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jueves, 27 de julio de 2023

ENVEJECIMIENTO. Superancianos, un raro grupo de humanos que nos pueden enseñar cómo envejecer bien

Los superancianos tienen mejor memoria, pero también se mueven más rápido y se deprimen menos
Los superancianos tienen mejor memoria, pero también se mueven más rápido y se deprimen menosTHOMAS M BARWICK INC (GETTY IMAGES)
Estos individuos suelen tener características genéticas que les protegen de la demencia, fuertes vínculos sociales y un sentido vital claro

Aunque el envejecimiento afecta a todo el mundo, sus daños aparecen con más lentitud en algunas personas. Esta evidencia ha llevado a muchos científicos a estudiar qué diferencia a esas personas que parecen protegidas del paso del tiempo en busca de los rasgos biológicos o formas de vivir que se pudiesen replicar para democratizar sus dones. Uno de esos grupos son los “superancianos” (superagers en inglés), personas que con 80 años mantienen una memoria propia de gente treinta años más joven. El término fue acuñado en 2012 por un equipo liderado por Emily Rogalski, de la Universidad del Noroeste, en Chicago (EE UU). Entonces, vieron que tenían una corteza cerebral más gruesa y que mostraban resistencia a algunos daños, como la atrofia cortical, que aparecen con los años. Sin embargo, no parece que tuviesen unas capacidades cognitivas superiores durante su juventud. Más bien, parecían resistir mejor al envejecimiento, por factores físicos o de estilo de vida.

Esta misma semana, la revista Lancet Healthy Longevity publicó un artículo en el que se observa que los superancianos, además de tener mejor memoria, se mueven más rápido y tienen mejor salud mental. El trabajo, que tomó datos de la cohorte del Proyecto Vallecas, dedicado a identificar marcadores tempranos de alzhéimer, vio, gracias a tecnologías de diagnóstico por imagen, que estas personas tienen más materia gris en áreas clave del cerebro. El motivo, probablemente, es que se deteriora más lentamente que en la población general, como comprobaron tras cinco años de seguimiento a superancianos y personas normales.

Marta Garo-Pascual, coautora del estudio e investigadora del Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía de Madrid, plantea que este tipo de estudios “acercan la resolución de la gran pregunta sin responder sobre los superancianos, si son más resistentes al declive de la memoria asociado a la edad o si tienen mecanismos para afrontar ese declive mejor que otros”. La mayor presencia de materia gris indicaría que tienen algún factor de protección que retrasa el daño, pero también se sabe que estas personas tienen más vínculos sociales o mantienen durante más tiempo el interés por aprender cosas nuevas. Dado que los estudios como el de Garo-Pascual y sus colegas son observacionales, es difícil establecer qué va primero, si son los hábitos saludables los que permiten mantenerse joven o si es una juventud natural la que permite mantener la actividad y la conexión con las novedades del mundo.

Emily Rogalski, una década después de abrir el camino del estudio de los superancianos, sigue trabajando en el campo, aunque plantea que este tipo de personas “son pocas y difíciles de encontrar”. De momento, en su opinión, estos individuos no serían de un solo tipo. Algunos “tienen una estructura cerebral que parece resistente a neuropatologías, pero hay otros que son más resilientes, que reciben el daño, pero lo compensan por otras vías. Puede ser tan importante la experiencia vital como los factores genéticos”, añade.

El profesor de la Universidad de Barcelona, David Bartrés considera útil “el estudio de los superagers porque nos ayuda a identificar qué hay de diferente en estas personas y qué podemos promover en la población general. Gracias a estos estudios sabemos que hay factores modificables, como cuidar la salud vascular, la nutrición, dormir bien, quizá hacer ejercicio para mejorar la capacidad motora y cuidar la ansiedad o tratar la depresión, que son importantes para evitar el deterioro cognitivo y enfermedades como las demencias”, explica.

Bartrés reconoce que entender que un factor sea modificable no hace que se pueda cambiar con facilidad, y por eso destaca la importancia de personalizar la introducción de cambios. En esta línea, Garo apunta a resultados paradójicos de su estudio: “[Los superancianos] afirman que realizan la misma cantidad de ejercicio que la gente típica, pero es posible que ellos no consideren ejercicio actividades como subir escaleras o trabajar en un huerto”. El ejercicio, que ayuda a controlar la presión arterial o los niveles de glucosa en sangre y mejora el bienestar mental, debería actuar sobre factores muy relevantes en el deterioro cognitivo. Estos resultados coinciden con los del estudio de personas que superan los 100 años de edad, que, en muchos casos, no tienen estilos de vida particularmente saludables.

Otro aspecto en el que ha trabajado Bartrés es la valoración de aspectos psicológicos, como tener un propósito en la vida, en la resiliencia al deterioro cognitivo. “La gente con más propósito, que para cada persona puede ser distinto, desde ser padre, al trabajo o ayudar a los demás, tiene menos estrés y tolera mejor cambios típicos de la enfermedad de Alzheimer”, señala. En uno de sus estudios han observado que, aunque haya cambios de tipo vascular en la sustancia blanca del cerebro, como los que empiezan a aparecer a partir de los 40 años y causan deterioro cognitivo, estos cambios afectan menos a los que tienen un sentido vital más claro. “Hemos visto, por ejemplo, que hay una mejor conectividad entre áreas del cerebro, que puede compensar el daño observado”, señala. Aunque dar sentido a la propia vida sea algo personal, hay terapias psicológicas que pueden ayudar a identificar o reencontrar este sentido.

Frente a lo identificado en el caso de los superancianos, que acumulan daños más despacio, hay casos en los que el deterioro físico se compensa con lo que se denomina resiliencia. La educación es uno de estos factores de resiliencia y es probable que se encuentre, junto con otros factores como el control de los problemas cardiovasculares, detrás de la caída de un 30% en 15 años de la proporción de personas con demencia en EE UU. En el extremo opuesto, hay estudios que estiman que las personas analfabetas tienen el triple de riesgo de sufrir demencia.

Pese al interés de estudiar a este grupo de personas con envejecimiento privilegiado, Garo-Pascual reconoce que no han encontrado “la fórmula de ser superager”. “Hicimos un modelo con muchas variables, la mayor parte relacionadas con el estilo de vida, pero solo logramos una precisión del 66% a la hora de clasificar a una persona como superanciano. Se nos escapa el 34%”, explica. “En este modelo falta un componente que podría ser importante, que es la genética y podría explicar esa parte que no identificamos”, plantea. Se sabe que distintas variantes de genes como el APOE incrementan o reducen la probabilidad de padecer alzhéimer, y ya se han encontrado algunas de esas versiones beneficiosas en estudios con personas que superan el siglo de vida.

Rogalski cree que conocimientos como estos “ya se están utilizando para buscar dianas terapéuticas y desarrollar fármacos, aunque están aún en una etapa muy incipiente”. También apunta a la importancia de elecciones de vida que pueden parecer sencillas y gratuitas, pero resultar complicadas en la realidad, como “tener fuertes relaciones con los demás y una actitud positiva ante la vida”, ambos rasgos muy frecuentes entre los superancianos. La escasez de estos individuos hace necesario reunirlos en estudios internacionales y ese será uno de los próximos pasos para intentar desentrañar sus secretos.


lunes, 2 de abril de 2018

Entrevista a un libro: “El niño filósofo”, de Jordi Nomen

En la UP, en vez de entrevistar a los escritores, preferimos entrevistar a sus libros. Y eso hemos hecho con la obra “El niño filósofo”, de Jordi Nomen (Editorial Arpa, 2018).

En primer lugar ¿pueden los niños ser filósofos?
Sin duda. Los niños poseen algunas cualidades, como la curiosidad insaciable o la admiración ante su entorno, que son profundamente filosóficas. Se trata de estimular y ampliar esas capacidades para potenciar en ellos una nueva visión, otra forma de relacionarse con el mundo: la mirada filosófica.

¿Para qué sirve eso a los niños?
Mi autor considera que uno de los fines de la educación es formar ciudadanos comprometidos y responsables. Al crecer, los niños van abandonando su dependencia y van construyendo un pensamiento crítico, creativo y cuidadoso que a su vez pone el fundamento de su autonomía y de un papel activo en el mundo. Las características del pensamiento filosófico contribuyen a afianzar este objetivo, que requiere pensar con claridad, ensanchar el mundo para entenderlo y entenderse. Los niños necesitan aprendan a pensar, a cuestionarse, a dialogar, a sacar conclusiones, a aplicar respuestas críticas y creativas a los problemas de la cotidianidad; en definitiva, a vivir la vida de forma reflexiva.

¿Cómo es, entonces, un “niño filósofo”?
Tengo que aclarar que no se trata de crear pequeños filósofos entre un grupito de “elegidos”, sino de educar la vertiente filosófica de nuestra inteligencia, considerándola como un conjunto de habilidades que mejoran con la repetición, con el entrenamiento adecuado. Quiero decir que la filosofía con niños sencillamente utiliza características básicas de la inteligencia, que todos tenemos. El pensamiento filosófico no es especial. Lo que hace es animar ciertas competencias que forman parte de la configuración neurológica de los niños, y el cerebro, por inercia, tiende a hacerse preguntas. Por eso mi propósito es acercar a padres y educadores algunas de las grandes preguntas de la historia del pensamiento. Mi segunda parte consiste en una selección de preguntas filosóficas clásicas, unidas a un autor relevante.

En la Universidad de Padres damos mucha importancia a la toma de decisiones, y hemos visto que tú relacionas esta capacidad con el ejercicio de la filosofía…
Cuando somos pequeños, los otros toman las decisiones por nosotros. Pero poco a poco tenemos que empezar a decidir y a responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras elecciones. Si hemos aprendido a pensar por nosotros mismos, encontraremos criterios sobre los que edificar nuestros pasos, nuestros valores. Con estas herramientas tomaremos las decisiones y analizaremos nuestros aciertos y errores. Tenemos que asumir que somos responsables, que nuestras decisiones nos perfilan. Filosofar es una buena vía para asentar las decisiones.

¿Qué lugar ocupa el pensamiento crítico?
Resulta fundamental. Es una forma de pensar que facilita el buen juicio. Nos sirve para evaluar la pertinencia de los razonamientos, y para distinguir entre hechos, opiniones y juicios. Yo lo considero una virtud intelectual y de carácter, es decir, que ha de llevarnos a la acción, a generar una serie de actitudes como la empatía, la humildad o la honestidad.

¿En qué se basa tu práctica de filosofía con niños?
Un referente importante es Matthew Lipman, que fue pionero en situar los retos filosóficos en la cotidianidad de los niños. Dando clases en la universidad, Lipman llegó a la conclusión de que era necesario que los chicos aprendieran a pensar críticamente y a formar juicios razonables cuanto antes. Para eso creó una serie de novelas infantiles que abordaban distintas cuestiones filosóficas. Esta práctica se ha extendido por todo el mundo y se sigue realizando en la actualidad.

“La creatividad no es un don, 
sino una conquista”

Por otro lado, identifico tres patas en las que se apoya la práctica de la filosófica infantil: la parte crítica, la creativa y la lúdica. De la primera ya hemos hablado. La creación es una expresión del pensamiento propio que amplía nuestro universo. “La creatividad no es un don, sino una conquista”. Y por último, el juego, forma esencial de aprendizaje. Jugar es un derecho de la infancia, una actitud universal, trascendental para el desarrollo cognitivo, emotivo y social del ser humano.

¿Qué recursos propones para fomentar el pensamiento filosófico?
Hay unos recursos básicos relacionados con estos tres elementos y que también son propios de la infancia: los cuentos, la expresión artística y los juegos. Con ellos podemos fomentar la capacidad crítica, el diálogo, la autocorrección, la formulación de preguntas, la colaboración, el respeto a la diversidad, la argumentación, la atención… en definitiva ayudar a que surja y se desarrolle el pensamiento propio.

Los lectores encontrarán en mi segunda parte dedicada a las preguntas, materiales e ideas para trabajar los aspectos crítico, creativo y lúdico a través de cuentos, preguntas y actividades.

https://universidaddepadres.es/destacada_blogup/entrevista-a-un-libro-el-nino-filosofo-de-jordi-nomen/