Todas las palabras de este reportaje podrían estar equivocadas. O no. Porque nadie puede acertar el futuro. Pero sí imaginarlo. "El 70% de los bebés actuales trabajarán en profesiones que aún no se han inventado". La frase de Abel Linares, ex alto ejecutivo de Terra, ha resonado en la prensa durante las últimas semanas. Un eco profundo que encara algunas preguntas. ¿Qué ocupaciones darán trabajo en cinco, diez o 15 años? Los niños de ahora, ¿qué serán en el mañana? ¿Qué imagen tendrán esos puestos que estos días ni siquiera tienen nombre?
La incierta lógica de la bola de cristal revela que esos nuevos desempeños girarán en torno a la robótica y la tecnología (miniaturización, mundo cuántico, nanotecnología), la demografía (envejecimiento), la salud (cirugía a distancia), la preservación del medio ambiente, las energías alternativas y todo este universo del big data y el análisis de la información (data mining). Pero este es un futuro previsible. Busquemos otro.
En tiempos de emprendedores, uno de los más importantes de España, Rodolfo Carpintier, observa más lejos e imagina un mundo de sastres de nanotejidos, analizadores de modelos de negocio para inversores ("tendrán poco que ver con los analistas actuales, ya que deberán ser científicos y pronosticar el futuro de esos negocios", describe el business angel) y presentadores holográficos en 3D capaces de "estar" al mismo tiempo en varios sitios.
Este planeta suena lejano, pero también lo parecieron en tiempos los pilotos de aviones no tripulados o los diseñadores de prótesis en 3D, y ya están ahí. Como si lo hubiera imaginado Isaac Asimov. "Las profesiones serán mutantes, la evolución de la experiencia, más que hacer experto a quien las practique, lo transportarán a nuevas prácticas y desempeños", aventura Antonio Flores, consejero delegado de la consultora Loop New Business Models. En este paisaje desconocido aparecerán los "productores de conceptos". Personas especializadas en "hacer que las cosas pasen", en estructurar las oportunidades para ser explotadas. A la vez surgirá —según Flores— su reverso: profesiones basadas en la prevención. O sea, "evitar que los problemas sucedan". Prevenir en la salud, la seguridad, el trabajo, la vida cotidiana o la educación.
Es el advenimiento de un futuro que ya ha comenzado, aunque con cambios radicales. "Los ingenieros tendrán tantas dificultades para encontrar trabajo como ahora las tienen los estudiantes de historia", adelanta Luis Puch, profesor de Fundamentos de Análisis Económico de la Universidad Complutense de Madrid. De la quema se salvarán quienes sepan programar. Pues tiene salida la mezcla de computación y tecnología de la información. Porque la especialización es una herramienta contra la desigualdad. "En Estados Unidos un cirujano cobra diez veces más que un radiólogo", apunta Puch. La explicación hay que encontrarla en la globalización y la obsesión por reducir costes. De las pruebas se encarga una máquina y el diagnóstico se efectúa en un país emergente.
Como vemos, ni siquiera lo tecnológico resulta una garantía de tener trabajo y los puestos rutinarios, que puedan ser remplazados con tecnología, tendrán también una vida difícil. Por eso hay que mirar a las estrellas. "El conocimiento futuro vendrá del Espacio, sobre todo de los desarrollos derivados de su estudio", prevé José María Cubillo, director del departamento de Dirección de Marketing de Esic. "Asistiremos a un carrera por captar nuevo conocimiento que proceda de entender cómo funciona el Universo y de qué forma aplicarlo a nuestra vida cotidiana". Quienes sepan manejar esas nuevas habilidades tendrán "salarios sensiblemente superiores a la media".
Junto al espacio, la tierra. Habrá un retorno —según Cubillo— hacia todo lo relacionado con la persona y el disfrute de "la condición humana", como escribió André Malraux. Este nuevo renacimiento potenciará las carreras asociadas a la salud (medicina, genética, psicología, psiquiatría) y la educación de las generaciones futuras. Situado el ser humano en el centro continuará siendo importante la gestión de las organizaciones y de las personas. Por ejemplo, "dentro de la alta dirección cada vez se demandará más la capacidad para gestionar la información, el cambio, las emociones, la innovación o incluso el caos", desgrana Pedro Lara, vicerrector de Innovación Académica de la Universidad Europea. De ahí surgirán figuras como el ingeniero de tiempo, el comisario personal de información, el consultor del cambio o incluso el chaos manager. Mientras, en los arrabales tecnológicos, deberían llegar nuevas profesiones ligadas al mundo virtual, la farmacogenética, la seguridad de la información, el desarrollo de software, la medicina prenatal, la ingeniería ambiental o la realidad virtual.
Pero desde la condición humana a la globalización existe una caraterística que lo atraviesa todo: los números. La existencia se ha convertido en una sucesión de unos y ceros. Vivimos una vida numérica. El boom de lo digital, del que habla Martin Boehm, decano de programas del Instituto de Empresa, es una buena prueba. "Hoy todo tiene contenido tecnológico, por eso la tecnología debe ser parte esencial de todas las carreras", argumenta Francisco Puertas, managing director de Talento de Accenture Strategy. Este es el territorio perfecto para los matemáticos, que valen tanto para ser científico de datos como analistas en una empresa de inteligencia empresarial.
Utilizando a las matemáticas como argamasa fundamental, cambiarán los empleos alrededor de las finanzas. "Hacen falta personas muy creativas que se planten desde cero el negocio financiero y que sepan inyectarle innovación y tecnología", reflexiona Pablo Cousteau, experto del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). Profesionales que compitan con Google, PayPal o Twitter. Los grandes "enemigos" —presentes y futuros-— del statu quo del dinero.
Sometido a la fuerza de gravedad del presente, José Antonio Herce, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI), mira con desconfianza a ese futuro. "Ni siquiera estudiamos lo que existe, como para estudiar lo que no", ironiza. Recordando los dramáticos resultados del último informe de educación PISA. Un trabajo que advierte de que lo fundamental no es cuánto se sabe, sino cómo se utiliza lo que se sabe, y ser capaz, además, de aprender lo que se ignora. Por eso Herce se enfrenta a esos "máster de fantasía" que sirven para bien poco dentro de una sociedad, la española, que "ha tirado por la borda el impagable patrimonio de las maestrías profesionales y la Formación Profesional (FP)". Quizá, en el fondo, este experto nos esté avisando de que antes de hallar trabajo en el futuro y las estrellas es necesario arreglar el desaguisado laboral del presente y la Tierra.
http://economia.elpais.com/economia/2014/12/26/actualidad/1419593786_867367.html
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