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viernes, 12 de enero de 2018

El gobierno conservador inglés nombra a Toby Young para ayudar a dirigir el nuevo regulador de las universidades del gobierno.

Owen Jones:

Eso te aclara todo lo que necesitabas saber sobre este corrupto gobierno conservador.

El pionero (defensor) de la escuela "privada libre" Toby Young describió a los niños de la escuela primaria de clase trabajadora que consiguieron una plaza en la U. de Oxford como "universalmente poco atractivos" y "estudiantes de pregrado pequeños y vagamente deformados"

Al escribir sobre la clase en un libro de 1988 titulado The Oxford Myth, Young relató cómo "la llegada de "manchas*" habían cambiado la universidad. Era como si todas las fantasías meritocráticas de todos los educadores de la década de 1960 se hubieran hecho realidad y todos los niños de Harold Wilson hubieran sido dejados pasar por la puerta", escribió.

PD.:
Es un ejemplo claro de como los conservadores ingleses, igual que sus pares en España y todo el mundo, sitúan en puestos claves a personajes cuya historia pasada y currículo, los define como enemigos de la posibilidad de que los hijos de la clase trabajadora también puedan llegar a la Universidad. Y, sobre todo, pone en evidencia su empeño en impedir la igualdad de acceso a la educación para todos, independientemente de la clase social, sexo, etnia, religión o minoría a la que se pertenezca.

* Mote de desprecio con el que lo conservadores se referían a los estudiantes de clase trabajadora.

martes, 25 de octubre de 2016

Sobre la situación de la clase obrera en la Unión Europea. A sangre fría

Salvador López Arnal

"La crisis en Europa tiene su origen en el euro. Tuvo sus características y causas propias independiente de la de EE.UU, que solo fue su detonante. El euro permitió que el desequilibrio del sector exterior de los países europeos alcanzase niveles antes desconocidos, que de ningún modo se hubiesen producido, al menos en esa cuantía, de no estar en la Unión Monetaria. Unos presentaban superávit y otros déficit. Los excedentarios prestaban a los deficitarios, hasta que con ocasión de las hipotecas subprime cundió la desconfianza, la huida de capitales y con ella la crisis, crisis de la que Europa aún no ha salido, mientras parece que EE.UU. sí lo ha hecho. Ante los desequilibrios del sector exterior, los países de la Eurozona no cuentan con el instrumento de ajuste más lógico, el tipo de cambio. Además, los tratados crean un sistema asimétrico porque, en contra de las enseñanzas de Keynes, el ajuste se impone solo a los deficitarios. Alemania y otros países del Norte no han ajustado sus balanzas de pagos y continúan manteniendo un cuantioso superávit, lo que no solo crea graves problemas al resto de países de la Eurozona, sino a toda la economía mundial. El sistema es insostenible y se encuentra en un equilibrio inestable. O bien se avanza, hacia una unión política, o bien se retrocede y se desmonta la Unión Monetaria." (Juan Francisco Martín Seco, 2016)

"La clase trabajadora de raza blanca ha visto su nivel de vida reducido muy seriamente como consecuencia de que los sectores donde trabajaba, como el metalúrgico (donde los sueldos son más elevados), han sido los más afectados negativamente por los Tratados de Libre Comercio. El Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México (NAFTA), por ejemplo, tuvo un impacto devastador en los puestos de trabajo de las grandes empresas localizadas en EEUU y que se desplazaron a México. Un tanto semejante ha ocurrido con los Tratados entre EEUU y China. En consecuencia, en los últimos veinte años, EEUU ha perdido seis millones de puestos de trabajo en el sector manufacturero. Pero el impacto negativo es incluso mayor que el que presentan estos datos, pues la exportación de puestos de trabajo debilita a los sindicatos estadounidenses, con lo cual, los salarios de los puestos de trabajo de la manufactura que permanecen en EEUU han bajado significativamente. En los últimos quince años, tales salarios han bajado un 10%. Y ello como resultado del enorme debilitamiento de los sindicatos. Tal descenso de los ingresos al mundo del trabajo ha creado la ampliamente generalizada percepción que existe en EEUU de que "los hijos vivirán peor que sus padres". (Vicenç Navarro, 2016)

. Fuente de la información: Institutos de Estudios Económicos. Vinculaciones: CEOE. Fecha: 18 de octubre de 2016.

. Procedimiento: elaboración propia del IEE a partir de "Very long-term unemployment", una base datos de Eurostat.

. Definiciones: desocupados de muy larga duración [DMLD]: 24 meses o más. Desocupados de larga duración (de los que no se habla en este análisis): 12 meses o más.

. Número de países de la UE con un porcentaje de DMLD menor que el 20% en 2007: 11. Número de países en 2015: 7. Decremento: -36%

. Países con un porcentaje de DMLD mayor que el 30% en 2015: Grecia, Eslovaquia, Croacia, Irlanda, Portugal, Bulgaria, Italia, España, Bélgica y Eslovenia.

. Media en la UE-28 de DMLD en 2015: 30,1%. En 2007: 25,5%. Incremento porcentual: 18%.

. Porcentaje de DMLD en España en 2007: 9,8%. En 2015: 34,6%. Incremento porcentual: 253%

. Porcentaje de DMLD en Alemania en 2015: 28,6%, en Francia: 22%, en Países Bajos: 24,8%, en Reino Unido: 17,5%, en Bélgica: 33,7%, en Italia: 38,8%, en Irlanda: 41,2%, en Portugal: 40,7%.

. Países con menor porcentaje de DMLD en 2015: Suecia (8,6%), Luxemburgo (11,5%), Dinamarca (11,8%), Finlandia (11,9%), Austria (12,9%).

. Incremento en el caso de Suecia: del 5,2% en 2007 al 8,6% en 2015: 65%.

. Incremento en el caso de Italia: del 28,8% de 2007 al 38,8% de 2015: 35%

. Decremento en el caso de Alemania: del 39,4% en 2007 al 28,6% en 2015: -27%.

. Incremento en el caso de Grecia: del 28,1% en 2007 al 51,2% en 2015: 82%.

. Países con DMLD por debajo del 10% en 2015: un sólo país, Suecia. En 2007: Suecia, Luxemburgo, Dinamarca, Chipre, España.

. Paro registrado en España en diciembre de 2015: 4.040.000. 4º trimestre de 2015 según la EPA: 4.779.500. Número de DMLD en el primer caso: casi 1.400.000; en el segundo: 1.653.707.

. DMLD por edades: se desconoce el dato sin duda importante.

¿A qué están conduciendo las políticas económicas practicadas en la mayoría de los países de la UE? ¿Qué puede significar para un trabajador/a y para su familia estar dos o más años sin poder trabajar? ¿De dónde los ingresos familiares? ¿Cuántos casos de desesperación, cuántos de tragárselo todo, cuántos de trabajo en la economía sumergida sin ninguna protección? ¿Es exagerado hablar de capitalismo salvaje? ¿Es demagógico o acaso populista decir que existe un plan de acoso y derribo de los derechos y las condiciones laborales de la clase obrera de la UE? ¿Esta es la UE que nos dijeron, prometieron y publicitaron? ¿De qué UE hablaron? ¿Cuál es la UE realmente existente para las clases trabajadoras de los países que forman la denominada "Unión Europea"? ¿Puede entenderse mejor el aumento de la derecha extrema y la extrema derecha en algunos países europeos? ¿Qué tipo de Unión es esa? ¿Es estúpido e incompetente hablar de la libertad del capital y de la esclavitud de los trabajadores? ¿Qué puede inferirse de que en 11 de los 28 países de la UE el DMLD se sitúe por encima del 30% y que en 7 de ellos se sitúe por encima del 40%? ¿En qué situación se encuentra la clase obrera griega con un 51,2% de DMLD en 2015? ¿Estamos o no estamos ante un retroceso de dimensiones históricas que urge combatir con todas nuestras fuerzas y con la mayor unidad y sin secesionismos ni sectarismos? ¿Vale o no vale el sálvese quien pueda? ¿Podemos y debemos abonar el enfrentamiento entre la UE rica y la UE pobre y, en el seno de estos últimos países, el "Norte rico" contra el "Sur pobre"? ¿No es el liga-nordismo una de las políticas más insolidarias, intransitables y peligrosas?

domingo, 6 de diciembre de 2015

Owen Jones: "Quieren acabar con el sentimiento solidario de clase trabajadora"

Atresmedia

Transcripción de la entrevista de Jordi Évole en Salvados emitida el 22 de noviembre de 2015

Existe una tendencia en contra de la clase obrera y de las clases bajas para demonizar a la gente. Hace tiempo que en Gran Bretaña se nos dice que todos somos clase media, que la antigua clase trabajadora ha dejado de existir y que los que quedan de la clase obrera son todos unos vagos, perezosos, delincuentes, antisociales... La palabra chav resume esa idea: la degeneración de lo que queda de la clase trabajadora. Es una palabra peyorativa usada para demonizar a las personas y, a menudo, para culpar a la gente de sus condiciones sociales.

Te encuentras con mucha gente que siendo clase trabajadora se siente clase media. Empleados de una cadena de comida rápida que probablemente cobraban el salario mínimo decían “El Gobierno no está cuidando a gente de clase media como nosotros” y utilizaban la expresión “clase media” donde yo usaría “clase trabajadora”. O sea, debido a la demonización de la identidad de la clase trabajadora, algunas personas en lugar de decir “Sí, estoy orgulloso de ser clase trabajadora” dicen: “No, yo quiero ser clase media” porque eso parece sofisticado y auténtico y no se ve como algo negativo. Este es el problema.

En ese sentido se intenta que la gente culpe a su vecino de sus problemas. “Tú trabajas duro, tú pagas tus impuestos, pero ese parado vive de lujo con los impuestos que tú pagas. No tienes que enfadarte con tu jefe porque te paga un bajo salario ni con el Gobierno por recortarte servicios, debes enfadarte con el desempleado”. Este divide y vencerás es muy efectivo en todo el mudo occidental y lleva a la gente a votar en contra de sus propios intereses económicos. Cada vez menos pobres votan en elecciones. Cuanto más pobre eres en Gran Bretaña menos probabilidades hay de que votes. Puedes castigar a la gente pobre todo lo que quieras. Como no van a votar no hay castigo.

Esta imagen negativa de la clase trabajadora comienza con Margaret Thatcher y sus políticas. Básicamente es un cambio en la percepción que tenemos de la pobreza y del paro. Antes se veían como problemas sociales, injusticias que el Gobierno debía solucionar. En los años 80 empezaron a verse como problemas individuales. Incluso cuando el paro subió masivamente en Gran Bretaña en lugar de culpar al Gobierno por sus políticas económicas culparon al desempleado. Y pasa lo mismo con la pobreza: “Si trabajases duro dejarías de ser pobre”. Thatcher defendía que no existe la sociedad sino solo individuos y sus familias. Antes de llegar al poder los conservadores lanzaron una declaración de objetivos que decía que el problema en Gran Bretaña no era la existencia de clases sino la existencia del sentimiento de clase. Thatcher quería acabar con ese sentimiento solidario de clase y hacer que cada individuo sintiera que progresaba con su esfuerzo.

Aún continuamos en la Gran Bretaña de Thatcher. Ella transformó este país. Promovió una sociedad donde cada uno va a lo suyo. Esta actitud está muy extendida y los políticos y los medios la difunden. En este país la gente cree que el 27% de lo que gastamos en servicios sociales responde a un fraude. Pero ese fraude solo afecta al 0,7%. También piensan que hay veinte veces más embarazos entre adolescentes de los que hay y que el nivel de ayudas sociales es mucho más alto del que realmente es. De hecho tenemos una política de ayudas de las más bajas de Europa Occidental pero la gente cree que es generosa y que algunos la reciben durante años. ¿Por qué ocurre? Porque los medios desinforman a la gente. Intentan que la gente se enfrente entre ella.

Tenemos un pequeño grupo de medios de comunicación, politizado, que controla casi toda la prensa de este país y utiliza su posición para ganar influencia política. En las últimas elecciones menos del 37% de los votos fueron para los conservadores pero el 70% de los medios apoya a los conservadores. A su vez, el periodismo está lleno de gente que proviene de entornos privilegiados porque es complicado trabajar en los medios a no ser que te puedas permitir hacerlo gratis. Por eso los medios no centran su atención en los poderosos como los banqueros, que han empujado al país a este desastre económico, sino en los pobres y los inmigrantes. Encuentran los ejemplos menos representativos y antipáticos y afirman que sí son representativos.

Lo que hacen estos medios es encontrar a gente pobre que recibe ayuda social y descubrir los peores ejemplos. Por ejemplo: una mujer secuestró a su hija hace unos años, en Yorkshire con la intención de sacar dinero a los medios sensacionalistas simulando que su hija había desaparecido. Cuando se descubrió la verdad se dijo que esta historia era representativa de en qué se ha convertido la clase trabajadora, en una subclase. Se transmitió la idea de que todos los que viven en pisos de protección oficial son como la madre que secuestró a su hija, en lugar de decir que esto no era representativo de un grupo social y que sólo era representativo de esa mujer. Es obvio que en estos barrios las madres no secuestran a sus hijas para ganar dinero pero así lo contaron los medios, como si ella representara a todo un grupo social. Con la gente adinerada no actúan de la misma manera. En este país hubo un doctor, Harold Shipman. Fue un asesino en serie que envenenó y mató a sus pacientes. Imaginate que digan “Este es un ejemplo de lo que es la clase media”. Es ridículo. Se representa a sí mismo. Su entorno social no tiene nada que ver con sus crímenes.

La imagen negativa de la clase trabajadora se transmite mediante programas como “La calle de los subsidios” basado en una calle de Birmingham donde vive gente que depende de las ayudas sociales. No hemos tenido ningún programa llamado “La calle de los banqueros” o “La calle de los defraudadores fiscales”. Es parte del problema. Pregunté al productor de “La calle de los subsidios”, un programa que triunfó cuando apareció en Channel 4 el año pasado, por qué no hacían un programa sobre el mal comportamiento de los ricos. Y me dijo: “No me interesa”.

Existe otro programa llamado “Sinvergüenza” localizado en un barrio de protección oficial de Manchester que es caótico, lleno de drogadictos, de gente que practica sexo con todo el mundo y que se pasa todo el día de fiesta... No creo que la gente que vive en los barrios de protección oficial lo mire pensando: “Ese soy yo”. La gente se ríe y no se lo toma como una ofensa. La diferencia es que alguien de clase media que no vive en esos barrios y no conoce a la gente que vive ahí es más probable que mire estos programas y piense que esa gente es así.

En una sociedad desigual y segregada el peligro es que la clase media piense que está viendo un documental cuando en realidad es un programa de entretenimiento basado en caricaturas.

Pienso que el sistema de clases es como una prisión. Atrapa a la gente en unas circunstancias que no deberían existir en un país rico. Creo que aquí hay muchos problemas. El primero que los desequilibrios educativos empiezan al nacer. La comida, la casa... Vivimos en Londres, una de las ciudades más prósperas del planeta, pero uno de cada cuatro jóvenes londinenses crece en una casa sobreocupada. Eso tiene un gran impacto en su salud, su bienestar y también en su educación. También cosas como los becarios no remunerados. Para entrar en el mercado laboral tienes que trabajar un tiempo gratis, hacer masters carísimos y siempre hay gente que no puede permitírselo. De nuevo se discrimina por al riqueza y no por las habilidades personales.

El estándar de vida de la clase obrera ha caído durante el periodo más largo desde que la reina Victoria llegó al trono hacia 1870. Es grotesco, injustificables.

No obstante pienso que podemos dar la vuelta a la situación. No te puedes involucrar en ninguna lucha si no tienes esperanza. La esperanza nos dice que todas las injusticias y problemas son temporales y transitorios y pueden superarse con la determinación adecuada. Y la historia de este país, y de otros países como España, demuestra que los cambios no se producen por la generosidad de los poderosos. Los poderosos no se levantan un día y dicen: “Me siento generoso, voy a conceder el voto a las mujeres”. La gente luchó por la Seguridad Social en este país, los sindicalistas lucharon por la dignidad de los trabajadores y cuando los trabajadores vean que si son atacados pueden luchar contra ello y ganar... puede servir de ejemplo.

Desde el feudalismo hemos avanzado, luchamos para superar esas injusticias. Se supone que tenemos que ir a mejor, tener más seguridad y comodidad. El problema es que en los últimos años vamos para atrás. En 2008 la izquierda pensó: “El libre mercado ha quedado desacreditado, vamos a ganar”. No teníamos ideas, lo único que teníamos eran eslóganes a la defensiva: “No a los recortes", "no a las privatizaciones”. Y la única forma de ganar es tener alternativas coherentes que aglutinen a la gente. La derecha no usa palabra técnicas como esta. Habla el lenguaje del sentido común, del día a día. Y la izquierda debe encontrar una nueva forma de comunicación y aprender de la derecha.

La clave no es que la gente se sienta orgullosa de la clase a la que pertenece. Entiendo clase como una desigualdad que debería erradicarse. Me gustaría tener un día una sociedad sin clases y yo creo que debemos luchar por alcanzarla, que no tengamos esas enormes y grotescas distribuciones de riqueza y poder. Y esto supone una sociedad distinta a la que tenemos actualmente. No es algo que tenga que ver con la identidad y el orgullo, simplemente se trata de acabar con la desigualdad que viene del poder y de la riqueza. Solo me interesa eso.
Owen Jones, Transcripción de la entrevista de Jordi Évole en Salvados emitida el 22 de noviembre de 2015 
Fuente:
http://www.mrafundazioa.eus/es/articulos/owen-jones-quieren-acabar-con-el-sentimiento-solidario-de-clase-trabajadora

lunes, 29 de agosto de 2011

Entrevista a Isaac Rosa, "En la novela española actual se trabaja poco"

Tiene en sus manos una de las novelas más esperadas de la nueva temporada, "La mano invisible", en la que vuelve a encarar la literatura con un conflicto social: el trabajo
A Isaac Rosa (Madrid, 1974) le preocupa la ausencia del rastro del esfuerzo que los trabajadores dejan en sus tareas. Una cosecha borra la anterior, escribe. El mundo hay que limpiarlo todos los días y los edificios no se levantan solos, pero la fuerza del trabajo ha perdido presencia. Nadie sabe quién hace qué, nadie pregunta cómo se hizo. Así que el trabajo se ha vuelto invisible y el capital ha devorado a sus trabajadores. Ya no interesa tanto el empleado como el producto.

En La mano invisible, su nueva novela, que Seix Barral publicará la primera semana de septiembre, se ha vestido de albañil, de mecánico, de carnicero, de teleoperadora, de limpiadora, de guarda de seguridad, de montadora en una cadena de automoción, de costurera, para saber por qué el trabajador se somete sin rebeldía a la dominación, la anulación, la injusticia, la humillación.

Y se los ha llevado a un teatro con capacidad para 180 personas, que acuden a ver cómo trabajan. Allí están ellos, iluminados en la oscuridad de su mecánica, rumiando sus problemas, construidos en una voz que se ha vuelto mucho más agresiva e insistente de lo que nos tenía acostumbrado el autor de El vano ayer y columnista de Público . Quería escribirla hace muchos años, y supone un salto cualitativo en sus tratamientos narrativos. Es, como él mismo dice, un logro de madurez y un antídoto contra la alergia de la novela española a hablar del trabajo.

¿En qué ha cambiado Isaac Rosa desde El vano ayer ?
Hay muchas zonas comunes entre los libros, y muchos cambios. Hay una maduración de diez años de un escritor y de un lector. Todo lo que no había leído, reflexionado y escrito ha ido madurando. Esta novela no la habría escrito así hace diez años, aunque es una novela que llevo tiempo detrás de ella. Pero hace diez años no podría haberla escrito.
¿Puede concretar algún aspecto?

Creo que he ido centrándome como escritor, sin que eso signifique que haya renunciado a otras exploraciones. En lo formal, he concretado el tipo de escritura que me interesa. En La mano invisible he encontrado el tipo de escritura que me interesa. Es una novela en la que sigue estando presente el elemento reflexivo que había en las anteriores, pero mucho más integrado en la narración. En El país del miedo, la reflexión y la narración estaban diferenciadas por capítulos. La mano invisible recoge todo lo que he ido probando en libros anteriores.

La Guerra Civil, el miedo y el trabajo. ¿Qué mundo literario cree que está montando?
Todo tiene que ver con la explicación del conflicto. Estoy tocando en la literatura lo que de conflictivo hay en nuestra sociedad. Creo que somos una sociedad que no mira al conflicto y que lo evita. También ocurre en la literatura, que prescinde habitualmente de los temas más conflictivos. Intento iluminarlos y demostrar que están ahí y que vivimos con ellos y hay que hacerles frente. El trabajo es uno de los temas conflictivos a los que la novela da la espalda. Con La mano invisible intento demostrar lo contrario a lo que escribe José Luis Pardo en Nunca fue tan hermosa la basura: sí hay narración en el mundo laboral. Uno de los nuevos hallazgos es el empleo de una tercera persona muy cercana a la primera, como si fuera un testimonio directo.

¿Pensó esa voz desde el principio?
Hice varios intentos. Buscaba algo muy cercano a los personajes, que permitiera ver desde dentro, entender cómo se sienten en su puesto de trabajo, pero respetando también un punto de vista externo del lector. Pero hay otras opciones en la novela. Cada uno de los capítulos se cuenta desde el trabajador protagonista de ese capítulo, pero he probado otras pequeñas formas de mirar.

¿Acompaña a la primera persona con un tono agresivo y violento, mucho menos sobrio que El país del miedo?
Sí, porque es un libro que intenta dar forma literaria al malestar común de los trabajadores. En otros tiempos, este malestar se encubrió y nos permitía llevarlo mejor, pero ahora mismo ha estallado. Hay un malestar general grave. Estos personajes reflejan la violencia que se da en las relaciones laborales. Mi conclusión es que el modelo de producción capitalista realmente es muy violento. Violento en lo que tiene de sometimiento, humillante, servil, cómo nos arranca de nuestro entorno...

¿Montarlo en el escenario de un teatro era imprescindible para mostrar esa violencia?
Hacía mucho tiempo que quería escribir una novela sobre el mundo del trabajo y sobre cómo nos sentimos los trabajadores y por qué estamos dispuestos a ser humillados y sometidos. Por qué nos compensa. Así que estuve buscando qué historia quería contar y, desde luego, no quería una sobre trabajadores a los que les ocurren cosas excepcionales, en las que pasaba por alto la explotación en lo normal, en lo cotidiano. Quería escribir una novela sobre el trabajo, en la que el protagonista fuera el trabajo. No quería hablar tanto sobre las condiciones laborales, que son las que son ahora, sino sobre el trabajo.

Y entonces sacó a los trabajadores de su entorno.
Bueno, quería ir al fondo, al trabajo en sí mismo, a lo que no cambia por mucho que las condiciones mejoren: a lo que el trabajo tiene de violencia y de explotación. Así que busqué un lugar para sacar a los trabajadores de ese día a día laboral. Además, en el teatro podemos ver trabajar a unos trabajadores que son invisibles. Los trabajadores están ahí para que los miremos, quería situarlos en un lugar en el que se desnudaran de todo lo que les rodea y lo que les esconde. Quería llegar al núcleo de lo que es el trabajo en el capitalismo. El teatro subraya esa visibilidad, que en realidad no es sino falta de curiosidad del que no mira.

¿La mano invisible está pero no la queremos ver?
Desde luego. Quería destacar la invisibilidad de la cantidad de trabajo que hay en lo que nos rodea. Todo lo que consumimos tiene detrás mucho trabajo y trabajos muy penosos y mucho más explotadores. Desde los móviles, casas y coches, a la limpieza. Como se dice en el libro, el mundo es un sitio que se ensucia todos los días y que todos los días hay que limpiar, pero no nos queremos hacer una idea de que el mundo lo limpian personas en condiciones penosas. El título es también por la mano invisible de una de las verdades teologales del capitalismo: la mano invisible de Adam Smith de la que siempre hablan los liberales. Pero la mano invisible es también la que trabaja, la que no vemos y sostiene el sistema.

¿Es también la mano invisible del trabajo manual?
También. En la novela hay mucho trabajo manual, que es otro espejismo de nuestro tiempo: pensamos que apenas hay trabajo manual y que ya todos trabajamos en ordenadores. Sin embargo, sigue habiendo trabajo físico. Quería enseñar a esos trabajadores físicos que no vemos y que hacen posibles muchas cosas. Pero además son tipos de trabajo industriales, no sólo físicos. Vivimos engañados, creemos que los avances tecnológicos nos han convertido a todos en otro tipo de trabajadores, y no es cierto. Aunque los lectores de novela tengamos una situación más acomodada, no vemos que sigue habiendo personas que ponen ladrillos, que colocan piezas en una cadena de montaje, que limpian. Busqué trabajos que no se ven y en los que se hace más evidente todo lo que el trabajo tiene de deshumanizador, de repetitivo.

¿Qué pasa por la cabeza de alguien que repite el mismo movimiento durante ocho horas? ¿Qué proceso mental hay?
Son conscientes de su situación, pero eso no les sirve para rebelarse, sino que les conduce a una inexplicable docilidad.


Después de meterse en cabeza ajena, ¿qué es lo más dañino del trabajo?
Una de las cosas que más me sorprende cuando hablo con trabajadores de mi entorno, o miro mi propia experiencia, es cómo uno, siendo humillado, no le lleva a rebelarse. Los trabajadores de la novela son muy conscientes de lo que les pasa, pero no se levantan y siguen; y son apretados y aceptan ser apretados; y son humillados y aceptan ser humillados. Eso es lo que más me sorprende, el sometimiento al que somos capaces de llegar. Nos han educado para esto, para aceptar que tenemos que dedicar parte de nuestra vida al trabajo sin pensar mucho si eso tiene relación con nuestras necesidades básicas, si eso beneficia o no. Hemos aceptado que la vida es así, por lo menos en los últimos dos siglos. Hemos aceptado que es malo, que nos hace sentir mal, pero que nos compensa con otras cosas. Sin embargo, cuando nos planteábamos una revolución porque nos quedamos sin Estado social, vacaciones, pensión, sueldo digno, cuando se recortan los derechos, te enfrentas al trabajo y te sientes desnudo: si todo esto ya no es así, si todo esto ya no me compensa, qué me queda. Todos nos planteamos justo en este momento por qué hay que seguir adelante si ellos han roto su parte del pacto. Tenemos que replantear nuestra parte del acuerdo.

¿Cree que su necesidad de dedicar un libro al trabajo es compartida por otros autores de su tiempo o las echa en falta?
Si tenía esa necesidad, en parte era porque no es una necesidad compartida. Cuando me puse a escribir una novela como esta, lo hice por dos motivos: un motivo político, que tiene que ver con la pregunta sobre qué nos ocurre. Y, dos, la parte más literaria, que se pregunta por qué se escribe tan poco sobre el mundo del trabajo. Pensando sobre todo en la literatura reciente que se escribe en España.

¿Por qué hay tantos personajes en las novelas españolas que no sabemos a qué se dedican?
En la novela española actual se trabaja muy poco. Cuando hay trabajadores son muy interesantes, son detectives, investigadores, periodistas, escritores, cineastas...

¿Qué incompatibilidad hay?
Siendo una parte tan importante de nuestra vida, queda fuera de la literatura. En ocasiones, aparecen novelas sobre trabajadores en las que lo que les ocurre tiene muy poco que ver con el trabajo. Me interesaba explorar esa aparentemente incompatibilidad literaria. Quería ver si se podía hacer narrativa del trabajo. Como novelista, creo que la literatura tiene unas posibilidades que no tiene el ensayo o un reportaje para entender el trabajo desde la cabeza del trabajador. Creo que hay otro interés: la intención de crear una tensión literaria que no existía antes en sus obras, incluyendo el mundo absurdo.

¿Este libro es un paso decisivo hacia una formulación más literaria?
Creo que ha pesado más una cuestión de funcionalidad: buscaba una forma que me permitiese reflexionar sobre el trabajo, algo que me permitiera ver el trabajo desde dentro y desde fuera, desde sus cerebros y desde los espectadores. El absurdo es importante, porque las relaciones laborales son absurdas: para entender el mundo del trabajo vale la novela social, como los relatos de Kafka o Melville.

Si en el anterior libro trabajó para que el lector sintiera miedo, ¿qué quería conseguir del lector en este?
Compartir una serie de preguntas, compartir algunas conclusiones y abrir un debate para hablar sobre trabajo, no sólo sobre literatura. Lo que quería era lo que me he propuesto en las novelas anteriores: la literatura es conocimiento y es intervención. Es necesario que se escriba sobre lo que está ocurriendo.
Es una novela muy coral,

¿todos los personajes son el mismo?
Hay un gran personaje que es la clase trabajadora. De hecho, los personajes de la novela ni siquiera tienen nombres, son sus profesiones. Aunque hoy no deberíamos ser identificados ni por nuestros trabajos, porque ya no tenemos identidad fija como trabajadores: los gurús nos dicen que la suerte que tenemos ahora es que podemos trabajar en muchas cosas a lo largo de nuestra vida y reinventarnos constantemente.

Sin embargo, el malestar de los personajes también viene por todo lo que no han logrado, por sus frustraciones de todo lo que se les habían prometido.
Sí, pero es que el mundo laboral es el espacio de la frustración, porque es el incumplimiento de todo aquello que nos prometieron. El trabajo no es lo que nos esperábamos. Además, todo lo que compensaba, hoy, ya no compensa, porque el paraíso del consumo tiene una cara B, que es el infierno del trabajo. El consumo tiene un precio. Cuando se rompe el pacto, cuesta seguir. La voz discursiva de cada uno de los personajes es el lugar en el que se integran las ideas con la narratividad.

¿Cree que los pensamientos han cogido carne y laten ahora más que antes?
Me preguntaba en qué piensa alguien cuando trabaja. Los personajes de la novela son colocados en esa situación extraordinaria e inexplicable para que piensen en ellos mismos como trabajadores. Es el proceso que quiero que haga el lector también, que piense en lo que está haciendo como trabajador. Como en las anteriores novelas, hace pensar, pero también piensa sobre sí misma.

¿No se planteó incluir a un escritor como trabajador?
No, porque en la escritura hay una zona turbia en la que confluye el mundo laboral y el mundo que llamamos artístico, y eso es complicado. Claro que entre los escritores hay situaciones de explotación y de autoexplotación, pero no es equiparable. Tampoco lo incluiría por su pudor autorreferencial. Como lector, estoy muy cansado de leer novelas protagonizadas por el propio escritor, que es algo muy habitual últimamente.

Peio H. Riaño. Público.