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jueves, 29 de febrero de 2024

Escándalo Sokal

El escándalo Sokal fue un famoso engaño logrado por el físico Alan Sokal para exponer al equipo editorial de la revista académica de humanidades Social Text, con el fin de poner de manifiesto la falta de rigurosidad y evaluación que manejan este tipo de revistas a la hora de aceptar trabajos para su publicación.

En 1996, Sokal, profesor de física en la Universidad de Nueva York, envió un artículo pseudocientífico para que se publicase en la revista postmoderna de estudios culturales Social Text. Pretendía comprobar que una revista de humanidades «publicará un artículo plagado de sinsentidos, siempre y cuando: 
a) Suene bien; y 
b) Apoye los prejuicios ideológicos de los editores (contra las ciencias empíricas)».

El artículo, titulado «Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity»1​ («La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica»), se publicó en el número de primavera/verano de 1996 de Social Text y sostenía la asombrosa tesis de que la gravedad cuántica era un constructo social; es decir, que la gravedad existe solamente porque la sociedad se comporta como si existiera, por lo tanto si no se creyera en ella no tendría efecto.

El mismo día de su publicación, Sokal anunciaba en otra revista, Lingua Franca, que el artículo era un engaño.

El hecho causó un escándalo académico en la Universidad de Duke, entidad que publicaba Social Text. Sokal dijo que su artículo era «un pastiche de jerga postmodernista, reseñas aduladoras, citas grandilocuentes fuera de contexto y un rotundo sinsentido», que se «apoyaba en las citas más estúpidas que había podido encontrar sobre matemáticas y física» hechas por universitarios genéricamente llamados «postmodernos» de humanidades.

Discusiones
Cobertura de los medios
En los Estados Unidos, cuando se reveló el engaño, el filósofo francés Jacques Derrida fue inicialmente blanco de desacreditaciones, particularmente por parte de periódicos en Estados Unidos y Francia.2​ La revista US Weekly Magazine, para ilustrar un informe sobre el asunto Sokal, utilizó una foto y una caricatura de Derrida. Para él, se trataba más bien de atacar a un extranjero, remitiéndose incluso al célebre coloquio de Baltimore, de 1966, en el que invitó en EE. UU. a un grupo selecto de intelectuales franceses: Poulet, Todorov, Hyppolite, Lacan, Morazé, Vernant, Girard, entre otros, que estaban renovando la lingüística, la crítica, el psicoanálisis, la historia, la antropología y la filosofía, desde diferentes puntos de vista.3​ Ese coloquio facilitó la entrada progresiva del pensamiento francés en EE. UU., con perspectivas plurales y con figuras de gran prestigio.

Respuesta de la revista Social Text
Los editores de Social Text argumentaron que, en el contexto de la época, el artículo de Sokal «Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity» fue una traición fraudulenta de su confianza.

Por otra parte, en el año 1996 la revista no hacía la acostumbrada revisión científica por pares académicos (una práctica que caracteriza a las revistas científicas para verificar la validez de sus publicaciones), debido a que los editores estimaban que una política editorial más abierta estimularía una investigación menos convencional de la que es usual entre los científicos.4​

Los editores de la revista argumentaron, además, que la revisión científica por árbitros académicos no necesariamente sirve para detectar el fraude intelectual.

Sokal y Bricmont escriben Imposturas intelectuales
Sokal y Bricmont publicaron en 1997 Imposturas intelectuales.5​ Sokal y Bricmont ampliaban sus tesis y pretendieron demostrar que determinados intelectuales «posmodernos», como Lacan, Kristeva, Baudrillard y Deleuze utilizaron abusivamente conceptos provenientes de las ciencias físico-matemáticas, usados fuera de contexto y sin dar la menor justificación conceptual o empírica, u ofuscando a sus lectores con palabras «sabias», sin preocuparse por su pertinencia o sentido, y negando —a su juicio— la importancia de la verdad. Además, el ensayo incluye una dura crítica a un relativismo epistémico que considera a la ciencia como «un relato más».

Respuesta por parte de intelectuales de las humanidades

Respuesta de Derrida
Jacques Derrida, que escribió en contra de esta presunta manipulación académica en Le Monde, el 20 de noviembre de 1997,6​ trató de poner en evidencia su falta de seriedad al subrayar que Sokal y Bricmont solo elegían a franceses (y a ciertos franceses, especialmente señalados), y que ellos no estudiaban escrupulosamente sus llamadas «metáforas» científicas ni su papel, ni tampoco su estatuto y sus efectos en los discursos que reprobaban. Por ejemplo, aunque Derrida no emplease esa terminología, sí hizo una vez, singularmente, una cuidadosa referencia del teorema de Gödel, pero nada decían de ello.

Añadía Derrida que toda esa operación mediática de Sokal y Bricmont (de la que habrían sacado rédito inmediato) era una lectura superficial, propia de cierto mundo universitario. Se dio la circunstancia de que, en el Times Literary Supplement, ellos declararon que habían excluido de su crítica a pensadores célebres, como Althusser, Barthes y Foucault, pero al darlo a traducir a Libération (el 19 de octubre de 1997) modificaron la secuencia e incluyeron además a Derrida como autor serio, supuestamente porque les convenía hacerlo en Francia y para hacer creer, así, que su ataque a este era inexistente. Para Derrida, ellos ni habían leído las obras impugnadas, ni conocían las ciencias humanas, ni discernían un comentario retórico del razonamiento principal de un analista cultural.7​

Jurdant responde: Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal (2003)

En 2003, bajo la coordinación del doctor en filosofía de la ciencia Baudouin Jurdant, 8​ se realizó una contracrítica a Imposturas intelectuales, en el libro Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal.9​ Aquí, un grupo de diversos científicos —físicos, matemáticos, filósofos o sociólogos—, especialistas en esos pensadores e intelectuales franceses que sufrieron críticas en el libro de los físicos Sokal y Bricmont, se propusieron la tarea de analizar sus lecturas concretas. Y resaltaron, en cada una de sus lecturas sectoriales, la gran insuficiencia de conocimientos acerca de lo que ellos criticaron, así como su nula familiaridad con los recursos literarios y argumentativos usados por la filosofía francesa, lo cual los conducía a malentendidos: la «verdad» se persigue de muchas maneras, decían, y desde luego no tiene que ver con el proceso demostrativo de las ciencias formales.

Siguiendo con el rastreo, observaron cómo todo habría empezado por intereses de Sokal, que pretendía desprestigiar a los filósofos postestructuralistas y los científicos relacionados con este campo, por pertenecer al campo político contrario, como Sokal en algunas intervenciones habría dicho10​ —punto, sin embargo, desmentido por Sokal en Imposturas intelectuales—. Y deducían que el éxito del libro se debió a sus fines, pues recibió apoyo de medios de comunicación, centros universitarios y librerías asociados con los discursos dominantes. Los intelectuales que escribieron Imposturas científicas querían combatir el dogmatismo que provocaba Imposturas intelectuales, donde se quiere exponer que los filósofos franceses son unos «relativistas», «pseudocientíficos» e «irracionalistas», aun sin, supuestamente, haber leído seriamente ningún libro de los filósofos mencionados en esa obra polémica. Por ejemplo, señalan que Lacan es un buen conocedor de matemáticas, y Latour, un conocedor de las ciencias, entre muchos otros ejemplos, lo que los conduce a conclusiones completamente contrarias a las de Sokal y Bricmont. Estos dos físicos, que hacían tanto énfasis en el rigor científico, solamente habrían adaptado los textos de los intelectuales franceses a los resultados que a su juicio querían conseguir.11​

Nuevas versiones del escándalo Sokal
Sokal II

También llamado Sokal al cuadrado, una repetición a mayor escala del escándalo Sokal en 2017-2018. El propósito declarado de los autores era exponer la parcialidad hacia ideologías extremas en las ciencias sociales y los estudios de género (véase teoría de género).12​

Sokal III

En 2021, la revista académica Higher Education Quarterly publicó un artículo científico cuyos autores son "Sage Owens" and "Kal Avers-Lynde III". Las iniciales de los autores se leen "Sokal III".13​ La revista, que antes de publicar el artículo lo sometió a su habitual revisión por pares de varias etapas, lo retiró un mes tras su publicación una vez se le señaló que había publicado un artículo fraudulento. 14 ​15​

Escándalos paralelos en la ciencia
Esta situación se ha dado en otras ocasiones, pero en el terreno científico, ajenos por tanto al problema de las dos culturas, en el que se confrontan dos lenguajes muy distintos.

En 1986, extrañado por un artículo aparecido en Physical Review Letters que despertó escepticismo en muchos científicos, Lawrence M. Krauss envió una queja sobre el artículo que era casi una parodia de la misma revista, pero fue detectado adecuadamente y obtuvo en respuesta seis informes de revisión científica, también en forma de parodia. 16​

En el 2002 ocurrió en la física, en el escándalo Bogdanov. En él, dos hermanos consiguieron publicar en prestigiosas revistas científicas teorías consideradas absurdas y carentes de sentido. El físico alemán Max Niedermaier concluyó que se trataba de pseudociencia, escrita con una densa jerga técnica, para evitar el sistema de revisión por pares de la física teórica. Según el físico-matemático John Baez, su trabajo «es una mezcolanza de frases aparentemente plausibles que contienen las palabras técnicas correctas en el orden aproximadamente correcto. Pero no hay lógica ni cohesión en lo que escriben». Según el físico Peter Woit en la prestigiosa revista Nature: «El trabajo de los Bogdanoff resulta significativamente más incoherente que cualquier otra cosa publicada. Pero el decreciente nivel de coherencia en todo el campo les permitió pensar que habían hecho algo sensato y publicarlo». 17​

En 2013, en el conocido «escándalo SCIgen», tres estudiantes del Instituto Tecnológico de Massachusetts diseñaron un programa de ordenador denominado SCIgen, 18​ el cual generaba imposturas pseudocientíficas mediante frases aleatorias que aparentaban tener sentido, al más puro estilo Sokal-Bricmont. El artículo era «un completo batiburrillo de estupideces que pasó directamente el supuesto filtro del comité de selección». 19​ Uno de los artículos generados completamente al azar por SCIgen consiguió que invitaran a los autores a dar una conferencia sobre su investigación en el congreso internacional de Computación WMSCI. 20 ​21​

Véase también, Imposturas intelectuales

«Ni siquiera es falso>>
Escándalo Bogdanov
El asunto de los estudios reivindicativos
Efecto Dr. Fox
Pseudociencia

Referencias «Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity» (en inglés). Consultado el 9 de octubre de 2011. Lo señaló Jacques Derrida, Papier machine, Galilée, 2001, p. 279

R. Macksey y E. Donato, Los lenguajes críticos y la ciencias del hombre. Controversia estructuralista, Barcelona, Barral, 1972 (or. Johns Hopkins, 1970)

Bruce Robbins; Andrew Ross (julio de 1996). «Mystery science theater». Lingua Franca.. Reply by Alan Sokal.

Impostures Intellectuelles, París, Odile Jacob, 1997; 
Imposturas Intelectuales, Paidós ISBN 84-493-0531-4, con traducción de Joan Carles Guix. 
Traducido al inglés, como Intellectual Impostures, en el Reino Unido, y como Fashionable Nonsense en los EE UU, al alemán, al catalán, al coreano, al holandés, al húngaro, al italiano, al japonés, al polaco, al portugués y al turco 
 Ahora, en Jacques Derrida, Papier machine, Galilée, 2001, pp. 279-281 Derrida, Jacques. Sokal y Bricmont no son serios. 
Consultado el 11 de diciembre de 2010.; y Papier machine, Galilée, 2001, cit.
Baudouin Jurdant, de la Escuela Altos Estudios en Ciencias exactas, es autor de Les problèmes théoriques de la vulgarisation scientifique, Archives contemporaines col. «Etudes de sciences», 2009; libro que remite a su tesis, redactada en su juventud Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal, Valencia, Universitat de València, 2003 ISBN 84-376-2079-1 
Imposturas científicas, Universitat de València, 2003 ISBN, p. 11
Jurdant, Baudouin (2003). Imposturas científicas Los malentendidos del caso Sokal (1a edición). Madrid: Universitat de València. ISBN 8437620791. 

Consultado el 11 de diciembre de 2010.
Boghossian, Peter; Lindsay, James (10 de junio de 2017). «Una historia increíble de la miseria intelectual del postmodernismo. 

El pene conceptual como un constructo social: un engaño al estilo Sokal sobre estudios de género». Sin Permiso. Consultado el 18 de julio de 2017. 
Eric Kelderman (30 de noviembre de 2021). «Another 'Sokal' Hoax? The Latest Imitation Calls an Academic Journal's Integrity Into Question». 
The Chronicle of Higher Education. Consultado el 6 de diciembre de 2021. 
«The authors are listed as “Sage Owens” and “Kal Avers-Lynde III”—initials that spell out SOKAL III. It didn’t take long for online sleuths to out it as a hoax. The Higher Ed Quarterly paper appears to be the latest imitation of Sokal’s infamous 1996 prank ».
https://www.nas.org/blogs/article/sokal-iii
«Retracted : Donor money and the academy: Perceptions of undue donor pressure in political science, economics, and philosophy». Higher Education Quarterly 76 (2): 486-509. 2021. S2CID 240018317.  doi:10.1111/hequ.12360. 
 El artículo enviado y las respuestas se encuentran en Krauss, Lawrence M. (2008). «A fifth force farce».

 Physics Today 61 (10). pp. 53-55.
John Baez. The Bogdanoff Affair.
http://pdos.csail.mit.edu/scigen/ 

 Javier Armentia: Congresos Sacacuartos «SCIgen: An Automatic CS Paper Generator». MIT.
Stribling, 

Jeremy; Aguayo, Daniel; Krohn, Maxwell. «Rooter: A Methodology for the Typical Unification of Access Points and Redundancy» (PDF). 

«Many physicists would agree that, had it not been for congestion control, the evaluation of web browsers might never have occurred. In fact, few hackers worldwide would disagree with the essential unification of voice-over-IP and public/private key pair. In order to solve this riddle, we confirm that SMPs can be made stochastic, cacheable, and interposable.» 

Enlaces externos
Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity (artículo original) (en inglés) 

Alan Sokal, Artículos sobre el asunto de Social Text. Sitio web de Alan Sokal con numerosos enlaces; incluye el artículo original (en inglés) 

Citas del escándalo Sokal (en inglés)
Respuesta de Sokal a los editores (en inglés) 

Ciencia, psicoanálisis y posmodernismo. Acerca del libro Imposturas intelectuales, de Sokal y Bricmont. Por Michel Sauval (en francés)
'"La resistible ascensión de Alan Sokal (reflexiones en torno a la responsabilidad comunicativa, el relativismo epistemológico y la postmodernidad). Por el catedrático de Filosofía de la UNED Quintín Racionero. 

La obra Imposturas intelectuales en español
Cómo deconstruir casi todo: hoax de 1991 en la International Conference on Cyberspace (en inglés) 
Debate con Richard Dawkins sobre el sinsentido en los textos postmodernistas (en inglés) 

Artículos recopilados sobre éste y otros asuntos similares. Por Gabriel Stoltzenberg (en inglés) 
Control de autoridades Proyectos Wikimedia Wd Datos: Q1049105

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domingo, 21 de enero de 2024

5 de las preguntas más apasionantes que la ciencia aún no ha podido responder.

5 signos de interrogación de colores

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Hay pocas cosas más emocionantes que desentrañar los misterios del mundo natural.

Y no son sólo para las mentes brillantes que lo logran.

Es un placer que, afortunadamente, está al alcance de todos.

Piensa en ese momento maravilloso en el que comprendes por primera vez un enigma, generalmente gracias a que una o, a menudo, varias de esas mentes brillantes dieron sus almas, corazones y vidas por desvelarlo.

La ciencia ha tenido un éxito sorprendente en la investigación, pero quedan muchos interrogantes aún sin resolver.

Algunos son de larga data, otros han ido surgiendo a medida que adquirimos más conocimiento: cuanto más sabes, más sabes qué no sabes.

Así que, desde cómo las bicicletas se mantienen en posición vertical hasta los incomprensiblemente raros números primos, hay un vasto océano de incógnitas.

Eso es estupendo. Las preguntas nunca se deben agotar, no sólo porque encierran la esperanza de una respuesta, sino porque la curiosidad, como dijo el filósofo Thomas Hobbes, es la lujuria de la mente.

Pero, ¿cómo escoger cuáles si te prometimos sólo 5?

Pues con mucha dificultad, algo de reflexión y la lamentable arbitrariedad que caracteriza estas tareas.

1. ¿De qué está hecho el Universo?

Signo de interrogación en el espacio

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El Universo en sí es una fuente de interrogantes: qué había antes de que existiera; es infinito o sencillamente inmenso; es único o uno de muchos...

Pero particularmente curioso es el hecho de que los científicos, por el momento, sólo comprendan la naturaleza del 5% de su estructura.

Aunque eso no es poca cosa.

Estamos hablando de los átomos, de sus componentes -protones, electrones y neutrones- y de los neutrinos, las esquivas partículas que pueden atravesar la materia (hasta toda la Tierra) como si no hubiera nada ahí.

Todo eso nos suena familiar ahora pero conviene recordar que, a pesar de que la idea del átomo fue registrada ya en el siglo V a.C. y fueron los griegos lo que le dieron el nombre, no fue sino hasta principios del siglo XIX que el químico John Dalton desarrolló un argumento muy persuasivo que llevó a la sorprendente conclusión de que toda la materia estaba hecha de pedacitos muy, muy pequeños, indivisibles... atómicos.

Así que desde entonces, muchas preguntas han sido respondidas.

Pero persiste un gran misterio, y es sustancial: de qué está hecho el otro 95%.

Lo que se sabe es que aproximadamente el 27% es materia oscura.

Fue descubierta por primera vez en 1933 y actúa como un pegamento invisible que une galaxias y cúmulos de galaxias.

Se sabe que está en la vecindad pues tiene masa y, por ende, fuerza de gravedad, que se puede medir cuando atrae al 5% conocido.

Y si ese manto invisible es misterioso, aún más lo es lo que compone más o menos el 68% del Universo: la energía oscura.

Sabemos de su existencia desde 1998.

Los expertos explican que es algo parecido al éter, que llena el espacio e impulsa la expansión del Universo a velocidades cada vez mayores.

Y poco más.

Hay varias hipótesis pero tras décadas de investigación, el misterio pervive.

2. ¿Cómo surgió la vida?

Muñeco examinando signo de interrogación

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Si te vinieron a la mente las palabras "caldo primigenio" vas por buen camino.

La hipótesis, propuesta en la década de 1920 por Alexander Oparin en la URSS y el genetista británico JBS Haldane simultánea e independientemente, es una de las varias teorías que compiten como respuesta.

La noción es que cuando la Tierra era joven, los océanos estaban llenos de sustancias químicas simples importantes para la vida, y que con la mezcla de gases en la atmósfera y la energía de los rayos, se podrían haber formado aminoácidos, los componentes básicos de las proteínas.

Es para muchos científicos la mejor candidata para explicar cómo surgió la vida en la Tierra.

Pero no está universalmente aceptada ni es la única.

De hecho, sobre la vida no hay acuerdo ni siquiera sobre dónde empezó.

Hay estudiosos que creen que en el mar, otros que en piscinas geotérmicas, en el hielo o hasta lejos de la Tierra (y llegó aquí con asteroides o polvo espacial).

¿Y cuándo? Mmm... no se sabe con exactitud: el momento del origen de la vida también está en duda.

Lo único que sabemos con certeza es que ocurrió después de que la Tierra se formara, hace 4.500 millones de años, y antes de hace 3.400 millones de años, la época de los fósiles más antiguos confirmados.

Aún más complicado es cuál fue el mecanismo.

Aquello de que los aminoácidos se ensamblaban formando proteínas es una posibilidad, pero no es tan popular como la hipótesis de que la vida comenzó con el ARN, un primo cercano del ADN que puede transportar genes y copiarse a sí mismo, y además plegarse y actuar como una enzima.

Otra idea es que los primeros organismos eran simples masas o burbujas, unas "protocélulas" que actuaban como contenedores para los componentes de la vida.

Así que aún no hay acuerdo sobre la respuesta a una de las preguntas más profundas de la ciencia.

Y eso que no nos atrevimos a formular esa otra pregunta: por qué empezó la vida.

3. ¿Qué nos hace humanos? 


Manos levantando signos de interrogación

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Es una pregunta que se ha ido volviendo más difícil de contestar.

Antes había aspectos que parecían excepcionalmente humanos: el lenguaje, reconocernos al vernos reflejados, la capacidad de crear y usar herramientas o de solucionar problemas complejos.

Pero animales como los pulpos y los cuervos, por nombrar sólo a dos, nos fueron quitando ese complejo de superioridad.

¡Y qué decir del ADN!

Resultó que el genoma humano es 99% idéntico al de un chimpancé, ese animal que horrorizó a tantos cuando les pareció que Charles Darwin había insinuado que era de la familia.

Es cierto que nuestros cerebros son más grandes que los de la mayoría de los animales: tenemos, por ejemplo, tres veces más neuronas que los gorilas.

Pero teniendo en cuenta que nos superan animales como el elefante, no parece que la respuesta esté ahí.

Ni en ningún lado aún: lo que hay son preguntas.

¿Será por tener la corteza frontal más gruesa? ¿O el pulgar opuesto? ¿Quizás nuestra cultura, o la capacidad de cocinar, o nuestro dominio del fuego? ¿Tal vez la cooperación, de compasión y el intercambio de habilidades?

Pero, ¿es algo de eso lo que nos hace humanos o sencillamente dominantes?

4. ¿Qué es la consciencia?

Cerebro y signo de interrogación

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Cerebro y signo de interrogación

De pronto la consciencia es lo que nos hace humanos, pero es difícil saberlo sin entender qué es.

El órgano de la consciencia, según los expertos, es el cerebro humano, lo más complejo del universo conocido: 100 mil millones de células nerviosas incesantemente activas que controlan las funciones biológicas y nos ayudan a pensar.

No sólo nos permite responder a sonidos, aromas y toda clase de señales ambientales sino también a retener información.

Es más: al integrar y procesar mucha información, podemos concentrarnos y bloquear esos estímulos sensoriales que nos bombardean en vez de reaccionar.

Además, nos permite distinguir entre lo que es real y lo que no lo es, e imaginar múltiples escenarios futuros que nos ayuden a adaptarnos y sobrevivir.

Pero no es una computadora, es mucho más.

Nos da una vida interior: nosotros no sólo pensamos sino que además sabemos que pensamos.

¿Cómo genera el yo, la experiencia única que tenemos de ser únicos?

¿Cómo hace posible el pensamiento abstracto?

La consciencia es lo más sorprendente del cerebro y un interrogante que quizás nunca podremos resolver.

5. ¿Por qué soñamos?

Muñeco pintado en tablero con burbuja de signos de interrogaciónMuñeco pintado en tablero con burbuja de signos de interrogación.

Los científicos y expertos en sueño saben cuándo soñamos: normalmente durante la parte de movimientos oculares rápidos (REM) del ciclo de sueño.

Lo que no saben es por qué soñamos.

Sigmund Freud creía que los sueños eran expresiones de deseos insatisfechos (a menudo sexuales); otros conjeturan que los sueños no son más que imágenes aleatorias de un cerebro en reposo.

Algunos estudios parecen señalar que los sueños podrían desempeñar un papel en la memoria, el aprendizaje y las emociones.

Aunque también podrían ser una forma de reflexionar o liberar el estrés de la vida cotidiana, o incluso una forma inconsciente de desentrañar experiencias desafiantes.

Nuestros sueños también pueden proporcionar una especie de mecanismo de supervivencia al permitirnos simular amenazas potenciales o ensayar situaciones sociales con anticipación.

Pero quizás no cumplen una función específica. De pronto no son más que el subproducto de la incesante actividad de nuestro cerebro mientras dormimos.

Más poéticamente, recordando a Calderón de la Barca, son eso: sueños, como la vida, y los sueños, sueños son.

viernes, 1 de septiembre de 2023

Donna Strickland, Nobel de Física: “Es difícil ver el hilo que va desde las ecuaciones de Einstein hasta el GPS”.

Strickland, después de la entrevista este jueves en Madrid.Strickland, después de la entrevista este jueves en Madrid.

La investigadora, que se convirtió en 2018 en la tercera mujer de la historia galardonada en su disciplina, afirma que se puede hacer buena ciencia en cualquier sitio si se elige bien el objetivo.

Donna Strickland, (Guelph, Canadá, 64 años), ganó el premio Nobel de Física en 2018 por un trabajo de 1985 que ha mejorado la vista a millones de personas en el mundo. La técnica, creada cuando tenía 26 años junto a su director de tesis, Gérard Mourou, fue bautizada como Amplificación de Pulso Gorjeado (CPA, de sus siglas en inglés) y se convirtió pronto en el estándar para obtener láseres de alta intensidad. Esa tecnología, empleada en las cirugías para corregir la miopía, mostraba las enormes posibilidades de manipular la luz para actuar sobre la materia, aunque la científica explica que nunca investigó buscando una aplicación concreta.

Además de por su trabajo científico excepcional, Strickland se convirtió en un fenómeno al ser la tercera mujer en recibir el Nobel de Física en más de un siglo de historia. Sus predecesoras fueron la francesa Marie Curie en 1903 por sus estudios sobre la radiactividad, y la estadounidense de origen alemán Maria Goeppert-Mayer en 1963 por su trabajo sobre la estructura interna del núcleo de los átomos. Sobre esta última, Strickland asegura que “ni siquiera sabía que era una mujer” cuando la citó en su tesis, y se refirió a ella con un “él”.

Ahora, como referente para las mujeres, no cree que se deban cuestionar los avances hechos por los hombres blancos que han dominado la física, pero sí que lo imprevisible del origen de los nuevos hallazgos hace importante “no limitar el acceso a la ciencia a la mitad del mundo, porque se estará perdiendo la oportunidad de encontrar esas perlas inesperadas”. “Todo el mundo debería ser juzgado por su capacidad y nada más; cuanta más gente permitamos que participe en la ciencia, mejor estaremos”, ha afirmado durante una entrevista en la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid. Esta institución le ha entregado a Strickland la Medalla de Oro, su máxima distinción.

Pregunta. ¿Cómo se continúa investigando cuando se gana el Nobel, cuando se está en la cumbre de la ciencia?

Respuesta. No estaba lista para el premio y cambió mi vida. Es probable que me haya distraído de mi investigación, he dejado solos a mis alumnos en el laboratorio quizá más de lo que debería, y además soy la tercera mujer en ganar un Nobel. Me han invitado a hablar y a viajar mucho, incluso más que a los hombres. He tomado la responsabilidad de contar al público la importancia de la ciencia. Ya he dejado mi impronta en la ciencia y ahora me he convertido en una figura pública que la fomenta.

Tenemos que parar y encontrar formas diferentes de definir qué es un buen científico

P. ¿Tiene algún proyecto científico que le gustaría culminar?
R. Me sigue gustando jugar con láseres. Irónicamente, la semana antes de recibir el Nobel por la CPA, dejé todos mis láseres CPA y cambié a otro tipo de láser de fibra. Eso es nuevo para mí y me divertirá aprender. También me ha invitado un colega, Toshi Tajima, que es el inventor del láser de aceleración, para trabajar en un proyecto para acelerar electrones con los que podemos llegar endoscópicamente hasta un tumor y erradicarlo del todo, evitando que los cirujanos tengan que cortar demasiado profundo.

P. Hace unos siglos, vivíamos en un mundo en el que todo el mundo comprendía más o menos las tecnologías de su día a día. Ahora estamos muy lejos de entender lo más básico de las tecnologías que utilizamos, como el láser. ¿Podemos hacer algo para entender el mundo en que vivimos?
R. Creo que ni siquiera los científicos conocemos del todo nuestros propios campos, pero lo importante no es comprender cada campo de la ciencia, sino que el público entienda el proceso científico. Entender que tenemos que hacer investigación fundamental para que una generación después sea posible desarrollar nuevas técnicas.

Se puede hacer buena ciencia en cualquier sitio. Creo que mi Nobel muestra eso. Yo no publiqué en revistas de alto impacto” Sucedió con la pandemia. La gente se preguntaba por qué no se tenía una vacuna desde el primer momento y, después, se pensaba que la vacuna se había desarrollado demasiado rápido y que por eso no podía ser fiable. Pero la gente no era consciente de que había gente trabajando desde hacía décadas en esta idea del ARN mensajero y en todas las ideas que hicieron posibles las vacunas. Eso permitió ayudar con el covid en un año, una rapidez que nos dejó locos.

Si la gente entendiese el proceso, en el que hay mucha gente, no solo una persona, trabajando en un problema junto a otros y laboratorios de todo el mundo, tendría más confianza. Que sepan cómo los científicos aprendemos de otros y de nuestros errores. Porque este es otro punto de la pandemia: la incertidumbre. ¿Debemos llevar mascarilla o no? Era un experimento que estaba sucediendo delante de nuestros ojos. No sabíamos si el contagio era por gotículas o aerosoles, qué cantidad era necesaria. A cada paso aprendimos y cambiamos nuestras ideas y los científicos aceptamos esa forma de pensar, pero para el público era: estos tipos no saben lo que hacen, ¿por qué deberíamos escucharlos?

P. Sobre la confianza en la ciencia, en los últimos tiempos estamos viendo cómo proliferan las publicaciones irrelevantes, investigadores que publican cientos de artículos al año que no aportan nada, científicos que se encuentran entre los más citados y son un fraude.
R. Es desafortunado. Pienso que estamos empujando la ciencia por el camino equivocado. Tenemos que parar y encontrar formas diferentes de definir qué es un buen científico, y ver qué estamos haciendo mal. Pero creo que aún son casos raros que reciben mucha publicidad, porque a los medios y a todos nos atrae más lo negativo que lo positivo. También quiero señalar que en algunos casos eran los propios colegas los que se daban cuenta de un problema y retiraban sus propios artículos de las revistas. Nos autorregulamos. Pero tenemos que mejorar y quitarnos esta idea que publicas o mueres o que debes publicar en una determinada revista o ser citado tanto.

A mí no me sucedió, porque en mis tiempos teníamos que ir a una biblioteca y mirar un libro grande y gordo para ver si nos estaban citando o no. Había pocas referencias al final de cada artículo y no nos preocupaba tanto cuánto nos citaban. En esta era digital es muy fácil mirar esos datos: en cuántos artículos, en cuántas revistas de impacto y mirar el factor de impacto. Es fácil juzgar así y todos nos hemos lanzado a ello. Espero que podamos darnos cuenta y encontrar una forma mejor de evaluar.

No todos podemos subirnos al carro de lo grande y lo guay, porque perderemos esas pequeñas perlas que hay por ahí”

P. La creciente competitividad en la ciencia hace que requiera mucho dinero, muy buenos cerebros de todo el mundo y que, al final, la ciencia ultracompetitiva se haga en un puñado de sitios en el mundo.
R. Creo que eso no es cierto. Se puede hacer buena ciencia en cualquier sitio. Creo que mi Nobel muestra eso. Yo no publiqué en revistas de alto impacto y mis artículos no fueron muy citados en los dos primeros años y, al final, gané el premio Nobel. Estoy de acuerdo en que algunos sitios tienen mucho dinero y pueden atraer a la mejor gente, que después atraen a los mejores estudiantes y atraen financiación. Eso permite que hagan más cosas que en los lugares con menos recursos. Pero espero que no perdamos la capacidad de financiar a todo el mundo.

P. Usted viene de un campus no muy grande, como es de la Universidad de Waterloo, y de un país con una población similar a la que hay en España, y ha logrado un gran éxito. Me gustaría saber si tiene algún consejo para un país de tamaño mediano como España y sin tantos recursos. ¿Cuál es la forma de elegir qué tipo de investigaciones impulsar para producir resultados significativos?
R. La pregunta es, ¿qué significa resultados significativos? Mucha gente cae en la trampa de tener que hacer algo aplicable de alguna manera en dos años. Eso significa que solo hacemos investigación aplicada y después, dentro de 20 años, no tendremos las ideas fundamentales necesarias para avanzar. Necesitamos la relatividad general para tener el GPS y es difícil ver el hilo que va desde las ecuaciones de Einstein hasta el GPS.

"Lo importante no es comprender cada campo de la ciencia, sino que el público entienda el proceso científico”

Debemos defender ante nuestros gobiernos que se debe hacer investigación básica. Y también ser conscientes de que no todos podemos subirnos al carro de la cuántica o de la inteligencia artificial. No todos podemos subirnos al carro de lo grande y lo guay, porque perderemos esas pequeñas perlas que hay por ahí. Podemos dejar lo grande para los grandes países, y que los más pequeños busquen los grandes avances que pueden surgir en cualquier lado.

Corea del Sur ha pasado de país pobre a rico porque invirtió de verdad en la ciencia y me gustaría que países como España o Canadá miren ese ejemplo, porque Corea al final de su guerra en la década de 1950 era muy pobre. Ahora tienen grandes compañías como Samsung porque han invertido casi el 5% de su PIB en I+D. Y según crecen lo siguen incrementando, porque saben que la I+D expande la economía. Hacen investigación aplicada, pero también básica, y tienen un plan a largo plazo, no solo piensan en lo inmediato.

P. Recientemente, el Papa la ha fichado para la Pontificia Academia de las Ciencias del Vaticano, donde también están Jennifer Doudna o Emmanuelle Charpentier, galardonadas con el Nobel por su investigación sobre el sistema de edición genética CRISPR. ¿Cuál es su trabajo allí?
R. El Vaticano quiere saber lo que es la ciencia y tener un grupo con muchas voces, que vengan de todo el mundo, no solo de Italia o Europa, y están incluyendo a mujeres. No es necesario ser católica, yo no lo soy. Creo que este Papa en particular está bastante preocupado por el medio ambiente y es una de las cosas que quieren promover. Sienten su responsabilidad social y quieren entender de una manera amplia la ciencia y asegurarse de que la llevamos a cabo de forma ética.

P. ¿Siente que la ciencia, en su caso la comprensión de los fundamentos físicos del mundo, dan sentido a su vida o eso lo busca en otro lugar?
R. Para mí son dos cosas completamente separadas. En nuestra cabaña, miramos hacia el oeste, sobre un gran lago, y podemos ver unas puestas de sol preciosas. Y como experta en óptica, sé por qué el sol es rojo cuando se pone. Entiendo por qué el cielo es azul: porque las nubes dispersan la luz. Lo entiendo todo desde un punto de vista óptico. Pero cada noche, cuando veo ese bonito atardecer, doy gracias a Dios por dejarnos vivir en un universo hermoso. Creo que los científicos explican cómo funciona el universo, pero no creo que puedan explicar por qué se nos dio este universo. Y no importa si fue creado por Dios o simplemente ha estado siempre ahí. Eso es independiente de mi ciencia.

viernes, 26 de agosto de 2022

_- Max Born, el físico cuántico que alertó al mundo sobre “la causa de todos los males”


_- Max Born 1882-1970

"Una de las grandes tristezas de mi vida es que no conocí a mi abuelo", dijo en una ocasión la actriz Olivia Newton-John.

"Cuando era una adolescente, mi mamá me decía: 'Tienes que ir a conocer a tu abuelo porque se está volviendo anciano' y yo contestaba: 'Estoy ocupada', y me arrepiento de eso", añadió la estrella británico-australiana que protagonizó "Grease" y que acaba de fallecer a los 73 años.

Ese abuelo que no conoció era el físico y matemático Max Born, uno de los científicos más importantes del siglo XX.

Si no logras precisar qué hizo, es quizás porque, a pesar de sus muchos logros, gran parte del trabajo de Born fue muy complejo.

Pero si su nombre en todo caso te suena familiar, tal vez sea porque está muy presente en la física, y además porque fue un gran amigo de Albert Einstein.

De esa amistad nos quedó como legado una fascinante colección de cartas que abarcan cuatro décadas y dos guerras mundiales.

"Mi madre (Irene) las tradujo (del alemán al inglés)", resaltó la cantante y actriz.

La cantante y actriz Olivia Newton-John era una de las nietas de Born, así como la música y académica Georgina Born y el actor Max Born (Fellini "Satiricón").

En su extensa correspondencia, discutieron desde la teoría cuántica y el papel de los científicos en un mundo tumultuoso hasta sus familias y la música que interpretarían juntos cuando se encontraran.

De hecho, fue en una de esas cartas -fechada 4 de diciembre de 1926- en las que Einstein escribió una de las frases más famosas de la historia de la ciencia:

"La mecánica cuántica es ciertamente imponente. Pero una voz interior me dice que aún no es real. La teoría dice mucho, pero en realidad no nos acerca al secreto del 'viejo'. Yo, en todo caso, estoy convencido de que dios no está jugando a los dados".

Einstein se rehusaba a aceptar la visión probabilística que favorecía esa teoría que describe cómo se comporta la materia que forma el pequeño universo de las partículas atómicas y subatómicas.

La incertidumbre que postulaba esa rama de la física -pensaba- en realidad revelaba la incapacidad de encontrar las variables con las que construir una teoría completa.

Su amigo Born, no obstante, era uno de los impulsores clave de la probabilística.

Para él, dios sí jugaba a los dados

 Los 29 asistentes a la famosa conferencia sobre electrones y fotones de los Institutos Internacionales Solvay de Física y Química de Bruselas en 1927. 17 eran actuales o futuros ganadores del Premio Nobel, entre ellos, Marie Curie, Albert Einstein y Max Born,. FUENTE DE LA IMAGEN,SCIENCE PHOTO LIBRARY

Convencido, siguió explorando el mundo infinitamente pequeño que esa revolucionaria y recién nacida ciencia buscaba comprender.

Así, sentó muchas de las bases de la física nuclear moderna.

A pesar de ello, e injustamente, subrayan los expertos, quedó opacado por luminarias como Werner Heisenberg, Paul Dirac, Erwin Schrodinger, Wolfgang Pauli y Niels Bohr.

Tanto así que la Fundación Nobel tardó en otorgarle el premio hasta 1954, 28 años después de que completó el trabajo por el que se lo concedieron.

Hay incluso quienes reclaman que aunque la razón por la finalmente lo reconocieron fue justa -una nueva forma de describir los fenómenos atómicos-, eso no era suficiente, pues consideran que Born debía compartir el título de padre de la mecánica cuántica con Niels Bohr.

Un puente
La vida de Born lo tornó en un puente entre tres siglos.

Nació en el seno de una familia judía en Breslau, reino de Prusia en ese entonces y hoy Breslavia en Polonia, en 1882, así que se formó en las tradiciones clásicas de la ciencia del siglo XIX.

A pesar de que, como tantos otros científicos judíos, tuvo que huir de los nazis, lo que lo privó de su doctorado y hasta su ciudadanía, en su hogar de adopción, Reino Unido, contribuyó al desarrollo de la ciencia del siglo XX.

Pero lo que preocupaba su mente eran las consecuencias de la ciencia moderna para el siglo XXI.

Born conversando con el rey Gustav Adolf VI., de Suecia en la ceremonia del Premio Nobel 1954.

Pensaba que ningún científico podía permanecer moralmente neutral frente a las consecuencias de su trabajo, sin importar cuán marfilada fuera su torre, por lo que le horrorizaban la gran cantidad de aplicaciones militares de la ciencia que había ayudado a desarrollar.

"La ciencia en nuestra época", escribió, "tiene funciones sociales, económicas y políticas, y por muy alejado que esté el propio trabajo de la aplicación técnica, es un eslabón en la cadena de acciones y decisiones que determinan el destino de la raza humana".

Ese destino, dijo, se encamina hacia una pesadilla porque "el intelecto distingue entre lo posible y lo imposible; la razón distingue entre lo sensato y lo insensato. Hasta lo posible puede carecer de sentido".

Que el científico que postuló que sólo se podía determinar la probabilidad de la posición de un electrón en el átomo en momento dado -arrojando las leyes de Newton por la borda y abriendo la puerta a la física atómica- se preocupara por esas cuestiones, no era extraño.

Born había seguido durante toda su vida un consejo que le dio su padre cuando joven: nunca te especialices.

Así que jamás dejó de estudiar música, arte, filosofía y literatura.

Todo eso alimentaba su pensamiento ético. 
Born con su esposa Hedwig
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
 
Hedwig, quien también se escribía con Einstein.

En uno de sus ensayos finales, escribió sobre lo que consideraba la única esperanza para la supervivencia de la humanidad. "Nuestra esperanza", dijo, "se basa en la unión de dos poderes espirituales: la conciencia moral de la inaceptabilidad de una guerra degenerada en el asesinato en masa de los indefensos y el conocimiento racional de la incompatibilidad de la guerra tecnológica con la supervivencia de los raza humana. "Si el hombre quería sobrevivir, debía renunciar a la agresión.

La incertitud necesaria
En 1944 Einstein le escribió en otra carta a Born:

"Nos hemos convertido en antípodas en relación a nuestras expectativas científicas. Tú crees en un Dios que juega a los dados, y yo, en la ley y el orden absolutos en un mundo que existe objetivamente, y el cual, de forma insensatamente especulativa, estoy tratando de comprender […].

"Ni siquiera el gran éxito inicial de la teoría cuántica me hace creer en un juego de dados fundamental, aunque soy consciente de que nuestros jóvenes colegas interpretan esto como un síntoma de vejez.

"Sin duda llegará el día en que veremos de quién fue la actitud instintiva correcta".

Pocos meses antes de que Einstein muriera, Born escribió: "Nos entendemos en asuntos personales. Nuestra diferencia de opinión sobre la mecánica cuántica es muy insignificante en comparación".

Además de dejar su huella en varios campos de la física, desde la relatividad hasta la física química, la óptica y la elasticidad, Born fue maestro de 9 físicos ganadores del Nobel, durante la "edad de oro de la física".

Al final, parece que Einstein fue el equivocado.

Ese juego de dados que conlleva una incertidumbre constante sigue pareciendo necesaria para comprender el mundo infinitamente pequeño.

Y, para Born, la incertidumbre era también clave para la vida en el mundo infinitamente más grande que el que exploró.

"Creo que ideas como certeza absoluta, exactitud absoluta, verdad final, etc. son productos de la imaginación que no deberían ser admisibles en ningún campo de la ciencia", declaró.

"Por otro lado, cualquier afirmación de probabilidad es correcta o incorrecta desde el punto de vista de la teoría en la que se basa.

"Este relajamiento del pensamiento me parece la mayor bendición que nos ha dado la ciencia moderna.

"Porque la creencia de que sólo hay una verdad, y que uno mismo está en posesión de la misma, es la raíz de todos los males del mundo". 

lunes, 21 de febrero de 2022

Religión, ciencia, política

El fundamentalismo religioso es algo más que solo religión. La palabra clave es fundamentalismo, aunque sus sinónimos son muy adecuados para el caso: extremismo, fanatismo, intolerancia… Todas son formas de prohibir el pensamiento, la razón, la ciencia y el sentido común. La postura anti-ciencia del creacionismo tiene mucho en común con otras formas de negacionismo, por ejemplo, las relativas a la catástrofe climática, el coronavirus y el sida, y también empuja a prácticas antisociales como el racismo, sexismo, homofobia, xenofobia y crímenes de odio.

El solapamiento religión-ciencia-política resulta claro cuando los antiabortistas, que citan las escrituras y que serían felices bombardeando infieles en Afganistán, enarbolan la bandera «Pro-vida es Pro-ciencia» y sostienen que la sentencia del caso Roe vs Wade fue «rancia» porque «la ciencia ha cambiado». Mucho menos científico es el «odioso pequeño argumento», como Jean y Peter Medawar lo llamaron, de la "Falacia del Gran Beethoven", que consiste en afirmar que si se está de acuerdo en interrumpir un embarazo porque el padre tuviera sífilis y la madre tuberculosis ello habría significado asesinar a Beethoven. En realidad, ni siquiera el padre de Beethoven tenía sífilis. Pero es lo de menos: el objetivo no es la verdad. Como apuntan los Medawar, a no ser que haya una conexión causal por la que una madre tuberculosa y un padre sifilítico produzcan genios musicales, de igual manera la abstinencia de relaciones sexuales privaría al mundo de un Beethoven. Cualquier famoso vale. Justin Bieber es una eventual versión actualizada. Y al tratarse de una discusión fatua Hitler puede usarse como contraargumento. Mientras tanto, la cuestión de los derechos de las mujeres se ha alejado del debate y las antiabortistas como la republicana Madison Cawthorn habla de las mujeres como «vasijas de barro santificadas por Dios todopoderoso».

En las discusiones sobre evolución y creacionismo los obscurantistas esgrimen seis argumentos retóricos tratando de dar la apariencia de un debate legítimo: 1) poner en duda la ciencia; 2) cuestionar las motivaciones e integridad de los científicos; 3) inflar los desacuerdos entre los científicos y citar a moscas cojoneras como autoridades; 4) exagerar el daño potencial; 5) apelar a la libertad personal; y 6) rechazar los descubrimientos científicos por no gustarnos sus implicaciones. En tiempos de Martín Lutero, solo era necesario contraponer fe y razón, siendo ésta «la puta del diablo, el mayor enemigo que la fe tiene».

En tiempos más recientes, la teoría de la evolución por selección natural de Darwin ha requerido un giro pseudocientífico al viejo cuento de que Dios ordenó la existencia de materia latente (modelo «logus»), o venciendo monstruos marinos y creando así otro mundo (modelo «agon»). Así, ahora tenemos el «diseño inteligente». En su Teología natural (1802), William Paley postuló de manera famosa: si encuentras un reloj deberá haber tenido éste, en algún momento, un artífice o artífices, y «cada indicio de invento, cada manifestación de diseño, que existen en el reloj, existe en las obras de la naturaleza»; por lo tanto, hubo un diseñador inteligente, una inteligencia suprema, a saber, Dios. El venerable viejo reloj fue acabado y puesto a funcionar por el profesor de derecho y convertido en cristiano Phillip Johnson, autodenominado «padre del movimiento del diseño inteligente», con su libro Darwin on Trial [Darwin a juicio], de 1991. De hecho, poner a Darwin en el banquillo de los acusados escondía un plan más ambicioso. La estratagema política de Johnson de condenar el darwinismo, esto es, la «estrategia de la cuña» [wedge strategy], fue aprovechada por el Discovery Institute, el cual, en su manifiesto Wedge Document, establece que su objetivo no es otro que el de cambiar la cultura americana influyendo en la opinión pública y los medios de comunicación para reflejar valores evangélicos en la esfera política. Como para Johnson, sus credenciales científicas podrían ser mejor entendidas si añadimos a su currículum el hecho de que pertenecía a un grupo que afirma que el VIH no causa el sida. Pero da igual la ciencia y la verdad, es su política la que importa. Otro negacionista del sida, un moonie y predicador del diseño inteligente, Jonathan Wells, explica que su motivo para estudiar teología cristiana en Yale y conseguir un segundo doctorado en biología en Berkeley fue que el hombre de negocios reverendo Moon (valor neto de su riqueza: unos 900 millones de dólares) lo convenció de dedicar su vida a «destruir el darwinismo, tal y como hacen muchos de mis compañeros unificacionistas que ya habían dedicado sus vidas a destruir el marxismo». El Marx materialista: otro anatema.

Pero el darwinismo fue un mazazo para el pensamiento mágico sobre la evolución. En palabras de Jerry A. Coyne, «la vida en La Tierra evolucionó gradualmente con una forma de vida primitiva –quizá una molécula autorreplicante– que vivió hace más de 3,5 mil millones de años; se ramificó con el paso del tiempo, arrojando muchas nuevas y diversas especies; y el mecanismo de la mayoría (pero no todo) el cambio evolutivo es la selección natural». En un artículo de opinión precisa los peligros políticos y en derechos humanos de cualquier posición intermedia que ponga a científicos y creacionistas en un debate entre iguales:

[…] pretender que la fe y la ciencia son vías igualmente válidas de encontrar la verdad, no solo debilita nuestro concepto de verdad, sino que también da a la religión una inmerecida autoridad que no hace nada de bien al mundo. Porque es la certeza de la fe de que tiene un dominio de la verdad, combinada con su incapacidad para verdaderamente encontrarla, lo que produce cosas como la opresión de mujeres y gays, la oposición a la investigación con células madre y a la eutanasia, los ataques a la ciencia, el rechazo de los anticonceptivos para controlar el embarazo y prevenir el sida, la represión sexual y por supuesto todas las guerras, bombas suicidas y persecuciones religiosas.

Creacionistas de varias tendencias cristianas siguen repitiendo que el registro fósil está lleno de lagunas («Enséñame tus ‘eslabones perdidos’»), los famosos eslabones perdidos ausentes que son supuestamente suficientes para desmontar cualquier argumento evolucionista. Richard Dawkins responde, «[…] no necesitamos fósiles para demostrar que la evolución es un hecho. La evidencia de la evolución sería totalmente segura, incluso si ningún cadáver hubiera sido fosilizado». Aunque Dawkins y otros científicos lo han mostrado, («más allá de dudas razonables, más allá de dudas serias, más allá de dudas inteligentes, informadas y sanas, más allá de toda duda la evolución es un hecho»), el hecho no parece tener muchos seguidores. Quienes están seguros de sus creencias no necesitan hechos. Es más, como dijo Peter Medawar, «para un biólogo la alternativa al pensamiento evolucionista es no pensar».

Una encuesta de Gallup de 1982 sobre evolución, creacionismo y diseño inteligente muestra cómo las creencias religiosas se resisten a los cambios de época. El formato de la encuesta es siempre el mismo. «¿Cuál de las siguientes afirmaciones se acercan a las visiones sobre el origen y desarrollo de los seres humanos: i) los seres humanos se han desarrollado tras millones de años desde formas menos avanzadas de vida, pero Dios guio este proceso; ii) los seres humanos se han desarrollado tras millones de años desde formas menos avanzadas de vida, pero Dios no ha participado en este proceso; y iii) Dios creó los seres humanos en su forma actual en algún momento en los últimos 10.000 años?». En el siguiente gráfico aparecen los resultados hasta 2019, el último año con encuesta:

Han cambiado poco en casi cuarenta años. Los creyentes en la evolución guiada por Dios han ido del 38 al 33%; quienes creen que Dios creó a los humanos en su presente forma han caído del 44 al 40%; y la gran variación se produce con aquellas personas que aceptan lo que ha mostrado la evidencia científica, del 9 al 22%. Obsérvese que las dos primeras opciones sobrenaturales suman en el año 2019 el 73% frente al 22% de los bien informados científicamente. ¡Esto en uno de los países más avanzados científicamente del mundo! El creacionismo y el diseño inteligente han estado ganando terreno en Europa, especialmente en Alemania y Polonia, al igual que en Reino Unido, Brasil (donde sus intenciones políticas son claras) y por muchas partes de Latinoamérica. Uno de los principales propagandistas creacionistas fuera de la cristiandad es el supuestamente laico Estado de Turquía, especialmente significativo por su influencia en las poblaciones musulmanas de Europa. El presidente Erdogan quiere crear «generaciones piadosas» y la teoría de la evolución (que el antiguo viceprimer ministro Dr. Numan Kurtulmus llama arcaica y decaída) ha sido casi suprimida de los currículos escolares para dejar paso a más Kemal Ataturk, más religión y más yihad.

En la Europa cristiana la religión manda. En otras palabras, el laicismo –definido como «un sistema político caracterizado por la exclusión del control e influencia eclesiásticos»– que debería ser la base de la democracia moderna, no existe en Europa. Como un informe apunta,

En Europa no hay diferentes ideales laicos, sino más bien diferentes figuras de la relación entre las religiones y el poder público, según el grado de laicización mayor o menor en base al ideal que se haya alcanzado en cada país. Si bien todos los países firmaron la Convención Europea de los Derechos Humanos (a través del Consejo de Europa, en 1950), por la que se obligan a respetar la libertad de conciencia y de pensamiento, así como la libertad de elegir una religión o de no adoptar ninguna, no se respeta la igualdad de derechos de los diversos creyentes, ateos y agnósticos, porque la religión sigue gozando en la mayoría de los países de un estatus de derecho público, acompañado de privilegios financieros y de otros tipos (educativos, simbólicos, jurídicos). Los ciudadanos no disfrutan de una ‘igual libertad’, piedra de toque del laicismo.

Naturalmente, existen diferencias entre los estados. Si Francia sería el que más cercano estaría a un estado laico, el Reino de España o Italia estarían entre los más lejanos, con vergonzosos privilegios para la iglesia católica incomprensibles en el siglo XXI en un estado con pretensiones democráticas. Pero en Grecia, Países Bajos, Bélgica, Reino Unido, Suecia, Alemania, Polonia… para qué seguir, sus iglesias protestantes o católicas o ortodoxas tienen privilegios comparativos inmensos con respecto a otras religiones o con respecto a los ateos. Sin embargo, mientras algunos estados ligan las fundaciones religiosas a «potenciales contribuciones positivas a la sociedad», un informe de 2021 del Foro del Parlamento Europeo para Derechos Sexuales y Reproductivos encontró que las fundaciones para actividades contra los derechos de mujeres y LGTB suman más de 700 millones de dólares desde 2009, con más de 340 millones provenientes de Europa, incluyendo «fundaciones privadas, grupos religiosos, ONGs y partidos políticos, con las principales fundaciones católicas de Francia, Alemania, Italia, Polonia y el España entre los mayores financiadores». Más aún, «los extremistas religiosos han aprovechado la financiación pública» también y están consiguiendo dinero de gobiernos con proyectos para convencer a mujeres de seguir adelante con embarazos no deseados y para la educación conservadora de niños. Si la religión es un asunto privado como exige un estado secular, ninguna religión debería recibir fondos públicos, y menos una o dos a expensas de otras.

La discriminación religiosa también incluye la costumbre aparentemente inofensiva de agrupar a la gente bajo rúbricas religiosas. La socióloga argelina Marieme Hélie-Lucas señala los peligros:

Es pernicioso calificar religiosamente, sin haberles jamás preguntado si son o no creyentes, a personas que viven en todo el mundo, principalmente en Asia y en África (el Oriente Próximo no representa numéricamente sino una ínfima minoría de los presuntos musulmanes del planeta). Es ignorar la masa de agnósticos y de ateos, y es atribuirnos a la fuerza una identidad religiosa que muchos de nosotros rechazamos, incluidos no pocos creyentes. Hacer de una “fe” una “raza” es lo que sufrieron los judíos, ¡y ya se vio con qué costes! Ahora está en vías de pasarles a los presuntos musulmanes…

Las aguas se enturbian más incluso, especialmente en Europa, con la distinción entre religiones fundamentalistas y no-fundamentalistas. No obstante, el islam, el cristianismo y el judaísmo son todas fundamentalistas en la definición generalmente aceptada de religión en tanto creencia incuestionable y veneración de un poder sobrehumano, especialmente un Dios personal o dioses, así como de dogmas y la autenticidad de libros «sagrados» y demás.

Quizá, necesitemos preguntarnos la pregunta esencial de quién lo hizo. ¿Quién se beneficia? Walter Benjamin nos ofrece una pista. El fanatismo occidental tiene más que ver con el capitalismo que con Dios: «el capitalismo se ha desarrollado como un parásito de la cristiandad en Occidente … hasta llegar al punto de que la historia de la cristiandad es esencialmente la de su parásito –esto es, el capitalismo–». Antes que él, en su estudio de cuarenta años del fetichismo (un compromiso o devoción excesiva o irracional a una cosa particular), Marx (El capital III, Parte 7, Cap. 48) había ampliado su categoría de fetiche para incluir casi todo componente del capitalismo, describiendo «la completa mistificación del modo de producción capitalista» para producir «un mundo encantado, pervertido y patas arriba» donde las cosas son personificadas y «las relaciones de producción devienen cosas» en «esta religión de la vida cotidiana». Esta es la religión realmente peligrosa –destructora del planeta–. Y la creencia en algún plan divino es una de las formas de negar que los humanos somos los responsables de inventarlo.

Daniel Raventós Es editor de Sin Permiso. Doctor en Ciencias Económicas, profesor titular del departamento de Sociología en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, y miembro del grupo de investigación GREECS. Su último libro es "La renta básica: ¿Por qué y para qué?" (Catarata, 2021).

Julie Wark Antropóloga y traductora profesional. Es autora del “Manifiesto de derechos humanos” (Barataria, 2011) y miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.

domingo, 22 de agosto de 2021

_- CIENCIA RECREATIVA Una estafa de patas cortas

_- Las “frases torturadas” revelan unas pésimas prácticas en la publicación científica

Hay grados de timos. No es lo mismo el timo de la estampita, donde el timado merece haberlo sido, que bloquear la red de un hospital para pedir un rescate en todo lo alto de la pandemia, lo que se puede considerar un caso de pura maldad. También hay grados en la estafa científica, desde el fraude planeado con la precisión de un robo al Banco de España ―como el que montó el coreano Hwang con los primeros embriones humanos clónicos― hasta un retoque de Photoshop para eliminar esa molesta célula de la derecha, como hizo Stalin con Trotsky con artes más primitivas. El último grito en estafas científicas ocupa un lugar intermedio entre esos dos extremos morales. Consiste en colar por papers, o artículos científicos revisados por pares, cosas que no lo son.

El científico de la computación Guillaume Cabanac y dos colegas empezaron en abril pasado a percibir las mismas expresiones absurdas repetidas en varios papers de su especialidad académica. Por ejemplo, “información colosal” donde debería decir big data; “consciencia falsificada” en vez de inteligencia artificial; o “sobras de vitalidad” en lugar de energía remanente. Las mismas frases estúpidas reaparecían en un paper y otro, como si los autores hubieran enloquecido de manera independiente y simultánea. Cabanac, de la Universidad de Toulouse, y sus colegas llaman a esas expresiones absurdas “frases torturadas”, y les han conducido a un sistema novedoso de descubrimiento de estafas científicas.

Las “frases torturadas” tienen toda la pinta de ser producto de algún programa para disfrazar los plagios mediante una traducción automática de ida y vuelta. Donde el texto original decía big data, el sistema lo traduce a otra lengua, y luego de vuelta al inglés, con el resultado ridículo de “información colosal”. Se parece un poco a ese juego en que uno le cuenta una historia al de al lado, que a su vez se la rebota al de al lado y así hasta dar la vuelta a la mesa, cuando la historia le llega al primero en un estado irreconocible. Esto despista a menudo a los sistemas de detección de plagios que utilizan las editoriales, pero, como se ve, no a los escasos científicos de carne que de verdad leen el paper.

Cabanac ha revisado los trabajos publicados (y recogidos en Dimensions, una base de datos de artículos citados por otros colegas) y ha descubierto nada menos que 860 papers en los que aparece al menos una de las frases torturadas. La mayoría pertenecen al campo de la computación, y 31 de ellos se han publicado en la misma revista científica, Microprocessors and Microsystems. Solo por ello, esas investigaciones han quedado bajo sospecha y deberían retractarse. Los editores de la revista técnica están investigando el tema, pero me temo que no van a tener otra salida. Son un coladero de mala ciencia, y la publicación está gravemente tocada. Los autores de los artículos empezarán a desfilar después por la pasarela de la vergüenza. Muchos son chinos. Y todo esto es seguramente la punta de un iceberg muy grande.

La ciencia no se puede permitir estas excrecencias. Es esencial detectarlas y extirparlas del sistema, y cada vez hay más científicos dedicados a ello. Dejo a la consideración del lector la moraleja para otras áreas del conocimiento.

JAVIER SAMPEDRO

viernes, 13 de agosto de 2021

_- "Hoy, el que no tiene más de un par de ojos, está ciego": Benjamín Labatut, el autor chileno de "Un verdor terrible" recomendado por Barack Obama


_- Al escritor chileno, Benjamín Labatut, las historias que más le atraen "son aquellas en las cuales un ser humano se topa de golpe con algo que no es capaz de comprender".

El infortunio de Fritz Haber, el químico que creó el pesticida Zyklon sin saber que los nazis terminarían utilizándolo en los campos de exterminio para asesinar a miembros de su propia familia; las exploraciones matemáticas de Alexander Grothendieck que lo llevaron al delirio místico, al aislamiento y la locura; y la lucha de los dos fundadores de la mecánica cuántica que generó el principio de incertidumbre.

Estas y otras historias son parte de Un verdor terrible, el tercer y último libro del escritor chileno, Benjamín Labatut.

El texto —que, según él, tiene un formato "inclasificable" dentro de las categorías tradicionales de la literatura— ha sido ampliamente reconocido: no solo fue uno de los seis seleccionados en la Lista Corta del prestigioso premio Booker Prize International 2021, sino también fue destacado por personajes como el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien lo recomendó en su última lista de lectura para el verano boreal.

Este éxito algo inesperado le ha dado a su autor una cuota de fama que él mira con desconfianza (y bastante a regañadientes).

"Sé que el Booker va a cambiar mi vida, de hecho, ya la está cambiando. Pero no sé si quiero que mi vida cambie. Al final, no hay ningún premio, ningún reconocimiento que me vaya a hacer escribir mejor", reflexiona.

Nacido en Róterdam, Países Bajos, en 1980, Labatut se crió en distintas ciudades del mundo, pasando por Buenos Aires y Lima, entre otras. A los 14 años se instaló en Santiago, la capital chilena, donde estudió periodismo.

Y luego, se dedicó a escribir. La Antártica empieza aquí y Después de la luz son sus dos primeras obras, también difíciles de clasificar.

En esta entrevista con BBC Mundo, Labatut repasa las motivaciones detrás de sus libros, su interés por la vida —y el delirio—de los científicos, y su particular forma de explorar y presentar la realidad.

Porque la realidad —advierte— no es sólo lo que vemos cuando abrimos los ojos. "La parte más importante, de hecho, solo está al alcance de quien los cierra".

En "Un verdor terrible" los relatos están basados en episodios de la vida de algunos destacados científicos. ¿Qué te atrae particularmente de la vida de ellos y por qué los elegiste como tus personajes principales?

Para bien y para mal, hoy la ciencia es la forma en que el ser humano interactúa con el misterio. A mí, lo que me atrae es la amplitud de su mirada, porque no solo estudia lo trascendental, sino también lo nimio, lo ridículo, lo imperceptible.

Valoro su ambición, porque es absoluta, y creo que su búsqueda —la búsqueda del conocimiento— es un viaje alocado que no tiene fin, ni puerto en que encallar.

Uno de los relatos del último libro de Labatut se relaciona con la creación del pesticida Zyklon que los nazis utilizaban en los campos de exterminio.

Esa fascinación sin límites, es a mi gusto, una parte esencial de lo humano. Es una necesidad tan primordial, poderosa e inconsciente que no debiera sorprendernos el hecho de que la ciencia y la tecnología nos tengan a un paso del abismo.

Cosa que tampoco me parece tan terrible, porque es justamente ahí —de lo hondo, del vacío— donde surgen las maravillas.

¿Qué tipo de historias te interesa contar?

Las historias que me atraen son aquellas en las cuales un ser humano se topa de golpe con algo que no es capaz de comprender.

La diferencia entre los científicos sobre los que escribo y las personas comunes y corrientes como yo, es que ellos no se quedan de brazos cruzados ante lo desconocido; tienen herramientas, tienen un método, tan oscuro como luminoso, para indagar en sus obsesiones y en las preguntas que los torturan.

Están tomados por la duda, sufren sus ganas de saber como quienes sufren el amor, y muchas veces pierden el alma debido a eso, o se queman, o se condenan, o son condenados producto de lo que trajeron al mundo.

Yo uso la ciencia y las matemáticas como una excusa para hablar de aquellas cosas que ni las palabras ni las ecuaciones pueden tocar.

¿Qué puntos de encuentro tienen la literatura y la ciencia?

El deseo que anima a la literatura es tan extremo como el que late detrás de la ciencia: el intento, fallido por principio, de poner el mundo en palabras, de darle una forma humana al caos de la experiencia. Pero la ciencia, a diferencia de la literatura, ha cobrado vida propia; es como si fuese otra mente, un sistema caníbal que opera por sí mismo, que se justifica con su propia lógica y se alimenta de si.

Lo que me atrae tanto de la ciencia es que es —junto con el arte— un ámbito de lo humano que se sale de todos los límites, que no le debe lealtad a nada, y que rompe, casi sin miramientos, con lo que consideramos bueno y malo, moral e inmoral.

Como dijo John von Neumann, es útil para cualquier propósito, pero indiferente ante todos. Esa libertad radical es peligrosa, pero también es muy necesaria, porque tiene que haber un aspecto inhumano en el fenómeno humano, algo que no se arrodille ante los valores de la época, que no reconozca ninguna autoridad, que se cague en lo que está de moda, que se ría de las grandes verdades espirituales, que ignore los triunfos morales y civilizatorios de nuestra especie.

La literatura, por su parte, florece donde asoman los cuernos del diablo, o donde queda algo del polvo que le cae a las hadas, porque la literatura corre detrás de las huellas que va dejando el espíritu. Es una gran herramienta para ahondar en las fallas en la lógica del universo, sirve para para pillarle los errores a dios.

¿Cómo fuiste creando las historias de tu último libro?

A mi me interesan dos cosas que pueden parecer muy alejadas, pero que tal vez sean una sola: los fundamentos, lo que podríamos llamar la base de la realidad, y la carne, las ideas que encarnan.

En este libro me fui topando con cierto tipo de historias, muy específicas, en las cuales algo abstracto de pronto toma cuerpo; es el caso de Karl Schwarschild, que encontró la primera solución a las ecuaciones de la relatividad general mientras agonizaba por una enfermedad necrotizante que le estaba comiendo la piel, en el frente ruso de la Primera Guerra Mundial.

O Werner Heisenberg, que sufrió un ataque de alergia en una isla desierta, y que logró desentrañar las reglas que rigen el mundo subatómico con la cara deformada por la hinchazón y los párpados tan hinchados como los de un boxeador.

En ambos casos, ideas que parecen ser totalmente ajenas al ser humano se vuelven dolorosa materia.

Seguir aquí, https://www.bbc.com/mundo/noticias-57943009

miércoles, 11 de agosto de 2021

El sentido de la vida.

Hay grados de ateísmo en la ciencia. Newton reconocía la existencia de Dios, Einstein lo identificaba con la elegancia matemática del Cosmos y Steven Weinberg rompe la báscula

Con Steven Weinberg (1933-2021), el mundo no solo ha perdido a uno de los grandes físicos de la historia, sino también a uno de los ateos más correosos de nuestro tiempo. “Cuanto más comprensible parece el universo, menos sentido parece tener”, escribió en su influyente libro de 1977 Los primeros tres minutos. Ese punto de vista desolador le procuró los vituperios del público y las críticas de sus propios colegas. Los creyentes, como es natural, lo vieron como una embestida a su Dios, su fe y su sed de trascendencia. Lo que inquietaba a los científicos, sin embargo, era una cuestión aparentemente similar, pero muy diferente en el fondo.

Hay grados de ateísmo en la ciencia. El grado cero es el de Newton, que pese a haber descubierto el mecanismo matemático que rige los cielos, era en realidad un fervoroso creyente que interpretó sus hallazgos como una prueba de la existencia de Dios: “Este precioso sistema del Sol, los planetas y los cometas solo puede emanar del consejo y el dominio de un ser inteligente y poderoso”, escribió en los Principia de 1687. Vale que en la época convenía tener cuidado con estas cosas, vistas las que habían pasado Kepler y Galileo con la santa madre Iglesia. En el siglo anterior, Copérnico ni siquiera se había atrevido a publicar en vida su modelo heliocéntrico. Cabrear a los obispos seguía sin parecer una buena idea en tiempos de Newton.

Darwin, que estudió teología en Cambridge y se vio obligado a abandonar poco a poco esa doctrina por culpa de sus propios hallazgos, teorizó correctamente que todos los seres vivos que pueblan la Tierra provienen “de uno o unos pocos organismos muy simples y primordiales” ―hoy los llamamos bacterias y arqueas―, pero nunca se atrevió a ir más allá, hasta la generación de la vida a partir de la materia inerte, y dejó así un margen de actuación para el Dios de los cristianos.

También puso un admirable cuidado estilístico en la floritura que cierra el Origen de las especies: “Hay grandeza en esta concepción de que la vida (…) fue originalmente alentada por el Creador en unas cuantas formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado (…) infinidad de formas cada vez más bellas y maravillosas”. También es verdad que, si el viejo Charles pretendía con ello aplacar a las fuerzas doctrinarias, no lo consiguió en absoluto. Las iniciativas judiciales de los creacionistas para excluir la evolución de la enseñanza pública siguen incluso hoy envenenando la educación en la América profunda.

El Dios de Einstein, que es el de Spinoza, tiene mucho más interés científico. El genio judío rechazó de plano el Dios personal de las religiones, que te guía, te observa y te castiga encaramado a tu hombro como el loro de los piratas, pero abrazó una especie de panteísmo que identificaba a Dios con la elegancia matemática del cosmos. Weinberg ha eliminado incluso a ese Dios de los científicos y lo ha sustituido por un ateísmo puro, la percepción de que el universo no tiene ningún sentido ni trascendencia. Ahí fuera no hay dioses, solo leyes de la naturaleza. Ay, cómo adoro a este hombre.



miércoles, 20 de enero de 2021

_- La olvidada ciencia rusa

_- La creación de la Sputnik V es consecuencia de una historia de desarrollos científicos en Rusia: en 1919, por ejemplo, gracias a los esfuerzos de Nikolay Gamaleya, en cuyo honor fue bautizado el centro de investigación que desarrolló la vacuna contra el coronavirus, la Unión Soviética fue el primer país del mundo en erradicar la viruela. Este tipo de avances, sin embargo, han quedado ocultos por los relatos occidentales, que no tienen en cuenta los logros rusos y ahora se sorprenden ante el anuncio de la creación de la Sputnik V.

Con una maleta en una mano y una lista inagotable de preguntas en la otra, tres científicos soviéticos atravesaron la Cortina de Hierro. El 18 de enero de 1956 viajaron a Estados Unidos. Los virólogos Anatoli Smorodintsev, Mikhail P. Chumakov y su compañera Marina Voroshilova no lo hicieron solos: un agente de la KGB seguía sus pasos minuto a minuto, como una sombra.

La poliomielitis arrasaba en la Unión Soviética, así como en otros rincones del planeta. El historiador Saul Benison sostiene que fue el aumento en la incidencia de esta enfermedad paralizante y que afectaba principalmente a niños lo que convenció a las autoridades soviéticas de que era costoso, social y económicamente, no aprovechar los grandes avances en la investigación biomédica desarrollados en Occidente. Los estadounidenses, por su parte, no tenían mucho que perder: ambas potencias compartían un enemigo en común, el poliovirus, un invasor invisible que no respetaba clase, estatus, sexo, religión, nacionalidad o ideología.

Chumakov y Smorodintsev eran por entonces las figuras más destacadas de la virología soviética. Años antes habían desarrollado la primera vacuna contra la gripe. Una vez en Estados Unidos visitaron los laboratorios de Jonas Salk, quien en 1955 había desarrollado una vacuna efectiva, e inspeccionaron sus métodos de producción. Pero con quien mejor congeniaron fue con su oponente científico, Albert Sabin, que estaba probando una vacuna mucho más efectiva y barata, en base a poliovirus vivos pero atenuados, que se podía tomar por vía oral. Había, sin embargo, un problema: pese a lo prometedora que parecía la vacuna, las autoridades estadounidenses se mostraban reacias a permitir la realización de ensayos con virus vivos.

Sabin, entonces, le entregó tres cepas de virus atenuado a los científicos soviéticos para que las estudiasen e investigaran la vacuna en Moscú y Leningrado. Como gesto de buena voluntad, autorizado por el Departamento de Estado, en junio de 1956 el reconocido virólogo polaco nacionalizado estadounidense voló a la Unión Soviética: allí dio charlas, visitó laboratorios y escuchó nuevas ideas. Como la de Chumakov de suministrar la vacuna en forma de caramelos o terrones de azúcar. Así fue cómo durante años telegramas y frascos de vacunas viajaron de un lado al otro del mundo.

En Moscú, Chumakov y Voroshilova no tardaron en vacunarse a sí mismos. Pero precisaban probarla en los principales afectados, es decir en niños. Entonces, en un acto que hoy sería desaprobado por cualquier comité de ética, le dieron la vacuna a sus tres hijos y a varios sobrinos. “Formamos una especie de fila”, recuerda Peter Chumakov, que tenía por entonces siete años. Poco después, su madre pasó a entregarles a cada uno un terrón de azúcar mezclado con poliovirus debilitado.

El cuestionable experimento terminó convenciendo a altos funcionarios soviéticos y los científicos procedieron con ensayos más amplios: en 1957 se vacunaron 67 niños con la vacuna desarrollada en conjunto por Sabin, Chumakov y Voroshilova. Luego fueron 2.010 pacientes y en 1958 llegaron a 20 mil.

De enero a mayo de 1959, los científicos soviéticos probaron la nueva vacuna en 10 millones de chicos en toda la Unión Soviética, en el ensayo de campo más grande hasta la fecha en la historia de la polio. No solo se realizó en hospitales y clínicas, sino también en escuelas y guarderías: en los meses siguientes, prácticamente todos los menores de 20 años recibieron la vacuna, ya sea con un gotero o dentro de un caramelo.

Los resultados, sin embargo, no fueron inmediatamente aceptados por la comunidad científica internacional. Pese a que el programa de inmunización realizado en la Unión Soviética con la vacuna de Sabin había sido exitoso, sin incidentes ni casos de parálisis inducida por la vacuna, cuando Chumakov compartió la noticia en una conferencia científica en Washington hubo quienes expresaron dudas. Todavía había científicos occidentales que se negaban a aceptar los informes del otro lado de la Cortina de Hierro. “La reacción general, que no solía ser expresada públicamente, era: ‘Bueno, no puedes confiar en nada de lo que hacen esas personas’”, comentó Sabin. Pero el logro documentado de la colaboración Sabin-Chumakov finalmente superó las diferencias ideológicas.

Un año después, una representante de la Organización Mundial de la Salud, Dorothy Hortsmann de la Universidad de Yale, recorrió la Unión Soviética, donde reconoció la seguridad de la vacuna y una reducción significativa de los casos de parálisis.

Esta vacuna oral –durante un tiempo conocida como la “vacuna comunista”– se convirtió en el arma preferida contra el virus de la polio en todo el mundo. Incluso en Estados Unidos, donde su uso fue autorizado en 1962. A la Argentina llegó en 1967.

Mientras las superpotencias se amenazaban mutuamente con destruirse con armas nucleares, la colaboración científica entre norteamericanos y soviéticos derivó en uno de los mayores logros médicos del siglo XX y salvó innumerables vidas.

Ciencia detrás de la cortina de hierro
Como ocurre con esta olvidada cooperación, la historia de la ciencia rusa suele ser poco conocida (u ocultada), pese a contar con figuras destacadas como Dmitri Mendeleev –creador de la tabla periódica de los elementos–, el fisiólogo Ivan Pavlov –primer ruso en recibir un premio Nobel–, Alexander Fersman –fundador de la geoquímica–, Dmitry Ivanovsky –descubridor de los primeros virus–, Vera Gedroitz –la primera profesora de cirugía del mundo–, el neuropsicólogo Alexander Luria –investigador de la afasia–, Sergei Korolev –padre del programa espacial soviético– o el genetista Nikolai Vavilov -quien dedicó su vida al estudio y mejoramiento del trigo, maíz y otros cereales para alimentar al mundo y murió de hambre en 1943 en un gulag en Siberia, donde había sido enviado por orden de Stalin.

Con momentos trágicos a raíz de purgas y persecuciones y otros de gran florecimiento, la ciencia rusa –usualmente dividida en los períodos zarista, soviético y post-soviético– tiene una larga trayectoria que suele ser dejada de lado, o mirada con desdén, por la narrativa histórica predominante (esto es, occidental).

Durante el siglo XIX, por ejemplo, Nikolay Gamaleya –en cuyo honor fue bautizado el centro de investigación que desarrolló la vacuna Sputnik V contra el nuevo coronavirus– trabajó con Luis Pasteur en el desarrollo de la vacuna contra la rabia, así como en investigaciones sobre el cólera, la tuberculosis, el tifus y el ántrax. Fundó en 1891 el primer Instituto Bacteriológico de Rusia y en 1919 –151 años después de que la emperatriz rusa Catalina la Grande se ofreciera como voluntaria para vacunarse contra la viruela en un esfuerzo por mostrar a sus súbditos que la técnica médica emergente era segura–, Gamaleya desempeñó un rol fundamental en la primera campaña de vacunación universal de la historia de la humanidad. Diez años después, la Unión Soviética fue el primer territorio que anunció la erradicación de la viruela.

Para la década de 1980 había más científicos e ingenieros en la Unión Soviética que en cualquier otro país del mundo. “Pero la historia y los logros de esa comunidad científica son poco conocidos en Occidente”, indica el historiador de la ciencia Loren Graham, de la Universidad de Harvard. “La ciencia soviética, por ejemplo, no se organizó tradicionalmente sobre la base de la revisión por pares y las subvenciones de investigación, sino en la financiación en bloque de institutos enteros”.

Ingenieros y científicos rusos desarrollaron el láser, construyeron lamparitas eléctricas antes que Thomas Edison, transmitieron ondas de radio antes que Guglielmo Marconi, pusieron en órbita el primer satélite artificial y, además de mandar sondas a la superficie de Venus y Marte, fueron los primeros en llegar a la Luna con la sonda Luna 2 en 1959. Como señala Graham: “Todos los gobernantes de Rusia, desde Pedro el Grande hasta Vladimir Putin, han creído que la respuesta a los problemas de la modernización son la ciencia y tecnología en sí mismas”.

Desdén occidental
En cierto modo, las reacciones de indiferencia y escepticismo que despertó la vacuna Sputnik V responden también a esta ignorancia y a la visión distorsionada que se tiene desde Occidente de la tradición científica rusa. Impulsadas por las diferencias lingüísticas, culturales y políticas, la mayoría de las iniciativas rusas son recibidas con sospecha.

Pero, más allá de estos prejuicios y las movidas geopolíticas propias de estos desarrollos, están la historia y los hechos. El Centro Nacional Gamaleya de Epidemiología y Microbiología viene trabajando desde la década de 1980 con adenovirus, un tipo especial de virus en el que se basa la vacuna Sputnik V para provocar la respuesta inmune y entrenar al cuerpo para evitar la infección. Previamente, ya había desarrollado vacunas contra el virus del Ébola y el MERS (o Síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio).

A diferencia de países como Estados Unidos y aquellos de la Unión Europea en los que los laboratorios farmacéuticos –un sector conocido como “Big Pharma” que busca redimirse ante la opinión pública– imponen sus drogas con precios astronómicos, además de lograr cambios en las legislaciones gracias a su fuerte poder de lobby, Rusia demostró su capacidad para desarrollar de manera independiente un medicamento que podría aplacar la pandemia. “Esto simboliza el regreso de Rusia a las principales ligas farmacéuticas”, señala el diplomático francés Jean de Gliniasty, del Instituto Francés de Asuntos Internacionales y Estratégicos.

Por el momento, la vacuna Sputnik contra el coronavirus se expande por el mundo, con inoculaciones en Rusia, Argentina, Bielorrusia y próximamente en Serbia, Hungría, Venezuela y Bolivia. Quizás, como ocurrió con la vacuna estadounidense-soviética contra la polio, en 50 años nadie se acuerde de estas sospechas, más políticas que científicas.

Federico Kukso. Periodista científico, miembro de la comisión directiva de la World Federation of Science Journalists. Autor de Odorama: Historia cultural del olor, Taurus, 2019.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Fuente: https://www.eldiplo.org/notas-web/la-olvidada-ciencia-rusa/