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sábado, 4 de noviembre de 2023

Después de los "individualistas" millennials, cómo la Generación Z está salvando a los sindicatos con su espíritu colectivo

Jaz Brisack
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Jaz Brisack, de 26 años fue una de las primeras líderes de las luchas sindicales en Starbucks en Búfalo, Nueva York, en 2021.


Los sindicatos en Estados Unidos han sufrido un declive importante desde comienzos de los años 80. Según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales, más del 20% de los trabajadores pertenecían a un sindicato en 1983 (el primer año del que hay datos). En 2022, ese número se había reducido a la mitad.


El declive -que muchos expertos atribuyen a 1. cambios en las políticas en favor de los empleadores, 2. un aumento de las leyes sobre el derecho al trabajo que debilitan el poder de organización y negociación colectiva de los empleados y 3. una tendencia a la subcontratación- ha dejado a EE.UU. con una de las densidades sindicales más bajas entre las principales economías.

Pero incluso con la reducción en el número de miembros, el apoyo de los trabajadores a los sindicatos ha aumentado.

En agosto de 2022, Gallup registró los niveles más altos de apoyo a los sindicatos desde los años 60, el 71% de los estadounidenses aprueba los sindicatos, y uno de cada 10 trabajadores no sindicalizados dice estar “extremadamente interesado” en sumarse a uno.

Las iniciativas sindicales de alto perfil han dominado los titulares: en años recientes, trabajadores de Amazon, Starbucks y varias universidades se han organizado.

El sindicato de guionistas y actores de EE.UU. continúa en huelga por demandas de aumentos salariales y de beneficios, así como por una mayor protección frente al desarrollo de la Inteligencia Artificial.

Y entre los que están en primera línea se encuentran los trabajadores más jóvenes que lideran el renovado impulso en favor de los sindicatos. La Generación Z (nacidos entre la mitad de los 90 y la mitad de los 2000) es, de acuerdo al Centro para el Progreso Estadounidense, “la generación más prosindicato que existe actualmente”.

“Creo que se está entendiendo mejor el hecho de que si tienes un trabajo, necesitas un sindicato”, dice Jaz Brisack. La joven de 26 años fue una de las primeras líderes de las luchas sindicales en Starbucks en Búfalo, Nueva York, en 2021.

Contexto

La participación y el apoyo de la Generación Z a los sindicatos organizados tiene sentido si consideras el contexto de su experiencia, explica Kate Bronfenbrenner, directora de investigación sobre educación laboral y profesora de la Escuela de Relaciones Industriales y Sindicales de la Universidad de Cornell, EE.UU.

“Antes de nada, ellos crecieron escuchando que iban a estar mejor que sus padres”, dice. “El hecho es que tuvieron dificultad para encontrar trabajo, y los trabajos que encontraron no eran tan buenos como los de sus padres”.

Huelga

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La Generación Z creció pensando que las condiciones laborales serían mejores que las de sus padres.

“Ellos y la generación que les siguió cargan con deudas de la universidad. Están mirando a un mundo en el que tienen que pensar si tener hijos o no por el cambio climático”.

“Están preocupados por otros temas sociales más amplios como los derechos reproductivos o el control de armas y planean hacerle rendir cuentas al gobierno y a los empleadores por estos temas”, agrega.

Las prácticas de algunas empresas durante la pandemia, continúa Bronfenbrenner, aumentaron el entusiasmo de los trabajadores de la Generación Z por los sindicatos: los empleados de bajos ingresos, los trabajadores de servicio y aquellos sin títulos educativos tuvieron dificultad para conseguir equipos de protección personal, atención médica y licencia remunerada por enfermedad.

Informes del Instituto de Políticas Económicas muestran que, en 2020, poco más del 10% de los trabajadores considerados “esenciales”, incluidos los del sector de ventas, estaban protegidos por un contrato sindical.

En cambio, los trabajadores que estaban representados por un sindicato, tuvieron más posibilidades de acceder a mecanismos internos y externos para defenderse en temas de seguridad y salud.

“Muchos de estos trabajadores estaban en primera línea”, dice. “Cuando pidieron algo tan sencillo como un equipo de protección personal o tiempo libre para cuidar de sus familias, o no ir al trabajo cuando estaban enfermos, sus empleadores les dijeron que no. Los trabajadores están dispuestos a tolerar mucho, pero poner en riesgo su vida y la de sus familias es demasiado, y creo que eso fue la gota que colmó el vaso”.

Brisack dice que su empleo en Starbucks -en medio de la escasez de trabajo vinculada a la pandemia- les hizo sentir “que nadie vendría a salvarnos”. Eso los inspiró a tratar de buscar sus propias soluciones, y fue clave para sus intentos de organizarse, que involucraron a muchos de la Generación Z y otros simpatizantes de la causa.

Brisack ahora cree en el poder de los sindicatos para crear igualdad en lo que considera una estructura de poder no equitativa. “Creo que la gente está mirando hacia atrás y ve que lo que realmente creó un mejor nivel de vida en el pasado fue la organización y militancia sindical y está más abierta a la idea de organizarse”.

Generación Z vs el mundo

Los baby boomers tenían muchas cosas que los unían, dice Bronfenbrenner, ya que la generación se “involucró mucho políticamente con los derechos civiles, los movimientos de las mujeres y el movimiento en contra de la guerra”.

Pero hacia finales de los años 70, “la situación cambió dramáticamente y el foco se centró más en cuidarse a uno mismo y hacer dinero”.

Starbucks
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"Los trabajadores de Starbucks exigían a sus empleadores que asumieran una postura sobre los derechos LGBTQ”, dice Bronfenbrenner.

Investigadores consideran en general que la Generación X es significativamente más independiente y autosuficiente; y los millennials, según investigaciones empíricas, son la generación más individualista de todas. La Generación Z, en cambio, parece ser la generación colectiva.

Un proyecto de investigación de la Universidad de Stanford halló que el grupo nacido entre mediados de la década de 1990 y 2010, es altamente colaborativo.

Brisack cree que como la Generación Z siente que la sociedad los ha decepcionado colectivamente, muchos ven como necesario actuar como grupo para mejorar las cosas.

Los esfuerzos de sindicalización impulsados por la Generación Z también tienden a estar marcados por la pasión de esta generación por las causas sociales, y sus exigencias lo reflejan, dice Bronfenbrenner.

“Está la frase ‘organizarse por el bien común’”, dice. Y menciona varios momentos que hacen alusión a ello, como por ejemplo la huelga de maestros en California que exigían iniciativas sostenibles y mejor atención para los estudiantes sin techo.

"Los trabajadores de Starbucks exigían a sus empleadores que asumieran una postura sobre los derechos LGBTQ”, agrega.

Pero los organizadores de la Generación Z no solo tienen nuevas exigencias, también están organizando nuevas industrias, que incluyen puestos salariales por hora, que tradicionalmente no estaban cubiertos por la protección sindical.

“Cuando empezamos a enfrentarnos a Starbucks, mucha gente del mundo sindical nos decía “este no es un buen objetivo. No es razonable”, dice Brisack.

“Las grandes corporaciones también pueden lanzar campañas y mensajes antisindicales a gran escala, que pueden ser difíciles de contrarrestar para una organización a pequeña escala”.

Pero si bien muchos organizadores de la Generación Z como Brisack tienen expectativas realistas sobre lo que puede o no lograr la sindicalización en los trabajos de la industria de servicios, todavía creen que vale la pena.

“Obviamente, no vamos a conseguir pensiones y muchas cosas que los sindicatos pudieron lograr en el pasado en algunas industrias, al menos no sin una verdadera y sólida organización sindical”, dice. “Pero creo que podemos cambiar el nivel de vida de ‘los trabajos que nos mantienen en la pobreza’ y poder desarrollar una carrera y ser trabajadores a largo plazo en estos roles sin sacrificar el nivel de vida”.

Organizadores eficientes

Más allá del entusiasmo por la organización, la Generación Z es muy buena en ello.

Sus tácticas han evolucionado más rápido que los esfuerzos de las compañías por neutralizar a los sindicatos, y las protestas encabezadas por la Generación Z han atraído una gran atención y apoyo público.

Huelga del sindicato de guionistas 

Huelga del sindicato de guionistas

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La huelga de guionistas y actores en Hollywood se mantiene en pie.

Los organizadores del medio de comunicación Business Insider, por ejemplo, emplearon una robusta campaña en las redes sociales. Algunos expertos dicen que esta técnica hizo que los ejecutivos reconocieran al sindicato luego de 13 días de huelga.

Esta innovación puede ofrecer una suerte de protección contras los esfuerzos de los empleadores de evitar la sindicalización, dice Bronfenbrenner.

"La creatividad toma al empleador por sorpresa porque los empleados se están divirtiendo. No se supone que se diviertan cuando hay una campaña antisindical, se supone que deben sentirse intimidados. Cuando los sindicatos hacen cosas creativas como usar memes, resulta que desarman el clima de miedo y conflicto”.

Y el dominio de la Generación Z de las redes y la comunicación multiplataforma ayuda a crear apoyo público generalizado, añade.

Datos del Centro de Investigación Pew muestran que el sentimiento público hacia las corporaciones es cada vez más negativo. Y es más probable que la gente apoye a los trabajadores que actúan en su contra, dice, incluso cuando genera inconvenientes como la demora en la trasnmisicón de la nueva temporada de un show, o la demora en la llegada de un pedido por internet.

“Hay un público que está dispuesto a hacer sacrificios por los derechos de los trabajadores”, dice Bronfenbrenner.

Finalmente, lo que convierte a los trabajadores de la Generación Z en indusrias de servicios y empleos de bajos salarios en grandes organizadores, añade, es que se ven mucho menos afectados por los métodos tradicionales antisindicales, porque no les importa demasiado que los despidan.

“Estas compañías ya no les ofrecen pensiones o promociones a largo plazo. Ellos ya han pasado de trabajo en trabajo, con lo cual que los echen no es la misma amenaza”, comenta Bronfenbrenner.

¿Cambio o tendencia?

Incluso en medio de una tasa decreciente de sindicalización, la mayoría de los estadounidense creen que los sindicatos son buenos para los trabajadores. Y, a pesar de años de legislación en favor de los empleadores a nivel federal, a fines de agosto, el Departamento del Tesoro publicó un informe que muestra que los sindicatos fueron buenos para la economía.

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La amenaza de despido ya no tiene el mismo impacto que en el pasado.

La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, escribió que la sindicalización “puede contribuir a revertir el marcado aumento de la desigualdad que hemos visto en décadas recientes, al promover el crecimiento de toda la economía”.

Resta por verse si los recientes esfuerzos de organizarse se traducirán en cambios a nivel sistémico o un regreso al tipo de densidad sindical que EE.UU. vio en el último siglo.

Brisack cree que la sindicalización de las industrias de servicios con alta rotación genera un impulso.

“Puede que la gente pase de un trabajo a otro, en parte por que es una industria muy agotadora y de mucha explotación, pero la gente se llevará consigo los principios sindicales”, dice.

“Una vez que pasaste por una campaña sindical, es mucho más difícil aceptar la explotación o condiciones injustas o no tener una voz en sitios de trabajo en el futuro”.

Bronfenbrenner dice que posiblemente se estén gestando desarrollos importantes.

Ha habido un cambio de guardia en la Junta Nacional de Relaciones Laborales, la agencia federal independiente que ofrece protección a los empleados del sector privado, dice, y quienes dirigen la agencia, “están respondiendo a su trabajo de una forma muy diferente, y se están tomando decisiones que facilitan la organización”.

Pero estos puestos son designados por el presidente, con el consentimiento del Senado, añade Bronfenbrenner.

"Todo esto puede cambiar con un nuevo gobierno y un nuevo Congreso. La pregunta es, ¿puede este nuevo impulso superar esto? ¿Se motivarán estos jóvenes para asegurarse de que el cambio suceda más allá de su lugar de trabajo? ¿Se desanimarán si el cambio no ocurre lo suficientemente rápido?"

*Este artículo fue publicado en BBC Worklife. Haz clic aquí para leer la versión original en inglés.

domingo, 12 de febrero de 2023

_- «Los beneficios empresariales son la principal contribución a la inflación»

_- El economista británico defiende que “los trabajadores no tienen que disculparse si piden una subida de sueldo” porque “la espiral de precios y salarios es un mito”

Michael Roberts, cabeza de cartel del cuarto congreso “Trabajo, Economía y Sociedad” de la Fundación 1º de Mayo, es un reconocido economista marxista que ha batallado durante décadas en la City de Londres. El británico advierte de una pérdida “sin precedentes” del poder adquisitivo de las familias europeas en esta crisis de inflación. Y recuerda que solo unos sindicatos más fuertes pueden hacerla frente.

“Ha habido una reducción drástica del empleo en la industria manufacturera, en el Reino Unido, en los EEUU y en España. Y las nuevas industrias no están sindicalizadas. Ni las industrias tecnológicas, ni el sector de los medios de comunicación, ni los nuevos sectores minoristas tampoco”, lamenta. Aunque saca optimismo: “Esto está empezando a cambiar. Estamos empezando a ver organización en Amazon, en Starbucks, incluso en Google”.

“También estamos viendo luchas serias en Asia, América Latina y África. Vamos a ver muchas más. Y posiblemente también organizaciones independientes no solo en el Sur Global, sino también en el Norte Global en las nuevas industrias”, reflexiona Michael Roberts.

En la crisis de inflación de los 70, se daban por hecho las subidas salariales para recuperar el poder adquisitivo. Hoy, instituciones y empresas ni se plantean aumentos de sueldo con el IPC con el argumento de evitar un espiral de precios y salarios, ¿tienen realmente que conformarse los trabajadores y sufrir una grave pérdida de poder adquisitivo?

En los años 70, muy a menudo había lo que llamaban indexación de salarios para que hubiera un aumento automático de sueldos a la par con el aumento de precios. Por supuesto, esto era extremadamente costoso para los empleadores si no estaban realmente en la posición de aumentar aún más los precios. Pero es un mito que entonces hubiera una espiral de los salarios. No es verdad. Si se observan los datos, se puede ver que los salarios reales también cayeron durante ese período, a pesar de que en algunas industrias y algunos sectores hubo esa indexación, particularmente en el sector público pero también en algunos de los sectores industriales.

¿Cuándo se perdió esa indexación?

Todo eso se eliminó durante las décadas de 1980 y 1990. Durante todo ese tiempo llamado período neoliberal, se redujo el poder sindical de los trabajadores y se introdujo una legislación para impedir que pudieran mantener sus salarios altos, hemos visto una caída muy pronunciada en la participación de los salarios como porcentaje del PIB en todos los países de Europa. En la OCDE en general, mientras que en promedio los salarios representaban alrededor del 75% del PIB en la década de 1970, ahora está sobre el 65%. Esa es una caída bastante grande. ¿Dónde está eso? ¿Ha desaparecido? Obviamente se ha ido al incremento de la participación de los beneficios (empresariales) en el PIB. Así que tenemos una transferencia de salarios a beneficios. Y lo que estamos viendo en la espiral inflacionaria actual se debe a que no hay indexación y a que la legislación es muy dura contra los trabajadores. Y también porque las organizaciones sindicales son mucho más débiles y es mucho más difícil para los trabajadores aumentar sus salarios para igualar los aumentos de precios. Y la evidencia es clara de que los salarios reales han caído a un ritmo en la mayoría de los países europeos que no tienen precedentes. Estamos hablando de una caída del 6%, 7% u 8% en los ingresos reales en un año. Si solo estamos midiendo los salarios contra los precios, eso es una gran caída, que no se debería de dar. No va a ser compensado.

Los trabajadores de algunos sectores están consiguiendo más subidas que otros…

Recientemente IG Metall, la Unión Industrial Alemana llegó a un acuerdo, que suena bien, pero si lo miras, puedes ver que está muy por debajo de la tasa de inflación que está experimentando Alemania este año y el próximo, por lo que los trabajadores están sufriendo una pérdida salarial real. Entonces, la idea de que los aumentos de salarios provocan aumentos de precios no tiene sentido. Empíricamente, podemos ver que no es así, de hecho, y también podemos ver particularmente en este período que la principal contribución al aumento de precios ha sido, en primer lugar, el aumento de los precios de las materias primas energía, alimentos y otras materias primas subiendo. Y, en segundo lugar, los enormes aumentos de precios por parte de los empleadores. Los beneficios (empresariales) han sido la principal contribución a los aumentos de precios, no los aumentos de salarios, en esta espiral inflacionaria. Entonces, los trabajadores no tienen que disculparse si piden un aumento salarial, ni preocuparse de que de alguna manera provocarán una espiral de precios. Esto es un mito y una propaganda que nos cuentan los empresarios y sus representantes.

Las economías europeas se han transformado: oligopolios, multinacionales, más servicios y menos industria… ¿los sindicatos se han sabido adaptar?

Bueno, lo que hemos visto es una transformación de los sectores en los últimos 30 o 40 años, particularmente con la gran caída en la rentabilidad de la fabricación en la década de 1970 en la mayoría de las grandes economías, y una gran depresión a principios de la década de 1980. La actitud de los empleadores en las grandes multinacionales de tratar de trasladar sus industrias, el empleo y la tecnología fuera de Europa y América del Norte hacia lo que entonces se llamaba el Tercer Mundo y que ahora llamamos el Sur Global. Hacia todos los países donde había mano de obra barata y la oportunidad de construir fábricas con salarios bajos. Esa fue la transformación.

¿También en España?

Si observamos lugares como España fue ligeramente diferente porque recibió inversiones de Alemania y Francia cuando se unió a la Unión Europea, y vimos la expansión de la industria. Pero en general, ha habido un éxodo de empleo manufacturero en todos los ámbitos al mismo tiempo que crecía el sector servicios, lo que significa que, particularmente en países como el Reino Unido donde estoy, estas economías ahora están dirigidas a economías en las que viven de los beneficios obtenidos por las multinacionales, donde el Reino Unido opera como un centro financiero para redistribuir y generar ganancias para estas empresas en varias partes del mundo. Así que no ha habido adaptación de los sindicatos. Ha habido una reducción drástica del empleo en la industria manufacturera, en el Reino Unido, en los EEUU e incluso en España. Y las nuevas industrias no están sindicalizadas. Ni las industrias tecnológicas. El sector de los medios de comunicación tampoco. Y, por supuesto, los nuevos sectores minoristas tampoco. Esto está empezando a cambiar desde el final de la gran recesión. Estamos empezando a ver organización en Amazon, en Starbucks, en otros sectores nuevos que no existían antes, incluso en Google. Así que esto es quizás una indicación de una nueva tendencia en los trabajadores de la próxima generación que va a transformar el movimiento sindical.

¿Cómo podría crecer la densidad sindical y la fuerza de los sindicatos en este contexto?

Hemos visto una reducción masiva en la participación de la sindicalización de alrededor de dos tercios, es enorme. En los últimos 30 o 40 años, ha habido una disminución dramática en la proporción de personas en los sindicatos en comparación con la fuerza laboral total. Esto se ha dado, como decía antes, por el gran cambio desde el sector manufacturero a los servicios, particularmente en el Norte Global, y hacia nuevas industrias que no están sindicalizadas. Creo que existe una posibilidad cada vez mayor de que las nuevas industrias tengan un papel determinante, como ya ocurrió en el siglo XIX cuando la gran transformación en el movimiento sindical se dio por el cambio desde las industrias artesanales como la carpintería, la plomería…. a los sindicatos de masas en las grandes fábricas, en los muelles, en el transporte, etc. Y vimos el desarrollo de los sindicatos de masas a finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX. Luego hemos visto esta aniquilación en la segunda mitad del siglo XX. Pero creo que ahora tenemos toda una capa de nuevas industrias, donde los trabajadores apenas comienzan a organizarse. Y la gente no debe olvidar que la mayor proporción de trabajadores en todo el mundo no se encuentra en el Norte Global. Están en Asia, están en América Latina. Están en África. Aquí es donde el proletariado, usando la antigua frase, es de largo mayor. La clase trabajadora del mundo nunca ha sido mayor y nunca ha sido mayor como porcentaje de la población adulta total y la población activa. Y se basa principalmente en el Sur Global ahora, donde hay mucha actividad. Esta semana vemos lo que pasa en Foxconn, que es una gran empresa taiwanesa que opera en China, donde los trabajadores están luchando contra sus empleadores porque no les están pagando lo que acordaron pagar. Así que ha habido luchas serias como esa, vamos a ver muchas más. Y posiblemente también organizaciones independientes no solo en el Sur Global, sino también en el Norte Global en las nuevas industrias. Soy optimista.

¿Qué herramientas tienen los sindicatos para luchar a día de hoy?

Siempre existe la herramienta básica, que es que los empleadores no pueden conseguir las cosas ni los servicios que quieren vender a menos que los trabajadores trabajen. Es algo muy básico. Karl Marx dijo una vez, todo niño sabe que si la gente deja de trabajar, entonces no se hace nada. Ese es el poder básico que tienen los trabajadores, porque los empleadores no tienen poder, en realidad, dependen completamente de su fuerza laboral para entregar lo que se requiere. Los empleadores usan lo que pueden usar para evitarlo y eso lo puede hacer más difícil, pero el poder básico que tienen los trabajadores de retirar su trabajo todavía está ahí. Pero no solo eso. También hay muchas otras formas en que los trabajadores pueden mejorar sus condiciones. Los sindicatos brindan un nivel de apoyo en seguridad, y también en horas y condiciones de trabajo. Una cosa es decir que te pagan mejor, pero si estoy trabajando en pésimas condiciones, si estoy trabajando por turnos o trabajando muchas horas, entonces las condiciones de trabajo no son seguras. Los sindicatos tiene el poder de organizarse contra eso también. Todas estas son áreas importantes en las que los sindicatos juegan un papel y tienen que jugar un papel cada vez mayor en el futuro. Entonces, podrías decir, bueno, eso no es nada nuevo. Lo que quiero decir es que hay nuevas áreas en las que vamos a ver ese desarrollo y los sindicatos tienen que estar familiarizados con la tecnología, deben ser inteligentes acerca de los nuevos desarrollos que están ocurriendo en las industrias para construir la organización que necesitan los trabajadores.

¿Las huelgas han perdido efectividad en un mundo globalizado?

Si el argumento es que si se declara una huelga, la empresa trasladará su ubicación a otro lugar donde la gente no hace huelgas y donde es mas barato, en realidad no es tan fácil para las empresas hacer eso inmediatamente. Y también, los sindicatos deben luchar no solo en el frente económico, sino también políticamente para garantizar que los gobiernos no permitan que las multinacionales simplemente saqueen la infraestructura y la tecnología y se la lleven a otra parte. Si los trabajadores están luchando por mejores condiciones, las dos cosas deben ir juntas. Sí, todo es más difícil por ser internacional, pero tampoco es imposible para los sindicatos organizarse internacionalmente. Lo hemos visto en muchas ocasiones en los últimos años en varias industrias, particularmente en la industria del transporte, donde el comercio tiene lugar entre buques portacontenedores, conductores de camiones portuarios. O incluso desde el conflicto de Ucrania, hemos visto esfuerzos de los trabajadores para combinar todos estos temas. Entonces sí, es difícil. No es fácil para los sindicatos organizarse, ni para los trabajadores porque se enfrentan a las fuerzas de los medios, los gobiernos, las leyes, y, por supuesto, a los intentos de los empleadores de debilitar su capacidad de funcionar. Pero no es imposible. Históricamente podemos ver que a veces tuvo un gran éxito en la transformación de la realidad.

¿Están sabiendo incorporar los sindicatos el papel transformador del feminismo?

Cuando observamos la situación económica general, podemos ver que todavía hay una marcada diferencia entre el salario promedio de los hombres en industrias y servicios, y el de las mujeres. Y, sin embargo, las mujeres ahora constituyen en muchos países, la mayoría de la fuerza laboral, no solo una pequeña minoría. Y ha habido una transformación en los últimos 50 años en los que las mujeres han llegado al sector laboral en grandes masas, particularmente en industrias clave como la salud, la educación y los servicios públicos, los servicios sociales, donde las mujeres son dominantes. Si miramos el liderazgo de los sindicatos, es cierto que esto no siempre se ha visto reflejado, pero es algo que está comenzando a cambiar. El sindicato industrial más grande del Reino Unido ahora tiene a una mujer como secretaria general, y eso también se aplica en otros sindicatos. Entonces hay una transformación en ese sentido pero todavía hay una brecha enorme entre el nivel de los salarios medios de los trabajadores masculinos y femeninos. Eso se debe en parte a que las trabajadoras tienen trabajos peor pagados y no consiguen los mejores trabajos que pagan mejor. También aunque existe una legislación en contra de la igualdad salarial no siempre se aplica. Pero lo que creo es que la organización sindical y la expansión de los sindicatos ayudará a reducir esa brecha entre el empleo masculino y femenino.

¿Y cómo deben sumarse los sindicatos a la transición verde?

Creo que esta pregunta es muy importante porque este es uno de los problemas clave al que nos enfrentamos en el siglo XXI. Tenemos que hacer algo para detener el calentamiento global, las emisiones de carbono y el impacto que está teniendo lo vamos a sufrir todos, no solo en el Sur Global donde ya lo están sufriendo, sino también en Europa, donde vamos a ver condiciones climáticas extremas, etc., que van a afectar a la vida y las condiciones de las personas. Y tenemos que hacer algo al respecto. Cualquier sindicato que se precie tiene que mirar no sólo el tema de los salarios y las condiciones de sus miembros, sino también al panorama más amplio de lo que está sucediendo en la economía, particularmente lo que están haciendo las empresas y lo que están haciendo los gobiernos. Solo así podemos hacer frente a esta peligrosa crisis que se avecina. Entonces, me parece que la formación tiene un papel clave en la lucha para que sus empleadores adopten políticas ambientalmente mejores, para que los gobiernos comiencen a hacer algo con respecto a las emisiones de combustibles fósiles.

Los sindicatos no solo pueden mirar lo que está sucediendo en su lugar de trabajo, sino que también deben analizar cuestiones políticas más amplias

Y ahora, ¿qué pasa con todos esos trabajadores que trabajan en la industria de los combustibles fósiles? ¿Cómo va a lidiar el sindicalismo con eso? Eso plantea un problema político, pero los trabajadores de la industria del petróleo o de la industria del gas, que en realidad es una fuerza laboral bastante pequeña, ¿cómo van a mantener sus trabajos si queremos eliminar este tipo de energías? Bueno, requiere un plan nacional, un plan internacional, a través de la eliminación gradual de las industrias de combustibles fósiles. Y volver a capacitar y cambiar a los trabajadores a nuevas industrias renovables, donde también tienen habilidades o se puede redirigir, para asumir la expansión de las industrias renovables y de otras industrias ambientales que generarán una gran cantidad de puestos de trabajo disponibles para los trabajadores que en este momento están trabajando en industrias que quizás se están sumando a la crisis de emisiones de carbono. Puedes verlo con otra analogía, ¿qué pasa con los trabajadores que trabajan en la industria armamentística? No queremos más armas. Queremos eliminarlas gradualmente pero los trabajadores perderán sus empleos, y es un argumento que a menudo dan los sindicatos. Bueno, hay muchas otras construcciones civiles que debemos hacer en las que las habilidades de los trabajadores que tienen las habilidades de la industria de armas se pueden usar, como en todo tipo de áreas de transporte, medio ambiente, etc. Necesitamos un plan. Y eso significa que los sindicatos no solo pueden mirar lo que está sucediendo en su lugar de trabajo, sino que también deben analizar cuestiones políticas más amplias y involucrarse en ese plan que logre esa transformación del desequilibrio que tenemos en este momento en el empleo, con los objetivos equivocados y los trabajos equivocados. Necesitamos los objetivos correctos y los trabajos correctos.

Fuente: https://www.eldiario.es/economia/michael-roberts-beneficios-empresariales-son-principal-contribucion-inflacion_128_9751020.html

miércoles, 22 de junio de 2022

Los trabajadores de una tienda de Apple de Estados Unidos se sindicalizan por primera vez.


La oleada sindical se extiende entre las grandes compañías pese a las presiones en contra


La oleada sindical que recorre parte de las grandes empresas de Estados Unidos sigue marcando hitos. Este sábado los trabajadores de una tienda de Apple han votado por primera vez a favor de sindicalizarse. Se trata de la tienda de Towson (Maryland), en las afueras de Baltimore. El resultado ha sido contundente: 65 votos a favor y 33 en contra.

Los trabajadores de esta tienda se unen así a los de un almacén de Amazon en Staten Island (Nueva York) y a los de más de un centenar de cafeterías de Starbucks, que han dado previamente el mismo paso, generando anticuerpos en dichas compañías, que han redoblado sus presiones contra el avance sindical.

Con la votación realizada esta semana y cuyo resultado se conoció a última hora de este sábado, los trabajadores que habían organizado la Coalición de Empleados Organizados del Comercio Minorista (CORE, por sus siglas en inglés) aprueban integrarse en el sindicato IAM (Asociación Internacional de Maquinistas y Trabajadores Aeroespaciales).

IAM es uno de los mayores y más diversificados sindicatos industriales de Norteamérica y representa a unos 600.000 miembros activos y jubilados de los sectores aeroespacial, de defensa, de líneas aéreas, ferroviario, de tránsito, sanitario, de la automoción y otros. En los últimos años, el sindicato ha lanzado campañas de organización en sectores no tradicionales para aumentar su fuerza, entre ellos en el sistema de bibliotecas públicas del condado de Baltimore, la industria tecnológica, la sanidad y la medicina veterinaria.

CORE e IAM enviaron una carta al primer ejecutivo de Apple, Tim Cook, en mayo pasado, informándole de la decisión de organizar su sindicato, enumerando “el acceso a los derechos” de los que no disfrutaban actualmente como una de las razones para ello. “Esto no es algo que hagamos en contra o para crear conflicto con la dirección. Más bien, nos hemos unido como sindicato por el profundo amor a nuestro papel como empleados de la compañía”, le decían, al tiempo que le pedían que no emprendiese una campaña antisindical contra ellos.

Un grupo de trabajadores de la tienda de Apple en Towson han acudido este sábado por la noche a celebrar el triunfo en la votación. Han difundido vídeos de su celebración en las redes sociales.

“Aplaudo la valentía demostrada por los miembros del CORE en la tienda de Apple en Towson por lograr esta histórica victoria”, ha dicho el presidente de la IAM Internacional, Robert Martínez Jr, a través de un comunicado. “Han hecho un enorme sacrificio por miles de empleados de Apple en todo el país que tenían todos los ojos puestos en esta votación. Pido al consejero delegado de Apple, Tim Cook, que respete los resultados”, ha añadido.

El senador demócrata Bernie Sanders ha celebrado en Twitter el resultado de la votación: “Enhorabuena a los trabajadores de Apple en Towson, Maryland, por convertirse en la primera tienda de Apple en Estados Unidos en formar un sindicato. Lo que estamos viendo ahora mismo es un levantamiento histórico de los estadounidenses de clase trabajadora diciéndole a la élite corporativa que tiene que acabar con su avaricia” ha escrito.

Apple ha intentado resistirse a que sus empleados se sindiquen y alega que puede perjudicar a la empresa. La compañía argumenta que los trabajadores de sus tiendas están mejor pagados que la media del sector y que disponen de beneficios. La compañía elevó recientemente de 20 a 22 dólares por hora el salario base de sus empleados de tienda. Con esos argumentos y presiones sobre los trabajadores había logrado hasta ahora evitar que se sindicasen.

IAM denuncia que Apple envía a sus gerentes de tiendas argumentarios antisindicales y los entrena para desalentar a los trabajadores de sindicarse, diciendo que eso podría suponer que pierdan oportunidades de carrera, promociones basadas en el mérito y tiempo libre. En el argumentario, Apple califica al sindicato de “tercera parte”, aunque los organizadores del sindicato son empleados de las tiendas de Apple.

Pese a todo, hay algunas otras tiendas en Estados Unidos donde sus trabajadores están dando pasos también para sindicalizarse. Apple tiene unos 270 establecimientos comerciales por todo el país.

jueves, 10 de marzo de 2022

_- Comunicado conjunto de CCOO y UGT contra la guerra de Ucrania

_- Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores reiteramos nuestra más enérgica condena a la invasión rusa de Ucrania. Este cobarde e ilegítimo acto bélico y la consecuente guerra deben parar de inmediato. Asimismo, expresamos nuestra solidaridad con las gentes de Ucrania y especialmente con su clase trabajadora, con las víctimas en el país y con las y los trabajadores ucranianos que residen en España y que viven con dolor el drama de la guerra en la distancia.

CCOO y UGT hemos exigido que se tomen todas las medidas necesarias para que la acción bélica pare de manera urgente y las tropas rusas se retiren del territorio ucraniano, que han ocupado violando la legalidad internacional, y se restituya la paz.

En el terreno humanitario, el Gobierno de España y la Unión Europea deben estar a la altura que requiere esta situación, y marcar una clara diferencia con otras ocasiones en las que no lo han estado. Estamos obligados a brindar todo el apoyo necesario a las personas afectadas por la guerra, en la región o donde éstas se desplacen, garantizando el establecimiento y seguridad de corredores humanitarios y elaborando planes de acogida y reubicación dentro de la UE.

Asimismo, deberán facilitarse oportunidades laborales. Hoy, más que nunca, es imprescindible mantener presentes los principios fundadores de Europa: paz, democracia y solidaridad. Reafirmamos nuestro compromiso con el desarme en todo el mundo y con la firma del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares a nivel global, garante de paz y la libertad a nivel mundial.

CCOO y UGT nos solidarizamos también con el pueblo ruso que reclama el fin de la guerra y que de manera valiente se manifiesta contra las actuaciones de su gobierno y que está siendo represaliado, detenido y encarcelado por ejercer derechos tan fundamentales como el de libertad de opinión o manifestación, así como con la clase trabajadora que también allí pagará un alto precio por la apuesta bélica de su gobierno.

CCOO y UGT llamamos la atención sobre el vergonzoso e irresponsable juego de fuerzas políticas disruptivas y de tinte autoritario que han emergido en todo el mundo y significativamente en Europa, y que han pasado del coqueteo a Putin, a bramar con más fuerza sus mensajes antieuropeístas y golpear los tambores de guerra con la bandera nacional. El nacionalpopulismo del que hace gala la extrema derecha es un riesgo para la democracia y su exacerbación una consecuencia más de la guerra. La clase trabajadora española, así como la mundial nos reconocemos sólo en un mundo sin guerras y en alcanzar la paz justa y duradera, también a través de la justicia social.

Hacemos, por ello, un llamamiento a los y las trabajadoras de España a que el MIÉRCOLES 9 DE MARZO se manifiesten de manera silenciosa en la entrada de sus centros de trabajo de 12:00 a 12:05 horas, solidarizándonos así con el pueblo de Ucrania, pidiendo el alto el fuego y la inmediata retirada de tropas rusas del país.

CCOO UGT

lunes, 17 de enero de 2022

_- El momento decisivo de la legislatura.

_- Al esfuerzo que han hecho los negociadores del texto por alcanzar un denominador común merece que se le dé una oportunidad de comprobar cuáles son los efectos que surte. Una norma jurídica no se sabe realmente lo que puede dar de sí hasta el momento en que es aplicada

Hasta el momento, a pesar de la enorme turbulencia política y económica casi desde el día en que Pedro Sánchez fue investido presidente del Gobierno, la mayoría parlamentaria de la investidura se ha venido consolidando a través del ejercicio de las potestades legislativa y presupuestaria, que son las dos primeras funciones que el artículo 66.2 de la Constitución atribuye a las Cortes Generales. La mayoría de investidura se ha venido confirmando de manera reiterada como mayoría de gobierno, algo que no había ocurrido desde 2016.

En este mes de febrero de 2022 esa confirmación de la mayoría de investidura como mayoría de gobierno se va a ver sometida a una prueba más dura que todas aquellas por las que ha tenido que pasar en estos dos últimos años. El Congreso de los Diputados tiene que convalidar el Real Decreto-ley mediante el cual se ha aprobado la reforma laboral.

Aunque formalmente el Real Decreto-ley ha sido dictado por el Gobierno, todo el mundo sabe que el texto ha sido pactado con los agentes sociales que, conviene recordar, tienen un reconocimiento de su relevancia constitucional nada menos que en el artículo 7 incluido en el Título Preliminar de la Constitución.

Dada la naturaleza del pacto, lo más lógico y apropiado sería que el Real Decreto-ley fuera convalidado sin más, de acuerdo con lo previsto en el artículo 86.2 de la Constitución y que las Cortes no acordaran su tramitación, una vez convalidado, como “proyecto de ley por el procedimiento de urgencia”, posibilidad contemplada en el artículo 86.3 CE.

No creo que haya nadie que esté de acuerdo con lo establecido en dicho Real Decreto-ley al 100%. Ni siquiera los que han participado en la negociación. Pero parece ser, a tenor de las opiniones solventes manifestadas desde su aprobación, que supone una mejora de entidad respecto a la norma aprobada en su día por el Gobierno del PP sin negociación de ningún tipo.

Al esfuerzo que han hecho los negociadores del texto por alcanzar un denominador común merece que se le dé una oportunidad de comprobar cuáles son los efectos que surte. Una norma jurídica no se sabe realmente lo que puede dar de sí hasta el momento en que es aplicada. Esto ocurre con casi todas las normas jurídicas, pero más que en casi todas en una como la que acaba de ser aprobada para la reforma del mercado de trabajo.

Como nada impide que, una vez convalidado el Real Decreto-ley y comprobada si su eficacia es la que los negociadores esperan o no, se pueda proceder a su reforma, debería darse un voto de confianza a los negociadores y posponer la tramitación de un proyecto o una proposición de ley de reforma a la valoración que se hiciera de la experiencia acumulada mediante su aplicación.

Reabrir en sede parlamentaria en abstracto el debate antes de que se haya comprobado a través de la aplicación la eficacia de la reforma aprobada introduciría incertidumbres que se añadirían a las que ya se están generando como consecuencia de la propagación de las nuevas variantes de la Covid-19, el aumento de la inflación, la interrupción de las cadenas de suministros de componentes básicos para la producción industrial…

Cosa distinta es que en el debate previo a la convalidación se pongan de manifiesto cuales son las dudas que la norma suscita y que se pueda alcanzar un compromiso acerca de una rendición de cuentas ante el Congreso de los Diputados acerca de los resultados de la aplicación, a fin de que, si se considera conveniente, se puedan introducir las rectificaciones pertinentes. Se podría extender el compromiso a la fijación de una fecha razonable para el debate de rendición de cuentas.

En alguna ocasión ya he adelantado que la reforma laboral era la exigencia inexcusable de esta legislatura. En pocas semanas tiene que pasar la prueba decisiva.

miércoles, 13 de octubre de 2021

_- Lo que mató a la lucha de obreros por la justicia social

_- En 1998, el novio de Shannon Mulcahy la golpeó tan brutalmente que los fiscales de Indiana decidieron presentar cargos. Se escondió en un armario en lugar de obedecer la citación para testificar en la corte. ¿Cómo podría ayudar a condenar al hombre que le puso un techo sobre la cabeza? ¿Sobre la cabeza de su hijo? Finalmente, ella lo dejó. Shannon, una mujer blanca de unos 20 años, consiguió el dinero y la confianza para emprender su propio trabajo en una fábrica. Trabajó en una planta de rodamientos en Indianápolis durante 17 años, y se convirtió en la primera mujer en operar los hornos, uno de los trabajos más peligrosos y mejor pagados en la fábrica.

Conocí a Shannon en 2017 , poco después de que sus jefes anunciaran que Rexnord, la fábrica de rodamientos donde trabajaba, cerraría y se mudaría a México y Texas. La seguí durante siete meses mientras la planta cerraba a su alrededor, viéndola agonizar sobre si debía capacitar a su reemplazo mexicano o apoyar a su sindicato y negarse. También seguí a dos de sus compañeros de trabajo: Wally, un ensamblador de rodamientos Black que soñaba con abrir su propio negocio de barbacoas, y John, un representante sindical blanco que aspiraba a comprar una casa para reemplazar la que había perdido en una bancarrota.

Una de las conclusiones más importantes de la experiencia fue que algunas de las batallas más importantes en la lucha por la justicia social tuvieron lugar en las fábricas, no en los campus universitarios. Para muchos estadounidenses sin títulos universitarios, que representan dos tercios de los adultos en el país, el movimiento sindical, el movimiento por los derechos civiles y el movimiento de liberación de la mujer se redujeron en gran medida a una cosa: acceso a trabajos bien pagados en las fábricas.

Shannon había experimentado más abusos y acoso sexual en el lugar de trabajo que nadie que yo conociera. Sin embargo, no se había sentido atraída por #MeToo ni por la candidatura presidencial de Hillary Clinton. Para Shannon, la liberación de la mujer significaba tener derecho a los mismos trabajos que tenían los hombres en la fábrica. Firmó su nombre en la hoja de licitación para convertirse en operadora de tratamientos térmicos, aunque ninguna mujer había trabajado antes en ese departamento. Los operadores de tratamiento térmico eran un grupo de élite, como los guerreros samuráis y los Navy SEAL. Trabajaron con gases explosivos. Los hombres que se suponía que debían entrenar a Shannon intentaron que la despidieran. "El tratamiento térmico no es para mujeres", dijo una.

Ella insistió. Los operadores de tratamiento térmico ganaban $ 25 por hora, más dinero del que ella había ganado en su vida. No iba a permitir que los hombres la alejaran. Ella no estaba por encima de usar su sexualidad a su favor. Coqueteó con el presidente del sindicato y vistió camisas reveladoras en el departamento de tratamiento térmico. "¿Estoy mostrando demasiado escote?" ella preguntaría. Prestó especial atención a Stan Settles, un hombre mucho mayor que sabía cómo hacer funcionar todos los hornos. Si su camisa se desabrochaba mientras se inclinaba, exponiendo la parte superior de su trasero, Shannon emitía una advertencia solemne: "El crack mata, Stan".

Al final, Stan la tomó bajo su protección y le enseñó todo sobre los hornos que había que saber. Cuando conocí a Shannon, ella era la veterana a cargo de capacitar a los nuevos operadores de tratamiento térmico. Se enorgullecía del hecho de que no dependía de un hombre, ni siquiera, y quizás especialmente, del tío Sam.

El feminismo de Shannon se sintió radicalmente diferente del movimiento de liberación de la mujer con el que crecí. El movimiento que conocía se inspiró en “The Feminine Mystique” de Betty Friedan, el innovador tratado feminista de la segunda ola que hablaba del vacío y el aburrimiento de las amas de casa acomodadas. Ese movimiento se centró en gran medida en romper los techos de cristal en el mundo de cuello blanco: la primera mujer en servir en la Corte Suprema (Sandra Day O'Connor, 1981); la primera mujer secretaria de estado (Madeleine Albright, 1997).

Pero las mujeres de bajos ingresos, especialmente las mujeres negras, siempre han trabajado, no por aburrimiento sino por necesidad. Sus luchas, que la historiadora laboral Dorothy Sue Cobble ha llamado " el otro movimiento de mujeres ", obtuvieron mucha menos cobertura de los medios. ¿Quién sabe el nombre de la primera minera de carbón? ¿Cuántos conocen el nombre completo de "Mother Jones", la intrépida organizadora sindical que alguna vez fue etiquetada como "la mujer más peligrosa de Estados Unidos" porque legiones de mineros dejaron sus elecciones a sus órdenes? (Era Mary Harris Jones).

No fue hasta 1964 que la ley consagró protecciones en el lugar de trabajo contra la discriminación por motivos de sexo y raza. Las mujeres fueron agregadas a la Ley de Derechos Civiles en el último minuto, una píldora venenosa destinada a arruinar sus posibilidades. Pero el proyecto de ley fue aprobado, cambiando el curso de la historia. El porcentaje de mujeres trabajadoras aumentó a 61 por ciento en 2000 desde 43 por ciento en 1970. De 1976 a 1998, el número de mujeres víctimas de homicidios de parejas íntimas disminuyó en un promedio de 1 por ciento por año. (El número de hombres víctimas de homicidio de pareja íntima se redujo aún más abruptamente).

Pero la Ley de derechos civiles no beneficia a todas las mujeres por igual. De lejos, quienes obtuvieron las mayores recompensas fueron las mujeres blancas con educación universitaria que se unieron al mundo profesional, que se enriquecieron con los cambios económicos que arrasaron con los trabajos de sus hermanas obreras. Hoy en día, las mujeres bien educadas, que tienden a estar casadas con hombres bien educados, se encuentran en la cima de la pirámide financiera del país.
Las luchas de las mujeres obreras contra un sistema de segregación ocupacional - llamado "Jane Crow" en el libro de Nancy MacLean "La libertad no es suficiente: la apertura del lugar de trabajo estadounidense" - continuaron contra los vientos en contra de los desafíos económicos. Por ejemplo, en 1969, una trabajadora siderúrgica de Chicago llamada Alice Peurala tuvo que presentar una demanda para conseguir un trabajo que le había sido asignado a un hombre con menos antigüedad. Ella ganó y se convirtió en presidenta del local de Steelworkers. Pero en los años que siguieron, la industria del acero colapsó. Finalmente, su planta cerró definitivamente.

En 2016, alrededor de tres millones de mujeres estadounidenses trabajaban en la industria manufacturera, un número mucho mayor que el que trabajaba como abogadas o financieras. Sin embargo, las necesidades urgentes de las mujeres obreras de cuidado infantil de calidad, licencia médica remunerada y horarios de trabajo más flexibles rara vez llegaron a la conversación nacional, tal vez porque las mujeres profesionales que establecieron la agenda ya disfrutaban de esos beneficios.

Gran parte del debate sobre el sexismo y los derechos de las mujeres se centra en cómo negociar los salarios como un hombre y conseguir que más mujeres participen en los directorios corporativos. Mientras tanto, las obreras siguen luchando por encontrar trabajos que paguen 25 dólares la hora. Y Estados Unidos sigue siendo uno de los únicos países sin una ley federal que exija la licencia de maternidad remunerada .

Para Wally, el hombre negro al que seguí, el mayor éxito del movimiento por los derechos civiles fue que los negros tuvieron la oportunidad de conseguir mejores trabajos en la fábrica. A los negros se les había prohibido operar máquinas, desde tractores hasta máquinas de escribir, hasta bien entrado el siglo XX, según “El trabajo estadounidense: cuatro siglos de trabajo en blanco y negro”, de Jacqueline Jones.

El tío de Wally, Hulan, logró que lo contrataran en la planta de rodamientos a principios de la década de 1960, con la ayuda de la NAACP. Pero, como todos los demás negros allí, le habían asignado un trabajo de conserje. Hulan se quejó ante el delegado del sindicato. “Hay tantos trabajos en este edificio”, respondió el mayordomo. "Si toma uno, eso significa que nuestros yernos o nuestro yerno o nuestro sobrino no pueden tenerlo". El día después de la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964, Hulan le pidió a su jefe la oportunidad de operar una máquina. El jefe, que era conocido por ser duro pero justo, lo envió al departamento de molienda. Pero el hombre blanco asignado para entrenarlo se negó siquiera a hablar con él. Hulan tuvo que aprender observando desde lejos.

Finalmente, Hulan descubrió cómo hacer el trabajo. A lo largo de los años, se ganó a sus compañeros de trabajo blancos y fue ascendido a capataz, el primer (y último) hombre negro en ocupar ese puesto en la planta.

Para la generación del tío Hulan, las batallas de los obreros por la justicia social fueron un gran éxito. Hoy en día, los pisos de las fábricas tienden a estar mucho más integrados racialmente que los directorios corporativos que los dirigen. Pero, en muchos sentidos, el progreso fue de corta duración. Tan pronto como los trabajadores negros comenzaron a conseguir buenos trabajos en las fábricas, las fábricas comenzaron a mudarse.

Cuando la generación de Wally alcanzó la mayoría de edad, varias de las fábricas más grandes de Indianápolis habían cerrado. Muchos de los chicos del barrio de Wally encontraron trabajo en la esquina vendiendo droga. Más del 10 por ciento de los niños negros en el vecindario de Wally terminaron en prisión cuando eran adultos. Wally también cumplió condena en prisión. “Estaba encerrado”, les dijo a sus compañeros de trabajo. "Tengo la suerte de tener este trabajo".

En muchos sentidos, el declive de la manufactura estadounidense golpeó con más fuerza a los negros. Según un estudio de 2018 sobre el impacto del empleo manufacturero en los estadounidenses blancos y negros desde 1960 hasta 2010, la disminución en la manufactura contribuyó a un aumento general del 12 por ciento en la brecha salarial racial para los hombres.

Cuando se sigue de cerca una fábrica agonizante, es fácil ver cómo la globalización dejó a un grupo cada vez mayor de personas compitiendo por un grupo cada vez menor de buenos trabajos fabriles. La acción afirmativa se vuelve más tensa a medida que los buenos trabajos escasean y desaparecen.

Incluso para John, el hombre blanco al que seguí, las fábricas eran lugares de importantes protestas sociales. Si un jefe sancionaba a un trabajador por negarse a usar anteojos de seguridad, John pensaba que todos los demás trabajadores deberían quitarse los anteojos de seguridad y arrojarlos al suelo, lo que obligaría al gerente a traer de vuelta al trabajador disciplinado o cerrar toda la línea de montaje.

John era un sindicalista acérrimo que provenía de una larga línea de sindicalistas. Su abuelo y bisabuelo habían sido mineros del carbón. Su suegro había sido trabajador del automóvil. Para John, las fábricas eran lugares donde la clase trabajadora libraba batallas campales con la empresa por salarios más altos y jornadas laborales más cortas. Rastreó su identidad hasta los mineros y trabajadores siderúrgicos que habían sido golpeados, arrestados e incluso asesinados por exigir una jornada laboral de ocho horas y un día libre cada semana. Es por eso que nada se quedó en el buche de John como la frase "privilegio blanco". Las palabras implicaban que a su pueblo se le había entregado una vida de clase media simplemente porque eran blancos. En la mente de John, a su gente no se le había dado dignidad, tiempo libre, condiciones de trabajo más seguras o salarios decentes solo por ser blancos;

Después de que los patrones anunciaron que la fábrica cerraría, él caminó por la planta instando a sus compañeros de trabajo a que se negaran a capacitar a sus reemplazos mexicanos, en un último esfuerzo por mantener la fábrica en Indianápolis. Mientras continuaba el cierre en Rexnord, John predicó sobre la necesidad de solidaridad entre los trabajadores.

“Si lo quieren, luchen por ello”, les dijo a sus hermanos y hermanas sindicales sobre su planta condenada. "Pelearé contigo".

Comencé a entender por qué los trabajadores blancos tendían a ver el cierre de la fábrica y la elección de Donald Trump de manera diferente a sus compañeros negros. En el transcurso de una década, John había visto cómo su salario se hundía de $ 28 la hora a $ 25 la hora a $ 23 la hora. Después del cierre de la planta, luchó por conseguir un trabajo que pagara 17 dólares la hora. Su decreciente poder adquisitivo no se había visto atenuado por el progreso social, como la elección de un presidente negro. Al contrario, su posición social había decaído. Los directores ejecutivos blancos ricos enviaron trabajos manuales a México. Pero cuando los trabajadores manuales se quejaron de ello, las personas con educación universitaria los descartaron como xenófobos y racistas.

Es posible que los hombres blancos de clase trabajadora en la planta de rodamientos no quisieran compartir sus trabajos con los negros y las mujeres. Pero lo habían hecho. Y ahora que los negros y las mujeres trabajaban junto a ellos en la fábrica, los trabajos de todos se estaban mudando a México. Era más de lo que podían soportar muchos trabajadores blancos. Un hombre blanco en la planta renunció y se alejó de más de $ 10,000 en indemnización por despido simplemente porque no podía soportar ver a un mexicano aprender su trabajo. “Es deprimente ver que no tienes futuro”, me dijo. Uno de los mejores amigos de John se ofreció como voluntario para entrenar. "No te odio, pero odio lo que estás haciendo", le dijo John. Nunca volvieron a hablar.

Los representantes sindicales, casi todos blancos, vieron entrenar a sus reemplazos como un pecado moral, similar a cruzar un piquete. Pero muchos trabajadores y mujeres negros no estuvieron de acuerdo. Después de todo, no hacía tanto tiempo que los hombres blancos se habían negado a entrenarlos . Los trabajadores negros no habían olvidado cómo el sindicato había tratado a sus padres y tíos. Muchos consideraron racista la negativa a formar a los mexicanos. Los entrenadores que menos se disculpaban eran negros.

El anuncio del cierre de la fábrica, la elección de Donald Trump y la llegada de reemplazos mexicanos a la planta se produjo en el lapso de tres meses, en 2016, desatando una mezcla tóxica de esperanza, rabia y desesperación. En los años que han pasado desde entonces, los trabajadores se dispersaron como semillas quebradizas, tratando de comenzar de nuevo sus vidas.

Los economistas predijeron que obtendrían nuevos trabajos, incluso mejores trabajos que los que tenían antes. Algunos lo hicieron. Pero la mayoría de los trabajadores a los que hice seguimiento terminaron ganando alrededor de $ 10 por hora menos de lo que habían estado ganando. Uno inició una empresa de exterminio de chinches. Otro se unió al Ejército. Otro vendió todo lo que tenía y compró un billete de ida a Filipinas, decidido a hacer que la globalización funcionara a su favor, por una vez. Wally progresó con su negocio de barbacoas, hasta que se produjo una tragedia imprevisible. John estaba angustiado sobre si volver a ser obrero siderúrgico o aceptar un trabajo en un hospital que no tenía sindicato. Shannon permaneció sin trabajo durante mucho tiempo, lo que la hizo sentir miserable. La vieja fábrica siguió apareciendo en sus sueños durante años.

Por supuesto, para cada historia como la de Shannon, hay una historia sobre una mujer en la India, China o México que tiene un trabajo ahora, y más independencia financiera, debido a una nueva fábrica. La globalización y la justicia social tienen muchos lados.

Pero esos trabajadores extranjeros no votan en las elecciones estadounidenses. El destino de nuestra democracia no depende de ellos como depende de votantes como Shannon, Wally y John. El experimento estadounidense se está desmoronando. La única forma de volver a unirlo es que los tomadores de decisiones en este país, casi todos los cuales tienen títulos universitarios, se vuelvan a conectar con los de la clase trabajadora, que constituyen la mayoría de los votantes.

Por Farah Stockman
La Sra. Stockman es miembro del consejo editorial. Este ensayo es una adaptación de su próximo libro, "American Made: What Happens to People When Work Disappears". NYT

https://www.nytimes.com/2021/10/07/opinion/globalization-work-trump-social-justice.html?action=click&module=Well&pgtype=Homepage&section=Sunday%20Review%20%20Opinion

domingo, 25 de abril de 2021

_- Amazon EEUU: Los elementos constitutivos de la derrota sindical en Bessemer

_- La National Labor Relations Board [Junta Nacional de Relaciones del Trabajo] anunció hoy los resultados de la votación sobre la adhesión de los trabajadores del depósito de Amazon en Bessemer, Alabama a un sindicato nacional. La votación fue de 738 a favor y 1798 en contra. Es una mala noticia, pero eso no significa que en futuras campañas los trabajadores de Amazon no puedan o no quieran ganar. Pueden ganar. Los resultados no fueron sorprendentes, por razones que tienen más que ver con los criterios utilizados en la propia campaña que con cualquier otro factor.

Las historias de las horribles condiciones de trabajo en Amazon son más que conocidas. Mucho antes de la campaña de Bessemer, cualquiera que se interesara un poco en el asunto sabía que los trabajadores están sometidos a un ritmo tan frenético que acaban orinando en botellas para evitar ser sancionados por demorarse demasiado en ir al baño, lo que para la empresa es "tiempo libre". Christian Smalls fue despedido hace un año por denunciar públicamente que no se proporcionaba equipo de protección personal a la gente en su local de Amazon en el estado azul [color del Partido demócrata] de Nueva York. Jennifer Bates, empleada de Amazon en el depósito de Bessemer dio un testimonio ante el Congreso que da vueltas el estómago. Los trabajadores de Amazon necesitan desesperadamente sindicalizarse, en Alabama, en Alemania y en cualquier otro lugar en el que la patronal high-tech y futurista, pero con una actitud medieval para con sus empleados, instale un local de trabajo, cualquiera que sea la naturaleza del mismo. Con tan malas condiciones, ¿cómo se explica la derrota en Bessemer?

Hay tres factores que tienen mucho peso en cualquier votación sobre la sindicalización en los EEUU: el comportamiento terriblemente vicioso de los empresarios -a veces ilegal, la mayoría de las veces, legal- que incluye el acoso y la intimidación de los trabajadores, y las mentiras descaradas (lo que, aparte de los países con gobiernos abiertamente represivos, es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos); las estrategias y tácticas utilizadas en la campaña por los organizadores; y el contexto sociopolítico más amplio en el que tienen lugar las elecciones sindicales.

Destrucción de los sindicatos
Dada la eficacia de Amazon en la entrega de pedidos y el nuevo dominio que ejerce en Hollywood como productor y financista clave de películas y programas de televisión, no es difícil imaginar que su operación para acabar con los sindicatos es también de primera categoría. El carácter implacable de las campañas patronales para derrotar a los sindicatos no es nada nuevo.

Para refrescar la memoria, nada mejor que leer Confessions of a Union Buster [Confesiones de un cazador de sindicatos], de Martin Jay Levitt (Crown Publishers, 1993). Es un libro escrito por un ex mercenario de la patronal. Está lleno de arrogancia, como debe ser, dado el número de campañas sindicales que Levitt ayudó a destruir. En su libro, Levitt le dice al lector: "El anti sindicalismo es un terreno lleno de matones y basado en la mentira. Una campaña contra un sindicato es un ataque a las personas y una guerra contra la verdad. Como tal, es una guerra sin honor. La única forma de desmantelar un sindicato es mentir, deformar, manipular, amenazar y siempre, siempre, atacar. Toda campaña de "prevención sindical", como se denominan esas guerras, se basa en una estrategia combinada de desinformación y de ataques personales."

Basta con leer el libro de Levitt -que debería ser una lectura obligatoria para todos los organizadores y militantes sindicales- para darse cuenta de que los dados están siempre echados en contra de los trabajadores que tratan de organizarse en Estados Unidos (y cada vez más, en todo el mundo, ya que la experiencia en la destrucción de los sindicatos se ha convertido en una mercadería de exportación muy apreciada en el sector de los servicios). Su libro, la campaña de Amazon y casi todas las elecciones sindicales desde la era Reagan constituyen una amplia prueba de que, para tener alguna posibilidad de invertir la tendencia a la baja de la situación de los trabajadores estadounidenses, es absolutamente necesaria la adopción de la HR 842, la Protecting the Right to Organize Act of 2021 [PRO, Ley de Protección del Derecho de Organización] de 2021, que acaba de ser aprobada por la Cámara de Representantes.

El apoyo popular a los sindicatos está en su punto más alto, mientras que el apoyo a las grandes empresas se encuentra en un nivel históricamente bajo. Lamentablemente, el apoyo popular a una propuesta tiene poco o nada que ver con que el Congreso apruebe la legislación. Dado el historial de intentos infructuosos de modificar de forma progresiva las leyes laborales bajo administraciones controladas por los demócratas -incluso con mayorías en ambas cámaras- la aprobación final de la Ley PRO es poco probable. Pero a pesar de los muchos obstáculos que se interponen en el camino de los trabajadores que intentan sindicalizarse, es fundamental recurrir a las estrategias y tácticas que dieron mejores resultados.

Aceptar la derrota en campañas de sindicalización difíciles de ganar significa aceptar un futuro muy sombrío. Para tener una posibilidad de ganar las campañas más rudas, hay que aplicar los mejores métodos desde los primeros días de la campaña y mantenerlos hasta el final. Los deseos y las intuiciones imprecisas no tienen cabida en una campaña contra un empleador tan sofisticado y tan bien equipado como Amazon.

Varias señales de alerta durante la campaña
- Lista inexacta de trabajadores. Desde el principio, la campaña de Bessemer tuvo, como lo reconocieron muchos organizadores experimentados, debilidades casi fatales. La primera de ellas era una estimación muy inexacta sobre el número de empleados que trabajaban en el depósito. Cuando el sindicato presentó la documentación oficial ante la NLRB para celebrar las elecciones el 20 de noviembre de 2020 -en un momento en el que poca gente le prestaba atención a otra cosa que no fueran las elecciones presidenciales de Estados Unidos-, el Sindicato de Minoristas, Mayoristas y Grandes Almacenes (RWDSU, por sus siglas en inglés) estimó que en el depósito había 1.500 trabajadores. Poco después de que el RWDSU presentara su denuncia, Amazon respondió a la NLRB que había unos 5.800 trabajadores en el almacén. Después de este primer paso del proceso -el acto formal de presentar un pedido de elección de sindicalización-, el sindicato puso en marcha el proceso legal verdaderamente oscuro que rige las elecciones sindicales en Estados Unidos. Los abogados de Amazon argumentaron que si el sindicato creía que sólo 1.500 empleados tenían derecho a votar en las elecciones, no tendría lo que se llama una "demostración de interés" suficiente, que establece que el 30% del total de empleados hayan firmado tarjetas de autorización indicando que desean organizar una elección sindical.

En lo que podría parecer una señal de aliento para los organizadores del sindicato, entre finales de noviembre y mediados de diciembre consiguieron reunir suficientes firmas de trabajadores como para alcanzar el umbral mínimo del 30% y así poder realizar las elecciones, incluso sobre el número mucho mayor de trabajadores que Amazon dijo que eran elegibles (para alcanzar el 30% de 1500 empleados, se necesitaban 300 tarjetas firmadas, pero eran necesarias 1740 en un total de 5800 trabajadores).

En realidad, según el New York Times, los organizadores habían recogido un total de 2.000 tarjetas de autorización a finales de diciembre de 2020. Para los militantes sindicales con menos experiencia puede ser desconcertante que los trabajadores firmen una tarjeta de autorización para la celebración de las elecciones y que luego voten en contra. Los organizadores sindicales experimentados nunca formulan esta pregunta: "¿Quieres el derecho a votar para tener un sindicato o no?" Les pedimos que se comprometan con el voto afirmativo y que firmen una petición en ese sentido al firmar la tarjeta de autorización para las elecciones. Son preguntas muy diferentes y al final los resultados son también muy diferentes.

Pero la manifestación de interés preparó el terreno para el siguiente paso en el engorroso y complicado proceso: la audiencia oficial de la NLRB que determina si habrá elecciones y en caso afirmativo, cómo. Esa audiencia tuvo lugar el 20 de diciembre. Desde entonces y hasta finales de enero, mientras la atención de la nación se centraba en el asalto al Capitolio, Amazon emprendió su propio ataque a la democracia, la que se supone que está garantizada para las personas en su lugar de trabajo.

- La discusión sobre las cotizaciones sindicales. Cuando en el mes de enero, Amazon lanzó www.doitwithoutdues.com, un sitio web en el que se enumeraba todo lo que los trabajadores podrían hacer con el dinero “gastado” en concepto de cotizaciones sindicales, aparecieron los primeros signos de alerta. Al mismo tiempo, Amazon publicó un hashtag en Twitter. La estratagema le salió mal. Los militantes pro-sindicatos de todo el país se apropiaron de la plataforma para tuitear una respuesta tras otra, todas muy ingeniosas, convirtiendo las reacciones de Amazon en una obsesión casi tan fuerte como los chistes que circulaban en Twitter sobre el barco encallado en el Canal de Suez.

Para los organizadores del sindicato, por muy divertida que haya sido la respuesta nacional en Twitter -que se convirtió en una plataforma digital para mostrar su rechazo a Amazon-, había un motivo más profundo de preocupación, según la respuesta oficial del RWDSU. Su presidente nacional, Stuart Appelbaum y otros representantes de la campaña lanzaron una ofensiva para demostrar que la dirección de Amazon mentía. "Amazon está intentando convertir las cotizaciones sindicales en un problema, aunque la gente no tenga que pagar ninguna contribución", dijo Stuart Appelbaum al Washington Post. Mensajes similares dominaron la cobertura de los medios de comunicación en respuesta al mensaje antisindical totalmente predecible sobre las cotizaciones. Un funcionario sindical dijo a NPR (National Public Radio): "Como algunos trabajadores lo indican, las leyes de "derecho al trabajo" de Alabama establecen que los empleados pueden elegir entre pagar o no las cotizaciones sindicales".

Aunque la respuesta del sindicato sea correcta -los trabajadores no tienen que pagar cotizaciones en un estado con una ley de "derecho al trabajo"-, aquellos que organizan y ganan una campaña nunca proponen a los trabajadores que pueden elegir si quieren o no pagar las cuotas. Más bien, es lo contrario. De hecho, es totalmente previsible que haya carteles por todas partes -en los baños, los comedores, las salas de descanso, junto a los marcadores de tarjeta, etc.- que dicen que la empresa da más que lo que pueden obtener los trabajadores con el pago de una cotización sindical. - Una respuesta más sutil consistiría en preguntarse por qué, de pronto, la empresa quiere debatir de cómo gastan los trabajadores su propio dinero. En ese caso, los sindicalistas pueden ayudar al trabajador a entender que el pago de las cuotas es esencial para construir el poder necesario para enfrentarse a empresarios gigantes como Amazon.

La semántica y los mensajes suscitaron preocupaciones mucho más allá de la conversación sobre las cotizaciones sindicales. En los carteles pro-sindicato, los mensajes incluían lemas como "El sindicato está de tu lado". En los numerosos vídeos que salen de Bessemer en las redes sociales, los activistas y sindicalistas hablan regularmente de "el sindicato", como si un sindicato fuera algo distinto de los trabajadores que tratan de formarlo. Un eslogan mejor habría sido "Cuando los trabajadores se unen, se producen cambios de verdad", o algo que no convirtiera al "sindicato" en algo así como el nombre de un edificio o una calle y una dirección.

- La puerta de la fábrica como lugar de la campaña, sin visitas a domicilio. En la gran mayoría de las campañas que han tenido éxito, la forma y el lugar de las conversaciones con los trabajadores son cruciales. En un motor de búsqueda de Internet, si se escribe "Amazon cambia el esquema de los semáforos en Alabama" [para impedir la recogida de firmas], los resultados muestran docenas de historias, destacando una de las muchas tácticas que Amazon utilizó para combatir a los militantes de la campaña y a los sindicalistas. Aunque sea infame, esa táctica es acorde con la dureza de los combates por la sindicalización en Estados Unidos. En Twitter, cuando se dio a conocer la historia, las personas que habían vivido el mismo problema contaban: "Sí, esto también ocurrió en el norte de Ohio, en nuestras elecciones, donde la empresa domina la política de la ciudad". Ninguna de estas tácticas resulta sorprendente después de haber leído Confessions of a Union Buster. Lo que les preocupaba a los organizadores experimentados era la constatación de que la mayor parte del contacto cara a cara con los trabajadores tenía lugar en la puerta de la planta.

Como explicar eso de "No te preocupes. No hay que pagar cotización en Alabama", una campaña no debe hacerse nunca desde la puerta de la fábrica. ¿Por qué? Porque el patrón está mirando. Esto es válido para todos los empresarios, no sólo para Amazon, una empresa que además desarrolla sistemas de vigilancia. Los trabajadores no quieren ser vistos cerca de su lugar de trabajo hablando con partidarios del sindicato, eso les preocupa.

Las campañas victoriosas han demostrado que para ganar hay que hacer visitas a domicilio, es decir, visitas físicas sin previo aviso a las casas de los trabajadores para que la conversación pueda tener lugar lejos de la mirada de la empresa. En una entrevista en The American Prospect [una revista de la izquierda demócrata] un organizador de la campaña pro sindicato de Amazon explicó que no hacen visitas a domicilio, debido a la pandemia de Covid. Pero en una campaña difícil de ganar, hay que ponerse un tapabocas, tocar el timbre, llevar el desinfectante colgando del cuello o en las manos para que se vea e iniciar el diálogo con el trabajador manteniendo la distancia social, con toda seguridad.

La cuestión sobre el Covid y la campaña puerta a puerta, también se planteó al principio de la campaña de Biden, después de que Sanders se retirara y cuando la pandemia se agravó. Al principio, Biden se equivocó, y cuando se dio cuenta de lo reñida que sería la elección, cambió de método. Del mismo modo, en los artículos sobre la segunda vuelta de las elecciones al Senado en Georgia, los organizadores del derecho al voto dejaron claro que tenían que salir a la calle, subirse a sus coches y visitar a cada votante cara a cara, a pesar de la pandemia. Llevaban máscaras y visitaron a miles de votantes.

El trabajo académico más completo sobre el éxito de la sindicalización en los EEUU, realizado por Kate Bronfenbrenner, directora de investigación laboral de la Universidad de Cornell, brinda argumentos irrefutables a favor de las visitas a domicilio. Sin embargo, los organizadores de Bessemer dijeron que se basaban en "estrategias digitales". El sindicato también dice que, aparte de venir a dialogar en las puertas de la planta, los representantes de otros sindicatos del país llamaban por teléfono a los trabajadores de Amazon de Bessemer. Pero no hay nada que remplace una visita a domicilio en una campaña dura, y punto.

Una posible excepción a la regla de la campaña en la puerta de la fábrica podría haber sido que muchos verdaderos trabajadores de Bessemer Amazon estuvieran en la puerta de la fábrica durante el cambio de turno. Pero no fue así. En lugar de eso, los trabajadores de la planta veían a personal del sindicato y a simpatizantes de afuera.

- Falta de apoyo mayoritario. Una de las tácticas más importantes en estas luchas difíciles por la organización de un sindicato es lo que los sindicalistas llaman "pruebas de estructura pública mayoritaria". Una prueba de estructura pública mayoritaria se produce cuando la mayoría de los trabajadores con derecho a voto en las próximas elecciones sindicales, o que votan a favor de la huelga, firman una petición o se fotografían y realizan carteles públicos, un folleto o abren una página web en la que aparecen sus firmas o sus caras, con un mensaje que indica su intención de votar 'sí'. El sindicato contestó que en Bessemer necesitaba "proteger a la mano de obra" de los despidos, por lo que no quería hacer nada en público. Y ahí se acabó el juego.

Un error frecuente en las batallas sindicales difíciles es que los responsables del esfuerzo piensan que hay algo único en sus circunstancias particulares -la industria, el grupo de trabajadores, el tipo de trabajadores, la región del país, el momento de la historia, el nivel de vigilancia, etc.- que justifica que no se adopten las prácticas adecuadas de organización, como la realización de pruebas de estructura mayoritaria y eventualmente, la publicación de esas pruebas una vez que se alcanza la mayoría. Cuando el miedo se extiende en un establecimiento -lo que fue seguramente el caso en la elección de Amazon- la única manera de superarlo es que todos los trabajadores pro sindicato salgan a declararse públicamente a favor del mismo. Lo que "protege a los trabajadores" es cuando una mayoría de ellos toma esa medida conjuntamente, todos al mismo tiempo. Se muestra así la fuerza colectiva en las conversaciones y en la acción.

Las pruebas de estructura se hacen primero en privado y en silencio hasta el momento en que la mayoría de los trabajadores están dispuestos a firmar. Si la mayoría firma, suele ser un indicio fiable de que la campaña va a tener éxito. Pero no basta con una prueba de estructura pública. Hay que seguir adelante, porque el apoyo aumenta, en general, una vez que los compañeros de trabajo indecisos se dan cuenta de que, en realidad, la mayoría de sus compañeros construyen la unidad. Las pruebas de estructura mayoritaria demuestran que las personas en las que más confían los trabajadores le hacen frente a una campaña de miedo, son sus propios compañeros y están dispuestos a apoyarlos, a decir "basta".

Los que ganan son los trabajadores que ven que muchos de sus compañeros se pronuncian. No se gana organizando mítines con superestrellas venidas de otro estado, ni con jugadores de fútbol famosos, ni con actores y actrices famosos, ni siquiera con Bernie Sanders o el presidente de los EE.UU. (aunque el video del presidente Biden es digno de ser aplaudido por varias razones: las futuras campañas y la legitimidad general de los sindicatos, sobre todo). Cuando en una campaña hay más seguidores y personal de otras fábricas que trabajadores de esa planta, es una clara señal de que la derrota es inminente.

El contexto de Bessemer
Mucho se ha dicho sobre la historia de Bessemer y por extensión de Birmingham (cerca de Bessemer), como un lugar que -a pesar de estar en Alabama, un estado republicano aferrado al sistema de Jim Crow [segregación racial], con una de las tasas de sindicalización más bajas del país- es en cierto modo una excepción debido a la historia de sindicalización de la ciudad. ¡Una historia sorprendente!

Son maravillosas historias de las luchas de los trabajadores por organizarse en la región, con los negros uniéndose entre sí y con los trabajadores blancos -a veces sacrificando la vida- para forjar sindicatos en aquellas minas que fueron parte del paisaje. La cobertura mediática también se centró en el porcentaje de trabajadores negros en los depósitos de Amazon, sugiriendo que la demografía aseguraría la victoria. Si esto último hubiera sido cierto, habría habido una victoria sólida en las elecciones de Nissan en Canton, Mississippi, en 2017, cuando los medios de comunicación también exageraron de manera muy grosera la elección y el factor de una mayoría de trabajadores negros. En esas elecciones, el voto fue de 38% por el sí y 62% por el no.

En el material publicado por el sindicato en su página web, se puede ver una larga lista de personas que apoyan a los trabajadores a nivel nacional, y una lista mucho más corta de grupos locales que apoyan los esfuerzos de los trabajadores. Los medios de comunicación hablaron a menudo del aspecto religioso de la campaña, en la que los líderes religiosos habrían sido los principales protagonistas. Pero las organizaciones religiosas de Bessemer o de la zona de Birmingham estuvieron prácticamente ausentes de la lista de apoyo a la campaña. Las noticias decían que las reuniones comenzaban con oraciones, pero los principales líderes religiosos locales no apoyaron públicamente a los trabajadores. En las campañas exitosas, el apoyo público de los líderes religiosos locales suele ser esencial si la pertenencia religiosa es común entre los trabajadores.

En Detroit, antes de que se sindicalizaran las fábricas de automóviles, muchos negros se oponían al sindicato. La razón, según el Dr. Steven Pitts, que dirige el nuevo podcast Black Work Talk: "Muchos pastores prestigiosos de la zona de Detroit tenían buenas relaciones con Henry Ford. Cuando la emigración negra del Sur [hacia el Norte] estaba en su apogeo, las familias negras se instalaron en Detroit, allí encontraron una iglesia y consiguieron trabajo en la fábrica de Ford gracias a los responsables de su iglesia. Hizo falta una década de luchas entre los trabajadores negros pro-sindicatos y sus jefes cívicos antes de que dinámica cambiara en Detroit para inclinarse a favor de los sindicatos."

En Bessemer, los grupos comunitarios locales con los que hablé por teléfono me dijeron que ésta era la primera campaña sindical que recordaban en la que el sindicato se había puesto en contacto con ellos en una fecha tan tardía de la campaña, en el mes de febrero. En elecciones pasadas, en la misma región, incluso la de la planta de componentes de automóviles de Mercedes en Tuscaloosa, que se encuentra a 80 kilómetros de la ciudad -mucho más lejos de lo que Bessemer está de Birmingham- los sindicatos intervinieron mucho antes de que los trabajadores hicieran pública la campaña (lo que en Bessemer había ocurrido ya en octubre).

Es muy probable que en estos días veamos mensajes afirmando que "aunque los trabajadores no hayan ganado, en realidad ganaron". Pero no ganaron. Y eso es realmente lamentable. Los medios de comunicación, especialmente los llamados medios sindicales, nunca deberían haber sobrestimado esta campaña, ni la de Volkswagen, ni la de Nissan. En los tres casos, la derrota inminente era clara. Cuando los medios de comunicación priorizan los clics y los seguidores [followers] y no la realidad, no sólo no ayudan sino que probablemente perjudican a los trabajadores. La cobertura de los medios de comunicación acumuló una atención injustificada que podría servir a la narrativa a favor de la Ley PRO, pero las campañas mediatizadas en exceso hacen que la gente se sienta derrotada. A veces, de hecho, se sienten tan derrotados que dan un paso atrás y se retiran para siempre. Probablemente, esta campaña no debería haber tenido lugar a partir del momento en que los sindicalistas se dieron cuenta de lo errónea que era su estimación de la cantidad de trabajadores en el depósito. No hay nada que justifique que se ponga a los trabajadores en lo que los sindicalistas llaman una "marcha de la muerte".

Para los trabajadores de Bessemer, la próxima etapa será que probablemente el sindicato presente una gran cantidad de objeciones plenamente justificadas, o denuncias por "prácticas laborales injustas", contra Amazon. Es probable que ganen el derecho a una nueva elección basándose en el comportamiento ilegal de la empresa. En la legendaria campaña de organización de Smithfield, donde los trabajadores del mayor matadero de cerdos del país consiguieron su sindicato [en 2008] al cabo de 16 años de lucha, en su tercer intento de elecciones, la lección que la gente debería haber aprendido es que efectivamente, las leyes laborales no se cumplen, pero también que no hay que saltar o evitar etapas cuando se hace una campaña.

Muchas de las dificultades constatadas en la primera ronda de votaciones en Smithfield tuvieron lugar en la primera ronda de votaciones en Bessemer. Ya es hora de que dejemos de dar por sentado que los trabajadores nos apoyan, de que no los hagamos correr riesgos innecesarios con una política de "tierra quemada".

Al lado de las presiones que debe soportar la mayoría de los trabajadores de Estados Unidos cuando tratan de formar un sindicato, las recientes medidas de la asamblea legislativa de Georgia, destinadas a suprimir más votantes [para las elecciones estatales] parecen inofensivas. Si el Senado aprueba el proyecto de ley PRO, no cabe duda de que la sindicalización aumentará rápidamente, lo cual es una de las razones por las que su aprobación en un futuro próximo parece curiosamente remota. A pesar de contar con el presidente más favorable a los sindicatos en casi 100 años, el Senado se mantiene inmóvil en temas mucho menos difíciles que una gran reforma del código laboral. El Senado no aceptaría siquiera un salario mínimo de 15 dólares por hora aunque lo pidiera el gobierno federal. Y los progresistas vienen intentando aprobar una ley laboral desde la presidencia de Jimmy Carter, sin conseguirlo.

Cada uno de los trabajadores de la campaña de Bessemer merecía ganar. Y si las normas de sindicalización en Estados Unidos fueran mínimamente justas, habrían ganado. Pero las reglas no son justas. Todo lo contrario: son descaradamente injustas. Lo que merecen los trabajadores que intentan formar sindicatos contra empresarios inmorales es un esfuerzo con posibilidades de ganar. Hay muchas pruebas de lo que funciona. Las redes sociales y los medios digitales no funcionan cuando el miedo y la división son las principales armas de los patrones.

Los trabajadores pueden ganar y organizar sindicatos, pueden hacer huelga y ganar. Es muy difícil; para ello, se requiere un compromiso sin concesiones.

Jane McAlevey corresponsal laboral de The Nation para las luchas de los trabajadores. Es autora de A Collective Bargain: Unions, Organizing, and the Fight for Democracy (Ecco, 2020). Es investigadora responsable del Instituto de Investigación sobre el Trabajo y el Empleo de la Universidad de California.

Fuente:
https://www.thenation.com/authors/jane-mcaleve