Anabel Moreno está tan orgullosa del 9,7 que sacó en la Selectividad de 2012 y de su matrícula de honor de bachillerato que lo ha incorporado a su perfil de LinkedIn. “La verdad es que me lo curré, así que creo que podría valorarse como positivo a la hora de buscar trabajo, que alguien haga tanto esfuerzo para conseguir una nota dice mucho de esa persona”, dice la joven que hoy tiene 24 años y es graduada en Traducción e Interpretación por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.
Unos 300.000 alumnos de toda España se enfrentan estos días a la EvAU (Evaluación para el Acceso a la Universidad), conocida comúnmente como Selectividad. Pronto se conocerán los resultados y aquellos alumnos con las mejores notas recibirán la atención de los medios de comunicación. En Verne hemos querido saber qué fue de algunos de los mejores en la prueba hace unos años. Como Moreno, que recuerda que “tampoco es algo determinante para el resto de tu vida”.
Alejandro Fuentes, un arquitecto que se topó con la realidad tras la Selectividad
Alejandro Fuentes sacó un 9,39 en 2010 / Cortesía de A. Fuentes
“La carrera fue un golpe de realidad, vienes del examen de Selectividad pensando que todo es pan comido y no es así. Recuerdo aquellas navidades, tres meses después de empezar, no estaba seguro de si continuar o no”, cuenta Alejandro Fuentes, de 26 años.
Casi no recuerda el examen de Selectividad, han pasado ya nueve años desde entonces. Este joven jienense obtuvo un 13,39 sobre 14 (9,56 sobre 10) en 2010, que le valió para entrar en Arquitectura en la Universidad de Granada. “Siempre lo tuve claro, sabía que necesitaba una nota alta y fui a por ello. Cuando me matriculé, en secretaría me dijeron que por mi expediente había entrado el primero”. Por delante le quedaban cinco años de grado y uno más del máster obligatorio para habilitarse como arquitecto profesional.
Con esfuerzo y algún que otro sacrificio, terminó la carrera y el máster. “Decidí tomármelo con calma y permitirme unas vacaciones mientras preparaba mi portafolio. En arquitectura no sucede como en otras profesiones, que a lo mejor te vale solo con el currículum, aquí tienes que enseñar los trabajos que has ido haciendo a lo largo de la carrera”.
Fuentes se considera afortunado porque seis meses más tarde, a mediados de 2017, consiguió un trabajo como arquitecto junior en el estudio Architectural Matter, también en Granada, que aún hoy desempeña. “He pensado muchas veces sobre mi elección después de Selectividad. Aunque me gusta mucho mi profesión, la verdad es que la remuneración y las oportunidades de trabajo no son tan altas como en otras”.
Anabel Moreno, una traductora e intérprete que ya se ha enfrentado a la precariedad laboral
Anabel Moreno, mejor expediente de Selectividad del 2012 / Albert García
Anabel Moreno, de 24 años, acabó la carrera de Traducción e Interpretación hace tres años y, al contrario que la mayoría de sus compañeros que comenzaron un máster, decidió ver “qué se cocía en el mundo laboral”. “Empecé en un trabajo en el aeropuerto que me apasionaba, pero con unas condiciones laborales que rozaban la ilegalidad. Después estuve en un bufete de abogados traduciendo documentos y tratando con clientes internacionales".
“Vivía en un piso compartido, pero con lo que me pagaban no era suficiente, así que mis padres me ayudaban”, dice la joven, que actualmente trabaja para la productora de espectáculos de terror de su hermano y de su cuñada, en Barcelona. “Aquí hago un poco de todo y ya sí puedo mantenerme por mí misma”.
Si pudiera volver a aquel mes de junio de 2012, cree que acabaría escogiendo lo mismo, aunque tendría en cuenta otros aspectos. “Sí que lo miraría con otros ojos porque creo que hay una cierta obsesión por acceder a la universidad, mientras que las formaciones superiores están muy mal vistas. Yo cada vez estoy más a favor de este tipo enseñanzas que, aunque no sean universitarias, enseñan muchas cosas que no se enseñan en una facultad”.
Ella aún recuerda el revuelo que se montó en los medios de comunicación. “De la noche a la mañana, me encontré con que todo el mundo tenía interés por mí y me sorprendió mucho porque lo único que había hecho yo había sido estudiar, como siempre”, cuenta.
Con una nota tan alta, podía entrar en la carrera que quisiese, pero Moreno, a la que siempre le habían gustado las letras, decidió estudiar el grado de Traducción e Interpretación en la Universidad Pompeu Fabra. “Empiezas la carrera y eres uno más”. Pero añade: “La verdad es que me lo curré, así que creo que podría valorarse como positivo a la hora de buscar trabajo, que alguien haga tanto esfuerzo para conseguir una nota dice mucho de esa persona”.
Alicia Jurado obtuvo 9,9 en 2013 / Cortesía de A. Jurado
Alicia Jurado, una biotecnóloga en búsqueda de su primer trabajo
Un año después, en 2013, Alicia Jurado, 23 años, se examinó de Selectividad, quedándose a una décima de alcanzar la perfección. Aquel 9,9 le valió para entrar en la carrera de Biotecnología, en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), pero “para poco más”. “Cuando entras en la carrera te das cuenta de que todo es mucho más difícil, lo que has estudiado los últimos años no te vale para mucho, te tienes que poner las pilas si quieres aprobar y mantener unas notas medianamente altas”.
Jurado acabó la carrera con una nota media de 8 a pesar de haberle dedicado todo el tiempo a sus estudios. “No pude ni siquiera compaginarlo con un trabajo, requería de mucho esfuerzo, si no entendías algo, si una asignatura o un tema era muy difícil, te tenías que buscar la vida por otro lado. Ya no era como el instituto, donde yo entendía todo, me lo estudiaba y ya está”, cuenta la joven sevillana que hace un año decidió comenzar un máster en Análisis Biológico y Diagnóstico de Laboratorio en la Universidad de Granada.
“Cuando terminas la carrera te das cuenta de que hay un montón de campos de aplicación y que necesitas especializarte, yo estaba un poco perdida, pero escogí este máster que al final me ha encantado y ya sé por dónde quiero ir”, recuerda. Ahora comienza el periodo de prácticas del máster y después empezará a buscar trabajo. “Todavía no me he enfrentado a la búsqueda, pero pinta un poco complicada”, añade.
Como el resto de entrevistados, ha dudado de la elección que tomó tras hacer la Selectividad. “Es muy difícil, eres muy joven y tienes apenas dos semanas para hacer la matrícula y tomar una decisión tan importante para tu vida”.
Juan Ramón Gómez: un 10 en 2013 / Kike Para
Juan Ramón Gómez, un físico-matemático que ahora coquetea con la Filosofía
Con un 13,9, los profesores de Juan Ramón Gómez, 24 años, le animaron a que recurriese. Finalmente le subieron la nota y alcanzó la perfección: 14 sobre 14, o lo que es lo mismo, un 10. En 2013, tras este logro, el joven extremeño, de Quintana de la Serena, se trasladó a Madrid para cursar el doble grado de Matemáticas y Física en la Universidad Complutense.
Atrás quedaba la nota de Selectividad y empezaba una carrera en la que “todo era diferente”. “La gente sigue esperando ese nivel de ti, como que esa nota te va a marcar para siempre, pero no es así ni mucho menos. El nivel de dificultad es más alto y te requiere más tiempo de estudio, si quieres mantener esa excelencia, tienes que hacer un sacrificio bastante grande”, explica, “aunque yo intenté compaginarlo, sin obsesionarme, y no renunciar a mi vida social”.
El último año de la carrera empezó a trabajar como profesor en una academia de preparación para estudios de ingeniería, un empleo que aún hoy mantiene mientras estudia el grado de Filosofía en la UNED. “Acabé el año pasado la carrera, pero me parecía muy precipitado comenzar un máster, que se supone que es el siguiente paso”, cuenta. “Escogí Filosofía porque me gusta y me apetecía estudiar algo así, salirme de las ciencias puras y darle otro enfoque a lo que estoy haciendo”.
En septiembre empezará un máster en Matemáticas Avanzadas, también en la Universidad Complutense de Madrid. “Y después mi intención es seguir por la vía de la investigación, supongo que haré un doctorado. Pero voy paso a paso y viendo un poco cómo está la situación, dónde puede haber más oportunidades, aunque todo parece bastante complicado tal y cómo está la investigación ahora en España”.
https://verne.elpais.com/verne/2019/06/07/articulo/1559902825_522256.html
Mostrando entradas con la etiqueta estudios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta estudios. Mostrar todas las entradas
viernes, 7 de agosto de 2020
Fueron los mejores en Selectividad hace años, ¿qué ha sido de ellos? Hablamos con cuatro jóvenes que obtuvieron más de un nueve en esta prueba
Etiquetas:
aprendizaje,
carreras,
educación,
enseñanza,
estudios,
exámenes,
éxito en selectividad,
Selectividad,
selectividad y profesión,
selectividad y vida
martes, 10 de abril de 2018
La tesis doctoral es perjudicial para la salud mental. Un estudio asegura que los doctorandos son seis veces más propensos a desarrollar ansiedad o depresión en comparación con la población general
En los últimos años se han publicado diversas investigaciones que alertan sobre el estado de salud mental que sufren los estudiantes de doctorado. Un ejemplo reciente es el trabajo que acaba de publicarse en Nature Biotechnology donde se describe cómo los doctorandos son seis veces más propensos a desarrollar ansiedad o depresión en comparación con la población general. Según este trabajo dirigido por el investigador de la Universidad de Kentucky (EE UU) Nathan Vanderford, esto supone que el 39% de los doctorandos se encuentran en un perfil de depresión moderada o severa frente al 6% de la población general.
Podríamos pensar que estos resultados se deben a recortes en las condiciones de trabajo o que son algo intrínseco a empleos altamente competitivos, sean o no tesis doctorales; sin embargo, otro estudio realizado por la Universidad de Gante (Flandes, Bélgica) concluye que los estudiantes de doctorado, en comparación con otros grupos laborales con alta formación, sufren con mayor frecuencia síntomas de deterioro en su salud mental. “Esta es una publicación muy importante ya que progresivamente estamos comprendiendo que existen problemas de salud mental entre los doctorandos y estudios como este nos ayudan a entender mejor sus causas”, afirma Vanderford.
Para profundizar en esta cuestión, Katia Levecque, investigadora de la Universidad de Gante y primera autora del estudio belga, toma como muestra 3.659 doctorandos de universidades flamencas, quienes siguen un programa doctoral muy similar al resto de Europa o Estados Unidos, y cuantifica la frecuencia con la cual los estudiantes afirman haber experimentado en las últimas semanas alguno de entre doce rasgos considerados como signos de estrés y, potencialmente, problemas psiquiátricos (especialmente depresión). Por ejemplo, entre estos rasgos están sentirse infeliz o deprimido, bajo presión constante, pérdida de autoconfianza o insomnio debido a las preocupaciones.
Los resultados fueron que el 41% de los doctorandos se sentía bajo presión constante, el 30% deprimido o infeliz y un 16% se sentía inútil. Es más, la mitad de los estudiantes afirmaba vivir con al menos dos de los doce rasgos evaluados en el test.
Hemos sido los primeros en estudiar a los doctorandos como un grupo aparte usando un tamaño de muestra adecuado y comparándolos con otros grupos de población altamente formados”, enfatiza Levecque. Y es que los resultados más llamativos de este estudio aparecen cuando se comparan personas haciendo una tesis doctoral con otras poblaciones (un grupo de población general, otro de trabajadores y uno de estudiantes) todas ellas con un alto nivel educativo (desde estudiantes de carrera universitaria a doctorados): en todos los casos el grupo de personas que estaban haciendo una tesis doctoral tenían con mucha más frecuencia signos de deterioro en su salud mental, llegando por ejemplo a afirmar el 32% de los estudiantes de doctorado que experimentaban al menos cuatro de los doce síntomas frente al 12%-15% de las personas pertenecientes a los grupos control.
Además, el estudio profundiza sobre si dentro de los estudiantes de doctorado existen condiciones que aumenten las posibilidades de tener o desarrollar un problema psiquiátrico. Por ejemplo, Levecque concluye que el desarrollo de estos síntomas es independiente de la disciplina en la cual se realice el doctorado ya sean ciencias, ciencias sociales, humanidades, ciencias aplicadas o ciencias biomédicas. No ocurre lo mismo con el género, ya que las mujeres que realizan su doctorado tienen un 27% más de posibilidades de sufrir problemas psiquiátricos que los hombres.
Otro factor que puede influir en la salud del estudiante, en este caso tanto negativamente como positivamente, es el tipo de director de tesis que tienen: la salud mental de los doctorandos era mejor de lo normal cuando tenían un mentor cuyo liderazgo les inspiraba. Por el contrario, otros estilos de liderazgo eran neutros o en el caso de aquellos supervisores que se abstenían de dirigir o guiar al doctorando, un tipo de liderazgo laissez-faire, sus estudiantes tenían un 8% más de posibilidades de desarrollar sufrimiento psicológico. “Pero aparte del estilo de liderazgo, hay otros factores importantes como el nivel de presión en entorno laboral, el propio control sobre el ritmo de trabajo o cuándo realizar los descansos, que también están relacionados con el supervisor. Así que el director/supervisor es relevante tanto directa como indirectamente para la salud mental de los doctorandos”, detalla la investigadora.
La conciliación familiar es otro tema clave ya que quienes tienen una situación conflictiva entre su familia y el trabajo son un 52% más propensos a desarrollar un problema psiquiátrico. Y lo mismo ocurre con de la carga de trabajo, que según crece aumenta un mínimo del 65% la aparición de desórdenes psiquiátricos.
Todo este trabajo realizado por la Universidad de Gante pone de manifiesto que incluso en países como Bélgica, donde las condiciones económicas son favorables, el propio desarrollo de una tesis doctoral expone a los estudiantes a situaciones tóxicas para su salud mental por encima de lo que es habitual en otros ambientes similares. Sobre esto, Levecque enfatiza el valor de mejorar la asistencia en salud mental para los doctorandos ya que son uno de los pilares sobre los cuales se asienta la producción científico-tecnológica a nivel mundial; y da tres consejos básicos: “En primer lugar, fórmate e invierte tiempo en conocer tu propia salud… y la de otras personas. En segundo lugar, habla de un modo explícito sobre la salud mental. Y finalmente, a nivel de las organizaciones, estas deberían preocuparse por el bienestar de sus empleados tanto por razones humanitarias como financieras: el bienestar de un empleado y su eficacia laboral están altamente correlacionadas”.
https://elpais.com/elpais/2018/03/15/ciencia/1521113964_993420.html
Podríamos pensar que estos resultados se deben a recortes en las condiciones de trabajo o que son algo intrínseco a empleos altamente competitivos, sean o no tesis doctorales; sin embargo, otro estudio realizado por la Universidad de Gante (Flandes, Bélgica) concluye que los estudiantes de doctorado, en comparación con otros grupos laborales con alta formación, sufren con mayor frecuencia síntomas de deterioro en su salud mental. “Esta es una publicación muy importante ya que progresivamente estamos comprendiendo que existen problemas de salud mental entre los doctorandos y estudios como este nos ayudan a entender mejor sus causas”, afirma Vanderford.
Para profundizar en esta cuestión, Katia Levecque, investigadora de la Universidad de Gante y primera autora del estudio belga, toma como muestra 3.659 doctorandos de universidades flamencas, quienes siguen un programa doctoral muy similar al resto de Europa o Estados Unidos, y cuantifica la frecuencia con la cual los estudiantes afirman haber experimentado en las últimas semanas alguno de entre doce rasgos considerados como signos de estrés y, potencialmente, problemas psiquiátricos (especialmente depresión). Por ejemplo, entre estos rasgos están sentirse infeliz o deprimido, bajo presión constante, pérdida de autoconfianza o insomnio debido a las preocupaciones.
Los resultados fueron que el 41% de los doctorandos se sentía bajo presión constante, el 30% deprimido o infeliz y un 16% se sentía inútil. Es más, la mitad de los estudiantes afirmaba vivir con al menos dos de los doce rasgos evaluados en el test.
Hemos sido los primeros en estudiar a los doctorandos como un grupo aparte usando un tamaño de muestra adecuado y comparándolos con otros grupos de población altamente formados”, enfatiza Levecque. Y es que los resultados más llamativos de este estudio aparecen cuando se comparan personas haciendo una tesis doctoral con otras poblaciones (un grupo de población general, otro de trabajadores y uno de estudiantes) todas ellas con un alto nivel educativo (desde estudiantes de carrera universitaria a doctorados): en todos los casos el grupo de personas que estaban haciendo una tesis doctoral tenían con mucha más frecuencia signos de deterioro en su salud mental, llegando por ejemplo a afirmar el 32% de los estudiantes de doctorado que experimentaban al menos cuatro de los doce síntomas frente al 12%-15% de las personas pertenecientes a los grupos control.
Además, el estudio profundiza sobre si dentro de los estudiantes de doctorado existen condiciones que aumenten las posibilidades de tener o desarrollar un problema psiquiátrico. Por ejemplo, Levecque concluye que el desarrollo de estos síntomas es independiente de la disciplina en la cual se realice el doctorado ya sean ciencias, ciencias sociales, humanidades, ciencias aplicadas o ciencias biomédicas. No ocurre lo mismo con el género, ya que las mujeres que realizan su doctorado tienen un 27% más de posibilidades de sufrir problemas psiquiátricos que los hombres.
Otro factor que puede influir en la salud del estudiante, en este caso tanto negativamente como positivamente, es el tipo de director de tesis que tienen: la salud mental de los doctorandos era mejor de lo normal cuando tenían un mentor cuyo liderazgo les inspiraba. Por el contrario, otros estilos de liderazgo eran neutros o en el caso de aquellos supervisores que se abstenían de dirigir o guiar al doctorando, un tipo de liderazgo laissez-faire, sus estudiantes tenían un 8% más de posibilidades de desarrollar sufrimiento psicológico. “Pero aparte del estilo de liderazgo, hay otros factores importantes como el nivel de presión en entorno laboral, el propio control sobre el ritmo de trabajo o cuándo realizar los descansos, que también están relacionados con el supervisor. Así que el director/supervisor es relevante tanto directa como indirectamente para la salud mental de los doctorandos”, detalla la investigadora.
La conciliación familiar es otro tema clave ya que quienes tienen una situación conflictiva entre su familia y el trabajo son un 52% más propensos a desarrollar un problema psiquiátrico. Y lo mismo ocurre con de la carga de trabajo, que según crece aumenta un mínimo del 65% la aparición de desórdenes psiquiátricos.
Todo este trabajo realizado por la Universidad de Gante pone de manifiesto que incluso en países como Bélgica, donde las condiciones económicas son favorables, el propio desarrollo de una tesis doctoral expone a los estudiantes a situaciones tóxicas para su salud mental por encima de lo que es habitual en otros ambientes similares. Sobre esto, Levecque enfatiza el valor de mejorar la asistencia en salud mental para los doctorandos ya que son uno de los pilares sobre los cuales se asienta la producción científico-tecnológica a nivel mundial; y da tres consejos básicos: “En primer lugar, fórmate e invierte tiempo en conocer tu propia salud… y la de otras personas. En segundo lugar, habla de un modo explícito sobre la salud mental. Y finalmente, a nivel de las organizaciones, estas deberían preocuparse por el bienestar de sus empleados tanto por razones humanitarias como financieras: el bienestar de un empleado y su eficacia laboral están altamente correlacionadas”.
https://elpais.com/elpais/2018/03/15/ciencia/1521113964_993420.html
sábado, 11 de junio de 2016
La memoria no basta en la universidad de los genios (?). Entre los 11.820 estudiantes de grado de Cambridge solo hay 45 españoles. Dos de ellos cuentan cómo consiguieron entrar
La filosofía de la Universidad de Cambridge se puede resumir en una frase: Think outside the box; en español, piensa fuera de lo convencional. Aquí la memorización no sirve para aprobar exámenes. Es la capacidad analítica del alumno y su propia investigación lo que se valora. Por eso, no es raro escuchar una noche cualquiera en pubs como The Eagle a dos estudiantes debatir acaloradamente sobre ciencia con unos apuntes por delante. Cerca de ellos, un cartel informa de que en esa mesa se hizo público el descubrimiento del ADN en 1953.
Ese afán por potenciar el pensamiento crítico está presente desde las pruebas de admisión a la universidad. Se necesita un nueve de media en bachillerato, pero una vez superada esa criba, es la habilidad para resolver problemas lo que abre las puertas del campus británico.
El estudiante cordobés Rogelio Luque tuvo que enfrentarse en la entrevista de ingreso a una pregunta que no estaba escrita en ningún libro: cómo afectaría un virus ficticio a los diferentes grupos de población. “Ese supuesto no formaba parte del temario de bachillerato. Querían ver mi capacidad para llegar a conclusiones interesantes a partir de unos datos”, cuenta Luque una mañana de finales de mayo frente a King’s College. Estamos en una de las residencias de estudiantes más populares de las 31 que conforman el campus. Es su tercer año en Cambridge y a mediados de junio se graduará en Filosofía de las Ciencias con 22 años.
Cuando se pasea por Cambridge uno tiene la sensación de estar en un decorado, en una especie de cuento donde todo está perfectamente cuidado. Todos los edificios son de la misma altura, la hierba se recorta cada día y los estudiantes van de un sitio a otro con sus libros colocados en las cestas de sus bicicletas. Parece que todo estuviera hecho para reflexionar sin distracciones.
El campus se expande por toda la ciudad. Se puede llegar a cualquier sitio andando y por el camino ver la ventana de la habitación de Darwin, el manzano de Newton y no es raro cruzarse con Stephen Hawking. Es como si el peso de la historia obligara a los alumnos a querer parecerse a todos los genios que han pasado por Cambridge. De allí han salido 92 premios Nobel.
“No me preocupa el futuro. Aquí nos enseñan a trabajar duro y a conseguir cualquier meta que nos propongamos”. El 99% de los alumnos de Cambridge se gradúa, de ellos el 91% encuentra trabajo en los seis meses posteriores a la graduación. A la alta tasa de inserción laboral se suma el prestigio que le otorgan algunos de sus ex pupilos, entre ellos John Harvard, el primer benefactor de la Universidad de Harvard, que posteriormente tomó su apellido.
Cambridge, fundada en 1209, es la segunda universidad pública más antigua de Reino Unido por detrás de Oxford. Está considerada la cuarta mejor universidad del mundo, según el World University Ranking 2015-2016 de The Times, y el tercer ecosistema universitario más innovador después de Stanford y el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Sus estándares de excelencia hacen complicado el acceso. De las 16.431 solicitudes que recibió el pasado curso de 120 países, el 80% pasaron a la fase de entrevista y 3.449 estudiantes fueron admitidos, un 21% del total. Una media de cinco académicos deciden sobre cada una de las candidaturas.
Entre los 11.820 alumnos de grado de esta universidad, solo 45 son españoles. “El estudio es muy intenso, tenemos que entregar dos o tres ensayos por semana. Esa es una de las cosas que miran en la entrevista, no solo buscan genios, sino gente trabajadora que pueda aguantar ese ritmo”, cuenta Luque, que estudió bachillerato en un colegio británico de Córdoba. El llamado personal statatement, un escrito de unos dos folios en los que el aspirante explica por qué quiere estudiar esa carrera en Cambridge es otro de los puntos cruciales. "No solo vale con ser bueno, quieren saber que eres un apasionado y eso también hay que demostrarlo en la entrevista", añade Luque.
¿Qué diferencia a Cambridge de otras universidades? Los alumnos de grado tienen prohibido trabajar. El sistema está diseñado para que los estudiantes concentren toda su energía en la labor académica y para ello disponen de una sólida red de apoyo. Durante toda la carrera tienen asignado un director de estudios que les ayuda a escoger las asignaturas y les asesora en su trayectoria. También un tutor con el que pueden consultar cualquier cuestión que se salga del ámbito académico. La figura del supervisor es otra de las distinciones, un profesor que se reúne con grupos de cuatro alumnos después de cada clase magistral para resolver sus dudas y profundizar en la materia. Tienen unas cinco por semana.
“La ventaja es que nadie se queda atrás. Es un método basado en la enseñanza personalizada y si aparece algún problema se detecta muy pronto y se actúa”, cuenta Paloma González, profesora de Neurociencia en Cambridge.
Otra de sus peculiaridades es su sistema de evaluación. Los estudiantes se lo juegan todo en los exámenes finales, en los que no ponen su nombre y se identifican con un número. Los profesores corrigen las pruebas de forma aleatoria y nunca saben si están corrigiendo o no a sus alumnos. Es su forma de asegurar que la evaluación sea objetiva, sin importar si el estudiante tiene mayor afinidad con el docente o si sus comentarios en clase son o no ingeniosos. “Aunque los ensayos que entregan durante el curso no cuentan para la nota final, si no siguen el ritmo de trabajo es improbable que superen el examen con buena nota”, explica Ángeles Carreres, profesora de lengua española en la universidad británica.
Como la mayoría de universidades públicas en Reino Unido, el coste de la matrícula es de 9.000 libras al año (11.500 euros), a las que se suman otras 8.500 (10.800 euros) para cubrir los costes del college -todos los estudiantes están obligados a residir en uno- y la manutención. Los alumnos europeos con rentas familiares por debajo de 54.600 euros al año pueden solicitar ayudas a la universidad de hasta 4.500 euros. Cambridge destinó destinó un total de 7,6 millones de euros en el curso 2014-2015 en becas para 2.200 alumnos de grado.
El catalán Roc Fargas, alumno de segundo del grado de Música de 20 años, es uno de los perceptores de esa ayuda. “Lo mejor de estudiar aquí es que todo está centrado en el alumno. Quieren que aprendamos y no que memoricemos”, cuenta sentado en el escritorio de su habitación un día antes de uno de sus exámenes. Sus apuntes son muy distintos a los de sus colegas en España. Los textos son producto de sus investigaciones y sus consultas a más de una veintena de libros de la biblioteca.
Fargas estudió bachillerato en una escuela de Bristol y su nota media fue sobresaliente. "Haber estudiado en el sistema británico es un aliciente para ser admitido en Cambridge porque la enseñanza permite profundizar mucho más en las áreas que te interesan", explica. Él cursó tres asignaturas: matemáticas, física y música. Quiere ser director de orquesta.
En su entrevista le presentaron una partitura y le preguntaron para qué instrumento había sido compuesta. “La respuesta obvia era piano, pero supe que la partitura era barroca, y en esa época solo existía el clavecín”. Fargas dio en el clavo.
PASOS PARA SOLICITAR PLAZA
“Si eres brillante, entusiasta y tienes talento académico, Cambridge podría ser para ti”, se lee en la web de la universidad. La fecha límite para solicitar plaza para cursar un grado es el 15 de octubre. Es imprescindible tener una nota media de bachillerato de nueve como mínimo y haber obtenido al menos un nueve en dos asignaturas relacionadas con la especialidad que se quiere cursar en Cambridge.
La solicitud se presenta cuando el alumno está cursando segundo de Bachillerato y se adjuntan las notas obtenidas en primero y su previsión de las de segundo.
Estos son los pasos a seguir:
Elegir uno de los 29 grados que ofrece la universidad y uno de los 31 college (residencias de estudiantes). Realizar la inscripción a través de la web ucas.
Cumplimentar toda la documentación requerida por Cambridge: el personal statement (un escrito de por qué se quiere cursar ese grado), las cartas de recomendación de los profesores, etc.
Si el candidato es preseleccionado, será convocado a la fase de entrevista.
La universidad le comunicará si ha sido aceptado.
Guía para estudiar un grado en Reino Unido
http://economia.elpais.com/economia/2016/06/01/actualidad/1464788603_229862.html
Ese afán por potenciar el pensamiento crítico está presente desde las pruebas de admisión a la universidad. Se necesita un nueve de media en bachillerato, pero una vez superada esa criba, es la habilidad para resolver problemas lo que abre las puertas del campus británico.
El estudiante cordobés Rogelio Luque tuvo que enfrentarse en la entrevista de ingreso a una pregunta que no estaba escrita en ningún libro: cómo afectaría un virus ficticio a los diferentes grupos de población. “Ese supuesto no formaba parte del temario de bachillerato. Querían ver mi capacidad para llegar a conclusiones interesantes a partir de unos datos”, cuenta Luque una mañana de finales de mayo frente a King’s College. Estamos en una de las residencias de estudiantes más populares de las 31 que conforman el campus. Es su tercer año en Cambridge y a mediados de junio se graduará en Filosofía de las Ciencias con 22 años.
Cuando se pasea por Cambridge uno tiene la sensación de estar en un decorado, en una especie de cuento donde todo está perfectamente cuidado. Todos los edificios son de la misma altura, la hierba se recorta cada día y los estudiantes van de un sitio a otro con sus libros colocados en las cestas de sus bicicletas. Parece que todo estuviera hecho para reflexionar sin distracciones.
El campus se expande por toda la ciudad. Se puede llegar a cualquier sitio andando y por el camino ver la ventana de la habitación de Darwin, el manzano de Newton y no es raro cruzarse con Stephen Hawking. Es como si el peso de la historia obligara a los alumnos a querer parecerse a todos los genios que han pasado por Cambridge. De allí han salido 92 premios Nobel.
“No me preocupa el futuro. Aquí nos enseñan a trabajar duro y a conseguir cualquier meta que nos propongamos”. El 99% de los alumnos de Cambridge se gradúa, de ellos el 91% encuentra trabajo en los seis meses posteriores a la graduación. A la alta tasa de inserción laboral se suma el prestigio que le otorgan algunos de sus ex pupilos, entre ellos John Harvard, el primer benefactor de la Universidad de Harvard, que posteriormente tomó su apellido.
Cambridge, fundada en 1209, es la segunda universidad pública más antigua de Reino Unido por detrás de Oxford. Está considerada la cuarta mejor universidad del mundo, según el World University Ranking 2015-2016 de The Times, y el tercer ecosistema universitario más innovador después de Stanford y el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Sus estándares de excelencia hacen complicado el acceso. De las 16.431 solicitudes que recibió el pasado curso de 120 países, el 80% pasaron a la fase de entrevista y 3.449 estudiantes fueron admitidos, un 21% del total. Una media de cinco académicos deciden sobre cada una de las candidaturas.
Entre los 11.820 alumnos de grado de esta universidad, solo 45 son españoles. “El estudio es muy intenso, tenemos que entregar dos o tres ensayos por semana. Esa es una de las cosas que miran en la entrevista, no solo buscan genios, sino gente trabajadora que pueda aguantar ese ritmo”, cuenta Luque, que estudió bachillerato en un colegio británico de Córdoba. El llamado personal statatement, un escrito de unos dos folios en los que el aspirante explica por qué quiere estudiar esa carrera en Cambridge es otro de los puntos cruciales. "No solo vale con ser bueno, quieren saber que eres un apasionado y eso también hay que demostrarlo en la entrevista", añade Luque.
¿Qué diferencia a Cambridge de otras universidades? Los alumnos de grado tienen prohibido trabajar. El sistema está diseñado para que los estudiantes concentren toda su energía en la labor académica y para ello disponen de una sólida red de apoyo. Durante toda la carrera tienen asignado un director de estudios que les ayuda a escoger las asignaturas y les asesora en su trayectoria. También un tutor con el que pueden consultar cualquier cuestión que se salga del ámbito académico. La figura del supervisor es otra de las distinciones, un profesor que se reúne con grupos de cuatro alumnos después de cada clase magistral para resolver sus dudas y profundizar en la materia. Tienen unas cinco por semana.
“La ventaja es que nadie se queda atrás. Es un método basado en la enseñanza personalizada y si aparece algún problema se detecta muy pronto y se actúa”, cuenta Paloma González, profesora de Neurociencia en Cambridge.
Otra de sus peculiaridades es su sistema de evaluación. Los estudiantes se lo juegan todo en los exámenes finales, en los que no ponen su nombre y se identifican con un número. Los profesores corrigen las pruebas de forma aleatoria y nunca saben si están corrigiendo o no a sus alumnos. Es su forma de asegurar que la evaluación sea objetiva, sin importar si el estudiante tiene mayor afinidad con el docente o si sus comentarios en clase son o no ingeniosos. “Aunque los ensayos que entregan durante el curso no cuentan para la nota final, si no siguen el ritmo de trabajo es improbable que superen el examen con buena nota”, explica Ángeles Carreres, profesora de lengua española en la universidad británica.
Como la mayoría de universidades públicas en Reino Unido, el coste de la matrícula es de 9.000 libras al año (11.500 euros), a las que se suman otras 8.500 (10.800 euros) para cubrir los costes del college -todos los estudiantes están obligados a residir en uno- y la manutención. Los alumnos europeos con rentas familiares por debajo de 54.600 euros al año pueden solicitar ayudas a la universidad de hasta 4.500 euros. Cambridge destinó destinó un total de 7,6 millones de euros en el curso 2014-2015 en becas para 2.200 alumnos de grado.
El catalán Roc Fargas, alumno de segundo del grado de Música de 20 años, es uno de los perceptores de esa ayuda. “Lo mejor de estudiar aquí es que todo está centrado en el alumno. Quieren que aprendamos y no que memoricemos”, cuenta sentado en el escritorio de su habitación un día antes de uno de sus exámenes. Sus apuntes son muy distintos a los de sus colegas en España. Los textos son producto de sus investigaciones y sus consultas a más de una veintena de libros de la biblioteca.
Fargas estudió bachillerato en una escuela de Bristol y su nota media fue sobresaliente. "Haber estudiado en el sistema británico es un aliciente para ser admitido en Cambridge porque la enseñanza permite profundizar mucho más en las áreas que te interesan", explica. Él cursó tres asignaturas: matemáticas, física y música. Quiere ser director de orquesta.
En su entrevista le presentaron una partitura y le preguntaron para qué instrumento había sido compuesta. “La respuesta obvia era piano, pero supe que la partitura era barroca, y en esa época solo existía el clavecín”. Fargas dio en el clavo.
PASOS PARA SOLICITAR PLAZA
“Si eres brillante, entusiasta y tienes talento académico, Cambridge podría ser para ti”, se lee en la web de la universidad. La fecha límite para solicitar plaza para cursar un grado es el 15 de octubre. Es imprescindible tener una nota media de bachillerato de nueve como mínimo y haber obtenido al menos un nueve en dos asignaturas relacionadas con la especialidad que se quiere cursar en Cambridge.
La solicitud se presenta cuando el alumno está cursando segundo de Bachillerato y se adjuntan las notas obtenidas en primero y su previsión de las de segundo.
Estos son los pasos a seguir:
Elegir uno de los 29 grados que ofrece la universidad y uno de los 31 college (residencias de estudiantes). Realizar la inscripción a través de la web ucas.
Cumplimentar toda la documentación requerida por Cambridge: el personal statement (un escrito de por qué se quiere cursar ese grado), las cartas de recomendación de los profesores, etc.
Si el candidato es preseleccionado, será convocado a la fase de entrevista.
La universidad le comunicará si ha sido aceptado.
Guía para estudiar un grado en Reino Unido
http://economia.elpais.com/economia/2016/06/01/actualidad/1464788603_229862.html
domingo, 26 de julio de 2015
JULIO CONTRERAS, VICERRECTOR DE ESTUDIANTES DE LA UCM. “La gente no estudia las carreras que demanda el mercado”. El número de matriculados en ingenierías es el que más cae, un 6%. El reto es conseguir que las matemáticas sean atractivas
La demanda de titulados universitarios en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas crecerá en Europa un 14% hasta 2020, según un estudio del Centro Europeo para el Desarrollo de la Vocación Profesional. Las empresas querrán a esos graduados, pero probablemente no los encontrarán en España porque, pese a que el número de parados de más de 25 años supera el 21%, los estudiantes no escogen las carreras que pide el mercado laboral. Esa es la opinión de Julio Contreras, vicerrector de Estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid. Para apoyarla aporta un dato: el pasado año el número de matriculados en ingenierías fue el que más cayó en las universidades españolas, un 6% con respecto al curso anterior. Solo 13 de cada 1.000 alumnos ha completado sus estudios en estos campos, según datos de Eurostat. El reto, señala Contreras, es conseguir que especialidades como las matemáticas sean atractivas.
Pregunta: ¿Qué se puede hacer desde la Universidad para incentivar a los estudiantes a escoger carreras STEM (siglas en inglés de Science, Technology, Engineering and Mathematics)?
Respuesta: Es un problema grave porque necesitamos estos perfiles y no los vamos a tener. La demanda está creciendo y las matriculaciones no aumentan. Eso demuestra que la gente no estudia los grados que requiere el mercado. La raíz de la falta de interés por estas carreras se remonta a los colegios e institutos, donde las asignaturas de ciencias como las matemáticas se presentan como materias complicadas y poco apetecibles. Hay grandes empresas -como Telefónica- que están estudiando las causas y diseñando fórmulas para atraer a los jóvenes desde edades tempranas. Desde las universidades y los centros de Secundaria tenemos que hacer un esfuerzo para mejorar los servicios de orientación para que los alumnos tomen su decisión sobre qué estudiar con una visión más amplia.
Las ciencias de la salud son las únicas que suben en número de matrículas cada año, un 7% el último curso. En este caso, hay un componente vocacional muy fuerte. Para que funcione con otras ramas científico técnicas lo ideal sería que se lanzasen campañas desde las instituciones autonómicas con el mensaje de que las ciencias son divertidas y generan empleo. Es una labor esencialmente preuniversitaria, aquí llegan con la decisión tomada.
P: ¿El interés de los universitarios por estudiar carreras de Humanidades sigue decreciendo?
R: La caída no es muy pronunciada, el curso pasado fue del 2% en toda la red de universidades públicas. Lo que sucede es que están estigmatizadas y ha calado la idea de que quien se decanta por esa opción no encuentra empleo. Mi recomendación es que aquellos que sientan pasión por una materia sigan su instinto. Si la decisión sobre el grado que se va a estudiar se toma teniendo en cuenta solo el factor de la empleabilidad, se puede acertar o no. El mercado es impredecible y ya sucedió con Arquitectura; hace diez años todos pensaban que la inserción laboral era inmediata y llegó el desplome del ladrillo. El 47% de los universitarios españoles se decanta por las ramas sociales y jurídicas. Las facultades de Derecho están repletas.
P: Hay muchos estudiantes que no consiguen plaza en su primera opción. ¿Qué consejo les daría?
R: Estar un año en casa esperando para repetir la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) y subir la nota no es una buena idea, no suelen mejorar el resultado. La recomendación es que se matriculen en alguna de las otras opciones. Muchas veces acaban enganchándose a esa nueva titulación porque su vocación es variable. Si no están convencidos, siempre pueden pedir el traslado y convalidar las asignaturas que sean comunes en ambos grados. El requisito es haber aprobado al menos 30 créditos durante el primer curso. Los que consiguen entrar son los que mejores notas tienen. El 50% de la puntuación total se corresponde con la nota de la PAU y el otro 50% con la nota media obtenida durante ese primer año.
El único hándicap es que lo solicitan muchos estudiantes y no es fácil acceder. El 8% de los universitarios cambian de carrera tras el primer año o abandonan los estudios, según datos del Ministerio de Educación. Lo que está claro es que cualquier grado universitario mejorará sus posibilidades de encontrar un empleo en el futuro. Dentro del colectivo de jóvenes parados (21%), la tasa se reduce al 16% dentro de los que tienen estudios superiores y al 5% entre los doctores.
P: En Estados Unidos es muy común que durante el primer curso los estudiantes reciban una formación multidisciplinar y que escojan la especialidad en segundo. ¿Cree que con 18 años y sin un contacto previo con la Universidad los jóvenes están preparados para elegir grado?
R: El estadounidense es otro modelo, ni mejor ni peor. No es una cuestión que esté relacionada con la edad, sino con el asesoramiento.Si analiza los planes de estudio con una buena orientación, puede saber hacia dónde dirigirse. Nos gustaría pensar que sí están preparados y los resultados de la PAU lo confirman, el porcentaje de aprobados es del 95%. La madurez que demuestran en esta prueba confirma que el Bachillerato funciona.
P: ¿Cuántos grados se pueden estudiar 100% en inglés en la Complutense?
R: Cinco: Psicología, ADE, Económicas, Ingeniería Informática y Magisterio. También hay algunos como Derecho o Filosofía que incluyen asignaturas en inglés. Nuestro objetivo es ir aumentándolos, pero hay que ser realista y tenemos otras prioridades.
P: ¿Cuál es la principal dificultad que afrontan durante el primer año?
R: Vienen de grupos más pequeños, con alguien permanentemente encima de ellos y un control de la asistencia. Los más maduros se adaptan mejor, pero los que rinden en base a lo que les aprietan, aquí se hunden un poco al principio. Algunos están acostumbrados a ser los primeros de la clase y aquí se encuentran con que los demás tienen un conocimiento similar. Otros, que siempre habían obtenido buenas notas, empiezan a suspender y no saben cómo afrontarlo ni ellos ni sus familias. Para eso tenemos los programas de mentores, en los que alumnos veteranos ayudan a los de nuevo ingreso a integrarse, tanto en lo personal como en lo académico. Les enseñan a levantarse cuando hay alguna dificultad, a organizarse de otra forma y a detectar por qué no les ha ido bien.
P: La subida de las tasas ha dejado fuera de la Universidad a muchos estudiantes. ¿Qué plan tiene la Complutense para ellos?
R: En cada comunidad autónoma hay diferentes realidades. En Madrid, los precios han subido más de un 60% en los últimos cuatro años, ha sido un salto brutal. Las matrículas que antes rondaban los 800 o mil euros, ahora cuestan entre 4.000 y 5.000. Nosotros no podemos cambiar los precios públicos, pero este curso vamos a poner en marcha el pago fraccionado, que permitirá pagar mensualmente, y un sistema de ayudas por un valor de hasta un millón de euros para los que no consigan las becas del Ministerio y tengan dificultades económicas. Además, tenemos pendiente de aprobar una modificación para permitir a los estudiantes matricularse de 30 créditos en primer curso, en lugar de los 60 obligatorios. No tenemos ningún estudio al respecto, pero estimamos que un 20% de los alumnos trabajan para poder hacer frente a los pagos.
http://economia.elpais.com/economia/2015/07/03/actualidad/1435948447_517179.html
Pregunta: ¿Qué se puede hacer desde la Universidad para incentivar a los estudiantes a escoger carreras STEM (siglas en inglés de Science, Technology, Engineering and Mathematics)?
Respuesta: Es un problema grave porque necesitamos estos perfiles y no los vamos a tener. La demanda está creciendo y las matriculaciones no aumentan. Eso demuestra que la gente no estudia los grados que requiere el mercado. La raíz de la falta de interés por estas carreras se remonta a los colegios e institutos, donde las asignaturas de ciencias como las matemáticas se presentan como materias complicadas y poco apetecibles. Hay grandes empresas -como Telefónica- que están estudiando las causas y diseñando fórmulas para atraer a los jóvenes desde edades tempranas. Desde las universidades y los centros de Secundaria tenemos que hacer un esfuerzo para mejorar los servicios de orientación para que los alumnos tomen su decisión sobre qué estudiar con una visión más amplia.
Las ciencias de la salud son las únicas que suben en número de matrículas cada año, un 7% el último curso. En este caso, hay un componente vocacional muy fuerte. Para que funcione con otras ramas científico técnicas lo ideal sería que se lanzasen campañas desde las instituciones autonómicas con el mensaje de que las ciencias son divertidas y generan empleo. Es una labor esencialmente preuniversitaria, aquí llegan con la decisión tomada.
P: ¿El interés de los universitarios por estudiar carreras de Humanidades sigue decreciendo?
R: La caída no es muy pronunciada, el curso pasado fue del 2% en toda la red de universidades públicas. Lo que sucede es que están estigmatizadas y ha calado la idea de que quien se decanta por esa opción no encuentra empleo. Mi recomendación es que aquellos que sientan pasión por una materia sigan su instinto. Si la decisión sobre el grado que se va a estudiar se toma teniendo en cuenta solo el factor de la empleabilidad, se puede acertar o no. El mercado es impredecible y ya sucedió con Arquitectura; hace diez años todos pensaban que la inserción laboral era inmediata y llegó el desplome del ladrillo. El 47% de los universitarios españoles se decanta por las ramas sociales y jurídicas. Las facultades de Derecho están repletas.
P: Hay muchos estudiantes que no consiguen plaza en su primera opción. ¿Qué consejo les daría?
R: Estar un año en casa esperando para repetir la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) y subir la nota no es una buena idea, no suelen mejorar el resultado. La recomendación es que se matriculen en alguna de las otras opciones. Muchas veces acaban enganchándose a esa nueva titulación porque su vocación es variable. Si no están convencidos, siempre pueden pedir el traslado y convalidar las asignaturas que sean comunes en ambos grados. El requisito es haber aprobado al menos 30 créditos durante el primer curso. Los que consiguen entrar son los que mejores notas tienen. El 50% de la puntuación total se corresponde con la nota de la PAU y el otro 50% con la nota media obtenida durante ese primer año.
El único hándicap es que lo solicitan muchos estudiantes y no es fácil acceder. El 8% de los universitarios cambian de carrera tras el primer año o abandonan los estudios, según datos del Ministerio de Educación. Lo que está claro es que cualquier grado universitario mejorará sus posibilidades de encontrar un empleo en el futuro. Dentro del colectivo de jóvenes parados (21%), la tasa se reduce al 16% dentro de los que tienen estudios superiores y al 5% entre los doctores.
P: En Estados Unidos es muy común que durante el primer curso los estudiantes reciban una formación multidisciplinar y que escojan la especialidad en segundo. ¿Cree que con 18 años y sin un contacto previo con la Universidad los jóvenes están preparados para elegir grado?
R: El estadounidense es otro modelo, ni mejor ni peor. No es una cuestión que esté relacionada con la edad, sino con el asesoramiento.Si analiza los planes de estudio con una buena orientación, puede saber hacia dónde dirigirse. Nos gustaría pensar que sí están preparados y los resultados de la PAU lo confirman, el porcentaje de aprobados es del 95%. La madurez que demuestran en esta prueba confirma que el Bachillerato funciona.
P: ¿Cuántos grados se pueden estudiar 100% en inglés en la Complutense?
R: Cinco: Psicología, ADE, Económicas, Ingeniería Informática y Magisterio. También hay algunos como Derecho o Filosofía que incluyen asignaturas en inglés. Nuestro objetivo es ir aumentándolos, pero hay que ser realista y tenemos otras prioridades.
P: ¿Cuál es la principal dificultad que afrontan durante el primer año?
R: Vienen de grupos más pequeños, con alguien permanentemente encima de ellos y un control de la asistencia. Los más maduros se adaptan mejor, pero los que rinden en base a lo que les aprietan, aquí se hunden un poco al principio. Algunos están acostumbrados a ser los primeros de la clase y aquí se encuentran con que los demás tienen un conocimiento similar. Otros, que siempre habían obtenido buenas notas, empiezan a suspender y no saben cómo afrontarlo ni ellos ni sus familias. Para eso tenemos los programas de mentores, en los que alumnos veteranos ayudan a los de nuevo ingreso a integrarse, tanto en lo personal como en lo académico. Les enseñan a levantarse cuando hay alguna dificultad, a organizarse de otra forma y a detectar por qué no les ha ido bien.
P: La subida de las tasas ha dejado fuera de la Universidad a muchos estudiantes. ¿Qué plan tiene la Complutense para ellos?
R: En cada comunidad autónoma hay diferentes realidades. En Madrid, los precios han subido más de un 60% en los últimos cuatro años, ha sido un salto brutal. Las matrículas que antes rondaban los 800 o mil euros, ahora cuestan entre 4.000 y 5.000. Nosotros no podemos cambiar los precios públicos, pero este curso vamos a poner en marcha el pago fraccionado, que permitirá pagar mensualmente, y un sistema de ayudas por un valor de hasta un millón de euros para los que no consigan las becas del Ministerio y tengan dificultades económicas. Además, tenemos pendiente de aprobar una modificación para permitir a los estudiantes matricularse de 30 créditos en primer curso, en lugar de los 60 obligatorios. No tenemos ningún estudio al respecto, pero estimamos que un 20% de los alumnos trabajan para poder hacer frente a los pagos.
http://economia.elpais.com/economia/2015/07/03/actualidad/1435948447_517179.html
miércoles, 13 de mayo de 2015
¿Cuáles son los estudios con menos paro? ¿Y los que más tienen? Los matemáticos son el colectivo menos afectado por el desempleo (5,7%). El paro se dispara entre quienes solo tienen formación básica (30,9%)
Los matemáticos y los estadísticos son lo que menos sufren el alto paro que hay en España. Apenas un 5,7% de este colectivo está desocupado, según las variables de la submuestra de la encuesta de población activa divulgada el INE correspondiente a 2014. Tras ellos, el grupo de gente dedicado a los servicios de seguridad, cuya tasa de paro se sitúa en el 7,45%.
Ambos colectivos, catalogados por el INE según su nivel de formación, son los únicos que tienen una tasa de desempleo por debajo del 10%. A partir de ahí todos superan esta cota. Primero los que tienen formación en Derecho, con un 10,63%, y luego dos grupos vinculados a la sanidad: veterinarios (10,65%) y salud (12,18%).
El análisis de estas variables incide en una de las tendencias más observadas durante la crisis: los colectivos menos formados son los que más sufren el desempleo. Así el grupo que tiene una formación básica, sin más, tiene un paro del 30,89%, y en un grupo indefinido, que no tiene una formación definida, el porcentaje se dispara hasta el 39,25%.
La gran magnitud del colectivo con una formación básica, 23 millones de los 38 que analiza la EPA (16 años o más), explica que la tasa de paro media se sitúe en el 23,8%. La mayoría de colectivos segregados por formación tienen tasa de paro inferiores, solo quienes tienen formación vinculada con el ladrillo, como los arquitectos, superan este porcentaje (23,5%).
Del lado del empleo, la foto de 2014 es muy parecido. Los veterinarios son los que tiene una mayor tasa de empleo (porcentaje perteneciente al colectico con trabajo), un 80,48%. Tras ellos, aparecen los matemáticos con un 78,64% y los informáticos, un 76,95%.
Tampoco hay mucho cambios cuando se trata de la tasa de actividad (el porcentaje de gente de una sociedad que tiene empleo o lo busca). En este caso, son los informáticos quienes si sitúan en cabeza con el 90,43%, seguidos de veterinarios (90,07%) y quienes se dedican a la protección del medio ambiente (89,6%).
De nuevo quienes tienen una formación básica vuelven a situarse en la parte más baja de la tabla, con un 49,35%. Un poco por encima de ellos, los dedicados al transporte (68,03%) y a la seguridad (68,5%).
Los datos están extraídos de las llamadas variables de submuestra de la Encuesta de Población Activa (EPA), que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE). Una de las novedades introducidas en los cambios metodológicos de la EPA en 2005 fue la utilización de una submuestra de la Encuesta, distribuida a lo largo de todo el año, con el fin de proporcionar información sobre variables de carácter estructural en media anual. Este sistema de encuesta extendida a una submuestra para cubrir una serie de variables adicionales a las investigadas cada trimestre, se denomina sistema de submuestra y las variables adicionales estructurales obtenidas, variables de submuestra.
Lo que se hace es proporcionar datos en promedio anual obtenidos a partir de una parte de la muestra de la Encuesta. El fichero de submuestra tiene un menor número de registros que los ficheros trimestrales de la EPA. Aproximadamente consta de 40.000 hogares entrevistados, frente a los 60.000 de la muestra trimestral.
http://economia.elpais.com/economia/2015/05/07/actualidad/1430988207_261861.html
http://www.goear.com/embed/sound/dccd932" vspace="0" width="580">
Ambos colectivos, catalogados por el INE según su nivel de formación, son los únicos que tienen una tasa de desempleo por debajo del 10%. A partir de ahí todos superan esta cota. Primero los que tienen formación en Derecho, con un 10,63%, y luego dos grupos vinculados a la sanidad: veterinarios (10,65%) y salud (12,18%).
El análisis de estas variables incide en una de las tendencias más observadas durante la crisis: los colectivos menos formados son los que más sufren el desempleo. Así el grupo que tiene una formación básica, sin más, tiene un paro del 30,89%, y en un grupo indefinido, que no tiene una formación definida, el porcentaje se dispara hasta el 39,25%.
La gran magnitud del colectivo con una formación básica, 23 millones de los 38 que analiza la EPA (16 años o más), explica que la tasa de paro media se sitúe en el 23,8%. La mayoría de colectivos segregados por formación tienen tasa de paro inferiores, solo quienes tienen formación vinculada con el ladrillo, como los arquitectos, superan este porcentaje (23,5%).
Del lado del empleo, la foto de 2014 es muy parecido. Los veterinarios son los que tiene una mayor tasa de empleo (porcentaje perteneciente al colectico con trabajo), un 80,48%. Tras ellos, aparecen los matemáticos con un 78,64% y los informáticos, un 76,95%.
Tampoco hay mucho cambios cuando se trata de la tasa de actividad (el porcentaje de gente de una sociedad que tiene empleo o lo busca). En este caso, son los informáticos quienes si sitúan en cabeza con el 90,43%, seguidos de veterinarios (90,07%) y quienes se dedican a la protección del medio ambiente (89,6%).
De nuevo quienes tienen una formación básica vuelven a situarse en la parte más baja de la tabla, con un 49,35%. Un poco por encima de ellos, los dedicados al transporte (68,03%) y a la seguridad (68,5%).
Los datos están extraídos de las llamadas variables de submuestra de la Encuesta de Población Activa (EPA), que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE). Una de las novedades introducidas en los cambios metodológicos de la EPA en 2005 fue la utilización de una submuestra de la Encuesta, distribuida a lo largo de todo el año, con el fin de proporcionar información sobre variables de carácter estructural en media anual. Este sistema de encuesta extendida a una submuestra para cubrir una serie de variables adicionales a las investigadas cada trimestre, se denomina sistema de submuestra y las variables adicionales estructurales obtenidas, variables de submuestra.
Lo que se hace es proporcionar datos en promedio anual obtenidos a partir de una parte de la muestra de la Encuesta. El fichero de submuestra tiene un menor número de registros que los ficheros trimestrales de la EPA. Aproximadamente consta de 40.000 hogares entrevistados, frente a los 60.000 de la muestra trimestral.
http://economia.elpais.com/economia/2015/05/07/actualidad/1430988207_261861.html
http://www.goear.com/embed/sound/dccd932" vspace="0" width="580">
domingo, 8 de febrero de 2015
La universidad pública, un bien común
Vera Sacristán.
Las universidades públicas reciben en promedio de su comunidad autónoma algo menos del 69% de sus ingresos corrientes (datos del MEC, año 2012). Este porcentaje tiene gran variabilidad: desde el 58% en Cataluña hasta más del 80% en el País Vasco, la Rioja o Canarias. Los precios y tasas que pagan los estudiantes y sus familias constituyen el 20% de los ingresos corrientes de las universidades, con una variabilidad incluso mayor: por debajo del 10% en las universidades de La Laguna, País Vasco o Cádiz, y hasta el 36% en la de Barcelona o el 37% en la Rey Juan Carlos de Madrid.
Desde el año 2009, la evolución de esas cifras puede calificarse de “histórica”. En algunas comunidades autónomas los recortes se acercan al 40% en términos reales, una vez descontada la inflación, lo que nos retrotrae a más de veinte años atrás. Según un estudio del Observatorio del Sistema Universitario (OSU), cursar algunas carreras cuesta hoy hasta 3 o 4 veces lo que costaba en 2007, justo antes de las últimas reformas universitarias.
Llama la atención que la mayor parte de países europeos sigan una política distinta o incluso opuesta a la española. Y no se trata sólo de los consabidos países nórdicos, donde los estudios universitarios son gratuitos, sino de países y regiones más próximos a nosotros, donde la matrícula es gratuita (Austria o Escocia, entre muchos otros) o requiere tan sólo el pago de una tasa fija (300€ por año en Alemania, 183€ en Francia, por ejemplo). Mientras esto ocurre en Europa, los precios públicos en España llegan a alcanzar los 2.600€ por curso de grado, y los 4.000€ por curso de máster. Además, la inmensa mayoría de países europeos ofrecen o bien becas-salario para compensar la pérdida de ingresos de los jóvenes que optan por estudiar en vez de trabajar (modelo nórdico), o bien desgravaciones fiscales y subsidios para las familias que mantienen a los hijos que estudian en la universidad (modelo centroeuropeo), algo inexistente en España.
Cabe preguntarse si lo que ocurre en nuestro país no es más que el resultado inevitable de una situación económico-financiera adversa. Sin embargo, quienes defienden estas nuevas políticas de financiación universitaria no suelen hacerlo en términos coyunturales, sino con argumentos de fondo. El principal es el de considerar que, puesto que obtener un título universitario permite acceder a trabajos y niveles de renta superiores, quien estudia en la universidad debe pagarse los estudios, pues va a obtener de ellos un beneficio personal. Y es cierto que lo va a obtener. Lo que no es tan claro es que deba pagar por ello a priori, esto es, mientras estudia. Intentaré argumentar por qué es mejor que lo haga a posteriori, mediante un sistema de impuestos progresivo, que permita que devuelva a la sociedad, incluso con creces, lo que de ella ha recibido.
También se aduce que no es justo que paguen lo mismo los ricos que los pobres. Como si no nos costara exactamente lo mismo a todos, ricos y pobres, comprar un kilo de arroz o un televisor. De nuevo, la redistribución de la riqueza conviene hacerla mediante el sistema impositivo, no en el sistema de precios.
Otro argumento frecuente es el de considerar que, puesto que a la universidad acceden mayoritariamente jóvenes de clases medias y altas, no es justo que los contribuyentes les paguen los estudios. Efectivamente, sabemos que a nuestras universidades acceden mucho más los hijos de directivos, profesionales y, en general, trabajadores de oficina, servicios y administración, mientras que los hijos de trabajadores obreros están infrarrepresentados ya que sólo son un 27% de la población universitaria mientras que sus padres conforman el 48% de la población de 40 a 60 años. Pero esto no debería inducirnos a una aceptación resignada de los hechos, sino a actuar para que la situación cambie. Un motivo que explica la baja presencia de estudiantes de origen humilde en nuestras universidades es su necesidad de trabajar y aportar ingresos a sus familias. En estas condiciones, el aumento del precio de la matrícula es un elemento disuasorio añadido.
Por último hay quien piensa que la respuesta a todas estas cuestiones está en mantener precios elevados como los actuales y ofrecer becas o créditos a quienes no puedan permitirse pagarlos. Las becas o, peor aún, los créditos, no resuelven el problema. Aparte de la escasez de sus importes y número, las becas generan incertidumbre ya que un estudiante no sabe a priori si la obtendrá. De los créditos, para qué hablar, en un país en el que las hipotecas son causa de problemas tan graves. ¿En qué condiciones entraría en el mercado de trabajo un recién titulado obligado a devolver un crédito por los estudios cursados? ¿Cómo afrontaría el inicio de una vida personal y familiar independiente? Conocemos demasiado bien las dificultades generadas por el sistema de créditos al estudio en los países que los han implantado, especialmente Estados Unidos y el Reino Unido: endeudamiento no sostenible, disminución drástica de la movilidad estudiantil, retracción de la demanda universitaria por parte de sectores específicos (mujeres y adultos), burbuja crediticia y, finalmente, abandono de los estudios al producirse la crisis financiera y reducirse la concesión de créditos y las expectativas laborales.
Debemos, en cambio, preguntarnos por qué los países de nuestro entorno están optando por una política tan distinta: financiación pública de la universidad, matrículas gratuitas o simbólicas, y ayudas en forma de becas-salario, desgravaciones fiscales y subsidios. Este es el modelo mayoritario en Europa porque promueve la igualdad de oportunidades en el acceso a la universidad. Y la igualdad no es sólo una cuestión de justicia social sino también de eficacia, ya que permite que los mejores accedan a los estudios, y que el país no desperdicie su talento por causas económicas. En otras palabras, frente al beneficio personal que se extrae del estudio, la mayoría de países valoran el beneficio colectivo que obtiene el conjunto de la sociedad. Un beneficio cultural, científico, técnico y profesional que ayuda al bienestar y al progreso del país. Un beneficio económico gracias a quienes, tras haber pasado por la universidad, desarrollan actividades útiles y rentables para empresas e instituciones, tanto privadas como públicas. Y, finalmente, un retorno de la inversión pública a través de los impuestos.
No es posible tratar de financiación universitaria sin mencionar la investigación, puesto que en nuestro país las universidades públicas son su agente principal. La disminución de la financiación de la investigación en España ha sido drástica en estos últimos años (superior al 40%) y nos aleja todavía más de los objetivos declarados en solemnes reuniones de ministros de la UE. Se está hipotecando el futuro de la investigación española y con ello las posibilidades de un cambio de modelo económico del país. Para que la investigación revierta positivamente en la sociedad, se suele argumentar que lo mejor es que sean las empresas las que la orienten y las que la financien. ¿Es eso lo que más conviene a la ciudadanía? Que las empresas (y otras instituciones, no necesariamente con ánimo de lucro) financien parte de la investigación puede ser positivo, pero es imprescindible que la administración pública lo haga en una proporción suficiente. Suficiente para garantizar el avance de la investigación básica, sin la cual no hay investigación aplicada posible. Suficiente para garantizar la independencia y la objetividad de la investigación. Suficiente también para asegurar que se obtengan avances científicos que ayuden a resolver los problemas de la población, con independencia de su rentabilidad económica inmediata.
En conclusión, la actividad docente e investigadora de las universidades públicas beneficia al conjunto de la sociedad. Es un bien común y, por ello, corresponde al poder público garantizar su financiación.
Fuente: SinPermiso.
Vera Sacristán es profesora de matemáticas en la la Universitat Politècnica de Catalunya. Colabora regularmente con SinPermiso en temas de política universitaria.
Las universidades públicas reciben en promedio de su comunidad autónoma algo menos del 69% de sus ingresos corrientes (datos del MEC, año 2012). Este porcentaje tiene gran variabilidad: desde el 58% en Cataluña hasta más del 80% en el País Vasco, la Rioja o Canarias. Los precios y tasas que pagan los estudiantes y sus familias constituyen el 20% de los ingresos corrientes de las universidades, con una variabilidad incluso mayor: por debajo del 10% en las universidades de La Laguna, País Vasco o Cádiz, y hasta el 36% en la de Barcelona o el 37% en la Rey Juan Carlos de Madrid.
Desde el año 2009, la evolución de esas cifras puede calificarse de “histórica”. En algunas comunidades autónomas los recortes se acercan al 40% en términos reales, una vez descontada la inflación, lo que nos retrotrae a más de veinte años atrás. Según un estudio del Observatorio del Sistema Universitario (OSU), cursar algunas carreras cuesta hoy hasta 3 o 4 veces lo que costaba en 2007, justo antes de las últimas reformas universitarias.
Llama la atención que la mayor parte de países europeos sigan una política distinta o incluso opuesta a la española. Y no se trata sólo de los consabidos países nórdicos, donde los estudios universitarios son gratuitos, sino de países y regiones más próximos a nosotros, donde la matrícula es gratuita (Austria o Escocia, entre muchos otros) o requiere tan sólo el pago de una tasa fija (300€ por año en Alemania, 183€ en Francia, por ejemplo). Mientras esto ocurre en Europa, los precios públicos en España llegan a alcanzar los 2.600€ por curso de grado, y los 4.000€ por curso de máster. Además, la inmensa mayoría de países europeos ofrecen o bien becas-salario para compensar la pérdida de ingresos de los jóvenes que optan por estudiar en vez de trabajar (modelo nórdico), o bien desgravaciones fiscales y subsidios para las familias que mantienen a los hijos que estudian en la universidad (modelo centroeuropeo), algo inexistente en España.
Cabe preguntarse si lo que ocurre en nuestro país no es más que el resultado inevitable de una situación económico-financiera adversa. Sin embargo, quienes defienden estas nuevas políticas de financiación universitaria no suelen hacerlo en términos coyunturales, sino con argumentos de fondo. El principal es el de considerar que, puesto que obtener un título universitario permite acceder a trabajos y niveles de renta superiores, quien estudia en la universidad debe pagarse los estudios, pues va a obtener de ellos un beneficio personal. Y es cierto que lo va a obtener. Lo que no es tan claro es que deba pagar por ello a priori, esto es, mientras estudia. Intentaré argumentar por qué es mejor que lo haga a posteriori, mediante un sistema de impuestos progresivo, que permita que devuelva a la sociedad, incluso con creces, lo que de ella ha recibido.
También se aduce que no es justo que paguen lo mismo los ricos que los pobres. Como si no nos costara exactamente lo mismo a todos, ricos y pobres, comprar un kilo de arroz o un televisor. De nuevo, la redistribución de la riqueza conviene hacerla mediante el sistema impositivo, no en el sistema de precios.
Otro argumento frecuente es el de considerar que, puesto que a la universidad acceden mayoritariamente jóvenes de clases medias y altas, no es justo que los contribuyentes les paguen los estudios. Efectivamente, sabemos que a nuestras universidades acceden mucho más los hijos de directivos, profesionales y, en general, trabajadores de oficina, servicios y administración, mientras que los hijos de trabajadores obreros están infrarrepresentados ya que sólo son un 27% de la población universitaria mientras que sus padres conforman el 48% de la población de 40 a 60 años. Pero esto no debería inducirnos a una aceptación resignada de los hechos, sino a actuar para que la situación cambie. Un motivo que explica la baja presencia de estudiantes de origen humilde en nuestras universidades es su necesidad de trabajar y aportar ingresos a sus familias. En estas condiciones, el aumento del precio de la matrícula es un elemento disuasorio añadido.
Por último hay quien piensa que la respuesta a todas estas cuestiones está en mantener precios elevados como los actuales y ofrecer becas o créditos a quienes no puedan permitirse pagarlos. Las becas o, peor aún, los créditos, no resuelven el problema. Aparte de la escasez de sus importes y número, las becas generan incertidumbre ya que un estudiante no sabe a priori si la obtendrá. De los créditos, para qué hablar, en un país en el que las hipotecas son causa de problemas tan graves. ¿En qué condiciones entraría en el mercado de trabajo un recién titulado obligado a devolver un crédito por los estudios cursados? ¿Cómo afrontaría el inicio de una vida personal y familiar independiente? Conocemos demasiado bien las dificultades generadas por el sistema de créditos al estudio en los países que los han implantado, especialmente Estados Unidos y el Reino Unido: endeudamiento no sostenible, disminución drástica de la movilidad estudiantil, retracción de la demanda universitaria por parte de sectores específicos (mujeres y adultos), burbuja crediticia y, finalmente, abandono de los estudios al producirse la crisis financiera y reducirse la concesión de créditos y las expectativas laborales.
Debemos, en cambio, preguntarnos por qué los países de nuestro entorno están optando por una política tan distinta: financiación pública de la universidad, matrículas gratuitas o simbólicas, y ayudas en forma de becas-salario, desgravaciones fiscales y subsidios. Este es el modelo mayoritario en Europa porque promueve la igualdad de oportunidades en el acceso a la universidad. Y la igualdad no es sólo una cuestión de justicia social sino también de eficacia, ya que permite que los mejores accedan a los estudios, y que el país no desperdicie su talento por causas económicas. En otras palabras, frente al beneficio personal que se extrae del estudio, la mayoría de países valoran el beneficio colectivo que obtiene el conjunto de la sociedad. Un beneficio cultural, científico, técnico y profesional que ayuda al bienestar y al progreso del país. Un beneficio económico gracias a quienes, tras haber pasado por la universidad, desarrollan actividades útiles y rentables para empresas e instituciones, tanto privadas como públicas. Y, finalmente, un retorno de la inversión pública a través de los impuestos.
No es posible tratar de financiación universitaria sin mencionar la investigación, puesto que en nuestro país las universidades públicas son su agente principal. La disminución de la financiación de la investigación en España ha sido drástica en estos últimos años (superior al 40%) y nos aleja todavía más de los objetivos declarados en solemnes reuniones de ministros de la UE. Se está hipotecando el futuro de la investigación española y con ello las posibilidades de un cambio de modelo económico del país. Para que la investigación revierta positivamente en la sociedad, se suele argumentar que lo mejor es que sean las empresas las que la orienten y las que la financien. ¿Es eso lo que más conviene a la ciudadanía? Que las empresas (y otras instituciones, no necesariamente con ánimo de lucro) financien parte de la investigación puede ser positivo, pero es imprescindible que la administración pública lo haga en una proporción suficiente. Suficiente para garantizar el avance de la investigación básica, sin la cual no hay investigación aplicada posible. Suficiente para garantizar la independencia y la objetividad de la investigación. Suficiente también para asegurar que se obtengan avances científicos que ayuden a resolver los problemas de la población, con independencia de su rentabilidad económica inmediata.
En conclusión, la actividad docente e investigadora de las universidades públicas beneficia al conjunto de la sociedad. Es un bien común y, por ello, corresponde al poder público garantizar su financiación.
Fuente: SinPermiso.
Vera Sacristán es profesora de matemáticas en la la Universitat Politècnica de Catalunya. Colabora regularmente con SinPermiso en temas de política universitaria.
miércoles, 21 de enero de 2015
El puto autobús. Este modesto vehículo, al que apenas prestábamos atención, juega ahora un papel determinante en cientos de vidas
Ha muerto Concha Caballero, descanse en paz. Un pequeño homenaje es volver a leer uno de sus muchos artículos escritos en El País, sin olvidar que fue portavoz de IU en el Parlamento andaluz.
Me llama una alumna de mi instituto. Acaba de terminar el bachillerato con matrícula de honor y ha obtenido unas notas de selectividad que le permiten escoger la carrera que deseaba. Me dice que se ha matriculado en la UNED, la Universidad a Distancia, y le pregunto extrañada por qué.
—Me hubiera gustado conocer el ambiente universitario pero no va a poder ser.
Me explica que su padre y su madre están en paro. Han estado haciendo cálculos y no pueden pagar los ciento y pico euros mensuales que suponen el desplazamiento diario desde Coria del Río a la Universidad Pablo Olavide. Le contesto que no se preocupe, que estoy segura de que le concederán la beca que ha solicitado, que si no se la conceden a ella con su magnífico expediente y su situación familiar, no habrá becas para nadie.
—Ya lo sé —me contesta— pero el problema es que las becas no empiezan a pagarlas hasta febrero o marzo y no podemos adelantar ese dinero.
Le digo que hay algunos fondos para esas situaciones. Me dice que ya ha preguntado y que están saturados. Me ve tan afectada que es ella la que se dedica a animarme.
—No te preocupes. Es solo una racha de mala suerte. El año que viene será distinto. Ya verás.
A los dos días me encuentro en la puerta del instituto a una pareja de jóvenes estudiantes que terminaron también el curso pasado con estupendas calificaciones y una inesperada historia de amor. Los hacía en la Universidad pero me dicen que han venido a matricularse en el único ciclo superior de formación profesional que existe en la localidad, el de Informática. Algo totalmente ajeno a sus aspiraciones y a la orientación de sus estudios. Me cuentan exactamente la misma historia. Los pocos kilómetros que separan este pueblo de la ciudad de Sevilla se han convertido en un foso insuperable. El pago de las becas se produce con retraso y eso les obliga a adelantar un dinero que no poseen. Siento una profunda rabia.
—No pasa nada. De verdad —me dice él con más convencimiento que ella—. No vamos a perder el año. Vamos a buscar algún trabajillo y ahorrar para poder empezar la carrera el próximo curso.
Frente a los cristales de secretaría está la madre de uno de los alumnos del centro. Tanto ella como su marido están parados desde hace más de tres años. Les pregunto si ha mejorado la situación.
—Bueno… vamos tirando. Tenemos la suerte de tener la casa pagada y mi padre se hace cargo de los gastos extras, que si unos zapatos, una equipación… nos arreglamos con muy poco.
—¡Ojalá las cosas mejoren! —le digo sin mucha convicción—.
—¡De verdad! Todos los días cuando me levanto me acuerdo de los que no tiene nada, asegura.
Me hace sonreír el optimismo histórico que nos permite sobrevivir y esa compasión que quita peso a las penas propias.
En la sala de profesores discutimos las actividades extraescolares para este curso. Mejor dicho podamos, recortamos, escatimamos las que se solían hacer en años pasados. Recordamos con humor cuándo proponían ir a Cancún o a la Riviera Maya. Ahora ir a Granada ya es un lujo y las actividades son muy modestas: visitar algún museo de Sevilla, asistir a una función de teatro o participar en la feria del libro.
—Aún así habrá alumnos que no podrán pagar el billete del autobús —nos advierte alguna compañera—.
Antes Sevilla estaba muy cerca, ahora muy lejos. El modesto autobús al que apenas prestábamos atención juega ahora un papel determinante en cientos de vidas. Nunca pensé que subir a un autobús o a un vagón del metro llegase a ser un problema. Era el dinero menudo que volaba de nuestros bolsillos sin saber cómo. El mismo que hoy se cuenta, se mide, se planifica.
Camino de casa observo a los viajeros que esperan en la marquesina con cara de indiferencia. Desde luego no son privilegiados. Como siempre, el conductor ha ocupado buena parte de la calzada e interrumpe el tráfico hasta que embarcan todos los viajeros. El vehículo va casi vacío. No sabe que se ha convertido en un nuevo símbolo de la escasez. El puto autobús.
Fuente: CONCHA CABALLERO 27 SEP 2013 - El País, Andalucía. ESPECIAL Andalucía Domingo
Más: Concha Caballero, el lado humano de la política. Fue la primera mujer portavoz de un grupo en el Parlamento
Me llama una alumna de mi instituto. Acaba de terminar el bachillerato con matrícula de honor y ha obtenido unas notas de selectividad que le permiten escoger la carrera que deseaba. Me dice que se ha matriculado en la UNED, la Universidad a Distancia, y le pregunto extrañada por qué.
—Me hubiera gustado conocer el ambiente universitario pero no va a poder ser.
Me explica que su padre y su madre están en paro. Han estado haciendo cálculos y no pueden pagar los ciento y pico euros mensuales que suponen el desplazamiento diario desde Coria del Río a la Universidad Pablo Olavide. Le contesto que no se preocupe, que estoy segura de que le concederán la beca que ha solicitado, que si no se la conceden a ella con su magnífico expediente y su situación familiar, no habrá becas para nadie.
—Ya lo sé —me contesta— pero el problema es que las becas no empiezan a pagarlas hasta febrero o marzo y no podemos adelantar ese dinero.
Le digo que hay algunos fondos para esas situaciones. Me dice que ya ha preguntado y que están saturados. Me ve tan afectada que es ella la que se dedica a animarme.
—No te preocupes. Es solo una racha de mala suerte. El año que viene será distinto. Ya verás.
A los dos días me encuentro en la puerta del instituto a una pareja de jóvenes estudiantes que terminaron también el curso pasado con estupendas calificaciones y una inesperada historia de amor. Los hacía en la Universidad pero me dicen que han venido a matricularse en el único ciclo superior de formación profesional que existe en la localidad, el de Informática. Algo totalmente ajeno a sus aspiraciones y a la orientación de sus estudios. Me cuentan exactamente la misma historia. Los pocos kilómetros que separan este pueblo de la ciudad de Sevilla se han convertido en un foso insuperable. El pago de las becas se produce con retraso y eso les obliga a adelantar un dinero que no poseen. Siento una profunda rabia.
—No pasa nada. De verdad —me dice él con más convencimiento que ella—. No vamos a perder el año. Vamos a buscar algún trabajillo y ahorrar para poder empezar la carrera el próximo curso.
Frente a los cristales de secretaría está la madre de uno de los alumnos del centro. Tanto ella como su marido están parados desde hace más de tres años. Les pregunto si ha mejorado la situación.
—Bueno… vamos tirando. Tenemos la suerte de tener la casa pagada y mi padre se hace cargo de los gastos extras, que si unos zapatos, una equipación… nos arreglamos con muy poco.
—¡Ojalá las cosas mejoren! —le digo sin mucha convicción—.
—¡De verdad! Todos los días cuando me levanto me acuerdo de los que no tiene nada, asegura.
Me hace sonreír el optimismo histórico que nos permite sobrevivir y esa compasión que quita peso a las penas propias.
En la sala de profesores discutimos las actividades extraescolares para este curso. Mejor dicho podamos, recortamos, escatimamos las que se solían hacer en años pasados. Recordamos con humor cuándo proponían ir a Cancún o a la Riviera Maya. Ahora ir a Granada ya es un lujo y las actividades son muy modestas: visitar algún museo de Sevilla, asistir a una función de teatro o participar en la feria del libro.
—Aún así habrá alumnos que no podrán pagar el billete del autobús —nos advierte alguna compañera—.
Antes Sevilla estaba muy cerca, ahora muy lejos. El modesto autobús al que apenas prestábamos atención juega ahora un papel determinante en cientos de vidas. Nunca pensé que subir a un autobús o a un vagón del metro llegase a ser un problema. Era el dinero menudo que volaba de nuestros bolsillos sin saber cómo. El mismo que hoy se cuenta, se mide, se planifica.
Camino de casa observo a los viajeros que esperan en la marquesina con cara de indiferencia. Desde luego no son privilegiados. Como siempre, el conductor ha ocupado buena parte de la calzada e interrumpe el tráfico hasta que embarcan todos los viajeros. El vehículo va casi vacío. No sabe que se ha convertido en un nuevo símbolo de la escasez. El puto autobús.
Fuente: CONCHA CABALLERO 27 SEP 2013 - El País, Andalucía. ESPECIAL Andalucía Domingo
Más: Concha Caballero, el lado humano de la política. Fue la primera mujer portavoz de un grupo en el Parlamento
viernes, 9 de enero de 2015
¿Qué estudiarán los que hoy son bebés? ... trabajos que aún no existen pero usan las matemáticas y la imaginación, los elementos que construyen los empleos del futuro
Todas las palabras de este reportaje podrían estar equivocadas. O no. Porque nadie puede acertar el futuro. Pero sí imaginarlo. "El 70% de los bebés actuales trabajarán en profesiones que aún no se han inventado". La frase de Abel Linares, ex alto ejecutivo de Terra, ha resonado en la prensa durante las últimas semanas. Un eco profundo que encara algunas preguntas. ¿Qué ocupaciones darán trabajo en cinco, diez o 15 años? Los niños de ahora, ¿qué serán en el mañana? ¿Qué imagen tendrán esos puestos que estos días ni siquiera tienen nombre?
La incierta lógica de la bola de cristal revela que esos nuevos desempeños girarán en torno a la robótica y la tecnología (miniaturización, mundo cuántico, nanotecnología), la demografía (envejecimiento), la salud (cirugía a distancia), la preservación del medio ambiente, las energías alternativas y todo este universo del big data y el análisis de la información (data mining). Pero este es un futuro previsible. Busquemos otro.
En tiempos de emprendedores, uno de los más importantes de España, Rodolfo Carpintier, observa más lejos e imagina un mundo de sastres de nanotejidos, analizadores de modelos de negocio para inversores ("tendrán poco que ver con los analistas actuales, ya que deberán ser científicos y pronosticar el futuro de esos negocios", describe el business angel) y presentadores holográficos en 3D capaces de "estar" al mismo tiempo en varios sitios.
Este planeta suena lejano, pero también lo parecieron en tiempos los pilotos de aviones no tripulados o los diseñadores de prótesis en 3D, y ya están ahí. Como si lo hubiera imaginado Isaac Asimov. "Las profesiones serán mutantes, la evolución de la experiencia, más que hacer experto a quien las practique, lo transportarán a nuevas prácticas y desempeños", aventura Antonio Flores, consejero delegado de la consultora Loop New Business Models. En este paisaje desconocido aparecerán los "productores de conceptos". Personas especializadas en "hacer que las cosas pasen", en estructurar las oportunidades para ser explotadas. A la vez surgirá —según Flores— su reverso: profesiones basadas en la prevención. O sea, "evitar que los problemas sucedan". Prevenir en la salud, la seguridad, el trabajo, la vida cotidiana o la educación.
Es el advenimiento de un futuro que ya ha comenzado, aunque con cambios radicales. "Los ingenieros tendrán tantas dificultades para encontrar trabajo como ahora las tienen los estudiantes de historia", adelanta Luis Puch, profesor de Fundamentos de Análisis Económico de la Universidad Complutense de Madrid. De la quema se salvarán quienes sepan programar. Pues tiene salida la mezcla de computación y tecnología de la información. Porque la especialización es una herramienta contra la desigualdad. "En Estados Unidos un cirujano cobra diez veces más que un radiólogo", apunta Puch. La explicación hay que encontrarla en la globalización y la obsesión por reducir costes. De las pruebas se encarga una máquina y el diagnóstico se efectúa en un país emergente.
Como vemos, ni siquiera lo tecnológico resulta una garantía de tener trabajo y los puestos rutinarios, que puedan ser remplazados con tecnología, tendrán también una vida difícil. Por eso hay que mirar a las estrellas. "El conocimiento futuro vendrá del Espacio, sobre todo de los desarrollos derivados de su estudio", prevé José María Cubillo, director del departamento de Dirección de Marketing de Esic. "Asistiremos a un carrera por captar nuevo conocimiento que proceda de entender cómo funciona el Universo y de qué forma aplicarlo a nuestra vida cotidiana". Quienes sepan manejar esas nuevas habilidades tendrán "salarios sensiblemente superiores a la media".
Junto al espacio, la tierra. Habrá un retorno —según Cubillo— hacia todo lo relacionado con la persona y el disfrute de "la condición humana", como escribió André Malraux. Este nuevo renacimiento potenciará las carreras asociadas a la salud (medicina, genética, psicología, psiquiatría) y la educación de las generaciones futuras. Situado el ser humano en el centro continuará siendo importante la gestión de las organizaciones y de las personas. Por ejemplo, "dentro de la alta dirección cada vez se demandará más la capacidad para gestionar la información, el cambio, las emociones, la innovación o incluso el caos", desgrana Pedro Lara, vicerrector de Innovación Académica de la Universidad Europea. De ahí surgirán figuras como el ingeniero de tiempo, el comisario personal de información, el consultor del cambio o incluso el chaos manager. Mientras, en los arrabales tecnológicos, deberían llegar nuevas profesiones ligadas al mundo virtual, la farmacogenética, la seguridad de la información, el desarrollo de software, la medicina prenatal, la ingeniería ambiental o la realidad virtual.
Pero desde la condición humana a la globalización existe una caraterística que lo atraviesa todo: los números. La existencia se ha convertido en una sucesión de unos y ceros. Vivimos una vida numérica. El boom de lo digital, del que habla Martin Boehm, decano de programas del Instituto de Empresa, es una buena prueba. "Hoy todo tiene contenido tecnológico, por eso la tecnología debe ser parte esencial de todas las carreras", argumenta Francisco Puertas, managing director de Talento de Accenture Strategy. Este es el territorio perfecto para los matemáticos, que valen tanto para ser científico de datos como analistas en una empresa de inteligencia empresarial.
Utilizando a las matemáticas como argamasa fundamental, cambiarán los empleos alrededor de las finanzas. "Hacen falta personas muy creativas que se planten desde cero el negocio financiero y que sepan inyectarle innovación y tecnología", reflexiona Pablo Cousteau, experto del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). Profesionales que compitan con Google, PayPal o Twitter. Los grandes "enemigos" —presentes y futuros-— del statu quo del dinero.
Sometido a la fuerza de gravedad del presente, José Antonio Herce, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI), mira con desconfianza a ese futuro. "Ni siquiera estudiamos lo que existe, como para estudiar lo que no", ironiza. Recordando los dramáticos resultados del último informe de educación PISA. Un trabajo que advierte de que lo fundamental no es cuánto se sabe, sino cómo se utiliza lo que se sabe, y ser capaz, además, de aprender lo que se ignora. Por eso Herce se enfrenta a esos "máster de fantasía" que sirven para bien poco dentro de una sociedad, la española, que "ha tirado por la borda el impagable patrimonio de las maestrías profesionales y la Formación Profesional (FP)". Quizá, en el fondo, este experto nos esté avisando de que antes de hallar trabajo en el futuro y las estrellas es necesario arreglar el desaguisado laboral del presente y la Tierra.
http://economia.elpais.com/economia/2014/12/26/actualidad/1419593786_867367.html
La incierta lógica de la bola de cristal revela que esos nuevos desempeños girarán en torno a la robótica y la tecnología (miniaturización, mundo cuántico, nanotecnología), la demografía (envejecimiento), la salud (cirugía a distancia), la preservación del medio ambiente, las energías alternativas y todo este universo del big data y el análisis de la información (data mining). Pero este es un futuro previsible. Busquemos otro.
En tiempos de emprendedores, uno de los más importantes de España, Rodolfo Carpintier, observa más lejos e imagina un mundo de sastres de nanotejidos, analizadores de modelos de negocio para inversores ("tendrán poco que ver con los analistas actuales, ya que deberán ser científicos y pronosticar el futuro de esos negocios", describe el business angel) y presentadores holográficos en 3D capaces de "estar" al mismo tiempo en varios sitios.
Este planeta suena lejano, pero también lo parecieron en tiempos los pilotos de aviones no tripulados o los diseñadores de prótesis en 3D, y ya están ahí. Como si lo hubiera imaginado Isaac Asimov. "Las profesiones serán mutantes, la evolución de la experiencia, más que hacer experto a quien las practique, lo transportarán a nuevas prácticas y desempeños", aventura Antonio Flores, consejero delegado de la consultora Loop New Business Models. En este paisaje desconocido aparecerán los "productores de conceptos". Personas especializadas en "hacer que las cosas pasen", en estructurar las oportunidades para ser explotadas. A la vez surgirá —según Flores— su reverso: profesiones basadas en la prevención. O sea, "evitar que los problemas sucedan". Prevenir en la salud, la seguridad, el trabajo, la vida cotidiana o la educación.
Es el advenimiento de un futuro que ya ha comenzado, aunque con cambios radicales. "Los ingenieros tendrán tantas dificultades para encontrar trabajo como ahora las tienen los estudiantes de historia", adelanta Luis Puch, profesor de Fundamentos de Análisis Económico de la Universidad Complutense de Madrid. De la quema se salvarán quienes sepan programar. Pues tiene salida la mezcla de computación y tecnología de la información. Porque la especialización es una herramienta contra la desigualdad. "En Estados Unidos un cirujano cobra diez veces más que un radiólogo", apunta Puch. La explicación hay que encontrarla en la globalización y la obsesión por reducir costes. De las pruebas se encarga una máquina y el diagnóstico se efectúa en un país emergente.
Como vemos, ni siquiera lo tecnológico resulta una garantía de tener trabajo y los puestos rutinarios, que puedan ser remplazados con tecnología, tendrán también una vida difícil. Por eso hay que mirar a las estrellas. "El conocimiento futuro vendrá del Espacio, sobre todo de los desarrollos derivados de su estudio", prevé José María Cubillo, director del departamento de Dirección de Marketing de Esic. "Asistiremos a un carrera por captar nuevo conocimiento que proceda de entender cómo funciona el Universo y de qué forma aplicarlo a nuestra vida cotidiana". Quienes sepan manejar esas nuevas habilidades tendrán "salarios sensiblemente superiores a la media".
Junto al espacio, la tierra. Habrá un retorno —según Cubillo— hacia todo lo relacionado con la persona y el disfrute de "la condición humana", como escribió André Malraux. Este nuevo renacimiento potenciará las carreras asociadas a la salud (medicina, genética, psicología, psiquiatría) y la educación de las generaciones futuras. Situado el ser humano en el centro continuará siendo importante la gestión de las organizaciones y de las personas. Por ejemplo, "dentro de la alta dirección cada vez se demandará más la capacidad para gestionar la información, el cambio, las emociones, la innovación o incluso el caos", desgrana Pedro Lara, vicerrector de Innovación Académica de la Universidad Europea. De ahí surgirán figuras como el ingeniero de tiempo, el comisario personal de información, el consultor del cambio o incluso el chaos manager. Mientras, en los arrabales tecnológicos, deberían llegar nuevas profesiones ligadas al mundo virtual, la farmacogenética, la seguridad de la información, el desarrollo de software, la medicina prenatal, la ingeniería ambiental o la realidad virtual.
Pero desde la condición humana a la globalización existe una caraterística que lo atraviesa todo: los números. La existencia se ha convertido en una sucesión de unos y ceros. Vivimos una vida numérica. El boom de lo digital, del que habla Martin Boehm, decano de programas del Instituto de Empresa, es una buena prueba. "Hoy todo tiene contenido tecnológico, por eso la tecnología debe ser parte esencial de todas las carreras", argumenta Francisco Puertas, managing director de Talento de Accenture Strategy. Este es el territorio perfecto para los matemáticos, que valen tanto para ser científico de datos como analistas en una empresa de inteligencia empresarial.
Utilizando a las matemáticas como argamasa fundamental, cambiarán los empleos alrededor de las finanzas. "Hacen falta personas muy creativas que se planten desde cero el negocio financiero y que sepan inyectarle innovación y tecnología", reflexiona Pablo Cousteau, experto del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). Profesionales que compitan con Google, PayPal o Twitter. Los grandes "enemigos" —presentes y futuros-— del statu quo del dinero.
Sometido a la fuerza de gravedad del presente, José Antonio Herce, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI), mira con desconfianza a ese futuro. "Ni siquiera estudiamos lo que existe, como para estudiar lo que no", ironiza. Recordando los dramáticos resultados del último informe de educación PISA. Un trabajo que advierte de que lo fundamental no es cuánto se sabe, sino cómo se utiliza lo que se sabe, y ser capaz, además, de aprender lo que se ignora. Por eso Herce se enfrenta a esos "máster de fantasía" que sirven para bien poco dentro de una sociedad, la española, que "ha tirado por la borda el impagable patrimonio de las maestrías profesionales y la Formación Profesional (FP)". Quizá, en el fondo, este experto nos esté avisando de que antes de hallar trabajo en el futuro y las estrellas es necesario arreglar el desaguisado laboral del presente y la Tierra.
http://economia.elpais.com/economia/2014/12/26/actualidad/1419593786_867367.html
lunes, 1 de septiembre de 2014
Oceana detecta contaminación por mercurio en el pescado de Menorca
La entidad conservacionista Oceana ha detectado contaminación por mercurio en muestras de rape y cabracho pescados en la zona de Maó, en Menorca.
En el caso del rape, ocho de las diez muestras analizadas superaron el máximo permitido por la normativa europea de 1 miligramo por kilo de peso fresco, y en relación al cabracho, siete de las diez sobrepasaron el máximo permitido de 0,5 miligramos por kilo, informa Oceana en una nota.
Estos pescados han sido adquiridos por Oceana en pescaderías cuya etiqueta certificaba que habían sido pescados en Menorca, en su mayoría en los caladeros de Maó, y han sido analizados por la Universidad de Barcelona.
También se han analizado diez muestras de salmonete, con niveles inferiores de la cadena trófica que el rape y el cabracho, por lo que está menos expuesto a la acumulación de metales pesados. Ninguna muestra de esta especie ha superado los niveles de metales pesados establecidos por la normativa europea.
«Hemos escogido especies con un rango de movilidad reducido para asegurarnos de que la contaminación de esos pescados proviene de la isla y no de otro lugar», explica el director ejecutivo de Oceana en Europa, Xavier Pastor.
«Por lo tanto, podemos afirmar que en Menorca existen actualmente problemas de contaminación por mercurio y si se vierte al mar el dragado que se pretende hacer en el puerto de Maó, contaminado por esta sustancia, la situación se agravará. Esto representa una irresponsabilidad para la salud de las personas y la actividad pesquera de la isla», insiste Pastor.
Estos problemas de contaminación por mercurio ya se han detectado en otras especies capturadas por la flota española. A raíz de ello, el Ministerio de Sanidad se vio obligado a emitir una recomendación para que niños de menos de 3 años y mujeres embarazadas no coman ciertas especies situadas en lo alto de la cadena trófica, como son el atún rojo o el pez espada.
Por ello, cada vez se están impulsando más normativas en el plano mundial, como el convenio de Minamata, y europeo, como la Directiva Marco del Agua, para acabar con los vertidos de esta sustancia nociva para la salud humana por ser un neurotóxico muy potente y bioacumulable, explica la entidad.
Oceana pide a la Autoridad Portuaria de Baleares (APB) que busque alternativas al vertido de estos materiales al mar, tal y como indica el Protocolo de Londres, y solicita la descontaminación y el depósito de estos materiales en tierra, en un lugar que se encuentre acondicionado para recibir estas sustancias y que no generen problemas.
Fuente: Última Hora.
En el caso del rape, ocho de las diez muestras analizadas superaron el máximo permitido por la normativa europea de 1 miligramo por kilo de peso fresco, y en relación al cabracho, siete de las diez sobrepasaron el máximo permitido de 0,5 miligramos por kilo, informa Oceana en una nota.
Estos pescados han sido adquiridos por Oceana en pescaderías cuya etiqueta certificaba que habían sido pescados en Menorca, en su mayoría en los caladeros de Maó, y han sido analizados por la Universidad de Barcelona.
También se han analizado diez muestras de salmonete, con niveles inferiores de la cadena trófica que el rape y el cabracho, por lo que está menos expuesto a la acumulación de metales pesados. Ninguna muestra de esta especie ha superado los niveles de metales pesados establecidos por la normativa europea.
«Hemos escogido especies con un rango de movilidad reducido para asegurarnos de que la contaminación de esos pescados proviene de la isla y no de otro lugar», explica el director ejecutivo de Oceana en Europa, Xavier Pastor.
«Por lo tanto, podemos afirmar que en Menorca existen actualmente problemas de contaminación por mercurio y si se vierte al mar el dragado que se pretende hacer en el puerto de Maó, contaminado por esta sustancia, la situación se agravará. Esto representa una irresponsabilidad para la salud de las personas y la actividad pesquera de la isla», insiste Pastor.
Estos problemas de contaminación por mercurio ya se han detectado en otras especies capturadas por la flota española. A raíz de ello, el Ministerio de Sanidad se vio obligado a emitir una recomendación para que niños de menos de 3 años y mujeres embarazadas no coman ciertas especies situadas en lo alto de la cadena trófica, como son el atún rojo o el pez espada.
Por ello, cada vez se están impulsando más normativas en el plano mundial, como el convenio de Minamata, y europeo, como la Directiva Marco del Agua, para acabar con los vertidos de esta sustancia nociva para la salud humana por ser un neurotóxico muy potente y bioacumulable, explica la entidad.
Oceana pide a la Autoridad Portuaria de Baleares (APB) que busque alternativas al vertido de estos materiales al mar, tal y como indica el Protocolo de Londres, y solicita la descontaminación y el depósito de estos materiales en tierra, en un lugar que se encuentre acondicionado para recibir estas sustancias y que no generen problemas.
Fuente: Última Hora.
miércoles, 25 de junio de 2014
La deuda universitaria, un peligroso lastre al alza en Estados Unidos. Los préstamos a estudiantes se han duplicado tras la crisis de 2007
Valeria tiene 26 años y acumula una deuda de unos 100.000 dólares (73.500 euros) por el coste de sus estudios. Amenee tiene 30 y su pasivo es de 105.000 (77.500 euros). Son dos ejemplos de una preocupante realidad cada vez más extendida en Estados Unidos: el aumento mayúsculo de la deuda universitaria en los últimos años fruto del incremento del coste de las matrículas, la reducción de las ayudas públicas regionales y las penurias económicas de muchos ciudadanos tras la recesión de 2007.
El coste de la universidad siempre ha sido caro en Estados Unidos, siendo comunes las historias de familias que ahorran con mucha antelación y de jóvenes que trabajan los fines de semana para granjearse unas reservas. Pero tras la crisis económica el panorama se ha agudizado dramáticamente: la menor capacidad de ahorro ha disparado la dependencia de los préstamos.
Desde 2007 el pasivo universitario se ha duplicado, hasta los 1,2 billones de dólares (882.000 millones de euros), según los últimos datos oficiales. Un 71% de los estudiantes está endeudado cuando se licencia, con una media de 29.400 dólares (21.600 euros). Y en paralelo, en un contexto de sueldos estancados y auge del desempleo, los impagos se han extendido -alrededor de 7 de los 40 millones de estudiantes incumple sus pagos-, lo que ha llevado a que cada vez más expertos alerten de los peligros de este agujero y tracen paralelismos con la burbuja inmobiliaria que estalló hace siete años.
Consciente de este panorama, el presidente estadounidense, Barack Obama, aprobó recientemente varias medidas flexibilizadoras para ayudar a unos cinco millones de alumnos que quedaron excluidos de una ley de 2010, que limita el retorno mensual a un 10% de los ingresos y que perdona la deuda cuando se lleva pagando 20 años. “El aumento de los costes ha atrapado a familias de clase media. Este país me dio una oportunidad a través de la educación”, dijo Obama al rememorar su historia personal y recordar que hasta hace diez años no devolvió toda su deuda por sus estudios en derecho en la Universidad de Harvard, de la que se licenció en 1991.
“[Mis estudios] han sido claramente una buena inversión”, afirma la estadounidense Amenee, licenciada en sociología y psicología por la Universidad de Oregón y que acaba de finalizar un máster en administración pública en la de Nueva York. “Pero deber más de 100.000 dólares es aterrorizante. Es una carga muy pesada sobre mis hombros, sobre mis decisiones de vida en los próximos cinco y diez años”, añade en conversación telefónica.
Amenee, que trabaja en una organización sin ánimo de lucro y lamenta que para muchos hablar de la deuda universitaria sea un tabú, logró financiar buena parte de su carrera con subsidios públicos y becas, aunque aún tiene que devolver unos 10.000 dólares (7.350 euros) de préstamos del Gobierno, que obtuvo a un interés muy bajo (2,6%). Sin embargo, su máster tuvo que costearlo por completo con nuevos créditos públicos y a un interés mayor (6,75%).
La historia de Valeria, de origen boliviano y ciudadanía estadounidense, es similar. Tras estudiar en Reino Unido, llegó en 2010 a EE UU, donde vivían sus padres, y acaba de graduarse de un máster en economía de desarrollo en la Universidad Americana de Washington. Tiene 10 años para devolver su préstamo a un interés del 6,5%, lo que equivale a unos 800 dólares (580 euros) mensuales. También se trata de créditos del Gobierno, más ventajosos que los de un banco.
Igual que Amenee, Valeria reconoce que la deuda puede condicionarle la elección de un trabajo en función del sueldo. “El dilema es ahorras o pagas tu deuda. No puedes quedarte sin empleo”, deplora. En su caso, trabaja como investigadora económica y, aunque le gustaría cobrar más, se declara satisfecha dado que la mayoría de sus colegas universitarios están desempleados. Y sin un empleo la cruzada de devolver el crédito se torna mucho más espinosa.
La universidad, sin embargo, no fue siempre tan cara en EE UU. En 1982 el promedio de coste anual de una carrera de cuatro años -incluyendo matrícula y alojamiento- equivalía a unos 9.500 dólares actuales (alrededor de 7.000 euros), según datos oficiales. En 2012 era de 23.000 dólares (16.900 euros), lo que supone un incremento del 141% en tres décadas. En una institución privada ronda los 34.000 (25.000 euros). Es una cifra similar al valor de la matrícula anual de los másteres de dos años cursados por Valeria y Amenee, a lo que habría que añadir la inversión en libros y en la vida diaria.
Aunque las estadísticas del censo revelan que estudiar suele generar un retorno -un licenciado universitario de entre 25 y 32 años gana 45.500 dólares (33.400 euros) al año en un empleo a tiempo completo, 17.500 más que sus pares con un diploma escolar-, los expertos alertan que esta mochila de deuda merma la emprendeduría, frena el consumo y a la larga fomenta la desigualdad de renta, que ya está en máximos históricos. “Un estudiante con deuda y otro sin ganan lo mismo cuando salen de la universidad, pero cuando tienen 40 años el que no tenía deuda tiene más ingresos porque ha podido invertir en ganancias de capital, como en bolsa o casas”, sostiene William Elliott III, un profesor de la Universidad de Kansas que ha analizado en profundidad este fenómeno y que tilda de mero “vendaje en una herida” las nuevas medidas de Obama.
Elliott propone actuar en dos campos: a corto plazo, impulsar un plan de rescate nutrido por los 50.000 millones de dólares que ingresa anualmente el Gobierno con sus préstamos a estudiantes; y a largo, un nuevo programa que dé ayudas blindadas ya desde niños, especialmente a los de familias pobres, para acceder a la universidad. Hace unos días fracasó en el Senado una propuesta demócrata de refinanciar los intereses de 25 millones de licenciados estadounidenses a través de un impuesto a las grandes fortunas. Mientras, el agujero sigue creciendo...
Fuente: El País.
El coste de la universidad siempre ha sido caro en Estados Unidos, siendo comunes las historias de familias que ahorran con mucha antelación y de jóvenes que trabajan los fines de semana para granjearse unas reservas. Pero tras la crisis económica el panorama se ha agudizado dramáticamente: la menor capacidad de ahorro ha disparado la dependencia de los préstamos.
Desde 2007 el pasivo universitario se ha duplicado, hasta los 1,2 billones de dólares (882.000 millones de euros), según los últimos datos oficiales. Un 71% de los estudiantes está endeudado cuando se licencia, con una media de 29.400 dólares (21.600 euros). Y en paralelo, en un contexto de sueldos estancados y auge del desempleo, los impagos se han extendido -alrededor de 7 de los 40 millones de estudiantes incumple sus pagos-, lo que ha llevado a que cada vez más expertos alerten de los peligros de este agujero y tracen paralelismos con la burbuja inmobiliaria que estalló hace siete años.
Consciente de este panorama, el presidente estadounidense, Barack Obama, aprobó recientemente varias medidas flexibilizadoras para ayudar a unos cinco millones de alumnos que quedaron excluidos de una ley de 2010, que limita el retorno mensual a un 10% de los ingresos y que perdona la deuda cuando se lleva pagando 20 años. “El aumento de los costes ha atrapado a familias de clase media. Este país me dio una oportunidad a través de la educación”, dijo Obama al rememorar su historia personal y recordar que hasta hace diez años no devolvió toda su deuda por sus estudios en derecho en la Universidad de Harvard, de la que se licenció en 1991.
“[Mis estudios] han sido claramente una buena inversión”, afirma la estadounidense Amenee, licenciada en sociología y psicología por la Universidad de Oregón y que acaba de finalizar un máster en administración pública en la de Nueva York. “Pero deber más de 100.000 dólares es aterrorizante. Es una carga muy pesada sobre mis hombros, sobre mis decisiones de vida en los próximos cinco y diez años”, añade en conversación telefónica.
Amenee, que trabaja en una organización sin ánimo de lucro y lamenta que para muchos hablar de la deuda universitaria sea un tabú, logró financiar buena parte de su carrera con subsidios públicos y becas, aunque aún tiene que devolver unos 10.000 dólares (7.350 euros) de préstamos del Gobierno, que obtuvo a un interés muy bajo (2,6%). Sin embargo, su máster tuvo que costearlo por completo con nuevos créditos públicos y a un interés mayor (6,75%).
La historia de Valeria, de origen boliviano y ciudadanía estadounidense, es similar. Tras estudiar en Reino Unido, llegó en 2010 a EE UU, donde vivían sus padres, y acaba de graduarse de un máster en economía de desarrollo en la Universidad Americana de Washington. Tiene 10 años para devolver su préstamo a un interés del 6,5%, lo que equivale a unos 800 dólares (580 euros) mensuales. También se trata de créditos del Gobierno, más ventajosos que los de un banco.
Igual que Amenee, Valeria reconoce que la deuda puede condicionarle la elección de un trabajo en función del sueldo. “El dilema es ahorras o pagas tu deuda. No puedes quedarte sin empleo”, deplora. En su caso, trabaja como investigadora económica y, aunque le gustaría cobrar más, se declara satisfecha dado que la mayoría de sus colegas universitarios están desempleados. Y sin un empleo la cruzada de devolver el crédito se torna mucho más espinosa.
La universidad, sin embargo, no fue siempre tan cara en EE UU. En 1982 el promedio de coste anual de una carrera de cuatro años -incluyendo matrícula y alojamiento- equivalía a unos 9.500 dólares actuales (alrededor de 7.000 euros), según datos oficiales. En 2012 era de 23.000 dólares (16.900 euros), lo que supone un incremento del 141% en tres décadas. En una institución privada ronda los 34.000 (25.000 euros). Es una cifra similar al valor de la matrícula anual de los másteres de dos años cursados por Valeria y Amenee, a lo que habría que añadir la inversión en libros y en la vida diaria.
Aunque las estadísticas del censo revelan que estudiar suele generar un retorno -un licenciado universitario de entre 25 y 32 años gana 45.500 dólares (33.400 euros) al año en un empleo a tiempo completo, 17.500 más que sus pares con un diploma escolar-, los expertos alertan que esta mochila de deuda merma la emprendeduría, frena el consumo y a la larga fomenta la desigualdad de renta, que ya está en máximos históricos. “Un estudiante con deuda y otro sin ganan lo mismo cuando salen de la universidad, pero cuando tienen 40 años el que no tenía deuda tiene más ingresos porque ha podido invertir en ganancias de capital, como en bolsa o casas”, sostiene William Elliott III, un profesor de la Universidad de Kansas que ha analizado en profundidad este fenómeno y que tilda de mero “vendaje en una herida” las nuevas medidas de Obama.
Elliott propone actuar en dos campos: a corto plazo, impulsar un plan de rescate nutrido por los 50.000 millones de dólares que ingresa anualmente el Gobierno con sus préstamos a estudiantes; y a largo, un nuevo programa que dé ayudas blindadas ya desde niños, especialmente a los de familias pobres, para acceder a la universidad. Hace unos días fracasó en el Senado una propuesta demócrata de refinanciar los intereses de 25 millones de licenciados estadounidenses a través de un impuesto a las grandes fortunas. Mientras, el agujero sigue creciendo...
Fuente: El País.
Etiquetas:
becas,
deuda,
Ella Fitzgerald,
estudios,
Louis Armstrong,
matrículas,
prestamos,
summertime,
tasas,
Universidad,
universitarios,
vídeos
martes, 24 de junio de 2014
La universidad española, entre las más caras de Europa. Está entre los nueve países con los precios más altos de la UE y tiene 12 naciones por delante en cobertura de becas
Precio de las universidades públicas europeas
Los universitarios griegos no pagan un euro por ir a clase. En Francia hay desgravaciones fiscales para las familias. Alemania, a diferencia de la mayoría, se ha replanteado los precios de los campus a la baja en tiempos de crisis. En España, donde los precios de las tasas llevan tres cursos disparados, se acaba de abrir un nuevo debate. La secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades, Monsterrat Gomendio, apuntó hace una semana a la opción de “evolucionar” a un sistema de préstamos, como el que tiene el Reino Unido.
No es lo mismo estudiar en un punto u otro de la Unión Europea. Ni por contenidos, ni por precio. España está en el grupo de los países con los precios más altos de la Europa de los 28 para estudiar un grado. Según datos recientes de la Comisión Europea (que miden la horquilla de precios entre las matrículas más altas y las más bajas), España sería la novena con los precios más altos en la horquilla superior (2011 euros) y la octava en la parte baja de esa horquilla, con 713 euros. Está por detrás de Reino Unido, Estonia o Irlanda, entre otras. Hay 12 países, además, con una cobertura más amplia de alumnos becados, por detrás de Francia, Irlanda o Reino Unido.
En el otro extremo, están los países nórdicos (Finlandia, Dinamarca y Suecia) con Grecia o Austria. En todos ellos, las universidades públicas están libres de tasas. Otros mantienen precios casi simbólicos, como Francia, la República Checa, Alemania o Polonia. Son datos del reciente informe de la Comisión Europea National Student Fee and Support Systems 2013-2014 (tasas estudiantiles nacionales y sistemas de ayudas). El estudio –que no incluye datos de Holanda y Luxemburgo porque no se facilitaron, pero sí de países que no están en la UE28- destaca que las becas basadas en criterios económicos son las más usadas en la educación superior en Europa, frente a algunas excepciones que emplean criterios de mérito como los que España endureció en 2012 (Bélgica, Grecia e Italia). Solo Islandia y Montenegro tienen sistemas exclusivos de préstamos y hay países en los que, además de las ayudas directas a los estudiantes, se aplican exenciones fiscales a las familias.
Los préstamos para estudiantes universitarios son habituales en la UE. En 17 de los 28 países ofrecen o avalan préstamos, pero solo llegan a una parte muy baja de los estudiantes, desde el 0,1% en Francia al 11% en Letonia. Francia los puso en marcha en 2008 para menores de 28 años, con un importe máximo de 15.000 euros. En Letonia disponen de dos tipos de préstamos, uno para pagar el coste de la matrícula y otro para los gastos del día a día. En este caso el dinero debe ser devuelto un año después de haber finalizado los estudios.
En Dinamarca también la mitad de estudiantes se acogen a créditos de unos 400 euros mensuales, que deben ser devueltos en un plazo de 15 años, aunque paralelamente tienen un sistema de becas del doble de importe para poder independizarse. “Aquí los jóvenes se independizan muy pronto y esto les ayuda para empezar una vida fuera de casa de los padres a edades tan tempranas”, tercia Vera Sacristán, presidenta del Observatorio del Sistema Universitario, un organismo que ha presentado este viernes el informe El coste de estudiar en Europa", basado en el trabajo de la Comisión Europea.
Sacristán, coordinadora del estudio, señala que en función del poder adquisitivo de la población, las universidades públicas españolas son las sextas instituciones con los precios de grado más elevados de Europa, encabezadas por las de Cataluña, cuyos precios mínimos sólo supera Irlanda, Irlanda del Norte y Gales.
En cuanto al coste de los másteres, Sacristán ha destacado que los precios mínimos en máster en Cataluña son casi el doble de caros que los precios máximos existentes en 21 de los 38 países analizados. A este respecto, el informe destaca que en la mayoría de países y regiones europeas estos estudios tienen el mismo precio aproximado que los grados. En España, en cambio, el precio de máster sí es superior al de los grados.
Fuente: El País.
Los universitarios griegos no pagan un euro por ir a clase. En Francia hay desgravaciones fiscales para las familias. Alemania, a diferencia de la mayoría, se ha replanteado los precios de los campus a la baja en tiempos de crisis. En España, donde los precios de las tasas llevan tres cursos disparados, se acaba de abrir un nuevo debate. La secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades, Monsterrat Gomendio, apuntó hace una semana a la opción de “evolucionar” a un sistema de préstamos, como el que tiene el Reino Unido.
No es lo mismo estudiar en un punto u otro de la Unión Europea. Ni por contenidos, ni por precio. España está en el grupo de los países con los precios más altos de la Europa de los 28 para estudiar un grado. Según datos recientes de la Comisión Europea (que miden la horquilla de precios entre las matrículas más altas y las más bajas), España sería la novena con los precios más altos en la horquilla superior (2011 euros) y la octava en la parte baja de esa horquilla, con 713 euros. Está por detrás de Reino Unido, Estonia o Irlanda, entre otras. Hay 12 países, además, con una cobertura más amplia de alumnos becados, por detrás de Francia, Irlanda o Reino Unido.
En el otro extremo, están los países nórdicos (Finlandia, Dinamarca y Suecia) con Grecia o Austria. En todos ellos, las universidades públicas están libres de tasas. Otros mantienen precios casi simbólicos, como Francia, la República Checa, Alemania o Polonia. Son datos del reciente informe de la Comisión Europea National Student Fee and Support Systems 2013-2014 (tasas estudiantiles nacionales y sistemas de ayudas). El estudio –que no incluye datos de Holanda y Luxemburgo porque no se facilitaron, pero sí de países que no están en la UE28- destaca que las becas basadas en criterios económicos son las más usadas en la educación superior en Europa, frente a algunas excepciones que emplean criterios de mérito como los que España endureció en 2012 (Bélgica, Grecia e Italia). Solo Islandia y Montenegro tienen sistemas exclusivos de préstamos y hay países en los que, además de las ayudas directas a los estudiantes, se aplican exenciones fiscales a las familias.
Los préstamos para estudiantes universitarios son habituales en la UE. En 17 de los 28 países ofrecen o avalan préstamos, pero solo llegan a una parte muy baja de los estudiantes, desde el 0,1% en Francia al 11% en Letonia. Francia los puso en marcha en 2008 para menores de 28 años, con un importe máximo de 15.000 euros. En Letonia disponen de dos tipos de préstamos, uno para pagar el coste de la matrícula y otro para los gastos del día a día. En este caso el dinero debe ser devuelto un año después de haber finalizado los estudios.
En Dinamarca también la mitad de estudiantes se acogen a créditos de unos 400 euros mensuales, que deben ser devueltos en un plazo de 15 años, aunque paralelamente tienen un sistema de becas del doble de importe para poder independizarse. “Aquí los jóvenes se independizan muy pronto y esto les ayuda para empezar una vida fuera de casa de los padres a edades tan tempranas”, tercia Vera Sacristán, presidenta del Observatorio del Sistema Universitario, un organismo que ha presentado este viernes el informe El coste de estudiar en Europa", basado en el trabajo de la Comisión Europea.
Sacristán, coordinadora del estudio, señala que en función del poder adquisitivo de la población, las universidades públicas españolas son las sextas instituciones con los precios de grado más elevados de Europa, encabezadas por las de Cataluña, cuyos precios mínimos sólo supera Irlanda, Irlanda del Norte y Gales.
En cuanto al coste de los másteres, Sacristán ha destacado que los precios mínimos en máster en Cataluña son casi el doble de caros que los precios máximos existentes en 21 de los 38 países analizados. A este respecto, el informe destaca que en la mayoría de países y regiones europeas estos estudios tienen el mismo precio aproximado que los grados. En España, en cambio, el precio de máster sí es superior al de los grados.
Fuente: El País.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)