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sábado, 6 de septiembre de 2025

_- Einstein, Arendt y Freud, del apoyo al sionismo a denunciarlo por fascista


_- Fuentes: El Salto [Foto: La filósofa Hannah Arend


No necesitaron ver el actual genocidio del pueblo palestino para darse cuenta, hace un siglo, que aquel proyecto sionista de “un hogar para los judíos” incluía un plan de limpieza étnica en la Palestina Histórica.

El sionismo ha reivindicado muchas veces haber contado desde su origen con el apoyo de renombrados personajes públicos internacionales de origen judío, y entre ellos no podían faltar ni Albert Einstein, Hannah Arendt o Sigmund Freud, ocultando una parte de la historia, el desengaño que ellos experimentaron pronto, al comprobar el carácter xenófobo y extremadamente violento de esa corriente del judaísmo.

Albert Einstein (1879–1955), alemán de origen judío, Premio Nobel de Física 1921, se entusiasmó en los años 20 y 30 del siglo pasado con el proyecto judío de crear un hogar en Palestina tras ver el avance imparable del antisemitismo en su país y en Europa, pero creía ver en el sionismo algo muy distinto a lo que realmente fue. Decía en 1931, en Mi visión del mundo, una recopilación de artículos: “Nuestro objetivo no es la creación de una comunidad política, sino que conforme a la tradición del judaísmo, es una meta cultural en el sentido más amplio de la palabra. Para lograrlo debemos resolver con nobleza, abierta y dignamente, el problema de la convivencia con el pueblo hermano de los árabes (…) Especial atención merecen nuestras relaciones con el pueblo árabe. Fomentándolas podremos evitar en el futuro la formación de tensiones peligrosas, que podrán ser utilizadas para provocar ataques de nuestros enemigos”.

En 1932 el científico se fue a vivir a Estados Unidos, un año antes de que Adolf Hitler llegara al poder en Alemania. En otra de sus intervenciones sobre el sionismo, en 1938, Einstein dejaba clara su posición en contra de la formación de un estado judío con fronteras y ejército: “Dejando a un lado las consideraciones prácticas, mi concepción de la naturaleza esencial del judaísmo se opone a la idea de un Estado judío con fronteras, ejército y un grado de poder temporal, por modesto que fuera. Estoy espantado al pensar en el daño interno que sufrirá el judaísmo, sobre todo por el desarrollo de un nacionalismo estrecho en el interior de nuestras propias filas, contra el cual hemos estado siempre obligados a luchar enérgicamente, aun sin un Estado judío”.

La postura de Einstein fue aun mucho más crítica con el sionismo al comprobar el auge que iban teniendo las organizaciones terroristas judías, que tanto atacaban a la población autóctona árabe como a las fuerzas del Mandato Británico que controlaban todavía en la década de los 40 el territorio de la Palestina histórica, e incluso a sectores de la comunidad judía que no compartía sus ideas.

El 22 de julio de 1946 comandos paramilitares sionistas del Irgún Tzvaí Leumí, del Lehi y de la Haganá, atacaron el Hotel King David, en Jerusalén, sede entonces de la Comandancia Militar del Mandato Británico de Palestina y de la División de Investigación Criminal, y mataron a 91 británicos.

¿La razón? Que el Gobierno británico del conservador Venille Chamberlain había aprobado un Libro Blanco para preparar el proceso de independencia de Palestina, en el cual se proponía que como paso previo a ella se incorporaran al propio gobierno del Mandato Británico representantes judíos y palestinos. Se planteaba esa fórmula como una experiencia para que en el nuevo Estado que se creara pudieran convivir ambos pueblos.

Para facilitar ese plan el Libro Blanco planteaba también que se fijara un límite a la inmigración judía en Palestina para que esta no supusiera más que un tercio de la población local total, a menos que los propios habitantes árabes lo consintieran expresamente. Pero el sionismo no podía consentir un cambio tan brusco de la postura británica y del espíritu colonialista de la Declaración Balfour de 1917.

En abril de 1948 unidades del Irgún Tzvaí Leumí y de Lehi cometían otra matanza, esta vez en la aldea palestina de Deir Yassim y asesinaban a 120 personas. Einstein quedó conmocionado al conocer la matanza y el 9 de abril escribió una carta a Shepard Rifkin, director de la organización estadounidense Amigos americanos de los combatientes por la libertad de Israel, quien le había pedido que se manifestara públicamente a favor del sionismo y de la creación del Estado de Israel: “Estimado señor: Cuando nos sobrevenga una catástrofe real y definitiva en Palestina, los primeros responsables de ella serán los británicos y los segundos responsables serán las organizaciones terroristas creadas dentro de nuestras propias filas. No quisiera ver a nadie asociado con esa gente descarriada y criminal”.

Un mes más tarde, el 14 de mayo de 1948, las fuerzas judías, con consentimiento de Naciones Unidas, declaraban en Tel Aviv la creación de un nuevo Estado al que llamaron Israel y se apoderaron no del 56 % del territorio de Palestina tal como estaba previsto inicialmente, sino del 77 %. David Ben-Gurion, de origen polaco y presidente de la Agencia Judía, fue nombrado primer ministro y se convirtió en el artífice de la expulsión de Palestina por la fuerza de 750.000 palestinos, éxodo conocido como la Nakba («desastre» en árabe).

Una de las primeras medidas de Ben-Gurion fue la creación de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI, o Tzáhal, su acrónimo en hebreo). El núcleo central con el que se puso en marcha la FDI —una de las instituciones más respetadas por la población israelí y ejecutora del actual genocidio en Gaza—fue la propia estructura y militancia de la Haganá y otras organizaciones terroristas sionistas.

Arendt, la activista sionista que cambió de opinión
Hannah Arendt también fue inicialmente una entusiasta activista del movimiento sionista, primero en su país natal, en Alemania, en los años 20 e inicios de los 30, y a partir de 1937 en Estados Unidos, país en el que se refugió huyendo del nazismo.

Al igual que Einstein ella era una fervorosa partidaria de que se creara un lugar en Palestina para los judíos, pero no a costa del desalojo de los palestinos, y criticaba también que el movimiento sionista se olvidara del resto de judíos de la diáspora, de judíos como ella o Einstein que vivían en otros países y no querían vivir en Palestina.

Los registros de la emigración judía hacia Palestina antes de la creación del Estado de Israel muestran que de los cerca de 40.000 que migraron entre 1904 y 1914 más del 80% decidió no quedarse finalmente. El destino preferido era mayoritariamente Estados Unidos.

Arent creó en EE UU el Grupo Joven Judío en 1942 en un intento por ampliar el debate interno dentro del movimiento sionista. Ella criticaba que el movimiento dependiera tanto de banqueros como los Rothschild y otros magnates. Sostenía que esa dependencia era su “segunda opresión”.

Hannah Arent se distanciaba de los que mantenían una creencia bíblica, la que el pueblo judío era el “pueblo elegido”, con la que se justificaba todo. Sus diferencias con el proyecto sionista se acentuaron tras comprobar que las tesis del sionismo más extremista y chovinista se imponían en la Conferencia Baltimore de ese año.

En escritos como La crisis del sionismo que publicó ese año y en trabajos posteriores Arendt se distanciaba cada vez más de aquellos que ya no hablaban de un ‘hogar judío’ sino de un ‘Estado judío’ y mostró su preocupación por el desprecio con el que se hablaba de la población originaria palestina con la que no se contaba en ningún plan.

Su escrito Sionismo reconsiderado provocaría una gran polémica en el seno del movimiento sionista. En él denunciaba al “nacionalismo radical”: “El movimiento nacional judío social–revolucionario acabó como la mayoría de los movimientos de este tipo: dando su más firme apoyo no ya a reivindicaciones nacionales, sino a reivindicaciones chovinistas que en realidad no estaban en contra de los enemigos del pueblo judío, sino de sus amigos potenciales y de sus vecinos reales”.

Ella hablaba así de los árabes, ‘amigos potenciales’, ‘vecinos reales’, e igual que Einstein abogaba por un Estado binacional judío–palestino, y en 1951, tres años después de la fundación del Estado de Israel, denunciaba frontalmente la expulsión por parte del nuevo Estado de cientos de miles de los habitantes originarios de Palestina: “Después de la guerra resultó que la cuestión judía, que había sido considerada la única insoluble, estaba desde luego resuelta, principalmente gracias a un territorio primero colonizado y luego conquistado, pero esto no resolvió el problema de las minorías y de los apátridas. Al contrario, como virtualmente todos los demás acontecimientos de nuestro siglo, la solución de la cuestión judía produjo una nueva categoría de refugiados, los árabes, aumentando por el número de apátridas y fuera de la ley con otras 700.000 u 800.000 personas”.

Hannah Arendt, que tanto había luchado por el sionismo tuvo que soportar agresivas críticas del sionismo radical, que la terminaron acusando de antisemita y hasta de colaboracionista por su libro Eichman en Jerusalén. En ese libro ella hablaba sobre la banalidad del mal, pretendía ir más allá de una condena frontal al Holocausto, intentaba desentrañar la mente de un personaje como el jerarca nazi, cómo se transformaba un ciudadano alemán normal en un monstruo que en su juicio llegó a reivindicar ser un buen funcionario, haber cumplido a rajatabla con las órdenes recibidas. Obediencia debida.

Menájem Begin, un prócer para los sionistas, como Ben-Gurion, también nacido en Polonia y líder del Irgún, el grupo terrorista más radical, viajó a Estados Unidos en 1948 tras crearse el artificial Estado de Israel y fue recibido con todos los honores por el gobierno del demócrata Harry Truman,

Fue entonces cuando un grupo de 27 destacados intelectuales judíos residentes en Estados Unidos, filósofos, rabinos y científicos, entre los que se encontraban Albert Einstein y Hannah Arendt, enviaron una carta a los editores de The New York Times el 2 de diciembre de ese año repudiando su visita y el proyecto que representaba. Fue publicada por el diario neoyorkino dos días después: “Uno de los fenómenos políticos más inquietantes de nuestro tiempo es la aparición en el recién creado Estado de Israel, del Tnuat Haherut (Partido de la Libertad), un partido político muy parecido en su organización, métodos, filosofía política y atractivo social a los partidos nazi y fascista. Se formó a partir de los miembros y seguidores del antiguo Irgun Zvaí Leumí, una organización terrorista, derechista y chauvinista de Palestina (…) Es inconcebible que quienes se oponen al fascismo en todo el mundo, si se les informa correctamente sobre el historial político y las perspectivas del Sr. Begin, puedan sumar sus nombres y apoyo al movimiento que representa”.

En la carta, firmada también por otros intelectuales judíos, como Isidore Abramovitz, el rabino Jessurun Cardozo, Sidney Hook, Samuel Shuman, o Irma y Stefan Wolfe, denunciaban la intolerancia de Begin y los grupos terroristas que él representaba, que llegaban a aterrorizar a la propia población judía que no se unía a ellos: “Los profesores fueron golpeados por hablar en su contra y los adultos fueron fusilados por no permitir que sus hijos se unieran a ellos. Mediante métodos de gánsteres, palizas, ruptura de ventanas y robos generalizados, los terroristas intimidaron a la población y le exigieron un fuerte tributo”.

Tras otras consideraciones los intelectuales judíos terminaban así su carta: “Por lo tanto, los abajo firmantes utilizamos este medio para presentar públicamente algunos hechos destacados sobre Begin y su partido, y para instar a todos los interesados a no apoyar esta última manifestación del fascismo”.

Begin crearía en 1973 el partido Tnuat Haherut y lideraría el proceso de fusión de este con otras formaciones de la derecha israelí que daría lugar al nacimiento del Likud, el partido que hoy lidera Benjamin Netanyahu y el Gobierno ultraderechista israelí. En 1979 Begin recibía el Premio Nobel de la Paz.

Freud, crítico con el fanatismo sionista
El caso de Sigmund Fred fue distinto al de Einstein o Arendt. El padre del psicoanálisis, austriaco de origen judío pero declaradamente ateo, abordó en Moisés y el monoteísmo en los años 30 el proyecto de crear un ‘hogar judío’ en Palestina preguntándose: “Qué lleva a los judíos a considerarse como ‘el pueblo elegido’? ¿Cuáles son las consecuencias de mantener tal narcisismo?».

El 26 de febrero de 1930 Freud escribía una carta al doctor Chaim Koffer , quien, en nombre de la Fundación para la Reinstalación de los Judíos en Palestina, le pedía un pronunciamiento a favor del sionismo y de la migración hacia Palestina: “No puedo hacer lo que usted desea. Mi reticencia a interesar al público en mi persona es insalvable y creo que las circunstancias críticas actuales no me incitan para nada a hacerlo (…) Pero, por otro lado, no creo que Palestina pueda algún día ser un Estado judío ni que tanto el mundo cristiano como el mundo islámico puedan un día estar dispuestos a confiar sus lugares santos al cuidado de los judíos”.

Freud mencionaba también en esa carta su rechazo a considerar al Muro de las Lamentaciones el lugar sagrado más importante para el judaísmo: “No puedo experimentar la menor simpatía por una piedad sionista mal interpretada, que hace de un trozo del muro de Herodes una reliquia nacional y a causa de ella, ofende los sentimientos de los nativos”.

El padre del psicoanálisis, que en muchas ocasiones criticó el nacionalismo y la xenofobia, mencionaba también en esa carta su recelo sobre el apoyo interesado de magnates judíos a la idea de crear el ‘hogar judío’ en Palestina: “Me hubiera parecido más prudente una patria judía en un suelo históricamente no cargado; en efecto, sé que, para un propósito tan racional, nunca se hubiera podido suscitar la exaltación de las masas ni la cooperación de los ricos. Concedo también, con pesar que el fanatismo poco realista de nuestros compatriotas tiene su parte de responsabilidad en el despertar del recelo de los árabes”.

En 1939, cuando las organizaciones terroristas sionistas atacaban diariamente las aldeas palestinas advirtió: “La mayor calamidad sería un enfrentamiento permanente con el pueblo árabe” recordando que “en tiempos pasados ningún pueblo mostró mayor amistad con los judíos que los antepasados de estos árabes”.

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jueves, 28 de septiembre de 2023

Psicoanálisis, ¿ciencia o pseudociencia?: la polémica que divide las opiniones desde hace más de un siglo

La microbióloga y comunicadora científica Natalia Pasternak generó una polémica con su nuevo libro, en el que describe al psicoanálisis como una “pseudociencia”.

Esta descripción provocó acaloradas reacciones en las redes sociales, tanto en contra como a favor de la especialista, que se hizo conocida a nivel popular por sus comentarios durante la pandemia de covid-19.

En su libro “Que Bobagem! Pseudociências e Outros Absurdos que Não Merecem Ser Levados a Sério” (¡Qué absurdo! Pseudociencias y otras tonterías que no merecen ser tomadas en serio) Pasternak y el periodista Carlos Orsi critican también la homeopatía, la astrología y la acupuntura, a las que llaman “falsificaciones de la ciencia”.

Sin embargo, la controversia provocada por Pasternak sobre el psicoanálisis no es nueva: tiene más de un siglo.

Algunos expertos afirman que el trabajo de Freud era completamente pseudocientífico por naturaleza y que los defensores de su teoría hicieron poco por revisarla.

Otros defienden que la eficacia del psicoanálisis puede ser comprobada científicamente.

También destacan que tiene una influencia enorme en la cultura occidental, a pesar de todas las críticas, y que cuenta con muchos adeptos en todo el mundo.

Sigmund Freud en su despacho

Sigmund Freud en su despacho

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Sigmund Freud, el neurólogo austríaco que fue el fundador del psicoanálisis.


Desde sus inicios, a comienzos del siglo XX, ha habido encarnizadas discusiones sobre si el psicoanálisis es o no una ciencia.

Pero, antes de entrar en esa polémica, es preciso entender qué es el psicoanálisis, un método para tratar trastornos mentales y una teoría para explicar el comportamiento humano.

El austríaco Sigmund Freud (1856-1939) es considerado su padre fundador.

Freud creía que los acontecimientos de nuestra infancia tienen una gran influencia en nuestra vida adulta, moldeando nuestra personalidad.

Freud, padre del psicoanálisis

Por ejemplo, en términos simples, la ansiedad originada por las experiencias traumáticas en el pasado de una persona se oculta de la conciencia y puede causar problemas en la edad adulta (neurosis).

Así, cuando nos explicamos nuestro comportamiento a nosotros mismos o a los demás, raramente damos cuenta de nuestra motivación.

Por ello, Freud se abocó a tratar de penetrar ese “camuflaje”, muchas veces sutil y elaborado, que oscurece la estructura de los procesos ocultos de nuestra personalidad.

Freud aseguraba que sus postulados formaban la base de la ciencia de la psicología, que, para él, era una “ciencia natural”.

Karl Popper

Karl Popper

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El filósofo Karl Popper consideraba al psicoanálisis una pseudociencia. 

Uno de los principales críticos de las teorías de Freud fue el austrobritánico Karl Popper (1902-1994).

Considerado uno de los más influyentes filósofos del siglo XX, Popper consideraba al psicoanálisis una pseudociencia por proponer hipótesis que no podían ser refutadas empíricamente, llegando a compararlo con la astrología.

Argumentaba que la ciencia se diferencia de la pseudociencia o la superstición porque se puede demostrar que las hipótesis científicas son falsas por medio de la observación de experimentos.

Popper y el “falsacionismo”

Según el falsacionismo de Popper, cualquier afirmación científica basada en la observación jamás puede ser considerada una verdad absoluta o definitiva.

Popper sostenía que las teorías científicas se caracterizan por implicar predicciones que las observaciones futuras pueden revelar como falsas.

Por ejemplo: en el pasado, como se desconocía la existencia de cisnes negros, se creía que todo cisne era blanco.

Pero, para Popper, no importa si todos los cisnes observados eran blancos, basta con que aparezca uno solo negro para desmontar esa teoría.

Como consecuencia, no podemos afirmar científicamente que “todos los cisnes son blancos”.

Pequeños botes con pastillas homeopáticas

Pequeños botes con pastillas homeopáticas

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La homeopatía no sale bien parada en el nuevo libro de Pasternak y Orsi. 

Cuando se demuestra que las teorías son falsas en vista de tales observaciones, los científicos pueden responder revisando la teoría o rechazándola en favor de una rival, o dejando la teoría tal y como está y cambiando a una hipótesis auxiliar.

En el caso del psicoanálisis freudiano, Popper argumentaba que este, así como otras teorías que describe como no científicas, no hacen ninguna predicción que sea refutable.

En este sentido, por no haber predicciones precisas, estas teorías terminan siendo creadas a medida y proporcionan una supuesta explicación para cualquier comportamiento observado.

Niño en el agua

Para ilustrar su punto, Popper da como ejemplo una situación con dos hombres.

Uno empuja a un niño al agua con la intención de ahogarlo y el otro se lanza al agua para salvarlo.

Según él, el psicoanálisis puede explicar las dos acciones aparentemente contradictorias.

En el primer caso, el psicoanalista puede decir que la acción fue impulsada por un componente reprimido del "ello" (inconsciente) y, en el segundo caso, que la acción resultó de una sublimación exitosa de ese mismo tipo de deseo del "yo" y el "superyo".

En otras palabras: para Popper, independientemente de cómo se comporta realmente una persona, el psicoanálisis puede usarse para explicar ambos comportamientos.

Eso, a su vez, nos impide formular cualquier experimento crucial que pueda servir para refutar el psicoanálisis.

Para Popper, el psicoanálisis era “simplemente inverificable, irrefutable. No había comportamiento humano concebible que lo contradijese”.

Un niño nada en una piscina

Un niño nada en una piscina

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¿Se puede refutar el psicoanálisis?

“Es muy claro. Ni Freud ni Adler (Alfred Adler, psicólogo austriaco fundador de la psicología del desarrollo individual) excluyen la acción de cualquier persona en particular, de cualquier manera particular, sean las que sean las condiciones externas. Si un hombre sacrifica su vida para rescatar a un niño que se ahoga (un caso de sublimación) o si asesina al niño ahogándolo (un caso de represión), no podría ser previsto ni excluido por la teoría de Freud”, escribió en 1974.

“Yo personalmente no dudo de que mucho de lo que ellos (Freud y Adler) dicen es de una importancia considerable y puede desempeñar un día un muy buen papel en una ciencia psicológica que pueda ser puesta a prueba”.

Natalia Pasternak

Natalia Pasternak

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La microbióloga y comunicadora científica Natalia Pasternak desató la polémica.

“Pero eso significa que las ‘observaciones clínicas’ que los analistas creen que confirman su teoría no seandiferentes de las confirmaciones diarias que encuentran los astrólogos”, añade.

Popper, por otro lado, señaló que muchas veces hay propósitos legítimos para postular teorías no científicas.

Él decía que las teorías que comienzan como no científicas pueden luego volverse científicas a medida que encontramos métodos para generar y comprobar predicciones específicas basadas en esas esas teorías.

Criticando al crítico

A lo largo de los años, la validez científica del psicoanálisis fue cuestionada por otras figuras prominentes como el psicólogo Steven Pinker, el lingüista Noam Chomsky, el biólogo evolutivo Stephen Jay Gould o el físico Richard Feynman.

Algunos profundizaron en la obra de Freud, diseccionando lo que consideraban sus deficiencias, como 
el filósofo germano-estadounidense Adolf Grünbaum (1923-2018).

Su libro “Los fundamentos del psicoanálisis: una crítica filosófica” (1984) lo volvió mundialmente famoso.

En ese momento, su trabajo fue visto como un punto de inflexión en el debate sobre el psicoanálisis y considerado por algunos críticos de Freud como una “obra maestra”.

Freud creía que solo el psicoanálisis podía producir efectos terapéuticos.
 
Un hombre en un diván.

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Curiosamente, Grünbaum era un crítico de Popper antes de volverse crítico de Freud.

La verdad es que gracias a Popper, Grünbaum se empezó a interesar por Freud.

Esto se debe a que tanto en la teoría como en la práctica, dice Grünbaum, Freud entendía y aceptaba la falsabilidad de Popper.

“El primer ímpetu para mi investigación sobre los méritos intelectuales de la empresa psicoanalítica”, escribió, “provino de mis dudas sobre la filosofía de la ciencia de Karl Popper”, en alusión a la falsabilidad.

Grünbaum también sostuvo que el padre del psicoanálisis practicaba lo que predicaba: en varias ocasiones, Freud abandonó sus ideas porque eran empíricamente insostenibles.

Portada del libro La interpretación de los sueños de Freud

Portada del libro La interpretación de los sueños de Freud

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"La interpretación de los sueños" es uno de los libros más conocidos de Freud.


En otras palabras, en opinión de Grünbaum, Freud actuó exactamente como dice la teoría de Popper, abandonando las posturas teóricas cuando los hechos las contradecían.

Pero, en su opinión, el problema del psicoanálisis estaba en lo que llamó el “argumento de la adecuación”.

En síntesis, Grünbaum criticaba a Freud por creer que solo el psicoanálisis podía producir efectos terapéuticos.

Según él, los pacientes no son fuentes confiables para descubrir qué “funciona” realmente para curar sus trastornos.

Otro lado

Muchos expertos sostienen que algo merece ser considerado una ciencia cuando predomina la consideración de los datos, que están disponibles para todas las partes interesadas, y cuando la teoría está basada en datos y cambia en respuesta de nuevas observaciones.

Esa es una visión más tradicional.

De acuerdo a este punto de vista, el progreso de la teoría es acumulativo, y el modelo original puede servir de base para modelos más nuevos.

Las afirmaciones deben también basarse en evidencias y no en la autoridad.

“El psicoanálisis, por otro lado, está basado principalmente en postulados pseudocientíficos que son inherentemente no refutables”, explica Anna Järvinen, psicóloga clínica, neuropsicóloga y terapeuta de tradición no psicoanalítica/psicodinámica en un artículo publicado en la la revista británica The Skeptic.

Cartel de la película "Spellbound"
Cartel de la película "Spellbound"

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La película de 1945 de Alfred Hitchcock "Spellbound" ("Cuéntame tu vida" en América Latina o "Recuerda" en España) se centra en el psicoanálisis.


En entrevista con la BBC, dice que las reacciones acaloradas sobre si el psicoanálisis es o no una ciencia “se deben, por lo menos en parte, al hecho de que, a pesar de sus deficiencias bastante debatidas y delineadas, en la psicología continúa teniendo una presencia bastante prominente, al menos en el ámbito clínico.

“Muchos encuentran esto incómodo y francamente amenazante, debido a que, posiblemente, la teoría de Freud no es fácil de entender en un sentido intelectual (y muy pocos han leído sus textos de primera mano), y toca áreas muy sensibles”, añade Järvinen, quien cuenta con un doctorado en Psicología del Goldsmith College de la Universidad de Londres.

Según Järvinen, “el psicoanálisis es extremadamente poderoso. El paciente suele ser colocado en la posición de objeto, y los tratamientos suelen ser vistos como misteriosos y hasta oscuros”.

“Dado que es algo de difícil comprensión, los psicoanalistas son vistos a veces como ‘elitistas’ por diferentes profesionales de la salud mental. Tampoco ayuda que existan algunos grupos o cultos de practicantes que asumen una actitud muy poco crítica en relación a la obra de Freud”, añade.

Provocador

“Los factores mencionados hacen que la teoría de Freud sea altamente provocadora/evocadora emocionalmente, y las personas reaccionan naturalmente con una actitud defensiva”.

“Además, en esta era de modelo médico y tratamientos basados en evidencia, muchos encuentran probablemente incompresible el que se le preste tanta atención al psicoanálisis. Sin embargo, el tratamiento continúa beneficiando a muchos”, concluye.

Aunque, como muchos otros psicólogos, Järvinen no considera al psicoanálisis una ciencia, advierte que los tratamientos médicos comprobados científicamente “no siempre llegan a los niveles más profundos de la psique y carecen de la flexibilidad necesaria”.

Freud leyendo el periódico

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La obra de Freud "hoy en día es leída mayormente en los departamentos de humanidades", según Stefan Marianski, de la Casa Museo Freud en Londres.

“Necesitamos una amplia variedad de opciones de tratamiento para abordar la enorme heterogeneidad de la población humana y sus diversos síntomas, e indiscutiblemente, el psicoanálisis es una opción útil”, destaca.

Järvinen también apunta a que es “extremadamente importante” ubicar a la teoría de Freud en su contexto cultural -él vivió y creció en el mundo sexista, racista e imperialista del siglo XIX, en una privilegiada Viena, y eso con certeza se refleja en su teoría. Sin embargo, él estaría actualizando su teoría si pudiese ver la evolución de la psicología”.

“Sin embargo, en mi opinión, la contribución de Freud al campo de la psicología es irrefutable”, concluye.

Concepto “no uniforme”

Para Érico Andrade, psicoanalista, filósofo y profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, en Brasil, el concepto de ciencia “no es uniforme”.

“La misma concepción de la ciencia va a variar a lo largo de la historia. El ataque al psicoanálisis se basa en un modelo estrictamente empírico de evidencia científica, demostrable en términos de observación en el laboratorio”, dice.

“La idea de empirismo también esta asociada en este contexto a algo que podemos mostrar en términos físicos, es decir, la evidencia es de orden material”, añade.

“Con el advenimiento de las Ciencias Humanas, hay una reelaboración de la concepción misma de la evidencia. La evidencia empírica ya no está más en el plano material, sino en la observación del comportamiento humano a partir de análisis sociológicos, antropológicos, etc. El psicoanálisis deja de girar en torno a la conexión con la psiquiatría y la neurociencia y pasa a dialogar más con las Ciencias Humanas”, dice.

“Cuando se dice que el psicoanálisis no es una ciencia, hay una mala interpretación de la producción de las Ciencias Humanas. Y, peor, cuando se dice que el psicoanálisis es una pseudociencia, se plantea la idea de que sus efectos se basan en cosas mágicas y misteriosas, que no tiene nada que ver con la reflexión que el propio psicoanálisis propone”.

En opinión de Andrade, el psicoanálisis no se postula como “la única verdad, una solución trascendental, ni como mecanismos inmateriales. Tampoco como una sustancia física que puede cambiar al ser humano”.

Una mujer sostiene la representacion en plástico de un cerebro

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El cerebro sigue escondiendo muchos misterios.

La base del psicoanálisis es la idea de que, por un proceso de análisis personal, llegar a comprender mejor nuestro deseo tiene implicaciones en nuestra vida, porque parte de nuestro sufrimiento está vinculado a cuestiones psíquicas y no de orden material”.

En una entrevista con el periódico Folha de S.Paulo, Ana Cláudia Zuanella, directora de Febrapsi, (Federación Brasileña de Psicoanálisis), defendió esta disciplina como una ciencia.

“No es una ciencia dura, que implica refutaciones por medio de la replicabilidad, sino que es una ciencia que engloba un conjunto de conocimientos sólidamente establecidos a través de investigaciones clínicas y una infinidad de debates teóricos”, señaló Zuanella.

A juicio de la experta, el psicoanálisis “ha demostrado incesantemente su eficacia no en el interior de los laboratorios, sino dentro del sujeto”.

Problemas de metodología

Para Martin Hoffmann, investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad de Hamburgo, en Alemania, “incluso si el propio Freud consideraba al psicoanálisis como una teoría científica válida, su propia metodología de investigación enfrenta serios problemas”.

“Pero, contrariamente a la crítica de Popper, no se puede negar que muchas de las afirmaciones de la teoría psicoanalítica son empíricamente comprobables y que, desde la década de 1950, existe un notable cuerpo de evidencia que cumple con los estándares de investigación científica con el objetivo de confirmar las afirmaciones teóricas centrales del psicoanálisis y la eficacia de la terapia psicoanalítica”, escribió en un artículo publicado en 2017.

Por lo tanto, desde el punto de vista metodológico, “el psicoanálisis actual es sin duda una ciencia”.

“Pero, al mismo tiempo, es una pregunta abierta si el esfuerzo científico para confirmar los postulados centrales del psicoanálisis tendrá éxito”.