Durante siglos, las gente ha buscado formas de potenciar su inteligencia, concentración y creatividad a través de los nootrópicos, también conocidos como estimulantes de la memoria o potenciadores cognitivos.
De hecho, si en este momento estás bebiendo un café, estás consumiendo una forma de nootrópico: la cafeína es un estimulante y famosa por su capacidad para despabilar.
Pero los también llamados "medicamentos inteligentes" o "drogas inteligentes" —aunque no necesariamente son fármacos—, han ido ganando popularidad: ahora hay un gran mercado para los suplementos de venta libre que afirman (con muy poca evidencia científica) mejorar la concentración y la memoria.
Algunas personas van aún más lejos y buscan estimulantes recetados, como el modafinilo, en un intento por mejorar el rendimiento en el trabajo o estudios.
Una investigación de 2017, basada en la Encuesta Global de Drogas, un cuestionario anónimo, mostró que el 30% de los estadounidenses había tomado algún tipo de "droga inteligente" en los 12 meses anteriores.
Suponía un aumento del 20% desde 2015. Y mostraba que no estaban solos: también se reportaron grandes aumentos en toda Europa.
Pero ¿realmente funcionan estos productos? ¿Y cuáles son sus riesgos?
Sin saber
"Es sorprendente lo poco que sabemos sobre nuestros cerebros, pero una cosa que sí sabemos es que nuestro cerebro es un sistema cuidadosamente calibrado, particularmente en términos de química cerebral. Y este equilibrio no es el mismo para todos: cada uno tiene su propio equilibrio afinado".
Así afirm Hanneke den Ouden, una neurocientífica cognitiva del Instituto Donders para el Cerebro, la Cognición y el Comportamiento de la Universidad de Radboud, Países Bajos.
Su laboratorio estudia cómo el estado de la química de nuestro cerebro da forma a cómo actuamos.
"El modafinilo está en la categoría de los psicoestimulantes. Otros ejemplos son el metilfenidato y la anfetamina. Y los psicoestimulantes actúan generalmente en la actividad en el sistema de dopamina [del cerebro]".
La dopamina es un neurotransmisor y los niveles elevados de ella pueden estimular señales en las partes del cerebro asociadas con la concentración y el enfoque, y ayuda a reducir los comportamientos hiperactivos e impulsivos.
Es increíblemente útil para las personas con TDAH, por ejemplo, pero también pueden llegar, de forma ilegal, a manos de aquellos sin una afección médica diagnosticada.
"En algunos de los estudios recientes, hemos analizado cómo los psicoestimulantes afectan la toma de decisiones en una población joven y sana. Específicamente, estudiamos el metilfenidato, un medicamento que tal vez sea más conocido por las marcas Ritalin o Adderall", cuenta.
"Y lo que encontramos es que mejora una serie de tareas. Lo que creemos que podría ser el caso es que experimentamos las tareas como un esfuerzo cognitivo menor", explica la neurocientífica.
Pero, advierte Den Ouden, tomar estas sustancias que estimulan el cerebro sin receta médica es arriesgado.
"Todos los medicamentos tienen el riesgos de provocar efectos secundarios y por algo se venden con receta", dice.
"Por eso, cuando llevamos a cabo un estudio de medicamentos, como por ejemplo de psicoestimulantes, evaluamos antes ampliamente a nuestros participantes", explica.
"De hecho, nos aseguramos de que un médico prescriba una sola píldora por persona (a menudo sólo les damos una sola dosis)", continúa.
Y es que "sabemos que, por ejemplo, los psicoestimulantes aumentan el ritmo cardíaco y que esto puede representar un riesgo para aquellos con problemas cardíacos subyacentes como la arritmia sin saberlo".
Estas sustancias, además, no tienen el mismo efecto en todos: a algunas personas las ayudan, a otras, no.
La experta añade que prácticamente no ha habido estudios sobre los efectos cognitivos a largo plazo del uso de psicoestimulantes en personas sanas.
Sin embargo, aumentar los niveles de dopamina en el cerebro podría causar problemas a largo plazo.
"Estamos hablando del ajustado equilibrio de la química de nuestro cerebro y cuando lo perturbas agregando mucha dopamina, el sistema puede, en respuesta, tratar de recuperar el balance y atenuar su sensibilidad a la sustancia", explica.
Así, la persona, al tratar de mantener sus niveles "normales" de dopamina, podría volverse dependiente de la misma.
"Otro riesgo, quizás más especulativo pero importante a tener en cuenta, es que estar realmente concentrado todo el tiempo no es necesariamente el estado óptimo para todas las situaciones.
"Lo que sí sabemos es que estar superenfocado en realidad puede reducir la creatividad y la apertura a nuevas ideas o soluciones. Por eso, no queremos una sociedad de personas hiperconcentradas".
Meditación en vez de medicación
En lugar de aumentar tu poder cerebral a través de la medicación, hay cada vez más evidencias de que este se puede potenciar a través de medios más naturales, como la meditación y la atención plena.
¿Cómo funcionan?
"Una de las características del ser humano es que tenemos estas mentes que pueden vagar y pensar en todo tipo de cosas extrañas", señala Laurie Santos, profesora de psicología en la Universidad de Yale, en Estados Unidos.
"Las investigaciones hechas al respecto muestran que el simple acto de meditar, incluso durante apenas 10 minutos al día si eres un novato, puede reducir significativamente la activación cerebral en regiones de tu cerebro que tienden a hacer que tu mente divague.
"Por lo tanto, el simple acto de meditar literalmente está cambiando el tipo de patrones predeterminados de tu cerebro".
Pero ¿por qué la divagación mental no es tan buena?
Santos dice que las investigaciones sobre el tema muestran que cuando nuestra mente divaga, puede hacernos infelices.
"La ironía de todo esto es que nunca estamos completamente presentes, y que para disfrutar de las cosas simples de la vida, desde comer algo delicioso hasta hablar con un amigo, es realmente necesario que lo estemos", explica.
"El acto de divagar mentalmente, por tanto, parece disminuir significativamente nuestro bienestar", sigue.
"Es por eso que prácticas como la meditación pueden ser tan poderosas, pues uno de sus beneficios es que entrena nuestra mente para estar un poco más presente de lo usual".
La meditación no solo detiene la divagación mental, sino que también construye más conexiones entre las distintas partes del cerebro. Efectivamente vuelve a conectar el cerebro al presente.
Y el efecto dura, según un estudio de 2008 —que encontró que las personas que la practicaban eran más felices— hasta ocho semanas.
Pero la meditación no solo parece ayudar a disfrutar de la vida.
Un estudio de 2013 realizado por la Universidad de California mostró que un curso de meditación realmente aumentó los puntajes en exámenes. Y hay varios otros beneficios, según Laurie.
"Aumenta la concentración, ayuda a la memoria con el tiempo y tiene varios efectos en la salud física: puedes ver mejoras en la función inmune y en marcadores de envejecimiento".
Entonces, si hay indicios de que ayuda al poder cerebral, la felicidad, la función inmune e incluso ADN, ¿sería exagerado decir que la meditación es una especie de remedio para la condición humana?
"A los científicos nos preocupan las que parecen tener todos estos beneficios, pero la meditación parece ser una que, empíricamente hablando, simplemente tiene muchos".
Adaptado de "The 7,000-year-old alternative to 'smart drugs'" de BBC Ideas y BBC Reel.
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domingo, 26 de septiembre de 2021
lunes, 20 de septiembre de 2021
_- Qué puede enseñarnos sobre la felicidad un panadero de la antigua Pompeya
_- A pesar de una pandemia que cambió radicalmente las vidas de miles de millones de personas, el "Informe mundial de la felicidad" indica que eso, la felicidad, se mantiene estable en el mundo, un testimonio de la resiliencia de la raza humana.
Como estudiosa del mundo clásico, no me parecen nada nuevas las discusiones sobre la felicidad que suelen darse en medio de crisis personales o sociales como la que vivimos.
Hic habitat felicitas o "Aquí mora la felicidad", proclama una inscripción hallada en una panadería de Pompeya, unos 2.000 años después de que su dueño viviera y probablemente muriera en la erupción del volcán Vesubio que destruyó la antigua ciudad romana en el año 79 d. C.
¿Qué significaba la felicidad para ese panadero pompeyano?
¿Y cómo puede ayudar la antigua idea romana de felicidad en nuestra búsqueda de lo mismo hoy?
Felicidad para mí, pero no para ti
Los romanos consideraban a Felicitas y a Fortuna, una palabra relacionada, diosas.
Ambas tenían templos en Roma en las que quienes buscaban sus favores depositaban ofrendas y hacían promesas.
Felicitas fue también retratada en monedas romanas desde el siglo I a. C. hasta el IV d. C., lo que indica su posible conexión con la prosperidad de las arcas del Estado.
Los emperadores romanos intentaron asimismo asociar su figura a la de estas diosas, como muestran algunas de las monedas que acuñaron.
"Felicitas Augusti" se leía, por ejemplo, en una moneda de oro del emperador Valeriano, iconografía que parece mostrar que era el hombre más feliz del Imperio y favorecido por las diosas.
Al invocar a Felicitas en su propia morada y negocio, el panadero pompeyano quizá estaba intentando atraerla, con la esperanza de que la bendición de la felicidad recaería sobre su vida y venta.
Pero esta idea del dinero y el poder como fuente de la felicidad encerraba una cruel ironía.
Felicitas y Felix fueron nombres habituales para esclavos de ambos sexos. Por ejemplo, Antonius Felix, gobernador de Judea en el siglo I d. C., era un antiguo esclavo.
No hay duda de que su suerte cambió. Mientras que Felicitas era el nombre de la esclava que fue martirizada junto a Perpetua en el año 203 d. C., hoy ambas adoradas como santas por el cristianismo.
Los romanos veían a los esclavos como prueba del estatus superior de sus dueños y como la encarnación de su felicidad.
Vista de esta manera, la felicidad parece un juego de suma cero, entrelazado con el poder y la dominación. La felicidad en el mundo romano tenía un precio y los esclavizados lo pagaban para entregar el don de la felicidad a sus dueños.
Baste decir que para los esclavizados, sea donde sea que habitara la felicidad, no era en el Imperio romano.
¿Dónde reside realmente la felicidad?
¿Es posible imaginar en la sociedad actual que la felicidad solo exista a costa de otro?
¿Dónde reside la felicidad, si los casos de depresión y otras enfermedades mentales aumentan y las jornadas de trabajo duran cada día más?
Durante las últimas dos décadas, los trabajadores de Estados Unidos han trabajado más y más horas.
Una encuesta de Gallup reveló el año pasado que el 44% de los empleados a jornada completa trabajaban más de 45 horas a la semana, mientras que un 17% llegaba o superaba las 60.
El resultado de esta cultura del exceso de trabajo es que la felicidad y el éxito realmente parece ser también una ecuación de suma cero.
Hay un coste, habitualmente humano, cuando el trabajo y la familia libran un tira y afloja por el tiempo y la atención en el que la felicidad es siempre la víctima.
Esto ya era así mucho antes de la pandemia de covid-19.
Los estudios sobre la felicidad se vuelven más populares en tiempos de alto estrés social.
Quizá no sea casualidad que el más longevo de ellos, el de la Universidad de Harvard, surgiera durante la Gran Depresión de la década de 1930.
En 1938, un grupo de investigadores midió la salud física y mental de 268 estudiantes y les siguieron el rastro a ellos y a sus descendientes durante 80 años.
¿Cuál fue su principal descubrimiento? "Las relaciones estrechas, más que el dinero o la fama, mantienen a la gente feliz a lo largo de sus vidas".
Esto incluye un matrimonio y una familia feliz, y una comunidad cercana de amigos.
Significativamente, las relaciones destacadas en el estudio son las basadas en el amor, el cuidado, y la igualdad, más que en el abuso y la explotación.
Igual que la Gran Depresión motivó el estudio de Harvard, la actual pandemia empujó al científico social Arthur Brooks a lanzar en abril de 2020 una columna semanal sobre la felicidad titulada "Cómo construir una vida".
En el primero de sus artículos, Brooks bucea en los estudios que la fe y trabajar con un sentido, además de las relaciones estrechas, pueden mejorar nuestra felicidad.
Encontrar la felicidad en el caos
Los consejos de Brooks se relacionan con los descubrimientos del "Informe mundial de la felicidad" de 2021, que detectan "alrededor de un 10% de aumento en el número de personas que dijeron haber estado preocupadas o tristes el día anterior".
La fe, encontrarle un sentido al trabajo y las relaciones contribuyen a desarrollar sentimientos de seguridad y estabilidad, ambas han sufrido con la pandemia.
El panadero pompeyano que escogió colocar esa placa en su lugar de trabajo probablemente hubiera estado de acuerdo en que hay una relación significativa entre la felicidad, el trabajo y la fe.
Y, aunque no vivió una pandemia, o al menos no han encontrado constancia de ello, no era ajeno al estrés social... seguir leyendo aquí,... https://www.bbc.com/mundo/noticias-58483070
Como estudiosa del mundo clásico, no me parecen nada nuevas las discusiones sobre la felicidad que suelen darse en medio de crisis personales o sociales como la que vivimos.
Hic habitat felicitas o "Aquí mora la felicidad", proclama una inscripción hallada en una panadería de Pompeya, unos 2.000 años después de que su dueño viviera y probablemente muriera en la erupción del volcán Vesubio que destruyó la antigua ciudad romana en el año 79 d. C.
¿Qué significaba la felicidad para ese panadero pompeyano?
¿Y cómo puede ayudar la antigua idea romana de felicidad en nuestra búsqueda de lo mismo hoy?
Felicidad para mí, pero no para ti
Los romanos consideraban a Felicitas y a Fortuna, una palabra relacionada, diosas.
Ambas tenían templos en Roma en las que quienes buscaban sus favores depositaban ofrendas y hacían promesas.
Felicitas fue también retratada en monedas romanas desde el siglo I a. C. hasta el IV d. C., lo que indica su posible conexión con la prosperidad de las arcas del Estado.
Los emperadores romanos intentaron asimismo asociar su figura a la de estas diosas, como muestran algunas de las monedas que acuñaron.
"Felicitas Augusti" se leía, por ejemplo, en una moneda de oro del emperador Valeriano, iconografía que parece mostrar que era el hombre más feliz del Imperio y favorecido por las diosas.
Al invocar a Felicitas en su propia morada y negocio, el panadero pompeyano quizá estaba intentando atraerla, con la esperanza de que la bendición de la felicidad recaería sobre su vida y venta.
Pero esta idea del dinero y el poder como fuente de la felicidad encerraba una cruel ironía.
Felicitas y Felix fueron nombres habituales para esclavos de ambos sexos. Por ejemplo, Antonius Felix, gobernador de Judea en el siglo I d. C., era un antiguo esclavo.
No hay duda de que su suerte cambió. Mientras que Felicitas era el nombre de la esclava que fue martirizada junto a Perpetua en el año 203 d. C., hoy ambas adoradas como santas por el cristianismo.
Los romanos veían a los esclavos como prueba del estatus superior de sus dueños y como la encarnación de su felicidad.
Vista de esta manera, la felicidad parece un juego de suma cero, entrelazado con el poder y la dominación. La felicidad en el mundo romano tenía un precio y los esclavizados lo pagaban para entregar el don de la felicidad a sus dueños.
Baste decir que para los esclavizados, sea donde sea que habitara la felicidad, no era en el Imperio romano.
¿Dónde reside realmente la felicidad?
¿Es posible imaginar en la sociedad actual que la felicidad solo exista a costa de otro?
¿Dónde reside la felicidad, si los casos de depresión y otras enfermedades mentales aumentan y las jornadas de trabajo duran cada día más?
Durante las últimas dos décadas, los trabajadores de Estados Unidos han trabajado más y más horas.
Una encuesta de Gallup reveló el año pasado que el 44% de los empleados a jornada completa trabajaban más de 45 horas a la semana, mientras que un 17% llegaba o superaba las 60.
El resultado de esta cultura del exceso de trabajo es que la felicidad y el éxito realmente parece ser también una ecuación de suma cero.
Hay un coste, habitualmente humano, cuando el trabajo y la familia libran un tira y afloja por el tiempo y la atención en el que la felicidad es siempre la víctima.
Esto ya era así mucho antes de la pandemia de covid-19.
Los estudios sobre la felicidad se vuelven más populares en tiempos de alto estrés social.
Quizá no sea casualidad que el más longevo de ellos, el de la Universidad de Harvard, surgiera durante la Gran Depresión de la década de 1930.
En 1938, un grupo de investigadores midió la salud física y mental de 268 estudiantes y les siguieron el rastro a ellos y a sus descendientes durante 80 años.
¿Cuál fue su principal descubrimiento? "Las relaciones estrechas, más que el dinero o la fama, mantienen a la gente feliz a lo largo de sus vidas".
Esto incluye un matrimonio y una familia feliz, y una comunidad cercana de amigos.
Significativamente, las relaciones destacadas en el estudio son las basadas en el amor, el cuidado, y la igualdad, más que en el abuso y la explotación.
Igual que la Gran Depresión motivó el estudio de Harvard, la actual pandemia empujó al científico social Arthur Brooks a lanzar en abril de 2020 una columna semanal sobre la felicidad titulada "Cómo construir una vida".
En el primero de sus artículos, Brooks bucea en los estudios que la fe y trabajar con un sentido, además de las relaciones estrechas, pueden mejorar nuestra felicidad.
Encontrar la felicidad en el caos
Los consejos de Brooks se relacionan con los descubrimientos del "Informe mundial de la felicidad" de 2021, que detectan "alrededor de un 10% de aumento en el número de personas que dijeron haber estado preocupadas o tristes el día anterior".
La fe, encontrarle un sentido al trabajo y las relaciones contribuyen a desarrollar sentimientos de seguridad y estabilidad, ambas han sufrido con la pandemia.
El panadero pompeyano que escogió colocar esa placa en su lugar de trabajo probablemente hubiera estado de acuerdo en que hay una relación significativa entre la felicidad, el trabajo y la fe.
Y, aunque no vivió una pandemia, o al menos no han encontrado constancia de ello, no era ajeno al estrés social... seguir leyendo aquí,... https://www.bbc.com/mundo/noticias-58483070
miércoles, 30 de junio de 2021
¿Se puede aprender a ser feliz?
En el hemisferio norte, los días del final de la primavera y comienzo del verano son considerados los más felices del año. Se habla, incluso, del "Yellow Day" para referirse al 20 de junio.
Al contrario, el "Blue Monday" —tercer lunes de enero, pleno invierno—se le llama el "más triste del año".
El secreto de la felicidad de Matthieu Ricard, "el hombre más feliz del mundo" Pero lo cierto es que estos días de "felicidad" y "tristeza" dejan de lado los componentes más importantes para cuantificar estos estados: los mecanismos internos y subjetivos de las personas.
¿Se puede ayudar a las personas a aumentar su felicidad? ¿Cómo se podría fomentar el bienestar subjetivo? ¿Por qué los hallazgos sugieren que los programas de entrenamiento mental ayudan a mejorar el bienestar psicológico?
En definitiva, ¿es la felicidad modulable y entrenable?
¿Qué sabe la ciencia sobre la felicidad?
Un artículo publicado en la revista Frontiers in Psychology evaluó el bienestar subjetivo analizando la efectividad del entrenamiento mental para ayudar a desarrollar nuevas formas de nutrir nuestra propia felicidad.
La sensación de felicidad se ha conceptualizado como el bienestar experimentado por las personas, tanto en pensamientos como en sentimientos.
Desde los primeros estudios, el bienestar subjetivo se ha definido como la forma en que los individuos experimentan la calidad de su vida en tres aspectos mentales diferentes. Eso sí, interrelacionados.
Estos son: el afecto negativo poco frecuente, el afecto positivo frecuente y las evaluaciones cognitivas de satisfacción con la vida en varios dominios (salud física, relaciones y trabajo).
Concepción hedonista
Se ha llevado a cabo un creciente cuerpo de investigación con el objetivo de identificar los factores que afectan a la felicidad, operacionalizados como el bienestar subjetivo.
Aunque la definición de felicidad tiene una larga historia y se remonta a argumentos filosóficos y a la búsqueda de la sabiduría práctica, en los tiempos modernos se ha equiparado al hedonismo.
El hedonismo se basa en el logro del placer inmediato, en la ausencia de afecto negativo y en un alto grado de satisfacción con la propia vida.
No obstante, los expertos actualmente argumentan que el auténtico bienestar subjetivo va más allá de esta visión limitada y apoyan una interpretación de la felicidad como un esfuerzo eudemónico.
Hoy en día, varios académicos sostienen que los altos niveles de bienestar subjetivo dependen de una perspectiva multidimensional que abarca componentes tanto hedónicos como eudemónicos.
La definición de felicidad se ha equiparado con el hedonismo.
Desde este punto de vista los individuos parecen centrarse más en el funcionamiento psicológico óptimo, en vivir una vida profundamente satisfactoria y actualizar su propio potencial, crecimiento personal y sentido de autonomía.
Felicidad modulable y entrenable
En psicología, esta postura se apoya en la teoría de la motivación humana de Maslow.
El programa mencionado para entrenar el bienestar subjetivo fue, esencialmente, un entrenamiento informado y suave de la mente, y en particular de las emociones.
Estuvo basado en el principio de que el bienestar individual está indisolublemente ligado al desarrollo de las virtudes y fortalezas humanas internas.
Como el equilibrio emocional, el yo interno, conciencia, una actitud abierta y solidaria hacia uno mismo y los demás.
Todo ello dota a la persona de una claridad mental que puede fomentar una comprensión más profunda de la propia realidad y la de los demás.
La felicidad es entrenable.
Hasta la fecha, la evidencia sugiere que la felicidad es, en cierta medida, modulable y entrenable.
Por lo tanto, las estrategias cognitivas y conductuales simples que los individuos eligen en sus vidas podrían mejorar la felicidad, más que las condiciones externas y ambientales que proponen el Yellow day.
No todo serán estímulos positivos
Pero, ¿por qué no nos preguntamos lo inverso? ¿Por qué nos entrenamos día a día, sin saberlo, para no ser felices?
La concepción exclusivamente hedonista y externa de la felicidad ha calado en nuestros cerebros sobrestimulados de noticias.
Consejos, novedades y una infinidad de material disponible para ser consumido. Sin elegirlo, sin pedirlo o sin saber por qué y para qué.
Con nuestros cerebros raptados por los input de información externa, buscamos el cero afecto negativo.
Es una objetivo sumamente difícil de alcanzar. Al final, para sobrevivir y adaptarse a la naturaleza humana, existe un gran volumen de emociones displacenteras necesarias que deben ser experimentadas. El afecto negativo forma parte de nuestro día a día.
Para conseguir el bienestar, no debemos poner el foco solo en los externo.
Otra condición que buscamos con demasiada intensidad, duración y frecuencia es el hedonismo.
Obviamos como la habituación disminuirá y cambiará lo hedónico y cómo, para resistirnos a ello, aumentaremos lo deleitable hasta cotas tan altas que serán incompatibles con las demás demandas.
Estado interno
En definitiva, para conseguir un mejor bienestar subjetivo (o felicidad) no debemos poner el foco solo en lo externo.
Saber qué hay que entrenar para conseguir un mejor estado interno está cada vez más cerca.
Los resultados de las investigaciones en psicología muestran que nuestro cerebro podrá adaptarse. Pero, ¿le conviene a la industria que esto suceda? Y lo más importante, ¿queremos que pase?
Los beneficios de los programas deentrenamiento mental contemplativo para mejorar nuestro estado subjetivo de felicidad hablan por si solos.
Eso sí, el desconocimiento general de la población sobre estos programas y medidas hace que sean mirados con desconfianza e incredulidad.
La divulgación de artículos científicos específicos sobre el bienestar subjetivo debe ser un eje central para romper los parapetos que la sociedad tiene sobre la felicidad.
No olvidemos que la humanidad se compone de personas que no cesan, ni han cesado, de buscarla.
*Fátima Servián Franco es psicóloga general sanitaria y directora del Centro de Psicología RNCR y PDI en la Universidad Internacional de Valencia. Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.
sábado, 28 de noviembre de 2020
_- Día Internacional de la Felicidad: 5 ejercicios para ser más feliz según Laurie Santos, la profesora que da el curso más popular en la historia de la Universidad de Yale
_- Alcanzar la felicidad no es algo que ocurre solo, hace falta practicar.
"La ciencia nos ha mostrado que ser feliz requiere un esfuerzo intencional", dice la psicóloga Laurie Santos.
"No es fácil, hay que dedicarle tiempo", asegura en conversación con BBC Mundo.
Santos es profesora de la Universidad de Yale en New Haven, Estados Unidos, donde imparte el curso "Psicología y Buena Vida".
"No es fácil, hay que dedicarle tiempo", asegura en conversación con BBC Mundo.
Santos es profesora de la Universidad de Yale en New Haven, Estados Unidos, donde imparte el curso "Psicología y Buena Vida".
Laurie Santos (Foto: Schirin Rangnick / Universidad de Yale)
Pie de foto,
Laurie Santos es la profesora de la exitosa materia Psicología y Buena Vida. Con más de 1.200 alumnos inscritos, su clase se convirtió en la más popular en los tres siglos de historia de Yale.
Santos basa su curso en la psicología positiva, que es el área de la psicología que estudia la felicidad.
"La psicóloga Sonja Lyubomirsky compara ser feliz con aprender a tocar el violín o convertirse en una estrella de fútbol", dice Santos. "No es algo que simplemente puedas hacer, tienes que practicar para ser cada vez mejor".
En base a esas premisas, Santos les enseña a sus alumnos a "hackearse", es decir, a reprogramar sus hábitos para que sean más felices y saludables. "Ser feliz no es fácil, hay que dedicarle tiempo", dice Laurie Santos
Estas son algunas de las tareas que tienen que cumplir los alumnos de Santos para tratar de ser más felices:
Santos recomienda pasar más tiempo con los amigos y la familia
"Muchas veces relacionamos la riqueza con la cantidad de dinero que tenemos", explica Santos, "pero las investigaciones han mostrado que está relacionada más con cuánto tiempo tienes".
"Si estás sacrificando tu tiempo para trabajar más y ganar más dinero, eso no es un buen comportamiento. Sería mejor aumentar la cantidad de tiempo libre que tienes".
Santos basa su curso en la psicología positiva, que es el área de la psicología que estudia la felicidad.
"La psicóloga Sonja Lyubomirsky compara ser feliz con aprender a tocar el violín o convertirse en una estrella de fútbol", dice Santos. "No es algo que simplemente puedas hacer, tienes que practicar para ser cada vez mejor".
En base a esas premisas, Santos les enseña a sus alumnos a "hackearse", es decir, a reprogramar sus hábitos para que sean más felices y saludables. "Ser feliz no es fácil, hay que dedicarle tiempo", dice Laurie Santos
Estas son algunas de las tareas que tienen que cumplir los alumnos de Santos para tratar de ser más felices:
1. La lista de la gratitud
Durante una semana, cada noche los estudiantes deben escribir las cosas por las cuales se sienten agradecidos.
Así crean su propia lista de gratitud.
"Suena bastante simple pero hemos visto que quienes hacen este ejercicio de manera regular tienden a ser más felices", dice Santos.
Así crean su propia lista de gratitud.
"Suena bastante simple pero hemos visto que quienes hacen este ejercicio de manera regular tienden a ser más felices", dice Santos.
2. Dormir más y mejor
A los alumnos de Santos les cuesta trabajo dormir 8 horas diarias.
Según Santos, este ejercicio les resulta bastante difícil a sus estudiantes, pues en Yale deben cumplir con una gran carga de tareas.
El reto consiste en dormir 8 horas cada noche durante una semana.
"Parece tonto, pero sabemos que aumentar el sueño disminuye la depresión y aumenta la actitud positiva", dice Santos.
Según Santos, este ejercicio les resulta bastante difícil a sus estudiantes, pues en Yale deben cumplir con una gran carga de tareas.
El reto consiste en dormir 8 horas cada noche durante una semana.
"Parece tonto, pero sabemos que aumentar el sueño disminuye la depresión y aumenta la actitud positiva", dice Santos.
3. Meditar
La tarea consiste en meditar 10 minutos cada día.
Santos explica que los estudios muestran que la meditación y otras prácticas que aumentan la atención plena, les pueden ayudar a ser más felices.
Santos explica que los estudios muestran que la meditación y otras prácticas que aumentan la atención plena, les pueden ayudar a ser más felices.
4. Más tiempo para compartir con la familia y los amigos
Santos también menciona que las investigaciones han mostrado que las cosas que normalmente traen felicidad tienen que ver con las relaciones interpersonales y las conexiones sociales.
"Tener tiempo para estar con tus amigos y tu familia, disfrutar el momento, ser consciente y experimentar el mundo", enumera.
"Tener tiempo para estar con tus amigos y tu familia, disfrutar el momento, ser consciente y experimentar el mundo", enumera.
"Muchas veces relacionamos la riqueza con la cantidad de dinero que tenemos", explica Santos, "pero las investigaciones han mostrado que está relacionada más con cuánto tiempo tienes".
"Si estás sacrificando tu tiempo para trabajar más y ganar más dinero, eso no es un buen comportamiento. Sería mejor aumentar la cantidad de tiempo libre que tienes".
5. Menos redes sociales y más conexiones reales
Para Santos, también es importante no dejarse engañar por las sensaciones de satisfacción que ofrecen las redes sociales.
"Las redes sociales no nos están haciendo tan felices como nosotros creemos", dice la psicóloga Santos
"Las investigaciones nos muestran que la gente que más usan redes como Instagram, tiende a ser menos feliz que aquellos que las usan menos. Esto significa que estas redes sociales no nos están haciendo tan felices como nosotros creemos".
"Hay que desconectarse de las redes sociales y dormir un poco más".
"Las redes sociales no nos están haciendo tan felices como nosotros creemos", dice la psicóloga Santos
"Las investigaciones nos muestran que la gente que más usan redes como Instagram, tiende a ser menos feliz que aquellos que las usan menos. Esto significa que estas redes sociales no nos están haciendo tan felices como nosotros creemos".
"Hay que desconectarse de las redes sociales y dormir un poco más".
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viernes, 13 de marzo de 2020
Educar para la felicidad.
En muchos Proyectos Educativos de Centro (PEC) he visto la formulación de objetivos diversos que la institución escolar pretende que alcancen los alumnos: que sean críticos, solidarios, participativos, honestos, creativos… En pocos he visto el objetivo de que sean felices.
Sí lo he visto en algunos proyectos ambiciosos como en la pedagogía Montessori, en la escuela creada por Alexander Neill en Summerhill y en algunas escuelas innovadoras… No es que sea uno de los objetivos entre muchos otros, es que es el objetivo fundamental de esos proyectos, casi el único, el que los resume todos. Que los alumnos y las alumnas sean felices es la pretensión fundamental.
El método Montessori es uno de los métodos más efectivos para la enseñanza respetuosa del libre desarrollo integral que genera felicidad en los niños y en las niñas. Su enfoque principal es desarrollar las potencialidades a través de la interacción con un ambiente adaptado a las necesidades del niño y de la niña, con materiales específicos que desarrollen en ellos y en ellas independencia y autocuidado.
La pedagogía Montessori plantea cinco caminos para educar niños y niñas felices:
Procurar que tengan una progresiva autonomía y que se valgan por sí mismos. Todo lo que puedan hacer por si mismos, no se lo tienen que hacer los adultos.
Crear un ambiente respetuoso en el que se sientan escuchados, comprendidos y atendidos, en el que sus ideas sean tenidas en cuenta, en el que siempre se les hable con respeto y con afecto.
Permitirles reparar los errores que cometan. No condenarles por ellos, aceptar que se equivoquen sin destruir su autoconcepto. Se puede analizar con ellos por qué se ha producido el error y cómo se puede reparar sin perder la mínima confianza en sí mismos.
Reconocer los esfuerzos que realicen. Eso ayuda a mejorar la confianza en sí mismos, la independencia y la autoestima. Felicitarles por las cosas que hacen bien, subrayar los aciertos y los logros que consigan.
Poner límites claros que puedan cumplir fácilmente. Establecer rutinas que les den seguridad en los comportamientos que tienen. Ese hecho les permitirá comprobar que hacen bien las cosas.
No hay señal más clara de inteligencia que desarrollar la capacidad de ser felices y de ser buenas personas. ¿De qué sirve ganar dinero, tener poder, adquirir conocimientos o instalarse en la fama si somos desgraciados, si acabamos siendo infelices? La inteligencia fracasa cuando somos desdichados, dice José Antonio Marina en su libro “La inteligencia fracasada”.
No es fácil definir lo que es felicidad. Sí podemos decir que es un término que va asociado con el de bienestar, con el de alegría y con el de paz interior. La felicidad es un anhelo de todo ser humano. ¿Por qué no proponérnoslo en las escuelas?
Lo primero que debería conseguir una institución educativa es la desaparición del dolor injusto y cruel que produce el bullying. He visto hace unos días en la televisión la imagen desgarradora de un niño de cuatro o cinco años que lloraba angustiosamente y decía que se quería morir por el sufrimiento que le causaban los golpes, las burlas y los desprecios que recibía en su escuela. ¿Quién no recuerda el suicidio de Diego? ¿Quién no recuerda el caso de la adolescente que se suicida en la novela “Por trece razones”?
En segundo lugar, habría que evitar el dolor que causa el desprecio, la humillación y la descalificación que algunos profesores y profesoras causan a sus alumnos y alumnas por considerarlos incapaces de aprender, incapaces de hacer algo en la vida. Pronostican sobre ellos la inutilidad y el fracaso: “Tú no llegarás”, “tú no podrás”, “tú no serás”, ”tú no harás nada”…
En tercer lugar es preciso eliminar el aburrimiento, el tedio, la falta de estímulos para que se produzca un aprendizaje significativo y relevante. Aprender es apasionante. La escuela no debe convertir el trabajo en una tortura. Ya sé que hace falta esfuerzo, perseverancia y aplicación. Se hacen más fácilmente esfuerzos cuando aquello que se pretende conseguir merece la pena ser alcanzado, cuando la forma de buscarlo es agradable y estimulante.
En cuarto lugar es conveniente evitar las comparaciones frustrantes, las clasificaciones inhibidoras, las actitudes competitivas que abocan al fracaso. ¿Por qué no buscar que cada uno sea el mejor de sí mismo?
En quinto lugar, es necesario evitar el desamor, la frialdad, el trato de las personas como si fueran máquinas que aprenden, que nunca se averían y que ni sienten ni padecen. Cosificar a los alumnos y a las alumnas convirtiéndolos en un simple número genera infelicidad.
Buscar la felicidad de los alumnos no quiere decir que se les evite la exigencia, el esfuerzo, el buen comportamiento y el compromiso con un proyecto educativo. Los alumnos no solo tienen que exigirle a la escuela que les dé todo lo que tiene que darles sino que tienen que pensar en todo lo que ellos tienen que dar a su escuela para que sea mejor. Porque no solo tienen derechos, tienen también obligaciones.
La felicidad no consiste en la evitación de cualquier tipo de frustración y de sacrificio. Porque la vida los exige y hay que preparar para la vida. Lo que rompe la felicidad no es el esfuerzo sino el aburrimiento, la tristeza y el desamor
Creo que se puede afirmar sin riesgo de equivocarse que las actitudes positivas favorecen el trabajo eficaz y permiten alcanzar mejores resultados. La felicidad conduce al éxito. Se han hecho numerosos estudios al respecto. Desde una actitud positiva se consiguen más fácilmente los objetivos pretendidos.
Proyectarse a partir de buenas experiencias, como la gratitud, el disfrute de cada momento y la amabilidad o el buen corazón, nutre el crecimiento personal de los alumnos en cuanto a la capacidad para seleccionar lo bueno en sus vidas. Después aprenden que compartir esas historias los ayuda a encontrar emociones positivas.
Nada hay más eficaz para el aprendizaje de la felicidad que ser felices. Creo que los alumnos tienen que sentirse felices en la escuela. Porque aprenden, porque conviven, porque son respetados y queridos.
No es fácil conseguir ese estado de felicidad en el alumnado si los docentes se sienten frustrados, desencantados, entristecidos y amargados en el desempeño de su función educadora. Es imposible que profesores infelices puedan formar personas dichosas. Porque nadie da lo que no tiene.
Cuando se plantean estas cuestiones se suele pensar que solo son válidas y eficaces en la infancia. Pienso, por el contrario, que son necesarias y aplicables en todas las etapas del sistema educativo. Siempre me ha parecido perniciosa la erosión que sufre el sistema educativo a medida que se avanza en las diferentes etapas: se empobrece el clima afectivo, se rompe la diversificación y el colorido de los espacios, desaparece el juego y la diversión, se pierde la espontaneidad y se hace más rígida la norma.
¿Por qué no ir progresando en lugar de ir deteriorando el ambiente de aprendizaje? ¿Por qué no ir perfeccionando el clima, mejorando las actitudes, enriqueciendo los espacios y profundizando las relaciones para sentirnos felices haciendo algo tan importante como es transformar la sociedad a través de la formación de ciudadanos y ciudadanas inteligentes, críticos, solidarios y compasivos?
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/02/29/educar-para-la-felicidad/
Sí lo he visto en algunos proyectos ambiciosos como en la pedagogía Montessori, en la escuela creada por Alexander Neill en Summerhill y en algunas escuelas innovadoras… No es que sea uno de los objetivos entre muchos otros, es que es el objetivo fundamental de esos proyectos, casi el único, el que los resume todos. Que los alumnos y las alumnas sean felices es la pretensión fundamental.
El método Montessori es uno de los métodos más efectivos para la enseñanza respetuosa del libre desarrollo integral que genera felicidad en los niños y en las niñas. Su enfoque principal es desarrollar las potencialidades a través de la interacción con un ambiente adaptado a las necesidades del niño y de la niña, con materiales específicos que desarrollen en ellos y en ellas independencia y autocuidado.
La pedagogía Montessori plantea cinco caminos para educar niños y niñas felices:
Procurar que tengan una progresiva autonomía y que se valgan por sí mismos. Todo lo que puedan hacer por si mismos, no se lo tienen que hacer los adultos.
Crear un ambiente respetuoso en el que se sientan escuchados, comprendidos y atendidos, en el que sus ideas sean tenidas en cuenta, en el que siempre se les hable con respeto y con afecto.
Permitirles reparar los errores que cometan. No condenarles por ellos, aceptar que se equivoquen sin destruir su autoconcepto. Se puede analizar con ellos por qué se ha producido el error y cómo se puede reparar sin perder la mínima confianza en sí mismos.
Reconocer los esfuerzos que realicen. Eso ayuda a mejorar la confianza en sí mismos, la independencia y la autoestima. Felicitarles por las cosas que hacen bien, subrayar los aciertos y los logros que consigan.
Poner límites claros que puedan cumplir fácilmente. Establecer rutinas que les den seguridad en los comportamientos que tienen. Ese hecho les permitirá comprobar que hacen bien las cosas.
No hay señal más clara de inteligencia que desarrollar la capacidad de ser felices y de ser buenas personas. ¿De qué sirve ganar dinero, tener poder, adquirir conocimientos o instalarse en la fama si somos desgraciados, si acabamos siendo infelices? La inteligencia fracasa cuando somos desdichados, dice José Antonio Marina en su libro “La inteligencia fracasada”.
No es fácil definir lo que es felicidad. Sí podemos decir que es un término que va asociado con el de bienestar, con el de alegría y con el de paz interior. La felicidad es un anhelo de todo ser humano. ¿Por qué no proponérnoslo en las escuelas?
Lo primero que debería conseguir una institución educativa es la desaparición del dolor injusto y cruel que produce el bullying. He visto hace unos días en la televisión la imagen desgarradora de un niño de cuatro o cinco años que lloraba angustiosamente y decía que se quería morir por el sufrimiento que le causaban los golpes, las burlas y los desprecios que recibía en su escuela. ¿Quién no recuerda el suicidio de Diego? ¿Quién no recuerda el caso de la adolescente que se suicida en la novela “Por trece razones”?
En segundo lugar, habría que evitar el dolor que causa el desprecio, la humillación y la descalificación que algunos profesores y profesoras causan a sus alumnos y alumnas por considerarlos incapaces de aprender, incapaces de hacer algo en la vida. Pronostican sobre ellos la inutilidad y el fracaso: “Tú no llegarás”, “tú no podrás”, “tú no serás”, ”tú no harás nada”…
En tercer lugar es preciso eliminar el aburrimiento, el tedio, la falta de estímulos para que se produzca un aprendizaje significativo y relevante. Aprender es apasionante. La escuela no debe convertir el trabajo en una tortura. Ya sé que hace falta esfuerzo, perseverancia y aplicación. Se hacen más fácilmente esfuerzos cuando aquello que se pretende conseguir merece la pena ser alcanzado, cuando la forma de buscarlo es agradable y estimulante.
En cuarto lugar es conveniente evitar las comparaciones frustrantes, las clasificaciones inhibidoras, las actitudes competitivas que abocan al fracaso. ¿Por qué no buscar que cada uno sea el mejor de sí mismo?
En quinto lugar, es necesario evitar el desamor, la frialdad, el trato de las personas como si fueran máquinas que aprenden, que nunca se averían y que ni sienten ni padecen. Cosificar a los alumnos y a las alumnas convirtiéndolos en un simple número genera infelicidad.
Buscar la felicidad de los alumnos no quiere decir que se les evite la exigencia, el esfuerzo, el buen comportamiento y el compromiso con un proyecto educativo. Los alumnos no solo tienen que exigirle a la escuela que les dé todo lo que tiene que darles sino que tienen que pensar en todo lo que ellos tienen que dar a su escuela para que sea mejor. Porque no solo tienen derechos, tienen también obligaciones.
La felicidad no consiste en la evitación de cualquier tipo de frustración y de sacrificio. Porque la vida los exige y hay que preparar para la vida. Lo que rompe la felicidad no es el esfuerzo sino el aburrimiento, la tristeza y el desamor
Creo que se puede afirmar sin riesgo de equivocarse que las actitudes positivas favorecen el trabajo eficaz y permiten alcanzar mejores resultados. La felicidad conduce al éxito. Se han hecho numerosos estudios al respecto. Desde una actitud positiva se consiguen más fácilmente los objetivos pretendidos.
Proyectarse a partir de buenas experiencias, como la gratitud, el disfrute de cada momento y la amabilidad o el buen corazón, nutre el crecimiento personal de los alumnos en cuanto a la capacidad para seleccionar lo bueno en sus vidas. Después aprenden que compartir esas historias los ayuda a encontrar emociones positivas.
Nada hay más eficaz para el aprendizaje de la felicidad que ser felices. Creo que los alumnos tienen que sentirse felices en la escuela. Porque aprenden, porque conviven, porque son respetados y queridos.
No es fácil conseguir ese estado de felicidad en el alumnado si los docentes se sienten frustrados, desencantados, entristecidos y amargados en el desempeño de su función educadora. Es imposible que profesores infelices puedan formar personas dichosas. Porque nadie da lo que no tiene.
Cuando se plantean estas cuestiones se suele pensar que solo son válidas y eficaces en la infancia. Pienso, por el contrario, que son necesarias y aplicables en todas las etapas del sistema educativo. Siempre me ha parecido perniciosa la erosión que sufre el sistema educativo a medida que se avanza en las diferentes etapas: se empobrece el clima afectivo, se rompe la diversificación y el colorido de los espacios, desaparece el juego y la diversión, se pierde la espontaneidad y se hace más rígida la norma.
¿Por qué no ir progresando en lugar de ir deteriorando el ambiente de aprendizaje? ¿Por qué no ir perfeccionando el clima, mejorando las actitudes, enriqueciendo los espacios y profundizando las relaciones para sentirnos felices haciendo algo tan importante como es transformar la sociedad a través de la formación de ciudadanos y ciudadanas inteligentes, críticos, solidarios y compasivos?
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/02/29/educar-para-la-felicidad/
miércoles, 25 de diciembre de 2019
Las seis necesidades que tenemos (y dos de ellas nos hacen realmente felices) Los expertos distinguen dos categorías: las básicas y las superiores. Las últimas se activan dependiendo de nuestra edad, nuestros recursos y nuestra forma de ser.
Los expertos distinguen dos categorías: las básicas y las superiores. Las últimas se activan dependiendo de nuestra edad, nuestros recursos y nuestra forma de ser.
El ser humano ha buscado su felicidad desde tiempos inmemoriales. Lo ha hecho de diferentes maneras, tratando siempre de satisfacer sus necesidades, pero la respuesta sigue siendo un misterio. Propongo un ejercicio al lector: preguntarnos qué es lo que nos mueve en la vida. Para algunos, la respuesta será completar una intensa agenda que le evite sentirse solos; para otros, consistirá en conseguir la estabilidad en el trabajo. Cualquier opción responde a nuestras necesidades de fondo. Es interesante conocerlas para que nos ayuden a entender por qué hacemos lo que hacemos y por qué no siempre nos sentimos felices. Una situación que nos lleva a aguantar en una relación de pareja o a sufrir porque alguien no nos responde como esperamos.
Los psicólogos llevan más de un siglo analizando qué nos mueve en nuestra búsqueda de la felicidad. Han propuesto diversas teorías. Una de las más sencillas es la que sugieren Anthony Robbins y Cloé Madanes, que distinguen seis necesidades agrupadas en dos tipos. A las cuatro primeras las consideraron básicas. A las otras dos, superiores. Estas últimas se activan dependiendo de nuestra edad, de nuestros recursos y de nuestra forma de ser. Veamos cuáles son esas necesidades:
—Seguridad. Necesitamos sentirnos protegidos, cómodos e incluso controlar todo aquello que nos rodea. Es una sensación que compartimos con otros mamíferos. El grado de preocupación por estas cuestiones depende de cómo seamos. Unas personas tienen un nivel de exigencia menor y a otras les molesta cualquier cosa que se escape al mundo que conoce. Aquí podemos incluir a las personas quisquillosas o a aquellas que son muy controladoras y que intentan sentirse seguras a toda costa.
—Variedad. La curiosidad es innata al ser humano. Hacer siempre lo mismo, llevar la misma ropa o comer lo mismo nos aburre profundamente. Por eso necesitamos romper nuestra monotonía. La búsqueda de la variedad está relacionada con disfrutar de todo aquello que nos resulta novedoso. Esta necesidad se opone a la necesidad de sentirnos seguros, aunque ambas pueden ser complementarias. Una vez más, dependiendo de cómo seamos, un cambio en la empresa nos puede llevar a emocionarnos (necesidad de variedad) o a agobiarnos (de seguridad).
—Relevancia. Todos necesitamos sentirnos importantes, únicos y especiales de alguna manera. Es una necesidad básica, pero, una vez más, el grado y la forma en la que la desarrollamos depende de cada uno de nosotros. Para algunas personas, la relevancia social supone una motivación de fondo para acaparar poder a cualquier precio, aunque para ello tenga que pisar a todo aquel que se ponga en su camino. Otros, en cambio, utilizan esta necesidad para alcanzar logros que beneficien a los demás.
—Conexión. Las personas necesitamos sentirnos parte de un grupo, ya sea la familia, los amigos o un equipo de fútbol. Es una necesidad básica e íntima: la de pertenencia. La creación de lazos con otras personas es básica en los seres humanos. Esta necesidad es opuesta a la de relevancia. Esta dualidad es el motivo por el que muchas personas, cuando son ascendidas en su trabajo, se enfrentan a un conflicto: asumir poder y dejar de formar parte del grupo.
—Desarrollo. Hay quienes luchan por un determinado puesto o por tener cierta situación financiera, pero, cuando lo alcanzan, se dan cuenta de que no les satisface tanto como esperaban. Esto sucede porque no se cumple alguna de las dos necesidades superiores, como el desarrollo o la contribución, que veremos a continuación. El desarrollo no nos hace sentirnos importantes, sino que nos ayuda a progresar, a aprender continuamente y a crecer tanto a título personal como emocional.
—Contribución. La última necesidad es la de ayudar. Servir o facilitar que otros se desarrollen. Es la motivación más elevada y responde a la necesidad de contribuir a una causa positiva para terceros. Este punto puede vislumbrarse de formas muy diversas: podemos contribuir como padre o como madre; dedicarnos a la enseñanza para ayudar a los demás; liderar un grupo de personas para que desarrollen todo su potencial; defender un legado o buscar la trascendencia en la conexión con la naturaleza.
La conclusión de Robbins y Madanes es clara: todos, en algún momento, buscamos las cuatro primeras necesidades. Sin embargo, solo las dos últimas, denominadas superiores, nos ayudan a alcanzar la felicidad. Una situación que se traslada también a los jefes y a los líderes, que solo crearán contextos para desarrollar sus equipos y contribuir a una causa superior en la medida en que dediquen su energía a las necesidades superiores, las de desarrollo y contribución. Y si piensas en ti, ¿qué es lo que realmente te mueve?
https://elpais.com/elpais/2019/10/14/laboratorio_de_felicidad/1571037868_050108.html
El ser humano ha buscado su felicidad desde tiempos inmemoriales. Lo ha hecho de diferentes maneras, tratando siempre de satisfacer sus necesidades, pero la respuesta sigue siendo un misterio. Propongo un ejercicio al lector: preguntarnos qué es lo que nos mueve en la vida. Para algunos, la respuesta será completar una intensa agenda que le evite sentirse solos; para otros, consistirá en conseguir la estabilidad en el trabajo. Cualquier opción responde a nuestras necesidades de fondo. Es interesante conocerlas para que nos ayuden a entender por qué hacemos lo que hacemos y por qué no siempre nos sentimos felices. Una situación que nos lleva a aguantar en una relación de pareja o a sufrir porque alguien no nos responde como esperamos.
Los psicólogos llevan más de un siglo analizando qué nos mueve en nuestra búsqueda de la felicidad. Han propuesto diversas teorías. Una de las más sencillas es la que sugieren Anthony Robbins y Cloé Madanes, que distinguen seis necesidades agrupadas en dos tipos. A las cuatro primeras las consideraron básicas. A las otras dos, superiores. Estas últimas se activan dependiendo de nuestra edad, de nuestros recursos y de nuestra forma de ser. Veamos cuáles son esas necesidades:
—Seguridad. Necesitamos sentirnos protegidos, cómodos e incluso controlar todo aquello que nos rodea. Es una sensación que compartimos con otros mamíferos. El grado de preocupación por estas cuestiones depende de cómo seamos. Unas personas tienen un nivel de exigencia menor y a otras les molesta cualquier cosa que se escape al mundo que conoce. Aquí podemos incluir a las personas quisquillosas o a aquellas que son muy controladoras y que intentan sentirse seguras a toda costa.
—Variedad. La curiosidad es innata al ser humano. Hacer siempre lo mismo, llevar la misma ropa o comer lo mismo nos aburre profundamente. Por eso necesitamos romper nuestra monotonía. La búsqueda de la variedad está relacionada con disfrutar de todo aquello que nos resulta novedoso. Esta necesidad se opone a la necesidad de sentirnos seguros, aunque ambas pueden ser complementarias. Una vez más, dependiendo de cómo seamos, un cambio en la empresa nos puede llevar a emocionarnos (necesidad de variedad) o a agobiarnos (de seguridad).
—Relevancia. Todos necesitamos sentirnos importantes, únicos y especiales de alguna manera. Es una necesidad básica, pero, una vez más, el grado y la forma en la que la desarrollamos depende de cada uno de nosotros. Para algunas personas, la relevancia social supone una motivación de fondo para acaparar poder a cualquier precio, aunque para ello tenga que pisar a todo aquel que se ponga en su camino. Otros, en cambio, utilizan esta necesidad para alcanzar logros que beneficien a los demás.
—Conexión. Las personas necesitamos sentirnos parte de un grupo, ya sea la familia, los amigos o un equipo de fútbol. Es una necesidad básica e íntima: la de pertenencia. La creación de lazos con otras personas es básica en los seres humanos. Esta necesidad es opuesta a la de relevancia. Esta dualidad es el motivo por el que muchas personas, cuando son ascendidas en su trabajo, se enfrentan a un conflicto: asumir poder y dejar de formar parte del grupo.
—Desarrollo. Hay quienes luchan por un determinado puesto o por tener cierta situación financiera, pero, cuando lo alcanzan, se dan cuenta de que no les satisface tanto como esperaban. Esto sucede porque no se cumple alguna de las dos necesidades superiores, como el desarrollo o la contribución, que veremos a continuación. El desarrollo no nos hace sentirnos importantes, sino que nos ayuda a progresar, a aprender continuamente y a crecer tanto a título personal como emocional.
—Contribución. La última necesidad es la de ayudar. Servir o facilitar que otros se desarrollen. Es la motivación más elevada y responde a la necesidad de contribuir a una causa positiva para terceros. Este punto puede vislumbrarse de formas muy diversas: podemos contribuir como padre o como madre; dedicarnos a la enseñanza para ayudar a los demás; liderar un grupo de personas para que desarrollen todo su potencial; defender un legado o buscar la trascendencia en la conexión con la naturaleza.
La conclusión de Robbins y Madanes es clara: todos, en algún momento, buscamos las cuatro primeras necesidades. Sin embargo, solo las dos últimas, denominadas superiores, nos ayudan a alcanzar la felicidad. Una situación que se traslada también a los jefes y a los líderes, que solo crearán contextos para desarrollar sus equipos y contribuir a una causa superior en la medida en que dediquen su energía a las necesidades superiores, las de desarrollo y contribución. Y si piensas en ti, ¿qué es lo que realmente te mueve?
https://elpais.com/elpais/2019/10/14/laboratorio_de_felicidad/1571037868_050108.html
sábado, 29 de diciembre de 2018
El Programa de Vox
Desproteger a las vivas y utilizar a las muertas para conseguir nuevos votos. Así de sencillo. Ni más ni menos.
Ahora utiliza la equidistancia. Unos piensan así y otros de diferente forma. Los dos tiene sus razones...
O utiliza "la objetividad". Son iguales, unos tiene unas ideas y otros otras... Los dos tienen sus derechos.
O "la relatividad". Todo es relativo según se mire, unos ven las cosas de una manera y otros de otras... Ambos tienen razón, la verdad no es única, o la verdad absoluta no existe, o todo vale según su relato.
Y así podíamos seguir...
Como dice Chomsky, "la gente ya no cree en los hechos" se deja llevar por las emociones ... (Recuerda aquello de "la Inteligencia Emocional"?. A tí te gusta? Eres feliz con ello? Yo lo que quiero es que mi hijo sea feliz. Pues adelante... Y no te metas en más. Todo argumento en pocas palabras)
Todos son relatos, lo mismo una teoría científica que una leyenda de una tribu cualquiera para explicarse el mundo. No hay uno que sea más explicativo que el otro. La "pachamama" es tan válida como la astronomía... O la Astronomía como la Astrología,...
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domingo, 12 de noviembre de 2017
_- La teoría sobre la felicidad que Albert Einstein escribió en unas hojas sueltas, vendidas por US$1.500.000
_- Los consejos para tener una vida feliz que Albert Einstein escribió en dos breves notas en 1922 fueron vendidas este martes por US$1.560.000 en una casa de subastas de Jerusalén.
El Nobel alemán le entregó las notas en un hotel de Tokio a un mensajero porque no tenía dinero para darle propina.
Cuando el mensajero llegó a la habitación del hotel de la capital japonesa en que se alojaba Einstein para entregarle un paquete, este se percató de que no tenía efectivo con el que gratificarle.
En su lugar, le dio esos apuntes en unas notas sueltas, a los que añadió su firma. Le dijo que esas notas algún día tendrían valor.
Casi un siglo después, el presagio se probó cierto.
Por aquellas fechas, el científico acababa de recibir la noticia de que había sido premiado con el Nobel y se encontraba en Japón con motivo de un viaje académico.
La receta del sabio
Las escasas líneas que el padre de la teoría de la relatividad escribió sobre aquellas hojas con el membrete del Hotel Imperial de Tokio reflejan cómo veía él la vida y parecen encerrar alguna contradicción.
Para Einstein, pese a que se dedicó enteramente a la ciencia, cumplir un sueño largamente perseguido no necesariamente garantiza la felicidad.
En el texto en alemán puede leerse: "Una vida humilde y tranquila trae más felicidad que la persecución del éxito y la constante inquietud que implica".
Sin embargo, el tesón que caracterizó la obra investigadora del científico asoma en la segunda de las notas que escribió: "Donde hay una voluntad, hay un camino".
Rompió las expectativas
Esta última se vendió en la subasta por US$240.000.
Las ofertas ganadoras por las dos notas superaron todas las previsiones de los organizadores de la puja, que informaron de que el ganador fue un ciudadano europeo que pidió que se guardara su anonimato.
El vendedor es, según se informó, un sobrino de aquel mensajero para el que Einstein no tenía unas monedas de propina.
Muchos de sus colegas en el mundo científico tardaron en entender los cálculos de la teoría de la relatividad de Einstein.
Einstein es considerado uno de los padres de la física moderna por sus trascendentales descubrimientos sobre el comportamiento de la materia, la gravedad y el efecto fotoeléctrico.
Fallecido en 1955, se le tiene por uno de los más relevantes científicos de todos los tiempos.
BBC
El Nobel alemán le entregó las notas en un hotel de Tokio a un mensajero porque no tenía dinero para darle propina.
Cuando el mensajero llegó a la habitación del hotel de la capital japonesa en que se alojaba Einstein para entregarle un paquete, este se percató de que no tenía efectivo con el que gratificarle.
En su lugar, le dio esos apuntes en unas notas sueltas, a los que añadió su firma. Le dijo que esas notas algún día tendrían valor.
Casi un siglo después, el presagio se probó cierto.
Por aquellas fechas, el científico acababa de recibir la noticia de que había sido premiado con el Nobel y se encontraba en Japón con motivo de un viaje académico.
La receta del sabio
Las escasas líneas que el padre de la teoría de la relatividad escribió sobre aquellas hojas con el membrete del Hotel Imperial de Tokio reflejan cómo veía él la vida y parecen encerrar alguna contradicción.
Para Einstein, pese a que se dedicó enteramente a la ciencia, cumplir un sueño largamente perseguido no necesariamente garantiza la felicidad.
En el texto en alemán puede leerse: "Una vida humilde y tranquila trae más felicidad que la persecución del éxito y la constante inquietud que implica".
Sin embargo, el tesón que caracterizó la obra investigadora del científico asoma en la segunda de las notas que escribió: "Donde hay una voluntad, hay un camino".
Rompió las expectativas
Esta última se vendió en la subasta por US$240.000.
Las ofertas ganadoras por las dos notas superaron todas las previsiones de los organizadores de la puja, que informaron de que el ganador fue un ciudadano europeo que pidió que se guardara su anonimato.
El vendedor es, según se informó, un sobrino de aquel mensajero para el que Einstein no tenía unas monedas de propina.
Muchos de sus colegas en el mundo científico tardaron en entender los cálculos de la teoría de la relatividad de Einstein.
Einstein es considerado uno de los padres de la física moderna por sus trascendentales descubrimientos sobre el comportamiento de la materia, la gravedad y el efecto fotoeléctrico.
Fallecido en 1955, se le tiene por uno de los más relevantes científicos de todos los tiempos.
BBC
sábado, 7 de octubre de 2017
Arundhati Roy: “Sólo la ficción puede decir la verdad”. La autora de 'El dios de las pequeñas cosas' regresa a la novela tras 20 años de escribir ensayos críticos con 'El ministerio de la felicidad suprema'.
Un parlamentario del partido del gobierno en el poder propuso varias veces que se utilizara a la india Arundhati Roy como escudo humano para proteger vehículos del ejército indio en la zona rebelde de Cachemira por unas supuestas declaraciones de ella contra las fuerzas armadas; y frente a su casa en Nueva Delhi suele haber manifestaciones de fundamentalistas hindús. Ayer, por ejemplo, fue la encargada de abrir el ciclo de conferencias ¿Revolución o resistencia?, que organiza el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB)… Todo esto le ocurre a nada menos que a la autora de El dios de las pequeñas cosas (1997) porque tras el rotundo éxito de la novela (ocho millones de ejemplares en todo el mundo, 47 idiomas) ha escrito sólo comprometidos ensayos políticos, como El final de la imaginación, El álgebra de la justicia infinita, Retórica bélica o Espectros del capitalismo, entre otros, canjeándose una merecida fama de inteligente activista. Hasta “el milagro”, como lo define su editor español, Jorge Herralde, de que 20 años después regrese a la ficción con El ministerio de la felicidad suprema(Anagrama, en castellano y catalán). O quizá no sea sólo ficción. En cualquier caso, en la capital catalana, Roy ha podido reunir por unas horas ambas condiciones.
“No hay ningún manifiesto en la novela, pero tampoco tengo miedo a que se clasifique mi obra como política; como escritora entiendo que en una obra siempre ha de haber una perspectiva política detrás, aunque hoy parece que sólo ha de ofrecer entretenimiento... Pero para mí es importante el compromiso con el mundo en que vives”, apunta Roy (Shillong, 1959), contundente a pesar de ser de voz dulce y baja, menuda, pelo rizado y brillante en la aleta nasal.
Y es que buena parte de El ministerio de la felicidad suprema ocurre en la región de Cachemira que se disputan India y Pakistán desde 1947. Y bajo una triste historia de amor asoma la devastación económica que está generando el neocapitalismo, el trato que se dispensa a los musulmanes y cierto aire de fascismo que se vive en la India. El desencuentro de Roy con los líderes políticos de su país es notable. Pero ya viene de lejos, precisamente por el impacto de El dios de las pequeñas cosas, que ganó el Booker Prize. “Por la novela viajé por todo el mundo y coincidió con la llegada al poder de la extrema derecha, que querían que yo fuera el rostro internacional de la Nueva India, pero yo no quería ser la cara de un país que empezó con privatizaciones, la entrada masiva de multinacionales o las pruebas nucleares…”, rememora.
Su visión crítica se plasmó entonces en su ensayo El final de la imaginación, muy crítico con los cambios en el país. “Entonces empecé a notar la rabia del establishment y así pasé de pasar de nadar sobre las aguas del río a caminar por el lecho del mismo, pero no quiero ser la intérprete de lo que pasa entre Oriente y Occidente, quería estar en mi país para vivir intensamente lo que ocurre”.
En el fondo, el regreso de Roy a la narrativa es fruto de ese compromiso porque “sólo la ficción puede decir la verdad al ser un edificio por el que te puedes asomar por ventanas distintas”. Así, sobre Cachemira (“la región del mundo que debe tener una mayor ocupación militar: hay sólo por parte india, 500.000 soldados”), sostiene la escritora: “Podemos leer cientos de informes sobre muertos, torturados… sí, cifras, pero nada de cómo cambia la vida de las personas, desde los soldados a la gente de a pie; las noticias no llegan siempre a lo más espantoso”, dice, recordando que en la novela un oficial recompensa a los soldados en función del número de personas que mata. “Sólo la ficción puede hablar del terror verdadero, de la falta de conexión entre las castas, de cómo se celebra a veces la ocupación militar, del fundamentalismo económico enlazado con el fundamentalismo religioso”.
Roy admite que la resistencia a toda injusticia es compleja. “Estuve en Rusia con Edward Snowden [extrabajador de la CIA que filtró material clasificado] y me dijo que la central de inteligencia estaba entusiasmada con Facebook porque les facilitaba la información de cada uno de nosotros sin tener que buscarla… Sólo en la medida que seamos capaces de salir de la Red y su control podemos dejar de ser manipulados; sí las nuevas tecnologías ayudan a la gente a organizarse, pero el poder también sabe entonces a quién ha de ir a buscar… La Red es un cuchillo sin mango, corta por los dos lados”.
Roy llegó a Barcelona el pasado domingo y sabe de los incidentes ocurridos con el referéndum. “Siempre acabo en lugares donde se mezcla cultura, política e historia”, afirma, y si bien declinó comentar el conflicto entre Cataluña y España porque desconoce el tema, sí lanzó indirectamente algún símil a partir del de Cachemira. “Una intervención violenta siempre genera una resistencia mayor, la hace crecer y crea mártires que alimentarán el pulso; la fuerza, sola, nunca es una solución; pero tampoco solo hablar: a veces hablar es como ir hundiéndote en arenas movedizas, porque en las conversaciones hay muchos actores, falsos islamistas moderados, falsos moderados, y al final la sensación es que se está dentro de una residencia de locos”. ¿Y la resistencia? “También hay resistencias de varios tipos, la de los que se van a luchar a los bosques o la que puedan hacer los mismos escritores; en cualquier caso, ni es única ni tampoco es rápida”.
https://elpais.com/ccaa/2017/10/02/catalunya/1506971975_540167.html
“No hay ningún manifiesto en la novela, pero tampoco tengo miedo a que se clasifique mi obra como política; como escritora entiendo que en una obra siempre ha de haber una perspectiva política detrás, aunque hoy parece que sólo ha de ofrecer entretenimiento... Pero para mí es importante el compromiso con el mundo en que vives”, apunta Roy (Shillong, 1959), contundente a pesar de ser de voz dulce y baja, menuda, pelo rizado y brillante en la aleta nasal.
Y es que buena parte de El ministerio de la felicidad suprema ocurre en la región de Cachemira que se disputan India y Pakistán desde 1947. Y bajo una triste historia de amor asoma la devastación económica que está generando el neocapitalismo, el trato que se dispensa a los musulmanes y cierto aire de fascismo que se vive en la India. El desencuentro de Roy con los líderes políticos de su país es notable. Pero ya viene de lejos, precisamente por el impacto de El dios de las pequeñas cosas, que ganó el Booker Prize. “Por la novela viajé por todo el mundo y coincidió con la llegada al poder de la extrema derecha, que querían que yo fuera el rostro internacional de la Nueva India, pero yo no quería ser la cara de un país que empezó con privatizaciones, la entrada masiva de multinacionales o las pruebas nucleares…”, rememora.
Su visión crítica se plasmó entonces en su ensayo El final de la imaginación, muy crítico con los cambios en el país. “Entonces empecé a notar la rabia del establishment y así pasé de pasar de nadar sobre las aguas del río a caminar por el lecho del mismo, pero no quiero ser la intérprete de lo que pasa entre Oriente y Occidente, quería estar en mi país para vivir intensamente lo que ocurre”.
En el fondo, el regreso de Roy a la narrativa es fruto de ese compromiso porque “sólo la ficción puede decir la verdad al ser un edificio por el que te puedes asomar por ventanas distintas”. Así, sobre Cachemira (“la región del mundo que debe tener una mayor ocupación militar: hay sólo por parte india, 500.000 soldados”), sostiene la escritora: “Podemos leer cientos de informes sobre muertos, torturados… sí, cifras, pero nada de cómo cambia la vida de las personas, desde los soldados a la gente de a pie; las noticias no llegan siempre a lo más espantoso”, dice, recordando que en la novela un oficial recompensa a los soldados en función del número de personas que mata. “Sólo la ficción puede hablar del terror verdadero, de la falta de conexión entre las castas, de cómo se celebra a veces la ocupación militar, del fundamentalismo económico enlazado con el fundamentalismo religioso”.
Roy admite que la resistencia a toda injusticia es compleja. “Estuve en Rusia con Edward Snowden [extrabajador de la CIA que filtró material clasificado] y me dijo que la central de inteligencia estaba entusiasmada con Facebook porque les facilitaba la información de cada uno de nosotros sin tener que buscarla… Sólo en la medida que seamos capaces de salir de la Red y su control podemos dejar de ser manipulados; sí las nuevas tecnologías ayudan a la gente a organizarse, pero el poder también sabe entonces a quién ha de ir a buscar… La Red es un cuchillo sin mango, corta por los dos lados”.
Roy llegó a Barcelona el pasado domingo y sabe de los incidentes ocurridos con el referéndum. “Siempre acabo en lugares donde se mezcla cultura, política e historia”, afirma, y si bien declinó comentar el conflicto entre Cataluña y España porque desconoce el tema, sí lanzó indirectamente algún símil a partir del de Cachemira. “Una intervención violenta siempre genera una resistencia mayor, la hace crecer y crea mártires que alimentarán el pulso; la fuerza, sola, nunca es una solución; pero tampoco solo hablar: a veces hablar es como ir hundiéndote en arenas movedizas, porque en las conversaciones hay muchos actores, falsos islamistas moderados, falsos moderados, y al final la sensación es que se está dentro de una residencia de locos”. ¿Y la resistencia? “También hay resistencias de varios tipos, la de los que se van a luchar a los bosques o la que puedan hacer los mismos escritores; en cualquier caso, ni es única ni tampoco es rápida”.
https://elpais.com/ccaa/2017/10/02/catalunya/1506971975_540167.html
domingo, 10 de septiembre de 2017
_- Ni sonreír ni salir: esto es lo que necesita cuando está triste. Y que dejen de darle consejos sobre cómo superarlo
_- Si la vida le da limones, haga limonada. Muy bonito. Pero es que a usted no le gusta la limonada. Es ácida y le hace poner esa cara… picassiana. Pero mejor que no lo diga en alto, que no lo verbalice, porque todos le tacharán de pesimista. Dirán que es un flojo, que no sabe disfrutar. Así que toca seguir sonriendo. Porque, si sonríe a la vida, esta le devolverá una sonrisa. Porque, si se convence, todo irá bien. Porque, si puede soñarlo, puede hacerlo. Y demás. Ese es el camino a la felicidad. ¿Seguro? Docenas de estudios aseguran que no, que tan malo es dejarse arrastrar por la depresión y el abatimiento como evitar los problemas y sonreír sin ningún fundamento, creando así una tendencia contraria al optimismo mal entendido y defendiendo la necesidad de, por qué no, estar de morros de vez en cuando.
Una de las voces más decididas en la lucha contra el empacho de felicidad es la de la activista americana Bárbara Ehrenreich. En su libro “Sonríe o muere: La trampa del pensamiento positivo”, lanza su alternativa a lo que denomina una “realidad a medias”, esa caravana de mensajes ilusorios que la sociedad parece haber dado por buenos. Ehrenreich padeció un cáncer de mama y, durante su proceso de curación, comprobó cómo nadie le permitía sentirse asustada, preocupada. Y se plantó: ¿por qué no iba a tener miedo en una situación tan crucial? En sus tesis afirma lo que para ella resulta más lógico: mirar hacia otro lado no soluciona los problemas ni te hace sentir mejor, y solo aprendiendo a gestionar correctamente las emociones se puede vivir auténticamente conectado con los sentimientos y llevar una vida consecuente con aquello que está ocurriendo.
“Pretender que solo se experimenten emociones positivas es tan absurdo como imposible”, afirma Rosana Pereira, psicóloga del gabinete Haztúa y experta en Psicología positiva, que añade: “Es evidente que, ante una situación normal, es preferible ser optimista, pero las emociones mal llamadas negativas cumplen una función adaptativa que nos ayuda a sobrevivir”. Porque la ira, la tristeza, el estrés o el miedo son mecanismos que, bien gestionados, nos permiten adaptarnos a nuestra realidad y alumbrar soluciones o vías de escape. “Esto es así desde que el hombre es hombre: el cavernícola no trataba de dialogar con un guepardo ni hacía caso omiso cuando este iba a atacarle; simplemente, escapaba a toda prisa movido por el miedo a ser devorado”, constata Pereira.
Ahora bien, ese temor, enfado, agotamiento o frustración deben servir como motor de cambio, deben revelarse como el germen que dispare el pensamiento crítico y la búsqueda de alternativas. Negarlos fomenta únicamente la rigidez emocional y provoca además que quien se siente mal por una situación negativa sume un grado extra de malestar, al saberse incapaz de sonreír a la vida. Y más. Según Ángel Luis Sánchez, psicólogo y director del Instituto de Desarrollo, soslayar estas alertas es peligroso: “Un miedo no escuchado puede desembocar, con el tiempo, en ataques de pánico descontrolados, igual que una tristeza ignorada puede convertirse en depresión”.
Por eso, no deben ser obviadas, pero tampoco hay que permitir que dobleguen la voluntad. “Lo importante es que nadie se quede enganchado en el derrotismo y que entienda que todo lo que siente es una respuesta lógica a lo que le sucede”, continúa Pereira, estableciendo así la línea entre los fundamentos de la Psicología positiva y las frases categóricas de los gurús de la felicidad. Y define a la primera como un complemento de la Psicología tradicional, puesto que “no se queda únicamente en arreglar una situación de dolor emocional, sino que muestra las pautas para gestionar mejor esas emociones adaptativas negativas y enseña a afrontar los problemas y a lograr un mayor bienestar”.
Tampoco se le escapa que la Psicología positiva, en ocasiones, es vinculada a esas frases categóricas y al optimismo irresponsable y mal entendido. “Existe mucho intrusismo y los gurús hacen flaco favor a la Psicología. Cualquier sentencia contundente nos tiene que hacer sospechar; no hay que olvidar que la Psicología es de todo menos contundente”, porque habla y trabaja con personas, y cada una reacciona de una forma distinta. Y en esa línea caminan también otros estudios que señalan los peligros de una Psicología positiva mal aplicada.
La investigadora María Prieto-Ursúa, del departamento de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, habla de la tiranía de la actitud positiva. Explica que, efectivamente, en ocasiones es complicado sentirse feliz viendo el telediario, pero que prescindir de esa carga de sufrimiento nos aleja de la solidaridad, la sensibilidad y el ánimo por mejorar la situación. Y evidencia que muchos seguidores entusiastas de la Psicología positiva pueden haber malinterpretado su mensaje y haberlo llevado al extremo, a la “necesidad de mantener una actitud positiva o de optimismo en todas las circunstancias”.
Entonces, al mal tiempo, ¿solo buena cara?
No. Porque, así, será imposible afrontar lo que está ocurriendo y concentrarse en darle una solución. “Un optimismo excesivo puede llevar a que confiemos demasiado en el futuro y a que no pongamos lo suficiente de nuestra parte para que aquello que pretendemos termine por llegar”, confirma Ángel Luis Sánchez.
Así que, al próximo que le invite a mirar hacia otro lado y a sonreírle a la vida, quizá deba explicarle la utilidad de estar triste, enfadado, colérico, de atravesar todas las fases emocionales que desencadenan los problemas. Tal vez deba contestar a su sonrisa sacándole la lengua. Y si la vida le da limones… vaya con la vida. Habrá que seguir trabajando para convertirlos en naranjas.
https://elpais.com/elpais/2017/08/29/buenavida/1504000199_685876.html?por=mosaico
Una de las voces más decididas en la lucha contra el empacho de felicidad es la de la activista americana Bárbara Ehrenreich. En su libro “Sonríe o muere: La trampa del pensamiento positivo”, lanza su alternativa a lo que denomina una “realidad a medias”, esa caravana de mensajes ilusorios que la sociedad parece haber dado por buenos. Ehrenreich padeció un cáncer de mama y, durante su proceso de curación, comprobó cómo nadie le permitía sentirse asustada, preocupada. Y se plantó: ¿por qué no iba a tener miedo en una situación tan crucial? En sus tesis afirma lo que para ella resulta más lógico: mirar hacia otro lado no soluciona los problemas ni te hace sentir mejor, y solo aprendiendo a gestionar correctamente las emociones se puede vivir auténticamente conectado con los sentimientos y llevar una vida consecuente con aquello que está ocurriendo.
“Pretender que solo se experimenten emociones positivas es tan absurdo como imposible”, afirma Rosana Pereira, psicóloga del gabinete Haztúa y experta en Psicología positiva, que añade: “Es evidente que, ante una situación normal, es preferible ser optimista, pero las emociones mal llamadas negativas cumplen una función adaptativa que nos ayuda a sobrevivir”. Porque la ira, la tristeza, el estrés o el miedo son mecanismos que, bien gestionados, nos permiten adaptarnos a nuestra realidad y alumbrar soluciones o vías de escape. “Esto es así desde que el hombre es hombre: el cavernícola no trataba de dialogar con un guepardo ni hacía caso omiso cuando este iba a atacarle; simplemente, escapaba a toda prisa movido por el miedo a ser devorado”, constata Pereira.
Ahora bien, ese temor, enfado, agotamiento o frustración deben servir como motor de cambio, deben revelarse como el germen que dispare el pensamiento crítico y la búsqueda de alternativas. Negarlos fomenta únicamente la rigidez emocional y provoca además que quien se siente mal por una situación negativa sume un grado extra de malestar, al saberse incapaz de sonreír a la vida. Y más. Según Ángel Luis Sánchez, psicólogo y director del Instituto de Desarrollo, soslayar estas alertas es peligroso: “Un miedo no escuchado puede desembocar, con el tiempo, en ataques de pánico descontrolados, igual que una tristeza ignorada puede convertirse en depresión”.
Por eso, no deben ser obviadas, pero tampoco hay que permitir que dobleguen la voluntad. “Lo importante es que nadie se quede enganchado en el derrotismo y que entienda que todo lo que siente es una respuesta lógica a lo que le sucede”, continúa Pereira, estableciendo así la línea entre los fundamentos de la Psicología positiva y las frases categóricas de los gurús de la felicidad. Y define a la primera como un complemento de la Psicología tradicional, puesto que “no se queda únicamente en arreglar una situación de dolor emocional, sino que muestra las pautas para gestionar mejor esas emociones adaptativas negativas y enseña a afrontar los problemas y a lograr un mayor bienestar”.
Tampoco se le escapa que la Psicología positiva, en ocasiones, es vinculada a esas frases categóricas y al optimismo irresponsable y mal entendido. “Existe mucho intrusismo y los gurús hacen flaco favor a la Psicología. Cualquier sentencia contundente nos tiene que hacer sospechar; no hay que olvidar que la Psicología es de todo menos contundente”, porque habla y trabaja con personas, y cada una reacciona de una forma distinta. Y en esa línea caminan también otros estudios que señalan los peligros de una Psicología positiva mal aplicada.
La investigadora María Prieto-Ursúa, del departamento de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, habla de la tiranía de la actitud positiva. Explica que, efectivamente, en ocasiones es complicado sentirse feliz viendo el telediario, pero que prescindir de esa carga de sufrimiento nos aleja de la solidaridad, la sensibilidad y el ánimo por mejorar la situación. Y evidencia que muchos seguidores entusiastas de la Psicología positiva pueden haber malinterpretado su mensaje y haberlo llevado al extremo, a la “necesidad de mantener una actitud positiva o de optimismo en todas las circunstancias”.
Entonces, al mal tiempo, ¿solo buena cara?
No. Porque, así, será imposible afrontar lo que está ocurriendo y concentrarse en darle una solución. “Un optimismo excesivo puede llevar a que confiemos demasiado en el futuro y a que no pongamos lo suficiente de nuestra parte para que aquello que pretendemos termine por llegar”, confirma Ángel Luis Sánchez.
Así que, al próximo que le invite a mirar hacia otro lado y a sonreírle a la vida, quizá deba explicarle la utilidad de estar triste, enfadado, colérico, de atravesar todas las fases emocionales que desencadenan los problemas. Tal vez deba contestar a su sonrisa sacándole la lengua. Y si la vida le da limones… vaya con la vida. Habrá que seguir trabajando para convertirlos en naranjas.
https://elpais.com/elpais/2017/08/29/buenavida/1504000199_685876.html?por=mosaico
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domingo, 20 de agosto de 2017
Día internacional la felicidad: aprender a ser felices desde la infancia. Educar niños dichosos ayuda a mantener una perspectiva optimista y esperanzadora a lo largo de la vida.
Cuenta el psiquiatra Luis Rojas Marcos una anécdota que relató en su momento el propio Charles Darwin sobre la felicidad. Según señaló el naturalista, un día le preguntó a un pequeño de unos cuatro años qué significaba para él ser feliz. El niño le respondió: “hablar, reírme y dar besos”. Una sensación o emoción a la que Naciones Unidas (ONU) decidió dedicar, en 2013, un Día Internacional como reconocimiento del importante papel que desempeña la felicidad en la vida de las personas de todo el mundo. La fecha elegida es este lunes 20 de marzo.
Medir la felicidad no resulta nada sencillo. En 2015, la Jacobs Foundation presentó el estudio Children´s World. Los investigadores de la fundación intentaron diseñar un "mapa de la felicidad" y para lograrlo hablaron con 53.000 niños de 15 países con el fin de averiguar lo que piensan sobre sus familias, derechos, vida escolar y aficiones. El objetivo del proyecto era conocer cómo mejorar el bienestar de los pequeños mediante la concienciación de los propios niños, sus padres y sus comunidades, pero también entre los líderes de opinión, los políticos, los profesionales y el público, en general.
El estudio se sumó a uno realizado previamente por Unicef y supuso un cambio de paradigma: por primera vez se preguntaba directamente a los niños y se les daba voz. Una de las conclusiones que se extrajo en relación con nuestro país es que los niños y niñas españoles eran los terceros del mundo que se mostraban más satisfechos con su vida.
Rojas Marcos, quien compagina su labor académica como profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York con la gestión, como director ejecutivo, de Médicos Afiliados de Nueva York, señala que cada persona entiende la felicidad a su manera. “Hay personas que la definen como una emoción intensa que les invade súbitamente, como cuando se enamoran o conectan íntimamente con personas muy queridas. Para otras”, añade el prestigioso psiquiatra, “supone un estado de éxtasis ante una imagen bella o una melodía que les llega al alma. Algunos describen la dicha con ejemplos de situaciones en las que se sienten triunfantes al haber conseguido una meta muy deseada. Para muchos, entre los que me incluyo, la felicidad es un sentimiento placentero y apacible de satisfacción con la vida en general, que alimenta el gusto por la vida y la idea de que vivir merece la pena. La verdad es que, aunque no nos pongamos de acuerdo a la hora de definir la felicidad, todos la reconocemos cuando la sentimos”, concluye Rojas Marcos.
Alcanzar la tan soñada felicidad parece que se encuentra estrechamente relacionada con nuestro ADN, según estudios recientes. Las investigaciones llevadas a cabo evidencian que en nuestro material genético existe una explicación a la clasificación mundial de percepción subjetiva de la felicidad. La clave se encontraría en el denominado “gen de la felicidad”, correspondiente al alelo -una de las formas alternativas que puede tener un mismo gen que se diferencian en su secuencia- A de la amida hidrolasa de ácidos grasos. Esta variante del gen frena la degradación química de la anandamida, un cannabinoide endógeno que aumenta las sensaciones placenteras y reduce la percepción del dolor.
Las conclusiones del estudio son compartidas por Rojas Marcos, pues opina que “todos venimos al mundo equipados con genes que nos impulsan a perseguir aquello que nos hace felices. El medio familiar y social en el que nos desarrollamos moldea este equipaje genético. Sin duda, los avatares diarios y la calidad de nuestras relaciones pueden fortalecer o debilitar nuestra tendencia innata hacia la felicidad. Padres y cuidadores pueden contribuir a fomentar la alegría y la autoestima saludable que son pilares de la felicidad de los pequeños y facilitar actividades gratificantes que propicien los estados de ánimo placenteros. A fin de cuentas”, subraya Rojas Marcos, “no solo nacemos, también nos hacemos y aprendemos”.
¿Puede ser la felicidad objeto de aprendizaje durante la infancia? Según Luis Pedreira Massa, psiquiatra de la Unidad de Trastornos Mentales de la Infancia, Adolescencia y Adulto-Joven del Hospital La Luz, la felicidad no es materia de aprendizaje por parte de los niños y niñas; muy al contrario, es de vivencia y de experiencias placenteras. Pedreira indica que, “más que aprender, la felicidad se vivencia y, sobre todo, se consigue si las interacciones que los niños y jóvenes realizan son placenteras y contienen seguridad y asertividad”. En su opinión, “la crítica, en caso de existir, debe ser positiva, teniendo una vía de salida y de acompañamiento por parte del adulto de referencia”.
Por su parte, la jefa del Servicio de Psiquiatría del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, Montserrat Graell, sostiene que los niños pueden alcanzar la felicidad “mediante una crianza afectiva y una adecuada educación”. Asimismo, Graell destaca la necesidad de que los padres dispongan a sus hijos hacia la felicidad, “promoviendo progresivamente su autonomía y, especialmente, la seguridad en sí mismos. Además de estimularles un comportamiento empático y solidario para conseguir establecer relaciones sociales de calidad”.
Aunque los especialistas aseguran que una infancia feliz no garantiza mantener este estado de satisfacción y bienestar para siempre, sí es un soporte básico en la preparación para afrontar las otras etapas de la vida. Para Rojas Marcos, autor de libros como “Nuestra felicidad”, “La fuerza del Optimismo” o “La autoestima”, disfrutar de una infancia feliz ayuda a mantener una perspectiva optimista y esperanzadora, todos ellos factores que, según el conocido psiquiatra, “fortalecen nuestra capacidad de adaptación, nuestra confianza y vigoriza esa mezcla natural de resistencia y flexibilidad que hoy llamamos resiliencia, y que nos ayuda a superar adversidades”. Unos elementos que, en su opinión, pueden hacer que los niños y niñas de hoy se conviertan en “hombres y mujeres flexibles que se adapten a los cambios y vicisitudes que les plantee el paso por el mundo, y acepten las reglas imperfectas del juego de la vida sin amargarse”
https://elpais.com/elpais/2017/03/20/mamas_papas/1489997531_166770.html
lunes, 13 de febrero de 2017
_--Levántate y muévete. Puede hacerte más feliz.
_-Cuando las personas se levantan y se mueven, incluso un poco, tienden a ser más felices que cuando están todavía, de acuerdo con un nuevo e interesante estudio que utiliza los datos del teléfono móvil para realizar un seguimiento de las actividades y estados de ánimo. En general, los investigadores encontraron, las personas que se mueven son más contenido que las personas que se sientan.
Ya hay pruebas considerables de que la actividad física está relacionada con la salud psicológica. Estudios epidemiológicos han descubierto, por ejemplo, que las personas que ejercen o están activas normalmente son menos propensas a la depresión y la ansiedad que las personas sedentarias.
Pero muchos de estos estudios se centraron sólo en estados de ánimo negativos. A menudo también se basaban en la gente recordando cómo se habían sentido y cuánto se habían movido o sentado en la semana o mes anterior, con pocos datos objetivos para apoyar estos recuerdos.
Para el nuevo estudio, que fue publicado este mes en PLoS One, los investigadores de la Universidad de Cambridge en Inglaterra decidieron intentar un enfoque diferente. Ellos buscarían, decidieron, en las correlaciones entre el movimiento y la felicidad, esa emoción más positiva. Además, examinarían lo que la gente informó acerca de su actividad y la compararon con medidas objetivas de movimiento.
Para lograr estos objetivos, primero desarrollaron una aplicación especial para teléfonos Android. Disponible gratuitamente en la tienda de aplicaciones de Google y, en última instancia, descargado por más de 10.000 hombres y mujeres, se anunció como ayudar a la gente a entender cómo las opciones de estilo de vida, como la actividad física, podría afectar el estado de ánimo de las personas. (La aplicación, que ya no está disponible para su descarga, se abrió con un formulario de permiso explicando a la gente que los datos que ingresaron se utilizarían para la investigación académica).
La aplicación envió aleatoriamente solicitudes a las personas a lo largo del día, pidiéndoles que introdujeran una estimación de su estado de ánimo actual respondiendo a preguntas y también utilizando cuadrículas en las que colocarían un punto mostrando si se sentían más estresados o relajados, deprimidos o excitados, y así en general.
Periódicamente, se les pidió a las personas que evaluaran su satisfacción con la vida en general.
Después de unas semanas, cuando la gente se sentía cómoda con la aplicación, empezaron a responder preguntas adicionales sobre si, en los últimos 15 minutos, habían estado sentados, de pie, caminando, corriendo, acostado o haciendo otra cosa.
También se les preguntó sobre su estado de ánimo en ese momento.
Al mismo tiempo, durante los 17 meses del estudio, la aplicación recopiló datos del monitor de actividad que está integrado en casi todos los teléfonos inteligentes de hoy. En esencia, comprobó si el recuerdo de alguien de cuánto se había estado moviendo en el último cuarto de hora se correspondía con los números del monitor de actividades.
En general, la información proporcionada por los usuarios y los datos de los monitores de actividad era casi exactamente la misma.
De mayor interés para los investigadores, las personas que usaban la aplicación resultaron sentirse más felices cuando se habían estado moviendo en el último cuarto de hora que cuando estaban sentados o acostados, aunque la mayor parte del tiempo no estaban ocupados en actividades rigurosas .
De hecho, la mayor parte de la actividad física que la gente reportó fue un paseo suave, con poca carrera, ciclismo u otro ejercicio más extenuante.
Pero los vínculos entre moverse de cualquier manera y sentirse feliz fueron consistentes para la mayoría de la gente durante el día, de acuerdo con los datos de sus aplicaciones. Tampoco importaba si era un día de trabajo o un fin de semana.
Los investigadores también encontraron que las personas que se movían con más frecuencia tendían a informar una mayor satisfacción con la vida sobre todos aquellos que informaron pasar la mayor parte de su tiempo en una silla.
En general, los resultados sugieren que "las personas que generalmente son más activas generalmente son más felices y, en los momentos en que las personas son más activas, son más felices", dice Gillian Sandstrom, coautora del estudio y investigadora postdoctoral en Cambridge y es ahora profesora de psicología en la Universidad de Essex.
En otras palabras, el movimiento y la felicidad estaban estrechamente vinculados, tanto a corto como a largo plazo.
Por supuesto, este tipo de estudio no establece la causalidad. No puede decirnos si ser más activos realmente nos hace más felices o, a la inversa, si ser feliz nos hace movernos más. Sólo muestra que más actividad va de la mano con mayor felicidad.
El estudio también está limitado por su dependencia de los datos del teléfono celular, dice la Dra. Sandstrom, porque puede no haber capturado información sobre el ejercicio formal. La gente a menudo no lleva sus teléfonos cuando se ejecutan, el ciclo o participar en otros tipos de actividad vigorosa, ella y sus colegas señalan en el estudio. Por lo tanto, esos tipos de entrenamientos no se reflejarían en la aplicación o en el monitor de actividad de los teléfonos, por lo que es imposible saber de este conjunto de datos si el ejercicio formal está vinculado a la felicidad, para bien o para mal.
Sin embargo, el tamaño del grupo de estudio y la consistencia de los resultados son convincentes, dice la Dra. Sandstrom. Indican que si se levanta y se mueve con frecuencia, es más probable que se sienta alegre que si no lo hace.
https://www.nytimes.com/2017/01/25/well/move/get-up-and-move-it-may-make-you-happier.html?emc=edit_tnt_20170129&nlid=31217582&tntemail0=y
Ya hay pruebas considerables de que la actividad física está relacionada con la salud psicológica. Estudios epidemiológicos han descubierto, por ejemplo, que las personas que ejercen o están activas normalmente son menos propensas a la depresión y la ansiedad que las personas sedentarias.
Pero muchos de estos estudios se centraron sólo en estados de ánimo negativos. A menudo también se basaban en la gente recordando cómo se habían sentido y cuánto se habían movido o sentado en la semana o mes anterior, con pocos datos objetivos para apoyar estos recuerdos.
Para el nuevo estudio, que fue publicado este mes en PLoS One, los investigadores de la Universidad de Cambridge en Inglaterra decidieron intentar un enfoque diferente. Ellos buscarían, decidieron, en las correlaciones entre el movimiento y la felicidad, esa emoción más positiva. Además, examinarían lo que la gente informó acerca de su actividad y la compararon con medidas objetivas de movimiento.
Para lograr estos objetivos, primero desarrollaron una aplicación especial para teléfonos Android. Disponible gratuitamente en la tienda de aplicaciones de Google y, en última instancia, descargado por más de 10.000 hombres y mujeres, se anunció como ayudar a la gente a entender cómo las opciones de estilo de vida, como la actividad física, podría afectar el estado de ánimo de las personas. (La aplicación, que ya no está disponible para su descarga, se abrió con un formulario de permiso explicando a la gente que los datos que ingresaron se utilizarían para la investigación académica).
La aplicación envió aleatoriamente solicitudes a las personas a lo largo del día, pidiéndoles que introdujeran una estimación de su estado de ánimo actual respondiendo a preguntas y también utilizando cuadrículas en las que colocarían un punto mostrando si se sentían más estresados o relajados, deprimidos o excitados, y así en general.
Periódicamente, se les pidió a las personas que evaluaran su satisfacción con la vida en general.
Después de unas semanas, cuando la gente se sentía cómoda con la aplicación, empezaron a responder preguntas adicionales sobre si, en los últimos 15 minutos, habían estado sentados, de pie, caminando, corriendo, acostado o haciendo otra cosa.
También se les preguntó sobre su estado de ánimo en ese momento.
Al mismo tiempo, durante los 17 meses del estudio, la aplicación recopiló datos del monitor de actividad que está integrado en casi todos los teléfonos inteligentes de hoy. En esencia, comprobó si el recuerdo de alguien de cuánto se había estado moviendo en el último cuarto de hora se correspondía con los números del monitor de actividades.
En general, la información proporcionada por los usuarios y los datos de los monitores de actividad era casi exactamente la misma.
De mayor interés para los investigadores, las personas que usaban la aplicación resultaron sentirse más felices cuando se habían estado moviendo en el último cuarto de hora que cuando estaban sentados o acostados, aunque la mayor parte del tiempo no estaban ocupados en actividades rigurosas .
De hecho, la mayor parte de la actividad física que la gente reportó fue un paseo suave, con poca carrera, ciclismo u otro ejercicio más extenuante.
Pero los vínculos entre moverse de cualquier manera y sentirse feliz fueron consistentes para la mayoría de la gente durante el día, de acuerdo con los datos de sus aplicaciones. Tampoco importaba si era un día de trabajo o un fin de semana.
Los investigadores también encontraron que las personas que se movían con más frecuencia tendían a informar una mayor satisfacción con la vida sobre todos aquellos que informaron pasar la mayor parte de su tiempo en una silla.
En general, los resultados sugieren que "las personas que generalmente son más activas generalmente son más felices y, en los momentos en que las personas son más activas, son más felices", dice Gillian Sandstrom, coautora del estudio y investigadora postdoctoral en Cambridge y es ahora profesora de psicología en la Universidad de Essex.
En otras palabras, el movimiento y la felicidad estaban estrechamente vinculados, tanto a corto como a largo plazo.
Por supuesto, este tipo de estudio no establece la causalidad. No puede decirnos si ser más activos realmente nos hace más felices o, a la inversa, si ser feliz nos hace movernos más. Sólo muestra que más actividad va de la mano con mayor felicidad.
El estudio también está limitado por su dependencia de los datos del teléfono celular, dice la Dra. Sandstrom, porque puede no haber capturado información sobre el ejercicio formal. La gente a menudo no lleva sus teléfonos cuando se ejecutan, el ciclo o participar en otros tipos de actividad vigorosa, ella y sus colegas señalan en el estudio. Por lo tanto, esos tipos de entrenamientos no se reflejarían en la aplicación o en el monitor de actividad de los teléfonos, por lo que es imposible saber de este conjunto de datos si el ejercicio formal está vinculado a la felicidad, para bien o para mal.
Sin embargo, el tamaño del grupo de estudio y la consistencia de los resultados son convincentes, dice la Dra. Sandstrom. Indican que si se levanta y se mueve con frecuencia, es más probable que se sienta alegre que si no lo hace.
https://www.nytimes.com/2017/01/25/well/move/get-up-and-move-it-may-make-you-happier.html?emc=edit_tnt_20170129&nlid=31217582&tntemail0=y
viernes, 16 de diciembre de 2016
¿Qué nos hace realmente felices en la vida?: algunas lecciones de un profesor de Harvard tras años buscando las respuestas. Alejandra Martins. BBC Mundo.
¿Qué nos hace realmente felices en la vida?
Durante 76 años una investigación de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) ha buscado la respuesta.
El Estudio sobre Desarrollo Adulto* comenzó en 1938 con 700 hombres jóvenes, algunos de la prestigiosa universidad, otros de barrios pobres de Boston.
Y acompañó a lo largo de su vida a esos individuos, monitoreando su estado mental, físico y emocional. La investigación continúa ahora con más de mil hombres y mujeres, hijos de los participantes originales.
El actual director del estudio, el cuarto desde su inicio, es el psiquiatra estadounidense Robert Waldinger, quien también es maestro zen. Lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida es la calidad de nuestras relaciones
Robert Waldinger
La charla TED que Waldinger dio sobre el proyecto, "Qué es una buena vida: lecciones del estudio más prolongado sobre la felicidad", se volvió sensación en internet y ya fue descargada más de 11 millones de veces.
"Hay muchas conclusiones de este estudio", dijo Waldinger a BBC Mundo. "Pero la fundamental, que vemos una y otra vez, es que lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida, es la calidad de nuestras relaciones".
Conectados
"Lo que encontramos es que en el caso de las personas más satisfechas en sus relaciones, más conectadas a otros, su cuerpo y su cerebro se mantienen saludables por más tiempo", señaló el académico estadounidense.
"Una relación de buena calidad significa una relación en la que te sientes seguro, en la que puedes ser tú mismo. Claro que ninguna relación es ideal, pero esas son cualidades que hacen que la gente florezca".
En el otro extremo, está la experiencia de soledad, un sentimiento subjetivo de estar menos conectados de lo que nos gustaría. "¿Estoy haciendo cosas que tienen un significado para mí? ¿Estoy haciendo cosas que me hacen sentir que importo en el mundo? Éstas son las preguntas que nos planteamos cuando hablamos de felicidad", señaló Waldinger.
"No hablamos de estar contentos en cada momento, porque eso es imposible y todos tenemos días, semanas o años difíciles".
En cuanto a la fama o el dinero, "no es que sean malos, hay gente famosa feliz y gente famosa infeliz".
Lo mismo con el dinero. Pero el estudio muestra de acuerdo al académico que más allá de un nivel en que nuestras necesidades están cubiertas, un aumento en el ingreso no necesariamente nos hará felices.
"No estamos diciendo que no puedas proponerte ganar más dinero o estar orgulloso de tu trabajo y que otros lo noten. Pero es importante no esperar que tu felicidad dependa de esas cosas".
Registros médicos
Los participantes del estudio respondieron a lo largo de décadas cuestionarios sobre su familia, su trabajo, su vida en la comunidad.
"También tuvimos acceso a sus registros médicos, por lo que evaluamos su salud no sólo según lo que ellos decían sino lo que sus doctores e historial medico decían", explicó. "Cuando comencé a trabajar en el estudio en 2003 grabamos vídeos de los participantes hablando con sus esposas sobre sus preocupaciones más profundas. Y enviamos preguntas a los hijos sobre la relación con sus padres".
Los participantes también se realizaron exámenes de sangre para determinar múltiples indicadores de salud, e incluso análisis de ADN. "Algunos nos permitieron escanear su cerebro, y en algunos casos donaron su cerebro para que pudiéramos estudiarlo en conexión con todos los otros datos que ya teníamos sobre su vida". "En mi propia vida"
Cuando la charla de Waldinger se volvió viral, el académico optó por un retiro en silencio durante tres semanas. "La tradición Zen sostiene que la contemplación nos ayuda a mantenernos con los pies en la tierra y centrados en lo que es más importante en la vida", escribió en ese entonces.
Para dar respuesta al enorme interés del público, el académico creó un blog en internet sobre el estudio, robertwaldinger.com
La investigación ha tenido un impacto profundo en la vida de Waldinger.
"Me ha hecho poner más atención en mis propias relaciones, no sólo en casa sino en el trabajo y en la comunidad", señaló a BBC Mundo. "Me di cuenta que mis relaciones me dan energía cuando invierto en ellas, cuando les dedico tiempo. Se vuelven más vivas y no agotadoras", agregó. "La tendencia social es aislarnos, quedarnos en casa para la televisión o estar en redes sociales, pero en mi propia vida me he dado cuenta que cuando estoy más feliz es cuando no estoy haciendo eso".
Ofrecer nuestra presencia
Invertir en una relación para Waldinger significa estar presente.
"Esto está en mi vida como practicante Zen. Lo que noto es que cuando ofrecemos nuestra atención indivisa y completa nos sentimos más conectados unos a otros, y esto también sucede en el trabajo", agregó.
"No se trata de pasar más tiempo en el trabajo, sino de poner más atención en el otro, de conectar más con los otros, en lugar de dar por descontado que el otro siempre está allí".
Conflictos
Waldinger reconoce que puede ser difícil no perder de vista lo que realmente importa. En parte esto se debe a que recibimos mensajes de nuestra cultura todo el tiempo, con anuncios de publicidad que nos dicen cada día que si compramos algo seremos más felices o nos amarán más. "Y en los últimos 30 o 40 años se ha glorificado la riqueza, hay billonarios que son héroes sólo porque son billonarios. Esta medida parece más fácil, porque las relaciones son difíciles, cambian, son complicadas".
Robert Waldinger
¿Cuál es el mensaje final de Waldinger a los lectores de BBC Mundo?
"Les diría que traten de ver si pueden tender un lazo hacia otras personas. Y es particularmente importante hacerlo hacia aquellas con quienes tienen algún conflicto".
El estudio ha dejado en claro algo que vale la pena recordar, según el psiquiatra estadounidense.
"Los conflictos realmente minan nuestra energía. Y quiebran nuestra salud".
http://www.bbc.com/mundo/noticias-38071076
Durante 76 años una investigación de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) ha buscado la respuesta.
El Estudio sobre Desarrollo Adulto* comenzó en 1938 con 700 hombres jóvenes, algunos de la prestigiosa universidad, otros de barrios pobres de Boston.
Y acompañó a lo largo de su vida a esos individuos, monitoreando su estado mental, físico y emocional. La investigación continúa ahora con más de mil hombres y mujeres, hijos de los participantes originales.
El actual director del estudio, el cuarto desde su inicio, es el psiquiatra estadounidense Robert Waldinger, quien también es maestro zen. Lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida es la calidad de nuestras relaciones
Robert Waldinger
La charla TED que Waldinger dio sobre el proyecto, "Qué es una buena vida: lecciones del estudio más prolongado sobre la felicidad", se volvió sensación en internet y ya fue descargada más de 11 millones de veces.
"Hay muchas conclusiones de este estudio", dijo Waldinger a BBC Mundo. "Pero la fundamental, que vemos una y otra vez, es que lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida, es la calidad de nuestras relaciones".
Conectados
"Lo que encontramos es que en el caso de las personas más satisfechas en sus relaciones, más conectadas a otros, su cuerpo y su cerebro se mantienen saludables por más tiempo", señaló el académico estadounidense.
"Una relación de buena calidad significa una relación en la que te sientes seguro, en la que puedes ser tú mismo. Claro que ninguna relación es ideal, pero esas son cualidades que hacen que la gente florezca".
En el otro extremo, está la experiencia de soledad, un sentimiento subjetivo de estar menos conectados de lo que nos gustaría. "¿Estoy haciendo cosas que tienen un significado para mí? ¿Estoy haciendo cosas que me hacen sentir que importo en el mundo? Éstas son las preguntas que nos planteamos cuando hablamos de felicidad", señaló Waldinger.
"No hablamos de estar contentos en cada momento, porque eso es imposible y todos tenemos días, semanas o años difíciles".
En cuanto a la fama o el dinero, "no es que sean malos, hay gente famosa feliz y gente famosa infeliz".
Lo mismo con el dinero. Pero el estudio muestra de acuerdo al académico que más allá de un nivel en que nuestras necesidades están cubiertas, un aumento en el ingreso no necesariamente nos hará felices.
"No estamos diciendo que no puedas proponerte ganar más dinero o estar orgulloso de tu trabajo y que otros lo noten. Pero es importante no esperar que tu felicidad dependa de esas cosas".
Registros médicos
Los participantes del estudio respondieron a lo largo de décadas cuestionarios sobre su familia, su trabajo, su vida en la comunidad.
"También tuvimos acceso a sus registros médicos, por lo que evaluamos su salud no sólo según lo que ellos decían sino lo que sus doctores e historial medico decían", explicó. "Cuando comencé a trabajar en el estudio en 2003 grabamos vídeos de los participantes hablando con sus esposas sobre sus preocupaciones más profundas. Y enviamos preguntas a los hijos sobre la relación con sus padres".
Los participantes también se realizaron exámenes de sangre para determinar múltiples indicadores de salud, e incluso análisis de ADN. "Algunos nos permitieron escanear su cerebro, y en algunos casos donaron su cerebro para que pudiéramos estudiarlo en conexión con todos los otros datos que ya teníamos sobre su vida". "En mi propia vida"
Cuando la charla de Waldinger se volvió viral, el académico optó por un retiro en silencio durante tres semanas. "La tradición Zen sostiene que la contemplación nos ayuda a mantenernos con los pies en la tierra y centrados en lo que es más importante en la vida", escribió en ese entonces.
Para dar respuesta al enorme interés del público, el académico creó un blog en internet sobre el estudio, robertwaldinger.com
La investigación ha tenido un impacto profundo en la vida de Waldinger.
"Me ha hecho poner más atención en mis propias relaciones, no sólo en casa sino en el trabajo y en la comunidad", señaló a BBC Mundo. "Me di cuenta que mis relaciones me dan energía cuando invierto en ellas, cuando les dedico tiempo. Se vuelven más vivas y no agotadoras", agregó. "La tendencia social es aislarnos, quedarnos en casa para la televisión o estar en redes sociales, pero en mi propia vida me he dado cuenta que cuando estoy más feliz es cuando no estoy haciendo eso".
Ofrecer nuestra presencia
Invertir en una relación para Waldinger significa estar presente.
"Esto está en mi vida como practicante Zen. Lo que noto es que cuando ofrecemos nuestra atención indivisa y completa nos sentimos más conectados unos a otros, y esto también sucede en el trabajo", agregó.
"No se trata de pasar más tiempo en el trabajo, sino de poner más atención en el otro, de conectar más con los otros, en lugar de dar por descontado que el otro siempre está allí".
Conflictos
Waldinger reconoce que puede ser difícil no perder de vista lo que realmente importa. En parte esto se debe a que recibimos mensajes de nuestra cultura todo el tiempo, con anuncios de publicidad que nos dicen cada día que si compramos algo seremos más felices o nos amarán más. "Y en los últimos 30 o 40 años se ha glorificado la riqueza, hay billonarios que son héroes sólo porque son billonarios. Esta medida parece más fácil, porque las relaciones son difíciles, cambian, son complicadas".
Robert Waldinger
¿Cuál es el mensaje final de Waldinger a los lectores de BBC Mundo?
"Les diría que traten de ver si pueden tender un lazo hacia otras personas. Y es particularmente importante hacerlo hacia aquellas con quienes tienen algún conflicto".
El estudio ha dejado en claro algo que vale la pena recordar, según el psiquiatra estadounidense.
"Los conflictos realmente minan nuestra energía. Y quiebran nuestra salud".
http://www.bbc.com/mundo/noticias-38071076
sábado, 6 de agosto de 2016
LA CRISIS QUE CAMBIÓ ALEMANIA | Y 3. EL IMPACTO EN LA ESCUELA. Primero el idioma, luego todo lo demás.
Tras recibir a unos 250.000 refugiados, el sistema educativo alemán se enfrenta al reto de socializar a alumnos con grandes diferencias culturales y a menudo traumatizados por la guerra.
Son las 11.45 y en el instituto Allee de Hamburgo el recreo está a punto de acabar. En medio de la marabunta de alumnos correteando por los pasillos, 13 preadolescentes vuelven a la clase de la señora Vogel. Entre todos suman siete nacionalidades y más del doble de idiomas. La tarea hoy consiste en reescribir una redacción buscando fórmulas más acordes con la rígida estructura del alemán. Nargues, una afgana de 13 años que lleva solo dos meses en este centro, se ofrece a leer su ejercicio. “Muy bien. Lo has hecho estupendo”, le felicita la profesora. La tímida niña parece esconderse bajo su pañuelo islámico.
Hace un año, esta clase no existía. Este instituto de un barrio de clase media estaba acostumbrado a la diversidad tras décadas de flujos migratorios. Pero nada parecido a esto. Ante la emergencia por la llegada masiva de refugiados, los responsables del centro se ofrecieron el año pasado a crear una clase de acogida. “Todos estábamos muy emocionados. Los alumnos también querían participar. Pero la euforia inicial ha desaparecido”, explica su director, Ulf Nebe. Quizás la emoción de los primeros días ha dado paso a una actitud más pragmática: con voluntad de seguir adelante, pero al mismo tiempo consciente de las inmensas dificultades.
Una niña de 14 años que no puede parar de llorar en todo el día porque echa de menos a su familia. Llegó sola desde Afganistán haciendo gran parte de la ruta a pie. Otra que fue atropellada por los talibanes. Jóvenes traumatizados por experiencias que muchas veces no cuentan. “Vemos casos que antes no nos podíamos ni imaginar”, dice Susana Pérez Caballero, una profesora española que no puede contener la emoción al contar los avances que detecta. Como el de la niña que le acaba de dar un dibujo en el que ha escrito: “Me gusta jugar, cantar, pintar y escribir. Aquí se está bien”.
El choque ha afectado a todo el país. No hay datos exactos, pero se estima que el sistema educativo alemán ha absorbido en el último año a unos 250.000 escolares. Cada Estado federado se organiza como quiere, pero el primer objetivo es igual en todos: que los niños y adolescentes aprendan alemán cuanto antes. Hamburgo ha optado por un periodo de integración de un año con clases solo para los recién llegados en las que se atiendan sus necesidades específicas. Otros länder prefieren mezclarlos cuando antes con los alumnos locales.
“Creo que nuestro sistema funciona bien. Es bueno que al principio estén más protegidos. Desarrollan una solidaridad entre ellos, porque todos están pasando por lo mismo y saben cómo se sienten”, explica Pérez Caballero. En estas clases no solo aprenden alemán, sino cómo sacarse el carné de la biblioteca o el abono transporte. Cosas básicas que muchos nunca habían hecho antes. El experto de la OCDE Andreas Schleicher no está tan convencido de la bondad de estas clases de integración. “Si los alumnos aprenden muy pronto matemáticas o historia, también aprenden alemán mucho más rápido”, dijo en una conferencia hace unos meses.
El desafío es mayúsculo. Las autoridades educativas calcularon hace unos meses que necesitarían 20.000 nuevos profesores. Los sindicatos elevaron la cifra a 24.000. Solo en Hamburgo se han contratado a 600. “El problema no era tanto de dinero como de capacidades. De repente nos veíamos obligados a buscar espacios donde improvisar clases. En el momento álgido de la crisis, nos llamaban de un refugio para decirnos que de un día para otro habían tenido que usar el aula para meter más camas. Y teníamos que buscar una solución urgente”, explica Peter Albrecht, asesor del ministro de Educación de Hamburgo.
Jubilados de vuelta al cole
Ante la magnitud de lo que estaba pasando, algunos profesores jubilados han abandonado su plácido retiro. Klaus-Peter Göke-Hillmann es uno de ellos. A punto de cumplir los 70 años, acude a la cita con su bicicleta y una envidiable vitalidad. A él ni se le había pasado por la cabeza volver a la docencia. Tiene una buena pensión y muchos planes al margen de la escuela. Pero el año pasado, al ver en el telediario las riadas humanas llegando a Alemania, pensó que debía echar una mano.
“Ha sido más duro de lo que pensaba”, reconoce nada más comenzar la conversación. Viene contento. El curso ya está terminando y los alumnos han editado un catálogo en el que se presentan a sí mismos. “En Siria hay escuelas con libros muy buenos. Pero pese a que está prohibido, los profesores pegan a los alumnos. Por ejemplo, con palos en la mano”, escribe el estudiante Ahmad.
El profesor Göke-Hillmann ha disfrutado del reto empezar de cero. Él enseña matemáticas en un centro de primera acogida; y tenía que improvisar material escolar tanto para los que ya eran buenos estudiantes en sus países como para los que no sabían ni escribir los números. Las diferencias culturales también generan más de un roce. Como cuando los familiares de una niña siria no le permitían ir a clase de natación. O el que se negaba a dar la mano a una profesora por ser mujer. “Lo llevé a la ventana y le dije: mira, esto es Alemania. Aquí da igual que tú seas un hombre y ella una mujer. Lo importante es que tú eres un alumno y ella tu profesora”.
La jornada ha terminado ya en el instituto Allee. Los alumnos arrastran sus mochilas de vuelta a casa. Nargues, la afgana que había leído su redacción en clase, camina junto a sus compañeros. Por una parte van los alumnos de las clases convencionales; y por otra los nuevos. Por ahora no se juntan. Quizás lo hagan el próximo año, cuando el curso de integración haya acabado, y Nargues esté rodeada de compañeros alemanes.
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/22/actualidad/1469186750_878213.html
Son las 11.45 y en el instituto Allee de Hamburgo el recreo está a punto de acabar. En medio de la marabunta de alumnos correteando por los pasillos, 13 preadolescentes vuelven a la clase de la señora Vogel. Entre todos suman siete nacionalidades y más del doble de idiomas. La tarea hoy consiste en reescribir una redacción buscando fórmulas más acordes con la rígida estructura del alemán. Nargues, una afgana de 13 años que lleva solo dos meses en este centro, se ofrece a leer su ejercicio. “Muy bien. Lo has hecho estupendo”, le felicita la profesora. La tímida niña parece esconderse bajo su pañuelo islámico.
Hace un año, esta clase no existía. Este instituto de un barrio de clase media estaba acostumbrado a la diversidad tras décadas de flujos migratorios. Pero nada parecido a esto. Ante la emergencia por la llegada masiva de refugiados, los responsables del centro se ofrecieron el año pasado a crear una clase de acogida. “Todos estábamos muy emocionados. Los alumnos también querían participar. Pero la euforia inicial ha desaparecido”, explica su director, Ulf Nebe. Quizás la emoción de los primeros días ha dado paso a una actitud más pragmática: con voluntad de seguir adelante, pero al mismo tiempo consciente de las inmensas dificultades.
Una niña de 14 años que no puede parar de llorar en todo el día porque echa de menos a su familia. Llegó sola desde Afganistán haciendo gran parte de la ruta a pie. Otra que fue atropellada por los talibanes. Jóvenes traumatizados por experiencias que muchas veces no cuentan. “Vemos casos que antes no nos podíamos ni imaginar”, dice Susana Pérez Caballero, una profesora española que no puede contener la emoción al contar los avances que detecta. Como el de la niña que le acaba de dar un dibujo en el que ha escrito: “Me gusta jugar, cantar, pintar y escribir. Aquí se está bien”.
El choque ha afectado a todo el país. No hay datos exactos, pero se estima que el sistema educativo alemán ha absorbido en el último año a unos 250.000 escolares. Cada Estado federado se organiza como quiere, pero el primer objetivo es igual en todos: que los niños y adolescentes aprendan alemán cuanto antes. Hamburgo ha optado por un periodo de integración de un año con clases solo para los recién llegados en las que se atiendan sus necesidades específicas. Otros länder prefieren mezclarlos cuando antes con los alumnos locales.
“Creo que nuestro sistema funciona bien. Es bueno que al principio estén más protegidos. Desarrollan una solidaridad entre ellos, porque todos están pasando por lo mismo y saben cómo se sienten”, explica Pérez Caballero. En estas clases no solo aprenden alemán, sino cómo sacarse el carné de la biblioteca o el abono transporte. Cosas básicas que muchos nunca habían hecho antes. El experto de la OCDE Andreas Schleicher no está tan convencido de la bondad de estas clases de integración. “Si los alumnos aprenden muy pronto matemáticas o historia, también aprenden alemán mucho más rápido”, dijo en una conferencia hace unos meses.
El desafío es mayúsculo. Las autoridades educativas calcularon hace unos meses que necesitarían 20.000 nuevos profesores. Los sindicatos elevaron la cifra a 24.000. Solo en Hamburgo se han contratado a 600. “El problema no era tanto de dinero como de capacidades. De repente nos veíamos obligados a buscar espacios donde improvisar clases. En el momento álgido de la crisis, nos llamaban de un refugio para decirnos que de un día para otro habían tenido que usar el aula para meter más camas. Y teníamos que buscar una solución urgente”, explica Peter Albrecht, asesor del ministro de Educación de Hamburgo.
Jubilados de vuelta al cole
Ante la magnitud de lo que estaba pasando, algunos profesores jubilados han abandonado su plácido retiro. Klaus-Peter Göke-Hillmann es uno de ellos. A punto de cumplir los 70 años, acude a la cita con su bicicleta y una envidiable vitalidad. A él ni se le había pasado por la cabeza volver a la docencia. Tiene una buena pensión y muchos planes al margen de la escuela. Pero el año pasado, al ver en el telediario las riadas humanas llegando a Alemania, pensó que debía echar una mano.
“Ha sido más duro de lo que pensaba”, reconoce nada más comenzar la conversación. Viene contento. El curso ya está terminando y los alumnos han editado un catálogo en el que se presentan a sí mismos. “En Siria hay escuelas con libros muy buenos. Pero pese a que está prohibido, los profesores pegan a los alumnos. Por ejemplo, con palos en la mano”, escribe el estudiante Ahmad.
El profesor Göke-Hillmann ha disfrutado del reto empezar de cero. Él enseña matemáticas en un centro de primera acogida; y tenía que improvisar material escolar tanto para los que ya eran buenos estudiantes en sus países como para los que no sabían ni escribir los números. Las diferencias culturales también generan más de un roce. Como cuando los familiares de una niña siria no le permitían ir a clase de natación. O el que se negaba a dar la mano a una profesora por ser mujer. “Lo llevé a la ventana y le dije: mira, esto es Alemania. Aquí da igual que tú seas un hombre y ella una mujer. Lo importante es que tú eres un alumno y ella tu profesora”.
La jornada ha terminado ya en el instituto Allee. Los alumnos arrastran sus mochilas de vuelta a casa. Nargues, la afgana que había leído su redacción en clase, camina junto a sus compañeros. Por una parte van los alumnos de las clases convencionales; y por otra los nuevos. Por ahora no se juntan. Quizás lo hagan el próximo año, cuando el curso de integración haya acabado, y Nargues esté rodeada de compañeros alemanes.
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/22/actualidad/1469186750_878213.html
martes, 19 de julio de 2016
El hombre que tiene la receta para ser feliz. El psicólogo de Harvard Dan Gilbert desmonta la fórmula del matrimonio con dinero y niños.
El psicólogo estadounidense Dan Gilbert conoce la receta de la felicidad. Y es infalible. Este investigador de la Universidad de Harvard recuerda el caso de Moreese Bickham, un ciudadano negro de Luisiana (EE UU) que en 1958 vio cómo dos policías vinculados al Ku Klux Klan llegaban al porche de su casa y le metían un tiro en el estómago. Pese a la herida, Bickham, a sus 42 años, logró coger un arma y defenderse. Mató a los dos agentes. Actuó en defensa propia, pero fue condenado a muerte por las racistas instituciones del sur de EE UU de hace medio siglo. Pasó más de 37 años en prisión, 14 de ellos en el corredor de la muerte. Encerrado 23 horas al día en completo aislamiento. Hasta que, por las presiones de la sociedad civil, fue liberado en 1996. Al salir, sobre su tiempo en la cárcel dijo: “No lamento ni un minuto. Fue una experiencia gloriosa”.
Gilbert, nacido en 1957, sonríe antes de contar otro caso, el de Ronald Wayne. Junto a dos amigos, llamados Steve Jobs y Steve Wozniak, fundó en 1976 una empresa para fabricar ordenadores: Apple. En seguida, por miedo a que el proyecto acabara en bancarrota, vendió sus acciones por 800 dólares. “Ahora valdrían 62.000 millones de dólares”, exclama Gilbert. “Nunca me he arrepentido de mi decisión”, ha declarado Wayne, un ingeniero retirado que vive feliz cerca de Las Vegas.
El psicólogo de Harvard continúa su relato, durante su primera conferencia en España, impartida en el centro cultural CaixaForum, invitado por la Obra Social “la Caixa”. No hay entradas desde 15 días antes. Gilbert es una estrella de la oratoria. Sus charlas TED, disponibles en internet, han sido vistas por más de 20 millones de personas. “Anthony Weiner era un famoso político, joven, guapo y brillante. Estaba en la cumbre del éxito. Mucha gente pensaba que podría llegar a ser presidente de EE UU. Pero tenía una mala costumbre: hacerse fotos de su pene y enviárselas a jóvenes mujeres que no eran su esposa”, prosigue Gilbert.
“No es una gran idea si quieres ser presidente de EE UU”, bromea. Cuando fue cazado en 2011, Weiner cayó en desgracia, hundió en el estupor a su familia y dimitió de su puesto de congresista. Su carrera política estaba arruinada. Pero un año después, en una entrevista, Weiner confirmó que aquellos sucesos le habían cambiado, para bien. Era otro, una persona mejor. “2011 fue el mejor año de mi vida”, manifestó.
Gilbert ya casi tiene la receta de la felicidad en la punta de la lengua. Muestra una última fotografía. Aparecen unos jovencísimos John Lennon, Paul McCartney y George Harrison, acompañados por un cuarto músico que no es Ringo Starr. Es Pete Best, el primer baterista de The Beatles. Abandonó el grupo en 1962, justo antes de que se convirtiera en un fenómeno planetario. “Soy feliz con mi estilo de vida”, ha sostenido Best, que siguió tocando la batería en Liverpool y hoy es un alegre abuelo.
Al investigador estadounidense se le iluminan los ojos, porque ya tiene los cuatro ingredientes de la felicidad: “Dimite de tu puesto de trabajo en medio de un escándalo, humillando a tu pareja si es posible, ingresa en prisión de manera injusta, vende por un puñado de dólares tu participación de 62.000 millones en una empresa y nunca, nunca, te conviertas en un miembro de The Beatles”.
Parece una receta estrafalaria, pero a los cuatro protagonistas de la historia les ha funcionado. En realidad, Gilbert no habla de cómo ser feliz, ni de por qué la gente no es feliz, sino de por qué la gente no sabe lo que les hará felices. “Los seres humanos infravaloran su propia resiliencia: no se dan cuenta de lo fácil que será cambiar su visión del mundo si ocurre algo malo. Constantemente sobredimensionan lo infelices que serán ante la adversidad”, reflexiona en un encuentro con la prensa en Madrid.
El científico compara esta capacidad de adaptación con “un sistema inmune psicológico, similar al que defiende al cuerpo de gérmenes y enfermedades”. Estas defensas de la mente, como las del cuerpo, son más fuertes en unas personas que en otras. “Mi mujer jamás enferma y yo pillo todos los resfriados. Lo mismo ocurre con el sistema inmune psicológico. Hay personas que son resilientes ante la peor tragedia. Otras personas se entristecen a la mínima. Pero lo interesante es que la inmensa mayoría de los seres humanos son del primer tipo”, proclama. “El 75% de las personas vuelven a ser felices en los dos años posteriores al peor trauma que te puedas imaginar”.
El psicólogo de Harvard sabe que se mueve en un terreno cenagoso: el de la millonaria industria de la felicidad, una ametralladora de charlas, cursos de coaching y libros de autoayuda. Un mundo lleno de charlatanes y farsantes. “Desconozco sus motivaciones, pero en la industria de la felicidad hay mucha gente que está equivocada”, reconoce Gilbert diplomáticamente.
Él es diferente. Sus investigaciones se publican en las mejores revistas científicas. Uno de sus experimentos consistió en una aplicación para teléfono móvil que preguntaba periódicamente a 5.000 personas de 83 países cómo se sentían, qué estaban haciendo y si estaban pensando en otra cosa diferente a la que estaban haciendo. Sus resultados, publicados en la revista Science, mostraron que las personas piensan en cosas que no están ocurriendo casi tanto como en cosas que están delante de sus narices. Y los datos revelaron que esa “mente errante” les hacía, a menudo, infelices.
“La industria de la felicidad es una buena idea, pero debe basarse en la ciencia. Es muy fácil dar a la gente recetas para su vida. Ha ocurrido durante miles de años. Cada cura, cada rabino, cada orador motivacional, cada camarero, cada taxista tienen una opinión sobre la felicidad. ¿Qué opiniones son acertadas y cuáles no? Solo hay una manera de saberlo: la ciencia”, zanja.
El laboratorio de Gilbert mide los sentimientos de miles de personas para intentar desmontar afirmaciones que se dan por ciertas. “Nuestro cerebro nos da mala información sobre cómo de felices o infelices seremos en futuras circunstancias. Si preguntas cómo de feliz serás si te quedas ciego, la mayor parte de nosotros dirá que será infeliz durante mucho tiempo o el resto de su vida. Pero si medimos la felicidad de las personas que de verdad se han quedado ciegas, veremos que son perfectamente felices. Y observamos este patrón en todas las circunstancias”, relata.
“Uno piensa: esto será terrible o esto será maravilloso. Pero luego lo medimos y vemos que no hay nada ni tan maravilloso ni tan terrible. ¿Ganar la lotería nos hará felices para siempre y quedarnos ciegos nos hará infelices? Ninguna de las dos cosas es cierta”, resume.
Gilbert, autor del libro superventas Tropezar con la felicidad, también ha participado esta semana en un curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid, organizado por el matemático José Manuel Rey y el psicólogo Carmelo Vázquez. Ha impartido la misma charla que en CaixaForum, titulada “Felicidad: lo que tu madre no te contó”.
La conferencia parte de la base de que una madre siempre recomienda a sus hijos que se casen, que ganen dinero con un buen puesto de trabajo y que a su vez tengan hijos. A lo largo de la charla, Gilbert tumba asunciones relacionadas con estos tres supuestos ingredientes de la felicidad. Las personas casadas son en promedio más felices que las solteras, incluso que las parejas de hecho. Pero el divorcio supone un extra de alegría. La felicidad de los hombres se dispara tras una ruptura. Y la de las mujeres también lo hace al cabo de un par de años, según sus datos.
“¿El dinero no compra la felicidad? Sí la compra. No hay ni un estudio que muestre que un euro extra hace disminuir la felicidad”, sostiene Gilbert. Pero hay un matiz. Cuando eres pobre, un poquito más de dinero supone una inmensa felicidad. Un millonario, en cambio, necesita una enorme cantidad de dinero para aumentar, tan solo un pelín, su felicidad.
“Hay un punto de inflexión”, subraya Gilbert, a partir del cual ganar más dinero apenas te hace más feliz: 60.000 euros al año, según los estudios realizados en EE UU. “No existe apenas diferencia entre ganar 60.000 euros y ganar 60.000 millones”, sentencia. La explicación es muy sencilla, según muestra en otro gráfico. Las cuatro actividades cotidianas que más felicidad aportan son gratis: practicar sexo, hacer ejercicio, escuchar música y charlar. La que más, con mucha diferencia, es practicar sexo. Y los estudios muestran que una escapada a París hace más feliz que comprar un coche deportivo. “Invertir en experiencias es mejor que invertir en cosas materiales”, señala Gilbert.
Así que el matrimonio y el dinero tienen una relación compleja con la felicidad. ¿Qué pasa con los hijos, el tercer consejo de una hipotética madre clásica? El psicólogo de Harvard es directo: “Los niños son como la heroína”. La droga da placer, pero destruye el resto de fuentes de felicidad de una persona, como la familia y amigos. Con los hijos, argumenta Gilbert, ocurre lo mismo. Los padres dejan de practicar sexo, salir con los amigos o acudir a conciertos. “Muchas madres me dicen que sus hijos son su mayor fuente de felicidad y yo les respondo que tienen razón. Si solo tienes una fuente de felicidad, es tu mayor fuente de felicidad”, espeta el investigador.
El científico ofrece por fin su verdadera receta para ser feliz, a la vista de los datos científicos. “La felicidad es un asunto de química del cerebro. La genética influye, pero las circunstancias también. Intentar ser más feliz es como bajar de peso. No hay ningún secreto para bajar de peso: comer menos y hacer más ejercicio. Con la felicidad ocurre lo mismo. Hay unas pocas cosas que se pueden hacer y, si se hacen todos los días religiosamente, el promedio de felicidad irá subiendo”, comienza.
“Por ejemplo, pasa más tiempo con la familia y los amigos. Es un consejo aburrido, pero es cierto. Somos el animal más social del planeta, se mida como se mida, así que no sorprende que la mayor parte de nuestra felicidad proceda de las relaciones sociales. Cuida tu salud física, haz más ejercicio. Es otro consejo aburrido, pero también es cierto”, continúa Gilbert, con gestos para acentuar que sabe que no está descubriendo la pólvora. “Si me dijeran que permaneciera a la pata coja diciendo qué nos hace felices en la vida, solo diría “otras personas” antes de caerme al suelo”.
http://elpais.com/elpais/2016/07/13/ciencia/1468437657_783090.html?rel=lom
Gilbert, nacido en 1957, sonríe antes de contar otro caso, el de Ronald Wayne. Junto a dos amigos, llamados Steve Jobs y Steve Wozniak, fundó en 1976 una empresa para fabricar ordenadores: Apple. En seguida, por miedo a que el proyecto acabara en bancarrota, vendió sus acciones por 800 dólares. “Ahora valdrían 62.000 millones de dólares”, exclama Gilbert. “Nunca me he arrepentido de mi decisión”, ha declarado Wayne, un ingeniero retirado que vive feliz cerca de Las Vegas.
El psicólogo de Harvard continúa su relato, durante su primera conferencia en España, impartida en el centro cultural CaixaForum, invitado por la Obra Social “la Caixa”. No hay entradas desde 15 días antes. Gilbert es una estrella de la oratoria. Sus charlas TED, disponibles en internet, han sido vistas por más de 20 millones de personas. “Anthony Weiner era un famoso político, joven, guapo y brillante. Estaba en la cumbre del éxito. Mucha gente pensaba que podría llegar a ser presidente de EE UU. Pero tenía una mala costumbre: hacerse fotos de su pene y enviárselas a jóvenes mujeres que no eran su esposa”, prosigue Gilbert.
“No es una gran idea si quieres ser presidente de EE UU”, bromea. Cuando fue cazado en 2011, Weiner cayó en desgracia, hundió en el estupor a su familia y dimitió de su puesto de congresista. Su carrera política estaba arruinada. Pero un año después, en una entrevista, Weiner confirmó que aquellos sucesos le habían cambiado, para bien. Era otro, una persona mejor. “2011 fue el mejor año de mi vida”, manifestó.
Gilbert ya casi tiene la receta de la felicidad en la punta de la lengua. Muestra una última fotografía. Aparecen unos jovencísimos John Lennon, Paul McCartney y George Harrison, acompañados por un cuarto músico que no es Ringo Starr. Es Pete Best, el primer baterista de The Beatles. Abandonó el grupo en 1962, justo antes de que se convirtiera en un fenómeno planetario. “Soy feliz con mi estilo de vida”, ha sostenido Best, que siguió tocando la batería en Liverpool y hoy es un alegre abuelo.
Al investigador estadounidense se le iluminan los ojos, porque ya tiene los cuatro ingredientes de la felicidad: “Dimite de tu puesto de trabajo en medio de un escándalo, humillando a tu pareja si es posible, ingresa en prisión de manera injusta, vende por un puñado de dólares tu participación de 62.000 millones en una empresa y nunca, nunca, te conviertas en un miembro de The Beatles”.
Parece una receta estrafalaria, pero a los cuatro protagonistas de la historia les ha funcionado. En realidad, Gilbert no habla de cómo ser feliz, ni de por qué la gente no es feliz, sino de por qué la gente no sabe lo que les hará felices. “Los seres humanos infravaloran su propia resiliencia: no se dan cuenta de lo fácil que será cambiar su visión del mundo si ocurre algo malo. Constantemente sobredimensionan lo infelices que serán ante la adversidad”, reflexiona en un encuentro con la prensa en Madrid.
El científico compara esta capacidad de adaptación con “un sistema inmune psicológico, similar al que defiende al cuerpo de gérmenes y enfermedades”. Estas defensas de la mente, como las del cuerpo, son más fuertes en unas personas que en otras. “Mi mujer jamás enferma y yo pillo todos los resfriados. Lo mismo ocurre con el sistema inmune psicológico. Hay personas que son resilientes ante la peor tragedia. Otras personas se entristecen a la mínima. Pero lo interesante es que la inmensa mayoría de los seres humanos son del primer tipo”, proclama. “El 75% de las personas vuelven a ser felices en los dos años posteriores al peor trauma que te puedas imaginar”.
El psicólogo de Harvard sabe que se mueve en un terreno cenagoso: el de la millonaria industria de la felicidad, una ametralladora de charlas, cursos de coaching y libros de autoayuda. Un mundo lleno de charlatanes y farsantes. “Desconozco sus motivaciones, pero en la industria de la felicidad hay mucha gente que está equivocada”, reconoce Gilbert diplomáticamente.
Él es diferente. Sus investigaciones se publican en las mejores revistas científicas. Uno de sus experimentos consistió en una aplicación para teléfono móvil que preguntaba periódicamente a 5.000 personas de 83 países cómo se sentían, qué estaban haciendo y si estaban pensando en otra cosa diferente a la que estaban haciendo. Sus resultados, publicados en la revista Science, mostraron que las personas piensan en cosas que no están ocurriendo casi tanto como en cosas que están delante de sus narices. Y los datos revelaron que esa “mente errante” les hacía, a menudo, infelices.
“La industria de la felicidad es una buena idea, pero debe basarse en la ciencia. Es muy fácil dar a la gente recetas para su vida. Ha ocurrido durante miles de años. Cada cura, cada rabino, cada orador motivacional, cada camarero, cada taxista tienen una opinión sobre la felicidad. ¿Qué opiniones son acertadas y cuáles no? Solo hay una manera de saberlo: la ciencia”, zanja.
El laboratorio de Gilbert mide los sentimientos de miles de personas para intentar desmontar afirmaciones que se dan por ciertas. “Nuestro cerebro nos da mala información sobre cómo de felices o infelices seremos en futuras circunstancias. Si preguntas cómo de feliz serás si te quedas ciego, la mayor parte de nosotros dirá que será infeliz durante mucho tiempo o el resto de su vida. Pero si medimos la felicidad de las personas que de verdad se han quedado ciegas, veremos que son perfectamente felices. Y observamos este patrón en todas las circunstancias”, relata.
“Uno piensa: esto será terrible o esto será maravilloso. Pero luego lo medimos y vemos que no hay nada ni tan maravilloso ni tan terrible. ¿Ganar la lotería nos hará felices para siempre y quedarnos ciegos nos hará infelices? Ninguna de las dos cosas es cierta”, resume.
Gilbert, autor del libro superventas Tropezar con la felicidad, también ha participado esta semana en un curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid, organizado por el matemático José Manuel Rey y el psicólogo Carmelo Vázquez. Ha impartido la misma charla que en CaixaForum, titulada “Felicidad: lo que tu madre no te contó”.
La conferencia parte de la base de que una madre siempre recomienda a sus hijos que se casen, que ganen dinero con un buen puesto de trabajo y que a su vez tengan hijos. A lo largo de la charla, Gilbert tumba asunciones relacionadas con estos tres supuestos ingredientes de la felicidad. Las personas casadas son en promedio más felices que las solteras, incluso que las parejas de hecho. Pero el divorcio supone un extra de alegría. La felicidad de los hombres se dispara tras una ruptura. Y la de las mujeres también lo hace al cabo de un par de años, según sus datos.
“¿El dinero no compra la felicidad? Sí la compra. No hay ni un estudio que muestre que un euro extra hace disminuir la felicidad”, sostiene Gilbert. Pero hay un matiz. Cuando eres pobre, un poquito más de dinero supone una inmensa felicidad. Un millonario, en cambio, necesita una enorme cantidad de dinero para aumentar, tan solo un pelín, su felicidad.
“Hay un punto de inflexión”, subraya Gilbert, a partir del cual ganar más dinero apenas te hace más feliz: 60.000 euros al año, según los estudios realizados en EE UU. “No existe apenas diferencia entre ganar 60.000 euros y ganar 60.000 millones”, sentencia. La explicación es muy sencilla, según muestra en otro gráfico. Las cuatro actividades cotidianas que más felicidad aportan son gratis: practicar sexo, hacer ejercicio, escuchar música y charlar. La que más, con mucha diferencia, es practicar sexo. Y los estudios muestran que una escapada a París hace más feliz que comprar un coche deportivo. “Invertir en experiencias es mejor que invertir en cosas materiales”, señala Gilbert.
Así que el matrimonio y el dinero tienen una relación compleja con la felicidad. ¿Qué pasa con los hijos, el tercer consejo de una hipotética madre clásica? El psicólogo de Harvard es directo: “Los niños son como la heroína”. La droga da placer, pero destruye el resto de fuentes de felicidad de una persona, como la familia y amigos. Con los hijos, argumenta Gilbert, ocurre lo mismo. Los padres dejan de practicar sexo, salir con los amigos o acudir a conciertos. “Muchas madres me dicen que sus hijos son su mayor fuente de felicidad y yo les respondo que tienen razón. Si solo tienes una fuente de felicidad, es tu mayor fuente de felicidad”, espeta el investigador.
El científico ofrece por fin su verdadera receta para ser feliz, a la vista de los datos científicos. “La felicidad es un asunto de química del cerebro. La genética influye, pero las circunstancias también. Intentar ser más feliz es como bajar de peso. No hay ningún secreto para bajar de peso: comer menos y hacer más ejercicio. Con la felicidad ocurre lo mismo. Hay unas pocas cosas que se pueden hacer y, si se hacen todos los días religiosamente, el promedio de felicidad irá subiendo”, comienza.
“Por ejemplo, pasa más tiempo con la familia y los amigos. Es un consejo aburrido, pero es cierto. Somos el animal más social del planeta, se mida como se mida, así que no sorprende que la mayor parte de nuestra felicidad proceda de las relaciones sociales. Cuida tu salud física, haz más ejercicio. Es otro consejo aburrido, pero también es cierto”, continúa Gilbert, con gestos para acentuar que sabe que no está descubriendo la pólvora. “Si me dijeran que permaneciera a la pata coja diciendo qué nos hace felices en la vida, solo diría “otras personas” antes de caerme al suelo”.
http://elpais.com/elpais/2016/07/13/ciencia/1468437657_783090.html?rel=lom
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