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domingo, 23 de marzo de 2025

_- El "año milagroso" de Einstein en el que escribió 5 estudios científicos que revolucionaron la física

Albert Einstein

_- "El brote de creatividad de Einstein en 1905 resultó asombroso", escribe el biógrafo Walter Isaacson.

Mientras trabajaba evaluando solicitudes de patentes de métodos para sincronizar relojes y otros procedimientos rutinarios, Albert Einstein escribió cinco estudios científicos que revolucionaron la física hace 120 años.

Ese 1905 pasó a la historia como el Annus mirabilis ("año milagroso") del físico alemán.

Por ese entonces, era un empleado de la Oficina de Patentes de Berna, Suiza, que trabajaba ocho horas de lunes a sábado, aunque según cuenta en una carta a su amigo Conrad Habicht fechada entre junio y septiembre de 1905, cada día tenía "ocho horas para perder el tiempo".

En ese momento, Einstein también tenía dos años de casado y era padre primerizo, pero era sobre todo, un genio desconocido

Pese al anonimato, el entonces joven de 26 años estaba al tanto de las incógnitas pendientes para los científicos y dedicaba su tiempo libre a tratar de resolverlas.

Los cinco trabajos que Einstein escribió en 1905 y que publicó en la revista Annalen der Physik tratan sobre problemas relacionados con tres grandes ramas de la física de esa época: la mecánica clásica, el electromagnetismo y la termodinámica, explica a BBC Mundo Dennis Lehmkuhl, editor científico de Einstein Papers Project, del Instituto de Tecnología de California (Caltech).

Para el físico español Roberto Emparan, autor del libro "Iluminando el lado oscuro del universo", "es sorprendente que alguien joven, desconocido, vaya directamente al grano de los principales problemas abiertos".

"Pero Einstein tenía instinto para identificar los problemas importantes, reducirlos a su esencia y avanzar. En eso era excepcional", le dice Emparan a BBC Mundo.

Además, "tenía el ímpetu necesario" para prescindir de ideas convencionales y dejar al descubierto las contradicciones de la física, "y su imaginación visual le permitía dar saltos conceptuales que escapaban a otros pensadores más tradicionales", explica por su parte Walter Isaacson en la biografía "Einstein: su vida y su universo".

Como resultado de estas habilidades extraordinarias, dejó para la historia un Annus mirabilis como solo el célebre Isaac Newton había alcanzado antes.

Isaac Newton

Isaac Newton

Fuente de la imagen,Getty Images


Pie de foto,
Newton también tuvo su propio Annus mirabilis, cuando desarrolló su famosa teoría de la gravedad. 

Entre 1665 y 1666 el matemático, astrónomo y físico inglés desarrolló el cálculo, la teoría de la composición de la luz y la teoría de la gravedad, mientras estaba recluido en su casa familiar para protegerse de una epidemia de peste que asolaba Inglaterra.

¿De qué se trataban las cinco teorías qué escribió Einstein en su propio "año milagroso"?

1. Efecto fotoeléctrico

Fue por esta investigación, publicada en junio de 1905, que Einstein ganó el premio Nobel de Física en 1921 (y no por la teoría de la relatividad).

Desde 1887, gracias a Heinrich Hertz, los científicos conocían el efecto fotoeléctrico, que se produce cuando una placa metálica, al ser iluminada, emite electrones y genera una corriente eléctrica.

Los físicos de la época no podían explicar algunas particularidades del efecto fotoeléctrico si partían de la premisa -dominante en aquella época- de que la luz era una onda, dice el físico John Rigden en su libro Einstein 1905: The Standard of Greatness.

Max Planck

Max Planck

Fuente de la imagen,Getty Images


Pie de foto,
Max Planck no estaba tan contento con la aplicación de su idea de los "cuantos" de luz al efecto fotoeléctrico. 

El físico alemán Max Planck ya había introducido la idea de que la luz podía ser emitida o absorbida en forma de pequeños paquetes discontinuos de energía, que denominó "cuantos".

"Pero en verdad, [Planck] no creía que [los cuantos] fueran reales", dice el físico Christophe Galfard en su libro "Para entender E=mc²".

"Pensaba en ellos como un truco matemático para que le salieran bien los resultados de sus experimentos", agrega.

Sin embargo, Einstein aplicó la idea de Planck al efecto fotoeléctrico, al proponer que la luz realmente podía comportarse como un conjunto de partículas.

Einstein llamó "cuantos de luz" a estas partículas, que posteriormente pasaron a conocerse como "fotones".

De acuerdo a Einstein, era más fácil que la luz incidiera sobre electrones particulares concentrando su energía en forma de partículas en vez de hacerlo en forma de ondas continuas.

Las ondas no tendrían la energía suficiente para expulsar electrones del metal. En cambio cada partícula de luz podría colisionar directamente con cada electrón y expulsarlo, explica Rigden en Einstein 1905: The Standard of Greatness.

Einstein se refiere a esta investigación como "muy revolucionaria" en una carta enviada a Habitch, fechada en mayo de 1905, en la que le enumera cuatro de los estudios que estaba desarrollando ese año.

"Este estudio nos dejaba en una situación en la que no sabíamos cuál era el suelo firme para continuar. No encajaba con la física anterior", le dice Emparan a BBC Mundo. "Durante mucho tiempo este artículo no fue tomado muy en serio".

"El propio Planck, viendo una aplicación de sus ideas que parecía explicar bien las cosas, no lo aceptó. Porque la luz tenía propiedades de onda muy bien verificadas", agrega.

"Ese era el grado de confusión que había en la época. Pero Einstein tuvo un instinto excepcional para moverse en estas situaciones de confusión", señala.

De hecho, al mismo tiempo que demostraba que la luz se comporta como partículas, Einstein subrayó que "no era necesario descartar la teoría ondulatoria, pues podía seguir resultando útil para explicar fenómenos ópticos", dice Isaacson en la biografía del físico.

"Más adelante ya se comprobó que algunos fenómenos los explicas si la luz se comporta como partículas y otras veces mejor como ondas, pero tiene ambas propiedades", explica Emparan.

Sin embargo, esta dualidad de onda-partícula de la luz, uno de los fundamentos de la física cuántica, desconcertó a Einstein hasta muchos años después, escribe Isaacson.

En una carta enviada a su amigo Michele Besso, en 1951, le cuenta: "Estos 50 años de reflexión no me han llevado en absoluto más cerca de la respuesta a la pregunta: '¿Qué son los cuantos de luz?'".

2. Determinación de las dimensiones moleculares

Este estudio le valió su doctorado en la Universidad de Zúrich, en Suiza.

Varios autores lo consideran como parte del "año milagroso" porque Einstein terminó de escribirlo en abril de 1905 y lo envió a Annalen der Physik en agosto, pero fue publicado en enero de 1906, después de corregir algunos cálculos.

En esta investigación, Einstein desarrolló un método de dos ecuaciones para medir el tamaño y la masa de las moléculas.

Las ecuaciones se valían de datos sobre la viscosidad (resistencia que ofrece un líquido a la acción de fluir) y la difusión de partículas de azúcar en agua, para despejar las dos variables que buscaba: el tamaño de las moléculas y el número que hay de ellas (conocido como el número de Avogadro).

"Su tesis se convertiría en uno de sus trabajos más citados y de mayor utilidad práctica, con aplicaciones en ámbitos tan diversos como la mezcla de cemento, la producción de leche y la fabricación de aerosoles", señala Isaacson en la biografía del físico.

Mileva Maric y Albert Einstein

Mileva Maric y Albert Einstein

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Pie de foto,
En aquel 1905, Albert Einstein estaba casado con la física y matemática Mileva Maric.

3. Movimiento browniano

En 1827 Robert Brown, un botánico escocés, observó en el microscopio que unas partículas de polen llamadas amiloplastos se movían aleatoriamente cuando estaban suspendidas en agua, sin seguir un patrón definido. Pero no supo explicar por qué.

Este misterioso movimiento pasó a ser conocido como "movimiento browniano".

En su investigación, publicada en 1905, Einstein dijo que las partículas suspendidas se movían al ser colisionadas por pequeñas partículas del agua, que a su vez se movían por efecto del calor, un fenómeno de la termodinámica.

Mientras más calor haya, más se mueven las partículas, que no serían otra cosa que átomos y moléculas de agua.

Esta explicación de Einstein sirvió como una prueba de la existencia de los átomos, que en esa época todavía no estaba completamente confirmada.

Aunque hoy parezca contradictorio, en aquel entonces se podía creer en los electrones del efecto fotoeléctrico sin creer en los átomos, porque los primeros todavía no se consideraban como parte de los segundos, sino solo como pequeñas partículas de la materia con carga eléctrica negativa, dice Lehmkuhl a BBC Mundo.

Para Lehmkuhl, "el trabajo sobre el movimiento browniano es estructuralmente similar al del efecto fotoeléctrico".

Las teorías vigentes en la época describían a los líquidos y a la luz como objetos "continuos", explica.

"Einstein se preguntó: '¿Qué pasa si asumimos que estos no son realmente continuos, sino que tienen una estructura de partículas?'. Eso es lo que une a ambos estudios", agrega.

4. Electrodinámica de los cuerpos en movimiento o "relatividad especial"

Quizá este artículo, publicado en septiembre de 1905, sea el más famoso de los cinco que escribió en el "año milagroso".

Einstein contaba que el origen de su trabajo sobre la relatividad especial se remontaba a un problema que él mismo se había planteado a los 16 años: ¿cómo se vería un rayo de luz si uno viajara al lado de este a su misma velocidad?, cuenta Isaacson en la biografía del físico.

Albert Einstein

Albert Einstein

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Pie de foto,Casi 50 años después de su estudio del efecto fotoeléctrico, Einstein no entendía qué eran los cuantos de luz. 

Para resolver el problema, Einstein partió de dos grandes postulados: el de la relatividad de Galileo Galilei, de 1632, y de las ecuaciones del electromagnetismo de James Clerk Maxwell.

Es por esto que la relatividad especial fue un problema "límite" entre la mecánica clásica y la electrodinámica, dice Lehmkuhl.

Según la relatividad de Galileo, "las leyes de la física son las mismas para todos los observadores que se muevan a velocidad constante unos con respecto a otros", apunta Isaacson.

Siguiendo este principio, si dos cuerpos se mueven a velocidad constante en relación al otro, no se puede saber cuál se mueve y cuál está en reposo. Además, las velocidades de los cuerpos debían sumarse o restarse, dependiendo de si el observador se acerca o se aleja.

Por su parte, en el siglo XIX, Maxwell había descubierto que "la luz era la manifestación visible de todo un abanico de ondas electromagnéticas", dice Isaacson, al determinar que la luz y las ondas viajan a la misma velocidad, 300.000 km/s.

Las ecuaciones de Maxwell mostraban que "la luz viajaba siempre a una velocidad constante de 300.000 km/s, independientemente de la velocidad de la fuente emisora".

Según la relatividad de Galileo, si Einstein viajaba a la misma velocidad que un rayo, este debía verse como un campo magnético en reposo (como cuando vamos en un auto y otros que viajan a la misma velocidad parecen estar quietos).

Pero según las ecuaciones de Maxwell, la luz debía mantener su velocidad de 300.000 km/s.

Entonces, ¿cuál de los dos postulados era cierto?

Albert Einstein

Albert Einstein

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Pie de foto,
Albert Einstein murió en 1955 ya elevado al estatus de celebridad mundial. 

"Einstein dijo: 'Vamos a asumir que los dos son verdaderos'. Para que encajen, Einstein se deshizo de la idea de simultaneidad absoluta", explica Lehmkuhl.

Eliminar la simultaneidad absoluta significaba que dos sucesos que son simultáneos para un observador, dejan de serlo cuando el observador se mueve con respecto a uno de los dos sucesos, según explicó Einstein en su artículo.

"Dado que no existe la simultaneidad absoluta, tampoco existe el tiempo real o absoluto. Como Einstein señalaría más tarde: 'No hay ningún tictac audible en ninguna parte del mundo que pueda considerarse que es el tiempo'", dice Isaacson. "Einstein señalaba que si el tiempo es relativo, el espacio y la distancia también lo son".

"Las mediciones del tiempo y del espacio pueden ser relativas, dependiendo del movimiento de uno o más observadores. Y no hay forma alguna de afirmar que uno de los observadores es quien está en lo cierto", dice Isaacson.

Con la relatividad especial, que se aplica a cuerpos que se mueven a velocidad constante, Einstein derribó la idea de simultaneidad absoluta, del tiempo y espacio absolutos y confirmó a la velocidad de la luz como una constante universal, independientemente de la posición, movimiento o velocidad del observador.

5. Equivalencia de la masa y energía

En esta investigación, publicada en noviembre de 1905, Einstein presentó la fórmula E=mc², que es tal vez la ecuación más famosa de la historia, aunque no necesariamente sea la más fácil de entender.

En una carta enviada a Habitch, entre junio y septiembre de 1905, Einstein se refiere a este estudio, aunque reconoce que duda de sus resultados.

E=mc²

E=mc²

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Pie de foto,
"E" es por energía, "m" es por masa y la "c" con un dos simboliza la velocidad de la luz al cuadrado. 

"Una consecuencia del estudio de la electrodinámica (relatividad especial) cruzó mi mente. El principio de la relatividad, junto con las ecuaciones de Maxwell, requieren que la masa sea una medida directa de la energía contenida en un cuerpo. La luz transporta masa con ella", le dice a su amigo.

"La idea es divertida y seductora pero hasta donde sé, Dios podría estar riéndose de todo el asunto y podría muy bien haberme tomado el pelo", añade.

Sin embargo, Einstein tenía razón. En la fórmula que propuso, "E" es por energía, "m" es por masa y "c", por la velocidad de la luz (300.000 km/s) al cuadrado.

El aumento de energía causa un aumento directamente proporcional en la masa. En otras palabras, al viajar más rápido y aumentar la energía, la masa crece, y mientras más masa tiene un objeto, más difícil es acelerar, por lo que nada puede alcanzar la velocidad de la luz.

Esta fórmula completó la teoría de la relatividad especial.

"El brote de creatividad de Einstein en 1905 resultó asombroso", escribe Isaacson.

Y continúa: "Había concebido una revolucionaria teoría cuántica de la luz, había contribuido a probar la existencia de los átomos, había explicado el movimiento browniano, había cambiado el concepto de espacio y tiempo, y había ideado la que se convertiría en la ecuación más conocida de la historia de la ciencia".

En palabras de Lehmkuhl: "Todos los estudios de 1905 fueron la culminación de años de investigación y de pensar sobre estos temas. En 1905 todo se puso en su lugar".

*Este artículo fue publicado originalmente el 9 de junio de 2020.

martes, 18 de marzo de 2025

Max Planck, el padre de la teoría cuántica que intentó convencer a Hitler de que permitiera trabajar a los científicos judíos

Max Planck

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Pie de foto,Planck fue galardonado en 1918 con el Premio Nobel de Física "por su papel en el avance de la física debido al descubrimiento de la teoría cuántica".

Cuando a Max Planck le llegó el momento de decidir qué estudiar en la universidad, el entonces adolescente dudaba entre física u otras disciplinas.

Consultó a un profesor de física, quien le respondió que en esa disciplina "lo esencial ya estaba descubierto" y le recomendó que se dedicara a otra área de estudio.

El joven señaló que no le interesaba hacer nuevos descubrimientos sino comprender los fundamentos, y optó por la física.

Fue una decisión afortunada para el futuro de la ciencia, ya que Planck se convirtió en el padre de la teoría cuántica y recibió por sus descubrimientos el Premio Nobel de Física.

En BBC Mundo recordamos el aporte del físico alemán, que nació un 23 de abril, y la tragedia personal que marcó su vida.

Doctorado a los 21

Planck nació el 23 de abril de 1858 en la ciudad de Kiel, en una familia de gran trayectoria académica ya que sus antepasados habían enseñado teología en la Universidad de Gotinga.

Planck tocando el piano

Planck tocando el piano

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Pie de foto,

El físico mostró desde niño su talento para la música. Los conciertos en su casa de Berlín eran un lugar de encuentro de científicos y filósofos.

Desde niño mostró un gran interés y talento por la música y tocaba tanto el piano como el órgano y el cello.

El joven se matriculó en la Universidad de Múnich, bajo la tutela del mismo profesor que había intentado disuadirlo, Philipp von Jolly.

Planck se doctoró en física en Múnich. Su tesis de doctorado, que presentó con 21 años, se tituló "Sobre el segundo principio de la termodinámica".

El científico fue más tarde profesor de física en la Universidad de Múnich, cargo que ejerció luego en las universidades de Berlín y Kiel.

Mecánica cuántica

En 1900, Planck descubrió la constante fundamental que lleva su nombre, que es utilizada para calcular la energía de un fotón.

El físico descubrió que la radiación no es emitida ni absorbida en forma continua, sino en pequeñas cantidades a las que denominó cuantos.

Max Planck y Albert Einsteihn

Max Planck y Albert Einsteihn

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Pie de foto,

Einstein fue profesor de física en la Universidad de Berlín cuando Planck era decano de la institución.

Poco después descubrió la ley de la radiación electromagnética emitida por un cuerpo a cierta temperatura, denominada ley de Planck, que sentó una de las bases de la mecánica cuántica.

El trabajo del físico alemán, que fue verificado posteriormente por otros científicos, permitió el nacimiento de un campo totalmente nuevo en la física.

A pesar de cierta resistencia inicial, Albert Einstein y luego muchos otros científicos adoptaron las ideas de Planck para explicar que las ondas de luz se comportan también como una corriente de partículas, y que los electrones son simultáneamente partículas y ondas.

Planck fue galardonado en 1918 con el Premio Nobel de Física "por su papel en el avance de la física debido al descubrimiento de la teoría cuántica".

Gracias a los descubrimientos de Planck y su teoría cuántica, fue posible aplicar la física al mundo de lo infinitamente pequeño, un mundo muy diferente al de lo visible regido por la física tradicional.

En el mundo cuántico, un electrón ocupa simultáneamente diferentes puntos en su órbita y al saltar de una órbita a otra su trayectoria no puede predecirse.

Como señaló el físico Niels Bohr, quien usó la teoría cuántica para describir el átomo, "si nada de esto te parece desconcertante, es porque no lo has entendido".

La pérdida de su hijo Erwin

Planck tuvo una distinguida carrera académica. Fue secretario de la Academia Prusiana de Ciencias y presidió la Sociedad del emperador Guillermo para el Avance de la Ciencia.

Pero en su vida personal el científico debió afrontar numerosas tragedias.

Su hijo Erwin Planck fue asesinado por los nazis el 3 de enero de 1945, acusado de participar en un plan para asesinar a Hitler.

Planck intentó convencer a Hitler de que permitiera a los científicos judíos seguir trabajando, pero sus peticiones fueron en vano.

Planck en su biblioteca

Planck en su biblioteca

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Pie de foto,
La casa de Planck en Berlín fue arrasada en un bombardeo aéreo en 1944.

Einstein había sido uno de los pocos científicos que no tardaron en reconocer la importancia de la teoría cuántica y trabó una fuerte amistad con Planck.

Einstein fue profesor de física en la Universidad de Berlín mientras Planck era decano de la institución.

En 1944, la casa de Planck en Berlín, con sus invaluables manuscritos y biblioteca, fue arrasada en un bombardeo aéreo.

Rescatado por tropas estadounidenses

Planck y su esposa se habían refugiado de la guerra en Rogätz, un pequeño pueblo sobre el Río Elba, hasta que el sitio también se convirtió en campo de batalla.

Tras la rendición alemana, el matrimonio Planck huyó escondiéndose en bosques y establos hasta encontrar un nuevo refugio en una granja.

El célebre científico tenía entonces 87 años.

Planck fue rescatado por tropas estadounidenses y trasladado a Gotinga dos años antes de su muerte. 

El físico alemán fue finalmente hallado por tropas estadounidenses, que lo rescataron ante el avance inminente de las tropas rusas.

Planck fue trasladado a Gotinga, donde el padre de la teoría cuántica falleció el 4 de octubre de 1947 a los 89 años.

Entre los soldados estadounidenses estaba el astrónomo Gerard Kuiper, quien buscó denodadamente el paradero de Planck para salvar la vida del célebre físico que se había opuesto a los nazis, y era tan respetado en Alemania como en el resto de Europa y en Estados Unidos.

sábado, 29 de abril de 2023

Nunca lo sabremos todo.

Allí lejos hay muchas más galaxias de las que predicen los modelos evolutivos del cosmos, y son mucho más grandes y brillantes de lo que habíamos imaginado.

Los buscadores nos están dejando sin héroes ni villanos a los que atribuir las citas eruditas. Se te ocurre mirar Google y de pronto resulta que ni el teorema de Pitágoras era de Pitágoras, ni los cinco sólidos platónicos fueron descubiertos por Platón, ni Ockham tuvo jamás una navaja. No es que esto importe mucho, puesto que una historia mal atribuida o planamente falsa mantiene intacto su valor didáctico, aun cuando no haya ocurrido nunca. Una de estas leyendas cuenta que el físico británico William Thomson, más conocido como lord Kelvin, proclamó en 1900 que los grandes principios de la ciencia ya habían sido descubiertos y que solo quedaba precisar el sexto decimal de los cálculos. Kelvin nunca dijo eso, por supuesto, pero la cita se atribuye ahora a su colega Albert Michelson, lo que en realidad es todavía mejor, como verás si tienes un poco de paciencia.

El caso es que la frase que nunca dijo Kelvin se cita a menudo —yo mismo lo he hecho— para ilustrar el error garrafal de creer que el conocimiento ha llegado a su culminación. Ya lo sabemos todo, parece decirnos el falso Kelvin, abandonad toda esperanza de seguir investigando, la ciencia morirá conmigo. Pero el falso Kelvin ni había cerrado la boca cuando, entre 1900 y 1905, Max Planck y Albert Einstein descubrieron la mecánica cuántica y la relatividad, que son los dos cimientos de la física actual. Y lo cierto es que este cuento moral funciona con Michelson mucho mejor que con Kelvin, porque fueron justo los experimentos de Michelson y su colega Edward Morley los que indicaron que la velocidad de la luz es una constante fundamental de la naturaleza y pusieron en marcha la revolución de Einstein. La moraleja de la parábola sigue siendo la misma en cualquier caso: que nunca lo sabremos todo.

Muchos lectores habrán visto las imágenes espectaculares que ha obtenido el telescopio espacial James Webb (JWST en sus siglas en inglés) en sus primeros meses de trabajo. Este artefacto, un heredero muy aventajado del Hubble, ha sido diseñado a la Kelvin, con una sincera vocación de alcanzar el mismísimo confín del universo observable, que es tanto como decir el origen de todo lo que existe. Las estrellas y galaxias que ve el JWST están tan lejos que su luz ha tenido que viajar más de 10.000 millones de años para llegar a nosotros, y eso es una cifra cercana a la edad del universo (13.770 millones de años). Las primeras galaxias de aquel cosmos recién nacido están al alcance de este prodigio de la ingeniería, y los astrofísicos esperaban que tuvieran características juveniles, inmaduras, distintas de las actuales.

Pero no parece ser así. Allí lejos —o en aquellos tiempos remotos, que es lo mismo— hay muchas más galaxias de las que predicen los modelos evolutivos del cosmos, y son mucho más grandes y brillantes de lo que habíamos imaginado. Como no podemos tirar las galaxias, habrá que tirar los modelos. Si algún moderno Kelvin esperaba que el JWST fuera el último y definitivo telescopio espacial, ha vuelto a meter la pata.

Cuando oigo a un economista proclamar que nuestra actual estructura de mercado es la definitiva, me entra un ataque de risa.

lunes, 29 de agosto de 2022

_- El misterio sobre Werner Heisenberg, el físico que ganó el Nobel por la creación de la mecánica cuántica

_- Nadie duda que su principio de incertidumbre es brillante; la incertitud es sobre sus principios morales. 


 "Ahora ya estamos todos muertos, es cierto, y el mundo se acuerda de mí sólo por dos cosas: por el principio de incertidumbre y por mi misteriosa visita a Niels Bohr en Copenhague en 1941. Todos entienden de qué se trata la incertidumbre. O eso creen. Nadie entiende por qué fui a Copenhague".

Con estas palabras entra en escena Werner Heisenberg en la aclamada obra "Copenhague" del dramaturgo inglés Michael Frayn, que imagina lo que pudo haber pasado en uno de los encuentros más controvertidos de la historia de la ciencia.

Sabemos que tuvo lugar y cuándo: en septiembre de 1941, cuando Alemania estaba en la cima de su período de éxito militar, habiendo ocupado la mayor parte de Europa, derrotado a Francia y expulsado al ejército británico del continente, y cuando Estados Unidos seguía siendo técnicamente neutral.
 
Sabemos dónde tuvo lugar y cuando: en Copenhague, cuando Dinamarca estaba bajo la ocupación nazi.

Sabemos quiénes estuvieron presentes: dos físicos que habían cartografiado y explorado el universo cuántico dentro del átomo y que, juntos, habían revolucionado el mundo de la física.


Dos galardonados con el premio Nobel de Física: Niels Bohr, en 1922, "en reconocimiento por su trabajo sobre la estructura de los átomos" y Heisenberg, en 1932, por "la creación de la mecánica cuántica".

Un danés de ascendencia judía y un luterano alemán, separados en edad por 16 años, cuyas vidas estaban profundamente entrelazadas a nivel personal, intelectual y profesional, hasta aquel día de 1941.

Sabemos que el encuentro terminó abruptamente, y que Bohr quedó muy enfadado.

Lo que no sabemos es qué ocurrió, no porque no hayan hablado de ello, sino porque hay más de una versión.

E importa porque Heisenberg fue el físico que le dejó al mundo el principio de incertidumbre, pero también un mundo de incertidumbres sobre sus principios.

La duda sin resolver es si fue un villano que quiso aprovecharse de su cercana relación con el danés en beneficio del proyecto de la bomba atómica nazi o un héroe que quiso evitar que tanto los Aliados de la Segunda Guerra Mundial como las Potencias del Eje obtuvieran tal arma.

El principio
Bohr había habitado ese mundo idílico de la ciencia de principios de siglo XX, en el que las ideas fluían atravesando fronteras en una misión conjunta para superar los límites del conocimiento.
 

Neils Bohr 

"Hacer predicciones es muy difícil, especialmente cuando se trata del futuro", dijo el gran Bohr.

Era una atmósfera repleta de luminarias -desde el padre de la física nuclear Ernest Rutherford y el originador de la teoría cuántica Max Planck, hasta la estrella más brillante: Albert Einstein- que fue sacudida por la Primera Guerra Mundial, cuando la ciencia se usó como un arma ofensiva.

Pero sobrevivió por un rato más.

Una de las muestras más dicientes fue el contrabando de copias del artículo sobre la teoría general de la relatividad que Einstein presentó en 1915 en Berlín a científicos aliados. Y el hecho de que, para probar la teoría del científico alemán, el gobierno británico financió durante la guerra una expedición para fotografiar un eclipse solar en 1919, a instancias del astrónomo Arthur Eddington.

Cuando, en 1924, Heisenberg aceptó la invitación de Bohr para trabajar en Copenhague, heredó los beneficios de esa atmósfera y entre ellos se forjó una relación que fue más allá de la de un mentor y un estudiante talentoso.

A nivel personal, el alumno se fue convirtiendo en parte de la familia del profesor.

En el plano profesional, aunque hicieron sus descubrimientos por separado, su trabajo conjunto fue imprescindible para alcanzar sus logros.

Los principios
El resultado fue brillante: en 1927, Heisenberg publicó su "Principio de incertidumbre", que afirmaba que la posición exacta de un electrón dentro de un núcleo atómico en un momento dado no podía conocerse con certeza, sino que solo se calculaba estadísticamente dentro de una probabilidad.

Su descubrimiento fue fundamental para la física cuántica.

Para entonces, Bohr había desarrollado su principio de complementariedad, en el que incorporó la física de Heisenberg dentro de la suya, y propuso que el aparente caos del mundo cuántico y el orden del universo basado en la física clásica no eran excluyentes sino complementarios entre sí de una manera que aún teníamos que comprender y explicar.

En opinión del físico teórico estadounidense John Wheeler, era "el concepto científico más revolucionario de este siglo".

Pero no todos lo recibieron de esa manera.

Como recordó el físico alemán Max Born en su discurso de aceptación de su premio Nobel de física en 1954, hubo una dramática división entre famosos físicos cuánticos, con algunos en profundo desacuerdo.

"El mismo Max Planck estuvo entre los escépticos hasta su muerte y Albert Einstein, Louis-Victor de Broglie (Nobel de Física de 1929) y Erwin Schrödinger (Nobel de Física de 1933) no dejaron de subrayar los aspectos insatisfactorios de la teoría...".

El desacuerdo no era sólo respecto al principio de complementariedad, sino también al de incertidumbre de Heisenberg.
 

Neils Bohr y Albert Einstein 

Niels Bohr era un ícono de los físicos nucleares, considerado como un buscador de la verdad al estilo de Einstein, con quien aparece en esta foto.

Ante esa descripción del mundo cuántico en el que las certezas habían sido reemplazadas por probabilidades, Einstein famosamente protestó diciendo: "Dios no juega a los dados". Y Bohr, menos famosamente, le respondió: "Einstein, deja de decirle a Dios qué hacer".

Una disputa entre titanes que, en el albor del siglo XX, le dieron un vuelco al universo, mostrándolo primero como algo relativo y luego, como algo confuso.

Sus principios
Pero mientras que en el universo intelectual los ataques que ponen a prueba las teorías son necesarios, los golpes que reciben las ideas por razones políticas rara vez traen consecuencias benéficas.

El principio de incertidumbre de Heisenberg sobrevivió a las críticas y finalmente fue adoptado por casi todos en la comunidad de física.

Sin embargo, el surgimiento del archinacionalista (nazi) Adolf Hitler en Alemania marcó el comienzo de una impactante supresión de la investigación científica y el conocimiento.

Incluso desde antes de que llegara al poder, la "nueva física", aquella de la relatividad y la incertidumbre, fue vinculada a la impureza y el judaísmo, y los científicos alemanes hostiles a ella exigían una física "aria".

Johannes Stark 

El Nobel de Física de 1919 Johannes Stark fue uno de los laureados alemanes que abogaban por la ciencia "aria".

Como explica el Bohr imaginado por Frayn...

"Los alemanes se opusieron sistemáticamente a la física teórica. ¿Por qué? Porque la mayoría de los que trabajaban en ese campo eran judíos.

"¿Y por qué tantos eran judíos? Porque la física teórica, la física que le interesaba a Einstein, a Schrödinger, a Pauli y a nosotros dos, siempre fue considerada inferior a la física experimental en Alemania, y las cátedras teóricas eran las únicas a las que podían acceder los judíos".

Efectivamente, el antisemitismo europeo no empezó con Hitler, ni lo esperó para manifestarse en el mundo científico, pero cuando empezó a amasar poder y, más aún, cuando lo alcanzó, en 1933, aprovechó ese terreno ya arado.

Los nazis pronto le prohibieron a todos los judíos trabajar para el Estado alemán (y, más tarde, los ocupados) o en capacidades profesionales como profesores universitarios, provocando un éxodo del mayor talento científico del mundo hacia naciones receptivas.

Heisenberg no se unió al partido nazi, y fue inicialmente calificado de simpatizante judío por su adhesión a la "física judía" de Einstein y Niels Bohr.

Sin embargo, era un nacionalista alemán dedicado. Participó en los ejercicios militares de su unidad de reserva.

Patriótico, se aferró a la idea de que podía ayudar a su tierra natal. Y creyó que Hitler podría no ser tan malo como parecía.

Por eso se negó a abandonar Alemania como una protesta simbólica contra el régimen nazi y su actitud hacia la investigación científica, desoyendo las súplicas de sus colegas internacionales.

El fin
Irónicamente, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi empezó a valorar los posibles usos de esa física que tanto despreciaba por encima de la ideología.

Lise Meitner, una de las judías que tuvieron que huir de los nazis, siguió colaborando a distancia con el químico Otto Hahn, quien le enviaba información sobre sus experimentos con el elemento uranio.

En la Navidad de 1938, mientras estaba en Suecia, Meitner y su sobrino Otto Frisch analizaron los datos y confirmaron que se había producido una fisión nuclear.

Le entregaron la información a Niels Bohr, quien la llevó a Estados Unidos, y en enero de 1939, en una conferencia de física en la Universidad George Washington, se anunció públicamente que la posibilidad de dividir el átomo y liberar cantidades incalculables de energía a través de la fisión nuclear estaba ahora al alcance.

Teóricamente era posible construir una bomba atómica.



Bohr y Heisenberg en tiempos mejores (1932). 

En abril de 1939 se estableció el primer "Uranverein" o "Club de Uranio" alemán, y el día que Alemania lanzó la invasión de Polonia, la Oficina de Artillería del ejército alemán se hizo cargo del proyecto de energía nuclear para explorar posibles aplicaciones militares.

Ese segundo Uranverein era un secreto militar y de Estado. Su principal teórico era Heisenberg. Y lo seguía siendo cuando visitó a Bohr en 1941.

Cuál era su fin es algo que hasta el día de hoy, físicos e historiadores de la física siguen debatiendo, a pesar de que se han escrito miles de páginas acerca del tema.

Durante muchos años, se consideró como una de las mejores fuentes una carta que Heisenberg le escribió al autor Robert Jungk, de la cual aparecen fragmentos en el libro "Más brillante que mil soles: una historia personal de los científicos atómicos".

Heisenberg explicaba que su intención era convencer a los científicos nucleares de ambos lados en guerra de impedir el desarrollo de una bomba atómica diciéndole a los dirigentes de sus países que las dificultades técnicas y económicas hacían que fuera imposible en el futuro inmediato.

Según el físico alemán, lo que pretendía era informarle a Bohr que los nazis sabían que la fisión nuclear era posible, pero que él estaba en posición de neutralizar ese esfuerzo. Afirmó que lo que quería era que Bohr convenciera a los científicos aliados de que hicieran lo mismo.

Con un acuerdo tácito, la comunidad internacional de física podía cooperar para salvar al mundo de esta arma horrible.

Niels Bohr siempre contradijo esa versión de la reunión.
Representación de Copenhague en Inglaterra. 

En "Copenhague", Frayn imaginó 5 posibles conversaciones entre los dos físicos, con la contribución de la esposa de Bohr, Margrethe.

Y en 2002, reaccionando a una nueva ronda de debates académicos sobre la misteriosa reunión desencadenada por la presentación de la obra de Frayn en 1998, la familia de Bohr publicó varias cartas que él le había escrito, pero no enviado, a Heisenberg.

En ellas, Bohr contaba una historia diferente: durante toda la visita de Heisenberg había sentido que el hombre más joven se jactaba no solo de la próxima victoria de Alemania, sino también de su capacidad para construir una bomba atómica en el futuro cercano.

Afirmó que la intención de Heisenberg era convencerlo de ayudar a los alemanes, enfatizando la probabilidad de la victoria alemana. Peor aún, que había tratado de deshonrarlo intentando que divulgara información sobre el esfuerzo nuclear aliado.

Una versión pinta a Heisenberg como un héroe que trató de salvar al mundo de la pesadilla atómica; la otra, un villano que quiso aprovecharse de un amigo para garantizar la victoria de la Alemania hitleriana.

¿Malentendió Bohr a Heisenberg? ¿O cometió Heisenberg un grave error y luego mintió para reivindicarse?

¿Será que los nazis no lograron hacer una bomba atómica porque Heisenberg frustró deliberadamente el proyecto o porque sencillamente, a pesar de sus esfuerzos, él no supo cómo completarlo?

Nunca lo sabremos.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-52374330

jueves, 20 de julio de 2017

Dunkerque, el último misterio (?) de la II Guerra Mundial ¿Por qué Hitler permitió que las tropas británicas regresasen a casa tras su derrota en Francia?

La batalla de Dunkerque (1), película que se estrenará mañana, viernes día 21, en España, es todavía uno de los grandes misterios de la II Guerra Mundial. ¿Por qué Hitler ordenó parar el ataque contra un Ejército en retirada, en muchos casos en barcos que no tenían ninguna protección? Los historiadores mantienen una disputa abierta sobre un episodio crucial del conflicto que arrasó Europa entre 1939 y 1945. Los nazis comenzaron la guerra el 1 de septiembre de 1939, con la invasión de Polonia. Los aliados, Francia y Reino Unido, declararon las hostilidades y entonces empezó lo que se conoce como “la drôle de guerre”, la extraña guerra, en Francia.

Con una falsa sensación de seguridad, se creían protegidos por la Línea Maginot. Durante casi un año, las potencias europeas estaban enfrentadas, pero no ocurría nada. Sin embargo, en mayo los carros de combate nazis lanzaron una ofensiva imparable hacia el sur y atravesaron las defensas aliadas como un cuchillo en la mantequilla. El 11 de junio París era una ciudad abierta.

Previendo el desastre que se avecinaba, las tropas británicas comenzaron a trabajar a finales de mayo en su evacuación del continente, una hazaña que retrata Christopher Nolan en su última película, Dunkerque. “El Gobierno de Londres empezó a preparar una flota compuesta de casi todo, bote o barco, que pudiese hallarse en sus costas”, escribe Richard J. Evans en su clásico recién reeditado El tercer Reich en guerra (Península). Pese a los ataques de la aviación alemana, 700 barcos llegaron a playas de Dunkerque para llevarse a las islas a todo lo que pudiesen salvar de un Ejército en retirada. 340.000 soldados lograron regresar a Inglaterra gracias a que Hitler personalmente ordenó parar la ofensiva con la opinión en contra de muchos de sus oficiales. “Si no seguimos, los ingleses podrán transportar lo que deseen, delante de nuestras propias narices”, exclamó el mariscal de Campo, Fedor von Bock. Cuando los nazis retomaron la ofensiva, ya era muy tarde y la evacuación había sido un éxito.

¿Quería reservar Hitler sus tropas para llegar a París cuanto antes? ¿Confiaba demasiado en su fuerza después del éxito de las guerras relámpago de 1939 y 1940? ¿Se planteaba llegar a un acuerdo con los británicos (parece la más plausible y más por el vuelo a Escocia el 10 de mayo de 1941 de Rudolf Hess) antes de empezar la siguiente fase del conflicto, con la invasión de la URSS? ¿Demostró una vez más su incompetencia como estratega?

(Esta opción parece increíble, ya que unos oficiales, jefes y generales con estudios militares de los más prestigiosos, en ese tiempo, del mundo y más elitistas, se dejasen dirigir por un  Hitler indocumentado sin estudios y desde un despacho donde desconocía de cerca la realidad. Lo que ocurrió parece inconcebible, pero así fue en la práctica. Y aunque se quieran buscar justificaciones ex-postfacto, no las hay, lo que es un blasón de deshonor, y no de honor, del que tanto alardeó La Wehrmacht. Cayeron muy bajo e hicieron mucho daño para, al final, ser vencidos por el ejército "rojo" del pueblo al que despreciaban y llevar al pueblo alemán y Alemania al hundimiento y la catástrofe de un inmenso sufrimiento junto a los vencedores). Es probable que nunca lo sepamos exactamente.
La realidad es que el 6 de junio de 1944 alguno de esos soldados desembarcaron en Normandía para echar a los nazis de Europa y tomarse su revancha.

Nota:
Si estudiamos cómo se desarrolló toda la guerra por parte del ejército alemán, fue una muestra de deshonor, falta de caballerosidad y maldad. Invadieron países por sorpresa y sin declarar previamente la guerra, como unos delincuentes que entran en otro país a escondidas, y no un ejército regular previa declaración de guerra, eso, que se sepa, no produjo oposición, ni quejas, ni protestas en la Wehrmacht de forma mayoritaria.

Su comportamiento en el Este, con una guerra de aniquilamiento contra un país, la URSS, con el que previamente se había firmado un tratado de no agresión y sin denunciarlo y por sorpresa fue invadido. Fue una más de las muestras de comportamiento sin respeto ni honor de las leyes de la guerra, un acto criminal.

Excepto casos históricos, la mayoría de generales, jefes y oficiales, aceptaron los hechos sin oposición. Fue una ignominia y crimen contra la humanidad. Alemania no pudo caer más bajo, y lo tremendo es que daban por supuesto que ganarían, y, por lo tanto, no tendrían que responder de sus crímenes.

Hubo alemanes muy dignos y valientes como los participantes en la Operación Walquiria contra Hitler y la oposición de Rote Kapelle,  La Rosa Blanca o Georg Else el carpintero que a nivel individual realizó un atentado contra Hitler en una cervecería de Munich, que mantuvieron el honor de su pueblo, contra el horror nazi, pero lamentablemente en su mayoría fueron descubiertos, tratados con la máxima vejación y crueldad, torturados y asesinados en su mayoría. Como le ocurrió entre otros muchos a Erwin Planck, hijo del prestigioso físico y premio Nobel Max Planck, ahorcado con un alambre en la prisión de Plötzensee, a pesar de la petición de clemencia enviada por Planck a Hitler.

ESPAÑA Y LA II G. M.
Una vez más el caso de España en esta contienda es "aleccionador" forman una división para castigar a "Rusia" porque "es culpable", según proclamó el ministro de Exteriores del momento, Serrano Suñer. Dicha división jura fidelidad hasta la muerte a Hitler, pero España a su vez se declara neutral, (Y ellos al final, con la derrota, niegan que fueran nazis, aunque han recibido pensiones como soldados de Hitler,... la infamia no tiene fin) e invaden, sin declaración de guerra previa, a la URSS, es decir que podían haber sido tratados como ilegales, bandidos o bandoleros. Y no obstante, tienen cementerios en Rusia y en el año 1954 muchos de ellos, que habían caído prisioneros o heridos, son devueltos, sanos y salvos, en el barco Semíramis fletado por la cruz roja francesa (pues el gobierno se desentendió de ellos) hasta Barcelona. Y cómo explica nuestro gobierno de entonces todo aquello, pues sin problemas, son unos "héroes", y aquí no ha pasado nada,... La Guerra fría, vigente para entonces, ayudó a todo lo demás,...

(1) Más preciso es llamarla operación "Dinamo" de retirada, 26 de mayo al 4 de junio de 1940. Comienzo de la II Guerra Mundial, 1 de septiembre de 1939, con la invasión de Polonia. Invasión de la URSS, 22 junio de 1941, denominada Operación Barbarroja, por sorpresa y sin denunciar el Pacto de no agresión ni declaración de guerra previa. Ataque a Pearl Harbor el domingo 7 de diciembre de 1941, el 8 EE.UU declara la guerra a Japón y el 11 Alemania e Italia declaran la guerra a EE. UU. Hasta el 6 de junio de 1944 no se produce, el tan solicitado por la URSS segundo frente, con el desembarco en Normandía, para el fin de la guerra ya no quedaba ni un año. Este hecho es aún más incomprensible que lo producido en Dunquerque, sin duda la guerra se habría acortado y sobre todo hubiese supuesto muchísimas menos bajas, pérdidas y sufrimiento tanto de militares como de civiles.

https://elpais.com/cultura/2017/07/14/actualidad/1500053479_230523.html
La retirada más gloriosa

martes, 25 de abril de 2017

Incertidumbre

La física ha sido algo así como la diosa Kali del siglo XX, venerada y temida, capaz de todos los milagros y de todos los crímenes. Y la responsabilidad, la inconsciencia o los retortijones de conciencia de los sabios dedicados a cultivarla han brindado dramas argumentales a incontables obras literarias de las últimas décadas. Mi pobre erudición sería incapaz de enumerarlas, aunque fuese de modo incompleto. De mi adolescencia recuerdo dos piezas dramáticas que me impresionaron, una Los físicos de Friedrich Dürrenmatt, que transcurre en un manicomio dónde tres locos que creen ser Einstein, Newton y Moebius -y no lo son, pero tampoco están locos- se enfrentan y combaten por la posesión de un secreto aniquilador, socialmente más demente que cualquier demencia privada; otra, El caso Oppenheimer de Heinar Kipphardt, sobre los tormentos morales del inventor de la bomba atómica, que a mediados de los años sesenta representó el Piccolo Teatro de Milán bajo la dirección del gran Giorgio Strehler. Mucho más reciente pero girando también en torno a un tema apocalíptico semejante puedo mencionar la intrigante novela En busca de Klingsor, del mexicano Jorge Volpi. Y tantas más, entre las que no podemos descartar las tan populares historias del genéro de espionaje o ciencia-ficción centradas en la figura del "sabio enloquecido".

Hace pocos meses apareció en Francia una de las piezas más interesantes que he leído de este vasto y redundante mosaico literario: Le principe (El principio), de Jérôme Ferrari, editado por Actes Sud. De ese autor, uno de los novelistas actuales más destacables de su país, hay traducidas al español la novela con que ganó el premio Goncourt, El sermón sobre la caída de Roma (Random House) y una anterior, Donde dejé mi alma (Demipage), ambas absolutamente recomendables. En El principio, un joven aspirante a filósofo —y como tal atribulado y poco seguro de sí mismo— se obsesiona con la trayectoria vital de Werner Heisenberg, genial desde que en su juventud acuñó su celebérrimo "principio de incertidumbre" (¡que estupendo oxímoron!) que desconcertó a sus maestros, para después sentar las bases de la mecánica cuántica, lo que le valió el premio Nobel de Física a los treinta y un años. Su obra se gesta durante el ascenso del nazismo, en competencia o colaboración con la generación excepcional de los Einstein, Louis de Broglie, Max Planck, Niels Bohr, Schrödinger, Paul Dirac, Carl Friedrich von Weizsäcker, Otto Hahn, etc… Los jerarcas nazis les presionaron para conseguir la bomba atómica que les hubiera dado la victoria y que finalmente consiguió Oppenheimer en Estados Unidos. Algunos se escabulleron de patronos tan peligrosos pero otros, como Heisenberg, se dejaron querer, no por ideología nacionalsocialista sino para poder seguir investigando tranquilamente. Después de la guerra, recluidos por los vencedores, algunos sintieron culpabilidad por haber sido cómplices, pero otros no entendían que es lo que se les reprochaba a ellos, que sólo habían seguido con su trabajo: poner al descubierto la íntima belleza objetiva del universo.

El principio de incertidumbre de Heisenberg, en física cuántica, dice que no se puede conocer al mismo tiempo la posición y la velocidad de una partícula elemental. De modo semejante, el sabio no logra conocer la conjunción de su situación histórica y el vértigo acelerado de sus descubrimientos. Y quizá tampoco ninguno de nosotros sepa determinar juntamente dónde está y a dónde va en este mundo hermoso y atroz.

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/05/04/actualidad/1430759210_681187.html

sábado, 29 de junio de 2013

Se cumplen 100 años del nacimiento de la Física Cuántica.

La revolución de la física de hace un siglo se ha convertido en recurso para las nuevas tecnologías.

Niels Bohr escribió sus tres artículos transgresores en 1913

“El conocimiento verdadero y profundo es el de los átomos y el vacío, pues son ellos los que generan las apariencias, lo que percibimos, lo superficial”, decía Demócrito hace 2.400 años. Sin embargo, el átomo se empezó a entender solo hace 100 años, cuando fue protagonista de una de las mayores revoluciones científicas: la física cuántica. Toda la materia que nos envuelve está hecha de átomos; nuestro cuerpo contiene tantos átomos como estrellas se cree que hay en el universo. Hace un siglo, los físicos se enfrentaron al reto de descifrar la pieza fundamental que constituye la materia del universo.

A finales del siglo XIX, los átomos empezaron a dar algunas pistas sobre su naturaleza. Se observó que cuando un átomo acumula un exceso de energía emite luz de solo ciertos colores (frecuencias). En analogía con la música, el átomo sería como un piano que solo puede emitir los sonidos permitidos por sus teclas, pero no sonidos de una frecuencia intermedia, como lo puede hacer un violín. En 1897, J. J. Thomson demostró experimentalmente que el átomo no era indivisible, como dice su etimología, sino que contenía partículas ligerísimas de carga negativa, los electrones. Thomson modeló el átomo como una masa de carga positiva que tiene incrustados los electrones, como si de un bizcocho de pasas se tratara. Junto a su equipo calculó si la vibración de las pasas podía explicar la luz emitida por los átomos. No tuvo éxito, muy a su pesar.

Poco después, en 1911, Ernest Rutherford demostró que la masa de carga positiva del átomo está concentrada en su centro, descubriendo así su núcleo. Él modeló el átomo a imagen de un sistema planetario en el que los electrones son los planetas, y el núcleo el Sol. Pero ese modelo estaba en conflicto con un fenómeno básico en física: cuando la trayectoria de una partícula cargada, como el electrón, se curva, esta pierde energía mediante la emisión de radiación. Es como si la partícula derrapara al girar y perdiera velocidad. Un cálculo sencillo demuestra que los electrones pierden toda su energía, y en consecuencia el átomo debería colapsarse, en 0,00000001 segundos. Realmente no es así; de hecho los átomos que conforman nuestro cuerpo son los mismos que se crearon en el interior de estrellas hace miles de millones de años.

En 1900, el físico alemán Max Planck se enfrentaba a un fenómeno que estaba en total desacuerdo con la física clásica: el perfil de la gráfica de la radiación emitida por objetos a cierta temperatura. Planck propuso una solución desesperada, pero increíblemente acertada: la radiación no se emitía de forma continua, sino a través de pequeños paquetes de energía, los famosos cuantos de Planck. Y en 1905, Albert Einstein utilizó este hallazgo para explicar el efecto fotoeléctrico; fue su annus mirabilis en que conmocionó al mundo de la física con su teoría de la relatividad especial.

Eran tiempos en que el mar de la ciencia estaba muy revuelto; parecía que los pilares fundamentales de la física se derrumbaban. Frente a estas situaciones hay dos tipos de físicos, los conservadores, que se sienten angustiados, y los transgresores que se miden contra las olas y quieren que el mar no se calme. El físico danés Niels Bohr era de los valientes. En 1911 y con solo 26 años, Bohr fue a Inglaterra a trabajar, primero con el grupo de Thomson y después con Rutherford, que acababa de descubrir el núcleo del átomo. Bohr se preguntó: ¿cómo podemos explicar con la física clásica que un átomo emita luz en pequeños paquetes de energía?

En 1913, Bohr respondió a esta pregunta en tres artículos que describían su modelo del átomo, del que este año se celebra su centenario. El primero de ellos contenía la idea más transgresora: la energía de los electrones que orbitan alrededor del núcleo también viene dada en paquetes, es decir, está cuantizada. Con este supuesto y, dado que la energía del electrón depende de la distancia a la que orbita del núcleo, concluyó que el electrón solo puede orbitar a determinadas distancias, o niveles, del núcleo. Cuando un átomo gana energía, el electrón se desplaza hacia las órbitas más alejadas, y al perderla, salta de órbita en órbita, como si bajara los peldaños de una escalera. Estos saltos, que pueden ser de uno o varios escalones, emiten luz, fotones, cuya frecuencia es proporcional a la diferencia de energía que existe entre los dos niveles orbitales.

De esta manera, tan sencilla, Bohr consiguió explicar muchos de los experimentos sobre la emisión de luz de los átomos. No le importaba que los electrones derraparan al girar y perdieran energía, simplemente postuló que eso no sucedía en estas órbitas, ya que estas eran estables por alguna razón desconocida. El modelo, pese a sus limitaciones, explicaba muchos resultados de las líneas espectrales de los gases y del orden de los elementos en la tabla periódica. Hoy sabemos que el átomo de Bohr es demasiado simple, pero introduce rasgos importantes de la física atómica. Aunque al visualizar el mundo cuántico hay que ser siempre precavido, en el caso del átomo es más correcto imaginar los electrones, no como partículas, sino como nubes difusas alrededor del núcleo, cuya densidad en cada punto representa la probabilidad de encontrar el electrón en ese sitio.

Bohr fue un científico emblemático que aglutinó en su instituto a los mejores físicos cuánticos. Famosas fueron sus discusiones con Einstein sobre la interpretación de la física cuántica. En desacuerdo con él, Bohr creía que la naturaleza, en su expresión más íntima, está indeterminada, o sea, que sí juega a los dados. Y acertó.

El científico danés mantuvo famosos debates con Einstein sobre esta materia
Hoy, en numerosos laboratorios de todo el mundo, miles de físicos y físicas investigan y experimentan acerca de esos fenómenos cuánticos. Los átomos que Bohr imaginó hace 100 años se manipulan como si fueran marionetas: se atrapan individualmente con pinzas ópticas, se enfrían hasta casi el cero absoluto y se manejan sus estados internos con enorme precisión. Hace un siglo, la física cuántica estableció un nuevo paradigma y el conocimiento del átomo supuso un cambio revolucionario en la historia científica y tecnológica del mundo. Ahora, la física cuántica es un recurso sin precedentes para avanzar aún más en la nueva tecnología: desde construir relojes atómicos ultraprecisos o encriptar información muy sensible de manera absolutamente segura, hasta el desarrollo lejano, pero alcanzable, del ordenador cuántico capaz de cálculos hoy día difíciles de imaginar.
Más, "La rareza cuántica de la luz como onda y partícula". Aquí en El País.
Fuente: El País. Oriol Romero-Isart es investigador en el Instituto Max-Planck de Óptica Cuántica en Garching (Alemania).