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viernes, 19 de enero de 2024

Coronavirus. Las grandes obras que Shakespeare, Munch y Boccaccio crearon en cuarentena



FUENTE DE LA IMAGEN,FOTO: NASJONALMUSEET/HØSTLAND, BØRRE

Pie de foto,

A veces, las glorias del pasado generan expectativas difícilmente alcanzables y, cuando se trata de cuarentenas, el listón está definitivamente alto.

Isaac Newton, por ejemplo, durante su aislamiento por la peste en 1665, descubrió la idea clave para la teoría de la gravedad, escribió los documentos que serían la base del cálculo y desarrolló sus teorías sobre óptica mientras jugaba con prismas en su habitación.

"¡Seguro no tenía que cuidar niños!", fue un grito colectivo por las redes sociales cuando alguien lo mencionó.

Y es que tratar de estar a la altura cuando te estás preocupando por conseguir papel higiénico, tener todo y a todos desinfectados, alimentados, entretenidos, mientras evitas acercarte a otros seres humanos y atiendes las exigencias de todas las redes sociales, parece imposible.

El mapa que muestra el número de infectados y muertos en el mundo por el nuevo coronavirus Pero si bien es cierto que Newton no tenía que ocuparse de cuestiones tan mundanas cuando la Gran Peste llegó a su puerta y se vio obligado a retirarse en la casa de la familia en Woolsthorpe, Inglaterra, donde experimentó su annus mirabilis, eso difícilmente le resta mérito.

Además, lo podemos usar de inspiración.

No sólo a él sino a varios otros que, como los siguientes tres artistas, aprovecharon sus cuarentenas para desplegar sus talentos... ¡y qué talentos!

Giovanni Boccaccio

En 1348, la Peste Negra, la epidemia más devastadora de la historia europea, se extendió por todo el continente.

En Florencia y sus alrededores, se estima que el 60% de la población murió.

"Cuando todas las tumbas estuvieron llenas, se cavaron enormes fosas en los cementerios de las iglesias, en las que cientos de recién llegados fueron colocados capa por capa como mercancías en barcos, cada uno cubierto con un poco de tierra, hasta que se llegaba a ras de suelo", escribió un florentino, que perdió a su padre y a su madrastra.

Retrato del siglo XIV de Giovanni Boccaccio 

Retrato del siglo XIV de Giovanni Boccaccio (1313-1375)

 Era el poeta y escritor Giovanni Boccaccio, quien sobrevivió refugiándose en la campiña toscana, donde escribió una obra en la que contó "cien novelas, o fábulas o parábolas o historias, como las queramos llamar" ficticiamente narradas por "siete mujeres y tres jóvenes, en los pestilentes tiempos de la pasada mortandad". 

Compuesta para entretener particularmente a las damas afligidas por el amor pues "obligadas por los deseos, los gustos, los mandatos de los padres, de las madres, los hermanos y los maridos, pasan la mayor parte del tiempo confinadas en el pequeño circuito de sus alcobas", en tiempos pestilentes o no,   En la historia, los diez jóvenes deciden aislarse juntos en el campo durante dos semanas y acuerdan una rutina: por la mañana y por la tarde, harán caminatas, cantarán canciones y comerán comidas exquisitas, con buenos vinos, dorados y tintos. 

Pero también, en los días que no estén dedicados a cuestiones personales o religiosas, se sentarán juntos y cada uno contará una historia sobre un tema establecido para el día: generosidad, magnanimidad, inteligencia, etc. 

Los jóvenes del Decamerón escuchando un cuento



FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

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Si ya no sabes qué hacer con tu tiempo, puedes seguir la rutina de los 10 jóvenes del Decamerón: caminar, cantar, comer y contar cuentos.

En 10 días, cada uno de los diez jóvenes cuentan historias, de manera que al final hay 100 relatos que, con las introducciones y comentarios del autor, comprenden "El Decamerón", un producto genial de la cuarentena de un genio.

William Shakespeare
La vida de Shakespeare estuvo marcada por la peste.

Su vida comenzó en el apogeo del primer gran brote isabelino en 1563-4, cuando la enfermedad acabó con una cuarta parte de la población de Stratford-upon-Avon, su lugar de nacimiento.

En febrero de 1564, probablemente por primera vez en la historia de Inglaterra, fueron prohibidas las representaciones de obras de teatro debido a la epidemia.

Londres, la ciudad a la que Shakespeare se mudó de la década de 1580, fue arrasada repetidamente por brotes de pestilencia, y las normas dictaban que cuando las muertes llegaran a 30 por semana, las funciones de teatro cesaban.

William Shakespeare



FUENTE DE LA IMAGE

Pie de fotoLa industria del teatro se paralizada cada vez que había un nuevo brote de pestilencia, y hubo muchos. Al verse repentina y repetidamente sin un trabajo estable y mucho tiempo libre, Shakespeare escribía.Para quienes habitaban el mundo teatral en esa la peste bubónica era un riesgo no sólo existencial, sino también, profesional, y entre 1603 y 1613, por ejemplo, los teatros londinenses estuvieron cerrados por un total de 78 de esos 120 meses, más del 60% del tiempo.

El brote de 1603 fue el más grave en Inglaterra desde la Peste Negra del siglo XIV.

A Shakespeare, quien para entonces ya era un actor profesional, dramaturgo y accionista de una empresa teatral, como a todos sus colegas, le quedaba poca opción más que salir de gira para recorrer las provincias, tratando de llegar antes que la plaga a lugares donde se pudieran presentar.

O escribir.

Y no sorprende que en las obras que escribió después de ese terrible brote, las metáforas de la enfermedad abunden.

Grabado de escena del Rey Lear, obra de Ford Madox Brown.
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FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

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Para el dramaturgo irlandés Bernard Shaw, "Ningún hombre escribirá una tragedia mejor que Lear". Para el escritor ruso Leo Tolstoi, sin embargo, la trama "exagerada" y su "lenguaje pomposo y sin carácter".

Pero la cuarentena por el brote de 1606 fue especialmente memorable, pues dice la leyenda que creó nada menos que tres de sus tragedias cumbre.

Honestamente, es difícil tener certeza: hay muchos vacíos e imprecisiones en la biografía del Bardo de Avon.

Sin embargo, sabemos que "El rey Lear" -al que sus intrigantes hijas Regan y Goneril le roban su poder y cordura, mientras que su tercera hija, la amable Cordelia, sufre trágicas consecuencias- fue presentada el 26 de diciembre de 1606 frente al rey Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, y también que la fuente de inspiración fue una obra titulada "La verdadera historia del rey Leir y sus tres hijas", que había sido publicada en 1605.

La historia de la relación "Antonio y Cleopatra", desde la época de la campaña parta hasta el suicidio de la reina de Egipto que se desarrolla en la sensual Alejandría y la pragmática Roma, también estuvo en escena a fines de 1606.

Y, como si fuera poco, según algunos expertos Shakespeare también tuvo tiempo de escribir una de sus más potentes y emocionalmente intensas obras: la historia de un general escocés al que unas brujas le dicen que va a ser rey y mata para hacer realidad ese vaticinio.

Él es Macbeth, pero quien ha sido recordada por muchos en estos tiempos de coronavirus es su esposa, Lady Macbeth, por aquello de que se lavaba las manos constantemente, aunque ella lo hacía para tratar de limpiar su conciencia por su participación en el asesinato del rey Duncan.

De hecho, su inquietante soliloquio se ha convertido en un meme en el que en el famoso póster del Organización Mundial de la Salud aparecen las palabras de Shakespeare para ayudarte a completar la duración adecuada del lavado de manos.


Pie de foto,Circula en inglés, pero aquí está en español, por si ya te cansaste de cantar "Happy birthday" al lavarte las manosEl poster con instrucciones de cómo lavarse las manos con el soliloquio de Lady Macbeth. Pie de foto,
Circula en inglés, pero aquí está en español, por si ya te cansaste de cantar "Happy birthday" al lavarte las manos.

Cabe anotar que, si bien el jabón incapacita al virus covid-19, a Lady Macbeth no le ayudaba a mitigar el sentimiento de culpa, pues aunque "se restregaba las manos" por "un cuarto de hora", todavía podía oler en ellas la sangre del monarca asesinado.

Edvard Munch y Schiele

Al final de la Primera Guerra Mundial, 20 millones de personas habían muerto y el mundo estaba agotado.

Pero pronto un nuevo horror empezó a arrasar, un virus aterrador que mataría a entre 50 y 100 millones de personas: la pandemia de gripe de 1918, también conocida como la gripe española.

En Viena, Austria, un acongojado artista llamado Egon Schiele pintó a una de esas víctimas, en su lecho de muerte: su ídolo, mentor y amigo  Gustav Klimt, el pintor simbolista y líder del movimiento modernista de la secesión vienesa.

Ese mismo año, por la pandemia, Schiele perdió también a su esposa Edith, que estaba embarazada de su primer hijo.

Aunque desesperadamente enfermo y afligido, Schiele trabajó en una pintura que representaba a una familia que nunca llegaría a existir: la suya.

Su obra "La familia", que no pudo terminar pues murió a los 28 años pocos días después de su esposa, es considerada por muchos como un conmovedor testimonio de la crueldad de la enfermedad.

"La familia" de Egon Schiele



FUENTE DE LA IMAGEN,FOTO: JOHANNES STOLL © BELVEDERE, VIENNA

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Schiele con su esposa y el hijo que nunca pudo nacer.

Así como en Austria, en otras partes del mundo, grandes artistas, músicos, escritores murieron, algo de lo que el noruego Edvard Munchn  no solo fue testigo.

Munch, a quien probablemente conoces por su icónica obra "El grito", contrajo la enfermedad a principios de 1919.

Tan pronto como se sintió físicamente capaz, tomó sus pinceles y pinturas y comenzó a capturar su estado físico.

Su "Autorretrato con gripe española" lo muestra con la cara demacrada sentado frente a su cama de enfermo sin hacer.

Envuelto en una bata y una manta, rodeado de tonalidades de un amarillo enfermizo, ilustra una sensación de aislamiento en esa lucha personal, mientras su boca abierta le da un aspecto cadavérico.

"Autorretrato con gripe española"


FUENTE DE LA IMAGEN,NASJONALMUSEET

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Esto hizo Edvard Munch durante su cuarentena, cuando todavía estaba enfermo... ¿te animas? (Autorretrato con gripe española)

Más tarde ese año pintó una secuela, "Autorretrato después de la gripe española", en la que, atormentado y ojeroso, se asoma desde el cuadro como mostrando lo que es ser víctima del virus asesino.

En el retrato plasma la desesperación y el aislamiento del enfermo, la opresión, la debilidad, el malestar y hasta la falta de aire libre.

Afortunadamente Munch no fue una de las víctimas mortales de la virulenta gripe española: sobrevivió y continuó creando grandes obras de arte.

A su muerte en 1944, a la edad de 80 años, las autoridades descubrieron en su casa, tras unas puertas cerradas con llave, una colección de más de 1.000 pinturas y poco menos de 4.500 dibujos y 15.400 grabados, entre otras cosas.

Enlaces a más artículos sobre el coronavirus 

lunes, 1 de junio de 2020

Los olvidados



Foto: Una cola de personas con mascarillas para recibir ayuda alimentaria en el asentamiento informal de Itireleng, cerca del suburbio de Laudium en Pretoria, Sudáfrica. REUTERS / Siphiwe Sibeko

Desde que se comprobó el enorme impacto económico de la propagación del coronavirus, los países más ricos del mundo, en donde se concentra sólo la tercera parte de la población mundial, no han parado de adoptar medidas de apoyo a sus economías. Alemania, uno de los más poderosos, ha podido poner en marcha programas de ayuda a sus hogares y empresas por un valor equivalente a casi la mitad de su Producto Interior Bruto, un esfuerzo posiblemente nunca registrado. Con menos intensidad, todos los países ricos lo vienen haciendo, pues en todos ellos prima la idea de que hay que hacer lo que haga falta para evitar el colapso económico, incluso a costa de un incremento récord de su deuda.

Sin embargo, se está hablando muy poco de la situación en la que se encuentran las dos terceras partes de la humanidad, los países pobres o ahora llamados «emergentes»; una denominación, por cierto, bastante inadecuada pues la realidad es que no terminan de emerger nunca, sino más bien todo lo contrario.

La situación en todos ellos empieza a ser ser dramática, a pesar de que la pandemia les ha afectado más tarde y no ha registrado todavía el pico del daño más elevado que, sin lugar a duda, va a terminar provocando.

Las salidas de capital desde esos países más pobres en el primer mes de la pandemia fueron ya el doble de las que se produjeron en el primero posterior al estallido de la crisis de 2008 y las inversiones hacia esos países también se están desplomando, lo que aventura que la pérdida de liquidez y recursos va a ser ahora mucho mayor que entonces.

En esta crisis no sólo tendrán que hacer frente a gastos sanitarios de carácter extraordinario para combatir la pandemia, sino que se encontrarán en unas condiciones económicas propias y de entorno mucho más complicadas y difíciles por diversas razones.

En primer lugar, las economías más pobres del mundo van a perder una parte muy importante de sus ingresos por exportaciones debido a la caída de los precios (un 37% en lo que va de año) de los productos básicos en los que suelen estar especializadas y porque la demanda de importaciones se está reduciendo en todo el mundo a consecuencia de la pérdida de ingresos y de la paralización de los transportes. Además, y a diferencia de lo que pasó en 2008, la demanda exterior de China está siendo menor, de modo que no ayudará tanto como antes a «tirar» de las economías más atrasadas. Y, para colmo, muchas de las cadenas globales de suministro se encuentran no sólo detenidas sino algunas literalmente destrozadas a causa de los confinamientos.

En segundo lugar, los países emergentes hacen frente a la crisis en peores condiciones que en otras ocasiones porque las políticas aplicadas tras la de 2008 los han hecho todavía más vulnerables desde el punto de vista financiero. Ahora disponen de menos reservas, la deuda ha aumentado y una mayor parte de ella ha pasado a estar en manos de acreedores más exigentes y peligrosos, y a estar registrada en dólares. Y al deteriorarse las condiciones financieras mundiales van a tener muchos problemas para poder renovar la deuda, no ya en 2021 sino incluso este año (en 2020 la totalidad de los países emergentes deberán pagar 1,6 billones de deuda, de los cuales casi la tercera parte corresponde a los más pobres de entre los países pobres).

La depreciación casi generalizada de sus monedas empeora todo lo anterior y aumenta una factura ya de por sí muy difícil de afrontar.

En tercer lugar, también van a sufrir ahora mucho más que en 2008 porque la salida a esa última crisis llevó consigo el debilitamiento de sus sectores públicos y, en particular, de sus sistemas fiscales, siguiendo los dictados que constantemente imponen los grandes organismos internacionales; y también porque en todo el mundo han aumentado los flujos de capital ilícito, las finanzas a la sombra, la evasión de capitales y las inversiones especulativas que hacen que todas las economías -pero en mayor medida la ya de por sí más vulnerables- se encuentren ahora en condiciones de creciente fragilidad.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) calcula, en el informe del que he sacado los datos anteriores (aquí), que las malas condiciones económicas generales y todas esas circunstancias a las que acabo de hacer referencia pueden hacer que los países emergentes pierdan este año unos 800.000 millones de dólares de ingresos, una buena parte de ellos por la caída de las remeses que les proporciona su población emigrante hacia los países más ricos.

La tentación de estos últimos es olvidarse, como siempre viene ocurriendo, de los más pobres ahora que están concentrados en salvar a sus propias economías, a sus empresas y hogares, con las ayudas que, con más o menos generosidad, pueden proporcionarles gracias a que son eso, los países más ricos del mundo.

Una actitud no sólo egoísta, sino a la larga suicida.

Nuestro planeta, la economía mundial en su conjunto, no está formada por un montón de cajones estancos. Se pueden cerrar las fronteras para que no pasen personas, capitales o mercancías, pero no para evitar que las crisis se propaguen de un lugar a otro. Las economías dependen entre sí y es imposible que las más ricas salgan adelante, que puedan sortear sus propias crisis y gozar de mínima estabilidad, si las demás se vienen abajo. El colapso de las economías en los países pobres producirá caídas en las exportaciones e importaciones globales, cortes de suministros, impagos en cadena, tensiones sociales, flujos migratorios y multitud de otros problemas que terminarán por afectar a quienes ahora creen que puede ponerse a salvo salvándose sólo a ellos mismos. Lo mismo que a Alemania o a Holanda no le servirá de mucho salvar a sus empresas proporcionándoles ayudas multimillonarias si las economías del resto de Europa a quienes les venden sus mercancías se vienen abajo o terminan boicoteando sus productos para censurar su política egoísta, tampoco los países más ricos del planeta podrán salir adelante si se siguen olvidando de los más pobres.

Los problemas globales que estamos viviendo en nuestro planeta necesitan, quizá más que nunca, perspectivas y soluciones globales, instituciones y políticas a escala planetaria capaces de proporcionar, eso sí, los recursos y condiciones que hagan posible que se den respuestas en lo espacios y a las gentes concretas que sufren las adversidades y las carencias particulares.

Nos estamos centrando en lo que pasa en los países que disponen de recursos para hacer frente a la pandemia y nos olvidamos de la mayor parte de la humanidad, sin percatarnos que eso nos supone a medio plazo un peligro quizá mucho mayor.

Es imprescindible garantizar que los países más pobres dispongan de liquidez suficiente para enfrentarse a la pandemia, hay que establecer controles a los movimientos de capital para evitar que los flujos especulativos los arruinen, evitar que se ahoguen en la deuda suspendiendo el pago y estableciendo con urgencia un proceso internacional de reestructuración y jubileo, hay que aumentar la ayuda al desarrollo y, lo más importante, hay que reconsiderar las condiciones tan injustas e ineficientes en que se desenvuelve el comercio y las finanzas internacionales.

A los países ricos les pasa lo que decía Francis Bacon que ocurre a los seres egoístas: son capaces de provocar un incendio en casa del vecino para freírse un huevo.

Incendiamos de pobreza a la inmensa mayoría de la población mundial para freír en su sufrimiento el huevo de nuestros privilegios de ricos, sin darnos cuenta de que las llamas se propagan sin remedio y que nos asfixiaremos todos si no las apagamos cuanto antes de la única forma en que puede apagarse el incendio de la pobreza, con justicia, respeto, ayuda mutua y solidaridad.

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’

Fuente:

https://blogs.publico.es/juantorres/2020/05/26/los-olvidados/

jueves, 23 de abril de 2020

No diga raza. El coronavirus distingue entre etnias, sea por pobreza o por biología

A los antropólogos y humanistas les encanta decir que las razas no existen. Se llenan la boca con ese mensaje ecuménico y creen que así se protegen contra cualquier acusación de racismo que les pueda caer por su trabajo. Muchos se pasan el día estudiando a tribus del Amazonas que no han tenido contacto con la civilización, o a poblaciones de bosquimanos que se encuentran entre los ancestros más antiguos de la humanidad moderna. Lo que buscan es precisamente diferencias entre poblaciones relativamente aisladas durante decenas de miles de años –razas—, pero con decir que las razas no existen ya pueden dormir tranquilos por la noche. Cambian raza por etnia y a seguir escribiendo tesis.

El racismo no consiste en creer que hay razas, sino en creer que hay razas superiores a otras. Cambiar la palabra raza por etnia, o por población, no va a hacer nada por arreglar nuestros problemas más graves. Yo mismo suelo decir que soy de raza dudosa –era el más oscuro de mi clase, os lo confieso espontáneamente— y no creo estar contraviniendo ningún principio fundamental por decirlo. Como amante del jazz, incluso creo que hay razas superiores en ciertos sectores de la actividad humana: los negros son mucho mejores en ese universo musical profundo que ha marcado al siglo XX, y lo siento por vosotros, músicos blancuchos. Cuando decimos que el coronavirus no distingue de raza, estamos siendo inexactos. El coronavirus es racista, y necesitamos saber por qué. Sobre todo nosotros, los más oscuros de la clase.

Como sociedad multirracial, con perdón por la palabra prohibida, Estados Unidos suele ser un buen experimento para examinar la cuestión. Los negros suponen un 32% de la población de Luisiana, pero acaparan el 70% de las muertes por coronavirus. Los hispanos y los negros de Nueva York mueren de Covid-19 el doble que los blancos (20 frente a 10 muertos, respectivamente, por 100.000 habitantes). Los nativos americanos de Nuevo México muestran unas tasas de contagio muy superiores a la media del Estado. No sabíamos nada de esto hasta hace unos días, porque ni los CDC de Atlanta (los centros estadounidenses de control de enfermedades, una referencia mundial) ni las consejerías locales de salud facilitaban esos datos. Antes dejar morir a la gente que hablar de raza, claro, no vaya a ser que nos acusen de racismo. Error garrafal. El mundo es como es, no como quisiéramos que fuera.

Nuestra obligación es investigar y encontrar soluciones. Decir que las razas no existen queda muy bonito, pero no nos ayuda en nada La razón más probable de esas diferencias raciales en la vulnerabilidad al coronavirus es que los negros y los chicanos son de clase baja, y ser de clase baja es una de las peores decisiones que puede tomar una persona al nacer. Pero tampoco es nada extraño que haya diferencias biológicas en la susceptibilidad a un virus. En cualquiera de los dos casos, nuestra obligación es investigar y encontrar soluciones. Decir que las razas no existen queda muy bonito, pero no nos ayuda en nada.

https://elpais.com/ciencia/2020-04-12/no-diga-raza.html

lunes, 20 de abril de 2020

_- El dilema del diablo. Quién puede elegir entre las víctimas del virus y las de todos los demás dramas que afligen a la humanidad.

_- JAVIER SAMPEDRO
11 ABR 2020 -

La Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio (GPEI), un proyecto internacional lanzado en 1988, suspendió el 24 de marzo su campaña de vacunación, como una medida para frenar la propagación del coronavirus. Esperan reanudarla después del verano, incluso en poblaciones de África donde la propia vacuna ha causado focos locales de polio. Los números globales demuestran que la vacuna funciona en la mayoría de los casos, pero el 100% de eficacia no existe en biología. Gracias a esa variabilidad seguimos aquí después de 4.000 millones de años. Parafraseando a los ecologistas, piensa global, llora local.

Los asesores científicos de la GPEI calculan que el parón de la campaña de vacunación elevará el número de niños que quedarán paralizados de por vida por la polio, o incluso por la vacuna de la polio, y que algunos países que ya se han declarado libres del virus se volverán a contagiar. Y la polio es solo un ejemplo de las vacunaciones que se han suspendido en África y en los países en desarrollo. Solo dos días después del cerrojazo de la GPEI llegó el de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendando la suspensión de todas las campañas masivas de vacunación. Otra vez el dilema del diablo, elegir entre muertes presentes y discapacidades futuras. Estos días no resulta fácil meterse en el pellejo de un responsable sanitario, pese a la aparente incompetencia de algunos políticos para entenderlo.

La periodista Leslie Roberts documenta en Science que millones de niños se han visto privados ya de sus vacunas de polio, sarampión, papiloma, fiebre amarilla, cólera y meningitis. Hablan de 14 millones, pero es una estimación a la baja, seguramente muy a la baja. En Afganistán y Pakistán el virus de la polio ya estaba resurgiendo antes del parón coronavírico, y la eliminación de las campañas vacunales solo puede empeorar las cosas. Los brotes africanos debidos a la propia vacuna se están escapando de control, y solo el mantenimiento de las campañas —por muy paradójico que resulte— puede refrenarlos y ayudar a la gente afectada.

Según los CDC de Atlanta (centros de control de enfermedades estadounidenses, una referencia mundial), 23 países han suspendido sus campañas contra el sarampión, y otros 16 se lo están pensando. El sarampión puede parecerle una broma al lector occidental, pero en los países en desarrollo mata a entre el 3% y el 6% de los infectados, entre tres y seis veces más que el coronavirus. La mayoría de esas víctimas, al revés de lo que ocurre con el coronavirus, son niños malnutridos.

La vida nos enfrenta a decisiones duras media docena de veces al día. Pero pocas veces nos arroja a la cara una como esta. Una pandemia tan grave como la actual nos está obligando a elegir entre las víctimas del virus y las de todos los demás dramas que afligen a gran parte de la población mundial. El dilema del diablo.

domingo, 19 de abril de 2020

Pedro el sepulturero o a quien insulta Vox

Cada día está más claro que tenemos un partido en el Congreso que desprecia expresa y públicamente el principio de soberanía del pueblo español.

El día que Macarena Olona llamó sepulturero a Pedro Sánchez durante el pleno del Congreso que debatía la prórroga del estado de alarma, me derrumbé. Aquel insulto me hizo sentir vergüenza, impotencia y cierta humillación. Al principio no entendí mis sentimientos, dado que no soy precisamente una cheerleader de la gestión de Sánchez en esta crisis. Sin embargo, confieso que nunca antes me había sentido tan cerca de ningún presidente del Gobierno de mi país como ese día. Pensé entonces que mi disgusto podía deberse a las circunstancias extremas que nos rodean, pero según avanzan los días y los insultos, comprendo que la razón no era emocional sino estrictamente política. La señora Macarena Olona nos insultó a todos cuando habló de “Pedro el sepulturero”. Me llamó sepulturera a mí. Y también a todos y cada uno de los españoles. Y lo hizo con una bandera de España en la boca en pleno Congreso de los Diputados y en la peor crisis que ha vivido este país en los últimos cuarenta años.

“Sepulturero”, “Pedro el sepulturero”.
Este insulto de Vox, uno de tantos, no expresaba un desacuerdo con el Gobierno ni siquiera una hostilidad personal hacia Pedro Sánchez. El día que Olona escupió esa palabra en el Congreso —y aquí el lugar es importante—, no hizo otra cosa que expresar el profundo desprecio que siente Vox por los representantes de la soberanía nacional. Olona no pretendía manifestar su oposición intelectual respecto de la gestión de la crisis, ni siquiera su antipatía genuina hacia Sánchez. Vox va un paso más allá en sus insultos porque no respeta a los representantes elegidos por el pueblo español ni termina de aceptar que es en nosotros, en todos los ciudadanos, donde reside la soberanía. Por eso no puede ocultar su profundo desprecio hacia el presidente del Gobierno. Si por ellos fuera, los líderes serían elegidos por aclamación y de ahí nace su íntima necesidad de humillar, no criticar ni corregir, al actual presidente. No es casual que para despreciar a Sánchez, Olona eligiera ensalzar una vez más a Franco. “Se empeñó en desenterrar a un muerto y hoy entierra a miles”, dijo. Y lo dijo porque ese muerto no era uno cualquiera, sino un caudillo capaz de llegar al poder mediante un golpe de Estado, mientras que “Pedro el sepulturero” jamás rozará esta altura política. No olviden que Sánchez ha sido elegido por el principio de soberanía del pueblo español que sostiene nuestra Constitución y que Vox desprecia.

No digo que Vox se lleve mal con la democracia como procedimiento administrativo, pero el hecho es que es un partido caudillista y que si bien ha conseguido entrar en el juego democrático y superar sus filtros, es manifiestamente incapaz de no expresar cada vez más claro y más alto su profundo desprecio por la idea misma de soberanía del pueblo español. ¿Cómo expresa este desprecio? Con insultos y humillaciones contra Pedro Sánchez en tanto que producto de nuestra soberanía. Para que me entiendan, los votantes de Vox destetan a Pablo Iglesias de manera genuina, lo mismo que los votantes de Podemos detestan a Santiago Abascal. En ambos casos se trata de un desagrado personal incluso íntimo, no de un desprecio institucional. En cambio, Vox desprecia a Pedro Sánchez como producto de la soberanía del pueblo español ergo Vox me desprecia también a mí (y a todos los españoles) cuando dice que Pedro Sánchez es un sepulturero.

Otro ejemplo.
Si mañana me encuentro por la calle con un antiguo profesor de mi facultad y le digo a gritos que es un deshecho intelectual y que ha plagiado su tesis, estaré expresando un desacuerdo personal o una opinión con mayor o menor acierto. Pero si insulto a ese mismo profesor mientras da clase en la Universidad y le acuso públicamente de plagio en sus investigaciones, entonces estaré insultando también a la Universidad que lo cobija. Y si además me pongo una bandera de la Universidad en la boca antes de escupir sobre ella, entonces estaré cometiendo un acto de rebelión.

“Negligencia criminal”, “ocultar imágenes de los muertos”, “eutanasia feroz”, “gobierno social-comunista”, “Pedro el sepulturero”... Los insultos de Vox han sido tan graves que el PSOE ha denunciado al partido ante la Fiscalía por delitos de injurias, calumnias y odio. Entre ellos se cuenta, por ejemplo, el montaje que hicieron sobre una foto de la Gran Vía vacía para presentarla repleta de ataúdes con la bandera de España. Una falsificación que no contaba siquiera con el consentimiento del autor de la imagen, que exigió su retirada. Sin embargo, todos estos insultos no son un mero asunto delictivo sino sedicioso. Y como tal se deben afrontar, dentro de toda su gravedad y con todos los mecanismos legales al servicio de los ciudadanos, de nuestras instituciones y de nuestro país.

El discurso de odio de Vox se ha consentido porque se ha entendido como una expresión de su oposición hacia la izquierda. Sin embargo, cada día está más claro que tenemos un partido en el Congreso que desprecia expresa y públicamente el principio de soberanía del pueblo español. Es decir, tenemos un partido anticonstitucional en el Congreso. Ojalá el virus no oculte esta otra desgracia. Pues ya hemos aprendido que es decisivo tomar medidas antes que de que se extienda el brote.

https://elpais.com/elpais/2020/04/17/opinion/1587132318_857749.html

domingo, 29 de marzo de 2020

Más allá del papel higiénico

Un tuit de Trump provoca el desabastecimiento de cloroquina en todo el planeta

Donald Trump la ha liado buena con la cloroquina. El otro día tuiteó que ese antiguo fármaco contra la malaria se iba a convertir en “una de las grandes revoluciones de la historia de la medicina”. Que el inquilino de la Casa Blanca se ocupe siquiera por un tuit de la historia de la medicina resulta encantador, pero ese único mensaje de una persona ignorante y titular de un nutrido currículum de irracionalidad y virulencia ha propagado una pandemia de desabastecimiento de ese fármaco que, por lo que sabemos por evidencias anecdóticas, ha llegado ya a las farmacias españolas. Así de angustioso es el poder de las redes sociales, el lado oscuro de la fuerza.

Es cierto que la OMS considera que merece la pena comprobar si la cloroquina, entre otros muchos fármacos, puede ayudar a los pacientes del coronavirus. Pero ya sabemos que Trump no es un político, sino un constructor metido a político, y el problema es que no sabe leer las comunicaciones de la OMS, ni escuchar a sus propios asesores científicos, que intentaron de forma denodada disuadirle de propagar ese mensaje. Cuando ya lo había hecho, el jefe de enfermedades infecciosas de los NIH (Institutos Nacionales de la Salud), Anthony Fauci –el homólogo de nuestro Fernando Simón— inventó un nuevo tipo de figura retórica al declarar: “El presidente hablaba de la esperanza”. Una brillante forma diplomática de decir que había metido la pata hasta el corvejón. Fauci es un buen científico, pero también uno de los principales asesores científicos de Trump. No puede hablar con claridad, solo emitir mensajes entre líneas.

El mugido de Trump se basa en un pequeñito estudio francés con 42 pacientes que, además, ha recibido críticas generalizadas de la comunidad científica. Charles Piller ha compilado algunas de ellas para la revista Science. El estadístico Darren Dahly, del University College de Cork, considera “una atrocidad” recomendar la cloroquina a la población partiendo de un ensayo tan minúsculo. “¡Es una completa locura!”, añade el especialista en resistencia a fármacos Gaetan Burgio, de la Universidad Nacional Australiana, muy crítico con el ensayo francés.

La OMS acaba de iniciar un estudio mucho mayor sobre la cloroquina, y estamos obligados a esperar a los resultados de ese ensayo antes de hacer ninguna recomendación a la población. El presidente de Estados Unidos es igual de torpe en una crisis pandémica que en el resto de su aparatosa política internacional. Algún día tendremos que estudiar cuál de esas dos torpezas hace más daño a nuestro precario ecosistema global. El desabastecimiento de cloroquina en las farmacias es un desastre. Los pacientes de enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide o el lupus la necesitan para paliar el dolor, y ya hay muertes en Nigeria atribuidas a la sobredosis del fármaco. Qué pesadez de Trump.

https://elpais.com/ciencia/2020-03-27/mas-alla-del-papel-higienico.html

miércoles, 25 de marzo de 2020

Aplausos al anochecer

Me emocioné profundamente mientras aplaudía con Lourdes y Carla desde el balcón de nuestra casa a los profesionales de la sanidad. Se oían en la oscuridad muchos aplausos desde las ventanas de las viviendas, iluminadas al anochecer. Lo haremos cada día. A las ocho de la tarde. No hay que cansarse de dar las gracias. Dice Jean de la Bruyère que “solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de la gratitud”.

Era emocionante escuchar a muchos ciudadanos y ciudadanas aplaudir al unísono agradeciendo a los sanitarios del país su trabajo, su esfuerzo y su riesgo. Personas de izquierdas y de derechas, creyentes y agnósticas, ricas y pobres, inmigrantes y autóctonas, hombres y mujeres, patronos y obreros… Todas y todos a una aplaudiendo. Porque al virus solo le podemos vencer unidos. Porque el virus ataca de forma indiscriminada. Es muy democrático el coronavirus. Afecta por igual a ministros que a pordioseros, a catedráticos que a analfabetos, a personas progresistas y retrógradas…

He trabajado durante muchos años con profesionales de la salud. En lo poquito que sé, que es cómo formar mejores profesionales. Sé de su competencia científica y de su cercanía emocional a los pacientes. Ahora les toca estar en el frente de la batalla sanitaria, allí donde llega la mayor necesidad de atención médica y de ayuda psicológica. Con escasez de medios, con el temor de que el sistema se colapse. Y, sobre todo, con el riesgo de contagio a pesar de todas las prevenciones.

Me imagino lo que será para cada uno de ellos acudir cada mañana al puesto de trabajo, inundados de noticias, cargados de demandas, como testigos de la angustia y del dolor y como responsables de las mejores respuestas.

Ese gesto de agradecimiento hacia quienes están en la primera línea de fuego sanitario es digno de encomio. Se trata de reconocer su profesionalidad, su valentía, su espíritu de sacrifico, sus conocimientos puestos al servicio de la ciudadanía.

Alguien tuvo que tener la idea. Una persona, probablemente anónima, o varias en distintos lugares. No se sabe casi nunca cómo, cuándo y dónde salta la chispa. Pero es magnífico que alguien haya pensado en ello, que alguien haya hecho la propuesta. Y que la haya hecho pública, que la haya compartido.

Muchas personas, después, se han hecho eco de esa idea y la han difundido a través de las redes y de los medios de comunicación. Y se ha propagado con más velocidad que el coronavirus.

A través de ventanas, balcones, azoteas y terrazas de las casas salen los aplausos como bandadas de palomas mensajeras que llevarán a estos y a estas profesionales la gratitud, la admiración y el afecto del pueblo. Son el ejército de salvación de la humanidad. Médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, administrativos y administrativas, camilleros y camilleras, personal de limpieza… También los sanitarios que investigan y que luego difunden e informan.

He visto cómo, desde la puerta de algunos Hospitales y Centros de Salud, pequeños grupos de personal sanitario devuelven a la ciudadanía los aplausos expresando su reconocimiento con las palmas de sus manos. Hermoso diálogo de reconocimiento mutuo.

(Ha circulado el simpático mensaje de un anónimo ciudadano que decía lo impresionado que estaba con sus vecinos ya que le habían aplaudido con fuerza cuando salió a echar la basura por la noche. “No sabía que era tan querido y admirado”, decía asombrado).

No hay mal que por bien no venga. La crisis nos está haciendo descubrir que un celador es más importante que un futbolista, que una enfermera es más necesaria que un multimillonario y que un médico es más decisivo que un general de división.

Descubrimos también lo importante que es la ciencia y la investigación. Clamamos todos ahora por la vacuna, pero sabemos que no se puede comprar con millones una que no existe.

Caemos en la cuenta de lo importante que es la salud de cada un, no solo la nuestra y que acaso tengamos invertida la escala de valores.

El pasado 14 de marzo, escribió al respecto Edna Rueda Abrahams, escritora y psiquiatra colombiana, en el Diario de San Andrés y Providencia un hermoso artículo titulado “Empatía viral”. Dice:

“Y así un día se llenó el mundo con la nefasta promesa de un apocalipsis viral y de pronto las fronteras que se defendieron con guerras se quebraron con motitas de saliva, hubo equidad en el contagio que se repartía igual para ricos y pobres, las potencias que se sentían infalibles vieron cómo se puede caer ante un beso, ante un abrazo.

Y nos dimos cuenta de lo que era y no importante, entonces una enfermera se volvió más indispensable que un futbolista, y un hospital se hizo más urgente que un misil. Se apagaron luces en estadios, se detuvieron los conciertos, los rodajes de las películas, las misas y los encuentros masivos y entonces en el mundo hubo tiempo para la reflexión a solas y para esperar en casa que lleguen todos y para reunirse frente a fogatas, mesas, mecedoras, hamacas y contar cuentos que estuvieron a punto de ser olvidados.

Tres gotitas de mocos en el aire, nos han puesto a cuidar ancianos, a valorar la ciencia por encima de la economía, nos ha dicho que no solo los indigentes traen pestes, que nuestra pirámide de valores estaba invertida, que la vida siempre fue primero y que las otras cosas eran accesorios.

No hay un lugar seguro, en la mente de todos nos caben todos y empezamos a desearle el bien al vecino, necesitamos que se mantenga seguro, necesitamos que no se enferme, que viva mucho, que sea feliz y junto a una paranoia hervida en desinfectante nos damos cuenta de que, si yo tengo agua y el de más allá no, mi vida está en riesgo.

Volvimos a ser la aldea, la solidaridad se tiñe de miedo y a riesgo de perdernos en el aislamiento, existe una sola alternativa: ser mejores juntos.

Si todo sale bien, todo cambiará para siempre. Las miradas serán nuestro saludo y reservaremos el beso solo para quien ya tenga nuestro corazón, cuando todos los mapas se tiñan de rojo con la presencia del que corona, las fronteras no serán necesarias y el tránsito de quienes vienen a dar esperanzas será bien recibido bajo cualquier idioma y debajo de cualquier color de piel, dejará de importar si no entendía tu forma de vida, si tu fe no era la mía, bastará que te anime a extender tu mano cuando nadie más lo quiera hacer.

Puede ser, solo es una posibilidad, que este virus nos haga más humanos y de un diluvio atroz surja un pacto nuevo, con una rama de olivo desde donde empezará de cero”.

El camino que puede hacernos salir de la crisis es la solidaridad. Téngase en cuenta que la cuestión fundamental no pasa porque cada uno se libre del contagio sino de que cada uno no se convierta en un arma mortífera para otros ciudadanos y ciudadanas, más vulnerables. Lo que nos salvará a cada uno es la preocupación por la salud de los otros.

El partido se juega en el campo de la sanidad. Por eso aplaudimos a los profesionales. Ellos y ellas nos guían y nos cuidan. Son ellos y ellas quienes están diciendo que nos quedemos en casa, que les ayudemos así a detener el contagio.

Cristina Marín, una de las adjuntas de Cirugía General del Hospital Universitario de la Princesa de Madrid ha pedido que escribamos cartas a los enfermos que están sumidos en una dolorosa soledad, ya que reciben una sola visita al día de un médico y no pueden ver a familiares y amigos. Magnífica idea. Hay que dirigir la carta a esta dirección: cartas.venceremos.covid19@gmail.com. Ahora mismo me pongo a la tarea, Un enfermo tendrá mi carta.

Los profesionales de la salud nos piden cosas tan importantes como sencillas: que nos quedemos en casa, que nos lavemos las manos, que dirijamos el estornudo al antebrazo, que mantengamos la distancia de al menos un metro, que procuremos estar informados. Hagámoslo en bien de todos.

Ahora pedimos algo más sencillo. A los ocho de la tarde, abramos nuestras ventanas, balcones, azoteas y terrazas y unámonos al coro unánime de la sociedad que da las gracias a quienes están salvándonos de la catástrofe. Son nuestros héroes cotidianos. Nuestras heroínas. Aplaudamos hasta que nos duelan las manos.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/03/21/aplausos-al-anochecer/

martes, 24 de marzo de 2020

Lecciones del coronavirus

Eduardo Galeano escribió hace algunos años un interesante libro, como todos los suyos, que se titula “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”. Viene a decir que el mundo es una escuela en la que se desarrolla un curriculum de lecciones muy diversas. Muchas de ellas conducen a terribles aprendizajes del mal. Otras, por el contrario, son hermosas lecciones que pretenden hacernos mejores.

El coronavirus imparte hoy lecciones gratuitas para todo aquel que quiera aprender. Voy a referirme a cinco, entre muchas otras posibles, que nos brinda a todos y a todas en la enciclopedia de la vida.

La primera lección la ha extraído el director de cine David Trueba y tiene que ver con la actitud que está manteniendo Europa sobre la llegada de inmigrantes africanos.

Dice Trueba: “Imaginen que el contagio del coronavirus se extiende por Europa de manera incontrolada mientras que en el continente africano, por las condiciones climáticas, no tiene incidencia. Aterradas, las familias europeas escaparían de la enfermedad de manera histérica, camino de la frontera africana. Tratarían de cruzar el mar por el estrecho, se lanzarían en embarcaciones precarias desde las islas griegas y la costa turca. Perseguidos por la negra sombra de una nueva peste mortal tratarían de ponerse a salvo, urgidos por la necesidad. Pero al llegar a la costa africana, las mismas vallas que ellos levantaron, los mismos controles violentos y las fronteras más inexpugnables invertirían el poder de freno. Las fuerzas del orden norteafricanas dispararían contra los occidentales sin piedad y les gritarían: vete a tu casa, déjanos en paz, no queremos tu enfermedad, tu miseria, tu necesidad. Si los guionistas quisieran extremar la crueldad, permitirían que algunos europeos, guiados por las mafias extorsionadoras, alcanzaran destinos africanos, y allí los encerrarían en cuarentenas inhóspitas, donde serían despojados de sus pertenencias, de sus afectos, de su dignidad”.

A esto se le llama, dice Trueba, “la tragedia revertida”. Consiste, sencillamente, en tratar de meterse en la piel del otro, del que sufre, del que huye, del que no tiene nada.

La segunda lección tiene que ver con la privatización de la sanidad. He oído (o leído quizás) que hacerse las pruebas de coronavirus en Estados Unidos cuesta una fortuna. Unos tres mil euros, creo. Si tenemos en cuenta que su costo real es de 12 a 14 euros nos daremos cuenta del negocio que supone la sanidad privada.

La privatización de bienes y servicios que promueve la sociedad neoliberal favorece a quienes tienen mayor poder adquisitivo. Si usted tiene dinero, tendrá salud; si no lo tiene, enfermará, no se curará o se morirá. Como pasa en todos los órdenes de la vida con la privatización. Si tienes dinero, tendrás educación, seguridad, información o vivienda… Si no lo tienes, estarás perdido.

Pondré un ejemplo. Si privatizamos un medio de transporte desde Málaga a Santander, la primera parada del recorrido que desparecerá será aquella en la se suben cuatro desgraciados, precisamente la de aquellos que no tienen medios para tener un coche propio o pagarse un taxi. El dueño del negocio lo justificará diciendo que no es rentable porque lo que le importa es la ganancia y ni un bledo aquellos que se quedan en tierra sin soluciones. “No es mi problema”, dirá. Por eso me importa tanto que tengamos un sistema de salud pública que atienda las necesidades de los más pobres, de los más necesitados.

La tercera lección me lleva a pensar en el miedo. Alguna de estas ideas me las brinda mi querida amiga Cristina Gutiérrez Lestón, educadora emocional, escritora y directora de La Granja de Palautordera en el Montseny catalán. Dice Cristina que la invasión del Covid-19 no viene sola, la acompaña otra invasión, la del miedo. Como muestra esa imagen de los supermercados donde se aprecia que cuanto más lleno está el carro, más miedo hay en él. El miedo es una emoción natural y primaria, es decir, la sentimos todos los humanos. Su función es la de alejarnos del peligro (real o imaginario) motivo por el cual es muy potente, es decir nos domina fácilmente y toma muchas decisiones por nosotros anulando incluso la razón.

Él se encarga de que hagamos la peor interpretación posible. Además nos paraliza. Es invasivo (se hace cada vez más grande dentro de nosotros) y es contagioso, lo traspasamos a los hijos o a las personas que nos rodean.

Solo hay una manera de superar un miedo, y es afrontándolo con la valentía que todos los humanos también tenemos (a veces escondida, pero está en nuestro interior si la buscamos). El miedo es consecuencia de la falta de información, así que es natural sentir miedo ante este virus, nos falta la información sobre su naturaleza y sobre la posibilidad de que nos afecte a nosotros y en qué medida. Pero es precisamente en estos momentos de temor o incluso de pánico colectivo, cuando podemos dar un importante ejemplo a nuestros hijos e hijas; afrontar el miedo con serenidad para dejar espacio a la razón, y cambiar el yo-yo-yo por un “nosotros”, un nosotros como sociedad, como comunidad o como tribu, porque, juntos, los seres humanos podemos con todo. Dicen que es en los peores momentos cuando se demuestra quiénes somos en realidad.

Los innumerables e ingeniosos mensajes que cruzan las redes suscitan una inteligente sonrisa que puede contribuir a aliviar esa atenazadora sensación de miedo.

La cuarta lección se refiere a la responsabilidad y solidaridad con la que tenemos que afrontar esta crisis. No se trata de responder al lema de sálvese el que pueda sino de `pensar en cómo podemos salvarnos todos y todas. No es cuestión solo de cómo me puedo librar yo del problema sino de qué puedo hacer yo para que todos nos salvemos. Es la hora de la solidaridad, de la responsabilidad, de la búsqueda del bien común.

Este es un momento que puede medir el grado de desarrollo moral de la sociedad. El grado de nuestra responsabilidad en la solución de un problema que nos amenaza y nos afecta a todos.

El pico de contagiados, si es muy grande, satura los Hospitales y centros de salud, dificulta o impide la atención sanitaria no solo a los afectados por este virus sino a los que llegan a urgencias por un accidente, un infarto o un ictus.

Hay cinco medidas que se nos aconsejan, entre otras, y que debemos cumplir a rajatabla, en bien de todos y, en especial, de los grupos más vulnerables. A saber:

– Quedarse en casa. Es preciso evitar reuniones. No se cierran las escuelas y las universidades para reunirse después en un parque o en un bar. No se cierra un estadio de fútbol para aglomerarse luego en las puerta durante el partido.

– Lavarse las manos con frecuencia y no llevar la mano a la cara si no están limpias.

– Cuando se estornuda, no hacerlo en la mano sino en el codo, de modo que se libre a la mano de recibir la saliva.

– Mantenerse a un metro de distancia, no saludarse dándose la mano o con besos en la mejilla porque el contacto puede encerrar riesgos.

– Informarse bien y no dejarse llevar por falsas noticias o por bulos.

Es una responsabilidad ciudadana conocer y seguir las indicaciones sanitarias para que toda la sociedad pueda superar esta grave crisis.

La quinta y última lección que nos da el coronavirus tiene que ver con la valoración de las rutinas cotidianas que tantas veces provocan hastío. ¡Cómo valoramos ahora la normalidad de lo cotidiano! Poder viajar sin miedo, acudir a un concierto, contemplar un partido de fútbol en el estadio, acudir a un centro de ocio, impartir y recibir clases, asistir a jornadas, bailar en una discoteca… serían ahora actividades que nos gustaría realizar con total libertad. Dichosa normalidad. Dichosa rutina.

La crisis relativiza muchos otros problemas que, ahora, nos parecen nimios. Y la crisis puede también unirnos en una causa común que a todos y a todas nos interpela.

Una vez más, nos damos cuenta de lo que es la felicidad por el ruido que hace cuando se va de nuestro lado.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/03/14/lecciones-del-coronavirus/

lunes, 16 de marzo de 2020

¿Miedo y ansiedad por la crisis del coronavirus? Estos son los consejos de los psicólogos para tranquilizarte. Prestar atención a los cuidados relacionados con la prevención de la transmisión y tratar de mantener la calma, entre los factores clave según los psicólogos.

Frente a la incertidumbre que generan este tipo de situaciones de emergencia sanitaria y reordenamiento social, el Colegio de Psicólogos de Madrid emitió esta misma semana un comunicado para superar el malestar emocional aportando consejos tanto para las personas que no tienen relación directa con el virus como para los que sí lo están.

Si no estás afectado por la enfermedad

Aquí la ansiedad puede manifestarse de varias formas: con nerviosismo, agitación, estado de alerta; no poder dejar de pensar en otra cosa; necesitar estar permanentemente viendo y oyendo informaciones sobre el coronavirus; dificultad para desarrollar labores cotidianas. También se percibe en aquellas personas a las que les está costando conciliar el sueño y a las que les «cuesta controlar su preocupación y pregunta persistentemente a sus familiares por su estado de salud, advirtiéndoles de los graves peligros que corren cada vez que salen del domicilio».

Frente a esta situación, el colegio de psicólogos propone:

Identificar pensamientos que puedan generarte malestar. «Pensar constantemente en la enfermedad puede hacer que aparezcan o se acentúen síntomas que incrementen su malestar emocional».

Reconocer nuestras emociones y aceptarlas. «Si es necesario, comparta su situación con las personas más cercanas a usted para encontrar la ayuda y el apoyo que necesita».

Cuestiónate: busca pruebas de realidad y datos fiables. «Conozca los hechos y los datos fiables que ofrecen los medios oficiales y científicos y evite información que no provenga de estas fuentes, evitando información e imágenes alarmistas».

Informe a sus seres queridos de manera realista. «En el caso de menores o personas especialmente vulnerables como ancianos, no les mienta y proporcionales explicaciones veraces y adaptadas a su nivel de comprensión».

Evita la sobreinformación. «Estar permanentemente conectado no le hará estar mejor informado y podría aumentar su sensación de riesgo y nerviosismo innecesariamente».

Contrasta la información que compartas. «Si usa redes sociales para informarse, procure hacerlo con fuentes oficiales».

Cómo autocuidarse en estos casos: los colegiados de la comunidad de Madrid recomiendan mantener «una actitud optimista y objetiva». Evitar hablar permanentemente del tema, apoyarse en familia y amigos y a ayudar a familiares y amigos a mantener la calma y un pensamiento «adaptativo a cada situación», además de procurar llevar una vida normal en la que no se alimente el miedo de los demás.

Si perteneces a la población de riego según las autoridades sanitarias

Aquí el colegio de psicólogos propone:

Seguir las recomendaciones y medidas de prevención que determinen las autoridades sanitarias. «Confíe en ellos porque saben lo que tienen que hacer. Ellos tienen los conocimientos y los medios».

Informarse de forma realista.

No trivializar su riesgo «para intentar evadir la sensación de miedo o aprensión a la enfermedad».

Tampoco magnificarlo. Ser precavido y prudente sin alarmarse.

Si te recomendaran medidas de aislamiento, ten presente que «es un escenario que puede llevarle a sentir estrés, ansiedad, soledad, frustración, aburrimiento y/o enfado, junto con sentimientos de miedo y desesperanza, cuyos efectos pueden durar o aparecer incluso posteriormente al confinamiento. Trate de mantenerse ocupado y conectado con sus seres queridos».

Genera una rutina diaria y aproveche para hacer aquellas cosas que te gustan pero que habitualmente por falta de tiempo no puede realizar (leer libros, ver películas, etc.).

Si estás padeciendo la enfermedad

Además de seguir las recomendaciones anteriores, los colegiados apuntan varios puntos clave para el autocuidado:

Maneja tus pensamientos intrusivos. «No se ponga en lo peor anticipadamente».

No te alarmes innecesariamente. «Sea realista. La inmensa mayoría de las personas se están curando».

Cuando sientas miedo, apóyate en la experiencia que tienes en situaciones similares. «Puede que ahora no lo asocie por tener percepción de mayor gravedad. Piense cuántas enfermedades ha superado en su vida con éxito».

El teléfono como foco de ansiedad
«Tengo ansiedad porque todas las conversaciones, grupos de WhatsApp, telediarios y timelines de redes sociales (bueno, menos Instagram, que como siempre va más a su bola) van sobre el mismo tema. Es imposible escapar del bucle en ningún momento», explica Lucía Benito, una barcelonesa embarazada de cinco meses que está sufriendo malestar emocional y físico por el ciclo informativo y la alarma sanitaria del coronavirus. Lucía, como buena parte de la población, está trabajando en remoto desde casa. «Como embarazada echo de menos más información específica sobre cómo nos afecta, he leído cosas contradictorias sobre los efectos del virus en la gestación. Tengo un poco de taquicardia por las noches (aunque es normal tenerla durante mi estado) y me cuesta bastante concentrarme en el trabajo», añade. Lucía no está sola. «No veo la tele pero es imposible aislarse, tengo la ansiedad disparada», explica Cristina González, trabajadora social en un ayuntamiento de la provincia de Barcelona. El coronavirus ha invadido chats familiares en los que se prodigan notas de audio, bulos, sobre supuestos desbordamientos hospitalarios. Está en fotos virales de supermercados vacíos que ridiculizan a ciertos sectores de la población. También en memes racistas sobre la epidemia y es el protagonista de los brotes de histeria en conversaciones de WhatsApp, donde se especula con supuestos cierres aéreos o de fronteras sin ningún tipo de confirmación oficial o gubernamental.

Abrir las redes sociales estos días no es tarea fácil, en especial para aquellas personas que conviven con elevados índices de ansiedad. «Me siento agotada, me va a estallar la cabeza. Estoy telebrajando en casa y conectarme a redes o mirar el móvil me genera muchísima ansiedad», explica Laura Montes, una trabajadora del sector de la comunicación de 38 años. Su situación se engloba dentro de la población de riesgo. «Los pacientes que previamente tienen un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) o sufren de ansiedad generalizada son población de riesgo a nivel psicológico en este momento y estamos recibiendo muchísimas consultas en relación a la incertidumbre que les genera el coronavirus. Tanto para ellos como para el resto es importante mantener la calma, no ser alarmista y seguir las recomendaciones que se dan desde sanidad», aconseja la psicóloga Silvia García Graullera, experta en trastornos de ansiedad y directora del centro PSICIA.

Aprender a reconocer tus miedos
«El miedo no es una emoción ‘mala’ de por sí», aclara el psicólogo Rafael García. «Lo que es ‘malo’ es que aparezca cuando no es adaptativo (en una situación donde no corremos riesgo); que no aparezca cuando sería adaptativo que lo hiciese (en una situación de riesgo) o que aparezca con una intensidad tal que nos bloquea» advierte antes de analizar la sensación de malestar emocional generalizado por la alarma sanitaria. Una situación excepcional en la que la brecha social y de cuidados también incide. No es lo mismo afrontar una llamada a la reclusión con cuidado de niños y teletrabajo sin ningún tipo de ayuda que con la posibilidad (y dinero) para tenerla.

Nuestras experiencias y traumas pasados, además, pueden influir de forma problemática en este periodo extraordinario. «El hecho de haber vivido situaciones traumáticas (en el caso que nos concierne hablaríamos de enfermedades propias o ajenas o muertes de seres queridos) puede alterar la relación que tengamos con nuestro mundo emocional y, desde ahí, vivir el miedo en este caso desde un lugar inapropiado», adelanta. Para García, lo importante es poner contexto al miedo al que nos enfrentamos en este momento. «Para manejar la ansiedad frente a la alarma sanitaria creo que sería importante que cada uno escuchase el mensaje de su miedo. ¿Ese miedo sería a contagiarse y morir, a contagiar y matar, a que se contagien nuestros seres queridos, a una pérdida económica, al aislamiento, a estar desabastecido, a sentir el rechazo, a no poder asumir responsabilidades de cuidado…? Sería importante conocer a ese miedo: si es un miedo antiguo; si es nuevo o si lo ha aprendido de alguien».

Controlar el consumo de información (con fuentes fiables) Los consejos de García pasan por poner contexto a nuestros miedos y tratar de calmarlos «recursos personales que nos regulen emocionalmente» y un consumo de noticias limitado, poniendo el foco en medios de comunicación oficiales. «La búsqueda excesiva de información es una acción que nos ofrece el control para calmar el miedo, pero que paradójicamente lo aumenta puesto que alimenta lo obsesivo frente a lo racional. Hacer un uso adecuado de la información (sobre todo aquella que provenga de medios oficiales) y concederle un espacio mental también adecuado nos puede ayudar a transitar por las circunstancias actuales de una forma lo más sana posible».

Buscar fuentes fiables es otra recomendación de la psicóloga Yolanda Cuevas Ayneto. «Debemos limitar la exposición a los medios de comunicación. La información nos aporta seguridad pero si nos empachamos nos confunde y aumenta la vulnerabilidad. Pero, recuerda, ser vulnerable no anula tus recursos», apunta. La psicóloga, como remedio, aconseja «practicar el autocuidado» en este estado excepcional con el autoconocimiento. «Se puede aprender a calmar tu mente de esos pensamientos de ansiedad anticipatoria, pensamientos alarmistas y pesimistas. Se puede conectar con tu respiración, sentir el aire entrar y salir, su recorrido y cada vez que te vayas a esos pensamientos volver a llevar la atención a la nariz ese lugar por donde entra y sale el aire. Una y otra vez, sin dejarte llevar por los juicios. No se trata de no tener pensamientos sino de saberlos acompañar y soltar».

https://smoda.elpais.com/belleza/miedo-y-ansiedad-por-la-crisis-del-coronavirus-estos-son-los-consejos-de-los-psicologos-para-tranquilizarte/