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miércoles, 22 de febrero de 2023

_- ‘El aislamiento es inevitable, por lo que hay que adaptarse’: consejos para combatir la soledad.

_- Ofrecemos algunas recomendaciones para buscar apoyo durante esta época de distanciamiento social y confinamiento pandémico.

Por Emily Sohn 26 de diciembre de 2020

El ser humano puede sobrevivir tres minutos sin aire, tres días sin agua, tres semanas sin comida y, según la sabiduría popular, tres meses sin compañía. Sea cierto o no, lo que está claro es que las personas necesitan a otras personas, y muchos estamos aprendiendo que las pandemias pueden ser épocas solitarias.

Después de meses de cierres y órdenes de resguardarse en casa, a algunos expertos les preocupa el aumento de la cantidad de personas que se sienten solas, en especial jóvenes y adultos mayores; sin embargo, la resiliencia también está muy extendida y los estudios sobre la soledad pueden revelar una diversidad de maneras de combatirla.

“A la luz de la pandemia, hay maneras de aumentar ese sentido de conexión o disminuir los sentimientos de soledad de modos que podemos realizar con seguridad y a distancia”, comentó Julianne Holt-Lunstad, profesora de Psicología y Neurociencia de la Universidad Brigham Young. “Una de las cosas que han demostrado las investigaciones es que el apoyo social es increíblemente útil en épocas de estrés”.

La soledad es más que estar solo
La soledad es una emoción compleja. Puedes sentirte solo en una habitación abarrotada de gente o sentirte feliz con tu propia compañía y, según cada persona, varía mucho el grado de conexión humana que necesitan, señaló Holt-Lunstad. Una manera útil de pensar en la soledad, dijo, es como la diferencia entre cuánta conexión social desean las personas y cuánta están recibiendo.

Es un sentimiento subjetivo, pero los investigadores han comenzado a descubrir señales en el cerebro que ponen la necesidad de interacción social en el mismo nivel que la necesidad de comer. En un estudio publicado en noviembre, los científicos privaron a los participantes del contacto con otras personas y luego hicieron una resonancia de su cerebro. Al cabo de solo diez horas de aislamiento en un laboratorio (donde podían leer o dibujar, pero no tenían acceso a sus teléfonos o computadoras) las personas reportaron sentirse solas y deseaban interacción social. Cuando los participantes vieron fotografías de personas que participaban en actividades sociales, las resonancias mostraron una activación del mesencéfalo idéntica a la de quienes vieron fotografías de comida después de diez horas de ayuno.

“Fue una constante asombrosa en todas las personas”, dijo Livia Tomova, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido y coautora del estudio. “La interacción social no solo es algo divertido o reconfortante. Es algo que necesitamos para funcionar”.

Sin esa conexión social, con frecuencia las personas se deprimen, lo que alimenta aún más los sentimientos de soledad. La soledad crónica también está relacionada con mayores índices de enfermedades cardiacas, alzhéimer, suicidio e incluso la muerte.

Busca a un amigo
Si la soledad está interfiriendo con tu capacidad de funcionar o si estás pensando en hacerte daño a ti mismo, busca ayuda profesional. La Línea Nacional de Prevención del Suicidio en Estados Unidos ofrece apoyo gratuito y confidencial en el número 1-800-273-8255, y muchos terapeutas ofrecen sesiones virtuales. En el caso de modos más leves de soledad, décadas de investigación sugieren una serie de estrategias para reducir los estragos que han causado los cierres por la pandemia.

La estrategia más evidente consiste en buscar el apoyo de amigos. Según varios estudios, las personas con relaciones sociales sólidas tienen una mayor probabilidad de vivir más tiempo que las personas con conexiones más débiles. El hecho de saber que puedes contar con la gente, dijo Holt-Lunstad, tiene como resultado una reducción del estrés. En un pequeño estudio, los sujetos pudieron completar una tarea estresante (dar un discurso que se les dijo que estaba siendo grabado y juzgado) mientras mantenían una frecuencia cardíaca y una presión arterial más bajas simplemente pensando en un buen amigo en vez de un conocido casual.

En un momento de distanciamiento social esto podría significar hacer llamadas, enviar mensajes de texto, dejar un regalo o conducir y saludar. “Brindar apoyo a los demás, puede crear un sentido de significado y propósito”, dijo Holt-Lunstad. “Puede fortalecer los lazos sociales y, a su vez, conducir a menor soledad”.

Cuando busques conexiones, concéntrate en tus amigos y familiares más incondicionales. Algunas investigaciones demuestran que las personas se sienten más estresadas y desconectadas cuando en sus redes de amistades hay personas que las han traicionado, que no estuvieron a su lado en los momentos difíciles, que discuten frecuentemente con ellas o que provocan sentimientos negativos. En otras palabras, una llamada con una amistad cercana podría ayudar más que una reunión por Zoom con compañeros de la universidad.

“No basta con aumentar el contacto social”, aseguró Bert Uchino, profesor de Psicología de la Universidad de Utah en Salt Lake City. “Hay que aumentar el contacto en las relaciones que son importantes y muy positivas para ti. Creo que esas son las relaciones que harán que las personas superen la soledad”.

Ayuda a un extraño o domina un pasatiempo
Este también podría ser un buen momento para ayudar a tus vecinos. Por medio de la aplicación social para vecindarios NextDoor puedes asignar al azar pequeños actos de amabilidad a las personas que viven cerca de ti (como entregar víveres, charlar por encima de una cerca o participar en un evento de limpieza del vecindario), Holt-Lunstad y sus colegas revelaron que los índices de soledad se redujeron del diez al cinco por ciento en las personas que realizaron actos de este tipo.

La investigación sugiere que ni siquiera necesitas conocer a la gente que estás ayudando. El simple hecho de donar dinero a una buena causa podría ayudar, dijo Uchino. En una serie de experimentos, los investigadores descubrieron que las personas que les daban dinero a otras eran más felices que si lo gastaban en ellas mismas.

No obstante, si dar te hace sentir abrumado, puede ser perjudicial. En vez de eso, prueba con pasatiempos como cocinar, hacer jardinería, escribir un diario o escuchar música. Las artes creativas también pueden reducir la soledad y, aunque en este momento no sea posible cantar en un coro en persona, hacerlo desde los balcones o a través de grupos virtuales puede ser poderoso.

Busca ayuda en la vida real
La soledad puede atacar a cualquier edad, pero los jóvenes pueden ser los más afectados por la cancelación de actividades y la pérdida de tiempo social. Alrededor del 73 por ciento de los adultos de la generación Z reportaron que se sentían solos en una encuesta publicada en octubre por la Asociación Estadounidense de Psicología.

Aunque las videollamadas grupales y las conversaciones en redes sociales se han apoderado de la vida de muchas personas durante la pandemia, todavía no sabemos cómo afecta la comunicación virtual a la soledad. Un estudio de 2012 reveló que las conversaciones telefónicas o en persona entre madres e hijas provocaban cambios hormonales que reducen el estrés, mientras que los mensajes de texto no tenían el mismo efecto. El uso intensivo de las redes sociales se ha asociado con mayores índices de soledad.

Para los jóvenes, que ya estaban acostumbrados a los métodos digitales de comunicación, como los mensajes de texto, puede resultar un sustituto adecuado para la interacción en persona. Y algunos tipos de uso de redes sociales pueden ayudar a las personas a sentirse más conectadas, añadió Tomova, quien está trabajando para determinar qué es lo que más satisface nuestra avidez de interacción social y por qué. “Aún no está claro”, dijo. “No sabemos muchas cosas”.

Por ahora, muchas personas están lidiando con la dura realidad de una situación única, incluido Henry, de 96 años, residente de Grand Oaks Assisted Living Community en Washington. Al principio estaba bien mientras esperaba a que pasara la pandemia. Luego, durante el verano, su amigo más cercano murió por causas ajenas a la Covid-19.

Ahora Henry, que no quiere que se publique su apellido debido a la naturaleza de su carrera en el gobierno, se siente aislado y solo. Sus parientes y amigos más cercanos viven en Inglaterra y en otras partes de Estados Unidos, y la pandemia les ha impedido visitarlo. Incluso si pudieran, tendrían que hablar con él a través de una ventana que da al patio.

Para tener interacción social depende de las llamadas telefónicas y las salidas a la calle, donde puede interactuar con los extraños que pasan. “Me gustaría poder tener un contacto más cercano con algunas personas”, dijo. “El aislamiento es inevitable, por lo que hay que adaptarse. Eso es lo que estoy haciendo”.

Emily Sohn es una periodista independiente radicada en Minneapolis.

jueves, 18 de junio de 2020

Los niños rapados

Miguel Ángel Santos Guerra

Habrá que ir recuperando la normalidad con tiento (digo con tiento porque acaso fue aquella normalidad lo que nos llevó al desastre). Antes de estallar la crisis tenía preparado este artículo, cuya publicación he ido posponiendo, apremiado por la urgencia obsesiva que impone la pandemia. Hoy he dicho basta, por higiene mental. Me tentaban algunos temas sobre la pandemia. Tiempo habrá. Quiero darme un respiro después de 12 sábados consecutivos. A continuación puedes leer lo que escribí para el sábado 14 de marzo. No quiero que te pierdas esta hermosa historia.

Estoy cansado de oír o de leer cada día, en cada telediario, en cada parte de radio, en los titulares de primera página, noticias horribles: asesinatos, violaciones, tiroteos, asaltos, robos, malos tratos, secuestros, desgracias… ¿Por qué nunca son noticia hechos que reflejen la generosidad, la solidaridad, la amistad y el amor? Debería ser obligatorio empezar las noticias con un hecho hermoso, con una noticia solidaria, con un gesto de ayuda al prójimo. Porque los hay. Porque los hay a montones.

Esta mañana he tenido una agradable sorpresa en este sentido. Regresaba del Colegio en el que había dejado a mi hija Carla. Por el camino escuchaba la radio. Me interesaba tanto la historia que contaba el periodista Carlos Alsina que, al llegar a casa, me quedé encerrado en el coche, escuchando atentamente el final de la pequeña historia, una hermosa historia de solidaridad.

Un grupo de niños del CEIP Fundación Caldeiro de Madrid (un centro de enseñanza que tiene más de un siglo), situado en la Avenida de los Toreros, cerca de la plaza de toros de Las Ventas, era entrevistado a las puertas del colegio, minutos antes de comenzar las clases. También me llamó la atención, el tiempo que le estaba dedicando un programa de radio a un hecho de esta naturaleza, protagonizado por un grupo de escolares. El programa desplazó sus equipos, primero al colegio y luego a la peluquería de la que luego hablaré. Sabemos lo importantes que son los tiempos en los programas de radio y televisión.

Era la hora de empezar el Cole y los niños esperaban el comienzo de sus clases de matemáticas, de lengua, de geografía… Ellos estaban dando allí, sin saberlo, una soberana lección a sus padres y madres, a sus profesores y profesoras, a todos los oyentes del programa.

Alsina entrevistaba a ese pequeño grupo de escolares de 11 y 12 años: Martín, Víctor, David, Pablo, Noah, Diego, Alfonso… Se movía el periodista con soltura explorando las claves de una aleccionadora historia. No es fácil entrevistar a un grupo de niños de esas edades. O no llegan (y despachan todas las preguntas con monosílabos) o se pasan (y no se puede intercalar ni un comentario).

Resulta que un compañero llamado David había perdido el pelo por efectos del tratamiento de quimioterapia ya que, como ellos explicaban, padecía leucemia.

Un miembro del grupo tuvo la idea de acompañar a su amigo y, para que no se sintiera solo, decidieron raparse todos al uno o al cero. Queremos que “no le de ningún tipo de vergüenza estar así”, decía uno de ellos.

Todo el mundo sabe lo que significa el pelo a esa edad y la importancia que tiene la imagen que se proyecta ante los compañeros y, especialmente, ante las chicas. Para ellos fue más importante la amistad. Para ellos fue más importante no dejar solo a su amigo David.

Por otra parte, en pleno invierno, en Madrid, con rigurosas temperaturas, el frío en la cabeza rapada era otro inconveniente que pasaban por alto.

Es por una buena causa, decían los niños, ante las preguntas del periodista. Con buena lógica, les preguntaba cómo habían reaccionado sus padres y madres ante esta curiosa iniciativa. Y aquí tenemos otro hecho aleccionador. Porque los padres, salvo alguna pequeña reticencia (un niño dice con gracia que le dio cinco euros a su padre para persuadirle), aceptaron la idea encantados. Uno de los niños dice que a los padres les pareció “una gran idea”.

Un padre, también profesor, que estaba presente en la entrevista dijo que se sentía orgulloso del gesto que había tenido su hijo, de la actitud de solidaridad que había mostrado con su compañero.

Les preguntaba Carlos Alsina cómo se habían organizado para raparse. Cuentan que acudieron en grupo a una peluquería de la calle Cartagena. También es hermoso saber que el peluquero hizo su tarea de forma gratuita. De tres en tres se fueron sentando en los sillones y fueron viendo cómo la maquinilla iba abriendo caminos en sus pobladas cabelleras. Uno de los niños dice que el peluquero le hizo una carretera en medio de la cabeza. Y que conserva las fotos de recuerdo.

– ¿Qué sentíais cuando vuestros cabellos iban cayendo al suelo?, les pregunta Alsina.

– Nos daba pena, pero también nos sentíamos contentos por lo que estábamos haciendo.

David, el niño enfermo, les ha regalado a cada uno de sus amigos un muñeco “Baby pelón”. De esa forma se recuerdan.

Les pide Carlos Alsina, para cerrar la entrevista, que se dirijan a su amigo por si les está escuchando en el Hospital Gregorio Marañón, donde está ingresado.

– Que vengas pronto porque quiero verte todos los días, dice uno de los amigos.

– Que te recuperes pronto y que vengas a jugar otra vez de portero, dice otro.

– Que nos acordamos todos los días de ti y te queremos mucho.

– Que cualquier cosa que quieras nosotros te la damos.

Acude el periodista con su equipo a la peluquería que le han indicado los niños. La peluquería de caballeros está situada en la calle Cartagena de Madrid. Lleva abierta desde 1945. Llega a las 9.15 y ve que está cerrada y que la hora de apertura es a las 10. Decide esperar a que abra. Ese empeño en entrevistar al peluquero también me parece reseñable. Al fin, consigue preguntar a Chema, que así se llama el dueño de la peluquería, por la curiosa demanda de los niños.

Chema dice que los niños se peleaban por ver quién era el primero en raparse el pelo. Dice:

– Esto no está pagado. Esta historia te emociona.

Y añade:

– Fue una fiesta, fue increíble. Si el que tiene que pagar soy yo por esto. Esto es un espectáculo para mí.

Dice Chema que vivió uno de los días más emocionantes como peluquero. Pensó en raparse para solidarizarse el día que estuvieron los niños, pero no se atrevió. Y le pide a Carlos Alsina que le rape el pelo en directo. Y así lo hace. El periodista se decide a manejar la maquinilla siguiendo las indicaciones del profesional. Escuchaba yo el ruido de la maquinilla con la emoción de la voz de los niños, todavía resonando en mis oídos.

Le pide Carlos Alsina al peluquero si le quiere decir algo al niño enfermo:

– Tú sigue con ánimo. Aquí todos estamos contigo. De todo se sale.

Decía Eduardo Galeano, completamente calvo, en sus últimos años:

– Mi peluquero me humilla cobrándome a mitad de precio, pero yo le digo que si el pelo fuera algo importante estaría dentro de la cabeza.

Para estos niños el pelo era algo importante y estaba fuera, bien visible. Por solidaridad con un amigo enfermo, decidieron pelarse para que el compañero no se sintiera solo y triste. Ellos estaban allí para ayudar a quien tanto querían. Nos han dado una ingeniosa lección de generosidad que quiero agradecerles de corazón. Este mundo puede mantener la esperanza en su futuro porque existen niños como estos.

La amistad es una de las columnas que sostienen este mundo. Esta es una hermosa historia de amistad. Decía Aristóteles que “la amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”. Pues bien, aquí son nueve los cuerpos. Y un corazón. La historia ha saltado a los medios y todos aplaudimos a estos pequeños escolares, que no buscaban precisamente publicidad, sino la alegría de su amigo. Estoy seguro de que hay gestos hermosos como este que nos dejarían igualmente admirados y sorprendidos. ¿Por qué no son noticia?

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/06/06/los-ninos-rapados/

miércoles, 1 de abril de 2020

Consejos inuit para mejorar tu vida

El presente como única realidad. Los verdaderos amigos. Una inesperada salida ante el miedo. Pequeñas lecciones de los pueblos del norte que ayudan a superar las adversidades diarias.

LOS 70.000 inuits —en idioma aborigen, “la gente”— extienden su territorio natural entre Canadá, Alaska, Siberia y Groenlandia. Los pobladores del Ártico tienen una mitología y espiritualidad propias. Según la escritora y ensayista estadounidense Annie Dillard, los inuits creen que “cada individuo posee seis o siete almas, encarnadas por personas diminutas desperdigadas por diferentes partes del cuerpo”. Una de las creencias más bellas de estos pueblos del norte es que las estrellas son agujeros en el cielo que dejan pasar la luz de los seres queridos que ya han fallecido para que desde abajo sepamos que son felices.

Tal vez por las duras condiciones de vida de estos pobladores del frío, su sabiduría popular expresa el arte cotidiano de superar las circunstancias más difíciles. Veamos algunas pinceladas que pueden ser útiles también para nuestro día a día.

Ayurnamat. Este término inuit no tiene una palabra equivalente en nuestro idioma, pero comprende una filosofía vital que podemos englobar en esta frase: “No merece la pena preocuparse por las cosas que no podemos cambiar”. Esta misma idea existe en las tradiciones china y árabe, pero el hecho de que los esquimales posean un vocablo específico indica hasta qué punto está integrado en su cultura. La supervivencia exige centrarse solo en lo que depende de uno mismo, dejando fuera todo aquello sobre lo que no tenemos control.

“No hagas en tu hogar ventanas tan pequeñas que impidan que la claridad entre en las habitaciones”. Tomado de forma literal, es comprensible que en los asentamientos en los que durante buena parte del año la luz es escasa haya que facilitar la entrada del sol. Sin embargo, este dicho inuit tiene una segunda lectura en clave personal. Si tu mirada sobre la realidad es estrecha, siempre lo verás todo oscuro o directamente negro, ya que tu visión está teñida por tu mirada. El mejor remedio contra el pesimismo y la negatividad es ampliar horizontes y entender que hay un mundo muy amplio más allá de nuestros problemas.

“Nunca sabrás de verdad quiénes son tus amigos hasta que el hielo se rompa bajo tus pies”. Llevado a nuestro entorno urbano, la actriz Marlene Dietrich decía que “los únicos amigos que cuentan son los que puedes llamar a las cuatro de la madrugada”. Ciertamente, en situaciones de celebración y de tranquilidad podemos albergar la ilusión de que tenemos muchas amistades, pero la piedra de toque son los momentos difíciles. Ante una ruina económica, una separación o una larga enfermedad —equivalentes al hielo que se rompe—, muchas personas desaparecen y solo una minoría sigue presente, dando lo mejor de sí mismos. Este filtro revelador es una de las cosas que podemos agradecer a la adversidad.

“Los regalos hacen esclavos, así como el látigo hace al perro”. Todos tenemos en mente la imagen de un trineo tirado por perros que surca el territorio nevado. Los animales cumplen con su misión a la fuerza, empujados por el azote de quien los conduce. Del mismo modo, según la sabiduría esquimal, aceptar un obsequio demasiado costoso nos coloca en una posición de debilidad hacia el otro, ya que inconscientemente nos sentiremos obligados a devolver el favor. Esto es algo a tener en cuenta uno mismo al ofrecer un regalo. Habría que preguntarse antes: ¿entrego esto de forma generosa y espontánea, o con el tiempo esperaré algo a cambio?

“Si tienes miedo, cambia de camino.” Esta inspiración esquimal parece ir en contra del moderno coaching, que aconseja desafiar las creencias limitadoras y salir de la zona de confort; sin embargo, tiene también otra interpretación: para hacer algo desde la duda y la desconfianza, mejor no hacerlo. Un ejemplo de ello sería iniciar una relación sentimental bajo el temor de ser engañados o de que las cosas no salgan bien por cualquier otro motivo. Hay que domar primero el miedo para vivir y amar con libertad.

“El ayer son cenizas y el mañana es madera. Solo hoy arde el fuego con todo su esplendor”. Encontramos equivalentes de esta idea en el zen japonés y, de hecho, en prácticamente todas las tradiciones espirituales. Y es tan simple como difícil de aplicar, a no ser que pongamos conciencia en cada uno de nuestros actos. La existencia se compone de momentos, y quien no sabe disfrutarlos se condena a vivir siempre en la melancolía del pasado o en el anhelo del futuro. 

Para mitigar y medir el enfado 

En su libro Pequeño curso de magia cotidiana, Anna Sólyom cita un ritual de los inuits recogido por la historiadora del arte Lucy R. Lippard para momentos en los que la ira se apodera de nosotros: “Una costumbre de los esquimales para aliviar a alguien de su enfado consiste en que esa persona camine siguiendo una línea recta a través del campo. El punto en que el enfado es conquistado es marcado con una vara, como testimonio de la fuerza o la duración del enojo”. Esta práctica presenta una doble ventaja. El hecho de mover el cuerpo en momentos de ofuscación nos ayuda a salir de la encerrona en la que nos ha puesto nuestra mente. Por otro lado, esta forma tan gráfica de medir la ira nos permite distanciarnos de ella y entender nuestra propia emoción como algo que no nos pertenece.

Francesc Miralles es escritor y periodista experto en psicología.

https://elpais.com/elpais/2020/03/02/eps/1583148380_800866.html

miércoles, 25 de marzo de 2020

_- Amigos con derecho a roce, unámonos. Es urgente que nos neguemos a la separación forzosa del sexo y las emociones e inventemos nuevas maneras de conectar. Levantar la cabeza del teléfono móvil es levantar la cabeza, sin más

_- Cuando recibo un mensaje en el móvil, parpadea una luz azul. El resto del tiempo, la luz es verde. Esta noche, estoy con unos amigos en un café debajo de mi casa. Hablo, río, pido una cerveza, salgo a fumar un cigarrillo. Por fuera, parece que estoy presente. Pero, en realidad, estoy obsesionada con esa luz. Esa luz verde, otra vez verde, siempre verde. ¿Por qué no me escribe él? Él, un hombre al que he conocido a través de Tinder y que me gusta. Me dijo que me “tendría al corriente” de lo que iba a hacer esta noche. “Escríbele tú y ya está”, me indica una amiga. Me parece imposible. Ilegítimo. Porque estoy en el lado de las llamadas “amigas con derecho a roce”. Sí, es una expresión violenta. Vulgar. Deshumanizante, casi. Lo sé, y lo siento por la gente a la que sorprende. Pero lo uso a propósito. Para mostrar lo violento que es. Y para volver esa violencia contra la sociedad y no contra los que la padecen.

Como periodista especializada en el amor y las redes sociales, en L’amour sous algorithme investigué el funcionamiento de Tinder y su repercusión en nuestras vidas, incluso las de quienes no usan la aplicación. Una de las principales consecuencias observadas por los expertos es que se ha agudizado la separación entre vida emocional y sexual. Se ha agudizado la línea de fractura entre la pareja propiamente dicha y los amigos con derecho a roce. El compañero oficial frente a aquel al que no debemos nada. Casi como si fuera una nueva lucha de clases: la burguesía contra el proletariado emocional. Porque el problema de la relación de amigos con derecho a roce no es que sea sexo sin obligaciones, no; es que es sexo sin palabras. Sin derecho a hablar. El amigo con derecho a roce no está autorizado a expresarse, debe mantenerse confuso, sin que la claridad pueda tranquilizarle; solo está autorizado a esperar, mientras finge que no espera nada; no está autorizado a escribir mensajes. ¿Les parece anecdótico? Me parece todo lo contrario. Nunca me cansaré de repetirlo: nuestra vida digital es nuestra verdadera vida. No tener derecho a escribir un mensaje es no tener derecho a hablar.


Uno de los mecanismos psicológicos más fuertes de la adicción es el principio de la recompensa aleatoria

He pasado tres años enganchada a Tinder porque fingía no esperar. Tinder, con su sistema de deslizar y coincidir, está pensado para engancharnos; es lo que los especialistas como la profesora estadounidense Natasha Dow Schüll llaman el diseño de la adicción. Uno de los mecanismos psicológicos más poderosos de la adicción es el principio de la recompensa aleatoria y variable. Todo se reduce al hecho de no saber si vamos a recibir una recompensa y de qué naturaleza. ¿Un mensaje? ¿Una coincidencia? ¿Pero de quién? Con cada notificación, se produce una nueva descarga de serotonina en nuestro cerebro, como cuando ganamos al Candy Crush. Es el mismo mecanismo que nos engancha a Instagram o Facebook. Si el mecanismo se ha apoderado tanto de mí es porque, para fingir que no esperaba, me dedicaba a conversar con otros hombres. Prefería volver a empezar de cero con otro antes que mostrarme vulnerable, atreverme a reconocer que estaba pendiente de la luz verde.

No creo que, en mi caso, fuera cuestión de orgullo, sino más bien de un profundo sentimiento de ilegitimidad. Como no estaba en una pareja tradicional, no tenía voz en el asunto. No me di cuenta enseguida, Fue cuando pedí mis datos personales a la aplicación y leí la totalidad de mis mensajes, unos detrás de otros, cuando comprendí que me había quedado estancada. Estaba atrapada en un bucle.

No se trata de escribir un alegato en defensa de que todas las relaciones sexuales desemboquen en el matrimonio, con peladillas y vestido de novia, salvo para quienes así lo deseen. Sin duda, es maravilloso poder hacer el amor sin formar necesariamente una pareja. ¿Pero por qué separar el sexo de las emociones? ¿Por qué convertirlo en un producto de consumo inmediato, que se desliza y se olvida a continuación? Por otra parte, ¿es humanamente posible separar el sexo de las emociones? “Como si pudiéramos verdaderamente acariciar la piel de un/a desconocido/a sin emocionarnos un poco”, escribe Victoire Tuaillon en Les couilles sur la table.

De hecho, ¿existe el sexo por el sexo? Durante mi investigación me he encontrado con decenas, centenares de personas que desplegaban enormes energías para obligarse a no sentir nada. Como si no sentir nada fuera un logro. ¿Por qué? ¿Para qué hacer el amor si no es para ser visto/a, tocado/a, sostenido/a, abrazado/a por ser esa persona, precisamente esa persona y no otra? La periodista estadounidense Moira Weigel afirma en The Labor of Love que el capitalismo nos ha robado la revolución sexual. Convertir el sexo en un objeto de consumo como cualquier otro beneficia, por ejemplo, a aplicaciones como Tinder. Mientras deslizamos kilómetros y kilómetros de vacío, la aplicación saca provecho a nuestros datos y se transforma en la aplicación más rentable de la App Store.

¿Para qué hacer el amor si no es para ser visto/a, tocado/a, sostenido/a, abrazado/a por ser esa persona, precisamente esa persona y no otra?

Viví dos años en Berlín, considerada la capital europea de la diversión y la liberación sexual. La ciudad acoge unas veladas locas, magníficas y liberadas, con todos los excesos que eso entraña. Sin embargo, me pareció que era también la capital de la soledad. Participé en grupos de apoyo dedicados a Divertirse en Berlín, a los que acudían jóvenes llenos de angustia. Porque, en nuestra sociedad, optar por la libertad y rechazar la pareja tradicional es incorporarse al proletariado emocional. Si la expresión de las necesidades afectivas solo se considera legítima en el marco de la pareja, ¿cómo construir una vida segura cuando todas nuestras relaciones íntimas deben ser “ligeras”, “divertidas”, “desenfadadas”? Por supuesto, y afortunadamente, tenemos en nuestras vidas otras fuentes de felicidad y afecto: amigos, familias, incluso animales.

Pero es urgente que nos neguemos a la separación forzosa del sexo y las emociones, que inventemos nuevas maneras de conectar, aparte de, por un lado, el amigo con derecho a roce que solo puede callarse y, por otro, el vínculo oficial que tiene todos los derechos, a veces incluso demasiados (a aislarnos del mundo, vigilarnos, leer nuestra correspondencia). Rechazar esta división entre la sexualidad y las emociones, que rebaja las experiencias humanas plenas y las transforma en semiexperiencias, que empaña los amores de vacaciones, los besos a medianoche y las pasiones más deliciosas, y los convierte automáticamente en sucedáneos de relación. Este combate se libra en todas partes, en las palabras que empleamos para hablar de nuestras experiencias sexuales, en las películas, los libros y los relatos que se construyen. Pero creo que empieza en cada uno de nosotros. Cuando escribía L’amour sous algorithme me di cuenta de que el combate debía comenzar en lo más profundo de mi ser. Para empezar, frente a la intromisión de las voces dentro de mi cabeza: lo que Bourdieu llama la violencia simbólica, la interiorización de la dominación. Unas voces que me repetían que nunca sería suficientemente guapa, suficientemente divertida, suficientemente nada para poderme expresar con plenitud. Todos tenemos esas voces, hombres y mujeres, porque todos hemos crecido en una sociedad que nos llama al orden de forma brutal desde niños siempre que no respondemos por completo a las normas de la feminidad o la masculinidad y, más tarde, de la pareja. “Me han hecho falta muchos años para vomitar todas las porquerías que me habían enseñado sobre mí mismo”, escribió James Baldwin, el poeta afroamericano, en relación con lo que había sufrido por ser negro en Estados Unidos en los años cuarenta.

Sin poder imaginarme los horrores que sufrió él, creo que podemos inspirarnos en su lucha. Aprender a no despreciar nuestras emociones cuando se salen de la norma. Decir nuestra verdad. Escribir esos mensajes. Levantar la cabeza del móvil, dejar de obsesionarnos con las luces verdes, los “visto”, las V azules de WhatsApp. ¿Les parece anecdótico? Nunca me cansaré de repetirlo: nuestra vida digital es nuestra verdadera vida. Levantar la cabeza del teléfono es levantar la cabeza, sin más.

Judith Duportail es periodista y escritora. Su último libro es El algoritmo del amor: Un viaje a las entrañas de Tinder (Contra).

https://elpais.com/elpais/2020/02/27/opinion/1582801219_268879.html

jueves, 23 de agosto de 2018

Consejos para retomar una vieja amistad


Las antiguas amistades ocupan un espacio peculiar en nuestro círculo social. Quienes alguna vez fueron tus mejores amigos o amigas probablemente conocen algunos de los detalles más íntimos de tu vida —el nombre de tu primera mascota, qué vestido llevaste al baile de graduación, quién te rompió el corazón en el primer año de la universidad—, pero quizá no tengan idea sobre las esperanzas, sueños y temores que tienes hoy.

Cuando esas amistades se distancian o se vuelven menos cercanas, en particular las construidas a lo largo de años o décadas, un vínculo único se pierde. Pasar de ser conocidos a amistades casuales normalmente sucede después de unas cincuenta horas de actividades compartidas y charlas cotidianas, mientras que pueden transcurrir más de doscientas horas antes de que alguien se convierta en nuestra amistad más cercana, de acuerdo con un informe publicado en Journal of Social and Personal Relationships.

Sin embargo, la gente que busca recuperar una amistad cercana después de haber estado separadas por algún tiempo no se ajusta muy bien a este marco. Puede ser confuso sentir que estás de nuevo en el punto de partida con una persona con la que ya tienes una historia compartida.

Los estudios muestran que una amistad de calidad proporciona muchos beneficios a la salud, como una incidencia menor de enfermedades crónicas, niveles más altos de felicidad y tasas de mortalidad más bajas. Las redes de apoyo social sólidas también pueden ser un amortiguador para el estrés, la depresión y la ansiedad, de acuerdo con los investigadores. Así que tiene sentido querer retomar una vieja amistad para encontrar apoyo emocional en el futuro.

Sin embargo, debido a que la mayoría de las personas están a solo un mensaje de texto, correo electrónico o llamada telefónica de distancia, no siempre es claro cómo acercarte a ellas y, honestamente, si siquiera conviene hacerlo. Estas son algunas formas de recobrar la cercanía una vez que la amistad se ha enfriado.

Haz una evaluación
En primer lugar, pregúntate si en verdad esta es una amistad que valga la pena resucitar. Al igual que sucede con los jeans de cintura baja o un corte de cabello estrafalario, la gente también puede dejar atrás a las amistades.

La psicóloga certificada Joy Harden Bradford dijo que las personas deben tomar en cuenta los cambios ocurridos durante el distanciamiento. “Si tenías una mejor amiga en la preparatoria y ahora tienes 30 años, ya ha pasado mucho tiempo desde que dejaste esa amistad”, mencionó. “Realmente ya no conoces a esa persona”.

Miriam Kirmayer, terapeuta e investigadora sobre la amistad, recomienda reflexionar sobre por qué terminó la amistad: ¿se debió a una hiriente traición, a un lento proceso de alejamiento o a algo completamente distinto? Esto te ayudará a discernir qué tan receptiva pueda estar esa persona a tus esfuerzos de acercamiento.

“El grado en que hayan podido permanecer en contacto o qué tan al día estén respecto de la vida de cada una muy probablemente determinará cómo le harán para revivir su relación”, señaló.

También sugirió identificar las variables que, en su caso, hayan cambiado desde su separación. Quizá te encuentres en un momento más estable de tu vida y confíes en que puedes ser alguien más atento esta vez. Pensar en las razones por las que se alejaron y cómo podría ser diferente la relación puede ayudarte a tomar los pasos necesarios para reconstruir una amistad más cercana y duradera, dijo Kirmayer.

Cuidado con las expectativas
Los cambios importantes en la vida —problemas médicos, mudanzas, tener hijos, casarse, divorciarse— pueden afectar la vida de una amistad de maneras que quizá no puedas predecir.

“No deberías portarte como si pudieras confiar en esta persona ni suponer que sabes algo sobre ella porque, en realidad, de alguna manera estás por primera vez frente a un extraño a quien estás conociendo (de nuevo)”, dijo Harden Bradford. Es más sabio mantener la guardia, por lo menos al principio. No le cuentes asuntos delicados al inicio. Revelar detalles sobre relaciones íntimas y finanzas puede abrumar a tu amistad emergente.

Ten un objetivo
Kayleen Schaefer, autora de un libro sobre las relaciones actuales entre mujeres (Text me When You Get Home: The Evolution and Triumph of Modern Female Friendship [Avisa cuando llegues a casa: La evolución y los triunfos de las amistades femeninas modernas]), sugiere ser directa respecto de por qué estás buscando a esta persona después de tanto tiempo. Si la extrañas, dilo abiertamente.

Dijo que se requiere valentía y que es algo arriesgado; comparó restablecer la conexión con iniciar un proceso de cortejo: “Tienes que mostrar el mejor lado de ti mismo, que probablemente sea el más directo y sincero”.

Si resulta que están pasando por una experiencia o etapa de vida similar, comunícate y pídele intercambiar historias o consejos. Este tipo de conversaciones con un objetivo permitirán que haya una conexión genuina sin que la intención parezca intrusiva o chismosa, dijo Kirmayer.

“También te da la oportunidad de reavivar tu relación de manera más orgánica”, mencionó. “Es decir, sin tener que hablar directamente de por qué se terminó su amistad”. Este enfoque ayudará a comenzar su renovada amistad con el pie derecho.

Tantea el terreno
Igual que una persona no pediría matrimonio en una primera cita ni solicitaría vacaciones en los primeros diez minutos de una entrevista de trabajo, puede ser contraproducente precipitarse. En lugar de hacer una entrada triunfal después de años de silencio, acércate con gestos de bajo riesgo.

Kirmayer sugiere ponerse en contacto y felicitar a la persona por algún logro o acontecimiento importante, o bien pedir una recomendación que sabes que brindará con gusto. Por ejemplo: “Escuché que hace poco fuiste a París. ¿Alguna sugerencia de un lugar fabuloso para comer?”.

“Este tipo de interacciones o conversaciones breves te ayudará a calibrar qué tan receptiva está la otra persona y preparará el escenario para charlas más personales o significativas”, dijo. Sugirió también que, si no has visto a esta persona en mucho tiempo, sería provechoso invitarla a una cena grupal o una pequeña fiesta. Si las cosas van bien, quizá puedas sugerir reunirse para salir a solas la próxima vez.

Ve lento
Es comprensible que quieras avanzar con rapidez ya que hayas establecido el primer contacto, pero la socióloga Jan Yager recomienda tomarse tiempo para entrar de nuevo a la vida de esa amistad distanciada.

“Revisa si tu relación tiene una base firme antes de presentar a tus hijos o tu pareja”, dijo la profesora adjunta en el Departamento de Sociología del John Jay College of Criminal Justice y autora de When Friendship Hurts: How to Deal with Friends Who Betray, Abandon, or Wound You (Cuando una amistad duele: Cómo lidiar con amigos que te traicionan, abandonan o hieren). Yager añadió: “Si metes de nuevo a esta persona en tu vida, asegúrate de que ambas mantendrán la amistad esta vez antes de involucrar a tu familia o tu red completa de amistades”.

Si apuras el proceso de reintegración, te arriesgas a terminar decepcionado si el acercamiento no florece como lo habías anticipado.

Toma en cuenta los posibles desenlaces
Yager, doctora en sociología, acepta que en la mayoría de las instancias de una amistad reavivada, el vínculo puede no ser tan íntimo como antes de la ruptura. Sin embargo, ha observado casos en los que la amistad se intensifica tras la reconciliación.

Aunque no sucede muy a menudo, en esos casos valió la pena el tiempo y el esfuerzo para ponerse en contacto.

“Se necesitan dos para comenzar y mantener una amistad, pero solo una para darle fin”, dijo Yager. “Así que ambas deben compartir el objetivo de que su amistad renovada continúe”.

También es posible que, a pesar de tus esfuerzos, esa persona no esté dispuesta o no sea capaz de restablecer la conexión por múltiples razones que pueden ser personales (sentimientos heridos no resueltos), prácticas (no está disponible para nutrir una amistad) o algo totalmente distinto, dijo Kirmayer.

Sin importar el resultado, la terapeuta recomienda practicar la autocompasión si las cosas no se dan como las planeaste, lo que puede ayudar a minimizar el dolor y la pena.

https://www.nytimes.com/es/2018/08/01/revivir-antiguas-amistades/?&moduleDetail=section-news-3&action=click&contentCollection=Cultura&region=Footer&module=MoreInSection&version=WhatsNext&contentID=WhatsNext&pgtype=a


viernes, 17 de agosto de 2018

Los amigos de Kant. Javier Cercas

Michel de Montaigne odiaba con razón la mentira porque consideraba que violaba la primera regla de la relación entre humanos, según la cual todos estamos obligados a decirnos la verdad. Esta norma rige incluso para los autores de ficción, salvo cuando escribimos ficción, en cuyo caso se nos autoriza a saltárnosla para escribir algo que no es exactamente una mentira, aunque se le parece bastante (en latín, mentire significa a la vez mentir e inventar: Atque ita mentitur, dice Horacio en elogio de Homero, sic veris falsa reminiscet; o sea: “Y así miente/inventa, así mezcla lo falso con lo verdadero”). Pero incluso Montaigne admitía que, aunque siempre estemos obligados a no mentir, no siempre estamos obligados a decir la verdad, o al menos toda la verdad, y no conozco ningún filósofo relevante que considere que la regla universal de no mentir no admite excepciones, que no existe eso que Platón llama las “nobles mentiras”. El único es Kant, quien puso un ejemplo célebre: supongamos que un amigo se refugia en mi casa porque le persigue un asesino; supongamos que el asesino llama a la puerta y me pregunta si mi amigo está en casa; en esta situación, dice Kant, yo no estoy autorizado a mentir para intentar salvar a mi amigo, sino que mi obligación es, como siempre, decir la verdad, aunque el asesino entre en mi casa y mate a mi amigo. Sobra decir que los argumentos con que Kant respalda su postura son de una gran solidez lógica, aunque pocos, incluso entre los propios kantianos, parecen dispuestos a aceptarlos (no ha faltado quien califique su punto de vista de lunático, ni quien lo haya considerado una broma), y es posible que esos admirables razonamientos demuestren de forma admirable que la lógica limita con el absurdo. Comentando lo anterior, De Quincey acusa a Kant de cómplice virtual de asesinato.

No dejo de pensar en todo esto desde que Pedro Sánchez y Quim Torra se entrevistaron en La Moncloa y, entre sonrisas, apretones de manos y palmaditas en la espalda, restablecieron las relaciones rotas entre el Gobierno y la Generalitat. Cuando aún no era presidente, Sánchez dijo de Torra que era un racista y un xenófobo, y lo comparó con Le Pen; se quedó corto, claro está: hay candidatos de Le Pen que han sido destituidos por haber dicho sobre sus conciudadanos cosas muchísimo más amables que las que Torra ha escrito sobre los suyos. Sea como sea, si algo sabemos de la reunión que mantuvieron ambos políticos es que Sánchez no le dijo a Torra la verdad de lo que pensaba de él, o al menos toda la verdad. ¿Hizo mal? No: como el diálogo entre ambos Gobiernos es la única vía posible hacia una solución, por remota que sea, Sánchez hizo lo que debía hacer, que es lo que cualquier político serio hubiera hecho, empezando por los que, tras la reunión, afirmaron que hizo mal. Diré toda la verdad: yo me lo pensaría dos veces antes de darle la mano a Torra, y quizá acabaría no dándosela a menos que abominase pública y taxativamente de las atrocidades que ha escrito; pero, si tuviera alguna responsabilidad política (cosa que gracias a Dios nunca ocurrirá), me hartaría de sonreírle, de darle apretones de manos e incluso, si a mano viene, besos con lengua, siempre que tal desenfreno sirviese para empezar a arreglar el problema. En el fondo, supongo, estamos otra vez con la vieja distinción de Max Weber entre “ética de la convicción” —la que se ocupa de los actos sin reparar en sus consecuencias— y “ética de la responsabilidad” —la que, en vez de ocuparse sólo de la bondad de los actos, se ocupa sobre todo de la bondad de las consecuencias de los actos—: la primera es la que debe dominar la vida individual, y por eso es la ética del hombre bueno; la segunda, la que debe dominar la vida colectiva, y por eso es la ética del buen político. Quizá por eso es tan difícil para un buen hombre ser un buen político y para un buen político ser un buen hombre.

No creo que Montaigne discrepara de esto. En cuanto a Kant, la verdad es que, cada vez que recuerdo los impecables argumentos con que prueba que es correcto entregar un amigo a un asesino, me pregunto qué pensarían de él sus amigos.

https://elpais.com/elpais/2018/07/23/eps/1532340977_365231.html

jueves, 11 de enero de 2018

Amigos de una cierta edad ¿Por qué es difícil hacer amigos con más de 30?

Era como una de esas escenas mágicas a ciegas de una rom-com de Hollywood, sin la "rom". Conocí a Brian, un guionista de Nueva York, hace unos años a través del trabajo, lo que llevó a cenar con nuestras esposas y amigos. química que fue instantánea y obvia.

Nos gustaron las mismas canciones de "Blonde on Blonde" de Dylan, las mismas líneas de "Chinatown". Para cuando llegaron los camarones verdes de curry, estábamos terminando las oraciones de los demás. Nuestras esposas se vieron obligadas a interrumpir: "Oigan, chicos, ¿quieren venir a tomar aire?"

Cuando Brian y su esposa se dirigieron hacia el segundo tren después, se me pasó por la cabeza que él era el tipo de persona que podría haber terminado como padrino de una boda si nos hubiéramos conocido en la universidad.

Eso fue hace cuatro años. Nos hemos visto cuatro veces desde entonces. Somos "amigos", pero no somos amigos. Seguimos tratando de superar la barrera, pero la vida se interpone en el camino.

Nuestra historia no es inusual. 
En sus 30 y 40 años, muchas personas nuevas entran en su vida, a través del trabajo, las fechas de juego de los niños y, por supuesto, Facebook. Pero los amigos cercanos reales, del tipo que se hace en la universidad, del tipo que se llama en una crisis, son de menor oferta.

A medida que las personas se acercan a la mediana edad, los días de la exploración juvenil, cuando la vida parecía una gran cita a ciegas, se desvanecen. Los horarios se comprimen, las prioridades cambian y las personas a menudo se vuelven más selectivas en lo que quieren en sus amigos.

No importa cuántos amigos hagas, puede aparecer una sensación de fatalismo: el período para hacer B.F.F.'s, de la forma en que lo hiciste en tu adolescencia o principios de los 20 años, ya casi ha terminado. Es hora de resignarse a amigos situacionales: K.O.F. (tipo de amigos) - por ahora.

Pero a menudo, la gente se da cuenta de cuánto han descuidado para reponer su grupo de amigos solo cuando se encuentran con un gran evento de la vida, como una mudanza, por ejemplo, o un divorcio.

Ese pensamiento sorprendió a Lisa Degliantoni, una ejecutiva educativa de recaudación de fondos en Chicago, hace unos meses cuando estaba planeando su fiesta de cumpleaños número 39. Después de mudarse de Nueva York a Evanston, Illinois, se dio cuenta de que tenía 857 amigos de Facebook y 509 seguidores en Twitter, pero aún no sabía si podría completar la lista de invitados de su grupo. "Hice un inventario de las fases de mi vida donde logré hacer la mayor cantidad de amigos, y definitivamente fue la escuela secundaria y mi primer trabajo", dijo.

Después de un divorcio de unos 40 años, Robert Glover, un psicoterapeuta en Bellevue, Washington, se dio cuenta de que su lista de amigos se había atrofiado en silencio durante años mientras se concentraba en la carrera y la familia. "De repente, con su esposa fuera de escena, se da cuenta de que está solo", dijo el Dr. Glover, que ahora tiene 56 años. "Asistiría a clases de salsa. En lugar de tratar de recoger a las mujeres, me gustaría presentarme a los hombres: 'Oye, vamos a tomar un trago' ".

En estudios de grupos de pares, Laura L. Carstensen, profesora de psicología y directora del Stanford Center on Longevity en California, observó que las personas tendían a interactuar con menos personas a medida que avanzaban hacia la mediana edad, pero que crecían más cerca de los amigos ellos ya tenían.

Lisa Degliantoni ha reducido las expectativas al tratar de hacer nuevos amigos. "Tomo un enfoque extremadamente eficiente y busco personas con ideas afines para satisfacer necesidades muy específicas", dijo.

Básicamente, sugiere, esto se debe a que las personas tienen un despertador interno que suena en eventos de la vida grande, como el giro 30. Recuerda que los horizontes de tiempo se reducen, por lo que es un punto detener la exploración y concentrarse en el aquí y ahora. "Tiende a centrarse en lo que es más importante desde el punto de vista emocional para usted", dijo, "por lo que no le interesa ir a esa fiesta, le interesa pasar tiempo con sus hijos".

A medida que las condiciones externas cambian, se vuelve más difícil cumplir con las tres condiciones que los sociólogos desde la década de 1950 consideran cruciales para hacer amigos cercanos: la proximidad; interacciones repetidas e imprevistas; y un entorno que alienta a las personas a bajar la guardia y confiar en los demás, dijo Rebecca G. Adams, profesora de sociología y gerontología de la Universidad de Carolina del Norte en Greensboro. Esta es la razón por la que tantas personas conocen a sus amigos de por vida en la universidad, agregó.

En el mundo profesional, la "proximidad" es difícil de mantener, ya que los colegas de trabajo son reasignados o cambian de trabajo. El año pasado, Erica Rivinoja, una escritora de la serie de NBC "Up All Night", se hizo íntima con una mujer, Jen, cuando trabajaron juntas en un piloto. Casi al instante, conocieron los horarios de ejercicio y las preferencias alimentarias de los demás. Jen podía sentir cuando la señorita Rivinoja necesitaba una sacudida de cafeína, y sin preguntar estaría allí con un té helado.

"Pero tan pronto como terminó el piloto, era difícil estar tan cerca sin esa constante interacción diaria", dijo Rivinoja, de 35 años. De vez en cuando pueden ganar tiempo para tomar un rápido gin-tonic, dijo, pero "no son esas largas tardes que se desangran por la noche pasando el rato en la playa y luego se dirigen a un bar".

El lugar de trabajo puede crujir con la competencia, por lo que las personas aprenden a ocultar las vulnerabilidades y caprichos de sus colegas, dijo el Dr. Adams. Las amistades laborales a menudo adquieren una sensación transaccional; es difícil decir dónde termina el trabajo en red y comienza una verdadera amistad.

Las diferencias en el estado profesional y el ingreso también complican las cosas. "Realmente se pone raro cuando tus amigos están haciendo toneladas más que tú, o toneladas menos", dijo Adriane Duckworth, una ex ejecutiva de marketing que ahora trabaja como artista en Hamilton, Ontario. Recientemente, dio la bienvenida a una nueva pareja prometedora en su círculo de amigos, pero rápidamente rechazaron a la gente con su obsesión por el dinero.

"En nuestra boda, otros amigos nuestros que estaban sentados con ellos en realidad se quejaron con nosotros sobre la pareja que preguntaba a todos cuánto dinero ganaban", dijo la Sra. Duckworth, de 32 años. "Las personas que hicieron menos se sintieron incómodas al discutirlo, y las personas que hicieron lo mismo o más simplemente sentían que era extraño hablar de eso tan despreocupadamente".

Una vez que la gente comienza a unirse, los desafíos solo aumentan. Hacer amigos con otras parejas "es como hacer parejas para dos", dijo Kara Baskin, una periodista que trabaja en Boston. "No solo te preocupa si a la otra mujer le gustas, también te preocupa si a tu marido le gustas, si a tu marido le gusta ella, si a tu marido le gusta él".

No hace mucho, invitó a su nuevo compañero de trabajo a cenar con su esposa. Pero la esposa estaba visiblemente impresionada por la casa amueblada de la Sra. Baskin (acababan de mudarse) y la cena de spaghetti juntos. "Básicamente estaba claro que su esposa había sido engatusada para que asistiera", dijo la Sra. Baskin, de 33 años. "Se sentó en nuestras desvencijadas sillas de la cocina Ikea como si se estuviera metiendo en una mina de carbón".

La pareja se fue rápidamente después del postre. Al día siguiente en el trabajo, el esposo hizo una excusa sobre que su esposa estaba cansada. "Pero no se dijo que no volveríamos a buscar su compañía", dijo Baskin.

AGREGAR niños a la mezcla complica las cosas aún más. De repente, estás rodeado por un nuevo círculo de padres amigos, pero los lazos emocionales pueden ser tenues en el mejor de los casos, como el comediante Louis CK relató en una rutina de pie: "Paso días enteros con la gente, estoy como, yo nunca hubiera salido contigo, no te elegí. Nuestros hijos se eligieron el uno al otro. Basado en ningún criterio, por cierto. Son del mismo tamaño".

Incluso cuando los padres amigos desarrollan un vínculo, las amistades resultantes pueden ser fugaces y estar sujetas a los caprichos de los propios niños.

Caryl Lyons, una planificadora de eventos en Danville, California, y su esposo descubrieron que una incipiente amistad con una pareja de padres y amigos tocó un obstáculo cuando sus hijos pequeños, que habían sido amigos cercanos, se distanciaron. Cuando las familias planearon una barbacoa juntos, su hijo decía: "¿Puedo tener a mis otros amigos?", Dijo la Sra. Lyons, de 44 años.

Los factores externos no son el único obstáculo. Después de los 30 años, las personas a menudo experimentan cambios internos en la forma en que abordan la amistad. El autodescubrimiento da paso al autoconocimiento, por lo que te vuelves más selectivo con quién te rodeas, dijo Marla Paul autora del libro de 2004 "La crisis de la amistad: encontrar, crear y mantener amigos cuando no eres un niño". De todos modos, "El bar es más alto que cuando éramos más jóvenes y estábamos dispuestos a conocer a casi todos por una margarita", dijo.

Manipuladores, reinas dramáticas, ególatras: muchos de ellos ya no hacen el corte.

Thayer Prime, un consultor estratégico de 32 años que vive en Londres, incluso ha desarrollado una juguetona escala de 100 puntos (100 es "mejor amigo para siempre"). En su mente, ella comienza a atracar nuevos candidatos amigos a medida que comienzan a mostrar un comportamiento molesto o desleal. Nueve de cada 10 veces, dijo, sus nuevos amigos terminan de 30 a 60, o poco más que un conocido.

"Conoces a alguien realmente agradable, pero si no devuelven una llamada, baja al 90, si no devuelven dos llamadas, son 50 inmediatos", dijo. "Si llegan tarde a algo en el primer mes, eso significa otro 10 de descuento". (Pero la gente también puede subir de escala con un buen comportamiento, agregó).

Habiendo sido endurecidos por la experiencia, muchas personas desarrollan una visión más fatalista de la amistad.

"Cuando eres más joven, defines lo que realmente significa ser amigos de una manera más seria", dijo mi amigo guionista, Brian. (Su nombre completo es Brian Koppelman, y escribió y es codirector de "Solitary Man" una película de 2010 protagonizada por Michael Douglas sobre un hombre de mediana edad que intenta reconectarse con amigos y familiares).

"Mis ideas de amistad fueron construidas por 'The Godfather' y 'Diner'", dijo. "Tus amigos eran tus hermanos, y cualquier cosa menos la total lealtad a toda costa significaba la excomunión. A medida que envejeces, ese modelo se vuelve irreal".

En ese momento, ha pasado por su parte de relaciones cansadas o fallidas. Usted se ha enfrentado a las responsabilidades de hacer malabares con el trabajo, la familia y los amigos existentes, por lo que se vuelve más cauteloso acerca de ponerse emocionalmente disponible para las personas nuevas. "Eres más consciente de la desventaja", dijo Koppelman, de 46 años. "También eres más consciente de tu propia capacidad para defraudar".

"Realmente no he cambiado mis estándares por lo que significa ser realmente amigos", concluyó. "Es solo que uso la palabra 'amigos' más libremente. Hacer el verdadero tipo, el hermano amable, es mucho más difícil ahora".

Algunos, como la Sra. Degliantoni, la ejecutiva de recaudación de fondos, simplemente reducen sus expectativas. "Tomo un enfoque extremadamente eficiente y busco personas con ideas afines para satisfacer necesidades muy específicas", dijo sobre su estrategia actual. "Tengo un amigo cóctel y un amigo libro y un amigo de crianza y varios amigos de baloncesto y un amigo vecino y un amigo de entrenamiento".

"Es mucho más fácil llenar esos vacíos en mi vida", agregó, "que hacer un acercamiento exhaustivo para un nuevo amigo".

O bien, tocan fondo y hacen retroceder el reloj a sus 20 años sin aliento.

Después de mudarse a Nueva York en sus 30 años, Dave Cervini, un ejecutivo de la estación de radio, estaba tan solo que caminaba con su gato en Central Park, con la esperanza de avivar las conversaciones. Encontrando solo miradas curiosas, decidió comenzar la Red Social de Nueva York, un grupo de actividades para que las personas encuentren amigos pasando el rato en los juegos de los Yankees o en los mezcladores de cata de vinos. La compañía ahora cuenta con 2,000 miembros, la mayoría en sus 30 años. Él considera que 200 de ellos son amigos cercanos.

"Se necesita coraje para que la gente dé el primer paso", dijo. "Con suerte, lo hago más fácil, habiendo estado allí yo mismo".

En ese espíritu, recientemente llamé a Brian. Bromeamos sobre nuestra incapacidad de encontrar tiempo para pasar el rato, e hicimos una cita para la cena en la próxima apertura disponible.

Es dentro de tres meses.

http://www.nytimes.com/2012/07/15/fashion/the-challenge-of-making-friends-as-an-adult.html?mc=adintl&mcid=keywee&mccr=intdesk&ad-keywords=IntlAudDev&kwp_0=632217&kwp_4=2244859&kwp_1=940596

martes, 19 de julio de 2016

El hombre que tiene la receta para ser feliz. El psicólogo de Harvard Dan Gilbert desmonta la fórmula del matrimonio con dinero y niños.

El psicólogo estadounidense Dan Gilbert conoce la receta de la felicidad. Y es infalible. Este investigador de la Universidad de Harvard recuerda el caso de Moreese Bickham, un ciudadano negro de Luisiana (EE UU) que en 1958 vio cómo dos policías vinculados al Ku Klux Klan llegaban al porche de su casa y le metían un tiro en el estómago. Pese a la herida, Bickham, a sus 42 años, logró coger un arma y defenderse. Mató a los dos agentes. Actuó en defensa propia, pero fue condenado a muerte por las racistas instituciones del sur de EE UU de hace medio siglo. Pasó más de 37 años en prisión, 14 de ellos en el corredor de la muerte. Encerrado 23 horas al día en completo aislamiento. Hasta que, por las presiones de la sociedad civil, fue liberado en 1996. Al salir, sobre su tiempo en la cárcel dijo: “No lamento ni un minuto. Fue una experiencia gloriosa”.

Gilbert, nacido en 1957, sonríe antes de contar otro caso, el de Ronald Wayne. Junto a dos amigos, llamados Steve Jobs y Steve Wozniak, fundó en 1976 una empresa para fabricar ordenadores: Apple. En seguida, por miedo a que el proyecto acabara en bancarrota, vendió sus acciones por 800 dólares. “Ahora valdrían 62.000 millones de dólares”, exclama Gilbert. “Nunca me he arrepentido de mi decisión”, ha declarado Wayne, un ingeniero retirado que vive feliz cerca de Las Vegas.

El psicólogo de Harvard continúa su relato, durante su primera conferencia en España, impartida en el centro cultural CaixaForum, invitado por la Obra Social “la Caixa”. No hay entradas desde 15 días antes. Gilbert es una estrella de la oratoria. Sus charlas TED,  disponibles en internet, han sido vistas por más de 20 millones de personas. “Anthony Weiner era un famoso político, joven, guapo y brillante. Estaba en la cumbre del éxito. Mucha gente pensaba que podría llegar a ser presidente de EE UU. Pero tenía una mala costumbre: hacerse fotos de su pene y enviárselas a jóvenes mujeres que no eran su esposa”, prosigue Gilbert.

“No es una gran idea si quieres ser presidente de EE UU”, bromea. Cuando fue cazado en 2011, Weiner cayó en desgracia, hundió en el estupor a su familia y dimitió de su puesto de congresista. Su carrera política estaba arruinada. Pero un año después, en una entrevista, Weiner confirmó que aquellos sucesos le habían cambiado, para bien. Era otro, una persona mejor. “2011 fue el mejor año de mi vida”, manifestó.

Gilbert ya casi tiene la receta de la felicidad en la punta de la lengua. Muestra una última fotografía. Aparecen unos jovencísimos John Lennon, Paul McCartney y George Harrison, acompañados por un cuarto músico que no es Ringo Starr. Es Pete Best, el primer baterista de The Beatles. Abandonó el grupo en 1962, justo antes de que se convirtiera en un fenómeno planetario. “Soy feliz con mi estilo de vida”, ha sostenido Best, que siguió tocando la batería en Liverpool y hoy es un alegre abuelo.

Al investigador estadounidense se le iluminan los ojos, porque ya tiene los cuatro ingredientes de la felicidad: “Dimite de tu puesto de trabajo en medio de un escándalo, humillando a tu pareja si es posible, ingresa en prisión de manera injusta, vende por un puñado de dólares tu participación de 62.000 millones en una empresa y nunca, nunca, te conviertas en un miembro de The Beatles”.

Parece una receta estrafalaria, pero a los cuatro protagonistas de la historia les ha funcionado. En realidad, Gilbert no habla de cómo ser feliz, ni de por qué la gente no es feliz, sino de por qué la gente no sabe lo que les hará felices. “Los seres humanos infravaloran su propia resiliencia: no se dan cuenta de lo fácil que será cambiar su visión del mundo si ocurre algo malo. Constantemente sobredimensionan lo infelices que serán ante la adversidad”, reflexiona en un encuentro con la prensa en Madrid.

El científico compara esta capacidad de adaptación con “un sistema inmune psicológico, similar al que defiende al cuerpo de gérmenes y enfermedades”. Estas defensas de la mente, como las del cuerpo, son más fuertes en unas personas que en otras. “Mi mujer jamás enferma y yo pillo todos los resfriados. Lo mismo ocurre con el sistema inmune psicológico. Hay personas que son resilientes ante la peor tragedia. Otras personas se entristecen a la mínima. Pero lo interesante es que la inmensa mayoría de los seres humanos son del primer tipo”, proclama. “El 75% de las personas vuelven a ser felices en los dos años posteriores al peor trauma que te puedas imaginar”.

El psicólogo de Harvard sabe que se mueve en un terreno cenagoso: el de la millonaria industria de la felicidad, una ametralladora de charlas, cursos de coaching y libros de autoayuda. Un mundo lleno de charlatanes y farsantes. “Desconozco sus motivaciones, pero en la industria de la felicidad hay mucha gente que está equivocada”, reconoce Gilbert diplomáticamente.

Él es diferente. Sus investigaciones se publican en las mejores revistas científicas. Uno de sus experimentos consistió en una aplicación para teléfono móvil que preguntaba periódicamente a 5.000 personas de 83 países cómo se sentían, qué estaban haciendo y si estaban pensando en otra cosa diferente a la que estaban haciendo. Sus resultados, publicados en la revista Science, mostraron que las personas piensan en cosas que no están ocurriendo casi tanto como en cosas que están delante de sus narices. Y los datos revelaron que esa “mente errante” les hacía, a menudo, infelices.

“La industria de la felicidad es una buena idea, pero debe basarse en la ciencia. Es muy fácil dar a la gente recetas para su vida. Ha ocurrido durante miles de años. Cada cura, cada rabino, cada orador motivacional, cada camarero, cada taxista tienen una opinión sobre la felicidad. ¿Qué opiniones son acertadas y cuáles no? Solo hay una manera de saberlo: la ciencia”, zanja.

El laboratorio de Gilbert mide los sentimientos de miles de personas para intentar desmontar afirmaciones que se dan por ciertas. “Nuestro cerebro nos da mala información sobre cómo de felices o infelices seremos en futuras circunstancias. Si preguntas cómo de feliz serás si te quedas ciego, la mayor parte de nosotros dirá que será infeliz durante mucho tiempo o el resto de su vida. Pero si medimos la felicidad de las personas que de verdad se han quedado ciegas, veremos que son perfectamente felices. Y observamos este patrón en todas las circunstancias”, relata.

“Uno piensa: esto será terrible o esto será maravilloso. Pero luego lo medimos y vemos que no hay nada ni tan maravilloso ni tan terrible. ¿Ganar la lotería nos hará felices para siempre y quedarnos ciegos nos hará infelices? Ninguna de las dos cosas es cierta”, resume.

Gilbert, autor del libro superventas Tropezar con la felicidad, también ha participado esta semana en  un curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid, organizado por el matemático José Manuel Rey y el psicólogo Carmelo Vázquez. Ha impartido la misma charla que en CaixaForum, titulada “Felicidad: lo que tu madre no te contó”.

La conferencia parte de la base de que una madre siempre recomienda a sus hijos que se casen, que ganen dinero con un buen puesto de trabajo y que a su vez tengan hijos. A lo largo de la charla, Gilbert tumba asunciones relacionadas con estos tres supuestos ingredientes de la felicidad. Las personas casadas son en promedio más felices que las solteras, incluso que las parejas de hecho. Pero el divorcio supone un extra de alegría. La felicidad de los hombres se dispara tras una ruptura. Y la de las mujeres también lo hace al cabo de un par de años, según sus datos.

“¿El dinero no compra la felicidad? Sí la compra. No hay ni un estudio que muestre que un euro extra hace disminuir la felicidad”, sostiene Gilbert. Pero hay un matiz. Cuando eres pobre, un poquito más de dinero supone una inmensa felicidad. Un millonario, en cambio, necesita una enorme cantidad de dinero para aumentar, tan solo un pelín, su felicidad.

“Hay un punto de inflexión”, subraya Gilbert, a partir del cual ganar más dinero apenas te hace más feliz: 60.000 euros al año, según los estudios realizados en EE UU. “No existe apenas diferencia entre ganar 60.000 euros y ganar 60.000 millones”, sentencia. La explicación es muy sencilla, según muestra en otro gráfico. Las cuatro actividades cotidianas que más felicidad aportan son gratis: practicar sexo, hacer ejercicio, escuchar música y charlar. La que más, con mucha diferencia, es practicar sexo. Y los estudios muestran que una escapada a París hace más feliz que comprar un coche deportivo. “Invertir en experiencias es mejor que invertir en cosas materiales”, señala Gilbert.

Así que el matrimonio y el dinero tienen una relación compleja con la felicidad. ¿Qué pasa con los hijos, el tercer consejo de una hipotética madre clásica? El psicólogo de Harvard es directo: “Los niños son como la heroína”. La droga da placer, pero destruye el resto de fuentes de felicidad de una persona, como la familia y amigos. Con los hijos, argumenta Gilbert, ocurre lo mismo. Los padres dejan de practicar sexo, salir con los amigos o acudir a conciertos. “Muchas madres me dicen que sus hijos son su mayor fuente de felicidad y yo les respondo que tienen razón. Si solo tienes una fuente de felicidad, es tu mayor fuente de felicidad”, espeta el investigador.

El científico ofrece por fin su verdadera receta para ser feliz, a la vista de los datos científicos. “La felicidad es un asunto de química del cerebro. La genética influye, pero las circunstancias también. Intentar ser más feliz es como bajar de peso. No hay ningún secreto para bajar de peso: comer menos y hacer más ejercicio. Con la felicidad ocurre lo mismo. Hay unas pocas cosas que se pueden hacer y, si se hacen todos los días religiosamente, el promedio de felicidad irá subiendo”, comienza.

“Por ejemplo, pasa más tiempo con la familia y los amigos. Es un consejo aburrido, pero es cierto. Somos el animal más social del planeta, se mida como se mida, así que no sorprende que la mayor parte de nuestra felicidad proceda de las relaciones sociales. Cuida tu salud física, haz más ejercicio. Es otro consejo aburrido, pero también es cierto”, continúa Gilbert, con gestos para acentuar que sabe que no está descubriendo la pólvora. “Si me dijeran que permaneciera a la pata coja diciendo qué nos hace felices en la vida, solo diría “otras personas” antes de caerme al suelo”.

http://elpais.com/elpais/2016/07/13/ciencia/1468437657_783090.html?rel=lom