__ Siempre es un placer volver a saber del villano de Paul Verhoeven, Jeff Bezos, que esta semana anunciaba una iniciativa diseñada para proclamarse como el primer sociópata multimillonario del mundo. De acuerdo, me he debido de confundir con algún adjetivo.
El dueño de Amazon ha lanzado lo que se ha denominado “Day One Fund”, la simple declaración de intenciones que pretende ser. Hace tiempo que a Bezos se le critica por su falta de músculo filantrópico, y más desde que se convirtiera en el hombre más rico de la historia moderna. Hace un año Jeff estaba en tan baja forma en lo que respecta a no parecer un auténtico cretino que comenzó a solicitar ideas por internet. Y parece evidente que ignoró todas aquellas que le decían: “Deja de tratar a tus trabajadores como basura”.
¿Te acuerdas del comienzo de la película de Verhoeven, Robocop, antes de que las cosas empezaran a ponerse patas arriba en una cada vez más automatizada Detroit? Hay una empresa que hace prácticamente todo, llamada Omni Consumer Products. Comienza proveyendo servicios que no en vano podrían ser imaginados como servicios estatales. Lo que venía siendo una película. Pero aquí estamos. Justo después de anunciar la inmersión de Amazon en el sector de la salud, Jeff acaba de decidir ayudar a los sin-techo y a las comunidades de bajos ingresos con donaciones y escuelas sin ánimo de lucro.
“Usaremos los mismos principios que nos han guiado en Amazon”, explica, entusiasmado. “El niño será el cliente”. Mmm. Clientes que compran esta clase de tonterías también compraron aquella que sugería que Elon Munsk es un humanitario o que Mark Zuckerberg fue esencial el año pasado por querer compartir historias con los americanos humildes.
A bote pronto, Jeff ya ha tenido dos muy claras oportunidades para ayudar a los sin-techo y a las familias pobres. Una fue en Seattle, donde tiene la sede central Amazon, y donde la compañía bloqueó una propuesta fiscal local destinada a grandes empresas, que pretendía aliviar la crisis de los sin-techos en la ciudad, mediante la paralización de un proyecto inmobiliario. La segunda fue, simplemente, por no pagar mejor a sus trabajadores. Los proyectos de beneficiencia comienzan en los pasillos de los 89 almacenes de Amazon, allí donde el personal en nómina de la multinacional llegar a tener que hacer sus necesidades en botellas de plástico ante el temor de ir al baño y que les descuenten parte del sueldo.
Pero tipos como Jeff no quieren gobiernos u hormigas trabajadoras apropiadamente remuneradas, que requieren créditos para lo que, después de todo, no debería ser sino la recompensa por su trabajo. La regla que aprendes en el “Day One” de un filántropo multimillonario es que no piensa dar dinero mediante su negocio a la gente pobre que, literalmente, ya trabaja para él. Por lo visto lo malgastarían. Sin embargo, si quieres que hagan cola y lo soliciten a través de una subvención por la que el señor filántropo recibirá un aplauso, entonces la cosa es diferente. La dignidad es algo que él distribuye, no algo que los otros conquistan. Se ve que se perdió ese capítulo de “La riqueza de las naciones”. O es que tenía una edición con partes selladas.
Pero el cálido resplandor que pretende atribuirse nuestro amigo Jeff no termina ahí. Existe toda una industria de premios filantrópicos prefabricados establecidos para vanagloriar a bondadosos como él. Y el resto de los mortales solamente necesita esperar a la primera historia de un trabajador de Amazon lanzado a los brazos del caritativo Bezos para alcanzar unos ingresos dignos. Lo del ouroboros seguramente le importe un huevo. Luego, tal vez la historia aparezca en el Washington Post, el venerado -de manera totémica- periódico que él mismo posee y que recibe una ridícula cantidad de préstamos bancarios por aislarlo editorialmente. Y ni siquiera eso.
Hay, por supuesto, una tercera vía por la cual los multimillonarios tecnológicos podrían hacer del mundo un lugar mejor, pero por alguna extraña razón siempre reculan: ¡impuestos! El año pasado los beneficios de Amazon en el Reino Unido se triplicaron, pero su factura de impuestos, ¡oh!, cayó.
¿Cómo puede alguien que no paga impuestos decentemente ser referido como “filántropo”? Lo siento por dejar a Jeff y a todos los demás a la altura de la gente corriente -sanitarios, docentes, albañiles, etc.-, aquellos que pagan una porción apropiada de sus maltrechos salarios para las sociedades en las que todos, incluido Jeff, vivimos. Pero no te puedes dedicar a integrar en tu plantilla súper contables con el único fin de optimizar cada posible céntimo de impuestos a pagar, después retribuirles con un minúsculo porcentaje de lo que te han hecho ahorrar, y finalmente esperar ser tratado como el redentor de la humanidad.
Visto con perspectiva, Jeff es otra de esa clase de emisarios que te hacen enfermar para poder sanarte. Véase por ejemplo Gwyneth Paltrow, cuya pringosa página web está siempre abordando diversas cuestiones sobre la salud de las mujeres, pero luego publicita todo tipo de excentricidades que causan la mitad de todos esos problemas. O véase también el Partido Conservador, que se ha pasado los últimos años destruyéndolo todo para a continuación decir que solamente son ellos los que lo pueden solucionar.
El mejor de todos sus trucos es, sin embargo, convencer a la gente de que ellos son la solución y no el problema. Es increíble pensar que tan solo hace diez minutos la gente estaba tuiteando a Musk: “Contamos contigo para hacernos llegar a Marte y escapar de Trump, colega”.
¿Hola? Elon no os va a salvar. Elon os va a llamar pedófilos si osáis rescatar a unos niños sin usar su mini-submarino. Elon es – ¿cómo decirlo?- una mierda intergaláctica. En los reinos de la fantasía donde él tiene la capacidad de colonizar Marte, él se llevará al espacio a Jeff junto a otra clase de basura intergaláctica, en una versión tech de El Rapto, y la última cosa que la humanidad verá mientras se piran es la palabra Pedófilo brillando en una especie de adiós nuclear.
Así que, por supuesto, sé que os estoy destrozando, pero no hemos descubierto aún la nueva raza de personas buenas. El nuevo jefe no es el mismo que el viejo, no. Probablemente, es mucho peor. Porque esto no es filontropía, es falsantropía.
* Artículo de Marina Hyde, publicado en inglés en The Guardian
http://www.elcaptor.com/economia/bezos-trabajadores-pobres-pagarles-mejor
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jueves, 27 de septiembre de 2018
miércoles, 1 de agosto de 2018
Uno de cada cinco jóvenes con trabajo se encuentra en riesgo de pobreza. La proporción de trabajadores en riesgo de pobreza ha crecido en España 2,2 puntos en cinco años.
Ana Isabel Cordobés
Cuarto Poder
Los peor parados son los jóvenes entre 18 y 25 años: el riesgo de pobreza ha crecido en 6 puntos en solo un lustro
Tener trabajo ya no asegura unas condiciones de vida dignas. Eso es lo que se desprende de numerosos estudios sobre un fenómeno que cada vez es más conocido y menos ajeno: los trabajadores pobres o en riesgo de pobreza. El último estudio que lo corrobora es la encuesta de condiciones de vida publicada por Eurostat.
Casi uno de cada cinco jóvenes con trabajo se encuentra en riesgo de pobreza. Y es un dato mucho peor ahora que en el inicio de la crisis. Ahora, el 18,3% de los trabajadores entre 18 y 25 años tiene riesgo de caer en pobreza. En 2011, la proporción era del 13,1%. Más de 6 puntos de diferencia en tan solo cinco años (los datos de Eurostat recogen cifras de 2016). Estos datos completan el mapa mundial, en el que España es el séptimo país de la OCDE con mayor proporción de trabajadores pobres.
La proporción de trabajadores pobres jóvenes es la cuarta más alta de toda la Unión Europea, por detrás de Rumanía, con un 31,2%, Dinamarca, con un 21,3%, y Grecia, con un 19%. Entre el resto de trabajadores también aumenta el riesgo de pobreza, pero de una manera más sosegada y solo disminuye entre aquellos trabajadores en edad de jubilación o ya jubilados, los mayores de 65 años.
9 de cada 10 jóvenes viven aún con sus padres
Las consecuencias de la alta proporción de trabajadores jóvenes pobres se refleja en el aumento de jóvenes entre 18 y 24 que viven con sus padres. El 92,4% de ellos no han podido independizarse y tener su propio hogar. 4 de cada 10 jóvenes de 25 a 34 años también viven con sus padres. La proporción ha crecido respecto al inicio de la crisis. En 2011, eran un 36,6% de los jóvenes. Más del 25% de todos ellos están empleados a tiempo completo.
Uno de cada cuatro hogares sin hijos, en riesgo de pobreza
Tener a cargo niños o jóvenes en dependencia económica no exime a los hogares españoles de salir del riesgo de exclusión por pobreza. El 23,8% de los hogares sin hijos a su cargo se encuentra en riesgo de pobreza. Entre aquellos con hogares a su cargo, el porcentaje asciende al 32%.
La situación es crítica entre aquellos adultos solos con hijos a su cargo: el 53% de ellos se encuentra en riesgo de pobreza. La soledad en la crianza es un factor esencial en la posible carencia de medios económicos: existe una diferencia marcada entre aquellos hogares con un adulto e hijos a su cargo y aquellos con dos adultos. Las familias con dos adultos e hijos a su cargo en riesgo de pobreza baja a la mitad, el 25,4%.
Fuente:
http://www.cuartopoder.es/economia/2018/07/25/uno-de-cada-cinco-jovenes-con-trabajo-se-encuentra-en-riesgo-de-pobreza/
Cuarto Poder
Los peor parados son los jóvenes entre 18 y 25 años: el riesgo de pobreza ha crecido en 6 puntos en solo un lustro
Tener trabajo ya no asegura unas condiciones de vida dignas. Eso es lo que se desprende de numerosos estudios sobre un fenómeno que cada vez es más conocido y menos ajeno: los trabajadores pobres o en riesgo de pobreza. El último estudio que lo corrobora es la encuesta de condiciones de vida publicada por Eurostat.
Casi uno de cada cinco jóvenes con trabajo se encuentra en riesgo de pobreza. Y es un dato mucho peor ahora que en el inicio de la crisis. Ahora, el 18,3% de los trabajadores entre 18 y 25 años tiene riesgo de caer en pobreza. En 2011, la proporción era del 13,1%. Más de 6 puntos de diferencia en tan solo cinco años (los datos de Eurostat recogen cifras de 2016). Estos datos completan el mapa mundial, en el que España es el séptimo país de la OCDE con mayor proporción de trabajadores pobres.
La proporción de trabajadores pobres jóvenes es la cuarta más alta de toda la Unión Europea, por detrás de Rumanía, con un 31,2%, Dinamarca, con un 21,3%, y Grecia, con un 19%. Entre el resto de trabajadores también aumenta el riesgo de pobreza, pero de una manera más sosegada y solo disminuye entre aquellos trabajadores en edad de jubilación o ya jubilados, los mayores de 65 años.
9 de cada 10 jóvenes viven aún con sus padres
Las consecuencias de la alta proporción de trabajadores jóvenes pobres se refleja en el aumento de jóvenes entre 18 y 24 que viven con sus padres. El 92,4% de ellos no han podido independizarse y tener su propio hogar. 4 de cada 10 jóvenes de 25 a 34 años también viven con sus padres. La proporción ha crecido respecto al inicio de la crisis. En 2011, eran un 36,6% de los jóvenes. Más del 25% de todos ellos están empleados a tiempo completo.
Uno de cada cuatro hogares sin hijos, en riesgo de pobreza
Tener a cargo niños o jóvenes en dependencia económica no exime a los hogares españoles de salir del riesgo de exclusión por pobreza. El 23,8% de los hogares sin hijos a su cargo se encuentra en riesgo de pobreza. Entre aquellos con hogares a su cargo, el porcentaje asciende al 32%.
La situación es crítica entre aquellos adultos solos con hijos a su cargo: el 53% de ellos se encuentra en riesgo de pobreza. La soledad en la crianza es un factor esencial en la posible carencia de medios económicos: existe una diferencia marcada entre aquellos hogares con un adulto e hijos a su cargo y aquellos con dos adultos. Las familias con dos adultos e hijos a su cargo en riesgo de pobreza baja a la mitad, el 25,4%.
Fuente:
http://www.cuartopoder.es/economia/2018/07/25/uno-de-cada-cinco-jovenes-con-trabajo-se-encuentra-en-riesgo-de-pobreza/
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lunes, 28 de mayo de 2018
España es el país de la UE con más porcentaje de trabajadores pobres. El 14,8% de los hogares con trabajadores viven bajo el umbral de la pobreza.
Las estadísticas que destacan la pobreza laboral y la desigualdad en España se apilan. Esta misma semana ha sido un estudio de Fedea y Accenture, en colaboración con entidades como Caritas o Cruz Roja, el que resaltaba que en España hay casi cinco millones de personas que viven entre la precariedad, la pobreza laboral y el desempleo. En esa misma línea abunda la OCDE al cuantificar que en el 14,8% los hogares españoles en los que hay, al menos, una persona con trabajo se vive por debajo del umbral de la pobreza. La organización que dirige el mexicano Gurría sitúa ese nivel relativo en el 50% de la mediana de los ingresos disponibles en cada país.
Para hacer estos cálculos, la OCDE parte de la Encuesta Europea de Ingresos y Condiciones de Vida para la mayor parte de países europeos, completada en algunos casos, como en el de España, con otras fuentes. En los países no europeos, recurre a las estadísticas propias de cada estado. Con ellos elabora una comparación, que ha difundido esta semana a través de sus redes, en la víspera de la celebración en Canadá de un encuentro de Ministros de Asuntos Sociales para analizar las políticas que llevan a la “prosperidad compartida”. En esa comparación se ve que en China sería el 25% de los hogares los que vivirían bajo el umbral de la pobreza, seguidos de India (18,5%) y Costa Rica (15,9%)
Ninguno de estos países forma parte del club de países industrializados. Entre los que sí forman parte de él, los primeros que aparecen en lista aparecen Turquía (15,3%), México (15,3%) y España (14,8%), que también sería el primero de los que, a la vez, integran la Unión Europea. En el otro extremo de la tabla, se encuentran países como Irlanda, Alemania o República Checa.
Para Florentino Felgueroso, investigador de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) y autor del informe presentado esta semana, estos números de la OCDE, como los que él mismo ha elaborado, “muestran que España tiene un problema evidente de pobreza en el trabajo”. “Esto viene de antiguo”, destaca. Y añade: “No es suficiente con generar empleo”.
No obstante, Felgueroso también pone un pero a estas cifras ya que son de hace al menos tres años: “No son actuales. Estos resultados son de 2015, con datos de 2014. Y se publican después”. Esto puede provocar, señala el investigador, que la situación de los encuestados haya cambiado mucho cuando se publican.
Debido a esto, Felgueroso ha tratado de proyectar en su estudio cuántas de las personas que se encuentran entre la pobreza laboral, la precariedad, el paro o la inactividad pero con disposición al trabajo tienen una alta probabilidad de continuar en esa misma situación en los 12 meses siguientes. El resultado que ha obtenido es cuatro millones, algo menos de los 4,78 millones que sufrían en 2017 esta misma situación viviendo en hogares con ingresos bajos.
Las cifras de la OCDE también inciden en una tendencia que se ha dado durante la crisis. El porcentaje de hogares compuesto por personas jóvenes que viven bajo el umbral de la pobreza supera de largo al de los más mayores. Entre quienes tienen entre 18 y 25 años, los hogares que viven debajo de ese nivel llegan al 22,1%. Mientras que cuando se trata de mayores de 65 años, el porcentaje baja hasta el 5,9%.
La situación española destaca menos en las estadísticas de la OCDE cuando se observa la desigualdad, aunque también queda por encima de la media con nitidez. De acuerdo con el índice Gini, el medidor de desigualdad más aceptado en el que cero es la igualdad absoluta y uno 1o contrario, España se sitúa en el 0,3446, por detrás de países como Suráfrica, que lidera la lista con el 0,623, China (0,514) o India (0,495).
Cerca de la media de los países de la organización (0,317), o algo por debajo se sitúan países como Holanda (0,303), Francia (0,295), Polonia (0,292) o Alemania (0,289). Los estados menos desiguales, a tenor de estos datos, son Islandia, Eslovenia y la República Checa.
https://elpais.com/economia/2018/05/09/actualidad/1525891014_281592.html
Bruselas alerta del alto nivel de desigualdad y pobreza en España pese a la recuperación
viernes, 4 de mayo de 2018
Los sueldos en España crecen cinco veces menos que en la zona euro. En 2017 el salario por hora subió un 2% en la Eurozona y un 0,4% en España.
La divergencia entre la marcha de la economía española y sus salarios se agudiza cuando se compara con la situación en el resto de la Unión Europea y en la zona euro.
España destaca en el continente por su crecimiento y por la fuerte creación de empleo. Pero también lo hace por su anemia salarial. El año pasado el salario por hora subió un 2% en el conjunto de la Eurozona, cinco veces más que en España, donde el aumento apenas fue del 0,4%, según los cálculos de la oficina europea de estadísticas, Eurostat, para el conjunto de la economía, excluyendo el sector agrícola.
Este incremento es uno de los menores de toda Europa. Solo supera el saldo de 2017 de Finlandia, donde las retribuciones de los asalariados menguaron un 0,4% respecto al año anterior. Y empeora un poco sobre el comportamiento salarial registrado en Grecia e Italia, donde los sueldos subieron un 0,7%.
La misma tónica se mantiene una vez se añade al coste salarial de los trabajadores las cotizaciones y las remuneraciones no dinerarias. En ese caso España también experimentó un comportamiento débil respecto al conjunto de la Unión Europea y de la zona euro. Solo se anotó un aumento del 0,5% frente a ganancias del 2,3% y del 1,9%, respectivamente.
22,5 euros por hora
Si en lugar de las variaciones anuales se toman las retribuciones reales, en España el coste laboral se queda en el 75% del resto de la zona euro y en el 82% de la Unión Europea. Traducido en euros contantes y sonantes, esto es que por cada hora trabajada el coste laboral para un empresario en España asciende a 22,5 euros, mientras que en la zona euro es de 30,1 euros y en el conjunto de la Unión de 27,2 euros.
Dentro la UE, el país que tiene el mayor coste es Dinamarca, con 40,3 euros por hora, seguido de Luxemburgo (39,1 euros). En Alemania y Francia, por su parte, este coste es de 32,4 euros y de 34,2 euros, respectivamente. En el otro extremo de la tabla aparecen Bulgaria, con 4,9 euros, y Letonia (6,9).
https://elpais.com/economia/2018/04/09/actualidad/1523297941_113572.html
España destaca en el continente por su crecimiento y por la fuerte creación de empleo. Pero también lo hace por su anemia salarial. El año pasado el salario por hora subió un 2% en el conjunto de la Eurozona, cinco veces más que en España, donde el aumento apenas fue del 0,4%, según los cálculos de la oficina europea de estadísticas, Eurostat, para el conjunto de la economía, excluyendo el sector agrícola.
Este incremento es uno de los menores de toda Europa. Solo supera el saldo de 2017 de Finlandia, donde las retribuciones de los asalariados menguaron un 0,4% respecto al año anterior. Y empeora un poco sobre el comportamiento salarial registrado en Grecia e Italia, donde los sueldos subieron un 0,7%.
La misma tónica se mantiene una vez se añade al coste salarial de los trabajadores las cotizaciones y las remuneraciones no dinerarias. En ese caso España también experimentó un comportamiento débil respecto al conjunto de la Unión Europea y de la zona euro. Solo se anotó un aumento del 0,5% frente a ganancias del 2,3% y del 1,9%, respectivamente.
22,5 euros por hora
Si en lugar de las variaciones anuales se toman las retribuciones reales, en España el coste laboral se queda en el 75% del resto de la zona euro y en el 82% de la Unión Europea. Traducido en euros contantes y sonantes, esto es que por cada hora trabajada el coste laboral para un empresario en España asciende a 22,5 euros, mientras que en la zona euro es de 30,1 euros y en el conjunto de la Unión de 27,2 euros.
Dentro la UE, el país que tiene el mayor coste es Dinamarca, con 40,3 euros por hora, seguido de Luxemburgo (39,1 euros). En Alemania y Francia, por su parte, este coste es de 32,4 euros y de 34,2 euros, respectivamente. En el otro extremo de la tabla aparecen Bulgaria, con 4,9 euros, y Letonia (6,9).
https://elpais.com/economia/2018/04/09/actualidad/1523297941_113572.html
sábado, 16 de septiembre de 2017
Entrevista a Recce Jones, geógrafo y autor de "Violent Borders". “El poder usa las fronteras para limitar el acceso de los pobres a salarios más altos”.
Álvaro Guzmán Bastida
Ctxt
¿Por qué se han convertido en cementerios las fronteras del mundo? Tan incómoda pregunta rondaba la mente del geógrafo Reece Jones (Virginia, 1976) cuando escribía su penúltimo libro. Tras quince años estudiando el fenómeno migratorio, Jones terminaba un trabajo sobre tres fronteras concretas --las que separan EE.UU. de México, Israel de Palestina e India de Bangladesh-- cuando se percató de que las muertes en esos y otros puntos fronterizos no paraban de aumentar. Decidió investigar por qué. El resultado, Violent Borders, es una demoledora radiografía de la violencia en las fronteras de todo el mundo. A través de un minucioso análisis histórico, jurídico, sociológico y económico, trufado de historias personales de los migrantes que tratan de cruzar esas fronteras, Jones dibuja un siniestro panorama en el que las políticas diseñadas para limitar la migración fracasan en ese propósito, y en cambio desvían los flujos migratorios hacia rutas más violentas, llenando las fronteras marítimas y terrestres de cadáveres. Jones, profesor de geografía en la Universidad de Hawaii, atiende por Skype a CTXT para detallar las causas y consecuencias de la violencia fronteriza y exponer su propuesta para solucionarla: abrir las fronteras a las personas y ponerle coto al capital.
Dedica gran parte del libro a examinar las causas y efectos de la migración a nivel global. ¿Qué ha descubierto acerca de los motivos que llevan la gente a emigrar?
Varían mucho según el lugar de origen y las circunstancias. Por un lado, existe un gran grupo de sirios y eritreos que cruzan a Europa huyendo de la violencia o la represión estatal. Por otro, hay otra mucha gente que emigra por motivos económicos, al escasear el trabajo y las oportunidades en los lugares donde viven y existir estos en otros países. Por ejemplo, los sirios han sido mayoría entre quienes viajaban a Europa en los últimos años, pero hasta el momento en 2017 el país de donde más gente cruza el Mediterráneo es Bangladesh, donde no hay una guerra sino necesidad económica, y gente que toma la decisión de salir en busca de oportunidades.
Uno de los asuntos centrales de su trabajo es la erosión del derecho a la libre circulación de las personas. ¿Cómo se ha limitado ese derecho?
Existe una larga historia de Estados y gente en posiciones de poder que usan las restricciones a la libre circulación de las personas para limitar el acceso de los pobres a salarios más altos. En el libro, trazo una conexión entre el sistema actual y la esclavitud, la servidumbre, el feudalismo y las leyes de pobres, vagos y maleantes. Todos eran mecanismos para limitar la capacidad de los pobres de desplazarse para buscar salarios más altos y para obligarles a seguir viviendo en una zona concreta, y así acceder a su mano de obra y explotarla para lucrarse. Hoy en día vemos un proceso similar a mayor escala. Lo que antes sucedía dentro de cada país ahora sucede entre países, de modo que los pobres hoy están ‘contenidos’ por fronteras, pasaportes o el concepto de ciudadanía, produciendo una relación muy parecida a la de antaño. Desde hace cien años se está erosionando el derecho a la libre circulación. En EE.UU., por ejemplo, no hubo ninguna restricción sobre quién podía entrar en el país hasta la década de 1880, con la Ley de Exclusión China. Hasta 1924, el país no tuvo un sistema universal que regulase quién podía entrar en él o convertirse en ciudadano, y muchos de los pobres de Europa pudieron hacerlo a finales del XIX.
Dedica el primer capítulo del libro a la que llama “la frontera más mortífera del mundo”, en referencia a la que rodea a la UE. ¿Cómo pasó Europa de desmantelar las fronteras nacionales hace un par de décadas a convertirse en una fortaleza, y por qué es la frontera más letal del planeta?
En cierto modo, la narrativa de que la UE ha eliminado las fronteras es falsa. Más bien las movió de sitio. Aunque es cierto que la UE eliminó las divisiones entre sus países miembros, nunca deshizo las fronteras externas. Todo lo contrario. En los últimos veinte años, mientras aumentaba el número de migrantes, la UE ha dedicado gran empeño a restringir el movimiento, en especial en el Mediterráneo. España, por ejemplo, permitió el libre movimiento desde el Norte de África hasta que se unió al Tratado Schengen, en los noventa. Francia permitía sin restricciones reales la inmigración de África durante los ochenta. Tanto en la frontera Sur de EE.UU. como en las de la UE, se observa una tendencia clara: mientras se levantan muros, se endurecen los controles migratorios, se destinan más agentes a patrullar los espacios fronterizos, no se consigue el objetivo de frenar la inmigración, pero sí que se disparen las muertes. En 2017, mueren dos personas de cada cien que intenta cruzar el Mediterráneo. Esa cifra era de 0,3 en 2015. Hay muchísimos más barcos patrullando, y se han construido muros, por ejemplo en los Balcanes, cerrando una ruta de acceso relativamente fácil a la UE. Todo este endurecimiento empuja a la gente hacia rutas realmente peligrosas y hace que muera mucha más gente en los viajes.
Al describir la frontera entre México y EE.UU., relata una sorprendente historia: dicha frontera no se marcó con piedras hasta 1890, y no se empezó a patrullar hasta 1924.
La Patrulla Fronteriza de EE.UU. se creó en 1924, que fue el mismo año en el que se aprobó por primera vez una ley migratoria nacional. Ambos hechos están íntimamente relacionados. Había policía patrullando las zonas limítrofes antes de eso. No cabe duda de que hubo un proyecto coordinado de ‘anglicanización' de esos espacios, de expulsar a los nativos americanos y a lo antiguos ciudadanos mexicanos que se habían quedado en Texas. Pero la línea fronteriza en sí misma no se patrullaba. La gente podía cruzarla libremente.
Describe cómo esa misma frontera se militarizó tras el 11-S. ¿Que llevó a su militarización y cuáles fueron las consecuencias de la misma?
Son tendencias que se remontan a finales de los noventa, pero que se aceleran tras el 11-S, cuando empiezan a llover los fondos gubernamentales. Entra una gran cantidad de dinero en la Patrulla Fronteriza y el Departamento de Seguridad Nacional, que lleva a la militarización de la frontera. Cuando hablo de militarización, me refiero a varias cosas. En primer lugar, al reciclado de tecnologías bélicas desarrolladas para Iraq o Afganistán, utilizadas ahora en la frontera. Luego está el creciente número de veteranos de esas guerras, que al dejar el ejército ingresan en la Patrulla Fronteriza. Hay una ley en el Congreso ahora mismo, impulsada por John McCain, que pretende agilizar ese proceso al facilitar la contratación de veteranos de guerra para hacer de guardas fronterizos. Luego está el cambio de mentalidad de los propios agentes. En los setenta y ochenta eran muy parecidos a la policía: buscaban a gente que infringía la ley migratoria o de tráfico de personas, a los que arrestaban y mandaban de vuelta a México. Desde el 11-S, se reimaginó la frontera como un lugar en el que detener el terrorismo, los agentes fronterizos hoy en día piensan, y actúan, en la frontera como la primera línea de batalla contra el terrorismo. Una vez que se produce ese cambio de mentalidad, cambia la manera en la que interactúan con la gente. Tienden a pensar en las personas como potenciales terroristas, y a recurrir a la violencia como primera opción, en lugar de respetar la presunción de inocencia.
Ha mencionado antes el papel de las fronteras para controlar el movimiento de los pobres. ¿Qué influencia tienen las diferencias de clase y el desarrollo desigual en la configuración de las políticas fronterizas?
Durante su campaña presidencial, Trump hablaba mucho sobre las fronteras, y su discurso se centraba en el impacto negativo de la globalización y la conexiones económicas transfronterizas en la clase trabajadora estadounidense. Pero esa narrativa obvia algo fundamental: que el mismo impacto negativo se ha producido al otro lado de la balanza. Lo que ha hecho la globalización ha sido abrir las fronteras para el capital. Se han levantado las barreras para las corporaciones mediante todos los acuerdos de libre comercio que permiten que las grandes empresas operen en múltiples jurisdicciones, buscando los salarios más bajos, pero no se han abierto esas barreras para los trabajadores, que se ven contenidos en bancos de mano de obra barata. También se ha levantado las barreras regulatorias. Las grandes multinacionales acceden a diferentes regímenes regulatorios en los que no hay salario mínimo, ni protecciones medioambientales ni laborales, lo que permite que las corporaciones se queden con todos los beneficios. La globalización ha producido esa competencia a la baja, que ha perjudicado a los trabajadores de EE.UU. y Europa, pero también a los del otro extremo del mundo. Los beneficios resultantes han ido a parar a las corporaciones, lo que exacerba las desigualdades.
En su relato, las fronteras realmente no sirven para proteger a las sociedades, sino que generan no solo desigualdad, sino violencia hacia las personas y el medioambiente. Escribe que “el endurecimiento de las fronteras es una fuente de violencia, no una respuesta a la misma”. ¿De qué manera generan violencia las fronteras?
Crear una frontera es un acto inherentemente violento, porque tras dibujar una línea en un mapa, uno tiene que imponer esa división sobre el terreno, estableciendo que un grupo de personas controla los recursos, la tierra y a la gente en ese espacio geográfico, lo que por definición excluye a otra gente del derecho a trasladarse a ese lugar. La única manera de imponer eso es, en último término, mediante el uso de la violencia. La violencia es producto de la frontera, no del movimiento de la gente.
Sobre su respuesta a la retórica de la campaña de Trump, y su argumento de que los controles fronterizos contribuyen a la desigualdad: ¿Cómo hacen las fronteras que aumenten las desigualdades?
Déjame que le dé la vuelta a la pregunta. Un gran número de economistas ha demostrado que la manera más fácil de aumentar la riqueza de la gente en zonas pobres es eliminar restricciones a su libre movimiento, porque esto les permite acceder a los salarios más altos trasladándose a donde están esos salarios. Es una forma de encuentro entre el capital y los trabajadores más eficiente. El actual sistema retiene a los trabajadores en ciertos lugares y permite que el capital se mueva libremente para aprovecharse de las concentraciones de mano de obra barata. Una de las formas más claras de ponerle freno a eso es abrir las fronteras al libre movimiento, permitiendo que los trabajadores se desplacen. Aunque parezca lo contrario, los estudios demuestran que el movimiento de las personas traspasando las fronteras resulta beneficioso a ambos lados de la balanza: no solo para los trabajadores que se trasladan, sino para las economías que los reciben. En EE.UU., por ejemplo, la inmigración ha tenido un impacto neto positivo en la economía del país.
Hemos hablado de Europa y EE.UU., pero la realidad de estas fronteras, y su militarización, se ha expandido por todo el planeta, desde Israel a Australia. Leyendo su libro aprendemos que la frontera entre India y Bangladesh es en la que más gente matan las fuerzas de seguridad, y que India es el país del mundo con más kilómetros de vallas y muros. Si los muros tienen que ver con la preservación de la riqueza y el privilegio, ¿cuál es su papel en el Sur del planeta?
Un colega francés y yo hemos cruzado el PIB per cápita de diversos países con los datos sobre dónde se construyen nuevos muros. La correlación es clarísima: se levantan muros allá donde hay un país más pobre que otro que hacen frontera. El PIB per cápita de la India es mucho más alto que el de Bangladesh, y hay veinte millones de bengalíes trabajando en India. El aspecto económico está clarísimo.
A menudo escuchamos a los gobiernos occidentales echar la culpa de las muertes de refugiados y migrantes a los traficantes. Y sin embargo, usted defiende que esas muertes son parte integral del régimen fronterizo, y que la responsabilidad última corresponde a los estados. ¿Qué hace que muera tanta gente en las fronteras?
Si la gente tuviera una forma segura de viajar de un país a otro, no recurriría a los traficantes. Les cuesta cinco, seis o siete mil dólares viajar de Bangladesh a Europa. Un billete de avión se consigue por mil. El que no existan vías seguras para el viaje arroja a los migrantes a los brazos de los traficantes. Su negocio se basa en esas restricciones fronterizas. La verdadera culpa recae en la UE y los gobiernos que implementan las políticas que obligan a la gente a tomar rutas cada vez más peligrosas.
Al analizar la actual crisis de los refugiados, dedica bastante espacio a examinar la Paz de Westfalia. ¿Qué papel juegan las fronteras del pasado en el desplazamiento de los refugiados del presente?
Un papel enorme. La historia del colonialismo pasa por el expolio de recursos de otras regiones para cimentar la riqueza de Europa y EE.UU. Y entonces, cuando termina el colonialismo tras la Segunda Guerra Mundial, las fronteras que quedaron habían sido dibujadas por las potencias europeas, a menudo los británicos. Esas fronteras no representan entidades políticas históricas, ni estados coloniales. Son fronteras coloniales superpuestas a los diferentes grupos culturales, lingüísticos, étnicos, que trajeron consigo grandes conflictos, porque los diferentes grupos pasan a competir por el control de esos espacios. Esa violencia luego hace que la gente cruce las fronteras camino de Europa. La gente que intenta entrar en Europa hoy huye en realidad de fronteras que dejó tras de sí el colonialismo europeo.
También escribe sobre la progresiva disolución de la barrera entre los Estados que controlan sus fronteras y el negocio privado que penetra un nuevo mercado. Por ejemplo, cita estudios que proyectan que la industria de las seguridad fronteriza alcanzará un astronómico volumen de ciento siete mil millones de dólares de facturación para 2020. ¿Cómo ha emergido esa industria y qué efecto tiene su desarrollo?
Toda esta industria ha surgido en los últimos treinta años. La gente a menudo piensa en el complejo industrial-militar, pero existe un nuevo complejo de seguridad-industrial, en el que toda una serie de empresas --a menudo de armas-- produce equipamiento y tecnología orientada hacia el mercado de la seguridad fronteriza. Esto despegó de verdad tras el 11-S. Al tiempo que el terrorismo pasaba a ser la prioridad de los espacios fronterizos, toda una serie de empresas se lanzaron a aprovecharse de todo ese influjo de dinero público dirigido hacia las fronteras. Se creó un ciclo en el cual las empresas tienen grandes ingresos, que utilizan para hacer lobby y conseguir que los gobiernos gasten más dinero en seguridad fronteriza, aumentando sus ingresos. Cada vez que se produce un atentado terrorista, el miedo que se produce se canaliza en más gasto en medidas de seguridad, a menudo en las fronteras. Ha emergido todo un mercado para la seguridad en las fronteras, del mismo modo que emergió el complejo militar-industrial en los cincuenta, después de la Segunda Guerra Mundial. Y luego está la privatización directa, como ha sucedido con los centros de detención de inmigrantes en EEUU.
En el plano político, tanto el Brexit como la elección de Trump llegaron de la mano de un renovado énfasis en el control fronterizo. Lo mismo sucede con el avance de la extrema derecha en Occidente. ¿Qué le sugiere el que las llamadas a aumentar el control fronterizo movilicen a una parte tan importante del electorado? ¿Que espera la gente que logren las fronteras?
Tanto el Brexit como Trump se basaron en un miedo muy real entre el electorado. Lo hemos hablado antes: muchos trabajadores han perdido empleos estables, bien pagados y con planes de pensiones o acceso sanitario por culpa de la globalización. Se han deslocalizado a otros países, y no se han sustituido por puestos de trabajo con condiciones similares. Fue muy efectivo políticamente defender que una manera de mejorar su situación era cerrar las fronteras y crear la idea histórica de una América separada del resto del mundo. El segundo factor es que el racismo es una fuerza muy potente. Desgraciadamente, el miedo al otro, a la amenaza de una supuesta invasión de gente de otras culturas, de creencias diferentes o con otro color de piel, es una forma muy eficaz de lograr apoyos para estas políticas excluyentes.
Y, sin embargo, usted defiende que las fronteras no son eficaces para atajar los problemas reales que moviliza el racismo.
En absoluto. Pero son una narrativa muy potente. Trump fue capaz de crear una serie de símbolos --como la construcción del muro-- que evocaban soluciones que la gente podía entender. Lo mismo sucede con el cierre de fronteras al comercio. Es un símbolo poderoso, que parece resolver problemas reales de la gente, pero en realidad no los solucionará.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, escribe, había sólo cinco muros fronterizos en el mundo. En 1990, tras la caída del Muro de Berlín, había quince, y hoy hay casi setenta. Si los muros son tan dañinos e ineficaces como ha descrito, ¿por qué no dejan de proliferar?
Hay un buen número de factores. Por un lado, el símbolo poderoso del que acabo de hablar: demuestran que el país está haciendo algo para resolver los problemas de la gente. Luego está la proliferación de esta industria, que presiona para que los Estados gasten más en seguridad. Una vez que se han construido unos cuantos muros, necesitan que se erijan más.
En su conclusión, reclama la apertura de fronteras para permitir la libre circulación de personas, y el establecimiento de una serie de condiciones laborales y protecciones medioambientales globales. ¿Cómo sería un mundo sin fronteras?
Es difícil de imaginar, porque aún no lo hemos probado. Pero lo fundamental es que esas medidas tienen que darse a la vez. No basta con abrir las fronteras. Aunque las abramos y permitamos la libre circulación de personas, si mantenemos las diferencias de derechos según la nacionalidad, los que tienen plenos derechos en un lugar concreto podrán abusar de quienes no los tienen. Se trata de abrir fronteras, pero también de generar igualdad de derechos en los territorios. También sugiero la idea de un salario mínimo global, que no sería el mismo en todo el mundo, sino más bien una serie de mínimos dependiendo de las circunstancias, que disminuyan los incentivos que tienen las grandes corporaciones para desplazar el empleo a los lugares con el menor salario posible. Si tuviéramos todo eso -igualdad de derechos en diferentes lugares, libertad de circulación entre esos lugares, un salario mínimo y regulaciones laborales similares a escala global- mejoraríamos drásticamente las condiciones de trabajo a ambos lados de la balanza. Sería bueno para los trabajadores de Europa y EE.UU., y también para los de los países pobres. La única parte que saldría perdiendo serían las corporaciones transnacionales, porque perderían la capacidad de aprovecharse de las divergencias en regulaciones y salarios.
Fuente:
http://ctxt.es/es/20170823/Politica/14632/Ctxt-Reece-Jones-fronteras-violencia-entrevista.htm
Ctxt
¿Por qué se han convertido en cementerios las fronteras del mundo? Tan incómoda pregunta rondaba la mente del geógrafo Reece Jones (Virginia, 1976) cuando escribía su penúltimo libro. Tras quince años estudiando el fenómeno migratorio, Jones terminaba un trabajo sobre tres fronteras concretas --las que separan EE.UU. de México, Israel de Palestina e India de Bangladesh-- cuando se percató de que las muertes en esos y otros puntos fronterizos no paraban de aumentar. Decidió investigar por qué. El resultado, Violent Borders, es una demoledora radiografía de la violencia en las fronteras de todo el mundo. A través de un minucioso análisis histórico, jurídico, sociológico y económico, trufado de historias personales de los migrantes que tratan de cruzar esas fronteras, Jones dibuja un siniestro panorama en el que las políticas diseñadas para limitar la migración fracasan en ese propósito, y en cambio desvían los flujos migratorios hacia rutas más violentas, llenando las fronteras marítimas y terrestres de cadáveres. Jones, profesor de geografía en la Universidad de Hawaii, atiende por Skype a CTXT para detallar las causas y consecuencias de la violencia fronteriza y exponer su propuesta para solucionarla: abrir las fronteras a las personas y ponerle coto al capital.
***
Dedica gran parte del libro a examinar las causas y efectos de la migración a nivel global. ¿Qué ha descubierto acerca de los motivos que llevan la gente a emigrar?
Varían mucho según el lugar de origen y las circunstancias. Por un lado, existe un gran grupo de sirios y eritreos que cruzan a Europa huyendo de la violencia o la represión estatal. Por otro, hay otra mucha gente que emigra por motivos económicos, al escasear el trabajo y las oportunidades en los lugares donde viven y existir estos en otros países. Por ejemplo, los sirios han sido mayoría entre quienes viajaban a Europa en los últimos años, pero hasta el momento en 2017 el país de donde más gente cruza el Mediterráneo es Bangladesh, donde no hay una guerra sino necesidad económica, y gente que toma la decisión de salir en busca de oportunidades.
Uno de los asuntos centrales de su trabajo es la erosión del derecho a la libre circulación de las personas. ¿Cómo se ha limitado ese derecho?
Existe una larga historia de Estados y gente en posiciones de poder que usan las restricciones a la libre circulación de las personas para limitar el acceso de los pobres a salarios más altos. En el libro, trazo una conexión entre el sistema actual y la esclavitud, la servidumbre, el feudalismo y las leyes de pobres, vagos y maleantes. Todos eran mecanismos para limitar la capacidad de los pobres de desplazarse para buscar salarios más altos y para obligarles a seguir viviendo en una zona concreta, y así acceder a su mano de obra y explotarla para lucrarse. Hoy en día vemos un proceso similar a mayor escala. Lo que antes sucedía dentro de cada país ahora sucede entre países, de modo que los pobres hoy están ‘contenidos’ por fronteras, pasaportes o el concepto de ciudadanía, produciendo una relación muy parecida a la de antaño. Desde hace cien años se está erosionando el derecho a la libre circulación. En EE.UU., por ejemplo, no hubo ninguna restricción sobre quién podía entrar en el país hasta la década de 1880, con la Ley de Exclusión China. Hasta 1924, el país no tuvo un sistema universal que regulase quién podía entrar en él o convertirse en ciudadano, y muchos de los pobres de Europa pudieron hacerlo a finales del XIX.
Dedica el primer capítulo del libro a la que llama “la frontera más mortífera del mundo”, en referencia a la que rodea a la UE. ¿Cómo pasó Europa de desmantelar las fronteras nacionales hace un par de décadas a convertirse en una fortaleza, y por qué es la frontera más letal del planeta?
En cierto modo, la narrativa de que la UE ha eliminado las fronteras es falsa. Más bien las movió de sitio. Aunque es cierto que la UE eliminó las divisiones entre sus países miembros, nunca deshizo las fronteras externas. Todo lo contrario. En los últimos veinte años, mientras aumentaba el número de migrantes, la UE ha dedicado gran empeño a restringir el movimiento, en especial en el Mediterráneo. España, por ejemplo, permitió el libre movimiento desde el Norte de África hasta que se unió al Tratado Schengen, en los noventa. Francia permitía sin restricciones reales la inmigración de África durante los ochenta. Tanto en la frontera Sur de EE.UU. como en las de la UE, se observa una tendencia clara: mientras se levantan muros, se endurecen los controles migratorios, se destinan más agentes a patrullar los espacios fronterizos, no se consigue el objetivo de frenar la inmigración, pero sí que se disparen las muertes. En 2017, mueren dos personas de cada cien que intenta cruzar el Mediterráneo. Esa cifra era de 0,3 en 2015. Hay muchísimos más barcos patrullando, y se han construido muros, por ejemplo en los Balcanes, cerrando una ruta de acceso relativamente fácil a la UE. Todo este endurecimiento empuja a la gente hacia rutas realmente peligrosas y hace que muera mucha más gente en los viajes.
Al describir la frontera entre México y EE.UU., relata una sorprendente historia: dicha frontera no se marcó con piedras hasta 1890, y no se empezó a patrullar hasta 1924.
La Patrulla Fronteriza de EE.UU. se creó en 1924, que fue el mismo año en el que se aprobó por primera vez una ley migratoria nacional. Ambos hechos están íntimamente relacionados. Había policía patrullando las zonas limítrofes antes de eso. No cabe duda de que hubo un proyecto coordinado de ‘anglicanización' de esos espacios, de expulsar a los nativos americanos y a lo antiguos ciudadanos mexicanos que se habían quedado en Texas. Pero la línea fronteriza en sí misma no se patrullaba. La gente podía cruzarla libremente.
Describe cómo esa misma frontera se militarizó tras el 11-S. ¿Que llevó a su militarización y cuáles fueron las consecuencias de la misma?
Son tendencias que se remontan a finales de los noventa, pero que se aceleran tras el 11-S, cuando empiezan a llover los fondos gubernamentales. Entra una gran cantidad de dinero en la Patrulla Fronteriza y el Departamento de Seguridad Nacional, que lleva a la militarización de la frontera. Cuando hablo de militarización, me refiero a varias cosas. En primer lugar, al reciclado de tecnologías bélicas desarrolladas para Iraq o Afganistán, utilizadas ahora en la frontera. Luego está el creciente número de veteranos de esas guerras, que al dejar el ejército ingresan en la Patrulla Fronteriza. Hay una ley en el Congreso ahora mismo, impulsada por John McCain, que pretende agilizar ese proceso al facilitar la contratación de veteranos de guerra para hacer de guardas fronterizos. Luego está el cambio de mentalidad de los propios agentes. En los setenta y ochenta eran muy parecidos a la policía: buscaban a gente que infringía la ley migratoria o de tráfico de personas, a los que arrestaban y mandaban de vuelta a México. Desde el 11-S, se reimaginó la frontera como un lugar en el que detener el terrorismo, los agentes fronterizos hoy en día piensan, y actúan, en la frontera como la primera línea de batalla contra el terrorismo. Una vez que se produce ese cambio de mentalidad, cambia la manera en la que interactúan con la gente. Tienden a pensar en las personas como potenciales terroristas, y a recurrir a la violencia como primera opción, en lugar de respetar la presunción de inocencia.
Ha mencionado antes el papel de las fronteras para controlar el movimiento de los pobres. ¿Qué influencia tienen las diferencias de clase y el desarrollo desigual en la configuración de las políticas fronterizas?
Durante su campaña presidencial, Trump hablaba mucho sobre las fronteras, y su discurso se centraba en el impacto negativo de la globalización y la conexiones económicas transfronterizas en la clase trabajadora estadounidense. Pero esa narrativa obvia algo fundamental: que el mismo impacto negativo se ha producido al otro lado de la balanza. Lo que ha hecho la globalización ha sido abrir las fronteras para el capital. Se han levantado las barreras para las corporaciones mediante todos los acuerdos de libre comercio que permiten que las grandes empresas operen en múltiples jurisdicciones, buscando los salarios más bajos, pero no se han abierto esas barreras para los trabajadores, que se ven contenidos en bancos de mano de obra barata. También se ha levantado las barreras regulatorias. Las grandes multinacionales acceden a diferentes regímenes regulatorios en los que no hay salario mínimo, ni protecciones medioambientales ni laborales, lo que permite que las corporaciones se queden con todos los beneficios. La globalización ha producido esa competencia a la baja, que ha perjudicado a los trabajadores de EE.UU. y Europa, pero también a los del otro extremo del mundo. Los beneficios resultantes han ido a parar a las corporaciones, lo que exacerba las desigualdades.
En su relato, las fronteras realmente no sirven para proteger a las sociedades, sino que generan no solo desigualdad, sino violencia hacia las personas y el medioambiente. Escribe que “el endurecimiento de las fronteras es una fuente de violencia, no una respuesta a la misma”. ¿De qué manera generan violencia las fronteras?
Crear una frontera es un acto inherentemente violento, porque tras dibujar una línea en un mapa, uno tiene que imponer esa división sobre el terreno, estableciendo que un grupo de personas controla los recursos, la tierra y a la gente en ese espacio geográfico, lo que por definición excluye a otra gente del derecho a trasladarse a ese lugar. La única manera de imponer eso es, en último término, mediante el uso de la violencia. La violencia es producto de la frontera, no del movimiento de la gente.
Sobre su respuesta a la retórica de la campaña de Trump, y su argumento de que los controles fronterizos contribuyen a la desigualdad: ¿Cómo hacen las fronteras que aumenten las desigualdades?
Déjame que le dé la vuelta a la pregunta. Un gran número de economistas ha demostrado que la manera más fácil de aumentar la riqueza de la gente en zonas pobres es eliminar restricciones a su libre movimiento, porque esto les permite acceder a los salarios más altos trasladándose a donde están esos salarios. Es una forma de encuentro entre el capital y los trabajadores más eficiente. El actual sistema retiene a los trabajadores en ciertos lugares y permite que el capital se mueva libremente para aprovecharse de las concentraciones de mano de obra barata. Una de las formas más claras de ponerle freno a eso es abrir las fronteras al libre movimiento, permitiendo que los trabajadores se desplacen. Aunque parezca lo contrario, los estudios demuestran que el movimiento de las personas traspasando las fronteras resulta beneficioso a ambos lados de la balanza: no solo para los trabajadores que se trasladan, sino para las economías que los reciben. En EE.UU., por ejemplo, la inmigración ha tenido un impacto neto positivo en la economía del país.
Hemos hablado de Europa y EE.UU., pero la realidad de estas fronteras, y su militarización, se ha expandido por todo el planeta, desde Israel a Australia. Leyendo su libro aprendemos que la frontera entre India y Bangladesh es en la que más gente matan las fuerzas de seguridad, y que India es el país del mundo con más kilómetros de vallas y muros. Si los muros tienen que ver con la preservación de la riqueza y el privilegio, ¿cuál es su papel en el Sur del planeta?
Un colega francés y yo hemos cruzado el PIB per cápita de diversos países con los datos sobre dónde se construyen nuevos muros. La correlación es clarísima: se levantan muros allá donde hay un país más pobre que otro que hacen frontera. El PIB per cápita de la India es mucho más alto que el de Bangladesh, y hay veinte millones de bengalíes trabajando en India. El aspecto económico está clarísimo.
A menudo escuchamos a los gobiernos occidentales echar la culpa de las muertes de refugiados y migrantes a los traficantes. Y sin embargo, usted defiende que esas muertes son parte integral del régimen fronterizo, y que la responsabilidad última corresponde a los estados. ¿Qué hace que muera tanta gente en las fronteras?
Si la gente tuviera una forma segura de viajar de un país a otro, no recurriría a los traficantes. Les cuesta cinco, seis o siete mil dólares viajar de Bangladesh a Europa. Un billete de avión se consigue por mil. El que no existan vías seguras para el viaje arroja a los migrantes a los brazos de los traficantes. Su negocio se basa en esas restricciones fronterizas. La verdadera culpa recae en la UE y los gobiernos que implementan las políticas que obligan a la gente a tomar rutas cada vez más peligrosas.
Al analizar la actual crisis de los refugiados, dedica bastante espacio a examinar la Paz de Westfalia. ¿Qué papel juegan las fronteras del pasado en el desplazamiento de los refugiados del presente?
Un papel enorme. La historia del colonialismo pasa por el expolio de recursos de otras regiones para cimentar la riqueza de Europa y EE.UU. Y entonces, cuando termina el colonialismo tras la Segunda Guerra Mundial, las fronteras que quedaron habían sido dibujadas por las potencias europeas, a menudo los británicos. Esas fronteras no representan entidades políticas históricas, ni estados coloniales. Son fronteras coloniales superpuestas a los diferentes grupos culturales, lingüísticos, étnicos, que trajeron consigo grandes conflictos, porque los diferentes grupos pasan a competir por el control de esos espacios. Esa violencia luego hace que la gente cruce las fronteras camino de Europa. La gente que intenta entrar en Europa hoy huye en realidad de fronteras que dejó tras de sí el colonialismo europeo.
También escribe sobre la progresiva disolución de la barrera entre los Estados que controlan sus fronteras y el negocio privado que penetra un nuevo mercado. Por ejemplo, cita estudios que proyectan que la industria de las seguridad fronteriza alcanzará un astronómico volumen de ciento siete mil millones de dólares de facturación para 2020. ¿Cómo ha emergido esa industria y qué efecto tiene su desarrollo?
Toda esta industria ha surgido en los últimos treinta años. La gente a menudo piensa en el complejo industrial-militar, pero existe un nuevo complejo de seguridad-industrial, en el que toda una serie de empresas --a menudo de armas-- produce equipamiento y tecnología orientada hacia el mercado de la seguridad fronteriza. Esto despegó de verdad tras el 11-S. Al tiempo que el terrorismo pasaba a ser la prioridad de los espacios fronterizos, toda una serie de empresas se lanzaron a aprovecharse de todo ese influjo de dinero público dirigido hacia las fronteras. Se creó un ciclo en el cual las empresas tienen grandes ingresos, que utilizan para hacer lobby y conseguir que los gobiernos gasten más dinero en seguridad fronteriza, aumentando sus ingresos. Cada vez que se produce un atentado terrorista, el miedo que se produce se canaliza en más gasto en medidas de seguridad, a menudo en las fronteras. Ha emergido todo un mercado para la seguridad en las fronteras, del mismo modo que emergió el complejo militar-industrial en los cincuenta, después de la Segunda Guerra Mundial. Y luego está la privatización directa, como ha sucedido con los centros de detención de inmigrantes en EEUU.
En el plano político, tanto el Brexit como la elección de Trump llegaron de la mano de un renovado énfasis en el control fronterizo. Lo mismo sucede con el avance de la extrema derecha en Occidente. ¿Qué le sugiere el que las llamadas a aumentar el control fronterizo movilicen a una parte tan importante del electorado? ¿Que espera la gente que logren las fronteras?
Tanto el Brexit como Trump se basaron en un miedo muy real entre el electorado. Lo hemos hablado antes: muchos trabajadores han perdido empleos estables, bien pagados y con planes de pensiones o acceso sanitario por culpa de la globalización. Se han deslocalizado a otros países, y no se han sustituido por puestos de trabajo con condiciones similares. Fue muy efectivo políticamente defender que una manera de mejorar su situación era cerrar las fronteras y crear la idea histórica de una América separada del resto del mundo. El segundo factor es que el racismo es una fuerza muy potente. Desgraciadamente, el miedo al otro, a la amenaza de una supuesta invasión de gente de otras culturas, de creencias diferentes o con otro color de piel, es una forma muy eficaz de lograr apoyos para estas políticas excluyentes.
Y, sin embargo, usted defiende que las fronteras no son eficaces para atajar los problemas reales que moviliza el racismo.
En absoluto. Pero son una narrativa muy potente. Trump fue capaz de crear una serie de símbolos --como la construcción del muro-- que evocaban soluciones que la gente podía entender. Lo mismo sucede con el cierre de fronteras al comercio. Es un símbolo poderoso, que parece resolver problemas reales de la gente, pero en realidad no los solucionará.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, escribe, había sólo cinco muros fronterizos en el mundo. En 1990, tras la caída del Muro de Berlín, había quince, y hoy hay casi setenta. Si los muros son tan dañinos e ineficaces como ha descrito, ¿por qué no dejan de proliferar?
Hay un buen número de factores. Por un lado, el símbolo poderoso del que acabo de hablar: demuestran que el país está haciendo algo para resolver los problemas de la gente. Luego está la proliferación de esta industria, que presiona para que los Estados gasten más en seguridad. Una vez que se han construido unos cuantos muros, necesitan que se erijan más.
En su conclusión, reclama la apertura de fronteras para permitir la libre circulación de personas, y el establecimiento de una serie de condiciones laborales y protecciones medioambientales globales. ¿Cómo sería un mundo sin fronteras?
Es difícil de imaginar, porque aún no lo hemos probado. Pero lo fundamental es que esas medidas tienen que darse a la vez. No basta con abrir las fronteras. Aunque las abramos y permitamos la libre circulación de personas, si mantenemos las diferencias de derechos según la nacionalidad, los que tienen plenos derechos en un lugar concreto podrán abusar de quienes no los tienen. Se trata de abrir fronteras, pero también de generar igualdad de derechos en los territorios. También sugiero la idea de un salario mínimo global, que no sería el mismo en todo el mundo, sino más bien una serie de mínimos dependiendo de las circunstancias, que disminuyan los incentivos que tienen las grandes corporaciones para desplazar el empleo a los lugares con el menor salario posible. Si tuviéramos todo eso -igualdad de derechos en diferentes lugares, libertad de circulación entre esos lugares, un salario mínimo y regulaciones laborales similares a escala global- mejoraríamos drásticamente las condiciones de trabajo a ambos lados de la balanza. Sería bueno para los trabajadores de Europa y EE.UU., y también para los de los países pobres. La única parte que saldría perdiendo serían las corporaciones transnacionales, porque perderían la capacidad de aprovecharse de las divergencias en regulaciones y salarios.
Fuente:
http://ctxt.es/es/20170823/Politica/14632/Ctxt-Reece-Jones-fronteras-violencia-entrevista.htm
miércoles, 2 de agosto de 2017
España es el paraíso (Más bien el infierno) de los trabajadores pobres (empobrecidos)
Jose A. Llosa
Ctxt
Jóvenes, mujeres, mayores de 45 años y autónomos sufren especialmente la precariedad laboral, que anula las tradicionales funciones del trabajo: seguridad, bienestar, dignidad, salud y ciudadanía
Sucede que al hablar de “juego estadístico” contamos con dos partículas: la primera es el juego, y no conviene olvidar que jugar, en último término, es un ejercicio de manipulación; la segunda es la estadística, la autoproclamada diosa de la nueva era social. La unión del juego y la estadística tiende a confluir en discurso político. Así, resulta escalofriante la cualidad legitimadora de los porcentajes cuando simplemente se descontextualizan. No es necesario más que situar el foco sobre un par de datos convenientes de la Encuesta de Población Activa para envolver en rigor científico lo que en realidad acaba siendo una mirada simplista, sesgada y posiblemente malintencionada de la realidad del trabajo.
El reciente hincapié sobre el descenso del desempleo en España sirve como ejemplo. Todo un discurso de recuperación económica sustentado sobre una tasa de paro, un indicador que viene rondando el 18%, que efectivamente desciende respecto a los datos cercanos al 25% de los últimos años, pero que duplica con holgura la media europea, situada en el 8,5% en 2016. Hacer discurso de un dato pésimo parece un juego peligroso, máxime cuando, tal y como indican los últimos datos de FOESSA, el 70% de familias españolas no ha percibido ninguna clase de mejoría respecto a su situación durante la crisis.
En una mesa redonda en la que tuve la suerte de participar recientemente, el profesor Josep M. Blanch afirmaba que los occidentales seguimos pensando como trabajadores fordistas aunque estemos trabajando en precario.
Trabajo líquido, casi gaseoso, frente al sólido trabajo de antaño. Un millennial, continuaba argumentando, maltrabaja hoy en condiciones de perpetua flexibilidad sin mayor inquietud, pero, si se le pregunta por su futuro a diez años vista, describirá el trabajo estable y asentado propio del Estado del bienestar. Tras el discurso de la recuperación en torno al empleo está la ilusión de rebobinado al mercado de trabajo estable, lo que ya es animal mitológico. El problema es que, mientras despertamos de la ensoñación, los derechos laborales están siendo triturados en un agresivo proceso de desregulación de las condiciones de trabajo. Y esto también nos lo muestran las cifras. Las cifras, las mismas que sirven para dar las buenas noticias por el incremento de la ocupación, muestran que el trabajo temporal alcanza cifras históricas con una tasa del 26,1% (tasa anual de 2016), la más alta desde 2008. Aquí la tendencia sí está clara: más del 90% de los nuevos contratos firmados en España son temporales.
No es necesario realizar un análisis especialmente profundo para concluir que, tras ese descenso en picado del mercado de trabajo, la recomposición no tiene como finalidad volver al estatus anterior, no es “el retorno al Sueño Americano” que promete Trump, sino que tiene como destino la precarización. La crisis ha servido de estrategia para amparar una nueva reconversión del mundo laboral, una más, en este caso diseñada bajo el dogma del empleo de mala calidad y la precariedad normalizada. Y la cara más extrema de estos nuevos modos de operar se encuentra en los trabajadores pobres: población ocupada que vive por debajo del umbral estandarizado de pobreza. Familias que, pese a contar con puestos de trabajo, sufren una situación económica extrema. En España nos situamos también a la cabeza en esta cuestión, con un 13,1% de trabajadores pobres; únicamente por detrás de Grecia y Rumanía, y alejados de la media de la Unión Europea.
Más allá de los fríos números, la cruda realidad nos presenta a cuatro grupos principalmente afectados por el trabajo en pobreza.
1. En primer lugar, los jóvenes como termómetro perpetuo de la incipiente precariedad. Los analistas europeos contemplan perplejos la alta edad de emancipación de los jóvenes españoles, mientras realmente nadie se está preguntando por las implicaciones de diversa índole que esta situación va a generar en un futuro inmediato. Ante la escasa cantidad y calidad de ofertas de trabajo, seguir viviendo en casa de los padres se convierte en la única salida para evitar, en muchos casos, entrar en procesos de exclusión. Eso aquí se sabe bien.
2. El segundo caso, también relacionado con la edad, es el denominado “edadismo”: personas mayores de 45 años que han perdido su trabajo a raíz de la crisis y descubren lo fatídico del reenganche al mundo laboral.
La recuperación del empleo no pasa por el retorno al estatus perdido; tras la Reforma Laboral de 2012, las nuevas oportunidades laborales se dibujan en el mundo de la precariedad. El sociólogo Robert Castel se refería a este reenganche como “la desestabilización de los estables”. Lo terrible es que este proceso es una condena vitalicia. Al mermar la posibilidad de nuevas oportunidades laborales por encima de los 45 años, y especialmente por encima de los 55, la salida tras el agotamiento de las insuficientes prestaciones por desempleo pasa por el acceso a pensiones no contributivas, lo que penaliza sustancialmente la cuantía de la jubilación, condicionando el resto de la trayectoria vital en la vejez. En España, cabe recordar que más del 50% de los parados supera los 40 años, fenómeno que se entrelaza con el edadismo y que da lugar a una situación dramática. No sólo en lo económico, también en el plano psicológico, pues hablamos de edades de importantes cargas familiares, que al menos en lo material no se pueden satisfacer. En estos días, Netflix estrena la segunda temporada de F is for Family, una serie de animación que narra el desempleo en personas de mediana edad como consecuencia de la crisis del petróleo. El momento de ese retrato venido desde los 70 parece especialmente pertinente, porque expone los procesos de reevaluación personal repetidos en cada crisis. Sin embargo, la crisis actual tiene sus propias reglas: la individualidad se ha apoderado del modo de vida y, con los sindicatos arrinconados, al trabajador actual se le ha convencido de que la incapacidad de encontrar un trabajo digno queda bajo su responsabilidad. Su fracaso. Quizá por no estar lo suficientemente formado. O por estar formado hasta el absurdo y entonces no disponer de las competencias adecuadas, lo cual es difícil de controlar. O simplemente por no compartir los valores de las organizaciones, y esto ya no hay quien lo controle. La desazón de no lograr satisfacer el rol que cada uno se impone acarrea en último término un proceso existencial con el que es difícil lidiar, y de ahí emerge el alcoholismo, el consumo abusivo de psicofármacos, y, como recuerda Ángeles Maestro en Salud mental y capitalismo (Cisma Editorial, 2017), los suicidios en las vías ferroviarias de Madrid de los que nadie habla.
3. Por otro lado está el caso de las mujeres,
que tampoco se libran de trabajar en pobreza. Trabajadoras o no, sufren el complejo proceso de la feminización de la pobreza. Centrándonos en el plano laboral, sabemos que las mujeres son protagonistas de las jornadas laborales más insólitas, a fin de combinar el trabajo fuera de casa y las tareas domésticas y de cuidado. El caso de la jornada parcial en España es un buen ejemplo de esto: el número de mujeres triplica al de hombres. Lo más alarmante es que los hombres que trabajan en este tipo de jornada de manera voluntaria lo hacen para mejorar su formación, mientras que las mujeres lo hacen por motivos relacionados con el cuidado de familiares. Emerge, una vez más, la muestra de que la pobreza en el trabajo está vinculada de manera íntima a los procesos familiares patriarcales, y que, en España, la nula política familiar desarrollada y destinada a ofrecer apoyo lleva a situaciones tan absurdas como que tener hijos se pueda convertir en factor de pobreza para una familia.
4. Por último, nos encontramos con los (llamémosles así) emprendedores.
Uno ya no sabe cómo llamar a los autónomos entre la colección de neolenguaje que se ha dibujado para impulsar de manera fraudulenta el mercado de trabajo. La figura del emprendedor se ha presentado como el héroe del nuevo milenio, apoyado en sus primeros pasos, claro está, por el Estado, que entiende el mercado de trabajo como un juego de dominó en el que, impulsando la primera pieza, la del emprendedor, se logrará activar el resto a continuación. Un mecanismo infalible… Pero no comprender, o no querer hacerlo, que el problema de lo laboral es estructural hace que el empujón al emprendedor sea un empujón al vacío. La realidad tras el neolenguaje del emprendedurismo muestra el autoempleo como último recurso del que no logra reengancharse. Así, los trabajadores autónomos tienden a terminar sin nada y con deudas, reconocidos por la Organización Internacional del Trabajo como grupo vulnerable al tender a “carecer de protección social y de redes de seguridad para protegerse frente al descenso de la demanda económica”, y siendo a menudo “incapaces de generar suficiente ahorro para mantenerse a sí mismos y a sus familias en épocas de crisis”.
En último término, lo amplio de los grupos vulnerables descritos para el riesgo de convertirse en trabajadores pobres indica dos cosas:
1. que prácticamente cualquier trabajador puede terminar siendo trabajador pobre, y
2. que nos encontramos ante una problemática integral y estructural.
Integral en la medida en la que afecta a la persona a todos los niveles: económico, social, familiar, pero también físico y psicológico. Si el éxito del ciudadano pasa por desarrollar una actividad laboral, pero su desarrollo no le impide salir del riesgo de exclusión social, el mensaje contradictorio que se fragua en cada trabajador pobre concluye en un evidente y marcado deterioro de su salud psicológica. La premisa de que el trabajo proporciona una buena salud mental, mientras que el desempleo se asocia a la depresión y a otros trastornos psicológicos pierde el sentido en este caso. Los datos no dejan lugar a dudas: la salud psicológica de los trabajadores pobres es tan mala como la de las personas en situación de desempleo, y siempre claramente peor a la del resto de trabajadores. Miguel Laparra expone, de forma tan brillante como dura, la implicación integral del fenómeno cuando afirma que “el fenómeno de los trabajadores pobres es especialmente llamativo por poner en cuestión algunos de los valores más básicos de sociedades que se pretenden meritocráticas”.
En definitiva, la existencia de trabajadores pobres evidencia que algo funciona mal en la sociedad actual y pone de manifiesto que han quedado anuladas las tradicionales funciones del trabajo: económicas, de seguridad, de bienestar, de dignidad, de salud mental, y de ciudadanía. Por todo ello, es preciso dejar a un lado la obsesión con las cifras de desempleo, pues no son más que una cortina de humo que nos impide acudir al verdadero problema: la penosa calidad del empleo generado.
Jose A. Llosa. Equipo de investigación Workforall, Universidad de Oviedo.
Fuente:
http://ctxt.es/es/20170719/Politica/14094/Trabajo-pobreza-mujeres-jovenes-autonomos-CTXT.htm
Ctxt
Jóvenes, mujeres, mayores de 45 años y autónomos sufren especialmente la precariedad laboral, que anula las tradicionales funciones del trabajo: seguridad, bienestar, dignidad, salud y ciudadanía
Sucede que al hablar de “juego estadístico” contamos con dos partículas: la primera es el juego, y no conviene olvidar que jugar, en último término, es un ejercicio de manipulación; la segunda es la estadística, la autoproclamada diosa de la nueva era social. La unión del juego y la estadística tiende a confluir en discurso político. Así, resulta escalofriante la cualidad legitimadora de los porcentajes cuando simplemente se descontextualizan. No es necesario más que situar el foco sobre un par de datos convenientes de la Encuesta de Población Activa para envolver en rigor científico lo que en realidad acaba siendo una mirada simplista, sesgada y posiblemente malintencionada de la realidad del trabajo.
El reciente hincapié sobre el descenso del desempleo en España sirve como ejemplo. Todo un discurso de recuperación económica sustentado sobre una tasa de paro, un indicador que viene rondando el 18%, que efectivamente desciende respecto a los datos cercanos al 25% de los últimos años, pero que duplica con holgura la media europea, situada en el 8,5% en 2016. Hacer discurso de un dato pésimo parece un juego peligroso, máxime cuando, tal y como indican los últimos datos de FOESSA, el 70% de familias españolas no ha percibido ninguna clase de mejoría respecto a su situación durante la crisis.
En una mesa redonda en la que tuve la suerte de participar recientemente, el profesor Josep M. Blanch afirmaba que los occidentales seguimos pensando como trabajadores fordistas aunque estemos trabajando en precario.
Trabajo líquido, casi gaseoso, frente al sólido trabajo de antaño. Un millennial, continuaba argumentando, maltrabaja hoy en condiciones de perpetua flexibilidad sin mayor inquietud, pero, si se le pregunta por su futuro a diez años vista, describirá el trabajo estable y asentado propio del Estado del bienestar. Tras el discurso de la recuperación en torno al empleo está la ilusión de rebobinado al mercado de trabajo estable, lo que ya es animal mitológico. El problema es que, mientras despertamos de la ensoñación, los derechos laborales están siendo triturados en un agresivo proceso de desregulación de las condiciones de trabajo. Y esto también nos lo muestran las cifras. Las cifras, las mismas que sirven para dar las buenas noticias por el incremento de la ocupación, muestran que el trabajo temporal alcanza cifras históricas con una tasa del 26,1% (tasa anual de 2016), la más alta desde 2008. Aquí la tendencia sí está clara: más del 90% de los nuevos contratos firmados en España son temporales.
No es necesario realizar un análisis especialmente profundo para concluir que, tras ese descenso en picado del mercado de trabajo, la recomposición no tiene como finalidad volver al estatus anterior, no es “el retorno al Sueño Americano” que promete Trump, sino que tiene como destino la precarización. La crisis ha servido de estrategia para amparar una nueva reconversión del mundo laboral, una más, en este caso diseñada bajo el dogma del empleo de mala calidad y la precariedad normalizada. Y la cara más extrema de estos nuevos modos de operar se encuentra en los trabajadores pobres: población ocupada que vive por debajo del umbral estandarizado de pobreza. Familias que, pese a contar con puestos de trabajo, sufren una situación económica extrema. En España nos situamos también a la cabeza en esta cuestión, con un 13,1% de trabajadores pobres; únicamente por detrás de Grecia y Rumanía, y alejados de la media de la Unión Europea.
Más allá de los fríos números, la cruda realidad nos presenta a cuatro grupos principalmente afectados por el trabajo en pobreza.
1. En primer lugar, los jóvenes como termómetro perpetuo de la incipiente precariedad. Los analistas europeos contemplan perplejos la alta edad de emancipación de los jóvenes españoles, mientras realmente nadie se está preguntando por las implicaciones de diversa índole que esta situación va a generar en un futuro inmediato. Ante la escasa cantidad y calidad de ofertas de trabajo, seguir viviendo en casa de los padres se convierte en la única salida para evitar, en muchos casos, entrar en procesos de exclusión. Eso aquí se sabe bien.
2. El segundo caso, también relacionado con la edad, es el denominado “edadismo”: personas mayores de 45 años que han perdido su trabajo a raíz de la crisis y descubren lo fatídico del reenganche al mundo laboral.
La recuperación del empleo no pasa por el retorno al estatus perdido; tras la Reforma Laboral de 2012, las nuevas oportunidades laborales se dibujan en el mundo de la precariedad. El sociólogo Robert Castel se refería a este reenganche como “la desestabilización de los estables”. Lo terrible es que este proceso es una condena vitalicia. Al mermar la posibilidad de nuevas oportunidades laborales por encima de los 45 años, y especialmente por encima de los 55, la salida tras el agotamiento de las insuficientes prestaciones por desempleo pasa por el acceso a pensiones no contributivas, lo que penaliza sustancialmente la cuantía de la jubilación, condicionando el resto de la trayectoria vital en la vejez. En España, cabe recordar que más del 50% de los parados supera los 40 años, fenómeno que se entrelaza con el edadismo y que da lugar a una situación dramática. No sólo en lo económico, también en el plano psicológico, pues hablamos de edades de importantes cargas familiares, que al menos en lo material no se pueden satisfacer. En estos días, Netflix estrena la segunda temporada de F is for Family, una serie de animación que narra el desempleo en personas de mediana edad como consecuencia de la crisis del petróleo. El momento de ese retrato venido desde los 70 parece especialmente pertinente, porque expone los procesos de reevaluación personal repetidos en cada crisis. Sin embargo, la crisis actual tiene sus propias reglas: la individualidad se ha apoderado del modo de vida y, con los sindicatos arrinconados, al trabajador actual se le ha convencido de que la incapacidad de encontrar un trabajo digno queda bajo su responsabilidad. Su fracaso. Quizá por no estar lo suficientemente formado. O por estar formado hasta el absurdo y entonces no disponer de las competencias adecuadas, lo cual es difícil de controlar. O simplemente por no compartir los valores de las organizaciones, y esto ya no hay quien lo controle. La desazón de no lograr satisfacer el rol que cada uno se impone acarrea en último término un proceso existencial con el que es difícil lidiar, y de ahí emerge el alcoholismo, el consumo abusivo de psicofármacos, y, como recuerda Ángeles Maestro en Salud mental y capitalismo (Cisma Editorial, 2017), los suicidios en las vías ferroviarias de Madrid de los que nadie habla.
3. Por otro lado está el caso de las mujeres,
que tampoco se libran de trabajar en pobreza. Trabajadoras o no, sufren el complejo proceso de la feminización de la pobreza. Centrándonos en el plano laboral, sabemos que las mujeres son protagonistas de las jornadas laborales más insólitas, a fin de combinar el trabajo fuera de casa y las tareas domésticas y de cuidado. El caso de la jornada parcial en España es un buen ejemplo de esto: el número de mujeres triplica al de hombres. Lo más alarmante es que los hombres que trabajan en este tipo de jornada de manera voluntaria lo hacen para mejorar su formación, mientras que las mujeres lo hacen por motivos relacionados con el cuidado de familiares. Emerge, una vez más, la muestra de que la pobreza en el trabajo está vinculada de manera íntima a los procesos familiares patriarcales, y que, en España, la nula política familiar desarrollada y destinada a ofrecer apoyo lleva a situaciones tan absurdas como que tener hijos se pueda convertir en factor de pobreza para una familia.
4. Por último, nos encontramos con los (llamémosles así) emprendedores.
Uno ya no sabe cómo llamar a los autónomos entre la colección de neolenguaje que se ha dibujado para impulsar de manera fraudulenta el mercado de trabajo. La figura del emprendedor se ha presentado como el héroe del nuevo milenio, apoyado en sus primeros pasos, claro está, por el Estado, que entiende el mercado de trabajo como un juego de dominó en el que, impulsando la primera pieza, la del emprendedor, se logrará activar el resto a continuación. Un mecanismo infalible… Pero no comprender, o no querer hacerlo, que el problema de lo laboral es estructural hace que el empujón al emprendedor sea un empujón al vacío. La realidad tras el neolenguaje del emprendedurismo muestra el autoempleo como último recurso del que no logra reengancharse. Así, los trabajadores autónomos tienden a terminar sin nada y con deudas, reconocidos por la Organización Internacional del Trabajo como grupo vulnerable al tender a “carecer de protección social y de redes de seguridad para protegerse frente al descenso de la demanda económica”, y siendo a menudo “incapaces de generar suficiente ahorro para mantenerse a sí mismos y a sus familias en épocas de crisis”.
En último término, lo amplio de los grupos vulnerables descritos para el riesgo de convertirse en trabajadores pobres indica dos cosas:
1. que prácticamente cualquier trabajador puede terminar siendo trabajador pobre, y
2. que nos encontramos ante una problemática integral y estructural.
Integral en la medida en la que afecta a la persona a todos los niveles: económico, social, familiar, pero también físico y psicológico. Si el éxito del ciudadano pasa por desarrollar una actividad laboral, pero su desarrollo no le impide salir del riesgo de exclusión social, el mensaje contradictorio que se fragua en cada trabajador pobre concluye en un evidente y marcado deterioro de su salud psicológica. La premisa de que el trabajo proporciona una buena salud mental, mientras que el desempleo se asocia a la depresión y a otros trastornos psicológicos pierde el sentido en este caso. Los datos no dejan lugar a dudas: la salud psicológica de los trabajadores pobres es tan mala como la de las personas en situación de desempleo, y siempre claramente peor a la del resto de trabajadores. Miguel Laparra expone, de forma tan brillante como dura, la implicación integral del fenómeno cuando afirma que “el fenómeno de los trabajadores pobres es especialmente llamativo por poner en cuestión algunos de los valores más básicos de sociedades que se pretenden meritocráticas”.
En definitiva, la existencia de trabajadores pobres evidencia que algo funciona mal en la sociedad actual y pone de manifiesto que han quedado anuladas las tradicionales funciones del trabajo: económicas, de seguridad, de bienestar, de dignidad, de salud mental, y de ciudadanía. Por todo ello, es preciso dejar a un lado la obsesión con las cifras de desempleo, pues no son más que una cortina de humo que nos impide acudir al verdadero problema: la penosa calidad del empleo generado.
Jose A. Llosa. Equipo de investigación Workforall, Universidad de Oviedo.
Fuente:
http://ctxt.es/es/20170719/Politica/14094/Trabajo-pobreza-mujeres-jovenes-autonomos-CTXT.htm
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lunes, 27 de junio de 2016
6 cifras que muestran cómo aumentó la pobreza en España. Redacción BBC Mundo
España es la cuarta economía de la zona euro y la decimotercera del mundo en términos de PIB (Producto Interno Bruto) y cuenta con argumentos para decir que está viendo la luz al final del túnel de la fuerte crisis que sufre desde 2008.
Antes de las elecciones del domingo, las segundas en seis meses, el partido gobernante, el conservador Partido Popular (PP), presume de la ligera mejora en el desempeño de la economía y las cifras de desempleo, que es actualmente el problema que más preocupa a los españoles.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el Producto Interno Bruto (PIB) creció en 2015 un 3,2%, el mayor aumento desde 2007.
Y el paro registrado cayó por debajo de los cuatro millones de personas por primera vez desde agosto de 2010.
Sin embargo, datos de organizaciones como Cáritas y la Federación de Bancos de Alimentos y del Instituto Nacional de Estadística muestran que la pobreza no sólo no remite, sino que crece o se hace crónica.
BBC Mundo te muestra las 6 cifras clave que muestran esta realidad.
Trabajadores, pero pobres
14,8% de los trabajadores son pobres.
Pese a que mejoran las cifras de empleo, la precarización y el trabajo temporal hacen que un sueldo no asegure salir de la exclusión.
Cáritas
El drama del desempleo
44,8% de personas desempleadas son consideradas pobres.
El desempleo alcanza al 21% de la población activa, un total de 4,8 millones de personas
Cáritas
Sin ingresos
720.000 hogares sin ningún ingreso.
En 2009 la cifra era de 497.200. Para volver a esas cifras, Cáritas estima que se necesitarán 7 años. Cáritas
Poder adquisitivo
10% caída de los ingresos de los hogares desde el inicio de la crisis en 2007.
Los expertos consideran que la recuperación tardará en dejarse sentir.
Cáritas
Vulnerabilidad
28,6% de los ciudadanos está en situación de riesgo de pobreza o de exclusión social.
El 14,8% de las familias tiene dificultades para llegar a fin de mes
Instituto Nacional de Estadística (INE)
Desconfianza
92% de la población cree que hay mucha o bastante desigualdad económica.
Encuesta de Metroscopia
Pobreza crónica
"Nuestro objetivo principal al hacer el estudio era poner encima de la mesa y visualizar a la gente que se trata de invisibilizar", le explicó a BBC Mundo Guillermo Fernández, sociólogo y miembro del equipo de estudios de Cáritas España, que a comienzos de junio presentó un informe sobre exclusión y desarrollo social.
"Pese a que los indicadores podrían mejorar, hay mucha gente que se está quedando fuera (de la recuperación)", agregó.
¿Les conviene más a los españoles no tener gobierno?
"La situación ha mejorado ligeramente para un conjunto de personas. El número de pobres y excluidos se ha reducido, pero no con la intensidad como para volver a cifras anteriores a la crisis", afirmó el sociólogo.
En el punto más alto de la crisis, en 2014, Cáritas atendió a 2,5 millones de personas. Antes de la recesión eran 300.000. Ahora, la cifra es de 2 millones.
"La situación (crítica) de las familias se ha hecho más crónica", analizó Fernández. "Gente aislada y descolgada"
La Federación Española de Bancos de Alimentos, que los distribuye a organizaciones locales, registró un descenso en el número de personas atendidas: de 1,66 de 2014 al 1,57 millones en 2015. ¿Una buena noticia? No tan rápido.
Es una reducción "meramente puntual", le explicó a BBC Mundo Ángel Franco, portavoz de la federación. "Aunque los indicadores macroeconómicos hablan de un repunte de trabajo y demás, la verdad es que hay gente de cierta edad aislada y descolgada", afirmó Franco.
"La sociedad tiene una necesidad de mirar adelante y olvidar lo que ha pasado, pero esa gente está ahí y las consecuencias son peores que antes", afirmó el sociólogo Guillermo Fernández.
http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-36577849?post_id=10201684103420114_10201996789277065#_=_
Antes de las elecciones del domingo, las segundas en seis meses, el partido gobernante, el conservador Partido Popular (PP), presume de la ligera mejora en el desempeño de la economía y las cifras de desempleo, que es actualmente el problema que más preocupa a los españoles.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el Producto Interno Bruto (PIB) creció en 2015 un 3,2%, el mayor aumento desde 2007.
Y el paro registrado cayó por debajo de los cuatro millones de personas por primera vez desde agosto de 2010.
Sin embargo, datos de organizaciones como Cáritas y la Federación de Bancos de Alimentos y del Instituto Nacional de Estadística muestran que la pobreza no sólo no remite, sino que crece o se hace crónica.
BBC Mundo te muestra las 6 cifras clave que muestran esta realidad.
Trabajadores, pero pobres
14,8% de los trabajadores son pobres.
Pese a que mejoran las cifras de empleo, la precarización y el trabajo temporal hacen que un sueldo no asegure salir de la exclusión.
Cáritas
El drama del desempleo
44,8% de personas desempleadas son consideradas pobres.
El desempleo alcanza al 21% de la población activa, un total de 4,8 millones de personas
Cáritas
Sin ingresos
720.000 hogares sin ningún ingreso.
En 2009 la cifra era de 497.200. Para volver a esas cifras, Cáritas estima que se necesitarán 7 años. Cáritas
Poder adquisitivo
10% caída de los ingresos de los hogares desde el inicio de la crisis en 2007.
Los expertos consideran que la recuperación tardará en dejarse sentir.
Cáritas
Vulnerabilidad
28,6% de los ciudadanos está en situación de riesgo de pobreza o de exclusión social.
El 14,8% de las familias tiene dificultades para llegar a fin de mes
Instituto Nacional de Estadística (INE)
Desconfianza
92% de la población cree que hay mucha o bastante desigualdad económica.
Encuesta de Metroscopia
Pobreza crónica
"Nuestro objetivo principal al hacer el estudio era poner encima de la mesa y visualizar a la gente que se trata de invisibilizar", le explicó a BBC Mundo Guillermo Fernández, sociólogo y miembro del equipo de estudios de Cáritas España, que a comienzos de junio presentó un informe sobre exclusión y desarrollo social.
"Pese a que los indicadores podrían mejorar, hay mucha gente que se está quedando fuera (de la recuperación)", agregó.
¿Les conviene más a los españoles no tener gobierno?
"La situación ha mejorado ligeramente para un conjunto de personas. El número de pobres y excluidos se ha reducido, pero no con la intensidad como para volver a cifras anteriores a la crisis", afirmó el sociólogo.
En el punto más alto de la crisis, en 2014, Cáritas atendió a 2,5 millones de personas. Antes de la recesión eran 300.000. Ahora, la cifra es de 2 millones.
"La situación (crítica) de las familias se ha hecho más crónica", analizó Fernández. "Gente aislada y descolgada"
La Federación Española de Bancos de Alimentos, que los distribuye a organizaciones locales, registró un descenso en el número de personas atendidas: de 1,66 de 2014 al 1,57 millones en 2015. ¿Una buena noticia? No tan rápido.
Es una reducción "meramente puntual", le explicó a BBC Mundo Ángel Franco, portavoz de la federación. "Aunque los indicadores macroeconómicos hablan de un repunte de trabajo y demás, la verdad es que hay gente de cierta edad aislada y descolgada", afirmó Franco.
"La sociedad tiene una necesidad de mirar adelante y olvidar lo que ha pasado, pero esa gente está ahí y las consecuencias son peores que antes", afirmó el sociólogo Guillermo Fernández.
http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-36577849?post_id=10201684103420114_10201996789277065#_=_
lunes, 6 de abril de 2015
La exposición de la Politica de Fondos de Covertura en Nueva York. Trabajando para exponer los mecanismos que los fondos de cobertura y los multimillonarios utilizan para influir en el gobierno y la política con el fin de ampliar su riqueza, influencia y poder. La política que impulsan los multimillonarios y los daños colaterales que inflige a nuestras comunidades, nuestro clima, nuestra economía y nuestra democracia.
Hace dos semanas, varios autobuses llenos de neoyorquinos hicieron una peregrinación a Greenwich, Conn., Para visitar la finca frente al mar del titán de fondos de cobertura Paul Tudor Jones II, donde, baste decir, que no fueron invitados a ver la vajilla de china. Era una tarde de sábado lluviosa y los manifestantes, muchos de ellos gente trabajadora que se han sentido engañados por las injusticias de un sistema fiscal que favorece a unos pocos enriquecidos, estaban allí para llamar la atención sobre la agenda educativa del señor Jones, construida sobre la premisa de que los ricos extravagantes saben mejor cómo enseñar a leer, y a su apoyo a los candidatos y causas republicanas en la Legislatura del Estado de Nueva York, que perjudican a los pobres y la clase trabajadora.
Es este tipo de gasto político, un total de US $ 1,6 millones en los últimos 12 años, sostienen, que socava sus esfuerzos filantrópicos a través de la Fundación Robin Hood, la organización benéfica de lucha contra la pobreza que él creó. Para los civiles, por supuesto, el Sr. Jones puede parecer como alguien que necesita trabajos de reparación en la causa y efecto, un multimillonario cuya industria prospera en la extracción de valor económico de inversiones en lugar de producir, y sin embargo se siente cómodo hablando sobre el impacto corrosivo de la desigualdad.
"Cuando comenzamos a poner la justicia a la par con las ganancias", dijo Jones en un TED Talk recientemente, "entonces tenemos la cosa más valiosa del mundo. Volvemos a nuestra humanidad". Al escuchar que es como escuchar el Real Housewives of Orange County decir que una vez que empezamos comprende la restricción sobre el espectáculo de los consumidores, vamos a estar bien en nuestro camino a un nuevo capítulo en la dignidad cultural.
Los que hicieron el viaje a Connecticut marchaban en nombre de un grupo llamado los Heged Clippers, una naciente organización respaldada por la Federación Americana de Maestros, grupos laborales y comunitarios prominentes, y Zephyr Teachout, el ex candidato demócrata liberal para gobernador. Está dirigido a exponer las formas como los fondos de cobertura sangran la economía a través de la práctica de auto-interés y luego extienden el daño mediante la pródigas compras de la influencia política. Según un análisis realizado por el grupo, los administradores de fondos de cobertura han donado $ 40 millones en contribuciones políticas en el estado de Nueva York en los últimos 15 años, con el gobernador Andrew M. Cuomo recibiendo cerca de $ 5 millones. Muchos de esos donantes son prominentes partidarios de las escuelas charter, y casi todos presumiblemente denuncian la eliminación de las lagunas fiscales que magnifican sus fortunas.
Los Hedge Clippers producen y emiten informes a una velocidad que haría envidiar a muchos estudiantes graduados. Esta semana se dio a conocer un documento que detalla el flujo de dinero de los gestores de fondos de cobertura y los operadores de alta frecuencia en las arcas de Rahm Emanuel; en Chicago, la tenencia de alcaldía del Sr. Emanuel ha sido cuestionada por una oferta desde la izquierda. Otro informe ofreció una lista de compradores en One57, el condominio de apartamentos ultralujosos en Manhattan que se benefició de importantes ventajas fiscales.
En Nueva York, los Hedge Clippers han estado protestando a un ritmo muy vivo. Una manifestación se llevó a cabo recientemente fuera del 15 Central Park West, una torre de lujo que funciona como dormitorio financiero de la industria. Ese día la atención se centró en el gestor de fondos de cobertura Daniel S. Loeb, el presidente de la red de escuelas autónomas Success Academy, que compró un apartamento en el edificio hace siete años. En la manifestación, los Hedge Clippers ofrecen un tutorial al público sobre las formas complicadas de la forma de operar de los fondos (Hedge Found) para acumular dinero - la llamada de dos horas y veinte sistema de compensación, por ejemplo - y las formas en que sus cargas fiscales se mantienen relativamente bajas.
Otra acción tuvo lugar frente al Club de Harvard en el centro de Manhattan, donde se celebraba un simposio de un día llamado: "Bonos y Pizarras, Invertir en las escuelas charter". Otro tenía a manifestantes apareciendo en restaurantes caros, como el Bar Polo y Del Frisco. "Todo esto realmente comenzó con: "¿Qué vamos a hacer con estos personajes?" Stephen Lerner, miembro de Iniciativa Kalmanovitz en la Universidad de Georgetown para el Trabajo y los trabajadores pobres, me dijo. "Si usted está preocupado acerca del dinero en la política, ahí están los fondos de cobertura; si usted está preocupado acerca de la financiación de los servicios públicos, esos son los fondos de cobertura; si usted está preocupado acerca de la privatización de las escuelas públicas, ahí están los fondos de cobertura".
Los Hedge Clippers tienen un enfoque más singular que lo que nunca hizo Occupy Wall Street. Les gustaría que los impuestos recaudados a los súperricos; que quieren los fondos de pensiones y las universidades para desinvertir de los fondos de cobertura; quieren la participación en cuenta que se aplica un tipo impositivo más elevado a nivel federal y de las lagunas a su alrededor en los códigos fiscales locales para evitarlos. En la ciudad de Nueva York, los fondos de cobertura gigantes y fondos de capital privado no están sujetos al impuesto sobre la participación en cuenta; si lo fueran, la ciudad sería $ 200 millones más rica cada año, de acuerdo con James Parrott, economista en jefe del Instituto de Política Fiscal. El subsidio fiscal va a los pobres por medio del crédito por ingreso del trabajo, (es decir, lo pagan los mismos trabajadores) y es sólo la mitad de eso.
¿Cuándo la gente se sentirá masívamente realmente enojado por conocer estos mecanismos de favoritismo? Un nuevo libro, "La Edad de la aquiescencia," por el historiador laboral Steve Fraser, plantea esa pregunta, y pregunta por qué nuestra nueva Edad de Oro no ha aportado nada que se acerque a los disturbios y el activismo de la anterior. Hay muchas razones, pero una es que pocos estadounidenses entienden realmente la malversación de la industria financiera de la forma en que los trabajadores de la fábrica del siglo XIX podían experimentar, de forma clara y visceralmente, cómo los jefes de las acerías y los magnates del ferrocarril les estaban explotando a ellos. La relación entre las masas que luchan y los peces gordos que les saqueaban era en cierto sentido más crucial e íntima.
Hoy nos enteramos de multimillonarios, en tonos de admiración o simplemente descarados, en las revistas de moda que relata sus divorcios y sus juguetes. Si usted es un ayudante de salud en el hogar que gana $ 11 la hora, es probable que no tengas una suscripción a la revista Vanity Fair. Los Hedge Clippers pueden lograr mucho si simplemente convierten los pocos secreto en algo ampliamente infame.
Fuente: NYT. http://www.nytimes.com/2015/03/29/nyregion/exposing-hedge-fund-politics.html?emc=edit_tnt_20150327&nlid=31217582&tntemail0=y&_r=0
Es este tipo de gasto político, un total de US $ 1,6 millones en los últimos 12 años, sostienen, que socava sus esfuerzos filantrópicos a través de la Fundación Robin Hood, la organización benéfica de lucha contra la pobreza que él creó. Para los civiles, por supuesto, el Sr. Jones puede parecer como alguien que necesita trabajos de reparación en la causa y efecto, un multimillonario cuya industria prospera en la extracción de valor económico de inversiones en lugar de producir, y sin embargo se siente cómodo hablando sobre el impacto corrosivo de la desigualdad.
"Cuando comenzamos a poner la justicia a la par con las ganancias", dijo Jones en un TED Talk recientemente, "entonces tenemos la cosa más valiosa del mundo. Volvemos a nuestra humanidad". Al escuchar que es como escuchar el Real Housewives of Orange County decir que una vez que empezamos comprende la restricción sobre el espectáculo de los consumidores, vamos a estar bien en nuestro camino a un nuevo capítulo en la dignidad cultural.
Los que hicieron el viaje a Connecticut marchaban en nombre de un grupo llamado los Heged Clippers, una naciente organización respaldada por la Federación Americana de Maestros, grupos laborales y comunitarios prominentes, y Zephyr Teachout, el ex candidato demócrata liberal para gobernador. Está dirigido a exponer las formas como los fondos de cobertura sangran la economía a través de la práctica de auto-interés y luego extienden el daño mediante la pródigas compras de la influencia política. Según un análisis realizado por el grupo, los administradores de fondos de cobertura han donado $ 40 millones en contribuciones políticas en el estado de Nueva York en los últimos 15 años, con el gobernador Andrew M. Cuomo recibiendo cerca de $ 5 millones. Muchos de esos donantes son prominentes partidarios de las escuelas charter, y casi todos presumiblemente denuncian la eliminación de las lagunas fiscales que magnifican sus fortunas.
Los Hedge Clippers producen y emiten informes a una velocidad que haría envidiar a muchos estudiantes graduados. Esta semana se dio a conocer un documento que detalla el flujo de dinero de los gestores de fondos de cobertura y los operadores de alta frecuencia en las arcas de Rahm Emanuel; en Chicago, la tenencia de alcaldía del Sr. Emanuel ha sido cuestionada por una oferta desde la izquierda. Otro informe ofreció una lista de compradores en One57, el condominio de apartamentos ultralujosos en Manhattan que se benefició de importantes ventajas fiscales.
En Nueva York, los Hedge Clippers han estado protestando a un ritmo muy vivo. Una manifestación se llevó a cabo recientemente fuera del 15 Central Park West, una torre de lujo que funciona como dormitorio financiero de la industria. Ese día la atención se centró en el gestor de fondos de cobertura Daniel S. Loeb, el presidente de la red de escuelas autónomas Success Academy, que compró un apartamento en el edificio hace siete años. En la manifestación, los Hedge Clippers ofrecen un tutorial al público sobre las formas complicadas de la forma de operar de los fondos (Hedge Found) para acumular dinero - la llamada de dos horas y veinte sistema de compensación, por ejemplo - y las formas en que sus cargas fiscales se mantienen relativamente bajas.
Otra acción tuvo lugar frente al Club de Harvard en el centro de Manhattan, donde se celebraba un simposio de un día llamado: "Bonos y Pizarras, Invertir en las escuelas charter". Otro tenía a manifestantes apareciendo en restaurantes caros, como el Bar Polo y Del Frisco. "Todo esto realmente comenzó con: "¿Qué vamos a hacer con estos personajes?" Stephen Lerner, miembro de Iniciativa Kalmanovitz en la Universidad de Georgetown para el Trabajo y los trabajadores pobres, me dijo. "Si usted está preocupado acerca del dinero en la política, ahí están los fondos de cobertura; si usted está preocupado acerca de la financiación de los servicios públicos, esos son los fondos de cobertura; si usted está preocupado acerca de la privatización de las escuelas públicas, ahí están los fondos de cobertura".
Los Hedge Clippers tienen un enfoque más singular que lo que nunca hizo Occupy Wall Street. Les gustaría que los impuestos recaudados a los súperricos; que quieren los fondos de pensiones y las universidades para desinvertir de los fondos de cobertura; quieren la participación en cuenta que se aplica un tipo impositivo más elevado a nivel federal y de las lagunas a su alrededor en los códigos fiscales locales para evitarlos. En la ciudad de Nueva York, los fondos de cobertura gigantes y fondos de capital privado no están sujetos al impuesto sobre la participación en cuenta; si lo fueran, la ciudad sería $ 200 millones más rica cada año, de acuerdo con James Parrott, economista en jefe del Instituto de Política Fiscal. El subsidio fiscal va a los pobres por medio del crédito por ingreso del trabajo, (es decir, lo pagan los mismos trabajadores) y es sólo la mitad de eso.
¿Cuándo la gente se sentirá masívamente realmente enojado por conocer estos mecanismos de favoritismo? Un nuevo libro, "La Edad de la aquiescencia," por el historiador laboral Steve Fraser, plantea esa pregunta, y pregunta por qué nuestra nueva Edad de Oro no ha aportado nada que se acerque a los disturbios y el activismo de la anterior. Hay muchas razones, pero una es que pocos estadounidenses entienden realmente la malversación de la industria financiera de la forma en que los trabajadores de la fábrica del siglo XIX podían experimentar, de forma clara y visceralmente, cómo los jefes de las acerías y los magnates del ferrocarril les estaban explotando a ellos. La relación entre las masas que luchan y los peces gordos que les saqueaban era en cierto sentido más crucial e íntima.
Hoy nos enteramos de multimillonarios, en tonos de admiración o simplemente descarados, en las revistas de moda que relata sus divorcios y sus juguetes. Si usted es un ayudante de salud en el hogar que gana $ 11 la hora, es probable que no tengas una suscripción a la revista Vanity Fair. Los Hedge Clippers pueden lograr mucho si simplemente convierten los pocos secreto en algo ampliamente infame.
Fuente: NYT. http://www.nytimes.com/2015/03/29/nyregion/exposing-hedge-fund-politics.html?emc=edit_tnt_20150327&nlid=31217582&tntemail0=y&_r=0
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domingo, 4 de marzo de 2012
¿Qué ocurrió con "Fair Day's Pay for a Fair Day's Work" (un salario digno mediante un trabajo digno)?
"Nuestro país, dotado de recursos naturales ricos y de una población competente y trabajadora, debería ser capaz de encontrar formas y medios para asegurar a todo hombre y mujer físicamente capaz un salario digno mediante un trabajo digno." Franklin Delano Roosevelt, 1937
Millones de personas en los Estados Unidos a pesar de trabajar siguen siendo pobres. A continuación expongo ocho puntos que muestran por qué los Estados Unidos deben ocuparse de que el trabajo proporcione salarios que permitan vivir.
Uno: ¿Cuántas personas que trabajan siguen siendo pobres?
En el 2011, el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos registró al menos 10 millones de personas que seguían por debajo de la más bien poco realista línea oficial (en los Estados Unidos) de la pobreza: 1,5 millones más que la última vez que se estudió. La línea de la pobreza, en este país, es de 18.530 dólares para una madre con dos hijos. Desde 2007 el número de pobres trabajadores ha estado aumentando. Alrededor de un 7 por ciento del total de trabajadores y un 4 por ciento del total de trabajadores a tiempo completo reciben salarios que le dejan por debajo de la línea de la pobreza.
Dos: ¿Qué tipo de trabajo desempeñan los trabajadores pobres?
Un tercio de los trabajadores pobres, más de 3 millones de personas, trabaja en el sector servicios. Sin embargo, también existen trabajadores pobres en otros sectores: el 16 por ciento en el sector ganadero, 11 por ciento en la construcción y otro11 por ciento en ventas.
Tres: ¿Qué tipo de trabajadores tienen más probabilidades de ser pobres a pesar de su trabajo?
Las mujeres trabajadoras tienen más probabilidades de ser pobres que los hombres. Los trabajadores afroamericanos y los hispanos tienen alrededor del doble de probabilidades de ser pobres que los blancos. Los titulados universitarios sufren una tasa de pobreza del 2 por ciento mientras que los trabajadores sin graduado escolar sufren una tasa de pobreza diez veces superior: el 20 por ciento.
Cuatro: ¿Qué beneficios poseen los trabajadores con salarios bajos?
El diez por ciento de los trabajadores estadounidenses gana 8,5 dólares o menos a la hora, según el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos. Alrededor del 12 por ciento disfruta de seguro sanitario y sobre el 12 por ciento recibirá una pensión de jubilación. Más o menos uno de cada cuatro recibe permiso de baja cobrando su salario y menos de la mitad disfruta de vacaciones.
Cinco: ¿Qué derechos tienen los trabajadores pobres?
La mayoría de los trabajadores tienen derecho a ganar al menos el salario mínimo federal de 7,5 dólares la hora. Los empleados que obtienen propinas se supone que deben recibir del patrón al menos 2,13 dólares cada hora y, en caso de que el empleado no gane lo suficiente en propinas para alcanzar los 7,5 dólares del salario mínimo, el patrón está obligado a suministrar la diferencia. Las personas que trabajan más de 40 horas a la semana tienen derecho a cobrar entre una y una y media veces más su paga regular por cada hora extra.
Seis: ¿Qué ocurre con el salario robado a los trabajadores pobres?
A muchos trabajadores con salarios bajos los patrones les roban parte de sus ganancias. Varios ejemplos incluyen no pagarles el salario mínimo completo, no pagarles el tiempo extra requerido, confiscar propinas a los trabajadores que las ganan, o clasificar de forma fraudulenta a los empleados como trabajadores independientes. Un estudio sobre más de 4.000 trabajadores con salarios bajos en Chicago, Los Ángeles y Nueva York, llevado a cabo por investigadores de universidad y de instituciones sin ánimo de lucro mostró que al 26 por ciento de los trabajadores se les había pagado menos del salario mínimo la semana anterior, a la mayoría se les pagaba más de un dólar menos de lo que les correspondía la hora, un número significativo de ellos había trabajado horas extra la semana anterior y no se les pagaba el correspondiente legal a las horas extra, a muchos se les exigía llegar antes o abandonar su trabajo después de la hora oficial y no se les pagaba por ello, a casi un tercio de los trabajadores que reciben propinas no se les pagaba el salario mínimo, y a más de uno de cada diez de los trabajadores con propinas el patrón o el supervisor les requisaba parte de estas.
Siete: ¿Cuál es el salario que alcanza para vivir en los Estados Unidos?
El doctor Amy Glasmeier de la Universidad de Penn State ha creado un "calculador de salario que alcanza para vivir" que estima el salario por hora necesario para pagar el coste de vida en familias de salarios bajos en los Estados Unidos. Clasifica el coste de vida por estados y localidades en todo el país. En Nueva Orleans, una madre con un único hijo necesita ganar 17,52 dólares para pagar sus necesidades. En Nueva York, la misma madre con un hijo debería ganar 19,66 para satisfacer el mismo fin. Si calculamos de forma realista el número de personas que trabajan y no ganan un salario suficiente para cubrir sus necesidades, el número de trabajadores pobres en los Estados Unidos se dispara a varias decenas de millones.
Ocho: ¿Qué ocurre con los trabajos de los desempleados y subempleados?
El Departamento de Trabajo de los Estados Unidos estimó recientemente que 13 millones de personas carecían de empleo. Otros 8 millones trabajaban a tiempo parcial pero preferían un trabajo a tiempo completo. Aún hay más millones de personas que no trabajan y no se ven reflejadas en esos números porque llevan sin empleo demasiado tiempo.
Un estudio llevado a cabo por la Universidad Northeasten halló que en las familias más pobres el desempleo alcanza el 31 por ciento. El subempleo también resulta un grave problema en las familias pobres, con más del 20 por ciento de esos trabajadores que dicen trabajar a tiempo parcial pero preferir un trabajo a tiempo completo.
Podemos hacer mucho más. No podemos decir que nuestro país valora el trabajo y no hacer nada al respecto.
Si los Estados Unidos verdaderamente valoran el trabajo, debemos ayudar a los millones de hermanas y hermanos que reciben salarios bajos. Los pasos necesarios incluyen: incrementar el salario mínimo a un salario que permita cubrir necesidades; proteger a los trabajadores de los robos a que están constantemente sometidos; facilitar que los trabajadores se organicen; y crear puestos de trabajo, puestos públicos si es necesario, para que cualquiera que quiera trabajar lo pueda hacer. Muchas personas ya están trabajando en estos temas.
Aquel interesado en leer más sobre este tema, visite las páginas de Interfaith Worker Justice, the National Employment Law Project, and the National Jobs for All Coalition.
Bill Quigley es professor en la Loyola University New Orleans, es director asociado en el Center for Constitutional Rights y colabora con el Institute for Justice and Democracy in Haiti. También contribuye en Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion , proveniente de AK Press
Trabajo y pobreza en los Estados Unidos Bill Quigley, Sin Permiso. Traducción para www.sinpermiso.info : Vicente Abella. Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4693
Millones de personas en los Estados Unidos a pesar de trabajar siguen siendo pobres. A continuación expongo ocho puntos que muestran por qué los Estados Unidos deben ocuparse de que el trabajo proporcione salarios que permitan vivir.
Uno: ¿Cuántas personas que trabajan siguen siendo pobres?
En el 2011, el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos registró al menos 10 millones de personas que seguían por debajo de la más bien poco realista línea oficial (en los Estados Unidos) de la pobreza: 1,5 millones más que la última vez que se estudió. La línea de la pobreza, en este país, es de 18.530 dólares para una madre con dos hijos. Desde 2007 el número de pobres trabajadores ha estado aumentando. Alrededor de un 7 por ciento del total de trabajadores y un 4 por ciento del total de trabajadores a tiempo completo reciben salarios que le dejan por debajo de la línea de la pobreza.
Dos: ¿Qué tipo de trabajo desempeñan los trabajadores pobres?
Un tercio de los trabajadores pobres, más de 3 millones de personas, trabaja en el sector servicios. Sin embargo, también existen trabajadores pobres en otros sectores: el 16 por ciento en el sector ganadero, 11 por ciento en la construcción y otro11 por ciento en ventas.
Tres: ¿Qué tipo de trabajadores tienen más probabilidades de ser pobres a pesar de su trabajo?
Las mujeres trabajadoras tienen más probabilidades de ser pobres que los hombres. Los trabajadores afroamericanos y los hispanos tienen alrededor del doble de probabilidades de ser pobres que los blancos. Los titulados universitarios sufren una tasa de pobreza del 2 por ciento mientras que los trabajadores sin graduado escolar sufren una tasa de pobreza diez veces superior: el 20 por ciento.
Cuatro: ¿Qué beneficios poseen los trabajadores con salarios bajos?
El diez por ciento de los trabajadores estadounidenses gana 8,5 dólares o menos a la hora, según el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos. Alrededor del 12 por ciento disfruta de seguro sanitario y sobre el 12 por ciento recibirá una pensión de jubilación. Más o menos uno de cada cuatro recibe permiso de baja cobrando su salario y menos de la mitad disfruta de vacaciones.
Cinco: ¿Qué derechos tienen los trabajadores pobres?
La mayoría de los trabajadores tienen derecho a ganar al menos el salario mínimo federal de 7,5 dólares la hora. Los empleados que obtienen propinas se supone que deben recibir del patrón al menos 2,13 dólares cada hora y, en caso de que el empleado no gane lo suficiente en propinas para alcanzar los 7,5 dólares del salario mínimo, el patrón está obligado a suministrar la diferencia. Las personas que trabajan más de 40 horas a la semana tienen derecho a cobrar entre una y una y media veces más su paga regular por cada hora extra.
Seis: ¿Qué ocurre con el salario robado a los trabajadores pobres?
A muchos trabajadores con salarios bajos los patrones les roban parte de sus ganancias. Varios ejemplos incluyen no pagarles el salario mínimo completo, no pagarles el tiempo extra requerido, confiscar propinas a los trabajadores que las ganan, o clasificar de forma fraudulenta a los empleados como trabajadores independientes. Un estudio sobre más de 4.000 trabajadores con salarios bajos en Chicago, Los Ángeles y Nueva York, llevado a cabo por investigadores de universidad y de instituciones sin ánimo de lucro mostró que al 26 por ciento de los trabajadores se les había pagado menos del salario mínimo la semana anterior, a la mayoría se les pagaba más de un dólar menos de lo que les correspondía la hora, un número significativo de ellos había trabajado horas extra la semana anterior y no se les pagaba el correspondiente legal a las horas extra, a muchos se les exigía llegar antes o abandonar su trabajo después de la hora oficial y no se les pagaba por ello, a casi un tercio de los trabajadores que reciben propinas no se les pagaba el salario mínimo, y a más de uno de cada diez de los trabajadores con propinas el patrón o el supervisor les requisaba parte de estas.
Siete: ¿Cuál es el salario que alcanza para vivir en los Estados Unidos?
El doctor Amy Glasmeier de la Universidad de Penn State ha creado un "calculador de salario que alcanza para vivir" que estima el salario por hora necesario para pagar el coste de vida en familias de salarios bajos en los Estados Unidos. Clasifica el coste de vida por estados y localidades en todo el país. En Nueva Orleans, una madre con un único hijo necesita ganar 17,52 dólares para pagar sus necesidades. En Nueva York, la misma madre con un hijo debería ganar 19,66 para satisfacer el mismo fin. Si calculamos de forma realista el número de personas que trabajan y no ganan un salario suficiente para cubrir sus necesidades, el número de trabajadores pobres en los Estados Unidos se dispara a varias decenas de millones.
Ocho: ¿Qué ocurre con los trabajos de los desempleados y subempleados?
El Departamento de Trabajo de los Estados Unidos estimó recientemente que 13 millones de personas carecían de empleo. Otros 8 millones trabajaban a tiempo parcial pero preferían un trabajo a tiempo completo. Aún hay más millones de personas que no trabajan y no se ven reflejadas en esos números porque llevan sin empleo demasiado tiempo.
Un estudio llevado a cabo por la Universidad Northeasten halló que en las familias más pobres el desempleo alcanza el 31 por ciento. El subempleo también resulta un grave problema en las familias pobres, con más del 20 por ciento de esos trabajadores que dicen trabajar a tiempo parcial pero preferir un trabajo a tiempo completo.
Podemos hacer mucho más. No podemos decir que nuestro país valora el trabajo y no hacer nada al respecto.
Si los Estados Unidos verdaderamente valoran el trabajo, debemos ayudar a los millones de hermanas y hermanos que reciben salarios bajos. Los pasos necesarios incluyen: incrementar el salario mínimo a un salario que permita cubrir necesidades; proteger a los trabajadores de los robos a que están constantemente sometidos; facilitar que los trabajadores se organicen; y crear puestos de trabajo, puestos públicos si es necesario, para que cualquiera que quiera trabajar lo pueda hacer. Muchas personas ya están trabajando en estos temas.
Aquel interesado en leer más sobre este tema, visite las páginas de Interfaith Worker Justice, the National Employment Law Project, and the National Jobs for All Coalition.
Bill Quigley es professor en la Loyola University New Orleans, es director asociado en el Center for Constitutional Rights y colabora con el Institute for Justice and Democracy in Haiti. También contribuye en Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion , proveniente de AK Press
Trabajo y pobreza en los Estados Unidos Bill Quigley, Sin Permiso. Traducción para www.sinpermiso.info : Vicente Abella. Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4693
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