Mostrando entradas con la etiqueta transición. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta transición. Mostrar todas las entradas

domingo, 17 de diciembre de 2023

_- LEY DE AMNISTÍA. Nicolás Sartorius: “Toda la Transición fue hacer de la necesidad virtud”

_- El abogado, cofundador de Comisiones Obreras encarcelado en la dictadura, cree que la amnistía facilita que el PP pueda gobernar en el futuro sin depender de Vox.

Nicolás Sartorius, fotografiado en Madrid.
Nicolás Sartorius, fotografiado en Madrid.MOEH ATITAR


Nicolás Sartorius (San Sebastián, 85 años), exdiputado del PCE y de IU, es abogado. Durante la dictadura fue encarcelado varias veces, entre otras, por el proceso 1.001 contra la cúpula de CC OO, sindicato del que es cofundador.

Pregunta. “Franco murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle”, suele decir. ¿Qué se le pasaba por la cabeza al ver a gente cantar el Cara al Sol y gritar “Viva Franco” en 2023, frente a la sede del PSOE en la calle Ferraz? Muchos eran chavales...
Respuesta. El ultraliberalismo ha conducido a la ultraderecha. Se extiende por todo el mundo. Más allá de las concentraciones en Ferraz, lo que me preocupa es la deriva de partidos ultras con representación parlamentaria y cómo están impregnando a partidos de derecha tradicionales que, para no dejarse comer terreno, caen en posiciones parecidas. El día que más gente hubo en Ferraz eran 7.000. En un país de 48 millones, son una minoría. Creo que es un fenómeno bastante madrileño. En cuanto a los jóvenes, creo que esto ocurre porque ha habido un déficit de explicación del desastre que supuso la dictadura y de cómo se conquistó la democracia. Con la ley de memoria eso se empieza hacer, pero falta cultura democrática.

P. Isabel Díaz Ayuso ha asegurado que la amnistía convierte a España “en una dictadura”. Usted, que fue encarcelado por una, ¿ve alguna similitud? ¿Algún riesgo?
R. Es una declaración absurda. Esa frase, de alguna manera, lava a la dictadura.

P. Otros miembros de PP sostienen que la amnistía es un ataque al Estado de derecho, a la Constitución, a la Transición...
R. La Transición se basó en una amnistía que sale de un Parlamento democrático, el mismo que luego hace la Constitución de 1978. Fue la esencia de la reconciliación nacional.

P. ¿Ve alguna similitud entre aquella amnistía y la del procés?
R. No. Lo que creo es que decir que la amnistía va en contra de la Transición no tiene lógica porque la Transición se basó precisamente en una amnistía, pero en una época totalmente diferente y amnistiando delitos infinitamente más graves que los actuales. Esto era un problema de opciones después de las elecciones de julio. Solo había tres: repetirlas, apoyar al más votado o intentar una coalición. Repetir las elecciones contradice lo que han votado los electores, que quieren un Gobierno, y podría haber salido un resultado parecido, o que PP y Vox sumasen mayoría absoluta, lo que me parecía terrorífico para la democracia española.

P. ¿Por qué? ¿Qué consecuencias cree que tendría un Gobierno bipartito del PP y Vox?
R. Las que estamos viendo en las comunidades donde ya gobiernan, pero elevadas al cubo. Vox no es Le Pen, ni Meloni, es mucho peor. Liquidarían avances sociales, de libertades públicas, de memoria democrática, se deterioraría el Estado del bienestar...Que el PP planteara lo de apoyar al más votado después de pactar con Vox allí donde había quedado segundo, denota cierto cinismo. Incluso voces progresistas han dicho que el PSOE debía favorecer la investidura de Feijóo. ¿Y después qué? ¿Iban a apoyar todas las leyes, los Presupuestos? Es un suicidio político, sobre todo, cuando el plan era el “antisanchismo”, liquidar todo lo que habían hecho. Este tipo de coaliciones en otros países, como Alemania, siempre han sido con la derecha a la cabeza. Nunca han aceptado la coalición al revés. Y el resultado empieza a ser fastidiado, porque está bajando la socialdemocracia y está subiendo Alternativa por Alemania.

P. ¿Para el PP también habría sido un suicidio político favorecer la investidura de Sánchez?
R. Claro, por eso no lo hizo. Y es pintoresco que acusen al PSOE de aceptar cosas que no estaban en su programa. Es negar la posibilidad de la democracia parlamentaria, que consiste en llegar a acuerdos. ¿Llevaba Aznar en su programa todo lo que pactó en el Majestic [con CiU, en 1996]? Montar la que se ha montado es ridículo porque tenemos un Tribunal Constitucional que dirá si es constitucional.

P. El PP dice que es un tribunal “de parte”.
R. Se están haciendo un poco antisistema.

P. ¿Tienen algún motivo para decir que es un tribunal de parte?
R. Para nada. Hace poco el Tribunal Constitucional sacó una sentencia en contra del Gobierno. Siempre hemos respetado al Tribunal, nunca se ha puesto en cuestión. Hacerlo es muy grave. Además, después de que el Constitucional diga si la amnistía es constitucional o no, puedes ir a un tribunal europeo. Hay unas garantías completas.

La amnistía facilita que el PP pueda volver a gobernar sin depender de Vox

P. La exposición de motivos de la proposición de ley justifica la amnistía en la “mejora de la convivencia”. Pero la crispación se ha trasladado a otras zonas de España, como se ha visto en las multitudinarias protestas contra la medida. ¿Irá a más?
R. Creo que irá a menos. En Cataluña hubo una tensión terrible en 2017, de enfrentamiento en las familias, de falta de convivencia... Y los indultos dieron un resultado muy positivo.

P. Pero si Cataluña ya estaba pacificada con los indultos, ¿por qué hay que repacificarla ahora?
R. No estaba pacificada del todo. Ante 400 o 500 expedientes pendientes de personas de niveles inferiores a los que ya fueron indultados, si empieza un proceso de juicios, cárceles, multas... aquello se iba a incendiar de nuevo y se destruiría todo lo logrado. El indulto general está prohibido por la Constitución. ¿Vas a meterte en dos años de juicios, de lío en Cataluña, para luego dar indultos individuales? La única opción sensata era una amnistía acotada.

P. ¿Y el malestar en otras zonas de España, cómo se frena?
R. Explicando. El Gobierno no ha dado una explicación a fondo de los beneficios de la amnistía. Por ejemplo, que Junts renuncia a la unilateralidad. Porque cuando habla del referéndum en base al artículo 92 de la Constitución lo que está haciendo es someterse a la Constitución, aunque yo creo que ese artículo no sirve para ese tema, sino para otro tipo de cuestiones, como el referéndum de la OTAN. Ese artículo dice que el referéndum lo tiene que convocar el Rey, a propuesta del presidente del Gobierno y con autorización del Parlamento. ¿Eso es unilateral? Que partidos de Cataluña normalicen su vida política en el marco de la Constitución facilita, además, a medio plazo, que el PP pueda gobernar.

P. ¿Ve posible que el PP vuelva a pactar con el nacionalismo?
R. Tradicionalmente, lo ha hecho. Mientras el PP vaya con Vox es muy difícil que gobierne porque Vox lo aísla de los demás. La amnistía facilita esos pactos con el nacionalismo en el futuro. Desde el punto de vista ideológico económico y social, Junts es derecha, está más cerca del PP que del PSOE. La amnistía también es una operación política para que la alternancia en España no dependa de un partido como Vox.

P. ¿Entonces el PSOE le ha hecho el trabajo sucio al PP?
R. No diría sucio, le ha hecho un trabajo fino políticamente hablando. Artur Mas lo dijo con todas las letras: El más beneficiado por la amnistía será el PP.

Dos años de juicios tras los indultos a los líderes del procés habrían incendiado de nuevo Cataluña,

P. El catedrático de Derecho Constitucional Agustín Ruiz Robledo citaba recientemente De los delitos y de las penas, de Cesare Beccaria, para oponerse a las medidas de gracia, que considera una institución del antiguo régimen. ¿Considera la amnistía del procés una medida progresista?
R. Todo el derecho de gracia tiene un aire de otras épocas, aunque en el caso de la amnistía, que es una ley orgánica que aprueba el Parlamento soberano español, mucho menos que con los indultos, que da el Gobierno. Teniendo en cuenta el contexto, la amnistía es una necesidad. El presidente dijo que había que hacer de la necesidad virtud. Toda la Transición fue eso, toda la política es buscar cómo convertir la necesidad en virtud. ¿Por qué se legaliza el PCE? Porque no hacerlo era mucho peor, no porque les entusiasmara la idea.

P. La proposición de ley sitúa el inicio del conflicto en Cataluña en la sentencia del Constiticional de 2010 que recortó el Estatut. ¿Cree que ese fue el origen?
R. Sí. Desde luego es más acertado que decir que empezó el 1714 (ríe). Creo que esa sentencia fue desgraciada. Había cosas parecidas que aparecían en otros estatutos y no hubo ningún lío.

P. ¿Si el Constitucional avala la amnistía actúa correctamente y si recorta el Estatut no?
R. No. Yo no discuto la sentencia. El Constitucional dijo eso y eso va a misa. Lo que quiero decir es que los efectos de esa sentencia fueron desgraciados. El estatuto de Cataluña ya había tenido un recorrido amplio tanto en el Parlamento catalán como en el español. Ahí se activó el lío, la recogida de firmas contra el Estatut, los enfrentamientos, el boicot a productos catalanes...

P. ¿Cree que puede volver ahora ese boicot?
R. Si el Gobierno lo explica bien no. Porque hay muchos argumentos a favor de resolver esto a través de una amnistía.

P. ¿Le parece bien la lista de delitos incluidos y excluidos en la proposición de ley de amnistía?
R. Ese texto es un canto a la Constitución. Está muy trabajado, incluye cantidad de normas de otros países, de sentencias. Lo que sí puede ocurrir es que el Constitucional, como tantas veces, diga que es constitucional siempre que determinado aspecto se interprete de determinada manera.

P. Ha generado rechazo que la negociación para la investidura se hiciera fuera de España, con un prófugo de la justicia. ¿Qué opinión tiene de Carles Puigdemont?
R. Sus ideas no me gustan, son lo más opuesto a mi manera de pensar. Pero ese prófugo es eurodiputado, lidera un partido. Por eso es importante resolverlo. Para acabar con los conflictos hay que hablar con quien hay que hablar.

P. Antes de ver el texto de la proposición de ley, el Consejo General del Poder Judicial emitió un comunicado en el que aseguraba que “mayorías coyunturales”, en alusión al Parlamento, no podían “incidir en concretas sentencias de los Tribunales declarando su nulidad”. ¿Puede el Consejo del Poder Judicial decir lo que puede o no hacer el poder legislativo?
R. Es evidente que no. La soberanía nacional reside en el pueblo español y el Parlamento es el que representa al pueblo español. En una democracia las mayorías son siempre coyunturales, si no, sería una dictadura. No veo motivos para este tipo de declaraciones porque veo muchos aspectos positivos en la amnistía: permite no repetir elecciones, pacificar Cataluña definitivamente, que partidos que estaban un poco en el monte entren en la vía constitucional...

P. Pero en Cataluña ya estaba cayendo el independentismo...
R. Sí, pero había riesgo de que eso se reactivara con los juicios pendientes. Se ha dicho también: “No han pedido perdón”. ¿Desde cuándo es necesario para un indulto o amnistía? A mí me dieron dos y nunca me arrepentí. Critican: “No renuncian a la independencia”. Pueden defender sus ideas dentro de la ley.

P. Usted fue un preso político. Los encarcelados del procés se autodefinían de la misma manera.
R. Eran políticos presos, no presos políticos. Fueron a la cárcel por hechos, no ideas. Y tampoco es verdad, como se dice, que la amnistía supone decir que se equivocaron los jueces o que lo volverán a hacer ¿o es que han desaparecido el Código Penal y el artículo 155 de la Constitución?

P. Puigdemont y el PP, por motivos radicalmente distintos, han celebrado en el Parlamento Europeo la internacionalización del conflicto a propósito de la amnistía. ¿Qué lectura hace de esa coincidencia?
R. A Puigdemont le viene estupendamente: internacionalizar el conflicto es la obsesión de los independentistas y el PP se lo ha puesto en bandeja.

P. ¿Ha habido lawfare en España?
R. Con carácter general, en el sentido de que los jueces estén haciendo política, no lo creo. Y cuando ha habido algún caso de uso espúreo de la justicia para atacar al adversario, como el juez [Salvador Alba] expulsado de la carrera por atacar a Victoria Rossell [cuando dio el salto a la política de la mano de Podemos], se ha castigado. Otra cosa es el Consejo General del Poder Judicial, que es una vergüenza absoluta, pero eso no es Poder Judicial.

P. El concepto “lawfare” en el acuerdo entre el PSOE y Junts irritó a todas las asociaciones de jueces, que hicieron un comunicado conjunto.
R. En el acuerdo se alude a comisiones de investigación en el Congreso, sobre el caso Pegasus, la llamada policía patriótica... Y tendrían que leer el artículo 52.4 del reglamento del Congreso, una ley orgánica, que dice que el resultado de esas comisiones de investigación en ningún caso afectará ni a los procedimientos judiciales ni a las sentencias de los tribunales ni a nada que tenga que ver con el poder judicial.

P. Antiguos dirigentes del PSOE, como Felipe González y Alfonso Guerra han manifestado de manera muy contundente y pública su oposición a la amnistía. Usted, que ha formado parte del PCE e Izquierda Unida ¿exhibió alguna vez sus discrepancias con la estrategia del partido?
R. Cuando ha habido una discrepancia, la he manifestado, pero en el debate político, no desde fuera. Con el tema del euro, por ejemplo, yo estaba a favor y discrepaba con Anguita [Julio]. La dirección de Izquierda Unida tenía en aquel momento la teoría de las dos orillas: en una estaban el PP y el PSOE y en otra IU, y yo estaba en contra porque me parecía que eso impedía la unidad de la izquierda, que luego se ha dado. A mí lo que me preocupa de González o de Guerra no es que discrepen, sino cómo lo hacen: su tono y sus argumentos. Que digan que se carga la Transición española, o tajantemente que es inconstitucional. Esperemos al Tribunal, ¿no? Todo el mundo puede opinar si le parece bien o mal, pero sin insultos o exageraciones absurdas.

P. El PP los invoca constantemente...
R. Hay un socialista histórico alemán, August Bebel, uno de los fundadores de la socialdemocracia alemana, que después de un debate parlamentario comentó: “¿Qué tontería habré dicho para que la derecha me aplauda?”.
Nicolás Sartorius, la pasada semana, en Madrid.

miércoles, 26 de agosto de 2020

Los abogados de Atocha. La masacre que marcó la Transición, de Manuel Gallego López

Por Luis Roca Jusmet | 25/07/2020 |
 Cultura
Fuentes: Rebelión

Tras nueve años de investigación Manuel Gallego López nos expone en este libro el resultado de sus investigaciones, con todos los documentos policiales y de la instrucción sumarial, del trágico atentado a los abogados del despacho laboralista de Atocha de la noche del 24 de enero de 1977. Pero no se limita a ello, sino que nos permite contextualizarlos en los convulsos momentos que se aprobó la Ley de la reforma política en referéndum y que estaban se liquidando las instituciones franquistas, que la policía y la extrema derecha se aliaban en acciones brutales contra los manifestantes que querían la democracia y que el GRAPO se dedicaba a secuestrar a personalidades importantes del Régimen y atentar contra las Fuerzas de Orden Público. Igualmente nos explica que las consecuencias de la violencia de los actos de la ultraderecha acabó con los efectos adversos a los esperados, ya que al poco tiempo se legalizó el Partido Comunista de España. Finalmente el autor se arriesga a desmentir la hipótesis que sostiene que la masacre de Atoche forma parte de una estrategia escalonada que culminará en el intento del golpe de Estado del 23-F. Para él no hay una relación entre ambos sucesos, más allá de ser dos intentos de evitar la consolidación de una democracia en España. Los atentados de Atocha los interpreta como una acción desesperada de grupos de externa derecha que contemplaban, imponentes, el desmantelamiento del franquismo. Lo que sí considera que existía Manuel Gallego era una trama negra en la que estaban implicados sectores de la policía y estos grupos violentos de extrema derecha. Que contaban, además, con la impunidad de un sector importante del sistema judicial. La huelga de transportes tenía un enorme peso simbólico, ya que era la caída del último reducto del poder franquista en la negociación laboral.

El libro está muy bien estructurado, dividido en cinco capítulos. El primero trata de la violencia política en la Transición por parte del aparato policial y los grupos de extrema izquierda y de extrema derecha; el segundo del preludio de la masacre. El tercero de la semana negra del 23 al 28 de enero de 1977: dos secuestros por parte del GRAPO de personas relevantes del franquismo, el asesinato de dos jóvenes de izquierda y el atentado contra las fuerzas de orden público por parte del GRAPO. Todo ello en el clima enrarecido de la reforma política y de la huelga de transporte privado. El cuarto capítulo es el que trata directamente de la masacre de Atocha y de la detención, sumario y juicio de los autores. El capítulo quinto, finalmente de la complicada legalización del partido comunista.

Un libro necesario para recordarnos que la Transición fue compleja, difícil y con graves episodios de violencia. Que el aparato sindical, judicial y policial franquista se opuso en todo momento a que se llevara a cabo. Que hubo una violencia ultraderechista muy intensa, del que la masacre de Atocha solo fue el episodio más significativo. Y que no solo fue ETA, desde el bando contrario a Franco, la que desencadenó actos terroristas terribles que objetivamente se aliaron con las fuerzas más reaccionarias sino que aquí también el GRAPO jugó un papel especialmente nefasto. Un buen trabajo de Manuel Gallego López, que ha sido posible por las ayudas de CCOO, la Fundación Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y la Fundación Abogados de Atocha.

domingo, 9 de abril de 2017

_--HISTORIA. Una vía inédita al socialismo. Este domingo se cumplen 40 años de la legalización del Partido Comunista de España. Dos libros se adentran en su historia.

_--Terminaban en 2010 Carme Molinero y Pere Ysàs su trabajo sobre el partido comunista de los catalanes con una evocación teñida de nostalgia: la crisis del PSUC —decían— coincidía con el final de la Transición y con el final de una etapa en la que, sin el PSUC, no puede explicarse la historia de Cataluña. Con idéntica reflexión podría haber concluido también este nuevo recorrido que nos lleva desde la hegemonía a la autodestrucción del partido de los comunistas españoles: el final de la Transición fue el final de una etapa que no puede explicarse sin la historia del PCE.

La historia arranca en 1956, con una resolución del Comité Central que se hará tan célebre como la “svolta de Salerno”, que 12 años antes determinó la política de los comunistas italianos. “Por la reconciliación nacional. Por una solución democrática y pacífica del problema español” fue su expresivo título, que implicaba un gran viraje, aunque para el caso Dolores Ibárruri empleó la menos traumática definición de cambio táctico. Pero caramba con el cambio táctico: a partir de esa resolución, el PCE dio por clausurada a todos los efectos la Guerra Civil e inició una política de mano tendida a todas las fuerzas de izquierda o derecha, llamándolas a deponer los odios y el espíritu de venganza del pasado.

No resultó fácil convencer a los grupos políticos que pululaban en torno a personalidades de la seriedad de esta llamada. De hecho, como ponen de relieve Molinero e Ysàs, el PCE rompe su aislamiento no porque llegue a acuerdos por arriba con otros partidos, sino porque es quien mejor percibe el potencial político de las movilizaciones contra la dictadura que se inician en la rebelión universitaria de 1956, estallan en 1962 con las huelgas de la cuenca asturiana, se multiplican en 1965 de nuevo con los estudiantes y alcanza a colegios profesionales en los años setenta, sin olvidar las asociaciones vecinales y los cristianos por el socialismo. Es construyendo desde abajo, y al precio de caídas, cárceles, torturas y largas condenas, como el PCE, o sus militantes, alcanzan en el conjunto de la oposición democrática esa posición hegemónica, más evidente en Cataluña cuando se funda la Assemblea, no por casualidad en una parroquia y con presencia de intelectuales, profesionales y obreros.

¿Y dónde comenzó la autodestrucción? Siempre apoyándose en fuentes primarias, Molinero e Ysàs rechazan la tesis, hoy tan facilona, de culpar a las traiciones, cesiones, renuncias que los comunistas hayan podido cometer durante el proceso de transición. Cierto, no se produjo la ruptura ideada por el PC con un gobierno provisional que condujera el proceso, pero el proceso mismo culminó con una muy activa participación de los comunistas en todo lo que en su Noveno Congreso se definió como “netas rupturas con el pasado dictatorial”: la legalización del partido, las elecciones a Cortes y su rápida conversión en constituyentes, las preautonomías, la amnistía, las elecciones sindicales, los acuerdos de La Moncloa…

Y de la hegemonía, casi sin solución de continuidad, a la autodestrucción. No fue el hundimiento electoral lo que provocó la crisis interna, sostienen los autores, sino al revés. Tal vez, mejor, se retroalimentaron. En todo caso, las “autocríticas” en el PCE que se suceden entre 1977 y 1982, junto a las divisiones viscerales entre euros, prosoviéticos o afganos y leninistas del PSUC y la escisión del comunismo vasco más el retroceso electoral del andaluz, confirmó ese revés del destino y quebró el hechizo del partido identificado con el secretario general. Empezaron los lamentos convertidos en reproches y Santiago Carrillo no supo reaccionar más que con expulsiones. Y así, purga purgando, se esfumó lo que Molinero e Ysàs definen como un inédito proyecto político: la vía al socialismo mediante una revolución de la mayoría; y con la vía, desa­pareció también el no menos inédito modelo de socialismo en libertad.

El mensajero
Mucho de exageración hay en el subtítulo de la publicación de los papeles de José Mario Armero y del diario de Ana Montes, su esposa, material que conforma el libro de Alfonso Pinilla García: si algo se ha contado hasta el mínimo detalle del periodo de transición es precisamente la legalización del PC. Se contó ya entonces, a medida que el partido y sus dirigentes salían de la clandestinidad y concedían ruedas de prensa. Y se contó después, por los protagonistas, a favor y en contra, y por los periodistas, muy jóvenes y alerta, que siguieron todo el proceso. Prueba de ello son las abundantes citas de unos y otros que llenan muchas páginas del libro, comenzando por El año de la peluca, del mismo Carrillo, o por Sábado Santo rojo, de Joaquín Bardavío.

Quedaban las notas que Armero, en su papel de go-between, iba tomando de los recados que se cruzaron entre Adolfo Suárez y Santiago Carrillo. Y así van pasando de nuevo ante nuestra mirada, con el apoyo en estas notas hasta hoy inéditas y aquí generosamente reproducidas o transcritas, los primeros contactos, los órdagos, los movimientos de ajedrez, lo que uno está dispuesto a ceder y otro a conceder. Si algo sorprende, aunque tampoco, es que hubo juego limpio: ambos conocían muy bien las cartas, ninguna marcada, de las que cada cual disponía. Y las jugaron a fondo. Y los dos ganaron, uno la legalidad y el otro la legitimidad.
De la hegemonía a la autodestrucción.



El Partido Comunista de España (1956-1982). Carme Molinero y Pere Ysàs. Barcelona, Crítica, 2017. 509 páginas
La legalización del PCE. La historia no contada, 1974-1977. Alfonso Pinilla García. Prólogo de Pilar Urbano Alianza, 2017. 412 páginas. 21,85 euros

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/04/07/babelia/1491572213_471737.html


martes, 10 de enero de 2017

LA DIGNIDAD DEL PCE. Que Alberto Garzón acuse al eurocomunismo de Santiago Carrillo de izquierda domesticada es faltar al respeto que se ganaron y una injusticia.

QUE NO SABE de dónde viene difícilmente sabe adónde va. Es lo que me digo desde que estalló la polémica entre Gaspar Llamazares, excoordinador de Izquierda Unida, y Alberto Garzón, líder actual de la coalición. Todo empezó cuando Garzón declaró a este periódico que el populismo de Íñigo Errejón cometía el mismo error que el eurocomunismo de Santiago Carrillo, secretario general del PCE durante el cambio de la dictadura a la democracia: la moderación. No es la primera vez que Garzón desdeña el papel desempeñado durante la Transición por el PCE, partido integrado en IU y en el que él mismo milita: hace unos meses afirmó que en aquella época el PCE ejerció de “izquierda domesticada” por los poderes políticos. Ahora, sin embargo, la respuesta de Llamazares no se hizo esperar: afirmó que “asimilar eurocomunismo a populismo es historia ficción”, denunció la superficialidad del análisis histórico de Garzón, concluyó: “Someter a una causa general a la izquierda de la Transición y la estrategia del PCE no es nuevo; lo raro es que lo asuma un dirigente del PCE”.

Llamazares acierta de lleno. Dejemos de lado la disparatada equiparación entre eurocomunismo y populismo: baste decir que el PCE nunca se rebajó a atizar en democracia “el enfrentamiento entre pueblo y representantes”, la forma de demagogia que, como recuerda el propio Llamazares, define al populismo actual. Pero el acierto de Llamazares apunta a algo mucho más importante, que podría formularse así: uno de los errores fundamentales de la izquierda española consiste en haberle entregado el mérito de la Transición a la derecha, lo que a ésta le permite presentarse como casi única constructora de la democracia. Se trata de una flagrante falsificación histórica. La verdad es que la derecha española no quería la democracia, o quería una democracia tan limitada que apenas puede llamarse democracia; fue la izquierda –y muy en especial el PCE– quien empujó hasta conseguir una democracia plena. Por supuesto, el resultado no fue el que la izquierda quería; pero tampoco el que quería la derecha: el resultado fue un pacto. En eso consiste la política democrática: en ceder en lo accesorio para no ceder en lo esencial. Para el PCE de aquella época, al cabo de 3 años de guerra y 40 de dictadura, lo esencial era la democracia: la construcción de un sistema político donde todos cupiésemos. Eso fue lo que se consiguió. Y a eso contribuyó decisivamente el PCE, que desde finales de los años cincuenta apostaba por la reconciliación nacional, por no ajustar cuentas con el pasado y por lo que luego se llamaría la “ruptura pactada”. Si se recuerda que quienes proponían tal cosa eran gentes que habían llevado el peso brutal de la lucha antifranquista y que habían padecido exilio, persecución y a veces cárcel y tortura, se entenderá por qué ésa era una apuesta heroica. El PCE hizo durante la Transición lo contrario de lo que hacen los populistas: no cargó la responsabilidad sobre las espaldas de otros, sino que, como había hecho durante el franquismo –cuando protagonizó casi a solas el combate contra la dictadura–, las cargó sobre sí mismo, responsabilizándose de la construcción de la democracia. Todo hubiese podido salir mejor, claro; pero también hubiese podido salir peor, incluso mucho peor. Sea como sea, acusar a esa gente de ser una “izquierda domesticada” –a ellos, que se jugaron la vida contra el franquismo y le obligaron a aceptar la democracia durante la Transición– me parece no sólo despreciar lo mejor de la historia del comunismo español, sino faltarles al respeto que se ganaron; acusarlos de eso ahora, desde la comodidad de una vida transcurrida por entero en democracia –a ellos, que conocieron medio siglo de penalidades–, me parece una injusticia brutal.

Es una injusticia que quienes no hicimos la Transición cometemos en los últimos tiempos con frecuencia. Si nuestros hijos nos tratan con la misma petulancia ignorante y despectiva con que nosotros tratamos a nuestros padres, lo pagaremos caro. Por lo demás, no me extraña que Garzón tenga problemas en IU. Quien no sabe de dónde viene difícilmente sabe adónde va.

http://elpaissemanal.elpais.com/columna/alberto-garzon-dignidad-del-pce/?id_externo_rsoc=FB_CC

martes, 29 de noviembre de 2016

Angelina Gatell: "Los últimos testigos de la guerra no podemos callar sobre aquello"

"Mientras los huesos de los muertos estén en las cunetas no se ha terminado la guerra civil", advierte la poeta barcelonesa, protagonista en la sombra de los últimos 80 años de nuestra historia.

"Molestaba", pero no se calló nunca. Angelina Gatell (Barcelona, 1926), poetisa en carne viva, no se calló jamás: a costa de acabar siendo, como ella misma bromea, "la mujer más echada de España" durante el franquismo. Lo vio todo siendo aún niña, en la Cataluña de la guerra y las caravanas al exilio. En Valencia, de adolescente, colaboró en la clandestinidad con el Socorro Rojo Internacional; y fundó con su marido, Eduardo Sánchez, uno de los primeros teatros de cámara de España: El Paraíso. Creció como escritora, traductora, actriz y profesional del doblaje por sus propios medios: para toparse una y otra vez contra el medio único de entonces, que la vetó al no poder comprarla (y todavía, a veces, se lo recuerda). Se "cargaron" su vida, asegura. Pero la lucidez y el arrojo que sigue abanderando a sus 88 años lo desmienten en absoluto.

Superviviente es, quizás, el apelativo que más justicia puede hacer a esta mujer que se consideró siempre, y a pesar de tanto, "absolutamente libre" porque "la libertad está contigo y no te la tiene que conceder nadie, la llevas tú". Molestaba, hace ya más de medio siglo, y sigue molestando hoy a algunos resistiéndose a olvidar en sus más recientes libros: en sus Memorias y desmemorias (Aisge, T&B Editores), por ejemplo. O en Cenizas en los labios (Bartleby), lacerante retablo poético en que levanta acta de los amores de su vida "en la ciudad que se llamó posguerra".

¿Cómo recuerda todo aquello, hoy día?
Yo aún no había cumplido cinco años cuando se proclamó la República; y sin embargo recuerdo perfectamente ir a hombros de mi padre por las Ramblas de Barcelona aquel día, y con mi hermano mayor. Recuerdo incluso el aroma que venía del mar, el aire; con una enorme claridad. Me impresionó aquella multitud de gente, las banderas… Me tuvo que impresionar forzosamente. Siempre he tenido la convicción de que en aquel momento yo me sentí unida a algo, a alguien, y no te creas que es literatura. Yo supe que pertenecía a aquella gente.

Aquella infancia, ¿cómo fue?
Muy dura. Mi padre era charolista, curtidor (todos los hombres de mi familia fueron charolistas; las mujeres, tejedoras), e inmediatamente después de proclamarse la República se declaró el cierre empresarial en Barcelona y fue despedido. Yo comí siempre en comedores públicos, antes y durante la República. La guerra fue muy dura, pero la posguerra fue más dura todavía. Porque una guerra siempre lleva consigo algo grandioso al menos, algo de esperanza. Pero la posguerra no tenía nada de grandioso. Era la consciencia de que éramos vencidos, de que nunca levantaríamos cabeza. Por eso, cuando ahora se protesta sobre lo que se cedió [en la Transición], yo estoy de acuerdo. Porque yo fui de cárcel en cárcel y de cementerio en cementerio. Mi hijo Eduardo estuvo preso y una de las cosas que tengo muy clavadas es que no conseguimos que se hiciera un juicio para que se aclarase aquello de una maldita vez. Pero no quisieron, ni los unos ni los otros… Había mucho miedo, todavía en democracia. Un día le dije a alguien -que ha muerto hace poco-: "Es que mi hijo va a tener que arrastrar esto toda su vida". Y ella me respondió: "Da gracias a que tienes hijo, porque otras lo tenemos muerto".
Hoy se juzga quizás muy a la ligera todo lo de entonces;

¿Cómo podía ser la vida de alguien señalado durante la dictadura?
Muy difícil. Porque ellos no olvidaron nunca a quién tenían enfrente… Yo fui Premio Valencia de poesía en 1954, por un libro llamado Poema del soldado. Sucedió que en tres años consecutivos premiaron libros de mujeres, de los primeros en España (en el 53 fue María Beneyto). Y cuando abrieron la plica… "¡Otra mujer! ¡Tres seguidas!"… Quisieron quitármelo. Pero alguien que había en el jurado, pariente de la familia Gaos, se puso brava: "Se publica"… Luego me hicieron una entrevista en Radio Mediterráneo, y dije que mi libro, de religioso –como ellos lo entendían– nada, porque yo no era creyente: era un libro imprecatorio, de exigencia de cuentas a Dios… También me ofrecieron hacer una serie de reportajes para el periódico Las Provincias, sobre el tema de la mujer en África… Sólo llegué a publicar cuatro, porque hablé de los movimientos en Ceuta y Melilla. Ya caí muy mal en Valencia. Y me negaron el pan y la sal.

Y se trasladaron a Madrid.
Lo pasé mal al principio, pero tenía muchos amigos. Y cuando empecé a tener un nombrecito como actriz y como guionista [en RNE y TVE]… firmé cierto documento [ la carta de los intelectuales al ministro Fraga, en 1963, a raíz de los crímenes sufridos por mineros asturianos y sus familias]. Un alto cargo ministerial me llamó a su despacho, donde tuvimos una conversación muy interesante en la que me sugirió que, si yo publicaba una carta diciendo haber sido engañada para firmar ese manifiesto, mi relación con TVE podría ser mucho más próspera a partir de entonces. Decliné la oferta -por decirlo suave-.Un año después, ya en el 64, TVE me aceptó el guión de una biografía novelada de Marie Curie en cinco capítulos; pero en el último momento suspendieron la emisión… La emitieron un año después de esto, pero firmada por otra persona. Lo cual me llevó entonces, cuando exigí una reparación -que conseguí-, al jefe de Programación de TVE: un hombre de espléndidos ojos verdes llamado Adolfo Suárez, que también me aconsejó que "me dejara de firmitas". Le dije: "Perdone pero tengo treinta y ocho años, y actuaré según mi conciencia". No volví a trabajar para TVE.

Sí que molestaba, sí…
Y aún hoy… Porque no se dan cuenta algunos de que ciertas historias no se han terminado. De que, mientras los huesos de los muertos estén en las cunetas, no se ha terminado la guerra. Hoy oí en la televisión que creían haber encontrado los restos de una muchacha desaparecida, pero no; y decía el periodista: "Una pesadilla que dura cinco años". La nuestra dura setenta y cinco. Y es la misma pesadilla. Yo vi el éxodo de los republicanos [en la comarca del Vallés, en Barcelona]. Yo vi caer a la gente muerta por los caminos… Un día, un hombre, con los pies envueltos en trapos ensangrentados, se detuvo en la puerta de la casa en que nos refugiamos. Me dijo: "Niña, dame algo de comer, que no puedo más". Le dimos algunas cosas, de lo poco que teníamos. Lo estoy viendo perfectamente, cómo dejó el fusil apoyado en un árbol. De repente se oyeron unos disparos. Le dijo a mi padre: "¿Oyes? Son ellos. Nos vienen siguiendo los talones, ya están aquí". Le preguntó mi padre: ¿Qué vas a hacer? Y el hombre respondió (esto lo tengo yo clavado en el corazón desde entonces): "Me queda una bala, y será para mí". Al irse me acarició el pelo. No sé qué fue de él.

No sé si te imaginas lo que es eso para una niña de doce años y medio que yo tenía...
Pues no lo sé, no…
No, no puedes. Porque no se lo imagina nadie. Aquello está todo lleno de huesos de gente que caía muerta. Los ponían al lado de la carretera, con una manta encima. Y los que venían detrás, dejaban que se alejaran un poco los familiares y cogían la manta, porque tenían que abrigarse… Por eso te digo que nosotros somos los últimos testigos de aquello, y no podemos dejar de hablar.

http://www.eldiario.es/andalucia/Angelina-Gatell-ultimos-testigos-podemos_0_275772479.html

sábado, 14 de mayo de 2016

Entrevista al escritor y periodista Gregorio Morán. “Rosa Luxemburgo tiene una vigencia impresionante”

Enric Llopis Rebelión


Desde hace más de 20 años, las “sabatinas intempestivas” en “La Vanguardia” de Gregorio Morán (Oviedo, 1947) sajan la actualidad con pluma bien afilada. El escritor y periodista destapó las vergüenzas políticas y culturales de la Transición hace muchos años, cuando pocos cuestionaban los grandes consensos y a los prohombres del cambio. En 1991 Gregorio Morán escribió “El Precio de la Transición” (Planeta), libro reeditado en 2015 por Akal. Ha dedicado dos biografías a Adolfo Suárez, una radiografía sin concesiones al PCE (“Miseria y grandeza del Partido Comunista de España (1939-1985)” y un grueso volumen para poner en su contexto a uno de los más insignes intelectuales hispanos: “El maestro en el erial: Ortega y Gasset y la cultura del franquismo”.

Ensayista heterodoxo, lúcido y provocador, su libro “El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los letrados” fue vetado por Planeta por las críticas a la Real Academia Española. El texto vio la luz en la editorial Akal en 2014. Cuando se le pregunta por la vigencia del marxismo, destaca la vigencia de revolucionarias como Rosa Luxemburgo, “un referente mucho más útil que las tonterías que se están diciendo sobre Gramsci”. La entrevista tiene lugar antes de la presentación del libro “El precio de la transición”, organizada por el Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación de la Universitat de València.

-Gregorio Morán militó en el PCE entre 1965 y 1976. ¿Dónde se sitúa políticamente hoy?
En mi casa.

-Partidos como “Ciudadanos” reivindican una segunda Transición, la figura de Adolfo Suárez y los Pactos de la Moncloa. ¿Cuál es tu opinión?

Todo eso me parece una estupidez soberana, que demuestra una gran falta de imaginación analítica. Es como pensar que hubo una primera Restauración, la canovista, y una segunda que fue la de Juan Carlos I, cuando no tienen nada que ver. Igual que comparar la primera República con la segunda. Sólo coinciden en la palabra “República”. En el caso de la Transición, no es lo mismo salir de una dictadura, aunque sea de un modo muy peculiar porque no se estableció ninguna ruptura, a una situación como la actual, en la que campa la corrupción y el agotamiento de la clase política es absoluto. El cuestionamiento de la primera Transición es total, y nos dicen: vamos a la segunda. No, vayamos a otra cosa. Habría que sanear la vida política, y eso no tiene que ver con una segunda Transición. Los partidos tradicionales están agotados y los nuevos no tienen suficiente fuerza para imponerse.

-“El País”, donde en su día publicaste colaboraciones, celebra actualmente el 40 aniversario. ¿Continúa siendo hoy el “intelectual orgánico”, la referencia dominante que fue en la Transición?

No tiene nada que ver. El sábado 7 de mayo, en un recuadrito de esos que no lee nadie, “El País” informaba de los dos nuevos consejeros del grupo PRISA, un profesional qatarí del mundo de la empresa y otro vinculado al sector de los medios de comunicación, que fue socio y director del grupo Lagardère. Creo que “El País” acabará siendo un periódico cosmopolita, dedicado a la bolsa, a los negocios o si no a la quiebra, porque el problema es cómo se quitan de encima los miles de millones de euros de deuda. Lo preocupante es la ausencia de un referente periodístico. O un semanario, porque esto es algo que nadie se pregunta. ¿Por qué en España no han funcionado los semanarios, salvo en el caso de “Triunfo” o durante un buen periodo con “Cambio 16”? Han desaparecido, y es algo que se necesita. En Francia tienen mucha fuerza. No digamos ya en Italia. Aquí, cuando pasamos de la “basurilla” cotidiana no queda nada…

-¿Fue alguna vez “El País” un periódico de izquierdas? En su día podían leerse las columnas de Manuel Vázquez Montalbán o Eduardo Haro Tecglen…

Nunca. Tuvo que ver con Felipe González. Es verdad que estaba Manolo Vázquez Montalbán, pero Haro Tecglen tenía que ver con la izquierda lo mismo que yo con los jesuitas. En todo caso, lo que no se encuentra hoy es lo que se considera un referente, por ejemplo un artículo de Pradera u otros; con independencia de que no comparta nada con ellos, hay un peso político y una reflexión detrás. Un artículo en estos momentos de Fernando Savater resulta patético. O de Elorza, a quien conocí como Andoni Elorza, entonces furibundo nacionalista. También recuerdo los artículos en defensa de Herri Batasuna de Savater, publicados en “Egin”. Creo que recojo alguno en el libro “El cura y los mandarines”. En aquel momento, algunos de nosotros estábamos en neutralizar el efecto de la violencia, mientras estos hacían el frívolo con ella. Ahora, en cambio, saltan cada vez que uno se sale de la norma.

-¿Hay algún intelectual de izquierdas que hoy te interese? ¿Qué opinas de los “conversos”?
Es una pregunta difícil. ¿Qué pasó con la izquierda en España? ¿Hay intelectuales de izquierda? ¿Santos Juliá? Él mismo decía el otro día en una entrevista que es una persona conservadora; lo fue siempre. Savater no fue de izquierdas en su día, es el hijo de un notario. Toda esta gente que son hijos de notarios me produce una sensación especial. En la historia del movimiento radical anarquista o comunista no creo que exista este fenómeno, salvo en España, donde es muy importante. Hay un montón de hijos de notarios. También Ramoneda. Por otro lado, en España no existen sólo “conversiones”, es decir, que uno pase de conservador a radical o al revés, sino que se producen reconversiones: un doble “rebote”. La izquierda más brillante que había en España era la de Barcelona, el PSUC y su entorno. Después se incorporó “Bandera Roja”, gente como Alfonso Carlos Comín… ¿Qué quedó de todo aquello? Precisamente estos días ha muerto el director de “El Viejo Topo” entre 1972 y 1977, Pep Subirós. Mira, las dos personas más “anti-revisionistas” de la época, que a los comunistas nos llamaban “social-traidores”, fueron Miquel Roca Junyent y Narcís Serra.

-Pero actualmente no aparecen en el primer plano de la política…
El recorrido de estos dos personajes ilustra sobre la izquierda en Catalunya y en España muchísimo más que varias tesis doctorales. Me refiero, por ejemplo, a la reciente renovación del exvicepresidente del Gobierno Narcís Serra como consejero de Telefónica en Brasil hasta 2019, a lo que suma el cargo de consejero de la filial chilena de esta compañía. La trayectoria final del PSOE es una demostración de que en octubre de 1982, cuando todo iba a cambiar, algo falló. O nos engañaron, o se engañaron a sí mismos o se transformaron. Pero algo pasó.

-Durante la Transición se hablaba de la prensa como “parlamentos de papel”, el 23-F fue también “la noche de los transistores”. ¿Desempeñan actualmente este rol las tertulias?
No las sigo, la verdad es que no tengo una opinión. Cuando voy en un taxi y empiezan unos tipos a parlotear, le digo al conductor si puede bajar el volumen o apagar la radio.

-Después de analizar durante muchos años el recorrido de escritores, intelectuales y prohombres de la cultura, ¿sería una buena decisión liquidar el Ministerio, también las subvenciones, y hacer de la cultura algo nómada y vinculado a la calle?

No, en eso que no cambie, pero que se distribuyan mejor las subvenciones. El sistema de ayudas en sí no es malo, lo que resulta negativo es el compadreo.

-¿En qué situación se encuentra actualmente el periodismo?
Se ha deteriorado mucho, pero no creo que se trate de un caso excepcional. Se ha degradado del mismo modo que el conjunto de la sociedad.

-Por último, ¿está vigente el marxismo?
Yo le daría más importancia, en un momento como el actual, a una persona a la que no se le está dando, Rosa Luxemburgo. Por una razón obvia. La reflexión de Gramsci está situada en un momento muy determinado, y se plantea desde la cárcel. Pero el pensamiento de Rosa Luxemburgo se formula de lleno en la pelea política y, sobre todo, con un problema muy grave: el adversario es el enemigo de clase, no la lengua. Ella es una polaca que trabaja con el Partido Socialdemócrata alemán. Tiene una vigencia impresionante. Además, le plantea a Lenin el problema clave: cómo compaginar libertad y socialismo. Es un referente mucho más útil que muchas de las tonterías que se están diciendo sobre Gramsci.

sábado, 26 de marzo de 2016

La tolerancia al fascismo en España

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra

Una de las cosas que me sorprendió y que me entristeció más a la vuelta del exilio fue la enorme tolerancia que percibí en España hacia el fascismo, no solo entre las derechas, sino incluso entre amplios sectores intelectuales de las izquierdas, que frecuentemente utilizaban el término ‘franquista’ para definir aquel régimen, sin que ni siquiera utilizaran el término ‘fascista’, ignorando que, como he señalado en varias ocasiones, aquel régimen tenía todas las características que definen el fascismo: un nacionalismo exacerbado, de dimensión imperialista, con tonos racistas (el día nacional se llamaba de la Raza), con una adulación a la figura del líder del partido fascista, supuestamente provisto de dotes sobrehumanas (Caudillo por la Gracia de Dios), y con instituciones miméticas a las de los Estados fascistas (como los sindicatos verticales), imbuido de una ideología totalizante que afectaba a todas las dimensiones del ser humano (desde la lengua hasta el sexo), claramente influenciada por una doctrina sumamente reaccionaria (promovida por el Estado, en alianza con la Iglesia Católica, que formaba parte del Estado) bajo la justificación de querer construir una sociedad nueva, en contra de los ‘rojos’ (definiendo como tales a todas las voces opuestas a aquel régimen) y ‘separatistas’ (incluyendo en esta categoría a todas las otras visiones de España distintas a la España radial y uninacional).

Ni que decir tiene que estas características se diluyeron con el tiempo, y al final de aquella dictadura fascista pocos dentro de ese Estado se creían la ideología, sobre todo los dirigentes de aquel Estado, meros oportunistas carreristas, corruptos hasta la médula, característica que ha continuado entre sus sucesores en la derecha española. Aun así, las características de aquel régimen y de la ideología totalitaria sí que pervivieron, de manera que muchos de sus elementos todavía están presentes en la cultura hegemónica del país y en el aparato del Estado (para la evolución de este apartado, ver mi libro Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país, Anagrama, 2002).

El Estado dictatorial era totalitario, y no solo autoritario
Al reintegrarme de nuevo en la vida académica española, vi que la mayor parte de su comunidad politológica había aceptado las teorías del profesor Juan José Linz, que negaba el carácter fascista de aquel régimen, limitándose a reconocer que había sido un régimen meramente autoritario, pero en absoluto totalitario, definiendo como tal un régimen que promoviera una ideología totalizante que intentara cambiar profundamente la sociedad creando un nuevo hombre (la mujer no pintaba nada en esta ideología) que, como indiqué en párrafos anteriores, sustituyera al hombre republicano del régimen anterior, presentándolo como “anti España”, “rojo” y “separatista”.

He escrito crítica y extensamente sobre las teorías de Juan José Linz, lo cual me ha originado un cierto distanciamiento de una gran parte de politólogos españoles que todavía hoy continúan definiendo aquel sistema político como meramente autoritario y caudillista. Es más, muchos de los personajes más conocidos en las ciencias políticas españolas fueron discípulos del profesor Linz, lo cual complicó incluso más mis relaciones personales con tales discípulos. Tomaron mis críticas a su profesor casi como una afrenta personal.

Pero los que se lo tomaron peor fueron mis amigos de izquierdas, compañeros de la lucha contra aquel régimen durante la clandestinidad, y que más tarde fueron protagonistas de la transición que tuvo lugar en España de la dictadura a la democracia. En mis escritos —y muy en especial en el libro mío que cito en un párrafo anterior— indiqué que el enorme dominio que las fuerzas conservadoras habían tenido durante el periodo de la Transición (un proceso que, por cierto, distaba mucho de ser modélico, tal como los protagonistas lo definieron) era la mayor causa de que la democracia que dicha Transición produjo fuera de muy escasa calidad (en absoluto homologable a la existente en el resto de la Europa occidental), con un Estado del Bienestar muy poco desarrollado y con una hegemonía clara en el pensamiento dominante que conducía a definir a los antecesores de las actuales fuerzas conservadoras como autoritarios, pero en absoluto totalitarios, y todavía menos como fascistas. Y el gran error de las izquierdas es que en su proceso de acomodación reprodujeron tal visión de lo que había sido aquel régimen, definiéndolo como franquista y no como fascista. Mi crítica hacia esta acomodación resultó en que varios de aquellos compañeros, protagonistas de la Transición, me retiraran la palabra.

El desconocido y ocultado pasado de Dalí
Como indicadores de este dominio tenemos la continuidad en la promoción de personajes que jugaron un papel clave en el mantenimiento y reproducción de aquel régimen. Seguimos viendo cómo estos personajes gozan de una gran prominencia en la vida política, intelectual y cultural, no solo en las instituciones públicas financiadas con fondos públicos, sino también en las privadas.

Recuerdo la sorpresa y desagrado que me produjo encontrar un gran monumento en Catalunya al despreciable colaborador del fascismo en España, y máximo portavoz en los foros culturales en el extranjero de este fascismo español y de sus dirigentes, que fue el Sr. Salvador Dalí, uno de los principales defensores de tal fascismo a nivel internacional. Salvador Dalí fue parte del establishment fascista, simpatizando claramente con la Falange. Su servilismo y adulación al dictador alcanzó niveles nauseabundos, promocionándolo en el extranjero, presentándolo como “el político clarividente que impuso la verdad, la claridad y el orden en el país en un momento de gran confusión y anarquía” (ver The Shameful Life of Salvador Dalí, de Ian Gibson).

Su apoyo al fascismo continuó hasta el último día de la dictadura, defendiendo al dictador hasta el final. Y también apoyó la brutal represión del régimen (por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió 10.000, según el mayor estudioso del fascismo europeo, el profesor Malefakis, de la Universidad de Columbia en Nueva York).

Dalí fue uno de los máximos defensores no solo del fascismo, sino también de la represión por la que tal régimen se caracterizó. Ejemplos de ello hay muchos. El caso más conocido fuera de España (pero no en su interior) es el que ocurrió a raíz de la ejecución, el 27 de septiembre de 1975, de cinco prisioneros políticos, acto que generó una enorme repulsa internacional. Frente a dicha barbaridad, Dalí salió en defensa de tales ejecuciones, indicando en declaraciones a la Agencia France Press que “dos millones de españoles salieron a la calle aplaudiendo al mayor héroe existente en España, el general Franco, mostrando que todo el pueblo español está con él (….). Es una persona maravillosa. Y su acto garantiza que la monarquía que le suceda sea un éxito. En realidad, se necesitan tres veces más ejecuciones de las que han ocurrido”.

La represión fascista fue dura en la parte alta del Empordà (el Alt Empordà), incluyendo Cadaqués, donde tal personaje vivía. Entre las víctimas de aquella represión estuvo un maestro que fue fusilado por enseñar el catalán. Una nota interesante. Dalí se fue rápidamente a París al finalizar la dictadura, temeroso de que la población pudiera lincharle. El dominio (también en Catalunya) de las derechas en la Transición explica que no solo no le ocurriera nada, sino que se le promocionara. Se le presentó como un gran recurso del país que podía atraer turistas al Alt Empordà.

Hoy en Cadaqués (que es donde la burguesía catalana veraneaba) no hay un monumento a ese maestro fusilado. En cambio, Dalí tiene todo un monumento en la Plaza Mayor de esa localidad, sin que la juventud conozca nada de lo que pasó en su pueblo. Ello es un indicador más de que la burguesía catalana ha continuado dominando la vida política, intelectual, cultural y mediática de Catalunya durante la época postdictatorial. Tal promoción se argumenta (como acentuó el columnista de La Vanguardia, el Sr. Antoni Puigverd, portavoz informal de la respetabilidad burguesa) con que una cosa es su comportamiento como ciudadano y otra es su pintura, y el homenaje se supone que es al pintor, y no al fascista.

La conveniente dicotomía persona versus pintor o versus escritor (en el caso de Josep Pla)
Una situación algo comparable ha sido el gran respeto y homenaje que se ha rendido al escritor Josep Pla, el gran autor de las letras catalanas, gran defensor de la versión burguesa de la cultura catalana, que apoyó activamente el golpe fascista militar, siendo una de sus funciones —como espía del Ejército fascista— el señalar los lugares donde debía bombardearse Barcelona, comunicando la información a las fuerzas militares para que estas bombardearan. De nuevo, una persona que jugó un papel importante en la estrategia militar del golpe fascista es homenajeada por sus escritos en catalán, ignorando su articulación con el golpe militar que, por cierto, oprimió brutalmente a la cultura catalana.

Recuerdo la impresión nauseabunda que me dio descubrir el busto de Josep Pla en el Ateneo Barcelonés, durante muchos años el centro intelectual burgués de Barcelona. Tal institución es privada, pero la existencia de este busto muestra la falta de sensibilidad democrática de dicha institución. De nuevo, el domino de la burguesía catalana en la vida cultural e intelectual explica que se le homenajee, con la presencia de un busto de su figura.

En este caso se ha dicho también que una cosa es la persona y otra es el escritor. Tal argumento ignora muchos hechos. Uno es que aquellas sociedades en donde se derrotó al fascismo y al nazismo, y en las cuales se desfascistó y desnacificó (como en Alemania) el país, las personas que habían sido parte del aparato cultural nazi y fascista fueron deshomenajeadas, perdiendo los honores que la dictadura les había otorgado, eliminando sus monumentos en los espacios públicos y prohibiendo que se les homenajeara en los espacios privados.

En España, sin embargo, el fascismo no fue derrotado, y las fuerzas que dominaron la Transición fueron las herederas de aquellos que hicieron el golpe militar y establecieron el régimen dictatorial. Y esto ocurrió en toda España, incluyendo Catalunya. El temor (cuando no la cobardía) de los gobiernos de izquierdas en España (primordialmente del PSOE) ha tenido un coste elevadísimo, pues ha permitido el mantenimiento de una visión hegemónica de lo que ocurrió en España, donde la recuperación de la Memoria Histórica está muy retrasada. Hay una relación clara entre la permanencia de un monumento al fundador de aquel régimen (el general que ha asesinado a más españoles en este país) en el Valle de los Caídos, y el rechazo institucional que ha ocurrido en Madrid a la propuesta de que se interrumpiera el homenaje a las figuras de Dalí y de Josep Pla, activos miembros de la represión fascista, eliminando la dedicación de calles públicas a tales personajes en esa ciudad. ¿Hasta cuándo continuará este temor a las derechas, herederas de aquel régimen, en España?

Una última observación. Tengo una magnífica opinión de la alcaldesa de Madrid y del nuevo ayuntamiento de aquella ciudad, que reflejan el Madrid popular (tan distinto al Madrid oficial, capital del Reino de España). Y así consta en mis escritos, donde he defendido a la alcaldesa Carmena frente a los ataques de las derechas españolas (ver mi artículo El Ayuntamiento de Madrid lleva razón, Público, 30.07.2015). Ello me da, por lo tanto, peso moral para criticar ahora un hecho que considero sorprendente y denunciable. Según parece, se ha dicho que el ayuntamiento, a raíz del ruido mediático de protesta generado por la derecha madrileña por el retiro del monumento fascista al Alférez Provisional, ha enviado una carta a la Fundación Nacional Francisco Franco (que protestó por tal hecho) indicando que reposicionará el monumento (ver el artículo Un error no justifica otro, Joan B. Culla, El País, 26.02.2016).

Me gustaría que esta información no fuera cierta, pues, en caso contrario, me parecería un insulto no solo a las víctimas del fascismo, sino también a todas las personas demócratas en este país. Espero que esto no haya sido así. Pero el ayuntamiento debe aclararlo. Y si esta carta existe, la alcaldesa debería reconocer su error y no poner de nuevo tal monumento. Repito lo que dije antes. El temor debe terminarse en España. No hacerlo es continuar empoderando a las derechas españolas, herederas del fascismo.

http://blogs.publico.es/dominiopublico/16044/16044/

viernes, 17 de enero de 2014

Reflexión amarga con motivo de la muerte de Mandela

Joaquim Sempere
Mientras tanto electrónico

Llama la atención la doble cara del legado político de Nelson Mandela. Por una parte, la derrota del apartheid y la implantación de un régimen de libertades políticas sin distinciones étnicas —una persona, un voto—, mediante un proceso casi totalmente pacífico y marcado por la altura moral excepcional del principal promotor del proceso: Nelson Mandela. Por otra parte, no sólo la pervivencia de la pobreza y de las desigualdades, sino su acentuación. Salvo la emergencia de una nueva clase media negra, el panorama social sólo ha variado substancialmente para empeorar.
Para entenderlo basta con leer el capítulo 10 de La doctrina del shock, de Naomi Klein. En treinta páginas se condensa convincentemente qué ocurrió para que el programa del CNA con el que éste ganó las elecciones de 1994 quedara completamente anulado en sus facetas económico-sociales. Ese programa se inspiraba en la Carta de la Libertad (Freedom Charter), aprobada en una asamblea de 1955 en Kliptown a la que asistieron unos tres mil activistas y donde se sintetizaban las demandas populares recogidas durante meses por unos 50.000 voluntarios que recorrieron pueblos y ciudades de todo el país. La Carta contenía no sólo el fin del apartheid y la implantación del sufragio universal y los derechos humanos, sino también un programa económico-social de nacionalización de la banca, las minas, los servicios públicos y de distribución de la tierra.

La clave del asunto, según Naomi Klein, está en que las negociaciones a las que se dio más importancia y visibilidad mediática fueron las que tuvieron lugar entre Mandela y De Klerk en torno al modelo político. Mandela logró salirse con la suya e impuso su modelo democrático no racista. Pero mientras tanto, entre bambalinas y lejos de los focos, se cocinaban las decisiones sobre el sistema económico en el clima de hegemonía neoliberal entonces ya imperante en el mundo. Las presiones del FMI, el GATT (luego OMC) y de los movimientos de capitales consiguieron anular todos los proyectos contenidos en la Carta de la Libertad. Veinte años después ni siquiera se han logrado las conquistas en materia de enseñanza y sanidad previstas, y la separación de clases no ha cesado de profundizarse. Naomi Klein subraya la escasa atención que el conjunto de la organización del CNA prestó a aquellas negociaciones. Sólo conociendo cómo se coció aquella peculiar transición puede entenderse la frustración en la que desembocó.

La celebración de la magnanimidad, de la grandeza de alma, que Desmond Tutu atribuye como principal virtud a nuestro héroe, es un espectáculo reconfortante. Indica que todavía hay un terreno moral de confluencia en torno a ciertas conductas políticas —aunque haya que descontar la hipocresía, “ese homenaje que el vicio rinde a la virtud”, de muchos de los que hoy le elogian—. La capacidad para ponerse en el lugar del otro —y en particular cuando el otro ha sido un opresor brutal— y para mostrar una generosidad que acaba suscitando en ese otro el respeto y un cierto nivel de arrepentimiento, son una herencia moral de Nelson Mandela que, por sí sola, tiene un valor incondicional. Nos permite pensar que la humanidad puede alcanzar cimas morales elevadas, y esto por sí solo da sentido a mucho de lo que hacemos, aunque esas cimas convivan con abismos de perversión. Pero inmediatamente después de pensar esto nos embarga de nuevo el espanto de ver hasta qué punto la maldad sigue encontrando vías retorcidas para neutralizar la bondad alcanzada.

Durante los dos primeros años de gobierno del CNA se construyeron más de cien mil viviendas para las personas pobres y se realizaron millones de conexiones en hogares privados con las redes de agua, electricidad y teléfono. Pero abrumado por la deuda y presionado internacionalmente para privatizar esos servicios, el gobierno pronto empezó a subir sus precios. Tras una década de gobierno del CNA, millones de personas han visto interrumpidos sus recién conectados servicios de suministro de agua y electricidad por impago de las facturas. Las minas, la banca y los monopolios que —siguiendo las orientaciones de la Carta de la Libertad asumidas como programa electoral por el CNA— debían ser nacionalizadas, siguieron en manos de las mismas compañías privadas. La propiedad de la tierra estaba en 2006 en un 70% en manos de los mismos propietarios blancos de siempre, que constituían el 10% de la población. Un dato resume la situación sanitaria del país: entre 1990 y 2006 la esperanza de vida de los sudafricanos había descendido en trece años (aunque a los factores sociales haya que añadir la difusión del sida).

La clave de esa evolución fue la tremenda presión a que fue sometido el nuevo gobierno implantado tras las primeras elecciones libres por parte del poder financiero, del país y de fuera, para que aceptara la libertad de movimiento de los capitales, la prohibición de ventajas a la industria nacional, la renuncia a la reforma agraria, el pago de una deuda exterior enorme contraída por los últimos gobiernos del apartheid, pago que dejaba exhaustas las arcas estatales, etc. “Al nuevo gobierno se le dio las llaves de la casa pero no la combinación de la caja fuerte”, dice Klein.

Según los testimonios recogidos por Naomi Klein, los acuerdos políticos arrancados a los blancos por el gobierno del CNA fueron un éxito, pero mientras tanto se imponían compromisos económicos leoninos al nuevo gobierno por parte de la oligarquía blanca del país y las entidades supranacionales. Hasta llegó a remitirse el programa económico del CNA a Harry Oppenheimer (expresidente de las gigantes mineras Anglo-American y De Beers) para que éste diera su visto bueno, tratando de evitar shocks de los mercados.

No es nada fácil juzgar las decisiones de los nuevos dirigentes. Las presiones se ejercían en forma de caída en las bolsas de los valores sudafricanos, huida de capitales y chantajes económicos. Pero además el desenlace de la fuerte tensión social podía llevar a un baño de sangre. Como recuerda uno de los líderes del CNA, William Gumede, Sudáfrica corrió el riesgo real de guerra civil durante todo el periodo de transición. Los pobladores de los townships vivían aterrorizados por bandas armadas del Partido Nacional, la policía seguía practicando matanzas, numerosos dirigentes negros eran asesinados. Chris Hani, un militante joven que muchos veían como el sucesor de Mandela, murió bajo los tiros de un asesino racista.

Estas fueron las circunstancias de aquella particular transición. Si hoy el panorama social de Sudáfrica es el que es, se debe a la interferencia brutal de la oligarquía nacional e internacional del dinero. Los nuevos dirigentes del país no se arriesgaron a resistir por la fuerza, temiendo un baño de sangre. Vivieron, además, en pleno apogeo del neoliberalismo, que les fue impuesto con toda clase de amenazas y chantajes. Esta es la otra parte de la historia, la que no se ha contado, la que pone en evidencia la dictadura del gran capital financiero sobre los pueblos de la Tierra. Todo ello pone en evidencia la hipocresía política y mediática con que se ha manipulado un homenaje más que merecido. No es aventurado pensar que si Mandela hubiera optado por resistir, hoy sería demonizado como terrorista (Thatcher ya le endosó este epíteto en su momento) en vez de celebrado como humanista de gran altura moral.
Fuente: http://www.mientrastanto.org/boletin-120/notas/reflexion-amarga-con-motivo-de-la-muerte-de-mandela

sábado, 8 de junio de 2013

Vicenç Navarro. Las lecciones de la primera transición que la segunda debería evitar

Entrevista a Vicenç Navarro, Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra

Usted ha sido muy crítico de cómo se hizo la Transición.
Sí. He sido crítico de cómo se hizo la Transición y cómo se la definió. Ha habido un proyecto muy exitoso en España de presentar este proceso como un proceso consensuado por los herederos de los ganadores y de los perdedores de lo que se llama la Guerra Civil que, supuestamente en condiciones de igualdad, estableció un sistema democrático comparable con cualquiera existente en Europa Occidental. Se ha llegado incluso a definir el proceso como modélico.

Y usted está en desacuerdo.
Sí, en cada uno de estos supuestos las pruebas muestran que son insostenibles. En primer lugar, los herederos del lado ganador controlaban el Estado, todos sus aparatos, además de la gran mayoría de los medios de información y persuasión. Los herederos de los perdedores, por el contrario, acababan de salir de la clandestinidad, de las cárceles, o acababan de volver del exilio. Hablar de equilibrio de fuerzas o igualdad de oportunidades es francamente absurdo. Unos lo tenían prácticamente todo y los otros casi nada. Y el producto de aquel proceso dominado por los primeros refleja este desequilibrio. La democracia española es extraordinariamente limitada, muy poco representativa, con escasísimas posibilidades de participación ciudadana. El dominio conservador sobre las distintas ramas del Estado es casi absoluto. De ahí el enorme retraso social de España. Todavía hoy, España es el país de la UE-15, junto con Portugal, con el gasto público social por habitante más bajo. Y todavía se niega el carácter plurinacional del Estado español. Es un Estado pobre, de los que tienen menos ingresos, con escasa conciencia social y muy poco redistributivo, tal como se ha documentado cada dos años en los informes del Observatorio Social de España.

Y en sus propios escritos.
Sí, en Bienestar insuficiente, democracia Incompleta: sobre lo que no se habla en nuestro país y El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. En realidad, es imposible entender la enorme crisis en la que se encuentra España sin entender el dominio de las fuerzas conservadoras sobre el Estado, situación que ocurre también en los otros países en profunda crisis –Grecia, Portugal, Irlanda e Italia. En todos ellos, las fuerzas conservadoras –en realidad ultraconservadoras en el caso de Grecia, Portugal y España- han tenido una enorme influencia histórica sobre los aparatos del Estado.

Pero usted es también crítico de la manera como se realizó. ¿Por qué?
La democracia fue la apertura del Estado dictatorial a las izquierdas, ocupando estas una posición subalterna. Las fuerzas conservadoras tenían un enorme temor a la movilización popular. En realidad, esta fue determinante en el fin de la dictadura. Franco murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle. Desde 1974 a 1978, España fue el país con mayor agitación social. El movimiento obrero fue el eje de las movilizaciones. El número de días perdidos por huelgas fue el mayor de Europa Occidental. Como respuesta, el proyecto de las derechas era conseguir la desmovilización, lo cual requería trasladar el conflicto de la calle al Parlamento y al aparato del Estado donde las fuerzas conservadoras dominaban el proceso. De ahí el gran protagonismo que se dio en la reforma al papel de los partidos políticos y muy en especial a las direcciones de dichos partidos. Es más, las leyes electorales fueron diseñadas para marginar al Partido Comunista y promover un bipartidismo que favoreció el conservadurismo. Esta concentración de la vida política en el mundo parlamentario se hizo a costa de debilitar los movimientos sociales. En realidad, de estos solo los sindicatos mantuvieron una presencia notable, jugando un papel importante y muy positivo en la Transición.

Usted ha escrito que los defectos de la Transición que usted define como inmodélica están viéndose claramente en el momento de la crisis actual.
Exacto. Estamos viendo ahora las enormes insuficiencias de la democracia española.

Pero lo mismo está ocurriendo en otros países.
Sí, es cierto, pero en España -así como en Grecia y Portugal- con mucha mayor intensidad. Recuerde lo que le dije en referencia a los puntos comunes que tienen estos países con España, es decir, el enorme dominio conservador en sus Estados. Es en estos países dónde el ataque frontal al escasamente financiado Estado del Bienestar es más acentuado. Las políticas de recortes y las contrarreformas para debilitar al mundo del trabajo alcanzan su máxima expresión en estos países, incluyendo España.

¿Cuál ve, pues, usted, como el papel de los partidos políticos?
El de transmitir los mensajes y presiones derivados de los movimientos sociales que están sumamente activos hoy en España. Pero no deberían instrumentalizar o intentar liderar estos movimientos. Deberían también apoyar los cambios legislativos que permitieran desarrollar la extremadamente limitada forma de participación que tiene la ciudadanía en la democracia española, facilitando el desarrollo de formas directas de democracia, como referéndums, a nivel estatal, autonómico y local. Me permito sugerirle que lea mi artículo “Apuntes para una estrategia de cambio”, publicado en Público (16.05.13).
Societat.cat
Fuente: http://www.societat.cat/2013/05/31/vicenc-navarro-el-dominio-conservador-sobre-las-distintas-ramas-del-estado-es-casi-absoluto/

viernes, 1 de marzo de 2013

Comiendo tierra



Stéphane Hessel, dicen, era un republicano español

Saliendo esta mañana de un hospital público de gestión privada, me encuentro a un viejito vestido con ropa de enfermo. Es extraño. Está nevando. Mira los copos como si estuviera contando estrellas. Silba, sentado en un banco, luego deja de narrar la melodía y fuma de un cigarro como si le fuera en ello la suerte a los 300 de las Termópilas. Bebe, sin culpa de herido, de una lata de cerveza. Otras dos vacías reposan derrotadas entre los travesaños del asiento. Un periódico hecho un amasijo inútil de hojas arrugadas cuida el sueño de las cervezas. Sonríe con cara pícara. Le miro, devolviéndole la sonrisa, alegre por su irreverencia y me sorprende diciéndome: “-Espero que no le hayan dado cita para dentro de seis meses. Dentro de seis meses, todos muertos-”. Me paro divertido y le digo: -la frases del economista inglés que intranquilizo al padre de los neocon. -”Tranquilo abuelo, que venía solo de visita. ¿Y usted? ¿No hace mucho frío para estar aquí afuera?-”.

El viejito, pega un sorbo a la cerveza y me dice: “-Qué más da. Frío, calor… Los telediarios nos dicen lo que quieren que creamos. Y yo me he cansado de las mentiras. Los viejos les sobramos a estos fascistas. Ya no visten de azul pero son los mismos. Los hijos, los nietos, las queridas. La familia de los del 36. Así que prefiero morirme de frío aquí afuera que de abandono ahí dentro. ¡Dita Que los parió!- luego se queda pensando como suyo no estuviera ahí, como si algo poderoso lo convocara. Pasado un minuto, sigue: “-Además, hoy se ha muerto Manuel. Me voy con él. Con Manuel. Maldita sea… ¡Cuántos tiros pegamos en el frente del Ebro! Éramos unos críos, ¡Pero teníamos lo que hay que tener! Luego… Bah, luego todo se jodió. Si pierdes una guerra, estás jodido. A Manuel le traicionaron todos. Bueno, a todos nosotros nos traicionaron todos. Yo me tuve que aguantar, pero él dijo que no le iban a torcer el brazo. Era muy suyo. Y quería olvidar de este país de mierda. Se cambió el nombre. Fíjate cómo es la vida. Luego se hizo famoso. Y hoy, que he decidido morirme, sale en los periódicos. Stéphane Hessel. Manuel, mi amigo, mi hermano-“.

Mi sorpresa empieza a crecer. -¿Stéphane Hessel era español?-. Y el viejito, escupiendo sobre el césped, con la cabeza doblada, dice: “-Más que el gazpacho cargado de ajo, más que Picasso tocándole el culo a su novia francesa, más que el Quijote, más que Max Estrella muriéndose de frío. Pero este sigue siendo un país de cabreros. Tan ingrato… ¿Tú crees que lo habrían celebrado así si supieran que era de Albacete? En Francia, bueno. O no. Pero aquí… Stéphane era muy listo. No puedes ser de un país que ha perdido una guerra. Manuel era de La Nueve. Liberamos París. Allí nos respetan. Liberar París de los franceses colaboracionistas te hacía un héroe en Francia. En España te hacía una mierda”.

Mi perplejidad enfriaba la nieve. Muchas cosas encajaban. Eran republicanos españoles los que entraron con “La Nueve” en los primeros tanques que liberaron París con el general Lecrec. ¡Hessel uno de ellos! ¡Ahí estaba su gloria! Habían perdido la guerra contra el fascismo en España y entendieron que la pelea continuaba en Francia. Hitler, Franco, Mussolini. Caimanes del mismo pozo. Aún recuerdo cuando los indignados, que escogieron el libro de Hessel como referencia, hicieron quitar banderas republicanas de la Puerta del Sol en los comienzos del 15M. Esos jóvenes, con la memoria hurtada, adoraban a Stéphane y despreciaban a Manuel. Quién los había engañado… ¿Modélica una Transición que había mentido sobre esas cosas?

De regreso a casa, escucho la radio. Todas las emisoras coinciden: bendito Stéphane Hessel. Un antifascista. Suena bien. Como en Casablanca. Manuel. Un antifascista. Primero contra Franco. Luego, contra Hitler y Mussolini. ¿Un antifranquista? Stéphane hoy es mencionado en todos los telediarios. Manuel… Los Manuel, las Rosa, los Miguel, los Pedro, las Fuencisla siguen muriéndose todos los días en silencio. Muere hoy también una artista del teatro. Su pasado enmudece cualquier recuerdo. ¿Para qué mencionar que el mundo de los versos luchó contra la dictadura? Luego, el Ministro Wert diría que los artistas faltan al respeto a las instituciones. Los cómicos, pasados por las armas por el dictador desde el primer momento.

Quiero saber si el abuelo me está diciendo la verdad. Quiero seguir hablando con él. Pero han llegado dos tipos de una contrata de seguridad y se lo llevan adentro a la fuerza. Uno de ellos le espeta: “¡no joda viejo, que si se muere aquí afuera mete en un jaleo a la contrata!”.

Me mira el abuelo y me grita mientras lo llevan flaquito en volandas: -”¡si te vas a tener que ir de España tú también llévate a los malos por delante! ¡Siempre les sobramos medio país! ¡Acuérdate de Manuel! ¡Que no os roben a vosotros también el nombre!”-. Paralizado bajo la nieve un destello me pregunta: “¿Por qué la II República sigue floreciendo en cualquier parte menos dentro de su casa?”. Meten al abuelo dentro del hospital privatizado. Le arrancan de un manotazo la lata de cerveza. Noto hervir la nieve. El aire frío me agarra por los hombros: ¿los de la Gürtel nos van a volver a robar la memoria? Y entiendo que da lo mismo que Hessel sea o no Manuel. Que Manuel sea o no sea Hessel. La herida está en los miles de Manueles silenciados, en las miles de Manuelas silenciadas. El legado que los gobiernos de la “democracia” nos entrega. Hombres y mujeres que adelantaron nuestra rabia. Olvidados. Sin homenaje. Transición inmaculada.
Fuente: http://blogs.publico.es/juan-carlos-monedero/2013/02/28/stephane-hessel-dicen-era-un-republicano-espanol/

martes, 18 de septiembre de 2012

El engaño autonómico

Los conflictos territoriales de hoy nacen de las mentiras vertidas ayer para lograr la adhesión popular.

El Estado de las autonomías ha sido un engaño. Su fundamento consistía en ofrecer a cada comunidad una promesa de derechos de autogobierno, a lo que se añadía, como señala el artículo 150 de la Constitución de 1978, una cesión de «facultades» con «la correspondiente transferencia de medios financieros», que iba a poner en manos de los gobiernos autonómicos un volumen considerable de recursos. En la concesión de derechos políticos no se llegó a lo que se esperaba, frenada por todo tipo de obstáculos, e incluso sometida a retrocesos. Pero todo se fue pasando por alto mientras el maná presupuestario, al que se añadía una parte de las ayudas europeas, proporcionó a las autonomías dinero para gastar y malgastar. Todo marchó más o menos bien hasta que el desastre financiero del 2008 agotó los recursos del Estado, que en estos momentos no puede atender a los problemas de aquellas, porque necesita otros 4.500 millones de euros para seguir arrojándolos al pozo negro de Bankia (porque ¡váyase a saber los cocodrilos que podrían salir de ahí!)

 En estas circunstancias el tinglado se ha venido abajo. Que la vertiente política del sistema fuese una farsa lo ha puesto en evidencia la señora Cospedal cargándose el Parlamento de Castilla-La Mancha sin ningún escrúpulo (resulta sorprendente el empeño de esta señora en reclamar a los demás que cumplan la Constitución, cuando muestra tan solemne desprecio por su título octavo). Otra cosa es la segunda parte del trato, el reparto del dinero, como lo ha venido a recordar el presidente de la comunidad extremeña, que no se muestra dispuesto a ceder la parte que le corresponde. No es verdad, como se dice con frecuencia, que el despliegue autonómico hubiera de modificarse como consecuencia del malestar de los militares, y que fuera el golpe del 23 de febrero de 1981 lo que obligó a imponer las limitaciones de la LOAPA. Tanto Felipe González como Leopoldo Calvo-Sotelo han insistido en que las reformas se habían puesto en marcha con anterioridad y, por lo menos en este punto, hay que admitir que dicen la verdad.

Lo que me mueve a hablar de engaño es la comprobación de cuán limitadas eran las intenciones reales de quienes pusieron en marcha el Estado autonómico, contradiciendo lo que dejaban creer en sus manifestaciones públicas. Podemos tomar como ejemplo el caso del PSOE, que en el manifiesto de la Plataforma de Convergencia Democrática, de la que era el miembro más destacado, afirmaba: «La Plataforma de Convergencia Democrática, consciente de la existencia de nacionalidades y regiones con personalidad étnica, histórica o cultural propia en el seno del Estado español, reconoce el derecho de autodeterminación de las mismas y la formación de órganos de autogobierno en las nacionalidades del Estado desde el momento de la ruptura democrática y propugna una estructura federal en la Constitución del Estado español». La Plataforma se disolvió en marzo de 1976, para fundar Coordinación Democrática con la Junta Democrática y transformarse en una organización aún más amplia, y no menos radical en sus promesas: la Plataforma de Organismos Democráticos, que se fundó el 23 de octubre de 1976.

 Pues bien, según nos cuenta Juan María de Peñaranda en un libro reciente, aquel mismo 23 de octubre de 1976 se reunieron, en una suite del hotel Princesa-Plaza de Madrid los comandantes Faura y Cassinello (que llegaría más adelante a teniente general), y dos dirigentes del PSOE, Felipe González y Alfonso Guerra, que estaban en aquellos momentos negociando la legalización de su partido. En la entrevista, «que duró tres horas largas en un ambiente de extrema cordialidad», Felipe González definió «la actitud de su partido» respecto de la política española. Respecto de la concepción del Estado, que era lo que más angustiaba a Cassinello, se expresó de tal modo que Peñaranda, que participaba en la reunión, nos dice: «Los representantes del Seced nos sentimos reconfortados con tan patriótico e inesperado lenguaje».

 Se pasó entonces a otro de los temas fundamentales, que era el del «nacionalismo». En este terreno Felipe González se encargó de dejar bien claro que nunca toleraría los «conciertos económicos»: «¡Nosotros no vamos a pasar por ahí en la vida! Detrás está en realidad la defensa de los intereses económicos de la alta burguesía catalana». Pero tampoco se sentía más generoso respecto de las concesiones en el terreno de la política. Le preocupaba que en Catalunya los comunistas tuviesen «mayor implantación que el PSOE en la base obrera inmigrada», y se disponía a luchar en este terreno buscando un entendimiento con los grupos socialistas catalanes que existían en aquellos momentos. Pero se cuidó de dejar claro que no iba a permitir un partido socialista catalán autónomo: «¡Esto ni hablar!»

Las diferencias entre este lenguaje y el de los manifiestos con los que se buscaba la adhesión popular y, en un inmediato futuro, el voto, me parece que justifican plenamente un calificativo como el de engaño. De las mentiras de ayer surgieron, en definitiva, los conflictos de hoy. Josep Fontana. El Periódico. Josep Fontana es Historiador. Fuente: http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/engano-autonomico-2205180

sábado, 18 de agosto de 2012

¿Que está pasando en España? (I)

[Este texto fue publicado originalmente en la web Cunning Hired Knaves (16-08-2012), en traducción al inglés realizada por Richard McAleavey].

JORGE MORUNO
 http://larevueltadelasneuronas.wordpress.com
 “Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra que bosteza.” Antonio Machado España parece estar destinada a ser la colonia europea del capitalismo 2.0. Casinos, fiesta, playa, festivales de música y todo tipo de actividades pensadas para ofrecer placer al visitante y servidumbre a quien le acoge. La lumpen-oligarquía que nos gobierna encuentra en devaluarnos a las personas el principal atractivo para tranquilizar a los mercados. Precarización del trabajo, precariedad en el acceso al transporte y a la vivienda, es la brújula que guía la locura que nos gobierna. Mercantilizar los espacios que todavía quedaban al margen del mercado, como la sanidad o la educación y todo lo que suene a público y a derecho conquistado. Nos imponen una flexibilidad exenta de cualquier seguridad, nos someten a un trabajo que no existe, nos inoculan el miedo para que obedezcamos. Señalan al parado como parásito y al que trabaja como privilegiado, mientras las grandes empresas defraudan el 71% de los 80.000 millones que no se declaran y el 63% de los asalariados cobra 1.000 euros o menos al mes.
No hemos “vivido por encima de nuestras posibilidades”, como nos repiten sin cesar. Al contrario, para que ellos, el 1%, mantenga sus posibilidades, tienen que vivir por encima nuestro y además culparnos por ello. Someten y disciplinan al conocimiento colectivo para someterlo a un mercado laboral que no garantiza ningún trabajo y donde el trabajo no te garantiza nada. Las multitudes desobedientes reclaman su papel de innovadores, el verdadero emprendedor que se construye en común para fines comunes, frente a la plusvalía de la renta financiera y al chantaje de la deuda. Marx decía en su artículo “La España revolucionaria”, que “ los levantamientos insurreccionales son tan viejos en España como el poderío de favoritos cortesanos contra los cuales han sido, de costumbre, dirigidos ” . En España hubo una Guerra Civil, y no sólo un golpe de Estado, porque la gente, los de abajo, decidieron defender la vida contra las pasiones tristes del franquismo. Hoy recogemos el testigo de la dignidad pasada para combatir a nuestro peor enemigo, el mismo que compartimos con el resto del mundo global: el miedo y el cinismo que nos conduce al neo-esclavismo, que no es otra cosa que ser libres para poder convertirnos en siervos. 

RAMÓN ESPINAR MERINO @ramonespinar
En el terreno económico, la crisis iniciada en 2008 y el derrumbe, fundamentalmente, de los sectores financiero y de la construcción, dibujan un panorama desolador. Tras dos décadas de supuesto milagro económico, el Emperador ha quedado definitivamente desnudo, como en el cuento: la economía española se encuentra con las mayores tasas de desempleo de la UE, especialmente en lo que se refiere al desempleo juvenil, y con una incapacidad estructural para generar tejido productivo que sustituya el hueco que ha dejado el sector de la construcción y la quiebra del modelo de especulación inmobiliaria, tanto para la economía pública (especialmente para la financiación de entes locales), como para la privada.
El crecimiento exponencial de la deuda, a consecuencia de esta situación, y la injerencia de intereses especulativos bastardos, traducidos en el crecimiento de la prima de riesgo, en el mecanismo que fija el precio de esta ante la parálisis por incapacidad de las instituciones europeas encabezadas por el BCE, no solo dibujan un escenario de estancamiento, sino que nos permiten hablar de un fin de ciclo. La crisis de la deuda supone un ahogamiento de los sectores públicos en países cuya única salida a medio plazo es el crecimiento de la inversión pública para sustituir sectores de la economía que han quebrado para no volver. La pescadilla se muerde la cola y hace crecer la metástasis a países cada vez más grandes en población, con la consecuente imposibilidad de institución alguna de generar salidas.
En el plano político, la situación viene caracterizada por varios elementos: la incapacidad demostrada de la UE de plantear una salida a la situación española se ha traducido, de facto, en un rescate sin contrapartida, en el que la Troika dicta las condiciones en que se debe gobernar el país a espaldas de la ciudadanía, sin poner un euro a cambio; la incapacidad de los gobiernos de PP y PSOE para hacer valer los intereses del país frente al Diktat; la estrategia de las élites, al calor de la crisis, de desmantelamiento de los servicios públicos y la protección social que, si bien nunca fue excesivamente generosa en el modelo español, había consolidado el modelo de convivencia desde la Constitución de 1978. Así, la situación puede resumirse en dos elementos: en términos económicos, es imposible que este modelo de gestión de la crisis vaya a darle, en modo alguno, salida a la economía española para recuperar los niveles de crecimiento y calidad de vida anteriores a base de recortes de derechos y estrechamiento de la economía; en el plano político, la salida neoliberal a la crisis del neoliberalismo ha hecho saltar por los aires los cimientos que dotaban de consenso social al régimen político y han quebrado las bases del pacto social que, a día de hoy, ha sido puesto en cuestión por el estado de excepción permanente decretado por las élites económicas.
 En este escenario, los movimientos sociales surgidos a partir del 15 de mayo de 2011 han marcado una hoja de ruta a seguir: la ruptura con el actual Régimen y el avance hacia un proceso de recuperación de la política que permita, al menos como primer paso, que la ciudadanía asuma la responsabilidad de autogobernarse en un momento en que sus gobernantes han depositado la soberanía en manos de capitales e intereses privados. 

JÓNATHAM F. MORICHE
http://jfmoriche.blogspot.com
 “En enero de 1980, en los salones del Hotel Ritz de Madrid, la reforma española pasa su examen ante la Comisión Trilateral”, enuncia el narrador del documental Después de, mientras la cámara retrata a los prohombres Pedrol, Osorio, March, Garrigues o Salat en animada conversación. “Se ha logrado salir de la dictadura sin cambiar el sistema social”, prosigue la narración, y “la democracia nacida desde arriba ha nacido hipotecada” (y prueba de ello será que, aunque el general Franco haya muerto en 1975 y rija desde 1978 una Constitución formalmente democrática, esta extraordinaria cinta de los hermanos Cecilia y José Bartolomé permanecerá secuestrada entre 1981 y 1983).
La democracia española nunca ha dejado atrás su fundacional naturaleza de democracia administrada. Para las élites burocráticas y corporativas franquistas (monarquía incluida), la Transición no constituyó tanto una ruptura real con la dictadura como su homologación formal a las normas y costumbres del capitalismo avanzado de su entorno. A despecho de las pulsiones antisistemicas de los sectores más conscientes y combativos del antifranquismo, el nuevo consenso constitucional arrolla a sus opositores con una diabólica combinación de seducción (cooptación institucional o empresarial) y terror (violencia policial o parapolicial). La intentona golpista cívico-militar de 1981 termina de disciplinar a un centro-izquierda que accede al poder en 1982 con un programa rigurosamente neoliberal (integración en la OTAN, reconversión industrial, liberalización del mercado de trabajo, reforma financiera). A cambio de que la derecha renuncie a la dictadura, (gran parte de) la izquierda renuncia a la política.

 Durante 35 años este sistema, basado en la cohesión de las élites y la despolitización de las masas, parece haber funcionado. Mostró signos de agotamiento durante la enloquecida segunda legislatura imperial del neocón Aznar, vivió una efímera esperanza reformista en la primera del social-liberal Rodríguez Zapatero, y se hundió con la segunda, ante el feroz impacto de la crisis global sobre el ya de por sí desquiciado modelo económico autóctono. Apenas siete meses después de su precaria victoria electoral (por incomparecencia del adversario), Rajoy parece ya un mero paréntesis hasta la composición de un gobierno de concentración bipartidista al mando de alguna figura tecnocrática, que aplique el memorando del Directorio europeo sin mayores contemplaciones: el ocaso trágico de un Régimen de (en definición de Vicenç Navarro) “democracia incompleta y bienestar insuficiente”, ahora en transición hacia alguna clase de protectorado deudocrático desinhibidamente autoritario y miserable. Con las calles en espontánea y electrizante (pero intermitente y problemática) ebullición desde la primavera de 2011, el comportamiento de las multitudes es ahora la más decisiva e imprevisible de las incógnitas de la ecuación española.

 JUAN DOMINGO SÁNCHEZ ESTOP
 http://iohannesmaurus.blogspot.com
 Definitivamente, no es posible construir una democracia sobre un paisaje de fosas comunes y un pasado de terror. La coyuntura de crisis pone un término a esa ilusión. En la crisis, un todo social complejamente articulado puede deshacerse: cada uno de los elementos tiene su propia temporalidad y eficacia, también sus posibles líneas de fractura. Nada garantiza que la crisis sea el fin, como tampoco existen garantías de que el orden anterior perviva. Son varios los planos en que se hace patente la precariedad de los equilibrios del sistema. En primer lugar tenemos una erosión de la legitimidad del régimen. La recuperación de la memoria histórica, el profundo desgaste del bipartidismo, la corrupción generalizada (cuyo símbolo es una monarquía que aparece a la vez como vértice de un sistema de expolio y como heredera del franquismo), hacen que la población perciba el sistema político no como una democracia en la que tiene su voz, sino como un régimen que gobierna al margen de ella e incluso contra ella.
Este problema de legitimidad afecta también al sistema económico, que, en connivencia con el político, ha frustrado las expectativas de futuro de numerosos sectores y de varias generaciones, en particular las más jóvenes, liquidando el ya famélico Estado social, imponiendo unos niveles extravagantes de desempleo, atacando salarios y pensiones. Los propios agentes de los aparatos represivos del Estado desafían hoy en las calles las medidas del gobierno. La ilusión de vivir en una democracia se escapa hoy por los mismos sumideros que la esperanza de vivir en un sistema donde todos pueden disfrutar de la prosperidad general. El ciclo neoliberal se cierra así en España como una crisis política y una crisis económica y social. Ambas crisis son inseparables, pues el régimen español de la Reforma que hoy entra en una grave crisis fue el que abrió las puertas al neoliberalismo, no mediante el terror inmediato como la dictadura de Pinochet, sino por el recurso retroactivo a la acumulación originaria de terror franquista. La falta de ruptura con el franquismo mantuvo activos los resortes principales de la «legitimidad» del régimen. De la mano de las nuevas expresiones sociales del trabajo que constituyen la base social del 15-M y movimientos afines, este terror empieza a desaparecer. ¿Termina así el ciclo que empezó el 18 de julio de 1936? 

PABLO BUSTINDUY
http://pourlafindutemps.com
El gobierno de la deuda no es un dispositivo lineal, sino que funciona induciendo catástrofes. Así la excepción se hace norma: cada quiebra permite generar nuevos modos de expropiación, de un orden de magnitud cada vez mayor. España se acerca a pasos acelerados a otro de esos momentos de bifurcación. Y aunque la tarea política es tremenda, no hay otra alternativa que intentar bloquear esa transición, y desviarla hacia un proceso de democratización radical.
El agotamiento de la legitimidad política del régimen abre un resquicio de oportunidad. La multitud movilizada en las calles del Estado ya ha dejado constancia de su crecimiento y su densidad: su capacidad de actuar, y de producir verdades al margen de la gramática y de la institucionalidad establecidas, cada vez es mayor. La bifurcación, sin embargo, es doble; la resistencia también tiene que cambiar de marcha. Urge articular esa capacidad en un frente amplio y popular, que le permita personarse activamente en el proceso y neutralice definitivamente el riesgo de su colonización, de una recuperación oportunista o reaccionaria del descontento de la calle.
La politización definitiva de la deuda y de su impago debería estar en el centro de esa articulación: hay que impedir que el gobierno se suicide para regenerarse en un monstruo aún más “técnico” y dictatorial. Cuando el gobierno se disponga a firmar el próximo memorandum, tiene que encontrarse enfrente al demos movilizado de forma clara e inapelable. Creo que constituir ese frente con inteligencia estratégica, en los tiempos breves de que se dispone, es hoy en día la tarea política fundamental.

JOSÉ LUÍS CARRETERO MIRAMAR
http://joseluiscarreteromiramar.blogspot.com
El calor golpea sobre el asfalto en las calles de Madrid, pero este no es simplemente otro tórrido verano. La temperatura es alta, es más, es cada vez más alta, pero no se puede culpar únicamente al Astro Rey. Ahora, en pleno agosto, las calles también arden con la huelga de los ferroviarios, las protestas de los taxistas, las manifestaciones de los funcionarios, el hartazgo cada vez más explícito de una multitud traicionada y ahíta de tanta agresión sin respuesta.
 Los recortes, la intervención, los nuevos ajustes, el próximo rescate…el memorandum que nunca es último y que va seguido siempre de un nuevo memorandum, mientras la deuda externa se apila indefinidamente formando una montaña cada vez más alta gracias a las enormes (en puridad, incalculables) sumas de deuda privada de las entidades financieras y las grandes empresas que va a ser socializada.
 La lucha de clases se despereza tozuda en las mismas calles que, no hace tanto, la negaban en una prepotente glorificación del consumo. Nos saquean. Así de simple. Las condiciones de trabajo, los servicios sociales, la infraestructura sanitaria y educativa, los bienes comunes… todo es transformado coactivamente en dinero, de ese que se anota en pantallas refulgentes de ordenador para enviarlo virtualmente a cubrir los insondables agujeros en los balances de las entidades financieras propias y foráneas.
Asistimos a una radical redistribución de la riqueza en favor de los enormemente ricos, operada por una clase dirigente anhelante del abismo que su propia ceguera hace cada vez más probable.
Es un tórrido verano. Ya lo hemos dicho. Pero no es otro tórrido verano.
Las calles vibran hoy con la textura de una dignidad revisitada, de una creatividad reapropiada, de una solidaridad bella y precaria que se afirma pese al resplandor opaco de los escudos policiales. Las calles están llenas de gente. Gente que, más pronto que tarde, va a exigir su primordial derecho a un nuevo tipo de abundancia: el de una democracia directa, real y profunda en un futuro vivible para los más.

JESÚS GÓMEZ GUTIÉRREZ
http://jesusgomez.lainsignia.org
No vivimos una crisis, sino un cambio sistémico, la última fase de la revolución conservadora que inició Margaret Thatcher en la década de 1980. Se trata de destruir el pacto social surgido de la II Guerra Mundial para adecuar nuestras circunstancias a una nueva economía, donde el factor trabajo empieza a ser despreciable. Ése es el mayor error de la socialdemocracia europea y de gran parte de la izquierda: creer que, con un poco de Keynes y un poco de asistencialismo, podemos revertir la situación y volver atrás. Ya no hay atrás.
Pero también es el momento de la construcción de alternativas, que necesariamente tendrán que ser internacionalistas, sin la palabrería de otras épocas. Y ese momento tiene características muy especiales en España: a los efectos de la revolución conservadora, que son globales, se suman las carencias del régimen surgido de la dictadura. La población española empieza a comprender que nuestro marco político y económico está agotado, que necesitamos uno nuevo y que no lo conquistaremos con el respeto al marco vigente.
El 15-M, que surgió como grito, evoluciona poco a poco hacia un movimiento regeneracionista en toda regla. Desde luego, no es suficiente. La pobreza y la disgregación social avanzan mucho más deprisa que nuestros esfuerzos, pero ya no somos sólo un principio, sino un hecho político que el sistema no puede despreciar. Incluso hoy, con millones de personas en paro y condenadas a la exclusión, tenemos mucho más que hace un año, cuando tomamos las plazas: hemos devuelto la esperanza a la gente. Sólo falta que aprendamos a ser ambiciosos; a ir a la raíz del problema.

LOLA MATAMALA
http://vamosacambiarelmundo.org
Hace más de dos años, en el trabajo, escuchaba la radio. Hablaban de cómo este país en el que vivo estaba empezando a recibir la onda expansiva de lo que había ocurrido en EEUU con las hipotecas basura. La locutora de una de vuestras empresas nos advertía solemnemente de que podíamos entrar en recesión. Nada nuevo ni para mí, ni para mis compañeras en aquel trabajo mal pagado, precario y extenuante: esa cosa llamada “recesión” llevaba ya mucho tiempo viviendo dentro de nuestros bolsos. Así que ante esta extraordinaria primicia que nos ofrecíais, ni me inmuté.
Las cosas, es verdad, están empeorando. Para nosotras, claro, las que pagamos todos vuestros rescates. Pero también para vosotras, porque tras del ruido y la humareda de todo este destrozo, va saliendo a la luz vuestro perverso plan, trazado desde los aposentos del Banco Central Europeo, de Standard and Poor’s, del Financial Times o cualquier otro de esos clubes, gremios o sindicatos donde en vuestros almuerzos de negocios decidís la forma del mundo y tomáis de postre arroz con gente. Un plan muy parecido al que trazasteis con anterioridad en los bolsos de las gentes de mentes y caras bellas de América, de Asia o de África. En estos días lloro a veces, entre el asombro y la rabia, cuando os escucho anunciando el pedazo de nuestras vidas que habéis decidido en esta ocasión arrebatarnos. Pero paro ya de quejarme. Paro. Si no, este escrito sólo va a servir para que os frotéis vuestras manos avariciosas, pensando que mis compañeras y yo estamos agotadas. En cambio, os voy a mostrar lo que hago para sortear los cartuchos que soltáis por vuestra boca de escopeta (¡las de Lagarde, Merkel y Ashton llevan carmín!): 1. mientras comparto cama, beso y abrazo sin medida; 2. recojo, y regalo libros, discos, macetas, cepillos y faldas; 3. me recreo mirando campos en donde plantar cebollas, ajos y más deseos; 4. contemplo la cosecha de las compañeras de ambos lados del Charco Azul; 5. encuentro espacios libres de vuestras garras, y allí me oxigeno con los colores que intentáis robarnos; y 6. siempre brindo por las que lo merecen.
Después de esta muestra y con mis células rebosantes de energía (en caótica pero productiva conexión con las energías de las células de otras, con las que obstinadamente me reencuentro con y sin vuestro permiso en las plazas desde hace ya más de un año), he dejado de escuchar a la hipnótica locutora de vuestra empresa y, en sucinta respuesta a vuestro amenazador memorando, os paso la lista de algunas cosas que voy a hacer junto a mis compañeras: 1. despertaremos a la población dormida (¡no os pongáis violentas, no podemos desvelar con qué!); 2. haremos un severísimo corte de manga a vuestra Deuda; 3. recopilaremos vuestros nombres, los de todas las que habéis firmado los permisos y avales para llegar hasta aquí, y os comunicaremos por escrito, que ni contáis más con nosotras, ni contamos más con vosotras; y 4. programaremos para las próximas horas un primer aquelarre. La fogata se alimentará con el paquete que estaba en nuestras casas sin darnos cuenta: La Transición en España o de cómo engañarles durante casi 37 años (se trata de una obra vasta, cientos de miles de páginas diariamente rescritas y reeditadas por los grandes grupos de comunicación, sus intelectuales de cabecera y otras cortesanas del pensamiento y la palabra). También quemaremos los almohadones grises de vuestros sueños (vuestro sueño de “paz social”, vuestro sueño de “obediencia debida”, vuestro sueño de “mayoría silenciosa” y unos cuantos más). Y no, todavía no podemos desvelar si también echaremos al euro a la pira (pero tened por seguro que, antes o después, también conquistaremos Berlín). Para finalizar, os recuerdo que nuestros bolsos siguen vacíos, pero nuestras mentes son bellas y poderosas; y nuestras bocas no esconden cartuchos como las vuestras, pero sí lenguas que conspiran, cantan y besan.