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jueves, 29 de febrero de 2024

Escándalo Sokal

El escándalo Sokal fue un famoso engaño logrado por el físico Alan Sokal para exponer al equipo editorial de la revista académica de humanidades Social Text, con el fin de poner de manifiesto la falta de rigurosidad y evaluación que manejan este tipo de revistas a la hora de aceptar trabajos para su publicación.

En 1996, Sokal, profesor de física en la Universidad de Nueva York, envió un artículo pseudocientífico para que se publicase en la revista postmoderna de estudios culturales Social Text. Pretendía comprobar que una revista de humanidades «publicará un artículo plagado de sinsentidos, siempre y cuando: 
a) Suene bien; y 
b) Apoye los prejuicios ideológicos de los editores (contra las ciencias empíricas)».

El artículo, titulado «Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity»1​ («La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica»), se publicó en el número de primavera/verano de 1996 de Social Text y sostenía la asombrosa tesis de que la gravedad cuántica era un constructo social; es decir, que la gravedad existe solamente porque la sociedad se comporta como si existiera, por lo tanto si no se creyera en ella no tendría efecto.

El mismo día de su publicación, Sokal anunciaba en otra revista, Lingua Franca, que el artículo era un engaño.

El hecho causó un escándalo académico en la Universidad de Duke, entidad que publicaba Social Text. Sokal dijo que su artículo era «un pastiche de jerga postmodernista, reseñas aduladoras, citas grandilocuentes fuera de contexto y un rotundo sinsentido», que se «apoyaba en las citas más estúpidas que había podido encontrar sobre matemáticas y física» hechas por universitarios genéricamente llamados «postmodernos» de humanidades.

Discusiones
Cobertura de los medios
En los Estados Unidos, cuando se reveló el engaño, el filósofo francés Jacques Derrida fue inicialmente blanco de desacreditaciones, particularmente por parte de periódicos en Estados Unidos y Francia.2​ La revista US Weekly Magazine, para ilustrar un informe sobre el asunto Sokal, utilizó una foto y una caricatura de Derrida. Para él, se trataba más bien de atacar a un extranjero, remitiéndose incluso al célebre coloquio de Baltimore, de 1966, en el que invitó en EE. UU. a un grupo selecto de intelectuales franceses: Poulet, Todorov, Hyppolite, Lacan, Morazé, Vernant, Girard, entre otros, que estaban renovando la lingüística, la crítica, el psicoanálisis, la historia, la antropología y la filosofía, desde diferentes puntos de vista.3​ Ese coloquio facilitó la entrada progresiva del pensamiento francés en EE. UU., con perspectivas plurales y con figuras de gran prestigio.

Respuesta de la revista Social Text
Los editores de Social Text argumentaron que, en el contexto de la época, el artículo de Sokal «Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity» fue una traición fraudulenta de su confianza.

Por otra parte, en el año 1996 la revista no hacía la acostumbrada revisión científica por pares académicos (una práctica que caracteriza a las revistas científicas para verificar la validez de sus publicaciones), debido a que los editores estimaban que una política editorial más abierta estimularía una investigación menos convencional de la que es usual entre los científicos.4​

Los editores de la revista argumentaron, además, que la revisión científica por árbitros académicos no necesariamente sirve para detectar el fraude intelectual.

Sokal y Bricmont escriben Imposturas intelectuales
Sokal y Bricmont publicaron en 1997 Imposturas intelectuales.5​ Sokal y Bricmont ampliaban sus tesis y pretendieron demostrar que determinados intelectuales «posmodernos», como Lacan, Kristeva, Baudrillard y Deleuze utilizaron abusivamente conceptos provenientes de las ciencias físico-matemáticas, usados fuera de contexto y sin dar la menor justificación conceptual o empírica, u ofuscando a sus lectores con palabras «sabias», sin preocuparse por su pertinencia o sentido, y negando —a su juicio— la importancia de la verdad. Además, el ensayo incluye una dura crítica a un relativismo epistémico que considera a la ciencia como «un relato más».

Respuesta por parte de intelectuales de las humanidades

Respuesta de Derrida
Jacques Derrida, que escribió en contra de esta presunta manipulación académica en Le Monde, el 20 de noviembre de 1997,6​ trató de poner en evidencia su falta de seriedad al subrayar que Sokal y Bricmont solo elegían a franceses (y a ciertos franceses, especialmente señalados), y que ellos no estudiaban escrupulosamente sus llamadas «metáforas» científicas ni su papel, ni tampoco su estatuto y sus efectos en los discursos que reprobaban. Por ejemplo, aunque Derrida no emplease esa terminología, sí hizo una vez, singularmente, una cuidadosa referencia del teorema de Gödel, pero nada decían de ello.

Añadía Derrida que toda esa operación mediática de Sokal y Bricmont (de la que habrían sacado rédito inmediato) era una lectura superficial, propia de cierto mundo universitario. Se dio la circunstancia de que, en el Times Literary Supplement, ellos declararon que habían excluido de su crítica a pensadores célebres, como Althusser, Barthes y Foucault, pero al darlo a traducir a Libération (el 19 de octubre de 1997) modificaron la secuencia e incluyeron además a Derrida como autor serio, supuestamente porque les convenía hacerlo en Francia y para hacer creer, así, que su ataque a este era inexistente. Para Derrida, ellos ni habían leído las obras impugnadas, ni conocían las ciencias humanas, ni discernían un comentario retórico del razonamiento principal de un analista cultural.7​

Jurdant responde: Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal (2003)

En 2003, bajo la coordinación del doctor en filosofía de la ciencia Baudouin Jurdant, 8​ se realizó una contracrítica a Imposturas intelectuales, en el libro Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal.9​ Aquí, un grupo de diversos científicos —físicos, matemáticos, filósofos o sociólogos—, especialistas en esos pensadores e intelectuales franceses que sufrieron críticas en el libro de los físicos Sokal y Bricmont, se propusieron la tarea de analizar sus lecturas concretas. Y resaltaron, en cada una de sus lecturas sectoriales, la gran insuficiencia de conocimientos acerca de lo que ellos criticaron, así como su nula familiaridad con los recursos literarios y argumentativos usados por la filosofía francesa, lo cual los conducía a malentendidos: la «verdad» se persigue de muchas maneras, decían, y desde luego no tiene que ver con el proceso demostrativo de las ciencias formales.

Siguiendo con el rastreo, observaron cómo todo habría empezado por intereses de Sokal, que pretendía desprestigiar a los filósofos postestructuralistas y los científicos relacionados con este campo, por pertenecer al campo político contrario, como Sokal en algunas intervenciones habría dicho10​ —punto, sin embargo, desmentido por Sokal en Imposturas intelectuales—. Y deducían que el éxito del libro se debió a sus fines, pues recibió apoyo de medios de comunicación, centros universitarios y librerías asociados con los discursos dominantes. Los intelectuales que escribieron Imposturas científicas querían combatir el dogmatismo que provocaba Imposturas intelectuales, donde se quiere exponer que los filósofos franceses son unos «relativistas», «pseudocientíficos» e «irracionalistas», aun sin, supuestamente, haber leído seriamente ningún libro de los filósofos mencionados en esa obra polémica. Por ejemplo, señalan que Lacan es un buen conocedor de matemáticas, y Latour, un conocedor de las ciencias, entre muchos otros ejemplos, lo que los conduce a conclusiones completamente contrarias a las de Sokal y Bricmont. Estos dos físicos, que hacían tanto énfasis en el rigor científico, solamente habrían adaptado los textos de los intelectuales franceses a los resultados que a su juicio querían conseguir.11​

Nuevas versiones del escándalo Sokal
Sokal II

También llamado Sokal al cuadrado, una repetición a mayor escala del escándalo Sokal en 2017-2018. El propósito declarado de los autores era exponer la parcialidad hacia ideologías extremas en las ciencias sociales y los estudios de género (véase teoría de género).12​

Sokal III

En 2021, la revista académica Higher Education Quarterly publicó un artículo científico cuyos autores son "Sage Owens" and "Kal Avers-Lynde III". Las iniciales de los autores se leen "Sokal III".13​ La revista, que antes de publicar el artículo lo sometió a su habitual revisión por pares de varias etapas, lo retiró un mes tras su publicación una vez se le señaló que había publicado un artículo fraudulento. 14 ​15​

Escándalos paralelos en la ciencia
Esta situación se ha dado en otras ocasiones, pero en el terreno científico, ajenos por tanto al problema de las dos culturas, en el que se confrontan dos lenguajes muy distintos.

En 1986, extrañado por un artículo aparecido en Physical Review Letters que despertó escepticismo en muchos científicos, Lawrence M. Krauss envió una queja sobre el artículo que era casi una parodia de la misma revista, pero fue detectado adecuadamente y obtuvo en respuesta seis informes de revisión científica, también en forma de parodia. 16​

En el 2002 ocurrió en la física, en el escándalo Bogdanov. En él, dos hermanos consiguieron publicar en prestigiosas revistas científicas teorías consideradas absurdas y carentes de sentido. El físico alemán Max Niedermaier concluyó que se trataba de pseudociencia, escrita con una densa jerga técnica, para evitar el sistema de revisión por pares de la física teórica. Según el físico-matemático John Baez, su trabajo «es una mezcolanza de frases aparentemente plausibles que contienen las palabras técnicas correctas en el orden aproximadamente correcto. Pero no hay lógica ni cohesión en lo que escriben». Según el físico Peter Woit en la prestigiosa revista Nature: «El trabajo de los Bogdanoff resulta significativamente más incoherente que cualquier otra cosa publicada. Pero el decreciente nivel de coherencia en todo el campo les permitió pensar que habían hecho algo sensato y publicarlo». 17​

En 2013, en el conocido «escándalo SCIgen», tres estudiantes del Instituto Tecnológico de Massachusetts diseñaron un programa de ordenador denominado SCIgen, 18​ el cual generaba imposturas pseudocientíficas mediante frases aleatorias que aparentaban tener sentido, al más puro estilo Sokal-Bricmont. El artículo era «un completo batiburrillo de estupideces que pasó directamente el supuesto filtro del comité de selección». 19​ Uno de los artículos generados completamente al azar por SCIgen consiguió que invitaran a los autores a dar una conferencia sobre su investigación en el congreso internacional de Computación WMSCI. 20 ​21​

Véase también, Imposturas intelectuales

«Ni siquiera es falso>>
Escándalo Bogdanov
El asunto de los estudios reivindicativos
Efecto Dr. Fox
Pseudociencia

Referencias «Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity» (en inglés). Consultado el 9 de octubre de 2011. Lo señaló Jacques Derrida, Papier machine, Galilée, 2001, p. 279

R. Macksey y E. Donato, Los lenguajes críticos y la ciencias del hombre. Controversia estructuralista, Barcelona, Barral, 1972 (or. Johns Hopkins, 1970)

Bruce Robbins; Andrew Ross (julio de 1996). «Mystery science theater». Lingua Franca.. Reply by Alan Sokal.

Impostures Intellectuelles, París, Odile Jacob, 1997; 
Imposturas Intelectuales, Paidós ISBN 84-493-0531-4, con traducción de Joan Carles Guix. 
Traducido al inglés, como Intellectual Impostures, en el Reino Unido, y como Fashionable Nonsense en los EE UU, al alemán, al catalán, al coreano, al holandés, al húngaro, al italiano, al japonés, al polaco, al portugués y al turco 
 Ahora, en Jacques Derrida, Papier machine, Galilée, 2001, pp. 279-281 Derrida, Jacques. Sokal y Bricmont no son serios. 
Consultado el 11 de diciembre de 2010.; y Papier machine, Galilée, 2001, cit.
Baudouin Jurdant, de la Escuela Altos Estudios en Ciencias exactas, es autor de Les problèmes théoriques de la vulgarisation scientifique, Archives contemporaines col. «Etudes de sciences», 2009; libro que remite a su tesis, redactada en su juventud Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal, Valencia, Universitat de València, 2003 ISBN 84-376-2079-1 
Imposturas científicas, Universitat de València, 2003 ISBN, p. 11
Jurdant, Baudouin (2003). Imposturas científicas Los malentendidos del caso Sokal (1a edición). Madrid: Universitat de València. ISBN 8437620791. 

Consultado el 11 de diciembre de 2010.
Boghossian, Peter; Lindsay, James (10 de junio de 2017). «Una historia increíble de la miseria intelectual del postmodernismo. 

El pene conceptual como un constructo social: un engaño al estilo Sokal sobre estudios de género». Sin Permiso. Consultado el 18 de julio de 2017. 
Eric Kelderman (30 de noviembre de 2021). «Another 'Sokal' Hoax? The Latest Imitation Calls an Academic Journal's Integrity Into Question». 
The Chronicle of Higher Education. Consultado el 6 de diciembre de 2021. 
«The authors are listed as “Sage Owens” and “Kal Avers-Lynde III”—initials that spell out SOKAL III. It didn’t take long for online sleuths to out it as a hoax. The Higher Ed Quarterly paper appears to be the latest imitation of Sokal’s infamous 1996 prank ».
https://www.nas.org/blogs/article/sokal-iii
«Retracted : Donor money and the academy: Perceptions of undue donor pressure in political science, economics, and philosophy». Higher Education Quarterly 76 (2): 486-509. 2021. S2CID 240018317.  doi:10.1111/hequ.12360. 
 El artículo enviado y las respuestas se encuentran en Krauss, Lawrence M. (2008). «A fifth force farce».

 Physics Today 61 (10). pp. 53-55.
John Baez. The Bogdanoff Affair.
http://pdos.csail.mit.edu/scigen/ 

 Javier Armentia: Congresos Sacacuartos «SCIgen: An Automatic CS Paper Generator». MIT.
Stribling, 

Jeremy; Aguayo, Daniel; Krohn, Maxwell. «Rooter: A Methodology for the Typical Unification of Access Points and Redundancy» (PDF). 

«Many physicists would agree that, had it not been for congestion control, the evaluation of web browsers might never have occurred. In fact, few hackers worldwide would disagree with the essential unification of voice-over-IP and public/private key pair. In order to solve this riddle, we confirm that SMPs can be made stochastic, cacheable, and interposable.» 

Enlaces externos
Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity (artículo original) (en inglés) 

Alan Sokal, Artículos sobre el asunto de Social Text. Sitio web de Alan Sokal con numerosos enlaces; incluye el artículo original (en inglés) 

Citas del escándalo Sokal (en inglés)
Respuesta de Sokal a los editores (en inglés) 

Ciencia, psicoanálisis y posmodernismo. Acerca del libro Imposturas intelectuales, de Sokal y Bricmont. Por Michel Sauval (en francés)
'"La resistible ascensión de Alan Sokal (reflexiones en torno a la responsabilidad comunicativa, el relativismo epistemológico y la postmodernidad). Por el catedrático de Filosofía de la UNED Quintín Racionero. 

La obra Imposturas intelectuales en español
Cómo deconstruir casi todo: hoax de 1991 en la International Conference on Cyberspace (en inglés) 
Debate con Richard Dawkins sobre el sinsentido en los textos postmodernistas (en inglés) 

Artículos recopilados sobre éste y otros asuntos similares. Por Gabriel Stoltzenberg (en inglés) 
Control de autoridades Proyectos Wikimedia Wd Datos: Q1049105

Categorías: Engaños Filosofía de la ciencia Seudociencia


lunes, 31 de agosto de 2020

Estupidez concentrada

¿Cómo vamos a frenar los rebrotes con reiterados comportamientos irresponsables? ¿Cómo vamos a vencer al virus si no somos conscientes de la gravedad de la situación? ¿Cómo superaremos la crisis con actitudes incívicas?

Hace unos días tuvo lugar en la Plaza de Colón de Madrid una manifestación, que todavía no he logrado digerir. El principio de la libertad de expresión primó, al autorizarla, sobre otro tipo de consideraciones sociales, políticas y éticas. Porque era evidente que quienes se manifestaban contra el uso de la mascarilla, no la iban a llevar puesta. Y quienes protestaban contra la imposición de la distancia de seguridad, no la iban a respetar. Por pura lógica. Es decir, les dieron permiso para incumplir la ley. ¿Por qué gozaron de un privilegio que los demás no tenemos? Les dieron permiso para que ese comportamiento incívico se exhibiese impunemente como una invitación a la desobediencia y a la irresponsabilidad. No es que no me preocupe lo que pasa con la usurpación de derechos fundamentales por parte del poder político, pero creo que en este caso las decisiones están más que justificadas.

“La pandemia es una farsa”, coreaban. Negar que existe un virus que ha afectado a más de veinticuatro millones de personas en el mundo y que ha causado casi un millón de muertos es una necedad insuperable. Imagino que ninguno de los asistentes habrá sufrido la pérdida de un familiar o de un amigo. Porque, de ser así ...“Terroristas, terroristas, terroristas”, gritaban, imagino que refiriéndose a los políticos. Sin pensar que quienes ejercían de tales eran ellos mismos, propiciando el contagio. “No nos dejan respirar”, decía irritada una manifestante. ¿No? “Stop mafia política”, rezaba una pancarta, haciendo una injusta descalificación de toda la clase política. Las imágenes que divulgaron los medios de comunicación mostraban de forma casi insoportable hasta qué extremos puede llegar la estulticia humana.

Personas gritando “Libertad, libertad, libertad”, como si las prescripciones de usar mascarilla, de no fumar por la calle o de guardar la distancia de seguridad fuesen el fruto del abuso de un poder sádico y caprichoso. No. Esas prescripciones salvaguardan la vida y la libertad. Si una persona quiere acabar con su vida, es muy libre de hacerlo. Pero resulta un atropello inadmisible quitarle al prójimo la vida.

Vi una persona (un individuo aparentemente adulto) pidiendo y dando abrazos, exponiendo de forma inconsciente e irresponsable al contagio a los demás. Había en su invitación majadera un toque festivo que producía lástima por una parte, risa por otra y, sobre todo, irritación. Como si fuera el ser humano más solidario, más amable, más simpático. El más guay del mundo.

Ese tío es un imbécil, se me escapó en voz alta.
Había una señora que decía que el uso de la mascarilla dificultaba el contacto con la divinidad. No hay estupidez de más alto grado. El colmo de los colmos de la imbecilidad humana.

Carmen, del colectivo ‘#StopConfinamiento’, ha dicho en declaraciones a Europa Press que se ha organizado esta manifestación para reclamar “derechos humanos y libertades que les están quitando con la excusa de un supuesto virus que ya no produce fallecidos”. Ah, ¿no?

Vi una pancarta con el siguiente texto: “Déjenos vivir”. No sé a quién se hacía esa petición. Es probable que al presidente del gobierno. Como si todas las medidas que está tomando no tuviesen la única pretensión de garantizar la vida de los ciudadanos y las ciudadanas.

Otra pancarta rezaba así: “El sistema controla a través del miedo. La prensa manipula. Despierta”. No es el sistema quien induce al miedo, es la realidad de la pandemia, la presencia de un virus que hiere y mata. No es la prensa quien maneja los hilos, es el contagio que se propaga de manera difícil de controlar. Hay que despertar, sí, pero ante la magnitud del problema, ante la necesidad de la solidaridad, ante la asunción de responsabilidades.

También se niegan al uso de vacunas. ¿Con qué argumentos? ¿Con qué análisis científicos? Cuando todo el mundo clama por la vacuna, cuando la comunidad científica mundial trabaja de forma denodada por encontrar la solución que nos salve de esta terrible crisis, estos miles de manifestantes claman inconscientemente contra todas las evidencias científicas.

¿Qué sucedería si toda la población adoptase las actitudes y los comportamientos de estos iluminados? ¿Qué pasaría si todos actuásemos con ese grado de irresponsabilidad y de estupidez? ¿O es que solo esos miles de manifestantes tienen bula para hacer su santa voluntad? ¿Por qué los demás tenemos que sacrificarnos por el bien común y ellos (y ellas) no lo tienen que hacer?

No quiero seguir mostrando otros textos de pancartas u otros gritos y eslóganes exhibidos. Todos en la misma línea, todos en la misma ridícula negación de la realidad. Estamos inmersos en una pandemia, el virus sigue actuando y tenemos que defendernos de sus nocivos y letales efectos.

¿Por qué se produce ese fenómeno sociológico, desde mi punto de vista tan irracional? No me cabe la menor duda de que un porcentaje elevado de manifestantes son personas que han sido arrastradas por líderes irresponsables. No puedo creer que las aproximadamente tres mil personas que acudieron a la cita hayan acudido como resultado de una elaboración personal.

Algunos, quizás, se hayan dejado arrastrar por una insensata actitud de ir contracorriente, de oponerse al poder, de hacer lo contrario de lo establecido, de ir en contra de lo que todo el mundo hace. Ese ataque de singularidad que parece convertirles en personas fuera de serie por hacer algo que el sentido común condena.

También habrá quien piense que está defendiendo una noble causa a favor de los derechos humanos y hasta pagará gustoso la multa que le impongan por quebrantar las normas. Pequeños y ridículos héroes de una causa estúpida.

Habrá también en la decisión de acudir componentes políticos. Había pancartas que hacían referencia al “virus comunista“, otras que pedían la dimisión del gobierno y algunas que insultaban a la clase política.

Cuando sucede un hecho de esta naturaleza, siempre acudo a mi fuente principal de pensamiento. ¿Cómo aprendieron a pensar en la escuela?, ¿con qué rigor son capaces de analizar los hechos?, ¿qué nexos causales son capaces de establecer?, ¿qué importancia le conceden a la ciencia? Pero, sobre todo, ¿qué aprendieron de solidaridad, de respeto a la vida del prójimo, del hecho de ser ciudadanos y ciudadanas? ... Me pregunto, en definitiva, por el fin fundamental de la educación y por el éxito y el fracaso de la misma.

Durante un tiempo, la salud de la población estuvo pendiente de la iniciativa política y del quehacer de los sanitarios. Hoy depende de la responsabilidad de los ciudadanos y ciudadanas.

Hay que exigir que las prescripciones estén fundamentadas en evidencias científicas y no en intereses partidistas o económicos. Pero hoy se sabe cómo se transmite el virus y las decisiones que se toman buscan evitar la propagación que lleve a la muerte a las personas más vulnerables y que conduzca a la destrucción completa de la economía.

Me imagino a estos manifestantes explicando a sus hijos y a sus hijas su postura ante la crisis sanitaria y económica que vivimos. Me los imagino diciéndoles que hagan lo que les de la gana, que no se pongan la mascarilla, que abracen a todo el mundo, que no respeten la distancia de seguridad… Es decir que entiendan la libertad sin restricciones porque no importa que sus caprichos y sus veleidades destruyan no solo la libertad de los demás sino la vida. Y, como consecuencia de ese comportamiento irresponsable, que arruinen del todo la economía del país. Claro que hay ideas para todo. Una de las manifestantes decía que ese comportamiento constituía un ejemplo para que sus hijos aprendiesen actitudes democráticas.

Estoy haciendo una llamada a la responsabilidad, a la conciencia ciudadana, al respeto a la vida de los otros, a la idea de que la libertad individual termina cuando destruye la libertad de los demás.

Me gustaría dialogar con alguno de los convocantes o de los asistentes. Me gustaría conocer y rebatir las argumentaciones que utilizan. Aunque, cuando lo imagino, me viene a la mente el pensamiento de Mark Twain: “Nunca discutas con un idiota. Te rebajará a su nivel y te ganará por la experiencia”.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/08/29/estupidez-concentrada/

jueves, 30 de abril de 2020

Inconscientes

Imaginen que una nave tripulada por seres procedentes de otra civilización inteligente (distinta a la nuestra, por lo tanto) se acerca a la Tierra para conocer su naturaleza y cómo vivimos sus habitantes.

Enseguida descubren que allí se ha propagado un virus que infecta a millones de personas y que produce docenas de miles de muertes, en casi todos los lugares y muchas más de las que registran las estadísticas a las que tienen acceso, gracias a su conocimiento y tecnología, muy superiores a los de la Tierra.

Para saber la situación más concreta, los efectos que realmente está teniendo la epidemia y las medidas que estos humanos llevan a cabo para paliarlos, deciden acudir a la más alta autoridad de la máxima potencia económica, militar, cultural y política de ese planeta, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Justo cuando van a ponerse en contacto con él, se encuentra dando una rueda de prensa en la que propone inyectar desinfectante y luz en el cuerpo de las personas afectadas como forma de acabar con él. Incrédulos, los visitantes deciden, entonces, recurrir a otras fuentes de conocimiento.

Comprueban más tarde que, al principio de la epidemia, todos los líderes y gobiernos de planeta le había quitado importancia pero que ahora todos sin ninguna excepción la contemplan con sofoco y la consideran de gran peligro. Ya saben que se trata de un mal global, cuya expansión no es posible detener mediante fronteras físicas y que se requeriría una actuación así mismo global para poder hacerle frente con algún éxito, por ejemplo, compartiendo recursos sanitarios, investigando en equipo la obtención de vacunas o poniendo a disposición unos de otros el conocimiento y los medios materiales, personales o económicos necesarios para evitar una catástrofe.

Los visitantes, sin embargo, comprueban que no se ha producido ningún tipo de encuentro global porque las instituciones en donde solían sentarse todos los países del planeta sin excepción, como las Naciones Unidas, hace tiempo que están devaluadas y apenas tienen influencia en las decisiones de los países más poderosos. Es más, el presidente de la gran potencia mundial había decidido que su país (el más rico del planeta) dejase de contribuir y colaborar, precisamente en ese momento, con su oficina dedicada a combatir este tipo de desastres sanitarios, la Organización Mundial de la Salud.

Los visitantes extraterrestres no pueden explicarse la actuación de los humanos de la Tierra en materia de prevención vírica. Los científicos de ese planeta saben que allí hay más de 300.000 virus que podrían producir un efecto parecido o peor que el Covid-19 y, a pesar de ello, sus gobiernos siguen dejando el descubrimiento de vacunas y remedios en manos de laboratorios privados, los cuales, lógicamente sólo tratarán de descubrir aquello que resulte rentable a sus propios negocios y no al interés general. La situación de desarme sanitario les parece tan increíble como absurda. No pueden entender que Estados Unidos dedique casi 600.000 millones de euros a gasto militar y luego resulte que el 80 % de las medicinas que se consumen en su interior provengan de China, que se supone que es uno de los adversarios que justifican semejante dispendio militar.

Los visitantes se sorprenden especialmente de esta falta de colaboración global cuando se dan cuenta de que las cadenas globales de suministro de alimentos están cediendo, algo que ha puesto de relieve, entre otros muchos investigadores, un economista al servicio de la FAO, la oficina de las Naciones Unidas dedicada a los problemas de la alimentación, en un artículo aparecido en la revista Nature. Allí se señalan algunos ejemplos de lo que, en realidad, está pasando en todo el país: «En India, los agricultores están alimentando con fresas a las vacas porque no pueden transportar la fruta a los mercados de las ciudades. En Perú, los productores están vertiendo toneladas de cacao blanco en el vertedero porque los restaurantes y hoteles que normalmente lo comprarían están cerrados. Y en los Estados Unidos y Canadá, los agricultores tuvieron que tirar la leche por la misma razón. Legiones de trabajadores migrantes de Europa del Este y África del Norte están atrapados en las fronteras, en lugar de cosechar en las granjas de Francia, Alemania e Italia. Estados Unidos, Canadá y Australia dependen en gran medida de los trabajadores agrícolas temporales que no pueden viajar debido a restricciones de virus». Y también se advierte en ese artículo de que el miedo a la pandemia ha producido «reacciones en cadena caóticas» muy peligrosas que ya han hecho subir los precios de productos básicos para la alimentación humana, como el trigo (8 % en comparación con los de marzo del año pasado) o el arroz (25 %).

Esa información hace que los visitantes se interesen por el hambre y descubren también que afecta a 821 millones de personas, a pesar de que sólo con los productos alimenticios que se desperdician en todo el planeta se podría alimentar a 1.260 millones de seres humanos todos los años. Cuando analizan la forma en que los humanos de la Tierra organizan la producción y el consumo de los productos básicos que necesitan, los visitantes se sorprenden sobremanera del gran daño que provocan sobre su medio ambiente natural y, a su vez, del coste tan enorme que esto lleva consigo, tanto en dinero como en vidas humanas.

Así, la contaminación del aire mata a siete millones de personas cada año y los desastres naturales causados por el clima a unas 600.000. El 40 % de la población mundial ya tiene problemas con la escasez de agua y todos los años mueren 2,2 millones de personas por simples diarreas. Como consecuencia en gran parte del modo de vida existente en la Tierra, el nivel del mar ha subido el doble de lo previsto en los últimos 25 años, un tercio de las especies marinas están en riesgo por el cambio climático, las capas de hielo que cubren la superficie terrestre se están descongelando un 20 % más de lo previsto por los científicos y la del Ártico se ha reducido en un 40 % en los últimos 35 años. La deforestación (que produce la quinta parte de las emisiones de CO2 que destruyen la Tierra) avanza a un ritmo de 13 millones de hectáreas cada año (casi la cuarta parte de España). Al ritmo en que se produce y consume en el planeta que van a visitar, en 2050 vivirán en tierras desertificadas unos 4.000 millones de personas y la resistencia a los antibióticos, provocada entre otras causas por los contaminantes vertidos en el agua y en los alimentos, será la primera causa de muerte en el mundo ese año.

A los visitantes les confunde la forma económica tan extraña con que los habitantes de la Tierra hacen frente a estos problemas pues se calcula que podrían evitarse con 19,5 billones de euros, mientras que el coste de soportarlos supone 47 billones. Y también les resulta incomprensible que los actuales habitantes de la Tierra no tengan en cuenta que después de los que viven ahora allí tendrán que venir otras generaciones futuras, sus hijos, nietos y biznietos, cuyo bienestar y forma de vida no parece preocuparles. Aunque igualmente les sorprende el escaso cuidado que tienen con los niños pues, como señalaba el informe Acción humanitaria para la infancia 2019 de UNICEF que han consultado, «la infancia sufre la mayor amenaza para su desarrollo en los últimos 30 años». Algo que también produce perplejidad a los alienígenas, porque en ese informe se indica que sólo harían falta 3.500 millones dólares para conseguir que todos los menores del planeta tuvieran cubiertas sus necesidades básicas, más o menos los presupuestos de los 20 o 25 equipos de fútbol europeos con mayor presupuesto.

Las cuestiones económicas asociadas con la propagación del virus llaman extraordinariamente la atención de los visitantes. En concreto, que tampoco en este campo haya habido una respuesta global a los cientos de millones de desempleos que va a producir, ni a la pérdida de las miles de empresas que proporcionan los suministros básicos para la población. Les sorprende también la imprevisión ante la gigantesca crisis de deuda que inevitablemente se producirá una vez que se salga de la crisis actual. Aunque nada les produce tanto estupor como el hecho de que en la Tierra se dediquen casi 125 veces más recursos a realizar apuestas en una especie de casinos financieros, para estos visitantes completamente desconocidos y cuya lógica apenas entienden, que para las actividades directamente encaminadas a satisfacer sus necesidades reales. Unos casinos a cuyo mantenimiento se dedica más atención en la Tierra que al cuidado y a la vida de los seres vivos.

Los visitantes, en fin, tampoco pueden entender que en el planeta que desde las profundidades del espacio se muestra con una belleza formidable sea, en realidad, un infierno innecesario para una parte tan grande de sus pobladores. Y no pueden explicarse cómo, a pesar de la existencia de tantos dioses e iglesias que pregonan la bondad y el amor por todas sus esquinas, haya tantos conflictos armados, un ambiente tan extendido de odio y revanchismo y un sentido tan escaso de la solidaridad y de la cooperación mutua.

Más que nada, en el informe que realizarán de sus descubrimientos sobre el planeta Tierra, destacarán la falta de conciencia de sus pobladores sobre su propia existencia y sobre el hecho de que conforman una civilización que se encuentra en peligro real y cercano de extinción como consecuencia de sus decisiones decisiones.

Ya de vuelta, uno de los alienígenas señaló en su tableta orgánica una de las páginas de Pensamientos despeinados, un librito de Stanislaw J. Lec que había escaneado como recuerdo en la biblioteca de unos pueblos que habían visitado.

– Aquí está lo que les pasa a estos humanos, dijo: es un planeta que «tiene la conciencia limpia; no la ha usado nunca».

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’

Fuente:

https://blogs.publico.es/juantorres/2020/04/27/inconscientes/

domingo, 24 de junio de 2018

Analizando (científicamente) a Freud

La teoría del psicoanálisis revolucionó las mentes del siglo XX. Pero la obra del neurólogo austríaco no está exenta de lagunas. Su trabajo no se guiaba por el método científico. La psicología no son solo emociones.

No hay duda de que la obra de Sigmund Freud (1856-1939) ha sido un referente en la historia cultural del siglo XX. Sus ideas sobre sexualidad, religión, la mente humana y el psicoanálisis han influido en movimientos artísticos desde el surrealismo hasta el cine, donde encontramos referencias a su obra en directores tan opuestos como Alfred Hitchcock y Woody Allen. Freud también ha sido un referente para movimientos sociales tan importantes como el feminismo y para muchas corrientes filosóficas. Sin embargo, su aportación real a la ciencia, a la psicología o a la neurobiología es más controvertida.

El primer problema que encontramos en la obra del fundador del psicoanálisis es que su trabajo no se guiaba por el método científico, según el cual las hipótesis se confirman o se descartan en base a la experimentación. La mayoría de sus teorías se sustentan en sus observaciones, elucubraciones o especulaciones que directamente se dan por buenas sin someterlas a ningún ensayo o control. Hay que decir en su descargo que plantear experimentos en psicología es muy difícil, y en su época no existían muchas de las herramientas con las que contamos ahora.

El problema es que cuando las técnicas han estado disponibles, la mayoría de sus afirmaciones no han superado el escrutinio. El psicólogo experimental H.J. Eysenck lo resumía diciendo que en la obra de Freud lo que es cierto no es nuevo, y lo que es nuevo no es cierto. Tampoco ayuda el hecho de que el neurólogo tendía a exagerar sus propios logros y que la realidad histórica no siempre coincide con lo que él dejó escrito. Un ejemplo es el ensayo sobre la histeria escrito por el doctor Josef Breuer, mentor de Freud, en colaboración con su afamado alumno. En dicho informe se analiza el caso de la paciente Anna O., diagnosticada con esta enfermedad. Ambos desarrollaron una nueva terapia para solucionar su enfermedad, asumiendo que el problema estaba en el subconsciente. Fue un aparente éxito. La realidad es que Bertha Pappenheim (el nombre real de Anna O.), pasó mucho tiempo en hospitales psiquiátricos tras su presunta recuperación, lo que no le impidió convertirse en una de las figuras más destacadas del feminismo.

Hoy día la mayoría de expertos coinciden en que posiblemente sufriera una epilepsia del lóbulo temporal. Tampoco ayuda que la mayoría de los seguidores de Freud no trataron de hacer un análisis crítico de su obra y separar el grano de la paja, sino que agrandaron la brecha entre el psicoanálisis y el método científico. Sólo hay que ver cómo acabaron algunos: el célebre psicólogo suizo Carl Gustav Jung acabó hablando de ovnis, la obra de Jacques Lacan fue tildada de charlatanería y Wilhelm Reich acabó construyendo máquinas para acumular una inexistente energía llamada orgon y manteniendo una surrealista correspondencia con Einstein.

Tampoco se puede decir que Freud tuviera excesivo acierto o intuición a la hora de abordar los problemas psicológicos. Muchas de las interpretaciones que dio han resultado ser erróneas. Para él todo dependía de deseos y emociones, muchas de ellas subconscientes o reprimidas. Pero esto no necesariamente es cierto. Percibir el latido del corazón no significa que estemos enamorados, sino que es un reflejo de la realidad física de que este músculo bombea sangre. El cerebro también es un órgano físico, y como tal, muchos de los fenómenos que Freud interpretaba como fruto del subconsciente tienen en realidad una interpretación en su propio funcionamiento. El desarrollo del psicoanálisis y la premisa de que la mayoría de problemas psicológicos podían solucionarse con una terapia psicoanalítica ha supuesto un retraso de décadas en la investigación del cerebro y en el desarrollo de fármacos o tratamientos que pueden ser más útiles que interminables sesiones de terapia. De la misma manera que nadie atribuiría un infarto o una dolencia cardiaca a un desengaño sentimental, detrás de una depresión, una adicción o un trastorno bipolar no tiene por qué haber ningún sentimiento o trauma infantil, sino un problema en la síntesis de neurotransmisores o de exceso de ellos, para el que puede ser más efectivo una pastilla de litio que cientos de horas de charla en el diván.

¿Los sueños son interpretables (o no)?
Freud dedicó un libro de 800 páginas a la interpretación de los sueños. Para el neurólogo, estas proyecciones tenían la función de mantener al sujeto dormido y se podían interpretar como la realización de deseos no cumplidos en la vigilia. Si en el sueño no queda claro cuál es el deseo, se debe a que este se reprime y se enmascara, pero Freud defiende que un psicoanalista puede descifrarlo. Hoy sabemos que solo soñamos durante la fase REM, que representa el 25% del tiempo total que pasamos en la cama. Si Freud estuviera en lo cierto, pasamos un 75% de sueño “desprotegido”. La función de la fase REM es esencial para el organismo y se relaciona con procesos de regulación de la temperatura y de hormonas como la citocinas y el GABA, que influyen en el sistema nervioso. Según la neurobiología, la extrañeza de los sueños se debe a la activación del cerebro sin ningún estímulo externo, por lo que no tiene ningún significado oculto ni interpretable. De todas formas, usted mismo puede hacer la prueba. Cuando tenga un sueño extraño vaya a tres psicoanalistas diferentes para que lo interpreten. Luego compare si las teorías coinciden. ¿Imagina que le pasara lo mismo con una radiografía y la consulta de tres traumatólogos distintos?

https://elpais.com/elpais/2018/04/20/eps/1524243016_705830.html

jueves, 22 de junio de 2017

Ofensiva contra la ciencia

Desde el tribunal eclesiástico que juzgó a Galileo para hacerle desistir de sus conclusiones experimentales, la ciencia lleva más de cuatro siglos dándose de bofetadas con los señores del lado oscuro. Visto desde hoy, cuesta imaginar por qué las teorías de Copérnico, Kepler y el propio Galileo no fueron aceptadas de inmediato por su inmenso poder explicativo. Como decía el astrofísico Carl Sagan: “Me pregunto cómo es que apenas ninguna religión ha mirado a la ciencia y ha concluido: ‘¡Esto es mejor que lo nuestro! ¡El universo es mucho mayor de lo que dijeron nuestros profetas, más sutil y elegante!”.

Sagan, un inteligente físico y genial divulgador, dedicó media actividad profesional a la búsqueda de vida inteligente en la galaxia y la otra mitad a mejorar la inteligencia de los terrícolas. Luchar contra la irracionalidad es una función importante de la divulgación científica. Otro campeón de esa contienda ha sido Richard Dawkins, centrado sobre todo en desarmar a los creacionistas, con libros enteros dedicados a derribar la idea de Dios y campañas de autobuses ateos que ríete tú de los buses de la trama y de la vulva. De entre todas las irracionalidades habidas y por haber, la religión ha sido tradicionalmente el enemigo número uno del avance científico.

Por ejemplo, Dawkins desarrolló en los años ochenta un argumento chispeante contra el “diseñador inteligente” de los nuevos creacionistas, que deducen la existencia de Dios a partir de la complejidad de sus criaturas. Pero un diseñador inteligente, aduce Dawkins, debe ser aún más complejo que las criaturas a las que pretende dar explicación, luego no les da ninguna. Es un razonamiento brillante, a la altura de su autor.

El problema con todo esto, naturalmente, es que un individuo irracional no atiende a razones. Las personas religiosas se basan en la fe, no en el argumento. Y este mismo es el problema con las otras religiones, las creencias modernas que han sustituido la catequesis por una serie de credos laicos, como la fe en la madre naturaleza, el repudio a la tecnología opresora y los hechos alternativos que emanan de la Casa Blanca como versículos del Evangelio. Los meros argumentos racionales no van a parar esto. No lo han hecho nunca, y no lo van a hacer ahora.

“Os metéis con la homeopatía cuando no le ha hecho nada a nadie”, decía un whatsapp que circulaba el otro día. No sé quién es su autor, pero tiene una exquisita mala uva. La homeopatía, en efecto, no le ha hecho nada a nadie, ni podría hacérselo. Un producto homeopático, según los textos fundacionales de esta sandez, no es más que agua pura y cristalina, con algo de cloro si sale del grifo. Esta religión moderna consiste en diluir una sustancia dañina en tantos órdenes de magnitud que al final no puede quedar una sola molécula de ella. Es increíble que una idea tan estúpida se haya generalizado de tal forma. Pero así es (véase artícu­lo adjunto).

La homeopatía no es más que una estafa. Una cuestión más grave, por supuesto, es que el chamán convenza al paciente de que tiene que dejar su tratamiento médico para abrazar el elixir fraudulento. Ahí muere gente, y los tribunales pueden actuar. Pero, cuando no se llega a esos extremos, o no muy frecuentemente, los productos homeopáticos seguirán gozando de una estantería vistosa en la farmacia. Es avalar una estafa, pero los políticos parecen estar acostumbrados a esa práctica, a juzgar por sus (nulas) iniciativas para erradicarla. Fácil: la mayoría de los españoles creen en la homeopatía, y no están los tiempos para perder votos.

El rechazo a las vacunas es a la vez más complicado y más grave. Hace décadas que los abogados de colmillo más aguzado aguardan apostados a la salida de los hospitales norteamericanos a que salgan los familiares de los pacientes que han muerto. Una vacuna puede proteger al 80% o al 90% de quienes la reciben, y eso deja un margen jugoso del 10% o el 20% al que los letrados pueden agarrarse para plantear una demanda. Contra el médico, contra el hospital o contra la empresa farmacéutica que ha descubierto la vacuna.

Si nada de eso funciona, el abogado siempre puede aducir cualquier falacia que circule por la Red o sus alcantarillas, como por ejemplo que la vacuna que le han puesto a tu hijo causa autismo. Es mentira, y de la peor clase —ignorante e interesada—, pero ha causado unos daños profundos al sistema global de salud. En los años 2000, estas prácticas de leguleyos llegaron a vaciar a Estados Unidos de las firmas farmacéuticas que, como Pasteur o Glaxo, habían apostado por las vacunas. Esto fue un desastre que todavía no hemos superado del todo.

La esperanza media de vida de los países occidentales se duplicó en el siglo XX (de los 45 a los 90, redondeando un poco) debido a las tres patas esenciales de la lucha contra la infección: el alcantarillado, los antibióticos y las vacunas (hoy habría que añadir los condones, seguramente). Las zonas deprimidas de África y Asia siguen necesitando esos avances, contra las enfermedades antiguas y contra las que puedan surgir, y sin la investigación privada no parece posible.

Además, los gestores de la salud pública coinciden en que sin medicina preventiva no hay futuro. La esperanza media de vida occidental sigue aumentando a un ritmo lento pero constante de un par de años por década, pero la razón principal es la mejora en el tratamiento del infarto (que sigue siendo el gran matarife en el mundo desarrollado, por encima de todos los cánceres juntos). Esos sistemas son caros e imperfectos, pues rara vez devuelven al paciente su calidad de vida anterior. El sistema sanitario actual, sea público o privado, no es sostenible. Hay que apostar a fondo por la medicina preventiva.

Y las vacunas son medicina preventiva por definición. Se las pinchas a la población de riesgo y evitas que desarrollen unas enfermedades que, de haberse producido, habrían supuesto un tormento para el paciente y una sangría para los presupuestos sanitarios. Las artimañas jurídicas de los tiburones significarán a la larga un horrible aumento del gasto público y un estorbo para el avance de la investigación biomédica. Es obvio que los políticos pueden hacer mucho para animar a la Big Pharma a investigar en vacunas. También lo es que no está en su agenda de prioridades.

Lo que hasta ahora está salvando a estos abogados, y a los padres que se niegan a vacunar a sus hijos, de un buen embrollo civil o incluso penal es un efecto estadístico bien conocido de los epidemiólogos. Frenar la propagación de un virus no requiere vacunar a toda la población. Basta con vacunar a tres de cada cuatro. Lo que haga el cuarto individuo da igual a efectos epidemiológicos. Así que los hijos de los antivacunas están protegidos contra las principales enfermedades infecciosas gracias a los demás padres, los que sí vacunan a sus hijos. Puede parecer una paradoja, pero no son más que matemáticas.

El rechazo a los alimentos transgénicos (*) —otra de las religiones de nuestro tiempo— plantea cuestiones aún más complejas e interesantes que el creacionismo, los pseudofármacos y las vacunas. Es curioso que una humilde semilla sea más importante que Dios padre, pero así son las cosas.

La mayor parte de la gente cree que hay una polémica científica sobre la seguridad para la salud de los transgénicos. No la hay. Todos los científicos y biotecnólogos de plantas coinciden en que los transgénicos son seguros para la salud, y también para el medio ambiente. Si llevan décadas investigando en ellos es porque, además de haber descartado esos riesgos, están convencidos de que los transgénicos son el mejor modo de incrementar el contenido de vitamina A del arroz — la base de la alimentación de media Asia, pobre en ese compuesto esencial—, crear variedades de las principales plantas de cultivo tropicales que sean resistentes a la sequía, y que por tanto gasten menos agua, ralentizar la oxidación que arruina la fruta, para una gestión más eficaz y sostenible de muchas plagas, sobre todo las enfermedades virales que arruinan las cosechas de varios países africanos, en fin.

En el caso del rechazo irracional a los transgénicos, los grandes responsables han sido los grupos ecologistas, con especial mención a Greenpeace, que lleva décadas poniéndolos entre sus tres o cuatro líneas estratégicas, a la altura de los residuos nucleares o el cambio climático. “Los ecologistas se oponen a los transgénicos porque tienen la panza llena”, me dijo en una entrevista el padre de la revolución verde, Norman Borlaug.

Tenía razón. Greenpeace ha conseguido intoxicar (ideológicamente) a la población occidental, y que Europa tenga una legislación absurda y retrógrada sobre los transgénicos. En el fondo eso da igual. Los países que verdaderamente los necesitan, como China y varios de África tropical, llevan años investigando en sus propios transgénicos. El largo brazo de Greenpeace no llega allí. Malo para la contaminación, bueno para la ciencia.

El negacionismo climático no es muy distinto de las religiones anteriores. Todas consisten en cegarse a la evidencia, inventar una realidad paralela e infectar a la mayor parte posible de la población con ella. Todas acabarán fracasando —la realidad es tozuda—, pero nadie sabe cuándo. Nuestro cerebro no está hecho para el pensamiento científico: pensar así nos cuesta Dios y ayuda, y poca gente está dispuesta a esa tortura. Habrá que inventar algo.

http://elpais.com/elpais/2017/06/16/ciencia/1497616571_649155.html

(*) La cuestión de los transgénicos no es tan sencilla como aquí se introduce y da por sentado. Son el resultado de una manipulación genética, cuyo uso no está suficientemente estudiado y cuyas consecuencias desconocemos a medio y largo plazo. Se saben varias cosas que no son neutrales: Son propiedad privada y patentadas de multinacionales cuyo único objetivo no es el bien común y su difusión gratuita "para todos", sino el enriquecimiento y el adueñarse del mercado para especular, dominarlo y seguir aumentando las ganancias. Lo trabajan como monopolio, lo cual dista de ser ciencia, es simple economía especulativa. La sola presencia de las semillas en los campos contamina a otras semillas genéticamente durante la polinización, con lo cual su extensión no es fácil de controlar y las consecuencias de ello son en su mayor parte desconocidas.

La impresión, en este caso, es que junto a otros temas claros, se mete de soslayo esta cuestión de los transgénicos, como si fuese solamente una cuestión puramente científica, cuando es un tema controvertido y con claros objetivos económicos y político de dominio del mercado agrícola y alimentario.

El precio de la incultura científica

Michael Bublé

When marimba rhythms start to play
Dance with me, make me sway
Like a lazy ocean hugs the shore
Hold me close, sway me more
Like a flower bending in the breeze
Bend with me, sway with ease
When we dance you have a way with me
Stay with me, sway with me
Other dancers may be on the floor
Dear, but my eyes will see only you
Only you have that magic technique
When we sway I go weak
I can hear the sounds of violins
Long before it begins
Make me thrill as only you know how
Sway me smooth, sway me now
Other dancers may be on the floor
Dear, but my eyes will see only you
Only you have that magic technique
When we sway I go weak
I can hear the sounds of violins
Long before it begins
Make me thrill as only you know how
Sway me smooth, sway me now

sábado, 20 de mayo de 2017

Cyril Burt, un ejemplo paradigmático de fraude cientifico.

Burt nació el 3 de marzo de 1883. Cyril asistió al King's School, en Warwick de 1892 a 1895 y, posteriormente, ganó una beca en el Christ's Hospital, entonces ubicado en Londres, donde desarrolló su interés por la psicología.

Desde 1902 estudió en el Jesus College, donde se especializó en filosofía y psicología, bajo la supervisión de William McDougall quien sugirió que centrara su proyecto principal en psicometría.. Burt inició su investigación sobre el desarrollo y la estructura de los tests mentales, un interés que duraría el resto de su vida. Burt perteneció a un grupo de estudiantes que trabajó con McDougall, que incluía a William Brown, John Carl Frugel, May Smith, todos los cuales siguieron carreras notables en psicología. Burt se graduó en 1906 y obtuvo un diploma de maestría.

En 1907, McDougall invitó a Burt a ayudarlo con una encuesta a nivel nacional de las características físicas y mentales de los británicos, propuesta por Francis Galton, en la cual debía trabajar en la estandarización de los tests psicológicos. Este trabajo llevó a Burt a entrar en contacto con la eugenesia, al conocer a Charles Spearman y Karl Pearson.

En el verano de 1908, Burt visitó la Universidad de Wurzburgo, Alemania, donde conoció por primera vez al psicólogo Oswald Külpe...

Burt llegó a ser Presidente de la Sociedad Psicológica Británica en 1942. Burt impuso su teoría determinista de la inteligencia innata de origen genético, se convirtió en la figura más importante en la escuela de psicología inglesa en la década del '40 y le otorgaron el título nobiliario de Sir. El test de C. I. que él creó fue el que decidió la vida de los niños ingleses hasta los años 70 porque definía a qué escuela secundaria debían asistir según su cociente intelectual. El sistema británico de exámenes a niños de 11 años era utilizado para decidir qué educación secundaria habrían de recibir los niños. Los alumnos que superaban el test de Burt podían acceder a la universidad. El resto eran condenados a dedicarse a oficios y no podían acceder a estudios superiores porque la consecuencia de esta visión determinista de la inteligencia significaba que no tenía sentido que el estado invirtiera dinero en la educación de gente con un C. I. bajo que no tenía posibilidades de mejorar su situación social. Este test, en el que se evaluaba el C. I., estuvo en uso durante tres décadas hasta mediados de la década de 1970.

Burt sostenía que se basaba en investigaciones sobre hermanos gemelos separados al nacer y criados en familias con diferentes niveles socio económicos. Afirmaba haber estudiado más de cincuenta casos de hermanos educados en familias muy diferentes cuyos cocientes intelectuales daban exactamente la misma puntuación. Entre 1943 y 1966, publicó trabajos sobre 53 parejas de gemelos, en los cuales probaba que su rendimiento era igual aunque estuviesen en familias diferentes y fuesen a escuelas distintas.

El periodista científico del London Sunday Times, Olivier Gillie, y el psicólogo estadounidense León Kamin, director del departamento de Psicología de la Universidad de Princeton, intentaron encontrar a los gemelos y las asistentas que habían participado de dichas investigaciones y descubrieron que las mismas nunca habían existido. Lo que resultó ser un gran fraude.

Sir Cyril Burt murió en 1972 a los 88 años. Gillie y Kamin denunciaron su fraude y en 1976, después de muerto, Burt fue acusado de fraude científico por sus propios colegas que investigaron el asunto. La Sociedad Británica de Psicología reconoció el fraude públicamente pero fue tal la polémica y presión de sus defensores que la Sociedad decidió no tener una posición oficial corporativa.

La controversia respecto al fraude de Burt tuvo varias idas y vueltas llevando a muchos a concluir que había sido exonerado de la acusación. Sus investigaciones nunca pudieron ser replicadas ni verificadas. Otros estudios con gemelos monocigóticos dieron resultados muy diferentes. Sin embargo, todavía hay quienes defienden su postura y consideran que es injusto acusarlo de algo de lo que no puede defenderse. Los que intentan rehabilitar la memoria de Burt sostienen que fue una víctima de operaciones políticas de la prensa de izquierda. (?).

Más información aquí.

El gran fraude del señor Cyril Burt Fuente: Internet y citas

viernes, 18 de marzo de 2016

Si la homeopatía no funciona, ¿por qué no se prohíbe su venta? No cuenta con estudios que la avalen y ni siquiera es necesario un diploma para prescribirla

En una popular parodia sobre las medicinas alternativas, un hombre entra en un hospital homeopático tras sufrir un accidente de tráfico. El médico pide a la enfermera que consiga un trozo del coche que lo atropelló, lo diluya en agua y lo agite y diluya repetidamente para poner tres gotas del líquido resultante bajo la lengua del herido. “Si esto no lo salva, no sé qué lo hará”, exclama el doctor.

Aunque es humor, la base teórica de la homeopatía está tan alejada de lo que se sabe de física y química que en el mundo real existen preparados que no distan mucho de este chascarrillo. En resumen, esta terapia —que se solía calificar de alternativa y ahora algunos de sus practicantes llaman complementaria o integrativa— se basa en una ocurrencia que tuvo el médico sajón Samuel Hahnemann a finales del siglo XVIII, que viene a decir que lo similar cura lo similar. Así, para tratar una enfermedad se ha de usar la misma sustancia que causa sus síntomas, pero diluida en agua hasta proporciones infinitesimales. Tanto, que la mayoría de remedios homeopáticos no contiene ni una molécula del supuesto agente sanador.

Un ejemplo real: la cafeína espabila. Según la homeopatía, si se toma en proporciones ínfimas, hace lo contrario: dar sueño. Así que existe un preparado para dormir que se obtiene mezclando un parte de cafeína con 99 de agua. Se agita y el resultante se vuelve a mezclar con otras 99 partes de agua. Y así sucesivamente. Cada una de estas diluciones se denominan CH (Centesimal Hahnemanianna, en honor a su inventor). Existen preparados con 6 CH, 10 CH, 30 CH… En algunos casos, el resultado equivale a verter una gota de principio activo en todos los océanos del planeta, agitarlo y beber al azar de todos los mares.

Obviamente, ahí no queda nada de lo que en un principio se mezcló. Quienes toman homeopatía, pues, no ingieren más que agua. O, más exactamente, sacarosa y lactosa, pues el líquido suele estar rociado en bolitas de estos excipientes.

La cafeína es un ejemplo, pero existen otros reales que hacen que la parodia del coche se quede corta: diluciones de Muro de Berlín para luchar contra las sensaciones de opresión, separación y aislamiento; de radiación de teléfono móvil para paliar el (inexistente) daño de las ondas que emiten estos aparatos; de TNT (explosivo) contra la tos convulsiva; de agua del Amazonas para armonizar los estados emocionales; de caca de perro para tratar gastroenteritis, colitis y diarreas… Y muchas más parecidas que ha recopilado Fernando Frías, fundador del Círculo Escéptico, en su blog La lista de la vergüenza.

Un negocio (muy) lucrativo
Aunque suene a broma, el negocio de la homeopatía mueve enormes cantidades de dinero y sus seguidores se cuentan por millones en el mundo. Si realmente no hay nada en estas bolitas, ¿por qué existen, según la Sociedad Española de Medicina Homeopática (SEMH), unos 10.000 médicos colegiados que la recetan? ¿Por qué un tercio de los españoles la ha probado —según, eso sí, una encuesta de Boiron, el mayor laboratorio homeopático? La respuesta que dan practicantes y pacientes que la defienden —que no son todos los que la han usado— es simple: “No sabemos cómo, pero funciona”. Alegan sus teóricos que el agua tiene memoria y que es capaz de recordar los principios activos con los que se mezcló —una memoria selectiva, en todo caso, puesto que a lo largo de la historia ha estado en contacto con todo tipo de sustancias—. Y aunque esto fuese así, algo muy lejos de contar con evidencia que lo respalde, tampoco tiene explicación cómo los recuerdos de ese agua son capaces de curar el cuerpo.

“Pero el caso es que funciona”, insisten sus defensores. Podría suceder que tuviera éxito por mecanismos desconocidos que la medicina no ha sido capaz de desentrañar: cómo el agua recuerda lo que los homeópatas quieren y cómo a través de esa prodigiosa memoria cura enfermedades. Hasta hoy no existe evidencia científica de que la homeopatía tenga más efecto que el placebo. Es cierto que muchas personas se sienten mejor de determinadas dolencias tras tomarla, pero estudios rigurosos que han dividido a los enfermos en dos grupos aleatorios no muestran que el que tomó estos preparados experimentase más mejoras que quienes ingirieron simples pastillas de azúcar que no estaban rociadas de agua con memoria. La mejoría, pues, se debe a la sanación natural que sucede con la mayoría de las enfermedades o al efecto placebo.

La evidencia científica en contra de la homeopatía es abrumadora. Sobre la base de numerosos metaanálisis (revisión de varios estudios) y consultas a especialistas, el Gobierno australiano decidió rechazar estos tratamientos en 2014: “En base a la valoración de las evidencias sobre la efectividad de la homeopatía, el Consejo Nacional de Investigación en Salud y Medicina concluye que no hay ningún problema de salud para el cual existan evidencias fehacientes de que la homeopatía es efectiva”. Este alegato se sumó a una larga lista. En España, por ejemplo, un grupo de expertos elegido por el ministerio de Sanidad concluyó en un informe de 2011 que “no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta”. “Los resultados de los ensayos clínicos disponibles son muy contradictorios y resulta difícil interpretar que los resultados favorables encontrados en algunos ensayos sean diferenciables del efecto placebo”, reza el documento. La Universidad de Barcelona fulminó hace unos días su máster de Homeopatía "por falta de base científica".

Algunos sistemas públicos de salud que respaldaban la homeopatía la han ido retirando. Reino Unido, con un fuerte apoyo de la corona a esta terapia, se plantea incluso prohibir a sus médicos que la prescriban. Pero en realidad las pruebas llevan ahí mucho tiempo. El debate lo dio por concluido hace una década la más prestigiosa revista científica, The Lancet, que, en un editorial de 2005 titulado El fin de la homeopatía, proponía pasar página y dejar de malgastar tiempo y dinero en tratar de demostrar los efectos de una terapia que no había conseguido hacerlo en dos siglos de historia. “Cuanto más se diluyen las pruebas en favor de la homeopatía, mayor parece su popularidad”, ironiza el editorial.

A pesar de ello, sus defensores no se dan por vencidos. Alberto Sacristán, presidente de la SEMH, explica que en la Revisión del uso de altas potencias en investigación básica en homeopatía (Clasen J. 2011), un 90% de los resultados de 830 estudios con altas diluciones fueron positivos. “Como cualquier especialidad de la medicina, todavía debemos continuar investigando. Dado que incluso Premios Nobel de la talla de Luc Montagnier y Brian Josephson se han interesado por las altas diluciones y se han manifestado a favor de la viabilidad científica de su planteamiento, seguramente es cuestión de tiempo que los trabajos que se están llevando a cabo sobre los distintos tratamientos homeopáticos nos aporten argumentos definitivos”, asegura. Vicente Baos, médico de familia y asesor de la Agencia Europea del Medicamento y de su homóloga española, contesta que los experimentos que realizan los homeópatas no tienen los más mínimos niveles de calidad y no son homologables a los que usa la comunidad científica para rechazar la homeopatía.

Todos coinciden en atribuirle simplemente el efecto placebo, un fenómeno muy demostrado por la ciencia y especialmente poderoso en mejorías de algunos dolores o enfermedades psicosomáticas. Como narra el psiquiatra Ben Goldacre en su libro Mala ciencia (Planeta), el placebo no reside solo en la píldora, sino que es extraordinariamente importante el contexto terapéutico. Es decir, la atención del especialista, la seguridad que dé, el tiempo que le dedique… Goldacre asegura que mucha gente se siente cómoda con la homeopatía porque, en la consulta, sus practicantes son más atentos y prestan más atención que la mayoría de médicos de atención primaria de una sanidad pública saturada, cuyos profesionales se suelen ver obligados a despachar medicamentos de forma casi rutinaria.

Para solucionar el dilema de satisfacer la demanda de un pretendido fármaco que no cura, el médico Dylan Evans, autor del libro Placebo (Alba), propone incluir en sus cajas una advertencia: “Cuidado, este producto es un placebo. Funciona solo si usted cree en la homeopatía y solo para determinadas dolencias, como el dolor y la depresión. Pero, incluso en tal caso, es probable que no surta tanto efecto como un fármaco ortodoxo. Tendrá usted menos efectos secundarios con este tratamiento que con un fármaco, pero obtendrá probablemente también menos beneficios”. Como dice Evans, efectos secundarios no tiene, a no ser que haya alguna intolerancia a los excipientes (sacarosa y lactosa), ya que no contienen nada más que esos rociados de agua. Por eso, uno de los argumentos de su defensa es su inocuidad. Pero esto no está ni mucho menos tan claro. La resolución del consejo médico australiano explica por qué: “La homeopatía no debería ser considerada para el tratamiento de problemas de salud crónicos, serios o que puedan tornarse serios. Las personas que la elijan pueden poner su salud en riesgo si rechazan o retrasan tratamientos para los cuales sí hay buena evidencia de seguridad y efectividad”. El problema radica en usar estos productos en lugar de los verdaderamente eficaces. Los casos de muertes por esta razón se cuentan por cientos. El pasado enero, en Girona, un niño de siete años falleció por una afección respiratoria que sus padres trataban solo con homeopatía, según el fiscal del caso.

Entre sus practicantes más sensatos, como los miembros de la SEMH, que además de homeópatas son médicos, advierten de que este tratamiento es solo uno más y que en cada situación el profesional debe evaluar si se aplica y, en su caso, si se acompaña de otros fármacos efectivos. “En las enfermedades graves, como autoinmunes o respiratorias, es raro que un solo tipo de intervención sea suficiente y la homeopatía puede ayudar”, alega Sacristán.

De vuelta al humor, en la parodia del hospital homeopático, tras probar con varios métodos alternativos, el doctor mira en la mano del paciente su línea de la vida. Al ver que es muy corta, la alarga con un bolígrafo en una acción desesperada. Pero el resultado de este método es el mismo que el del tratamiento homeopático: ninguno.

¿ES MEDICINA?
La homeopatía no cuenta con estudios reglados que la avalen y cualquiera que lo desee, con un diploma de un curso de 20 horas (o sin él), puede prescribirla. Como explica Jerónimo Fernández Torrente, vicesecretario de la Organización Médica Colegial, se trata de “una disciplina con una notable fragmentación de técnicas y procedimiento, de método de aplicación, llena de incertidumbre, escasez de evidencia, carencia de control de calidad, aspectos asistenciales, docentes y formativos”. Asegura que en España hay un vacío legal al respecto y que los médicos colegiados que la prescriben deben saber que su código deontológico les obliga a recetar remedios probados clínicamente. “Los facultativos están sometidos por el código a informar a sus pacientes. Ellos [los colegiados que recetan homeopatía] sabrán lo que hacen, es su responsabilidad ética y legal”, sentencia.

LOS FARMACÉUTICOS Y EL VACÍO LEGAL
Los medicamentos de verdad de venta exclusiva en farmacias están sometidos a unas exigentes pruebas que les obligan a probar su eficacia. Los preparados homeopáticos no, basta con que demuestren su inocuidad. Por supuesto, no hace falta receta para ellos. Ante el vacío legal en el que se encuentran, el ministerio de Sanidad elaboró en 2013 una orden para regularizarlos. Pero nunca se llegó a aprobar. El departamento asegura que se sigue consultando con las partes implicadas. La Organización Farmacéutica Colegial reclama que se apruebe una normativa que “clarifique el escenario tanto a los profesionales sanitarios como a los ciudadanos”. Mientras tanto, la mayoría de las farmacias hace negocio con la homepatía. Pero algunas se resisten, como la de Jesús Fernández, que a quienes preguntan por estos preparados les entrega una hoja informativa que comienza así: “Nuestro compromiso de calidad con el servicio que prestamos nos impide recomendar el uso terapéutico de pseudomedicinas como la homeopatía, flores de Bach, oligoterapia y todas aquellas que no hayan demostrado científicamente su eficacia”.
http://elpais.com/elpais/2016/03/08/buenavida/1457437017_576363.html

miércoles, 16 de marzo de 2016

La Universidad de Barcelona fulmina su máster de homeopatía. La mejor universidad de España, según varias clasificaciones internacionales, cancela su curso de posgrado por "falta de base científica".

La Universidad de Barcelona ha decretado el fin de su polémico máster de homeopatía por “falta de base científica”, según informan fuentes de la institución. El curso de posgrado se impartía desde 2004 a un precio de 6.940 euros, pese a que el propio Ministerio de Sanidad español asegura que “la homeopatía no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta”. La Universidad de Barcelona, la mejor de España según varias clasificaciones internacionales, tomó la decisión hace un mes tras recibir "un informe oral" crítico de su propia Facultad de Medicina, explican las mismas fuentes.

La homeopatía es una pseudociencia inventada por el médico alemán Samuel Hahnemann en 1796. Se basa en aplicar dosis extremadamente pequeñas, a veces indetectables en el agua diluyente, de sustancias que producen los mismos síntomas que la enfermedad que se pretende curar. En más de dos siglos de historia, la homeopatía no ha demostrado ser más eficaz que una dosis de agua con azúcar. Si da la sensación de curar es porque muchas dolencias desaparecen por sí solas o por el efecto placebo: cualquier sustancia puede producir un efecto favorable en un enfermo si la toma convencido de que así ocurrirá. Pese a su nulidad, la facturación en España de la industria homeopática, encabezada por la multinacional francesa Boiron, alcanzó los 60 millones de euros en 2011, según datos de la cátedra de la propia empresa en la Universidad de Zaragoza.

La decisión de la Universidad de Barcelona (UB) de fulminar su máster de homeopatía puede ser un varapalo definitivo a la infiltración de esta pseudociencia en las instituciones académicas españolas. Centros como la Universidad de Valencia y la Universidad Nacional de Educación a Distancia todavía ofrecen cursos de posgrado sobre la homeopatía. La Universidad de Córdoba canceló sus cursos en 2013 y la de Sevilla suspendió su máster en 2009. La Universidad de Zaragoza se desmarcó de la Cátedra Boiron de Homeopatía en 2014, tras un lustro de cooperación.

Un alumno de la Facultad de Química de la UB, Adrián Gómez, lanzó hace cinco meses una petición en la web Change.org solicitando al rector Dídac Ramírez i Sarrió “la eliminación de la homeopatía en la Universidad de Barcelona”. Logró 1.290 firmantes para su manifiesto contra un máster “que no está apoyado por la evidencia, carente de metodología científica, criticado y catalogado como una estafa por toda la comunidad científica”. Pese a la supresión del curso, la edición actual, iniciada con 20 alumnos en noviembre de 2014, continuará hasta su finalización en octubre de este año. Serán los últimos discípulos de esta pseudociencia en la Universidad de Barcelona.

Fe de errores (22:57): En una primera versión de esta noticia se afirmaba que la Universidad de Sevilla ofrece un máster de homeopatía. El curso ya no se oferta, según informa la propia universidad.
http://elpais.com/elpais/2016/03/01/ciencia/1456856774_534268.html
DOGMATISMO CIENTÍFICO Y UNIVERSIDAD
Ramon J. Moles
Ex secretario general de Universidades de la Generalitat de Catalunya

lunes, 7 de marzo de 2016

“A mi hijo lo ha matado la incultura científica”. Se reabre el caso de un joven que murió tras abandonar la quimioterapia por culpa de un curandero, según denuncia su padre

"Papá, me he equivocado". Una frase tan simple estremece cuando es Julián Rodríguez quien la pronuncia. Repite lo que le dijo Mario, su hijo de 21 años, poco antes de morir. Su error: abandonar el tratamiento médico de su leucemia para abrazar una pseudoterapia recomendada por un curandero que asegura ser capaz de curar el cáncer con vitaminas. El calvario de Mario duró seis terribles meses hasta que falleció en julio de 2014. Su padre aprieta con rabia los dientes al repetir: "Papá, me he equivocado".

"O te tiras por la ventana o peleas". Es tan duro lo que ha sufrido Julián que decidió luchar para que nadie más vuelva a pasar por lo que él ha pasado. Dos semanas después de que muriera Mario ya había declarado la guerra contra los curanderos que se aprovechan de las tragedias de la gente y su falta de conocimientos médicos: "Es tan doloroso saber que tuvo una oportunidad tan clara de salvarse... A mi hijo lo ha matado la incultura científica".

Su primera batalla es denunciar al curandero que apartó a Mario del tratamiento que podría haberle sanado. La Audiencia Provincial de Valencia le acaba de dar la razón y exige al juez —que inicialmente desestimó la denuncia— que reabra el caso para procesar al falso médico "como mínimo, por un delito de intrusismo". Las magistradas consideran que este pseudoterapeuta, que se presenta como experto en "medicina natural y ortomolecular", debe responder por fingir que es capaz de curar el cáncer con sus recomendaciones.

Según el médico que trataba a Mario —el de verdad—, no sólo le convenció para que se negara a un trasplante y a darse la quimio, sino que le prescribió un tratamiento que interfería en su recuperación con elementos contraproducentes, como hongos y alcohol. En su martirio, a Mario hubo que intervenirle en el intestino por una infección.

Pero Julián tiene muchas más batallas por delante: quiere ayudar a la gente —"no podemos saber de todo"— a evitar el error de su hijo: "Es necesario ofrecer información para contrarrestar los mensajes de estos estafadores". Para encauzar esa labor, ha creado la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), desde la que pelea con ayuda de divulgadores, activistas y especialistas contra la difusión de mensajes contrarios a la ciencia médica que, como se ha visto, puede costar la salud y hasta la vida. Sus primeros objetivos: evitar que los charlatanes vendan sus servicios en espacios públicos o con el aval de instituciones académicas y ofrecer información contrastada sobre la verdad de las pseudoterapias.

El trabajo que tienen por delante es monumental. Para empezar, porque los charlatanes cuentan con importantes plataformas de difusión en la red y medios como Discoverysalud, que promociona sin tapujos estas pseudoterapias y que aparece mencionado en el escrito de la Audiencia, porque esta web promocionó el falso tratamiento contra el cáncer del curandero. Además, se presentaba como médico aunque no tenga el título: la Generalitat de Valencia retiró el cartel de su consulta después de la denuncia de Rodríguez.

Además, va a ser complicado romper la espiral de engaño y confusión porque en muchos casos el caballo de Troya está en casa. En el caso de Mario, fue su madre quien le llevó a la consulta del falso médico: el 7 de enero diagnosticaron su leucemia y el 9 de enero "ya tenía un saco de píldoras". Julián Rodríguez calcula que su hijo tomaba "religiosamente" unas 25 pastillas al día por encargo del denunciado. La madre del joven fallecido colocó un panel en casa con las pautas indicadas para seguir este inútil tratamiento, que les costó unos 4.000 euros, calcula el padre. Siempre en negro, sin facturas, a una familia sin apenas recursos que se veía obligada a convivir bajo el mismo techo incluso después de que padre y madre se hubieran separado.

Alrededor del 13% de los españoles, según un estudio del CIS, prefiere las medicinas alternativas, aquellas que están fuera del sistema sanitario por no haber probado su utilidad. Pero si no se combate su discurso, los crédulos y engañados podrían crecer. Era el caso de la madre de Mario, que sumó sus creencias al pavor que su hijo sentía por los efectos de la quimioterapia. El joven, sin embargo, no era para nada ajeno al método científico, ya que estudiaba Física en la universidad. "Mucha gente me pregunta cómo un estudiante de Física pudo tomar esa decisión", asegura su padre, "y yo les respondo: estudiante de Física y enfermo de cáncer. Nunca sabes cómo te va a afectar al coco algo así".

Hoy Julián reconoce, conteniendo las lágrimas, que se arrepiente de no haber peleado más contra la decisión de su hijo, aunque ya era mayor de edad, mientras modula la voz para enumerar situaciones sobrecogedoras que vivió junto a él en la habitación del hospital por culpa del curandero. Se exalta al relatar que los centros de pseudoterapias proliferan de forma imparable ante la "pasividad de las autoridades sanitarias", que "no protegen a la gente" en momentos tan delicados como los que tuvo que vivir. Y agarra con fuerza una foto de Mario mientras repite las palabras con las que le respondió aquel día, cuando ya sabía que iba a perderlo: "No te has equivocado, hijo, te han mareado".

"SI SE EQUIVOCÓ, SE EQUIVOCÓ ÉL"
El terapeuta acusado, José Ramón Llorente, se presenta como experto en "medicina natural y ortomolecular", que fue el cartel que le retiró la Consellería de Sanitat tras confirmar que no tiene titulación en Medicina. Además, es presidente de la Asociación Española de Nutrición Ortomolecular. La llamada terapia ortomolecular, que se basa en el uso de altas cantidades de vitaminas, es considerada una pseudomedicina por no existir evidencia científica de que funcione. Llorente asegura que el joven abandonó el tratamiento por miedo a la quimioterapia y que tomó la decisión antes de acudir a su consulta: "Si se equivocó, se equivocó él". Defiende que solo le prescribió un tratamiento para mejorar sus condiciones bioquímicas: "No curo enfermedades, capacitamos al organismo para potenciar su recuperación. Y si se cura del cáncer, perfecto". Sin embargo, se pueden encontrar vídeos en los que defiende que la vitamina C cura el cáncer y que la quimioterapia entorpece ese supuesto proceso. Llorente se defiende afirmando que se limitaba a divulgar esa idea y que, aunque se muestra convencido de que funciona, él no le propone ese tratamiento a la gente que acude a su oficina.

http://elpais.com/elpais/2016/02/24/ciencia/1456341289_969832.html

jueves, 24 de diciembre de 2015

Cómo utilizar la técnica de Feynman para identificar pseudociencia

por SIMON OXENHAM

La semana pasada un nuevo estudio fue noticia en todo el mundo, demostrando sin rodeos la capacidad humana para ser engañados por "mierda pseudo profunda" de la talla infame de Deepak Chopra, para parecer profunda que suena aún declaraciones totalmente sin sentido, al abusar de lenguaje científico.

Todo esto está muy bien, pero ¿cómo se supone que debemos saber que estamos siendo engañados cuando leemos una cita sobre la teoría cuántica de alguien como Chopra, si no sabemos nada acerca de la mecánica cuántica?

En una conferencia impartida por Richard Feynman en 1966, el influyente físico teórico contó una historia acerca de la diferencia entre conocer el nombre de algo y realmente entenderlo:

"Un chico me dijo:" "¿Ves ese pájaro de pie allí en el muñón? ¿Cuál es su nombre?" Le dije: "No tengo la menor idea." Me dijo: "Es un zorzal de garganta parda. Tu padre no te enseña mucho sobre ciencia."

Sonreí para mí, porque mi padre ya me había enseñado que [el nombre] no me dice nada sobre el pájaro. Él me enseñó, Mira ese pájaro? Es un zorzal de garganta parda, pero en Alemania se llama un halsenflugel, y en chino lo llaman un chung ling e incluso si usted sabe todos esos nombres de él, aún no sabe nada sobre el pájaro - sólo sabe algo acerca de la gente; como ellos llaman al pájaro. Ahora que el tordo canta, y enseña a sus crías a volar, y vuela tantas millas de distancia durante el verano en todo el país, y nadie sabe cómo encuentra su camino, "y así sucesivamente. Hay una diferencia entre el nombre de la cosa y lo que sucede".

El resultado de esto es que no puedo recordar el nombre de alguien, y cuando la gente habla de la física conmigo a menudo están exasperados cuando dicen, 'el efecto Fitz-Cronin,' y me preguntan, "¿Cuál es el efecto? y no puedo recordar el nombre".

Feynman continuó: "Hay un libro de ciencia de primer grado que, en la primera lección, comienza de una manera lamentable para enseñar la ciencia, ya que comienza con la idea equivocada de lo que es la ciencia. Hay una foto de un perro - un perro de juguete enrollable - y una mano trata de bobinarlo, y luego el perro es capaz de moverse. En la última imagen, dice, "¿Qué hace que se mueva? Más tarde, hay una foto de un perro real y pregunta: "¿Qué hace que se mueva? Entonces hay una foto de una moto y pregunta: "¿Qué hace que se mueva? y así.

Al principio pensé que se estaban preparando para decir lo que la ciencia dice sobre - la física, la biología, la química - pero eso no fue todo. La respuesta estaba en la edición del libro del profesor: La respuesta que yo estaba tratando de aprender era que "es la energía la que hace que se mueva ".

Ahora, la energía es un concepto muy sutil. Es muy, muy difícil hacerlo bien. Lo que quise decir es que no es fácil de entender lo suficiente la energía como para usarlo bien, así que se puede deducir algo correctamente con la idea de la energía - que está más allá del primer grado. Sería igual de bien decir que "Dios hace que se mueva ', o,' El Espíritu hace que se mueva", o, "La función de transporte hace que se mueva". (De hecho, uno igualmente podría decir bien, ' La energía hace que se detenga.')

Mírelo de esta manera: Eso es sólo la definición de la energía; debe ser revertida. Podríamos decir cuando algo puede pasar que tiene la energía en él, pero no lo que hace que se mueva es energía. Esta es una diferencia muy sutil. Es lo mismo con la proposición inercia.

Tal vez pueda marcar la diferencia un poco más claro de esta manera: Si le preguntas a un niño por lo que hace mover al perro de juguete, usted debe pensar acerca de lo que un ser humano ordinario respondería. La respuesta es que terminaste el descanso; intenta relajarse y empuja el tren de vuelta.

¡Qué buena manera de comenzar un curso de la ciencia! Desmontar el juguete; Mira como funciona. Observar con inteligencia los engranajes; ver los trinquetes. Aprenda algo sobre el juguete, la forma en que el juguete se junta, el ingenio de la gente ideando los trinquetes y otras cosas. Eso es bueno. La pregunta está bien. La respuesta es un poco desafortunada, porque lo que estaban tratando de hacer es enseñar una definición de lo que es la energía. Pero es nada lo que se aprende.

Supongamos que un estudiante pudo decir: "No creo que la energía haga que se mueva". ¿De dónde y cómo viene la discusión ahí?

Finalmente me di cuenta de una manera para probar si usted ha enseñado una idea o si sólo han enseñado una definición. Pruebe de esta manera: Usted dice, 'Sin utilizar la nueva palabra que usted acaba de aprender, trata de reformular lo que acabas de aprender con tus propias palabras. Sin utilizar la palabra "energía", dime lo que sabes ahora sobre el movimiento del perro." No puedes. Así que no has aprendido nada de ciencia. Eso puede estar bien. Puede que no quiera aprender algo acerca de la ciencia de inmediato. Tienes que aprender las definiciones. Pero para una primera lección, debe posiblemente que no sea destructivo?

Creo que para la lección número uno,  aprender una fórmula "mística" para responder a las preguntas es muy malo. El libro tiene algunos otros ejemplos: 'gravedad hace caer;' 'las suelas de los zapatos se desgastan debido a la fricción. El cuero de los zapatos lo lleva a cabo, ya que se frota contra la acera y las pequeñas muescas y protuberancias en las piezas de agarre de la acera y tirar de ellos fuera. Decir simplemente que es debido a la fricción, es triste, porque no es ciencia."

La parábola de Feynman sobre el significado de la ciencia es una valiosa manera de ponernos a prueba a nosotros mismos para ver si realmente hemos aprendido algo, o si sólo pensamos que hemos aprendido algo, pero es igualmente útil para probar las afirmaciones de los demás. Si alguien no puede explicar algo en el lenguaje llano, entonces debemos cuestionar si realmente ellos entienden lo que dicen. Si la persona en cuestión se está comunicando con el pretexto de un público no especialista en el uso de términos especializados fuera de contexto, la primera pregunta en los labios debe ser: "¿Por qué?" En palabras de Feynman, "Es posible seguir la forma y lo llaman ciencia, pero eso es pseudociencia".

https://lacienciaysusdemonios.com/2010/10/16/richard-feynman-y-la-pseudociencia/

miércoles, 8 de julio de 2015

Los antivacunas y el pasado fascista de España. Los contrarios a la vacunación suelen hacer paralelismos entre la idea de la obligatoriedad y el legado autoritario español


La semana pasada, un niño de seis años de Olot, un pueblo de Cataluña, ingresó en el hospital diagnosticado con difteria. Se trataba del primer caso de esta enfermedad que se registraba en España en 28 años. El niño, que actualmente se encuentra en estado crítico pero estable (siento mucho comunicar que las últimas noticias, leídas en la prensa sobre el niño, es que había fallecido) en un hospital de Barcelona, no había sido vacunado por las dudas sobre la seguridad de las vacunas que tenían sus padres, que ahora dicen sentirse engañados por los grupos antivacunas que en un principio azuzaron sus miedos.

La difteria, ya insólita en Europa, es una enfermedad seria, posiblemente fatal, que puede provocar insuficiencia cardíaca, neumonía y parálisis de los músculos usados para tragar. Hasta la década de 1920 era una de las causas principales de mortalidad infantil, a veces denominada “ángel estrangulador”, pues la seudomembrana que la bacteria puede crear en las vías respiratorias suele provocar la muerte por asfixia. En España estuvo muy extendida durante la primera mitad del siglo XX, en particular tras la devastación física y económica provocada por la Guerra Civil. Solo en el año 1940 se registraron más de 27.000 casos de difteria.

La mejora de la sanidad infantil era una prioridad oficial del nuevo régimen de Franco, y los casos se redujeron significativamente en la época de la posguerra. Sin embargo, el sistema público de salud español, empobrecido y fragmentado, no logró conseguir el rápido progreso hacia la erradicación que sí lograron sus vecinos de Europa occidental (a pesar de la aún más devastadora y terrible II GM), y a finales de la década de 1960 aún se registraban casi 250 casos nuevos al año. Por fin, en 1966 se implementó un exhaustivo programa de vacunación y, hasta la semana pasada, el último caso de difteria se había registrado en 1987.

"En 1940 se registraron más de 27.000 casos de difteria en España"

Como la difteria llevaba tres décadas erradicada en España, las reservas de la antitoxina necesaria para tratar la enfermedad ya no están disponibles en el país. Dicha antitoxina, incluida en el catálogo de “medicamentos esenciales” de la Organización Mundial de la Salud, está cada vez menos disponible por lo insólito de la enfermedad y porque, al ser un producto derivado de la sangre, su producción está muy regulada. En todo Estados Unidos, por ejemplo, no hay productos de antitoxina con licencia, y en el caso de la difteria, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades recurre, para su programa de investigación de nuevos medicamentos, a un producto brasileño sin licencia. En Europa algunos expertos en sanidad pública han solicitado la creación de una reserva central de la Unión Europea a la que todos los países puedan acceder en caso de emergencia.

En esta ocasión, las autoridades sanitarias españolas se han visto obligadas a buscar suministros en el extranjero, y ha tenido que ser el embajador ruso en Madrid quien los traiga personalmente desde Moscú. Las dificultades para localizar y suministrar las antitoxinas fundamentales ponen de manifiesto la velocidad a la que pueden desmoronarse las estructuras internacionales (1) una vez que una enfermedad se erradica en un país concreto y desaparece del radar de las autoridades. El recurso a los canales diplomáticos y el suministro ad hoc de medicamentos recuerda a una situación caótica, que es más habitual vincular a épocas de guerra y emergencia internacional.

Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, la pequeña colonia española de África occidental, en la actual Guinea Ecuatorial, se enfrentó a un peligroso brote de fiebre amarilla. Ante el desmoronamiento de su economía y la interrupción de los suministros internacionales durante la guerra, el Gobierno español tuvo problemas para garantizar la medicación básica y distribuir las vacunas pertinentes, tanto en España como en sus colonias de ultramar. Finalmente la ayuda llegó desde el consulado británico local, que accedió a viajar hasta Lagos y llevar vacunas transportándolas en termos. Mientras que este tipo de soluciones ad hoc podrían resultar necesarias durante una época de conflicto internacional, hoy en día, con un sistema internacional aparentemente más ordenado, parecen estar del todo fuera de lugar.

Un potente movimiento antivacunas canalizó la desconfianza hacia el Estado durante el periodo de la "perestroika" en la URSS

No es casualidad que las antitoxinas estuviesen disponibles en Rusia. Los casos de difteria habían empezado a caer en la Unión Soviética tras la introducción de la inmunización infantil universal en 1958. Hacia mediados de la década de 1970 se habían desplomado a mínimos históricos, aproximadamente al mismo nivel que el de Estados Unidos. Sin embargo, los cambios en los calendarios de inmunización contribuyeron al aumento de la difteria en la década de 1980, debido, entre otras cosas, al bajo nivel de apoyo público fomentado por un potente movimiento antivacunas que canalizó la desconfianza hacia el Estado durante el periodo de la perestroika.

Con el desmoronamiento de la Unión Soviética y buena parte de sus servicios públicos de salud, sobre todo en los estados recién independizados, en 1993 estalló una grave epidemia. La escasez de vacunas, las penurias económicas y los movimientos migratorios en masa contribuyeron al brote y a los problemas que tuvieron las autoridades para controlarlo. Finalmente, la difteria en Rusia y en los antiguos estados soviéticos se controló gracias a la cooperación internacional entre gobiernos, ONG y organismos de la ONU. Desde entonces, las antiguas repúblicas soviéticas y Rusia han sido la única zona de Europa donde la difteria sigue siendo un problema de salud pública. Aunque ya no tiene proporciones epidémicas, la presencia persistente de la enfermedad ha motivado que las autoridades rusas conserven reservas de la antitoxina de la difteria.

El regreso de enfermedades olvidadas arroja luz sobre las relaciones problemáticas entre los ciudadanos y el Estado. Los recientes movimientos antivacunas en Estados Unidos revelan el conflicto de ideas entre la salud individual y la pública, mientras que el legado autoritario español ha teñido el debate sobre la vacunación en el país. Esta semana, Luis Garicano, portavoz económico de Ciudadanos, el nuevo partido de centro, afirmó que habría que apartar de los colegios a los niños no vacunados, además de multar a sus padres y despojarlos de sus ayudas. Sus comentarios han sido tachados de “neofascistas”, y los defensores antivacunas suelen hacer paralelismos entre la idea de la obligatoriedad y el pasado fascista del país. Para ellos, el derecho a rechazar las vacunas es una libertad que debería protegerse en la era de la democracia.

El regreso de enfermedades olvidadas arroja luz sobre las relaciones problemáticas entre los ciudadanos y el Estado" El regreso de la difteria a España es un reflejo del auge del sarampión, la tuberculosis y otras enfermedades infecciosas en Europa y Estados Unidos. Cuando las enfermedades desaparecen debido a la amplia cobertura de la vacunación, las infraestructuras sanitarias públicas nacionales e internacionales necesarias para tratarlas también suelen esfumarse. La desconfianza en dichas estructuras y prácticas de la sanidad pública es lo que estimula a muchos movimientos antivacunas, señalados como la causa principal del aumento de los casos de sarampión, tos ferina y, en esta ocasión, difteria.

En ese sentido, aunque el caso del pequeño que sigue hospitalizado en Barcelona es, en parte, la historia de la decisión de sus padres de no vacunarlo, también forma parte de una historia más larga sobre las intervenciones de la sanidad pública en España y sus consecuencias, sobre las relaciones problemáticas entre los Estados europeos y sus ciudadanos y, en fin, sobre el acceso global a los medicamentos y la coordinación de la salud pública.

David Bryan es doctorando en el Departamento de Historia, Estudios Clásicos y Arqueología de Birkbeck, Universidad de Londres, y participa en el proyecto de investigación Internacionalistas Reacios, financiado por la Fundación Wellcome Trust. Su investigación estudia la participación de los expertos en sanidad españoles en redes internacionales durante la era de Franco. Sus intereses investigadores incluyen la historia de la España moderna, la sanidad pública y la relación entre políticas internacionales y sanidad internacional en el siglo XX.

Dora Vargha es investigadora en el Departamento de Historia, Estudios Clásicos y Arqueología de Birkbeck, en la Universidad de Londres, y participa en el proyecto de investigación Internacionalistas Reacios, financiado por la Fundación Wellcome Trust. Su trabajo se centra en las intersecciones de la historia de la ciencia, la medicina y la tecnología, el género y la discapacidad, y estudia la zona de Europa del Este para abordar cuestiones de sanidad pública internacional. Actualmente está trabajando sobre el desarrollo y las pruebas de la vacuna de la polio durante la Guerra Fría.
http://elpais.com/elpais/2015/06/12/ciencia/1434106606_164164.html?rel=ult

(1) Hay mucha tela que cortar,... En primer lugar las antitoxinas desaparecen porque no son negocios para las empresas privadas que las fabrican. Si la salud la dejamos a la iniciativa privada, ahí tenéis como ejemplo a África, donde el Estado prácticamente no existe. ¿Por qué no aprovechan las empresas privadas ese inmenso campo para darnos ejemplos prácticos de su eficacia? Sencillamente porque no es negocio; hay millones de enfermos potenciales, nadie le impediría trabajar, pero falta lo principal, el dinero. La empresa privada se mueve por el dinero, por la ganancia, sea en sanidad, en educación, en servicios sociales, etc. Sin dinero no hay empresa privada, su objetivo es el negocio, la ganancia, no curar o educar, aunque existan personas altruistas que lo hacen gratis de forma ejemplar pero ello ayuda, no soluciona el problema de raíz.

En segundo lugar, hay todo un movimiento social a favor de las seudociencias y, a veces, incluso mintiendo conscientemente como el caso del investigador americano que pidió perdón sobre sus falsas afirmaciones culpando a las vacunas del aumento y origen del autismo. Y que se sepa sin consecuencias,... Cuanto daño ha provocado estas actuaciones,... en tve se le ha dado a los antivacunas el mismo tiempo y oportunidad para exponer sus ideas que a los defensores de la vacunación, que desde  Edward Jenner en 1796, han demostrado su eficacia. Después han pedido perdón,... la ignorancia y la seudociencia debe tener un límite. Los charlatanes de Feria no pueden igualarse en un medio como la tve, a un investigador científico con resultados demostrados como es el caso de las vacuna. ¿Quiénes son los responsable de estos comportamiento y por qué no responden ante la justicia? ¿por qué pervive el oscurantismo? Los responsables de esta muerte evitable están dispuestos a aceptar sus responsabilidades? O aquí nunca pasa nada,...

Libro recomendado.
Las pseudociencias ¡vaya timo! Mario Bunge