lunes, 30 de noviembre de 2020

_- El otro Núremberg

_- Paralelamente a los famosos juicios, se celebraron otros menos conocidos: los tres juicios a los empresarios que financiaron el nacionalsocialismo, colaboraron con el régimen y se beneficiaron de él.

Tal día como hoy, hace 75 años, comenzaba en la ciudad de Núremberg el proceso judicial en el Tribunal Militar Internacional (TMI) contra 24 dirigentes de la Alemania nazi. Como este viernes se encargarán de recordar los principales medios de comunicación, este juicio contribuyó enormemente al desarrollo del derecho internacional, en particular en los campos de los derechos humanos y el derecho militar, en la tipificación y persecución de los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, y en el concepto de guerra de agresión, considerada “no solo un crimen internacional, sino el crimen internacional supremo, que difiere de todos los demás crímenes de guerra en que contiene en sí el mal acumulado de todos”. El juicio de Núremberg estableció también los fundamentos de la Corte Penal Internacional (CPI), una iniciativa de Naciones Unidas –una organización surgida asimismo de las cenizas del conflicto– que se formalizaría finalmente en 2002. “Núremberg” es hoy sinónimo de un macro-proceso judicial contra una élite política que ha cometido graves crímenes de guerra y contra la humanidad.

Casi un año después de que se iniciase el proceso, los días 30 de septiembre y 1 de octubre, se leía la sentencia que condenaba a los acusados de planificar, iniciar y librar guerras de agresión, así como de otros crímenes contra la paz, de participar en crímenes de guerra y en crímenes contra la humanidad. Doce de los acusados fueron condenados a pena de muerte, aunque únicamente se llevaron a cabo diez, ya que que el responsable la Luftwaffe, Hermann Göring, se suicidó el día anterior a su ejecución, y el secretario privado de Adolf Hitler, Martin Bormann, fue condenado in absentia (los Aliados desconocían que Bormann se había suicidado mientras trataba de escapar del Berlín sitiado por las tropas soviéticas y que su cadáver había sido enterrado cerca de la estación central). A ninguno de los acusados con rango militar durante el conflicto (Wilhelm Keitel, Alfred Jödl y Göring) se les concedió el derecho a ser ejecutados por un pelotón de fusilamiento, según la costumbre castrense, sino por la horca, es decir, como criminales. Tras fotografiar a los cadáveres como prueba de su muerte con el fin de impedir que surgiese la leyenda de que habían escapado y seguían con vida, sus restos fueron incinerados y arrojados al río Isar.

El arquitecto Albert Speer, que había ocupado varios cargos oficiales durante el nazismo, y el líder de las Juventudes Hitlerianas, Baldur von Schirach, fueron condenados a 20 años de prisión, el diplomático Konstantin von Neurath, a 15 años, y el almirante Karl Dönitz, presidente del llamado “Gobierno de Flensburgo” entre el 30 de abril y el 23 de mayo de 1945, a 10 años. Otros tres acusados fueron condenados a cadena perpetua: el comandante de la Marina, Erich Raeder, el último ministro de Economía del Tercer Reich, Walther Funk, y la mano derecha de Hitler, Rudolf Hess. Como los dos primeros fueron liberados en 1955 y 1957 respectivamente por motivos de salud, Hess se convirtió en el único y último recluso de la prisión de Spandau en Berlín. Durante años, los neonazis intentaron convertir en banderín de enganche las peticiones de liberación de Hess, quien se ahorcó el 17 de agosto de 1987, a los 93 años, con el cable de una lámpara, aprovechando un descuido de los vigilantes. La prisión de Spandau fue demolida poco después para evitar su uso propagandístico por parte del movimiento neonazi, que, a pesar de todo, organizó en los años siguientes marchas anuales a la tumba de Hess en Wunsiedel (Baviera), hasta que la parroquia decidió no renovar la concesión de la parcela y, en 2011, y con el consentimiento de la familia, sus restos fueron incinerados y arrojados al mar.

Sólo tres de los acusados en aquel juicio fueron absueltos, con el voto en contra del juez soviético, Iona Nikítchenko: Hans Fritzsche, uno de los principales responsables de la propaganda nazi (posteriormente condenado a ocho años de prisión); Franz von Papen, vicecanciller alemán entre enero de 1933 y agosto de 1934; y Hjalmar Schacht, ministro de Economía entre agosto de 1934 y noviembre de 1937, y de quien el fiscal estadounidense, Robert H. Jackson, dijo famosamente que “su superioridad [intelectual] respecto a la mediocridad del común de los nazis no es su excusa; es su condena”. El industrial Gustav Krupp no pudo ser juzgado por su avanzado estado de edad y su manifiesta senilidad, aunque no se le retiraron los cargos que se le imputaban. Robert Ley, responsable del Frente Alemán del Trabajo, tampoco pudo ser juzgado, ya que se suicidó en su celda el 24 de octubre de 1945. Ley, uno de los hombres que había disfrutado de un tren de vida por todo lo alto durante el nazismo, terminó ahorcándose con una toalla anudada en torno a la cañería del inodoro.

Los “juicios subsiguientes”
Menos conocidos, sin embargo, son los doce de los llamados “juicios subsiguientes”, que las autoridades estadounidenses –no el TMI, aunque se celebraron en la misma sala– llevaron a cabo en Núremberg, en la zona de ocupación asignada a los Estados Unidos. Entre éstos se incluyen “el juicio de los doctores”, en el que se procesó a 23 médicos que experimentaron con reclusos de los campos de concentración y facilitaron los programas de exterminio del régimen, o “el juicio de los jueces”, en el que se sentó en el banquillo de los acusados a 16 magistrados, fiscales, juristas y abogados que contribuyeron a diseñar la arquitectura legal del nazismo y la implementaron. También se juzgó al alto mando militar, a 24 oficiales de los Einsatzgruppen (los escuadrones de la muerte de las SS en Europa oriental y la Unión Soviética) o a 12 generales responsables de la campaña en los Balcanes, entre otros. Aún menos conocidos todavía, y aún menos recordados por los medios de comunicación por motivos que se señalarán más adelante, son los tres juicios a los empresarios que financiaron el nacionalsocialismo, colaboraron con el régimen y se beneficiaron de él.

El primero de esos tres juicios fue contra el industrial Friedrich Flick y los administradores de sus empresas (19 de abril – 22 de diciembre de 1947) por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, entre ellos el saqueo y espolio de los territorios ocupados, tanto en el Este como en el Oeste, la apropiación de bienes ajenos mediante el proceso de “arianización” de la economía alemana, el uso de trabajo esclavo en las minas y fábricas del grupo, y la pertenencia al Partido Nacional-Socialista del Trabajo Alemán (NSDAP) y las SS del propio Flick. Este empresario fue uno de los participantes de la reunión secreta con Hitler del 20 de febrero de 1933 en Berlín, en la que el dinero fluyó a las cajas del partido después de comprometerse el líder del NSDAP a respetar la propiedad privada a cambio de aplastar a los marxistas. El propio Flick contribuyó con una generosa donación anual de 100.000 marcos. En correspondencia, las empresas de Flick fueron de las mayores beneficiarias del Tercer Reich: de 1933 a 1943 su capital pasó de 225 a 953 millones de marcos. No lo hizo, como se ha adelantado, con métodos legítimos: en 1944 la mitad de los 130.000 empleados del consorcio eran trabajadores esclavos o internos de los campos de concentración a quienes se encerraba en barracones sin camas, sin proporcionarles apenas comida y brutalmente golpeados por los guardias con regularidad. Se calcula que más de 10.000 de ellos perecieron por las pésimas condiciones a las que fueron forzados a trabajar.

Flick –quien desde 1944, ante el avance de las tropas aliadas, había ordenado reunir todas las facturas que acreditaban la financiación de partidos durante la República de Weimar para destruirlas y no dejar ninguna prueba– fue condenado a siete años de prisión, pero a pesar de cumplir íntegramente su condena, su fortuna quedó prácticamente intacta. En 1955, por ejemplo, contaba con un centenar de empresas que le reportaban unas ganancias de 88 millones de marcos. Ello le permitió convertirse en el hombre más rico de Alemania occidental, en el mayor accionista de Daimler-Benz y contar asimismo con participaciones en importantes empresas químicas y siderúrgicas como Feldmühle, Dynamit Nobel, Buderus y Krauss-Maffei. Flick recibió además la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania en 1963, y en Kreuztal (Renania del Norte-Westfalia) un instituto llevó su nombre hasta 2008. También se le dedicaron estadios en Rosenberg (Baviera) –el nombre no se modificó hasta 2012, después de una agria polémica– y calles en varios municipios, de las que todavía sobreviven cuatro: en Maxhütte-Haidhof y Schwandorf (Baviera), en Teublitz (Alto Palatinado) y en Burbach (Renania del Norte-Westfalia).

Del ‘Zyklon B’ a la Talidomida
El siguiente “juicio subsiguiente” concerniente a los financiadores del nazismo fue contra los responsables de IG Farben (14 de agosto – 30 de julio de 1948), a quienes se acusó de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, entre ellos: colaborar en la planificación y los preparativos para la agresión militar así como su desenvolvimiento, empleo de trabajo esclavo –la compañía contaba con instalaciones adyacentes al campo de concentración de Auschwitz– y experimentos humanos, y pertenencia a organización criminal. Las pruebas utilizadas en el proceso procedieron de los documentos incautados por la división financiera bajo el mando del general Dwight Eisenhower en la sede de la compañía en Frankfurt am Main, en abril de 1945.

Como recoge el protocolo del proceso, IG Farben suministró a la Wehrmacht caucho sintético, gasolina, nitrógeno, metales ligeros y, a través de sus filiales, explosivos. Poseía, además, un 42’5% de las acciones de Degesch, la empresa de pesticidas que fabricó el ‘Zyklon B’. Como es notorio, este insecticida se utilizó para ejecutar a los prisioneros en las cámaras de gas de los campos de Majdanek, Mauthausen, Dachau, Buchenwald y Auschwitz. El comandante de este último, Rudolf Höss, explicaría en su juicio que autorizó el uso de ‘Zyklon B’ tras la recomendación de un subordinado suyo, el Hauptsturmführer Karl Fritzsch, quien lo había empleado antes con prisioneros de guerra soviéticos a finales de agosto de 1941.

El ‘Zyklon B’ era adquirido a través de los distribuidores Heli y Tesch & Stabenow (Testa)–que llegó a ofrecer cursos en Riga y Sachsenhausen a los miembros de las SS para instruirlos en su manejo seguro–, y en ocasiones directamente a los fabricantes. Se calcula que sólo Auschwitz recibió 23’8 toneladas de ‘Zyklon B’, únicamente seis de las cuales se utilizaron para lo que había sido originalmente pensado: fumigar plantas. El presidente de Testa e inventor del ‘Zyklon B’, Bruno Emil Tesch, fue juzgado dos años antes por un tribunal militar británico en Hamburgo (1-8 marzo de 1946), que falló que Tesch conocía el destino del gas y, en consecuencia, lo condenó a la pena de muerte. Tesch fue ejecutado en la prisión de Hameln el 16 de mayo de 1946 junto con el vicepresidente de Testa, Karl Weinbacher.

No corrieron sin embargo la misma suerte los 23 procesados en el juicio contra IG Farben, la mayoría de ellos condenados a penas de prisión de uno a ocho años en la cárcel de Landsberg (Baviera), que no siempre cumplieron íntegramente. A pesar de haber sido condenados como criminales de guerra, varios se reintegraron en la vida económica de la República Federal Alemana (RFA) como miembros de los consejos de administración de empresas químicas y farmacéuticas. Uno de ellos, el químico Otto Ambrose, llegó incluso a ser asesor del canciller Konrad Adenauer y trabajó para la farmacéutica Grünenthal, en la que participó en el desarrollo de la Talidomida (comercializada en Alemania occidental como Contergan), un medicamento que se publicitaba como remedio contra la ansiedad y la náusea durante el embarazo y que provocó 10.000 nacimientos con malformaciones y miles de abortos no deseados. Otro de los condenados, Heinrich Bütefisch, recibió la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania en marzo de 1964 por su trabajo en la junta directiva de Ruhrchemie AG, pero cuando se hizo público su pasado nacionalsocialista se le retiró el galardón.

Pocos apellidos alemanes sean posiblemente tan conocidos como el de Krupp, cuya historia como proveedor de armas se remonta a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), en la que suministró a todos los bandos combatientes. Las empresas Krupp fueron el objeto del tercero de los “juicios subsiguientes” (8 de diciembre de 1947 – 31 de julio de 1948) relacionados con el capital que financió al nazismo. Como se encargó de recordar el fiscal Robert H. Jackson en su acusación, “cuatro generaciones de la familia Krupp han poseído y operado las grandes factorías de armamento y municiones que han sido la principal fuente de suministros de guerra de Alemania. Durante más de 130 años, esta familia ha sido el foco, el símbolo y el beneficiario de las fuerzas más siniestras implicadas en la amenaza a la paz en Europa”. La participación de la empresa en el régimen nazi era innegable: Krupp suministró generosamente a la Wehrmacht desde tanques hasta cruceros y submarinos pasando por cañones de artillería y munición. El aprecio por los nazis hacia su patrocinador era tal que en un discurso a las Juventudes Hitlerianas Hitler llegó a afirmar que “el joven alemán del futuro debe ser delgado y ágil, veloz como un lebrel, curtido como el cuero y duro como el acero de Krupp.”

El material de guerra de Krupp era fabricado por 100.000 trabajadores esclavos, entre ellos más de 23.000 prisioneros de guerra –principalmente en su factoría en Essen (Renania del Norte-Westfalia)– y 4.978 internos de los campos de concentración de Auschwitz y en Wroclaw (en alemán: Breslau), invariablemente en condiciones inhumanas: largas jornadas de trabajo, alojamiento inadecuado y expuesto a los bombardeos (en violación del Tratado de La Haya), malnutrición, falta de asistencia médica y brutalidad por parte de los guardias. En su declaración ante el tribunal, el Dr. Wilhelm Jäger, uno de los médicos de la empresa que fue enviado a supervisar las condiciones de los campos, relató en su testimonio que “las condiciones sanitarias eran atroces: en Krämerplatz [donde trabajaban 2.000 prisioneros de guerra soviéticos y franceses] solo había 10 cuartos de baño de niños para 1.200 reclusos… Los excrementos cubrían el suelo de estos baños por completo. Los tártaros y kirguises eran los que más sufrían: caían como moscas [a causa del] alojamiento, la mala calidad de la insuficiente comida, el exceso de trabajo y la falta de descanso… Miles de moscas, insectos y otros parásitos torturaban a los internos de estos campos”. En Nöggerathstrasse se llegó a hacer dormir a los prisioneros de guerra franceses durante seis meses “en jaulas para perros”: cinco reclusos dormían en cada jaula, “en la que tenían que entrar a cuatro patas”. Los hijos de las trabajadoras forzadas secuestradas en Europa del Este se alojaban en barracones para niños en condiciones no muy diferentes a las descritas y muchos de ellos murieron por la mala alimentación y falta de asistencia médica. El presidente, Alfried Krupp, respondió a todos los informes de Jäger con indiferencia.

Por todo ello, doce directivos de Krupp, incluyendo a su presidente desde 1943, Alfried Krupp von Bohlen y Halbach, fueron sentados en el banquillo de los acusados por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. Sólo uno de los acusados, Karl Heinrich Pfirsch, responsable de ventas de la empresa, fue absuelto: el resto fueron condenados a penas de prisión de entre tres y doce años de prisión, y a Alfried Krupp se le impuso además la venta de sus posesiones. Como en los casos de Flick e IG Farben, el tribunal rechazó los argumentos de la defensa de que los acusados no hicieron más que “cumplir órdenes” y de que actuaron por “necesidad”, asegurando que se habían visto obligados a alcanzar las cuotas de producción impuestas por el gobierno alemán y que, para conseguirlo, era necesario hacer uso de la fuerza de trabajo proporcionada por el Estado porque no había otra disponible, y que, de haberla rechazado, ello hubiera acarreado consecuencias para los empresarios y sus administradores. De igual modo, se desestimó el argumento de la defensa de que el tribunal estaba aplicando una “justicia de vencedores”, así como que las leyes que se les acusaba infringir no estaban vigentes en el lugar y el momento de las acciones realizadas (nullum crimen, nulla poena sine praevia lege).

Sin embargo, el alto comisario de EE UU para la RFA, John J. McCloy, convencido de la necesidad de restaurar la capacidad industrial de Alemania occidental frente a una emergente URSS, decidió entre 1951 y 1952 reducir las penas de la mayoría de los acusados. El propio Alfried Krupp fue amnistiado el 31 de enero de 1951 y se le restituyeron sus propiedades en la RFA, que en la zona de ocupación soviética (a partir de 1949 la República Democrática Alemana) habían sido ya expropiadas. El terreno para la amnistía lo habían preparado antes las cámaras de comercio, las organizaciones empresariales y los medios de comunicación conservadores, que habían puesto en marcha una intensa campaña de relaciones públicas para relativizar las acciones de Krupp durante el nazismo. Cabe decir que lograron su cometido con creces, ya que Krupp se convirtió como es sabido en una de las empresas más importantes de posguerra. En 1999 se fusionó con Thyssen AG, cuyo presidente en el período de entreguerras, Fritz Thyssen, también financió generosamente al nacionalsocialismo hasta 1933, cuando su relación con el régimen comenzó a deteriorarse. Thyssen, que abandonó Alemania en 1939 y en 1940 publicaría en Francia una biografía titulada Yo financié la ascensión de Hitler, llegaría a ser internado tras su detención en el régimen de Vichy y extradición a Alemania en varios campos de concentración, aunque siempre recibió un trato de favor por su condición social.

“Lo hicieron voluntariamente”
En el juicio contra IG Farben, el fiscal presentó como prueba núm. 58 el siguiente fragmento del interrogatorio a Göring:
P. ¿Habría contemplado Alemania su vasto programa de agresión si no hubiesen contado con el pleno apoyo de los industriales durante todo el tiempo?
R. Los industriales son alemanes. Tenían que apoyar a su país.
P. ¿Les forzaron a hacerlo o lo hicieron voluntariamente?
R. Lo hicieron voluntariamente, pero de haberse negado, el Estado habría dado un paso al frente.
P. ¿Piensa que el Estado habría sido lo suficientemente fuerte para forzar a la gran industria a ir a la guerra si ésta no quería la guerra?
R. Cuando llegó el momento de ir a la guerra, todas las industrias nos siguieron sin problemas de conciencia.

Lo cierto es que tampoco tuvieron problemas de conciencia antes de la guerra: sin las donaciones de los industriales —a quien Hitler había cortejado abiertamente desde 1926-1927 presentando a su partido como dique de contención del bolchevismo—, el NSDAP no hubiera podido desembolsar por ejemplo los 805.864 marcos que costó la compra y renovación del Palacio Barlow de Múnich, donde el partido estableció su sede. Después de la ya mencionada reunión secreta del 20 de febrero de 1933, los “capitanes de industria” donaron tres millones de marcos —más de dos millones de los cuales se ingresaron en un fondo fiduciaro ad hoc creado por Schacht— para financiar a la ultraderecha. Los porcentajes son significativos: el 25% se destinó al Frente Negro-Blanco-Rojo, la coalición liderada por Franz von Papen, y el 75% restante al NSDAP. Según Martin Blank, uno de los testimonios de aquella reunión, aquel mismo día los representantes de la industria siderometalúrgica se comprometieron a donar un millón de marcos, mientras que el fabricante de maquinaria Wolfgang Reuter prometió entregar 100.000 marcos, la misma suma que dio Siemens. En el fondo de Schacht aparecen Osram, que donó 40.000 marcos (27 de febrero), Telefunken, con unos 35.000 (27 de febrero), IG Farben, con unos 400.000 marcos (28 de febrero), o AEG, con 60.000 (3 de marzo), por señalar sólo las compañías más conocidas de la lista, en la que también figuraban empresas mineras y de fabricación de maquinaria.

No sólo fue la industria: el acuerdo entre Papen y Hitler para hacerse con la cancillería se fraguó en la casa de un banquero, Kurt Freiherr von Schröder, en Colonia, con la mediación una vez más de Schacht. En su declaración en el juicio de Núremberg, Schröder narró cómo “antes de dar este paso, conmigo hablaron una serie de caballeros de la economía y me informé en general de cómo la economía quería establecer una cooperación entre ambos.” “Los mayoría de los esfuerzos de los hombres de la economía se dirigían”, continuaba Schröder en su declaración, “a ver la llegada al poder de un líder fuerte en Alemania que construyese un gobierno que permaneciese en el poder por un largo período tiempo”. Cuando “el NSDAP sufrió el 6 de noviembre su primer revés en las urnas y alcanzó con él su techo electoral, el apoyo de la economía alemana se hizo especialmente apremiante”. De acuerdo con el testimonio de Schröder, “existía un interés común en la economía en el miedo del bolchevismo y la esperanza de que los nacionalsocialistas, una vez en el poder, estableciesen una política consistente y sólidos fundamentos económicos en Alemania”.

Quizá la mayoría de industriales y banqueros viese a los nazis como parte de la constelación de fuerzas conservadoras que habían de impedir el ascenso del movimiento obrero organizado que suponían tanto el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) como el Partido Comunista de Alemania (KPD) y sus sindicatos. Carl von Ossietzky escribió en Die Weltbühne cómo el magnate de los medios de comunicación Alfred Hugenberg no quería “dejar libre a su golem, Hitler.” “Cuando ya no lo necesite más”, creía Ossietzky, “le cortará el grifo de la financiación y el movimiento nacionalsocialista desaparecerá tan misteriosamente como estos últimos dos años misteriosamente ha crecido”. Años después el dramaturgo Heiner Müller compararía a los nazis con un perro rabioso atado a una correa que finalmente se aflojó demasiado. Sea como fuere, como escribe Antoni Domènech en El eclipse de la fraternidad (Crítica, 2004; Akal, 2019), “lo que el propio [fiscal estadounidense] Telford Taylor llamó ‘guerra civil fría’ desencadenada en EE UU contra los ‘comunistas rooseveltianos’ contribuyó decisivamente a que las condenas judiciales a la oligarquía industrial y financiera alemana quedaran en nada”, entre otras razones, “gracias a la enorme presión de la derecha empresarial y política norteamericana que consideró –no sin un punto de razón– que procesar a los Flick, a los Krupp y compañía era tanto, según expresó en su día el luego tristemente célebre senador McCarthy, ‘como procesar a los Ford y a los Rockefeller’”.

No se produjo una caída de los dioses: el capital sin el que el nazismo no hubiera sido posible fue restituido en su lugar, considerado como un ‘mal necesario’ para hacer de Alemania occidental un muro de contención contra la expansión del comunismo soviético, a pesar de que ello suponía una violación del apartado B.12 del Acuerdo de Potsdam de 1945, según el cual “en el plazo más breve posible la vida económica alemana ha de descentralizarse con el objetivo de destruir la desproporcionada concentración existente del poder económico, representada especialmente por los carteles, corporaciones, trusts y otras asociaciones monopolistas”.

La URSS defendió en todo momento el establecimiento de un castigo ejemplar e inequívoco a los criminales de guerra nazis: sobre ellos tenía que caer todo el peso de la ley, sin concesiones. Esta manera de proceder tenía como fin impedir que su memoria pudiese ser rehabilitada y asestar a un mismo tiempo un golpe definitivo al capital que había posibilitado el peor conflicto de la historia de la humanidad. Buena parte del resto de los Aliados, en cambio, temía que el juicio a los notables de la vida económica alemana se convirtiese en una poderosa herramienta propagandística para los soviéticos. Como seguramente se refleje en los medios de comunicación estos días, hubo un Núremberg que ha llegado a ser muy conocido por el público y otro que no, y que, además, quedó incompleto. Ángel Ferrero es miembro del comité de redacción de Sin Permiso

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domingo, 29 de noviembre de 2020

_- Entrevista a Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia. “Un filósofo no puede mirar para otro lado cuando la ciencia configura nuestra vida”.

_- Fuentes: SINC
El investigador y profesor de la Universidad de Málaga Antonio Diéguez acaba de publicar una segunda edición revisada y ampliada de un manual que sirve tanto como libro de texto como para la divulgación de la filosofía de la ciencia al público general.

Antonio Diéguez (Málaga, 1961) es una voz respetada en diversos campos de la filosofía de la ciencia, la biología y la tecnología en España, especialmente, en el transhumanismo, el realismo científico y la epistemología evolucionista. Algunos de estos debates, consolidados o aún abiertos, se recogen en Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad (UMA Editorial), una reedición de este libro de texto de 2005 que el profesor e investigación de la Universidad de Málaga ha ampliado y actualizado a nuestro tiempo. El propósito de esta publicación, según explicó Diéguez en la presentación virtual del libro, es servir como libro de texto para alumnos de filosofía de la ciencia y de otros grados de ciencias y humanidades. A su vez, el libro tiene una naturaleza divulgativa en su redacción y un importante carácter introductorio a todos los debates y conceptos fundamentales, lo que ayuda a que pueda servir al gran público a conocer qué hace la filosofía de la ciencia y cuál es su utilidad en el siglo XXI.

¿Por qué está motivada esta nueva edición del libro? ¿Qué le ha empujado a ello?
En primer lugar y más urgente es porque se había agotado la primera edición y yo la necesitaba para los alumnos. Pero también hay temas que han necesitado una actualización porque algunos debates han continuado en estos últimos años de manera intensa, como el que versa sobre el realismo científico o sobre el papel de los modelos en la ciencia, y eso había que recogerlo. Luego también porque me apetecía incluir algún autor más como Stephen Toulmin y corregir algunas cosas, pulirlas. Le iba haciendo falta haciendo una actualización.

¿Qué es el realismo científico?
La idea básica es si las teorías científicas son una explicación o interpretación del mundo real, y por tanto nos ofrecen información aproximadamente verdadera del mundo real; o deben interpretarse más bien como herramientas conceptuales para manipular la realidad y por tanto no hay que comprometerse con la verdad literal, ni siquiera aproximada, de las teorías científicas.

Entiendo que habrá matices intermedios entre esas dos posturas…

Hay muchos matices intermedios, muchas variedades de realismo e instrumentalismo, que es como se llama la posición antirrealista. Pero hay otras muy potentes, como el empirismo constructivo de Van Fraassen que dice que las teorías científicas tienen dos niveles: uno observacional y otro teórico. En el primero sí se puede aceptar la verdad o falsedad de las hipótesis; pero a nivel teórico hay que suspender el juicio y el científico debe decir que la teoría encaja con la realidad pero no puede decir que sea verdadera.

¿Está el empirismo constructivo muy ligado a la teoría cuántica de la física?
La fuente principal del antirrealismo viene de la física, sobre todo. Es muy difícil mantener posiciones antirrealistas desde la biología animal o la bioquímica, o cualquier otra ciencia que no sea la física. Aquí el antirrealismo tiene un apoyo muy fuerte en la teoría cuántica porque en ella suceden cosas muy extrañas, como que el sistema cuántico en algunas de sus propiedades depende del propio acto de observación, y eso no tiene una interpretación realista fácil.

¿Cuál debería ser el objetivo de la filosofía de la ciencia, si es que hay uno?
La filosofía de la ciencia surge como disciplina en el Círculo de Viena y su manifiesto fundacional se publica en 1929 con el título de La concepción científica del mundo. Desde el principio ha tenido el objetivo fundamental de analizar cómo funciona la ciencia, cuál era la estructura lógica de las teorías científicas y, sobre todo, cómo justifica la ciencia sus conocimientos. Pero esto se fue ampliando posteriormente. Karl Popper le añadió un mayor calado metafísico, se interesó con la relación de las teorías con la realidad pero ya en un sentido más fuerte del término “realidad” no solo por cómo se justifican el conocimiento sino también cómo vamos progresando hacia mayor contenido verdadero en nuestras teorías.

Thomas Kuhn, en el año 1962, publicó La estructura de las teorías científicas, uno de los libros más influyentes en las ciencias sociales y la filosofía. Con él le dio también una orientación añadida al análisis de la ciencia como actividad, no solo como modo de conocimiento, sino también como actividad humana. Ahí introdujo una consideración a los factores sociales.

Cuando comenta actividad humana, ¿se refiere a la ciencia como profesión?
Sí, como profesión investigadora, pero también como institución, como organización, como comunidad… Aspectos sociales, institucionales y políticos, aspectos que el Círculo de Viena ni Popper habían tenido en cuenta.

¿La filosofía de la ciencia puede ser útil para la investigación?
Puede ser útil, pero no está entre sus objetivos principales ser útil a la investigación científica. Es una disciplina que trata de conocer bien la ciencia, interpretarla y darla a conocer al público interesado. Saber cómo ha sido la ciencia a lo largo de su historia, cómo procede hoy día, cuáles son sus bases metodológicas y epistemológicas, etcétera.

Ahora bien, algunos científicos han tenido interés por la filosofía de la ciencia y hay ocasiones que eso ha beneficiado su trabajo, aunque esto es una cuestión circunstancial. No es extraño que algunos científicos hayan leído sobre todo a Popper, un filósofo que les suele gustar bastante, y hayan sacado alguna conclusión interesante. Por ejemplo: Willi Hennig, el fundador del cladismo, que es una de las escuelas principales de la taxonomía, afirmó que alguna vez había obtenido alguna inspiración leyendo a Popper.

Pero eso no deja de ser una inspiración. ¿Hay alguna aplicación o utilidad más clara?
Hay partes de la filosofía de la ciencia más especializada donde la utilidad es más clara. Yo soy especialista en filosofía de la biología, donde sí que ha habido trabajo conjunto entre filósofos y biólogos que han contribuido al avance de una disciplina. Por ejemplo, los trabajos del filósofo de la biología Elliott Sober en el tema de la selección de grupos: son comentados y contrastados por muchos biólogos, incluso este autor ha publicado con biólogos para desarrollar sus ideas. O los análisis que se han hecho en filosofía de la biología sobre nociones centrales como adaptación o gen. Ese trabajo de verificación conceptual sí ha tenido una mayor atención por parte de los científicos y sí ha sido útil para su propio trabajo.

En cambio, en el caso de la filosofía general de la ciencia, que es la que ha predominado hasta final del siglo XX, vemos que la utilidad para el trabajo de los científicos ha sido muy testimonial.

¿Por qué esta asignatura, en el caso de su universidad, no se imparte en grados de ciencias naturales, de la salud u otros?
Me parece una pena y es algo que no sucede en otros países. Anteriormente, en la licenciatura de Filosofía existía la libre configuración: alumnos de cualquier carrera podían coger un número de créditos determinado de otras carreras. En filosofía de la biología, la mitad de mis alumnos venían de Biología y se matriculaban al igual que los alumnos de Filosofía, en las mismas condiciones. Aquello era muy enriquecedor para todos los alumnos y para mí también. Eso se acabó con Bolonia, que quitó la libre configuración y redujo enormemente la optatividad en todas las carreras. Para cualquier titulación se ofrecían ya muy pocas optativas y era lógico que en Biología las optativas fuesen de su grado, no iba a venir otra optativa de fuera. El plan Bolonia debería haber abierto la optatividad, que era lo coherente.

¿Qué sensaciones deja a sus alumnos cuando terminan de cursar sus asignaturas?
Creo que, al menos, consigo convencerles de que esta asignatura es importante para un filósofo. Cuando se matriculan en ella tengo la impresión de que creen que [la ciencia] se trata algo periférico, algo que no es central de la filosofía o que las cuestiones están en otra parte, en otros autores, temas o enfoques. Cuando terminar de ver la asignatura, creo que se convencen de que algunas de las cuestiones centrales de la filosofía están aquí, en la filosofía de la ciencia y de la tecnología.

Si hay algo que caracteriza nuestro tiempo es el desarrollo científico y técnico, un filósofo no puede permanecer de espaldas a eso. Si quieren entender la realidad de su época no puede dejar de entender lo que está haciendo el ser humano con la ciencia y la tecnología, para bien, para mal o para regular. Un filósofo no puede mirar para otro lado cuando la ciencia está configurando nuestro modo de vida.

Esta perspectiva va muy de la mano sobre cómo asume la sociedad el concepto de cultura científica, no como cultura y ciencia como elementos separados, sino que van de la mano…

Eso es algo en lo que insisto mucho y lo vemos de manera muy clara los que estamos en una zona fronteriza entre la ciencia y la filosofía. Esa separación entre dos ámbitos culturales, opuestos, entre ciencias y humanidades, tiene una historia mucho más corta de lo que se piensa.

En la actualidad, además, hay muchas zonas fronterizas, híbridos entre naturaleza y sociedad, como lo llama el filósofo y sociólogo Bruno Latour, entre ciencias y humanidades. Eso que llamamos cultura incorpora en la actualidad de manera clara a la ciencia. No tiene sentido decir que alguien con formación cultural solo trabaja sobre el arte, la literatura, la filosofía, pero que se puede desentender por completo de la ciencia. Esa persona no tiene realmente una cultura equilibrada o completa porque la ciencia forma una parte fundamental de la cultura. Todo lo que tiene que ver con la tecnología informática y de la información tiene una base científica que se debe conocer. Si no, uno está perdido.

Un aspecto de la filosofía de la ciencia, más tangible y sobre sí que se reflexiona y estudia es la demarcación de ciencia y pseudociencia…

Es una de las preocupaciones principales de los filósofos de la ciencia a lo largo del siglo XX. Ahora es un asunto no tan central porque ya se ha llegado a la convicción de que, aunque no hay una definición unánime de ciencia, sí que tenemos una serie de criterios reconocibles que nos ayudan a definir cuándo algo es pseudocientífico. Hay ejemplos muy claros de pseudociencia, como la homeopatía.

¿Considera que esta pandemia ha cambiado la percepción que tiene la población sobre la ciencia en nuestra cultura y modo de vida?
Yo creo que algo sí ha cambiado. Hay una percepción mucho más clara de que necesitamos de la ciencia para resolver los graves problemas que tiene la humanidad. Entre ellos, para tener una salud pública mínimamente garantizada. Se ha comprendido que la salud pública es un asunto global, que no depende de una región o un país, sino del mundo entero. Vivimos en un mundo globalizado y eso nos pone en peligros que antes eran inimaginables, como esta pandemia u otras que pueden venir. De pronto se miró a la ciencia con esperanza, exigiendo un remedio. Nunca se había conseguido conocer a un virus con tanta rapidez y avanzar hacia una vacuna con tanta prontitud.

La ciencia está respondiendo bien.
Dicho esto, hay que afirmar que hay muchos malentendidos con la ciencia todavía. Por ejemplo: se vio como una señal de desorientación el que los científicos no estuvieran de acuerdo durante unos meses sobre la naturaleza del virus y de los mejores tratamientos contra este. La ciencia necesita del desacuerdo, de la discusión. No es solo consenso o ideas con las que toda la comunidad científica concuerda. El desacuerdo es fundamental para el avance del conocimiento, lo que pasa es que eso no lo sabe casi nunca el gran público.

¿Qué perspectiva tiene de la herramienta de edición genética CRISPR? ¿Se observa con cierta preocupación o se confía en el consenso que puede existir en la comunidad científica sobre su uso?

Digamos que se contempla con preocupación en algunos aspectos y con esperanza en otros. Esta tecnología es muy potente y va a cambiar toda la biotecnología y el modo en que podemos transformar a los propios seres vivos. Ya lo está haciendo también con algunos animales y en el horizonte está hacerlo con el ser humano. Lo intentó el científico chino He Jiankui y no lo hizo correctamente —porque la tecnología no está aún preparada— y recibió la condena unánime de la comunidad internacional.

Eso es un objetivo que está en el horizonte, y los filósofos ya se plantean que cuando esto sea aplicable al ser humano, ¿qué sería legítimo hacer? Si solo es legítimo para fines terapéuticos o si también habría algún caso para conseguir ciertas mejoras de tipo genético en el propio ser humano. Eso es muy peligroso porque entramos en el terreno de la eugenesia. La pregunta es si esta eugenesia sería igual que en el pasado. Los defensores de una aplicación irrestricta dicen que no, que es una “eugenesia liberal” a la que no le serían aplicables los mismos reproches que la antigua eugenesia, que era de carácter totalitario.

¿Hay más posibles aplicaciones de CRISPR que preocupan?
Se pueden encontrar algunas otras, como la posibilidad de resucitar especies extintas. Ya se ha hecho una vez aquí en España, justamente. El único caso que ha habido de resurrección de una especie extinta: el bucardo, una cabra del Pirineo que se había extinguido en el año 2000-2002 y se había conservado material genético. Con él se hizo nacer a un cabritillo en una especie cercana que vivió solo unos minutos y murió por un defecto pulmonar. Durante al menos unos minutos esa especie resucitó después de haberse extinguido. Esto abre posibilidades enormes. El catedrático de genética de Harvard, George Church, quiere resucitar un mamut. Ahí se plantean problemas de mucho calado, no solo éticos sino también ecológicos.

Estas son cuestiones sobre las que hay que ir pensando: los bebés de diseño, la posibilidad de resucitar especies extintas, el modo en que estas tecnologías puede agravar las desigualdades y crear una casta de ricos genéticamente mejorados, etcétera.

Fuente:

sábado, 28 de noviembre de 2020

_- Día Internacional de la Felicidad: 5 ejercicios para ser más feliz según Laurie Santos, la profesora que da el curso más popular en la historia de la Universidad de Yale

_- Alcanzar la felicidad no es algo que ocurre solo, hace falta practicar. 

 "La ciencia nos ha mostrado que ser feliz requiere un esfuerzo intencional", dice la psicóloga Laurie Santos.

"No es fácil, hay que dedicarle tiempo", asegura en conversación con BBC Mundo.

Santos es profesora de la Universidad de Yale en New Haven, Estados Unidos, donde imparte el curso "Psicología y Buena Vida". 
Laurie Santos (Foto: Schirin Rangnick / Universidad de Yale) Pie de foto,

Laurie Santos es la profesora de la exitosa materia Psicología y Buena Vida. Con más de 1.200 alumnos inscritos, su clase se convirtió en la más popular en los tres siglos de historia de Yale.

Santos basa su curso en la psicología positiva, que es el área de la psicología que estudia la felicidad.

"La psicóloga Sonja Lyubomirsky compara ser feliz con aprender a tocar el violín o convertirse en una estrella de fútbol", dice Santos. "No es algo que simplemente puedas hacer, tienes que practicar para ser cada vez mejor".

En base a esas premisas, Santos les enseña a sus alumnos a "hackearse", es decir, a reprogramar sus hábitos para que sean más felices y saludables. "Ser feliz no es fácil, hay que dedicarle tiempo", dice Laurie Santos

Estas son algunas de las tareas que tienen que cumplir los alumnos de Santos para tratar de ser más felices: 

1. La lista de la gratitud 
Durante una semana, cada noche los estudiantes deben escribir las cosas por las cuales se sienten agradecidos.

Así crean su propia lista de gratitud.

"Suena bastante simple pero hemos visto que quienes hacen este ejercicio de manera regular tienden a ser más felices", dice Santos.

2. Dormir más y mejor
A los alumnos de Santos les cuesta trabajo dormir 8 horas diarias.

Según Santos, este ejercicio les resulta bastante difícil a sus estudiantes, pues en Yale deben cumplir con una gran carga de tareas.

El reto consiste en dormir 8 horas cada noche durante una semana.

"Parece tonto, pero sabemos que aumentar el sueño disminuye la depresión y aumenta la actitud positiva", dice Santos. 

3. Meditar 
La tarea consiste en meditar 10 minutos cada día.

Santos explica que los estudios muestran que la meditación y otras prácticas que aumentan la atención plena, les pueden ayudar a ser más felices. 

4. Más tiempo para compartir con la familia y los amigos 
Santos también menciona que las investigaciones han mostrado que las cosas que normalmente traen felicidad tienen que ver con las relaciones interpersonales y las conexiones sociales.

"Tener tiempo para estar con tus amigos y tu familia, disfrutar el momento, ser consciente y experimentar el mundo", enumera. 
 

Santos recomienda pasar más tiempo con los amigos y la familia

"Muchas veces relacionamos la riqueza con la cantidad de dinero que tenemos", explica Santos, "pero las investigaciones han mostrado que está relacionada más con cuánto tiempo tienes".

"Si estás sacrificando tu tiempo para trabajar más y ganar más dinero, eso no es un buen comportamiento. Sería mejor aumentar la cantidad de tiempo libre que tienes". 

5. Menos redes sociales y más conexiones reales 
Para Santos, también es importante no dejarse engañar por las sensaciones de satisfacción que ofrecen las redes sociales.

"Las redes sociales no nos están haciendo tan felices como nosotros creemos", dice la psicóloga Santos

"Las investigaciones nos muestran que la gente que más usan redes como Instagram, tiende a ser menos feliz que aquellos que las usan menos. Esto significa que estas redes sociales no nos están haciendo tan felices como nosotros creemos".

"Hay que desconectarse de las redes sociales y dormir un poco más".

viernes, 27 de noviembre de 2020

La fascinante aventura de Richard Davies, el hombre que viajó a "las 9 economías más extremas" del mundo y qué lecciones aprendió

Uno de los destinos fue el campo de refugiados sirios Zaatari, en Jordania.

Si ya es poco común que un economista salga a la calle a ver cómo funcionan en la práctica las grandes teorías y a conversar con los seres humanos que están detrás de las bases de datos, más raro aún es que viaje a lugares extremos para estudiar cómo sobrevivimos en las peores circunstancias y qué soluciones económicas inventamos.

Pero Richard Davies, quien fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del Tesoro del Reino Unido (HM Treasury), economista del Banco de Inglaterra y editor de la revista The Economist, viajó no solo a uno, sino a nueve. Y muy variados:

Zaatari, un campo de refugiados sirios en Jordania
La Prisión Estatal de Luisiana en Estados Unidos
La región del Darién en la frontera entre Colombia y Panamá
Kinshasa en la República Democrática del Congo
Aceh, Indonesia, epicentro de uno de los peores desastres naturales de la historia
Glasgow en Escocia
Akita en Japón
Tallinn en Estonia y
Santiago en Chile

"El capital financiero opera de maneras fascinantes en ambientes extremos", le dice a BBC Mundo Davies, quien actualmente trabaja como investigador de la London School of Economics y la Universidad de Bristol.

Davies actualmente trabaja como investigador de la London School of Economics y la Universidad de Bristol.

En el recorrido, cuenta, descubrió cómo la gente se las ingenia para crear nuevos sistemas y cómo la fortaleza humana no conoce límites cuando una comunidad tiene que adaptarse y reconstruirse en medio de la adversidad.

Con esa experiencia publicó el libro "Economías Extremas", el cual incluye sorprendentes historias como la de los presos de Luisiana cuya moneda de intercambio son las latas de pescado, o la de los refugiados sirios que transformaron la leche en polvo en un gran activo comercial para hacer negocios.

Para escribirlo recorrió 160.000 kilómetros y realizó más de 500 entrevistas que le dieron pistas sobre el poder de la resiliencia humana y las fuerzas económicas que pueden darle forma al futuro.

¿Cómo se le ocurrió la idea de hacer un libro tan poco tradicional para un economista?

Quizás se me ocurrió porque no siempre fui economista. Primero fui estudiante de medicina y ahí aprendí que hay información valiosa en los ejemplos extremos, algo que usualmente no investigamos en el ámbito económico.

Siempre buscamos los promedios como, por ejemplo, cuál es el efecto promedio de una reforma impositiva, o cómo una política puede afectar a una familia promedio.

Pero en campos como la medicina se investiga qué pasa en casos extremos cuando sobrevive un individuo que se suponía que iba a morir y esa idea de buscar el caso excepcional no la aplicamos en el ámbito económico.

En Zaatari los refugiados lograron levantar sus propios negocios y hasta transformaron la leche en polvo en un gran activo comercial para acceder a la moneda local de Jordania.

Y por otro lado, mi hermana, que es directora de prisiones, ha visto como en las distintas cárceles se desarrolla una economía oculta, una economía que no es oficial.

Entonces pensé que ese era un buen ejemplo de resiliencia, en el sentido de que te ves forzado a construir un sistema.

Así fue como me puse a pensar en distintos lugares donde la gente tiene que enfrentarse a estas fuerzas extremas y a construir o reconstruir su entorno económico.

¿Por qué separó el libro en tres partes: sobrevivencia, fracaso y futuro?

Quería escribir sobre los grandes temas que van a afectar a la economía en el futuro, como los cambios tecnológicos, el envejecimiento de las sociedades, el aumento de la desigualdad. Por eso el capítulo final va en esa línea.

Luego me interesaba investigar el éxito de la sobrevivencia y ahí es donde incluí la prisión, el campo de refugiados y un desastre natural, ejemplos de cómo un grupo de personas logra vencer las peores condiciones.

En la Prisión Estatal de Louisiana usaban latas de pescado como moneda de intercambio.

Pero luego pensé que, como tenemos ejemplos en todo el mundo donde ocurre lo contrario, donde los sistemas fracasan, era interesante ver el otro lado de la historia y viajar a lugares que lo tenían todo para construir las mejores economías del mundo, pero fracasaron.

¿Cómo y por qué seleccionó esos nueve lugares en particular?
Lo hice aplicando un método cuantitativo usando datos.

Elegí primero los temas -desastre naturales, guerra y el sistema carcelario- y luego busqué ejemplos extremos de esos temas.

Por ejemplo, fui a Estados Unidos porque es el país con la mayor tasa de encarcelamiento del mundo; elegí Luisiana porque es el estado que lidera el ranking; y dentro de Luisiana escogí la Penitenciaría Estatal de Luisiana porque es la mayor cárcel de alta seguridad.

Lo mismo hice al buscar el mayor desastre natural del mundo, y por eso fui a Aceh en Indonesia.

Mapa Davies
Para el capítulo de los fracasos tenía varias alternativas que al final descarté.

Estuve a punto de ir a Buenos Aires. No es que Argentina sea comparable con Kinshasa en la República Democrática del Congo, pero es interesante porque Argentina podría haberse convertido en una superpotencia, pero no lo logró.

En cambio elegí Chile por el tema de la desigualdad, aunque estuve muy cerca de ir a México por la misma razón.

La Provincia de Aceh, en Indonesia, quedó devastada con el terremoto y tsunami de 2004.

Al final fui estricto con el método de seguir los datos y por eso viajé a Santiago.

De todos los lugares donde viajó, ¿Cuál le causó la mayor impresión a nivel personal?

Kinshasa. Es un lugar alucinante. Una ciudad de 10 millones de habitantes que en realidad es una gigantesca aldea. No hay nada. Está lleno de casas hechas con cartones y techos de lata.

Y en las calles puedes ver miles y miles y miles de personas negociando en medio de una pobreza abyecta.

"La historia de Kinshasa y del Congo es la historia del peor desastre económico del mundo", dice Davies.

Es increíble ver eso en una ciudad.

Yo he estado en partes muy pobres de varios países, como Kenia o Colombia, por ejemplo, pero Kinshasa impresiona por la cantidad de personas concentradas en el mismo lugar.

Como economista, uno piensa en el potencial de ese lugar.

Está a la orilla del río Congo. Se sabe desde hace muchos años que ahí se podría construir una represa y que la ciudad podría tener un desarrollo industrial, pero la gente ni siquiera tiene agua limpia para consumir.

Y cuando cae la noche, no hay electricidad y todo queda completamente oscuro. Es como estar en el campo o en el medio del desierto, pero es una ciudad gigante.

La historia de Kinshasa y del Congo es la historia del peor desastre económico del mundo. Estando ahí se hace evidente el valor de tener un buen gobierno.

De una manera muy distinta me impresionó la ciudad de Akita, en el norte de Japón, donde todas las personas eran mayores de 65.

O ir a Santiago, donde conoces gente en Las Condes y luego bajas a los barrios pobres y ves el gigantesco contraste. Fue muy, muy emotivo.

¿Y qué lecciones económicas aprendió en toda esta aventura que son valiosas para el resto del mundo en el contexto actual?

Del viaje que hice al campo de refugiados, a la zona del tsunami y la cárcel, que aparecen en el primer capítulo, aprendí que los individuos tienen una inmensa capacidad de construir su propia economía casi de la nada.

Si solo leyeras ese capítulo, podrías pensar que lo único que necesitas es un sistema de libre mercado y que es mejor que el gobierno se haga a un lado y que la gente haga lo que quiera, como una visión muy libertaria de la sociedad.

Davies cuenta que una de las cosas que aprendió en el viaje es que "los individuos tienen una inmensa capacidad de construir su propia economía casi de la nada". Uno de esos lugares es el campo de refugiados sirios Zaatari.

Y aunque hay algo de verdad en esa percepción, el viaje me mostró el valor de tener un sistema político estable.

Eso es algo que sabe todo el mundo, pero lo que aprendí directamente es la manera en que daña a la gente en la vida real.

Yo solía trabajar en el Banco Central de Inglaterra y uno de los temas fundamentales es la inflación. Pero en un país como el Congo, donde la moneda local no es estable, el costo de una alta inflación recae en los más pobres.

En ese país no hay apoyo del Estado y la única forma de sobrevivir es con el comercio informal.

Muchas personas compran una bolsa de carbón en Kinshasa para revenderla en pequeñas cantidades. El problema es que el precio cambia en cuestión de horas por las variaciones de la inflación.

Algunos compran grandes bolsas de carbón, que la gente usa para cocinar, y luego la venden por partes. El problema es que el dinero es tan volátil que el valor de la moneda puede cambiar rápidamente de un lugar a otro de la ciudad.

Entonces terminan vendiendo el carbón a un precio demasiado bajo, porque en horas el precio cambia. Y cuando van a comprar otra bolsa grande, el dinero ya no les alcanza.

¿Qué tan rápido se dispara la inflación?
En Kinshasa puede dispararse en una noche por la manera en que funciona el banco central. Se destruye de un momento a otro el capital que puede tener la gente más pobre del planeta.

Ellos viven bajo una lata al lado de una cloaca. Ellos sufren el impacto de malas políticas.

Otra cosa que aprendí es cómo funciona la corrupción en el terreno, cómo funciona desde arriba hasta llegar a los niveles más bajos.

Si vas manejando y quieres dar una "vuelta en u", tienes que llamar a un policía y pagarle para que detenga el tráfico y te deje dar la vuelta. Esa es la manera de hacerlo, no hay otra.

Davies estudió cómo funciona la economía en las calles de Kinshasa.

En cualquier país eso sería un soborno. Pero en Kinshasa, sabes que el policía tiene hambre, que es tu vecino.

Eso cambia completamente la idea de qué es moral o inmoral. Ese policía no tiene otra manera de comer y si entrega un servicio útil, se hace el negocio.

Hay muchos ejemplos como ese. O cuando los niños egresan de la escuela, le tienes que pagar al profesor para que te entregue el certificado, pero no hay otra manera de que el profesor pueda sobrevivir.

Como es un lugar tan extremo, pone a prueba la idea de que la corrupción siempre es algo malo. En ciertos lugares del mundo, es lo único que se puede hacer para comer.

Si vamos al viejo dilema sobre qué funciona mejor, ¿libre mercado o un sistema con fuertes regulaciones?, ¿libre mercado o mayor control estatal?, ¿o dónde está el mejor balance entre esos dos caminos?... ¿Cuál es su opinión?

Esa es la vieja pregunta, me gusta la manera en que lo pones porque es "la" pregunta. No tengo una respuesta establecida al respecto.

Muchos libros de economía y negocios suelen llevar un título al estilo de 10 reglas para conseguir algo, o 10 pasos para alcanzar lo que sea.

Pero ese tipo de fórmulas claramente no funcionan en economía.

Lo que espero es que el libro le dé a la gente algunas señales sobre esa vieja y gran pregunta: ¿Cómo sacamos el máximo partido de los mercados sin permitir que operen desenfrenadamente?
Es una pregunta muy difícil de contestar.

La primera parte del libro contiene ejemplos que muestran que la gente a la que le encantan los mercados libres, gente como podría ser Milton Friedman o los libertarios, están -en parte- en lo correcto.

El libro está dividido en tres capítulos: sobrevivencia, fracaso y futuro.

He visto de primera mano en los lugares donde he estado y he leído varias investigaciones que señalan que cuando la gente no tiene prácticamente nada, reconstruyen el sistema económico, y habitualmente lo hacen como un sistema capitalista.

Me refiero a la construcción de pequeños mercados donde comercias de manera libre y la razón de eso es que la gente tiene distintas habilidades, distintos bienes, diferentes deseos y necesidades, y los intercambian.

Incluso hay lugares donde inventan su propia moneda para poder comerciar.

Pero también es verdad que si permites que los mercados hagan lo que quieran, muy a menudo van a hacer cosas terribles.

Una muestra de eso es el medioambiente o la manera en que comerciamos el ambiente. Y el mejor ejemplo es lo que ocurre en la Región de Darién, en el límite entre Colombia y Panamá.

¿Qué políticas aplicaría en ese lugar?
Personalmente implementaría políticas muy extremas.

Habitualmente lo que hacemos es aplicar las medidas a la mitad, o dicho de otro modo, aplicar medidas que tienden hacia el incómodo camino del medio.

Por ejemplo, en la Región del Darien se permite un comercio limitado de árboles de madera dura. Yo lo prohibiría completamente.

Pero en otros casos como el comercio de drogas, se gastan miles de millones en tratar de bloquear esos mercados, cuando sería mucho mejor legalizarlos, permitir que funcionen, cobrar impuestos.

Estamos en una extraña situación donde tenemos algunos mercados que no deberían existir y otros que sí deberían existir. El desafío para el futuro después de la pandemia es hacerlo bien.

Lo más importante es que no hay una respuesta única para todos los lugares. Depende de su religión, su historia, su cultura.

Sin duda está lleno de ejemplos donde lo hemos hecho mal, eso está claro.

¿Y qué se hace con el descontrolado aumento de la desigualdad, que es un fenómeno común en sociedades muy distintas?

La pregunta es cómo defender la postura de que es necesario disminuir la desigualdad, cómo le puedes explicar a la gente que no está interesada en el tema que es importante.

La gente que critica la desigualdad, es como si le hablaran a una pared.

Si a mucha gente no le importa la desigualdad o incluso piensan que los más pobres merecen estar en una posición de desventaja, ¿Cómo los convences de lo contrario?

Nunca vas a ganar esa discusión porque al otro lado simplemente no le interesa.

Para mí lo interesante es dar razones suficientes para que al otro lado le importe.

Y creo que hay suficientes y que no están relacionadas con que es malo o no es justo que los ingresos sean tan desiguales.

Disminuir la desigualdad es importante porque erosiona el capital social. Cuando un lugar tiene un bajo nivel de capital social, es menos resiliente para enfrentar grandes shocks.

Entonces la gente a la que le importa la desigualdad tiene que construir mejores argumentos para convencer a los que tienen ingresos más altos. Porque a la mayoría de las personas con altos ingresos no les preocupa el aumento de la desigualdad.

Hacia fines de 2019 comenzaron masivas protestas callejeras en Santiago de Chile contra la desigualdad.

Pero a todos nos afecta si disminuye la resiliencia, si disminuye la capacidad de enfrentar turbulencias.

La evidencia muestra que cuando tienes altísimos niveles de desigualdad haces que la sociedad sea más débil.

¿Qué lecciones de su viaje podrían aplicarse a lo que estamos viviendo ahora en medio de la pandemia?

Cuando se trata de resiliencia le damos demasiada importancia al dinero y a los bienes físicos. Los humanos podemos sobrevivir y reconstruir teniendo casi nada. Esa es una razón para tener optimismo.

Pero al mismo tiempo, le damos poca importancia a las habilidades, las ideas, las redes, las tradiciones, las normas, los barrios, es decir, al capital humano y social.

Davies viajó a Glasgow, Escocia, donde la falta de oportunidades para los jóvenes fue una de las causas del aumento de las adicciones. "Estamos erosionando el capital humano", dice el economista.

En cuanto a la pandemia, en medio de todos los riesgos que presenta la covid-19, estoy preocupado de que vayamos a restarle importancia al daño que provoca en las habilidades e ideas, especialmente entre los jóvenes entre 18 y 24 años que están desempleados.

Estamos erosionando el capital humano. Y me preocupa que el espíritu de que estamos "todos juntos" que existía en la fase inicial de la pandemia, se haya deteriorado.

Quisiera llevarlo a un escenario ficticio. Si lo dejaran abandonado en cualquiera de esos nueve lugares… ¿cree que podría sobrevivir?

Creo que sí. Sería muy duro, sería realmente muy duro, pero creo que lograría sobrevivir.

¿Cuál sería el peor lugar?

Si me dejaran en Kinshasa sería muy difícil porque no hay trabajo. La gente hace lo que sea… como venderse agua entre ellos.

En Kinshasa hay personas que cuando consiguen agua limpia, llenan un balde y luego la venden en pequeñas porciones.

Cuando encuentran agua limpia, llenan un balde y luego la venden por partes en pequeños paquetes plásticos. No sería fácil vivir ahí.

Y creo que podría sobrevivir en la cárcel de Luisiana también, o en Glasgow.

Y de todas las personas que conoció durante su viaje, ¿Cuál es su personaje favorito?

Probablemente Suryandi, el hombre que conocí en una playa de Aceh, Lampuuk, a unos 30 kilómetros de distancia del epicentro del terremoto, que vio olas de 30 metros de altura.

Anduve preguntando por un par de semanas si alguien conocía a alguna persona que hubiera sobrevivido en esa playa hasta que lo encontré.

, La fuerza del tsunami en Aceh, con olas que llegaron a los 30 metros de altura, arrastró un barco lejos del mar.

El hombre vio la ola y alcanzó a escapar en su moto. Perdió a toda su familia, pero logró rearmar su negocio a partir de palos y piedras para vender pescado.

Cuando yo lo conocí ya tenía un restaurante grande con muchos clientes felices, una nueva esposa e hijos. Una increíble historia de resiliencia. Nunca lo olvidaré.

Fuente: BBC Mundo

jueves, 26 de noviembre de 2020

La percepción de las ideas de Martin Heidegger y Carl Schmitt en China

Martin Heidegger fue un pensador alemán, uno de los más grandes filósofos del siglo XX (Un nazi, con esas ideas no creo que se pueda ser un gran filósofo). Creó la doctrina del Ser como lo fundamental e indefinible, pero todo parte del elemento del universo. Es uno de los representantes más destacados del existencialismo alemán.

En su opinión, durante más de 2.000 años de historia la filosofía prestó atención a todo lo que tiene las características del “ser” en este mundo, incluido el mundo mismo, pero olvidó lo que eso significa. Ésta es la «cuestión de la vida» de Heidegger, que recorre como un hilo rojo todas sus obras. Una de las fuentes que influyó en su interpretación de este tema fueron las obras de Franz Brentano sobre el uso de los diferentes conceptos del ser en Aristóteles. Heidegger inicia su obra principal, Ser y tiempo, con un diálogo de El sofista de Platón, que muestra que la filosofía occidental ignoraba el concepto de ser porque consideraba que su significado era evidente por sí mismo. Heidegger, por su parte, exige que toda la filosofía occidental rastree todas las etapas de la formación de este concepto desde el principio, clamando por un proceso de «destrucción» de la historia de la filosofía. Heidegger define la estructura de la existencia humana en su integridad como «cuidado», que es la unidad de tres momentos: «estar-en-el-mundo», «correr hacia adelante» y «estar-con-el-mundo-del-ser». El «cuidado» es la base de la «analítica existencial» de Heidegger, como lo llamó en Ser y tiempo.

Heidegger creía que, para describir una experiencia, primero se debe encontrar algo para lo que tal descripción tenga sentido. Así, Heidegger deduce su descripción de la experiencia a través del Dasein, para lo cual el ser se convierte en una cuestión. En Ser y tiempo, Heidegger criticó la naturaleza metafísica abstracta de las formas tradicionales de describir la existencia humana, como un “animal racional”, la personalidad, el ser humano, el alma, el espíritu o el sujeto. El Dasein no se convierte en la base de una nueva «antropología filosófica», sino que Heidegger lo entiende como una condición para la posibilidad de algo parecido a la «antropología filosófica». El Dasein según Heidegger es el “cuidado”. En la parte sobre la analítica existencial, Heidegger escribe que el Dasein, que se encuentra arrojado al mundo entre las cosas y los Otros, encuentra en sí mismo la posibilidad e inevitabilidad de su propia muerte.

La esencia del pensamiento de Heidegger es esta: el individuo es la existencia del mundo. Entre todos los mamíferos, solo los humanos tienen la capacidad de ser conscientes de su existencia. No existen como «yo» asociado con el mundo exterior, o como entidades que interactúan con otras cosas en este mundo. Las personas existen debido a la existencia del mundo y el mundo existe debido a la existencia de las personas. Heidegger también cree que las personas están en contradicción: predicen una muerte inminente, que conduce a experiencias dolorosas y aterradoras.

En cuanto a la adopción del Ser y tiempo en China, Wang Heng señaló en Filosofía extranjera que esta hace parte del existencialismo. Esto probablemente se deba a la atmósfera ideológica de lucha por la libertad y la liberación humana en los años 80. Todo el mundo cree que la existencia o supervivencia se entiende como una elección libre del individuo. Ahora parece que la lectura de Ser y Tiempo por parte del pueblo chino fue un poco inapropiada. Porque en Ser y tiempo, Heidegger criticó duramente los llamados valores modernos de subjetividad, libertad individual y liberación humana.

Heidegger también tiene consideraciones ideológicas más profundas. Liu Jinglu señaló en su artículo «Sobre la crítica de la metafísica tradicional de Heidegger» que Heidegger se preocupa por una cuestión más fundamental, la cuestión fundamental de la metafísica o filosofía occidental, e incluso la cuestión clave de la civilización occidental. Heidegger cree que, si queremos comprender la existencia, debemos partir de la existencia real de los seres humanos; el “ser” no puede considerarse un objeto real, así como la existencia humana. La esencia de un ser humano es el «ser», es decir, las personas no tienen una esencia definida. Es probable que la gente mire hacia el futuro y se enfrente a su propia muerte.

Después de la Primera Guerra Mundial la civilización occidental moderna se enfrentó a una grave crisis, es decir, con profundas dudas sobre el racionalismo moderno. Desde el siglo XVIII los occidentales sintieron que podían comprender el mundo a través de la razón, la ciencia y la tecnología y establecer un orden social y político racional, logrando lo que Kant llamó la «paz perpetua». Pero la Primera Guerra Mundial golpeó duramente esta confianza. Este es el trasfondo ideológico de Ser y tiempo de Heidegger. Heidegger se preguntó: ¿Puede esta filosofía racionalista moderna explicar y transformar verdaderamente el mundo? La conclusión de Ser y tiempo es que el racionalismo moderno como base filosófica de la civilización moderna no tiene raíces en sí mismo, porque el conocimiento racional de las personas tiene sus raíces en las emociones específicas de la vida de las personas.

Más tarde Heidegger llamó nihilismo a la crisis del mundo moderno. Dijo que el nihilismo no es una crisis moral, no significa que nuestra vida haya perdido su fundamento moral, y ni siquiera es una crisis de valores como la comprendió Nietzsche. Según él, la crisis del nihilismo es la crisis de toda la civilización moderna como época tecnológica. Porque la esencia de la tecnología es primero convertir el “ser” en un objeto reconocible, un “ser” comprensible, y luego conquistarlo y controlarlo. La tecnología es como formatear una computadora, formatear todo. Por tanto, el mundo de la existencia humana no tiene misterio ni fuente de significado. Heidegger dijo que, en la época de la tecnología, ¿por qué huyeron los dioses? Porque los dioses deben quedarse donde no se los pueda alcanzar. En su nivel más profundo, el pensamiento posterior de Heidegger nos obliga a reflexionar sobre muchos de los temas fundamentales de la supervivencia humana en la época de la tecnología. Porque en la época de la tecnología, las personas se enfrentan no solo a la huida de los dioses, sino también a importantes problemas éticos y morales que están estrechamente relacionados con nuestra vida particular. Heidegger nos preguntará si hay un campo que los humanos no puedan comprender y controlar. En un período posterior de su vida, creyó que el «ser» es la fuente de todos los pensamientos, y siempre debemos temblar ante él. Aunque el ser está más allá del alcance de nuestros pensamientos, todos nuestros pensamientos provienen de sus dones.

En una entrevista llamada «Sobre Heidegger y su filosofía», el profesor Wu Zengding del Departamento de Filosofía de la Universidad de Pekín, cree que, aunque el estudio de Heidegger en China se centró originalmente en Ser y tiempo, muchos estudiosos se han centrado en sus pensamientos posteriores, especialmente en pensamientos posteriores a las tradiciones del pensamiento chino tradicional. Otro ejemplo: la implicación de Heidegger con los nazis y otros problemas son ahora muy populares en los círculos académicos e ideológicos occidentales, los académicos chinos, aunque también están preocupados por estos temas, no los consideran las cuestiones más importantes del pensamiento de Heidegger.

Además, Wu Zhengding enfatizó en entrevistas que la importancia fundamental de Heidegger para los académicos chinos es que proporciona a los académicos chinos una referencia particularmente buena para comprender las tradiciones filosóficas occidentales. Los eruditos chinos creían inconscientemente que la civilización occidental progresaba de una luz a otra y de un progreso a otro: la antigua Grecia era el punto de partida y la modernidad era el final. Pero Heidegger ofrece la imagen opuesta del pensamiento. Pudo haberse pensado por igual en la época presocrática, durante la época de los griegos y los occidentales que en ese momento podrían haber tenido una comprensión más real y más profunda del «ser», pero la civilización moderna ha olvidado esta experiencia mental del «ser».

Además, Heidegger también es de gran importancia para los académicos chinos en la comprensión de la tradición ideológica de China. Por ejemplo, los eruditos chinos han utilizado el marco de la filosofía o metafísica occidental para comprender el pensamiento chino. Por lo tanto, los eruditos chinos siempre han dudado de que la filosofía existiera en la antigua China. ¿Existe la ciencia? ¿Existe la epistemología y la metafísica? Los eruditos chinos creen que parte del pensamiento chino es ética y otra parte es metafísica, pero no importa cómo se explique, no corresponde a la filosofía occidental, es decir, a la metafísica. Pero a los ojos de Heidegger, los académicos chinos sentirán que la metafísica occidental en sí misma puede ser problemática, y no hay necesidad de usarla como condición previa y estándar para comprender y explicar el pensamiento chino, o para complacer deliberadamente a una escuela o sistema occidental en particular.

Carl Schmitt es un teólogo, abogado, filósofo, sociólogo y teórico político alemán. Schmitt es una de las figuras más destacadas y controvertidas de la teoría jurídica y política del siglo XX, gracias a sus numerosos trabajos sobre el poder político y la violencia política ( Otro nazi, destacado por sus ideas fascistas y defensor y teórico de la dictadura nazi, un gobierno corrupto y criminal hasta el final de sus días).

En El concepto de lo político, Schmitt escribió que la diferencia clave en política es la diferencia entre amigos y enemigos. Esto es lo que separa la política de todo lo demás. El llamado judío a amar a sus enemigos encaja perfectamente con la religión, pero no se puede reconciliar con la política que siempre involucra vida o muerte. Los filósofos morales se preocupan por la justicia, pero la política no tiene nada que ver con hacer el mundo más justo. El intercambio económico solo requiere competencia, no extinción. La situación es diferente con la política. Schmitt dice: «La política es la confrontación más intensa y extrema». La guerra es la forma más violenta de política, e incluso si no hay guerra, la política aún requiere que trates a tus oponentes como hostiles a lo que tú crees.

Los conservadores le prestaron más atención a las opiniones políticas de Schmitt que los liberales. Schmitt cree que los liberales nunca se convirtieron en políticos. Los liberales tienden a ser optimistas sobre la naturaleza humana, pero «todas las verdaderas teorías políticas asumen que las personas son malas». Los liberales creen en la posibilidad de un gobierno neutral que pueda regular posiciones en conflicto, pero para Schmitt, dado que cualquier gobierno representa solo la victoria de una facción política sobre otra, tal neutralidad no existe. Los liberales insisten en que hay grupos sociales que no se limitan al Estado; pero Schmitt cree que el pluralismo es una ilusión porque ningún Estado real ha permitido que otras fuerzas, como la familia o la iglesia, se opongan a su poder. En resumen, los liberales están preocupados por las autoridades porque critican la política, no se involucran en política.

El profesor Xiao Bin señaló en su libro Del Estado, el mundo y la naturaleza humana a la política: construyendo el concepto político de Schmitt, que el hombre mismo es un ser peligroso. «Afirma que la política es un peligro para la gente». La siguiente pregunta que surge al participar en la política es explicar qué es la política, especialmente la naturaleza de la política. La supervivencia de la unidad nacional requiere como requisito previo una distinción entre enemigos y amigos. Una política basada en la separación de enemigos y amigos no es solo el destino inevitable de la unidad de la nación y el Estado, sino también la base de su existencia. Schmitt tiene una comprensión única de la naturaleza de la política: el estándar de la política es separar amigos y enemigos. De hecho, lo que llamamos política en realidad involucra la relación entre amigo y amigo, y la diferencia es la intensidad de la diferencia. Sin embargo, no podemos ignorar el hecho de los orígenes teológicos más secretos y misteriosos y el nacionalismo alemán tienen un nivel de criterio diferente para separar amigos y enemigos.

Cuando se trata de política tanto Oriente como Occidente hablan principalmente sobre la comprensión de la naturaleza humana. Schmitt también reconoció este punto: una cuestión fundamental en la filosofía política es el debate entre el «mal» o el «bien» en la naturaleza humana. En su libro El concepto de lo político, Schmitt sostiene que los seres humanos son inherentemente inciertos, impredecibles y siempre un problema sin resolver. La comprensión confuciana china de la naturaleza humana pone más énfasis en «desarrollar la mente». Occidente, que es muy diferente de Oriente en su temperamento espiritual, admira aún más la «filosofía espiritual». La civilización marítima única y la historia empresarial de Occidente han permitido que el conocimiento y la inteligencia penetren y dominen la política. En el conocimiento de Schmitt, «bueno» significa la existencia de lo «seguro», el «mal» significa el «peligro». El «peligro» trae vitalidad al mundo.

El punto de vista de Schmitt es que la política siempre está dominada por la necesidad de distinguir entre amigos y enemigos. Los amigos y los enemigos no se crean desde cero. Desde el punto de vista de la teoría del contrato social: en un estado de naturaleza, ya sea un estado pacífico de coexistencia pacífica entre personas o un estado de guerra cuando las personas viven juntas como lobos, los conflictos son inevitables. Marx entendió que el Estado se creó antes del antagonismo de clases y la política es producto de la lucha de clases. Sin embargo, Marx enfatizó la lucha de clases, y el objetivo final es eliminar las clases y eliminar la base económica creada por las clases. Marx demostró la posibilidad de la eliminación de las clases, es decir, la realización de la libertad y la liberación de toda la humanidad: el comunismo.

Desde el punto de vista anterior, la política surge de los conflictos humanos y los fenómenos políticos de la sociedad humana están inevitablemente asociados con los conflictos y la cooperación. Incluso si entiendes la política en términos de bondad y moralidad, como Aristóteles, no puede ocultar la existencia del mal. Debajo del bien supremo está la crisis del mal. El hombre es la existencia de la incertidumbre, el hombre es un animal político natural, y donde esté, habrá conflictos. En los conflictos inevitablemente habrá dos lados opuestos y la política no puede deshacerse del conflicto… Los dos aspectos del conflicto y la confrontación nos dan una base lógica para la división en amigos y enemigos.

Schmitt tiene una visión pesimista y negativa del mundo humano desde el punto de vista de la teología religiosa. El estado ideal de perfección existe solo en el Reino de Dios. Incluso la paz de Dios libraría inevitablemente de la enemistad y la contienda. Este misticismo pesimista destruye el carácter activo y optimista de las personas. Marx llamó a la religión el opio del pueblo. La vida política debe construirse sobre la base material de una época en particular. Aunque Schmitt atacó al marxismo, su filosofía política aparentemente no se deshizo de los grilletes de la teología. Esta búsqueda de la eternidad y la metafísica absoluta vincula la filosofía política con tradiciones teológicas misteriosas y enfatiza el estatus absoluto de los factores políticos. La visión política del enemigo y el amigo proporciona un método de argumentación y debilita la preocupación humanista que existe en la tradición de la filosofía política occidental.

La visión política de Carl Schmitt sobre los enemigos y amigos es clave para nuestra comprensión de su concepto político. Varias exposiciones, comparaciones e incluso argumentos en torno a los pensamientos políticos de Schmitt sobre los enemigos y amigos en la historia no son infundados. Según el entendimiento de Gao Quanxi, incluso lo llamó «un pensador lleno de mordeduras». Bajo el valor del nacionalismo, Schmitt entendió la política como enemiga del Estado nacional y luchó contra él. La idea de la teología política indica en un nivel más profundo que lo que distingue a los enemigos de Cristo y lucha contra ellos es la política. Según él, “la conexión sistemática entre premisas teológicas y premisas políticas es clara. Sin embargo, la participación teológica tiende a confundir los conceptos políticos porque lleva la división de enemigos y amigos al ámbito de la teología moral”. Con una visión tan pesimista de la naturaleza humana, no es difícil adoptar una actitud escéptica y celosa hacia la naturaleza humana. La declaración de la maldad sexual en un sentido existencial enfatiza que el contenido de las acciones humanas está completamente impulsado por impulsos, como los animales, y cree que esto es inevitable al final de todo, que proviene de su fe cristiana. La visión política de Schmitt sobre amigos y enemigos es una combinación de estos dos niveles.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Lo que dicen 1.500 estudios sobre el consumo de alcohol: no hay un uso moderado sin riesgo. Un megaestudio desmiente que haya un uso responsable del alcohol que genere beneficios y aboga por la ingesta “cero”

Ni hay un umbral seguro de ingesta de alcohol ni existe un tipo de bebida alcohólica menos perjudicial que otra. “El único consumo sin riesgo es el cero”. Así de tajante se muestra Iñaki Galán, investigador del Centro Nacional de Epidemiología (CNE) del Instituto de Salud Carlos III, quien ha realizado un estudio de 1.500 investigaciones sobre el alcohol para llegar a esta conclusión y advertir sobre lo erróneo de los mensajes sobre uso “moderado” o “responsable”, el lema que acompaña a todos los anuncios de estos productos. “Lo que sabemos por la ciencia es que siempre hay riesgo”, advierte.

“No soy ningún fanático intransigente. A la conclusión se ha llegado tras dos años de trabajo con investigaciones publicadas durante dos décadas y el resultado es que no hay un consumo de alcohol sin riesgo”, asegura Galán tras publicar su estudio en la Revista Española de Salud Pública.

En el camino ha hallado unos 3.000 estudios que detallan supuestos beneficios de determinadas bebidas alcohólicas en el organismo, pero el investigador añade que son muestras experimentales en escenarios o circunstancias que no existen en la vida real. “Los mecanismos de acción de las bebidas alcohólicas relacionados con los potenciales efectos beneficiosos, extraordinariamente complejos debido a las numerosas vías involucradas, incluyen un aumento de la concentración de colesterol HDL, una disminución de la actividad plaquetaria y del fibrinógeno, así como un incremento de la sensibilidad a la insulina”, admite el estudio.

Sin embargo, según destaca Galán, los perjuicios son mayores y se generan desde consumos mínimos: “Las bebidas alcohólicas contienen elementos que son considerados carcinógenos de primer nivel y eso es irrefutable”. La Agencia Internacional de la Investigación sobre Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) así lo certifica y coincide con el análisis español en que “no existe un límite seguro de exposición”. “Está fuera de duda que el consumo de alcohol puede producir, como mínimo, los siguientes tipos de cáncer: de boca, esófago, garganta (faringe y laringe), hígado, intestino grueso (colon y recto) y mama”, confirma el Código Europeo contra el Cáncer.

Además, los supuestos beneficios se pueden obtener por vías más eficaces y no dañinas. “La ingesta media de naranjas (35 gramos por día) o manzanas (41 gramos al día) aportarían concentraciones similares de polifenoles a las de una ingesta media de vino (36 mililitros), mientras que la ingesta media de pan (100 gramos al día) la duplicaría”, desvela el estudio.

Como fuente de resveratrol, con un potencial efecto antiinflamatorio, tampoco es válido el vino, ya que, según la investigación, “la dosis efectiva derivada de la ingesta de este producto no podría alcanzar nunca un efecto preventivo y la mayor parte de los efectos atribuidos a este compuesto provienen de investigación in vitro y experimentación animal, por lo que se necesita una mayor evidencia en humanos”.

Los daños se generan desde niveles mínimos de consumo y sus efectos perduran. Un reciente estudio de la Universidad de Finlandia Oriental descubrió que los cambios en el perfil de metabolitos del suero sanguíneo son visibles años antes de que un individuo sea diagnosticado con alguna de las enfermedades relacionadas con el alcohol, responsables del 5% de la morbilidad mundial, según la OMS.

Tampoco es válido que el alcohol forme parte de la dieta mediterránea y contribuya a los efectos beneficiosos de la misma. El estudio recuerda que la Mediterranean Diet Adherence Screener o la Mediterranean Diet Serving Score incluyen el consumo de un vaso de vino o cerveza al día como “importantes componentes de este patrón alimentario”. Sin embargo, según la investigación del equipo de Galán, “dos estudios que evaluaron la relación de este patrón de consumo de alcohol con el patrón de la dieta mediterránea encontraron una débil asociación”.

Por lo tanto, para Galán y el equipo que ha revisado los estudios (Lidia Segura, de la Agencia de Salud Pública de Cataluña; Javier Álvarez, de la Universidad de Valladolid, y Marina Bosque, de la Universidad Oberta de Cataluña), la conclusión no varía: ningún alcohol es menos perjudicial que otro y los mensajes de “moderación” y “uso responsable” no son más que, según señala el investigador del CNE, lemas que promueve la industria.

Y esa labor promocional a favor del consumo de alcohol tiene sus efectos. Un estudio realizado por un equipo de científicos del Centro de Investigación de Prevención del Instituto del Pacífico (California) concluyó que “la exposición a las campañas de comercialización del alcohol está asociada con el consumo del mismo por parte de los jóvenes”. El trabajo resalta que la exposición a estrategias promocionales del alcohol es efectiva y se ha observado “en las últimas cuatro décadas, en países de todos los continentes y con muestras pequeñas y grandes”.

Galán insiste una y otra vez en las conclusiones del estudio, en especial ante los mensajes de que un consumo moderado de ciertas bebidas no es perjudicial: “Si las personas toman alcohol, se suele recomendar que no sobrepasen ciertos umbrales: 20 gramos por día en hombres y 10 en mujeres, lo que equivale a dos medias copas de vino, un chupito o una caña. Pero los resultados señalan que no hay un nivel seguro. Lo mejor, en cuestiones de seguridad para la salud, es no consumir alcohol alguno, ya que no es posible recomendar una u otra bebida para manejar estos umbrales o un consumo moderado."

martes, 24 de noviembre de 2020

75 años de los juicios de Núremberg: ¿Qué revelaron los exámenes psicológicos que les hicieron a los nazis acusados?

Los juicios de Núremberg empezaron el 20 de noviembre de 1945 contra la cúpula nazi. Abajo a la izquierda, con lentes oscuros, está Hermann Göring, seguido de Rudolf Hess, los acusados de más alto rango.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la devastación fue tan enorme y los crímenes de guerra tan extensos que las fuerzas aliadas victoriosas determinaron que era necesario imponer algún tipo de castigo a los responsables de engendrar esa maquinaria de destrucción y exterminio contra la humanidad.

Hubo un tira y afloja entre los aliados sobre qué hacer con los líderes nazis capturados.

En un momento dado había quienes abogaban por ejecuciones sumarias, pero al final se consideró que un juicio realizado por un Tribunal Militar Internacional era importante para educar al mundo sobre lo que había sucedido.

Esos fueron los juicios de Núremberg, que se iniciaron un 20 de noviembre hace 75 años y terminaron el 1 de octubre del 1946.

Poco se sabe, sin embargo, de un extraordinario proceso de análisis psiquiátrico y psicológico de los prisioneros que se llevó a cabo paralelamente para tratar de encontrar los orígenes de su maldad.

Horas y horas de entrevistas, exámenes y observaciones generaron un sin fin de documentos que quedaron en el olvido y que en 2016 fueron rescatados en un libro titulado "Anatomía de la maldad: El enigma de los criminales de guerra nazis".

Su autor, el doctor Joel E. Dimsdale, profesor emérito de Psiquiatría de la Universidad de California en San Diego, habló con BBC News Mundo.

El Palacio de Justicia y la prisión de Núremberg habían sobrevivido el bombardeo aliado.

Núremberg fue escogida como sede de los juicios por su valor simbólico ya que esta ciudad en Baviera había sido escenario de los multitudinarios desfiles y mítines políticos de los nazis en la antesala de la Segunda Guerra Mundial.

Pero también había una razón pragmática: contaba con un Palacio de Justicia que milagrosamente había sobrevivido al bombardeo aliado y en el que se instalaría el Tribunal Militar Internacional, y una prisión anexa que permitía la segura reclusión y vigilancia de los acusados que serían enjuiciados.

El primer proceso fue contra 22 miembros de la cúpula nazi y, aunque los fallos estaban prácticamente cantados (12 de ellos fueron condenados a morir en la horca), también hubo un llamado para realizar una investigación psicológica de los prisioneros para tratar de entender el origen de su maldad y los motivos de los horrores que cometieron.

"Toda prisión cuenta con la presencia de un psiquíatra y un psicólogo para mantener el ánimo de los reclusos con el fin de que estén en capacidad de enfrentar sus juicios y participar en sus defensa", explica el doctor Joel Dismdale.

Pero en Núremberg sucedió algo extraordinario: el trabajo conjunto de dos analistas brillantes cuya obsesión, iniciativa y ambición personal los llevaron a emprender una investigación exhaustiva con innumerables horas de entrevistas, observaciones, tests y evaluaciones de cada uno de los acusados.

Por un lado estaba Douglas Kelley, un psiquíatra militar, experto de fama mundial en la pruebas Rorschach, un test de evaluación de personalidad basado en la interpretación que hace el paciente de una serie de láminas con manchas.

Kelley fue el primero en acceder a los líderes nazis, pero como no hablaba alemán, le asignaron un igualmente brillante psicólogo militar de padres judío-austríacos para asistirle: Gustave Douglas.

"Su trabajo los puso en contacto íntimo con personalidades de tal grado de maldad que algunos pensaban que había algo profundamente dañado en ellos, que tenían algún tipo de disfunción cerebral o enfermedad mental", dice el profesor Dismdale.

"Esa preocupación añadida a la magnitud de su maldad fue lo que forjó la investigación de su estado psiquiátrico y psicológico".

Las pruebas de Rorschach fueron uno de los métodos que se utilizaron para analizar a los criminales de guerra.

Diferencias y rivalidades profesionales
A pesar de que Kelley y Douglas eran colegas de trabajo, se detestaban mutuamente y desarrollaron una rivalidad muy competitiva sobre a quién pertenecía el trabajo realizado. También se enredaron en discusiones filosóficas sobre la naturaleza del mal y la interpretación de las pruebas Rorschach.

El psicólogo creía que los test demostraban que los acusados nazis eran "otros", seres cualitativamente diferentes al resto de humanos, mientras que el psiquíatra los veía más como unos arribistas profesionales dispuestos a hacer lo que fuera para avanzar su carrera pero sin nada particularmente monstruoso en su comportamiento".

Debido a esa competencia y su diferencia de opiniones, los resultados de las pruebas Rorschach quedaron prácticamente sepultados, hasta que el doctor Joel E. Dimsdale recibió una visita inesperada.

"Estaba en mi oficina en Harvard cuando llegó este hombre sin cita previa, golpeó y entró con un estuche para cargar armas", cuenta el profesor de psiquiatría. "Me preguntó: '¿Usted es Dimsdale?'. Le dije sí. Se sentó en mi sofá y me dijo 'Soy el verdugo. He venido por usted', y abrió el estuche y salieron una serie de documentos de la Segunda Guerra Mundial". El hombre resultó ser uno de los encargados de las ejecuciones en Núremberg.

El doctor Dimsdale había concentrado sus primeras investigaciones en los sobrevivientes de los campos de concentración, pero motivado por este "verdugo", decidió hurgar en archivos ocultos y clasificados sobre los resultados de los psicoanálisis de los criminales de guerra para entender lo que había pasado.

El profesor Joel E. Dimsdale hurgó en los archivos de Núremberg para estudiar a cuatro de los criminales de guerra nazis.

Los "cuatro del apocalipsis"
Todos los acusados de Núremberg presentaban casos igualmente interesantes. Pero para su libro "Anatomía de la maldad", Dismdale decidió estudiar a cuatro que eran diametralmente opuestos en términos de sus antecedentes, comportamientos y reacciones ante el juicio al que se los sometió.

Estos fueron Robert Ley, líder del Reich y jefe del Frente Alemán del Trabajo; Julius Streicher, fundador del diario antisemita Der Stürmer y parte central del aparato de propaganda nazi; Rudolf Hess, Führer suplente; y Hermann Göring, la figura más poderosa del Partido Nazi y canciller de Alemania tras la muerte de Hitler.

Lo que más sorprendió al doctor Dimsdale al estudiar a estos cuatro individuos es que la maldad no es monocromática.

"Tienen que ser monstruos. Eso es lo que queremos que sean" Joel E. Dimsdale
Profesor de Psiquiatría, Universidad de California, San Diego
"Se presume que todos estos fueron monstruos de la misma talla, pero el hecho es que tenían diferentes antecedentes, estilos interpersonales diferentes", expresa.

"Unos podían ser encantadores cuando les convenía, otros eran tan desagradables que hasta sus propios colegas los despreciaban. Me sorprendió que pudieran ser tan variados pero al mismo tiempo fueran igualmente responsables de hechos tan monstruosos".

Personalidad compleja
Robert Ley era el jefe del Frente Alemán de Trabajo y como tal controlaba el 95% de la fuerza laboral del país. Ordenó el asesinato de sindicalistas que no apoyaran al Partido Nazi y asistió en el establecimiento de fábricas de trabajo forzado. Era fanáticamente leal a Hitler y consideraba al Partido Nazi como "nuestra orden religiosa, nuestro hogar sin el cual no podemos vivir".

Pero tenía una personalidad compleja, ya que también abogaba por los derechos del trabajador, un salario equitativo para las mujeres y más tiempo de vacaciones.

En la Primera Guerra Mundial Ley sufrió una herida en la cabeza que lo dejó con un tartamudeo y tuvo un comportamiento errático por el resto de su vida, siendo propenso a enfurecerse de forma repentina. Sus problemas con el alcohol también fueron legendarios.

Durante sus interrogatorios en prisión fue bastante abierto y perspicaz con respecto a la derrota nazi. Aceptó que se le considerara un enemigo, pero se sentía humillado porque lo consideraban un criminal.

Al final reconoció su culpa y expresó remordimientos. A pesar de que los prisioneros estaban bajo observación 24 horas y había un control estricto sobre quiénes entraban en contacto con ellos, Ley logró quitarse la vida ahorcándose con una cuerda.

"Se hizo un análisis post mortem de su cerebro para ver si había alguna patología", comenta Dimsdale. "En resumidas cuentas se consideró que tal vez había unos cambios sutiles en el cerebro pero no se halló nada que llamara la atención".

Julius Streicher era un individuo tan desagradable que hasta sus colegas lo odiaban.

Uno de los acusados más singulares fue Julius Streicher. "Tal vez el más repugnante de los criminales de guerra", dice Dimsdale. Tenía fama de ser el más antisemita en el gabinete nazi -y había mucha competencia para ese título pero él era "lo peor de lo peor".

Su presencia en Núremberg no era la primera ante un tribunal. Se jactaba de haber sido enjuiciado múltiples veces por difamación, sadismo, violación y otros crímenes sexuales. No obstante, en sus entrevistas con el psiquíatra Kelley, le dijo que dormía muy bien en la cárcel debido a su "conciencia limpia".

Kelly lo consideró paranoico y cuestionó cómo este ser pudo mantener hechizados a miles de alemanes "sensatos". Por su parte, el psicólogo Gilbert lo describió como rígido, insensible y obsesivo.

En una ocasión se declaró sionista, dijo que amaba a los judíos y que pensaba que deberían vivir en su propio país, algo extraño en un hombre que durante décadas publicó los discursos antisemitas más violentos y rabiosos.

Mala hierba
En su libro, Joel Dimsdale dice que en otro contexto, Stricher hubiera sido considerado simplemente como una "mala hierba", argumentativo, violento, corrupto y depravado.

Antes de que se les pusiera la soga al cuello, a los condenados se les preguntaba su nombre. Streicher gritó desafiantemente: "¡Heil Hitler! ¡Usted conoce bien mi nombre!"

¿Fingiendo Locura?
Rudolf Hess se quejaba de que lo estaban tratando de envenenar.

El tercer líder nazi que Dimsdale estudió fue Rudolf Hess, el Führer suplente y uno de dos acusados sobre los que el tribunal dudó si tenía las condiciones mentales para enfrentar un juicio.

Hess fue un alto dirigente del Partido Nazi. Estuvo encarcelado con Hitler en los años 20 y le ayudó a escribir "Mi lucha". A pesar de su rara apariencia "cadavérica" y sus excentricidades fue un interlocutor popular en los famosos mítines nazis. El psicólogo Gilbert declaró que "tenía una devoción canina hacia Hitler".

Pero su influencia empezó a decaer y al comienzo de la guerra Hess voló secretamente a Inglaterra donde aterrizó en paracaídas con la intención de llegar a un acuerdo de paz con los británicos. Allí estuvo encerrado durante años en un hospital psiquiátrico.

Tras su traslado a Núremberg, se quejó constantemente de amnesia intermitente, de sufrir dolores y de que los Aliados intentaban envenenarlo porque estaban controlados hipnóticamente por los judíos.

Se comportó de forma tan rara que algunos cuestionaban si estaba fingiendo, así que trajeron a un equipo de psiquíatras de todo el mundo para entrevistarlo. "Algo andaba profundamente mal con Hess", señala el profesor Dimsdale, "pero no tan malo que no pudiera participar en su defensa".

El tribunal lo condenó a cadena perpetua en la prisión de Spandau, en Berlín, donde permaneció hasta agosto de 1987, cuando se ahorcó a la edad de 93 años.

Psicópata amigable
El doctor Dimsdale describe a Göring como "un hombre disoluto con un gusto por el lujo y el robo".

Finalmente, Hermann Göring fue el acusado de más alto rango en ser enjuiciado en Núremberg y el cuarto que estudió Dimsdale en "Anatomía de la maldad".

Göring fue presidente del Reichstag (Parlamento), fundador de la Gestapo (policía secreta), comandante en jefe de la Luftwaffe (Fuerza Aérea), coordinador de la Conferencia de Wansee (donde se diseño la "Solución Final" para el exterminio de los judíos) y el creador de los primeros campos de concentración.

Era altamente inteligente, imaginativo y a la vez brutal, con una completa indiferencia por la vida humana. Un adicto a los opiáceos con una personalidad exuberante, escribe Dimsdale en su libro. "Un hombre disoluto con un gusto por el lujo y el robo" y exageradamente corrupto. Saqueó piezas de arte a diestro y siniestro. Pero también era "simpático, amplio, excéntrico y divertido", indica el autor.

Un "psicópata amigable" fue como Gustave Gilbert lo describió. Su reacción hacia este acusado, como hacia los otros, era de "repugnancia", afirma Dismdale.

Antes de que fuera sentenciado, Göring le preguntó al psicólogo qué habían revelado sus test de Rorschach, y le contestó: "Sinceramente... aunque demuestran que usted tiene una mente activa y agresiva, no tiene las agallas para enfrentar su responsabilidad... eso mismo hizo durante la guerra, drogando su mente para no enfrentar las atrocidades... usted es un cobarde moral".

Douglas Kelly, por su parte, también pudo ver más allá de la encantadora personalidad de Göring, catalogándolo como un "individuo agresivo narcisista... dominado por una fijación en él mismo". Sin embargo, desarrolló sentimientos muy positivos en torno al prisionero, señala Dimsdale. "Se la llevaron divinamente. Göring inclusive le solicitó a Kelley que adoptara a su hija (no lo hizo)".

Göring estaba indignado por el hecho de que su ejecución no fuera ante un pelotón de fusilamiento, sino que tuviera que sufrir la humillación de ser ahorcado. Horas antes de subir al patíbulo, se suicidó mordiendo una cápsula de cianuro. Se especuló con que Kelly pudo haberle pasado el veneno como un gesto de compasión.

Contratransferencia
Las distintas percepciones de Gilbert y Kelly sobre los acusados pueden ser causadas por la posible "contaminación" que puede afectar a los especialistas por su contacto cercano con el paciente. El fenómeno se llama contratransferencia.

"Cuando te sientas con alguien durante horas y horas, algo se te unta como terapeuta", explica el doctor Joel Dimsdale. "Todos tenemos sentimientos cuando interactuamos. Podemos no saber nada del sujeto (que analizamos) pero algo en su voz o cómo se porta nos recuerda a alguien que conocimos en el pasado y hacemos una transferencia de cómo nos hace sentir. Algunas veces son sentimientos positivos, otras veces muy negativos".

Como anécdota inquietante, Dimsdale resalta que Douglas Kelly tuvo una carrera bastante activa durante los siguientes diez años después de los juicios. Impartió innumerables seminarios sobre el tema, se destacó como profesor de criminología en la Universidad de California, Berkeley, rodeado de objetos recopilados en Núremberg. Su ritmo de trabajo era intenso, así como su alcoholismo e irritabilidad. En año nuevo de 1958, tras un ataque de furia, se suicidó en frente de su familia con cianuro.

"Tuvo que haber algo inusual en sentarse en una prisión con estos criminales de guerra", afirma el doctor Dimsdale. "Eran celdas pequeñas, húmedas, oscuras. Ambos se sentaban en un pequeño catre a hablar interminablemente, en entrevistas, con tests psicológicos y uno apenas se puede imaginar el sentido de horror de estos psicólogos y doctores de estar lado a lado de quienes habían perpetrado actos terribles".

No obstante, también les molestó que no hubieran podido encontrar una definitiva "marca de Caín" en estos criminales de guerra, dice el profesor de psiquiatría. "Creo que les sorprendió que no estuvieran sentados al lado de monstruos".

Resultados ocultos
Tal vez por eso y por las conclusiones distintas a las que llegaron Kelly y Gilbert, los resultados de las pruebas de Rorschach de los líderes nazis esencialmente se ocultaron. En épocas diferentes hubo intentos por revivir el interés pero ninguno de los analistas que recibieron las pruebas quiso responder sobre lo que veían.

Décadas más tarde, una psicóloga llamada Molly Harrower decidió hacer una prueba ciega con los resultados. Primero borró los nombres que identificaban a qué criminal de guerra pertenecían los resultados y los mezcló con los resultados de otras personas incluyendo pastores religiosos, estudiantes de medicina, enfermeras, ejecutivos y delincuentes juveniles. Luego los envió a expertos pidiéndoles que los ordenaran en grupos diferentes.

"Básicamente, en la interpretación ciega, no hubo diferencias palpables entre los criminales de guerra y el resto", contó Dimsdale a BBC Mundo. "El resultado de ese experimento no reveló nada en cuanto a las características psicológicas de los líderes nazis".

Hoy en día, las pruebas de Rorschach no se usan mucho, según Dimsdale. Desde los 80 se hacen entrevistas de diagnóstico psiquiátrico y se cuenta con un Manual de Diagnóstico Estadístico para el estudio y tratamiento de trastornos mentales que se actualiza anualmente.

"En el campo de la neurociencia se realizan trabajos con respecto al cerebro y el comportamiento", comenta el profesor. "Hay imágenes cerebrales que se pueden presentar ante los tribunales como una forma de defensa para argumentar que la persona acusada no es mala pero que tiene un cerebro defectuoso y así lograr algún tipo de clemencia. Este tipo de cosas pasarán más en el futuro, serán tema de debate en los tribunales", afirma.

"Hubiera sido más cómodo concluir que había algo absolutamente, definitivamente singular, profundamente malvado, patognomónicamente horrible con estos líderes nazis", dice.

"Tienen que ser monstruos. Eso es lo que queremos que sean. Si son algo menos que eso, nosotros tenemos que enfrentar el interrogante de '¿Qué hubiera hecho yo?¿Hubiera llegado tan lejos?' Esa es una muy dolorosa e inquietante pregunta para la gente".