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jueves, 28 de septiembre de 2023

Psicoanálisis, ¿ciencia o pseudociencia?: la polémica que divide las opiniones desde hace más de un siglo

La microbióloga y comunicadora científica Natalia Pasternak generó una polémica con su nuevo libro, en el que describe al psicoanálisis como una “pseudociencia”.

Esta descripción provocó acaloradas reacciones en las redes sociales, tanto en contra como a favor de la especialista, que se hizo conocida a nivel popular por sus comentarios durante la pandemia de covid-19.

En su libro “Que Bobagem! Pseudociências e Outros Absurdos que Não Merecem Ser Levados a Sério” (¡Qué absurdo! Pseudociencias y otras tonterías que no merecen ser tomadas en serio) Pasternak y el periodista Carlos Orsi critican también la homeopatía, la astrología y la acupuntura, a las que llaman “falsificaciones de la ciencia”.

Sin embargo, la controversia provocada por Pasternak sobre el psicoanálisis no es nueva: tiene más de un siglo.

Algunos expertos afirman que el trabajo de Freud era completamente pseudocientífico por naturaleza y que los defensores de su teoría hicieron poco por revisarla.

Otros defienden que la eficacia del psicoanálisis puede ser comprobada científicamente.

También destacan que tiene una influencia enorme en la cultura occidental, a pesar de todas las críticas, y que cuenta con muchos adeptos en todo el mundo.

Sigmund Freud en su despacho

Sigmund Freud en su despacho

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Sigmund Freud, el neurólogo austríaco que fue el fundador del psicoanálisis.


Desde sus inicios, a comienzos del siglo XX, ha habido encarnizadas discusiones sobre si el psicoanálisis es o no una ciencia.

Pero, antes de entrar en esa polémica, es preciso entender qué es el psicoanálisis, un método para tratar trastornos mentales y una teoría para explicar el comportamiento humano.

El austríaco Sigmund Freud (1856-1939) es considerado su padre fundador.

Freud creía que los acontecimientos de nuestra infancia tienen una gran influencia en nuestra vida adulta, moldeando nuestra personalidad.

Freud, padre del psicoanálisis

Por ejemplo, en términos simples, la ansiedad originada por las experiencias traumáticas en el pasado de una persona se oculta de la conciencia y puede causar problemas en la edad adulta (neurosis).

Así, cuando nos explicamos nuestro comportamiento a nosotros mismos o a los demás, raramente damos cuenta de nuestra motivación.

Por ello, Freud se abocó a tratar de penetrar ese “camuflaje”, muchas veces sutil y elaborado, que oscurece la estructura de los procesos ocultos de nuestra personalidad.

Freud aseguraba que sus postulados formaban la base de la ciencia de la psicología, que, para él, era una “ciencia natural”.

Karl Popper

Karl Popper

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El filósofo Karl Popper consideraba al psicoanálisis una pseudociencia. 

Uno de los principales críticos de las teorías de Freud fue el austrobritánico Karl Popper (1902-1994).

Considerado uno de los más influyentes filósofos del siglo XX, Popper consideraba al psicoanálisis una pseudociencia por proponer hipótesis que no podían ser refutadas empíricamente, llegando a compararlo con la astrología.

Argumentaba que la ciencia se diferencia de la pseudociencia o la superstición porque se puede demostrar que las hipótesis científicas son falsas por medio de la observación de experimentos.

Popper y el “falsacionismo”

Según el falsacionismo de Popper, cualquier afirmación científica basada en la observación jamás puede ser considerada una verdad absoluta o definitiva.

Popper sostenía que las teorías científicas se caracterizan por implicar predicciones que las observaciones futuras pueden revelar como falsas.

Por ejemplo: en el pasado, como se desconocía la existencia de cisnes negros, se creía que todo cisne era blanco.

Pero, para Popper, no importa si todos los cisnes observados eran blancos, basta con que aparezca uno solo negro para desmontar esa teoría.

Como consecuencia, no podemos afirmar científicamente que “todos los cisnes son blancos”.

Pequeños botes con pastillas homeopáticas

Pequeños botes con pastillas homeopáticas

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La homeopatía no sale bien parada en el nuevo libro de Pasternak y Orsi. 

Cuando se demuestra que las teorías son falsas en vista de tales observaciones, los científicos pueden responder revisando la teoría o rechazándola en favor de una rival, o dejando la teoría tal y como está y cambiando a una hipótesis auxiliar.

En el caso del psicoanálisis freudiano, Popper argumentaba que este, así como otras teorías que describe como no científicas, no hacen ninguna predicción que sea refutable.

En este sentido, por no haber predicciones precisas, estas teorías terminan siendo creadas a medida y proporcionan una supuesta explicación para cualquier comportamiento observado.

Niño en el agua

Para ilustrar su punto, Popper da como ejemplo una situación con dos hombres.

Uno empuja a un niño al agua con la intención de ahogarlo y el otro se lanza al agua para salvarlo.

Según él, el psicoanálisis puede explicar las dos acciones aparentemente contradictorias.

En el primer caso, el psicoanalista puede decir que la acción fue impulsada por un componente reprimido del "ello" (inconsciente) y, en el segundo caso, que la acción resultó de una sublimación exitosa de ese mismo tipo de deseo del "yo" y el "superyo".

En otras palabras: para Popper, independientemente de cómo se comporta realmente una persona, el psicoanálisis puede usarse para explicar ambos comportamientos.

Eso, a su vez, nos impide formular cualquier experimento crucial que pueda servir para refutar el psicoanálisis.

Para Popper, el psicoanálisis era “simplemente inverificable, irrefutable. No había comportamiento humano concebible que lo contradijese”.

Un niño nada en una piscina

Un niño nada en una piscina

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¿Se puede refutar el psicoanálisis?

“Es muy claro. Ni Freud ni Adler (Alfred Adler, psicólogo austriaco fundador de la psicología del desarrollo individual) excluyen la acción de cualquier persona en particular, de cualquier manera particular, sean las que sean las condiciones externas. Si un hombre sacrifica su vida para rescatar a un niño que se ahoga (un caso de sublimación) o si asesina al niño ahogándolo (un caso de represión), no podría ser previsto ni excluido por la teoría de Freud”, escribió en 1974.

“Yo personalmente no dudo de que mucho de lo que ellos (Freud y Adler) dicen es de una importancia considerable y puede desempeñar un día un muy buen papel en una ciencia psicológica que pueda ser puesta a prueba”.

Natalia Pasternak

Natalia Pasternak

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La microbióloga y comunicadora científica Natalia Pasternak desató la polémica.

“Pero eso significa que las ‘observaciones clínicas’ que los analistas creen que confirman su teoría no seandiferentes de las confirmaciones diarias que encuentran los astrólogos”, añade.

Popper, por otro lado, señaló que muchas veces hay propósitos legítimos para postular teorías no científicas.

Él decía que las teorías que comienzan como no científicas pueden luego volverse científicas a medida que encontramos métodos para generar y comprobar predicciones específicas basadas en esas esas teorías.

Criticando al crítico

A lo largo de los años, la validez científica del psicoanálisis fue cuestionada por otras figuras prominentes como el psicólogo Steven Pinker, el lingüista Noam Chomsky, el biólogo evolutivo Stephen Jay Gould o el físico Richard Feynman.

Algunos profundizaron en la obra de Freud, diseccionando lo que consideraban sus deficiencias, como 
el filósofo germano-estadounidense Adolf Grünbaum (1923-2018).

Su libro “Los fundamentos del psicoanálisis: una crítica filosófica” (1984) lo volvió mundialmente famoso.

En ese momento, su trabajo fue visto como un punto de inflexión en el debate sobre el psicoanálisis y considerado por algunos críticos de Freud como una “obra maestra”.

Freud creía que solo el psicoanálisis podía producir efectos terapéuticos.
 
Un hombre en un diván.

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Curiosamente, Grünbaum era un crítico de Popper antes de volverse crítico de Freud.

La verdad es que gracias a Popper, Grünbaum se empezó a interesar por Freud.

Esto se debe a que tanto en la teoría como en la práctica, dice Grünbaum, Freud entendía y aceptaba la falsabilidad de Popper.

“El primer ímpetu para mi investigación sobre los méritos intelectuales de la empresa psicoanalítica”, escribió, “provino de mis dudas sobre la filosofía de la ciencia de Karl Popper”, en alusión a la falsabilidad.

Grünbaum también sostuvo que el padre del psicoanálisis practicaba lo que predicaba: en varias ocasiones, Freud abandonó sus ideas porque eran empíricamente insostenibles.

Portada del libro La interpretación de los sueños de Freud

Portada del libro La interpretación de los sueños de Freud

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"La interpretación de los sueños" es uno de los libros más conocidos de Freud.


En otras palabras, en opinión de Grünbaum, Freud actuó exactamente como dice la teoría de Popper, abandonando las posturas teóricas cuando los hechos las contradecían.

Pero, en su opinión, el problema del psicoanálisis estaba en lo que llamó el “argumento de la adecuación”.

En síntesis, Grünbaum criticaba a Freud por creer que solo el psicoanálisis podía producir efectos terapéuticos.

Según él, los pacientes no son fuentes confiables para descubrir qué “funciona” realmente para curar sus trastornos.

Otro lado

Muchos expertos sostienen que algo merece ser considerado una ciencia cuando predomina la consideración de los datos, que están disponibles para todas las partes interesadas, y cuando la teoría está basada en datos y cambia en respuesta de nuevas observaciones.

Esa es una visión más tradicional.

De acuerdo a este punto de vista, el progreso de la teoría es acumulativo, y el modelo original puede servir de base para modelos más nuevos.

Las afirmaciones deben también basarse en evidencias y no en la autoridad.

“El psicoanálisis, por otro lado, está basado principalmente en postulados pseudocientíficos que son inherentemente no refutables”, explica Anna Järvinen, psicóloga clínica, neuropsicóloga y terapeuta de tradición no psicoanalítica/psicodinámica en un artículo publicado en la la revista británica The Skeptic.

Cartel de la película "Spellbound"
Cartel de la película "Spellbound"

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La película de 1945 de Alfred Hitchcock "Spellbound" ("Cuéntame tu vida" en América Latina o "Recuerda" en España) se centra en el psicoanálisis.


En entrevista con la BBC, dice que las reacciones acaloradas sobre si el psicoanálisis es o no una ciencia “se deben, por lo menos en parte, al hecho de que, a pesar de sus deficiencias bastante debatidas y delineadas, en la psicología continúa teniendo una presencia bastante prominente, al menos en el ámbito clínico.

“Muchos encuentran esto incómodo y francamente amenazante, debido a que, posiblemente, la teoría de Freud no es fácil de entender en un sentido intelectual (y muy pocos han leído sus textos de primera mano), y toca áreas muy sensibles”, añade Järvinen, quien cuenta con un doctorado en Psicología del Goldsmith College de la Universidad de Londres.

Según Järvinen, “el psicoanálisis es extremadamente poderoso. El paciente suele ser colocado en la posición de objeto, y los tratamientos suelen ser vistos como misteriosos y hasta oscuros”.

“Dado que es algo de difícil comprensión, los psicoanalistas son vistos a veces como ‘elitistas’ por diferentes profesionales de la salud mental. Tampoco ayuda que existan algunos grupos o cultos de practicantes que asumen una actitud muy poco crítica en relación a la obra de Freud”, añade.

Provocador

“Los factores mencionados hacen que la teoría de Freud sea altamente provocadora/evocadora emocionalmente, y las personas reaccionan naturalmente con una actitud defensiva”.

“Además, en esta era de modelo médico y tratamientos basados en evidencia, muchos encuentran probablemente incompresible el que se le preste tanta atención al psicoanálisis. Sin embargo, el tratamiento continúa beneficiando a muchos”, concluye.

Aunque, como muchos otros psicólogos, Järvinen no considera al psicoanálisis una ciencia, advierte que los tratamientos médicos comprobados científicamente “no siempre llegan a los niveles más profundos de la psique y carecen de la flexibilidad necesaria”.

Freud leyendo el periódico

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La obra de Freud "hoy en día es leída mayormente en los departamentos de humanidades", según Stefan Marianski, de la Casa Museo Freud en Londres.

“Necesitamos una amplia variedad de opciones de tratamiento para abordar la enorme heterogeneidad de la población humana y sus diversos síntomas, e indiscutiblemente, el psicoanálisis es una opción útil”, destaca.

Järvinen también apunta a que es “extremadamente importante” ubicar a la teoría de Freud en su contexto cultural -él vivió y creció en el mundo sexista, racista e imperialista del siglo XIX, en una privilegiada Viena, y eso con certeza se refleja en su teoría. Sin embargo, él estaría actualizando su teoría si pudiese ver la evolución de la psicología”.

“Sin embargo, en mi opinión, la contribución de Freud al campo de la psicología es irrefutable”, concluye.

Concepto “no uniforme”

Para Érico Andrade, psicoanalista, filósofo y profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, en Brasil, el concepto de ciencia “no es uniforme”.

“La misma concepción de la ciencia va a variar a lo largo de la historia. El ataque al psicoanálisis se basa en un modelo estrictamente empírico de evidencia científica, demostrable en términos de observación en el laboratorio”, dice.

“La idea de empirismo también esta asociada en este contexto a algo que podemos mostrar en términos físicos, es decir, la evidencia es de orden material”, añade.

“Con el advenimiento de las Ciencias Humanas, hay una reelaboración de la concepción misma de la evidencia. La evidencia empírica ya no está más en el plano material, sino en la observación del comportamiento humano a partir de análisis sociológicos, antropológicos, etc. El psicoanálisis deja de girar en torno a la conexión con la psiquiatría y la neurociencia y pasa a dialogar más con las Ciencias Humanas”, dice.

“Cuando se dice que el psicoanálisis no es una ciencia, hay una mala interpretación de la producción de las Ciencias Humanas. Y, peor, cuando se dice que el psicoanálisis es una pseudociencia, se plantea la idea de que sus efectos se basan en cosas mágicas y misteriosas, que no tiene nada que ver con la reflexión que el propio psicoanálisis propone”.

En opinión de Andrade, el psicoanálisis no se postula como “la única verdad, una solución trascendental, ni como mecanismos inmateriales. Tampoco como una sustancia física que puede cambiar al ser humano”.

Una mujer sostiene la representacion en plástico de un cerebro

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El cerebro sigue escondiendo muchos misterios.

La base del psicoanálisis es la idea de que, por un proceso de análisis personal, llegar a comprender mejor nuestro deseo tiene implicaciones en nuestra vida, porque parte de nuestro sufrimiento está vinculado a cuestiones psíquicas y no de orden material”.

En una entrevista con el periódico Folha de S.Paulo, Ana Cláudia Zuanella, directora de Febrapsi, (Federación Brasileña de Psicoanálisis), defendió esta disciplina como una ciencia.

“No es una ciencia dura, que implica refutaciones por medio de la replicabilidad, sino que es una ciencia que engloba un conjunto de conocimientos sólidamente establecidos a través de investigaciones clínicas y una infinidad de debates teóricos”, señaló Zuanella.

A juicio de la experta, el psicoanálisis “ha demostrado incesantemente su eficacia no en el interior de los laboratorios, sino dentro del sujeto”.

Problemas de metodología

Para Martin Hoffmann, investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad de Hamburgo, en Alemania, “incluso si el propio Freud consideraba al psicoanálisis como una teoría científica válida, su propia metodología de investigación enfrenta serios problemas”.

“Pero, contrariamente a la crítica de Popper, no se puede negar que muchas de las afirmaciones de la teoría psicoanalítica son empíricamente comprobables y que, desde la década de 1950, existe un notable cuerpo de evidencia que cumple con los estándares de investigación científica con el objetivo de confirmar las afirmaciones teóricas centrales del psicoanálisis y la eficacia de la terapia psicoanalítica”, escribió en un artículo publicado en 2017.

Por lo tanto, desde el punto de vista metodológico, “el psicoanálisis actual es sin duda una ciencia”.

“Pero, al mismo tiempo, es una pregunta abierta si el esfuerzo científico para confirmar los postulados centrales del psicoanálisis tendrá éxito”.

sábado, 12 de noviembre de 2022

Qué era el Colegio Invisible y cómo allanó el camino a la ciencia experimental moderna

Un colegio, no para estudiantes, sino para eruditos como Christopher Wren.

A mediados de la década de 1640, un grupo de filósofos naturales comenzaron a reunirse en Inglaterra para promover el conocimiento del mundo natural a través de la observación y la experimentación, eso que ahora llamamos ciencia.

Si estás pensando que aquello de observar y experimentar ya se hacía desde hacía mucho tiempo y en muchos lugares, tienes razón, pero recuerda que hay épocas en las que la superstición y la magia gobiernan la razón, los dogmas religiosos silencian a muchos y las lealtades políticas pueden arruinar las carreras hasta de los más brillantes.

Todo eso era cierto en esos momentos en varios sitios de Europa, y el Reino de Inglaterra además vivía el enfrentamiento feroz de realistas y parlamentarios en la Guerra Civil inglesa (1642-51).

Pero ese mismo siglo XVII fue un momento crucial para la historia del pensamiento; grandes filósofos como Francis Bacon y René Descartes alentaron el escepticismo, cambiando el debate del ¿qué es verdad? del Medioevo a ¿de qué puedo estar seguro?

No era un paso fácil: hay gran consuelo en la idea de tener creencias basadas en la "verdad".

Sin embargo, el cuestionamiento -y el autocuestionamiento- es tan indispensable como la curiosidad para el avance del conocimiento, y a eso se dedicaron 12 hombres del Colegio Invisible, que poco después daría a luz a la que hoy es la más antigua sociedad nacional científica del mundo.

El grupo incluía filósofos naturales (hoy llamados científicos) como Robert Boyle -considerado como el primer químico moderno- y Robert Hooke -el primero en visualizar un microorganismo-, y al arquitecto Christopher Wren, también anatomista, astrónomo, geómetra y matemático-físico.

Su lema era Nullius in verba, que literalmente significa "las palabras de nadie" pero se entiende como "no creas nada de meras palabras" o "no tomes la palabra de nadie".

Expresaba la determinación de sus miembros de resistir el dominio de la sabiduría establecida y verificar todas las afirmaciones apelando a hechos determinados por experimentación.

Pero ¿Qué hacían exactamente?
Su nombre, Colegio Invisible, ya había sido usado antes, pero fue adoptado por ese grupo de intelectuales que se encontraban periódicamente para promover lo que por aquel entonces se llamaba "filosofía experimental" o "nueva filosofía" para investigar los secretos de la naturaleza.

Un edificio fantástico sobre ruedas, con alas, nubes, puentes y más

La idea del Colegio Invisible ya estaba plasmada en esta ilustración emblemática, obra de 1618 de Theophilus Schweighardt.

Era particularmente apropiado por ser una institución sin paredes, sin domicilio fijo ni identidad declarada: los miembros se mantenían unidos como grupo a través de cartas y reuniones en Londres y más tarde en Oxford.

Así que era invisible, pero además sus relaciones eran colegiadas, pues operaban con un sentido de interés mutuo y respeto por el trabajo de los demás.

Tras sus impalpables muros, estaba prohibido hablar de la divinidad y de la política.

Tampoco estaba permitido hablar sin claridad o transparencia.

Y era indispensable compartir,
pues el conocimiento es un bien acumulativo:

Si tú tienes un palo, y alguien más tiene un palo, y cada uno le da el palo que tiene al otro, el resultado es que ambos tienen un palo.

Si tú tienes un conocimiento, y alguien más tiene un conocimiento, y ambos se dan su conocimiento, el resultado es que ambos tienen dos conocimientos.


Mucho de esto puede sonar a sentido común, pero la mejor forma de apreciar cuán importante fue su contribución es quizás la alquimia.

El gran acierto
Durante siglos, la gran precursora de la química tuvo un progreso, digamos, irregular.

Por el contrario, el Colegio Invisible puso la química sobre una base sólida en cuestión de un par de décadas.

Retrato grabado en color del físico y químico británico nacido en Irlanda Robert Boyle (1627 - 1691) FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Aunque practicó alquimia, a Boyle se le considera como un padre de la ciencia moderna, racional, empírica y experimental.

¿Qué tenían los colegiados invisibles que a los alquimistas les faltaba?

La voluntad de compartir.
"El problema con la alquimia no era que los alquimistas no hubieran logrado convertir el plomo en oro; nadie podía hacer eso", dice Clay Shirky, de la Universidad de Nueva York.

Desde su perspectiva moderna, el experto en redes sociales afirma que "el problema, más bien, era que los alquimistas habían fallado informativamente".

"Eran oscurantistas. Registraban su trabajo a mano y raramente se lo mostraban a nadie más que sus discípulos".

Efectivamente, como grupo, los alquimistas eran notablemente aislados; por lo general, trabajaban solos, guardaban en secreto sus métodos y sus resultados, las descripciones de los experimentos solían ser incompletas y vagas y rara vez aportaban evidencia.

Boyle mismo describió los escritos de los alquimistas como "libros herméticos que tienen oscuridades tan complicadas que pueden compararse con los acertijos escritos en código.

"Pues después de que un hombre ha superado la dificultad de descifrar las palabras y los términos, encuentra una dificultad nueva y mayor para descubrir el significado de expresiones aparentemente simples".

Su quehacer era algo que se atesoraba.

Eso no permitía que otros replicaran los experimentos e impedía que se acumulara el saber, erradicando errores y confirmando aciertos.

En contraste, en las reuniones del Colegio Invisible, los miembros no solo anunciaban los resultados de sus experimentos sino que explicaban claramente cómo los habían llevado a cabo.

Así, sus pares podían comprobarlos y cumplir con lo que en el siglo XX Karl Popper llamaría "la condición de falsabilidad o refutabilidad", afirmando que el saber no se prueba ni se desaprueba, sino que se convierte en conocimiento cada vez más confiable a través de un proceso que somete las afirmaciones a prueba.

Un siglo transformador
El primer número de la revista Transacciones filosóficas, de la Royal Society, la revista científica de publicación continua más antigua del mundo.

El primer número de la revista Transacciones filosóficas, de la Royal Society, la revista científica de publicación continua más antigua del mundo.

En unos pocos años, varios miembros del Colegio Invisible habían producido avances en química, biología, astronomía y óptica, y habían desarrollado o mejorado una serie de herramientas experimentales seminales, incluidas bombas neumáticas, microscopios y telescopios.

Su insistencia en la claridad del método hizo que su trabajo y su comunidad fueran colaborativos, y los nuevos métodos e ideas se convirtieron rápidamente en insumos para aún más avances.

Su obra se cimentó en la fundación de la Royal Society, o Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural, luego de que, en noviembre de 1660, anunciaran formalmente la formación de un "Colegio para la Promoción del Aprendizaje Experimental Físico-Matemático", que se reuniría semanalmente para discutir sobre ciencia y realizar experimentos.

En la segunda reunión, Sir Robert Moray anunció que el rey les había dado el visto bueno y el 15 de julio de 1662 se firmó una carta real que creó la Royal Society of London.

Se convirtió en una red internacional para la investigación práctica y filosófica del mundo físico que, desde sus inicios, ha tenido más de 8.000 miembros, entre ellos más de 280 premios Nobel, con eminencias que van de Isaac Newton, Albert Einstein y Charles Darwin a Dorothy Hodgkin, Alan Turing y Stephen Hawking, por nombrar unos pocos. Todo gracias a que esos colegiales invisibles resolvieron poner minuciosa, metódica y constantemente en práctica las revolucionarias ideas de un siglo que transformó la ciencia.

domingo, 29 de noviembre de 2020

_- Entrevista a Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia. “Un filósofo no puede mirar para otro lado cuando la ciencia configura nuestra vida”.

_- Fuentes: SINC
El investigador y profesor de la Universidad de Málaga Antonio Diéguez acaba de publicar una segunda edición revisada y ampliada de un manual que sirve tanto como libro de texto como para la divulgación de la filosofía de la ciencia al público general.

Antonio Diéguez (Málaga, 1961) es una voz respetada en diversos campos de la filosofía de la ciencia, la biología y la tecnología en España, especialmente, en el transhumanismo, el realismo científico y la epistemología evolucionista. Algunos de estos debates, consolidados o aún abiertos, se recogen en Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad (UMA Editorial), una reedición de este libro de texto de 2005 que el profesor e investigación de la Universidad de Málaga ha ampliado y actualizado a nuestro tiempo. El propósito de esta publicación, según explicó Diéguez en la presentación virtual del libro, es servir como libro de texto para alumnos de filosofía de la ciencia y de otros grados de ciencias y humanidades. A su vez, el libro tiene una naturaleza divulgativa en su redacción y un importante carácter introductorio a todos los debates y conceptos fundamentales, lo que ayuda a que pueda servir al gran público a conocer qué hace la filosofía de la ciencia y cuál es su utilidad en el siglo XXI.

¿Por qué está motivada esta nueva edición del libro? ¿Qué le ha empujado a ello?
En primer lugar y más urgente es porque se había agotado la primera edición y yo la necesitaba para los alumnos. Pero también hay temas que han necesitado una actualización porque algunos debates han continuado en estos últimos años de manera intensa, como el que versa sobre el realismo científico o sobre el papel de los modelos en la ciencia, y eso había que recogerlo. Luego también porque me apetecía incluir algún autor más como Stephen Toulmin y corregir algunas cosas, pulirlas. Le iba haciendo falta haciendo una actualización.

¿Qué es el realismo científico?
La idea básica es si las teorías científicas son una explicación o interpretación del mundo real, y por tanto nos ofrecen información aproximadamente verdadera del mundo real; o deben interpretarse más bien como herramientas conceptuales para manipular la realidad y por tanto no hay que comprometerse con la verdad literal, ni siquiera aproximada, de las teorías científicas.

Entiendo que habrá matices intermedios entre esas dos posturas…

Hay muchos matices intermedios, muchas variedades de realismo e instrumentalismo, que es como se llama la posición antirrealista. Pero hay otras muy potentes, como el empirismo constructivo de Van Fraassen que dice que las teorías científicas tienen dos niveles: uno observacional y otro teórico. En el primero sí se puede aceptar la verdad o falsedad de las hipótesis; pero a nivel teórico hay que suspender el juicio y el científico debe decir que la teoría encaja con la realidad pero no puede decir que sea verdadera.

¿Está el empirismo constructivo muy ligado a la teoría cuántica de la física?
La fuente principal del antirrealismo viene de la física, sobre todo. Es muy difícil mantener posiciones antirrealistas desde la biología animal o la bioquímica, o cualquier otra ciencia que no sea la física. Aquí el antirrealismo tiene un apoyo muy fuerte en la teoría cuántica porque en ella suceden cosas muy extrañas, como que el sistema cuántico en algunas de sus propiedades depende del propio acto de observación, y eso no tiene una interpretación realista fácil.

¿Cuál debería ser el objetivo de la filosofía de la ciencia, si es que hay uno?
La filosofía de la ciencia surge como disciplina en el Círculo de Viena y su manifiesto fundacional se publica en 1929 con el título de La concepción científica del mundo. Desde el principio ha tenido el objetivo fundamental de analizar cómo funciona la ciencia, cuál era la estructura lógica de las teorías científicas y, sobre todo, cómo justifica la ciencia sus conocimientos. Pero esto se fue ampliando posteriormente. Karl Popper le añadió un mayor calado metafísico, se interesó con la relación de las teorías con la realidad pero ya en un sentido más fuerte del término “realidad” no solo por cómo se justifican el conocimiento sino también cómo vamos progresando hacia mayor contenido verdadero en nuestras teorías.

Thomas Kuhn, en el año 1962, publicó La estructura de las teorías científicas, uno de los libros más influyentes en las ciencias sociales y la filosofía. Con él le dio también una orientación añadida al análisis de la ciencia como actividad, no solo como modo de conocimiento, sino también como actividad humana. Ahí introdujo una consideración a los factores sociales.

Cuando comenta actividad humana, ¿se refiere a la ciencia como profesión?
Sí, como profesión investigadora, pero también como institución, como organización, como comunidad… Aspectos sociales, institucionales y políticos, aspectos que el Círculo de Viena ni Popper habían tenido en cuenta.

¿La filosofía de la ciencia puede ser útil para la investigación?
Puede ser útil, pero no está entre sus objetivos principales ser útil a la investigación científica. Es una disciplina que trata de conocer bien la ciencia, interpretarla y darla a conocer al público interesado. Saber cómo ha sido la ciencia a lo largo de su historia, cómo procede hoy día, cuáles son sus bases metodológicas y epistemológicas, etcétera.

Ahora bien, algunos científicos han tenido interés por la filosofía de la ciencia y hay ocasiones que eso ha beneficiado su trabajo, aunque esto es una cuestión circunstancial. No es extraño que algunos científicos hayan leído sobre todo a Popper, un filósofo que les suele gustar bastante, y hayan sacado alguna conclusión interesante. Por ejemplo: Willi Hennig, el fundador del cladismo, que es una de las escuelas principales de la taxonomía, afirmó que alguna vez había obtenido alguna inspiración leyendo a Popper.

Pero eso no deja de ser una inspiración. ¿Hay alguna aplicación o utilidad más clara?
Hay partes de la filosofía de la ciencia más especializada donde la utilidad es más clara. Yo soy especialista en filosofía de la biología, donde sí que ha habido trabajo conjunto entre filósofos y biólogos que han contribuido al avance de una disciplina. Por ejemplo, los trabajos del filósofo de la biología Elliott Sober en el tema de la selección de grupos: son comentados y contrastados por muchos biólogos, incluso este autor ha publicado con biólogos para desarrollar sus ideas. O los análisis que se han hecho en filosofía de la biología sobre nociones centrales como adaptación o gen. Ese trabajo de verificación conceptual sí ha tenido una mayor atención por parte de los científicos y sí ha sido útil para su propio trabajo.

En cambio, en el caso de la filosofía general de la ciencia, que es la que ha predominado hasta final del siglo XX, vemos que la utilidad para el trabajo de los científicos ha sido muy testimonial.

¿Por qué esta asignatura, en el caso de su universidad, no se imparte en grados de ciencias naturales, de la salud u otros?
Me parece una pena y es algo que no sucede en otros países. Anteriormente, en la licenciatura de Filosofía existía la libre configuración: alumnos de cualquier carrera podían coger un número de créditos determinado de otras carreras. En filosofía de la biología, la mitad de mis alumnos venían de Biología y se matriculaban al igual que los alumnos de Filosofía, en las mismas condiciones. Aquello era muy enriquecedor para todos los alumnos y para mí también. Eso se acabó con Bolonia, que quitó la libre configuración y redujo enormemente la optatividad en todas las carreras. Para cualquier titulación se ofrecían ya muy pocas optativas y era lógico que en Biología las optativas fuesen de su grado, no iba a venir otra optativa de fuera. El plan Bolonia debería haber abierto la optatividad, que era lo coherente.

¿Qué sensaciones deja a sus alumnos cuando terminan de cursar sus asignaturas?
Creo que, al menos, consigo convencerles de que esta asignatura es importante para un filósofo. Cuando se matriculan en ella tengo la impresión de que creen que [la ciencia] se trata algo periférico, algo que no es central de la filosofía o que las cuestiones están en otra parte, en otros autores, temas o enfoques. Cuando terminar de ver la asignatura, creo que se convencen de que algunas de las cuestiones centrales de la filosofía están aquí, en la filosofía de la ciencia y de la tecnología.

Si hay algo que caracteriza nuestro tiempo es el desarrollo científico y técnico, un filósofo no puede permanecer de espaldas a eso. Si quieren entender la realidad de su época no puede dejar de entender lo que está haciendo el ser humano con la ciencia y la tecnología, para bien, para mal o para regular. Un filósofo no puede mirar para otro lado cuando la ciencia está configurando nuestro modo de vida.

Esta perspectiva va muy de la mano sobre cómo asume la sociedad el concepto de cultura científica, no como cultura y ciencia como elementos separados, sino que van de la mano…

Eso es algo en lo que insisto mucho y lo vemos de manera muy clara los que estamos en una zona fronteriza entre la ciencia y la filosofía. Esa separación entre dos ámbitos culturales, opuestos, entre ciencias y humanidades, tiene una historia mucho más corta de lo que se piensa.

En la actualidad, además, hay muchas zonas fronterizas, híbridos entre naturaleza y sociedad, como lo llama el filósofo y sociólogo Bruno Latour, entre ciencias y humanidades. Eso que llamamos cultura incorpora en la actualidad de manera clara a la ciencia. No tiene sentido decir que alguien con formación cultural solo trabaja sobre el arte, la literatura, la filosofía, pero que se puede desentender por completo de la ciencia. Esa persona no tiene realmente una cultura equilibrada o completa porque la ciencia forma una parte fundamental de la cultura. Todo lo que tiene que ver con la tecnología informática y de la información tiene una base científica que se debe conocer. Si no, uno está perdido.

Un aspecto de la filosofía de la ciencia, más tangible y sobre sí que se reflexiona y estudia es la demarcación de ciencia y pseudociencia…

Es una de las preocupaciones principales de los filósofos de la ciencia a lo largo del siglo XX. Ahora es un asunto no tan central porque ya se ha llegado a la convicción de que, aunque no hay una definición unánime de ciencia, sí que tenemos una serie de criterios reconocibles que nos ayudan a definir cuándo algo es pseudocientífico. Hay ejemplos muy claros de pseudociencia, como la homeopatía.

¿Considera que esta pandemia ha cambiado la percepción que tiene la población sobre la ciencia en nuestra cultura y modo de vida?
Yo creo que algo sí ha cambiado. Hay una percepción mucho más clara de que necesitamos de la ciencia para resolver los graves problemas que tiene la humanidad. Entre ellos, para tener una salud pública mínimamente garantizada. Se ha comprendido que la salud pública es un asunto global, que no depende de una región o un país, sino del mundo entero. Vivimos en un mundo globalizado y eso nos pone en peligros que antes eran inimaginables, como esta pandemia u otras que pueden venir. De pronto se miró a la ciencia con esperanza, exigiendo un remedio. Nunca se había conseguido conocer a un virus con tanta rapidez y avanzar hacia una vacuna con tanta prontitud.

La ciencia está respondiendo bien.
Dicho esto, hay que afirmar que hay muchos malentendidos con la ciencia todavía. Por ejemplo: se vio como una señal de desorientación el que los científicos no estuvieran de acuerdo durante unos meses sobre la naturaleza del virus y de los mejores tratamientos contra este. La ciencia necesita del desacuerdo, de la discusión. No es solo consenso o ideas con las que toda la comunidad científica concuerda. El desacuerdo es fundamental para el avance del conocimiento, lo que pasa es que eso no lo sabe casi nunca el gran público.

¿Qué perspectiva tiene de la herramienta de edición genética CRISPR? ¿Se observa con cierta preocupación o se confía en el consenso que puede existir en la comunidad científica sobre su uso?

Digamos que se contempla con preocupación en algunos aspectos y con esperanza en otros. Esta tecnología es muy potente y va a cambiar toda la biotecnología y el modo en que podemos transformar a los propios seres vivos. Ya lo está haciendo también con algunos animales y en el horizonte está hacerlo con el ser humano. Lo intentó el científico chino He Jiankui y no lo hizo correctamente —porque la tecnología no está aún preparada— y recibió la condena unánime de la comunidad internacional.

Eso es un objetivo que está en el horizonte, y los filósofos ya se plantean que cuando esto sea aplicable al ser humano, ¿qué sería legítimo hacer? Si solo es legítimo para fines terapéuticos o si también habría algún caso para conseguir ciertas mejoras de tipo genético en el propio ser humano. Eso es muy peligroso porque entramos en el terreno de la eugenesia. La pregunta es si esta eugenesia sería igual que en el pasado. Los defensores de una aplicación irrestricta dicen que no, que es una “eugenesia liberal” a la que no le serían aplicables los mismos reproches que la antigua eugenesia, que era de carácter totalitario.

¿Hay más posibles aplicaciones de CRISPR que preocupan?
Se pueden encontrar algunas otras, como la posibilidad de resucitar especies extintas. Ya se ha hecho una vez aquí en España, justamente. El único caso que ha habido de resurrección de una especie extinta: el bucardo, una cabra del Pirineo que se había extinguido en el año 2000-2002 y se había conservado material genético. Con él se hizo nacer a un cabritillo en una especie cercana que vivió solo unos minutos y murió por un defecto pulmonar. Durante al menos unos minutos esa especie resucitó después de haberse extinguido. Esto abre posibilidades enormes. El catedrático de genética de Harvard, George Church, quiere resucitar un mamut. Ahí se plantean problemas de mucho calado, no solo éticos sino también ecológicos.

Estas son cuestiones sobre las que hay que ir pensando: los bebés de diseño, la posibilidad de resucitar especies extintas, el modo en que estas tecnologías puede agravar las desigualdades y crear una casta de ricos genéticamente mejorados, etcétera.

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