Mostrando entradas con la etiqueta disturbios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta disturbios. Mostrar todas las entradas

sábado, 21 de septiembre de 2019

Un Maidán para China

Original de Rafael Poch de Feliu
(Blog personal)

La crisis de lo que queda de Hong Kong está siendo instrumentalizada hacia un callejón sin salida que desprestigie a Pekín

Históricamente el ascenso, riqueza y bienestar de Hong Kong se derivó de su particular estatus de puerto franco para el capital, centro financiero internacional, emporio productivo y puerta comercial para la enorme y cerrada China maoísta. Todo eso encarriló una estable y continua prosperidad para sus habitantes entre 1949 y el año 2000, pero se está acabando. Como emporio tecnológico Shenzhen, aquel villorrio de pescadores de los años setenta convertido hoy en ciudad millonaria, la supera como hub de la alta tecnología. Guangzhou (Cantón) superará pronto en PNB a Hong Kong. Shanghai se consolida como centro financiero y Singapur que ya acogió en 1997 muchos miedos del dinero hongkonés cuando la ex colonia se integró en China sin perder su autonomía, es el puerto franco del capital global en Asia por excelencia. Respecto a la puerta comercial ¿Quién la necesita cuando toda China lleva décadas abierta de par en par?

Lo que queda de Hong Kong
Por primera vez en dos generaciones los jóvenes de Hong Kong no vislumbran un porvenir prometedor. Al revés, constatan incertidumbre y decadencia mesurables en salarios, costos de vivienda y perspectivas de futuro. Todo eso lo achacan a China con toda la razón, porque el ascenso de China ha disuelto el particular estatuto de Hong Kong que fue la base de su prosperidad. Pese a los mimos que los oligarcas locales han recibido de Pekín desde 1997, el PIB de la región autónoma especial que a mediados de los noventa representaba el 27% del chino, hoy solo pesa un 2,7%. Así que salen a la calle desde hace meses pidiendo una solución a algo que no la tiene: lo que queda de Hong Kong no volverá a ser lo que fue.

Por razones objetivas el vector del crecimiento económico chino, que es a la vez general y enormemente desigual, empuja en este caso hacia la nivelación territorial. El enclave se está convirtiendo “en otra ciudad China”, como explica Carl Zha en una  clarificadora entrevistaPara un enclave con una renta per cápita de 48.517 dólares formar parte de una China con una renta de 9.608 dólares no es un buen negocio. Así que, “¿Por qué un hongkonés tendría que querer ser chino?”, se pregunta el economista tailandés Chartchai ParasukTodo esto no tiene gran cosa que ver con una lucha política por la libertad y la democracia que nos acostumbran a presentar nuestros medios de comunicación. Es un claro asunto económico.

Callejón sin salida
Visto desde Pekín es imposible ceder a las confusas demandas “soberanistas” que se formulan desde las calles de Hong Kong, incluso si estas no fueran siempre ampliables y en continua evolución como para impedir todo acuerdo. Por si acaso, una minoría violenta y bien organizada cuyos métodos (bloqueo de aeropuerto, destrozos) serían inmediatamente criminalizados y ferozmente reprimidos en cualquier ciudad occidental, se encarga de radicalizar la situación. Si China cede en Hong Kong, detrás vendrá Xinjiang, el Tibet y Taiwán. Y una vez abierta la caja de Pandora podrían apuntarse también diversas provincias de la China continental y étnicamente han. Al fin y al cabo, la desmembración territorial es un escenario que China conoce desde varios siglos antes de Cristo… Es obvio que Pekín no va a admitirlo, pero ¿Cuál es el papel en todo esto de los gobiernos de Estados Unidos y Alemania, los que mandan en Euroatlántida?

El sueño de la desmembración territorial
La desmembración de China es el escenario con el que sueña Occidente para su rival estratégico, naturalmente en nombre de la “democracia y los derechos humanos”. Al respecto no hay el menor disimulo. En Munich se encuentra la sede de los separatistas uigures de Xinjiang, cuya ideología oscila entre un supremacismo racista túrquico y el integrismo islámico. Políticos alemanes, especialmente verdes y liberales, apoyan abiertamente al irredentismo tibetano, cuyos vínculos con la CIA se remontan a los años cincuenta. Escritores como Liao Yiwu, un excitado opositor que describe a China como “un montón de basura en expansión” y clama por su “desmembración en bien de la humanidad”, han recibido el “premio de la paz” del gremio de los libreros alemanes (2012). La plana mayor de la oposición hongkonesa más radical, que ahora pide a Donald Trump que les libere, ha sido recibida en los salones de Washington por personajes como el vicepresidente Mike Pence, el Secretario de Estado Mike Pompeo o el demente y recién cesado consejero de seguridad nacional, John Bolton. En Berlín, el ministro de exteriores ha recibido al joven Joshua Wong, otro dirigente de las protestas con quien, según sus declaraciones, se habló de preparar una base para futuros exiliados de Hong Kong en Alemania. Wong se hizo un nombre ya en las protestas de los paraguas de 2014, cuando tenía 17 años, y ya mantenía contactos regulares con el consulado de Estados Unidos allá. Desde entonces ha sido recibido por dinosaurios belicistas como el senador Marco Rubio, uno de los promotores de la fallida intentona golpista en Venezuela, y apadrinado por las ong´s del entorno de la CIA entusiasmadas por su reivindicación desmembracionista de un referéndum para que Hong Kong salga de China. Rubio presentó la candidatura de Wong al Premio Nóbel de la Paz. Desde la época de Obama el Congreso de Estados Unidos prepara una “Hong Kong Human Rights and Democracy Act” para dar ambiente al actual conflicto con las correspondientes sanciones. En Berlín, el diario ultra-atlantista Bild reunió hace unos días a una muestra de sus héroes para una foto de grupo: el ucraniano Vitali Klichkó, el sirio Raed al-Saleh, jefe de los “cascos blancos”, y el millonario ruso exiliado Mijail Jodorkovski. ¿Cuál es la lógica de fondo de estos inequívocos mensajes?

Hegemónicos y emergentes
Hoy en día en este mundo incierto solo hay dos planes generales de ordenamiento: el belicista de Occidente liderado por Washington basado en el intervencionismo, los cambios de régimen y el control de recursos por la vía militar, es decir un escenario de caos hegemónico, y el integrador que representa el plan chino de “nuevas rutas de la seda” conocido como “Belt and Road Initiative” que por muchas y legítimas dudas que suscite no parece incompatible con un orden multipolar basado en el consenso entre los diversos centros de poder y actores del mundo. Este esquema general puede sonar simple, pero es lo que tenemos encima de la mesa. No hay otra cosa.

Las protestas de Hong Kong representan una oportunidad dorada para que el proyecto del caos aseste un golpe en el bajo vientre al proyecto integrador. Naturalmente en nombre de la “democracia y los derechos humanos”, como en Siria, Irak, Libia, Afganistán y demás. En 2014 la combinación de la bajada de los precios del petróleo movilizando a los amigos del Golfo y de las sanciones que siguieron a la operación de cambio de régimen en Ucrania, intentaron frenar la recuperación de Rusia. Vistas desde esa perspectiva general, las concretas ansias democráticas y anticorrupción del movimiento nacional ucraniano en la Plaza Maidán de Kiev fueron una insignificante nota a pie de página de gran valor instrumental. Hoy pasa algo parecido con la calle de Hong Kong: de lo que se trata es de forzar a Pekín a escenificar un Tiananmen.2, una represión que permita incrementar la demonización de China, explica el periodista brasileño Pepe Escobar. “La inevitable consecuencia sería que Occidente y amplios sectores del Sur Global boicoteasen las Nuevas Rutas de la Seda –Belt and Road Initiative – una compleja estrategia con diversos estratos de integración económica que se está ampliando mucho más allá de Eurasia”, dice.

En 2014, las autoridades rusas respondieron apoyando la oposición del Este de Ucrania y anexionándose Crimea, medidas que amortiguaron su derrota y les permitieron salvar la cara y una consolidación por lo menos temporal del delicado prestigio interno de su orden autocrático. Por aquello Moscú aún está pagando el precio de dolorosas sanciones económicas y más militarización junto a sus fronteras. En Pekín ahora deberán ir con mucho tiento para no propiciar una derrota propagandística que les persiga otros 30 años como ocurrió con Tiananmen lastrando su proyección mundial y justificando nuevas sanciones.

El movimiento de Hong Kong es un Maidán contra China. Al igual que en Kiev hace cinco años, por más que el motor sea local, los padrinos y promotores de este movimiento de la “sociedad civil” están en Washington y Berlín. Allí no quieren diálogo. Ni les interesa lo más mínimo la problemática social de Hong Kong. Buscan escenas violentas para su aparato de propaganda y muertos para llevar la situación a un extremo que arroje el resultado buscado: el desprestigio y ulterior demonización de China y de su proyección mundial en beneficio del proyecto del caos hegemónico.

Estamos ante un típico pulso de la dialéctica de los imperios combatientes. La crisis de lo que queda de Hong Kong está siendo instrumentalizada hacia un callejón sin salida. Los chinos van a tener que aplicarse a fondo para no perder esta batalla que por otro lado revela bien a las claras su vulnerabilidad ante la guerra híbrida del adversario.

(Publicado en Ctxt)

jueves, 7 de mayo de 2015

¿Qué está pasando en Baltimore y otros centros urbanos en EEUU?

Vicenç Navarro
Público.es

Para explicar la agitación social que está ocurriendo en EEUU (siendo los hechos acecidos en Baltimore el último ejemplo de ello), la mayoría de los medios de información en España, se ha centrado en el tema racial, presentando dicha agitación como un caso más de conflicto racial entre blancos y negros. Tal énfasis en el tema racial es importante pero, sin embargo, insuficiente para entender lo que está ocurriendo en EEUU. En Baltimore, la mayoría del establishment político –incluyendo la alcaldesa y el Consejo Municipal- y la mayoría de policías son de raza negra. Y, sin embargo, la gente que está protestando -la mayoría también de raza negra- lo hace frente y en oposición a este establishment y a esta policía. Veamos los datos.

En primer lugar, es cierto que la raza juega un papel clave en la vida política, cultural y social de aquel país. Es una variable –la raza- que configura predominantemente dos países: el EEUU blanco y el EEUU negro. Según una encuesta publicada recientemente en el Washington Post (citada en “Race, Hope and Organizing in the Rust Belt”, Z Commentaries, 28.04.15), el 75% de los estadounidenses de raza blanca no tiene en su red de amigos a ninguna persona negra (o asiática o hispana), un porcentaje idéntico, por cierto, al que indican los estadounidenses de raza negra en cuanto a tener amigos blancos. Para valorar estos datos es importante saber que los negros en EEUU pasan nueve veces más tiempo con blancos que estos con negros (“pasan” incluye relaciones de trabajo, en el comercio o de ocio). Estos datos muestran claramente que hay dos Estados Unidos, el blanco y el negro, con una difícil relación entre ellos.

Ahora bien, esta manera de ver EEUU (que es la mayoritaria en los medios) es insuficiente, pues no incluye otra variable que debería considerarse, y que es la clase social de unos y otros. Y aquí quisiera aclarar que, en contra de lo que indica la sabiduría convencional en aquel país (que es la producida y promocionada por la estructura de poder de EEUU), que niega la existencia de clases sociales (reduciendo la estructura social a “ricos”, “clase media” y “pobres”, poniendo a la gran mayoría de la población en la categoría clase media), EEUU tiene una estructura social muy semejante a la de cualquier país europeo, es decir, tiene una clase capitalista (a la que se conoce en EEUU como Corporate Class), una pequeña burguesía, una clase media y una clase trabajadora (que es, tanto objetiva como subjetivamente, la mayoría de la población, tanto negra como blanca. Así es como se define la mayoría de la población de ambas razas cuando se les pregunta por su pertenencia a la “clase alta”, “clase media” o “clase trabajadora”).

El gran deterioro del bienestar de la clase trabajadora blanca y, sobre todo, negra
Lo que hemos estado viendo en estos años de crisis y supuesta recuperación en EEUU es también lo que veremos (en realidad, ya lo estamos viendo) en la Unión Europea, incluyendo en España. Y no es ni más ni menos que una enorme polarización de las rentas (con un enorme crecimiento de las rentas del capital a costa de un enorme decrecimiento de las rentas del trabajo, es decir, de la mayoría de la población). Jack Rasmus, uno de los economistas más interesantes hoy en EEUU, acaba de publicar unos datos sobre la evolución de las rentas del capital y las rentas del trabajo durante la llamada Recuperación, que son impactantes y abrumadores (“USA: How the Rich Get Richer”). El promedio de las rentas familiares que derivan sus rentas del trabajo (es decir, de los salarios) ha ido bajando y bajando desde el año 2009 cuando, en teoría, la economía estadounidense inició su recuperación. Este descenso ha sido particularmente acentuado entre los 100 millones de familias trabajadoras, que han visto cómo se reducía, además de su estabilidad laboral (aumentando su precariedad), su trabajo, consecuencia de que se han estado destruyendo puestos de trabajo, lo que ha determinado que el porcentaje de la población ocupada (tasa de ocupación) haya bajado. La gran mayoría de la población negra (conocida como afroamericana) pertenece a los sectores con menor nivel salarial entre la población ocupada, habiendo sido particularmente afectada por este declive tan notable del mundo del trabajo. Barrios de clase trabajadora negra, cuya población trabajaba en la manufactura y la construcción (como ocurre en muchos barrios obreros negros en Baltimore), hoy están enormemente deteriorados. Es más, la Ley de Derechos Civiles, que prohíbe la discriminación de raza, paradójicamente, ha contribuido más a este deterioro, pues ha facilitado que las familias negras pertenecientes a la pequeña burguesía y a la clase media de renta media alta hayan abandonado los barrios donde estaban ubicados antes (y donde convivían con la clase trabajadora), desplazándose a los suburbios donde las clases más pudientes están ubicadas. Donde antes había suburbios blancos, ahora hay suburbios blancos y suburbios negros. Como consecuencia, los barrios tradicionalmente negros son más uniformes en cuanto a su clase social: la mayoría es clase trabajadora ocupada y, sobre todo, desocupada.

Por otra parte, las rentas del capital se han disparado. El 1% de las familias, las más pudientes, que derivan sus rentas del capital, han aumentado sus ingresos de una manera casi obscena por su cantidad. Estas rentas derivan en gran parte del enorme incremento de los beneficios empresariales, habiéndose incrementado 3.7 billones de dólares (trillones en EEUU) durante los años de crisis. Estos beneficios son de las empresas que producen bienes y servicios, y se han conseguido a base de la disminución de los salarios y de lo que llaman aumento de productividad, que ha significado un enorme incremento de la tasa de explotación, y que ha incluido una gran destrucción de puestos de trabajo y la sustitución de buenos salarios por bajos salarios. De nuevo, las familias negras han sido las más afectadas, pero no han sido las únicas.

Pero a estos 3.7 billones se debe añadir otro billón de dólares (trillón en EEUU) que procede de las rentas derivadas de la actividad financiera, cuya rentabilidad se ha disparado debido a la enorme especulación con los productos financieros. Los super-ricos, que obtienen beneficios como consecuencia de una enorme explotación del mundo del trabajo, no invierten en actividades que puedan crear empleo, sino en actividades especulativas, alcanzando un total de ingresos de 4.7 billones, que están arruinando el país y el bienestar de la mayoría de la población.

El problema no es solo el 1%, como dice el Occupy Wall Street Movement
Naturalmente que este 1% requiere para mantener su enorme dominio en la sociedad, tanto sobre el Estado como sobre la sociedad civil, incluyendo los medios de comunicación, de otro 10 ó 15% de la población (pequeña burguesía y clase media de renta alta), que juega un papel clave en la reproducción del poder de ese 1%. Y este es el grupo más beneficiado por la ley antidiscriminatoria, consecuencia de lo cual hoy tiene su sector de raza negra. El Presidente Obama, que era un abogado, más tarde senador, y ahora Presidente, es un claro ejemplo de ello. Esta clase media profesional de renta alta tiene intereses de clase comunes con sus homólogos de raza blanca. Hoy, la estructura de poder político en la ciudad de Baltimore es de raza negra y la mayoría de la policía es también de raza negra, así como lo son la alcaldesa y el jefe de la policía. Y la policía es percibida en estos barrios obreros negros como una institución de represión, lo que explica las tensiones frecuentes en estos barrios, donde la criminalidad es la respuesta individual, antisocial e incívica del joven negro que no ve ningún otro futuro. Vean la excelente serie “The Wire”, y entenderán mejor lo que pasa en estos barrios.

Este artículo no puede terminar aquí, pues hay también cambios que permiten un atisbo de esperanza. En realidad, la crítica que puede hacerse a “The Wire” es que transmite una sensación extremadamente pesimista, pues aquellos barrios de Baltimore fueron también los que iniciaron el movimiento –que se extendió al resto de EEUU- para el salario decente, categoría distinta y superior al salario mínimo, exigiendo a las autoridades públicas que en sus contratos incluyeran salarios decentes. Lucharon y ganaron. Y lo hicieron aliándose con trabajadores blancos, siguiendo la filosofía política de la Rainbow Coalition, iniciada y liderada por Jesse Jackson (el discípulo predilecto de Martin Luther King), que consistió en establecer alianzas entre todos los grupos sociales, razas y etnias que consiguieron una movilización sin precedentes en EEUU (causa de que el candidato Jesse Jackson ganara el 40% de los delegados al Congreso del Partido Demócrata en 1984). Fui asesor de Jesse Jackson en aquellos años y pude ver con mis propios ojos lo que puede ocurrir en EEUU cuando los distintos componentes raciales y étnicos del mundo del trabajo se alían. Y lo que ocurrió con la campaña del salario decente es un ejemplo de ello. En este aspecto, el racismo es el mayor obstáculo para que dicha alianza se establezca. Pero la agitación social y racial que ocurre hoy en los centros urbanos de EEUU muestra también los límites de las políticas representativas simbólicas, que llevaban a la conclusión de que elegir a un Presidente negro beneficiaría a la población negra, o que la posible elección de una Presidenta beneficiará a las mujeres. Sin desmerecer la importancia de los símbolos, la realidad muestra que estas políticas son dramáticamente insuficientes. Necesarias, pero, repito, muy insuficientes, puesto que la realidad muestra que la mayoría de la clase trabajadora negra no se ha beneficiado necesariamente de haber tenido un Presidente negro. Sin desmerecer algunas de las políticas sociales progresistas de la Administración Obama, el hecho es que la situación del mercado de trabajo se ha deteriorado de una manera muy marcada durante la crisis, incluyendo los años de gobierno del Presidente Obama, y las desigualdades sociales y de renta se han disparado, como consecuencia de tal deterioro. Es más, los rescates bancarios, que han favorecido claramente a las altamente concentras rentas del capital financiero, han disparado todavía más tales desigualdades, habiendo generado una protesta generalizada que ha llevado a una situación conflictiva que ha abierto toda una serie de interrogantes.

Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University.
Fuente: http://www.caffereggio.net/2015/04/30/que-esta-pasando-en-baltimore-y-otros-centros-urbanos-en-eeuu-de-vicenc-navarro-en-publico/