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lunes, 1 de abril de 2024

_- MEMORIA DEMOCRÁTICA. La cruzada del PP y Vox contra la Memoria Democrática está basada en premisas falsas, mentiras e imprecisiones. La palabra “concordia”, con la que titulan sus normas sustitutorias, figura en todos los textos que pretenden derogar

_- La palabra “concordia”, con la que titulan sus normas sustitutorias, figura en todos los textos que pretenden derogar

El PP y Vox continúan su particular cruzada contra la legislación en materia de memoria para sustituirla por llamadas “leyes de concordia” allá donde gobiernan juntos. Ambos grupos han registrado en Castilla y León y la Comunidad Valenciana textos muy similares basados en premisas falsas y reincidiendo en los mismos errores. La ofensiva de la alianza de la derecha y la extrema derecha, que se comprometió en sus pactos de coalición autonómicos a derribar el aparato legislativo regional de apoyo a los represaliados, no afecta a la vigencia y aplicación de la ley estatal, pero supone un retroceso en la aplicación de los principios de derecho internacional de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición para las víctimas de graves vulneraciones de derechos humanos. Mientras el Gobierno central desarrolla, con retraso, la Ley de Memoria Democrática (2022), que prevé, entre otras medidas, la retirada de vestigios franquistas, Vox retira placas de homenaje a represaliados del franquismo, como ha ocurrido en Burriana (Castellón).

Estas son las falsas premisas de las llamadas leyes de concordia de PP y Vox:

1. “División partidista”. Tanto el PP como Vox sostienen, como principal argumento contra las leyes de memoria, que solo atienden a las víctimas de un bando, el republicano. “Las nuevas generaciones”, afirma un párrafo calcado en el texto de Castilla y León y el de la Comunidad Valenciana, “han recibido en muchas ocasiones una visión sesgada” de la Guerra Civil para “alimentar una división partidista en la sociedad”. La nueva norma castellana y leonesa establece en su artículo 11 que adoptarán “las medidas necesarias” para localizar, exhumar e identificar los restos de víctimas “con independencia de la ideología, creencia, afiliación o preferencia política”. Vox celebró este martes en X que había logrado “acabar con el sectarismo de la izquierda en Castilla y León aprobando una ley de concordia que reconoce la persecución religiosa antes y durante la Guerra Civil”. Pero, la normativa anterior, de 2018, ya establecía el compromiso de atender a “todos los que, de una u otra forma, padecieron las consecuencias de la Guerra Civil y la dictadura franquista y sufrieron violencia por su ideología, sexo, orientación sexual, o religión, así como a sus familias, con el fin de crecer en el pluralismo, afianzar la reconciliación, y promover la concordia, la justicia, y la defensa pacífica de las ideas”.

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Del mismo modo, la ley valenciana que PP y Vox quieren derogar, aprobada en noviembre de 2017, ampara, “de conformidad con la Resolución 60/147 aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas” en 2005, a “todas las personas que hayan sufrido daños (...) como consecuencia de acciones u omisiones que violen las normas internacionalmente reconocidas relativas a los derechos humanos”. No especifica bandos, ni ideología. Tampoco lo hace la ley estatal. Es decir, si represaliados a manos del bando republicano hubiesen pedido amparo a estas administraciones, la normativa vigente ya las amparaba. Pero esas víctimas ya fueron reparadas durante la dictadura porque Franco encargó, entre otras medidas, un protocolo de exhumaciones para darles entierro digno. La palabra “concordia”, con la que PP y Vox titulan sus proposiciones de ley, está presente en todos los textos legislativos de memoria que pretenden derogar.

2. La alusión a ETA. La proposición de ley de concordia del PP y Vox para la Comunidad Valenciana afirma en su exposición de motivos: “Vamos a aprovechar para reconocer a todas las víctimas de la violencia política y social que ha vivido nuestro país, también las del terrorismo”. Los representantes del grupo parlamentario popular y de la extrema derecha que firman la proposición son conscientes de que ya existe una ley que ampara a este colectivo, por lo que el texto, de siete páginas, aclara que la nueva normativa “no elimina ni uno solo de los derechos que ya están reconocidos por la ley 1/2004 de 24 de mayo de ayuda a las víctimas del terrorismo, que sigue vigente”.

3. Maniobras para evitar la expresión “golpe de Estado”. “La Guerra Civil llevó hasta el paroxismo las dinámicas de enfrentamiento de años anteriores. Por toda España se extendieron los asesinatos masivos, las represalias socioeconómicas, los atropellos de derechos fundamentales y los desplazamientos forzosos de población”. Este párrafo, que figura idéntico en la proposición de ley para Castilla y León y en la valenciana, muestra los esfuerzos semánticos de PP y Vox para evitar referirse como tal al golpe de Estado del 18 de julio de 1936 contra el Gobierno legítimo republicano. La propuesta de ley castellana y leonesa evita la palabra “dictadura” y la valenciana la cita en su exposición de motivos de esta forma: “España ha vivido profundas crisis, pero sobre todo, una convulsa Segunda República, una Guerra Civil, una dictadura y el azote del terrorismo etarra e islámico”.

4. La legitimidad de “todos los regímenes”. Los pactos de gobierno entre la derecha y la extrema derecha incluían una cláusula para favorecer lo que llamaban “la libertad de memoria”. Las proposiciones de ley ya presentadas inciden en esa idea. El texto que firman populares y Vox en la Comunidad Valenciana establece que “una dirección eminentemente técnica” garantizará la autonomía de la voluntad de las familias “sin reabrir las cuestiones de la legitimidad de los regímenes, que forman todos, sin excepción, parte de nuestra historia patria”, al tiempo que asegura que la legislación de memoria aprobada por gobiernos de izquierdas decretaba “la intromisión del Estado en la esfera de la conciencia de los españoles” para “moldear su memoria individual, impedir la libertad de opinión, limitar la libertad de cátedra y penalizar el trabajo de los historiadores si este no se ajusta a la interpretación sectaria e interesada de los acontecimientos históricos”.

En la tribuna del Congreso, el líder de Vox ha llegado a decir que el de Pedro Sánchez es “el peor Gobierno en 80 años”: literalmente, con Franco se vivía mejor. La proposición de ley de Concordia valenciana defiende ese tipo de afirmaciones, al tiempo que establece la necesidad de defender los valores constitucionales, al igual que hace el texto de Castilla y León: “La Administración educativa de la Junta incluirá en el currículum educativo la formación en la defensa de los derechos humanos, los derechos y obligaciones contenidos en la Constitución y el Estatuto de Autonomía y los valores superiores del ordenamiento jurídico”.<

La legislación a la que PP y Vox se oponen tampoco persigue, como sostienen ambos partidos, a los historiadores con otra visión de los acontecimientos históricos. Ni siquiera a los que no son historiadores y han publicado numerosos libros manipulando los hechos ya acreditados por los que sí son profesionales de la historiografía. Esa normativa sí recoge la necesidad de que la represión franquista se estudie en la escuela, algo que para la derecha y la extrema derecha es “adoctrinamiento”, y sanciones para quienes hagan apología de la Guerra Civil y la dictadura causando humillación o daño a las víctimas, de un modo similar a lo estipulado en la apología del terrorismo. 

jueves, 20 de julio de 2023

La era de la vileza

Las redes sociales han universalizado la antigua grosería de la barra de bar y el muro del retrete. La rima cruel, la gracia, la consigna, ahora la repiten en público personas que ocupan cargos públicos y que están seguras de poseer una educación exquisita
La era de la vileza
ANTONIO MUÑOZ MOLINA

En los sedimentos acumulados en el fondo de un lago de Canadá un equipo de geólogos asegura haber encontrado la prueba de que en Tierra, hacia 1950, empezó la era del Antropoceno, marcada por las perturbaciones de la acción humana sobre el planeta. No es improbable que en un futuro próximo los historiadores sitúen en estas décadas recientes el comienzo definitivo y radical de una nueva época no geológica sino política y moral, y hasta psicológica, que me apresuro a bautizar por mi cuenta como la era de la vileza: aquella en la que habrán desaparecido todos los límites a la manipulación y a la mentira, y en los que la calumnia se difundirá con la desenvoltura de una sonrisa publicitaria y con la eficiencia multiplicadora del estercolero inmundo de la prensa sin escrúpulos y de las redes sociales.

En una fascinante indagación que retrocede milenios, los científicos han encontrado a profundidades distintas, bajo las aguas inmóviles del lago Crawford rastros de polen de maíz que atestiguan los primeros pasos de la agricultura en el continente americano, huellas de las emisiones de carbón en los comienzos de la Revolución Industrial, incluso partículas radiactivas de las primeras explosiones atómicas. Sería urgente alcanzar un grado parecido de precisión al documentar los orígenes, los primeros pasos inadvertidos, las rachas de avance devorador de esta nueva era de la vileza. Lo nuevo tarda en advertirse, incluso cuando se tiene ya delante de los ojos. Sin darnos cuenta llevamos mucho tiempo respirando la vileza sin darnos plena cuenta de su toxicidad, igual que todo el mundo recibía dosis dañinas de radiación ultravioleta antes de que unos científicos dieran la alarma sobre la destrucción acelerada de la capa de ozono.

Que los gases de la vileza ya han invadido sin remedio el aire de la vida pública española lo hemos sentido de golpe al escuchar por todas partes ese eslogan siniestro, “que te vote Txapote”, que provoca una reacción no ya moral sino física, como esa arcada que desata un olor a podrido. Es el tipo de gracia que se hace en un grupo de amigotes unidos por una recia carcajada española, cuando alguien advierte de que no va a ser “políticamente correcto” y cuenta a continuación un chiste de violaciones o de negros. La diferencia es que en la nueva era el chiste y la risotada desbordan el grupito confidencial y se hacen públicos sin pudor ni vergüenza, con chulería desafiante, con un clamor de chusma beoda en el calor tórrido de una plaza de toros. Las redes sociales han universalizado la antigua grosería de la barra de bar y el muro del retrete. La rima cruel, la gracia, la consigna, ahora la repiten en público personas que ocupan cargos públicos y que están seguras de poseer una educación exquisita, y se ve estampada en los laterales de un autobús electoral de un partido político ya agitado de antemano por una inminencia de victoria.

La gracia consiste en asociar al presidente del Gobierno y candidato socialista a un asesino etarra. Y para acompañarla, aunque sin decirla, con cazurrería y descaro, Alberto Núñez Feijóo invocó el aniversario de alguien que merecería al menos el respeto sagrado que se debe a los inocentes y a las víctimas. Un rasgo de la edad de la vileza es la repetición metódica del abuso, la injuria y la mentira. Al volverse habituales no pierden su veneno, pero cada vez provocan menos escándalo. Es posible que los primeros sedimentos de esta nueva época fueran sembrados por este personaje público, siempre más o menos en la sombra, Miguel Ángel Rodríguez, que según dicen asesoró a Feijóo antes del debate, y que hace 15 años usó por primera vez en público, en programas de televisión, a sabiendas de que lo hacía, la calumnia contra una persona del todo honorable. Los residuos de vilezas pasadas los olvida todo el mundo, salvo los que las sufrieron. En 2008, en plena campaña derechista para desacreditar la sanidad pública en Madrid, Miguel Ángel Rodríguez llamó reiteradamente nazi en varias tertulias de la televisión al doctor Luis Montes, antiguo coordinador de Urgencias del hospital de Leganés, acusándolo de haber abusado de las sedaciones de enfermos graves para acelerarles la muerte. El embustero sabe que a partir de un cierto grado la mentira tiene un efecto paralizador, como lo tiene siempre un acto de violencia súbita, un grito, una bofetada. Las mentiras de Miguel Ángel Rodríguez trastornaron la vida y la carrera de un hombre íntegro, que ya había sido objeto de una sostenida persecución política. Los tribunales confirmaron la inocencia del doctor Montes, y condenaron por un delito de injurias a Rodríguez. Ya no importaba nada. El daño estaba hecho. Había enfermos que se negaban a ser atendidos por el médico injuriado. Y el mentiroso y condenado por la justicia convirtió su indecencia en un mérito para su currículum, que ha vuelto a situarlo en lo más alto de la influencia política en España.

En el registro sedimentario de la era de la vileza resaltarán dos fechas aún más fundacionales, dos mentiras tan desvergonzadas como las de Miguel Ángel Rodríguez, pero de mucha mayor resonancia: en 2003, la mentira sobre las supuestas armas de destrucción masiva almacenadas en Irak por Sadam Husein; en 2004, la mentira del Gobierno de José María Aznar sobre los atentados del 11 de marzo en la estación de Atocha. Colin Powell, que tuvo que defender ante las Naciones Unidas una invasión basada en argumentos que él sabía embusteros, se arrepintió siempre de haber sido cómplice de una guerra que destruyó un país entero y provocó más de un millón de muertos. No sin hipocresía, Tony Blair expresó en 2016 “más dolor, remordimiento y disculpa de lo que puede creerse”, aunque siguiera defendiendo la guerra. Incluso George W. Bush habló del “mayor remordimiento de toda” su presidencia, justificándolo, no sin cinismo, en los errores de las agencias de espionaje. De aquel grupo de embusteros, el único que no ha dado muestra alguna de remordimiento ni pedido disculpas ha sido José María Aznar. Sin duda, el aprendizaje de la mentira durante la guerra de Irak le fue muy útil cuando él, su Gobierno y sus afines atribuyeron a ETA los muertos del 11 de marzo, y siguieron alimentando los bulos y sembrando dudas conspirativas sobre esa autoría durante mucho tiempo.

La vileza nos intoxica a todos con solo respirarla. Pero a quien más ofende es a quienes más sufrieron, a las víctimas de un terrorismo y del otro, a los inocentes que perdieron sus vidas y a los que quedaron dañados para siempre, los heridos, los supervivientes, las personas cercanas para las que el paso del tiempo no trae consuelo ni olvido. Para quienes recordamos los días trágicos de julio de hace veintiséis años en los que tuvo lugar el secuestro, la condena, la ejecución de Miguel Ángel Blanco, lo que ha quedado en la memoria es la pena y la ira ante el crimen y la emoción civil de aquellas multitudes que inundaron las plazas de toda España, mostrando con serena contundencia el asco hacia los asesinos y la solidaridad hacia los que sufrían. Hace falta mucha vileza para convertir la memoria de aquel hombre tan joven en un sórdido navajazo político, como hizo la otra noche Núñez Feijóo. Este verano de la nueva era son sus fieles enfervorecidos los que repiten festivamente a coro, esa rima infame que ensucia los oídos de cualquiera, pero sobre todo la boca que la dice. Estoy seguro de que sus residuos van a seguir durando mucho tiempo, infectándolo todo.


martes, 4 de julio de 2023

La tetera de Bertrand Russell

La vida está llena de bulos, mentiras y fake news. Hoy circulan con más rapidez y frecuencia a través de las redes sociales. Además, creo que existe una actitud despreocupada por el discernimiento y la búsqueda de la verdad. La confianza en los demás nos convierte en las victimas ideales de todo tipo de tramposos, de mentirosos, estafadores o charlatanes. Los enunciados verdaderos, prudentes, inteligentes e instructivos llevan las de perder frente a los disparates que resultan más sugerentes o excitantes.

A todos nos interesa tener por cierto un máximo de cosas verdaderas y un mínimo de cosas falsas. Sabemos que no es nada fácil conseguirlo. Muchas veces nos equivocamos. Los errores no se deben al azar sino que están provocados por el “sesgo cognitivo”, que es una predisposición psicológica a llegar a un determinado tipo de conclusiones de manera automática. Los sesgos son maneras irracionales de dar por buenas determinadas ideas o decisiones. Existen muchos tipos de sesgos. Uno de ellos es el de autoridad.

Hace algunos años redacté una frase que, en un caso, estaba firmada por Felipe González y en otro por José María Aznar. Y les pedí a mis alumnos y alumnas que dijesen si estaban muy de acuerdo, de acuerdo, ni de acuerdo ni en desacuerdo, en desacuerdo o muy en desacuerdo. Al hacer el análisis descubrí que la mayoría de las opiniones no dependían del análisis racional de la frase sino del firmante de la misma.

El bulo no se fundamenta en argumentos verdaderos. Se contenta básicamente con provocar una respuesta emocional. El bulo no es cualquier información falsa sino aquella que la gente tiene interés en escuchar y transmitir.

Existen cuatro principios que nos permiten conocer un bulo. Forman el acrónimo NARA. 

1. El primero es el principio narrativo: la primera cualidad del bulo es su viralidad, es decir que se difunde con rapidez. El bulo es un enunciado fácil de recordar porque posee rasgos llamativos. La fuerza de la emoción nos hace creer en la historia. 

2. El segundo es el principio de atracción. El bulo eficaz es aquel que una vez difundido, es fácil de recordar. No solo despierta las ganas de creerlo sino las ganas de difundirlo.. A su capacidad de atracción se añade la prueba social: verdad es lo que la mayoría dice que es verdad. 

3. El tercero es el principio de resiliencia. Una vez que ha entrado en el cerebro, un bulo interactuará con otras ideas. Los bulos más poderosos contaminan otras proposiciones. Cualquier ataque que se le dirija será entendido como un ataque a nuestra persona. 

4. El cuarto es el principio de asimetría. La refutación de un bulo requiere un tiempo superior al que es necesario para producirlo. Decía Mark Rwain: “Una mentira puede recorrer medio mundo antes de que la verdad tenga tiempo para ponerse los zapatos”.

En la campaña electoral van a circular muchos bulos. Algunas mentiras se van a repetir de manera machacona en mítines y debates. En radios y televisiones. Van a difundirse muchas afirmaciones sin fundamento alguno. Será un ejercicio estupendo tratar de detectarlos y no ser víctimas de ellos.

El libro de Thomas C. Durand titulado “Bulos, chorradas e ideas perniciosas” tiene un subtítulo preciso: “La ciencia detrás de las mentiras que nos cuentan”. En dicho libro hay un capítulo que se titula “Herramientas para diseccionar los bulos”. Una de ellas es la tetera de Russell. Figuran además algunas otras: La navaja de Ockam, el dragón de Sagan, la guillotina de Hume, la navaja de Hanlon (de la que hablé en estas página hace tiempo).

Hoy me centraré en la tetera de Russel. Esta herramienta consiste en la historia de una tetera imaginada por el filósofo Bertrand Russell y de la que habla en un artículo escrito en 1952 para la revista Ilustrated Magazine, pero que nunca fue publicado. El artículo se titula “Is there a god?” (¿Hay un dios?). Se trata de una metáfora destinada a arrojar luz sobre la cuestión de la creencia (o de la no creencia) en Dios. Pero puede servir para cualquier otra creencia o afirmación.

Esto dice el texto original: “Muchos ortodoxos hablan como si fuera tarea de los escépticos el refutar los dogmas en lugar de que los demuestren quienes los sostienen. Se trata obviamente de un error. Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es tan pequeña que no puede verse ni siquiera con los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, dado que mi afirmación no pudiera ser refutada, dudar de ella es un presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo si la existencia de la tetera estuviera descrita en los libros antiguos, si se enseñara cada domingo como una verdad sagrada y se inculcara a los niños en la escuela, entonces cualquier vacilación para creer en su existencia se convertiría en un síntoma de excentricidad y le valdría al escéptico los cuidados de un psiquiatra en una época ilustrada, o del inquisidor en tiempos más antiguos”.

En otros términos, Russell se considera ateterista, es decir, no creyente en la existencia de esa imaginaria tetera. Quien afirma algo es quien debe aportar la prueba de su enunciado, no les corresponde exigir a los demás que demuestren que está equivocado.

También es una ilustración del principio de refutabilidad. Una hipótesis debe ofrecer un flanco de contacto que se pueda contrastar con la realidad. Lo que puede afirmarse sin pruebas también puede negarse sin pruebas.

Voy a recoger tres enunciados que la derecha española formul con frecuencia. Enunciados que considero bulos puros y duros. “La ley de memoria democrática es una ley que se promulga con la intención de dividir a los españoles”. Y en este enunciado hay dos cuestiones igualmente problemáticas en cuanto a su veracidad. La primera se refiere a la intencionalidad. ¿Cómo se pude demostrar la intención que ha tenido el legislador? Y la segunda es la comprobación del hecho que se pretende denunciar: ¿realmente produce esa división? ¿Cómo se puede demostrar?

Además de dividir, se dice, reabre heridas que ya estaban cerradas. Y todavía más, la ley nos retrotrae a la guerra olvidada y nos sitúa en un escenario prebélico. No todas las heridas están cerradas, salvo para los vencedores que, o no las sufrieron o, si las sufrieron, han dispuesto de cuarenta años para curarse.

Todas las familias que no han podido encontrar los restos de sus familiares, ¿tienen ya cerradas las heridas? Recordar lo que pasó no pretende dividir sino rechazar todo lo que provocó aquella horrible división.

Por otra parte, quienes hacen esa afirmación (quienes pretenden convencernos de que la tetera de porcelana sigue describiendo su órbita en el firmamento) muestran una ferocidad en sus declaraciones que no se puede pensar en una división más profunda que la que alimentan cada día considerando a los adversarios políticos una maldición para el país.

Pienso en la señora Ayuso, que es el prototipo de una visceral oposición a todo lo que no sea su filosofía, su forma ver y de hacer política. Es tal la división que plantea en sus declaraciones que pactar con personas ajenas a su forma de pensar (miembros de Bildu, o de Esquerra, o del PNV) le parece una perversidad. Con esa gente, no hay que pactar, ,ni dialogar, ni mirarse. ¿Hay quien sienta y practique una división más profunda? ¿Por qué descalifica con tanta ligereza y desfachatez a los demás?

Otro bulo que le he oído repetir una y otra vez a la señora Presidenta de la Comunidad de Madrid, es que “la izquierda quiere empobrecer a los españoles, pretende llevarles a todos a la miseria para hacerse así necesaria”.

Y un tercer bulo, también difundido por la ilustre señora: “lo que desea el Presidente del Gobierno es meter a toda la oposición en la cárcel”. Quien esto afirma debería probarlo, pero no sé si podremos escuchar las explicaciones porque es muy fuerte el ruido de los aplausos con el que la premian sus seguidores.

La repetición del enunciado hasta llegar a la saciedad hace que muchas personas den por bueno el aserto, por falso e incluso estúpido que sea.

Quienes ven la tetera orbitando elípticamente entre Marte y la Tierra están viendo visiones. El problema es que son visiones interesadas, partidistas, formuladas para descalificar al adversario político.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2023/06/17/la-tetera-de-bertrand-russell/

jueves, 15 de diciembre de 2022

¿Por qué no avanza en las encuestas el Gobierno de Pedro Sánchez si lo está haciendo bien?

Publicado en Público el 6 de octubre de 2022

Prácticamente todas las encuestas que se vienen realizando ponen de manifiesto la misma paradoja: a la gran mayoría de los españoles les parece que las medidas que toma el gobierno son positivas o muy positivas, pero los partidos que lo sostienen pierden intención de voto y todo apunta a que la derecha ganará las próximas elecciones generales.

El diario El País, por ejemplo, informaba hace unos días de que medidas que han sido tan criticadas en los medios como el tope al precio del gas y la rebaja del IVA en la factura de luz, las bonificaciones a los carburantes o el impuesto a los beneficios extraordinarios de las energéticas son apoyadas por el 76%, 75% y 66% de los españoles, respectivamente. Y un apoyo semejante o incluso mayor reciben otras más sociales, como las ayudas directas a familias con rentas bajas y la suspensión de los desahucios a los más vulnerables (74%), o los descuentos en los abonos del transporte público (82%).

Al mismo tiempo, sin embargo, en el mismo barómetro se ponía de relieve que ese apoyo no iba acompañado de un aumento en las expectativas de voto del PSOE y Unidas Podemos, sino más bien de todo lo contrario.

Yo no soy experto en este tipo de cuestiones y estoy seguro, además, de que esta paradoja, como casi todas las que tienen que ver con la vida social, tendrá una explicación compleja y no muy fácil de descubrir. Pero, quizá por eso, creo que vale la pena contribuir a la reflexión sobre algo aparentemente tan contradictorio y de lo que depende el futuro material y el bienestar de millones de compatriotas.

En nuestro país, como en casi todo el mundo, el sistema de comunicación social está en manos de empresas dominadas por los grandes capitales. No hay ni un solo medio, ni una televisión o radio privadas de mediano o gran alcance, que no sean propiedad o no respondan a intereses de los bancos, grandes empresas, fondos de inversión o Iglesia Católica. Ni uno solo. Y, además de ello, el gobierno de Sánchez, siguiendo la estela que dejó el de Zapatero en su día, no solo renunció a convertir a la televisión pública en un medio de información plural e independiente, sino que se lo ha entregado a la derecha.

En España se ha dado un caso verdaderamente singular y yo me atrevería a decir que histórico: el gobierno permite que la televisión pública desinforme, manipule los contenidos informativos y hasta mienta, para presentar las noticias del modo que más daño pueda hacer a la mayoría parlamentaria que lo sostiene democráticamente.

No es una opinión, es un hecho que se ha podido comprobar fácilmente viendo día a día los telediarios y las tertulias de RTVE y que vienen denunciando sindicatos y profesionales independientes.

Esa es la cuestión. A mí me parece imposible que la gestión que haga el gobierno se metabolice correctamente por la opinión pública y que esta preste suficiente apoyo electoral a los partidos que lo sostienen sin correcta información sobre lo que verdaderamente hace, sin deliberación democrática sobre sus medidas y cuando toda su acción se presenta en los medios constantemente desdibujada y vinculada a los peores desastres por una legión de periodistas y tertulianos al servicio de sus adversarios políticos. Y máxime, en un país como el nuestro, en el que la derecha política es extremadamente nacionalista y cree que solo ella es España, poque no somos «españoles de bien», o ni siquiera españoles, quienes pensamos o sentimos de modo diferente. La derecha española está convencida de que la izquierda es enemiga y no tiene derecho a gobernar y que, por tanto, es legítimo y necesario hacer cualquier cosa para evitar que lo haga. Y eso es lo que se traduce constantemente en la información mentirosa y malintencionada que emiten los medios privados y la televisión pública.

Pero no acaba ahí la cosa.
Lógicamente, no se puede esperar que la derecha ponga sus mediadores al servicio de un gobierno progresista; o que los bancos, grandes empresas y fondos de inversión permitan que en los medios de su propiedad expongan sus ideas las personas que defienden un reparto más equitativo de su riqueza y poder.

Por tanto, si los partidos políticos que gobiernan y tratan de sacar adelante medidas que vayan contra esos intereses dominantes quieren que la gente sepa con realismo lo que están haciendo, es imprescindible que dispongan de sus propios medios y mediadores.

Y el problema es que, incomprensiblemente, han renunciado a ellos.

Sin medios de comunicación, sin promover televisiones o radios ciudadanas que pudieran presentar la información, no ya de un modo favorable al gobierno, sino al menos más plural, es imposible que se pueda generalizar el apoyo a los partidos que lo conforman, incluso a pesar de que la mayoría de la población considere como positivas las medidas que adopta.

Y los únicos mediadores que podrían lograr que la sociedad conozca de primera mano y fielmente lo que hacen en el gobierno los partidos de izquierdas y explicar sin manipulaciones ni mentiras la verdadera naturaleza de su gestión, son sus militantes, sus organizaciones de base y las personas que por sus conocimientos o posición social disponen de influencia intelectual y capacidad de diálogo con la sociedad.

Sin embargo, los partidos de izquierdas se han convertido en organizaciones cesaristas, sin apenas presencia efectiva en la sociedad y con una militancia que prácticamente se reduce a la nacida y educada al amparo de los aparatos, con el único fin de controlarlos para ocupar puestos retribuidos. Ni hay militancia dedicada a informar, explicar y difundir la acción del gobierno en la sociedad, ni los dirigentes de los partidos recurren al activismo social o a quienes podrían utilizar su influencia académica, profesional o social para dar apoyo, alcance y legitimación a las medidas que se van adoptando.

Aunque a la inmensa mayoría de la población, como señalan las encuestas, les parecen bien las medidas que adopta un gobierno progresista lo que ocurre es que, prácticamente en el mismo momento en que se han tomado, una legión de periodistas y comunicadores magníficamente bien pagados se dedica a desnaturalizarlas para asociar con el gobierno, no su contenido real, sino el monstruo de mil cabezas en que lo convierten a base de tergiversación y mentiras.

Y ese efecto se produce principal o más fuertemente, tal y como también revelan las encuestas, entre la población que más se beneficia de las medidas del gobierno. Como es lógico que ocurra, pues es a esa parte de la población hacia la que se dirige en mayor medida la mediación que diseña el poder económico y financiero y la derecha a su servicio. Justo la más desfavorecida y a la que ha dejado de hablar, arropar, organizar y movilizar la izquierda que renuncia a sus organizaciones de base, al trabajo de militantes y simpatizantes y a la cooperación de la intelectualidad progresista y del activismo social.

El gobierno gestiona y lo hace bien pero quienes median entre él y la sociedad para informar de las medidas que toma y de sus efectos son sus adversarios políticos. ¿A quién puede extrañar, entonces, que no gane apoyo electoral por muy bien que lo haga? 

sábado, 11 de junio de 2022

_- Dos novedades alarmantes

_- No tengo la menor duda de que Felipe VI no ha autorizado el uso desvergonzado de su imagen por el presidente de la Junta de Andalucía. Pero esto tiene que quedar claro antes de que los ciudadanos acudan a las urnas

La campaña para las elecciones al Parlamento de Andalucía para el próximo 19 de junio nos ha traído dos novedades que no habían hecho acto de presencia en ninguna de todas las demás elecciones celebradas hasta la fecha desde las del 15 de junio de 1977.

En ninguna, fuera municipal, autonómica, estatal o europea, el Rey había sido incorporado a la campaña electoral de un partido, ni un obispo había decido instrumentalizar un acto religioso de la envergadura del Rocío, para participar en la campaña electoral.

Esas dos barreras de la neutralidad de la Casa Real y de la Iglesia Católica en los procesos electorales han sido derribadas en Andalucía. El rey Felipe VI ha sido utilizado por el PP de manera inequívoca en la propaganda de su candidato a la Presidencia. El obispo de Huelva ha hecho un discurso en plena romería del Rocío con una carga política inequívoca a favor de los partidos de las derechas españolas.

Esto, insisto, no lo habíamos visto hasta la fecha. En mi opinión, no deberíamos volver a verlo. Para que sea así, sería imprescindible que los partidos de la izquierda española, se dirigieran, por un lado, a la Casa Real y, por otro, a la Conferencia Episcopal, a fin de que explicaran cómo es posible que haya sucedido lo que ha sucedido y que dieran garantías de que no volverá a ocurrir en el futuro.

Los partidos de la izquierda española deberían dirigir a la Casa Real un escrito en el que formularan al rey Felipe VI las siguientes preguntas:

¿Fue consultado el rey Felipe VI por el candidato del PP a la presidencia de la Junta de Andalucía para hacer uso de una foto suya en plena campaña electoral? Si fue así, ¿dio el Rey autorización para que se hiciera uso de su imagen en dicha campaña? Si no fue así, ¿no debería la Casa Real emitir un comunicado dirigido a los ciudadanos aclarando que ni ha sido consultado ni de ninguna manera autorizaría que se pudiera hacer uso de su imagen de manera partidista en una campaña electoral?

La callada por respuesta no es aceptable. El que calla otorga no es verdad siempre. Hay veces en que el silencio es pura expresión de prudencia. Pero en una campaña electoral, en la que un partido, cuyo candidato, al ser presidente de la Junta de Andalucía, es el máximo representante del Estado en la Comunidad Autónoma hace uso de la imagen del Rey, el silencio de la Casa Real no sería expresión de prudencia, sino de todo lo contrario. Los partidos de izquierda deben exigirle al Rey que desautorice expresamente el uso que se ha hecho de su imagen por el PP. No basta con un recurso ante la Junta Electoral. Al descaro del PP hay que responder abiertamente.

No tengo la menor duda de que el rey Felipe VI no ha autorizado el uso desvergonzado de su imagen por el presidente de la Junta de Andalucía. Pero esto tiene que quedar claro y, dada la importancia que tiene el tiempo en la campaña electoral, tiene que quedar claro antes de que los ciudadanos acudan a las urnas.

De forma parecida, los partidos de izquierda deberían dirigir un escrito a la Conferencia Episcopal, en el que preguntaran si se considera aceptable que un miembro de dicha Conferencia, se exprese en los términos en que lo ha hecho el obispo de Huelva en la romería de El Rocío. Dicho de otra manera: si la Conferencia Episcopal se reconoce en la intervención del obispo.

En un Estado no confesional, como es el Estado español desde la entrada en vigor de la Constitución, es inadmisible que un obispo se exprese de la forma en que lo ha hecho el de Huelva en plena campaña electoral. Si la Conferencia Episcopal no emite una nota a la opinión pública condenando expresamente la intervención del Obispo de Huelva, tal vez habría que replantearse la normativa que regula las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Lo que no se puede admitir es que la Iglesia Católica disfrute de todos los privilegios que los Acuerdos entre el Estado y la Santa Sede le reconoce y que sea incapaz de guardar la imparcialidad en las campañas electorales.

Las dos novedades que han hecho acto de presencia en la campaña electoral de Andalucía son de una gravedad extraordinaria. Más todavía si las contemplamos a la luz de lo que ha sido la presencia de la Monarquía y de la Iglesia Católica en nuestra historia constitucional.

https://www.eldiario.es/contracorriente/novedades-alarmantes_132_9066418.html

jueves, 6 de enero de 2022

HISTORIA. El hambre fue hambruna, no hubo pertinaz sequía: cómo el franquismo manipuló la historia.

Un estudio desmonta las tres teorías que sirvieron a Franco para justificar las pésimas condiciones de vida en los primeros años de la dictadura.

La pertinaz sequía del franquismo duró apenas un año. El aislamiento internacional fue mayoritariamente voluntad del régimen y los desastres de la guerra no fueron tan grandes como para no poder remediar los llamados años del hambre en España, una década larga en la que muchos españoles vivieron en la miseria y con serias dificultades para comer. 

Tres mitos utilizados por Franco quedan comprometidos por una investigación de Miguel Ángel del Arco, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada. Del Arco cambia además un paradigma: no fue hambre lo que ocurrió en España, sino hambruna, un concepto más amplio y con más consecuencias sociales. El estudio del historiador granadino, realizado gracias a una beca Leonardo de la Fundación BBVA que se le concedió a finales de 2020 y que tiene previsto convertir en libro, concluye que el régimen franquista justificó las dificultades de aquellos años a partir de un relato falso, obviando la propia y gran contribución a la pésima calidad de vida de miles de personas.

Franco, desde el rigor y lejos de la manipulación
Tras la Guerra Civil (abril 1936 a julio 1939) y hasta los primeros años de la década de los cincuenta, el país, especialmente el sur, sufrió tremendas dificultades para recuperarse y la vida se volvió muy difícil. Son los años del hambre, que la dictadura justificó con esas tres excusas. Primero, las consecuencias de la guerra. Con el paso del tiempo, esta dejó de tener sentido. El régimen miró al cielo y encontró entonces la “pertinaz sequía”. Cuando esta se desgastó, Franco miró fuera del país y encontró su tercera razón: el aislamiento internacional. La dictadura siempre encontró razones externas para justificar el desastre pero, como explica Del Arco, los motivos estaban siempre dentro, en sus propias decisiones.

La pertinaz sequía es un concepto perfectamente construido, sonoro y eficaz. Las personas de cierta edad posiblemente no puedan evitar recomponerlo cuando oyen una u otra palabra por separado. Y, sin embargo, nunca ocurrió. Los años del hambre transcurren desde 1939 hasta 1952. Aún sin registros oficiales de lluvia en aquellos años, Del Arco ha podido reconstruir la situación. “No es posible hablar de sequía persistente” aunque, asegura, sí fue especialmente seca la temporada agrícola 1944-45, lo que “el régimen aprovechó para justificar una década de miseria”. La realidad es que la agricultura no daba abasto para cubrir las necesidades porque “el rendimiento por hectárea cayó en picado. Entre otras razones, porque no había fertilizantes químicos, resultado del deseo de no comprar en el extranjero, ni orgánicos, ya que la cabaña ganadera está muy menguada por la guerra y el hambre”.

La autarquía
“El problema de España en la posguerra es el sistema económico elegido voluntaria e ideológicamente por Franco: la autarquía, con una grandísima inspiración en la Alemania nazi y en la Italia de Mussolini. Franco —con una gran desconfianza hacia Francia o Inglaterra, principales socios comerciales de España entonces— se consideraba superdotado para la economía y creía que él podría arreglar la situación tras la guerra”. Un gran error que, para Del Arco, marca el futuro del país en esos años. La idea era: España es autosuficiente y nos sobrará para exportar. Con ello y con un gran ejército, dice Del Arco, “España sería imperial”. Todo tan fuera de la realidad como comprobaron en sus propias carnes miles de familias. En la década de los cincuenta, “Franco deja de opinar sobre economía y llegan los tecnócratas”, narra el profesor, con lo que la situación económica mejora.

Los años del hambre, explica Del Arco, habría que llamarlos de la hambruna. Este historiador no entiende el desinterés de la historiografía española por esta década y a este fenómeno. “Un solo libro de texto menciona el término en la ESO”, afirma. Hambruna, frente a hambre, supone mucho más que morir por no comer: incluye también fallecimientos causados por enfermedades inducidas por el hambre y una alimentación deficiente. La hambruna provoca, además, un severo empobrecimiento de los grupos más vulnerables, con las consecuencias presentes y futuras que eso supone. Del Arco recuerda que el historiador Stanley Payne cifró en 200.000 muertos los fallecidos por desnutrición o enfermedades derivadas de ello en los cinco años siguientes a la guerra. La cifra de Payne no puede cotejarse con datos oficiales porque no existen.

Los otros dos argumentos, aislamiento internacional y consecuencias de la guerra, son igualmente negados por Del Arco, quien explica que los estragos no fueron tan grandes para explicar tanta miseria. “Hubo destrucción importante de viviendas, de infraestructuras de comunicaciones pero, sobre todo, de capital humano, con la marcha de tanta gente al exilio. Pero parte del territorio donde estaban los republicanos no sufrió tanto porque estos, en su retirada, no destruían lo que dejaban atrás. Se nota mucho en País Vasco y Cataluña”.

El aislamiento internacional es la excusa final. Se utiliza abarcando un periodo grande de años: primero, se abraza a las consecuencias negativas derivadas de la Primera Guerra Mundial y, después, tras la Segunda, “al ostracismo al que, según el régimen, la comunidad internacional somete a España”. 1945 fue para el historiador un año con bastante presión contra Franco. “El régimen peligró en cierto modo” y recurre entonces a un relato según el cual la comunidad internacional se olvida de España. La realidad, según Del Arco, es otra: comerció con Argentina y con países del Este y se alejó voluntariamente de Francia e Inglaterra, además de dejarse ver con la Alemania nazi. Esa decisión política, “como sabía el régimen”, dice Del Arco, no podía tener otra consecuencia que un alejamiento de la comunidad internacional.

Del Arco concluye recordando que el régimen, además, se negó a recibir ayuda. En 1941, la comunidad religiosa de los cuáqueros americanos ofrece ayuda a través del embajador español en Washington. La respuesta de Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco y ministro de Asuntos Exteriores entonces, fue significativa: “Dígale que no la necesitamos”.

Aprovechados y beneficiados
No todo fue miseria en la dictadura. El cierre total al libre mercado da paso, como efecto secundario, a la llegada de iluminados y a la de favorecidos por el dedo gubernamental. Entre los primeros figuraba Filek, un austriaco casado con una granadina, Mercedes Domenech, que en 1940 convenció a Franco de que era capaz de convertir agua de río en gasolina, para lo que necesitaba apoyo económico. El dinero lo recibió pero la magia nunca se hizo. José Luis Arrese, gobernador de Málaga, convenció a Carmen Polo de las bondades de los bocadillos de carne de delfín para acabar con el hambre en Málaga. Arrese ascendió a secretario general del movimiento aunque ningún menú incluyó nunca esos bocadillos. Entre los favorecidos, aquellos que por su cercanía al régimen conseguían licencias exclusivas para importar ciertos productos, estuvo el caso del yerno de Franco, el Marqués de Villaverde, que se dedicó un tiempo a la venta de motos de moda: las vespas.

lunes, 6 de diciembre de 2021

Anguita ya les vio venir

Una diputada de la extrema derecha, aseguró que el Califa rojo estaría orgulloso de Vox, pero el histórico líder de IU dejó un vídeo para ridiculizarles

Este viernes fue trending topic, uno de los temas más comentados en la red social, Julio Anguita, el histórico líder de Izquierda Unida fallecido en mayo de 2020. El motivo: una diputada de Vox aseguró que el conocido como “Califa rojo” se sentiría “profundamente orgulloso de Vox”, el partido con el que, según ella, se identificaría hoy. Lo que ocurrió a continuación prueba dos comportamientos preocupantes: uno, que en Twitter se puede decir cualquier sandez, y dos, que se ha vuelto necesario explicar lo obvio o desmentir las falsedades más absurdas.

La diputada, alicantina y posible candidata de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía —ella misma lo ha retuiteado— tomó el nombre de Anguita en vano para decir que hoy “se avergonzaría de los que dicen ser de izquierdas y defender a la clase obrera”, entre los que citó a “partidos políticos, sindicatos de mariscadas y plataformas del gobierno del Frente Popular”. “Hoy”, añadió, “vería representado en Vox el espíritu de lucha que siempre mantuvo”.

En Twitter se apresuraron a desmentirlo, recurriendo a antiguos vídeos del propio Anguita. Algunos de ellos eran tan específicos que parecía que se habían grabado inmediatamente después de las declaraciones de la diputada, aunque datan de unos años antes. Es como si el Califa rojo hubiera previsto el futuro, y en concreto, el momento preciso en el que una de las referentes de todo lo que él combatía intentaría manipular sus palabras. Afirma Anguita en uno de los vídeos que la comunidad tuitera ha difundido en las últimas horas sin parar: “Hace años afirmé que en el caso de la corrupción era mejor que alguien votase a alguien honesto, aunque fuera de la extrema derecha, que a alguien de izquierdas. Lo dije en el contexto de la corrupción del PP. Nuestra extrema derecha utilizó la frase como si yo la avalase. Realmente, sigo pensando que honestidad y extrema derecha es oxímoron, como nieve negra o noche clara. Nuestra extrema derecha estaba inédita, pero ya ha aparecido en las instituciones. La corrupción no es solo económica, es, también, mantener un discurso falso. Esta extrema derecha dice que hay que primar a los empresarios, metiendo en el mismo saco a las empresas del Ibex que a los autónomos, que son auténticos explotados. Esta extrema derecha nuestra no se preocupa en absoluto de lo social. Huele a naftalina, a caspa, es homófoba”. Y concluye: “No me gusta que me utilicen”. En otro vídeo suyo rescatado estos días añade: “Hacen [en alusión a Vox] análisis de la Edad Media. Creo que a este discurso se le combate con razonamiento, con paciencia y sobre todo con ironía. La ironía es la mejor manera de tratar los discursos perversos”.

Hagámosle caso.
Anguita militaría hoy en Vox. Habría votado en contra del traslado de Franco de un monumento a un cementerio; habría dicho que con el dictador algunas cosas no pasaban, o sea, que el de ahora es “el peor Gobierno en 80 años”; lucharía a brazo partido para impedir la apertura de las fosas del franquismo al grito de “algo habrán hecho”. Llamaría “feminazis” a las feministas y “chiringuitos” a las asociaciones que dicen combatir la discriminación o "la pamplina" de la violencia de género. Pediría acabar con las comunidades autónomas para volver a ser una, grande y libre. Recomendaría a la gente que no se vacunase contra el coronavirus porque eso es lo que quiere el Gobierno. Defendería la libertad de información, denunciaría la censura vetando al periódico más leído del país.

La ironía es el mejor recurso para demostrar que una tontería lo es. Tenía razón Anguita.

https://elpais.com/opinion/2021-12-04/anguita-ya-les-vio-venir.html

viernes, 29 de octubre de 2021

_- Bocazas, mentirosos e irresponsables: ¡Vaya tropa!

_- Publicado en Público.es el 15 de octubre de 2021

Dice el diccionario de la Real Academia que un bocazas es la persona que habla más de lo que aconseja la discreción. Y que la discreción es la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar; el don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad, reserva, prudencia y circunspección.

Siendo así, no creo exagerado afirmar que los líderes de la derecha española son unos bocazas. Y muy en particular, el secretario general del Partido Popular, Pablo Casado. Este último combina dos rasgos que, exagerados como en su caso, pueden dar lugar a defectos superlativos: hablar demasiado y, con mucha frecuencia, hacerlo de lo que no se sabe. En el caso de Casado, quizá porque tiene un grave déficit de formación como consecuencia de que el vértigo con el que cursó la carrera de Derecho no le permitió dedicar mucho tiempo al estudio.

A menudo, confunde la geografía y la cultura españolas, como al decir que iba a Gipuzkoa a visitar Getxo, que Melilla es la la «única ciudad española y europea en África» o que «en Baleares no habláis catalán», ni nadie el bable en Asturias

Su falta de tacto y de juicio en materia jurídica son bien conocidas. En una ocasión propuso que «la okupación ilegal de un inmueble pase de tener una sanción de falta a ser considerado delito, con penas previstas de prisión de 1 a 3 años». Algo inaudito porque, como le recordaron varios juristas por entonces, las faltas no existen desde 2015, la usurpación es considerada delito leve y el Código penal ya establece penas de prisión para las ocupaciones violentas.

También ha sido a veces imprudente e insensato por haber hablado más de la cuenta y mal sobre cuestiones económicas que obviamente desconoce. Hace unas semanas proponía la rebaja del IVA en Canarias, una comunidad autónoma donde no se aplica este impuesto; y en su primera campaña electoral propuso bajar el salario mínimo para negarlo enseguida, en cuanto su equipo de dio cuenta de la barbaridad que estaba proponiendo.

Y, como no podía ser menos, Casado es bocazas en materia de derechos y libertades. En mayo pasado declaró: «Los políticos no tenemos que intervenir en la vida de los demás. Yo no puedo decir: “la gente tiene que dejar de comer carne” o “comprar menos ropa”. Le tuvo que contestar el Presidente del Principado de Asturias: «Bien. ¿Y entonces por qué tenemos los políticos que prohibir que la gente se divorcie? ¿O prohibir que una persona se case con otra de su mismo sexo? ¿O prohibir que las personas puedan morir dignamente? ¿Por qué entonces el señor Casado se opone siempre a los derechos?»

En otra ocasiones, como suele pasar a todos los bocazas, a Pablo Casado le pueden la hipérbole y la desmesura, como cuando dijo en 2018 que «la hispanidad es la etapa mas brillante no de España sino del hombre». O cuando fue capaz de lanzar contra Pedro Sánchez los 37 insultos en 15 minutos que Adriana Lastra le contabilizó durante una intervención en la tribuna del Congreso (aquí). O cuando alcanzó la otra estratosférica marca de 21 improperios dedicados a Pedro Sánchez en menos de 10 minutos (aquí). Lo calificó de Ilegítimo, chantajeado, deslegitimado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid de la ruptura en España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre, okupa. Todo lo cual, dijo días después Casado, «no son descalificaciones, son descripciones»  (aquí).

Prueba de que el secretario general del Partido Popular es un bocazas es que casi nunca es circunspecto y, sobre todo, que él mismo termina por reconocerlo, mal que le pese, como hizo después de haber llamado felón y traidor al presidente Pedro Sánchez (aquí) 
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Una querencia por la exageración y el exabrupto que ha calado en algunos dirigentes empresariales, como el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.

Este emula últimamente, e incluso a veces los supera, a los hooligans del PP y de Vox con declaraciones francamente desproporcionadas y carentes de la más mínima ponderación, buen juicio y sensatez. Hace unos días acusó al gobierno español de «intervencionismo terrorífico» por las medidas que se pensaba adoptar para controlar el precio de la luz. Unas medidas que no podían ser otras que las previstas en nuestras leyes o en las normas europeas (vivimos, aunque a veces no lo parezca, en un Estado de Derecho) y que objetivamente son mucho menos intervencionistas que las que, casi al mismo tiempo, anunciaba el gobierno francés: congelar directamente el precio del gas y la electricidad.

Mucho peor que ser bocazas es ser mentiroso y ahí Pablo Casado, aunque compitiendo, eso sí, muy igualadamente con Abascal, puede convertirse en el gran adalid de la derecha política y económica de España. Tiene realmente muy poco parangón entre nosotros, aunque es cierto que todavía está lejos de Trump, a quien The Washington Post contabilizó 30.573 mentiras o medias verdades en sus cuatro años de mandato.

Una cifra fabulosa la del ex presidente de Estados Unidos pero que podría estar al alcance de Casado a poco que su carrera política se alargue. El total de mentiras de Trump suponen una media de 3,5 a la hora y Casado ha batido ese promedio en varias ocasiones. Hace unos días, Infolibre le registró 13 mentiras en media hora (7,4 veces más de media que Trump); en su intervención durante el debate electoral de abril del 2019 se le contabilizaron 9  (aquí) y 14 en el debate de investidura de noviembre de ese mismo año (aquí).

En todo caso, está ya acreditado en muchas publicaciones que Pablo Casado es un mentiroso, a estas alturas quizá se podría añadir compulsivo, y yo mismo he demostrado que él personalmente y su partido lo son, especialmente, en materia económica. Por ejemplo, en estos tres artículos:  Las mentiras y burradas económicas de Pablo Casado son incompatibles con la democraciaPablo Casado y el Partido Popular también mienten a los españoles en materia económica y Las mentiras del PP sobre el impuesto de sucesiones. 

No insistiré ahora, por tanto, en este segundo rasgo de la derecha española que hace política no solo difundiendo el top de las grandes mentiras económicas de nuestro tiempo, a las que he consagrado mi libro recién publicado por Ediciones Deusto, Econofakes, sino también (como se demuestra en los artículos que acabo de mencionar) todo tipo de datos falsos, cifras erróneas e información manipulada.

Ahora bien, el daño que provocan la bravuconería y la imprudencia propia de los bocazas y la mentira constante palidece ante el que produce la irresponsabilidad de la que hacen gala personajes como Casado o Sánchez Galán, por citar solo a dos de los más histriónicos de la agenda española de estos tiempos.

Ya está mal que Casado, en lugar de colaborar, viaje por Europa para criticar al gobierno, poniendo en peligro la recepción de recursos europeos o la llegada de inversiones extranjeras, como una forma más de lucha política sin cuartel, cuando se está jugando la recuperación de la mayor crisis de la historia reciente. Pero que lo haga a base de mentiras, de infundios y de insultos sin fundamento es una irresponsabilidad tan impresionante que cuesta trabajo calificar.

Lo que acaba de hacer hace unos días en una entrevista al diario El Mundo es un manifestación más de la maldad y del odio a media España de Pablo Casado. Una vez más demuestra que está dispuesto a enfrentarse a los problemas de España con la misma falta de escrúpulos con la que debió recoger un título universitario que cualquier profesor de Derecho sabe que es imposible obtener limpiamente en las circunstancias que el propio Casado ha confesado que lo consiguió.

Lo que ha dicho Casado en esa entrevista sobre la situación de la economía española («España se encamina a la quiebra, estamos abocados al rescate» y otras lindezas) es manifiestamente falso, no responde a la realidad en la que nos encontramos. Por no entrar en otras cuestiones, como la de liberalizar todo el suelo público, lo que volvería a provocar los tremendos problemas que trajo consigo la que llevó a cabo José María Aznar, otro mentiroso -por cierto- al servicio de los intereses económicos más poderosos y que malvendió propiedades de todos los españoles, colocando de paso a sus amigos, envuelto, eso sí, en gigantescas banderas y loas a la Patria.

Para descalificar a un gobierno que defiende intereses contrarios a los suyos, Casado y otros dirigentes del PP tienen que inventarse las cifras del paro (ocultando que estamos casi a la mitad del que se llegó a registrar con el último gobierno del PP), obviar los indicadores que normalmente se usan para conocer la confianza que otorgan los inversores en los mercados (la prima de riesgo está ahora casi 6,5 veces más baja que cuando gobernada Rajoy y está bajando en los últimos meses) o hacer una interpretación torticera del crecimiento innegable de la deuda pública. Y, sobre todo, obviando que, para bien o para mal, la economía española -como todas las europeas- está constantemente monitorizada, de modo que ese riesgo seguro del que sin fundamento advierte Casado sería detectado y denunciado mucho antes por las instituciones europeas e internacionales.

Hay que tener muy poca vergüenza y muy poco aprecio al conjunto de los españoles para decir lo que han dicho Casado, Galán y el resto de los dirigentes que siguen su estela de intoxicaciones e insultos. No atacan al gobierno de coalición ni a las izquierdas en general, sino a España en su conjunto y a toda su población, a las empresas y a las instituciones, sea quien sea quien las gobierne en este momento. Porque la verborrea y la descalificación farisaica, las denuncias a base de mentiras en Bruselas solo siembran incertidumbre, inseguridad y temor que retrae la inversión y la creación de riqueza. No destruyen al PSOE y a Unidas Podemos, destruyen a toda España, aunque a estas alturas está bien claro que la prefieren destrozada antes que legítimamente gobernada por quienes no pensamos como ellos ni defendemos sus intereses.

Lo que está haciendo Casado y algunos empresarios como Sánchez Galán responde a la misma estrategia que Franco reconoció que llevaría a cabo en una entrevista con el periodista Jay Allen (aquí):

– «Salvaré España del marxismo, cueste lo que cueste», dijo el dictador (…)»¿Eso significa que tendrá que matar a la mitad de España?». El general Franco sacudió la cabeza con sonrisa escéptica, pero dijo: “Repito, cueste lo que cueste».

Eso, exactamente eso, aunque ahora sin uniformes ni legionarios traídos de Marruecos, es lo que muestra Casado que está dispuesto a hacer la derecha que lidera con tal de complacer a sus dueños y señores, a los Sánchez Galán y compañía. La misma tropa de siempre.

Fuente: Juan Torres López.

viernes, 20 de agosto de 2021

El gobierno andaluz ha mentido al informar sobre las auditorías

Juan Torres López.
Publicado con Teresa Duarte Atoche en Público.es el 11 de agosto de 2021

El pasado 27 de julio, el vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, presentó un informe sobre las 54 auditorías que se han realizado sobre el llamado sector público instrumental de la Junta de Andalucía. Unas auditorías que responden al compromiso que tuvieron que asumir el Partido Popular y Ciudadanos para que Vox apoyara la investidura de Juan Manuel Moreno. Ese partido de extrema derecha siempre ha defendido que hay que desmantelar este sector por carecer de utilidad pública y ser simplemente un nido de «chiringuitos» al servicio del PSOE y los tres partidos esperaban que esas auditorías fueran la prueba fehaciente de ello.

Sin embargo, una vez realizadas, resultó que sus conclusiones no eran ni mucho menos las que la derecha andaluza esperaba encontrar.

En un artículo anterior (El bluf de las auditorías del gobierno andaluz) mostramos que el propio informe presentado por el gobierno indica con claridad que las irregularidades que la derecha andaluza venía denunciando como generalizadas en el sector público instrumental de la Junta de Andalucía se daban, en realidad, con mucha menos gravedad y extensión de las previstas. Así -insistimos, según el propio informe del gobierno- sólo se encontraron duplicidades en 20 de los 54 entes auditados, se recomendaba que se extinguieran uno o dos de ellos, según como se interprete lo que indican las auditorías, y «cambios leves» en 13 de ellos, mientras que tan solo de tres se decía que carecen de utilidad o beneficio público.

El gobierno de la derecha andaluza podría haber asumido estos resultados con realismo y autocrítica por sus exagerados vaticinios, e incluso felicitándose porque los andaluces empleados en esos entes consiguen que la gran mayoría de ellos funcionen con problemas que no son realmente muy diferentes de los que pueda tener la administración general, o las empresas privadas que tantas veces y no siempre con razón se ponen como ejemplo. Pero no lo hizo. En lugar de ello, ha preferido mantener sus prejuicios previos y presentar un informe y hacer unas declaraciones cargados de nuevas exageraciones y mentiras que rápidamente han reproducido los medios de comunicación.

El engaño del gobierno andaluz es fácil de probar, simplemente cotejando las expresiones del informe y las declaraciones del vicepresidente Juan Marín con lo que efectivamente dicen las auditorías que han sido publicadas (aquí).

El gobierno dice en su informe que en el sector público instrumental andaluz hay un «caos organizativo» y un «engorde artificial de la administración», expresiones que no se encuentran en ninguna de las auditorías publicadas. Tampoco están allí, ni en el propio informe de la Junta, las expresiones que el vicepresidente de la Junta utilizó para presentar sus conclusiones: «gastos innecesarios», «inoperancia», «superestructura desproporcionada», «red clientelar», «superestructura desproporcionada, poco operativa, llena de duplicidades».

El gobierno andaluz se ha inventado esa descripción del estado en que se encuentra el sector público instrumental que ha sido auditado. Es cierto -como veremos en otro artículo próximo- que en algunas auditorías se habla de «deficiencia de gestión», pero lo hace en muy pocos casos y siempre refiriéndose a aspectos concretos (ejecución de proyectos, uso de herramientas de planificación, inversiones en sociedades participadas…) y no con carácter general. Y algo parecido se puede decir de las duplicidades encontradas pues, como señala el propio informe del gobierno, ni son generalizadas ni tan graves como se dice; lo mismo que ocurre con los problemas de sueldos o gestión de recursos humanos, solo señalados por las auditorías en algunos casos concretos.

En nuestro artículo anterior ya dijimos, y lo reiteramos ahora, que el hecho de constatar la exageración y las mentiras del gobierno andaluz no quiere decir que le demos poca importancia al hecho de que haya una minoría de casos con mala gestión, ineficiencia o sobrecostes. Hemos defendido siempre que la administración del dinero público debe estar sometida a un control estricto, ser plenamente transparente y siempre eficaz y eficiente hasta el último euro utilizado. Por tanto, nos alegramos de que se hayan realizado auditorías y de que, por fin, se ponga sobre la mesa la reforma profunda de nuestra administración pública autonómica (aunque no creamos que esas auditorías se han hecho correctamente, un asunto del que hablaremos en otra ocasión). Pero reclamar reformas de calado es una cosa y otra presentar el problema con una naturaleza que no tiene, hacer trampas en el planteamiento y engañar a la gente con la intención oculta de alcanzar unos objetivos bien distintos a los que se dice perseguir, tal y como ha hecho el gobierno de la Junta de Andalucía.

Las consecuencias de estas mentiras son, por lo menos, dos muy claras y evidentes.

Los medios y periodistas afines (esto es, los que a través de diferentes vías cobran de la Junta de Andalucía) se han hecho eco de lo que ha dicho el gobierno andaluz sin contrastar sus afirmaciones exageradas y difunden el engaño, confundiendo a la población.

Como muestra de esto valga solamente un botón. El conocido periodista y profesor universitario Teodoro León Gross comenzaba con las siguientes palabras su columna del pasado 1 de agosto en los diarios del grupo Yoly:

“Irregularidades en la contratación”, “se han cobrado muchos sobresueldos”, “caos organizativo”, “duplicidades de funciones y competencias”, “engorde artificial de la administración”, “sueldos por encima de la media del mercado”, “una superestructura desproporcionada, poco operativa, llena de duplicidades y gastos innecesarios”, “una agencia de colocación para otros entes”, “externalización frecuente”, “deficiencia en la gestión”… ahí queda, sintagma a sintagma, el retablo escandaloso levantado por Juan Marín, como anticipo de los seis mil folios que se cuelgan ahora en el Portal de Transparencia, expuestos en plena canícula como se exponían las cabezas de los ajusticiados en la picota de la plaza pública. Se han cerrado, finalmente, las auditorías de infarto de la “herencia recibida”.

Un juicio durísimo sobre el estado en que los gobiernos del Partido Socialista habrían dejado a la administración andaluza pero que tiene una pega fundamental: ninguna, absolutamente ninguna de esas expresiones entrecomilladas que sirven para condenar la antigua gestión del Partido Socialista, aparece en ni una sola de las auditorías. Como bien dice León, se cuelga en la plaza pública la cabeza del PSOE, la herencia recibida de sus gobiernos, pero habiéndolo ajusticiado previamente solo a base mentiras, las que él mismo reproduce y difunde sin pararse a comprobar la veracidad de sus afirmaciones.

La segunda consecuencia de la mentira no es menos evidente. Trasladando a la población esa idea falsificada de la realidad no solo se la pone enfrente de lo realizado por gobiernos anterior falseando la realidad, sino que se crea el clima que la predispone para que el gobierno lleve a cabo lo que, en realidad, se proponía alcanzar y que había hecho público antes de que se realizaran las auditorías, tal y como cándidamente reconoce el informe que venimos mencionando: llevar a cabo «una disminución generalizada de las entidades existentes».

Es legítimo que unos partidos tengan dudas sobre lo anteriormente realizado en el gobierno por otros adversarios y que sometan su herencia a evaluación. Incluso sería deseable que así se hiciera constantemente. Pero lo que no se puede justificar es que se reclamen auditorías y que, cuando sus resultados no son los esperados, se monte una campaña digna de los mejores tiempos de Goebbels para poder seguir manteniendo las acusaciones que la realidad ha demostrado que son inciertas.

Es también legítimo, por supuesto, que la derecha defienda los intereses de las empresas y grupos financieros privados que desean quedarse con servicios hasta ahora públicos y que, por tanto, defienda, como el gobierno andaluz, la mayor privatización posible, la «disminución generalizada» del sector público, repetimos, en palabras textuales de su informe sobre las auditorías. Pero defender esta estrategia mintiendo sobre las razones por las que quiere privatizar es deshonesto y ocultar a la población los costes y beneficios reales que la privatización pueda tener es un auténtico y antidemocrático fraude.

En el resto de las comunidades autónomas, en España en su conjunto y en otros países de nuestro entorno hay experiencias suficientes para sacar conclusiones sobre esas políticas de privatización. Tratar de llevarlas cabo sin debate social sobre sus resultados es una perversión de la democracia pero hacerlo a base de mentiras es mucho peor, una auténtica infamia que Andalucía no se merece.

No sorprende la actitud de Vox en este caso porque es un partido que no ha parado de mentir desde su creación, ni tampoco la del Partido Popular y Ciudadanos, pues sabemos que se dejaron caer en manos de la extrema derecha para poder gobernar. Sí resulta más chocante que los partidos de izquierdas, PSOE y Podemos-Adelante Andalucía, no estén denunciando la campaña gubernamental y que no sean quienes reclamen un debate riguroso sobre las auditorías en sede parlamentaria, sin mentiras y a corazón abierto. Es la única forma de que Andalucía aproveche bien hasta el último euro y se descubran todas las irregularidades y problemas que puedan existir verdaderamente en nuestra administración pública, para depurar responsabilidades si las hubiera y tomar, con el mayor acuerdo posible y de una vez por todas, las decisiones que beneficien al mayor número de personas y empresas.

https://juantorreslopez.com/el-gobierno-andaluz-ha-mentido-al-informar-sobre-las-auditorias/

lunes, 28 de junio de 2021

_- La peligrosa labor del hombre que "desprograma" a jóvenes atrapados en grupos de culto y de odio


_- ¿Cómo convencer a las personas a las que un culto peligroso les ha lavado el cerebro de que olviden todo lo que creen que es verdad y comiencen una nueva vida?

Ese es el desafío de Rick Alan Ross, quien justamente se dedica a eso.

Ross es un especialista de renombre mundial en intervenciones de cultos. En el pasado se le ha llamado un desprogramador de culto y, más sensacionalmente, un "destructor de culto".

Ayuda a la gente a dejar las sectas destructivas y otros grupos controvertidos o radicales.

"En su esencia, todos estos grupos comparten factores definitorios: un líder totalitario que se convierte en objeto de adoración, el proceso de adoctrinamiento resulta en una influencia indebida, y luego el grupo es destructivo, lastima a la gente", le dice a la BBC.

Ross, quien se aproxima a los 70 años, ha participado en más de 500 intervenciones en todo el mundo. Y ha puesto su vida en peligro al luchar contra estos a veces poderosos grupos.

Ross ha trabajado con sectas y grupos de odio durante más de 30 años.

"He estado bajo la protección del FBI y del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Me acosaron investigadores privados, me demandaron cinco veces... Grupos incluso compraron mi basura para obtener información sobre mí. Me acosaron bastante a lo largo de los años", cuenta.

El problema con los grupos peligrosos, afirma Ross, es más amplio de lo que parece.

El complejo de Jonestown, en Guyana, fue sede de un suicidio masivo encabezado por el reverendo Jim Jones, del Templo del Pueblo.

Pero hay muchos otros incidentes de alto perfil, desde el asesinato de Sharon Tate y otras siete personas, perpetrado por seguidores del culto de la "Familia Manson" en 1969, hasta la reciente condena a 120 años de prisión del líder del culto sexual Nxivm por delitos de tráfico sexual.

Ross jugó un papel en esa condena al poner al descubierto las tácticas del grupo y testificar en la corte, en octubre pasado.

"Observamos a estos grupos y pensamos 'están tan locos', pero no nos damos cuenta de que, dentro de ese grupo, todo lo que los rodea está siendo manipulado", dice Ross, en declaraciones al programa de radio Outlook del Servicio Mundial de la BBC.

Un culto puede romper el sentido de la realidad de una persona y obligarla a construir uno nuevo, creando un cisma entre lo que el grupo dice que es real y lo que es verdaderamente real.

Ross experimentó esto por primera vez a los 30 años, cuando visitaba a su abuela en un hogar de ancianos en Arizona.

Ella le contó que una enfermera estaba predicando y tratando de reclutarla en lo que resultó ser un controvertido grupo religioso que tenía como objetivo la conversión de los judíos.

"Estaba muy molesto, sentí que quería protegerla. Fui al director del asilo de ancianos y hubo una investigación que descubrió que un grupo había pedido subrepticiamente a sus miembros que trabajaran de manera encubierta en el asilo de ancianos con el fin de apuntar a las personas mayores", dice el experto en cultos.

Ross luego pasó a trabajar en un programa para apoyar a prisioneros judíos, que también estaban siendo atacados por grupos religiosos extremos o grupos de odio.

Pasaba sus días entre cultos y autos: compraba y vendía vehículos viejos en un desguace, hasta que renunció para convertirse en un desprogramador de tiempo completo.

"Empecé a recibir referencias de familias que decían: 'Mira, no sé qué hacer. Mi hijo, mi hija, está involucrada en este grupo. ¿Puedes ayudarme?' Y comencé a sentarme y hablar con estas personas junto con un psicólogo", dice.

"Las familias se sentían muy aliviadas, porque muchos de estos grupos eran peligrosos. Algunos de ellos abusaron de los niños, otros fueron violentos. Muchos de ellos llevaron a la gente a la angustia psicológica y al distanciamiento familiar".

Pero, ¿qué implica exactamente la técnica de desprogramación de culto?

"Siempre ha sido el mismo proceso básico, pero se ha vuelto cada vez más sofisticado", dice Ross. "Es rebobinar el proceso de reclutamiento de la secta y examinarlo: ¿Cómo ingresaste, qué técnicas se usaron para reclutarte? ¿Fuiste engañado? ¿Te atraparon en el grupo?".

Se necesitan horas y horas de conversaciones para desentrañar los subterfugios empleados por las sectas, desde la hipnosis hasta la presión de los compañeros, la privación de comida y el contacto físico, todo diseñado para crear un sentido de pertenencia exclusiva.

La desprogramación también implica investigar exhaustivamente el culto en cuestión y los términos que usa, para que Ross pueda hablar con el miembro en su misma longitud de onda.

La mayoría de sus intervenciones, dice, comienzan por sorpresa para evitar que el grupo "sabotee el esfuerzo".

"El individuo puede ir a la secta y decir: 'Bueno, mi familia quiere hablar conmigo sobre mi participación en este grupo. ¿Qué crees que debería hacer?' Y el grupo diría: 'No vayas'".

La intervención sorpresa puede llevar a la ira y la tristeza, admite el experto en sectas, a una sensación de "estar siendo emboscado".

"La familia le explica al individuo cuáles son sus preocupaciones. Y yo estoy allí y hablo sobre por qué me trajeron. Es un diálogo que suele durar dos o tres días", dice Ross, quien afirma que su tasa de éxito es "aproximadamente siete de cada 10".

"Es decir, al final de la intervención alrededor del 70% de la gente dice: 'Me voy a tomar un descanso del grupo'".

"Estos grupos tienen un líder totalitario que se convierte en objeto de culto".

Amenazas de muerte
A mediados de la década de 1980, los medios de comunicación comenzaron a notar el trabajo de Ross con grupos radicales y sectas.

Simultáneamente, el desprogramador estadounidense se convirtió en un objetivo de los mismos grupos que estaba tratando de combatir.

"Me han llamado, ya sabes, Satanás ... y palabras que no voy a repetir. Hay grupos que realmente me guardan rencor y me odian", dice.

"Pero pensé que el hecho de que a estos grupos no les agradara era evidencia de que estaba teniendo algún impacto y que estaban preocupados por los miembros que estaban perdiendo, porque con frecuencia la desprogramación tendría un efecto dominó".

Ha recibido múltiples amenazas de muerte a lo largo de su carrera. La primera fue en 1988, luego de que expusiera en la televisión al líder de un polémico grupo.

"Yo diría que no pasa un mes sin que me envíen por correo electrónico alguna amenaza, o el Departamento de Justicia me envía una advertencia sobre un grupo que me tiene en una lista de objetivos", dice.

También ha sido duramente criticado. Algunas personas lo han acusado de odiar la religión y de intentar restringir las libertades religiosas.

De manera más generalizada, muchas personas también critican las técnicas de desprogramación como una forma de modificación forzada de la conducta o incluso como un "lavado de cerebro" en sí mismo.

Las intervenciones de desprogramación se realizan sin previo aviso, para evitar que otros miembros del grupo interfieran.

Ante estas acusaciones, Ross dice que solo persigue grupos que supongan algún tipo de peligro para sus seguidores.

"Me enfoco en el comportamiento, no en la creencia. La gente puede creer todo tipo de cosas con las que no estaría de acuerdo, pero si no hacen daño, si no lastiman a los niños, si no están involucrados en un comportamiento destructivo, nunca aparecerían en mi radar".

¿Contra la voluntad?
La principal controversia en torno a su trabajo está relacionada con la desprogramación involuntaria, un proceso que ocurre sin un consentimiento para ser desprogramado y que a veces puede involucrar restricción física.

La desprogramación involuntaria de un menor bajo la supervisión de un padre o tutor es legal en EE.UU.

Pero si ese alguien es un adulto, es más complicado.

¿Cómo justificaba el desprogramador retener a alguien contra su voluntad y, potencialmente, también ponerse en riesgo de ser acusado de secuestro?

"Bueno, de la forma en que lo veía, no era mi elección, sino la elección de la familia", dice.

"La familia había decidido que esta era su última alternativa para salvar a alguien que amaba. Y quizás fue una elección controvertida en el sentido de que no es correcto retener a alguien en contra de su voluntad. Pero dadas las opciones, lo elegían como el mal menor. Y estaba dispuesto a trabajar con ellos".

"A veces era cuestión de vida o muerte. Por ejemplo, he tenido una situación en la que alguien estaba recibiendo insulina y el grupo le decía que deje de usarla. Por lo tanto, había mucho en juego en algunas de estas intervenciones".

Ross ha sido criticado por sus técnicas de desprogramación involuntarias y acusado de restringir las libertades religiosas.

De los más de 500 casos que tuvo Ross, dice que una docena fueron involuntarios. Su último, y posiblemente el más conocido caso de este tipo fue la desprogramación de Jason Scott, en 1991.

La madre de Jason había pertenecido a un grupo controvertido, con el cual se había peleado, y quería que sus tres hijos adolescentes se fueran con ella.

"[La madre] estaba terriblemente angustiada. Uno de sus hijos había sido abusado sexualmente, lo que la había precipitado a dejar el grupo. Y sabía que a Jason se le había organizado un matrimonio arreglado con una mujer del grupo".

Contrató a Ross. Pudo desprogramar a los dos hijos menores, pero Jason, el mayor, de 18 años, se negó. Luchó contra los guardias de seguridad que había contratado su madre y terminó siendo llevado a la fuerza a un refugio.

Allí, Ross se sentó y habló con él y otros miembros de la familia durante unos cinco días. Y al final, Jason parecía haberse recuperado.

Se necesitan horas de charlas guiadas para convencer a alguien de que está siendo controlado, dice el experto.

Pero la intervención fue un fracaso. Jason escapó, regresó al grupo religioso y lo denunció a la policía. Ross fue arrestado y acusado de encarcelamiento ilegal. Fue absuelto, pero la cosa no terminó allí.

En 1995, Jason demandó a Ross en un juicio civil. Declaró que había sufrido un trato despectivo, intimidación, violencia y vigilancia constante durante la intervención.

El caso judicial terminó cuando Ross fue declarado responsable de conspiración para privar a Jason Scott de sus derechos civiles y libertades religiosas.

Tuvo que pagar más de US$2 millones en daños. "Me declaré en quiebra. Y fue un momento muy difícil en mi vida", dice.

Pero en un giro inesperado de los acontecimientos, Jason terminó reconciliándose con sus hermanos y su madre. También llegó a un acuerdo con Ross, quien en lugar de US$2 millones tuvo que pagar US$5.000.

Y, en un giro de 180 grados, Jason pidió la ayuda del experto en cultos para desprogramar a su esposa, que todavía estaba en el grupo.

"Sabes, esto es lo que sucede a menudo en una desprogramación fallida. La persona obtiene bastante información y es posible que no actúe de inmediato, pero tal vez más tarde lo haga".

"Y Jason básicamente dejó el grupo por muchas de las razones que habíamos discutido durante la intervención, porque reconoció que lo mejor para él era irse ", dice Ross.

"La gente puede creer todo tipo de cosas con las que no estaría de acuerdo, pero si no hacen daño, nunca aparecerían en mi radar", dice Ross.

Este caso, sin embargo, le hizo cuestionar algunas de sus prácticas.

"Independientemente de las circunstancias, decidí no volver a realizar una desprogramación involuntaria en un adulto", dice.

Algunos de sus casos más exitosos, a su vez, han dado lugar a lazos de muchos años.

"Algunas personas se mantienen en contacto, me envían tarjetas de Navidad, me invitan a bodas. Realmente lo aprecio. Una mujer a la que ayudé a salir de un grupo que esterilizaba a sus miembros, cuando tuvo su primer hijo me envió un imagen del bebé", dice Ross.

"Otros siguen adelante con sus vidas y se olvidan de mí. Lo cual creo que está perfectamente bien, ya que tal vez estoy asociado con sus recuerdos desagradables de estar en un grupo muy abusivo". 

miércoles, 28 de abril de 2021

¿Quién puede debatir con Monasterio? Son muy astutos en provocarnos, en que quienes los vemos y los escuchamos acabemos también salpicados de su mierda

A nuestras puertas irrumpe una nueva forma de hacer política, para la cual no es necesario ser mínimamente culto, ni respetar las reglas del juego limpio, ni ser educado. Muy al contrario, cuando estos nuevos políticos echan pestes de las élites, no se refieren a la élite económica (a la que ellos pertenecen) sino a las personas cultivadas, a las que respetan las reglas, a las que son educadas. Su discurso anti élites es viejo, se remonta a los años treinta, responde a esa antigua retórica fascista que se dirige al pueblo llano, un discurso que se ha visto renovado en este siglo en Estados Unidos, en Hungría, en Polonia, en los populismos italianos. Por eso erró tanto el tiro Podemos, en los primeros tiempos, cuando arremetió en bloque contra las castas, entre las que incluía a una clase media a la que las sacudidas económicas han obligado a amparar a sus mayores y a los hijos, ya maltratados por dos crisis. Ahora, cuando ellos mismos, aquellos nuevos políticos, han mejorado su nivel económico, estoy convencida de que habrán aprendido una gran lección en sus propias carnes: para defender la igualdad social no hace falta ser pobre. De hecho, el cambio cultural más notable de los años veinte del pasado siglo en España fue el insólito compromiso de la burguesía para sacar al país de su miseria y de su ostracismo cultural. Obligar a los ciudadanos a defender una ideología por el dinero que se tiene en el banco es una estupidez, si es este un dinero ganado honradamente.

En esta nueva fase de nuestra bronca vida política, son muchos los que han allanado el terreno a las estrellas de la extrema derecha, excusando sus desmanes o silenciándolos. Era difícil eludir las triquiñuelas ilegales de Rocío Monasterio para firmar proyectos de arquitectura sin tener el título reglamentario, pero de tanto ignorar esta irregularidad ha acabado desapareciendo del debate; de la misma manera que de tanto machacar con la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero se ha legitimado ese argumento en cualquier foro. No importa que uno se pague las cosas con su dinero, la cuestión es que, amigo, el chaletazo, como así lo denominó Ayuso en el primer y único debate al que asistió, no te corresponde. Ese es el estilo. Ataques personales, provocaciones que acaban abroncando a todos los asistentes. Es inevitable no verse ensuciado cuando se comparte mesa con alguien que desprecia, insulta, no calla, miente con descaro. Por supuesto, numerosos opinadores políticos han señalado a Pablo Iglesias como el culpable de que el debate, el que abandonó y los que quedaban, se haya frustrado. Nadie culpa en cambio a Díaz Ayuso de dejar la silla vacía. Y de las groserías de Monasterio muchos disfrutan en silencio, porque se encargó de expulsar al demonio del cuarto (algunos viejos socialistas llaman a ese demonio “anomalía democrática”). El Partido Popular celebró el abandono de Iglesias en un tuit que luego borró. Los tuits que se borran son los que más valor tienen, porque exhiben lo que de verdad se piensa.

Muchos han pavimentado el discurso de Monasterio. Dice Adama Dieng, asesor de la ONU para la prevención del genocidio, que los crímenes de odio están precedidos por discursos de odio. Esto es lo que ha venido estudiando la Fundación por Causa, advirtiendo desde hace años de que España no estaba libre de la legitimación de una ideología xenófoba. Isabel Díaz Ayuso dice no estar de acuerdo con los carteles racistas referidos a los chavales no acompañados (desterremos menas, es ya un insulto), pero advierte de que comparte con ese partido otras muchas cosas. ¿Y qué cosas se pueden compartir con un partido racista? La cuestión en este asunto es si merece la pena debatir con quien siembra el odio. Mi opinión es que no hay conversación posible: son muy astutos en provocarnos, en que quienes los vemos y los escuchamos acabemos también salpicados de su mierda. ELVIRA LINDO. El País.

sábado, 10 de octubre de 2020

_- FEDERICO FINCHELSTEIN | HISTORIADOR. “Franco ocupa un lugar jerárquico entre los mentirosos de la historia del fascismo”

_- El historiador argentino Federico Finchelstein expone en su nuevo libro, "Una breve historia de las mentiras fascistas", cómo los extremistas de ultraderecha creen (?) en sus propios embustes

Joseph Goebbels, el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de Hitler, dejó constancia en sus diarios personales de su orgullo por “cómo los medios de comunicación alemanes comentaban lo buenos que eran sus artículos”. La anécdota ilustra, según el historiador argentino Federico Finchelstein (45 años, Buenos Aires), una de las características del fascismo: “Los fascistas creen en sus propias mentiras” (?). “Goebbels controlaba los periódicos y es interesante que, en sus diarios, que no fueron escritos para el público, terminara creyéndose la propia mentira del aparato propagandístico que él mismo creó”, señala Finchelstein, autor de A brief history of fascist lies (Una breve historia de las mentiras fascistas, University of California Press, 2020), que en unos meses publicará en España la editorial Taurus. Es el mismo uso de la mentira que, según el experto en ideologías extremistas, hacen los presidentes de Brasil y Estados Unidos, Jair Bolsonaro y Donald Trump, a los que considera “posfascistas”. Al igual que a los líderes de Vox, a quienes describe como herederos del dictador Francisco Franco.

“Con una lógica semejante a la de la propaganda fascista, Trump mintió sobre el coronavirus y terminó contagiado”, explica Finchelstein, como muestra de hasta qué punto los fascistas asumen sus propios embustes como verdades. El hecho de que “Trump admitiera la realidad empírica” de que el SARS-CoV-2 se transmite por el aire, “no significa que el caudillo no crea en sus propias mentiras”. “Ha estado dispuesto a sacrificar su propia salud personal porque Trump se negó, casi siempre, a usar una máscara para protegerse en público”, al igual que Bolsonaro, que se ha referido a la enfermedad que ha provocado la pandemia como la gripecinha, recuerda el historiador en conversación telefónica con EL PAÍS. Pero el líder brasileño, al igual que Trump, enfermó de gripecinha.

Federico Finchelstien.
“La verdad para el fascismo es una verdad absoluta, no demostrable, entendida como una cuestión de fe”, desarrolla el autor a lo largo de una Breve historia de las mentiras fascistas, un complemento de su libro anterior, Del fascismo al populismo en la historia (Taurus, 2019). En el fascismo, y también el posfascismo, “el líder es un dios y del líder emana la verdad”. Una verdad que no puede ser cuestionada, porque “solo los hechos (y mentiras) prescritas por el líder podían ser aceptadas como la verdad”.

Y “entre los grandes mentirosos de la historia del fascismo, Francisco Franco ocupa un lugar lamentable, casi jerárquico”, considera Finchelstein, que define al dictador español como un “hito de la mentira fascista”. “Después de asesinar a una parte importante de la oposición y de haber obligado al exilio a otros tantos, Franco convocó un referéndum en 1947 para confirmarle como jefe del Estado de España vitalicio”, continúa. Franco “argumentó que esas dudosas elecciones habían sido extremadamente libres y bienvenidas, es decir, su mentira fue que la dictadura y la libertad eran compatibles. “Es el mismo personaje que va a decir que el bombardeo de Guernica fue orquestado por los comunistas”, apuntala el historiador.

Y la historia se vuelve a repetir. Los populistas entendieron que “el fascismo se había vuelto tóxico” y abandonaron rasgos básicos fascistas como el racismo y la xenofobia, tal y como hicieron [el argentino Juan Domingo] Perón o [el italiano Silvio] Berlusconi, que no es que no fueran racistas pero el racismo no constituía el eje básico de su política”, asegura Finchelstein. En cambio, “Trump ganó las elecciones con una estrategia que hasta ese momento no se había mostrado como exitosa para llegar al poder, una campaña con una declaración racista contra los mexicanos, a los que acusó de ser violadores, algo que sería inconcebible para un Perón”. Si los populistas, buscaban legitimarse desde la democracia, los fascistas —y los posfascistas—“promueven el caos y el desorden en las instituciones que lideran”, constata el historiador argentino, que cree que los posfacistas han desandado “la democratización que había implicado el primer populismo para volver a situaciones que se parecen más al fascismo”.

¿Y cómo se combaten mentiras que son presentadas como verdades absolutas? A través del periodismo independiente, “que ofrece a los ciudadanos la posibilidad de pensar con los hechos. Para aquellos que “solo escuchan las mentiras de los líderes”, la realidad les hará, aunque quizá tarde, darse cuenta de su error. Y concluye Finchelstein: “Cuando Franco prometía una gran España, pero en España la gente se moría de hambre, algunos dejaban de creer en sus mentiras”.

domingo, 5 de abril de 2020

Tres tipos de persona que hay que saber detectar para alejarse lo antes posible. Estos son los efectos devastadores de la tríada oscura de la personalidad.

La marquesa de Merteuil, interpretada por Glenn Close en Las amistades peligrosas, es un exponente genial de maquiavelismo. Carismática y arrebatadora, reduce a escombros la vida de hombres y mujeres que caen en sus redes, que no se dan cuenta de su influencia hasta que es demasiado tarde. Y este rasgo solo es uno de lo que en psicología se ha dado en llamar la tríada oscura de la personalidad. Fuera del cine, su influencia puede alcanzarte en la calle, en el trabajo y hasta en la cena de Navidad.

"De maquiavélicos, psicópatas y narcisistas está el mundo lleno. Se presentan como personas integradas en nuestras vidas y destacan por su gran magnetismo y unas dotes extraordinarias para la manipulación y la seducción", dice la psicóloga clínica Helena Romeu. "Es en la distancia corta cuando, sin que uno sepa bien cómo, inoculan su maldad hasta destruirnos", añade. Por supuesto, no todos se gastan las argucias de la marquesa de Merteuil ni son asesinos como Charles Manson, uno de los más sanguinarios de la historia, pero conviene estar prevenidos para evitar caer en sus redes.

Un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychiatry considera que, aunque tienen algunos elementos en común, cada rasgo oscuro de la tríada sigue su propio patrón de agresión y respuesta despiadada. Por ejemplo, el narcisista tiene alguna probabilidad más de ponerse en el lugar del otro y podría tener un mayor autocontrol en su impulso de agresión cuando siente amenazado su ego. La psicopatía, sin embargo, puntúa alto en la falta de empatía y en todas las formas de agresión. El maquiavélico tiene empatía, pero muy reducida e insuficiente para imaginar lo que otra persona está sintiendo.

Con todo, según Romeu tienen algo en común: "A los tres les mueve el poder, los desafíos y el sexo superficial sin ningún control de sus impulsos y sin preocuparse de si su comportamiento es legal, honesto o decente. Hacen lo que quieren y cuando quieren sin compasión y sin inmutarse por sus consecuencias morales o sociales". Romeu define las pistas elementales que nos pueden ayudar a identificar a una persona maquiavélica, psicópata o narcisista.

El maquiavélico, virtuoso del embuste
Se mueve entre la intriga, la manipulación y la mentira. Maquina hasta conseguir lo que desea, deleitándose en su maldad. "Me convertí en una virtuosa del engaño. No buscaba mi placer, sino conocimiento. Consulté a los más estrictos moralistas para aprender como pretender ser, filósofos para saber qué pensar y novelistas para ver cuán lejos podía llegar y, al final, destilé todo en un principio maravillosamente simple: ganar o morir", describe la mencionada marquesa de Merteuil.

Aunque tiene mayor capacidad que un psicópata para identificar emociones, la utiliza en beneficio propio, según ha observado un equipo de psicólogos de las Universidades de Florida y del Sur de Alabama en un estudio con más de mil participantes, publicado en Personality and Individual Differences. Es algo que comparte con el narcisismo. "La frialdad emocional y la voluntad de manipular siguiendo su propio interés conforman uno de los puntos clave de la red del mal", advierten los autores.

El psicópata, un depredador integrado
Puede mostrarse arrollador, inteligente, carismático y con cierto encanto, pero es un auténtico depredador sin escrúpulos. Lo suyo es infringir las leyes del modo que sea. Es despiadadamente cruel, transgresor, manipulador y actúa siempre buscando su propio interés y la satisfacción de sus necesidades. En su afán perfeccionista se hace insensible al dolor. No siente el mínimo remordimiento, por muy deplorables que sean sus actos, y su capacidad destructiva crece cuanto mayor es su poder social y su coeficiente intelectual.

Un psicópata distingue entre el bien y el mal, y sabe calibrar su conducta para no ser cazado, pero no hay en ella ribete alguno de piedad, moralidad o preocupación ética. Son impulsivos y buscan el riesgo. No necesitan un motivo para que se desate un comportamiento violento, pero lo que más le irrita es que no se cumpla su "santa voluntad". Aunque el psicópata esté integrado en la sociedad, no se puede esperar de él una relación personal o de pareja sana, estable y duradera.

Se ha descubierto en la psicopatía alteraciones cerebrales, sobre todo en el lóbulo frontal, bien por malformación, enfermedad o daño cerebral. Algunos niños que han estado demasiado expuestos al dolor y a los malos tratos no desarrollan las conexiones neuronales convenientemente, pero con un ambiente adecuado esas estructuras se pueden modular y frenar la propulsión a la psicopatía.

El narcisista, castigado por su soberbia
Su grandeza irracional y desmesurada delata a veces a un tipo frágil. Su complejidad va más allá de la vanidad del joven Narciso, que se enamoró de su propia imagen reflejada en el agua. El narcisista se deleita en sus propias acciones y reacciona desproporcionadamente a cualquier hecho que pueda interpretar como amenaza a su creencia de superioridad. Desconoce la empatía y se las ingenia para que todo gire a su alrededor.

Según los resultados de los tests Narcissistic Personality Inventory, la población narcisista se ha duplicado desde 2012 y abunda en la clase política. Son personas que exageran sus talentos y se arrogan una autoridad que no les corresponde. Les encanta el poder y se muestran encantadores. Fantasean con el éxito, el brillo y la belleza. A pesar de que les faltan atributos para convertirse en líderes y conseguir el respeto de los demás, usan cualquier artimaña para hacerse con el control. Muchos niños tiranos que no conocen límites son narcisistas en la edad adulta.

En ese ego sobredimensionado, el narcisista se siente excluido de las reglas y deberes que rigen la sociedad. No acepta críticas y si alguna vez expresa un lamento es por su propio bien, no porque haya en él un mínimo de tristeza o remordimiento. Lo peor es que cuando no recibe la atención y la admiración esperadas, su hechizo se desvanece y en su desesperación puede llegar a ser muy destructivo.

https://elpais.com/elpais/2019/11/27/buenavida/1574887223_297755.html