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domingo, 1 de septiembre de 2024

7 cosas que la ciencia “descubrió” siglos después que los pueblos indígenas

Agricultores indígenas en un campo de quinua en Ecuador.

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Pie de foto,Agricultores indígenas


A lo largo de la historia, los indígenas han contribuido sustancialmente a las ciencias aplicadas modernas, como la medicina, la biología, las matemáticas, la ingeniería y la agricultura.

Muchas de esas contribuciones, sin embargo, son desconocidas.

Numerosos fármacos, instrumentos médicos, alimentos o técnicas de cultivo que hoy se utilizan a diario en el mundo occidental tienen sus raíces en lo más profundo del conocimiento de los pueblos originarios.

Y es que para sobrevivir y adaptarse a los diversos ambientes, los indígenas han fabricado productos o aplicado técnicas sofisticadas, algunas de las que recién ahora los científicos y expertos han empezado a valorar.

“El conocimiento ancestral es tan importante o válido como la ciencia moderna, igual de rigurosa, y que se ha adquirido con la práctica durante siglos”, le dice a BBC Mundo Hugo Us Álvarez, especialista en desarrollo social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Guatemala, e investigador sobre pueblos originarios de América.

El antropólogo George Nicholas, de la Universidad Simon Fraser, coincide.

"Lo que a menudo se ignora es que 'el conocimiento es conocimiento', independientemente de la forma que adopte", señala a BBC Mundo.

En este Día Internacional de los Pueblos Indígenas, en BBC Mundo te mostramos siete ejemplos de cosas que estas comunidades saben desde hace siglos y que la ciencia "descubrió" después.

1. Para el dolor

Muchos pueblos indígenas desarrollaron una cultura de la medicina basada en la naturaleza, cuyos descubrimientos han servido de base para tratamientos en la actualidad.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 40% de los productos farmacéuticos que hoy se utilizan se basan en el conocimiento tradicional.

Uno de los más emblemáticos es la aspirina, cuya sustancia base es el ácido salicílico que viene del sauce negro.

Los indígenas norteamericanos lograron extraer el ácido de la corteza de este árbol hace cientos de años y lo usaban con quienes sufrían de algún dolor muscular u óseo.

“Hay muchas plantas que han sido utilizadas por los pueblos indígenas y que después fueron aplicadas a la farmacología moderna”, explica Hugo Us Álvarez.

Aspirina 
Aspirina

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La sustancia base de la aspirina es el ácido salicílico que viene del sauce negro.

Otro ejemplo es lo que sucedió durante la pandemia de covid-19, cuando los científicos detrás de las vacunas descubrieron en el quillay, un árbol endémico de la zona central de Chile, un ingrediente clave para combatir el coronavirus.

El quillay es conocido por su “corteza de jabón” por sus saponinas vegetales, unas moléculas que hacen espuma al entrar en contacto con el agua y que se han convertido en un codiciado potenciador de la respuesta inmunológica.

Pero sus propiedades curativas habían sido descubiertas mucho antes, desde tiempos ancestrales, por los indígenas mapuches que las utilizaban para curar todo tipo de males, desde enfermedades estomacales y respiratorias hasta problemas en la piel y reumatismos.

De acuerdo con la ONU, hay otras plantas y hierbas ancestrales que han contribuido enormemente a la ciencia moderna, como el ñame silvestre mexicano, del que sale uno de los primeros ingredientes activos en las píldoras anticonceptivas o el espino blanco y la dedalera que se han utilizado para tratar enfermedades cardiovasculares y la hipertensión.

2. Superalimentos

Actualmente, hay alimentos que están viviendo un boom de consumo en el mundo gracias a que, según expertos, tienen increíbles propiedades nutricionales.

Uno de ellos es la espirulina, que hoy aparece en los menús en forma de licuados (o batidos) o, incluso, en tortillas, ensaladas o galletas.

Pero siglos antes de considerarse un “superalimento”, este tipo de microalga, que crece en lagos y estanques alcalinos cálidos y ríos, era un alimento básico prehispánico.

Los mexicas, los descendientes de los aztecas, recolectaban el alimento rico en proteínas de la superficie del lago Texcoco. Se cree que lo consumían con maíz, tortillas, frijoles, chiles o mole como un "combustible" para viajes largos.

Tribu un África recolecta espirulina 
Tribu un África recolecta espirulina

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Las tribus de África también se han dedicado a recolectar espirulina durante años.

Así, incluso sin la ciencia moderna, los indígenas mexicanos podían reconocer la densidad de nutrientes de la espirulina.

Lo mismo ha sucedido con otros alimentos que fueron ignorados durante años, pero que hoy se posicionan como favoritos por sus propiedades: la quinua, por ejemplo, era un alimento básico de los incas. O la chía, cuyo cultivo era crucial para los indígenas de América, superado solo por el maíz y el frijol.

Hugo Us Álvarez agrega otro más: el amaranto. “Es una de las especies más utilizadas por los pueblos mesoamericanos, una semilla alta en hierro, que aporta proteína y energía, y que ahora está en proceso de rehabilitación”, dice.

Así, el mundo moderno recién está descubriendo los increíbles beneficios para la salud de aquellas semillas que, sin duda, son una importante herencia culinaria de los pueblos originarios.

Quinua

Quinua

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La quinua era un alimento básico para los incas.

3. Jeringas

El médico escocés Alexander Wood pasó a la historia como el inventor de la primera jeringa hipodérmica en el mundo.

Wood hizo su descubrimiento en la década de 1850, luego de inyectarle con éxito morfina a una mujer que sufría de un dolor crónico.

El trabajo del escocés fue precedido por investigaciones de otros científicos que años antes habían experimentado con instrumentos similares a la jeringa: el irlandés Francis Rynd, por ejemplo, había logrado inyectar medicina por la vía subcutánea, mientras que el físico francés Charles Pravaz le frenó el sangrado a una oveja administrándole un coagulante con la que sería la primera aguja hipodérmica.

Jeringa 1850 
Jeringa 1850

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Así lucía una jeringa en los años 1850.

Sin embargo, muchos años antes, hubo otras personas que también habían fabricado esta herramienta que hoy es indispensable para la práctica médica.

De acuerdo con estudios basados en el hallazgo de objetos arqueológicos, diversos grupos nativos usaban huesos de pájaros que unían a vejigas de animales pequeños y que terminaban cumpliendo una función parecida a la de las jeringas.

Estos hallazgos han sido reportados en sitios ocupados por indígenas en países de Sudamérica, como Perú, Bolivia, Chile y Argentina.

Se cree que fueron diseñados para introducir líquidos en las cavidades del cuerpo, así como para administrar medicina en cantidades dosificadas.

También hay referencias sobre su uso para irrigar heridas e, incluso, limpiar los oídos.

4. Protección contra el Sol

El uso del protector solar tiene una historia mucho más larga de lo que probablemente imaginas.

Si bien las técnicas para aminorar los efectos del sol en la piel se han perfeccionado en el siglo XXI, el concepto de aplicarse sustancias o cremas para no broncearse viene desde hace cientos de años atrás.

Se sabe, por ejemplo, que los indígenas americanos utilizaban cosas como el aceite de la planta de achiote (que hoy algunas marcas lo venden bajo la promesa de disminuir arrugas o eliminar manchas), de girasol o el cactus opuntia.

Actualmente, muchas empresas de cosméticos naturales fabrican sus productos en base a lo que han utilizado los indígenas durante siglos.

indigena con protector solar 

indigena con protector solar

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Los indígenas han usado protector solar en base a productos naturales durante siglos. Para protegerse del sol, los pueblos originarios también crearon otro objeto que hoy forma parte de nuestra cotidianeidad: las gafas de sol.

Según los registros históricos, fueron los indígenas innuit, que habitan la zona del Ártico americano, quienes diseñaron este artefacto para resistir al reflejo del sol sobre la nieve.

Los anteojos eran hechos con madera o con huesos de los antílopes que vivían en la zona y tenían una delgada apertura por donde se podía mirar.

Gafas de sol indígena

Gafas de sol indígena

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Los indígenas inventaron las gafas de sol para protegerse del reflejo del sol en la nieve.

5. Hibridación de plantas 

Las técnicas de cultivo de los pueblos indígenas han sido admiradas por el mundo moderno debido a su sofisticación.

Investigadores han observado cómo lograron construir acueductos o canales para el abastecimiento del agua y diseñar otros métodos -entre ellos, el cultivo intercalado- que los ayudaron a aumentar la producción.

Pero algunos grupos ancestrales fueron incluso más allá y consiguieron cruzar especies diferentes de plantas, un proceso que se conoce como “hibridación”.

Este tipo de avances hoy se le atribuyen principalmente a Gregor Mendel, considerado el padre de la genética, quien revolucionó el mundo con sus estudios por la década de 1860.

Cultivo de Maíz en México 

Cultivo de Maíz en México

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Los indígenas aprendieron que la selección persistente de ciertas semillas les permitía controlar la diversidad de sus siembras, como sucedió en el caso del maíz.

No obstante, en el libro “Hibridación de plantas antes de Mendel”, de Herbert Fuller Roberts, se señala que hay evidencia de que algunas culturas antiguas incluso aplicaban técnicas de polinización artificial y que tenían conocimiento de que ciertas especies tenían sexo femenino o masculino, lo que les permitió hacer discriminaciones en pro de sus cultivos.

Otros investigadores han asegurado que los indígenas aprendieron que la selección persistente de ciertas semillas les permitía controlar la diversidad de sus siembras, como sucedió en el caso del maíz, los frijoles o calabazas.

“Las especies de maíz que hoy se conocen han sido resultado de procesos de cruces que se fueron haciendo durante años y que les permitieron a los pueblos indígenas desarrollarse", explica Hugo Us Álvarez.

"Se fue logrando la combinación genética que permitió llevar a las especies que se consumen actualmente”.

“Algo similar sucedió con la papa. Los incas también lograron su domesticación y crearon combinaciones que le permitieron tener muchas especies de papas”, agrega.

De esta forma, de acuerdo con Chris R. Landon, autor de una investigación titulada “Contribuciones de los indios americanos a la ciencia y la tecnología”, los indígenas “se convirtieron en maestros de la hibridación de plantas mucho antes de que los investigadores botánicos del siglo XIX Gregor Mendel y Luther Burbank”.

6. Cambio climático

Muchos científicos expertos en cambio climático han basado sus estudios en observaciones satelitales, en registros de temperatura o en análisis de núcleos de hielo.

Sin embargo, hay muchos otros datos que se pueden utilizar.

Y una fuente de información cada vez más requerida por los expertos son, justamente, las comunidades indígenas.

Debido a su cercanía con la tierra y a su vasto conocimiento del entorno, los indígenas a menudo tienen sus propios registros y recuerdos que pueden incluir detalles extraordinarios sobre alteraciones en los patrones climáticos, cambios en la vegetación o comportamientos desconocidos de animales.

Amazonas 

Amazonas

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Cada vez más científicos recurren a los pueblos indígenas para entender las alteraciones de los patrones climáticos. Actualmente, muchos antropólogos e investigadores recurren a los pueblos ancestrales para preguntarles qué han observado sobre el mundo que los rodea.

"Creo en la ciencia nativa, en que es ciencia real", le dijo a la BBC Richard Stoffle, antropólogo de la Universidad de Arizona.

El académico, que realizó un estudio sobre los cambios ambientales presenciados por el pueblo anishinaabe (situado en Norteamérica) a lo largo de las décadas, explicó que los indígenas han estado “monitoreando el cambio climático antropogénico mucho antes de que fuera un tema regular de discusión pública”.

Para muchos antropólogos, contar con la información de los indígenas te da una imagen “más completa” de lo que está sucediendo, algo que jamás se obtendría utilizando sólo mediciones.

7. Los “halcones de fuego”

Hace unos años causó especial interés una investigación dirigida por un grupo de expertos en Australia que revelaba cómo algunas aves rapaces propagan intencionalmente el fuego para generar incendios.

El estudio explicaba que en la sabana tropical australiana estas aves transportan palos encendidos en sus garras o picos con el fin de producir quemas que hacen que los insectos, roedores y reptiles huyan y, por lo tanto, les aumentan las oportunidades de alimentación.

Sin embargo, lo que fue prácticamente una novedad para la ciencia occidental, era ampliamente sabido por los pueblos indígenas del norte de Australia desde hace cientos de años.

De hecho, los expertos que condujeron el estudio, aseguran que gran parte de su información fue recopilada del conocimiento indígena ancestral y de experimentos de campo controlado, entre otros.

Ave volando

Ave volando

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Aves rapaces propagan intencionalmente el fuego para generar incendios. 

Hace mucho que se sabe que los indígenas hacían ceremonias donde se incorporaban representaciones de aves rapaces transportando o iniciando fuego, algo que era mirado con distancia por parte de la ciencia moderna.

Ahora, no obstante, hay un conocimiento más aceptado de este fenómeno lo que puede ayudar a combatir los incendios no sólo en Australia sino en muchas otras partes del mundo.

Para el profesor de arqueología, George Nicholas, este es un ejemplo más de “cómo los científicos occidentales finalmente se ponen al día con los conocimientos tradicionales después de varios miles de años”.

jueves, 19 de octubre de 2023

¿Pueden ciertos alimentos hacer que huelas mejor?


Frutas picadas

FUENTE DE LA IMAGEN,Frutas para un aroma frutal.


Sabemos que cuando tenemos calor, sudamos más. Es la forma en que nuestro cuerpo se mantiene fresco: cada gota de sudor que se evapora de nuestra piel ayuda a bajar nuestra temperatura.

Pero así sea necesario, este proceso a veces viene con efectos secundarios desagradables.

Sí, estamos hablando del olor.

Todo el mundo huele diferente cuando suda: algunas personas apenas desprenden algún rastro de olor, mientras que en otras puede ser abrumador.

El profesor Johan Lundström del Karolinska Institutet de Estocolmo ha llevado a cabo una gran cantidad de investigaciones sobre olores y aromas.

Señala que el olor de nuestro sudor depende de muchas variables diferentes.

“Nuestros olores corporales se originan a partir de una combinación de compuestos excretados por diferentes glándulas, que depende en parte de nuestros genes, la población bacteriana de nuestro cuerpo (que se debe a cosas como la limpieza y la genética) y el medio ambiente (humedad, temperatura, aire y presión).

"Y finalmente, lo que comemos también puede tener un papel importante que desempeñar".

Entonces, junto con factores más obvios como la genética y cuán limpios somos, la comida que introducimos en nuestros cuerpos puede desempeñar un papel clave en cómo huele nuestro sudor.

Comida que cambia nuestro olor corporal
No sabemos hasta qué punto los alimentos afectan el olor que emitimos cuando sudamos.

"Hasta donde yo sé, esto no se ha evaluado formalmente", dice Lundström.

Pero sí sabemos cuáles alimentos tienen más probabilidades de influir en el olor.

“Los individuos que comen mucha carne tienden a oler generalmente 'peor' que aquellos con una dieta principalmente vegetal.

"Además, como es evidente para la mayoría, alguien a quien le encanta comer ajo probablemente tendrá un olor más fuerte en el sudor”, señala el experto.

Carne con ajo

Carne con ajo

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Delicioso y oloroso.


 Delicioso y oloroso.

Los espárragos y diversas especias también pueden influir en nuestro aroma natural. Pero, ¿qué tienen estos ingredientes específicos que los hacen capaces de cambiar nuestro sudor?

“Básicamente, tienden a contener sustancias químicas que se fusionan con el torrente sanguíneo. A partir de ahí, se secretan al exterior.

"La mayoría de las cosas que entran en el torrente sanguíneo se excretan de una forma u otra a través de nuestro olor corporal”.

Entonces, por ejemplo, el ajo y la carne son ricos en azufre que, una vez consumido, sale a través de varios canales, incluido el sudor.

¿Y para un olor más atractivo?
Si bien hay poca investigación sobre alimentos específicos que harán que tu sudor huela más dulce, algunos estudios muestran qué dietas tienen más probabilidades de resultar en un olor a sudor más "atractivo".

Uno de esos experimentos tuvo lugar en la Universidad Macquarie de Australia.

Los 43 participantes masculinos se lavaron solo con agua antes de ponerse camisetas de algodón (no se permitió el uso de desodorante).

Mantuvieron las camisetas puestas durante 48 horas, incluida una hora de ejercicio para estimular las glándulas sudoríparas, antes de enviarlas para un análisis de olfato.

¿El resultado?
Los hombres que tenían una mayor ingesta de frutas y verduras estaban "significativamente asociados con un sudor de olor más agradable (con más cualidades florales, afrutadas, dulces y medicinales), independientemente de la intensidad del sudor".

A los que habían comido grasa, carne, huevo y tofu también les fue bien.

Sin embargo, se dijo que aquellos con una mayor ingesta de carbohidratos tenían un 'sudor más fuerte y menos agradable'.

En otro estudio sobre el atractivo del sudor de los hombres, 17 hombres siguieron una dieta rica en carne roja o una que no contenía carne en absoluto. Luego se recogieron muestras de sudor después de dos semanas.

Un mes después, repitieron el experimento y todos los participantes cambiaron a la dieta alternativa.

Finalmente, un grupo de 30 mujeres evaluaron el sudor en términos de cuán agradable, atractivo y masculino era.

Se encontró consistentemente que el sudor de los hombres era más agradable cuando habían estado siguiendo la dieta sin carne.

“El olor de los donantes cuando estaban en la dieta sin carne se consideró significativamente más atractivo, más placentero y menos intenso. Esto indica que el consumo de carne roja tiene un impacto negativo en la hedonicidad del olor corporal percibido".

Como suele ser el caso en los estudios científicos, hay muchas menos investigaciones que involucran a participantes femeninas.

Sin embargo, un pequeño estudio destacó que cuando se analizó el sudor de tres mujeres antes, durante y después de una "restricción calórica completa", los hombres encontraron que el sudor de las mujeres era más favorable una vez que habían comenzado a comer nuevamente y menos placentero durante el tiempo de restricción calórica.

Entonces, ¿vale la pena cambiar tu dieta para mejorar tu olor corporal?

En lugar de comer alimentos específicos para tratar de mejorarlo, dice Lundström lógicamente, es "más fácil usar desodorantes y perfumes".

Además, está dispuesto a señalar que incluso si eres particularmente "oloroso", es posible que no siempre se perciba como algo malo.

“Hay diferencias entre países con respecto a qué olores corporales se aceptan o no. Y aún más variaciones provienen del contexto en el que se percibe el olor corporal.

"Por ejemplo, el olor corporal en un gimnasio o en la cama con alguien que amas se percibe de manera muy diferente que si el mismo olor se experimenta en un contexto donde se valora especialmente la limpieza, como cuando estás sentado junto a un extraño en un autobús.

“¡Además, a una pareja potencial le gustará tu olor corporal natural!”.

De hecho, esa es una forma de evaluar tu compatibilidad con alguien.

https://www.bbc.com/mundo/articles/c51280n1rnro

lunes, 12 de abril de 2021

5 reglas para elegir alimentos que mejoren tu salud y la del planeta.

Una correcta selección de alimentos puede protegernos contra enfermedades y también contribuir a la preservación del medioambiente.

Desde el punto de vista nutricional, una dieta equilibrada, como la atlántica o la mediterránea, presenta múltiples beneficios para nuestra salud, ya que ayuda a mitigar y reducir el impacto negativo de diversas enfermedades.

El beneficio personal también puede extenderse al bien colectivo y contribuir al cuidado del planeta cuando consumimos productos respetuosos con el medio ambiente, ya que se debe tener en cuenta que la producción y consumo de alimentos conlleva un gran impacto ambiental.

Para dilucidar la cuantificación de dicho impacto, son dos los indicadores que podemos utilizar: huella de carbono y huella hídrica.

Huella de carbono y huella hídrica
La huella de carbono es una medida de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y se define como la cantidad de dióxido de carbono equivalente que un producto genera en un período de tiempo a lo largo de su ciclo de vida (extracción, producción, envasado, transporte, consumo y gestión de residuos).

Junto con los sectores energético y del transporte, el sector de la alimentación es una de las actividades antropogénicas con mayor generación de GEI.

Actualmente, el Acuerdo de París trata de poner límite a todas estas emisiones, de forma que cada país se compromete a una reducción efectiva de las mismas.

Emisiones de CO₂ per cápita en el mundo. Los tres sectores principales de emisión: energía, transporte y alimentación.

Por otra parte, la huella hídrica cuantifica el volumen total de agua dulce usada a lo largo de toda la cadena de valor para producir los bienes que habitualmente consumimos.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha establecido que un 70 % de la huella hídrica mundial está relacionada con la producción de alimentos.

Los valores de ambas huellas son bastante variables en función del sistema de producción y del tipo de alimento:

Las frutas tienen valores medios de 350 g CO₂(eq)/kg y 900 L/kg para la huella de carbono e hídrica, respectivamente.

Las legumbres y hortalizas presentan valores promedio de 450 g CO₂(eq)/kg y 250 L/kg.
En la leche y derivados lácteos, se observan valores en un orden de magnitud superior, situándose en promedios de 1.500 g CO₂(eq)/kg y 1.000 L/kg.
Los pescados y las carnes presentan variaciones notables en función de la especie. A modo de ejemplo, la sardina se sitúa en 360 g CO₂(eq)/kg, el bacalao en 1.500 g CO₂(eq)/kg, el pollo en 3.000 g CO₂(eq)/kg y la ternera en 9.000 g CO₂(eq)/kg.

Huella de carbono y huella hídrica de algunos de los alimentos que forma parte del carro típico de compra español.

Cómo elegir los alimentos más sostenibles
Una vez definida la dieta adecuada a nuestro estilo de vida, edad y estado de salud, disponemos de una gran variedad de alimentos con funcionalidades y propiedades nutricionales similares.

La leche y los productos lácteos derivados utilizan una cantidad de agua dulce considerable para su fabricación.

Llega entonces el momento de introducir cinco reglas básicas y fáciles de incorporar en nuestro consumo diario que, en términos generales, permitan garantizar una minimización del impacto ambiental de los alimentos a consumir.

1. Verificar el origen de los alimentos
Como hace ya más de 15 años publicitaba una gran cadena de distribución alimentaria francesa: Moins de transport, moins de CO₂ (Menos transporte, menos CO₂).

Bajo esta premisa ha surgido el apelativo de concienciación de Km 0, que consiste en identificar los alimentos producidos en un radio de 100 km al punto de consumo, siendo así una llamada a potenciar el producto local.

2. Analizar el envase
A menudo, el continente tiene un mayor impacto que el contenido.

Los envases pueden poseer una alta intensificación de material (sobreenvasados) y energética (consumo de combustibles fósiles en su fabricación).

Orientar la compra a productos con envase mínimo y biodegradable es siempre una buena opción ambiental.

3. Respetar la temporalidad de los productos
Está asociada a cada estación del año y región del planeta, acorde a los ciclos naturales de producción.

La coordinación entre las condiciones climáticas y los sistemas de producción suponen una reducción notable de la huella de carbono e hídrica.

4. Buscar la presencia de ecoetiquetas
Pueden certificar y garantizar que se alcanzan diversos criterios ecológicos, lo que a su vez permite potenciar y fomentar la incorporación de dichas estrategias en el marketing.

Si bien es cierto que la aplicación de estas cuatro reglas va a depender de la oferta, se trata en definitiva de influir en la misma con nuestra demanda.

5. Reducir el desperdicio de alimentos
Esta quinta y última regla depende exclusivamente del consumidor.

Basta pensar en la cantidad de materia y energía necesaria para que los alimentos lleguen a nuestras neveras y alacenas, para que lamentablemente no sean consumidos y, por tanto, se conviertan directamente en residuos.

Una mayor concienciación en este aspecto ayudaría a reducir el actual desperdicio medio en nuestros hogares.

Una mayor concienciación sobre lo que implica producir alimentos puede llevar a un mayor aprovechamiento de los mismos.

Una reducción del 50 % en la pérdida de alimentos en los hogares puede llegar a suponer en países como España la emisión anual de medio millón de toneladas de CO₂(eq).

Teniendo en cuenta que el valor medio durante el 2020 en el mercado de CO₂ fue 24,75 €/tonelada, supondría unos bonos por valor 12 millones de euros) y 510 Hm³ de agua. Prácticamente el consumo de agua anual de ciudades como Berlín y Madrid).

Las impactantes cifras que deja el desperdicio de comida en el mundo (y cuáles son sus efectos) En este enlace está disponible una hoja de cálculo sencilla para estimar el impacto ambiental y económico que produce el desperdicio de los 64 alimentos más comunes en el carro de la compra del consumidor.

Es el momento de convertirnos en parte activa con el compromiso medioambiental del planeta, cada uno de nosotros podemos aportar nuestro grano de arena.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-56662260

domingo, 3 de febrero de 2019

_- Menos carne y más nueces, la receta para comer mejor y preservar el planeta


Ednh.news



París.– Para alimentar a 10.000 millones de seres humanos en 2050 de una manera sana y respetando al mismo tiempo el planeta, los expertos preconizan dividir entre dos el consumo de carne y duplicar el de frutas, verduras y frutos secos, una “transformación radical” de nuestros hábitos alimenticios.

En un estudio de la revista médica The Lancet y la oenegé Fundación EAT, los científicos recomiendan consumir cada día una media de 300 gramos de verdura, 200 gramos de fruta, 200 gramos de semillas enteras (arroz, trigo, maíz), 250 gramos de leche entera (o equivalente) pero solo 14 gramos de carne roja, es decir diez veces menos que un bisté.

Para sustituir las proteínas que proporciona la carne roja, los científicos preconizan consumir carne de ave (29 g), pescado (28 g), huevos (13 g) y frutos secos como nueces , almendras (50 g)…

Según ellos, este régimen permitiría evitar unas 11 millones de muertes prematuras al año en el mundo, es decir, una quinta parte del total de muertes. En 2050 la población mundial alcanzará los 10.000 millones de individuos.

Además, también sería bueno para el planeta, porque “la producción de alimentos mundial amenaza la estabilidad de nuestro sistema climático y nuestros ecosistemas”. “Los regímenes alimenticios actuales están llevando a la Tierra más allá de sus límites y son fuente de enfermedades: son una amenaza a la vez para la gente y para el planeta”, escriben los autores.

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El régimen alimentario propuesto aconsejado por el informe de la revista The Lancet y la ONG Fundación EAT. Gráfico: Jonathan Walter, Kun Tian y Marimé Brunengo / AFP

Este informe, que durante tres años movilizó a 37 expertos de 16 países, establece un “régimen de salud planetaria”. Su objetivo es garantizar un “equilibro entre las necesidades en materia de salud humana y los impactos medioambientales”. “Esto no significa que la población mundial debería comer exactamente los mismos alimentos”, indican los especialistas.

A nivel mundial, este régimen permitiría duplicar el consumo de alimentos sanos como frutas, verduras, leguminosos y nueces . Al contrario habría que reducir en más del 50% el consumo de alimentos menos sanos, como los azúcares añadidos (los refrescos, por ejemplo) y la carne roja, y evitar los alimentos procesados.

Cambio en la producción
Estos objetivos globales ocultan enormes disparidades según el nivel de desarrollo y la cultura del país. En Estados Unidos, por ejemplo, el consumo de carne roja es de 280 gramos de media, lo que obligaría dividir su consumo por 20.

“Más de 820 millones de personas no tienen acceso a suficiente comida, 2.400 millones de personas consumen demasiado, y en total cerca de la mitad de la población mundial tiene un régimen alimenticio con carencias en nutrientes” indica el informe.

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Plato con tomates y champiñones en la semana verde de la agricultura en Berlín, el 18 de enero de 2013. Foto: Johannes Eisele / AFP

Además del cambio de alimentación, los expertos preconizan un cambio radical en la manera de producir, evitando la concentración en unos pocos tipos de cultivo, limitando la expansión de las tierras agrícolas que reducen los bosques y evitando el exceso de pesca. También hay que reducir a la mitad el desperdicio de alimentos y las pérdidas en los procesos de producción.

“La manera en la que comemos es una de las causas principales del cambio climático, de la pérdida de la biodiversidad y de las enfermedades no transmisibles”, como la obesidad, la diabetes o las dolencias cardiovasculares, explicó a la AFP uno de los autores del estudio, el profesor Tim Lang, de la Universidad de Londres. “De la misma manera que nuestro sistema alimenticio cambió radicalmente en el siglo XX, creemos que tiene que cambiar radicalmente en el siglo XXI”, añadió.

Como era de esperar el informe no gustó a la industria agroalimentaria. “Hace propuestas extremas para atraer al máximo la atención, pero hay que ser más responsables cuando establecemos recomendaciones en materia de nutrición”, dijo Alexander Anton, responsable de la Asociación Lechera Europea.

Fuente: https://www.ednh.news/es/menos-carne-y-mas-nueces-la-receta-para-comer-mejor-y-preservar-el-planeta/