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jueves, 7 de septiembre de 2023

Sí, necesitan el desempleo y lo provocan deliberadamente

Han causado sorpresa unas recientes declaraciones de un promotor inmobiliario australiano Tim Gurner sobre el desempleo y se están comentando como si fuesen la simple salida de tono de un millonario excéntrico.

Ha dicho  en un congreso de su sector: «Necesitamos que aumente el desempleo (…) Tiene que aumentar un 40-50%. Necesitamos ver dolor en la economía. Necesitamos recordar a la gente que son ellos los que trabajan para el empresario y no al revés».

Las falsedades que los economistas convencionales y políticos conservadores vienen diciendo durante décadas sobre las causas del paro permiten que la opinión de Gurner pueda parecer, como he dicho, una excentricidad. La realidad es, sin embargo, que el desempleo es un problema económico provocado a propósito por quienes toman las decisiones económicas.

Los economistas ortodoxos y los bancos centrales dicen que hay que combatir en primer lugar la inflación y afirman haber descubierto una «tasa natural» de paro por encima de la cual sube los precios, de modo que no se puede reducir. Una teoría falsa que sólo sirve, precisamente, para mantener deliberadamente elevados los niveles de desempleo. El ex gobernador del Banco de España Mariano Rubio la defendía sin disimulo cuando dijo en 1992 que no sería bueno para la economía española que el paro bajase del 14% (nuestra supuesta «tasa natural» de entonces).

Podría traer el testimonio de muchos economistas de todas las corrientes ideológicas como demostración de la falsedad de esa teoría. Sin embargo, me parece que mi afirmación será mucho más creíble si la demuestro con declaraciones de los propios políticos que han tomado esas decisiones. Valgan estas dos.

Alan Budd, asesor económico jefe del Tesoro de Su Majestad, jefe del Servicio Económico del Gobierno, miembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra y presidente fundador de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria afirmó en un documental de la BBC que puede verse fácilmente en las redes sociales: «Estas políticas se aplicaron por gente que nunca creyó ni por un momento que esa fuera la forma correcta de bajar la inflación. Sin embargo, vieron que sería una forma muy, muy buena de aumentar el desempleo».

Carlos Solchaga, ministro de Industria y Energía y de Economía y Hacienda en gobiernos de Felipe González, escribió en la página 183 de su libro El final de la edad dorada: «La reducción del desempleo, lejos de ser una estrategia de la que todos saldrían beneficiados, es una decisión que si se llevara a efecto podría acarrear perjuicios a muchos grupos de intereses y a algunos grupos de opinión pública».

¿Por qué puede haber «grupos de interés» interesados en que el desempleo no baje?

Si doy la respuesta que dio Marx (el paro permite que los trabajadores acepten salarios más bajos y peores condiciones de trabajo), o la de un economista marxista como Kalecky (los empresarios ganarían más con pleno empleo pero tendrían que enfrentarse a clases trabajadoras con mayor poder político y de negociación), quizá me digan que son respuestas ideológicas. Recurriré, entonces, de nuevo a alguien tan poco sospechoso como el mencionado Budd: «Aumentar el desempleo era una forma extremadamente deseable de reducir la fuerza de las clases trabajadoras. Lo que se diseñó allí (se refiere al inicio de la políticas neoliberales de Thatcher) era una crisis del capitalismo que (…) ha permitido a los capitalistas obtener grandes ganancias desde entonces».

Crear desempleo y escasez deliberadamente es lo que vienen haciendo los gobiernos desde hace décadas para dar más poder a los ya más poderosos y más beneficios a los ya de por sí más ricos. Lo están haciendo ahora mismo, delante de sus narices,  cuando los bancos centrales suben los tipos de interés sabiendo que esa es una respuesta inadecuada para la inflación actual.

Ahora, el video de sus comentarios se volvió viral y atrajo más de 23 millones de visitas y fuertes críticas en línea.

Han causado sorpresa unas recientes declaraciones de un promotor inmobiliario australiano Tim Gurner sobre el desempleo y se están comentando como si fuesen la simple salida de tono de un millonario excéntrico.

Ha dicho Gurner en un congreso de su sector: «Necesitamos que aumente el desempleo (…) Tiene que aumentar un 40-50%. Necesitamos ver dolor en la economía. Necesitamos recordar a la gente que son ellos los que trabajan para el empresario y no al revés».

Las falsedades que los economistas convencionales y políticos conservadores vienen diciendo durante décadas sobre las causas del paro permiten que la opinión de Gurner pueda parecer, como he dicho, una excentricidad. La realidad es, sin embargo, que el desempleo es un problema económico provocado a propósito por quienes toman las decisiones económicas.

Los economistas ortodoxos y los bancos centrales dicen que hay que combatir en primer lugar la inflación y afirman haber descubierto una «tasa natural» de paro por encima de la cual sube los precios, de modo que no se puede reducir. Una teoría falsa que sólo sirve, precisamente, para mantener deliberadamente elevados los niveles de desempleo. El ex gobernador del Banco de España Mariano Rubio la defendía sin disimulo cuando dijo en 1992 que no sería bueno para la economía española que el paro bajase del 14% (nuestra supuesta «tasa natural» de entonces).

Podría traer el testimonio de muchos economistas de todas las corrientes ideológicas como demostración de la falsedad de esa teoría. Sin embargo, me parece que mi afirmación será mucho más creíble si la demuestro con declaraciones de los propios políticos que han tomado esas decisiones. Valgan estas dos.

Alan Budd, asesor económico jefe del Tesoro de Su Majestad, jefe del Servicio Económico del Gobierno, miembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra y presidente fundador de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria afirmó en un documental de la BBC que puede verse fácilmente en las redes sociales: «Estas políticas se aplicaron por gente que nunca creyó ni por un momento que esa fuera la forma correcta de bajar la inflación. Sin embargo, vieron que sería una forma muy, muy buena de aumentar el desempleo».

Carlos Solchaga, ministro de Industria y Energía y de Economía y Hacienda en gobiernos de Felipe González, escribió en la página 183 de su libro El final de la edad dorada: «La reducción del desempleo, lejos de ser una estrategia de la que todos saldrían beneficiados, es una decisión que si se llevara a efecto podría acarrear perjuicios a muchos grupos de intereses y a algunos grupos de opinión pública».

¿Por qué puede haber «grupos de interés» interesados en que el desempleo no baje?

Si doy la respuesta que dio Marx (el paro permite que los trabajadores acepten salarios más bajos y peores condiciones de trabajo), o la de un economista marxista como Kalecky (los empresarios ganarían más con pleno empleo pero tendrían que enfrentarse a clases trabajadoras con mayor poder político y de negociación), quizá me digan que son respuestas ideológicas. Recurriré, entonces, de nuevo a alguien tan poco sospechoso como el mencionado Budd: «Aumentar el desempleo era una forma extremadamente deseable de reducir la fuerza de las clases trabajadoras. Lo que se diseñó allí (se refiere al inicio de la políticas neoliberales de Thatcher) era una crisis del capitalismo que (…) ha permitido a los capitalistas obtener grandes ganancias desde entonces».

Crear desempleo y escasez deliberadamente es lo que vienen haciendo los gobiernos desde hace décadas para dar más poder a los ya más poderosos y más beneficios a los ya de por sí más ricos. Lo están haciendo ahora mismo, delante de sus narices, cuando los bancos centrales suben los tipos de interés sabiendo que esa es una respuesta inadecuada para la inflación actual.

Cuando los bancos centrales suben los tipos de interés sabiendo que esa es una respuesta inadecuada para la inflación actual.

martes, 6 de julio de 2021

_- Algunas reflexiones en torno a Arcadia, una película de Costa Gavras

_- Arcadia es una película de crítica social del cineasta greco-francés Costa-Gavras, estrenada el año 2005 y protagonizada, entre otros, por el actor español José García, en el papel de Bruno, y por los actores franceses Karin Viard, en el papel de Marlene (esposa de Bruno), y los en ese entonces todavía adolescentes Geordy Monfils y Christa Theret, quienes representan a los hijos de Bruno y Marlene, como Maxime y Betty, respectivamente.

Arcadia es el nombre de una corporación de papel. En ella trabajó Bruno durante 15 años como un alto ejecutivo y un día es despedido junto a otros 600 trabajadores. Bruno ocupaba una alta posición en la empresa y como ocurre normalmente en estos casos no se solidariza con los trabajadores de más baja calificación que también perdieron su fuente de ingreso económico. Bruno toma con calma su despido porque con el currículum que tenía creyó que fácilmente conseguiría un nuevo empleo. Sin embargo, luego de dos años y medio no lo hallaba. Bruno era el sostén de su hogar y tenía una deuda que cancelar. Desesperado, después de encontrar una convocatoria a un empleo, planea y ejecuta el asesinato de sus competidores a ese mismo puesto de trabajo.

La historia de los asesinatos consecutivos es obviamente una ficción, pero es ilustrativa de la experiencia y las consecuencias del desempleo y la pérdida de ingresos económicos en la subjetividad de los trabajadores. En una palabra, el despido y la consiguiente pérdida de ingresos destruye la psiquis del trabajador, llevándolo a momentos de profunda angustia y a tomar decisiones no siempre afortunadas (incluso el crimen).

Arcadia muestra también cómo el “libre despido” que el neoliberalismo legaliza y justifica bajo el criterio de la eficiencia y la competitividad, erosiona y disuelve los vínculos humanos a la vez que exacerba la competencia entre los trabajadores, deshumanizando aún más el mundo en que vivimos: “El trabajo no lo es todo, pero sin trabajo, ¿qué soy? Mis colegas y yo éramos como un clan. Trabajábamos juntos y contábamos los unos con los otros. Con el despido, se acabó el clan. Nos convertimos en enemigos, peor aún, en competidores”, dice el protagonista en un momento determinado de la película.

Yendo más allá de la película, podemos señalar a partir de lo que afirman diferentes especialistas, que la experiencia del desempleo tiene un impacto no solo en la psiquis (a través del estrés o la depresión) sino también en el cuerpo, castigándolo a través de distintos trastornos como los dolores musculares y enfermedades distintas.

La historia de asesinatos múltiples que comete el Bruno es, como hemos dicho, una ficción, pero ilustra el hecho también de que en la realidad el incremento del desempleo trae consigo el incremento de la delincuencia, de los asesinatos, del robo. En ese sentido, la ficción de los asesinatos múltiples que comete Bruno puede entendérsela como una metáfora de la locura a la que lleva un sistema económico que se orienta por el principio de la competitividad. En la escena política normalmente no se vincula el “libre despido” y de manera más general el “libre mercado” con el aumento de la delincuencia, de ahí que las medidas que se toman para enfrentar ésta tienen que ver con el castigo del delincuente y no con la prevención del delito (que llevaría a adoptar políticas de pleno empleo y políticas sociales de amplio alcance), como si el delito fuese solo una responsabilidad individual y la sociedad y la economía no tuvieran nada que ver en la ejecución del delito.

La delincuencia no tiene nada que ver con predisposiciones innatas del individuo, sino con una situación económica y social que despierta en el individuo la disposición a cometer tales y cuales actos delictivos.

La racionalización operada por las empresas con la finalidad de reducir costos, ampliar sus márgenes de ganancia o evitar pérdidas económicas, trae consigo la destrucción de la sociedad, la disolución de los vínculos humanos, la erosión de la cultura de la solidaridad, colocando en su lugar la cultura del individualismo, la cultura de “el fin justifica los medios”.

Luego se comprende mejor cómo es posible que aparezcan proyectos políticos neofascistas en la etapa contemporánea del capitalismo, proyectos políticos que tienen como uno de sus ingredientes la “limpieza social” de delincuentes, drogadictos, alcohólicos, prostitutas y homosexuales. Estos proyectos de limpieza social están presentes en Latinoamérica desde hace mucho tiempo (en el Perú, recordemos el slogan que se lanzó en los tiempos pre-electorales del 2016: “chapa tu choro”) y sus adeptos son fácilmente cooptados por partidos neofascistas para los cuales el estado de derecho es un obstáculo para afianzar el “orden económico- social”.

Como afirma Costa Gavras en una entrevista que le hicieran a propósito de su película Arcadia, lo que sucede es que el hombre es puesto al servicio del sistema económico contemporáneo (el capitalismo), y entonces aparecen una serie de consecuencias cuando debería y puede ser al revés: poner el sistema económico al servicio del hombre. Solo así puede desaparecer la delincuencia y el asesinato y solo así se puede construir una sociedad donde el centro sea el desarrollo de la persona.

https://rebelion.org/algunas-reflexiones-en-torno-a-arcadia-una-pelicula-de-costa-gavras/

lunes, 25 de enero de 2021

La hiperinflación y la llegada al poder de los nazis: distorsiones de la historia de Hans-Werner Sinn

Hans-Werner Sinn, uno de los economistas más influyentes de Alemania, está fomentando un viejo error alemán en el debate acerca de la respuesta política a la crisis del coronavirus. En una entrevista con la Neue Zürcher Zeitung (NZZ), vincula la hiperinflación tras la Primera Guerra Mundial en la República de Weimar, que empobreció a la clase media alemana, con una consecuencia aparente: “Diez años después eligieron a Adolf Hitler como Canciller del Reich”.

Sinn alimenta una mala interpretación bastante común de la historia económica. La pobreza masiva en el momento en que los nazis llegaron al poder en 1933 no fue el resultado de la hiperinflación, que de hecho había terminado diez años antes. El aumento de la pobreza fue principalmente una consecuencia del desempleo masivo provocado por la profunda recesión de principios de los años 30. Los nazis habían llegado al poder en 1933 después de años de deflación (es decir, la caída de los precios al consumidor).

A partir de 1930, el Canciller Brüning utilizó decretos de emergencia para aumentar los impuestos y recortar drásticamente el gasto público, lo que acribilló la red de seguridad social. La austeridad fiscal condujo a un aumento del desempleo, exacerbó el sufrimiento social y contribuyó al malestar político. Como muy tarde a finales de 1931, Hitler se dio cuenta de que las políticas de austeridad de Brüning “ayudarían a mi partido a ganar, y por lo tanto acabarían con las ilusiones del sistema actual”.

El análisis de los datos de las cuatro elecciones alemanas celebradas entre 1930 y 1933 muestra, en efecto, que los votantes de las zonas más afectadas por los recortes de gastos y los aumentos de impuestos proveyeron de un número significativamente mayor de votos a los nazis, apoyando así a Hitler en su ascenso al poder.

La hiperinflación fue de hecho un evento traumático para gran parte de la población alemana. Pero la hiperinflación no lleva derecha al ascenso de los nazis. Incluso si uno estuviera de acuerdo con Sinn en que la hiperinflación “preparó el caldo de cultivo para los nazis”, sus comparaciones seguirían siendo problemáticas: ¿por qué la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) hoy en día conduciría a una hiperinflación similar a la de principios de los años 20?

La financiación directa del gobierno por parte del banco central alemán en aquel entonces era muy diferente de la política monetaria del BCE en la actualidad. El BCE no está financiando directamente a los gobiernos. Está comprando bonos de los inversores, lo que principalmente aumenta las reservas del banco central en manos de bancos comerciales, pero no desencadena la inflación mientras las economías están funcionando muy por debajo de sus capacidades productivas. El problema actual es la presión deflacionaria; incluso en Alemania, las tasas de inflación han sido negativas en los últimos meses.

¿Por qué tiene que insistir Hans-Werner Sinn –después de años de advertencias sobre la inflación que hasta ahora no se han materializado– en más advertencias sobre la hiperinflación? No explica de manera convincente los mecanismos a través de los cuales las políticas actuales se supone que causan la hiperinflación.

Hans-Werner Sinn, recurriendo a su interpretación errónea de la historia económica, no sólo pide una política monetaria más restrictiva, sino también “limitaciones presupuestarias más estrictas” después del coronavirus para evitar la hiperinflación. El llamamiento de Sinn para que se pase rápidamente a la consolidación fiscal a fin de evitar un giro político hacia la derecha después del coronavirus es una distorsión peligrosa, dado que los efectos negativos de las políticas de austeridad fueron un factor esencial a principios de los 30 en el posterior ascenso al poder de los nazis.

Una encuesta representativa de Haffert, Redeker y Rommel muestra que sólo uno de cada 25 alemanes sabe aún hoy que la crisis de entonces se caracterizó por la deflación. Casi la mitad de los encuestados relacionan el desempleo masivo y la pobreza de principios de los años 30 con la hiperinflación de diez años antes. Y además, esta idea falsa es mucho más común entre los alemanes con más formación y más interés por la política. En otras palabras: los que siguen de cerca la política monetaria del BCE son, por lo tanto, mucho más propensos a sacar las lecciones equivocadas de la historia alemana, y a dejarse engañar por comentarios como los de Hans-Werner Sinn.

Los efectos que la inflación desenfrenada tuvo en la República de Weimar están profundamente arraigados en la memoria colectiva alemana. La reciente entrevista de Hans-Werner Sinn es una importante muestra de este tipo de pensamiento. Dada esta lectura de la historia, Sinn está más preocupado por cualquier forma de política monetaria expansiva, incluso en un entorno potencialmente deflacionario.

Hitler llegó al poder después de años de deflación, exacerbada por la austeridad fiscal. Sin embargo, el temor a la deflación es difícil de encontrar en Alemania, mientras que destacados comentaristas siguen fomentando el miedo a la hiperinflación. Los alemanes están en gran medida recordando mal su propia historia.

Las malas interpretaciones de la historia pueden ser trascendentales si llevan la política económica por el camino equivocado. Para evitar esto, economistas importantes como Hans-Werner Sinn no deben quedar sin respuesta cuando avivan tan peligrosas equivocaciones.

Philipp Heimberger es economista en el Vienna Institute for International Economic Studies (wiiw)

Fuente:
https://braveneweurope.com/philipp-heimberger-hyperinflation-and-the-rise-of-the-nazis-distortions-of-history-by-hans-werner-sinn
Traducción:David Guerrero

miércoles, 3 de octubre de 2018

El futuro económico no es lo que solía ser

Lehman cayó hace diez años y dos semanas; el próximo miércoles será el décimo aniversario de la promulgación del Programa de Alivio de Activos Problemáticos, también conocido como el “Rescate”. En honor al aniversario, ha habido aproximadamente 1.000.000.000 de artículos describiendo la crisis financiera de 2008 y sus efectos. Muchos han sugerido, con razón, que las consecuencias políticas continúan dando forma al mundo actual. Pero hasta donde puedo decir, sorprendentemente pocos se han centrado en los efectos económicos del largo plazo.

Lo extraño de este relativo descuido es que incluso una mirada superficial a los datos sugiere que estos efectos fueron enormes. Es cierto que el desempleo en los Estados Unidos está por debajo de lo que lo estaba antes de la crisis; aunque no se ha generalizado, el desempleo en la zona del euro también está muy por debajo, no tanto con respecto a la víspera de la crisis, pero muy por debajo de su promedios previos. Pero en ambos casos hemos regresado a una especie de “pleno empleo” coincidente con niveles de PIB real mucho más bajos que los que personas bien informadas proyectaban antes del estallido de la crisis.

No soy, por supuesto, la primera o la única persona que hace esta observación. Antonio Fatás y Larry Summers ya han tocado estos “palos” durante años, al igual que Larry Ball. Pero parece interesante indicarle a un público (levemente, quizás) más amplio, hasta qué punto el futuro ya no es lo que solía ser, especulando un poco sobre por qué y cómo esto puede haber sucedido, y hablar sobre sus implicaciones en las políticas futuras.

De la Gran Recesión al Gran Bajón
Los economistas usan el término “producto o PIB potencial” para referirse a la cantidad máxima que una economía puede producir sin un sobrecalentamiento inflacionario. Este concepto desempeña un papel central en la política monetaria, y también un cierto papel en la política fiscal. Como explicaré posteriormente, las bases teóricas del concepto parecen ahora más débiles, a la luz de las experiencias post-crisis, de lo que solían serlo antes. Pero, por ahora, simplemente observemos que varias instituciones, desde la Oficina Presupuestaria del Congreso de EE. UU. hasta el Fondo Monetario Internacional, producen rutinariamente estimaciones del PIB potencial actual y proyecciones del PIB potencial futuro.

Para ser claros, son estimaciones basadas en modelos, no en datos reales. Y una posible conclusión es que estos modelos son erróneos, que asistimos a unas representaciones que nada tienen que ver con la realidad. Pero como dije, estos modelos son cruciales para diseñar políticas. Así pues, ¿qué encontramos si comparamos las proyecciones del PIB potencial previo a la crisis con las de las estimaciones realizadas en la actualidad, para el periodo de los próximos diez años? La respuesta es una gran degradación de las estimaciones de la capacidad económica en ambos lados del Atlántico.

El primer gráfico compara la proyección que se estimaba en 2008 del PIB real potencial estadounidense para los próximos 10 años con el que ahora se considera que era posible. La degradación de la estimación es enorme: más del 11% en 2018. Una forma de explicar esto es que la economía de los EE. UU. está tan por debajo ahora de las expectativas previas a la crisis como en las profundidades de la Gran Recesión, y eso que supuestamente la crisis ya se ha superado.

Gráfico 1

El segundo gráfico muestra estimaciones comparables para la Zona Euro, de Fatás. Vemos una degradación similar de las expectativas, pero incluso mayor.

Gráfico 2

Esta caída del PIB tan superior a la que cabría esperar, una década entera después de la crisis financiera, es un tema de enorme transcendencia -llamémosle el Gran Bajón- que se pasa por alto en el enfoque habitual sobre las tasas de crecimiento a corto plazo. ¿Qué podría explicarlo?

Tres historias sobre el déficit: casualidad, hipocondría e histéresis
Un razonamiento posible sobre la forma en que el Gran Bajón siguió a la Gran Recesión es que esta secuencia de hechos no fuera la apropiada: el PIB potencial actual es mucho menor de lo que la gente esperaba que fuera hace una década, pero las razones de esta tendencia a la baja de la curva a largo plazo nada o poco tienen que ver con la crisis financiera; simplemente parecieron distanciarse al mismo tiempo. Es decir, las raíces de la desaceleración del crecimiento radican en la desafección tecnológica (hay un nuevo iPhone, ¿a quién le importa?) y el cambio social conducente a una participación menor de la población en el mercado laboral (opioides o videojuegos, coge lo que quieras) que habrían tenido lugar incluso si no hubiera existido una Gran Recesión.

Esta explicación es en efecto, aunque no explícitamente, la narrativa que subyace a la política económica real: la Fed y otros bancos centrales, que son los verdaderos actores de la política macroeconómica en contexto actual, no actúan como si estuvieran preocupados por la posibilidad de que una futura recesión deprimiera la economía no ya en el corto plazo sino de forma permanente. Las autoridades fiscales, en la medida en que piensan de manera coherente sobre estos temas, es decir, fuera de la actual administración estadounidense, también toman la senda del PIB potencial futuro como una variable dada.

Para ser justos, las proyecciones de CBO tienen en cuenta los efectos de la política fiscal y los efectos de los déficits en la inversión, pero estos son pequeños asuntos comparados con los que necesitarías para vincular la Gran Recesión con la degradación masiva de las proyecciones del crecimiento a largo plazo.

¿Cuál es la evidencia en contra de esta visión? La evidencia más convincente, citada tanto por Fatás/Summers como por Ball, es que el tamaño del Gran Bajón varía mucho de un país a otro -y los países en los que las estimaciones del PIB potencial han divergido más han sido precisamente los países que tuvieron los mayores desplomes durante la crisis. De hecho, la relación entre la caída del PIB durante la crisis y la caída del PIB potencial en el largo plazo es mucho mayor uno por uno.

El tercer gráfico muestra el caso más extremo, Grecia, comparando el PIB real y potencial según estimaciones del FMI. Como todo el mundo sabe, Grecia ha sufrido un derrumbe de su economía. De acuerdo al FMI, sin embargo, alrededor de la mitad de esa caída es una disminución en la capacidad en lugar de en una utilización menor de su capacidad.

Gráfico 3

E incluso esto subestima el cambio en las proyecciones, porque ya no es solo el futuro lo que solía ser, sino el pasado. En el tercer gráfico se muestra que Grecia tuvo un drástico sobrecalentamiento económico, operando muy por encima de niveles sostenibles, en 2007 y 2008. Pero pocas personas lo apuntaron en ese momento. De hecho, la propia estimación del FMI a principios de 2008 era que en 2007 Grecia operaba solo un 2,5% por encima de su PIB potencial, en comparación con su estimación actual del 10,7% para el mismo año.

¿Qué está pasando? El método del FMI para calcular el PIB potencial básicamente traduce cualquier caída sostenida del PIB en una disminución de la estimación del PIB potencial, y esta interpretación del declive afecta tanto a sus proyecciones futuras como a sus interpretaciones del pasado: si concluye que el PIB potencial en 2010 fue realmente bajo, el FMI también reduce sus estimaciones para los años anteriores.

Lo que me lleva a una segunda explicación posible del Gran Bajón: tal vez solo existe en las mentes y en los modelos de los formuladores de políticas (o, en realidad, sus expertos técnicos), y no es una cosa real en absoluto. Es decir, la creencia de que nuestro potencial económico ha caído muy por debajo de las expectativas previas no representa una dolencia económica real, sino que refleja la hipocondría de los formuladores de políticas.

Después de todo, ¿cómo se calcula la producción potencial? Los detalles son complejos, pero básicamente tales cálculos se basan en una o dos teorías: que las depresiones y los auges son siempre de corta duración, y/o que la inflación es un proceso “acelerador”.

Supongamos, en primer lugar, que asumimos que la desviación entre el PIB real y el PIB potencial actual tiende a eliminarse en el transcurso de unos pocos años como máximo, con la economía subiendo después de las depresiones y estancándose o disminuyendo después de los repuntes. En ese caso, creerás que la diferencia promedio entre el PIB real y el potencial será aproximadamente cero durante un período prolongado, lo que significa que puedes obtener una estimación del PIB potencial tomando el PIB real y aplicando algún tipo de método estadístico que suavice la fluctuaciones.

Supongamos, alternativamente, que usted cree, como la mayoría de los economistas convencionales hace desde no mucho tiempo, en alguna versión de la hipótesis de la “tasa natural” de Milton Friedman. Según esta hipótesis, una economía que se encuentre por encima de la producción potencial experimentará no solo inflación sino también aceleración de la inflación, mientras que una economía no muy pujante experimentará una desinflación continua, con la tasa de inflación cayendo continuamente y finalmente convirtiéndose en una deflación acelerada. Si esta hipótesis es cierta, entonces es posible inferir dónde estamos en relación al potencial económico cuando preguntamos qué está sucediendo con la inflación: si es estable, la economía está funcionando en las proximidades de su potencial.

A la luz de la experiencia posterior a 2008, sin embargo, está claro que estas dos teorías son erróneas. Cuando las tasas de interés llegan a cero, no está nada claro cómo o por qué se recuperará rápidamente la economía, ya que la forma habitual de corregir la depresión -que el banco central reduzca las tasas de interés y aumente el gasto- no es posible. Mientras tanto, en parte gracias a la reticencia de los empresarios a recortar salarios aun con la amenaza de un elevado desempleo, incluso las economías evidentemente deprimidas parecen en el peor de los casos experimentar una baja inflación, no una caída continua en un proceso de deflación acelerada.

Dadas estas realidades, considérese cómo responderán las estimaciones de la producción potencial si una economía sufre una gran disminución de la demanda que persiste durante años. Si la economía se deprime durante mucho tiempo, los métodos estadísticos que no permiten esta posibilidad interpretarán falsamente una caída sostenida como una caída del PIB potencial. Si la inflación, aunque puede disminuir un poco al comienzo de una recesión, por lo general se mantiene estable a partir de entonces, los modelos que intentan inferir la producción potencial de los cambios en la inflación también concluirán erróneamente que la economía está operando cerca de su potencial.

Entonces, ¿es el Gran Bajón algo que solo existe en las mentes de los políticos, cuando la verdadera historia es que todavía hay una gran cantidad de exceso de capacidad? Sin duda es una posibilidad que vale la pena considerar. Y estoy razonablemente seguro de que cuando se trata de Grecia en particular, la enorme disminución de la estimación de su producto potencial es exagerada. Simplemente, no creo que después de una caída del 25% en el PIB real, y con un 20% de desempleo incluso ahora, Grecia esté solo un 2% por debajo de su potencial, según nos dice la estimación del FMI.

Pero esta es una historia más difícil de contar para Estados Unidos o la Zona Euro como conjunto. La versión simple de la hipótesis de la hipocondría sería que los economistas malinterpretan el alto desempleo como un problema estructural cuando en realidad es un problema de demanda. Pero en este momento ni los EE. UU. ni la Zona del Euro tienen un alto índice de desempleo según los estándares históricos. Todos conocen la historia de los Estados Unidos; el cuarto gráfico muestra la tasa de desempleo de la Zona Euro, que si bien es más alta que la tasa de los Estados Unidos, ahora también es baja en comparación con los patrones anteriores a la crisis.

Gráfico 4

Es cierto que muchas personas argumentan que la tasa de desempleo se ha convertido en una medida engañosa de la actividad o inactividad del mercado laboral, que el mercado de trabajo no es tan bueno como los datos parecen querer indicar. Pero como muestra el quinto gráfico, otras variables como la participación en la fuerza de trabajo de los adultos en edad de trabajar, no han disminuido tanto, y ya estaban en una tendencia descendente incluso antes de la crisis. Por lo tanto, incluso hablar de “desempleo oculto” tampoco será suficiente para explicar la enormidad del Gran Bajón.

Gráfico 5

Lo que nos lleva a un tercer razonamiento, que es que la Gran Recesión misma dañó el producto potencial, en gran parte al reducir la productividad.

La idea de que las recesiones causan “histéresis”, reduciendo de forma permanente o casi permanente la capacidad de la economía, ha existido al menos desde un famoso documento de 1986 de Olivier Blanchard y Larry Summers. Blanchard y Summers pensaban en términos de desempleo: su afirmación era que las caídas en Europa habían elevado permanentemente la tasa de desempleo consistente con una inflación estable. Pero puede presentar varios argumentos sobre cómo una gran caída podría afectar a las proyecciones del largo plazo de otros modos, por ejemplo, al deprimir la inversión empresarial, incluido el gasto en I+D.

Si eso suena un poco vago, es porque es así. Fatás, Summers y otros argumentan que ha habido una gran cantidad de histéresis, y mi instinto es estar de acuerdo con ellos; pero no estoy al tanto del trabajo que fija los canales a través de los cuales se supone que esto sucedió con precisión. Realmente necesitamos que la gente haga este trabajo, porque si la histéresis es la explicación real, si la Gran Recesión causó el Gran Bajón, esto tendrá enormes implicaciones para el futuro.

Por qué importa el Gran Bajón
Nadie quiere pasar por una repetición de la Gran Recesión, que es una razón para buscar políticas que reduzcan la probabilidad de otra crisis financiera y aumenten nuestra capacidad para responder en caso de que ocurra. De ahí la regulación financiera, la ampliación de la capacidad para apoderarse de las instituciones financieras con problemas (para poder apuntalarlas sin rescatar a los accionistas y ejecutivos), y así sucesivamente. Algunos de nosotros también hemos abogado por un objetivo de inflación más alto, que dejaría más espacio para recortar las tasas de interés reales cuando llegue la próxima caída.

Si la Gran Recesión realmente causó el Gran Bajón, la urgencia de tales medidas es mucho mayor. Usando medidas convencionales, la Gran Recesión y la economía deprimida que se prolongó durante años a partir de entonces le costaron a los EE. UU. aproximadamente el 15% del PIB de un año. Si la caída de las perspectivas económicas a largo plazo también fue causada por la recesión, este coste se eleva a algo mucho más grande, posiblemente a más del 70% del PIB de un año hasta el momento, y mucho más por venir.

Más allá de eso, como han argumentado Fatás y otros, un vínculo entre la debilidad económica a corto plazo y las perspectivas del largo plazo requiere de nuestra evaluación de las políticas en respuesta a la crisis. Si la política monetaria se ha quedado sin margen, el caso del estímulo fiscal se vuelve mucho más evidente. Y el argumento en contra de las políticas de austeridad que muchos países adoptaron en su lugar cuando las tasas de interés aún estaban cerca de cero y el desempleo muy alto se vuelve abrumador.

De hecho, como dice Fatás, una mentalidad de austeridad corre el riesgo de crear un “ciclo fatal”, en el cual la contracción fiscal conduce a un declive en las perspectivas económicas, empeorando las perspectivas del presupuesto, llevando a una contracción aún mayor. Grecia ha recortado el gasto, a un enorme coste social, pero ha sido recompensado -al menos según las estimaciones oficiales- con un drástico descenso en las perspectivas futuras, de modo que sus predicciones sobre la deuda parecen apenas mejor de lo que eran antes de los recortes.

Entonces, el Gran Bajón -esa sombra a largo plazo sobre la economía, aparentemente arrojada por la Gran Recesión- es un asunto mayor. Merece más atención, con tal vez un enfoque menos centrado en los pocos meses de crisis crediticia que siguieron a la caída de Lehman.

Artículo escrito por Paul Krugman originalmente publicado en inglés en The New York Times

http://www.elcaptor.com/economia/futuro-economico-no-lo-solia

martes, 1 de mayo de 2018

Charlot y la escena de la bandera. España es el país que más ha retrocedido en la evolución de los ingresos de los jóvenes.

Se constata “como un hecho lo que era una creencia común: que los jóvenes españoles —como muchos europeos— tienen peores expectativas de futuro que las generaciones precedentes”. Los jóvenes actuales, a pesar de haber crecido en un país más próspero, más abierto, más libre y con muchas más comodidades que sus padres, se han topado en su transición a la vida adulta con una triple crisis (económica, social e institucional), que les ha convertido en los grandes perdedores del cambio en la estructura social.

Esta es la principal conclusión del informe ¿Vivimos peor que nuestros padres?, hecho público por la Fundación Felipe González, en colaboración con otras fundaciones y think tanks europeos y españoles (Resolution Foundation, Foundation for European Progressive Studies, Fundación La Caixa o AgendaPública). En él se analiza la situación relativa de la generación de los millennials (nacidos entre 1981 y 1996) en relación con las generaciones anteriores (generación X, nacidos entre 1965 y 1980; y la generación del baby boom, entre 1946 y 1965). Estos millennials son más de 100 millones de ciudadanos en Europa y han crecido al albur de la globalización y la crisis financiera, al tiempo que veían nacer Internet y todo lo que deriva de una revolución digital de la que son nativos.

Han existido tres factores causantes de la brecha generacional: las tensiones fiscales generadas por el aumento de la esperanza de vida y del mantenimiento del Estado de Bienestar; los efectos negativos de la Gran Recesión en las generaciones más jóvenes, y la presión que sobre ellos están ejerciendo los precios de la vivienda (propiedad y alquiler).

Según el informe, hay una diferencia clara entre los jóvenes de los países de renta alta (Francia, Bélgica, Reino Unido, España, Italia, Alemania,…) y los de los países de rápido desarrollo (China, India,…): la evolución intergeneracional del nivel de vida de los primeros ha sufrido un retroceso y ya no se cumple esa aspiración social de que las generaciones venideras vivirán mejor que sus padres; los segundos sí tendrán una vida mejor que la de sus progenitores. La segunda conclusión es tanto o más significativa: España es el país en que más ha retrocedido la evolución de los ingresos intergeneracionales de los nueve países analizados (Noruega, Reino Unido, Finlandia, Dinamarca, EE UU, Alemania, Italia, Grecia y España): los jóvenes españoles han padecido una notable involución de renta, no sólo comparable con el grupo de edad anterior (generación X) sino incluso dentro de su propio grupo: la renta media de los millennials que han llegado a la treintena es un 8% mayor de la de los que están en el inicio de la veintena. Prosigue el retroceso.

No debería extrañar que mañana, Primero de Mayo, ocurriese lo que en la película Tiempos Modernos: Charlot agarra una bandera roja que se cae de un camión y que tan solo señaliza la carga, la agita para advertir a los conductores de que la han perdido, y una legión de obreros se pone detrás de él como si se tratase de un líder sindical. Lo raro sería que los jóvenes hicieran lo contrario y continuase la anomalía histórica.

https://elpais.com/economia/2018/04/29/actualidad/1525017857_622005.html

miércoles, 2 de agosto de 2017

España es el paraíso (Más bien el infierno) de los trabajadores pobres (empobrecidos)

Jose A. Llosa
Ctxt

Jóvenes, mujeres, mayores de 45 años y autónomos sufren especialmente la precariedad laboral, que anula las tradicionales funciones del trabajo: seguridad, bienestar, dignidad, salud y ciudadanía

Sucede que al hablar de “juego estadístico” contamos con dos partículas: la primera es el juego, y no conviene olvidar que jugar, en último término, es un ejercicio de manipulación; la segunda es la estadística, la autoproclamada diosa de la nueva era social. La unión del juego y la estadística tiende a confluir en discurso político. Así, resulta escalofriante la cualidad legitimadora de los porcentajes cuando simplemente se descontextualizan. No es necesario más que situar el foco sobre un par de datos convenientes de la Encuesta de Población Activa para envolver en rigor científico lo que en realidad acaba siendo una mirada simplista, sesgada y posiblemente malintencionada de la realidad del trabajo.

El reciente hincapié sobre el descenso del desempleo en España sirve como ejemplo. Todo un discurso de recuperación económica sustentado sobre una tasa de paro, un indicador que viene rondando el 18%, que efectivamente desciende respecto a los datos cercanos al 25% de los últimos años, pero que duplica con holgura la media europea, situada en el 8,5% en 2016. Hacer discurso de un dato pésimo parece un juego peligroso, máxime cuando, tal y como indican los últimos datos de FOESSA, el 70% de familias españolas no ha percibido ninguna clase de mejoría respecto a su situación durante la crisis.

En una mesa redonda en la que tuve la suerte de participar recientemente, el profesor Josep M. Blanch afirmaba que los occidentales seguimos pensando como trabajadores fordistas aunque estemos trabajando en precario.
Trabajo líquido, casi gaseoso, frente al sólido trabajo de antaño. Un millennial, continuaba argumentando, maltrabaja hoy en condiciones de perpetua flexibilidad sin mayor inquietud, pero, si se le pregunta por su futuro a diez años vista, describirá el trabajo estable y asentado propio del Estado del bienestar. Tras el discurso de la recuperación en torno al empleo está la ilusión de rebobinado al mercado de trabajo estable, lo que ya es animal mitológico. El problema es que, mientras despertamos de la ensoñación, los derechos laborales están siendo triturados en un agresivo proceso de desregulación de las condiciones de trabajo. Y esto también nos lo muestran las cifras. Las cifras, las mismas que sirven para dar las buenas noticias por el incremento de la ocupación, muestran que el trabajo temporal alcanza cifras históricas con una tasa del 26,1% (tasa anual de 2016), la más alta desde 2008. Aquí la tendencia sí está clara: más del 90% de los nuevos contratos firmados en España son temporales.

No es necesario realizar un análisis especialmente profundo para concluir que, tras ese descenso en picado del mercado de trabajo, la recomposición no tiene como finalidad volver al estatus anterior, no es “el retorno al Sueño Americano” que promete Trump, sino que tiene como destino la precarización. La crisis ha servido de estrategia para amparar una nueva reconversión del mundo laboral, una más, en este caso diseñada bajo el dogma del empleo de mala calidad y la precariedad normalizada. Y la cara más extrema de estos nuevos modos de operar se encuentra en los trabajadores pobres: población ocupada que vive por debajo del umbral estandarizado de pobreza. Familias que, pese a contar con puestos de trabajo, sufren una situación económica extrema. En España nos situamos también a la cabeza en esta cuestión, con un 13,1% de trabajadores pobres; únicamente por detrás de Grecia y Rumanía, y alejados de la media de la Unión Europea.

Más allá de los fríos números, la cruda realidad nos presenta a cuatro grupos principalmente afectados por el trabajo en pobreza.

1. En primer lugar, los jóvenes como termómetro perpetuo de la incipiente precariedad. Los analistas europeos contemplan perplejos la alta edad de emancipación de los jóvenes españoles, mientras realmente nadie se está preguntando por las implicaciones de diversa índole que esta situación va a generar en un futuro inmediato. Ante la escasa cantidad y calidad de ofertas de trabajo, seguir viviendo en casa de los padres se convierte en la única salida para evitar, en muchos casos, entrar en procesos de exclusión. Eso aquí se sabe bien.

2. El segundo caso, también relacionado con la edad, es el denominado “edadismo”: personas mayores de 45 años que han perdido su trabajo a raíz de la crisis y descubren lo fatídico del reenganche al mundo laboral.
La recuperación del empleo no pasa por el retorno al estatus perdido; tras la Reforma Laboral de 2012, las nuevas oportunidades laborales se dibujan en el mundo de la precariedad. El sociólogo Robert Castel se refería a este reenganche como “la desestabilización de los estables”. Lo terrible es que este proceso es una condena vitalicia. Al mermar la posibilidad de nuevas oportunidades laborales por encima de los 45 años, y especialmente por encima de los 55, la salida tras el agotamiento de las insuficientes prestaciones por desempleo pasa por el acceso a pensiones no contributivas, lo que penaliza sustancialmente la cuantía de la jubilación, condicionando el resto de la trayectoria vital en la vejez. En España, cabe recordar que más del 50% de los parados supera los 40 años, fenómeno que se entrelaza con el edadismo y que da lugar a una situación dramática. No sólo en lo económico, también en el plano psicológico, pues hablamos de edades de importantes cargas familiares, que al menos en lo material no se pueden satisfacer. En estos días, Netflix estrena la segunda temporada de F is for Family, una serie de animación que narra el desempleo en personas de mediana edad como consecuencia de la crisis del petróleo. El momento de ese retrato venido desde los 70 parece especialmente pertinente, porque expone los procesos de reevaluación personal repetidos en cada crisis. Sin embargo, la crisis actual tiene sus propias reglas: la individualidad se ha apoderado del modo de vida y, con los sindicatos arrinconados, al trabajador actual se le ha convencido de que la incapacidad de encontrar un trabajo digno queda bajo su responsabilidad. Su fracaso. Quizá por no estar lo suficientemente formado. O por estar formado hasta el absurdo y entonces no disponer de las competencias adecuadas, lo cual es difícil de controlar. O simplemente por no compartir los valores de las organizaciones, y esto ya no hay quien lo controle. La desazón de no lograr satisfacer el rol que cada uno se impone acarrea en último término un proceso existencial con el que es difícil lidiar, y de ahí emerge el alcoholismo, el consumo abusivo de psicofármacos, y, como recuerda Ángeles Maestro en Salud mental y capitalismo (Cisma Editorial, 2017), los suicidios en las vías ferroviarias de Madrid de los que nadie habla.

3. Por otro lado está el caso de las mujeres,
que tampoco se libran de trabajar en pobreza. Trabajadoras o no, sufren el complejo proceso de la feminización de la pobreza. Centrándonos en el plano laboral, sabemos que las mujeres son protagonistas de las jornadas laborales más insólitas, a fin de combinar el trabajo fuera de casa y las tareas domésticas y de cuidado. El caso de la jornada parcial en España es un buen ejemplo de esto: el número de mujeres triplica al de hombres. Lo más alarmante es que los hombres que trabajan en este tipo de jornada de manera voluntaria lo hacen para mejorar su formación, mientras que las mujeres lo hacen por motivos relacionados con el cuidado de familiares. Emerge, una vez más, la muestra de que la pobreza en el trabajo está vinculada de manera íntima a los procesos familiares patriarcales, y que, en España, la nula política familiar desarrollada y destinada a ofrecer apoyo lleva a situaciones tan absurdas como que tener hijos se pueda convertir en factor de pobreza para una familia.

4. Por último, nos encontramos con los (llamémosles así) emprendedores. 
Uno ya no sabe cómo llamar a los autónomos entre la colección de neolenguaje que se ha dibujado para impulsar de manera fraudulenta el mercado de trabajo. La figura del emprendedor se ha presentado como el héroe del nuevo milenio, apoyado en sus primeros pasos, claro está, por el Estado, que entiende el mercado de trabajo como un juego de dominó en el que, impulsando la primera pieza, la del emprendedor, se logrará activar el resto a continuación. Un mecanismo infalible… Pero no comprender, o no querer hacerlo, que el problema de lo laboral es estructural hace que el empujón al emprendedor sea un empujón al vacío. La realidad tras el neolenguaje del emprendedurismo muestra el autoempleo como último recurso del que no logra reengancharse. Así, los trabajadores autónomos tienden a terminar sin nada y con deudas, reconocidos por la Organización Internacional del Trabajo como grupo vulnerable al tender a “carecer de protección social y de redes de seguridad para protegerse frente al descenso de la demanda económica”, y siendo a menudo “incapaces de generar suficiente ahorro para mantenerse a sí mismos y a sus familias en épocas de crisis”.

En último término, lo amplio de los grupos vulnerables descritos para el riesgo de convertirse en trabajadores pobres indica dos cosas:
1. que prácticamente cualquier trabajador puede terminar siendo trabajador pobre, y
2. que nos encontramos ante una problemática integral y estructural.

Integral en la medida en la que afecta a la persona a todos los niveles: económico, social, familiar, pero también físico y psicológico. Si el éxito del ciudadano pasa por desarrollar una actividad laboral, pero su desarrollo no le impide salir del riesgo de exclusión social, el mensaje contradictorio que se fragua en cada trabajador pobre concluye en un evidente y marcado deterioro de su salud psicológica. La premisa de que el trabajo proporciona una buena salud mental, mientras que el desempleo se asocia a la depresión y a otros trastornos psicológicos pierde el sentido en este caso. Los datos no dejan lugar a dudas: la salud psicológica de los trabajadores pobres es tan mala como la de las personas en situación de desempleo, y siempre claramente peor a la del resto de trabajadores. Miguel Laparra expone, de forma tan brillante como dura, la implicación integral del fenómeno cuando afirma que “el fenómeno de los trabajadores pobres es especialmente llamativo por poner en cuestión algunos de los valores más básicos de sociedades que se pretenden meritocráticas”.

En definitiva, la existencia de trabajadores pobres evidencia que algo funciona mal en la sociedad actual y pone de manifiesto que han quedado anuladas las tradicionales funciones del trabajo: económicas, de seguridad, de bienestar, de dignidad, de salud mental, y de ciudadanía. Por todo ello, es preciso dejar a un lado la obsesión con las cifras de desempleo, pues no son más que una cortina de humo que nos impide acudir al verdadero problema: la penosa calidad del empleo generado.

Jose A. Llosa. Equipo de investigación Workforall, Universidad de Oviedo.

Fuente:
http://ctxt.es/es/20170719/Politica/14094/Trabajo-pobreza-mujeres-jovenes-autonomos-CTXT.htm

martes, 6 de junio de 2017

Entrevista a la economista Elena Idoate, miembro del Seminari d'Economia Crítica Taifa “El sistema te hace responsable de tus éxitos y tus fracasos... Y esto es devastador”.

Rebelión

El Informe “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo” de la OIT señala que 3,4 millones de personas en todo el planeta podrían entrar en situación de desempleo en 2017, con lo que la cifra global de parados superaría los 200 millones. En 2016 casi la mitad de los trabajadores de Asia Meridional y dos tercios de los del África Subsahariana viven en situaciones de pobreza extrema o moderada. Además, según el documento de la OIT, está previsto que las formas “vulnerables” de trabajo se sitúen en torno al 42% (1.400 millones de personas) del empleo global en 2017. La realidad laboral en el mundo de hoy ha centrado la intervención de la economista Elena Idoate, miembro del Seminari d'Economia Crítica Taifa, en la sesión formativa organizada el 20 de mayo en la Librería La Repartidora de Valencia. Sobre las transformaciones en el mercado laboral y las nuevas tendencias, considera que la fuerza de trabajo cada vez asume más riesgos, se convierte en su propia “marca” y reviste la condición de “emprendedor”, en una situación de competencia total frente a otros trabajadores. Asimismo, “se te transfiere la responsabilidad de todos tus éxitos y fracasos”, señala la economista.

-Como coautora del libro colectivo “Sobiranies. Una proposta contra el capitalisme” (Espai Fàbrica, 2017). ¿Por qué son importantes las “soberanías”?
Es la cuestión esencial. Creemos que es un concepto muy potente, sobre el que se puede articular una propuesta contra el capitalismo; que tenga como punto de partida experiencias concretas actuales y pueda ir desplegándose poco a poco. Entendemos por “soberanías” que los ámbitos esenciales de la reproducción de la vida han de estar en manos del control popular. Es decir, tiene que darse una soberanía de la gente sobre los elementos más básicos. En la alimentación, en la cultura y en todo lo demás...

-¿Qué supone la ciudad de Barcelona para una activista y economista de la periferia, del municipio de El Prat de Llobregat, de 63.000 habitantes?
Creo que Barcelona tiene una gran centralidad en los movimientos sociales; la ciudad y sus problemas, que son muy importantes, cobran un gran protagonismo e invisibilizan otras muchas cosas. Así, vamos siempre un poco a remolque. Y Barcelona no es el centro del mundo.

-Desde hace más de una década la capital catalana reúne en el Mobile World Congress a las principales empresas y profesionales de las telecomunicaciones móviles; la 080 Fashion Barcelona ha celebrado en el Teatre Nacional de Catalunya su 19 edición, con 33 desfiles; el Zurich Marató de Barcelona cumplió 39 ediciones el pasado mes de marzo...

Barcelona es un ejemplo de ciudad colonizada por el capital, una ciudad abierta y extravertida, pero hacia intereses ajenos a su población. La capital se ha apropiado de la ciudad y ha dejado de ser de la gente. Por eso las personas hemos de reivindicar el derecho a la ciudad.

-En tu intervención en la Librería La Repartidora has mencionado al economista liberal y profesor en la Universidad de Columbia Xavier Sala i Martín.
Creo que su función es legitimar, con un discurso amable, el poder atroz que actualmente posee el capital y las nefastas consecuencias que ello tiene. El papel del Seminari Taifa y la gente que se dedica a la economía crítica es desenmascarar a estas personas (en la página Web del economista pueden leerse reflexiones como la siguiente: “Lo que el Gobierno debe hacer es garantizar la competencia y regresar a su casa, permitiendo que las empresas más eficientes sobrevivan, sin preocuparse lo más mínimo de si son grandes o pequeñas”. Nota del entrevistador).

-La crisis de los años 70 implicó el paso del fordismo a la llamada “nueva economía” o “economía del conocimiento”. ¿Cómo la caracterizarías?
Estas nuevas formas se basan en la producción flexible y descentralizada, a menudo de bienes intangibles (por ejemplo el software o la información convertida en mercancía). Además la fragmentación de los procesos productivos coexiste con la centralización y concentración del poder de decisión en pocas manos. Tenemos ciudades industriales que han dejado de serlo y en vez de producir mercancías, las movilizan. Amazon es una de las empresas que se dedica a este negocio, sin producir nada. Controla a los suministradores, los estrangula, les obliga a una condiciones que son muy beneficiosas para la gran empresa, pero en detrimento de los intereses de los productores.

-¿Qué opinas de la fragmentación?
Creo que el sistema productivo es todo el proceso, desde que existe una necesidad de inversión hasta que la mercancía llega a la persona que ha pagado por ella. Empresas como la mencionada son sólo una parte de la cadena de producción, pero que controla al máximo la explotación y la apropiación de la plusvalía y la riqueza. Otras como Nike tampoco producen nada. Disponen de suministradores alrededor del mundo. Se descentraliza en este caso la producción de mercancías pero no la propiedad del capital.

-¿Qué efectos tienen estos procesos para la clase trabajadora?
El ciclo de producción ha de ser lo más rápido posible, sin tiempos muertos. La participación de la fuerza laboral está milimetrada. Además el trabajo es flexible y precario, y sólo producimos en la medida que puedan generarse plusvalías muy grandes. Si no es así, prescinden de la fuerza de trabajo y nos envían a casa, bien porque nos despiden, porque se acaba el contrato o porque nos han cambiado la jornada laboral y el salario. Esta producción flexible implica la precarización de las relaciones laborales. Por otro lado, el capital muestra una tendencia a la simplificación de las tareas productivas. Así, el trabajador es un elemento muy simple, una mera extensión de la tecnología y las herramientas productivas para la producción del capital.

-El sociólogo Jorge Moruno ha escrito sobre el “perfil” del empleado que buscan muchas empresas: “Especializados pero que al mismo tiempo estén disponibles para hacer cualquier cosa; que sean flexibles, polivalentes, que cuenten con habilidades sociales, sean entusiastas, motivados y libres de toxicidad (cultura de la protesta)”. ¿Qué opinas?
El capital necesita controlar a su gusto y según sus necesidades cómo es la fuerza de trabajo y en qué condiciones entra en el mercado. Uno de los ejemplos más evidentes es el concepto de “emprendeduría”. En este caso, es la propia fuerza laboral la que asume los riesgos, la que pone a disposición del capital su creatividad y su proactividad. La fuerza de trabajo como “marca”, el llamado “branding”. Por tanto, la mano de obra ha de ser disciplinada, al gusto del capital, para asegurarse que con ese empleado tendrá el máximo de productividad. Y el trabajador tiene que preocuparse por ser “empleable”. Nos obligan a ello, y en una situación de total competencia entre nosotros.

-En no pocas empresas se ha recomendado a los trabajadores la lectura del libro “¿Quién se ha llevado mi queso? Cómo adaptarnos a un mundo en constante cambio”, de Spencer Johnson. En el otro lado de la trinchera, se sitúan libros como el de Barbara Ehrenreich, “Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo”...
Sí, igual que te responsabilizas de tu éxito, también lo haces de tu fracaso. Eso es devastador. Se trata de personas que pierden su puesto de trabajo y sufren por las consecuencias de un sistema injusto, que sólo piensa en los intereses del capital. La gente se siente frustrada por cosas que no se hallan bajo su control. No tenemos capacidad de decisión, son otros los que deciden.

-En un informe de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (junio de 2015) señalaba que en el viejo continente la explotación laboral delictiva y/o criminal es “amplia” en sectores como la agricultura, hostelería, restauración, el trabajo doméstico y la industria manufacturera. ¿Son realidades invisibilizadas?
Y además, existen diferentes variables en la sociedad capitalista, como el sexo, la raza y el género. Todas ellas se suman e incrementan la explotación laboral, que es una de las máximas del capitalismo. Creo que no puede producirse un aumento de la explotación laboral sin discriminación racista, patriarcal y sin un odio a los pobres. Y tampoco sin introducir toda esta competencia en la fuerza de trabajo. Son operaciones que confluyen, y el capital se aprovecha de todas ellas.

-Otro factor relevante es la tecnología. ¿Consideras que es neutral?
El sistema capitalista genera un tipo de tecnología que le resulta conveniente para apropiarse de la riqueza colectiva; y también de los beneficios de la productividad. El objetivo es que la fuerza de trabajo tenga cada vez menos poder y se halle más alienada. Por ejemplo, la robótica y la informática permiten simplificar muchísimo las operaciones, de manera que la fuerza de trabajo ya no desempeña tareas según profesiones, sino de acuerdo con sus habilidades. Esto tiene un reflejo en las categorías laborales y los contratos. Además, todo ello es muy útil para el sistema, porque cualquier persona puede ser sustituida por otra. Y las habilidades de un trabajador también pueden ir cambiando. El capitalismo lo ha hecho siempre... Así, la fuerza de trabajo pierde el control sobre aquello que produce.

-¿Podría construirse una sociedad de tipo socialista o comunista a partir de las tecnologías actuales?
Ahora tendríamos que hacerlo así, no podemos construir una sociedad “alternativa” sobre la nada. Porque rechazar la tecnología y el sistema de producción actual, volver a un cierto primitivismo, ¿es planteable y realizable? Sin embargo hemos de reconsiderar la cuestión tecnológica, porque hay quien las puede considerar “liberadoras”, pero no están orientando la producción hacia las verdaderas necesidades sociales.

-Por último, ¿se transforma la sociedad en el día a día o esto es insuficiente si no se producen cambios estructurales?
Se trata de actuar en los dos frentes, de manera conjunta. Superar el capitalismo constituye una tarea cotidiana, que hemos de empezar a llevar a la práctica ya. Esta socialización, “cooperativización” o control obrero de la economía que se da en muchos ámbitos, hay que extenderla y llegar a un nivel estructural. Se trata de dar un “salto”. Evidentemente, esto no ocurrirá en las condiciones actuales con todo en contra. ¿Espacios puros de contaminación capitalista? Claro que habrá elementos capitalistas dentro de nuestros proyectos, y también en el mercado que está compitiendo con nosotros... Pero todo el ámbito de la economía social y cooperativa es cada vez más amplio. Y con todas las limitaciones y contradicciones, pero también con muchos éxitos, se intentan llevar a término las iniciativas. Hay numerosas experiencias interesantes y válidas.

miércoles, 22 de marzo de 2017

España recortó 12.000 millones la protección por desempleo en plena crisis y con la tasa de paro desbordada

España recortó 12.000 millones la protección por desempleo en plena crisis y con la tasa de paro desbordada

España recortó el gasto en protección por desempleo en 12.017 millones de euros entre los años 2015 y 2012, según el último informe europeo sobre gasto social publicado por Eurostat.

En concreto, el gasto social dedicado a la protección del desempleo en España se cifró en 21.512,78 millones de euros en el año 2015, una cifra inferior en más de 1.000 millones de euros a la correspondiente a 2008, cuando existían 1,5 millones de parados menos y una tasa de desempleo ocho puntos menor.

Con el recorte sitemático de las partidas destinadas a paliar la crisis y la precariedad laboral, el gasto social en desempleo en porcentaje del PIB se ha reducido en España desde el 3,2% en 2012 hasta el 2% en 2015, para situarse finalmente en las proximidades de la media europea -el 1,7%-, aun cuando las realidades laborales de la economía española y las del resto de las potencias europeas difiere sustancialmente.

Así, cabe destacar los casos de Alemania, donde con una tasa de paro en el entorno del 5% destinó el 1,7% de su Producto Interior Bruto en 2015 a la protección del desempleo, o Francia, quien con un panorama laboral mucho menos deteriorado que el de España también situó su cobertura en el 2% sobre el PIB.

Por último, indicar que, según consta en el informe, otros países europeos como Finlandia o Dinamarca asignaron a la cobertura de esta contingencia sendos porcentajes del 2,7%, mientras que Reino Unido -0,2%- y Bulgaria y Rumanía -0,1%- representaron a los países europeos que menor esfuerzo realizaron en esta materia.

http://www.elcaptor.com/economia/espana-recorto-12-000-millones-proteccion-desempleo-crisis

lunes, 21 de noviembre de 2016

El trabajo del futuro

El paro es el principal problema de España. Urge crear empleo, y empleo de calidad. Los robots y la inteligencia artificial amenazan los puestos de trabajo como hoy los conocemos.


Alcoi, 2 de marzo de 1821. Un millar de campesinos y jornaleros de pueblos vecinos que cardaban e hilaban lana en sus casas para la industria textil local asaltan la ciudad “reduciendo a cenizas 17 máquinas y otros enseres”, actuando en cuadrillas, a plena luz del día y “con las armas en la mano”, según relata el Diario de Sesiones del Congreso del 18 de marzo de 1821. Era la mayor manifestación hasta el momento en España del ludismo, el movimiento encabezado por artesanos de Manchester a comienzos del siglo XIX contra las máquinas de la revolución industrial que les dejaban sin empleo.

El tiempo ha demostrado que, pese a dejar perdedores a corto plazo, el resultado de los avances tecnológicos ha sido una mejora de la productividad y del nivel de vida del conjunto de la población. Así ha sido con la imprenta, la excavadora, el tractor, el ordenador personal y tantas otras innovaciones.

Con frecuencia surge la discusión sobre si esta vez será diferente, pero con la Cuarta Revolución Industrial (The Future of Jobs, World Economic Forum, 2016) o segunda era de las máquinas (Robots, crecimiento y desigualdad, de Andrew Berg, Edward F. Buffie y Luis-Felipe Zanna), con el auge aparentemente imparable de la robótica y la inteligencia artificial, resuena con fuerza de nuevo el debate sobre el futuro del empleo, la pérdida de puestos de trabajo y la desigualdad.

“La tecnología que llega, tiene por su naturaleza la capacidad de transformar la forma en que el trabajo y la producción se organiza”, admite a EL PAÍS Guy Rider, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

“Como consecuencia del retroceso de los salarios y del crecimiento del capital, el trabajo (humano) ocupa una parte cada vez más pequeña de la economía”, señalan Berg, Buffie y Zanna.

El trabajo del futuro

http://politica.elpais.com/politica/2016/11/11/actualidad/1478875024_113738.html

lunes, 27 de junio de 2016

6 cifras que muestran cómo aumentó la pobreza en España. Redacción BBC Mundo

España es la cuarta economía de la zona euro y la decimotercera del mundo en términos de PIB (Producto Interno Bruto) y cuenta con argumentos para decir que está viendo la luz al final del túnel de la fuerte crisis que sufre desde 2008.

Antes de las elecciones del domingo, las segundas en seis meses, el partido gobernante, el conservador Partido Popular (PP), presume de la ligera mejora en el desempeño de la economía y las cifras de desempleo, que es actualmente el problema que más preocupa a los españoles.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el Producto Interno Bruto (PIB) creció en 2015 un 3,2%, el mayor aumento desde 2007.

Y el paro registrado cayó por debajo de los cuatro millones de personas por primera vez desde agosto de 2010.

Sin embargo, datos de organizaciones como Cáritas y la Federación de Bancos de Alimentos y del Instituto Nacional de Estadística muestran que la pobreza no sólo no remite, sino que crece o se hace crónica.

BBC Mundo te muestra las 6 cifras clave que muestran esta realidad.

Trabajadores, pero pobres
14,8% de los trabajadores son pobres.
Pese a que mejoran las cifras de empleo, la precarización y el trabajo temporal hacen que un sueldo no asegure salir de la exclusión.
Cáritas

El drama del desempleo
44,8% de personas desempleadas son consideradas pobres.
El desempleo alcanza al 21% de la población activa, un total de 4,8 millones de personas
Cáritas

Sin ingresos
720.000 hogares sin ningún ingreso.
En 2009 la cifra era de 497.200. Para volver a esas cifras, Cáritas estima que se necesitarán 7 años. Cáritas

Poder adquisitivo
10% caída de los ingresos de los hogares desde el inicio de la crisis en 2007.
Los expertos consideran que la recuperación tardará en dejarse sentir.
Cáritas

Vulnerabilidad
28,6% de los ciudadanos está en situación de riesgo de pobreza o de exclusión social.
El 14,8% de las familias tiene dificultades para llegar a fin de mes
Instituto Nacional de Estadística (INE)

Desconfianza
92% de la población cree que hay mucha o bastante desigualdad económica.
Encuesta de Metroscopia

Pobreza crónica
"Nuestro objetivo principal al hacer el estudio era poner encima de la mesa y visualizar a la gente que se trata de invisibilizar", le explicó a BBC Mundo Guillermo Fernández, sociólogo y miembro del equipo de estudios de Cáritas España, que a comienzos de junio presentó un informe sobre exclusión y desarrollo social.

"Pese a que los indicadores podrían mejorar, hay mucha gente que se está quedando fuera (de la recuperación)", agregó.

¿Les conviene más a los españoles no tener gobierno?
"La situación ha mejorado ligeramente para un conjunto de personas. El número de pobres y excluidos se ha reducido, pero no con la intensidad como para volver a cifras anteriores a la crisis", afirmó el sociólogo.

En el punto más alto de la crisis, en 2014, Cáritas atendió a 2,5 millones de personas. Antes de la recesión eran 300.000. Ahora, la cifra es de 2 millones.

"La situación (crítica) de las familias se ha hecho más crónica", analizó Fernández. "Gente aislada y descolgada"

La Federación Española de Bancos de Alimentos, que los distribuye a organizaciones locales, registró un descenso en el número de personas atendidas: de 1,66 de 2014 al 1,57 millones en 2015. ¿Una buena noticia? No tan rápido.

Es una reducción "meramente puntual", le explicó a BBC Mundo Ángel Franco, portavoz de la federación. "Aunque los indicadores macroeconómicos hablan de un repunte de trabajo y demás, la verdad es que hay gente de cierta edad aislada y descolgada", afirmó Franco.

"La sociedad tiene una necesidad de mirar adelante y olvidar lo que ha pasado, pero esa gente está ahí y las consecuencias son peores que antes", afirmó el sociólogo Guillermo Fernández.

http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-36577849?post_id=10201684103420114_10201996789277065#_=_

sábado, 18 de junio de 2016

La crisis económica está vinculada a 260.000 muertos más por cáncer. Investigadores de Harvard calculan la factura mortal de la recesión en los países de la OCDE.

El colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y la caída del banco de inversión Lehman Brothers en 2008 aparecen en paralelo a la muerte por cáncer de decenas de miles de personas a miles de kilómetros de allí, en la Unión Europea. La crisis económica global, desencadenada por la crisis financiera estadounidense, está asociada a al menos 260.000 fallecimientos por cáncer que no habrían ocurrido sin la recesión, 160.000 de ellos en la UE, según una estimación publicada hoy en la revista médica The Lancet. Esta presunta factura mortal de la crisis se reduce al periodo 2008-2010 y a los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), por lo que no incluye a gigantes como China e India.

El nuevo estudio, realizado por científicos de universidades como Harvard, Oxford y el Colegio Imperial de Londres, sugiere que “el desempleo y el gasto público en salud están significativamente asociados con la mortalidad por cáncer”. El análisis emplea datos de 70 países con unos 2.000 millones de habitantes, de entre 1990 y 2010, tomados de la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial.

Los resultados muestran que un 1% de aumento en el desempleo de un país está asociado a 0,37 muertes adicionales por todos los tipos de cáncer analizados por cada 100.000 personas. El trabajo también relaciona un recorte del 1% en gasto público en sanidad como porcentaje del PIB con 0,0053 muertes adicionales por cada 100.000 habitantes.

“Una limitación de nuestro estudio es que no podemos probar que haya causa y efecto, más bien demostramos una asociación entre la crisis económica y la mortalidad por cáncer”, reconoce a Materia el médico Mahiben Maruthappu, investigador del Colegio Imperial de Londres y uno de los principales autores del estudio. Maruthappu, de 27 años, es además asesor del responsable del Servicio Nacional de Salud inglés, por lo que influye en el destino de 100.000 millones de libras destinadas al gasto sanitario.

Los autores defienden que existe un vínculo causal porque, en países sin cobertura sanitaria universal, el acceso a la sanidad puede depender de tener un empleo. “Sin trabajo, los pacientes pueden ser diagnosticados tarde y recibir un peor tratamiento o recibirlo con retraso”, subraya en un comunicado Rifat Atun, experto en salud pública de la Universidad de Harvard. “España no sufrió muertes adicionales durante la crisis económica y creemos que esto se debe, principalmente, a la alta accesibilidad de su sistema de salud”, aplaude Maruthappu.

En EE UU, donde todavía hay más de 35 millones de personas sin cobertura sanitaria, los científicos calculan que se produjeron 18.000 muertes adicionales por cáncer entre 2008 y 2010. En México, casi 4.000 fallecimientos más. Para el equipo de Maruthappu, sus resultados son “un argumento sólido a favor de la cobertura sanitaria universal”. Los países peor parados son aquellos con economías frágiles y sin cobertura global, como Malta, Kuwait y Polonia. Solo 75 de 194 países analizados tienen una legislación que promete una cobertura sanitaria universal.

El epidemiólogo Miquel Porta, catedrático de salud pública de la Universidad Autónoma de Barcelona, aplaude el nuevo trabajo, aunque cree que “es probable que incluso subestime el impacto” de la crisis. El estudio, subraya Porta, se centra más en la atención médica (diagnóstico y tratamiento del cáncer) que en la prevención primaria, la que actúa sobre las causas.

“Muchos estudios, y la simple vivencia cotidiana, indican que con la recesión se han resentido gravemente las políticas públicas y privadas de control de los factores ambientales, laborales, alimentarios y sociales que más cáncer causan”, explica el epidemiólogo. “Además de las condiciones de vida, pueden haber empeorado algunos hábitos individuales que también desempeñan un papel en la aparición de muchos cánceres, como el tabaquismo (por ejemplo, por la precariedad laboral y las angustias económicas), la alimentación y la actividad física, ya que es más difícil pagar un gimnasio”, añade Porta.

“Tanto en España como en Italia hemos descrito que aumenta el número de exfumadores que vuelven a fumar. Y lo atribuimos a la crisis”, coincide Esteve Fernández, investigador del Instituto Catalán de Oncología y presidente de la Sociedad Española de Epidemiología.

http://elpais.com/elpais/2016/05/24/ciencia/1464113124_099317.html?rel=lom

domingo, 7 de febrero de 2016

Siete de cada diez desempleados no percibe ninguna prestación

Apenas 1,3 millones de los casi 4,8 millones de parados con que acabó el año perciben algún tipo de ayuda del Ministerio de Empleo. Es decir, todavía hay casi 3,5 millones de desempleados sin prestaciones o subsidios, el 72% del total, según la Encuesta de Población Activa (EPA) del último trimestre de 2015. Hay que tener presente que casi medio millón de quienes carecen de ayuda no han trabajado nunca y no han generado el derecho de percibirla.

La cifra se ha reducido desde que a finales de 2013 y comienzos de 2014 tocara techo. Entonces quienes no percibían subsidios o prestaciones sumaban 3,9 millones, según los datos que cada trimestre extrae de la EPA el investigador Enrique Negueruela. Ahora, con la reducción del paro,la creación de empleo y la bajada de la población activa (quien no forma parte de este colectivo tampoco es considerado un parado) el colectivo ha menguado.

El porcentaje de protección frente al paro que se extrae de la EPA, el 27,8%, difiere mucho del que elabora el Ministerio de Empleo sobre la base de los datos de las oficinas públicas de empleo paro registrado: un 55,4% en noviembre. La causa de esta diferencia hay que buscarla en que utilizan metodologías y colectivos muy diferentes. Así, la cifra de parados que contempla la EPA es bastante mayor que la del paro registrado, casi 4,8 millones frente a 4,15 millones, respectivamente.

En cuanto a la metodología: el Instituto Nacional de Estadística (INE) al elaborar la EPA pregunta directamente a los desempleados (aquellos que no han trabajado ni una hora en la semana en que son encuestados) si perciben algún tipo de ayuda. El Ministerio, por su parte, incluye desde que creó su índice de cobertura con Celestino Corbacho al frente, a beneficiarios de prestaciones que en la EPA no se consideran parados (trabajadores a tiempo parcial que completan su sueldo con el seguro de desempleo, prejubilados que también cobran prestación y ocupados suspendidos de empleo temporalmente).

La existencia de un colectivo tan amplio sin prestaciones ni ayudas se explica, principalmente, por la duración de la crisis, durante la que el mercado laboral se hundió siete años, y en la persistencia del paro de larga duración (el cobro seguro de desempleo es temporal en casi todos los casos). También en los recortes de 2012, que endurecieron el derecho a percibir los subsidios y las ayudas del plan Prepara (de 400 a 450 euros). Además, la última paga puesta en marcha a comienzos de 2015 para quienes no hayan trabajado durante un año o más y no cobraran nada se ha quedado por debajo de su objetivo.

http://economia.elpais.com/economia/2016/01/30/actualidad/1454176057_155146.html

sábado, 8 de agosto de 2015

Más de 1,2 millones de trabajadores llevan cuatro años o más en paro. El colectivo de desempleados de más larga duración no deja de crecer



Los que llevan más tiempo en paro todavía no se benefician de la recuperación económica. Según la encuesta de población activa (EPA), hay 1,2 millones de trabajadores que no han tenido empleo alguno en los últimos cuatro años o más. Desde que ha comenzado la crisis, este colectivo, el que tiene más difícil volver a reengancharse al mercado de trabajo, se ha multiplicado por 12. La situación es especialmente dramática para 180.000 de ellos, ya que viven en hogares que no reciben ningún tipo de ingreso, ni de ellos ni de otros familiares.

El paro tocó su techo histórico al comienzo de 2013, casi 6,3 millones de trabajadores sin empleo. Desde entonces ha caído en más de un millón. Prácticamente todos los colectivos se han beneficiado, menos uno: los trabajadores que llevan cuatro años o más sin una ocupación. 1.201.459 personas, según la última encuesta de población activa, no han tenido un empleo desde, al menos, el comienzo del verano de 2011.

Esta evolución dice mucho de cómo es la crisis en España y su duración. También ilustra perfectamente las dificultades que tienen los desempleados cuanto más tiempo pasan así para volver a reengancharse al empleo. Y esto se ve más en la distribución del colectivo de desempleados en diferentes momentos de la crisis. Cuando comenzó la primera recesión, a mitad de 2008, el 77% de quienes no tenían empleo estaban un año o menos en esa situación, sumaban 1,8 millones. Los que se encontraban en el extremo opuesto apenas representaban el 7,3%, 115.229.

Todavía al principio de la segunda recesión, en 2011, y pese a haber sumado 290.000 personas más, el colectivo de trabajadores que llevaban más de cuatro años en paro no llegaba al 6% del total, como consecuencia del mayor incremento de trabajadores que llevaban menos tiempo en el paro.

El paso del tiempo y la falta de oportunidades han cambiado radicalmente la situación. Ahora, en los microdatos de la encuesta de población activa del segundo trimestre de 2015, desagregados por Enrique Negueruela, investigador de la Fundación Primero de Mayo, de CC OO, se aprecia que casi uno de cada cuatro parados (23,4%) lleva cuatro años o más sin trabajar.

“La probabilidad de entrar en el empleo es más alta para quien está un día parado que para quien está dos. Esto es ley”, explica Florentino Felgueroso, investigador de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). Tanto Felgueroso como Negueruela apuntan que las cifras infravaloran el problema porque un parado que en este periodo haya trabajado una semana o un mes no está en mejor situación que el que no ha trabajado nada en este tiempo, pero, en cambio, no aparece en la estadística.

La gravedad de esta situación también se aprecia en cifras desagregadas, como las de la edad. Dos tercios de este grupo tienen entre 30 y 54 años, casi 800.000 personas.

“La idea de que volvemos a crecer y así las opciones llegarán a todos no es cierta del todo. No llegan a todos por igual. Los que llevan cuatro años sin trabajo, hasta que no haya un crecimiento muy sostenido no saldrán de esta situación”, apunta Felgueroso, que señala que en la penúltima gran crisis que vivió España, la de los años noventa, el paro de larga duración comenzó a reducirse dos años más tarde que entre el resto de desocupados.

Entre 30 y 54 años de edad
Otro punto que muestra que, pese a la recuperación del mercado laboral, todavía está muy lejos la salida de la crisis es el número de personas que, habiendo estado sin trabajar más de cuatro años, viven en alguno de los 774.500 hogares en los que no entra ningún tipo de ingreso. Son 180.836 personas, de las que la inmensa mayoría, concretamente 135.707, tienen entre 30 y 54 años, personas sobre las que suelen concentrarse las cargas familiares.

Para afrontar la situación, Negueruela propone “políticas de empleo muy potentes y mucha inversión”. Señala que se ha perdido mucho tiempo en los últimos años y que las políticas activas “son inexistentes” y que en ellas se invierte el dinero de forma equivocada. “Se han destruido más de 1,5 millones de puestos de trabajo en la construcción. Hay muchos parados procedentes de este sector y todavía hay cursos para formar a albañiles desde cero. No tiene sentido, se tira el dinero. ¿Cómo puede ser que todavía se hagan talleres de empleo en Ayuntamientos para formar albañiles cuyo verdadero objetivo es arreglar algo del patrimonio local?”, lamenta.

También Felgueroso reclama políticas activas. Propone un abanico amplio de instrumentos para los servicios públicos de empleo que, en su opinión, debe comenzar por tener orientadores profesionales. Los siguientes puntos de la receta son: “un perfilado potente que detecte las características de los parados, su capital humano, sus estudios, luego programas de formación, orientación, empleo público, contratación con ayudas...”.

Entre tanto, como el problema no se solucionará de la noche a la mañana, Negueruela defiende aumentar la protección a los parados con más subsidios. “Solo uno de cada cinco parados que no ha trabajado en los últimos cuatro años recibe alguna ayuda. Ahí es donde están las bolsas de pobreza”, analiza
http://economia.elpais.com/economia/2015/08/02/actualidad/1438541164_733483.html

Ayudas escasas y al final de la legislatura

El último gran acuerdo que firmó el Gobierno con sindicatos y patronal fue el que daba luz verde a una ayuda específica (426 euros durante seis meses) para todos los parados de larga duración (un año o más sin trabajo) que hubiesen agotado todas las prestaciones. Se rubricó en diciembre de 2014, pero sus múltiples requisitos han limitado sus beneficiarios: los sindicatos contaban con llegar hasta los 450.000, las cifras de Empleo hasta junio no pasaban de 70.000.
El reparto autonómico de fondos para políticas activas de empleo tiene en cuenta desde este año los resultados en mejorar las oportunidades de parados de larga duración. El Gobierno pondrá su granito de arena, pero en el Presupuesto de 2016, condicionado por las elecciones generales: reservará 129 millones a un programa de atención personalizada a parados de larga duración entre 30 y 55 años.

Los hombres, más protegidos

Poco más del 21% de trabajadores que está cuatro años o más sin trabajar cobra algún tipo de ayuda: 261.982 de 1,2 millones. Pero esta media esconde una importante brecha de género. Los parados de muy larga duración están mucho más protegidos que las paradas. Un 28,3% de ellos percibe algún tipo de prestación o subsidio del Ministerio de Empleo; frente al 14,9% de ellas.
En todos los segmentos de edad se aprecia la mayor protección de los hombres. Especialmente entre los más mayores, de 55 a 64 años. La de ellos supera por poco el 60%; en el de ellas, el 28,2%.
La tasa de parados que reciben ayudas de Empleo crece conforme la edad. Entre quienes tienen entre 15 y 24 años la tasa cae al 2,2%, algo lógico puesto que el seguro de desempleo suele estar vinculado a haber trabajado antes. En cambio, entre los más mayores, de 55 a 64 años, el porcentaje aumenta hasta el 45,6% de los desempleados.

Bajar los impuestos o reducir la pobreza
España vive una situación que se puede calificar de emergencia social

Hace falta más empleo estable. La ocupación sigue creciendo, pero deberían revisarse los incentivos para crear puestos de trabajo permanentes


La evolución del mercado laboral en el segundo trimestre, medida en términos de Encuesta de Población Activa (EPA), ratifica que ya no hay marcha atrás en la creación de empleo y en la reducción del número de parados. Entre abril y junio se han generado casi 412.000 empleos, la tasa de paro ha caído 1,34 puntos (hasta el 22,37%) y el número de parados ha descendido en 295.000. Una mezcla de tenacidad en el crecimiento y el drástico abaratamiento de los costes laborales causado por la Reforma Laboral está drenando la inundación de paro, que llegó en el momento peor de la recesión a superar los 6 millones y que ahora refluye lentamente hacia la marca de los 5 millones.

El análisis estadístico, que sólo es un reflejo de la realidad del cual se espera que se extraigan decisiones políticas, muestra también signos leves de mejora en algunos parámetros significativos. Hay una caída trimestral (que no anual) de los hogares sin renta; y se está frenando el crecimiento del empleo a tiempo parcial. Si estos apuntes se confirmaran en los próximos trimestres podría insinuarse una mejora en la calidad estructural del mercado. Dígase lo anterior con grandes precauciones, porque el empleo temporal sigue creciendo y algunos analistas detectan que ya no se crea empleo al mismo ritmo que en 2014.

Habrá que esperar a la EPA del tercer trimestre para colocar en su exacta medida la buena evolución del segundo. Pero el gobierno debería recordar al menos dos cosas: la primera, que el empleo poco estable no puede fundamentar una recuperación sostenida, como se le ha recordado en varias ocasiones. La segunda, que sería útil revisar los incentivos económico-legales a la creación de empleo estable. Han demostrado muy poca eficacia; y o bien no convencen a las empresas o bien las asesorías laborales olvidan sistemáticamente su existencia. También podría ser que fueran insuficientes o engorrosos; en cualquier caso, merecen una revisión.
http://elpais.com/elpais/2015/07/23/opinion/1437668980_448975.html

jueves, 6 de agosto de 2015

Más de 3,7 millones de parados no perciben prestación alguna. Solo el 27,8% de desempleados percibe de algún tipo de seguro de desempleo, según la EPA


Esta cifra deja en un 27,8% el porcentaje de parados con ayudas. La tasa oficial de cobertura que elabora el Ministerio de Empleo es más alta: en mayo, último dato disponible, ascendía al 54,5%. Esta diferencia tiene varias causas. La primera que el número de parados del INE (5,1 millones) es mucho mayor que el del Ministerio de Empleo, que solo cuenta a los registrados en sus oficinas (4,1 millones).

La otra es que en la cifra de beneficiarios de prestaciones de Empleo hay receptores que la EPA no considera parados (trabajadores a tiempo parcial con prestación, afectados por regulaciones temporales de empleo, prejubilados). En cambio, el INE para averiguar si un desempleado percibe ayudas pregunta directamente al encuestado si percibe prestación o subsidio.

El Ministerio de Empleo ha admitido esta misma diferencia en una pregunta parlamentaria efectuada por el parlamentario socialista Antonio Pradas, que fue publicada en el Boletín de las Cortes del pasado 3 de junio. En ella, el departamento dirigido por Fátima Báñez repasa los datos de la encuesta de población activa de finales de 2014 y reconoce que el número de parados que en ese momento no percibía prestación alguna ascendía a 3.747.000. También apunta que, partiendo de esa fuente, el porcentaje de quienes no recibían nada era del 30,3%, frente al 56,49% de la cifra oficial de Empleo correspondiente a enero.

Más de 3,7 millones de parados no reciben ningún tipo de prestación del Ministerio de Empleo, según la EPA del segundo trimestre de este año. La cifra ha bajado en los últimos meses, pero aún está por encima de los 1,3 millones de 2007. En resumen, solo percibe algún tipo de subsidio el 27,8% de parados. Hay que tener en cuenta que 561.000 del total no ha trabajado nunca y no han generado el derecho para percibir cobrar ayudas.

La mejora laboral ha reducido el número de parados que no recibe ayuda alguna procedente el Ministerio de Empleo. Pero todavía no lo hace con la suficiente fuerza como para reducir uno de los problemas graves que se han generado por la larga duración de la crisis: la gran cantidad de parados que han agotado el seguro de desempleo en todas sus modalidades, no encuentran un trabajo y no reciben ayuda alguna del Ministerio de Empleo. Este colectivo asciende a más de 3,1 millones de parados, a los que hay que sumar los 561.000 parados que no han trabajado nunca. La suma arroja un resultado de 3.711.680, según la extracción de los microdatos de la encuesta de población activa que elabora trimestralmente el investigador Enrique Negueruela para la Fundación Primero de Mayo, vinculada a CC OO.

Esta cifra deja en un 27,8% el porcentaje de parados con ayudas. La tasa oficial de cobertura que elabora el Ministerio de Empleo es más alta: en mayo, último dato disponible, ascendía al 54,5%. Esta diferencia tiene varias causas. La primera que el número de parados del INE (5,1 millones) es mucho mayor que el del Ministerio de Empleo, que solo cuenta a los registrados en sus oficinas (4,1 millones).

La otra es que en la cifra de beneficiarios de prestaciones de Empleo hay receptores que la EPA no considera parados (trabajadores a tiempo parcial con prestación, afectados por regulaciones temporales de empleo, prejubilados). En cambio, el INE para averiguar si un desempleado percibe ayudas pregunta directamente al encuestado si percibe prestación o subsidio.

El Ministerio de Empleo ha admitido esta misma diferencia en una pregunta parlamentaria efectuada por el parlamentario socialista Antonio Pradas, que fue publicada en el Boletín de las Cortes del pasado 3 de junio. En ella, el departamento dirigido por Fátima Báñez repasa los datos de la encuesta de población activa de finales de 2014 y reconoce que el número de parados que en ese momento no percibía prestación alguna ascendía a 3.747.000. También apunta que, partiendo de esa fuente, el porcentaje de quienes no recibían nada era del 30,3%, frente al 56,49% de la cifra oficial de Empleo correspondiente a enero.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/07/26/actualidad/1437938831_440383.html

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