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martes, 13 de abril de 2021

Ibram X. Kendi: “El racismo crea problemas que acaban por impactar a todos”. El profesor, una de las voces con más eco en antirracismo y ganador del National Book Award, repasa en ‘Marcados al nacer’ la historia de la discriminación en Estados Unidos

Hacía apenas una semana que Donald Trump se había impuesto en las urnas, contra todo pronóstico, a la candidata demócrata, Hillary Clinton, cuando en noviembre de 2016, con Barack Obama aún en la Casa Blanca, Ibram X. Kendi (Nueva York, 38 años) recibió el National Book Award en la categoría de no ficción. Su libro, Marcados al nacer (traducido ahora al castellano y publicado por Debate), planteaba una relectura de la historia del racismo en Estados Unidos, a partir de la vida y obra de cinco personajes históricos.

Desde el papel del inquisidor puritano Cotton Mather en la racionalización de la esclavitud, hasta la lucha de la activista y académica Angela Davis, pasando por uno de los padres fundadores de EE UU y presidente, Thomas Jefferson, así como por el brillante intelectual afroamericano W. E. B. Du Bois, y por el abolicionista William Lloyd Garrison, Marcados al nacer defiende un nuevo enfoque en el que las ideas y las acciones son racistas o antirracistas, sin margen para el no racismo. O se es racista o se lucha en contra, no hay medias tintas. “Puede haber gente que diga que la esclavitud es algo malo, perverso, y que hay que terminar con ella, y esto es antirracista”, explicaba Kendi, el 29 de marzo, en una videoconferencia que se transformó en charla al no conectar él, frecuente tertuliano en las televisiones, su cámara. “Luego esa misma gente puede decir, como muchos abolicionistas, que la esclavitud era algo horrible y tan deshumanizador que había convertido a los negros en bestias; no se les podía liberar y dar el voto. Ese argumento racista frenó el apoyo de algunos a la Guerra de Secesión y después impidió que se promoviera que los negros tuvieran plenos derechos”.

Ibram X. Kendi, en 2016 con la medalla de los National Book Awards que obtuvo por 'Marcados al nacer'.SYLVAIN GABOURY / PATRICK MCMULLAN / GETTY IMAGES

A pesar de todo, el abolicionista Garrison, fundador del periódico The Liberator, ha inspirado uno de los nuevos proyectos de Kendi, director del centro de investigación antirracista de la Universidad de Boston desde 2020. En marzo se anunció que este año lanzará junto a la responsable de Opinión de The Boston Globe, Bina Venkataramen, The Emancipator, una web con reportajes, artículos de opinión e investigaciones académicas sobre antirracismo, algunos de cuyos textos serán recogidos por Globe.

El racismo, sostiene Kendi en Marcados al nacer, puede ser segregacionista cuando se apoya en teorías que defienden la inferioridad biológica de una raza frente a otra, o también puede ser racismo asimilacionista. Es decir, aquellos que defienden la igualdad biológica no están libres de ser racistas si emplean estereotipos a la hora de juzgar el comportamiento o costumbres de una determinada raza. Eso también es racista, y de esto no quedan exentos pensadores ni líderes negros, como Du Bois, Obama o el propio Kendi. “A pesar de ser un historiador de los estudios africanos y haberme formado durante toda la vida en espacios igualitarios”, escribe en la introducción, “antes de investigar para estas páginas y escribirlas, abrigaba nociones racistas sobre la inferioridad de los negros. Las ideas racistas son eso, ideas; cualquiera puede producirlas o consumirlas”.

Hay varias corrientes enfrentadas: una trata de combatir el racismo, la otra de perpetuar la desigualdad IBRAM X. KENDI

Pregunta. La covid-19 ha mostrado con claridad la brecha entre razas en EE UU. En verano, las protestas de Black Lives Matter sacudieron el país. Acaba de arrancar el juicio por la muerte de George Floyd. ¿Cuál es su balance?
Respuesta. Ahora, como a lo largo de su historia, en EE UU hay un choque que enfrenta a quienes quieren institucionalizar políticas que favorezcan la desigualdad con aquellos que buscan hacer exactamente lo contrario. Estamos quienes queremos que rindan cuentas personas como el policía [Derek] Chauvin por el asesinato de Floyd, igual que hay quien dice que quienes señalamos el racismo como un problema somos el problema.

P. ¿No se avanza?
R. Obviamente fue un avance abolir la esclavitud y las leyes de Jim Crow [que propugnaban la segregación racial]. Hoy crece el número de estadounidenses que reconoce que la encarcelación masiva es injusta y profundamente racista. También gente de color logra ascender a posiciones a las que no podía acceder hace 50 años.

P. ¿Está usted en ese grupo?
R. Sí, soy uno de esos individuos que siendo negro ha logrado hacer cosas y ganar premios a los que no habría optado hace un siglo. Esta es una fuerza de progreso antirracista, pero también ha habido una fuerza opuesta, de avance racista. Ahí están esos republicanos que presentan 250 proposiciones de ley en 43 Estados para dificultar el voto de negros e hispanos. En la historia no hay un solo hilo, sino varias corrientes enfrentadas: una trata de combatir el racismo, la otra de perpetuar la desigualdad.

P. En el libro explica que tenía metida dentro la idea de que los negros son inferiores. ¿Cómo se lucha contra eso sin caer en el otro extremo y pasar a pensar en la superioridad?
R. Dos de las ideas más potentes que han circulado en la era moderna han sido la de la inferioridad de los negros y la de la superioridad de los blancos. Tienen tal fuerza que igual que hay blancos que se creen superiores, hay negros que piensan lo contrario, o eso mismo. Y yo fui uno de ellos. En mis libros rechazo y reemplazo estas dos ideas. Todos somos iguales.

P. Muchos apuntan que tras la desigualdad racial hay una enorme brecha económica. No faltan quienes hacen una lectura marxista y apuntan como claves las estructuras de poder y el dinero, algo que va más allá de la identidad.
R. Se discute sobre esto desde hace siglos. Cuando hay desigualdad económica debemos buscar causas económicas. Cuando hay desigualdad racial hay que buscar causas raciales, igual que cuando hay desigualdad de género habrá que buscar la causa en el machismo. Si hay una brecha entre gente negra pobre y gente rica blanca habrá que mirar a las causas económicas y raciales y buscar soluciones en esa intersección entre raza y clase. Los negros, igual que los blancos, no solo tenemos una identidad de raza, sino también de clase. Cada vez más académicos hablan del capitalismo racial y la conexión histórica, empírica y material entre racismo y capitalismo.

P. Señala que un antirracista no tiene por qué ser altruista, ni generoso.
R. Hay quien está metido en esta lucha porque piensa que es horrible y, otros, porque el hecho de que los republicanos estén tratando de aprobar estas leyes para hacer más difícil que voten los negros y los hispanos daña los pilares democráticos. Hay blancos que entienden los daños colaterales del racismo; cómo crea problemas de amplio espectro que acaban por impactar a todos. Por eso pelean.

En 2016, al recibir el National Book Award, Kendi habló de su hija nacida unos meses antes, Imani, (significa fe en suajili), para infundir ánimos, y también de sus padres, los Rogers, un matrimonio de ministros metodistas involucrados en la lucha contra el racismo. El profesor y doctor cambió, al casarse en 2013, su apellido por Kendi —significa el amado, en keniano—, y unos años antes también sustituyó su segundo nombre, Henry, por Xolani (paz en zulú), debido a Enrique de Portugal y su relación con la trata de esclavos. Convertido hoy en EE UU en una de las voces con más eco sobre el racismo, Kendi habla de su deseo de transformar el mundo y se despide con prisa, lanzando un último mensaje. “Intento aportar claridad a la gente corriente para que puedan entender no solo la historia del racismo, sino cómo pueden formar parte de la lucha antirracista y crear un mundo más equitativo”. 

El País.

jueves, 23 de abril de 2020

No diga raza. El coronavirus distingue entre etnias, sea por pobreza o por biología

A los antropólogos y humanistas les encanta decir que las razas no existen. Se llenan la boca con ese mensaje ecuménico y creen que así se protegen contra cualquier acusación de racismo que les pueda caer por su trabajo. Muchos se pasan el día estudiando a tribus del Amazonas que no han tenido contacto con la civilización, o a poblaciones de bosquimanos que se encuentran entre los ancestros más antiguos de la humanidad moderna. Lo que buscan es precisamente diferencias entre poblaciones relativamente aisladas durante decenas de miles de años –razas—, pero con decir que las razas no existen ya pueden dormir tranquilos por la noche. Cambian raza por etnia y a seguir escribiendo tesis.

El racismo no consiste en creer que hay razas, sino en creer que hay razas superiores a otras. Cambiar la palabra raza por etnia, o por población, no va a hacer nada por arreglar nuestros problemas más graves. Yo mismo suelo decir que soy de raza dudosa –era el más oscuro de mi clase, os lo confieso espontáneamente— y no creo estar contraviniendo ningún principio fundamental por decirlo. Como amante del jazz, incluso creo que hay razas superiores en ciertos sectores de la actividad humana: los negros son mucho mejores en ese universo musical profundo que ha marcado al siglo XX, y lo siento por vosotros, músicos blancuchos. Cuando decimos que el coronavirus no distingue de raza, estamos siendo inexactos. El coronavirus es racista, y necesitamos saber por qué. Sobre todo nosotros, los más oscuros de la clase.

Como sociedad multirracial, con perdón por la palabra prohibida, Estados Unidos suele ser un buen experimento para examinar la cuestión. Los negros suponen un 32% de la población de Luisiana, pero acaparan el 70% de las muertes por coronavirus. Los hispanos y los negros de Nueva York mueren de Covid-19 el doble que los blancos (20 frente a 10 muertos, respectivamente, por 100.000 habitantes). Los nativos americanos de Nuevo México muestran unas tasas de contagio muy superiores a la media del Estado. No sabíamos nada de esto hasta hace unos días, porque ni los CDC de Atlanta (los centros estadounidenses de control de enfermedades, una referencia mundial) ni las consejerías locales de salud facilitaban esos datos. Antes dejar morir a la gente que hablar de raza, claro, no vaya a ser que nos acusen de racismo. Error garrafal. El mundo es como es, no como quisiéramos que fuera.

Nuestra obligación es investigar y encontrar soluciones. Decir que las razas no existen queda muy bonito, pero no nos ayuda en nada La razón más probable de esas diferencias raciales en la vulnerabilidad al coronavirus es que los negros y los chicanos son de clase baja, y ser de clase baja es una de las peores decisiones que puede tomar una persona al nacer. Pero tampoco es nada extraño que haya diferencias biológicas en la susceptibilidad a un virus. En cualquiera de los dos casos, nuestra obligación es investigar y encontrar soluciones. Decir que las razas no existen queda muy bonito, pero no nos ayuda en nada.

https://elpais.com/ciencia/2020-04-12/no-diga-raza.html

martes, 19 de enero de 2016

Por qué no entendemos lo que leemos. Las lecturas escolares sin guía y la falta de diálogo entre padres e hijos, entre las causas del déficit de comprensión lectora.

Leer no solo consiste en juntar palabras, ser un buen lector es más difícil de lo que parece.

La investigadora de Harvard Paola Uccelli, de 46 años, ha dedicado toda su vida a analizar por qué algunos estudiantes no son capaces de entender los textos técnicos, una destreza de vital importancia para el éxito académico y laboral.

Tres parecen ser los factores principales:

a)-El desconocimiento de los profesores, que asumen que los alumnos se familiarizan con ese tipo de lenguaje de forma natural y no guían las lecturas;

b)-La ausencia de actividades extraescolares, que potencian el aprendizaje de vocabulario no coloquial;

c)-Y la falta de diálogo entre padres e hijos.

“Se cree que el lenguaje se adquiere hasta los cinco años, pero nuestra investigación ha demostrado que la adolescencia es una etapa clave para asentar estructuras gramaticales complejas”, explica Uccelli. Durante el último lustro ha evaluado, junto a un equipo de seis investigadores de  Harvard Graduate School of Education, las destrezas de comprensión lectora y capacidad de expresión de 6.000 estudiantes de 9 a 14 años de Estados Unidos y de 850 de Chile. Una de las principales conclusiones del estudio, que todavía está en marcha, son las “enormes” diferencias individuales entre alumnos de la misma clase.

“Hasta la fecha la mayoría de las investigaciones se habían basado en detectar deficiencias de carácter clínico, patologías que afectan al aprendizaje. Nuestra principal aportación es que hemos analizado las habilidades de los chicos para entender y usar conectores o estructuras gramaticales propias del aula”, señala Uccelli.

¿Por qué es tan importante el lenguaje cuando la demanda de profesionales está cada vez más ligada a las ciencias, la tecnología, las matemáticas y la ingeniería? Los estudiantes de hoy tendrán que adaptarse a las profesiones del futuro que aún no existen, apunta Uccelli, y el aprendizaje autónomo es clave. Quien no domine el lenguaje estará limitado y no será capaz de transformarse y cumplir con las exigencias del mercado, opina.

En España, la comprensión lectora es una de las carencias más señaladas por los expertos. El último informe PISA, la evaluación de la OCDE que mide los conocimientos de los alumnos de 15 años en 65 países, dejó a España en el puesto 31 con 448 puntos. La media se sitúa en 496.

En tercero y cuarto de primaria se empiezan a introducir en las escuelas los textos académicos, piezas que tratan temas que ya no les resultan familiares a los estudiantes y que presentan estructuras más complejas. “Muchos chicos tienen dificultades para superar ese reto, no lo hacen de forma espontánea. Es necesario que los profesores les guíen antes de proceder a la lectura y les avancen con qué se van a encontrar”, asegura Emilio Sanchez, catedrático de Psicología de la Educación en la Universidad de Salamanca y coautor de algunas investigaciones junto a Paola Uccelli.

Tras grabar y analizar las clases de 80 profesores de primaria de centros públicos y privados de diferentes regiones españolas, Sánchez y su equipo concluyeron que en el 60% de los casos los docentes no explican de antemano a sus alumnos el tipo de tema que se va a leer y los elementos que se van a encontrar. “Es esencial que se cuente previamente de qué trata, por ejemplo, del cambio climático, y que hay tres argumentos que explican ese fenómeno, incluso incentivar a los estudiantes a que intenten encontrar el primero, luego el segundo y el tercero, con un orden”, añade el profesor. Ya no vale aquello de “niño, lee”.

Según los resultados de su estudio, en el 40% de los casos los docentes hacen, al menos, una introducción temática. “No estamos juzgando a los profesores, que seguramente no son conscientes de las repercusiones de esa falta de guía. Este país debe fijar qué aspectos de la educación hay que mejorar. En el caso de la compresión lectora, hace falta voluntad política”, destaca.

Uno de los inconvenientes de no procesar bien los textos académicos es la desconexión de los alumnos con las tareas escolares. “No solo se descuelgan, sino que más adelante pueden tener problemas en su acceso a la universidad. Tienen que tener conciencia desde el principio de que los textos tienen diferentes estructuras; deben saber reconocer, por ejemplo, un texto comparativo”, añade.

Otro de los factores que, según Paola Uccelli, influyen en la comprensión lectora es la falta de interacción con los padres. No se trata de hablar sobre temas cotidianos como la comida, sino sobre ideas que requieran un lenguaje más preciso. “Por la prisa, las conversaciones en casa se resienten o no tienen lugar. La interacción con adultos es necesaria, los niños se benefician del lenguaje que escuchan”, destaca la investigadora.

En 2012, la estadounidense Shirley Brice Heath, profesora de lingüística de la Universidad de Stanford, publicó un estudio que aseguraba que de los 89 minutos de media que los jóvenes estadounidenses de 14 años pasaban conversando con sus padres en 1979, se había pasado a solo nueve minutos en 2009.

Las actividades extraescolares también afectan en el proceso de adquisición del lenguaje, pero en este punto, juega un papel primordial el nivel socioecónomico de la familia. “No es lo mismo acudir por las tardes a clases de música o de teatro que estar en la calle jugando con otros chicos. El lenguaje se aprende por repetición y se necesita a alguien más experto que guíe la actividad”, precisa Uccelli.

Según una encuesta de Pew Research Center, un think tank sobre tendencias en Estados Unidos con sede en Washington, las familias acomodadas se rigen por calendarios, sus hijos tienen las tardes repletas de actividades extraescolares como ballet o fútbol y los progenitores dedican tiempo a leer con sus niños. En cambio, los niños de las familias con menos recursos, suelen pasar su tiempo libre en casa o en la de otros familiares; disponen de menos tiempo y recursos para dedicar a sus hijos y ello puede conllevar que estén menos preparados para la escuela y el trabajo.

En su libro Unequal Childhood: class, race and family life, la profesora de sociología de la Universidad de Pennsylvania Annette Lareau señala que mientras los padres de clase media intentan que sus hijos desarrollen sus habilidades con una supervisión férrea y con actividades programadas, los de clase obrera les dan mayor independencia y tiempo libre para el juego porque creen que se desarrollarán de forma natural. Mientras los hijos de las familias más humildes son más felices y más independientes, los de las más pudientes esperan que sus padres les solucionen los problemas, pero desarrollan más habilidades para manejar la burocracia y tener éxito académico y laboral. La desigualdad también afecta a la comprensión lectora.

http://economia.elpais.com/economia/2016/01/11/actualidad/1452504086_366478.html

jueves, 7 de mayo de 2015

¿Qué está pasando en Baltimore y otros centros urbanos en EEUU?

Vicenç Navarro
Público.es

Para explicar la agitación social que está ocurriendo en EEUU (siendo los hechos acecidos en Baltimore el último ejemplo de ello), la mayoría de los medios de información en España, se ha centrado en el tema racial, presentando dicha agitación como un caso más de conflicto racial entre blancos y negros. Tal énfasis en el tema racial es importante pero, sin embargo, insuficiente para entender lo que está ocurriendo en EEUU. En Baltimore, la mayoría del establishment político –incluyendo la alcaldesa y el Consejo Municipal- y la mayoría de policías son de raza negra. Y, sin embargo, la gente que está protestando -la mayoría también de raza negra- lo hace frente y en oposición a este establishment y a esta policía. Veamos los datos.

En primer lugar, es cierto que la raza juega un papel clave en la vida política, cultural y social de aquel país. Es una variable –la raza- que configura predominantemente dos países: el EEUU blanco y el EEUU negro. Según una encuesta publicada recientemente en el Washington Post (citada en “Race, Hope and Organizing in the Rust Belt”, Z Commentaries, 28.04.15), el 75% de los estadounidenses de raza blanca no tiene en su red de amigos a ninguna persona negra (o asiática o hispana), un porcentaje idéntico, por cierto, al que indican los estadounidenses de raza negra en cuanto a tener amigos blancos. Para valorar estos datos es importante saber que los negros en EEUU pasan nueve veces más tiempo con blancos que estos con negros (“pasan” incluye relaciones de trabajo, en el comercio o de ocio). Estos datos muestran claramente que hay dos Estados Unidos, el blanco y el negro, con una difícil relación entre ellos.

Ahora bien, esta manera de ver EEUU (que es la mayoritaria en los medios) es insuficiente, pues no incluye otra variable que debería considerarse, y que es la clase social de unos y otros. Y aquí quisiera aclarar que, en contra de lo que indica la sabiduría convencional en aquel país (que es la producida y promocionada por la estructura de poder de EEUU), que niega la existencia de clases sociales (reduciendo la estructura social a “ricos”, “clase media” y “pobres”, poniendo a la gran mayoría de la población en la categoría clase media), EEUU tiene una estructura social muy semejante a la de cualquier país europeo, es decir, tiene una clase capitalista (a la que se conoce en EEUU como Corporate Class), una pequeña burguesía, una clase media y una clase trabajadora (que es, tanto objetiva como subjetivamente, la mayoría de la población, tanto negra como blanca. Así es como se define la mayoría de la población de ambas razas cuando se les pregunta por su pertenencia a la “clase alta”, “clase media” o “clase trabajadora”).

El gran deterioro del bienestar de la clase trabajadora blanca y, sobre todo, negra
Lo que hemos estado viendo en estos años de crisis y supuesta recuperación en EEUU es también lo que veremos (en realidad, ya lo estamos viendo) en la Unión Europea, incluyendo en España. Y no es ni más ni menos que una enorme polarización de las rentas (con un enorme crecimiento de las rentas del capital a costa de un enorme decrecimiento de las rentas del trabajo, es decir, de la mayoría de la población). Jack Rasmus, uno de los economistas más interesantes hoy en EEUU, acaba de publicar unos datos sobre la evolución de las rentas del capital y las rentas del trabajo durante la llamada Recuperación, que son impactantes y abrumadores (“USA: How the Rich Get Richer”). El promedio de las rentas familiares que derivan sus rentas del trabajo (es decir, de los salarios) ha ido bajando y bajando desde el año 2009 cuando, en teoría, la economía estadounidense inició su recuperación. Este descenso ha sido particularmente acentuado entre los 100 millones de familias trabajadoras, que han visto cómo se reducía, además de su estabilidad laboral (aumentando su precariedad), su trabajo, consecuencia de que se han estado destruyendo puestos de trabajo, lo que ha determinado que el porcentaje de la población ocupada (tasa de ocupación) haya bajado. La gran mayoría de la población negra (conocida como afroamericana) pertenece a los sectores con menor nivel salarial entre la población ocupada, habiendo sido particularmente afectada por este declive tan notable del mundo del trabajo. Barrios de clase trabajadora negra, cuya población trabajaba en la manufactura y la construcción (como ocurre en muchos barrios obreros negros en Baltimore), hoy están enormemente deteriorados. Es más, la Ley de Derechos Civiles, que prohíbe la discriminación de raza, paradójicamente, ha contribuido más a este deterioro, pues ha facilitado que las familias negras pertenecientes a la pequeña burguesía y a la clase media de renta media alta hayan abandonado los barrios donde estaban ubicados antes (y donde convivían con la clase trabajadora), desplazándose a los suburbios donde las clases más pudientes están ubicadas. Donde antes había suburbios blancos, ahora hay suburbios blancos y suburbios negros. Como consecuencia, los barrios tradicionalmente negros son más uniformes en cuanto a su clase social: la mayoría es clase trabajadora ocupada y, sobre todo, desocupada.

Por otra parte, las rentas del capital se han disparado. El 1% de las familias, las más pudientes, que derivan sus rentas del capital, han aumentado sus ingresos de una manera casi obscena por su cantidad. Estas rentas derivan en gran parte del enorme incremento de los beneficios empresariales, habiéndose incrementado 3.7 billones de dólares (trillones en EEUU) durante los años de crisis. Estos beneficios son de las empresas que producen bienes y servicios, y se han conseguido a base de la disminución de los salarios y de lo que llaman aumento de productividad, que ha significado un enorme incremento de la tasa de explotación, y que ha incluido una gran destrucción de puestos de trabajo y la sustitución de buenos salarios por bajos salarios. De nuevo, las familias negras han sido las más afectadas, pero no han sido las únicas.

Pero a estos 3.7 billones se debe añadir otro billón de dólares (trillón en EEUU) que procede de las rentas derivadas de la actividad financiera, cuya rentabilidad se ha disparado debido a la enorme especulación con los productos financieros. Los super-ricos, que obtienen beneficios como consecuencia de una enorme explotación del mundo del trabajo, no invierten en actividades que puedan crear empleo, sino en actividades especulativas, alcanzando un total de ingresos de 4.7 billones, que están arruinando el país y el bienestar de la mayoría de la población.

El problema no es solo el 1%, como dice el Occupy Wall Street Movement
Naturalmente que este 1% requiere para mantener su enorme dominio en la sociedad, tanto sobre el Estado como sobre la sociedad civil, incluyendo los medios de comunicación, de otro 10 ó 15% de la población (pequeña burguesía y clase media de renta alta), que juega un papel clave en la reproducción del poder de ese 1%. Y este es el grupo más beneficiado por la ley antidiscriminatoria, consecuencia de lo cual hoy tiene su sector de raza negra. El Presidente Obama, que era un abogado, más tarde senador, y ahora Presidente, es un claro ejemplo de ello. Esta clase media profesional de renta alta tiene intereses de clase comunes con sus homólogos de raza blanca. Hoy, la estructura de poder político en la ciudad de Baltimore es de raza negra y la mayoría de la policía es también de raza negra, así como lo son la alcaldesa y el jefe de la policía. Y la policía es percibida en estos barrios obreros negros como una institución de represión, lo que explica las tensiones frecuentes en estos barrios, donde la criminalidad es la respuesta individual, antisocial e incívica del joven negro que no ve ningún otro futuro. Vean la excelente serie “The Wire”, y entenderán mejor lo que pasa en estos barrios.

Este artículo no puede terminar aquí, pues hay también cambios que permiten un atisbo de esperanza. En realidad, la crítica que puede hacerse a “The Wire” es que transmite una sensación extremadamente pesimista, pues aquellos barrios de Baltimore fueron también los que iniciaron el movimiento –que se extendió al resto de EEUU- para el salario decente, categoría distinta y superior al salario mínimo, exigiendo a las autoridades públicas que en sus contratos incluyeran salarios decentes. Lucharon y ganaron. Y lo hicieron aliándose con trabajadores blancos, siguiendo la filosofía política de la Rainbow Coalition, iniciada y liderada por Jesse Jackson (el discípulo predilecto de Martin Luther King), que consistió en establecer alianzas entre todos los grupos sociales, razas y etnias que consiguieron una movilización sin precedentes en EEUU (causa de que el candidato Jesse Jackson ganara el 40% de los delegados al Congreso del Partido Demócrata en 1984). Fui asesor de Jesse Jackson en aquellos años y pude ver con mis propios ojos lo que puede ocurrir en EEUU cuando los distintos componentes raciales y étnicos del mundo del trabajo se alían. Y lo que ocurrió con la campaña del salario decente es un ejemplo de ello. En este aspecto, el racismo es el mayor obstáculo para que dicha alianza se establezca. Pero la agitación social y racial que ocurre hoy en los centros urbanos de EEUU muestra también los límites de las políticas representativas simbólicas, que llevaban a la conclusión de que elegir a un Presidente negro beneficiaría a la población negra, o que la posible elección de una Presidenta beneficiará a las mujeres. Sin desmerecer la importancia de los símbolos, la realidad muestra que estas políticas son dramáticamente insuficientes. Necesarias, pero, repito, muy insuficientes, puesto que la realidad muestra que la mayoría de la clase trabajadora negra no se ha beneficiado necesariamente de haber tenido un Presidente negro. Sin desmerecer algunas de las políticas sociales progresistas de la Administración Obama, el hecho es que la situación del mercado de trabajo se ha deteriorado de una manera muy marcada durante la crisis, incluyendo los años de gobierno del Presidente Obama, y las desigualdades sociales y de renta se han disparado, como consecuencia de tal deterioro. Es más, los rescates bancarios, que han favorecido claramente a las altamente concentras rentas del capital financiero, han disparado todavía más tales desigualdades, habiendo generado una protesta generalizada que ha llevado a una situación conflictiva que ha abierto toda una serie de interrogantes.

Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University.
Fuente: http://www.caffereggio.net/2015/04/30/que-esta-pasando-en-baltimore-y-otros-centros-urbanos-en-eeuu-de-vicenc-navarro-en-publico/