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domingo, 31 de enero de 2021

¡Eres un animal! Sobre perros y otros animales amigos del hombre,

Es curioso que utilicemos expresiones como “eres un animal”, “eres un cerdo, “eres un burro”, “eres una bestia”… para insultar, descalificar o despreciar a un ser humano, sin pensar que también nosotros somos animales, sin pensar, por otra parte, que ese animal no ha hecho nunca daño a nadie intencionadamente. Si observamos atentamente los comportamientos de personas y animales, el verdadero insulto sería decirle a un animal irracional: Eres una persona, eres un político, eres un catedrático, eres un periodista, eres una abogada, eres un juez…

Los animales se comportan con más espontaneidad, nobleza y autenticidad que los seres humanos. Con menos crueldad, desde luego. Con ninguna malicia. Ojalá nos comportásemos como ellos. Recuerdo un poema en el que se cuenta que algunos monos (el mono es un animal arborícola que habita sobre todo en los árboles genealógicos), viendo desde un árbol cómo los hombres se pelean y se matan entre sí, se niegan a aceptar que seres tan sanguinarios y crueles sean descendientes suyos. “Qué vergüenza para nuestra especie”, concluyen. Al fin al cabo, como dice Steinbeck, el hombre es el único animal de la creación que bebe sin tener sed, que come sin tener hambre y que habla sin tener nada que decir.

Los animales piensan, sueñan y sufren. Su dolor tiene las dimensiones del planeta. Los niños aplastan lagartijas para ver cómo se mueve el rabo de forma autónoma, una vez separado del resto del cuerpo, la familia abre las puertas del coche y abandona al perro a su suerte, los toreros clavan hierros punzantes en los lomos del toro y acaban matándolo entre vítores y olés, se organizan peleas de perros y de gallos para diversión y juego de los espectadores, los gastrónomos pelan vivos a algunos animales para que la vianda tenga más sabor, los cazadores degüellan vivas a las presas para que las pieles tengan más esplendor, los científicos experimentan en animales con genes y con virus, los ganaderos separan a las crías de sus madres, se sacrifican animales para fabricar abrigos de pieles, los vecinos del pueblo mantienen la costumbre de arrojar entre risas un burro o una cabra desde lo alto del campanario de la iglesia parroquial… ¿Por qué tanto dolor? ¿Por qué tanta crueldad? ¿Por qué tanta insensibilidad? ¿Por qué tantas trampas?

– “Vamos a pescar juntos”, le dijo el pescador a la mosca mientras la colocaba de cebo en el anzuelo.

Las personas admiran las grandes dotes de los animales pero saben que aun más admirable es la inteligencia humana, capaz de imaginar a un perro jugando al póker:

– Tu perro es muy listo, le dijo Aristóteles a Platón, ya que sabe jugar a las cartas.

– No es tan listo como parece, matizó Platón: siempre que le llegan buenas cartas, mueve el rabo.

Un mundo en el que los animales son maltratados no es un mundo habitable para los seres humanos. Porque esa crueldad que se ceba en seres indefensos muestra la dureza de nuestro corazón. Y de un corazón duro no pueden brotar sentimientos nobles y hermosos. “El hombre es un lobo para el hombre”, decimos. Con lo cual el hombre le da una patada al hombre en el trasero del lobo.

Un ornitólogo desconocido dijo : “Si los hombres no los apedrearan, hubiera sido pájaro. Mas si no los apedrearan, hubiera sido hombre”. Si fuéramos más amorosos, más cuidadosos, más amables con los animales, contribuiríamos a mejorar este mundo nuestro.

Mi amiga Lola Alcántara vota una y otra vez al PACMA (Partido Animalista contra el Maltrato Animal), partido político español que trabaja por los derechos de los animales, la defensa del medio ambiente y la justicia social. Lola tiene en su casa cinco perros y tres gatos, a los que quiere y cuida con desvelo. He visto su indignación ante la crueldad humana que sacrifica cada año más de 50000 galgos en España, esos perros de usar y tirar. Me ha explicado con pasión la necesidad de que la ley sea más severa con el maltrato de animales. Si todos fuésemos como Lola Alcántara, el mundo sería mucho mejor.

Mis abuelos paternos tenían un perro llamado Fiel (notable redundancia). Recuerdo que un verano pasó tres días sin aparecer por casa. Lo encontraron hambriento, sediento y extenuado, vigilando un saco de trigo que se había caído del carro en el que se transportaba la carga al silo. La vida por el cuidado de un bien del amo.

Los animales han sido una extraordinaria compañía en los meses de confinamiento. Al terminar el primero, se hizo célebre la burra Baldomera en la localidad malagueña de El Borge, sita en la Axarquía, a unos treinta kilómetros de la capital. El reencuentro con el amo, Ismael Fernández, después de dos meses de ausencia, fue tan emotivo, que la grabación del encuentro ha dado la vuelta al mundo. Conmueve escuchar los rebuznos de la burra y ver las lágrimas de su dueño.

En un estanque del Monasterio de El Escorial hay un precioso cisne blanco que se acerca con rapidez al jardinero Raúl, cada vez que este aparece en la orilla. Es hermoso ver cómo interactúan en una relación cómplice, a través de gestos y sonidos.

Nosotros tenemos una pequeña perra llamada Miluca. Su nombre recoge la primera sílaba de los nombres de cada uno de los moradores de la casa: Miguel, Lourdes y Carla. Es lista, cariñosa y disciplinada. Miluca nos humaniza, nos une, nos hace más sensibles, nos hace mejores. Carla dice:

Una de las cosas más valiosas que habéis hecho por mí es comprar a Miluca.

¿Cómo no emocionarse ante la mirada insondable de un perro el día que ha muerto su amo?, ¿cómo no asombrarse ante la tristeza de una larga ausencia, como le sucedió a Miluca cuando Carla asistió a un curso de quince días en Alemania?

Los animales forman parte de nuestro mundo y de nuestra cultura. Nunca podremos olvidar al loro de Flaubert, al cuervo de Poe, al cisne de Saint Säens, al albatros de Baudelaire, a las moscas de Sartre, a la ballena de Herman Melville, al águila de Tenysson, al escarabajo de Kafka, al mastín de Baskeville…

Los humanos hemos escrito innumerables fábulas protagonizadas por animales de las que, didácticamente, extraemos moralejas, pero conocemos muy poco sobre su mundo interior. No debemos olvidar que de todo lo que ocurre en el mundo solo tenemos visiones humanas. No nos solemos acercar a los animales con respeto, con ternura, con curiosidad. Recuerdo haber leído con emoción el hermoso libro del etólogo y premio Nobel Konrad Lorenz, titulado “El anillo del rey Salomón”. Con qué finura, con qué rigor, con qué interés observa, estudia y describe las costumbres y las emociones de los animales.

¿Cómo nos ven los animales a nosotros?, ¿Cómo nos observan y nos interpretan? Bien pudiera suceder que los gorriones se rieran de nosotros al ver un espantapájaros. Es una señal inequívoca de que allí hay comida para ellos.

No me gusta volcar sobre los animales visiones antropomórficas. No me gustan esas películas en las que los animales hablan como si fueran humanos. Les atribuimos gratuitamente nuestras cualidades: el gallo es arrogante, el lobo es rapaz, el camaleón es hipócrita, el león es valiente, la hormiga es trabajadora, la cigarra es holgazana, la hiena es cruel (por cierto, la hiena duerme al raso, se alimenta de carroña y hace el amor una vez al años, ¿de qué diablos se ríe?).

También tiene aquí presencia la educación. En la escuela y en la casa. De forma coherente y coordinada. A una amiga de mi hija le mandaron del colegio una carta porque había aplastado cruelmente una lagartija en el patio. No sabían que en la casa de la niña había una sala con animales disecados, piezas de caza mayor de su padre.

Los animales: magníficos compañeros de viaje. Lord Byron escribió sobre la tumba de su perro: “Aquí yacen los restos de un ser que poseyó la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad y la belleza sin la vanidad”. Es probable que el tamaño de la lápida no diera para más. 

sábado, 18 de julio de 2020

El pueblo de Trisquitrasque

Miguel Ángel Santos Guerra, tomado de su blog El Adarve.

Soy padrino de pila de Alejandro Pérez Díaz, hijo de mis entrañables amigos Tere y Darío. Aquel pequeñajo que puse bajo las aguas bautismales en la parroquia de Madridejos, un pueblo a cien kilómetros de la capital, se ha convertido, como por arte de magia, en un flamante arquitecto de carrera y en un magnífico profesor de matemáticas de un Colegio de Collado Villalba (Madrid). Disfruta de la paternidad de dos hijos y, a la vez, de la enseñanza que vive cada vez más apasionadamente.

Pues bien, a mi ahijado le conté un cuento en siete capítulos, correspondientes a los siete primeros cumpleaños de su vida. Le hice entrega del primer capítulo cuando nació y, los otros seis, le fueron llegando a sus padres por correo el día de su cumpleaños. Ellos se encargaban de releer primero lo ya enviado y de leerle el nuevo avance de la historia. Al final le hicieron entrega del cuento completo cuando terminaron los envíos y la historia llegó a su fin. Acabo de encontrarme con una copia del texto íntegro que escribí para Alejandro (entonces escribía yo en una máquina Olivetti, que aún conservo) y voy a compartirlo ahora con mis lectores y lectoras. No solo por la idea del regalo que entonces le hice a mi ahijado en años consecutivos sino por la contundencia del contenido, que es un crítica tan sencilla como feroz del capitalismo.

El título del cuento que le escribí a Alejandro es el que figura al comienzo de este artículo: “El pueblo de Trisquitrasque”. Está inspirado en un pequeño libro de Edward Bellamy , titulado “El Mercado”, libro que compré y leí cuando, en plena dictadura, estaba prohibido. Ese libro contenía también otro título, “Miseria de los zapatos”, de George Orwel. Ese pequeño libro, un folleto más bien, tenía solo unas cuarenta páginas y formaba parte de una colección titulada “Se hace camino al andar”. De lo directo y escueto de ambos relatos alegóricos cabe sacar una conclusión: el socialismo es sencillo, se explica fácilmente y está en todos los ámbitos de la vida de las personas.

Edward Bellamy (1850-1898), periodista y novelista norteamericano, vivió solo, como se verá por las fechas indicadas, 48 años y falleció víctima de una tuberculosis. Fundó y dirigió en 1980 el periódico “Daily News”, en el que publicó la mayor parte de sus narraciones.

Bellamy fue un socialista convencido que escribió una famosa novela titulada “Looking Backward: 2000-1987. Un hombre de clase alta de 1987 se despierta en el año 2000 tras un trance hipnótico y se encuentra en una utopía socialista. Eric Fromm dice de esa obra “que es uno de los pocos libros que crearon un movimiento de masas de carácter político casi inmediatamente después de su aparición”. El éxito de esta novela fue enorme e influyó en muchos intelectuales de la época. En Estados Unidos surgieron “Bellamy Clubs” por todas partes, en los que se discutían y propagaban las ideas del libro. La novela inspiró también la creación de varias comunidades utópicas.

El libro “El Mercado” corresponde al capítulo XXIII del libro de Bellamy titulado “Igualdad”, que fue publicado en 1987, un año antes de morir. El título de ese capítulo es el siguiente: “El cuento del agua o la parábola del depósito de agua”.

Volvamos al cuento. Trisquitrasque es un pueblo de tierra muy seca, cuyos habitantes padecen los gravísimos problemas que acarrea la falta de agua. Algunos llegan a morir de sed. Su principal quehacer cada día es buscar los manantiales que remedien sus males.

Entre los habitantes de Trisquitrasque hay algunos más sagaces y perversos. Han logrado acumular agua y no la comparten con los demás. Los llaman los capitalistas. Quienes no tienen agua se la piden y los capitalistas dicen que cómo van a dársela para quedar ellos sumidos en la necesidad.

Entonces, aparecen unos grandes manantiales de agua. Inmediatamente los capitalistas adquieren la propiedad, construyen un gran depósito al que llaman El Mercado, y organizan el trabajo de los habitantes para que, con cubos, vayan llevando agua de los manantiales a ese depósito. Por cada cubo que llevan reciben un céntimo pero, para comprar un cubo de agua, tienen que pagar dos céntimos.

Llevan tantos cubos de agua, que el depósito se llena a rebosar. Y tienen que paralizar el trabajo, de modo que los habitantes no disponen de dinero para comprar agua y los capitalistas ven que sus beneficios empiezan a disminuir.

Entonces salen a anunciar su producto para que otras personas de otros lugares vengan a comprar agua. A ese fenómeno lo llaman publicidad.

No tienen agua para beber precisamente porque hay exceso de agua. Entonces dicen los capitalistas: Tenemos una crisis económica. Movidos por la necesidad de dar agua a sus hijos y a sus hijas los habitantes de Trisquitrasque se amotinan cerca del depósito y entonces, los capitalistas, para protegerlo eligen a los más fuertes, los arman con palos y flechas y, por un pago de dinero que les permite comprar agua, protegen el depósito de aquellos que habían sido hasta ese día sus vecinos.

La necesidad de agua se hace cada día más imperiosa. Entonces los capitalistas se reúnen para solventar la crisis. Y deciden hacer en sus jardines fuentes ornamentales, surtidores de agua y piscinas para su recreo. De ese modo, el deposito se va vaciando y vuelven a dar trabajo a los habitantes del pueblo. El negocio es el negocio, dicen.

Pasado el tiempo, el depósito vuelve a llenarse. Hay que detener el transporte de agua. Y la gente vuelve a quedarse sin dinero para comprar un bien que tanto necesitan. Algunos están a punto de morir de sed. Los capitalistas se apiadan del pueblo y permiten que se acerquen al depósito para que otros asalariados les mojen los labios con unas gotas de agua. A ese proceso de alivio le llamaban caridad.

Ante la nueva crisis, los capitalistas contratan a unos adivinos para que estudien ese indescifrable problema: porque sobra agua, falta agua. Los adivinos, después de estudiar el problema dicen al pueblo que la causa de la crisis son unas manchas que han aparecido en el sol. Indignados, los vecinos, los apedrean y tienen que huir. Los capitalistas llaman luego a unos sacerdotes para que interpreten lo que sucede y busquen la solución. Y estos les dicen que no tienen por qué preocuparse. Porque después de esta corta vida irán a otra en la que habrá impresionantes caudales de agua en los que podrán refrescarse y de los que podrán beber hasta saciare. También a los sacerdotes les tiran piedras y les hacer huir atemorizados.

Llegan entonces unos revolucionarios que les explican lo que está pasando. Les dicen a los habitantes de Trisqutrasque que los manantiales están en la naturaleza y que la naturaleza es de todos. Les explican que ese agua que tanto necesitan es agua que también les pertenece a ellos. Les invitan a rebelarse contra la avaricia y el egoísmo de los capitalistas.

El pueblo se amotina, luchan contra los vigilantes que defendían el depósito y los vencen. Y exigen a los capitalistas que termine el proceso de explotación que han montado. Se apoderan también de los manantiales y organizan entre todos un sistema de reparto del agua, de modo que nadie en Trisquitrasque volvió a tener sed, ni hambre, ni frío nunca más. Y todo hombre decía a su compañero: “Mi hermano”. Y toda mujer decía a su compañera: “Mi hermana”.

El final feliz no es un añadido mío. Forma parte del texto de Bellamy. He seguido la línea argumental y he tratado de mantener en el relato el espíritu de la obra original. De hecho, termina así: “Porque unos con otros eran como hermanos y hermanas que vivían juntos en unidad”. Siempre que recuerdo el cuento que dediqué a mi ahijado Alejandro me pregunto por los caminos que nos pueden llevar a una sociedad más justa, más equitativa, más solidaria, más compasiva, más libre y más fraterna. En estos tiempos de pandemia, me lo pregunto con más inquietud y con más intensidad.

domingo, 12 de julio de 2020

Cuentos de Baroja: los empobrecidos, los vagabundos y la “cuestión social”.

“A comienzos de siglo Pío Baroja tenía una preocupación muy honda por lo que se llaman cuestiones sociales. Esta preocupación se advierte en varios cuentos, en que el individuo, o una conciencia individual, se encara con la sociedad”, escribió el antropólogo y sobrino del escritor, Julio Caro Baroja, en el prólogo a los Cuentos de Pío Baroja (1872-1956) publicados por Alianza Editorial.

Buena parte de estos relatos se insertan en el volumen Vidas sombrías (1900), y fueron escritos –la mayoría- cuando el autor ejercía de médico en el municipio de Cestona (Guipuzcoa). De tono simbólico y filosófico, los Cuentos recogen todo el sentido e inquietudes de la obra barojiana, según algunos comentaristas; pero Caro Baroja matiza que su tío no se acercó del mismo modo, en la madurez, a los contenidos esotéricos (Médium y El trasgo) ni a otros de un simbolismo «a flor de piel” (Parábola o El reloj).

Garráiz encarna a El carbonero. Todos los días Garráiz sale de casa, desciende a un descampado del monte y prepara el horno de carbón. Tiene 20 años, trabaja –acumula leña y le prende fuego- y canta: las horas y los días se repiten en el valle. Hasta que un día, en el refugio de piedra donde come, un vecino del pueblo –también carbonero- le hace saber un rumor: ha “caído” soldado. “Lo que le exasperaba, lo que le llenaba su espíritu de una rabia sombría, era el pensar que le iban a arrancar de su monte aquellos de la llanura, a quienes no conocía, pero a quienes odiaba”, relata Pío Barroja.

En otro cuento, Conciencias cansadas, el narrador sale de un café pensando en la vendedora de una tienda de material funerario, que comercia con féretros, coronas, cruces y souvenirs; en el matrimonio que regenta una casa de préstamos, y que paga a la mujer del albañil mucho menos de lo que valen las sábanas; en el general que manda a los soldados a que mueran en el frente; o en el cura que considera una “atrocidad” ingerir un café con leche el viernes de Cuaresma. Pero en todos estos personajes sin conciencia -y en el industrial que falsifica, el periodista venal o el abogado que engaña-, “en toda esa tropa que roba, que explota y que prostituye” también hay, piensa después, algunos rasgos buenos y momentos de caridad.

El vago, a quien conoce y con el que conversa el narrador, aparece apoyado en una farola de la Puerta del Sol. Protagoniza otro de los cuentos de Baroja; el vago no es un hombre de acción, sino un espectador de la vida, un intelectual; mira como alguien que no espera nada del prójimo, es casi un filósofo, aunque para ciertos moralistas resulte “casi un criminal”. Tampoco tiene nada que ver con los lechuguinos de clase alta, ni con los empleados, estudiantes o mendigos.

“Yo creo que en las ciudades grandes, si Dios está en algún lado es en los solares”, afirma Pío Baroja en La trapera. En una casucha de unos terrenos sin urbanizar, en Madrid, una vieja pequeña y arrugada –que rebusca entre la basura- vive con una niña desharrapada pero con aire fresco y juvenil. A las cinco de la mañana salen del cobertizo; escarban entre los montones de desechos, “restos, sobre todo, de la tontería humana”.

Pasan por el Cafetín del Rastro, donde a esa hora duermen los mendigos, y después, en la calle, la vieja cierra tratos con los vendedores ambulantes. El escritor las pinta del siguiente modo en el solar, ya de regreso: “Quizá felices, quizá satisfechas por tener un hogar pobre y miserable, y un puchero en la hornilla que hervía con un glu-glu suave, dejando un vaho apetitoso en el cuarto”.

En el preámbulo de los Cuentos publicados por Alianza (la primera edición, de 1966), Julio Caro resalta la “curiosidad enorme” de Pío Baroja hacia “los anarquistas o ácratas como individuos”, así como por los no adaptados (en Errantes, una vida libre en la que duermen felices, tras alimentarse con pan y tres sardinas, una mujer que amamanta a su niño, su pareja –“mitad saltimbanqui, mitad charlatán”- y el hijo mayor; la familia se ha parado en un albergue de carretera que aloja a gitanos, caldereros, mendigos y buhoneros); esta atracción contrasta con el interés escaso del autor de La busca por los socialistas, a quienes se distinguía en la época como gente “más seria”.

Elaborados entre 1892 y 1899, Caro Baroja apunta que la primera impresión de los Cuentos -500 ejemplares- fue bien acogida por los críticos, pero no ocurrió lo mismo con las ventas; los relatos se tradujeron al francés, italiano, alemán, ruso, checo y sueco, después al japonés y al chino. Se muestra en desacuerdo con los comentarios de la Editorial de Literatura Popular de Pekín: “Siguiendo el viejo parecer socialista, considera que mi tío fue un anarquista, que se hizo cada vez más antidemócrata y que terminó sus días colaborando con el fascismo. La vida de los escritores vista por ciertos ideólogos es siempre algo bastante simple y aún estólido, sean estos ideólogos de derecha o de izquierda”.

El historiador, lingüista, académico y autor de Estudios vascos llama la atención, asimismo, sobre el lirismo, las descripciones y sugerencias de ambiente de los Cuentos; en las ventas del País Vasco -amables y hospitalarias, algunas tristes y melancólicas- recalan caminantes, vagabundos y personas humildes “que no tenéis más amores que la libertad y el campo”; llegar a una de estas posadas tras un viaje largo en diligencia –relata Pío Baroja en La venta– produce una dicha desconocida para quienes, presurosos, huyen hacia el vértigo de la urbe. Además, Julio Caro recuerda la admiración del novelista por el “viejo” Dickens y discute las influencias atribuidas a Gorki y la novela picaresca.

En el artículo “Los cuentos de Baroja” (Cuadernos Hispanoamericanos, 1972), el catedrático e hispanista Mariano Baquero Goyanes señala el “aire moderno” de Vidas sombrías; constata, de hecho, una cierta ruptura con los cuentos del siglo XIX, que se fundamentaban en la potencia del argumento; Baroja prefiere, en este caso, la narrativa de situación, abierta, sin desenlace o bien –Águeda o La sima– la conclusión abrupta del relato, subraya Baquero Goyanes en el artículo inserto en Pío Baroja. El escritor y la crítica (Taurus, 1974, Edición de Javier Martínez Palacio).

Pero algunos cuentos barojianos –La enamorada del talento o Un justo– contienen, también, descripciones prolijas a la manera de los autores realistas y naturalistas del XIX; Mariano Baquero Goyanes añade otra línea de continuidad con los cuentos tradicionales (orientales o libros de caballerías): “Aunque Baroja rechazara el arte narrativo caracterizado por su complicación, gustó con frecuencia de esos efectos de refracción o de laberinto narrativo, con no pocas vueltas y revueltas, idas y venidas, rotación de narradores, desplazamiento de los planos del relato”; así ocurre en La dama de Urtubi y El estanque verde.

¿Estilo desaliñado? El libro Baroja y su mundo recoge la respuesta de José María de Cossío: “No era descuidado escribiendo. El tono llano y a la vez sobriamente elegante de su estilo provenía de lo que Lope de Vega hubiera llamado un ‘descuido cuidadoso’; y no desdeñaba refinarle cuando el tema lo pedía”.

El espectador (1916) incluye las reflexiones de Ortega y Gasset sobre Baroja. Dedica unas páginas a “el tema del vagabundo”; así, en una sociedad en que predomina la “estabilidad plúmbea” y la “monotonía aldeana”, “sin protesta ni brinco”, el filósofo resalta la mirada barojiana: “Ve criaturas errabundas e indóciles”, ajenas a la idea de triunfo social, “decididas a no disolver sus instintos en las formas convencionales de vida” impuestas.

En busca de ese dinamismo, Ortega apunta cómo el escritor rescata a la población marginada, “eso que suele considerarse como escombro social”; en esta categoría se integran los golfos, tahúres, extravagantes, vividores y suicidas; “pues qué, ¿iba a hablarnos de los senadores, los comandantes, los gobernadores de provincia, las damas de las Cuarenta Horas y los financieros?”, se preguntaba el ensayista; “en el transcurso de diez años escribe Baroja veinte tomos de vagabundaje”, según José Ortega y Gasset. Valora asimismo, en contraposición a la farsa y el lugar común, la actitud sincera y auténtica –en coherencia con el cinismo griego- del autor de El árbol de la ciencia y Aurora roja. Y otras virtudes, como la ausencia de retórica o palabras innecesarias.

https://rebelion.org/cuentos-de-baroja-los-empobrecidos-los-vagabundos-y-la-cuestion-social/

jueves, 7 de mayo de 2020

Tres cuentos sobre la educación de Anthony de Mello

Tres pequeños cuentos de uno de mis autores preferidos de siempre, Anthony De Mello, del libro El canto del pájaro. ¿Tienen que ver con la educación y lo que pasa en las escuelas?

1- Cuántas veces actuamos respetando las normas con un rigor extremo pero sin mirar a los ojos?

MIRAR A SUS OJOS

El comandante en jefe de las fuerzas de ocupación le dijo al alcalde de la aldea: «Tenemos la absoluta seguridad de que ocultan ustedes a un traidor en la aldea. De modo que, si no nos lo entregan, vamos a hacerles la vida imposible, a usted y a toda su gente, por todos los medios a nuestro alcance».

En realidad, la aldea ocultaba a un hombre que parecía ser bueno e inocente y a quien todos querían, Pero ¿qué podía hacer el alcalde, ahora que se veía amenazado el bienestar de toda la aldea? Días enteros de discusiones en el Consejo de la aldea no llevaron a ninguna solución. De modo que, en última instancia, el alcalde planteó el asunto al cura del pueblo. El cura y el alcalde se pasaron toda una noche buscando en las Escrituras y, al fin, apareció la solución. Había un texto en las Escrituras que decía: «Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación». De forma que el alcalde decidió entregar al inocente a las fuerzas de ocupación, si bien antes le pidió que le perdonara. El hombre le dijo que no había nada que perdonar, que él no deseaba poner a la aldea en peligro. Fue cruelmente torturado hasta el punto de que sus gritos pudieron ser oídos por todos los habitantes de la aldea. Por fin fue ejecutado.

Veinte años después pasó un profeta por la – aldea, fue directamente al alcalde y le dijo: «¿Qué hiciste? Aquel hombre estaba destinado por Dios a ser el salvador de este país. Y tú le entregaste para ser torturado y muerto». «¿Y qué podía hacer yo?», alegó el alcalde. «El cura y yo estuvimos mirando las Escrituras y actuamos en consecuencia».

«Ese fue vuestro error», dijo el profeta. «Mirasteis las Escrituras, pero deberíais haber mirado a sus ojos».

2- Cuántas veces queremos cambiar a los demás, a los alumnos, olvidando que lo que necesitan es que les quieran.

NO CAMBIES
Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era.

Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo
por mucho que lo intentara.

Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara.

Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.

Pero un día me dijo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte».

Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies… Te quiero…».

Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambié.

Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar.

3- Como profesores y padres, debemos dejar que hijos y alumnos se encuentren a sí mismos.

EL PATITO
El santón sufí Shams-e Tabrizi cuenta acerca de sí mismo la siguiente historia:

Desde que era niño se me ha considerado un inadaptado. Nadie parecía entenderme. Mi propio padre me dijo en cierta ocasión: «No estás lo suficientemente loco como para encerrarte en un manicomio ni eres lo bastante introvertido como para meterte en un monasterio. No sé qué hacer contigo».

Yo le respondí: «Una vez pusieron un huevo de pata a que lo incubara una gallina. Cuando rompió el cascarón, el patito se puso a caminar junto a la gallina madre, hasta que llegaron a un estanque. El patito se fue derecho al agua, mientras la gallina se quedaba en la orilla cloqueando angustiadamente. Pues bien, querido padre, yo me he metido en el océano y he encontrado en él mi hogar. Pero tú no puedes echarme la culpa de haberte quedado en la orilla».

jueves, 9 de abril de 2020

_- Irene Vallejo: “Los cuentos son el salvoconducto que te permite traspasar el miedo”

_- La autora recibe el premio El Ojo Crítico de Radio Nacional por su libro "El infinito en un junco". 

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979), autora de El infinito en un junco (Siruela, ocho ediciones en seis meses), es como una flor cuya suavidad resulta una roca cuando defiende la esencia de su vida: el amor por la lectura. La historia de esa pasión es la esencia de su libro, que es a la vez aquella flor y esta roca.

“La lectura está amenazada ahora, como las palabras”, afirma. Madre de un hijo de cinco años al que dedica cuentos y tiempo, considera que, además de las palabras, “están en riesgo la sanidad, la educación pública, el encuentro con lo diferente”. Su libro, por el que este miércoles recibe el premio El Ojo Crítico de Radio Nacional, es una excursión de 450 páginas que dejó boquiabiertos a escritores que doblan su edad o su experiencia, como Juan José Millás o Mario Vargas Llosa. Aún no se cree que este amor suyo por la lectura haya tenido las consecuencias que nuestra cultura reserva al best-seller.

Entre las palabras que usa reserva “éxito” para la vida personal (que progrese el hijo, cuya salud ha sacudido, hasta su mejoría presente, su vida y la de Enrique, su marido) y la palabra “esfuerzo” para el trabajo de sus padres, marcados por su contagiosa pasión lectora. Ella ha hecho con becas todos sus estudios; la han acogido universidades europeas y norteamericanas, y escribió este libro para honrar lo que más quiere.

Su primera palabra, cuando su madre le puso en la cuna un peluche, fue mambo, “quizá porque quise decir mamá”. No fue muy precoz para leer, aunque sus padres le dejaban en la cabecera el periódico que leían, EL PAÍS, en cuyo Semanal publica Vallejo desde hace una semana.

“Para leer no fui muy precoz. Mi madre dice que a los dos años ya hablaba bien. Y que estaba alcanzando un vocabulario amplio. Quería saber el nombre exacto de las cosas. Me llamaban la atención los refranes, las metonimias... ¿Qué es eso de se te ve el plumero, dónde están esas plumas? ¿¡¡Y qué es el cuello de botella!!? ¡¿Por qué se llama como el cuello de las personas?!”

Su libro es un testimonio de ese amor activo por lo que decían las palabras. “Me gustaban las palabras y los cuentos. Se los pedía a los conocidos y a los desconocidos”. Necesitaba “un suministro constante de cuentos... Era porque en el momento de ir a la cama me contaban cuentos, y yo lo sentía como el instante más feliz del día, y quería que eso trascendiese”. ¿Miedo, quizá? “En ese momento de oscuridad, a solas, con la luz apagada, los cuentos son el salvoconducto que te permite traspasar el miedo”.

Es posible que su mente infantil, dice, “asociase cuentos e historias con el escudo contra los miedos”. De eso va Desvelo, su primer artículo en EPS, “la madre despierta sueña con dormir”, termina así el texto. “Los niños no quieren dormir. Y se da la paradoja de que les fuerzas a ir a la cama a dormir, cuando ellos no quieren... A mí, en concreto este reto de EL PAÍS [escribe desde hace años también para Heraldo de Aragón] me quitó literalmente el sueño. Escribí el artículo cuando el niño se estaba durmiendo...” Cuando ya no había que contarle cuentos... “Me gustaba mucho que me contaran cuentos de viva voz, me resistí un poco a los libros, a leer en libros. Yo quería que me siguieran contando cuentos. Pensaba que, si yo aprendía a leer, perdería el privilegio de que me los contaran”.

Por eso, ahora rinde homenaje, en su libro, en sus conferencias, en esta entrevista, a la potencia de la oralidad. Lo infinito en un junco recorre la historia universal de los libros desde la antigüedad, como si ella misma se lo contara antes de dormir “para mantener despiertos los libros”. “Descubrí la literatura a través de la palabra viva. Mis padres me dedicaban ese momento para estar juntos, para compartir la historia. Era un viaje con ellos”.

Unas veces era el padre, otras la madre. “Me contaban el cuento, estaban conmigo, eran mis compañeros, nos desgajábamos de la realidad de mi dormitorio, viajábamos juntos a otros mundos. La oralidad tenía un poco de teatro...”. Era una experiencia incomparable con la literatura escrita. “Una de las cosas que lamento es que ya nadie me cuenta historias ni me lee en voz alta. Cuando nos hacemos adultos nadie nos lee... Los libros tienen otras ventajas: eres tú el que elige, y por lo tanto eres más libre. Te relacionas a solas, eliges el ritmo, y eso supone el descubrimiento de la intimidad”.

En su libro ella descubre a san Agustín viendo por primera vez a alguien leer en voz baja, y ese alguien era san Ambrosio. “Era como darle voz a la palabra. Le parece magia: lee alguien que está físicamente cerca de mí, pero está fuera de mi alcance. Su espíritu, podríamos decir su mente, está en otro lugar inaccesible para mí. A san Agustín eso le impresionó. Ese es uno de los primeros testimonios de la intimidad de un individuo que está absorto en sí mismo y ha perdido el contacto con lo que está a su alrededor. Ha escapado”.

Ahora seguimos leyendo en voz baja, pero nos leen en voz alta. “Están la radio, los podcasts, los audiolibros, porque seguimos deseando una voz como la de Scherezade que nos cuente un cuento al dormirnos, o por la mañana, cuando nos sentimos solos”.

—¿Cuál sería la palabra que ahora marca su vocabulario?
—Sosiego. Para leer. Para dejar de saltar de una cosa a otra. Para disfrutar de la música de las palabras.

—La música amenazada de las palabras.
—Me preocupa la salud de las palabras. Tiene mucho que ver con la salud de la sociedad. Estamos perdiendo el contacto con los que no piensan como nosotros. Las redes y los algoritmos tienden a rodearnos de lo que nos gusta y de lo que nos interesa, y nos disocia y nos separa de lo diferente. Me preocupa el arrinconamiento de las humanidades. El descrédito de la educación. Creo que hay cosas muy importantes que defender: la sanidad, la educación, el encuentro con lo diferente y la salud de las palabras.

Lo infinito en un junco es también, en ese sentido, un manifiesto suave y rocoso a favor de la música de leer.

 https://elpais.com/cultura/2020/02/11/actualidad/1581451249_126417.html

sábado, 13 de abril de 2019

El sexo de los ángeles [Minicuento - Texto completo.]

Mario Benedetti
Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor, quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.

Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.

Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.

Y si Ángel, para abrir el fuego, dice: “Semilla”, Ángela, para atizarlo, responde: “Surco”. El dice: “Alud” y ella, tiernamente: “Abismo”.

Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.

Ángel dice: “Madero”. Y Ángela: “Caverna”.

Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.

Él dice: “Manantial”. Y ella: “Cuenca”.

Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.

Ángel dice: “Estoque”, y Ángela, radiante: “Herida”. El dice: “Tañido”, y ella: “Rebato”.

Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.

FIN

" Elvira Sastre: "El olvido de un amor no tiene tiempo"

jueves, 14 de febrero de 2019

El amor es ciego. cuento de Mario Benedetti

Cuenta la leyenda que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura, como siempre tan loca, les propuso:

– ¿Jugamos al escondite?

La Intriga se levantó con los ojos fruncidos, y la Curiosidad sin poder contenerse preguntó:

– ¿Al escondite? ¿Y cómo es eso?

Es un juego – explicó la Locura – en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y, cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre, ocupará mi lugar para continuar el juego.

El Entusiasmo se halló secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la Duda, e incluso la Apatía a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, La Verdad prefirió no esconderse; ¿para qué? Si al final siempre le hallaban. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo, lo que le molestaba era que la idea no había sido suya), y La Cobardía prefirió no arriesgarse.

– Uno, dos, tres…. comenzó a contar la Locura.

La primera en esconderse fue la Pereza, que como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.

La Generosidad, casi no alcanzaba a esconderse; cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: ¿qué si un lago cristalino? ¡Es ideal para la Belleza!; ¿Qué si la rendija de un árbol? ¿Perfecto para la Timidez; ¿qué si el vuelo de una mariposa? ¡Lo mejor para la Voluptuosidad!; ¿qué si una ráfaga de viento? ¡Magnífico para la Libertad! Así que terminó por ocultarse en un rayito de sol. El Egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo… eso sí, sólo para él.

La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (¡mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris); y La Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes, el Olvido …¡se me olvidó donde se escondió!… pero no es lo importante.

Cuando la Locura contaba 999.999, el Amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores.

– ¡Un millón! – contó la Locura y comenzó a buscar.

La primera en aparecer fue la Pereza, sólo a tres pasos de la piedra. Después escuchó a la Fe discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología, y a la Pasión y al Deseo los sintió en el vibrar de los volcanes.

En un descuido encontró a la Envidia, y claro, pudo deducir donde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo; él solito salió desesperado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas.

De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la Belleza. Y con la Duda resultó más fácil todavía pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún en que lado esconderse.

Así fue encontrando a todos: el Talento entre la hierba fresca, la Angustia en una oscura cueva, la Mentira detrás del arco iris… (¡Mentira, ella estaba en el fondo del océano!), y hasta el Olvido, al que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite.

Pero sólo el Amor no aparecía por ningún sitio.

La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y, cuando estaba a punto de darse por vencida, divisó un rosal y las rosas… Y tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido en los ojos al Amor y la Locura no sabía que hacer para disculparse; lloró, rogó, pidió perdón, y hasta prometió ser su lazarillo.

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra,

El amor es ciego y la locura siempre, siempre le acompaña.

Fuente: cuento de Mario Benedetti

lunes, 11 de febrero de 2019

Saber comunicar, el sueño del Sultán.

Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.

El sabio dijo:
– ¡Qué desgracia, Mi Señor!
– Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra Majestad

.. y el sultán gritó enfurecido:
– ¡Qué insolencia!
– ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa?
– ¡Fuera de aquí! ¡Que le den cien latigazos!

Más tarde el sultán ordenó que le trajesen a otro sabio para aconsejarle sobre lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso Señor!
– Gran felicidad os ha sido reservada.
– El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.

Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro al sabio.

Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo sorprendido:
– ¡No es posible!
– La interpretación que has hecho del sueño es la misma que el primer sabio.
– No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.

El segundo sabio respondió:
– Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice.

sábado, 14 de abril de 2018

¡Por la III República española, contra las falsas repúblicas que nos dividen y distancian!

Salvador López Arnal

Rebelión

Para Federico García Lorca (1898-1936), el poeta republicano asesinado por el fascismo a los 38 años. In memoriam et ad honorem.

Para Carlos Jiménez Villarejo, un jurista machadiano de la cabeza a los pies, de la mente al corazón.

Para Mario Gaviria (1938-2018), del que tanto aprendimos. In memoriam et ad honorem.

Desde un punto de vista teórico, yo no soy marxista, no lo he sido nunca, es muy posible que no lo sea jamás. Mi pensamiento no ha seguido la ruta que desciende de Hegel a Carlos Marx. Tal vez porque soy demasiado romántico, por el influjo, acaso de una educación demasiado idealista, me falta simpatía por la ideal central del marxismo, me resisto a creer que el factor económico, cuya enorme importancia no desconozco, sea el más esencial de la vida humana y el gran motor de la historia. Veo, sin embargo, con entera claridad, que el socialismo, en cuanto supone una manera de convivencia humana basada en el trabajo, en la igualdad de los medios concedidos a todos para realizarlo, y en la abolición de los privilegios de clase, es una etapa inexcusable en el camino de la justicia; veo claramente que es ésa la gran experiencia humana de nuestros días, a la que todos de algún modo debemos contribuir.
Antonio Machado (1º de mayo de 1937)



Para nosotros, la cultura ni proviene de energía que se degrada al propagarse ni es caudal que se aminore al repartirse; su defensa, obra será de actividad generosa que lleva implícita las dos más hondas paradojas de la ética: solo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da.
Antonio Machado (1937)


España, por fortuna, la España leal a la nuestra gloriosa República, cuantos combaten la invasión extranjera, sin miedo a lo abrumador de la fuerza bruta, habrán salvado, con el honor de la Europa occidental, la razón de nuestra continuidad en la Historia.
Antonio Machado (1939)

Porque la República solo puede llegar de las manos populares: tiende a olvidarse que la II República española representó, en la Europa que veía agitarse el monstruo fascista de otra racionalidad capitalista, una esperanza en la capacidad de resistencia de la honradez y la decencia democráticas; simbolizó la confianza, aunque fuera derrotada, en el valor de la resistencia a la barbarie, el aliento antifascista; pero también las certezas depositadas en un horizonte que quería restaurar la dimensión humana donde pudiese vivirse de otra forma.
Higinio Polo (2018)

Por último, y no menos sino más importante, que igual que a mucha gente le interesó destacar, a mucha más, parece haberle importado también con una constancia igual de admirable durante todo el tiempo de la historia humana, mantener la igualdad y el que ‘nadie sea más que nadie.
Víctor M. Fernández Martínez (2007)

Al poeta, a nuestro poeta, siempre ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar, le hubiera complacido la reflexión con la que Víctor M. Fernández Martínez cierra Prehistoria. El largo camino de la Humanidad [1]. También, por supuesto , las consideraciones republicano-democráticas de Higinio Polo. Las suyas, las palabras del autor de Juan de Mairena, del poeta que conversaba con el hombre que siempre iba con él, también siempre en nuestra memoria. En la de todos, en la de todas (y aunque no se aproximara bien, ese 1º de mayo de 1937, no es eso, no es eso, a la que llama, sin serlo, idea central del marxismo).

Una reflexión del profesor José Luis Martín Ramos, sobre una arista esencial de la política internacional que nos preocupa a todos en tiempos bélicos que pueden ser aún más bélicos:

Macron dice que tiene pruebas del ataque de Al Assad con armas químicas; Teresa May dice que también; Merkel no se arriesga tanto y dice que probablemente fue así. De Trump no hace falta hablar. Hasta el editorial de La Vanguardia ya cae en la tentación de hablar del "cada vez más evidente nuevo ataque con armas químicas", en el que el "nuevo" no es inocente y revalida anteriores ataques de los que también se dijo que habían pruebas… que nunca han sido mostradas de manera irrefutable. Ahora no lo son de ninguna manera. Toda la prueba son una curiosas imágenes con niños limpiados a manguerazos o con máscaras impuestas sobre la cara, que no demuestran absolutamente nada, y la información que procede de la organización "Cascos blancos", una ONG islamista financiada por los gobiernos de la OTAN. Repito que ni siquiera el Observatorio Sirio de DD.HH. de Londres -nada imparcial- se ha atrevido a convalidar. Y se afirma que ya hay pruebas cuando todavía no se ha hecho la encuesta sobre el terreno de la organización Internacional para la Prohibición de Armas Químicas, que ya ha llegado a Damasco y que la hará, sin que el gobierno sirio lo haya impedido.

Extraño, muy extraño. Claro que nuestras sospechas podrían ser fruto de esa inveterada costumbre de los rojos recalcitrantes de caer en la tentación de la teoría del complot (por cierto, ¿por qué Tomás Alcoverro no ha hablado en su artículo de La V de “El complot”, convicto y en gran parte confeso, del trío de las Azores, fabricando "pruebas" y mostrándolas impúdicamente al mundo para justificar el mal que está en el origen del embrollo actual: la invasión y destrucción de Irak como estado unificado?). Podrían ser fruto de nuestros prejuicios… si no fuera porque en la misma LV, que editorializa con la ligereza que lo hace, su corresponsal de Estambul nos informa que ayer el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Jim Mattis, "reconocía que no tenía pruebas, más allá de lo que había visto y leído en las redes sociales". ¿Increíble? Y Mattis no ha dimitido, ni ha sido obligado a dimitir por desmentir a Trump, Macron, May, Merkel.

Si Mattis no tiene pruebas y todo lo que sabe es por las redes sociales y esto no es un montaje que baje Dios y lo vea.

El tema de hoy, sin más preámbulos.
Nos lo enseñó Brecht a propósito de Galileo: “Se impone tanta verdad en la medida en que nosotros la impongamos; la victoria de la razón sólo puede ser la victoria de los que razonan”. Razonemos, pues, digamos y luchemos por la verdad (y tengamos muy en cuenta la advertencia de Martin Luther King: “Lo que dices puede ayudarte a conseguir una beca de una fundación, pero no te hará entrar en el Reino de la Verdad”), y recordemos también las sabias palabras del cante del maestro Fosforito: “Ni toda el agua del río ni toda el agua del mar podrán apagar el fuego de un corazón encendido”. Y el nuestro, nuestro corazón, es hoy, 14 de abril, un corazón encendido. No alimentaremos sin embargo ningún mito encubridor, ninguna falsedad histórica interesada, ni olvidaremos momentos oscuros, negros, criminales incluso, durante aquellos años llenos de esperanza y esperancismo pero también de reacción: la derecha no cesó de acechar desde el primer momento. Pero, eso sí, pensaremos (y sentiremos) lo que significó y significa para nosotros, para la historia de nuestro país (pensada y sentida desde abajo, desde los más desfavorecidos) aquella República democrática de trabajadores y trabajadoras de toda clase, que se organizaba en Régimen de libertad y justicia y renunciaba a la guerra como instrumento de política nacional. Aquella República que representó una verdadera y real esperanza de transformación, de cambio, de avance social, de equidad, de justicia, de solidaridad, de libertad real, para millones y millones de ciudadanos-trabajadores, de obreros y campesinos pobres (muy pobres) de nuestro país. Aquella República que hizo huir a los Borbones. La misma que -¡por fin!- posibilitó que las mujeres pudieran ejercer su voto (adelantándonos de mucho a otras “naciones civilizadas”). Aquella República que permitió que niños y niñas de clases empobrecidas, que apenas nunca antes habían podido ir a la escuela

(Philipon de La Madeleine, una especie de Bravo Murillo del siglo XVIII: “No hay arma más peligrosa que el conocimiento en manos del pueblo al que hay que engañar para que no rompa sus cadenas”), poblaran sus aulas. Aquella República que logró extraer de mucha gente, y no solo de gente proletaria, su mejor yo-nosotros, su mejor ser y estar en comunidad libre, fraternal y equitativa.

La misma República que dio pasos gigantescos en los avances autonómicos de las nacionalidades españolas y en la consideración de sus lenguas y que afirmaba en su Constitución que el Estado español carecía de religión oficial. La misma República de trabajadores que supo a qué atenerse en asuntos de reforma agraria (Miguel Hernández -¡Josefina, Josefina, Josefina!-:

“Andaluces de Jaén, /
aceituneros altivos,/
decidme en el alma, quién,/
quién levantó los olivos,/
andaluces de Jaen”),

consciente de la temible y probable reacción de los terratenientes y de sus grupos de acción.

Pensaremos también en el triunfo del Frente Popular, objeto hoy de revisión por parte de historiadores, criticados y refutados, entre otros, por el profesor José Luis Martín Ramos.

Recordaremos los nombres de Manuel Azaña, de Juan Negrín, de Joan Comorera, de Buenaventura Durriti (“A nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante”), de José Díaz, y de tantos otros. También los de Federica Montseny, de La Pasionaria, de Clara Campoamor, de María Teresa León, de María Zambrano (“Lo que hoy he sido, y soy, es republicana”), de Rosa Chacel. No olvidaremos tampoco los nombres de Salvador Seguí, Joan Salvat Papasseit ("Vosaltres no sabeu que és guardar fusta al moll!”), Salvador Espriu, Mercè Rodoreda y Bartomeu Rosselló-Pòrcel. Recordemos con tristeza e indignidad la bajeza moral de los que se levantaron en armas contra la democracia republicana (León Felipe: “La verdad es que, cuando Franco, ese sapo iscariote y ladrón, con su gran escuadrón de cardenales y banqueros, se atrevió a decir que la guerra de España era una “cruzada religiosa“ y que Dios estaba con ellos… al poeta le entraron unas ganas irrefrenables de blasfemar”).

Recordaremos, con deseos de justicia pero no de venganza, sus incontables y casi inenarrables prácticas criminales (Víctor Pardo Lancina: “Hay historias que sobrepasan lo imaginable como la del alcalde de la localidad de Loporzano, Rafael Montori Ara, de 39 años, padre de cuatro hijas, encarcelado en Huesca desde el primer momento tras la sublevación. El 12 de agosto, cuando su hija Presentación, de 15 años, le llevó a la cárcel la fiambrera con la comida le devolvieron la cesta con la cabeza cortada de su padre. Presentación enloqueció, enfermó gravemente y murió muy joven. Esa cabeza fue expuesta en la plaza más céntrica de Huesca para escarmiento y amenaza de toda la población”). No habita nuestro olvido en el heroísmo -palabra ajustada- de millones y millones de ciudadanos-trabajadores resistentes, muchos de ellos antepasados nuestros, culpables, se les dijo, infundio sobre indignidad, de “rebelión militar” por defender la Constitución y legalidad republicanas, para ser luego condenados a muerte, fusilados y arrojados al estiércol. Sentiremos de nuevo y haremos nuestro el “recuérdalo tú y recuérdalo a otros” del poeta sevillano de los placeres prohibidos. Volveremos a homenajear en nuestras almas a los brigadistas internacionales (¡y a las brigadistas!), a aquellos luchadores imprescindibles nunca olvidados. Pensaremos en su antifascismo, en su entrega, en su generosidad, en muchas de sus vidas arrebatadas por ladrones de vidas hace mil siglos

(“Gracias, Compañero, gracias/
Por el ejemplo. Gracias porque me dices/
Que el hombre es libre/
Nada importa que tan pocos lo sean: /
Uno, uno tan sólo basta/
Como testigo irrefutable/
De toda la nobleza humana”).

Pensaremos en ellos y también en nuestros muertos, en nuestros desaparecidos, en nuestros torturados, en nuestros vejados, en nuestros asesinados, en las mujeres del pueblo que resistieron lo indecible, plantando cara en circunstancias que ni siquiera somos capaces de imaginar y sin que apenas nadie hable de ellas una vez muertas. Recordaremos los bombardeos de la aviación fascista italiana y los de la Legión Cóndor alemana. Pensaremos en la Operación Rügen, en Gernika, en Barcelona, en Madrid

 (Octavio Paz: “Madrid, 1937,/
en la Plaza del Ángel las mujeres/
cosían y cantaban con sus hijos,/
después sonó la alarma y hubo gritos,/
casas arrodilladas en el polvo,/
torres hendidas, frentes esculpidas/
y el huracán de los motores, fijo:/
los dos se desnudaron y se amaron/
por defender nuestra porción eterna...”)

y en tantas otras ciudades y pueblos. Pensaremos en las gentes de las que provenimos, en sus luchas, en sus trabajos, en el “pagaron con su vida la lucha por la dignidad”. Somos ellos, nos han hecho. No lo olvidaremos. Recordemos los nombres de nuestros poetas, de los poetas de todos. Pensaremos en Antonio Machado, en León Felipe

(“Y he visto:/
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,/
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,/
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,/
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,/
y que el miedo del hombre…/
ha inventado todos los cuentos...” ), en el poeta asesinado

(“... porque queremos el pan nuestro de cada día, /
flor de aliso y perenne ternura desgranada, /
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra/
que da sus frutos para todos”)

y en tantos otros… y otras que a veces no recordamos suficientemente. Tampoco habita nuestro olvido sobre las puñaladas por la espalda que algunos dieron a la II República. Recordaremos las cínicas políticas de las “democracias occidentales”, la hipocresía antihumanista de la no intervención, y la decisiva solidaridad de los pueblos de la Unión Soviética y de México y de otros lugares y países del mundo.

Recordaremos a Norman Bethune, a César Vallejo, la “España en el corazón” de Pablo Neruda

(“Chacales que el chacal rechazaría,/
piedras que el cardo seco mordería escupiendo, /
víboras que las víboras odiaran!/
Frente a vosotros he visto la sangre /
de España levantarse/para ahogaros en una sola ola /
de orgullo y de cuchillos!”).

Pensaremos con emoción en el Winnipeg y en los amigos chilenos, Salvador Allende entre ellos (“La historia es nuestra y la hacen los pueblos”), en los que fueron a recibir a nuestros refugiados republicanos. Pensaremos también en los exiliados (estos sí, de verdad) y en las duras condiciones de su exilio. Recordaremos Argelès-sur-Mer (Argelers) y yo pensaré en Eduard Rodríguez Farré (y también en Álvaro Iglesias Barriga, el abuelo paterno de mi esposa-compañera). También en los presos políticos (también estos de verdad), y en las gentes que se confiaron por no haber participado en actos violentos y fueron asesinados en tiempos de posguerra (que fueron propiamente de guerra), durante diez o quince años, en Barcelona, por ejemplo, en el Camp de la Bota, sin ningún miramiento, sin piedad, sin ninguna compasión (José Arnal, no Josep Arnau, por ejemplo). Recordaremos, admirados, a aquellos luchadores antifascistas que siguieron combatiendo el fascismo en Europa, que liberaron París, prisioneros algunos de ellos en campos de concentración y exterminio donde tantos y tantos perdieron sus vidas. Pensaremos en Montserrat Roig y en otras escritores que nos hicieron conscientes de ello. Recordaremos el Movimiento Democrático de Mujeres, como recordamos también a las Mujeres Libres.

Rechazaremos infundios -que duelen en lo más hondo- como la falsa afirmación de una guerra española contra Cataluña. Recordaremos toda las personas, todos las compañeras y compañeros que lucharon, casi desde el primer momento, en una España llena de falangistas, tradicionalistas, militares fascistas y aguiluchos, en todos los que dedicaron tiempo, esfuerzo e incluso su vida con el objetivo de traer de nuevo una República federal de trabajadores a nuestro país. Una República para todos, una República que nos uniese en nuestras diversas diversidades. Recordaremos, conviene hacerlo para no equivocarnos, los días de la abdicación del Borbón corrupto y como aquí, en Barcelona, en la plaza de Cataluña y de los indignados, mientras unos hablábamos de la III República, otros (ERC y grupos de Revolta global) hablaban de República catalana, sin relación alguna con el sentimiento republicano que irrumpió en muchos lugares de España (a pesar de la dura represión borbónica sufrida). Un sentimiento, una tradición, que nada tiene que ver con falsas repúblicas de opereta que nos rompen por la mitad y aspiran a levantar muros entre nosotros y nuestros hermanos, mientras dicen, publicitan y cuentan que esas, las suyas, son finalidades democráticas y revolucionarias (Higinio Polo: “esa “república” teatral y falsaria que proclamaron lo único que ha hecho ha sido dañar a la reivindicación de la República, favorecer a la monarquía, poner dificultades a la imprescindible y necesaria III República española”).

No en nuestro nombre, no en nombre de una tradición que ellos, los que ahora se dicen republicanos, apenas han cultivado mientras otros, que ellos nunca han considerado (ni incluso en actos conjuntos), hemos intentado llenar calles y plazas en este día, tan nuestro, recordando lo que es parte de nuestra historia común, de la historia de todos. También de ellos aunque quieren arrojarla a la cuneta de la historia cuando afirman, sin matices ni miramientos, que España -el estado español dicen en su lenguaje ofensivo- siempre ha sido un país de fachas, carcas y corruptos, no como su país, que quieren para ellos y en exclusiva, más culto, más moderno, más democrático, más justo, más de todo. Nos han contado todos los cuentos y no queremos más cuentos falsarios. No queremos ser piedras de ninguna iglesia ni de ningún palacio ni de ningún centro de poder. Solo guijarros humildes de carreteras. No padecemos verbo (logo) fobia ni gefidrofobia. No tenemos miedo a las palabras ni a transitar por los puentes de nuestros caminos, que queremos compartir, pero no estamos dispuestos a hablar de cualquier forma, insultando a veces, distinguiendo entre los que vivimos más acá del Ebro, dicen sin saber lo que dicen, de los que viven más allá, los que han llamado murcianos o xarnegos cuando ha venido a nuestra tierra a desempeñar, la mayor parte de las veces, los trabajos más duros, los más ingratos, los menos considerados, los peor remunerados. Los trabajos de los que nunca hablan. No están en su mundo.

Seguir https://www.rebelion.org/noticia.php?id=240303

lunes, 2 de abril de 2018

Entrevista a un libro: “El niño filósofo”, de Jordi Nomen

En la UP, en vez de entrevistar a los escritores, preferimos entrevistar a sus libros. Y eso hemos hecho con la obra “El niño filósofo”, de Jordi Nomen (Editorial Arpa, 2018).

En primer lugar ¿pueden los niños ser filósofos?
Sin duda. Los niños poseen algunas cualidades, como la curiosidad insaciable o la admiración ante su entorno, que son profundamente filosóficas. Se trata de estimular y ampliar esas capacidades para potenciar en ellos una nueva visión, otra forma de relacionarse con el mundo: la mirada filosófica.

¿Para qué sirve eso a los niños?
Mi autor considera que uno de los fines de la educación es formar ciudadanos comprometidos y responsables. Al crecer, los niños van abandonando su dependencia y van construyendo un pensamiento crítico, creativo y cuidadoso que a su vez pone el fundamento de su autonomía y de un papel activo en el mundo. Las características del pensamiento filosófico contribuyen a afianzar este objetivo, que requiere pensar con claridad, ensanchar el mundo para entenderlo y entenderse. Los niños necesitan aprendan a pensar, a cuestionarse, a dialogar, a sacar conclusiones, a aplicar respuestas críticas y creativas a los problemas de la cotidianidad; en definitiva, a vivir la vida de forma reflexiva.

¿Cómo es, entonces, un “niño filósofo”?
Tengo que aclarar que no se trata de crear pequeños filósofos entre un grupito de “elegidos”, sino de educar la vertiente filosófica de nuestra inteligencia, considerándola como un conjunto de habilidades que mejoran con la repetición, con el entrenamiento adecuado. Quiero decir que la filosofía con niños sencillamente utiliza características básicas de la inteligencia, que todos tenemos. El pensamiento filosófico no es especial. Lo que hace es animar ciertas competencias que forman parte de la configuración neurológica de los niños, y el cerebro, por inercia, tiende a hacerse preguntas. Por eso mi propósito es acercar a padres y educadores algunas de las grandes preguntas de la historia del pensamiento. Mi segunda parte consiste en una selección de preguntas filosóficas clásicas, unidas a un autor relevante.

En la Universidad de Padres damos mucha importancia a la toma de decisiones, y hemos visto que tú relacionas esta capacidad con el ejercicio de la filosofía…
Cuando somos pequeños, los otros toman las decisiones por nosotros. Pero poco a poco tenemos que empezar a decidir y a responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras elecciones. Si hemos aprendido a pensar por nosotros mismos, encontraremos criterios sobre los que edificar nuestros pasos, nuestros valores. Con estas herramientas tomaremos las decisiones y analizaremos nuestros aciertos y errores. Tenemos que asumir que somos responsables, que nuestras decisiones nos perfilan. Filosofar es una buena vía para asentar las decisiones.

¿Qué lugar ocupa el pensamiento crítico?
Resulta fundamental. Es una forma de pensar que facilita el buen juicio. Nos sirve para evaluar la pertinencia de los razonamientos, y para distinguir entre hechos, opiniones y juicios. Yo lo considero una virtud intelectual y de carácter, es decir, que ha de llevarnos a la acción, a generar una serie de actitudes como la empatía, la humildad o la honestidad.

¿En qué se basa tu práctica de filosofía con niños?
Un referente importante es Matthew Lipman, que fue pionero en situar los retos filosóficos en la cotidianidad de los niños. Dando clases en la universidad, Lipman llegó a la conclusión de que era necesario que los chicos aprendieran a pensar críticamente y a formar juicios razonables cuanto antes. Para eso creó una serie de novelas infantiles que abordaban distintas cuestiones filosóficas. Esta práctica se ha extendido por todo el mundo y se sigue realizando en la actualidad.

“La creatividad no es un don, 
sino una conquista”

Por otro lado, identifico tres patas en las que se apoya la práctica de la filosófica infantil: la parte crítica, la creativa y la lúdica. De la primera ya hemos hablado. La creación es una expresión del pensamiento propio que amplía nuestro universo. “La creatividad no es un don, sino una conquista”. Y por último, el juego, forma esencial de aprendizaje. Jugar es un derecho de la infancia, una actitud universal, trascendental para el desarrollo cognitivo, emotivo y social del ser humano.

¿Qué recursos propones para fomentar el pensamiento filosófico?
Hay unos recursos básicos relacionados con estos tres elementos y que también son propios de la infancia: los cuentos, la expresión artística y los juegos. Con ellos podemos fomentar la capacidad crítica, el diálogo, la autocorrección, la formulación de preguntas, la colaboración, el respeto a la diversidad, la argumentación, la atención… en definitiva ayudar a que surja y se desarrolle el pensamiento propio.

Los lectores encontrarán en mi segunda parte dedicada a las preguntas, materiales e ideas para trabajar los aspectos crítico, creativo y lúdico a través de cuentos, preguntas y actividades.

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domingo, 5 de noviembre de 2017

El héroe de tu infancia. Los cuentos despertaron en nuestra niñez la imaginación, la creatividad y la fantasía. ¿Por qué no volver a ellos para adentrarnos en nuevos desafíos?

Érase una vez…
Cuando oímos estas palabras, algo se despierta en nuestro interior. Una conexión con aquellas ganas de saber qué pasará, a qué desafíos tendrán que enfrentarse los protagonistas. Pero hay más. También conectamos con la infancia, cuando conseguimos crecer más que en cualquier otra etapa de nuestra vida. Era un tiempo en el que teníamos expectativas, todo estaba por hacer y nada de lo que queríamos parecía imposible. Poco a poco, sin grandes lecciones, sino a través de la emoción de las aventuras, fuimos capaces por primera vez de experimentar los grandes sentimientos que nos definen como personas: justicia, valentía, lealtad, heroísmo, amor…

Con estos compañeros fuimos capaces de interiorizar valores positivos. A fuerza de querer actuar como ellos, algo de su esencia nos ayudó a formarnos. Porque, tal y como asegura Bruno Bettelheim, autor de Psicoanálisis de los cuentos de hadas, el relato infantil “al mismo tiempo que divierte al niño, le ayuda a comprenderse y alienta el desarrollo de su personalidad. Le brinda significados a diferentes niveles y enriquece su existencia de muy distintas maneras”. El famoso psiquiatra infantil nos advierte de la importancia de los cuentos de hadas en la educación, ya que ejercen una función liberadora a la vez que forman nuestra mentalidad, proporcionándonos herramientas morales, emocionales y relacionales. Es decir, ese equipo de supervivencia que necesitábamos para enfrentarnos al mundo y sus desafíos.

Si es así, ¿por qué no recuperarlos? ¿Por qué no regresar a ellos para seguir creciendo? Si lo hacemos, seguro que nos sorprenderemos y descubriremos que, como afirma G. K. Chesterton, “los cuentos de hadas son más que reales; no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos enseñan que se puede vencer a los dragones”. ¿Y quién no tiene dragones en su vida para vencer?

Joseph Campbell, en su libro El héroe de las mil caras, describió la estructura narrativa de los cuentos populares y de toda narración épica. Según el mitógrafo norteamericano, puede variar la historia, los personajes y las circunstancias, pero el esqueleto sigue siendo el mismo. Da igual que se trate de las aventuras de Simbad el Marino, o de Pinocho, o de Blancanieves; todos tienen los elementos e ingredientes del esquema de Campbell, conocido como el viaje del héroe. Y no solo ellos. Incluso La guerra de las galaxias los tiene. Y es que George Lucas fue el primer autor en reconocer que se había basado en el viaje del héroe para crear, en 1974, la más famosa saga de la historia del cine. Y en parte fue gracias a este esquema que Lucas consiguió realizar lo que muchos analistas reconocen como el cuento de hadas de nuestros días. Una narración que ha cautivado a niños de cualquier edad y que, como las grandes historias, tiene una frase mágica de entrada, que en este caso no es “Érase una vez…”, sino “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…”.

Así, teniendo presente la estructura del héroe, podemos usarla a nuestro favor. Podemos ver por las fases por las que debe pasar todo protagonista de un cuento que merezca la pena ser contado. Tal vez no habrá emperadores galácticos ni brujas que se miran al espejo preguntándose quién es la más bonita del reino, pero habrá un desafío que nos preocupa, que nos paraliza, que nos impide avanzar. Un villano, pero en forma de jefe, de falso amigo, de relación tóxica, de nuevo negocio… Y sea como sea, deberemos emprender este viaje, no renunciar a la aventura que nos propone la vida y convertirnos en el héroe de nuestra propia existencia. Es decir, estar más cerca de la persona que queríamos ser cuando escuchábamos esas historias antes de ir a dormir.

• El mundo ordinario.
Así empieza el esquema del viaje del héroe de Campbell; es decir, con nuestra vida tal y como es antes de emprender nuestra búsqueda. La realidad en la que estamos y de la que nos va a costar salir. Nos sentimos, a pesar de todo, cómodos y seguros. Es lo conocido y rutinario.

• La llamada de la aventura.
Es cuando nos damos cuenta de que en nuestro tranquilo mundo hay algo que ya no funciona. Algo se ha colado en la tranquilidad del día a día. Se empieza a plantear un desafío, un reto, una aventura. Puede ser, por ejemplo, que, sin saber muy bien por qué, empecemos a no sentirnos realizados en nuestro trabajo o consideremos la necesidad de más responsabilidades y nuevos horizontes profesionales. O que aparezca una nueva vocación en nuestro interior, o las ganas de cambiar de sector. Cualquier cosa que avecine nubes en el despejado cielo de nuestro día a día. Cada uno tendrá su llamada y cada uno sabrá que no es algo pasajero, una incomodidad que se despejará sola. Es algo que reconocemos como que necesitamos probar.

• El rechazo.
Intentamos convencernos de que se trata de nubes de paso. En esta etapa aparecen pensamientos del tipo “Estoy bien en mi trabajo, cobro un buen sueldo y tengo un horario cómodo”, “Esto no va conmigo, yo ya no tengo edad”, “A mí no me pasan estas cosas”. Seguro que todos hemos tenido esos pensamientos que pretenden salvar nuestro mundo ordinario. Nos resistimos a abandonar nuestra zona de comodidad porque tenemos miedo a lo desconocido.

• Maestro, mentor o ayuda sobrenatural.
Aquí, en este punto de la historia, aparece el maestro. Puede tener muchas formas. A veces es simplemente una influencia positiva que da alas a nuestros sueños. Puede tratarse de un business angel, en el caso de un emprendedor, o de un head hunter, si estamos buscando trabajo. O de un amigo que nos brinda un buen consejo. Puede tener forma, incluso, de “ayuda sobrenatural”, que llevado fuera del cine debemos entenderlo como aquel cúmulo de casualidades inexplicables que ocurren cuando estamos en la fase de búsqueda.

• Cruzar el umbral.
En las cinco anteriores etapas aún nos encontramos, según el esquema de Campbell, en nuestro mundo ordinario. Ahora sí. Decidimos cruzar. Salir de nuestra zona de comodidad. Hemos aceptado esa llamada que ha crecido en nuestro interior, ya sea perseguir esa vocación, o presentarnos a esa oposición, o aspirar a ese ascenso, o lanzarnos a esa relación amorosa que nos atemorizaba. Da igual. Lo cierto es que hemos decidido cruzar el umbral y adentrarnos en un nuevo mundo.

• Pruebas, aliados y enemigos.
Imaginemos que hemos decidido convertirnos en emprendedores. Aquí, en este punto, aparecen las primeras pruebas, conocemos a gente que se convierte en nuevos amigos, en inesperados compañeros del viaje. Pero todo tiene su reverso, así que también conoceremos enemigos y adversarios. Aparecerán nuevos problemas que requerirán de nuevas soluciones.

• Acercamiento.
Las nuevas circunstancias y las cosas que ya hemos vivido consiguen que estrechemos lazos con nuestros nuevos aliados. Crecemos con ellos, compartimos momentos de aprendizaje y vulnerabilidad. Poco a poco nos vamos sintiendo preparados para afrontar los desafíos que se presentan en el horizonte. Y, sobre todo, para la primera gran prueba del viaje. Todo ha sido una preparación que nos lleva hasta el próximo punto de nuestra propia historia.

• La gran prueba.
Es ese momento para el que nos hemos estado preparando. Es esa presentación a unos inversores, es ese leer el primer capítulo de la novela delante de nuestros compañeros de taller literario, es lo que sea, pero es una prueba que nos enfrentará a nuestros propios miedos y a nosotros mismos.

• Tesoro.
Nos hemos enfrentado a la gran prueba y a nosotros mismos, y salimos reforzados y recompensados. Conseguimos algo importante, un tesoro personal que nos indica que estamos avanzando. Ya no somos los mismos que decidieron abandonar la zona de confort. Podría parecer que aquí acaba la aventura. Pero no es así. Aún faltan tres pasos para completar nuestro viaje.

• Regreso.
Hay un momento en el que deberemos regresar a nuestro mundo ordinario e incorporar nuestras nuevas vivencias en él. En el camino de vuelta nos encontraremos con nuevos desafíos y una prueba final que nos hará dudar. Es el primer fracaso. Una derrota que hará que nos tambaleemos.

• Resurrección del héroe.
El héroe que hemos despertado en nosotros saldrá victorioso de la última gran prueba. Es la victoria final. Esto no significa que no habrá más derrotas, más piedras en el camino o más dificultades. Significa que ya tenemos las herramientas necesarias para seguir avanzando, que ya hemos incorporado todo lo necesario para que miremos los desafíos con confianza. Hemos ampliado nuestra área de comodidad.

• Regreso con el elixir.
Volvemos a nuestro mundo ordinario. Ya no somos los mismos. Ahora debemos compartir con los demás todo lo que hemos aprendido. Porque no hay mejor manera de seguir aprendiendo que enseñar a los demás lo que ya sabemos.

PARA SABER MÁS
El héroe de tu infancia ANNA PARINI

Libros
El héroe de las mil caras Joseph Campbell (Fondo de Cultura Económica)
En él descubriremos el viaje del héroe y cómo este esquema subyace en los relatos épicos de las más diversas culturas.

Psicoanálisis de los cuentos de hadas Bruno Bettelheim (Planeta)
Es una obra que nos revelará la importancia que tienen los cuentos populares en el desarrollo del niño y, por extensión, de nosotros mismos.

Fábulas de Esopo (Anaya)
Tenemos una buena manera de reconectar con aquello que escuchábamos en nuestra infancia y sacar nuevas lecciones para nuestro día a día.

https://elpais.com/elpais/2015/11/04/eps/1446649030_381033.html

martes, 28 de marzo de 2017

No lo explique, ¡cuéntelo! Saber narrar historias puede ser la mejor arma para conseguir un trabajo o relacionarse con los demás. Solo hay que tener claro cuál es el mensaje y dejarse llevar.

ANNA PARINI

Cuando no existían las empresas, ni las marcas, ni los psicólogos, y solo había hogueras y humanos alrededor, ya hacíamos uso del arte de la narración para transmitir valores, ideas o proyectos.

Es lo que ahora se conoce como storytelling (narración, en inglés). Y si este arte ha permanecido, por más que algunas cosas hayan cambiado tanto, es porque nuestro cerebro se implica de forma diferente cuando explicamos una historia que cuando nos limitamos a enumerar acontecimientos. Por ejemplo, al leer simples datos se activan en nuestro cerebro solamente las partes del lenguaje encargadas de descifrar su significado. Sin embargo, cuando esas mismas referencias forman parte de un relato o de una metáfora que va más allá de la mera descripción, también se activan las partes que el cerebro usa cuando estamos viviendo una experiencia real.

Las historias consiguen involucrarnos, nos emocionan, desarrollamos una mayor empatía, así como habilidades sociales complejas. Además, consiguen que el mensaje perdure, se entienda mejor e incluso que se esté más dispuesto a actuar.

Estos valores nos pueden ayudar, por ejemplo, en una entrevista de trabajo donde tenemos que explicar nuestra trayectoria y convencer de que somos el candidato ideal para el puesto. También pueden ser útiles para aconsejar a un buen amigo o para liderar un grupo de trabajo. Sea como sea, el arte del storytelling es un arma poderosa.

El marketing ha descubierto los beneficios de contar historias. En un mundo saturado de mensajes y clichés, el poder de un cuento es algo que las empresas no están dispuestas a desperdiciar. La ciencia, además, ha corroborado que las palabras son muy parecidas a la magia. Tal vez por eso los conjuros y los hechizos se construyen con palabras. Y tal vez por eso también debemos saber usarlas, combinarlas e hilarlas para que digan lo que queremos decir. Para que nos ayuden a explicarnos y a ser entendidos.

Puede que el nombre de Andrew Stanton no nos suene demasiado. Sin embargo, si decimos que es el guionista de las tres entregas de Toy Story y de Wall-E, entre otras maravillas del cine de animación, seguro que despierta en usted una gran simpatía. Stanton ha sido uno de los responsables de actualizar la narrativa actual. Es difícil escapar del embrujo que generan algunas de las obras maestras de la factoría Pixar. De repente, el cine infantil conectó no solo con los niños, sino con la infancia que espera agazapada dentro de cualquier persona. Y si pudieron conseguirlo fue por esa manera tan original de contar las historias de siempre.

La fórmula secreta de Pixar permaneció bien guardada hasta que en 2012 Stanton dio una conferencia en una charla TED (tecnología, entretenimiento y diseño) titulada Las claves de una gran historia. En aquella exposición, el cineasta compartió su manera de ver el storytelling. En síntesis, Stanton explicaba los caminos para mantener a la tribu alrededor de la hoguera, atentos y con ganas de saber qué pasará después. Nosotros, en nuestro día a día, también podemos usar algunas de las técnicas del guionista estadounidense. Porque a todos nos gusta contar lo que nos ha pasado en el trabajo. O la anécdota que acabamos de vivir en el autobús. O que nuestro jefe tenga en cuenta nuestros puntos de vista… Lo importante es que cuando tengamos que explicar algo, con la intención que sea, no lo expliquemos.
Contémoslo. Para que nuestras historias cuenten para los demás, es bueno seguir algunos consejos.

Un principio y un final.
Narrar es como contar un chiste. Para que tenga gracia, hay que tener claro cómo se empieza y cómo se acaba. Es posible dejarse llevar durante el desarrollo, pero el principio y el final no se improvisan. Hay que tenerlos en mente y estar preparados para provocar el efecto deseado.

Empiece con una promesa.
Porque todo relato es una esperanza. No se trata de mentir ni de exagerar, sino de extraer lo excepcional que encierra cualquier acontecimiento para que el interlocutor nos preste algo tan valioso que nunca se da: su atención.

Haga que le importe.
Esta es una de las reglas de oro de Pixar. Andrew Stanton nos anima diciendo: “Quizá sea el mandamiento más grande de la narrativa. Por favor, ¡haz que me importe! En lo emocional, en lo ­intelectual, lo estético…, haz que me importe. Y todos sabemos qué es lo que no nos ­importa”. Al final, no somos tan distintos. Si miramos dentro de cada uno de nosotros, sabremos ver no solo qué es interesante explicar y qué no, sino cómo sería interesante contarlo.

2+2 es muy distinto que 4.
Es decir, hay que involucrar al otro, y para ello es necesario ir dejando espacio a su inteligencia. No es conveniente resolver todo el misterio de golpe.

Use lo que sabe. O lo que vive.
Todos tenemos a nuestro alrededor personas que siempre tienen algo que contar. En la gran mayoría de los casos no es que hayan vivido más, simplemente han estado más atentos a las cosas. Si hacemos lo mismo, nuestra vida será un pozo sin fondo de historias de todo tipo.

Además de pensar lo que se quiere narrar y darle una estructura interna al relato, para convertirse en un gran contador de historias hay que usar todos los recursos que tenemos a nuestro alcance.

El cuerpo. Tiene su propio lenguaje.
Si no se usa más, sobre todo al hablar en público, es porque es fácil cohibirse. ¡Fuera complejos! Dejémonos llevar por la narración. El cuerpo rea­ccionará por sí mismo y será capaz de completar las sutilezas que a veces se le escapan a las palabras.

Los ojos.
Hay que mirar a los demás. La expresión de la cara se ilumina con una mirada cargada de intención.

El tono de voz.
Básico para darle valor a las palabras. Alzarlo o bajarlo. Acelerarlo o ralentizarlo. Lo ideal es cambiarlo cuando aparezcan nuevos personajes en nuestro relato. Le podemos poner intensidad o, simplemente, interrumpir con un silencio. Un excelente relato acompañado por una buena interpretación de tono es un artefacto infalible.

Si se tienen en cuenta todas estas cosas, es más que probable que descubramos el increíble poder de conexión que hay en las narraciones. “Cada una de ellas confirma alguna verdad que profundiza nuestra comprensión de lo que somos como humanos. Nos encantan las historias. Nacimos para esto. Las historias afirman quiénes somos. Todos queremos confirmar que nuestras vidas tienen sentido. Y nada nos reafirma más que conectarnos mediante historias. Porque pueden atravesar las barreras del tiempo: pasado, presente y futuro; y nos permiten experimentar las similitudes entre nosotros y con los demás, reales e imaginarias”, sostiene Stanton.

Hay que empezar a comunicarse a través de historias. Dejar de explicar meros hechos, más o menos aburridos. Da igual que los relatos puedan ser escritos o hablados. Lo importante es que sean de verdad. Que hablen de nosotros y que, al hacerlo, nos hablemos a nosotros mismos. Pero también es fundamental escuchar los cuentos de los demás. Ya sea en directo, leyendo un libro, frente a la pantalla de la televisión o en una sesión de cine. Llenarse de buenas narraciones. De cuentos. De fábulas. Hacer un esfuerzo para estar cerca de los buenos narradores y dejarse llevar. Escuchar como lo hacíamos cuando éramos niños. Con los oídos, pero con los ojos también. Con todo el cuerpo.

Si hemos tenido la fortuna de estar en una sesión de cuentacuentos y nos hemos fijado en los niños, entenderemos que esa es la única manera de estar atentos a un relato. Con los ojos tan abiertos como si realmente fueran ventanas para que entre aire fresco.

El storytelling puede salvarle la vida Sherezade sabe que el sultán, después de pasar la noche en palacio, le cortará la cabeza. Pero ella tiene un plan. Empieza a contar un cuento fascinante que interrumpe justo al alba, con la promesa de desentrañarle el final durante la noche siguiente. Velada tras velada, Sherezade va enlazando historias: Aladino y la lámpara mágica, Simbad el marino, Alí Babá y los 40 ladrones… Así es como salva su vida y consigue su final feliz. Este clásico de la literatura universal ya nos advierte tanto de la importancia de saber contar cuentos como de la fascinación e influencia que son capaces de ejercer a todo tipo de personas.

PARA SABER MÁS
Libros
¡Será mejor que lo cuentes!
Antonio Núñez López (Empresa Activa)
Explica la técnica del storytelling. Aprenderá que su éxito personal depende de cómo cuente la realidad.
Storytelling, la máquina de fabricar historias y formatear las mentes
Christian Salmon (Península) Desvela cómo una buena historia es la nueva arma de distracción que los políticos utilizan para vender sus mensajes. Conocer su poder también es una buena manera de protegerse de él.

Películas
Trilogía Toy Story (Pixar)
Obra maestra del cine de animación para grandes y pequeños.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Si quiere un hijo listo, quítele el iPad y dele una guitarra. Las clases de música potencian la inteligencia de los niños. No así la tecnología, que fomenta ciertas cualidades, pero no altera el fondo.

El 50% de la inteligencia de su hijo vendrá determinada por sus genes, según un estudio reciente publicado en la revista Psiquiatría Molecular. Su relación con el medio a lo largo de la infancia, la adolescencia y la vida adulta terminarán de construir el jeroglífico. ¿Y qué pinta usted, progenitor de la criatura, en todo esto? “Sin los padres, el potencial intelectual del niño no se puede desarrollar”, asegura Álvaro Bilbao, doctor en Psicología, neuropsicólogo y autor del libro El cerebro del niño explicado a los padres. “La llave del desarrollo potencial del cerebro del niño está en las relaciones con sus padres. Aunque la genética tenga un peso importante, sin esa presencia no se convertiría en realidad. Es como un niño que puede llegar a medir 1,90 metros, pero si sus padres no lo alimentan bien, no lo logrará”.

Cuando un bebé nace ya cuenta con la práctica totalidad de las 86.000 millones de neuronas que tendrá en la edad adulta. La principal diferencia entre su cerebro y el de una persona mayor es que esas neuronas habrán desarrollado trillones de conexiones entre sí. Cada una de esas conexiones puede traducirse en un aprendizaje que el cerebro del niño ha realizado, según explica Bilbao en su trabajo. Los primeros seis años de vida son muy importantes, porque a partir de esa edad el niño empieza a perder parte de esas conexiones, concretamente las que utiliza menos.

Ahora que sabemos que los padres tienen la llave para el desarrollo de la inteligencia de su hijo, ¿qué podemos hacer? La respuesta del neuropsicólogo es sencilla y a la vez compleja, pero podría resumirse en quererlos, cuidarlos y compartir la vida con ellos, reforzando conductas positivas, apoyándolos, jugando ("tirados en el suelo si es necesario"), socializando, dejando que se equivoquen, dialogando todos los problemas. En eso coinciden otros expertos como Maximino Fernández Pérez, pediatra del centro de salud de La Felguera (Asturias), psicólogo y vocal de Psiquiatría Infantil de la Sociedad Española de Pediatría (AEPED). “El niño debe saber que tiene detrás unos padres que lo quieren y se preocupan por él”, afirma, y además recuerda la importancia del aprendizaje por imitación. “Los padres somos el modelo de nuestros hijos”. Tirando de refranero español, no se puede estar rogando y con el mazo dando. Si no dejamos que vean televisión durante la cena, no lo haga tampoco usted, ni siquiera el informativo.

Pero hay otras muchas cosas que hacer en la vida cotidiana para estimular el desarrollo cerebral de los pequeños y también otras muchas que tienen buena fama pero en realidad no son tan útiles. Las repasamos.

Apuntarlo a actividades artísticas: mejor música que teatro
Hay investigaciones que han relacionado el desarrollo cognitivo con el aprendizaje de la música (no con su mera escucha). Un estudio de la Universidad de Toronto publicado en la revista Psychological Science comparó a cuatro grupos de niños de seis años. Durante un año, un grupo estudió piano; otro, canto; otro, arte dramático; y otro grupo no recibió lecciones de ninguna clase, aparte de las clases regulares. A todos se les practicaron pruebas de inteligencia antes y después, y se encontró que en los dos grupos que recibieron lecciones de música hubo un aumento en varias medidas de inteligencia mayores que en los otros. El grupo que recibió lecciones de arte dramático también tuvo un aumento, pero no fue en las áreas relacionadas con el desarrollo cognitivo, sino en las de conducta y adaptación social. El grupo que no recibió lecciones registró un aumento menor en las pruebas.

DVD con imágenes y música para menores de 2 años: ni se moleste
Si en su casa ha habido un bebé en los últimos 10 o 12 años, conocerá estos DVD con imágenes sencillas de dibujos, muñecos o niños que van pasando al ritmo de piezas de Mozart o Beethoven. Se comercializaron con la idea de ser educativos, pero, tras un litigio, la compañía (Disney) terminó por anunciar que devolvería el dinero a quienes se sintieran afectados porque, después de verlos, sus niños no parecían más listos y porque hubo estudios que así lo desmintieron. De hecho, la Academia Americana de Pediatría advierte de que los menores de dos años ni siquiera deben ver televisión.

Programas de entrenamiento cerebral: para la memoria a corto plazo
En los últimos años han proliferado escuelas y programas, juegos electrónicos y hasta aplicaciones para móviles con el objetivo de entrenar y estimular el desarrollo cerebral… Sin ninguna base científica. Un grupo de niños de entre siete y nueve años de edad formó parte de un estudio de la Universidad de Cambridge para el que recibieron 25 sesiones de entrenamiento de memoria a corto plazo y comprobaron que, si bien hubo ciertas mejoras en esa parcela, no sucedía lo mismo para otras habilidades más amplias como matemáticas, lectura o escritura. “Si a un niño lo llenamos de conocimientos pero no permitimos que desarrolle su capacidad, no lo hacemos más inteligente. Lo hacemos más sabiondo. Quizá con estos programas parezca que el niño avanza más que sus compañeros en determinadas áreas, pero al final los compañeros lo alcanzan y ellos habrán perdido otras capacidades que tienen que ver con el juego libre y el desarrollo de la creatividad. El desarrollo cerebral no es un proceso que pueda acelerarse sin perder sus propiedades”, advierte Bilbao.

Dispositivos tecnológicos: solo a partir de 3 años
“¡Este niño, qué listo es! Tan pequeño y mira cómo maneja el móvil y la tableta”. Se trata de una frase de abuelos y tíos muy común. Pero un estudio de la Universidad de Boston publicado en la revista Pediatrics sostiene que el uso frecuente de estos dispositivos por parte de menores de entre uno y tres años puede afectar no solo a su cerebro, sino también a sus capacidades de desarrollo social y emocional. El smartphone y las tabletas generan estímulos tan rápidos e intensos que el cerebro de los pequeños no tiene capacidad para manejarlos. “La tecnología nunca va a mejorar la capacidad de inteligencia de base. Puede ser un complemento y fomentar algunas cualidades, pero nunca va a mejorar el patrón de fondo”, apunta Fernández Pérez.

Ver películas en inglés: el camino al bilingüismo
O dibujos animados. Cada día un ratito. Con el apoyo de un profesor nativo en la escuela o en las extraescolares. “Esto es más efectivo que un colegio bilingüe sin profesores nativos”, asegura Bilbao. Según el Estudio Europeo de Competencia Lingüística, los españoles no entendemos inglés porque siempre hemos escuchado la televisión doblada al español, cuando la escucha y visionado de productos audiovisuales en versión original mejora un 21% los resultados de los estudiantes en comprensión oral.

Lectura nocturna: siempre entre dos
El cuento de por la noche no puede ser una lectura rápida para que se duerman pronto y todo lo que los niños hagan en esos minutos sea mirar los dibujos. Según un estudio realizado en Canadá, lo que realmente mejora sus habilidades y estrategias de aprendizaje es compartir esa lectura: una página cada uno.

Música para el feto: hay reacción, pero sin consecuencias

EVA CARNERO
Lo que realmente oye el feto cuando usted le habla es una especie de murmullo, algo así como el ruido de fondo de un bosque. Y aunque según un estudio publicado en The Journal of the Acoustical Society of America las palabras emitidas desde el exterior son ininteligibles aproximadamente en un 50%, un equipo de investigadores liderado por Marisa López-Teijón, jefa de Reproducción Asistida del Institut Marqués, considera que es posible hacer que las palabras o la música lleguen con claridad al interior del útero vía vaginal. "A partir de las 16 semanas de gestación, el feto ya es capaz de responder a estímulos musicales", explica la coautora del estudio Expresión facial fetal en respuesta a la emisión de música vía vaginal, publicado recientemente en la revista Ultrasond.
Pero, ¿qué sucedía cuando a los fetos de las embarazadas del estudio se les ponía música de esta manera? "Cuando aplicamos música vaginal [hay un gadget específico para ello], el 87% de los fetos movieron la boca o la lengua y cerca del 50% reaccionó abriendo muchísimo la mandíbula y sacando la lengua al máximo", explica García Faura, quien asegura que al aplicar la música al abdomen o vibraciones sonoras no observaron los mismos resultados.
Las respuestas motoras que describe García Faura y que el profesor Prats identifica con movimientos de vocalización, constituyen "unos resultados interesantes", pero, en opinión de la doctora Ana Riverola de Veciana, médico adjunto de Neonatología del Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona), "no nos permiten extrapolar que este tipo de estimulación prenatal sea beneficiosa para los fetos a largo plazo". La experta cree que lo que el estudio muestra son respuestas faciales, y, de ahí, lo que se puede deducir es que los fetos oyen desde la semana 16, lo cual ya es muy novedoso. "Sin embargo, esto no quiere decir que el feto esté disfrutando o que ese estímulo sea positivo para su desarrollo", dice. El doctor Fernández Pérez también añade que no hay evidencia empírica de que este acto influya en la posterior inteligencia del niño.