petróleo en muy poco tiempo, a partir de 1991-92. Emilio Santiago Muíño ha escrito una excelente tesis doctoral sobre el “Período Especial” cubano, con la vista puesta en nuestros propios “Períodos Especiales” hacia los que vamos: se titula Opción Cero y está disponible en su blog (Los Niños Perdidos, entrada del 16 de marzo de 2016).

Pero otras experiencias históricas nos ofrecen también lecciones parciales, de las que cabe aprender: el libro Colapso de Jared Diamond (2005) está precisamente articulado sobre esa premisa, vale la pena releerlo.

Un caso interesante es Bizancio. Confrontado a la posibilidad de colapso, Bizancio reaccionó bien: Joseph A. Tainter contrasta el Imperio romano de Occidente, y su triste final, con el imperio bizantino donde en el siglo VII se adoptó “una estrategia que es realmente rara en la historia de las sociedades complejas: la simplificación sistemática”. También Lewis Mumford trató esta importante cuestión histórica en El pentágono de poder.

Me gustaría insistir sobre algo que enfatizaba Joaquim Sempere (uno de los escasos intelectuales ecosocialistas de nuestro país, de la escuela de Manuel Sacristán) en una reciente entrevista que le hizo Nuria del Viso, y que se publico en la web de FUHEM- Ecosocial y en Rebelión: “La sociedad productivista-consumista genera incesantemente expectativas materiales cada vez más altas, lubricando así la tendencia al crecimiento, pero con efectos psicológicos y morales devastadores porque reproducen sin cesar la insatisfacción (que a su vez realimenta el deseo de más cosas). Tenemos que aprender a controlar la formación de nuestras propias expectativas, a adaptarlas a lo que es psíquicamente razonable y ecológicamente posible. La palabra clave en esto es autocontención.”

Pues eso: la clave es la autocontención.

-Por último, ¿ha derrotado smartphone al movimiento ecologista?
Si el ser humano fuese la medida, no de todas las cosas, pero sí de las cosas humanas; y si el sentido de la vida fuese vivir, nada en nuestra organización socioeconómica –capitalismo fosilista y patriarcal- podría funcionar como lo hace.

Seguimos en el segundo decenio del siglo XXI hablando de la Gran Encrucijada (ése es el título del libro de Fernando Prats, Yayo Herrero y Alicia Torrego publicado hace unos meses), pero en realidad ésta es la que se abría ante la humanidad hace cuatro decenios, en los años setenta del siglo XX. Y entonces tomamos el camino equivocado: la fatídica vía del capitalismo neoliberal de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

En los años setenta del siglo XX, eso que yo llamo ecosocialismo descalzo podía perseguirse como una opción deseable entre otras opciones posibles. (No difiere esencialmente de lo que Ivan Illich dibujaba como ideal de madurez industrial y tecnológica hacia 1975.) Hoy el elemento de constricción es mucho mayor –porque ya no somos 4.000 millones de seres humanos (ésa era la población humana mundial en 1975) sino que vamos camino de los 8.000 millones, porque hemos ido agotando toda clase de recursos naturales bióticos y abióticos, porque desgarramos cada vez más la trama de la vida, porque está en marcha un calentamiento global devastador…

Ahora ya no se trata de una opción deseable entre varias posibles: si mantenemos el valor de igualibertad básico para la izquierda, es la opción obligada. Y, pese a ello, resulta obvio que las fuerzas ecosocialistas son minúsculas en el turbulento panorama sociopolítico actual. Nuestras perspectivas, por tanto, parecen harto complicadas…



Otra entrevista:
https://lecturassumergidas.com/2015/04/29/jorge-riechmann-consumimos-el-planeta-como-si-no-hubiera-un-manana/ 

Más sobre ecología:
http://www.economiasolidaria.org/files/UN-POQUITO-DE-FISICA...pdf

"Hay un parásito llamado Toxoplasma gondii que coloniza los cerebros de las ratas, alterando su comportamiento para atraerlas al olor de sus depredadores. Las ratas buscan gatos y estos se las comen, permitiendo que el parásito siga circulando. Este es el nuevo laborismo. Ha colonizado un movimiento que luchó por la justicia social, la distribución y la decencia, cambió su cerebro y lo entregó a los gatos gordos que alguna vez fueron sus enemigos".

George Monbiot - Los parásitos en el cerebro del Laborismo - The Guardian, 04/05/2010 -

http://www.monbiot.com/archives/2010/05/03/the-parasites-in-labours-brain/