¿Peligra el futuro de las pensiones? Miren Etxezarreta, miembro del seminari Taifa, asegura en ‘AR’ que se trata de una campaña mediática promovida desde las instituciones. “Esta campaña parte del capital financiero y está apoyada por el Banco Mundial”, comenta. Además, Miren asegura que el problema demográfico no es una excusa para que las pensiones suban menos que los precios. “El Estado español ha crecido mucho desde 1977 tenemos más que el doble de la riqueza que había, pero no hay más del doble de viejos”, afirma.
Entrevista | Juan Torres, catedrático de Economía aplicada en la Universidad de Sevilla.
¿En qué consiste la reforma de las pensiones planteada ahora desde el gobierno del PP? ¿A quiénes afectará?
Esta reforma persigue exactamente lo mismo que todas las anteriores: disminuir su alcance y cuantía, hacer que la gente desconfíe cada día más en el sistema público a base de debilitarlo para que su ahorro (quienes tengan) se vaya yendo al sector privado e ir avanzando progresivamente hacia su privatización.
¿A qué objetivos crees que responde esta reforma? ¿Tiene alguna relación con los demás recortes del Gobierno central?
Reformas de este tipo se vienen haciendo en coyunturas de expansión. Por tanto, no están justificadas por la crisis. Es una mentira gigantesca afirmar que los gastos corrientes del estado ligados al bienestar social (educación, salud, pensiones, dependencia, etc.) son los que provocan la deuda. Los datos muestran que esos gastos corrientes han generado, por ejemplo desde 1989 una deuda que no llega ni al 15%. La diferencia hasta casi el 100% actual son los intereses financieros y la deuda suscrita para pagarlos.
¿Qué alternativas pueden plantearse para hacer más robusto el sistema público de pensiones?
Si se acepta que las pensiones públicas se financien con las cotizaciones sociales (también podrían financiarse mediante impuestos generales), para que el sistema tenga ingresos suficientes (como se ha demostrado en los años anteriores) basta con que haya un nivel de empleo aceptable y una distribución de la renta mínimamente equitativa. Otra mentira vergonzosa es hacer creer que la insostenibilidad del sistema de pensiones públicas deriva del aumento de nuestra esperanza de vida. Lo que de verdad lo puede hacer insostenible es el incremento continuado del paro y de la desigualdad entre salarios y rentas del capital.
¿Qué tipo de movimiento crees que necesitamos para frenar esta reforma e impulsar otras iniciativas alternativas?
La única posibilidad de frenar esta reforma y otras parecidas es que la población conozca sus razones y se enfrente decididamente a ellas, movilizándose en las calles y centros de trabajo y creando un sujeto político capaz de ganar elecciones y de poner en marcha otro tipo de políticas.
¿Hay una salida antineoliberal y anticapitalista a la crisis?
Para mí antineoliberal y anticapitalista es lo mismo porque creo que el neoliberalismo es simplemente el capitalismo de nuestra época. Y no es que haya una salida anticapitalista es que no puede haber otra. Las crisis son consustanciales al capitalismo. Basta conocer un poco la historia. Si se sale de esta (también la historia nos enseña que se sale de todas) vendrán otras. El capital le está dando salida a base de reforzar sus intereses y de dejar las cosas más o menos como estaban, salvo en cuanto a derechos laborales, lo que constituye la antesala de otras nuevas crisis. La alternativa es resolver esta crisis modificando las relaciones sociales, las formas de propiedad, el modo de producir y de consumir. Algo se ha avanzado en eso en algunos lugares pero a la vista está que no suficientemente. Ese es el reto.
Más sobre pensiones aquí:
http://www.juantorreslopez.com/?s=Pensiones&submit=Buscar+en+la+web
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martes, 13 de marzo de 2018
Las pensiones
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sábado, 24 de febrero de 2018
DOS POLACOS POR EL SUELDO DE UN FRANCÉS. Más de dos millones de europeos trabajan destinados en otros países comunitarios, algunos con salarios, horarios o esfuerzos "inaceptables" y que solo persiguen rebajar los costes para la empresa.
Un buen día, los jefes de la empresa mandaron a Fran Martínez a montar tuberías a Francia. El proyecto prometía pero lo que se encontró al llegar no era lo que esperaba. Lo alojaron en una sola casa con todos sus compañeros, los más desafortunados dormían en los pasillos. “La situación de los españoles allí es lamentable, pero la de los polacos o los rumanos es criminal”, asegura. “Todo lo que te ponen en las nóminas es mentira”, sentencia este trabajador gallego de 42 años, que pasó cuatro meses en la construcción de supermercados en París y otros cuatro en Saint-Nazaire, una pequeña ciudad francesa situada en la vasta desembocadura del Loira en el Atlántico.
Los astilleros de Saint-Nazaire, símbolo y orgullo de la industria nacional, se han convertido también en un caso paradigmático de una realidad a la que la Unión Europea quiere poner coto: la de los trabajadores desplazados por sus empresas desde otros países comunitarios que compiten deslealmente al cobrar salarios más bajos y aceptar peores condiciones. Allí esperan que lo acordado en Bruselas, que busca equiparar a los llegados de fuera con los empleados locales, dé resultados a corto plazo.
Alain Georget es uno de los 8.000 trabajadores que viven directa o indirectamente de los astilleros de Saint-Nazaire, y en los que hasta hace poco se construían buques metaneros o portahelicópteros. “Las condiciones para el trabajador francés son muy duras: mucho esfuerzo físico, salarios insuficientes, malos horarios; pero para el trabajador desplazado suelen ser mucho peores”, explica a la salida de los astilleros.
Estas malas condiciones, la vulnerabilidad y precariedad laborales, son las que han dificultado el contacto con empleados de las instalaciones, temerosos de exponer su caso en este reportaje, que forma parte del proyecto periodístico Europa Ciudadana, financiado por el Parlamento Europeo.
La libre circulación de trabajadores es un pilar fundamental de la Unión Europea. Dos millones de europeos trabajan en otros países comunitarios destinados por sus empleadores. En Alemania, un tercio de los 30.000 trabajadores en los mataderos es personal destinado desde el sur o el este del continente. Empresas radicadas en Luxemburgo han contratado a franceses para después enviarlos a trabajar a su país y ahorrarse elevadas cargas sociales. En el sector de la construcción en Bélgica —en el que un tercio de los trabajadores son desplazados— ha habido casos con 22 niveles de subcontratación. Algunas empresas han exprimido la brecha salarial entre los socios antiguos y nuevos de la UE para contratar con condiciones ventajosas y desleales, aprovechando que la directiva que regula el desplazamiento es de hace más de 20 años y hasta ahora no había entrado en fase de reforma.
El trabajador desplazado tras ser contratado en su país de origen —no confundir con el ciudadano que emigra de forma voluntaria para buscar empleo— deberá beneficiarse de los mismos convenios que sus colegas del país de acogida que ejerzan las mismas labores, según la reforma que se pactó en octubre en Bruselas y que todavía tardará al menos un par de años en empezar a ser efectiva. La UE repite como un mantra el principio básico de la reforma: misma remuneración por un mismo trabajo en un mismo lugar. Un ejemplo: los eslovacos que estén subcontratados en una obra en Viena tendrán derecho a la misma paga navideña que sus compañeros austriacos.
Entre los vehículos aparcados en los alrededores del puerto o de los astilleros escasean las matrículas francesas. Abundan las furgonetas patentadas en Polonia, Hungría y en los países bálticos. También es fácil encontrar algún coche español, portugués o griego, incluso de Estados no comunitarios como Serbia o Ucrania. Los sindicatos calculan que generalmente hay más de 2.000 trabajadores desplazados en Saint-Nazaire. “Esto se ha convertido en una Torre de Babel. Es complicado y perjudicial trabajar con colegas con los que no te puedes comunicar ni para transmitir una sencilla orden de trabajo”, apunta Georget, quien ejerce como delegado sindical de la Confederación General del Trabajo (CGT).
La arquitectura y el urbanismo de Saint-Nazaire pueden llevar al visitante a pensar que esta ciudad de 70.000 habitantes carece de historia. Frente al océano, una mole de hormigón de 18 metros de altura y 300 metros de largo dice lo contrario. Este portento de la ingeniería nazi fue construido durante la ocupación por las tropas alemanas para albergar y reparar parte de su flota en el Atlántico. La base de submarinos se convirtió en un objetivo destacado de los bombardeos aliados y al final de la guerra la ciudad había quedado en ruinas y abandonada.
La mole resistió y el contingente nazi en Saint-Nazaire fue el último en rendirse en toda Europa Occidental, casi un año después de la liberación de París y dos semanas más tarde de que Hitler se suicidara. Antiguo puerto negrero a la sombra del de Nantes, Saint-Nazaire volvió a enfocarse al Atlántico tras la guerra. Hoy se construyen los cruceros más grandes del mundo.
Los astilleros no cierran, siempre hay alguien trabajando. Muchos de los soldadores o carpinteros desplazados en Saint-Nazaire desconocen sus derechos y trabajan más horas de las que marca su contrato, según Georget, quien considera que además de alcanzar acuerdos en Bruselas es necesario que la inspección laboral destape mucho más el fraude. “Puede que lo firmado sea legal, pero en el caso de los desplazados casi nunca se adecua a la realidad. Los contratados en Francia cumplimos las 35 horas semanales; los desplazados hacen 50 por menos dinero”, sentencia.
Los trabajadores desplazados en Saint-Nazaire llevan, por lo general, una vida rutinaria y austera. La mayoría no pasa allí más de un año. A pesar de que sus condiciones laborales son peores que las de sus colegas, algunos de estos operarios del Este cuadruplican sus ingresos mensuales al cobrar el salario mínimo francés. Su intención suele ser ahorrar todo lo posible durante su estancia en Francia y regresar a su país cuando termine el desplazamiento para seguir trabajando en la misma empresa, lo que los sindicatos consideran un freno a la hora de denunciar.
Las negociaciones en Bruselas para alcanzar acuerdos sobre la reforma han vuelto a evidenciar las discrepancias entre Este y Oeste. El presidente francés, Emmanuel Macron, asumió el asunto como su primera cause célèbre en Europa y llegó a condicionar la viabilidad de la Unión al acuerdo alcanzado. “Hay que poner coto a aquellos que contratan mano de obra en el extranjero con el único fin de abaratar costes”, señala Agnes Jongerius, eurodiputada holandesa que ha sido ponente en la revisión de la directiva debatida en la Comisión. Jongerius destaca que hay trabajadores desplazados que viven en condiciones “inaceptables” para la UE y que, cuando la reforma entre en vigor, los costes de alojamiento y transporte deberán siempre correr a cargo del empleador. En Polonia se ha rechazado vehementemente la reforma alegando que una de las consecuencias del mercado único debería ser la oferta de mano de obra más barata. Hungría, Lituania y Letonia se han posicionado firmemente con Varsovia.
La tasa de paro de Saint-Nazaire se sitúa por encima del 10%, ligeramente superior a la media de la región (Países del Loira) y la nacional. Además del puerto y los astilleros, una planta de Airbus da empleo a 3.000 personas más. “El desplazamiento de trabajadores y el dumping salarial o laboral que conlleva dificulta la contratación de jóvenes locales”, subraya Xavier Perrin, teniente de alcalde de la ciudad, quien añade que el uso fraudulento del desplazamiento en el trabajo es caldo de cultivo para los nacionalismos y populismos. El político socialista añade que son muchos los franceses que se mudan a Saint-Nazaire para trabajar en su industria y que la región debería renovar y adaptar los estudios de formación de empleo a las necesidades locales.
Las medidas pactadas en Bruselas encarecerán el coste y aumentarán la carga burocrática del desplazamiento de trabajadores. Aún así, estos solo representan el 0,9% de la fuerza laboral europea, y solo el 0,4% está destinado en países con un salario mínimo superior al de origen, por lo que el impacto de las medidas en el global de la economía del continente será limitado. En Saint-Nazaire sí que confían en que las medidas tengan un impacto en su economía y terminen con la competencia salarial desleal. Martínez, que terminó dejando la empresa gallega por no cobrar las horas extras trabajadas en Francia, espera que los empleados dejen de sentirse discriminados en Europa por su nacionalidad.
EL TRANSPORTE POR CARRETERA QUEDA EXCLUIDO
En el acuerdo sobre la reforma de la directiva de los trabajadores desplazados alcanzado por los ministros de Trabajo de la UE en octubre se decidió mantener fuera de la nueva regulación al transporte por carretera. España, junto al grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa), Portugal, Dinamarca e Irlanda, se opuso a que el tráfico terrestre de mercancías quedara sometido a las mismas reglas, alegando las peculiaridades del sector como que sus trabajadores pueden llegar a cruzar tres fronteras europeas en una jornada de trabajo.
La eurodiputada española Inés Ayala, muy activa en la regulación comunitaria del transporte por carretera, explica por teléfono su defensa en Bruselas de los camioneros españoles. "El bloque formado por Francia, Alemania, Bélgica y Austria llegó incluso a legislar a nivel nacional medidas proteccionistas para dificultar y encarecer el trabajo de los camioneros de los países periféricos". Otros como Suecia han defendido la prohibición de dormir en cabina.
"Algunos pretendían que los camioneros llevaran una oficina administrativa en cabina", apunta Sender, eurodiputada socialista desde 2004. Los antiguos socios de la UE alegan que no pueden competir con los servicios ofertados en países periféricos como Rumania, Italia o España, que ofrecen peores condiciones laborales a sus camioneros e invierten menos en seguridad.
Al quedar al margen de la directiva sobre desplazamiento en el trabajo, la regulación del transporte por carretera deberá comenzar a negociarse en los próximos meses.
https://elpais.com/internacional/2018/01/26/actualidad/1516992987_892079.html
Los astilleros de Saint-Nazaire, símbolo y orgullo de la industria nacional, se han convertido también en un caso paradigmático de una realidad a la que la Unión Europea quiere poner coto: la de los trabajadores desplazados por sus empresas desde otros países comunitarios que compiten deslealmente al cobrar salarios más bajos y aceptar peores condiciones. Allí esperan que lo acordado en Bruselas, que busca equiparar a los llegados de fuera con los empleados locales, dé resultados a corto plazo.
Alain Georget es uno de los 8.000 trabajadores que viven directa o indirectamente de los astilleros de Saint-Nazaire, y en los que hasta hace poco se construían buques metaneros o portahelicópteros. “Las condiciones para el trabajador francés son muy duras: mucho esfuerzo físico, salarios insuficientes, malos horarios; pero para el trabajador desplazado suelen ser mucho peores”, explica a la salida de los astilleros.
Estas malas condiciones, la vulnerabilidad y precariedad laborales, son las que han dificultado el contacto con empleados de las instalaciones, temerosos de exponer su caso en este reportaje, que forma parte del proyecto periodístico Europa Ciudadana, financiado por el Parlamento Europeo.
La libre circulación de trabajadores es un pilar fundamental de la Unión Europea. Dos millones de europeos trabajan en otros países comunitarios destinados por sus empleadores. En Alemania, un tercio de los 30.000 trabajadores en los mataderos es personal destinado desde el sur o el este del continente. Empresas radicadas en Luxemburgo han contratado a franceses para después enviarlos a trabajar a su país y ahorrarse elevadas cargas sociales. En el sector de la construcción en Bélgica —en el que un tercio de los trabajadores son desplazados— ha habido casos con 22 niveles de subcontratación. Algunas empresas han exprimido la brecha salarial entre los socios antiguos y nuevos de la UE para contratar con condiciones ventajosas y desleales, aprovechando que la directiva que regula el desplazamiento es de hace más de 20 años y hasta ahora no había entrado en fase de reforma.
El trabajador desplazado tras ser contratado en su país de origen —no confundir con el ciudadano que emigra de forma voluntaria para buscar empleo— deberá beneficiarse de los mismos convenios que sus colegas del país de acogida que ejerzan las mismas labores, según la reforma que se pactó en octubre en Bruselas y que todavía tardará al menos un par de años en empezar a ser efectiva. La UE repite como un mantra el principio básico de la reforma: misma remuneración por un mismo trabajo en un mismo lugar. Un ejemplo: los eslovacos que estén subcontratados en una obra en Viena tendrán derecho a la misma paga navideña que sus compañeros austriacos.
Entre los vehículos aparcados en los alrededores del puerto o de los astilleros escasean las matrículas francesas. Abundan las furgonetas patentadas en Polonia, Hungría y en los países bálticos. También es fácil encontrar algún coche español, portugués o griego, incluso de Estados no comunitarios como Serbia o Ucrania. Los sindicatos calculan que generalmente hay más de 2.000 trabajadores desplazados en Saint-Nazaire. “Esto se ha convertido en una Torre de Babel. Es complicado y perjudicial trabajar con colegas con los que no te puedes comunicar ni para transmitir una sencilla orden de trabajo”, apunta Georget, quien ejerce como delegado sindical de la Confederación General del Trabajo (CGT).
La arquitectura y el urbanismo de Saint-Nazaire pueden llevar al visitante a pensar que esta ciudad de 70.000 habitantes carece de historia. Frente al océano, una mole de hormigón de 18 metros de altura y 300 metros de largo dice lo contrario. Este portento de la ingeniería nazi fue construido durante la ocupación por las tropas alemanas para albergar y reparar parte de su flota en el Atlántico. La base de submarinos se convirtió en un objetivo destacado de los bombardeos aliados y al final de la guerra la ciudad había quedado en ruinas y abandonada.
La mole resistió y el contingente nazi en Saint-Nazaire fue el último en rendirse en toda Europa Occidental, casi un año después de la liberación de París y dos semanas más tarde de que Hitler se suicidara. Antiguo puerto negrero a la sombra del de Nantes, Saint-Nazaire volvió a enfocarse al Atlántico tras la guerra. Hoy se construyen los cruceros más grandes del mundo.
Los astilleros no cierran, siempre hay alguien trabajando. Muchos de los soldadores o carpinteros desplazados en Saint-Nazaire desconocen sus derechos y trabajan más horas de las que marca su contrato, según Georget, quien considera que además de alcanzar acuerdos en Bruselas es necesario que la inspección laboral destape mucho más el fraude. “Puede que lo firmado sea legal, pero en el caso de los desplazados casi nunca se adecua a la realidad. Los contratados en Francia cumplimos las 35 horas semanales; los desplazados hacen 50 por menos dinero”, sentencia.
Los trabajadores desplazados en Saint-Nazaire llevan, por lo general, una vida rutinaria y austera. La mayoría no pasa allí más de un año. A pesar de que sus condiciones laborales son peores que las de sus colegas, algunos de estos operarios del Este cuadruplican sus ingresos mensuales al cobrar el salario mínimo francés. Su intención suele ser ahorrar todo lo posible durante su estancia en Francia y regresar a su país cuando termine el desplazamiento para seguir trabajando en la misma empresa, lo que los sindicatos consideran un freno a la hora de denunciar.
Las negociaciones en Bruselas para alcanzar acuerdos sobre la reforma han vuelto a evidenciar las discrepancias entre Este y Oeste. El presidente francés, Emmanuel Macron, asumió el asunto como su primera cause célèbre en Europa y llegó a condicionar la viabilidad de la Unión al acuerdo alcanzado. “Hay que poner coto a aquellos que contratan mano de obra en el extranjero con el único fin de abaratar costes”, señala Agnes Jongerius, eurodiputada holandesa que ha sido ponente en la revisión de la directiva debatida en la Comisión. Jongerius destaca que hay trabajadores desplazados que viven en condiciones “inaceptables” para la UE y que, cuando la reforma entre en vigor, los costes de alojamiento y transporte deberán siempre correr a cargo del empleador. En Polonia se ha rechazado vehementemente la reforma alegando que una de las consecuencias del mercado único debería ser la oferta de mano de obra más barata. Hungría, Lituania y Letonia se han posicionado firmemente con Varsovia.
La tasa de paro de Saint-Nazaire se sitúa por encima del 10%, ligeramente superior a la media de la región (Países del Loira) y la nacional. Además del puerto y los astilleros, una planta de Airbus da empleo a 3.000 personas más. “El desplazamiento de trabajadores y el dumping salarial o laboral que conlleva dificulta la contratación de jóvenes locales”, subraya Xavier Perrin, teniente de alcalde de la ciudad, quien añade que el uso fraudulento del desplazamiento en el trabajo es caldo de cultivo para los nacionalismos y populismos. El político socialista añade que son muchos los franceses que se mudan a Saint-Nazaire para trabajar en su industria y que la región debería renovar y adaptar los estudios de formación de empleo a las necesidades locales.
Las medidas pactadas en Bruselas encarecerán el coste y aumentarán la carga burocrática del desplazamiento de trabajadores. Aún así, estos solo representan el 0,9% de la fuerza laboral europea, y solo el 0,4% está destinado en países con un salario mínimo superior al de origen, por lo que el impacto de las medidas en el global de la economía del continente será limitado. En Saint-Nazaire sí que confían en que las medidas tengan un impacto en su economía y terminen con la competencia salarial desleal. Martínez, que terminó dejando la empresa gallega por no cobrar las horas extras trabajadas en Francia, espera que los empleados dejen de sentirse discriminados en Europa por su nacionalidad.
EL TRANSPORTE POR CARRETERA QUEDA EXCLUIDO
En el acuerdo sobre la reforma de la directiva de los trabajadores desplazados alcanzado por los ministros de Trabajo de la UE en octubre se decidió mantener fuera de la nueva regulación al transporte por carretera. España, junto al grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa), Portugal, Dinamarca e Irlanda, se opuso a que el tráfico terrestre de mercancías quedara sometido a las mismas reglas, alegando las peculiaridades del sector como que sus trabajadores pueden llegar a cruzar tres fronteras europeas en una jornada de trabajo.
La eurodiputada española Inés Ayala, muy activa en la regulación comunitaria del transporte por carretera, explica por teléfono su defensa en Bruselas de los camioneros españoles. "El bloque formado por Francia, Alemania, Bélgica y Austria llegó incluso a legislar a nivel nacional medidas proteccionistas para dificultar y encarecer el trabajo de los camioneros de los países periféricos". Otros como Suecia han defendido la prohibición de dormir en cabina.
"Algunos pretendían que los camioneros llevaran una oficina administrativa en cabina", apunta Sender, eurodiputada socialista desde 2004. Los antiguos socios de la UE alegan que no pueden competir con los servicios ofertados en países periféricos como Rumania, Italia o España, que ofrecen peores condiciones laborales a sus camioneros e invierten menos en seguridad.
Al quedar al margen de la directiva sobre desplazamiento en el trabajo, la regulación del transporte por carretera deberá comenzar a negociarse en los próximos meses.
https://elpais.com/internacional/2018/01/26/actualidad/1516992987_892079.html
domingo, 10 de enero de 2016
Atados a la casa paterna. La tasa de emancipación juvenil española se sitúa entre las más bajas de Europa.
Que casi el 80% de los jóvenes españoles menores de 30 años vivan todavía en la casa de los padres da cuenta de la profundidad de la crisis que vivimos. La tasa de emancipación juvenil española se sitúa entre las más bajas de Europa, solo por encima de la de Grecia, Italia y Croacia, y muy por debajo de la media europea, donde los jóvenes se emancipan de media a los 26,1 años, mientras que aquí lo hacen a los 28,9. Es muy posible, además, que estas estadísticas escondan una parte de la realidad, pues muchos de los jóvenes que han abandonado el hogar paterno siguen necesitando la ayuda económica de sus padres.
Estos datos marcan un panorama social deprimente para las expectativas de las nuevas generaciones, pues las causas son estructurales y se necesitan políticas más decididas que las aplicadas hasta ahora para cambiar la tendencia. En primer lugar, la alta tasa de paro —el 38,7% de los menores de 30 años están desempleados— y la precariedad laboral de los que trabajan impiden que tengan ingresos suficientes. A ello se añade el alto precio de la vivienda, inasequible para los salarios medios que perciben quienes comienzan su vida laboral.
La incertidumbre sobre la continuidad en el puesto de trabajo es otra barrera importante a la hora de decidir la emancipación. El nuevo gobierno que se forme en España no puede ignorar esta realidad. Su prioridad debe ser un plan de choque de empleo juvenil.
http://elpais.com/elpais/2016/01/01/opinion/1451674254_231965.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s
Estos datos marcan un panorama social deprimente para las expectativas de las nuevas generaciones, pues las causas son estructurales y se necesitan políticas más decididas que las aplicadas hasta ahora para cambiar la tendencia. En primer lugar, la alta tasa de paro —el 38,7% de los menores de 30 años están desempleados— y la precariedad laboral de los que trabajan impiden que tengan ingresos suficientes. A ello se añade el alto precio de la vivienda, inasequible para los salarios medios que perciben quienes comienzan su vida laboral.
La incertidumbre sobre la continuidad en el puesto de trabajo es otra barrera importante a la hora de decidir la emancipación. El nuevo gobierno que se forme en España no puede ignorar esta realidad. Su prioridad debe ser un plan de choque de empleo juvenil.
http://elpais.com/elpais/2016/01/01/opinion/1451674254_231965.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s
viernes, 5 de septiembre de 2014
La OCDE alerta de las penurias en los hogares de España por la bajada salarial
Las reducciones salariales registradas en España a raíz de la crisis, de alrededor de un 2% anual, originan estrecheces económicas entre los trabajadores y sus familias, además de afectar negativamente al consumo interno. Así lo expone la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en su informe Perspectivas de Empleo difundido este miércoles, que también destaca que aunque esas bajadas han mejorado la productividad y la competitividad exterior, ya se han vuelto contraproducentes. El documento pone de relieve el excesivo número de contratos temporales en España.
La crisis ha creado estragos traducidos en pérdidas de empleos, pero también la han sufrido quienes han conservado sus puestos de trabajo. Las recortes salariales registrados en España han sido de los más contundentes entre los países desarrollados: un 2% de media anual, al igual que Eslovenia e Irlanda, un porcentaje solo superado por Grecia (5% anual). “Las bajadas salariales de esta magnitud podrían causar considerables penurias entre los trabajadores y sus familias”, alerta la OCDE...
Fuente El País.
La crisis ha creado estragos traducidos en pérdidas de empleos, pero también la han sufrido quienes han conservado sus puestos de trabajo. Las recortes salariales registrados en España han sido de los más contundentes entre los países desarrollados: un 2% de media anual, al igual que Eslovenia e Irlanda, un porcentaje solo superado por Grecia (5% anual). “Las bajadas salariales de esta magnitud podrían causar considerables penurias entre los trabajadores y sus familias”, alerta la OCDE...
Fuente El País.
lunes, 17 de diciembre de 2012
Robots y capitalistas sin escrúpulos
Los inconvenientes de la tecnología no se limitan a los trabajadores no cualificados
Según casi todos los indicadores, la economía estadounidense sigue estando profundamente deprimida. Pero los beneficios empresariales alcanzan máximos históricos. ¿Cómo es eso posible? Es sencillo: los beneficios expresados como porcentaje de la renta nacional han aumentado vertiginosamente, mientras que los salarios y otras compensaciones laborales están bajando. El bizcocho no está creciendo como debería; pero al capital le va muy bien y se está llevando un pedazo más grande que nunca, a expensas de los trabajadores.
Un momento; ¿de verdad vamos a volver a hablar del enfrentamiento entre el capital y los trabajadores? ¿No es ese un debate pasado de moda, casi marxista, obsoleto en nuestra moderna economía de la información? Bueno, eso es lo que muchos pensaban; porque los debates de la generación anterior sobre la desigualdad se han centrado principalmente no en el enfrentamiento entre el capital y la mano de obra, sino en problemas de distribución de los trabajadores, ya sea por las diferencias entre los trabajadores más y menos formados o por el aumento vertiginoso de los ingresos de un puñado de superestrellas de las finanzas y otros campos. Pero puede que eso sea agua pasada.
Más concretamente, aunque es verdad que los tipos de las finanzas siguen teniendo un éxito tremendo (en parte porque, como ahora sabemos, algunos de ellos son en realidad ladrones), la diferencia salarial entre los trabajadores con formación universitaria y los que no la tienen, que aumentó mucho en los años ochenta y a principios de los noventa, no ha variado demasiado desde entonces. De hecho, los ingresos de los universitarios recién licenciados se habían estancado incluso antes de que nos golpease la crisis financiera. Cada vez más, los beneficios han ido aumentando a costa de los trabajadores en general, incluidos los que tienen unas cualificaciones que se supone que deberían conducirles al éxito en la economía actual.
¿Por qué está pasando esto? Hasta donde yo sé, hay dos explicaciones plausibles y ambas podrían ser acertadas hasta cierto punto. Una es que la tecnología ha tomado un rumbo que hace que la mano de obra esté en desventaja; la otra es que estamos contemplando los efectos de un enorme aumento del poder de los monopolios. Piensen en estas dos historias imaginando que por un lado hay robots, y por el otro, capitalistas sin escrúpulos.
Respecto a los robots: no cabe duda de que, en algunos sectores destacados, la tecnología está desplazando a trabajadores de todas o casi todas las categorías. Por ejemplo, una de las razones por las que últimamente las fábricas de alta tecnología están volviendo a EE UU es que, hoy día, la pieza más valiosa de un ordenador, la placa madre, la fabrican robots, de modo que la mano de obra barata asiática ya no es un motivo para producir en el extranjero.
En un libro publicado hace poco, Race against the machine (Carrera contra la máquina), Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, del MIT, sostienen que se están dando fenómenos similares en muchos campos, entre ellos, en servicios como los de traducción e investigación legal. Lo que sorprende de sus ejemplos es que muchos de los puestos de trabajo que se están eliminando son altamente cualificados y de salarios elevados; los inconvenientes de la tecnología no se limitan a los trabajadores no cualificados.
Aun así, ¿pueden la innovación y el progreso perjudicar realmente a una gran cantidad de trabajadores, quizá incluso a los trabajadores en general? A menudo me topo con aseveraciones de que eso no puede suceder. Pero la verdad es que es posible, y los economistas serios son conscientes de esa posibilidad desde hace casi dos siglos. El economista de principios del siglo XIX David Ricardo es famoso por la teoría de la ventaja comparativa, que constituye un argumento en favor del libre comercio; pero el mismo libro de 1817 en el que exponía esa teoría también contenía un capítulo sobre el modo en que las nuevas tecnologías de la revolución industrial, que exigen mucho capital, podrían hacer que los trabajadores salieran perdiendo, al menos durante un tiempo (algo que de hecho, según los académicos modernos, es posible que esté ocurriendo desde hace varias décadas).
¿Y qué hay de los capitalistas sin escrúpulos? No se habla mucho de monopolio últimamente; las leyes antimonopolio desaparecieron en gran medida durante la época de Reagan y nunca se han recuperado realmente. Pero Barry Lynn y Phillip Longman, de New American Foundation, sostienen, en mi opinión de un modo persuasivo, que el aumento de la concentración empresarial podría ser un factor importante en el estancamiento de la demanda de mano de obra, ya que las empresas usan su creciente poder monopolístico para subir los precios sin que los beneficios repercutan en sus empleados.
No sé hasta qué punto la tecnología o los monopolios explican la devaluación de la mano de obra, en parte porque se ha debatido muy poco acerca de lo que está pasando. Creo que es justo decir que el asunto del desplazamiento de los beneficios de los trabajadores hacia el capital todavía no se ha introducido en nuestras conversaciones nacionales.
Pero ese desplazamiento se está produciendo; y tiene consecuencias muy importantes. Por ejemplo, existe una gran presión, generosamente financiada, para que se reduzcan los tipos de impuestos que pagan las empresas; ¿es esto realmente lo que queremos hacer en un momento en el que los beneficios se están disparando a costa de los trabajadores? ¿O qué pasa con la presión para que se reduzcan o eliminen los impuestos sobre sucesiones? Si estamos volviendo a un mundo en el que el capital financiero, no las cualificaciones o la educación, es lo que determina los ingresos, ¿realmente queremos que heredar riqueza resulte todavía más fácil?...
Fuente: El País, Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008
Según casi todos los indicadores, la economía estadounidense sigue estando profundamente deprimida. Pero los beneficios empresariales alcanzan máximos históricos. ¿Cómo es eso posible? Es sencillo: los beneficios expresados como porcentaje de la renta nacional han aumentado vertiginosamente, mientras que los salarios y otras compensaciones laborales están bajando. El bizcocho no está creciendo como debería; pero al capital le va muy bien y se está llevando un pedazo más grande que nunca, a expensas de los trabajadores.
Un momento; ¿de verdad vamos a volver a hablar del enfrentamiento entre el capital y los trabajadores? ¿No es ese un debate pasado de moda, casi marxista, obsoleto en nuestra moderna economía de la información? Bueno, eso es lo que muchos pensaban; porque los debates de la generación anterior sobre la desigualdad se han centrado principalmente no en el enfrentamiento entre el capital y la mano de obra, sino en problemas de distribución de los trabajadores, ya sea por las diferencias entre los trabajadores más y menos formados o por el aumento vertiginoso de los ingresos de un puñado de superestrellas de las finanzas y otros campos. Pero puede que eso sea agua pasada.
Más concretamente, aunque es verdad que los tipos de las finanzas siguen teniendo un éxito tremendo (en parte porque, como ahora sabemos, algunos de ellos son en realidad ladrones), la diferencia salarial entre los trabajadores con formación universitaria y los que no la tienen, que aumentó mucho en los años ochenta y a principios de los noventa, no ha variado demasiado desde entonces. De hecho, los ingresos de los universitarios recién licenciados se habían estancado incluso antes de que nos golpease la crisis financiera. Cada vez más, los beneficios han ido aumentando a costa de los trabajadores en general, incluidos los que tienen unas cualificaciones que se supone que deberían conducirles al éxito en la economía actual.
¿Por qué está pasando esto? Hasta donde yo sé, hay dos explicaciones plausibles y ambas podrían ser acertadas hasta cierto punto. Una es que la tecnología ha tomado un rumbo que hace que la mano de obra esté en desventaja; la otra es que estamos contemplando los efectos de un enorme aumento del poder de los monopolios. Piensen en estas dos historias imaginando que por un lado hay robots, y por el otro, capitalistas sin escrúpulos.
Respecto a los robots: no cabe duda de que, en algunos sectores destacados, la tecnología está desplazando a trabajadores de todas o casi todas las categorías. Por ejemplo, una de las razones por las que últimamente las fábricas de alta tecnología están volviendo a EE UU es que, hoy día, la pieza más valiosa de un ordenador, la placa madre, la fabrican robots, de modo que la mano de obra barata asiática ya no es un motivo para producir en el extranjero.
En un libro publicado hace poco, Race against the machine (Carrera contra la máquina), Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, del MIT, sostienen que se están dando fenómenos similares en muchos campos, entre ellos, en servicios como los de traducción e investigación legal. Lo que sorprende de sus ejemplos es que muchos de los puestos de trabajo que se están eliminando son altamente cualificados y de salarios elevados; los inconvenientes de la tecnología no se limitan a los trabajadores no cualificados.
Aun así, ¿pueden la innovación y el progreso perjudicar realmente a una gran cantidad de trabajadores, quizá incluso a los trabajadores en general? A menudo me topo con aseveraciones de que eso no puede suceder. Pero la verdad es que es posible, y los economistas serios son conscientes de esa posibilidad desde hace casi dos siglos. El economista de principios del siglo XIX David Ricardo es famoso por la teoría de la ventaja comparativa, que constituye un argumento en favor del libre comercio; pero el mismo libro de 1817 en el que exponía esa teoría también contenía un capítulo sobre el modo en que las nuevas tecnologías de la revolución industrial, que exigen mucho capital, podrían hacer que los trabajadores salieran perdiendo, al menos durante un tiempo (algo que de hecho, según los académicos modernos, es posible que esté ocurriendo desde hace varias décadas).
¿Y qué hay de los capitalistas sin escrúpulos? No se habla mucho de monopolio últimamente; las leyes antimonopolio desaparecieron en gran medida durante la época de Reagan y nunca se han recuperado realmente. Pero Barry Lynn y Phillip Longman, de New American Foundation, sostienen, en mi opinión de un modo persuasivo, que el aumento de la concentración empresarial podría ser un factor importante en el estancamiento de la demanda de mano de obra, ya que las empresas usan su creciente poder monopolístico para subir los precios sin que los beneficios repercutan en sus empleados.
No sé hasta qué punto la tecnología o los monopolios explican la devaluación de la mano de obra, en parte porque se ha debatido muy poco acerca de lo que está pasando. Creo que es justo decir que el asunto del desplazamiento de los beneficios de los trabajadores hacia el capital todavía no se ha introducido en nuestras conversaciones nacionales.
Pero ese desplazamiento se está produciendo; y tiene consecuencias muy importantes. Por ejemplo, existe una gran presión, generosamente financiada, para que se reduzcan los tipos de impuestos que pagan las empresas; ¿es esto realmente lo que queremos hacer en un momento en el que los beneficios se están disparando a costa de los trabajadores? ¿O qué pasa con la presión para que se reduzcan o eliminen los impuestos sobre sucesiones? Si estamos volviendo a un mundo en el que el capital financiero, no las cualificaciones o la educación, es lo que determina los ingresos, ¿realmente queremos que heredar riqueza resulte todavía más fácil?...
Fuente: El País, Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008
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