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miércoles, 28 de septiembre de 2022

_-10 años de Tinder: cómo la app ha transformado el amor, el sexo y las relaciones (y qué nos depara el futuro)



_-¿Cómo se verá el futuro de las citas online?

"Me casé con el amor de mi vida ¡gracias Tinder!", escribió Alexis Gutierrez, una joven de 24 años que vive en Tacoma, Estados Unidos 

Su cupido móvil fue la aplicación que creó el icónico sistema de "desliza con el dedo hacia la derecha" si tienes interés, o "desliza hacia la izquierda" si no lo tienes y que, aunque no lo creas, está cumpliendo 10 años.

Una década después de ser concebida, Tinder lidera un mercado boyante de aplicaciones para citas en línea, con más de 1.500 aplicaciones similares, e ingresos que se proyecta alcancen los US$2.850 millones en 2022, según el sitio alemán de datos Statista.

Pero ¿cómo ha impactado esta app al amor, el sexo y las relaciones? ¿Y qué sigue?
Echémosle una mirada a la evolución de las citas por internet.

El "primer anuncio de citas"
Dos manos haciendo la forma de un corazón

Antes, la gente publicaba anuncios clasificados en las llamadas columnas de corazones solitarios.

Se cree que uno de los primeros anuncios de citas en publicarse apareció en 1727.

Supuestamente apareció en el Manchester Weekly Journal y lo escribió una mujer inglesa que estaba buscando a alguien con quien "pudiera compartir la vida". Pero esta está lejos de ser una historia de amor.

La revista literaria Lapham Quarterly reportó que a Helen Morrison la castigaron por su anuncio y el alcalde la envió a un asilo mental durante cuatro semanas. Dos manos muestran teléfonos con perfiles de Tinder.

Tinder cumple 10 años el 15 de septiembre de 2022.
Casi tres siglos después, se cree que más de 300 millones de personas alrededor del mundo están usando anuncios personales, aplicaciones de citas y la tecnología en general en su búsqueda de relaciones casuales y románticas.

Antes de la existencia de las aplicaciones de citas, algunas personas publicaban anuncios clasificados en lo que normalmente se conocía como la columna de los corazones solitarios.

Hoy, el estigma de usar aplicaciones de citas ya no existe como era hace una década y ha tenido una larga evolución desde la época de Helen.

"Encontré a mi esposo en Tinder"
Alexis Gutiérrez dice que no esperaba conocer el amor en Tinder.
No es que Alexis Gutierrez se sintiera particularmente optimista cuando "deslizó a la derecha" en Tinder hace cuatro años, luego de haber visto a un hombre interesante.

Luego de "una o dos semanas" de charlas virtuales, decidieron conocerse en persona.

"Me recogió y me di cuenta de que estaba muy nervioso. Menos mal que yo no", recuerda ahora, nueve días después de haberle dado el "sí" al mismo hombre, luciendo un largo vestido blanco de encaje.

"No estaba esperando encontrar el amor o un matrimonio porque es cierto que la mayoría de los hombres, especialmente los adultos jóvenes, están solo buscando encuentros casuales", le cuenta la recién casada a la BBC.

"La gente está más interesada en cómo te ves"
Chelsea Stirling dice que las personas están más interesadas en cómo se ve que en lo que uno dice o piensa.

Chelsea Stirling dice que las personas están más interesadas en cómo se ve que en lo que uno dice o piensa.

Pero no todos están convencidos.

"No estoy segura de tener algo positivo que decir de Tinder", dice Amy Marie, una contadora de 30 años en Texas, EE.UU.

Agrega que un "sinfín de hombres" le han enviado mensajes vulgares o violentos a través de la aplicación.

Me muestra el pantallazo de uno de esos mensajes que le envió un hombre, inmediatamente después de que ella le hubiera dicho "hola".

Amy Marie dice que tiene una relación de "amor/odio" con Tinder.

"Sin duda es una relación de amor/odio [con la aplicación]. Con más énfasis en el odio, eso sí".

Chelsea Stirling, una mujer de 35 años de Nottingham, en Reino Unido, también ha tenido una experiencia frustrante con Tinder.

"La gente está más interesada en cómo me veo que en lo que pienso o digo", argumenta.

"Hago match y empiezan a hablar. Y luego leen mi perfil y me hacen unmatch", dice. "O simplemente hacen unmatch sin siquiera empezar a hablar".

Acoso e imágenes no deseadas

Investigaciones muestran que las mujeres son más afectadas por situaciones de acoso en las aplicaciones de citas.

El odio que Amy Marie siente por la app no es un caso aislado. Si eres mujer, las posibilidades de que tengas una mala experiencia con las aplicaciones de citas son más altas.

Un estudio de 2020 del centro de investigación Pew mostró cómo las mujeres sufren acoso de manera desproporcionada.

Entre las mujeres con edades entre los 18 y los 34 años, un 34,57% dijo haber recibido mensajes explícitos o imágenes que no habían solicitado.

También se reportó una alta incidencia de amenazas físicas: un 19% (comparado con un 9% de los hombres).

La socióloga e investigadora del Instituto Francés para Estudios Demográficos (INED) de París, Marie Bergstrom, estudia lo que ella llama la "privatización de las citas" a través de aplicaciones como Tinder.

"Estas aplicaciones son muy insulares en el sentido de que están completamente desconectadas de tu vida social. Es diferente a los escenarios tradicionales en los que las personas se conocen, como a través de amigos, familia, trabajo o colegio, en los que realmente compartes algo con los demás, ya sea amigos, colegas o lugares", dice Bergstrom.

"Mostrar tus genitales en un bar es mostrarle tus genitales a todo el mundo".

Pero ese no es el caso con una pantalla, debido a que puedes simplemente desaparecerte con tocar un botón. Este escenario "extremadamente privado y escondido" se convierte en un terreno peligroso para comportamientos violentos, y no es probable que eso vaya a cambiar en el futuro, dice la experta.

Tinder dice que el mantener a las mujeres seguras está "en el corazón" de la aplicación para citas más grande del mundo.

En julio de 2022, la empresa de tecnología anunció una asociación con el grupo No More ("No más"), que busca poner fin a la violencia doméstica, pero Renate Nyborg, la primera jefe ejecutiva mujer en la compañía, reconoció las dificultades a las que se enfrentan a la hora de proteger a las mujeres en la aplicación. En ese momento, le dijo a la BBC: "Nuestro trabajo de seguridad nunca termina".

Libertad sexual
La socióloga Bergstrom dice que un aspecto positivo de las apps es que contribuyen a la libertad sexual.

Sin embargo, Bergstrom reconoce que un "menor control social" también puede tener efectos positivos.

"A las mujeres se las juzga mucho más por sus comportamientos sexuales, y todavía existe este estigma social de ser demasiado activo sexualmente", apunta.

"Lo que realmente vemos es que las plataformas digitales para citas les permiten a las mujeres tener relaciones cortas y tener relaciones casuales más fácilmente porque se puede hacer todo esto sin que te juzguen y que tengas a todo el mundo hablando de ti.

"Así que no solo es negativa esta desconexión, es, en gran parte también, la razón que explica por qué estas aplicaciones son tan populares".

Pero ¿cómo se ve este futuro de las citas virtuales?

Caricias y besos en el metaverso
Se cree que las experiencias virtuales pueden dejar secuelas psicológicas similares a las que dejan experiencias reales.

Seguramente has oído que, en el futuro, tus reuniones de trabajo tendrán lugar en el metaverso: un ambiente de realidad virtual en el que tu personaje podrá sentarse a la mesa e interactuar con los de tus colegas como si estuvieran todos juntos en persona.

Bueno, eso también aplica para el futuro de las aplicaciones de citas.

"Con la realidad virtual puedes simular besos. Puedes simular tocar un cuerpo", dice Douglas Zytko, un profesor adjunto de interacciones entre humanos y computadoras en la Universidad de Oakland, en EE.UU.

"Las personas que tienen citas online valoran ese tipo de experiencia como parte de la compatibilidad", explica.

Pero eso también es riesgoso.

"Hay una gran posibilidad de que la experiencia negativa que algunas personas están teniendo ahora mismo se vaya a amplificar con la realidad virtual por la inmersión que logra", dice Zytko.

Imagina el caso en el que estés rechazando una insinuación romántica o sexual de alguien en la aplicación de citas.

"En la realidad virtual, no solo tendría el perpetrador la posibilidad de expresar un comentario muy negativo. También podría usar su personaje para hacerlo".

¿Qué quiere decir esto en la práctica?
Zytko responde: "Pueden tocar al personaje de otra persona de una manera negativa. O dibujar imágenes fálicas en el ambiente virtual. Y lo que muchas de esas investigaciones iniciales muestran es que ese tipo de experiencias de caricias no deseadas a través de la realidad virtual pueden tener efectos psicológicos muy similares a los que se presentan si el hecho ocurriera en el mundo real".

De las partes de metaverso que existen actualmente, solo algunas -como Horizon Worlds- pertenecen a Meta.

Sin embargo, la compañía ha introducido nuevas salvaguardas.

Un ejemplo es Personal Boundary ("frontera personal"), que impide que los personajes se acerquen a a una cierta distancia, haciendo que sea más fácil evitar interacciones no deseadas.

La compañía dice que también ofrece un número de maneras para bloquear y reportar a otros usuarios.

"Hemos visto cómo las tendencias van y vienen en los últimos años", dice Zytko. "Así que creo que es demasiado temprano como para decir si la tenencia del metaverso va a mantenerse."

¿Será menos relevante el GPS?
Uno de los aspectos más atractivos de las apps es encontrarse a alguien que esté cerca.

Una de las características más atractivas de las aplicaciones para citas es la posibilidad de conocer a alguien que esté sentado en la otra esquina del restaurante, de la calle o de tu barrio.

Algunas apps ya están explorando esto. Single Town ("pueblo soltero"), por ejemplo, es una aplicación de citas que consiste de una ciudad del metaverso en donde los personajes de personas reales "deambulan, escogen a dónde quieren ir y con quién quieren charlar".

Si tocas a alguno de los personajes puedes ver las fotos reales de ese usuario, comenzar una conversación e interactuar en un mundo virtual.

"Ese tipo de aplicaciones están introduciendo una cita virtual entre el conocerse y la cita física".

"Estas apps no presumen que no vayas a querer verte cara a cara, el objetivo parece seguir siendo apoyar un encuentro presencial o una relación personal". Y Zytko cree que esto podría incluso recortar el acoso en la vida real.

"Al agregar la realidad virtual a la mezcla, podrías tener esa experiencia de la primera cita en línea, antes incluso de aventurarte al mundo real donde existen todos estos riesgos y daños potenciales".

¿Olvidarse del coqueteo en la barra?

¿Se ha convertido conocer a alguien en un bar algo del pasado?

A medida que la realidad virtual abre nuevas posibilidades para los desarrolladores y el número de usuarios explota, las aplicaciones para citas tienden a afianzarse como el "sitio de confianza" para buscar sexo y amor.

"Mi hipótesis es que las plataformas de citas van a ser más y más importantes a la hora de conocer parejas", dice Bergstrom, que escribió el libro "Las nuevas leyes del amor: las citas en línea y la privatización de la intimidad".

"Nunca ha habido un sitio específico para conocer pareja. Ahora existe y se está volviendo menos aceptable acercarse sexual y románticamente en otro tipo de contextos. Este es el caso de los lugares de trabajo. Antes era un sitio importante para conocer pareja y ahora es cada vez menos aceptable intimar sexualmente con colegas", dice.

Para la experta, esto se puede expandir a otros contextos: "Sería menos aceptable acercársele a alguien en un bar y empezar a coquetear, o menos aceptable empezar a coquetear en la fiesta de una amiga, con esta idea de que existe una plataforma para eso".

"Como dije, esta es una hipótesis: quisiéramos separar las cosas cada vez más y que cada vez menos cosas coincidan. Así que hay un lugar para el trabajo, hay un lugar para ir a hacer deporte, hay un lugar para conocer amigos y uno para las citas.

"Una compartimentación de la vida social",

miércoles, 25 de marzo de 2020

_- Amigos con derecho a roce, unámonos. Es urgente que nos neguemos a la separación forzosa del sexo y las emociones e inventemos nuevas maneras de conectar. Levantar la cabeza del teléfono móvil es levantar la cabeza, sin más

_- Cuando recibo un mensaje en el móvil, parpadea una luz azul. El resto del tiempo, la luz es verde. Esta noche, estoy con unos amigos en un café debajo de mi casa. Hablo, río, pido una cerveza, salgo a fumar un cigarrillo. Por fuera, parece que estoy presente. Pero, en realidad, estoy obsesionada con esa luz. Esa luz verde, otra vez verde, siempre verde. ¿Por qué no me escribe él? Él, un hombre al que he conocido a través de Tinder y que me gusta. Me dijo que me “tendría al corriente” de lo que iba a hacer esta noche. “Escríbele tú y ya está”, me indica una amiga. Me parece imposible. Ilegítimo. Porque estoy en el lado de las llamadas “amigas con derecho a roce”. Sí, es una expresión violenta. Vulgar. Deshumanizante, casi. Lo sé, y lo siento por la gente a la que sorprende. Pero lo uso a propósito. Para mostrar lo violento que es. Y para volver esa violencia contra la sociedad y no contra los que la padecen.

Como periodista especializada en el amor y las redes sociales, en L’amour sous algorithme investigué el funcionamiento de Tinder y su repercusión en nuestras vidas, incluso las de quienes no usan la aplicación. Una de las principales consecuencias observadas por los expertos es que se ha agudizado la separación entre vida emocional y sexual. Se ha agudizado la línea de fractura entre la pareja propiamente dicha y los amigos con derecho a roce. El compañero oficial frente a aquel al que no debemos nada. Casi como si fuera una nueva lucha de clases: la burguesía contra el proletariado emocional. Porque el problema de la relación de amigos con derecho a roce no es que sea sexo sin obligaciones, no; es que es sexo sin palabras. Sin derecho a hablar. El amigo con derecho a roce no está autorizado a expresarse, debe mantenerse confuso, sin que la claridad pueda tranquilizarle; solo está autorizado a esperar, mientras finge que no espera nada; no está autorizado a escribir mensajes. ¿Les parece anecdótico? Me parece todo lo contrario. Nunca me cansaré de repetirlo: nuestra vida digital es nuestra verdadera vida. No tener derecho a escribir un mensaje es no tener derecho a hablar.


Uno de los mecanismos psicológicos más fuertes de la adicción es el principio de la recompensa aleatoria

He pasado tres años enganchada a Tinder porque fingía no esperar. Tinder, con su sistema de deslizar y coincidir, está pensado para engancharnos; es lo que los especialistas como la profesora estadounidense Natasha Dow Schüll llaman el diseño de la adicción. Uno de los mecanismos psicológicos más poderosos de la adicción es el principio de la recompensa aleatoria y variable. Todo se reduce al hecho de no saber si vamos a recibir una recompensa y de qué naturaleza. ¿Un mensaje? ¿Una coincidencia? ¿Pero de quién? Con cada notificación, se produce una nueva descarga de serotonina en nuestro cerebro, como cuando ganamos al Candy Crush. Es el mismo mecanismo que nos engancha a Instagram o Facebook. Si el mecanismo se ha apoderado tanto de mí es porque, para fingir que no esperaba, me dedicaba a conversar con otros hombres. Prefería volver a empezar de cero con otro antes que mostrarme vulnerable, atreverme a reconocer que estaba pendiente de la luz verde.

No creo que, en mi caso, fuera cuestión de orgullo, sino más bien de un profundo sentimiento de ilegitimidad. Como no estaba en una pareja tradicional, no tenía voz en el asunto. No me di cuenta enseguida, Fue cuando pedí mis datos personales a la aplicación y leí la totalidad de mis mensajes, unos detrás de otros, cuando comprendí que me había quedado estancada. Estaba atrapada en un bucle.

No se trata de escribir un alegato en defensa de que todas las relaciones sexuales desemboquen en el matrimonio, con peladillas y vestido de novia, salvo para quienes así lo deseen. Sin duda, es maravilloso poder hacer el amor sin formar necesariamente una pareja. ¿Pero por qué separar el sexo de las emociones? ¿Por qué convertirlo en un producto de consumo inmediato, que se desliza y se olvida a continuación? Por otra parte, ¿es humanamente posible separar el sexo de las emociones? “Como si pudiéramos verdaderamente acariciar la piel de un/a desconocido/a sin emocionarnos un poco”, escribe Victoire Tuaillon en Les couilles sur la table.

De hecho, ¿existe el sexo por el sexo? Durante mi investigación me he encontrado con decenas, centenares de personas que desplegaban enormes energías para obligarse a no sentir nada. Como si no sentir nada fuera un logro. ¿Por qué? ¿Para qué hacer el amor si no es para ser visto/a, tocado/a, sostenido/a, abrazado/a por ser esa persona, precisamente esa persona y no otra? La periodista estadounidense Moira Weigel afirma en The Labor of Love que el capitalismo nos ha robado la revolución sexual. Convertir el sexo en un objeto de consumo como cualquier otro beneficia, por ejemplo, a aplicaciones como Tinder. Mientras deslizamos kilómetros y kilómetros de vacío, la aplicación saca provecho a nuestros datos y se transforma en la aplicación más rentable de la App Store.

¿Para qué hacer el amor si no es para ser visto/a, tocado/a, sostenido/a, abrazado/a por ser esa persona, precisamente esa persona y no otra?

Viví dos años en Berlín, considerada la capital europea de la diversión y la liberación sexual. La ciudad acoge unas veladas locas, magníficas y liberadas, con todos los excesos que eso entraña. Sin embargo, me pareció que era también la capital de la soledad. Participé en grupos de apoyo dedicados a Divertirse en Berlín, a los que acudían jóvenes llenos de angustia. Porque, en nuestra sociedad, optar por la libertad y rechazar la pareja tradicional es incorporarse al proletariado emocional. Si la expresión de las necesidades afectivas solo se considera legítima en el marco de la pareja, ¿cómo construir una vida segura cuando todas nuestras relaciones íntimas deben ser “ligeras”, “divertidas”, “desenfadadas”? Por supuesto, y afortunadamente, tenemos en nuestras vidas otras fuentes de felicidad y afecto: amigos, familias, incluso animales.

Pero es urgente que nos neguemos a la separación forzosa del sexo y las emociones, que inventemos nuevas maneras de conectar, aparte de, por un lado, el amigo con derecho a roce que solo puede callarse y, por otro, el vínculo oficial que tiene todos los derechos, a veces incluso demasiados (a aislarnos del mundo, vigilarnos, leer nuestra correspondencia). Rechazar esta división entre la sexualidad y las emociones, que rebaja las experiencias humanas plenas y las transforma en semiexperiencias, que empaña los amores de vacaciones, los besos a medianoche y las pasiones más deliciosas, y los convierte automáticamente en sucedáneos de relación. Este combate se libra en todas partes, en las palabras que empleamos para hablar de nuestras experiencias sexuales, en las películas, los libros y los relatos que se construyen. Pero creo que empieza en cada uno de nosotros. Cuando escribía L’amour sous algorithme me di cuenta de que el combate debía comenzar en lo más profundo de mi ser. Para empezar, frente a la intromisión de las voces dentro de mi cabeza: lo que Bourdieu llama la violencia simbólica, la interiorización de la dominación. Unas voces que me repetían que nunca sería suficientemente guapa, suficientemente divertida, suficientemente nada para poderme expresar con plenitud. Todos tenemos esas voces, hombres y mujeres, porque todos hemos crecido en una sociedad que nos llama al orden de forma brutal desde niños siempre que no respondemos por completo a las normas de la feminidad o la masculinidad y, más tarde, de la pareja. “Me han hecho falta muchos años para vomitar todas las porquerías que me habían enseñado sobre mí mismo”, escribió James Baldwin, el poeta afroamericano, en relación con lo que había sufrido por ser negro en Estados Unidos en los años cuarenta.

Sin poder imaginarme los horrores que sufrió él, creo que podemos inspirarnos en su lucha. Aprender a no despreciar nuestras emociones cuando se salen de la norma. Decir nuestra verdad. Escribir esos mensajes. Levantar la cabeza del móvil, dejar de obsesionarnos con las luces verdes, los “visto”, las V azules de WhatsApp. ¿Les parece anecdótico? Nunca me cansaré de repetirlo: nuestra vida digital es nuestra verdadera vida. Levantar la cabeza del teléfono es levantar la cabeza, sin más.

Judith Duportail es periodista y escritora. Su último libro es El algoritmo del amor: Un viaje a las entrañas de Tinder (Contra).

https://elpais.com/elpais/2020/02/27/opinion/1582801219_268879.html