miércoles, 30 de enero de 2013

No queremos pagar la deuda odiosa

Texto entregado al Gobierno de España
En el año 2000 la deuda pública española fue del 59’4% del PIB de acuerdo con los datos de la oficina Eurostat. Sin embargo y como consecuencia de la crisis se prevé que en 2012 dicho ratio haya subido hasta el 85’3% del PIB, mientras que en los Presupuestos Generales el Gobierno estima que en 2013 se incrementará hasta el 90’5% del PIB. En cantidades absolutas lo previsto para 2013 significan un total de 728.800 millones de euros. Asimismo, en concepto de pago de intereses el Gobierno ha previsto la cantidad de 38.589 millones de euros.

Esta deuda tiene diferentes orígenes, como consecuencia de la crisis financiera y económica, y sin más datos es difícil dilucidar qué parte corresponde a las necesidades de financiación de la activación de los estabilizadores automáticos, de los planes de estímulo o de los rescates bancarios. Sin embargo, sí cabe reconocer que en comparación con las grandes entidades financieras el contexto de financiación del Estado ha sido enormemente injusto. Al menos en las dos formas siguientes:

1) En primer lugar, mientras el Banco Central Europeo (BCE) pone a disposición de las entidades financieras una financiación muy barata y prácticamente ilimitada, los Estados tienen que recurrir exclusivamente a los mercados financieros de deuda pública en un contexto de recesión económica –con las implicaciones que ello conlleva en términos de rentabilidad y precio de los títulos de deuda-. Esta situación, derivada de las fallas de la construcción europea y del propio diseño de las instituciones europeas, ha llevado a la creación de espacios de arbitraje que las entidades financieras han aprovechado. Es decir, estas entidades financieras pueden acceder a financiación a un tipo de interés muy reducido y prestar esas cantidades al Estado a tipos de interés mucho más elevados. Situación paradójica teniendo en cuenta que por otros mecanismos y de forma sistemática es el propio Estado, junto con las instituciones europeas, el que está rescatando a las entidades financieras.

2) En segundo lugar, porque gran parte de la financiación obtenida por el Estado ha tenido como destino el salvamento del sistema financiero o de otras entidades empresariales. El esquema lleva a que el Estado se endeude no para hacer frente a los gastos corrientes o de inversión en la economía real sino para prestar el dinero de nuevo en condiciones favorables a sujetos privados cuyos intereses no son necesariamente coincidentes con los de los ciudadanos. Informes independientes, como el del técnico de hacienda D. Agustín Turiel, plantean que el total de este tipo de endeudamiento “ilegítimo” asciende a 95.671 millones de euros sólo entre 2008 y 2010.

No cabe duda de que gran parte de las emisiones de deuda pública de los últimos años se han suscrito a través de los mecanismos arriba descritos, produciéndose así un ilegítimo rescate a las entidades financieras de toda Europa. Por esa razón nuestro grupo considera que es posible calificar gran parte de los contratos de deuda pública con el concepto de “deuda odiosa” tal y como aparece recogido en la doctrina internacional sobre la cuestión. Cabe recordar que este concepto ha sido usado históricamente en múltiples ocasiones, entre ellas en Cuba en 1898 por parte de Estados Unidos o en Iraq en 2004 por parte del Gobierno impuesto por Estados Unidos. Asimismo, los casos de Argentina en 2001 y Ecuador en 2007 ilustran no sólo la posibilidad de realizar eficazmente estas medidas sino también que son instrumentos útiles para garantizar el desarrollo económico futuro.

En un contexto de recesión, y con las expectativas para 2013 de un decrecimiento del 1’4% según la Comisión Europea –especialmente por el agravamiento de la demanda interna en mitad de un proceso de desapalancamiento financiero-, es previsible que la capacidad de ingreso del Estado siga mermándose hasta el punto de hacer insostenible el ritmo de crecimiento de la deuda pública. Ya hay datos que apuntan a esta dificultad creciente. Entre 2010 y 2011 el déficit primario descendió un 9’09% (hasta el 7% según Eurostat) como consecuencia de las políticas de austeridad, pero el déficit público final sólo descendió un 3’09% (hasta el 9’4% según Eurostat). Este diferente ritmo de crecimiento no hace sino revelar el lastre que supone el creciente peso del pago de los intereses de la deuda pública, los cuales ejercen una punción sobre los recursos públicos e impiden que éstos puedan dedicarse en políticas de reactivación económica.

La descrita aquí es una peligrosa senda que aúna socialización de las deudas privadas, crecimiento del endeudamiento público, recesión económica y creciente peso de la carga financiera. No es éste un problema que pueda resolverse con más austeridad, como ilustra dramáticamente el caso griego –que ha tenido que reconocer en varias ocasiones la imposibilidad de pagar toda la deuda pública-, sino que manifiesta la necesidad de liberar parte del lastre financiero que supone la deuda pública. Algo que, a nuestro juicio, debería acompañarse de una política expansiva por parte del Banco Central Europeo y por un nuevo y muy distinto diseño de la Unión Europea.

Por los motivos anteriormente expuestos consideramos necesario poner en marcha una auditoría de la deuda pública que estudie todas las suscripciones de títulos con objeto de poder identificar qué contratos pueden considerarse “odiosos”. Por esa razón, proponemos asimismo la creación de una comisión formada por expertos de diferentes ámbitos de la vida social y económica, incluyendo a las múltiples organizaciones especializadas en este tema que trabajan en la línea apuntada desde hace años tanto a nivel nacional como internacional. Alberto Garzon Espinosa. http://www.agarzon.net/no-queremos-pagar-la-deuda-odiosa/

martes, 29 de enero de 2013

Islandia gana en los tribunales al Reino Unido y Holanda en la reclamación por la quiebra del banco Landsbanki

Londres y Amsterdam reembolsaron las cantidades perdidas por sus nacionales y pasaron la factura a Islandia, pero los islandeses rechazaron el pago en dos referendos. El Gobierno de Gordon Brown utilizó la legislación antiterrorista para apropiarse de los activos de Landsbanki en el Reino Unido

El tribunal de la EFTA ha dado la razón a Islandia en su litigio con el Reino Unido y Holanda que se originó tras la quiebra del banco islandés Landsbanki. Británicos y holandeses reclamaban al Gobierno de Reikiavik los 4.000 millones de euros que sus ciudadanos, empresas e instituciones habían invertido o depositado en Landsbanki. Londres y Amsterdam reembolsaron esas cantidades a sus nacionales y pasaron la factura a Islandia. En dos ocasiones diferentes, los islandeses rechazaron en referendum asumir las responsabilidades financieras del banco liquidado.

El tribunal rechaza las reclamaciones y se basa en dos argumentos, según el Financial Times: la crisis financiera islandesa era lo bastante grande como para obligar a medidas de emergencia. Además, el Gobierno no había discriminado a los extranjeros en las medidas posteriores al hundimiento del banco... leer mas aquí

lunes, 28 de enero de 2013

Lo que la película "Lincoln" no dice sobre Lincoln

La película Lincoln, (hay que verla y también la de Tarantino, Django desencadenado, muy americana pero necesaria. Recomiendo verla previamente a Lincoln) producida y dirigida por uno de los directores más conocidos de EEUU, Steven Spielberg, ha reavivado un gran interés por la figura del presidente Lincoln, uno de los presidentes que, como el presidente Franklin D. Roosevelt, ha intervenido siempre en el ideario estadounidense con gran recuerdo popular. Se destaca tal figura política como la garante de la unidad de EEUU, tras derrotar a los confederados que aspiraban a la secesión de los Estados del Sur de aquel Estado federal. Es también una figura que resalta en la historia de EEUU por haber abolido la esclavitud, y haber dado la libertad y la ciudadanía a los descendientes de las poblaciones inmigrantes de origen africano, es decir, a la población negra, que en EEUU se conoce como la población afroamericana.

Lincoln fue también uno de los fundadores del Partido Republicano que en sus orígenes fue directamente opuesto al Partido Republicano actual, que está hoy altamente influenciado por un movimiento –el Tea Party- chauvinista, racista y sumamente reaccionario detrás del cual hay intereses económicos y financieros que quieren eliminar la influencia del gobierno federal en las vidas económicas, sociales y políticas del país. El Partido Republicano fundado por el presidente Lincoln era, por el contrario, un partido federalista, que consideró al gobierno federal como garante de los Derechos Humanos. Y entre ellos, la emancipación de los esclavos, tema central de la película Lincoln, fue al que Lincoln dio mayor hincapié. Terminar con la esclavitud significaba que el esclavo pasaba a ser trabajador, dueño de su propio trabajo.

Ahora bien, Lincoln, incluso antes de ser presidente, consideró otras conquistas sociales como parte también de los Derechos Humanos, y entre ellas, el derecho del mundo del trabajo a controlar, no sólo su trabajo, sino también el producto de su trabajo. El derecho de emancipación de los esclavos transformaba al esclavo en una persona libre asalariada, unida –según él- en lazos fraternales con los otros miembros de la clase trabajadora, independientemente del color de su piel. Sus demandas de que el esclavo dejara de serlo y de que el trabajador –tanto blanco como negro- fuera el dueño, no sólo de su trabajo, sino también del producto de su trabajo, eran igualmente revolucionarias. La emancipación de la esclavitud requería que la persona fuera la dueña de su trabajo. La emancipación de la clase trabajadora significaba que la clase trabajadora fuera la dueña del producto de su trabajo.

Y Lincoln demandó los dos tipos de emancipación. El segundo tipo de emancipación, sin embargo, ni siquiera se cita en la película Lincoln. En realidad, la ignora. Y utilizo la expresión “ignora” en lugar de “oculta”, porque es del todo posible que los autores de la película o del libro sobre el que se basa ni siquiera conozcan la historia real de Lincoln. La Guerra Fría en el mundo cultural e incluso académico de EEUU (que continúa existiendo) y el enorme dominio de lo que en allí se llama la Corporate Class (la clase de los propietarios y gestores del gran capital) sobre la vida, no sólo económica, sino también cívica y cultural, explica que la historia formal de EEUU que se enseña en las escuelas y en las universidades sea muy sesgada, purificada de cualquier contaminación ideológica procedente del movimiento obrero, sea socialismo, comunismo o anarquismo. La gran mayoría de estudiantes estadounidenses, incluso de las universidades más prestigiosas y conocidas, no saben que la fiesta del 1º de Mayo, celebrada mundialmente como el Día Internacional del Trabajo, es una fiesta en homenaje a los sindicalistas estadounidenses que murieron en defensa de trabajar ocho horas al día (en lugar de doce), victoria que inició tal reivindicación exitosa en la mayoría de países del mundo. En EEUU, tal día, el 1º de Mayo, además de no ser festivo, es el día de la Ley y el Orden -Law and Order Day- (ver el libro People’s History of the U.S., de Howard Zinn). La historia real de EEUU es muy distinta a la historia formal promovida por las estructuras de poder estadounidenses.

Las ignoradas y/o ocultadas simpatías de Lincoln
Lincoln, ya cuando era miembro de la Cámara Legislativa de su Estado de Illinois, simpatizó claramente con las demandas socialistas del movimiento obrero, no sólo de EEUU, sino también mundial. En realidad, Lincoln, tal como indiqué al principio del artículo, consideraba como un Derecho Humano, el derecho del mundo del trabajo a controlar el producto de su trabajo, postura claramente revolucionaria en aquel periodo (y que continúa siéndolo hoy), y que ni la película ni la cultura dominante en EEUU recuerda o conoce, convenientemente olvidada en los aparatos ideológicos del establishment estadounidense controlados por la Corporate Class. En realidad, Lincoln consideró que la esclavitud era el dominio máximo del capital sobre el mundo del trabajo y su oposición a las estructuras de poder de los Estados sureños se debía precisamente a que percibía estas estructuras como sustentadoras de un régimen económico basado en la explotación absoluta del mundo del trabajo. De ahí que viera la abolición de la esclavitud como la liberación no sólo de la población negra sino de todo el mundo del trabajo, beneficiando también a la clase trabajadora blanca, cuyo racismo él veía que iba en contra de sus propios intereses.

Lincoln también indicó que “el mundo del trabajo antecede al capital. El capital es el fruto del trabajo, y no hubiera existido sin el mundo del trabajo, que lo creó. El mundo del trabajo es superior al mundo del capital y merece la mayor consideración (…) En la situación actual el capital tiene todo el poder y hay que revertir este desequilibrio”. Lectores de los escritos de Karl Marx, contemporáneo de Abraham Lincoln, recordarán que algunas de estas frases eran muy semejantes a las utilizadas por tal analista del capitalismo en su análisis de la relación capital/trabajo bajo tal sistema económico.

Le sorprenderá a gran número de lectores saber que los escritos de Karl Marx influenciaron a Abraham Lincoln, tal como documenta en gran detalle John Nichols en su excelente artículo “Reading Karl Marx with Abraham Lincoln Utopian socialists, German communists and other republicans” publicado en Political Affairs (27/11/12), y del cual extraigo las citas así como la mayoría de datos publicados en este artículo. Los escritos de Karl Marx eran conocidos entre los grupos de intelectuales que estaban profundamente insatisfechos con la situación política y económica de EEUU, como era el caso de Lincoln. Karl Marx escribía regularmente en The New York Tribune, el rotativo intelectual más influyente en Estados Unidos en aquel periodo. Su director Horace Greeley se consideraba un socialista y un gran admirador de Karl Marx, al cual invitó a ser columnista de tal diario. En las columnas de su diario incluyó gran número de activistas alemanes que habían huido de las persecuciones ocurridas en la Alemania de aquel tiempo, una Alemania altamente agitada, con un naciente movimiento obrero que cuestionaba el orden económico existente. Algunos de estos inmigrantes alemanes (conocidos en el EEUU de aquel momento como los “Republicanos Rojos”) lucharon más tarde con las tropas federales en la Guerra Civil, dirigidos por el presidente Lincoln.

Greeley y Lincoln eran amigos. En realidad Greeley y su diario apoyaron desde el principio la carrera política de Lincoln, siendo Greeley el que le aconsejó a que se presentara a la presidencia del país. Y toda la evidencia apunta que Lincoln era un ferviente lector del The New York Tribune. En su campaña electoral para la presidencia de EEUU invitó a varios “republicanos rojos” a integrarse en su equipo. En realidad, ya antes, como congresista, representante de la ciudadanía de Springfield en el Estado de Illinois, apoyó frecuentemente los movimientos revolucionarios que estaban ocurriendo en Europa, y muy en especial en Hungría, firmando documentos en apoyo de tales movimientos.

Lincoln, gran amigo del mundo del trabajo estadounidense e internacional.
Su conocimiento de las tradiciones revolucionarias existentes en aquel periodo no era casual sino que era fruto de sus simpatías con el movimiento obrero internacional y sus instituciones. Animó a los trabajadores de EEUU a organizar y establecer sindicatos y continuó haciéndolo cuando fue presidente. Y varios sindicatos le nombraron miembro honorario. En su respuesta a los sindicatos de Nueva York subrayó “vosotros habéis entendido mejor que nadie que la lucha para terminar con la esclavitud es la lucha para liberar al mundo del trabajo, es decir, a liberar a todos los trabajadores. La liberación de los esclavos en el Sur es parte de la misma lucha por la liberación de los trabajadores en el Norte”. Y durante la campaña electoral, el presidente Lincoln promovió la postura en contra de la esclavitud indicando explícitamente que la liberación de los esclavos les permitiría a los trabajadores exigir los salarios que les permitirían vivir decentemente y con dignidad, ayudando con ello a aumentar los salarios de todos los trabajadores, tanto negros como blancos.

Marx, y también Engels, escribieron con entusiasmo sobre la campaña electoral de Lincoln, en un momento en que ambos estaban preparando la Primera Internacional del Movimiento Obrero. En un momento de las sesiones, Marx y Engels propusieron a la Internacional que enviara una carta al presidente Lincoln felicitándolo por su actitud y postura. En su carta, la Primera Internacional felicitaba al pueblo de EEUU y a su presidente por, al terminar con la esclavitud, haber favorecido la liberación de toda la clase trabajadora, no solo estadounidense, sino también la mundial.

El presidente Lincoln respondió, agradeciendo la nota y respondiendo que valoraba el apoyo de los trabajadores del mundo a sus políticas, en un tono cordial, que, por cierto, creó gran alarma entre los establishments económicos, financieros y políticos a ambos lados del Atlántico. Estaba claro, a nivel internacional que, como señaló más tarde el dirigente socialista estadounidense Eugene Victor Debs, en su propia campaña electoral, “Lincoln había sido un revolucionario y que por paradójico que pudiera parecer, el Partido Republicano había tenido en su orígenes una tonalidad roja”.

 La revolución democrática que Lincoln inició y que nunca se desarrolló.
 Ni que decir tiene que ninguno de estos datos aparece en la película Lincoln, ni son ampliamente conocidos en EEUU. Pero, como bien señalan John Nichols y Robin Blackburn (otro autor que ha escrito extensamente sobre Lincoln y Marx), para entender Lincoln hay que entender el periodo y el contexto en los que él vivió. Lincoln no era un marxista (término sobreutilizado en la literatura historiográfica y que el propio Marx denunció) y no era su intento eliminar el capitalismo, sino corregir el enorme desequilibrio existente en él, entre el capital y el trabajo. Pero, no hay duda de que fue altamente influenciado por Marx y otros pensadores socialistas, con los cuales compartió sus deseos inmediatos, claramente simpatizando con ellos, llevando su postura a altos niveles de radicalismo en su compromiso democrático. Es una tergiversación histórica ignorar tales hechos, como hace la película Lincoln.

No hay duda de que Lincoln fue una personalidad compleja con muchos claroscuros. Pero las simpatías están escritas y bien definidas en sus discursos. Es más, los intensos debates que ocurrían en las izquierdas europeas se reproducían también en los círculos progresistas de EEUU. En realidad, la mayor influencia sobre Lincoln fue la de los socialistas utópicos alemanes, muchos de los cuales se refugiaron en Illinois huyendo de la represión europea.

El comunalismo que caracterizó a tales socialistas influenció la concepción democrática de Lincoln, interpretando democracia como la gobernanza de las instituciones políticas por parte del pueblo, en el cual las clases populares eran la mayoría. Su famoso dicho (que se ha convertido en el espléndido eslogan democrático más conocido en el mundo –Democracy for the people, of the people and by the people- claramente señala la imposibilidad de tener una democracia del pueblo y para el pueblo sin que sea realizada y llevada a cabo por el mismo pueblo. De ahí que viera la liberación de los esclavos y del mundo del trabajo como elementos esenciales de tal democratización. Su concepto de igualdad llevaba inevitablemente un conflicto con el dominio de tales instituciones políticas por el capital. Y la realidad existente hoy en EEUU y que detallo en mi artículo “Lo que no se ha dicho en los medios sobre las elecciones en EEUU” (Público, 13.11.12)es una prueba de ello. Hoy la Corporate Class controla las instituciones políticas de aquel país.


Últimas observaciones y un ruego
Repito que ninguna de estas realidades aparece en la película. Spielberg no es, después de todo, Pontecorvo, y el clima intelectual estadounidense todavía está estancado en la Guerra Fría que le empobrece intelectualmente. “Socialismo” continúa siendo una palabra mal vista en los círculos del establishment cultural de aquel país. Y en la tierra de Lincoln, aquel proyecto democrático que él soñó nunca se realizó debido a la enorme influencia del poder del capital sobre las instituciones democráticas, influencia que ha disminuido enormemente la expresión democrática en aquel país. Y la paradoja hiriente de la historia es que el Partido Republicano se haya convertido en el instrumento político más agresivo hoy existente al servicio del capital.

Por cierto, agradecería que todas las personas que encuentren este artículo interesante lo distribuyan ampliamente, incluyendo en su distribución a los críticos de cine, que en su promoción de la película, seguro que no dirán nada del otro Lincoln desconocido en su propio país (y en muchos otros, incluyendo España). A uno de los fundadores del movimiento revolucionario democrático ni siquiera se le reconoce como tal. Su emancipación de los esclavos es una gran victoria que hay que celebrar. Pero Lincoln fue incluso más allá. Y de esto ni se habla. Vicenç Navarro. Público

Lincoln y Marx. Lincoln

El conflicto (antes guerra) civil no ha terminado

La historia de España durante el siglo XX (y que continúa en el siglo XXI) es el conflicto constante entre, por un lado, los establishments financieros, centrados en la banca, y los empresariales, centrados en la gran patronal (asistidos por el Estado dominado por las fuerzas conservadoras –que incluyen las fuerzas armadas y el sistema judicial y policial- y por la jerarquía de la Iglesia Católica, y apoyados por la mayoría del establishment mediático) y por el otro lado, las clases populares que intentan conseguir el bienestar social y calidad de vida que consideran que se merecen y cuyo desarrollo entra inevitablemente en conflicto con los privilegios de aquellos establishments. Este conflicto marcó el siglo XX y continúa ahora en el siglo XXI.

El máximo desarrollo de tal conflicto en el siglo pasado apareció cuando, en respuesta a las políticas reformistas altamente populares llevadas a cabo por un gobierno democrático, hubo un golpe militar que impuso una de las dictaduras más represivas de las que hayan existido en la Europa Occidental (según el profesor Malefakis, experto del fascismo europeo en la Universidad de Columbia, por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil). Tal dictadura se estableció para defender los intereses de aquellos establishments financieros y empresariales dominantes en la historia de nuestro país.

La resistencia popular hizo quebrar aquella dictadura en los años setenta del siglo pasado. Desde 1974 a 1978 España fue el país con la mayor agitación social de Europa. De ahí que, aun cuando el dictador Franco murió en la cama, la dictadura terminó en la calle. Las movilizaciones sociales (lideradas por el movimiento obrero), aunque determinantes para acabar con aquella dictadura, no fueron suficientemente fuertes para romper con la estructura de poder que controlaba el Estado. Y un punto importante para explicar aquella insuficiencia fue que los partidos políticos de izquierda acababan de salir de la clandestinidad, con muchos de sus dirigentes en las cárceles o en el exilio.

El desequilibrio de fuerzas en aquel proceso de Transición fue enorme.
Las derechas controlaban el aparato del Estado, además del poder financiero y gran empresarial, gozando de una gran influencia en los medios, mientras que las izquierdas políticas estaban saliendo de una dictadura que les había reprimido brutalmente. El famoso “consenso” de la Transición al que las derechas (y algunas voces de izquierda) se refieren constantemente para justificar la perpetuación de su poder en las instituciones del Estado, asume una aceptación por parte de las izquierdas de un acuerdo muy desigual que fue aceptado en aquel momento, resultado de que se percibía que era la única salida posible. La Constitución Española refleja este desequilibrio. No se reconoce en ella ni la universalidad de los derechos sociales (como la sanidad) ni tampoco se reconoce la plurinacionalidad del Estado español. Éstos son indicadores del enorme poder que las derechas tuvieron en la mal llamada Transición “modélica” y que han marcado los más de treinta años de una democracia caracterizada por sus grandes insuficiencias.

La corrección del déficit social
Ni que decir tiene que el periodo democrático ha visto enormes cambios entre los cuales destaca el establecimiento del Estado del Bienestar, proceso liderado por las izquierdas. El establecimiento del Sistema Nacional de Salud, en 1986, es un ejemplo de ello. Y aunque no garantizaba la universalidad de los servicios sanitarios, es decir, unos derechos extensivos a toda la población española, sí que los extendía a la gran mayoría de la población. Otro indicador fue el notable crecimiento del gasto público social por habitante (que cubre desde las pensiones y otras transferencias públicas a los servicios públicos del Estado del Bienestar como sanidad, educación, y servicios sociales, entre otros) corrigiéndose parte del enorme déficit social que la España democrática había heredado de la dictadura. El año que el dictador murió España tenía el gasto público social más bajo de los países que más tarde pasarían a ser la UE-15. En 1975 el gasto social representaba en España solo el 15% del PIB, mientras que el promedio del resto de los países de la posterior UE-15, era del 22% del PIB.

El euro se hizo a costa del Estado del Bienestar 
La corrección del déficit social fue interrumpida, sin embargo, como consecuencia de la manera como se, ... Vicenc Navarro en Público. Seguir leyendo el artículo aquí.

domingo, 27 de enero de 2013

El hambre en el mundo y las políticas asistencialistas y de caridad para tratar de frenar las luchas

1. A partir de las denuncias de Wikileak a los gobiernos del mundo, me ha parecido que se han publicado más investigaciones sobre la situación de la pobreza, la miseria y el hambre en el mundo. Se habla mucho de la “crisis alimentaria” que está provocando el incremento de los precios de los alimentos y que lleva a una situación límite: hambre y muerte a una parte importante de la población mundial. Parece que incluso la ONU empieza a preocuparse pero no sabemos si pretende beneficiar a las grandes empresas agroalimentarias o los famosos transgénicos. De lo que estoy convencido es que hoy por hoy el mundo cuenta con suficiente producción para poder garantizar la seguridad alimenticia de toda la población mundial, “no obstante hay unos 850 millones de personas que sufren hambre y que dependen directamente de las ayudas de diferentes organismos internacionales, y este número aumenta a medida que se incrementa el precio de los alimentos”.

2. La realidad es que la miseria, el hambre, la indigencia de más de la mitad de los pueblos de África, América Latina y Asia –en vez de reducirse- parece aumentar. De nada han servido los grandes descubrimientos y el desarrollo de las tecnologías para solucionar el hambre de los pueblos. Como ha sucedido en la historia del capitalismo una minoría de familias, las más ricas y poderosas, se ha aprovechado de todos los avances tecnológicos para continuar acumulando riquezas y se vislumbra que así será por lo menos en los próximos 50 ó 100 años. (No me olvido de los luddistas o destructores de máquinas). Ayer publiqué un artículo con datos sobre la profunda pobreza en América Latina subrayando el triste papel de México en ese contexto y las campañas políticas (el PRI en Chiapas) que buscan remediar la situación con medidas. Hoy me he topado con un estudioso –reconocido en la ONU- que me aporta muchos más datos sobre el hambre.

3. Mi amigo, el psicólogo Fritz, me ha enviado un trabajo de Jean Ziegler, que es relator de la ONU para la alimentación y escritor; además, se dice que lleva décadas luchando para demostrar que “otro mundo es posible”. Me ha obligado a revisar sobre este intelectual para conocer otras publicaciones y me he encontrado que Ziegler ha declarado que “100.000 personas mueren de hambre, o de sus consecuencias inmediatas, cada día. Un niño de menos de 10 años muere cada siete segundos y cada cuatro minutos otro queda ciego por falta de vitamina A. El orden mundial no es sólo asesino, sino absurdo, pues mata sin necesidad. Hoy ya no existen las fatalidades. Un niño que muere de hambre hoy, muere asesinado”. Es importante tener consciencia en que son mucho más los niños y familias que mueren por hambre producto de la explotación y la miseria, que los que mueren por guerras, revoluciones, crisis, huracanes o sismos.

4. Explica Ziegler que hay dos tipos de hambre: el coyuntural y el estructural. El coyuntural es la hambruna a que siempre hemos visto en Etiopía o se registra en periodos de guerra y que es fruto del hundimiento de una economía; esta hambre causa el 5% de víctimas. El hambre estructural es diferente porque está implícito en las estructuras del subdesarrollo y el sistema de explotación capitalista. Causa el 95% de las muertes y es el hambre que realmente pide a gritos la intervención de la comunidad internacional. Así que, aunque debemos ocuparnos por evitar cualquier manifestación de hambre, la que debe alarmarnos más es la que está en nuestras manos solucionar mediante la lucha social de los pueblos por el cambio de las estructuras capitalistas. ¿De qué sirven las políticas asistencialistas o de “caridad” practicadas por todos los gobiernos con el fin de frenar las protestas y prolongar la explotación, tal como lo hace la iglesia?

5. Lo terrible de esta situación en todas parte, escribe Ziegler, es que el hambre se reproduce biológicamente. Cada año, cientos de millones de mujeres dan a luz a cientos de millones de niños desnutridos desde el momento mismo del nacimiento. “Un niño subalimentado entre los cero y los cinco años ya no tiene arreglo; incluso si a los seis tiene suerte y lo adopta una familia española, está dañado de por vida”. (Pone un ejemplo) “En Brasil hay madres que se ven obligadas a cocer piedras cuando sus hijos les piden comida”. Esperan poder distraerles del hambre, que se cansen de esperar y se duerman. Debemos saber que tenemos los medios para alimentar al doble de la población mundial sin necesidad de alimentos modificados; no olvidemos que los transgénicos son patentes, marcas registradas, y tienen dueño. Afortunadamente hay lucha contra ellos. Las empresas que detentan las patentes, por ejemplo Monsanto, van a hacer todo lo posible por obtener el máximo beneficio de su propiedad.

6. Los trabajadores todos hemos estado sometidos a los males del sistema para que los más poderosos vivan en cuerpo de rey. Sabemos que la única salida es la revolución libertaria de los productores, aunque tengamos que luchar por ahora por medidas transitorias.

Concluye Ziegler:
Hasta aquí hemos vivido bajo la herencia de la época del poder por delegación, la república y los derechos humanos. Toda herencia está amenazada de muerte por el gran capital financiero internacional, que pretende que la mano invisible del mercado es la única y suprema autoridad de la historia. Estamos creando un mundo en que los derechos humanos no tienen sitio y la propia democracia está en grave peligro; hasta el punto de que puede llegar a desaparecer. Es decir, vivimos en la jungla del capitalismo globalizado y la ley del más fuerte. Puede haber salida, pero debemos ser conscientes de que estamos defendiendo la última trinchera. Pedro Echeverría V.

Fuente:
http://pedroecheverriav.wordpress.com

Teorías económicas sobre la crisis y reportaje de la BBC sobre la realidad española

Las dos grandes teorías existentes para explicar el porqué de la crisis actual son, una, la que la atribuye a una gran expansión del crédito bancario que ha causado un gran endeudamiento de las poblaciones a los dos lados del Atlántico Norte. Esta teoría está ampliamente extendida en los círculos conservadores y neoliberales europeos (aunque también se presenta entre opciones políticas de centroizquierda) y domina el pensamiento económico que gobierna la Unión Europea. La otra teoría es la que considera que tal endeudamiento se debe a la disminución de la capacidad adquisitiva de la población. Esta teoría es la que prevalece entre las izquierdas y entre los movimientos sociales como los sindicatos, tanto europeos como norteamericanos.

La primera interpretación está basada primordialmente en las teorías de Friedrich von Hayek y la escuela austríaca de economía. Asume que la causa de la crisis radica en los bajos intereses bancarios, por un lado, y la supuestamente excesiva impresión de moneda por parte de los Bancos Centrales, por el otro. Según esta teoría, tales medidas facilitaron la expansión del sector financiero y su involucración en actividades nuevas, incluso de tipo especulativo. En España, se calcula que su entrada en el euro, y la fácil accesibilidad al crédito que ello conllevó, creó la burbuja inmobiliaria que, al posteriormente explotar, creó la enorme crisis del crédito que ahora estamos viviendo. Que la burbuja inmobiliaria explotara se debió al colapso de crédito internacional iniciado en EEUU, cuando el año 2007 el Banco Central Estadounidense (el Federal Reserve Board) aumentó bruscamente los intereses bancarios a un 5,25%, a fin de reducir el excesivo crédito que se había permitido expandir más de lo que se consideraba aconsejable. De esta interpretación de los hechos surgen todas las series de intervenciones públicas encaminadas a “rescatar” a los bancos que estaban a punto de colapsarse debido a su excesiva oferta de crédito. Todas las reformas bancarias, tanto en España como en la Unión Europea, se están realizando en respuesta a esta interpretación de la crisis actual. De esta manera, la función de los bancos centrales (tales como el Federal Reserve Board o el Banco Central Europeo) se expandió para incluir, además de estabilizar los precios (controlar la inflación), estabilizar al sistema financiero.

El problema con esta teoría es que la enorme ayuda a la banca y al sistema financiero por parte de los Estados, ayuda que se está haciendo a costa de imponer una enorme austeridad a la población, no está recuperando a las economías deprimidas que no acaban de salir de su profunda recesión. El caso español es un claro ejemplo de ello.

La teoría alternativa a la dominante
Y es ahí donde aparece la otra teoría. Ésta atribuye la crisis a la enorme concentración de las rentas, resultado de la desigual distribución de la riqueza que se ha ido creando durante los últimos treinta años, resultado de la llamada “revolución neoliberal” iniciada por el Presidente Reagan en EEUU y la Sra. Margaret Thatcher en Gran Bretaña. En el conflicto capital-trabajo, el primero ganó a costa del segundo. Los beneficios empresariales de las grandes empresas se incrementaron exponencialmente a costa de que las rentas del trabajo se mantuvieran constantes o incluso disminuyeran, y ello como consecuencia de las políticas neoliberales encaminadas a debilitar al mundo del trabajo. Las sucesivas reformas laborales en la Unión Europea y el desmantelamiento de la protección social y del Estado del bienestar tenían y continúan teniendo como objetivo el debilitamiento del mundo del trabajo. Este debilitamiento fue el que forzó a la gran mayoría de la población (que obtiene sus rentas del trabajo) a que se tuvieran que endeudar en dimensiones no conocidas anteriormente. Fue este endeudamiento el que explica el gran crecimiento del sistema bancario. No es el sistema bancario el que origina el endeudamiento sino es al revés, es decir, es la necesidad de endeudamiento la que origina el gran crecimiento del sistema bancario. Ni que decir tiene, que la disminución de los intereses bancarios (que ocurrió en los países del Sur de la eurozona al establecerse el euro) favoreció tal endeudamiento. Pero la causa mayor de tal endeudamiento fue la necesidad de endeudarse, resultado de la limitada capacidad adquisitiva, hecho todavía más acentuado por la inflación de los precios de la vivienda, resultado de la actividad especulativa del complejo bancario-industria inmobiliaria.

Es más, la escasez de demanda es la que frena el crecimiento económico, creándose la necesidad de abrirse nuevas vías para la acumulación de capital. La falta de oportunidades en el sector productivo de la economía, resultado de la escasez de la demanda, lleva al crecimiento de las actividades especulativas tales como las citadas inversiones inmobiliarias. La escasa capacidad adquisitiva de la mayoría de la población es la que determina una baja demanda que origina la necesidad de que la inversión financiera adquiriera dimensiones especulativas, origen de la crisis financiera. Todo ello explica que, a no ser que se estimule el crecimiento mediante el aumento de la demanda, hoy paralizada, no habrá recuperación. En realidad, el sector privado está ya paralizado desde hace tiempo. Y los recortes del sector público, que es el único que podría ahora estimularlo, están empeorando todavía más la situación económica. A no ser que ello se cambie no habrá recuperación posible, por muchas reformas bancarias que tengan lugar. En realidad, sería mejor para conseguir la recuperación económica gastar el dinero invertido en tales reformas en ayudar, no a los bancos, sino a las personas afectadas por la crisis.

Estimular la demanda, sin embargo, no es suficiente para crear empleo
Una última observación. El aumento de la demanda es un paso necesario pero no suficiente para resolver el mayor problema económico y social hoy existente a los dos lados del Atlántico Norte, que es el elevado desempleo. Y esto es lo que muchos keynesianos olvidan. Fue el mismo Keynes el que subrayó la necesidad de tener como máximo objetivo en la política económica conseguir el pleno empleo y que ello debiera conseguirse –según él- mediante “trabajo público” (“public works”). Keynes aclaró que el pleno empleo no se conseguiría exclusivamente por la vía del estímulo de la demanda en la economía privada. Indicó que la intervención pública era necesaria, entendiendo como trabajo público, no sólo obras públicas, sino también servicios públicos, área esta última de especial importancia en España debido al escaso desarrollo de los servicios públicos del Estado del Bienestar (sólo una persona adulta de cada diez trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar, tales como sanidad, educación, servicios sociales, escuelas de infancia y servicios domiciliarios, entre otros), siendo uno de los porcentajes más bajos de la UE-15. En Suecia, es uno de cada cuatro.

Esta observación adquiere especial importancia a raíz del posicionamiento neoliberal que considera como medidas eficaces para estimular la economía la reducción de los impuestos (a fin de estimular la demanda, incrementando la capacidad adquisitiva de la población) y la reducción de los intereses bancarios, argumento este último que se utiliza para justificar las políticas de austeridad y rectitud fiscal). Tales medidas son dramáticamente insuficientes, como bien mostraron los “estímulos” del gobierno Zapatero que dio gran énfasis a los recortes de impuestos. La imagen ampliamente extendida de que la creación de empleo la liderará el sector privado es profundamente errónea. Y la evidencia de ello es abrumadora. La recuperación económica, así como el alcanzar pleno empleo, se puede obtener sólo a base de un compromiso público de creación de empleo. Keynes así lo indicó cuando acentuó que por muchos incentivos que el mundo empresarial tenga, su objetivo no es crear empleo, aunque el empleo pueda o deba crearse en la economía privada. Los beneficios que el empresariado obtenga no garantizan que éste los utilice para crear empleo, pues tiene muchas otras alternativas a su alcance. De ahí que sea responsabilidad pública, no sólo facilitar la creación de empleo en el sector privado, sino también crear puestos de trabajo a través de inversión pública en obras o servicios públicos. Así lo indicó Keynes cuando, analizando el elevado desempleo creado por la Gran Depresión, escribió que “la única manera de … prevenir el elevado desempleo del periodo 1892-5 … radicaba en que el sector público … financiara trabajo en servicios públicos”, precisamente lo opuesto a lo que se está haciendo ahora (la cita de Keynes procede del artículo de Alan Nasser “What Keynes really prescribed”, en CounterPunch Nov 1-15,2012, Vol 19 No 19, pp1-3). En realidad, aunque Keynes presentó la solución, fue Kalecki quien enfatizó más en el carácter político del desempleo y del pleno empleo. Fue Kalecki el que, como Marx había hecho antes, indicó que el desempleo es una variable política más que económica. Y la realidad también muestra este hecho. En general, en los países donde el mundo del trabajo es fuerte, el desempleo es bajo. Donde el mundo del trabajo es débil, el desempleo es muy alto. España es un caso claro de ello. El porcentaje de la población ocupada es bajo, el desempleo es alto, los salarios son bajos, el gasto público social es también bajo, y la protección social es muy baja.
Así de claro.
Vicenc Navarro. Artículo publicado en Sistema Digital vnavarro.org

sábado, 26 de enero de 2013

ROSA ESCOBAR VIOLISTA «Me cuesta ponerle palabras al flamenco»

Rosa,... Agarra la viola, cierra los ojos, y dedica cada gesto, cada estímulo, a llevar este instrumento, una rara avis en el flamenco, hasta la pureza del cante.

Pocas veces he escuchado a "la Kaíta" alabar a uno u otro artista, pero de Rosa, siempre habla maravillas. Me lo comentó un sábado en el Mesón Monsara y hasta ya entrada la noche, pude comprobar porqué Rosa Escobar López (Badajoz, 1986) siempre llena ese espacio, que a priori, nunca existe entre cantaor y guitarrista.

-¿Cuando descubrió que era músico?
-A los tres años. Una noche de Reyes, me echaron un organillo electrónico, un Casio pequeño. Recuerdo cómo poco a poco fui relacionando los distintos sonidos con las teclas del instrumento. Empecé a sacar, de oído, 'El Himno de la alegría', 'Cumpleaños feliz' a partir de ahí, mi madre fue la que me apuntó al Conservatorio a los ocho años. Nadie en mi casa se había dedicado a la música con anterioridad. Me apuntaron y seguí ese camino. Mi padre tocaba en la Tuna de Medicina y el oído lo heredé de él, pero más que nada, han sido los estudios y el apoyo de mi madre y de toda mi familia, lo que me ha traído hasta aquí.

 -¿Por qué la viola?
-No tiene nada romántico. En principio quería el piano o el violín, ¡como todos los niños!, y podía haber cambiado en segundo año, pero ya no lo hice. Ahora, lo que si tengo claro es que es el que me gusta. La música está por encima de cualquier instrumento concreto.

-¿Como se acercó al flamenco?
-He tenido la suerte de dar con amigos 'adecuados' como José Romero o Tino González, guitarristas con los que descubrí el flamenco, gracias a ellos y con ellos. Tienen compás, les gusta la pureza, son íntegros, y fue una suerte aprender así..., poco a poco. Ellos me decían: «Rosi, toca por ahí», y yo no era capaz de tocar ni dos notas, pero con el tiempo me he ido acostumbrando a improvisar un poco, y he sabido comprender el lenguaje del flamenco, que es diferente al clásico.

-¿Cuales son las diferencias del lenguaje clásico respecto al flamenco más allá de lo evidente?
-(Reflexiona). Veo una diferencia de estilo, porque técnicamente no hay diferencia. Casi todos los recursos se utilizan igualmente en uno y otro, lo que cambia es el momento y la forma..., y en cuanto al sentimiento que pueden llegar a provocar, ambas cosas me llenan, como músico y como persona. A la hora de tocar flamenco me ha pasado mucho, eso de estar con los amigos, intentando sacar melodías flamencas y decirme «que suena muy clásico» Tengo que intentar encontrar el pellizco con mi instrumento, buscar un sonido 'más sucio'

-¿A qué se refiere con 'sucio'?
-A sonidos más efectistas, ataques muy duros que en cuestión de segundos pasan a no ser nada, que recuerdan a los remates de la guitarra, glissandos, mordentes..., este instrumento en el flamenco tiene esa gran influencia del violín árabe, y se coge mucho de ese lenguaje, de esa forma de tocarlo.

-¿Tiene algún referente que también haya unido la viola con el flamenco?
-Conozco el trabajo de los hermanos Parrilla, uno con el violín y el otro con la flauta, que también aúnan flamenco con cuerda y viento. Olvido Lanza, creo que también lo hace, Jorge Pardo también es flautista.. yo te puedo hablar de gente que toca instrumentos melódicos pero que toque viola y flamenco, no

-¿Se siente pionera en su tierra?
-No me lo he planteado. Yo en realidad, dejo que las cosas vayan fluyendo. Escucho, toco, y la música hace el resto. Vosotros, los aficionados sois los que ponéis las 'etiquetas', yo como músico no me planteo nada de eso. Aún me queda mucho que aprender... Leer más en el diario "Hoy".

Otra parte muy interesante y original de la entrevista:
«MIS AMIGOS SE CONVIERTEN EN MÚSICA»
¿A quién le tocaría unas bulerías en su vida?
A mi abuela.
-¿A quién le lloraría por seguiriyas?
-A mi amigo Tino González, que fue el que me enseñó su compás.
-Al mal tiempo, ¿es de las que toca por alegrías?
-Claro..., no existen problemas, existen soluciones.
-¿A quién le dedicaría unos tangos extremeños?
-A esos amigos que confían en mi.
-¿Cuándo saldría por peteneras?
-Cuando cambian la cejilla de la guitarra, ¡sin previo aviso!.
-¿Qué momento rescataría de su vida, con un cante de ida y vuelta?
-Rescataría las buenas juergas, en las que unos pocos amigos dejamos de ser personas para convertirnos en música, gracia y compás. Esas son las mejores.
-¿Qué sueño como violista forjaría en una fragua?
-Que la viola y yo seamos una misma 'cosa'.
-¿En qué momento siente la soleá?
-Cuando Cristóbal marca ese compás y se mantiene... pa trás pa trás.
-¿Dónde le gustaría irrumpir por jaleos?
-Donde sea, pero con "El Nene" (se ríe).
-¿Qué palo del flamenco ha sido esta entrevista para usted?
-¡Unas rumbitas!
Comentario: ¡¡Rosa!! ¡¡Tienes mucho arte y se te nota hasta hablando!! ¡¡Me ha encantado la entrevista!!

Susan George nos explica lo que ocurre con la llamada crisis. Es la lucha de clases y como dijo el multimillonario, Warren Buffett; los míos, los ricos, están ganando.



Más sobre Warren Buffett.
Susan George, es una extraordinaria mujer, norteamericana de origen y nacionalizada francesa, residente en París y enamorada de Europa y la Ilustración. Es presidenta de ATTAC y una defensora de la Razón, la Justicia, el Humanismo y los Derechos Humanos. Emociona escucharla por su brillantez didáctica, lucidez expositiva, sencillez de argumentos, certeros conocimientos y claridad de ideas. No dice una palabra de más ni de menos. Es una suerte oírla, un inmenso privilegio tenerla a nuestro lado y un honor inconmensurable que dirija ATTAC ese grupo de luchadores por la justicia y la razón que nació en Francia y se ha extendido por Europa para construir un mundo mejor, pacíficamente mediante la defensa y difusión del conocimiento y el buen saber.

viernes, 25 de enero de 2013

¿Por dónde estallará nuestro magnífico desorden?

Una política anticrisis alternativa que no incluya una clara posición antibelicista y antimilitarista estará coja desde su inicio

La estabilidad económica y militar del mundo reposa sobre bases muy frágiles. La crisis global empuja a las naciones hacia el recurso militar. Eso es tan viejo como la humanidad y la pregunta de si la actual crisis desembocará en una gran guerra no tiene nada de excéntrica. La cuestión puede formularse al revés: un conflicto militar de envergadura podría ser desencadenante de una fase muy superior de general hundimiento económico, el “big bang” de una crisis económica mundial. Tenemos dos escenarios servidos.

Uno en el Mediterráneo Oriental, que apunta hacia Irán y el Golfo Pérsico. El otro en Asia Oriental, con un cerco militar contra China. En ambos escenarios se está jugando con fuego.

En el Mediterráneo Oriental, desde el norte de África hasta Oriente Medio, tenemos una considerable concentración de países que atraviesan crisis muy diferentes pero todas ellas profundas.

En Libia la intervención occidental ha dejado un país fragmentado cuyas chispas han prendido en Mali. En Egipto la revuelta civil continua porque ninguna de las grandes cuestiones que planteó se han resuelto. En Grecia la política alemana está destruyendo una sociedad a la que se empuja a la revuelta. En Chipre, otro miembro de la Unión Europea en crisis, la decisión de explotar reservas marítimas de gas con ayuda israelí es discutida por Turquía, reavivando las antiguas tensiones militares entre turcos y griegos. Y todo eso no es nada comparado con la guerra civil siria.

Fomentado por occidente y los países árabes integristas amigos, con armas, dinero y propaganda, la guerra civil de Siria tiene como principal problema un frente de potencias occidentales y monarquías integristas reaccionarias del Golfo que se opone enérgicamente a cualquier acción diplomática y está decidido a un cambio de régimen.

El conflicto de Siria lanza desestabilizadoras fracturas, étnicas y religiosas, hacia todo su entorno, desde Líbano, hasta Turquía, pasando por Jordania. El principal problema del régimen de el Azad, es, sin embargo, ser aliado de Irán.

La presunta ambición nuclear de Irán es, contemplada históricamente, una lógica reacción al hecho nuclear israelí, y al doble rasero con el que las grandes potencias nucleares pisotean el acuerdo de no proliferación (NPT) de 1968. Es también reacción a la sistemática negación de la antigua propuesta, de Egipto, Irán y otros, de crear una zona libre de armas de destrucción masiva en Oriente Medio, a la que Washington, por no hablar de Israel, se opone activamente. El “problema nuclear iraní” sirve también para diluir la ignominia palestina, paradigma de cuestión colonial en el siglo XXI que inflama el demencial “conflicto de civilizaciones”.

El segundo escenario es el de Asia Oriental, particularmente desde que Obama anunciara, en noviembre de 2011, su reforzada atención militar allá. Existe un riesgo de conflicto que tiene a China como objetivo.

Durante muchos años la política de Pekín estuvo presidida por el principio que Deng Xiaoping formuló en los noventa, la necesidad de ser prudentes y humildes en política exterior para no malograr el gran objetivo estratégico de la nación, su modernización y desarrollo. Ese era también el relleno de la doctrina de la “pacífica emergencia de China” de Hu Jintao. Las cosas han cambiado por la extrema necesidad energética de China, de la que depende el propio objetivo estratégico de Pekín: sin rutas libres y despejadas en los océanos índico y pacífico del sur, así como en los estrechos de Indonesia, no hay perspectiva posible de mantener el crematístico desarrollo chino tal como está planteado.

Ahí es donde el fortalecimiento del cerco aeronaval a China propugnado por Obama, con el fortalecimiento de las alianzas antichinas en la región, las ventas de armas a Taiwán y el pulso naval y aéreo entre China y Japón por las islas en disputa, así como el siempre abierto escenario de un cambio de régimen en Corea del Norte y el apoyo de Washington a las reivindicaciones territoriales de Vietnam y Filipinas contra China, colocan a Pekín en una situación nueva.

China está dejando claro que no va a permitir dejarse encerrar en una esquina y los tonos que sus políticos militares y medios de comunicación están lanzando ya son muy diferentes de los de hace pocos años. Cualquier día la chispa de un incidente con Japón alrededor de las islas del Mar de China Oriental puede dar lugar a un serio conflicto.

Cualquier conflicto militar de envergadura, sea en el Mediterráneo Oriental y Oriente Medio, en un arco que va desde Grecia hasta Irán, pasando por Siria, sea en Asia Oriental, desde la península coreana, hasta Vietnam y Filipinas, con el pleito chino-japonés por las islas como detonante, supondría un golpe definitivo a la economía global.

En el mundo de hoy, con sus grandes flujos económicos internacionales, todo está interrelacionado. Es en China donde la industria del automóvil alemana, y la exportación germana en general, está salvando estos días sus balances. Cualquier hundimiento comercial en Europa sería fatal para China y viceversa. Algo parecido puede decirse de Estados Unidos. En este sentido es inaudito el desinterés que el análisis y seguimiento de la crisis económica demuestra hacia los temas militares, ignorando las estrechas relaciones existentes entre ambos vectores.

Hoy más que nunca, la pregunta ¿por donde estallará militarmente la actual crisis económica? es muy pertinente. Por eso, una política anticrisis alternativa que no incluya una perspectiva profundamente antibelicista y antimilitarista estará coja desde su inicio.
Rafael Poch. La Vanguardia.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/berlin/?p=405

Un estudio de la Universidad de Zurich reveló que un pequeño grupo de 147 grandes corporaciones trasnacionales, principalmente financieras y minero-extractivas, en la práctica controlan la economía global.

El estudio fue el primero en analizar 43.060 corporaciones transnacionales y desentrañar la tela de araña de la propiedad entre ellas, logrando identificar a 147 compañías que forman una “súper entidad” 

El pequeño grupo está estrechamente interconectado a través de las juntas directivas corporativas y constituye una red de poder que podría ser vulnerable al colapso y propensa al “riesgo sistémico”, según diversas opiniones. El Proyecto Censurado de la Universidad Sonoma State de California desclasificó esta noticia sepultada por los medios y su ex director Peter Phillips, profesor de sociología en esa universidad, ex director del Proyecto Censurado y actual presidente de la Fundación Media Freedom /Project Censored, la citó en su trabajo “The Global 1%: Exposing the Transnational Ruling Class” (El 1%: Exposición de la Clase Dominante Transnacional), firmado con Kimberly Soeiro y publicado en ProjectCensored.org.

Los autores del estudio son Stefania Vitali, James B. Glattfelder y Stefano Battiston, investigadores de la Universidad de Zurich (Suiza), quienes publicaron su trabajo el 26 de octubre 2011, bajo el título “La Red de Control Corporativo Global” (The Network of Global Corporate Control) en la revista científica PlosOne.org. En la presentación del estudio publicado en PlosOne, los autores escribieron: “La estructura de la red de control de las empresas transnacionales afecta a la competencia del mercado mundial y la estabilidad financiera. Hasta ahora, fueron estudiadas sólo pequeñas muestras nacionales y no existía una metodología adecuada para evaluar el control a nivel mundial. Se presenta la primera investigación de la arquitectura de la red de propiedad internacional, junto con el cálculo de la función mantenida por cada jugador global”.

“Encontramos que las corporaciones transnacionales forman una gigantesca estructura como corbata de lazo y que una gran parte de los flujos de control conducen a un pequeño núcleo muy unido de instituciones financieras. Este núcleo puede ser visto como un bien económico, una “súper-entidad” que plantea nuevas cuestiones importantes, tanto para los investigadores y responsables políticos”. El diario conservador británico Daily Mail fue quizás el único del mundo que recogió esta noticia, el 20 de octubre 2011, presentada por Rob Waugh bajo el llamativo titular “¿Existe una “súper-corporación que dirige la economía global? El estudio clama que podría ser terriblemente inestable. La investigación encontró que 147 empresas crearon una “súper entidad” dentro el grupo, controlando el 40 por ciento de la riqueza”.

Waugh explica que el estudio de la Universidad de Zurich “prueba” que un pequeño grupo de compañías -principalmente bancos- ejerce un poder enorme sobre la economía global. El trabajo fue el primero en examinar un total de 43.060 corporaciones transnacionales, la telaraña de la propiedad entre ellas y estableció un “mapa” de 1.318 empresas como corazón de la economía global... Seguir leyendo todo el artículo aquí.

domingo, 20 de enero de 2013

Dos propuestas simples y urgentes. Las ejecutivas en pleno de los partidos deberían ser responsables, a efecto penal, de las cuentas de su organización política

En lugar de limitarnos a expresar nuestro enfado, como trasuntos de Jeremías, los ciudadanos podríamos fijar una o dos exigencias urgentes y no cejar hasta conseguirlas. Son las cosas precisas las que se traducen antes en nuevas realidades y estamos muy necesitados de ellas.

Por ejemplo, una modificación urgente de la Ley Orgánica de Partidos, para dejar establecido que sus órganos ejecutivos son responsables, a todos los efectos, de las cuentas de sus organizaciones, como lo son los consejos de Administración de las empresas. Se lograría así acabar con la letanía de dirigentes políticos que no se dan por enterados de los escándalos de financiación de sus partidos y que no se hacen responsables ni de los dineros que entran y salen ni de las posibles ilegalidades que se cometan en ese camino.

Si el comité ejecutivo del PP hubiera tenido responsabilidad penal en las cuentas, la señora Cospedal y el señor Arenas no podrían escudarse detrás de ese “no me consta” con el que nos exasperan. Lo más probable es que los propios miembros de las ejecutivas, antes de estampar su firma bajo las cuentas, exigieran una auditoria externa exhaustiva. Esas auditorias pueden ser también incorrectas, pero aun así ofrecen mayor garantía que el Tribunal de Cuentas, tributario de los partidos e incapaz de destapar la financiación ilegal.

Recordemos, además, que la Ley Orgánica, que nació en 1978, fue modificada a toda velocidad en 2002, con el argumento de que había que recoger “la experiencia acumulada en estos años”. Entonces se trataba de ilegalizar a Batasuna. Ahora se trataría de recoger esa experiencia para atajar la descomposición de los propios partidos.

Habrá quien crea que confiar la lucha contra la corrupción a una futura ley es retrasarla sin fecha previsible. No tiene por qué ser así. Los ciudadanos están hoy profundamente irritados con los partidos, a los que reprochan su inoperancia a la hora de resolver los problemas que padecen. Esta vez los ciudadanos pueden ejercer suficiente presión para lograr, quizás, un “Pacto contra la Corrupción” que firmen todos los partidos y que se plasme en nuevas medidas generadoras de control.

Esa misma irritación política debería llevar también a aprobar una Ley de Transparencia, capaz de luchar, a su vez, contra la corrupción en las Administraciones y entidades públicas. Para eso haría falta modificar el texto propuesto por el PP, claramente insuficiente, adaptándolo a sus equivalentes de la UE. No hay razón para que estas dos propuestas no puedan llevarse a cabo con extrema rapidez.

Pero nada de todo esto puede tampoco ocultar otra realidad inmediata. La existencia de un entramado de corrupción tan grande como el que se está revelando en el PP, y en algunas Administraciones autonómicas, coloca a Rajoy en una situación delicada, de la que no puede escabullirse con un simple “no me constaba”.

Rajoy no es solo el presidente del PP, sino el del Gobierno, de un Gobierno, además, que se confiesa incapaz de encontrar soluciones rápidas para aliviar la situación que sufren sus ciudadanos. No está en posición de zafarse, porque, además, está corriendo un serio riesgo de desestabilización dentro del propio PP, algunos de cuyos dirigentes (aparentemente Esperanza Aguirre, entre ellos) creen que no puede llegar al final de su mandato y que no puede ser el próximo candidato.

Rajoy está obligado a hacer frente a la situación, ordenar a la secretaria general que dé todo tipo de explicaciones sobre las actividades de Bárcenas mientras fue su tesorero, es decir, sobre cómo financió la organización y qué dinero manejó. El responsable de la financiación del PP a efectos internos, no es Bárcenas, sino la Ejecutiva, porque, según sus propios estatutos, es ese órgano el encargado de “elaborar el presupuesto (...) así como de aprobar todas las acciones conducentes a la obtención de ingresos para el partido”.

Rajoy está obligado esta vez a defender su propio prestigio, si no quiere que se le coman de un bocado algunos de sus propios compañeros. Conste que este no es el principal problema de los españoles. Es una simple constatación de la situación en que se encuentra el presidente del Gobierno.
Fuente: Soledad Gallego-Díaz, El País.

jueves, 17 de enero de 2013

El pueblo contra el proletariado. Owen Jones denuncia en un exitoso ensayo la demonización interesada de la clase obrera. El autor es una de las promesas del pensamiento británico

Aunque la palabra chav resulta intraducible a otras lenguas, cualquier recién llegado a Reino Unido intuirá de inmediato que ese concepto tan recurrente en los medios de comunicación locales no significa nada bueno. El chav es una persona de clase baja y a menudo joven, adepta a la ropa deportiva de marca (real o de imitación). Un ser vulgar y rayano en el comportamiento antisocial, según los diccionarios ingleses que han incorporado el nuevo e informal vocablo. Los seguidores españoles de la serie humorística de la BBC Little Britainpueden identificarlo en el personaje de Vicky Pollard, madre soltera adolescente que viste un horrendo chándal rosa, roba chucherías en el supermercado y busca nuevos embarazos para seguir cobrando el cheque de ayuda social. El periodista y escritor Owen Jones (Sheffield, 1984) es probablemente uno de los pocos televidentes que no le ríen las gracias, porque ve en esa Vicky el estereotipo al que ha sido reducida la clase trabajadora por parte de una élite política y periodística: una especie irresponsable, indeseable y parásita en la que nadie se reconoce.

“La pobreza y el paro ya no son percibidos como problemas sociales, sino en relación con los defectos individuales: si la gente es pobre, es porque es vaga. ¿Para qué tener entonces un Estado del Bienestar?”, plantea Jones en el libro Chavs: La Demonización de la Clase Obrera (Capitán Swing Libros) que ha provocado muchos oleajes en el Reino Unido y lo ha convertido en un referente de la nueva izquierda británica.

El autor de ese diagnóstico no es ningún veterano nostálgico de otros y mejores tiempos, sino el portador de un rostro angelical y aniñado que no hace justicia a sus 28 años. Un joven que transita por Londres en bicicleta y que fácilmente podría confundirse entre el grupo de estudiantes que visita la British Library, lugar que ha propuesto para la cita. Y, sin embargo, una primera obra lo ha convertido en una estrella mediática, indispensable en los debates de calado, y ha traspasado los confines nacionales hasta merecer la atención de medios tan influyentes como The New York Times y su traducción a varias lenguas, entre ellas la española. En la versión que llega a las librerías se añade un epílogo con un brillante análisis de las razones de los disturbios que asolaron Gran Bretaña en verano de 2011 y sobre los que los medios informaron estableciendo vínculos entre la devastación callejera y los tópicos chav, como la capucha o la influencia de los videojuegos.

Él mismo reconoce que, “de haberse publicado tres o cuatro años antes, cuando los estragos de la crisis económica no eran tan palpables, el libro quizá no habría suscitado el mismo interés”. “Los chavs son un fenómeno muy británico, pero por ejemplo España también es un país de clases, una sociedad desigual donde los brutales programas de austeridad se están cebando en la gente corriente”.

Lejos de un farragoso tratado, el libro de Jones es fácil de leer e ilustra con ejemplos actuales y bien conocidos del público su tesis sobre la demonización de la clase obrera: “Pretendo desmontar los mitos (asentados en más de tres lustros de bonanza económica) de que ‘ahora todos somos de clase media’, que la división de clases es anticuada y que la creciente desigualdad es producto de los fallos del individuo”.

La obra da saltos en el tiempo para reflexionar sobre el antiguo concepto de una clase obrera respetada como uno de los puntales de la economía hasta su conversión en esa “escoria que pretende el establishment neoliberal”. También es una diatriba contra los medios, transformados “en una élite encerrada en una burbuja de privilegios y desconectada de los problemas de la gente corriente”. Ellos han contribuido a forjar en el imaginario colectivo la perniciosa noción del chav. Jones describe en el libro el tratamiento desigual y sesgado que tuvieron en la prensa sendos secuestros de dos niñas inglesas, Madeleine McCann y Shannon Matthews. De la primera, la hija de una pareja de médicos cuyo caso mereció enorme cobertura también en España, llegó a escribirse: “Esto no suele sucederle a gente como nosotros” (léase clase media).

La madre de la segunda, una mujer que vive de los beneficios sociales, fue desde el primer momento estigmatizada como una chav incapaz de cuidar de su prole. Y, por extensión, lo fue toda la clase que encarna, mientras se obviaba la movilización de su comunidad para localizar a Shannon.

“Vivimos en una era de reacción y derrota”, se lamenta este activista cuyo objetivo esencial es “recuperar una voz para la clase obrera, aquella que hace tres décadas trabajaba en la mina, las fábricas y los muelles y que hoy lo hace en supermercados, call centers o cafés” por sueldos de risa. La mayoría pertenecen a su generación y ya no son un colectivo organizado como antaño. Si bien el movimiento de los indignados que ocupó la City, Wall Street y las calles españolas “llenó un vacío y ayudó a expresar la ira de la gente”, Jones considera que “no es una alternativa”. Ahí se manifiesta el hijo de un matrimonio de sindicalistas, con carné del Labour desde los 15 años, a pesar de la “traición” que ha supuesto el viraje de este partido hacia la derecha. ¿No cree que muchos jóvenes consideran a los sindicatos una antigualla de la era pretecnológica? Responde con otra pregunta: “¿Por qué es anticuado querer que los trabajadores se unan y se apoyen?”
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/01/15/actualidad/1358278592_990645.html

Causas estructurales y respuestas alternativas a la crisis

Es empresa de los caballeros andantes, decía don Quijote, "deshacer entuertos y socorrer y acudir a los miserables" e imaginó al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad. Sí, al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos.
JUAN GOYTISOLO

Para poder dar respuestas eficaces a las crisis entiendo que es fundamental partir de un diagnóstico lo más acertado posible de sus causas, no solo de las más inmediatas sino de las estructurales, es decir, de las que tienen relación con los procesos socioeconómicos más profundos, con las variables enraizadas en lo más hondo de las relaciones económicas y que, precisamente por eso, suelen quedar más ocultas al análisis que se necesita para poner en marcha las soluciones políticas.

En mi opinión, y como he tratado de demostrar en otros trabajos [1] , lo que viene siendo habitual en el tipo de análisis dominante sobre la crisis es que se pase por alto una serie de circunstancias que a mi juicio son precisamente las determinantes de lo que ha ocurrido y, por tanto, fundamentales para poder acertar con el tratamiento que realmente permita superar sus efectos más negativos para la inmensa mayoría de la población.

Por ello, me gustaría dedicar mi intervención a señalar diez aspectos que me parecen esenciales en relación con los problemas que viene sufriendo la economía española en el contexto de la crisis internacional en el que nos desenvolvemos.

1. La actual crisis no es la crisis, como generalmente nos referimos a la crisis. En realidad es una crisis más, de otras muchas, y eso me parece que es muy importante que lo tengamos en cuenta.

El hecho de que desde los años setenta hasta aquí haya habido alrededor de 130 crisis, perturbaciones graves o situaciones de stress financiero refleja que esta en la que estamos forma parte de una etapa en la que la inestabilidad financiera es casi un estado habitual. Algo particularmente relevante si se compara con lo sucedido en los treinta años anteriores en los que prácticamente no hubo crisis financieras de ningún tipo.

El hecho de que fases temporales tan extensas tengas propiedades y manifestaciones financieras tan diferentes obliga a considerar las circunstancias en que cada una de ellas se desarrolló porque éstas no pueden ser ajenas al hecho de que o no se produzcan crisis financieras o que se multipliquen como auténticas pandemias.

Como acaba de poner de relieve Alan M. Taylor en un trabajo reciente [2] , las diferencias entre el periodo comprendido entre 1945 y mediados de los años setenta y entre éstos años y la actualidad son muy significativas y si las ponemos de relieve podremos deducir, por tanto, cuáles son las circunstancias que están asociadas a la multiplicación de las crisis financieras o incluso a su propia existencia.

En el primer periodo hubo una gran disciplina del sector bancario, control de los movimientos de capital, estricta regulación doméstica, bajo crecimiento del crédito, muy poca innovación financiera y, asociado a todo ello, mayor ahorro, alta inversión y tasas de crecimiento de la actividad económica más elevadas. Justo lo contrario de lo que ha ocurrido desde los años setenta a la actualidad, cuando se ha relajado la disciplina en grado extremo, cuando hay plena libertad de movimientos de capital, una innovación financiera constante orientada a la especulación y, como consecuencia de ello, una derivación permanente del ahorro hacia la esfera de las finanzas puramente especulativas que desfavorecen el crecimiento de la actividad productiva.

Por tanto, sabemos que esta crisis no es una excepción ni un hecho aislado sino una manifestación más de los males que produce un determinado régimen financiero bajo la desregulación y liberalización. Y, en consecuencia, sabemos, pues, que es esto mismo lo que se debería evitar si queremos que las crisis dejen de producirse.

2. Si bien esta crisis es un episodio más de la pandemia que sufrimos desde los años setenta, sí es cierto, sin embargo, que es especialmente destacable y singular por su magnitud y extensión, rasgos que no creo que sea necesario documentar ahora pues son bien sabidos los efectos tan dramáticos que ha tenido sobre el conjunto de la economía mundial.

En realidad, esta mayor dimensión es la consecuencia de que se exacerban día a día dos grandes circunstancias que están en la base de la crisis y a las que a menudo no se concede el lugar principal que tienen. La primera es el extraordinario incremento de la desigualdad que, desde cualquier punto de vista que se considere, alcanza hoy día los niveles más altos desde la Gran Depresión [3] . La segunda es el desorbitado aumento de la deuda asociada a la expansión de la actividad especulativa y a la innovación financiera constantemente alimentada por la banca [4] .

La desigualdad es el motor que alimenta y da fuerza a los flujos de capital especulativo que desestabilizan constantemente los mercados y que, al mismo tiempo, debilitan la actividad productiva. Por eso, como ha señalado, es la variable clave sobre la que habría que actuar para poder cambiar de rumbo a la economía internacional y, más concretamente, para poder erradicar la dinámica de crisis recurrentes en la que se inserta la que estamos viviendo.

Por su lado, el incremento de la deuda se ha convertido ya en una bomba de relojería que no solo ha dado a esta crisis la dimensión tan extraordinaria que ha alcanzado, sino que amenaza con detonar en otros ámbitos (deuda soberana, crisis alimentaria, quiebras bancarias de momento disimuladas con artimañas contables, creación constante de burbujas...) produciendo nuevos episodios de crisis.

Y en este sentido no se puede olvidar que el origen de este incremento constante de la deuda no es otro que el privilegio de creación de dinero que tiene la banca privada gracias al sistema de reservas fraccionarias, de modo que sin limitar o ponerle fin será inevitable que sigamos sufriendo nuevos episodios de crisis, o que la salida de la actual sea prácticamente imposible si entendemos por salir de ella el alejar con seguridad un nuevo ramalazo de perturbaciones financieras.

3. Como ya he anticipado, las circunstancias que actuaron como detonador directo de la actual crisis (la difusión de hipotecas sub prime y la posterior quiebra del sistema bancario que suscribió y difundió sus derivados) es el resultado de la desregulación, de la falta de disciplina y de vigilancia por parte de los supervisores, de la complicidad de ciertos poderes públicos con los intereses de la banca privada internacional, o del fundamentalismo con que se ha gestionado la política financiera [5] . Por tanto, resultará también imposible salir de la crisis y evitar otras próximas, sucesivas e incluso lógicamente de mayor envergadura, si no se establece un nuevo tipo de regulación financiera, mucho más severa, disciplinada, represiva y autónoma respecto a los intereses privados, tanto de los bancos, grandes fondos de inversión y empresas multinacionales como de las agencias de calificación y, en general, de los grandes polos de poder económico que en los últimos treinta y cinco años se han erigido en las referencias que establecen lo que se puede hacer o no en los mercados financieros.

La falta de pasos decisivos en este campo, dadas las servidumbres indisimuladas de los gobiernos respecto a los grandes poderes financieros, impiden que se recobre el sistema financiero mundial, de modo que existiendo una abundancia impresionante de capital financiero no hay financiación, sin embargo, para las empresas y la actividad productiva, porque los recursos se derivan constantemente hacia la especulación, lo que materialmente impide la recuperación y la salida de la crisis.

Las reformas financieras que se han propuesto han sido tímidas y apenas si se han llevado a la práctica porque se han dilatado tanto los plazos y las exigencias que, en la práctica, no han tenido efecto alguno de cara a resolver los problemas de financiación que aún siguen padeciendo las economías.

4. Las políticas que los gobiernos han tomado frente a la crisis han sido insuficientes, inicialmente, y en algún caso, como especialmente en Europa, totalmente contrarias a lo que puede permitir que se recupere el ingreso, la actividad y el empleo.

La política de salvar a la banca considerando que los bancos afectados eran demasiado grandes para caer ha provocado un gasto ingente de recursos, una mayor concentración financiera y a la postre, como acabo de señalar, que ni siquiera se haya resuelto el problema bancario que dio lugar a la crisis. En su lugar, la inmensa mayoría de los bancos siguen siendo bancos verdaderamente zombies, cuya verdadera situación solo se disimula gracias a estratagemas y mentiras contables consentidas por los gobiernos en beneficio en su único beneficio.

Los primeros planes de estímulo permitieron evitar una verdadera debacle pero finalizaron antes de tiempo, consumieron menos recursos de los necesarios y los aplicaron a actividades que simplemente lograron mantener cierto nivel de empleo pero sin ser capaces de modificar la lógica o el modelo productivo, de combatir la desigualdad o de proporcionar las bases para un nuevo uso más equilibrado y sostenible de los recursos.

Para colmo, el contumaz fundamentalismo con que se están aplicando en Europa las llamadas políticas de austeridad (realmente, solo encaminadas a que Alemania pueda asegurar la mayor cantidad posible de retornos en la deuda que los bancos de la periferia tienen con los suyos) está provocando una nueva recesión en el seno de la Unión Monetaria, algo inevitable cuando a todos los países de la eurozona se les impone una estrategia deflacionista que mengua los ingresos de todos ello y, por tanto, su capacidad de contribuir al sostenimiento cooperativo de los demás mercados, que es la base que puede hacer exitosa una zona monetaria auténtica.

Sin un cambio radical de orientación, sin poner en marcha un autentico plan de estímulo de las economías, basado no solo en la acumulación de mayor cantidad de recursos sino en el cambio del modelo productivo imperante en la UE y en el seno de sus naciones integrantes, será igualmente imposible modificar la tónica nuevamente recesiva en la que nos encontramos y encaminarnos a una salida efectiva de la crisis.

5. A los problemas de caída de la actividad y desempleo que produjeron en casi todo el mundo la falta de financiación a empresas y consumidores y la caída subsiguiente de la demanda, se siguió en la mayoría de los países otro igualmente grave provocado por el incremento vertiginoso de la deuda soberana de los estados, como consecuencia, al mismo tiempo, de la caída de los ingresos públicos y del aumento del gasto público.

Pero hay que tener en cuenta que los problemas de prima de riesgo que algunos países, como España, están sufriendo no tienen que ver tanto con la magnitud de la deuda (la de España sería aún llevadera incluso con el volumen que tiene en estos momentos) sino con la presión especulativa que hizo subir artificialmente los intereses con los que se ha financiado.

Y, sobre todo, hay que considerar otras dos circunstancias que igualmente se están soslayando a la hora de hacer frente a este problema de deuda.

La primera, que el problema principal no radica en la deuda pública sino en la privada, que es la que realmente resulta impagable, no ya en las condiciones de falta de actividad e ingreso actuales sino en las que previsiblemente se darán en el futuro. ...

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Artículo de Juan Torres López.

martes, 15 de enero de 2013

¿Muerte a los sindicatos?

Nueva moda. Rajar de los sindicalistas. Algo fácil y barato, por cierto. Lo llevan en la solapa ciertos políticos, lanzando mensajes subliminales sobre su actual falta de utilidad para los trabajadores, politización, corrupción, derroche económico. Resulta curioso: Los mismos que alientan al escarnio público, suelen lanzar piedras cargadas por sus propias mezquindades.

Además, la destrucción del sindicalismo hace mucho más fácil la labor de los gobernantes, sin movilizaciones ni huelgas, especialmente la de quienes dirigen tras la cortina. Qué bien estaríamos si no existieran los sindicatos, piensan algunos.

El problema es que esa frase por la que suspiran los gobernantes "Qué bien estaríamos sin sindicatos" empieza a calar entre la gente de a pie, con un discurso cargado de improperios, gritos, oportunismo, mala leche y, sobre todo, un enorme vacío de argumentos que se resume en: "Para lo que hacen, mejor que no hagan nada", "Por mi los echaba a todos y los ponía a trabajar", "Están vendidos, no se mueven, no están con los trabajadores". Luego terminan reservándote para el final el placer de oír la raída historia de: "Conozco a uno que está de liberado sindical.".

Confesar ser liberado sindical, en estos tiempos que corren, es un auténtico pecado capital. Mejor inventar cualquier otra cosa antes de que te descubran. Te pueden acechar en cualquier esquina, a cualquier hora: sacando dinero, haciendo la compra, recogiendo a tus hijos en el colegio. Cualquier lugar y excusa es buena, para utilizar como insulto la palabra "sindicalista".

Se puede ser banquero chupasangre, se puede ser político en cualquiera de sus muchos cargos (concejal, alcalde, o delegado provincial.) y trincar todo lo que se quiera, aceptar sobornos y trajes, realizar chantajes, revender terrenos públicos, recortarle el sueldo a los trabajadores o directamente despedirlos sin indemnización. Se puede, incluso, aumentar el recibo de la luz a los pensionistas hasta asfixiarlos, o salir en fotos besando niños y ancianos mientras los colegios y asilos se caen a trozos, cobrar dos o tres sueldos en tres cargos diferentes, declarar a hacienda que se está arruinado mientras se cobra de mil chanchullos distintos, para que su hijo obtenga la beca que le permita comprarse una moto a costa del Estado.

En este maldito país se puede ser lo que se quiera, pero no sindicalista. Nadie se acuerda ya de la última huelga, aquella en que nadie de la empresa fue, excepto los dos afiliados que perdieron el sueldo de aquel día, para que luego se firmara un acuerdo que les subió el sueldo a todos. Incluso a aquellos que escupieron sobre la huelga.

O de Luís, ese hombre que estuvo 30 años cotizando, y que gracias a la pre-jubilación que se consiguió en su momento, puede ahora, con 60 años y despedido de su puesto, tirar para adelante sin necesidad de buscar un trabajo que nadie le ofrecería.

Recuerden también a Marta, la chica de 23 años que estuvo aguantando un jefe miserable con aliento a coñac, que le obligaba a hacer más horas extras para tener un momento de intimidad donde poder acosarla mientras le recordaba cuándo le vencía el contrato. Hasta que su mejor amiga la llevó al sindicato y, gracias a una liberada sindical, ahora el tipo ha tenido que indemnizarla hasta por respirar.

Son muchos los que les deben algo a los sindicatos, y a los sindicalistas: El maestro que pudo denunciar al padre que le pegó en la puerta del colegio, los trabajadores que consiguieron que no les echaran de la RENAULT, la chica que pudo exigir el cumplimiento de su baja por maternidad en su supermercado. Porque también fue una liberada sindical la que se puso al teléfono el día en que despidieron a Julia, la chica de la tienda de fotos, y le ayudó a ser indemnizada como estipulan los convenios; y aquel otro joven que movió cielo y tierra para arreglarle los papeles al abuelo para procurarle una paga medio-decente, porque los usureros de hace 30 años no lo aseguraban en ningún trabajo. Para qué recordar las horas al teléfono escuchando con paciencia a cientos de opositores a los que no aprobaron, gritando e insultado porque en el examen no les contaron 2 décimas en la pregunta 4. O el otro compañero sindicalista, el que denunció a la constructora que se negaba a indemnizar a la viuda de su amigo Manuel, que trabajaba sin casco.

Ya nadie se acuerda de dónde salieron sus vacaciones, los aumentos de sueldo que se fueron consensuando, el derecho a una indemnización por despido, a una baja por enfermedad, o a un permiso por asuntos propios.

Esta sociedad del consumo, prefiere tirar un saco de manzanas porque una o dos están picadas, por muy sanas que estén el resto. Los precedentes televisivos: entrenadores de fútbol, famosos de la exclusiva en revistas, y demás subproductos, se convierten en clinex de usar y tirar dependiendo de las modas. Ahora, en un momento en que los trabajadores deben estar más juntos, arropados y combatientes contra quienes realmente les explotan, aparecen grietas prefabricadas en los despachos de los altos ejecutivos, ávidos de hincar más el diente en el rendimiento de la clase trabajadora.

¿Quién tirará la primera piedra?. ¿Serán los políticos gobernantes, o los banqueros quienes hablarán de dejadez o vagancia?. ¿Tendrán capacidad moral los jueces o los periodistas, de hablar de corrupción en las demás profesiones?. ¿Serán más idóneos para iniciar lapidaciones, los super-empresarios del ladrillo?. ¿En qué profesión se puede jurar que no existen vagos, corruptos, peseteros, o ladrones?. ¿Preguntamos mejor entre la Iglesia o la Monarquía.?. Pero qué fácil resulta rajar en este país. Siembra la duda, y obtendrás fanatismo barato.

Qué bien asfaltado les estamos dejando el camino a quienes realmente nos explotan cada día. ¡Acabemos con los sindicatos!. Sí. Dejemos que la patronal y los bancos regulen los horarios, las pensiones, los sueldos, las condiciones laborales y los costes del despido. Verán cómo nos va a ir con la reforma del mercado laboral, cuando los sindicatos dejen de existir y no puedan convocarse huelgas ni manifestaciones.

Verán qué contentos se pondrán algunos cuando sepan que ya no estarán obligados a pagar las flores de los centenares de trabajadores que mueren todos los años, a costa de sus mezquindades.
Iñaki Gabilondo.

También;
https://verdecoloresperanza.blogspot.com.es/2016/08/la-desfachatez-intelectual-ignacio.html#links

lunes, 14 de enero de 2013

Terry Eagleton: Por qué Marx tenía razón


Terry Eagleton: Por qué Marx tenía razón. Albino Santos Mosquera (tr.) Barcelona: Península, 2011.

Tras la caída del Muro de Berlín la ola neoliberal ha conseguido desprestigiar enormemente la filosofía política de Karl Marx. Eagleton examina en un lenguaje asequible las objeciones más comunes al marxismo al tiempo que aclara algunos elementos básicos de las teorías de filósofo alemán.

Estas son las críticas más habituales al pensamiento de Marx que Eagleton considera erróneas o simples malentendidos:
  1. El marxismo está acabado. No tiene sentido en las sociedades posindustriales donde la desigualdad social está a punto de desaparecer.
    El capitalismo ha "deslocalizado" la desigualdad pero no le ha puesto fin. Al contrario, la injusticia en la distribución de la riqueza ha alcanzado niveles extraordinarios. Mientras la acumulación de capital continúe suponiendo la pobreza extrema de millones, el marxismo seguirá tan vivo como lo estaba durante la Revolución Industrial. Es posible, además, que no sea el marxismo quien está obsoleto sino el capitalismo: la imposibilidad de compatibilizar la acumulación de capital a corto plazo con la gestión de problemas globales como el cambio climático o la sucesión de burbujas y crisis es evidente.
  2. El marxismo llevado a la práctica ha degenerado siempre en tiranía, terror y asesinatos en masa.
    En primer lugar, la riqueza generada por el capitalismo no se ha conseguido de otro modo que a costa de la miseria y las vidas de millones. En segundo lugar, no se puede confundir marxismo con estalinismo o maoísmo. Marx advirtió expresamente contra una revolución socialista que se llevase a cabo en un país con una economía atrasada como la Rusia de los zares. Una revolución tal sólo alcanzaría a socializar la pobreza y la miseria y degeneraría en tiranía. Una revolución socialista necesita una economía hiperdesarrollada además de una dimensión global para poder llevarse a cabo correctamente. Marx, Engels, Lenin y Trotski no tienen nada que ver con Stalin.
  3. El marxismo defiende el determinismo histórico privando a los hombres de la libertad.
    La herencia de la filosofía de la historia idealista es el lastre más pesado de las teorías de Marx. Considerar que el capitalismo engendrará tarde o temprano una sociedad comunista es un sinsentido pues bien podría desaparecer previamente la especie humana víctima de un holocausto nuclear. También es un problema la idea de Marx (herencia directa de la insociable sociabilidad kantiana) de que el capitalismo es un mal necesario antes de acceder a una sociedad comunista. Este camino lleva directamente a disquisiciones prácticamente teológicas. Frente a esta interpretación de Marx, Eagleton prefiere aquella otra donde se da más importancia a la acción política y a la libertad humana que al desarrollo inevitable de las fuerzas productivas. 
  4. El marxismo es una utopía imposible porque los individuos son criaturas egoístas, codiciosas, agresivas y competitivas por naturaleza. 
    Marx renunció a la utopía porque entendía que era una distracción con respecto a la tarea política del presente. Soñar en un mundo perfecto no tenía nada que ver con establecer las condiciones adecuadas para el tránsito del capitalismo al comunismo. Además, Marx no cree en una naturaleza humana fija sino, al contrario, considera que la característica principal del ser humano es su ser indeterminado, inacabado, su capacidad para transformarse a sí mismo. La sociedad liberal toma como punto de partida y punto final a un conjunto de individuos libres, pero libres para agredirse unos a otros, mientras que el marxismo sugiere la posibilidad de organizar la vida social de modo que la realización de cada individuo sólo sea posible a través de la realización de los demás. 
  5. El marxismo es un reduccionismo económico que hace caso omiso de la complejidad de las instituciones humanas como el arte, la religión, la política, la moral o el derecho. 
    Lo que Marx dice no es que los modos de producción sean la causa directa de un tipo concreto de arte o religión. Si así fuera el propio marxismo habría sido imposible. Los modos de producción constituyen un contexto dentro del cual una determinada filosofía o forma literaria pueden ser explicadas. Si miramos más de cerca podremos comprobar que el derecho y la religión de una sociedad de clases está intrínsecamente ligado a los intereses de la clase dominante. 
  6. El marxismo es un materialismo burdo que transforma a los individuos en máquinas sin alma al servicio del Estado.
    El materialismo de Marx es, al contrario que el de Feuerbach, principalmente activo. Habla del ser humano como alguien capaz de interpretar y transformar la realidad. Aunque no existiese el capitalismo seguiría habiendo superestructura (arte, religión...) sólo que ya no estaría al servicio de la clase dominiante. 
  7. La clase obrera, el proletariado como sujeto de la Historia, ha desaparecido. 
    Esa idea de que la clase obrera ha desaparecido es una imagen engañosa engendrada por el capitalismo. Ocurre que el proletariado se ha desplazado a las megalópolis del sureste asiático.
  8. El marxismo aboga por la acción política violenta, por la revolución, y, por tanto, es incompatible con la democracia. 
    La revolución es la única opción cuando los parlamentos son insuficientes para satisfacer la voluntad de la mayoría que es lo que habitualmente ocurre en democracia. Los parlamentos son los instrumentos de los mercados y no de la voluntad general.
  9. El marxismo supone el fin la libertad individual que cede sus privilegios al partido y este al Estado. 
    Marx aborrecía el Estado. Consideraba que se reducía al monopolio de la violencia en favor de la clase dominante. El Estado democrático no representa a la sociedad civil. La llamada "dictadura del proletariado" no es más que una democracia real.
  10. Los movimientos radicales de las últimas cuatro décadas han surgido al margen del marxismo: feminismo, ecologismo, política étnica, derechos de los homosexuales, pacifismo...
    En el fondo, todos esos movimientos no son más que síntomas de un desajuste más profundo que es la lucha de clases.
En definitiva, la filosofía de Marx se ha reducido a una serie de tópicos que dejan a un lado la complejidad de matices del pensamiento del autor alemán. El libro de Eagleton cumple la función que se propone: deshacer interpretaciones erróneas o malintencionadas del marxismo. 

De todos modos, a título personal, cuando contemplo la realidad política y económica en la que nos desenvolvemos no es Marx el pensador en que me apoyo para interpretarla sino el nihilismo escéptico de Baudrillard.