Mostrando entradas con la etiqueta cociente intelectual. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cociente intelectual. Mostrar todas las entradas

lunes, 12 de diciembre de 2022

_- Qué características en común tienen los genios

_- Elon Musk, Virginia Woolf, Lady Gaga y Albert Einstein son ejemplos de genios del pasado y presente según el profesor Craig Wright, que enseña el "curso de genialidad" de Yale. 

A finales de la década de los años 20, un joven de clase trabajadora apodado Ritty pasaba la mayor parte de su tiempo jugando en su "laboratorio" en la casa de sus padres en Rockaway, Nueva York.

Su laboratorio era una vieja caja de embalaje de madera, equipada con estantes que contenían una batería de almacenamiento y un circuito eléctrico de bombillas, interruptores y resistencias.

Uno de los inventos del que estaba más orgulloso era una alarma antirrobo casera que lo alertaba cada vez que sus padres entraban en su habitación.

Usaba un microscopio para estudiar el mundo natural y, a veces, sacaba su equipo de química a la calle para realizar trucos para otros niños.

El expediente académico inicial de Ritty no tenía nada especial.

Tuvo problemas con las asignaturas de Literatura y con los idiomas extranjeros, pese a que, en una prueba de cociente intelectual realizada cuando era niño, según los informes, obtuvo un puntaje de alrededor de 125, que está por encima del promedio pero de ninguna manera es territorio de genio.

Sin embargo, ya de adolescente, mostró un don para las matemáticas y comenzó a aprender por sí mismo a partir de libros de texto elementales.

Al final de la escuela secundaria, Ritty alcanzó el primer lugar en una competencia anual de matemáticas en todo el estado.

El resto es historia.
Es probable que conozcas a Ritty como el físico ganador del Premio Nobel Richard Feynman, cuya nueva teoría de la electrodinámica cuántica revolucionó el estudio de las partículas subatómicas.

Miembros del Proyecto Manhattan FUENTE DE LA IMAGEN, SCIENCE PHOTO LIBRARY 

Como parte del Proyecto Manhattan, Feynman logró que el equipo de computadoras humanas funcionara a un ritmo inhumano.

Otros científicos encontraron que el funcionamiento de la mente de Feynman era insondable.

Para sus compañeros, parecía tener un talento casi sobrenatural, lo que llevó al matemático polaco-estadounidense Mark Kac a declarar en su autobiografía que Feynman no era solo un genio ordinario, sino "un mago del más alto calibre".

¿Puede la psicología moderna ayudarnos a descifrar esa magia y comprender de manera más general cómo se crea un genio?
Simplemente definir el término es un dolor de cabeza: no hay un criterio objetivo obvio.

Pero la mayoría de las definiciones identifican el genio con logros excepcionales en al menos una materia, con originalidad y estilo reconocidos por otros expertos en la misma disciplina y que pueden impulsar muchos más avances.

Identificar los orígenes del genio y los mejores medios para cultivarlo ha sido una tarea aún más difícil.

¿Es producto de una alta inteligencia general? ¿Curiosidad ilimitada? ¿Agallas y determinación? ¿O es la combinación afortunada de circunstancias afortunadas que son imposibles de recrear artificialmente?

La investigación sobre la vida de personas excepcionales, incluidos los estudios de ganadores del Premio Nobel como Richard Feynman, puede proporcionar algunas pistas.

Joven se toma la cabeza mientras resuelve un examen FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES 

Haber sacado malas calificaciones en matemática o lengua no tiene por qué determinar tu inteligencia.

Comencemos con el proyecto "Estudios Genéticos del Genio", un programa enormemente ambicioso dirigido por Lewis Terman, un psicólogo de la Escuela de Graduados en Educación de Stanford a principios del siglo XX.

Terman fue uno de los primeros pioneros de la prueba de coeficiente intelectual (CI), al traducir y adaptar una medida francesa de aptitud académica de los niños desarrollada a fines del siglo XIX.

Las preguntas analizaron una variedad de habilidades diferentes, como el vocabulario, las matemáticas y el razonamiento lógico, que, en conjunto, se asumió que representaban la capacidad de aprendizaje y el pensamiento abstracto de una persona.

Luego, Terman creó tablas de puntajes promedio para cada grupo de años, contra las cuales podía comparar los resultados de cualquier niño para identificar su edad mental.

Luego se calculó la puntuación de CI dividiendo la edad mental por la edad cronológica y multiplicando esta proporción por 100.

Una niña de 10 años que obtuvo la misma puntuación que el promedio de niños de 15 años tendría un cociente intelectual de 150, por ejemplo.

Un niño de 10 años que razona como un niño de nueve años tendría un cociente intelectual de 90.

Un examen de opciones multiples FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES 

Los gráficos de puntuaciones de CI parecían formar una "distribución normal", con forma de campana centrada en el puntaje promedio de 100 puntos, lo que significa que hay tantas personas que están por encima del promedio como por debajo, y los cocientes intelectuales en cualquiera de los extremos son increíblemente raros.
"No hay nada en un individuo tan importante como el cociente intelectual", declaró Terman en un artículo sobre el tema.
También predijo que la puntuación de un niño vaticinaría grandes logros en su vida.

Las termitas
A principios de la década de los años 20, Terman comenzó a buscar en las escuelas de California alumnos con un cociente intelectual de al menos 140, un puntaje que consideraba el umbral de la genialidad.
Más de 1.000 niños lo tenían y él y sus colegas pasarían las siete próximas décadas estudiándolos.
Muchas de estas "termitas", como se las conocía cariñosamente, tuvieron carreras exitosas.

Estaba Shelley Smith Mydans, por ejemplo, una reportera de guerra y novelista, y Jess Oppenheimer, un productor y escritor que se hizo famoso por su trabajo con la comediante Lucille Ball. (Ella lo llamó "el cerebro" detrás de su aclamada y exitosa serie I Love Lucy).

Para el momento de la muerte de Terman a fines de la década de 1950, más de 30 "termitas" habían ingresado en Who's Who in America, un libro de personas influyentes.

Y casi 80 había sido reconocido en un libro de referencia que describe a los científicos más destacados de los EE.UU., llamado American Men of Science.

(A pesar del nombre, las mujeres podían ser incluidas, aunque el nombre del libro no reflejó este hecho hasta la década de 1970).

Pintura retrato de Leonardo da Vinci. FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES 

Leonardo da Vinci es considerado el genio por excelencia.

Sin embargo, cuando observa detenidamente los datos, estas estadísticas no ofrecen un fuerte apoyo a la idea de que las personas con un cociente intelectual alto están destinadas a la grandeza.
Es importante controlar los posibles factores de confusión, como las circunstancias socioeconómicas de las familias de las "termitas".
Los niños con padres educados y más recursos en el hogar tienden a obtener mejores puntajes en las pruebas de cociente intelectual, y este privilegio podría, a su vez, facilitar el éxito en el futuro.

Una vez que se tiene esto en cuenta, las "termitas" no se desempeñaron mucho más notablemente que cualquier niño de antecedentes similares.

Otros estudios analizaron las diferencias de cociente intelectual dentro del grupo de Terman para ver si los que obtuvieron los puntajes más altos tenían proporcionalmente más probabilidades de tener éxito que aquellos que solo habían logrado entrar.

No fue así.
Cuando David Henry Fieldman examinó las medidas de distinción profesional, como que un abogado sea nombrado juez o que un arquitecto gane un premio prestigioso, las personas con un cociente intelectual de más de 180 tuvieron solo un poco más de éxito que las que obtuvieron entre 30 y 40 puntos menos.

"Un alto cociente intelectual no parece indicar 'genio' en el sentido comúnmente entendido de la palabra", concluyó.

Es revelador que el estudio inicial de Terman había rechazado a dos niños californianos, William Shockley y Walter Alvarez, que ganaron premios Nobel de Física, mientras que ninguno de los niños que habían obtenido la calificación recibiría tal galardón.

Foto en blanco y negro de William Shockley en su laboratorio FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES 

William Shockley fue un inventor y matemático estadounidense que ganó el Nobel de Física.

Al crecer en Nueva York, Richard Feynman nunca habría tenido la oportunidad de participar en los "Estudios Genéticos del Genio", que tuvo lugar en California.

Pero incluso si hubiera estado viviendo cerca de Stanford, donde Terman tenía su sede, su supuesto cociente intelectual infantil de 125 habría significado que tampoco habría calificado.

Las historias de vida de las termitas no deberían socavar la utilidad del cociente intelectual como herramienta científica.

Aunque están lejos de ser perfectas, sabemos que las puntuaciones de CI están correlacionadas con el nivel educativo y los ingresos de la población.

Sin duda, ayudará a alguien a comprender conceptos abstractos que son importantes en muchas disciplinas, particularmente en matemáticas, ciencias, ingeniería o filosofía.

Pero cuando se trata de predecir los logros extraordinarios que podrían considerarse geniales, parece ser solo una pequeña parte de la imagen.

Una mente multifacética
Considere la capacidad de pensar originalmente y aportar algo de valor a su disciplina, un criterio bastante fundamental para el genio.

Las pruebas de inteligencia generalmente involucran preguntas que prueban el razonamiento verbal y no verbal y, a menudo, tienen una sola respuesta correcta.

Esto no parece captar algunos elementos importantes de la creatividad, como el pensamiento divergente, que es la capacidad de generar nuevas ideas.


Partitura de música FUENTE DE LA IMAGEN, IMAGES 

¿Compones música?
Para medir el logro creativo general, los psicólogos han desarrollado cuestionarios detallados que preguntan a las personas con qué frecuencia se involucran en diversas actividades creativas, como escribir obras literarias, componer música, diseñar edificios o proponer teorías científicas.

De manera crucial, se les pide que enumeren el reconocimiento de estos proyectos, si, por ejemplo, su trabajo alguna vez ha recibido un premio y si han atraído la cobertura de los medios.

Miles de participantes ahora han completado estos cuestionarios para múltiples estudios, y todos muestran que el cociente intelectual solo se correlaciona modestamente con las puntuaciones de los participantes en estas medidas.

No solo inteligencia
Dados estos hallazgos, parece probable que la inteligencia sea una condición necesaria, pero no suficiente, para los grandes logros creativos.

Si tiene una puntuación de cociente intelectual más alto, entonces es más probable que tenga ideas creativas.

Pero su inteligencia superior a la media debe combinarse con una serie de otros rasgos para llegar a algo realmente original y digno de mención.

Esto ayudaría a explicar por qué la gran mayoría de las "termitas" no hicieron historia de la manera que él había predicho.

A pesar de tener una inteligencia inusualmente alta, simplemente no tenían las otras cualidades que son necesarias para ser un genio.

Nuestra comprensión de cuáles podrían ser esos otros rasgos esenciales aún está evolucionando, pero un candidato importante es la curiosidad.

Una pizarra de clase con fórmulas matemáticas escritas con tiza. FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES 

La curiosidad se puede medir mediante cuestionarios que examinan cuánto disfrutan las personas explorando nuevas ideas y probando nuevas experiencias, y parecen ser más creativas en tareas que implican hacer una lluvia de ideas en un laboratorio, pero también en su vida personal.

La importancia de la curiosidad para el genio creativo también se puede ver en los estudios de casos de figuras eminentes.

Si bien no siempre es posible hacer que estas personas completen cuestionarios de personalidad, los investigadores han pedido a biógrafos, familiarizados con las minucias de sus vidas, que lo hagan en su nombre.

Los biógrafos tendían a puntuar a sus sujetos inusualmente altos en rasgos relacionados con el interés intelectual y la exploración.

Por ejemplo, el músico de jazz del siglo XX, John Coltrane, estaba profundamente fascinado por las creencias religiosas, estudiando el cristianismo, el budismo, el hinduismo y el islam, muchas de cuyas influencias se pueden detectar en su música.

¿Por qué la curiosidad empujaría a alguien hacia el genio?

El hambre de conocimiento sin duda debería motivarlo a superar los límites de su propia disciplina, mientras que otros, con menos necesidad de saber más, podrían darse por vencidos.

La curiosidad también puede alentar a alguien a ampliar sus horizontes más allá de su especialidad, lo que parece traer sus propios beneficios.

Los científicos ganadores del Premio Nobel, por ejemplo, enumeran aproximadamente tres veces más pasatiempos personales que la persona promedio.

Y es particularmente probable que se dediquen a actividades creativas como la música, la pintura o escribir poesía.

Estos pasatiempos pueden entrenar al cerebro para generar y refinar ideas, alimentando ideas más originales en la disciplina principal del científico.

Dorothy Crowfoot Hodgkin FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES 

La pasión de la premio Nobel Dorothy Crowfoot Hodgkin por los mosaicos bizantinos le ayudo en su investigación científica.

Perseguir múltiples intereses también puede conducir a una polinización cruzada fortuita de ideas.

La química Dorothy Crowfoot Hodgkin, por ejemplo, ganó un Premio Nobel por sus avances en cristalografía de rayos X, que le permitieron descubrir la estructura de sustancias bioquímicas como la penicilina y la vitamina B12.

Sin embargo, desde la adolescencia, tuvo un gran interés en los mosaicos bizantinos.

Su conocimiento de sus simetrías y geometría aparentemente la ayudó a comprender cómo los patrones repetitivos de moléculas podían organizarse en cristales, lo que fue fundamental para su investigación científica.

Como dice Waqas Ahmed, autor de The Polymath: "Para que puedas hacer una contribución novedosa a cualquier campo determinado, debes mirar ese campo a través de la lente más amplia posible y atraer tantas fuentes de inspiración como sea posible".

El dominio de diferentes campos capacita a la persona para ver los problemas desde múltiples puntos de vista, lo que hace que sea más probable una visión original.

Maya Angelou FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

Ahmed recuerda la figura de Maya Angelou, la poeta, periodista, actriz, cineasta y activista de los derechos civiles que también disfrutó trabajando como bailarina y cantante, como un ejemplo moderno de una erudita cuyos múltiples intereses ofrecían mucho más que la suma de sus partes y que juntos alimentaron su asombrosa creatividad.

La vida de Richard Feynman ciertamente se ajusta a estas tendencias.

Piense en todo ese tiempo en la infancia que pasó jugando en su laboratorio, trabajando en diferentes proyectos en múltiples disciplinas.

Y de adulto, aprendió por sí mismo a dibujar, tocar los bongóes, hablar portugués y japonés, leer jeroglíficos e incluso se embarcó en un proyecto paralelo en genética.

Un día, en la cafetería de la universidad, se dio cuenta de que un hombre tiraba platos y los agarraba.

Se dio cuenta de que se tambaleaban mientras se movían y comenzó a dibujar ecuaciones para describir su movimiento.

Pronto vio paralelismos con la actividad de los electrones en órbita alrededor del átomo, una idea que lo llevó a su trabajo ganador del Premio Nobel sobre electrodinámica cuántica.

A partir de esta evidencia científica y anecdótica, podría ser fácil concluir que la inteligencia combinada con la curiosidad es la fórmula ganadora del genio.

Pero, por supuesto, eso tampoco es cierto: hay muchas más piezas en el rompecabezas.

Cerebros creativos FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

Está la determinación, por ejemplo: una persecución obstinada de tus pasiones incluso cuando enfrentas reveses.

Cualquier genio, en cualquier disciplina, primero debe dominar una gran cantidad de conocimientos y habilidades antes de que pueda lograr su propio avance, y eso generalmente viene con años de práctica.

Angela Duckworth, profesora de psicología en la Universidad de Pensilvania, ha sido pionera en la investigación sobre la determinación y sus hallazgos sugieren que, al igual que el cociente intelectual y la curiosidad, contribuye a varias medidas de éxito.

Los genios también emplearán "estrategias metacognitivas", que describen todos los procesos que usamos para planificar nuestros proyectos, monitorear nuestro progreso y encontrar estrategias mejores y más eficientes para hacer lo que necesitamos hacer.

Sin esta útil reflexión sobre nuestro trabajo, podemos perder tiempo que podría haber sido mejor empleado en una práctica o exploración fructífera.

Esto puede parecer obvio, pero a algunas personas les cuesta pensar estratégicamente para poder aprovechar al máximo sus esfuerzos, y eso hará que sea mucho más difícil alcanzar un alto nivel de logro.

Finalmente, está la humildad intelectual, un rasgo descuidado pero fundamental.

Una investigación reciente realizada por Tenelle Porter en Ball State University en Indiana, muestra que la capacidad de reconocer sus defectos y limitaciones impulsa el aprendizaje, ya que lo alienta a abordar sus errores de frente y llenar los vacíos en su pensamiento.

A largo plazo, eso contribuirá a un mayor crecimiento en cualquier disciplina.

Feynman parece haber reconocido esto.

"Puedo vivir con dudas e incertidumbre y sin saber. Creo que es mucho más interesante vivir sin saber que tener respuestas que pueden estar equivocadas", dijo en una entrevista televisiva.

Pintura de Jean-Michel Basquiat FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

Incluso si alguien tiene todos estos rasgos positivos, la suerte, sin duda, juega un papel importante en la determinación de quién se elevará y quién no por encima de sus compañeros.

Debe estar en el lugar correcto, en el momento correcto, rodeado de las personas adecuadas, para poder aprovechar al máximo sus talentos, e incluso las personas más prometedoras podrían perder fácilmente la oportunidad de brillar.

No es difícil imaginar a un científico brillante que fue injustamente rechazado en un puesto en un laboratorio que podría haber ofrecido el ambiente propicio para cultivar sus habilidades; o un artista que no tenía las conexiones sociales adecuadas para poder exhibir su obra de forma destacada.

Eso sin mencionar las barreras estructurales, asociadas con la raza, el género o la sexualidad, que impiden que muchas mentes brillantes alcancen su potencial y el reconocimiento que merecen.

Como señaló Virginia Woolf en A Room of One's Own, los requisitos básicos para la creatividad, como el tiempo y la privacidad para trabajar, se habían negado, y aún se niegan, a grandes segmentos de la población.

El papel de la buena fortuna en los logros ofrece otra buena razón para que las personas exitosas mantengan su humildad, incluso después de haber comenzado a ganar reconocimiento por sus logros.

La actriz Nicole Kidman interpretó el personaje de Virginia Woolf en la gran pantalla. FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY 

El genio humilde
Lamentablemente, muchas personas tienen una visión color de rosa de su camino hacia su reconocimiento como genio.

Comienzan a creer que sus mentes excepcionales garantizan el éxito y que sus juicios son infalibles; la pérdida de la humildad a menudo empaña su reputación.

Los escritores científicos han notado durante mucho tiempo la existencia de la "enfermedad del Nobel", un término irónico que se usa para describir la tendencia de algunos ganadores del Nobel a formar teorías bastante irracionales más adelante en la vida.

Múltiples científicos que subieron al podio del Ayuntamiento de Estocolmo para aceptar el pináculo del reconocimiento en su disciplina expresaron justificaciones absurdas para el negacionismo del sida, el negacionismo climático, el negacionismo de las vacunas, el racismo científico y el respaldo de tratamientos pseudocientíficos como la homeopatía.

Sócrates, por supuesto, nos enseñó sobre esto hace milenios. En Apología de Sócrates, Platón describe cómo su maestro deambulaba por las calles de Atenas para conocer a los poetas, artesanos y políticos más exitosos de la ciudad.

Eventualmente, reconoció que las personas más sabias eran aquellas que podían reconocer los límites de su conocimiento.

La lección es tan relevante para los aspirantes a genios hoy como lo fue hace 2.400 años.
No importa cuán grandes sean tus talentos, siempre habrá algo que no sepas.

sábado, 9 de noviembre de 2019

_- De cómo la ciencia ha cambiado nuestro sentido de identidad

__ Nathaniel Comfort
Nature

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Los avances biológicos han cambiado repetidamente la percepción que tenemos de nosotros mismos, escribe Nathaniel Comfort, en el tercer ensayo de una serie, en conmemoración del aniversario de Nature, sobre cómo los últimos 150 años han ido moldeando la ciencia actual.

Ilustración de Señor Salme
En el icónico frontispicio de Evidence as to Man’s Place in Nature [Evidencias sobre el lugar que ocupa el hombre en la naturaleza] de Thomas Henry Huxley (1863), esqueletos de primates caminan a través de la página, presumiblemente hacia el futuro: “Gibón, orang, chimpancé, gorila, hombre”. Pruebas recientes de anatomía y paleontología habían situado el lugar de los humanos en la escala natural de forma científicamente irrefutable. Vamos inequívocamente en compañía de los animales, aunque encabecemos la fila.

Atribuido a Paul D. Stewart/SPL
Nicolás Copérnico nos había desplazado del centro del universo; ahora Charles Darwin nos desplazaba del centro del mundo vivo. Independientemente de cómo se tomara uno esta degradación (Huxley no estaba preocupado; Darwin sí), no había duda del mensaje más amplio de Huxley respecto a que la ciencia por sí sola puede responder a lo que él llamaba la “pregunta de las preguntas”: “El lugar del hombre en la naturaleza y sus relaciones con el universo de cosas”.

La pregunta de Huxley ocupó un lugar destacado en los primeros números de la revista Nature. Ingenioso y provocativo, el “Bulldog de Darwin” era uno de los ensayistas más solicitados de la época. Norman Lockyer, editor-fundador de la revista, se anotó un buen tanto cuando persuadió a su amigo para que se convirtiera en colaborador habitual. Y Huxley reconocía una tribuna en cuanto la veía. Dio el salto y utilizó las páginas de Nature para defender el darwinismo y la utilidad pública de la ciencia.

Fue en el séptimo número, el 16 de diciembre de 1869, cuando Huxley propuso un esquema para lo que llamó “darwinismo práctico”, que nosotros llamamos eugenesia. Convencido de que el dominio continuo del Imperio británico iba a depender del carácter “emprendedor enérgico” inglés, meditó respecto a la selección de una actitud dinámica entre los británicosi. Reconociendo que la ley, por no mencionar la ética, podría interferir, escribió: “Es posible influir, indirectamente, en el carácter y la prosperidad de nuestros descendientes”. Francis Galton -primo de Darwin y un planeta exterior al sistema solar de Huxley- estaba ya escribiendo sobre ideas similares y llegaría a ser conocido como el padre de la eugenesia. Entonces, cuando apareció esta revista, la idea de “mejorar” la herencia humana estaba en la mente de muchas personas, sobre todo como una potente herramienta del imperio.

La visión radiante de Huxley –sobre un progreso y triunfo humanos infinitos, propiciados por la marcha inexorable de la ciencia- incorpora un problema con los llamados valores de la Ilustración. El precepto de que la sociedad debería basarse en la razón, los hechos y las verdades universales ha sido un tema rector de los tiempos modernos. Lo que en muchos sentidos es algo espléndido (últimamente he visto suficiente gobernanza sin evidencias como para toda una vida). Sin embargo, la navaja de Occam tiene un doble filo. Los valores de la Ilustración se han adaptado a creencias chirriantemente discordantes, como que todos los hombres son creados iguales, que habría que decapitar a los aristócratas y que puede venderse a las personas como esclavos.

Quiero sugerir que muchos de los peores capítulos de esta historia son el resultado del cientifismo: la ideología de que la ciencia es la única forma válida de comprender el mundo y resolver los problemas sociales. Donde la ciencia ha expandido y liberado a menudo nuestro sentido de identidad, el cientifismo lo ha limitado.

A lo largo de los últimos 150 años, podemos ver que tanto la ciencia como el cientifismo moldean la identidad humana de muchas maneras. La psicología del desarrollo se centró en el intelecto, lo que llevó a la transformación del CI (coeficiente intelectual) de una herramienta educativa en un arma de control social. La inmunología redefinió el “yo” en términos del “no-yo”. La teoría de la información proporcionó nuevas metáforas que reformulaban la identidad como algo que reside en un texto o en un esquema eléctrico. Más recientemente, los estudios celulares y moleculares han relajado las fronteras del yo. La tecnología reproductiva, la ingeniería genética y la biología sintética han hecho que la naturaleza humana sea más maleable; la epigenética y la microbiología complican las nociones de individualidad y autonomía; y la biotecnología y la tecnología de la información sugieren un mundo donde el yo está repartido, disperso, atomizado.

Las identidades individuales, arraigadas en la biología, tal vez nunca hayan jugado un papel más importante en la vida social, incluso cuando sus límites y parámetros se vuelven cada vez más difusos.

Diseños sobre la inteligencia
“Es preciso introducir métodos de precisión científica en todo el trabajo educativo para llevar a todas partes el buen sentido y la luz”, escribió el psicólogo francés Alfred Binet en 1907 (traducción al inglés publicada en 1914ii). Una década antes, Binet y Théodore Simon desarrollaron una serie de pruebas para escolares franceses para medir lo que llamaron la “edad mental”. Si la edad mental de un niño fuera inferior a su edad cronológica, podría recibir ayuda adicional para ponerse al día. El psicólogo alemán William Stern llevó la ratio de la edad mental a la cronológica, que dio lo que llamó coeficiente intelectual y, en teoría, podían hacerse comparaciones a través de los grupos. Mientras tanto, Charles Spearman, estadístico británico y eugenista de la escuela de Galton, encontró una correlación entre el rendimiento de un niño en diferentes pruebas. Para explicar las correlaciones, teorizó una cualidad innata, fija y subyacente que llamó “g” para la “inteligencia general”. Luego, el psicólogo estadounidense Henry Goddard, con el eugenista Charles Davenport susurrando en su oído, afirmó que un coeficiente intelectual bajo era un rasgo mendeliano simple. Por lo tanto, paso a paso científico, el coeficiente intelectual se convirtió de una medida del rendimiento pasado de un niño determinado en un indicador del rendimiento futuro de cualquier niño.

El cociente intelectual se convirtió en una medida no de lo que haces, sino de quién eres: una puntuación para el valor inherente de uno como persona. Durante la Era Progresista, los eugenistas se obsesionaron con la inteligencia baja, creyendo que era la raíz del crimen, la pobreza, la promiscuidad y la enfermedad. Cuando Adolf Hitler expandió la eugenesia a grupos étnicos y culturales enteros, decenas de miles de personas en todo el mundo habían sido ya arrancadas del acervo génico, esterilizadas, institucionalizadas, o ambas cosas.

Yo no
Los inmunólogos adoptaron otro enfoque. Localizaron la identidad en el cuerpo, definiéndola en términos relacionales más que absolutos: el yo y el no-yo. El rechazo al injerto de tejido, las alergias y las reacciones autoinmunes podrían entenderse no como una guerra sino como una crisis de identidad. Se trataba de un terreno bastante filosófico. De hecho, el historiador Warwick Anderson ha sugerido queiii en inmunología, el pensamiento biológico y social han estado “mezclándose promiscuamente en un entorno tropical común bajo las palmeras”.

El Platón inmunológico fue el inmunólogo australiano Frank MacFarlane Burnet. El diseño de Burnet de la inmunología como la ciencia del yo fue una respuesta directa a su lectura del filósofo Alfred North Whitehead. Ojo por ojo, los teóricos sociales desde Jacques Derrida hasta Bruno Latour y Donna Haraway se han apoyado en las imágenes y conceptos inmunológicos al teorizar el yo en la sociedad. El hecho es que el pensamiento científico y el social están profundamente implicados, reverberantes, co-construidos. No puedes entender completamente el uno sin el otro.

Más tarde, Burnet se sintió atraído por las nuevas metáforas tomadas de la cibernética y la teoría de la información. “Está en el espíritu de los tiempos”, escribió en 1954iv, creer que pronto habría “una ‘teoría de las comunicaciones’ del organismo vivo”. De hecho, la hubo. En el mismo período, los biólogos moleculares se enamoraron también de las metáforas de la información. Después de la solución de 1953 de la doble hélice del ADN, cuando el problema del código genético tomó forma, los biólogos moleculares encontraron que las analogías con la información, el texto y la comunicación eran irresistibles, tomando prestadas palabras como “transcripción”, “traducción”, “mensajeros”, “transferencias” y “señalización”. El genoma "se deletrea" en un "alfabeto" de cuatro letras, y casi siempre se discute como texto, ya sea un libro, un manual o una lista de partes. No por coincidencia estos campos crecieron junto con la informática y la industria informática.

El yo de la posguerra se convirtió en una cifra que había que decodificar. Las secuencias del ADN podrían ser digitalizadas. Sus mensajes podrían, al menos en teoría, ser interceptados, decodificados y programados. Pronto se hizo difícil no pensar en la naturaleza humana en términos de información. En la década de 1960, se empezó a conocer el ADN como el “secreto de la vida”.

Muchos yoes
A finales de los años sesenta y setenta, los críticos (incluidos varios científicos) se preocuparon cada vez más de que la nueva biología pudiera alterar lo que significa ser humano. Los problemas éticos y sociales planteados eran “demasiado importantes para dejarlos exclusivamente en manos de las comunidades científica y médica”, escribió James Watson (famoso por sus aportaciones sobre el ADN que más tarde cayó en la infamia) en 1971.

En 1978, Patrick Steptoe y Robert Edwards tuvieron éxito con la fertilización humana in vitro, lo que llevó al nacimiento de Louise Brown, la primera “bebé probeta”. En 1996, la clonación humana parecía estar a la vuelta de la esquina tras la clonación de una oveja que Ian Wilmut y su equipo llamaron Dolly.

La clonación y la ingeniería genética impulsaron mucha búsqueda del alma pero poco encuentro del alma. Durante mucho tiempo ha habido algo terrible y fascinante en la idea de fabricar una persona, quizás no exactamente una persona. ¿Tendrían los individuos clonados los mismos derechos que los nacidos naturalmente? ¿Se deshumanizaría de alguna manera a un bebé concebido o diseñado para ser donante de tejidos? ¿Tenemos derecho a alterar los genes de los no nacidos? O, como han argumentado los provocadores, ¿tenemos la obligación de hacerlo? El reciente desarrollo de potentes herramientas de modificación de los genes, como CRISPR, solo ha hecho que sea más urgente una participación amplia en esa toma de decisiones.

Macaco sometido a un trasplante de hígado de cerdo en China en 2013 Foto: VCG/Getty

Los argumentos, tanto a favor como en contra, en torno a la ingeniería humana se apoyan a menudo en una comprensión demasiado determinista de la identidad genética. El cientifismo puede ir en ambas direcciones. Un profundo reduccionismo localizó la naturaleza humana dentro del núcleo celular. En 1902, el médico inglés Archibald Garrod escribióv sobre una “individualidad química” basada genéticamente. En la década de 1990, cuando los primeros tsunamis de datos de secuencias genómicas comenzaron a bañar las costas de la ciencia básica, se hizo evidente que la variación genética humana era mucho más extensa de lo que habíamos pensado. Garrod se ha convertido en un tótem de la edad del genoma.

A finales de siglo, los visionarios habían comenzado a promocionar la llegada de la “medicina personalizada” basada en tu genoma. No más “tallas únicas”, decía el eslogan. En cambio, el diagnóstico y la terapia se adaptarían a ti, es decir, a tu ADN. Después del Proyecto del Genoma Humano, el coste de la secuenciación del ADN cayó en picado, haciendo que “tu genoma forme parte” de la cultura de masas.

Hoy en día, las universidades con tecnología avanzada ofrecen perfiles de genoma a todos los estudiantes que ingresan en primer curso. Las firmas de moda pretenden usar tu genoma para componer listas de vinos personalizadas, suplementos nutricionales, cremas para la piel, batidos o bálsamo labial. La secuencia se ha convertido en el yo. Como dice en el kit de prueba del ADN de la compañía de secuencias 23andMe, “Bienvenido a ti mismo”.

Los límites se difuminan
Pero tú no eres todo tú, ni mucho menos. El modelo de ADN como cianotipo está desactualizado, es casi pintoresco. Para los principiantes, todas las células en un cuerpo no tienen los mismos cromosomas. Las mujeres cisgénero son mosaicos: la inactivación aleatoria de un cromosoma X en cada célula significa que la mitad de las células de una mujer expresan la X de su madre y la otra mitad la de su padre. Las madres también son quimeras, gracias al intercambio de células con un feto a través de la placenta.

El quimerismo puede cruzar también el límite de la especie. Se han producido embriones chimpancés-humanos en el laboratorio, y los investigadores están trabajando de forma ardua para tratar de desarrollar órganos humanos inmuno-tolerantes en cerdos. Los genes, las proteínas y los microorganismos fluyen continuamente entre casi cualquier forma de vida que viva una junto a otra. John Lennon tenía razón: “Yo soy él como tú eres él como tú eres yo y somos todos a la vez”.

Incluso en términos estrictamente científicos, “tú” eres más que el contenido de tus cromosomas. El cuerpo humano contiene al menos tantas células no humanas (principalmente bacterias, arqueas y hongos) como humanasvi. Decenas de miles de especies microbianas se apiñan y empujan sobre y a través del cuerpo, con profundos efectos sobre la digestión, el aspecto, la resistencia a las enfermedades, la visión y el estado de ánimo. Sin ellos, no te sientes como si fueras tú; de hecho, no eres realmente tú. El ser biológico ha sido reformulado como un grupo de comunidades, todas ellas comunicadas entre sí.

Estas también retozan promiscuamente debajo de las palmeras. Los científicos descubrieron que podían usar el microbioma de una persona para identificar a su pareja sexual en el 86% de las vecesvii. Hallaron que las comunidades con mayor similitud en parejas que conviven están en los pies. El microbioma del muslo, por el contrario, está más estrechamente relacionado con su sexo biológico que con la identidad de su pareja.

Se puede entender que una parte del cuerpo, un pozo negro, un vagón de metro, un aula, -cualquier lugar con una comunidad característica- tienen una identidad genética. En dicha comunidad, la información genética pasa dentro y entre los organismos individuales a través del sexo, la depredación, la infección y la transferencia horizontal de genes. En el último año, los estudios han demostrado que las comunidades de microbios simbióticos en los mejillones de aguas profundas se aíslan genéticamente con el tiempo, como las especies. En los hongos, los genes llamados Spok (asesino de esporas) fluyen y refluyen y se recombinan a través de las especies mediante un “impulso meiótico”, una especie de botón genómico de avance rápido que permite que se produzca un cambio genético hereditario lo suficientemente veloz como para responder a un entorno que cambia rápidamente. El genoma, como dijo la genetista Barbara McClintock hace mucho tiempo, es un órgano sensible de la célula.

La epigenética disuelve aún más los límites del yo. Los mensajes codificados en el ADN se pueden modificar de muchas maneras: mezclando y combinando módulos de ADN, seleccionando u ocultando bits para que no puedan leerse, o cambiando el mensaje una vez leído, modificando su significado en la traslación. El ADN se enseñó una vez como un texto sagrado transmitido fielmente de generación en generación. Ahora, cada vez más evidencias apuntan al genoma nuclear como algo más que una bolsa de sugerencias, frases turísticas, sílabas y galimatías que usas y modificas según sea necesario. El genoma parece ahora menos la sede del yo y más un juego de herramientas para modelar ese yo. Entonces, ¿quién está haciendo la configuración?

El yo repartido
Los implantes cerebrales, las interfaces hombre-máquina y otros dispositivos neurotécnicos extienden el yo al dominio del “universo de las cosas”. La compañía Neuralink de Elon Musk en San Francisco, California, intenta hacer que la interfaz perfecta de la mente y la máquina -ese tropo de la ciencia ficción- sea una realidad (virtual). La inteligencia natural y la inteligencia artificial se juntan ya; no es descabellado que de alguna manera, algún día, se fusionen.

¿Puede el yo llegar no simplemente a ampliarse sino a distribuirse? El escritor y exeditor de Nature, Philip Ball, permitió a los investigadores tomar muestras de las células de su piel, convertirlas nuevamente en células-madre (con el potencial de convertirse en cualquier órgano) y luego cultivarlas en un “mini-cerebro”, tejido neural en una placa que desarrolló patrones de disparo eléctricos típicos de las regiones del cerebro. Otros productos básicos de ciencia ficción, como cultivar cerebros enteros en placas de Petri o cultivar órganos humanos en animales de granja, aún están muy lejos, pero se están realizando esfuerzos activos para lograrlos.

Control del yo
Sin embargo, hay una mosca de la fruta en la pomada. La mayoría de estas nociones de identidad del Siglo de las Luces y los escenarios dominantes de ciencia ficción del futuro post-humano han sido desarrollados por hombres con educación universitaria que no estaban discapacitados y que provenían de las clases medias y altas de las naciones ricas del norte global. Sus ideas reflejan no solo los hallazgos, sino también los valores de quienes han dominado durante demasiado tiempo el sistema científico: positivista, reduccionista y centrado en dominar la naturaleza. Quienes controlan los medios de producción de secuencias son quienes escriben la historia.

Eso ha comenzado a cambiar. Aunque queda mucho camino por recorrer, una mayor atención a la equidad, la inclusión y la diversidad ha moldeado ya profundamente el pensamiento sobre la enfermedad, la salud y lo que significa ser humano. Es importante que Henrietta Lacks, cuyas células tumorales se usan en laboratorios de todo el mundo, cultivadas y distribuidas sin su consentimiento, fuera una mujer pobre afroamericana. Su historia ha estimulado innumerables conversaciones sobre desigualdades y prejuicios en la biomedicina, y ha cambiado las prácticas en el mayor financiador biomédico de Estados Unidos: el National Institute of Health.

Considerando la genealogía genómica desde una perspectiva afroamericana, la socióloga Alondra Nelson ha revelado esfuerzos complejos y cargados de emociones para recuperar las historias familiares perdidas en el pasaje del medio. En la comunidad nativa americana, la creación de una identidad nativa genética fue una coproducción de la ciencia occidental y la cultura indígena, como demostró la historiadora Kim TallBear. Las concepciones de etnicidad basadas en el ADN están lejos de no ser problemáticas. Pero el impulso de hacer que las tecnologías del yo sean más accesibles, más democráticas –que tengan más que ver con la autodeterminación y menos sobre el control social- es, en su base, liberador.

En ninguna parte se ve esto más claro que en las personas que viven con discapacidades y que utilizan tecnologías de asistencia. Podrían ganar o recuperar modos de percepción, podrían comunicarse y expresarse de nuevas maneras y ganar nuevas relaciones en el universo de las cosas.

La artista Lisa Park juega con estas ideas. Ella usa tecnologías de biorretroalimentación y sensores derivados de la neurociencia para crear lo que ella llama representaciones audiovisuales del yo. Un árbol de luz que florece y deslumbra mientras los espectadores se dan la mano; piscinas de agua que resuenan armónicamente en respuesta a las ondas de electroencefalograma de Park; una “orquesta” de músicos androides que usan sensores cardíacos y cerebrales hacen una música inquietantemente bella al reaccionar e interactuar de diferentes maneras cuando Park, la directora de la orquesta, les indica que se quiten las vendas de los ojos, se miren, se hagan guiños, rían, se toquen o se besen. Sin embargo, incluso este sentido artístico, subjetivo e interactivo del yo está ligado a una identidad limitada por la biología.

Desde la Ilustración, hemos tendido a definir la identidad humana y el valor en términos de los valores de la ciencia misma, como si solo ellos pudieran decirnos quiénes somos. Esa es una noción extraña y estrecha de miras. Frente al colonialismo, la esclavitud, las epidemias de opioides, la degradación ambiental y el cambio climático, la idea de que la ciencia y la tecnología occidentales son las únicas fuentes confiables de autoconocimiento no puede sostenerse ya. Esto no significa poner toda la miseria humana a los pies de la ciencia, ni mucho menos. El problema es el cientificismo. Definir el yo solo en términos biológicos tiende a oscurecer otras formas de identidad, como el rol laboral o social de uno. Quizás la respuesta a la “pregunta de preguntas” de Huxley no sea, después de todo, un número.

Referencias:
i H. [Huxley, T. H.] Nature 1, 183–184 (1869).

ii Binet, A. & Simon, T. Mentally Defective Children (Arnold, 1914).

iii Anderson, W. Isis 105 , 606–616 (2014).

iv Burnet, M. Sci. Am. 191 , 74–78 (1954).

v Garrod, A. E. Lancet 160 , 1616–1620 (1902).
vi Sender, R., Fuchs, S. & Milo, R. Cell 164 , 337–340 (2016).

vii Ross, A. A., Doxey, A. C. & Neufeld, J. D. mSystems 2 , e00043-17 (2017).

Nathaniel Comfort es profesor de Historia de la Medicina en la Universidad Johns Hopkins, Baltimore, Maryland.

Fuente: https://www.nature.com/articles/d41586-019-03014-4

(Nature, núm 574, pág. 167-170, 2019)

sábado, 28 de octubre de 2017

_- Alumnado con altas capacidades. Los falsos diagnósticos, uno de los problemas a los que se enfrentan los superdotados. En España existen 23.741 alumnos con un cociente intelectual superior a 130.

_- "Siempre vi que era superdotado; Iba quemando etapas del desarrollo por adelantado". La certeza de María Dolores Palacio cuando habla de su hijo Enol contrasta con el diagnóstico médico que recibió el joven en su adolescencia: trastorno por déficit de atención (TDAH). No existen cifras oficiales, pero este error es uno de los principales problemas a los que se enfrentan los niños y jóvenes —y sus padres— con superdotación.

"Durante su infancia hicimos que se desarrollara todo lo que él quería, en el colegio se aburría, pero encajó. La adolescencia fue más problemática y no se sentía a gusto, no encajaba con nadie", relata Palacios. Su calvario y el de su hijo comenzaron en cuarto de ESO. Ante las críticas y las calumnias que Enol sufría en colegio, la madre decidió recurrir a un psiquiatra que demostrara la ausencia de enfermedades mentales. "Cada paso desde entonces fue un error", recuerda. El resultado fue un diagnóstico erróneo y un tratamiento al que Enol se fue enganchando. El diagnóstico como superdotado solo llegó después de un largo periplo, dos meses antes de que Enol, con un cociente intelectual superior a 150, muriera en accidente de tráfico cuando conducía medicado.

El error en el diagnóstico es consecuencia, en ocasiones, de la falta de observación y una tipificación en base a signos como la falta de interés, que no tiene en cuenta el contexto en el que se producen. Así lo cree Mari Ángeles Fernández, psicóloga educativa en la Comunidad de Madrid. "Es importante diferenciar. Un niño con TDAH es desatento y movido en todas las actividades que realiza. Un superdotado o niño con altas capacidades solo lo es en aquello que no le interesa o cuando se aburre en una clase", aclara.

En España existen 23.741 alumnos identificados como superdotados—es decir, con un cociente intelectual superior a 130—, pero se calcula que hay casi 140.000 sin diagnosticar, (entre el 2 y 5% de la población) según el último informe de la Fundación El Mundo del Superdotado.

Muchas veces, según los especialistas, el problema reside en el desconocimiento. "Los profesores asocian altas capacidades a buenas notas, pero no siempre es así. A veces, simplemente usan estrategias más complejas de aprendizaje o tienen logros excepcionales en creatividad", explica Fernández.

La OMS calcula que el 2,3% de la población mundial tiene altas capacidades intelectuales. En España hay muy pocos están diagnosticados, es decir, hay más sin diagnosticar que diagnosticados.

Tratamiento inadecuado
Como en el caso de Enol, una de las consecuencias más graves de una evaluación médica equivocada es un tratamiento inadecuado. "Muchos niños que vienen a evaluarse están medicados y no tienen TDAH", explica Carmen Sanz, superdotada y presidenta de la Fundación El Mundo del Superdotado.

El medicamento que se administra en el caso de los pacientes con déficit de atención es el metilfenidato, un derivado de la metanfetamina que puede generar adicción además de otros efectos secundarios como alteraciones en el sueño, peso y crecimiento y adicción. "En personas vulnerables, la medicación puede provocar trastornos psicológicos graves. Yo he visto en mi consulta comportamientos con rasgos psicóticos", cuenta José Luis Pereira, exjefe de psiquiatría del Hospital Niño Jesús, en Madrid. Unos riesgos que se acentúan cuando los niños diagnosticados tienen entre 6 y 12 años.

Pedro —prefiere no dar su nombre completo— es padre de otro adolescente superdotado de 15 años diagnosticado erróneamente con TDAH a los 13. "Mi hijo decía que se aburría en clase y desconectaba. Me hacía preguntas que no eran propias de su edad. Le llevamos al médico de cabecera y le derivaron al psiquiatra. Tras un test de media hora dijeron que tenía déficit por atención. "La cura era darle medicinas y nos negamos", asegura. En su caso, la consecuencia más directa fue la segregación. "Lo pasaron a una clase donde estaban chavales con autismo. Se sentía discriminado y humillado. Solo le obligamos a ir un mes", relata Pedro.

Uno de los falsos mitos en torno a la superdotación es el del éxito a nivel académico. El fracaso escolar, junto con el acoso, es otro de los problemas que más se repite entre los jóvenes con superdotación. "El propio medio escolar y la familia pueden provocar desequilibrios emocionales. El 70% fracasa en los estudios. A veces tienen ansiedad y depresión por las presiones externas. Que un niño tenga altas capacidades no significa que tengas que ser bueno en todo", subraya la psicóloga Mari Ángeles Fernández.

Y es que, cuando llega el diagnóstico correcto, a la angustia de unos niños que no ven cubiertas sus necesidades educativas y son señalados como diferentes por sus compañeros, se une la de unos padres desbordados por la situación. "Los padres se ven desesperados. Los colegios, en vez de pasarle a un curso superior, se limitan a darles más ejercicios. El niño, además de aburrido, está castigado", alerta Carmen Sanz, presidenta de El Mundo del Superdotado.

Estos días Pedro ayuda a su hijo —con un cociente intelectual superior a 130— a preparar un examen. Su único objetivo es que apruebe la ESO. "Luego ya veremos. Siempre le gustó la astronomía, pero en el colegio de pequeño le decían que nunca sería nada porque no sabía nada de matemáticas", concluye.

https://politica.elpais.com/politica/2017/10/15/actualidad/1508077788_334458.html

MÁS INFORMACIÓN


sábado, 20 de mayo de 2017

Cyril Burt, un ejemplo paradigmático de fraude cientifico.

Burt nació el 3 de marzo de 1883. Cyril asistió al King's School, en Warwick de 1892 a 1895 y, posteriormente, ganó una beca en el Christ's Hospital, entonces ubicado en Londres, donde desarrolló su interés por la psicología.

Desde 1902 estudió en el Jesus College, donde se especializó en filosofía y psicología, bajo la supervisión de William McDougall quien sugirió que centrara su proyecto principal en psicometría.. Burt inició su investigación sobre el desarrollo y la estructura de los tests mentales, un interés que duraría el resto de su vida. Burt perteneció a un grupo de estudiantes que trabajó con McDougall, que incluía a William Brown, John Carl Frugel, May Smith, todos los cuales siguieron carreras notables en psicología. Burt se graduó en 1906 y obtuvo un diploma de maestría.

En 1907, McDougall invitó a Burt a ayudarlo con una encuesta a nivel nacional de las características físicas y mentales de los británicos, propuesta por Francis Galton, en la cual debía trabajar en la estandarización de los tests psicológicos. Este trabajo llevó a Burt a entrar en contacto con la eugenesia, al conocer a Charles Spearman y Karl Pearson.

En el verano de 1908, Burt visitó la Universidad de Wurzburgo, Alemania, donde conoció por primera vez al psicólogo Oswald Külpe...

Burt llegó a ser Presidente de la Sociedad Psicológica Británica en 1942. Burt impuso su teoría determinista de la inteligencia innata de origen genético, se convirtió en la figura más importante en la escuela de psicología inglesa en la década del '40 y le otorgaron el título nobiliario de Sir. El test de C. I. que él creó fue el que decidió la vida de los niños ingleses hasta los años 70 porque definía a qué escuela secundaria debían asistir según su cociente intelectual. El sistema británico de exámenes a niños de 11 años era utilizado para decidir qué educación secundaria habrían de recibir los niños. Los alumnos que superaban el test de Burt podían acceder a la universidad. El resto eran condenados a dedicarse a oficios y no podían acceder a estudios superiores porque la consecuencia de esta visión determinista de la inteligencia significaba que no tenía sentido que el estado invirtiera dinero en la educación de gente con un C. I. bajo que no tenía posibilidades de mejorar su situación social. Este test, en el que se evaluaba el C. I., estuvo en uso durante tres décadas hasta mediados de la década de 1970.

Burt sostenía que se basaba en investigaciones sobre hermanos gemelos separados al nacer y criados en familias con diferentes niveles socio económicos. Afirmaba haber estudiado más de cincuenta casos de hermanos educados en familias muy diferentes cuyos cocientes intelectuales daban exactamente la misma puntuación. Entre 1943 y 1966, publicó trabajos sobre 53 parejas de gemelos, en los cuales probaba que su rendimiento era igual aunque estuviesen en familias diferentes y fuesen a escuelas distintas.

El periodista científico del London Sunday Times, Olivier Gillie, y el psicólogo estadounidense León Kamin, director del departamento de Psicología de la Universidad de Princeton, intentaron encontrar a los gemelos y las asistentas que habían participado de dichas investigaciones y descubrieron que las mismas nunca habían existido. Lo que resultó ser un gran fraude.

Sir Cyril Burt murió en 1972 a los 88 años. Gillie y Kamin denunciaron su fraude y en 1976, después de muerto, Burt fue acusado de fraude científico por sus propios colegas que investigaron el asunto. La Sociedad Británica de Psicología reconoció el fraude públicamente pero fue tal la polémica y presión de sus defensores que la Sociedad decidió no tener una posición oficial corporativa.

La controversia respecto al fraude de Burt tuvo varias idas y vueltas llevando a muchos a concluir que había sido exonerado de la acusación. Sus investigaciones nunca pudieron ser replicadas ni verificadas. Otros estudios con gemelos monocigóticos dieron resultados muy diferentes. Sin embargo, todavía hay quienes defienden su postura y consideran que es injusto acusarlo de algo de lo que no puede defenderse. Los que intentan rehabilitar la memoria de Burt sostienen que fue una víctima de operaciones políticas de la prensa de izquierda. (?).

Más información aquí.

El gran fraude del señor Cyril Burt Fuente: Internet y citas

sábado, 19 de noviembre de 2016

Quienes necesitan formación no son solo los hijos, sino también los padres. Por PAUL TOUGH. NYT.

En 1986, en algunos de los barrios más pobres de Kingston, Jamaica, un equipo de investigadores de la Universidad de las Indias Occidentales llevó a cabo un experimento que influyó mucho para cambiar nuestras ideas sobre cómo ayudar a que los niños prosperen, sobre todo a los que viven en pobreza. Su mensaje: ayudemos a los niños ofreciéndole apoyo y una guía a sus padres.

Los investigadores dividieron en grupos a las familias de 129 bebés y niños pequeños. El primer grupo recibió, una vez por semana, visitas en casa que duraban una hora por parte de un investigador capacitado que alentaba a los padres a pasar más tiempo y jugar activamente con sus hijos: leer libros ilustrados, cantar y jugar al escondite.

Un segundo grupo de niños recibió un kilogramo de un suplemento alimenticio lácteo una vez por semana y el grupo de referencia no recibió nada. Las intervenciones terminaron al cabo de dos años, pero los investigadores monitorizaron a los niños desde entonces.

La intervención que marcó una gran diferencia en la vida de los niños, como se pudo comprobar, no fue la nutrición adicional sino alentar a los padres para que jugaran. Los niños cuyos padres recibieron consejos de cómo jugar más con ellos tuvieron mejores resultados, a lo largo de su infancia, en pruebas de cociente intelectual, comportamiento agresivo y autocontrol.

Actualmente, ya como adultos, perciben un salario anual 25 por ciento mayor en promedio que aquellos cuyos padres no recibieron visitas a domicilio. El experimento de Jamaica nos ayuda a defender la propuesta de que si queremos mejorar las oportunidades de éxito para los niños, una de las palancas más poderosas para el cambio son las actitudes, creencias y comportamientos de los adultos que los rodean.

Algunas investigaciones recientes han ayudado a descubrir exactamente cómo se puede dar ese cambio. Los psicólogos Mary Dozier de la Universidad de Delaware y Philip Fisher de la Universidad de Oregon han estudiado las intervenciones de visitas a domicilio en las que se les da a los padres de bebés y niños pequeños entrenamiento personalizado y apoyo para identificar y reforzar los pequeños momentos –como los intercambios cara a cara que a veces se denominan interacciones de “servir y devolver”— que promueven el apego, la calidez y la confianza entre padres e hijos.

El efecto de este entrenamiento puede ser profundo. En una serie de experimentos, los bebés y los niños en edad preescolar cuyos padres adoptivos temporales recibieron solamente 10 visitas a domicilio mostraron menos problemas de comportamiento que un grupo de referencia, además de niveles significativamente mayores de “apego seguro” (una conexión cercana y estable con los adultos en su vida).

La habilidad de los niños para procesar también mejoró. De hecho, los patrones en sus niveles diarios de cortisol, una importante hormona del estrés, fue similar a los niveles típicos de niños funcionales que no viven en hogares sustitutos. Estas influencias positivas durante el inicio de la vida de los niños pueden tener un efecto profundo en el desarrollo de lo que a veces se denomina habilidades no cognitivas.

En nuestros actuales debates sobre educación, nos referimos a estas habilidades mediante términos con una alta carga moral: como si fueran expresiones de carácter intrínseco, de valor y fuerza. Sin embargo, en realidad, las capacidades no cognitivas son simplemente un grupo de hábitos y actitudes psicológicas que les permiten a los niños negociar de manera efectiva dentro y fuera de la escuela: la capacidad de entender y seguir instrucciones, de enfocarse en una sola actividad por un periodo largo, de interactuar tranquilamente con otros estudiantes, de lidiar con la decepción y de superar la frustración.

Además de que las intervenciones en las casas de bebés y niños pequeños son muy efectivas, realizar intervenciones con los adultos para ayudar a los niños también sirve en las escuelas. El Chicago School Readiness Project, un programa desarrollado por Cybele Raver, psicóloga de la Universidad de Nueva York, provee a los maestros de preescolar en barrios de extrema pobreza de técnicas para crear una experiencia de aula calmada y constante para los niños. Los enseña a establecer rutinas claras, redirigir el comportamiento negativo, ayudar a los alumnos a manejar sus emociones fuertes.

También hay profesionales de la salud mental asignados para trabajar en cada salón y se encargan tanto del bienestar mental del maestro como del de los alumnos. Raver llama a esta técnica “modelo bidireccional de autorregulación”, es decir, una especie de círculo virtuoso.

Si desde el inicio del año el salón de clase es estable y confiable, con reglas claras, disciplina consistente y con mayor énfasis en reconocer el buen comportamiento que en castigar el malo, Raver cree que los estudiantes estresados se sentirán menos amenazados y más capaces de regular sus impulsos poco constructivos.

Ese comportamiento combinado con el apoyo y el asesoramiento de un profesional de la salud mental ayuda a que los maestros permanezcan tranquilos y en equilibrio cuando se enfrentan con las frustraciones inevitables de estar frente a un grupo de niños de cuatro años llenos de energía.

Estos experimentos indican que los efectos del programa van más allá del salón de clases. Los resultados de una prueba aleatoria reciente mostraron que los niños que pasaron su primer año de preescolar en un salón dentro del proyecto tuvieron, al final del año escolar, mejores capacidades de atención, control de impulsos y desempeño en tareas de memoria que los niños del grupo de referencia.

También desarrollaron un mejor vocabulario, reconocimiento de letras y habilidades matemáticas, a pesar de que el maestro no recibió entrenamiento de tipo académico.

Los estudiantes mejoraron académicamente por la simple razón de que fueron capaces de concentrarse en las clases sin que su atención se desviara por conflictos o ansiedades. Cambiar el ambiente del salón hizo que su aprendizaje fuera más fácil.

Proporcionar un ambiente sano para bebés y niños, ya sea en casa o en el salón de clase, es un trabajo difícil y a veces estresante. Lo que ahora entendemos es que el estrés que sienten los padres y maestros puede elevar los niveles de estrés en los niños que están bajo su cuidado, lo que llega a minar el desarrollo intelectual y su salud mental.

La buena noticia es que el proceso se puede revertir, casi siempre con intervenciones relativamente simples y de bajo costo. Para ayudar a que los niños que viven en pobreza prosperen, nuestra mejor estrategia puede ser ayudar a los adultos que los rodean.

http://www.nytimes.com/es/2016/05/28/los-padres-que-juegan-con-sus-hijos-logran-que-sean-mas-seguros-y-prosperos/

martes, 21 de mayo de 2013

¿Son tontos los hispanos? Una tesis doctoral vincula las políticas migratorias en Estados Unidos con el cociente intelectual

“El indicador conocido como cociente intelectual (CI) puede estimar de manera confiable la inteligencia. El CI promedio de los inmigrantes en los EE UU es considerablemente más bajo que el de la población nativa de raza blanca. Esta diferencia es probable que persista durante varias generaciones. Las consecuencias son la falta de asimilación socioeconómica entre los inmigrantes de bajo cociente intelectual, conductas de clase baja, menor confianza social y un aumento en trabajadores no cualificados en el mercado laboral estadounidense. La selección de los inmigrantes de alto cociente intelectual podría mejorar estos problemas en EE UU al mismo tiempo que beneficiaría a los potenciales inmigrantes que son más inteligentes pero que carecen de acceso a la educación en sus países de origen”.

Este es el resumen de la tesis doctoral que presentó Jason Richwine en la Universidad de Harvard en 1999 y que fue aprobada sin objeciones por un comité formado por tres prestigiosos catedráticos de esa universidad. La tesis habla de los inmigrantes en general, pero sus conclusiones están principalmente basadas en el análisis del (bajo) CI de los hispanos. Armado con esa credencial, el flamante doctor Richwine comenzó su carrera en lo que en Washington se llama “la industria de la influencia”. Trabajó en dos importantes think tanks conservadores, publicó artículos en diarios y revistas y daba conferencias. Cuando el exsenador Jim DeMint, uno de los principales líderes del Tea Party y recién nombrado presidente de la fundación Heritage, necesitó encargar a alguien que hiciera el estudio que serviría como punta de lanza en la batalla para impedir la reforma de la política migratoria de EE UU, escogió a Jason Richwine, quien junto con Robert Rector sería el coautor del informe. Al doctor Richwine le estaba yendo bien.

Hasta la semana pasada.
Dylan Mathews, un periodista del Washington Post, se tropezó con la tesis doctoral de Richwine y publicó su mensaje central. Las reacciones no se dejaron esperar. La fundación Heritage se limitó a decir que las controvertidas ideas de Richwine las escribió en Harvard y no en la Fundación. Dos días después, Richwine renunció a su cargo.

En todo esto hay muchas sorpresas, pero quizá la principal tiene que ver con los estándares que se usan en Harvard para otorgar un doctorado. La tesis de Richwine parte de la base de que hay causa y efecto entre dos variables difíciles de medir: inteligencia y raza. Entre los científicos sociales no hay consenso acerca de qué es lo que miden los test que estiman el cociente intelectual. ¿Miden inteligencia o más bien miden la capacidad de responder bien a ese tipo test? Y si miden inteligencia ¿qué tipo de inteligencia es? Todos conocemos genios que obtienen buenos resultados en los test de inteligencia pero cuya vida personal y profesional es un desastre y que terminan siendo una carga para su familia y para la sociedad. Y también conocemos gente que no brilla por su intelecto pero cuya contribución a la sociedad es enorme. Pero si la inteligencia es difícil de medir, ¿cómo se mide eso que Richwine define como “los hispanos”? Esta no es una categoría biológica sino una definición popularizada por la Oficina del Censo de EE UU que usa el término hispano o latino para referirse a “una persona de origen cubano, mexicano, puertorriqueño, centro o sudamericano o de otra cultura u origen español, independientemente de su raza”. Evidentemente, tratar a los “hispanos” como una categoría genética o biológicamente homogénea es, por decir los menos, metodológicamente endeble.

Y los problemas con la tesis de Richwine no terminan ahí. Derivar de sus conclusiones la idea de que una buena política inmigratoria se debe basar en aplicarle pruebas de inteligencia a los inmigrantes, es una propuesta más nutrida por la ideología que por la ciencia.

Pero si se trata de creer en estudios que se basan en los test de inteligencia, entonces vale la pena mencionar uno muy interesante referido por el periodista Jon Wiener. En 2012 la revista Psychological Science reportó que un amplio estudio en Reino Unido que examinó a casi 16.000 personas a través de los años encontró que “los menores niveles de inteligencia en la infancia pronostican la presencia de mayor racismo en la edad adulta”. En otras palabras: los adultos que son racistas no salían muy bien en los test de inteligencia cuando eran niños.

En resumen: Si usted cree que los hispanos son tontos, entonces debe creer que los racistas también lo son. Pura ciencia.

Fuente: El País; http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/11/actualidad/1368293943_697544.html Sígame en Twitter @moisesnaim

(Foto: de izquierda a derecha; Fer, Rocío, y mis hijos; Antonio, Jose, María y Rosa. Nietos; Jimena, Hannah y Yago)

Ver más aquí. en la BBC.