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sábado, 29 de abril de 2023

Nunca lo sabremos todo.

Allí lejos hay muchas más galaxias de las que predicen los modelos evolutivos del cosmos, y son mucho más grandes y brillantes de lo que habíamos imaginado.

Los buscadores nos están dejando sin héroes ni villanos a los que atribuir las citas eruditas. Se te ocurre mirar Google y de pronto resulta que ni el teorema de Pitágoras era de Pitágoras, ni los cinco sólidos platónicos fueron descubiertos por Platón, ni Ockham tuvo jamás una navaja. No es que esto importe mucho, puesto que una historia mal atribuida o planamente falsa mantiene intacto su valor didáctico, aun cuando no haya ocurrido nunca. Una de estas leyendas cuenta que el físico británico William Thomson, más conocido como lord Kelvin, proclamó en 1900 que los grandes principios de la ciencia ya habían sido descubiertos y que solo quedaba precisar el sexto decimal de los cálculos. Kelvin nunca dijo eso, por supuesto, pero la cita se atribuye ahora a su colega Albert Michelson, lo que en realidad es todavía mejor, como verás si tienes un poco de paciencia.

El caso es que la frase que nunca dijo Kelvin se cita a menudo —yo mismo lo he hecho— para ilustrar el error garrafal de creer que el conocimiento ha llegado a su culminación. Ya lo sabemos todo, parece decirnos el falso Kelvin, abandonad toda esperanza de seguir investigando, la ciencia morirá conmigo. Pero el falso Kelvin ni había cerrado la boca cuando, entre 1900 y 1905, Max Planck y Albert Einstein descubrieron la mecánica cuántica y la relatividad, que son los dos cimientos de la física actual. Y lo cierto es que este cuento moral funciona con Michelson mucho mejor que con Kelvin, porque fueron justo los experimentos de Michelson y su colega Edward Morley los que indicaron que la velocidad de la luz es una constante fundamental de la naturaleza y pusieron en marcha la revolución de Einstein. La moraleja de la parábola sigue siendo la misma en cualquier caso: que nunca lo sabremos todo.

Muchos lectores habrán visto las imágenes espectaculares que ha obtenido el telescopio espacial James Webb (JWST en sus siglas en inglés) en sus primeros meses de trabajo. Este artefacto, un heredero muy aventajado del Hubble, ha sido diseñado a la Kelvin, con una sincera vocación de alcanzar el mismísimo confín del universo observable, que es tanto como decir el origen de todo lo que existe. Las estrellas y galaxias que ve el JWST están tan lejos que su luz ha tenido que viajar más de 10.000 millones de años para llegar a nosotros, y eso es una cifra cercana a la edad del universo (13.770 millones de años). Las primeras galaxias de aquel cosmos recién nacido están al alcance de este prodigio de la ingeniería, y los astrofísicos esperaban que tuvieran características juveniles, inmaduras, distintas de las actuales.

Pero no parece ser así. Allí lejos —o en aquellos tiempos remotos, que es lo mismo— hay muchas más galaxias de las que predicen los modelos evolutivos del cosmos, y son mucho más grandes y brillantes de lo que habíamos imaginado. Como no podemos tirar las galaxias, habrá que tirar los modelos. Si algún moderno Kelvin esperaba que el JWST fuera el último y definitivo telescopio espacial, ha vuelto a meter la pata.

Cuando oigo a un economista proclamar que nuestra actual estructura de mercado es la definitiva, me entra un ataque de risa.

lunes, 28 de septiembre de 2020

_- Cada persona es un mundo inmunológico. Hay un factor común a los casos más graves de covid, y está en tu sistema inmune.

_- La lotería genética y biográfica tiene un gran papel en la susceptibilidad a la covid-19. Hay gente que ni se entera de que ha sufrido el contagio –los ya célebres asintomáticos—, gente que ha pasado algo parecido a un catarrillo, muchos que las han pasado canutas para superar la enfermedad y otros que simple y llanamente se han muerto. La mayoría de los pacientes graves padecen síntomas pulmonares, como cabía esperar de un virus respiratorio, pero otros ven infectados sus riñones y sus páncreas, sus corazones y sus cerebros. Estas enormes diferencias individuales conforman uno de los enigmas centrales de la covid-19, y los científicos saben que es urgente resolverlo. La gestión de los pacientes y la aplicación de los tratamientos óptimos depende críticamente de ello.

Carolyn Rydyznski Moderbacher y sus colegas del Instituto de Inmunología de La Jolla, California, acaban de presentar en Cell una investigación que muerde el núcleo del problema. Según sus datos, la cuestión central es la coordinación del sistema inmune del individuo. Todos hemos oído la murga de que nuestras defensas son un ejército que lucha contra el invasor como si aquello fuera el desembarco de Normandía, pero lo cierto es que el sistema inmune representa uno de los productos más sofisticados y exquisitos que haya generado la evolución biológica. Comparado con él, el mayor ejército dirigido por el estratega más brillante palidece como Saturno al lado de Júpiter, un dueto celestial que hemos observado este verano en todo su esplendor.

Para empezar, una parte del sistema inmune es “innata”. Consiste en células que se despiertan en cuanto detectan prácticamente cualquier cosa que no hayan visto antes. Son las más rápidas, pero también las más brutas. Les da igual si entra el SARS-CoV-2 o la bacteria de la peste, y disparan mucho antes de preguntar. Más lenta y mucho más refinada es la respuesta inmune “adaptativa”. Esta palabra tiene un significado muy concreto en biología. Quiere decir que una entidad biológica —una especie, un organismo o el sistema inmune— ha respondido al entorno y ha alcanzado algún tipo de acuerdo con él: se ha adaptado a él. En el caso del sistema inmune, nuestras células sanguíneas responden al SARS-CoV-2 generando unos anticuerpos y unos receptores celulares exquisitamente especializados en reconocer y destruir al virus.

Cuando uno examina las tripas de ese sistema, no puede evitar sentirse deslumbrado por el poder creativo de la evolución. Los propios genes humanos mutan y se recombinan para organizar la respuesta frente al invasor, producen un vasto abanico de anticuerpos y receptores celulares y, cuando uno de ellos neutraliza al virus, la célula que los ha inventado recibe la señal para proliferar por encima de las demás. La investigación de Rydyznski Moderbacher revela una buena correlación entre la descoordinación de la respuesta inmune de cada individuo y la gravedad de su caso. Hay que destacar que esa coordinación suele deteriorarse a partir de los 65 años, lo que explica que ese grupo de edad exhiba un mayor riesgo de muerte. Estos resultados serán útiles en el futuro inmediato.
JAVIER SAMPEDRO

lunes, 18 de mayo de 2020

_- Un virus viejo y sabio. El genoma del SARS-2 revela múltiples adaptaciones que delatan su origen antiguo.

_- El coronavirus que ha puesto el mundo patas arriba no ha sido creado en un laboratorio de Wuhan, como le gusta decir a Donald Trump. Ni siquiera es una creación reciente de la naturaleza. Su genoma revela una batería de adaptaciones desarrolladas a lo largo de décadas, tal vez siglos, en un proceso que empezó mucho, mucho antes de que los laboratorios humanos estuvieran en condiciones de diseñar una maquinaria de caos y destrucción tan perfeccionada. Ni siquiera ahora lo están, por fortuna para todos, aunque seguramente esto es solo cuestión de tiempo. Pero la genética del SARS-CoV-2 (SARS-2, para abreviar) nos revela incluso en esta fase preliminar de la investigación unas cuantas lecciones que nos interesa aprender.

Los coronavirus se descubrieron hace más de un siglo en un gato con fiebre y un vientre hinchado como una bota de vino recién llenada. Se vio después que la misma familia viral causaba bronquitis en los pollos y una gastroenteritis en las cerdas que mataba a casi todos sus cochinillos. No fue hasta la época de los Beatles que se descubrió que los coronavirus eran la causa más común del catarro humano. Sabemos también desde entonces que los virus de este tipo pueden saltar entre especies, del perro al gato, del gato al cerdo y de ahí a toda el arca de Noé. Como en humanos solo causaban catarros, los coronavirus pasaron inadvertidos para la biomedicina hasta 2003, cuando el SARS acabó con la vida de 800 personas. El SARS-2 con el que bregamos ahora ha matado a un cuarto de millón y subiendo.

La razón, naturalmente, está en sus genes, que muestran toda una serie de novedades (adaptaciones, en la jerga evolutiva) para infectar mejor, reproducirse más y por tanto causar más daño a sus víctimas. Eso no se hace de martes a jueves, y los científicos citados por David Cyranoski en Nature piensan que el SARS-2, el causante de la rabiosamente actual covid-19, lleva décadas oculto en la naturaleza, discreto y agazapado hasta dar el salto a nuestra especie perpleja.

SARS-2 muta poco, pero eso no tiene por qué ser una buena noticia. Lo es en que, cuando haya una vacuna, no será necesario renovarla cada año como hacemos con la gripe. Pero no lo es en que algunos de los antivirales más eficaces actúan justo causando mutaciones a los virus. Como el SARS-2 se protege contra las mutaciones, esos fármacos no están funcionando contra él. Nuestro coronavirus ha evolucionado seguramente por recombinación genética, donde dos virus que infectan la misma célula se intercambian genes en toda clase de combinaciones. Es posible que esa sea la razón de que la mayoría del genoma de SARS-2 se parezca a los virus del murciélago salvo por los genes de su espícula, que son casi idénticos a los del pangolín, y son los que le permiten infectar las células humanas con gran eficacia. Un virus con historia.

https://elpais.com/ciencia/2020-05-07/un-virus-viejo-y-sabio.html

sábado, 16 de mayo de 2020

La doctora X. La extraordinaria idea de Santo Tomás de Aquino no demuestra la existencia de Dios, pero tiene mucho que decir sobre la psicología humana

El genoma humano tiene cerca de 3.000 millones de letras de ADN.
El genoma humano tiene cerca de 3.000 millones de letras de ADN.

Santo Tomás de Aquino demostró la existencia de Dios cinco veces, o por cinco vías, por si una no bastara para volarle a uno la cabeza. La primera vía parece un tratado newtoniano, solo que escrito cinco siglos antes de Newton, y por tanto sin tener ni idea de los experimentos y las matemáticas necesarias para resolver el problema. Un solo ente, nos dice Aquino, no puede mover y ser movido a la vez, luego todo lo que se mueve está movido por otro ente, que a su vez lo está por otro y así hasta una reclusión mareante que nos lleva directamente a Dios, el Primer Motor Inmóvil, el principio de todo. Esta extraordinaria idea no demuestra la existencia de Dios, pero tiene mucho que decir sobre la psicología humana. Todos somos tomasinos en que estamos programados para buscar las causas de lo que vemos, y lo peor es que las encontramos aun cuando no las haya. Este sesgo cognitivo debió resultar muy útil en nuestro pasado estepario. En el presente resulta un verdadero estorbo.

En epidemiología, el efecto tomasino se llama “caso cero”. Si comparas los genomas de las personas vivas, verás que se organizan en la forma de un árbol. Los genomas más parecidos son las ramitas terminales de una sola rama madre, las ramas madre más parecidas son versiones de una gran rama común, y así hasta llegar al tronco de donde proviene todo el árbol. El origen de las especies, el libro de Darwin que fundó la biología moderna, tenía solo una ilustración, y ¿saben qué era? Un árbol. Esa es la forma de cualquier mundo generado por un proceso evolutivo. Dios crearía una lista de cosas. La evolución crea árboles genealógicos de cosas.

Lo mismo se puede hacer con el coronavirus. Si alguien ha contagiado a alguien, como diría Gila, sus virus tendrán un genoma muy parecido. Cuanto más lejos esté su nexo común de infección, más diferirá el genoma del virus. Esa es otra vez la estructura de un árbol. Basta aplicar el estilo tomasino para concluir que debe haber un tronco, el Primer Motor Inmóvil, el principio de todo contagio. Y es probable que lo haya, pero casi imposible que lo encontremos.

Pero hay pacientes que tienden a cero, como diría un matemático. No son culpables de nada, pero resultan útiles para la medicina. Pablo Guimón informaba el miércoles desde Washington de uno de esos pacientes, y Joel Cohen cuenta en Science el caso de la doctora X, una investigadora que no quiere dar su nombre y que fue también una de las primeras personas que llegó a Estados Unidos contagiada.

Voló a Pekín en enero para celebrar el Año Nuevo Lunar con su familia en Pekín. Un hermano suyo voló desde Wuhan para añadirse a la celebración, en uno de los últimos vuelos que salieron de allí antes de que esa ciudad quedara aislada. Los siete miembros de la familia acabaron contagiados, y el padre murió. La doctora X volvió a Estados Unidos poco antes sin saber que tenía el virus. Un proyecto financiado por la DARPA (la agencia de investigación avanzada del Pentágono) persigue terapias contra el coronavirus basadas en los anticuerpos de la doctora X y otros casos cero, o que tienden a cero. Ese es el verdadero valor del enfoque tomasino. Dios sigue sin comparecer.

https://elpais.com/opinion/2020-05-06/la-doctora-x.html

lunes, 20 de abril de 2020

_- El dilema del diablo. Quién puede elegir entre las víctimas del virus y las de todos los demás dramas que afligen a la humanidad.

_- JAVIER SAMPEDRO
11 ABR 2020 -

La Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio (GPEI), un proyecto internacional lanzado en 1988, suspendió el 24 de marzo su campaña de vacunación, como una medida para frenar la propagación del coronavirus. Esperan reanudarla después del verano, incluso en poblaciones de África donde la propia vacuna ha causado focos locales de polio. Los números globales demuestran que la vacuna funciona en la mayoría de los casos, pero el 100% de eficacia no existe en biología. Gracias a esa variabilidad seguimos aquí después de 4.000 millones de años. Parafraseando a los ecologistas, piensa global, llora local.

Los asesores científicos de la GPEI calculan que el parón de la campaña de vacunación elevará el número de niños que quedarán paralizados de por vida por la polio, o incluso por la vacuna de la polio, y que algunos países que ya se han declarado libres del virus se volverán a contagiar. Y la polio es solo un ejemplo de las vacunaciones que se han suspendido en África y en los países en desarrollo. Solo dos días después del cerrojazo de la GPEI llegó el de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendando la suspensión de todas las campañas masivas de vacunación. Otra vez el dilema del diablo, elegir entre muertes presentes y discapacidades futuras. Estos días no resulta fácil meterse en el pellejo de un responsable sanitario, pese a la aparente incompetencia de algunos políticos para entenderlo.

La periodista Leslie Roberts documenta en Science que millones de niños se han visto privados ya de sus vacunas de polio, sarampión, papiloma, fiebre amarilla, cólera y meningitis. Hablan de 14 millones, pero es una estimación a la baja, seguramente muy a la baja. En Afganistán y Pakistán el virus de la polio ya estaba resurgiendo antes del parón coronavírico, y la eliminación de las campañas vacunales solo puede empeorar las cosas. Los brotes africanos debidos a la propia vacuna se están escapando de control, y solo el mantenimiento de las campañas —por muy paradójico que resulte— puede refrenarlos y ayudar a la gente afectada.

Según los CDC de Atlanta (centros de control de enfermedades estadounidenses, una referencia mundial), 23 países han suspendido sus campañas contra el sarampión, y otros 16 se lo están pensando. El sarampión puede parecerle una broma al lector occidental, pero en los países en desarrollo mata a entre el 3% y el 6% de los infectados, entre tres y seis veces más que el coronavirus. La mayoría de esas víctimas, al revés de lo que ocurre con el coronavirus, son niños malnutridos.

La vida nos enfrenta a decisiones duras media docena de veces al día. Pero pocas veces nos arroja a la cara una como esta. Una pandemia tan grave como la actual nos está obligando a elegir entre las víctimas del virus y las de todos los demás dramas que afligen a gran parte de la población mundial. El dilema del diablo.

domingo, 5 de abril de 2020

_- El futuro era esto. Las predicciones para 2020 están en la papelera. La pandemia lo ha cambiado todo a peor

_- Una de mis citas favoritas es del matemático John Allen Paulos: “Nadie dijo en 1900: ‘Ya solo faltan cinco años para que se descubra la teoría de la relatividad”. Allen Paulos reflexionaba entonces sobre las Bolsas, entre otras cosas porque había perdido todos sus ahorros al estallar la burbuja tecnológica de los noventa. Su frase revela en un destello en qué consiste el gran problema de la teoría del mercado eficiente, donde se supone que las virtudes y carencias de las empresas ya están descontadas en el valor bursátil de sus acciones. El problema es que las verdaderas novedades son por definición impredecibles. Nadie dijo en 1900 que ya solo faltaban cinco años para que Einstein descubriera la relatividad. Y nadie predijo hace tres meses la pandemia de coronavirus. Lo predecible, en efecto, ya está descontado por los mercados, así que lo único que verdaderamente altera la economía financiera es lo que nadie ha predicho. El virus más famoso de nuestro tiempo, el SARS-CoV-2, es el ejemplo perfecto.

Estoy revisando las predicciones más solventes para 2020 que se hicieron en diciembre. El año iba a estar dominado por la elección presidencial en Estados Unidos que debía decidir si Trump aguanta una segunda legislatura. La guerra comercial, e incluso cultural, entre China y Norteamérica decidiría el futuro de la tecnología y el comercio mundial. El destino de Irán y Oriente Próximo iba a depender por completo de la reconstrucción de los tratados antinucleares internacionales que la Casa Blanca se había cargado en los meses y años anteriores. La amenaza de una nueva recesión iba a venir de la reacción nacionalista a los tratados globales de comercio. Beber alcohol se pasaría de moda un siglo después de la Ley Seca y Al Capone. Los mayores de 65 iban a vivir una edad dorada en que su edad ya no sería un impedimento para seguir contribuyendo a la sociedad. Las grandes ambiciones europeas de Ursula von der Leyen, la crisis de popularidad de Emmanuel Macron, el frenazo de la economía alemana, todo se ha disipado como un suspiro en la tormenta al llegar lo único que los mercados no tenían descontado. El coronavirus. Lo imprevisible.

Sabemos ahora que esa minúscula entidad biológica que hemos importado de algún animal desde un mercado vivo de Wuhan ha puesto patas arriba medio planeta y pronto colonizará el otro medio. Cuando apunte el verano, la economía mundial –tú y yo, desocupado lector— habrá sufrido un hachazo del 10% del PIB (producto interior bruto, una medida de la riqueza de cada país) en el primer cuatrimestre. La gente llevará meses confinada y acusará los daños psicológicos de esa situación, como ansiedad, depresión, irritabilidad y estrés postraumático. Muchos habrán muerto, y muchos más regresarán a una penuria que ni siquiera habían abandonado del todo, la inversión se congelará y el paro juvenil se agravará. El futuro era esto.

https://elpais.com/ciencia/2020-04-03/el-futuro-era-esto.html

domingo, 23 de septiembre de 2018

Dos genios matemáticos. Casi todas las ecuaciones de la física se basan en la simetría

Apaga la mente, cálmate, déjate flotar corriente abajo e imagina que, como mucha otra gente, eres un falsificador de moneda del siglo XVII, más en concreto hacia 1697. Estás en una taberna de la época, en cualquier condado próximo a Londres y comentando con tus amigotes, con la tercera pinta de ale, tus grandes éxitos en las dos actividades más lucrativas de la época: falsificar monedas o afeitarlas, es decir, lijar sus bordes para reciclar las virutas de oro y plata. No has reparado en un tipo delgado de mentón ortoédrico, ojos chispeantes y vestido como un labriego, que consume una pinta tras otra a tu lado sin decir ni pío. Menos aún has reparado en que el tipo es Isaac Newton, padre de la ciencia y nombrado hace poco alcaide de la Real Casa de la Moneda. Mal asunto. Ya te puedes dar por muerto.

Hacía 30 años que Newton había descubierto los grandes conceptos matemáticos que han fundado la ciencia moderna —las leyes del movimiento, la ley de la gravedad, las derivadas y las integrales— y faltaban otros 30 para que muriera y fuera enterrado en la abadía de Westminster, con unos honores que no se repetirían hasta Darwin, pero el caso es que Newton se entregó a fondo a la tarea de perseguir a los falsificadores que habían convertido la moneda inglesa en una risión

Con su inteligencia de físico y las malas artes de la ocultación y el disfraz, el alcaide de la Real Casa de la Moneda logró, en solo un año y medio, que los tribunales condenaran a 28 falsificadores y afeitadores. Muchos fueron al patíbulo en directo, lo que no viste a Newton con la mejor de sus togas, pero el caso es que el tipo hizo aquello con tanta eficiencia como había descubierto las leyes que rigen el mundo. Era bueno. La clase de individuo que nadie quiere tener como enemigo, ni como director de tesis.

Saltemos hacia delante un par de siglos y medio para encontrarnos con Emmy Noether, “el genio matemático creativo más significativo que haya producido la educación superior de las mujeres”, como reconoció Einstein tras la muerte de ella.

Einstein, casi todas las ecuaciones que rigen la física actual se basan con profundidad en la simetría. Eso incluye a la mecánica cuántica, que opera en el ámbito subatómico, y a la relatividad de Einstein, que gobierna el movimiento de planetas, estrellas y galaxias. Como dice el premio Nobel Frank Wilczek, simetría es “cambio sin cambio”. Si intercambias las mitades izquierda y derecha de una cara, la cara sigue siendo la misma. Si no es la misma, es que el tipo no era simétrico, y lo siento por él. Si giras una pirámide un poquito, la imagen será distinta de la original, pero, si la giras 90°, volverá a ser igual; la pirámide tiene más simetría que tu cara, si hemos de ser claros. El objeto tridimensional más simétrico que existe es la esfera: gírala por el ángulo que quieras, y en la orientación que quieras, que seguirá pareciendo lo mismo.

Estimulada por la relatividad general de Einstein —una teoría simétrica—, Noether dio el salto conceptual increíble de identificar cada ley simétrica de la física con una cantidad conservada (como la energía, que siempre se conserva), inaugurando de facto la física matemática que ha generado el modelo estándar, nuestra teoría del mundo subatómico, el sueño de Demócrito. Lean más en Mentes maravillosas, el último libro de Ian Stewart, uno de los tres o cuatro grandes escritores matemáticos de nuestro tiempo. También adivinen de qué canción proviene el arranque de esta columna.

https://elpais.com/elpais/2018/09/12/opinion/1536763658_423502.html

miércoles, 9 de agosto de 2017

Lo real. Está lejos (tal vez por fortuna), pero no hay ningún problema de principio para ‘bajarse’ un bocadillo de Internet

“Todo está en Internet”, decía un personaje de El Roto, y otro le respondía: “A ver, dame un bocadillo”. El chiste tiene un ángulo de crítica contra la tecnología, una de las marcas de fábrica de este extraordinario creador, pues es cierto que los desbocados avances técnicos se dan de patadas en nuestro tiempo con las miserias, estrecheces y desigualdades más escandalosas. Pero la viñeta también tiene una lectura más general y profunda, relativa a la frontera infranqueable entre lo virtual y lo real, a la aparente imposibilidad de convertir cadenas simbólicas de ceros y unos en un bocadillo, justamente.

La frontera de El Roto, sin embargo, se puede empezar a disipar en el futuro cercano. Tomemos, por ejemplo, las hamburguesas hechas con células madre. De momento solo consta públicamente la existencia de una, presentada en diciembre de 2011 con gran aparato eléctrico y la presencia ostentosa de Ray Kurzweil, inventor, músico, empresario, científico de la computación y jefe de ingeniería de Google. Aquella hamburguesa se cortó en dos trozos y cada mitad se ofreció a un crítico gastronómico de renombre. Los dos coincidieron en que la textura era muy similar a la de la carne real, aunque el sabor se resentía de su completa falta de grasa. Los científicos contratados por Kurzweil habían partido de células madre del músculo, con el previsible resultado de un ladrillo cárnico más aburrido que una tarde de domingo. Esto se podría resolver añadiendo células madre de la grasa, aunque de momento no hay noticia de ello. Pero volvamos a nuestro punto.

Por mucho que esté hecha a partir de células madre, la hamburguesa sintética seguirá siendo un objeto del mundo real, ¿no es cierto? Sí, pero introduzcamos ahora otra pieza de tecnología en alza vertiginosa, la impresora 3D. Si esta máquina eyecta polvo mineral, construirá un objeto geológico; si eyecta células vivas, fabricará un objeto biológico. No es fantasía: los científicos ya están utilizando la impresión 3D para eyectar células de levadura y construir pequeños fermentadores (de cerveza, pan o fármacos) mucho más eficientes que los convencionales.

De modo que, para satisfacer la petición del bocadillo, el personaje de El Roto necesitaría una impresora 3D con el cartucho bien cargado de células madre de músculo, a ser posible células madre de grasa y, desde luego, trigo y levadura para hacer el pan. Una vez así equipado, el tipo podrá bajarse un bocadillo de Internet. Está lejos (tal vez por fortuna), pero no hay ningún problema de principio.

https://elpais.com/elpais/2017/07/26/opinion/1501071363_719288.html

miércoles, 7 de enero de 2015

¿Ha matado la ciencia a la filosofía? Francis Crick, codescubridor de la doble hélice del ADN, aseguraba con mala uva que el único filósofo de la historia que había tenido éxito era Albert Einstein

No tan muerta
Por Javier Sampedro

Yo, señor, soy un científico raro. Sé que meterse con los filósofos es una de las aficiones favoritas de los científicos. Francis Crick, codescubridor de la doble hélice del ADN, aseguraba con característica mala uva que el único filósofo de la historia que había tenido éxito era Albert Einstein. El genetista y premio Nobel Jaques Monod dedicó un libro entero, El azar y la necesidad, a reírse de los filósofos marxistas, y el cosmólogo Stephen Hawking ha declarado con gran aparato eléctrico que “la filosofía ha muerto”, lo que ha dejado de piedra a los filósofos y seguramente a los muertos. Pero fíjense en que todos esos dardos venenosos no son expresiones científicas, sino filosóficas, y que por tanto se autorrefutan como una paradoja de Epiménides (ya les dije que yo era un científico raro).

¿Qué quiere decir Hawking con eso de que la filosofía ha muerto? Quiere decir que las cuestiones fundamentales sobre la naturaleza del universo no pueden responderse sin los datos masivos que emergen de los aceleradores de partículas y los telescopios gigantes. Quiere decir que la pregunta “¿por qué estamos aquí?” queda fuera del alcance del pensamiento puro. Quiere decir que el progreso del conocimiento es esclavo de los datos, que su única servidumbre es la realidad, que cuando una teoría falla la culpa es del pensador, nunca de la naturaleza. Un físico teórico sabe mejor que nadie que, pese a que la ciencia es solo una, hay dos formas de hacerla: generalizando a partir de los datos y pidiendo datos a partir de las ecuaciones. Einstein trabajó de la segunda forma, pensando de arriba abajo. Pero ese motor filosófico también le condujo a sus grandes errores, como la negación de las aplastantes evidencias de la física cuántica con el argumento de que “Dios no juega a los dados”. Como le respondió Niels Böhr: “No digas a Dios lo que debe hacer”.

La ciencia no matará a la filosofía: solo a la mala filosofía.

Una cooperación fecunda
Por Adela Cortina

La filosofía es un saber que se ha ocupado secularmente de cuestiones radicales, cuyas respuestas se encuentran situadas más allá del ámbito de la experimentación científica. El sentido de la vida y de la muerte, la estructura de la realidad, por qué hablamos de igualdad entre los seres humanos cuando biológicamente somos diferentes, qué razones existen para defender derechos humanos, cómo es posible la libertad, en qué consiste una vida feliz, si es un deber moral respetar a otros aunque de ello no se siga ninguna ganancia individual o grupal, qué es lo justo y no sólo lo conveniente. Sus instrumentos son la reflexión y el diálogo bien argumentado, que abre el camino hacia ese “uso público de la razón” en la vida política, sin el que no hay ciudadanía plena ni auténtica democracia. El ejercicio de la crítica frente al fundamentalismo y al dogmatismo es su aliado.

En sus épocas de mayor esplendor la filosofía ha trabajado codo a codo con las ciencias más relevantes, y ha sido la fecundación mutua de filosofía y ciencias la que ha logrado un mejor saber. Porque la filosofía que ignora los avances científicos se pierde en especulaciones vacías; las ciencias que ignoran el marco filosófico pierden sentido y fundamento.

Hoy en día son especialmente las éticas aplicadas a la política, la economía, el desarrollo, la vida amenazada y tantos otros ámbitos las que han mostrado que el imperialismo de un solo saber, sea el que fuere, es estéril, que la cooperación sigue siendo la opción más fecunda. Habrá que mantener, pues, la enseñanza de la ética y de la filosofía en la ESO y en el bachillerato, no vaya a ser que, al final, científicos como Hawking o Dawkins acaben dándole la razón a la LOMCE.

Fuente: El País, Babelia.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/30/babelia/1419956198_209450.html