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domingo, 13 de octubre de 2024

Manipulación, codicia y poder: la historia no contada del Opus Dei

El autor del libro, Gareth Gore, fotografiado en una iglesia de Londres el pasado 24 de septiembre.El autor del libro, Gareth Gore, fotografiado en una iglesia de Londres el pasado 24 de septiembre.


Tras cinco años de investigación, el periodista financiero Gareth Gore acusa a la organización del secuestro del Banco Popular, explotación y maltrato. Su futuro depende de Trump y de hasta dónde esté dispuesto a llegar el papa Francisco

“La Obra es un peligro para sí misma, para sus miembros, para la Iglesia y para el mundo”, concluye el periodista Gareth Gore (Wigan, Inglaterra, 43 años) en Opus (Editorial Critica), una investigación de cinco años sobre la organización fundada hace casi un siglo por Escrivá de Balaguer. El libro empieza con una confesión. “En 2017, me enviaron a Madrid a cubrir la quiebra del Banco Popular y me perdí la parte más importante de la historia”. Especializado en información financiera, ya había cubierto crisis bancarias en una decena de países y contó la caída de la entidad española de una manera similar. “Pero un par de años después”, relata durante la entrevista en Londres, en la oficina de su agente literario, en pleno Piccadilly, “tuve la suerte de que mi jefe me enviara de vuelta a España” para hacer seguimiento. “Lo que parecía otra historia sobre el colapso de un banco que había asumido demasiados riesgos dejó de serlo. Nada tenía sentido”. Los accionistas trataban entonces de recuperar su dinero en los tribunales. Todos menos uno, curiosamente, el mayor. “Enigmáticamente bautizado como La Sindicatura”, relata Gore, “el grupo contaba con el 10% del banco cuando quebró, una participación valorada en más de 2.000 millones de euros en su punto álgido. Sin embargo, pocas semanas después de la quiebra, la principal empresa de La Sindicatura notificó su disolución”. “Siguiendo el rastro del dinero”, el investigador llegó a esa historia que se había perdido y que motiva el subtítulo de este libro: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica. Es decir, el lado más oscuro de una organización religiosa vinculada hoy a decenas de centros educativos en España.

Cien de las casi 500 páginas del libro son notas, es decir, fuentes. Gore se entrevistó con más de un centenar de actuales miembros del Opus Dei: de veinteañeros a nonagenarios; en Londres, Roma, Madrid, Buenos Aires y Nueva York; y entre ellos “personas cruciales en la toma de decisiones dentro de la organización”. Confía en que su libro sea “el inicio de un proceso para animar a policías, jueces y gobiernos a investigar los abusos y posibles delitos cometidos por el Opus”. Gore desea que esos cinco años de trabajo sirvan para “abrir los ojos”. “Para mí, lo más peligroso es cómo esa organización que recluta niños y se levanta sobre un sistema de manipulación se ha introducido en el sistema educativo. En España el debate gira en torno a si los concertados deben recibir dinero público. Para mí, lo que debería estar preguntándose el Ministerio de Educación español es: ¿Debe tener autorización el Opus Dei para encargarse del bienestar de los niños?”.

EL PAÍS comparte en primicia en España, tras conversar en Londres con el autor, las revelaciones del libro, a la venta el 9 de octubre. Un memorándum interno del Opus Dei previo al lanzamiento y distribuido en residencias de numerarios pide a Escrivá que interceda desde el cielo y a los miembros de la organización que “recen por todos los involucrados y por todos los que puedan verse afectados”. La oficina de prensa del Opus Dei ha emitido este miércoles un comunicado en el que afirma que el libro ofrece una “imagen falsa” de la Obra y de su fundador; niega las acusaciones, asegura que sus miembros no les “representan” en sus actividades políticas o económicas y que su red de corporaciones y fundaciones cumplen la ley. Las organizaciones sin ánimo de lucro manejadas por integrantes de la organización, añaden, buscan “extender el mensaje y el espíritu del Opus Dei”: “Lo hacen con la convicción de que todos los bautizados están llamados a ser agentes de evangelización”. 

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jueves, 26 de septiembre de 2024

Los fantasmas de las derechas.

sartorius 19 09 2024


Ante la falta de argumentos y propuestas reales, necesitan apelar al miedo para atemorizar a las gentes, demonizar a los gobiernos contrarios y, así, obtener votos y llegar al poder.

Uno. Un día de febrero de 1848 dos pensadores alemanes publicaron un manifiesto que comenzaba así: ”Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”. Efectivamente, se trataba de un espectro o ánima, pues en la realidad de las cosas de este mundo el comunismo no existía, ni ha existido nunca como un posible estadio de la sociedad. No obstante, cuánto pánico ha desatado su simple mención a lo largo del último siglo y medio. Hasta tal punto que sirvió de coartada para intentar justificar el apoyo a las fuerzas fascistas con el fin de frenar o abortar reformas sociales que de comunistas no tenían nada. Después de la terrible contienda (1939-1945) y en el ambiente de la llamada Guerra Fría se siguió utilizando con el fin de malograr cualquier avance político o social, como fueron los casos de Mossadegh, en Irán; Arbenz, en Guatemala; Lumumba, en el Congo Belga; Getulio Vargas, en Brasil; Allende, en Chile; o sostener las dictaduras de España, Portugal o cualquier otra que se declarase anticomunista. Es, desde luego, el espectro que más juego ha dado en la historia de la humanidad, en general al precio de ríos de sangre. Lo curioso y siniestro del asunto es que han transcurrido 176 años desde aquella famosa frase del manifiesto, el “comunismo” por lo visto ha sido derrotado y, sin embargo, ese mismo fantasma, o quizá su hijo o nieto, sigue pululando por el ancho universo y las mismas fuerzas de ogaño continúan enarbolándolo de muy similar forma y manera que lo usaban las de antaño. Así, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, acusa a la candidata del Partido Demócrata, Kamala Harris, de peligrosa comunista, incluso representándola con un gorro que en vez de decir Make America Great Again aparece con la hoz y el martillo. A un nivel muy inferior, pero en la misma dirección, también la señora Ayuso, flamante presidenta de la Comunidad de Madrid, sostiene que el presidente Sánchez nos está conduciendo al comunismo. En la última campaña electoral a la autonomía madrileña manifestó que había que elegir entre el comunismo —un fantasma— o la libertad, que en la concepción “ayusista” no deja de ser un espejismo. 

Dos. Sin embargo, la derecha no satisfecha solo con un fantasma se ha sacado de la manga otros no menos fantasmagóricos. Todo el mundo debería de saber que ETA desapareció de nuestras vidas hace ya 13 años. No obstante, destacados voceros de las derechas siguen sosteniendo que la organización terrorista continúa existiendo transmutada, por lo visto, en partido político plenamente legal y con representación parlamentaria, como es el caso de Bildu. Incluso llegan a decir, llevados de sus delirios anti Sánchez, que ETA ha triunfado y, en consecuencia, el actual Gobierno se mantiene gracias al apoyo de terroristas, un nuevo fantasma armado de metralletas. 

Tres. Otro tanto está sucediendo con el tema del separatismo en Cataluña. Es conocido que en 2017, bajo un Gobierno del PP, la Generalitat declaró durante unos minutos la independencia; las fuerzas separatistas eran mayoría en el Parlament; la sociedad catalana estaba dividida y enfrentada y el Gobierno de España tuvo que ejercer una represión, que fue una de las mayores chapuzas que contemplaron los siglos. Pues bien, ahora en la Generalitat gobierna un socialista que se llama Salvador Illa; los indepes han perdido la mayoría; por primera vez en años se coloca la bandera constitucional de España y el president recibe con normalidad al jefe del Estado, el Rey. Nadie habla ya de secesión y los partidarios de la independencia han descendido de forma considerable. Sin embargo, la derecha y sus socios mediáticos siguen diciendo que el Gobierno socialista de Cataluña significa el triunfo, póstumo o no, del procés y que su presidente es un consumado separatista, según algunos, el peor de todos. 

Cuatro. Por no hablar de ese otro fantasma que, en este caso, recorre el mundo, el fantasma de las migraciones, que por causa del mendaz “efecto llamada” y la irrefrenable tendencia de los desplazados a la delincuencia está socavando las ricas, blancas y pacíficas sociedades occidentales. Movería a risa si no fuese tan trágico y costase tantas vidas. La realidad es que esos desheredados de la tierra se juegan la vida porque no tiene nada que perder; porque esta globalización es un desastre de desigualdad; porque los países de donde proceden han sido esquilmados, durante siglos, por el colonialismo y porque, aunque se afirme lo contrario, los necesitamos como el comer y forman ese nuevo “ejército de reserva”, sin el cual el capitalismo realmente existente no mantendría la tasa de beneficios. 

Cinco. Todo ello es demostración de que a las derechas les faltan argumentos y propuestas reales y necesitan de estos fantasmas para atemorizar a las gentes, demonizar a los gobiernos contrarios y, de esa manera, obtener votos y llegar al poder. Cuando en realidad lo único fantasmagórico es su propio pensamiento y se les podría aplicar el dicho popular de “sois unos fantasmas”.

Ahora bien, el método para crear tantos espectros o trasgos es bastante parecido a los del pasado. Se dice que fue Joseph Goebbels, el jefe nazi encargado de la propaganda, el que dijo que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Seguramente, otros lo dijeron antes, pues la mentira tiene una larga historia. Ahora, ciertas derechas hacen lo mismo, con medios mucho más sofisticados. Sin embargo, entonces como en la actualidad, la mentira necesita medios para triunfar y penetrar en la mente de los humanos. El doctor Goebbels, o “huevels” como en la estupenda película La niña de mis ojos de Trueba, controlaba la prensa y, sobre todo, la radio, que era la reina de los medios de aquella época. Ahora, además de los anteriores, tenemos la televisión, las redes sociales, las plataformas, muchas de las cuales bombardean todos los días y a todas horas con informaciones falsas, tergiversadas o difamaciones puras y duras. Todo ello amparado en la libertad de información, que por supuesto hay que preservar. No obstante, en el artículo 20.1.d) de la Constitución Española “se reconocen y protegen los derechos de comunicar o recibir información veraz por cualquier medio de difusión”. Es decir, que los ciudadanos tenemos derecho a recibir información veraz y no a tragar mentiras o difamaciones a las que estamos sometidos.

Quizá habría dos medidas que podrían mitigar este universo de mentiras en el que vivimos: la transparencia absoluta de quien transmite y la luminosidad de la financiación de todo instrumento de cualquier clase que cree o transmita información. Dicho de otra manera, la prohibición del anonimato personal o societario y de la ocultación de la procedencia de los fondos de todo tipo de medios de comunicación. Y cuando me refiero a medios e instrumentos incluyo las plataformas digitales de cualquier naturaleza, que socapa de considerarse simples transmisores en realidad son medios de comunicación, que deben de estar sometidas a las mismas reglas de transparencia y regulación que los tradicionales. De no hacerlo así, los resultados empiezan a ser nefastos para la propia supervivencia de una democracia sana y robusta, pues esta no puede estar basada en la mentira y la difamación. Un ejemplo práctico de cómo hay que actuar es lo que ha hecho un magistrado del Tribunal Supremo de Brasil contra la plataforma X y su propietario Elon Musk, al clausurar dicha plataforma en el país por suponer una auténtica amenaza para la democracia con sus falsedades y actividades que fomentan el odio y las políticas de ultraderecha.

Nicolás Sartorius es abogado y escritor. Su último libro es La Democracia Expansiva (Anagrama).

jueves, 6 de junio de 2024

Aniversario en la vieja Europa. Cada año la prensa conmemora los hechos del 4 de junio de 1989 en Pekín y dos días después el aniversario del desembarco aliado en Normandía. Nos unimos a la iniciativa con dos textos escritos en junio de 2004 y 2005, hace veinte años, sobre ambos eventos.


Muchos creen que John Wayne y el soldado Ryan salvaron a Europa del fascismo, que Angloamérica salvó al viejo continente, poco menos que en solitario, y que el desembarco en Normandía fue la gran acción decisiva. No fue así. 

 Ni el curso de la guerra, ni la derrota del fascismo, se decidieron allá. Los principales héroes no fueron John Wayne ni el soldado Ryan, sino gente de apellido eslavo que murió por un país que ya no existe. Los escenarios realmente decisivos fueron; Moscú, Leningrado (Peterburgo), Stalingrado (Volgogrado), y Kursk.

En el frente del Este, el Tercer Reich perdió 10 millones de soldados y oficiales muertos, heridos y desaparecidos, 48.000 blindados y vehículos de asalto, 167.000 sistemas de artillería. 607 divisiones fueron destruidas. Todo ello representa el 75% de las pérdidas totales alemanas en la Segunda Guerra Mundial.

La diferencia en la escala militar es aplastante. En Normandía se registraron 10.000 muertos aliados, 4.300 de ellos británicos y canadienses y 6.000 americanos. En las grandes batallas del este, los muertos se contaban en centenares de miles. En la batalla de Moscú participaron unos 3 millones de soldados y 2.000 tanques. La URSS utilizó allí la mitad de su ejército, Alemania una tercera parte. En el Alemein, una batalla importante del otro frente, los alemanes disponían entre 60.000 y 70.000 soldados.

La escala del sufrimiento humano también es incomparable. La geopolítica de Hitler no tenía prevista la existencia de un estado ruso en Europa y en su escala racista los eslavos estaban muy abajo. La guerra en el este era a vida o muerte, muy diferente a la del oeste. Las ciudades y los pueblos eran destruidos, frecuentemente con sus habitantes. Murieron uno de cada cuatro habitantes de Bielorrusia, uno de cada tres de Leningrado, Pskov y Smolensk.

El esfuerzo angloamericano en el continente no empezó hasta que, en 1943, quedó claro que la URSS había parado el embate y que la derrota de Alemania era inevitable. Con otra actitud seguramente se hubieran evitado muchos muertos. Pero, ¿habría habido «segundo frente» si las cosas le hubieran ido bien a Hitler en el este?

Desde la firma del acuerdo británico-soviético sobre acciones militares comunes contra Alemania de julio de 1941, Stalin pedía la apertura de un «segundo frente» en Europa, es decir un desembarco aliado que aliviara la presión soportada por la URSS. La respuesta se demoró mucho.

El invierno de 1941, con los alemanes a las puertas de Moscú, fue crítico. Aquel año la URSS sufrió la mitad de las bajas militares de toda la guerra, 9 millones entre muertos, heridos y presos (dos terceras partes de los 27,6 millones de muertos soviéticos en la guerra fueron civiles), pero sólo recibió el 2% del total de los suministros que sus compañeros de coalición le enviaron durante toda la guerra.

Los documentos desclasificados de los archivos soviéticos están llenos de declaraciones de aliados occidentales que abundaban en la inconveniencia de apresurarse. ¿Por qué no dejar que las dos fieras se devoraran entre sí?

Visto desde Moscú, los angloamericanos desembarcaban en los lugares más alejados y menos relevantes para aliviar la presión sufrida por la URSS; primero en el norte de África (noviembre de 1942), luego en Sicilia (julio del 43), a continuación dos veces en Italia continental (en septiembre del 43 y en enero del 44), y sólo a menos de un año del fin de la guerra (en junio del 44) en Normandía.

Para entonces, el ejército soviético ya hacía 6 meses que había llegado a la frontera polaca de preguerra. Las democracias debían darse prisa si querían tomar alguna posición en Europa y evitar que «los rusos» volvieran a llegar a París, como habían hecho en el pasado.

Una manifiesta desconfianza presidió la alianza antifascista soviético-occidental desde sus mismos inicios. Sus motivos eran muchos y diversos. De parte occidental se acepta, por ejemplo, que el pacto germano-soviético de 1939 evidenció el parentesco entre nazismo y estalinismo. De las vergüenzas de las democracias, de su actitud ante el fascismo en vísperas de la guerra y de sus parentescos imperiales con Hitler y Mussolini, apenas se habla. Seguramente a causa de su manifiesta actualidad.

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, aquellos políticos democráticos de Europa y América que luego «salvarían a Europa» mantenían un idilio con Hitler y Mussolini. Estados Unidos había apoyado al dictador italiano desde su llegada al poder en 1922. Sus desmanes se comprendían, porque conjuraban la amenaza bolchevique. Las inversiones americanas en Italia y en la Alemania fascista no disminuían, sino aumentaban, en los años treinta.

«Hitler ha prestado grandes servicios no solo a Alemania, sino a toda Europa Occidental, al cerrar el paso al comunismo (…) por eso es legítimo ver en Alemania un muro de contención occidental del bolchevismo», decía en 1938 el Secretario de exteriores británico, Lord Halifax.

Sobre la base común de aquella «contemporización», Londres y Berlín podían llegar a un «entendimiento». Halifax estaba dispuesto a conceder a Alemania todo lo que pidiera; «Danzig, Austria y Checoslovaquia», con tal de que esas anexiones se llevaran a cabo, «de forma pacífica y evolutiva».

Los principios de aquella Europa se habían retratado igualmente en su actitud ante la República Española.

La idea de que los proyectos de Hitler eran asumibles, que todo el mundo podía integrarse en ellos, y que la amenaza estaba en otra parte, era común en los gobiernos de la Europa de finales de los 30. Con Neville Chamberlain como jefe de gobierno en Londres y Edouard Daladier en París, las democracias calificaban de «paz con honor» la entrega de Checoslovaquia al Reich practicada por la Conferencia de Munich.

El ministro de exteriores polaco, Jozef Beck, prometía apoyar la reclamación nazi sobre Austria y tener en cuenta los intereses del Reich ante un «eventual ataque (polaco) contra Lituania». El embajador polaco en París, Lukaszewicz, explicaba a sus colegas norteamericanos que lo que estaba en juego en Europa era una lucha entre el nazismo y el bolchevismo, en cuyo campo incluía a «agentes de Moscú» como el Presidente checoslovaco, Edvard Benes. «Alemania y Polonia pondrán a los rusos en fuga en tres meses», decía el embajador, en vísperas de que la agresión contra su propio país marcara el inicio «oficial» de la Segunda Guerra Mundial.

Para entonces, aquella guerra tenía ya ocho años de historia en el mundo. El mundo de los dominios imperiales de Asia y África, donde la guerra, el atropello, la invasión y el racismo, no contaban, mientras no colisionaran con los propios intereses.

En 1931 los japoneses se habían apoderado de un trozo de China mayor que Francia. En 1933 y 1935 habían expandido su invasión a otras tres provincias chinas, practicando su guerra química y bacteriológica con experimentos en la población civil.

En 1935 Italia invadía Abisinia, con el Mariscal Badoglio utilizando gas mostaza contra la población civil.

En julio de 1939 el gobierno británico declaraba, «reconocer por completo la situación actual en China».

Ni Londres ni Washington protestaron o se opusieron al ataque japonés contra Mongolia, retaguardia de la URSS, a partir de mayo de 1939 y que, en la batalla de Jaljyn Gol ocasionó una cifra de muertos «comparable sino superior» (Valentin Falin) a la de toda la campaña de la invasión alemana de Francia de mayo-junio de 1940.

No pasaba nada y el encargado de la «India Office», Leopold Amery, explicaba por qué con toda claridad, al defender la agresión japonesa contra China en la Cámara de los Comunes; «si condenamos lo que Japón ha hecho en China, tendremos que condenar igualmente lo que Inglaterra hizo en Egipto y la India».

En un libro escrito en una prisión británica entre abril y septiembre de 1944, coincidiendo con el desembarco de Normandía, Nehru, fundador de la nueva India explicaba así la situación: «Tras algunas de aquellas democracias había imperios en los que no había democracia alguna y donde reinaba el mismo tipo de autoritarismo (racista) que se asocia con el fascismo, así que era natural que aquellas democracias occidentales sintieran algún tipo de unión ideológica con el fascismo, por mucho que les disgustara algunas de sus expresiones más vulgares y brutales».

«La política británica había sido casi ininterrumpidamente profascista y pronazi», recapitulaba Nehru en su celda del Fuerte de Ahmadnagar, pero todo se acabó, cuando se vio que aquel «aliado natural», aquel pariente, se volvía contra los intereses occidentales.

«Se hizo cada vez más obvio que, pese al deseo de calmar a Hitler, éste se estaba convirtiendo en el poder dominante en Europa, desmontando por completo el antiguo equilibrio y amenazando los intereses vitales del Imperio Británico».

El resultado fue una alianza forjada sobre las circunstancias y la estupidez de Hitler, quien, si hubiera atacado primero a la URSS en lugar de atacar a Polonia, habría sido aplaudido por las democracias. Esta idea fue expresada al final de la guerra por el propio Hitler en un texto poco conocido.

En febrero de 1945, Martin Bormann recogió varios monólogos de Hitler que tienen valor de testamento político. Dos meses antes del final, Hitler coincidía en ellos, con la tónica de los políticos británicos y americanos de antes de la guerra, al reflexionar sobre los errores que habían conducido a la derrota.

La campaña contra Rusia era «inevitable», decía. Su problema era haberla desencadenado en un momento poco adecuado. La guerra en dos frentes había sido un error, reconocía, pero la responsabilidad última era de americanos y británicos, con quienes habría sido posible llegar a un acuerdo.

«La guerra contra América es una tragedia». «Ilógica y carente de todo fundamento». Sólo la «conspiración judía contra Alemania» la había hecho posible.

Cargada de delirios, su mirada al futuro, contenía un pronóstico del mundo bipolar que se avecinaba: «Con la derrota del Reich y la aparición de los nacionalismos asiáticos, africanos y puede que sudamericanos, sólo quedarán en el mundo dos potencias capaces de confrontarse; Estados Unidos y la Rusia soviética. Las leyes de la historia y de la geografía, las empujarán hacia una prueba de fuerza, sea militar o económica e ideológica».

El aparato de propaganda y relaciones públicas más formidable de la historia ha fabricado su leyenda sin apenas fisuras. Hollywood, la industria mediática en manos de magnates, los sistemas de alimentación oficial de esa industria y, por supuesto, el ejército de conformistas bien pagados encargado de transmitirla, han escrito la versión más conveniente. La historia es suya. Llegamos así al discurso de George Bush en la celebración del aniversario del desembarco.

Reivindicando lo único positivo que la intervención militar extranjera de Estados Unidos tiene en su haber en más de medio siglo, el Presidente vende su actual cruzada.

Obteniendo la merecida gratitud que los franceses, italianos, belgas y holandeses le deben al soldado Ryan, pretende mantener el vasallaje europeo ante la larga lista de crímenes impunes cometidos por el militarismo americano desde entonces.

El hombre que, según las encuestas, encarna la guerra y promueve la desestabilización global, para la mayoría de los europeos, habla hoy en Normandía de moral, de libertad y de principios, y recibe el tributo y el aplauso de los dirigentes de la «vieja Europa».

La generosidad y el heroísmo de los 10.000 caídos en aquellas playas francesas sirve, así, para reivindicar su «guerra contra el terrorismo», la destrucción de los frágiles rudimentos del derecho internacional y del control de armamentos, la agresión preventiva o «humanitaria», el armamentismo y la banalización del uso del arma nuclear en guerras convencionales. Es el momento de recordar quien era el máximo representante de esas mismas tendencias en el mundo de hace 60 años.

La guerra no la ganó el soldado Ryan en Normandía, pero un indigno peligroso reivindica su gloria.

(Publicado el 4 de junio de 2004)

(Referencias bibliográficas: Jawaharlal Nehru, The Discovery of India. 
Valentin Falin, Zweite Front, Die Interesen Konflikte in der Anti-Hitler Koalition. 
Hitler & Stalin, Parallel Lives, Alan Bullock.)

Fuente: Rafael Poch de Feliu

lunes, 1 de abril de 2024

_- MEMORIA DEMOCRÁTICA. La cruzada del PP y Vox contra la Memoria Democrática está basada en premisas falsas, mentiras e imprecisiones.

_- La palabra “concordia”, con la que titulan sus normas sustitutorias, figura en todos los textos que pretenden derogar

El PP y Vox continúan su particular cruzada contra la legislación en materia de memoria para sustituirla por llamadas “leyes de concordia” allá donde gobiernan juntos. Ambos grupos han registrado en Castilla y León y la Comunidad Valenciana textos muy similares basados en premisas falsas y reincidiendo en los mismos errores. La ofensiva de la alianza de la derecha y la extrema derecha, que se comprometió en sus pactos de coalición autonómicos a derribar el aparato legislativo regional de apoyo a los represaliados, no afecta a la vigencia y aplicación de la ley estatal, pero supone un retroceso en la aplicación de los principios de derecho internacional de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición para las víctimas de graves vulneraciones de derechos humanos. Mientras el Gobierno central desarrolla, con retraso, la Ley de Memoria Democrática (2022), que prevé, entre otras medidas, la retirada de vestigios franquistas, Vox retira placas de homenaje a represaliados del franquismo, como ha ocurrido en Burriana (Castellón).

Estas son las falsas premisas de las llamadas leyes de concordia de PP y Vox:

1. “División partidista”. 
Tanto el PP como Vox sostienen, como principal argumento contra las leyes de memoria, que solo atienden a las víctimas de un bando, el republicano. “Las nuevas generaciones”, afirma un párrafo calcado en el texto de Castilla y León y el de la Comunidad Valenciana, “han recibido en muchas ocasiones una visión sesgada” de la Guerra Civil para “alimentar una división partidista en la sociedad”. La nueva norma castellana y leonesa establece en su artículo 11 que adoptarán “las medidas necesarias” para localizar, exhumar e identificar los restos de víctimas “con independencia de la ideología, creencia, afiliación o preferencia política”. Vox celebró este martes en X que había logrado “acabar con el sectarismo de la izquierda en Castilla y León aprobando una ley de concordia que reconoce la persecución religiosa antes y durante la Guerra Civil”. Pero, la normativa anterior, de 2018, ya establecía el compromiso de atender a “todos los que, de una u otra forma, padecieron las consecuencias de la Guerra Civil y la dictadura franquista y sufrieron violencia por su ideología, sexo, orientación sexual, o religión, así como a sus familias, con el fin de crecer en el pluralismo, afianzar la reconciliación, y promover la concordia, la justicia, y la defensa pacífica de las ideas”.

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Del mismo modo, la ley valenciana que PP y Vox quieren derogar, aprobada en noviembre de 2017, ampara, “de conformidad con la Resolución 60/147 aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas” en 2005, a “todas las personas que hayan sufrido daños (...) como consecuencia de acciones u omisiones que violen las normas internacionalmente reconocidas relativas a los derechos humanos”. No especifica bandos, ni ideología. Tampoco lo hace la ley estatal. Es decir, si represaliados a manos del bando republicano hubiesen pedido amparo a estas administraciones, la normativa vigente ya las amparaba. Pero esas víctimas ya fueron reparadas durante la dictadura porque Franco encargó, entre otras medidas, un protocolo de exhumaciones para darles entierro digno. La palabra “concordia”, con la que PP y Vox titulan sus proposiciones de ley, está presente en todos los textos legislativos de memoria que pretenden derogar.

2. La alusión a ETA. 
La proposición de ley de concordia del PP y Vox para la Comunidad Valenciana afirma en su exposición de motivos: “Vamos a aprovechar para reconocer a todas las víctimas de la violencia política y social que ha vivido nuestro país, también las del terrorismo”. Los representantes del grupo parlamentario popular y de la extrema derecha que firman la proposición son conscientes de que ya existe una ley que ampara a este colectivo, por lo que el texto, de siete páginas, aclara que la nueva normativa “no elimina ni uno solo de los derechos que ya están reconocidos por la ley 1/2004 de 24 de mayo de ayuda a las víctimas del terrorismo, que sigue vigente”.

3. Maniobras para evitar la expresión “golpe de Estado”. 
“La Guerra Civil llevó hasta el paroxismo las dinámicas de enfrentamiento de años anteriores. Por toda España se extendieron los asesinatos masivos, las represalias socioeconómicas, los atropellos de derechos fundamentales y los desplazamientos forzosos de población”. Este párrafo, que figura idéntico en la proposición de ley para Castilla y León y en la valenciana, muestra los esfuerzos semánticos de PP y Vox para evitar referirse como tal al golpe de Estado del 18 de julio de 1936 contra el Gobierno legítimo republicano. La propuesta de ley castellana y leonesa evita la palabra “dictadura” y la valenciana la cita en su exposición de motivos de esta forma: “España ha vivido profundas crisis, pero sobre todo, una convulsa Segunda República, una Guerra Civil, una dictadura y el azote del terrorismo etarra e islámico”.

4. La legitimidad de “todos los regímenes”. 
Los pactos de gobierno entre la derecha y la extrema derecha incluían una cláusula para favorecer lo que llamaban “la libertad de memoria”. Las proposiciones de ley ya presentadas inciden en esa idea. El texto que firman populares y Vox en la Comunidad Valenciana establece que “una dirección eminentemente técnica” garantizará la autonomía de la voluntad de las familias “sin reabrir las cuestiones de la legitimidad de los regímenes, que forman todos, sin excepción, parte de nuestra historia patria”, al tiempo que asegura que la legislación de memoria aprobada por gobiernos de izquierdas decretaba “la intromisión del Estado en la esfera de la conciencia de los españoles” para “moldear su memoria individual, impedir la libertad de opinión, limitar la libertad de cátedra y penalizar el trabajo de los historiadores si este no se ajusta a la interpretación sectaria e interesada de los acontecimientos históricos”.

En la tribuna del Congreso, el líder de Vox ha llegado a decir que el de Pedro Sánchez es “el peor Gobierno en 80 años”: literalmente, con Franco se vivía mejor. La proposición de ley de Concordia valenciana defiende ese tipo de afirmaciones, al tiempo que establece la necesidad de defender los valores constitucionales, al igual que hace el texto de Castilla y León: “La Administración educativa de la Junta incluirá en el currículum educativo la formación en la defensa de los derechos humanos, los derechos y obligaciones contenidos en la Constitución y el Estatuto de Autonomía y los valores superiores del ordenamiento jurídico”.<

La legislación a la que PP y Vox se oponen tampoco persigue, como sostienen ambos partidos, a los historiadores con otra visión de los acontecimientos históricos. Ni siquiera a los que no son historiadores y han publicado numerosos libros manipulando los hechos ya acreditados por los que sí son profesionales de la historiografía. Esa normativa sí recoge la necesidad de que la represión franquista se estudie en la escuela, algo que para la derecha y la extrema derecha es “adoctrinamiento”, y sanciones para quienes hagan apología de la Guerra Civil y la dictadura causando humillación o daño a las víctimas, de un modo similar a lo estipulado en la apología del terrorismo. 

jueves, 20 de julio de 2023

La era de la vileza

Las redes sociales han universalizado la antigua grosería de la barra de bar y el muro del retrete. La rima cruel, la gracia, la consigna, ahora la repiten en público personas que ocupan cargos públicos y que están seguras de poseer una educación exquisita
La era de la vileza
ANTONIO MUÑOZ MOLINA

En los sedimentos acumulados en el fondo de un lago de Canadá un equipo de geólogos asegura haber encontrado la prueba de que en Tierra, hacia 1950, empezó la era del Antropoceno, marcada por las perturbaciones de la acción humana sobre el planeta. No es improbable que en un futuro próximo los historiadores sitúen en estas décadas recientes el comienzo definitivo y radical de una nueva época no geológica sino política y moral, y hasta psicológica, que me apresuro a bautizar por mi cuenta como la era de la vileza: aquella en la que habrán desaparecido todos los límites a la manipulación y a la mentira, y en los que la calumnia se difundirá con la desenvoltura de una sonrisa publicitaria y con la eficiencia multiplicadora del estercolero inmundo de la prensa sin escrúpulos y de las redes sociales.

En una fascinante indagación que retrocede milenios, los científicos han encontrado a profundidades distintas, bajo las aguas inmóviles del lago Crawford rastros de polen de maíz que atestiguan los primeros pasos de la agricultura en el continente americano, huellas de las emisiones de carbón en los comienzos de la Revolución Industrial, incluso partículas radiactivas de las primeras explosiones atómicas. Sería urgente alcanzar un grado parecido de precisión al documentar los orígenes, los primeros pasos inadvertidos, las rachas de avance devorador de esta nueva era de la vileza. Lo nuevo tarda en advertirse, incluso cuando se tiene ya delante de los ojos. Sin darnos cuenta llevamos mucho tiempo respirando la vileza sin darnos plena cuenta de su toxicidad, igual que todo el mundo recibía dosis dañinas de radiación ultravioleta antes de que unos científicos dieran la alarma sobre la destrucción acelerada de la capa de ozono.

Que los gases de la vileza ya han invadido sin remedio el aire de la vida pública española lo hemos sentido de golpe al escuchar por todas partes ese eslogan siniestro, “que te vote Txapote”, que provoca una reacción no ya moral sino física, como esa arcada que desata un olor a podrido. Es el tipo de gracia que se hace en un grupo de amigotes unidos por una recia carcajada española, cuando alguien advierte de que no va a ser “políticamente correcto” y cuenta a continuación un chiste de violaciones o de negros. La diferencia es que en la nueva era el chiste y la risotada desbordan el grupito confidencial y se hacen públicos sin pudor ni vergüenza, con chulería desafiante, con un clamor de chusma beoda en el calor tórrido de una plaza de toros. Las redes sociales han universalizado la antigua grosería de la barra de bar y el muro del retrete. La rima cruel, la gracia, la consigna, ahora la repiten en público personas que ocupan cargos públicos y que están seguras de poseer una educación exquisita, y se ve estampada en los laterales de un autobús electoral de un partido político ya agitado de antemano por una inminencia de victoria.

La gracia consiste en asociar al presidente del Gobierno y candidato socialista a un asesino etarra. Y para acompañarla, aunque sin decirla, con cazurrería y descaro, Alberto Núñez Feijóo invocó el aniversario de alguien que merecería al menos el respeto sagrado que se debe a los inocentes y a las víctimas. Un rasgo de la edad de la vileza es la repetición metódica del abuso, la injuria y la mentira. Al volverse habituales no pierden su veneno, pero cada vez provocan menos escándalo. Es posible que los primeros sedimentos de esta nueva época fueran sembrados por este personaje público, siempre más o menos en la sombra, Miguel Ángel Rodríguez, que según dicen asesoró a Feijóo antes del debate, y que hace 15 años usó por primera vez en público, en programas de televisión, a sabiendas de que lo hacía, la calumnia contra una persona del todo honorable. Los residuos de vilezas pasadas los olvida todo el mundo, salvo los que las sufrieron. En 2008, en plena campaña derechista para desacreditar la sanidad pública en Madrid, Miguel Ángel Rodríguez llamó reiteradamente nazi en varias tertulias de la televisión al doctor Luis Montes, antiguo coordinador de Urgencias del hospital de Leganés, acusándolo de haber abusado de las sedaciones de enfermos graves para acelerarles la muerte. El embustero sabe que a partir de un cierto grado la mentira tiene un efecto paralizador, como lo tiene siempre un acto de violencia súbita, un grito, una bofetada. Las mentiras de Miguel Ángel Rodríguez trastornaron la vida y la carrera de un hombre íntegro, que ya había sido objeto de una sostenida persecución política. Los tribunales confirmaron la inocencia del doctor Montes, y condenaron por un delito de injurias a Rodríguez. Ya no importaba nada. El daño estaba hecho. Había enfermos que se negaban a ser atendidos por el médico injuriado. Y el mentiroso y condenado por la justicia convirtió su indecencia en un mérito para su currículum, que ha vuelto a situarlo en lo más alto de la influencia política en España.

En el registro sedimentario de la era de la vileza resaltarán dos fechas aún más fundacionales, dos mentiras tan desvergonzadas como las de Miguel Ángel Rodríguez, pero de mucha mayor resonancia: en 2003, la mentira sobre las supuestas armas de destrucción masiva almacenadas en Irak por Sadam Husein; en 2004, la mentira del Gobierno de José María Aznar sobre los atentados del 11 de marzo en la estación de Atocha. Colin Powell, que tuvo que defender ante las Naciones Unidas una invasión basada en argumentos que él sabía embusteros, se arrepintió siempre de haber sido cómplice de una guerra que destruyó un país entero y provocó más de un millón de muertos. No sin hipocresía, Tony Blair expresó en 2016 “más dolor, remordimiento y disculpa de lo que puede creerse”, aunque siguiera defendiendo la guerra. Incluso George W. Bush habló del “mayor remordimiento de toda” su presidencia, justificándolo, no sin cinismo, en los errores de las agencias de espionaje. De aquel grupo de embusteros, el único que no ha dado muestra alguna de remordimiento ni pedido disculpas ha sido José María Aznar. Sin duda, el aprendizaje de la mentira durante la guerra de Irak le fue muy útil cuando él, su Gobierno y sus afines atribuyeron a ETA los muertos del 11 de marzo, y siguieron alimentando los bulos y sembrando dudas conspirativas sobre esa autoría durante mucho tiempo.

La vileza nos intoxica a todos con solo respirarla. Pero a quien más ofende es a quienes más sufrieron, a las víctimas de un terrorismo y del otro, a los inocentes que perdieron sus vidas y a los que quedaron dañados para siempre, los heridos, los supervivientes, las personas cercanas para las que el paso del tiempo no trae consuelo ni olvido. Para quienes recordamos los días trágicos de julio de hace veintiséis años en los que tuvo lugar el secuestro, la condena, la ejecución de Miguel Ángel Blanco, lo que ha quedado en la memoria es la pena y la ira ante el crimen y la emoción civil de aquellas multitudes que inundaron las plazas de toda España, mostrando con serena contundencia el asco hacia los asesinos y la solidaridad hacia los que sufrían. Hace falta mucha vileza para convertir la memoria de aquel hombre tan joven en un sórdido navajazo político, como hizo la otra noche Núñez Feijóo. Este verano de la nueva era son sus fieles enfervorecidos los que repiten festivamente a coro, esa rima infame que ensucia los oídos de cualquiera, pero sobre todo la boca que la dice. Estoy seguro de que sus residuos van a seguir durando mucho tiempo, infectándolo todo.


martes, 4 de julio de 2023

La tetera de Bertrand Russell

La vida está llena de bulos, mentiras y fake news. Hoy circulan con más rapidez y frecuencia a través de las redes sociales. Además, creo que existe una actitud despreocupada por el discernimiento y la búsqueda de la verdad. La confianza en los demás nos convierte en las victimas ideales de todo tipo de tramposos, de mentirosos, estafadores o charlatanes. Los enunciados verdaderos, prudentes, inteligentes e instructivos llevan las de perder frente a los disparates que resultan más sugerentes o excitantes.

A todos nos interesa tener por cierto un máximo de cosas verdaderas y un mínimo de cosas falsas. Sabemos que no es nada fácil conseguirlo. Muchas veces nos equivocamos. Los errores no se deben al azar sino que están provocados por el “sesgo cognitivo”, que es una predisposición psicológica a llegar a un determinado tipo de conclusiones de manera automática. Los sesgos son maneras irracionales de dar por buenas determinadas ideas o decisiones. Existen muchos tipos de sesgos. Uno de ellos es el de autoridad.

Hace algunos años redacté una frase que, en un caso, estaba firmada por Felipe González y en otro por José María Aznar. Y les pedí a mis alumnos y alumnas que dijesen si estaban muy de acuerdo, de acuerdo, ni de acuerdo ni en desacuerdo, en desacuerdo o muy en desacuerdo. Al hacer el análisis descubrí que la mayoría de las opiniones no dependían del análisis racional de la frase sino del firmante de la misma.

El bulo no se fundamenta en argumentos verdaderos. Se contenta básicamente con provocar una respuesta emocional. El bulo no es cualquier información falsa sino aquella que la gente tiene interés en escuchar y transmitir.

Existen cuatro principios que nos permiten conocer un bulo. Forman el acrónimo NARA. 

1. El primero es el principio narrativo: la primera cualidad del bulo es su viralidad, es decir que se difunde con rapidez. El bulo es un enunciado fácil de recordar porque posee rasgos llamativos. La fuerza de la emoción nos hace creer en la historia. 

2. El segundo es el principio de atracción. El bulo eficaz es aquel que una vez difundido, es fácil de recordar. No solo despierta las ganas de creerlo sino las ganas de difundirlo.. A su capacidad de atracción se añade la prueba social: verdad es lo que la mayoría dice que es verdad. 

3. El tercero es el principio de resiliencia. Una vez que ha entrado en el cerebro, un bulo interactuará con otras ideas. Los bulos más poderosos contaminan otras proposiciones. Cualquier ataque que se le dirija será entendido como un ataque a nuestra persona. 

4. El cuarto es el principio de asimetría. La refutación de un bulo requiere un tiempo superior al que es necesario para producirlo. Decía Mark Rwain: “Una mentira puede recorrer medio mundo antes de que la verdad tenga tiempo para ponerse los zapatos”.

En la campaña electoral van a circular muchos bulos. Algunas mentiras se van a repetir de manera machacona en mítines y debates. En radios y televisiones. Van a difundirse muchas afirmaciones sin fundamento alguno. Será un ejercicio estupendo tratar de detectarlos y no ser víctimas de ellos.

El libro de Thomas C. Durand titulado “Bulos, chorradas e ideas perniciosas” tiene un subtítulo preciso: “La ciencia detrás de las mentiras que nos cuentan”. En dicho libro hay un capítulo que se titula “Herramientas para diseccionar los bulos”. Una de ellas es la tetera de Russell. Figuran además algunas otras: La navaja de Ockam, el dragón de Sagan, la guillotina de Hume, la navaja de Hanlon (de la que hablé en estas página hace tiempo).

Hoy me centraré en la tetera de Russel. Esta herramienta consiste en la historia de una tetera imaginada por el filósofo Bertrand Russell y de la que habla en un artículo escrito en 1952 para la revista Ilustrated Magazine, pero que nunca fue publicado. El artículo se titula “Is there a god?” (¿Hay un dios?). Se trata de una metáfora destinada a arrojar luz sobre la cuestión de la creencia (o de la no creencia) en Dios. Pero puede servir para cualquier otra creencia o afirmación.

Esto dice el texto original: “Muchos ortodoxos hablan como si fuera tarea de los escépticos el refutar los dogmas en lugar de que los demuestren quienes los sostienen. Se trata obviamente de un error. Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es tan pequeña que no puede verse ni siquiera con los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, dado que mi afirmación no pudiera ser refutada, dudar de ella es un presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo si la existencia de la tetera estuviera descrita en los libros antiguos, si se enseñara cada domingo como una verdad sagrada y se inculcara a los niños en la escuela, entonces cualquier vacilación para creer en su existencia se convertiría en un síntoma de excentricidad y le valdría al escéptico los cuidados de un psiquiatra en una época ilustrada, o del inquisidor en tiempos más antiguos”.

En otros términos, Russell se considera ateterista, es decir, no creyente en la existencia de esa imaginaria tetera. Quien afirma algo es quien debe aportar la prueba de su enunciado, no les corresponde exigir a los demás que demuestren que está equivocado.

También es una ilustración del principio de refutabilidad. Una hipótesis debe ofrecer un flanco de contacto que se pueda contrastar con la realidad. Lo que puede afirmarse sin pruebas también puede negarse sin pruebas.

Voy a recoger tres enunciados que la derecha española formula con frecuencia. Enunciados que considero bulos puros y duros. “La ley de memoria democrática es una ley que se promulga con la intención de dividir a los españoles”. Y en este enunciado hay dos cuestiones igualmente problemáticas en cuanto a su veracidad. La primera se refiere a la intencionalidad. ¿Cómo se pude demostrar la intención que ha tenido el legislador? Y la segunda es la comprobación del hecho que se pretende denunciar: ¿realmente produce esa división? ¿Cómo se puede demostrar?

Además de dividir, se dice, reabre heridas que ya estaban cerradas. Y todavía más, la ley nos retrotrae a la guerra olvidada y nos sitúa en un escenario prebélico. No todas las heridas están cerradas, salvo para los vencedores que, o no las sufrieron o, si las sufrieron, han dispuesto de cuarenta años para curarse.

Todas las familias que no han podido encontrar los restos de sus familiares, ¿tienen ya cerradas las heridas? Recordar lo que pasó no pretende dividir sino rechazar todo lo que provocó aquella horrible división.

Por otra parte, quienes hacen esa afirmación (quienes pretenden convencernos de que la tetera de porcelana sigue describiendo su órbita en el firmamento) muestran una ferocidad en sus declaraciones que no se puede pensar en una división más profunda que la que alimentan cada día considerando a los adversarios políticos una maldición para el país.

Pienso en la señora Ayuso, que es el prototipo de una visceral oposición a todo lo que no sea su filosofía, su forma ver y de hacer política. Es tal la división que plantea en sus declaraciones que pactar con personas ajenas a su forma de pensar (miembros de Bildu, o de Esquerra, o del PNV) le parece una perversidad. Con esa gente, no hay que pactar, ,ni dialogar, ni mirarse. ¿Hay quien sienta y practique una división más profunda? ¿Por qué descalifica con tanta ligereza y desfachatez a los demás?

Otro bulo que le he oído repetir una y otra vez a la señora Presidenta de la Comunidad de Madrid, es que “la izquierda quiere empobrecer a los españoles, pretende llevarles a todos a la miseria para hacerse así necesaria”.

Y un tercer bulo, también difundido por la ilustre señora: “lo que desea el Presidente del Gobierno es meter a toda la oposición en la cárcel”. Quien esto afirma debería probarlo, pero no sé si podremos escuchar las explicaciones porque es muy fuerte el ruido de los aplausos con el que la premian sus seguidores.

La repetición del enunciado hasta llegar a la saciedad hace que muchas personas den por bueno el aserto, por falso e incluso estúpido que sea.

Quienes ven la tetera orbitando elípticamente entre Marte y la Tierra están viendo visiones. El problema es que son visiones interesadas, partidistas, formuladas para descalificar al adversario político.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2023/06/17/la-tetera-de-bertrand-russell/

jueves, 15 de diciembre de 2022

¿Por qué no avanza en las encuestas el Gobierno de Pedro Sánchez si lo está haciendo bien?

Publicado en Público el 6 de octubre de 2022

Prácticamente todas las encuestas que se vienen realizando ponen de manifiesto la misma paradoja: a la gran mayoría de los españoles les parece que las medidas que toma el gobierno son positivas o muy positivas, pero los partidos que lo sostienen pierden intención de voto y todo apunta a que la derecha ganará las próximas elecciones generales.

El diario El País, por ejemplo, informaba hace unos días de que medidas que han sido tan criticadas en los medios como el tope al precio del gas y la rebaja del IVA en la factura de luz, las bonificaciones a los carburantes o el impuesto a los beneficios extraordinarios de las energéticas son apoyadas por el 76%, 75% y 66% de los españoles, respectivamente. Y un apoyo semejante o incluso mayor reciben otras más sociales, como las ayudas directas a familias con rentas bajas y la suspensión de los desahucios a los más vulnerables (74%), o los descuentos en los abonos del transporte público (82%).

Al mismo tiempo, sin embargo, en el mismo barómetro se ponía de relieve que ese apoyo no iba acompañado de un aumento en las expectativas de voto del PSOE y Unidas Podemos, sino más bien de todo lo contrario.

Yo no soy experto en este tipo de cuestiones y estoy seguro, además, de que esta paradoja, como casi todas las que tienen que ver con la vida social, tendrá una explicación compleja y no muy fácil de descubrir. Pero, quizá por eso, creo que vale la pena contribuir a la reflexión sobre algo aparentemente tan contradictorio y de lo que depende el futuro material y el bienestar de millones de compatriotas.

En nuestro país, como en casi todo el mundo, el sistema de comunicación social está en manos de empresas dominadas por los grandes capitales. No hay ni un solo medio, ni una televisión o radio privadas de mediano o gran alcance, que no sean propiedad o no respondan a intereses de los bancos, grandes empresas, fondos de inversión o Iglesia Católica. Ni uno solo. Y, además de ello, el gobierno de Sánchez, siguiendo la estela que dejó el de Zapatero en su día, no solo renunció a convertir a la televisión pública en un medio de información plural e independiente, sino que se lo ha entregado a la derecha.

En España se ha dado un caso verdaderamente singular y yo me atrevería a decir que histórico: el gobierno permite que la televisión pública desinforme, manipule los contenidos informativos y hasta mienta, para presentar las noticias del modo que más daño pueda hacer a la mayoría parlamentaria que lo sostiene democráticamente.

No es una opinión, es un hecho que se ha podido comprobar fácilmente viendo día a día los telediarios y las tertulias de RTVE y que vienen denunciando sindicatos y profesionales independientes.

Esa es la cuestión. A mí me parece imposible que la gestión que haga el gobierno se metabolice correctamente por la opinión pública y que esta preste suficiente apoyo electoral a los partidos que lo sostienen sin correcta información sobre lo que verdaderamente hace, sin deliberación democrática sobre sus medidas y cuando toda su acción se presenta en los medios constantemente desdibujada y vinculada a los peores desastres por una legión de periodistas y tertulianos al servicio de sus adversarios políticos. Y máxime, en un país como el nuestro, en el que la derecha política es extremadamente nacionalista y cree que solo ella es España, poque no somos «españoles de bien», o ni siquiera españoles, quienes pensamos o sentimos de modo diferente. La derecha española está convencida de que la izquierda es enemiga y no tiene derecho a gobernar y que, por tanto, es legítimo y necesario hacer cualquier cosa para evitar que lo haga. Y eso es lo que se traduce constantemente en la información mentirosa y malintencionada que emiten los medios privados y la televisión pública.

Pero no acaba ahí la cosa.
Lógicamente, no se puede esperar que la derecha ponga sus mediadores al servicio de un gobierno progresista; o que los bancos, grandes empresas y fondos de inversión permitan que en los medios de su propiedad expongan sus ideas las personas que defienden un reparto más equitativo de su riqueza y poder.

Por tanto, si los partidos políticos que gobiernan y tratan de sacar adelante medidas que vayan contra esos intereses dominantes quieren que la gente sepa con realismo lo que están haciendo, es imprescindible que dispongan de sus propios medios y mediadores.

Y el problema es que, incomprensiblemente, han renunciado a ellos.

Sin medios de comunicación, sin promover televisiones o radios ciudadanas que pudieran presentar la información, no ya de un modo favorable al gobierno, sino al menos más plural, es imposible que se pueda generalizar el apoyo a los partidos que lo conforman, incluso a pesar de que la mayoría de la población considere como positivas las medidas que adopta.

Y los únicos mediadores que podrían lograr que la sociedad conozca de primera mano y fielmente lo que hacen en el gobierno los partidos de izquierdas y explicar sin manipulaciones ni mentiras la verdadera naturaleza de su gestión, son sus militantes, sus organizaciones de base y las personas que por sus conocimientos o posición social disponen de influencia intelectual y capacidad de diálogo con la sociedad.

Sin embargo, los partidos de izquierdas se han convertido en organizaciones cesaristas, sin apenas presencia efectiva en la sociedad y con una militancia que prácticamente se reduce a la nacida y educada al amparo de los aparatos, con el único fin de controlarlos para ocupar puestos retribuidos. Ni hay militancia dedicada a informar, explicar y difundir la acción del gobierno en la sociedad, ni los dirigentes de los partidos recurren al activismo social o a quienes podrían utilizar su influencia académica, profesional o social para dar apoyo, alcance y legitimación a las medidas que se van adoptando.

Aunque a la inmensa mayoría de la población, como señalan las encuestas, les parecen bien las medidas que adopta un gobierno progresista lo que ocurre es que, prácticamente en el mismo momento en que se han tomado, una legión de periodistas y comunicadores magníficamente bien pagados se dedica a desnaturalizarlas para asociar con el gobierno, no su contenido real, sino el monstruo de mil cabezas en que lo convierten a base de tergiversación y mentiras.

Y ese efecto se produce principal o más fuertemente, tal y como también revelan las encuestas, entre la población que más se beneficia de las medidas del gobierno. Como es lógico que ocurra, pues es a esa parte de la población hacia la que se dirige en mayor medida la mediación que diseña el poder económico y financiero y la derecha a su servicio. Justo la más desfavorecida y a la que ha dejado de hablar, arropar, organizar y movilizar la izquierda que renuncia a sus organizaciones de base, al trabajo de militantes y simpatizantes y a la cooperación de la intelectualidad progresista y del activismo social.

El gobierno gestiona y lo hace bien pero quienes median entre él y la sociedad para informar de las medidas que toma y de sus efectos son sus adversarios políticos. ¿A quién puede extrañar, entonces, que no gane apoyo electoral por muy bien que lo haga? 

sábado, 11 de junio de 2022

_- Dos novedades alarmantes

_- No tengo la menor duda de que Felipe VI no ha autorizado el uso desvergonzado de su imagen por el presidente de la Junta de Andalucía. Pero esto tiene que quedar claro antes de que los ciudadanos acudan a las urnas

La campaña para las elecciones al Parlamento de Andalucía para el próximo 19 de junio nos ha traído dos novedades que no habían hecho acto de presencia en ninguna de todas las demás elecciones celebradas hasta la fecha desde las del 15 de junio de 1977.

En ninguna, fuera municipal, autonómica, estatal o europea, el Rey había sido incorporado a la campaña electoral de un partido, ni un obispo había decido instrumentalizar un acto religioso de la envergadura del Rocío, para participar en la campaña electoral.

Esas dos barreras de la neutralidad de la Casa Real y de la Iglesia Católica en los procesos electorales han sido derribadas en Andalucía. El rey Felipe VI ha sido utilizado por el PP de manera inequívoca en la propaganda de su candidato a la Presidencia. El obispo de Huelva ha hecho un discurso en plena romería del Rocío con una carga política inequívoca a favor de los partidos de las derechas españolas.

Esto, insisto, no lo habíamos visto hasta la fecha. En mi opinión, no deberíamos volver a verlo. Para que sea así, sería imprescindible que los partidos de la izquierda española, se dirigieran, por un lado, a la Casa Real y, por otro, a la Conferencia Episcopal, a fin de que explicaran cómo es posible que haya sucedido lo que ha sucedido y que dieran garantías de que no volverá a ocurrir en el futuro.

Los partidos de la izquierda española deberían dirigir a la Casa Real un escrito en el que formularan al rey Felipe VI las siguientes preguntas:

¿Fue consultado el rey Felipe VI por el candidato del PP a la presidencia de la Junta de Andalucía para hacer uso de una foto suya en plena campaña electoral? Si fue así, ¿dio el Rey autorización para que se hiciera uso de su imagen en dicha campaña? Si no fue así, ¿no debería la Casa Real emitir un comunicado dirigido a los ciudadanos aclarando que ni ha sido consultado ni de ninguna manera autorizaría que se pudiera hacer uso de su imagen de manera partidista en una campaña electoral?

La callada por respuesta no es aceptable. El que calla otorga no es verdad siempre. Hay veces en que el silencio es pura expresión de prudencia. Pero en una campaña electoral, en la que un partido, cuyo candidato, al ser presidente de la Junta de Andalucía, es el máximo representante del Estado en la Comunidad Autónoma hace uso de la imagen del Rey, el silencio de la Casa Real no sería expresión de prudencia, sino de todo lo contrario. Los partidos de izquierda deben exigirle al Rey que desautorice expresamente el uso que se ha hecho de su imagen por el PP. No basta con un recurso ante la Junta Electoral. Al descaro del PP hay que responder abiertamente.

No tengo la menor duda de que el rey Felipe VI no ha autorizado el uso desvergonzado de su imagen por el presidente de la Junta de Andalucía. Pero esto tiene que quedar claro y, dada la importancia que tiene el tiempo en la campaña electoral, tiene que quedar claro antes de que los ciudadanos acudan a las urnas.

De forma parecida, los partidos de izquierda deberían dirigir un escrito a la Conferencia Episcopal, en el que preguntaran si se considera aceptable que un miembro de dicha Conferencia, se exprese en los términos en que lo ha hecho el obispo de Huelva en la romería de El Rocío. Dicho de otra manera: si la Conferencia Episcopal se reconoce en la intervención del obispo.

En un Estado no confesional, como es el Estado español desde la entrada en vigor de la Constitución, es inadmisible que un obispo se exprese de la forma en que lo ha hecho el de Huelva en plena campaña electoral. Si la Conferencia Episcopal no emite una nota a la opinión pública condenando expresamente la intervención del Obispo de Huelva, tal vez habría que replantearse la normativa que regula las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Lo que no se puede admitir es que la Iglesia Católica disfrute de todos los privilegios que los Acuerdos entre el Estado y la Santa Sede le reconoce y que sea incapaz de guardar la imparcialidad en las campañas electorales.

Las dos novedades que han hecho acto de presencia en la campaña electoral de Andalucía son de una gravedad extraordinaria. Más todavía si las contemplamos a la luz de lo que ha sido la presencia de la Monarquía y de la Iglesia Católica en nuestra historia constitucional.

https://www.eldiario.es/contracorriente/novedades-alarmantes_132_9066418.html

jueves, 6 de enero de 2022

HISTORIA. El hambre fue hambruna, no hubo pertinaz sequía: cómo el franquismo manipuló la historia.

Un estudio desmonta las tres teorías que sirvieron a Franco para justificar las pésimas condiciones de vida en los primeros años de la dictadura.

La pertinaz sequía del franquismo duró apenas un año. El aislamiento internacional fue mayoritariamente voluntad del régimen y los desastres de la guerra no fueron tan grandes como para no poder remediar los llamados años del hambre en España, una década larga en la que muchos españoles vivieron en la miseria y con serias dificultades para comer. 

Tres mitos utilizados por Franco quedan comprometidos por una investigación de Miguel Ángel del Arco, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada. Del Arco cambia además un paradigma: no fue hambre lo que ocurrió en España, sino hambruna, un concepto más amplio y con más consecuencias sociales. El estudio del historiador granadino, realizado gracias a una beca Leonardo de la Fundación BBVA que se le concedió a finales de 2020 y que tiene previsto convertir en libro, concluye que el régimen franquista justificó las dificultades de aquellos años a partir de un relato falso, obviando la propia y gran contribución a la pésima calidad de vida de miles de personas.

Franco, desde el rigor y lejos de la manipulación
Tras la Guerra Civil (abril 1936 a julio 1939) y hasta los primeros años de la década de los cincuenta, el país, especialmente el sur, sufrió tremendas dificultades para recuperarse y la vida se volvió muy difícil. Son los años del hambre, que la dictadura justificó con esas tres excusas. Primero, las consecuencias de la guerra. Con el paso del tiempo, esta dejó de tener sentido. El régimen miró al cielo y encontró entonces la “pertinaz sequía”. Cuando esta se desgastó, Franco miró fuera del país y encontró su tercera razón: el aislamiento internacional. La dictadura siempre encontró razones externas para justificar el desastre pero, como explica Del Arco, los motivos estaban siempre dentro, en sus propias decisiones.

La pertinaz sequía es un concepto perfectamente construido, sonoro y eficaz. Las personas de cierta edad posiblemente no puedan evitar recomponerlo cuando oyen una u otra palabra por separado. Y, sin embargo, nunca ocurrió. Los años del hambre transcurren desde 1939 hasta 1952. Aún sin registros oficiales de lluvia en aquellos años, Del Arco ha podido reconstruir la situación. “No es posible hablar de sequía persistente” aunque, asegura, sí fue especialmente seca la temporada agrícola 1944-45, lo que “el régimen aprovechó para justificar una década de miseria”. La realidad es que la agricultura no daba abasto para cubrir las necesidades porque “el rendimiento por hectárea cayó en picado. Entre otras razones, porque no había fertilizantes químicos, resultado del deseo de no comprar en el extranjero, ni orgánicos, ya que la cabaña ganadera está muy menguada por la guerra y el hambre”.

La autarquía
“El problema de España en la posguerra es el sistema económico elegido voluntaria e ideológicamente por Franco: la autarquía, con una grandísima inspiración en la Alemania nazi y en la Italia de Mussolini. Franco —con una gran desconfianza hacia Francia o Inglaterra, principales socios comerciales de España entonces— se consideraba superdotado para la economía y creía que él podría arreglar la situación tras la guerra”. Un gran error que, para Del Arco, marca el futuro del país en esos años. La idea era: España es autosuficiente y nos sobrará para exportar. Con ello y con un gran ejército, dice Del Arco, “España sería imperial”. Todo tan fuera de la realidad como comprobaron en sus propias carnes miles de familias. En la década de los cincuenta, “Franco deja de opinar sobre economía y llegan los tecnócratas”, narra el profesor, con lo que la situación económica mejora.

Los años del hambre, explica Del Arco, habría que llamarlos de la hambruna. Este historiador no entiende el desinterés de la historiografía española por esta década y a este fenómeno. “Un solo libro de texto menciona el término en la ESO”, afirma. Hambruna, frente a hambre, supone mucho más que morir por no comer: incluye también fallecimientos causados por enfermedades inducidas por el hambre y una alimentación deficiente. La hambruna provoca, además, un severo empobrecimiento de los grupos más vulnerables, con las consecuencias presentes y futuras que eso supone. Del Arco recuerda que el historiador Stanley Payne cifró en 200.000 muertos los fallecidos por desnutrición o enfermedades derivadas de ello en los cinco años siguientes a la guerra. La cifra de Payne no puede cotejarse con datos oficiales porque no existen.

Los otros dos argumentos, aislamiento internacional y consecuencias de la guerra, son igualmente negados por Del Arco, quien explica que los estragos no fueron tan grandes para explicar tanta miseria. “Hubo destrucción importante de viviendas, de infraestructuras de comunicaciones pero, sobre todo, de capital humano, con la marcha de tanta gente al exilio. Pero parte del territorio donde estaban los republicanos no sufrió tanto porque estos, en su retirada, no destruían lo que dejaban atrás. Se nota mucho en País Vasco y Cataluña”.

El aislamiento internacional es la excusa final. Se utiliza abarcando un periodo grande de años: primero, se abraza a las consecuencias negativas derivadas de la Primera Guerra Mundial y, después, tras la Segunda, “al ostracismo al que, según el régimen, la comunidad internacional somete a España”. 1945 fue para el historiador un año con bastante presión contra Franco. “El régimen peligró en cierto modo” y recurre entonces a un relato según el cual la comunidad internacional se olvida de España. La realidad, según Del Arco, es otra: comerció con Argentina y con países del Este y se alejó voluntariamente de Francia e Inglaterra, además de dejarse ver con la Alemania nazi. Esa decisión política, “como sabía el régimen”, dice Del Arco, no podía tener otra consecuencia que un alejamiento de la comunidad internacional.

Del Arco concluye recordando que el régimen, además, se negó a recibir ayuda. En 1941, la comunidad religiosa de los cuáqueros americanos ofrece ayuda a través del embajador español en Washington. La respuesta de Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco y ministro de Asuntos Exteriores entonces, fue significativa: “Dígale que no la necesitamos”.

Aprovechados y beneficiados
No todo fue miseria en la dictadura. El cierre total al libre mercado da paso, como efecto secundario, a la llegada de iluminados y a la de favorecidos por el dedo gubernamental. Entre los primeros figuraba Filek, un austriaco casado con una granadina, Mercedes Domenech, que en 1940 convenció a Franco de que era capaz de convertir agua de río en gasolina, para lo que necesitaba apoyo económico. El dinero lo recibió pero la magia nunca se hizo. José Luis Arrese, gobernador de Málaga, convenció a Carmen Polo de las bondades de los bocadillos de carne de delfín para acabar con el hambre en Málaga. Arrese ascendió a secretario general del movimiento aunque ningún menú incluyó nunca esos bocadillos. Entre los favorecidos, aquellos que por su cercanía al régimen conseguían licencias exclusivas para importar ciertos productos, estuvo el caso del yerno de Franco, el Marqués de Villaverde, que se dedicó un tiempo a la venta de motos de moda: las vespas.

lunes, 6 de diciembre de 2021

Anguita ya les vio venir

Una diputada de la extrema derecha, aseguró que el Califa rojo estaría orgulloso de Vox, pero el histórico líder de IU dejó un vídeo para ridiculizarles

Este viernes fue trending topic, uno de los temas más comentados en la red social, Julio Anguita, el histórico líder de Izquierda Unida fallecido en mayo de 2020. El motivo: una diputada de Vox aseguró que el conocido como “Califa rojo” se sentiría “profundamente orgulloso de Vox”, el partido con el que, según ella, se identificaría hoy. Lo que ocurrió a continuación prueba dos comportamientos preocupantes: uno, que en Twitter se puede decir cualquier sandez, y dos, que se ha vuelto necesario explicar lo obvio o desmentir las falsedades más absurdas.

La diputada, alicantina y posible candidata de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía —ella misma lo ha retuiteado— tomó el nombre de Anguita en vano para decir que hoy “se avergonzaría de los que dicen ser de izquierdas y defender a la clase obrera”, entre los que citó a “partidos políticos, sindicatos de mariscadas y plataformas del gobierno del Frente Popular”. “Hoy”, añadió, “vería representado en Vox el espíritu de lucha que siempre mantuvo”.

En Twitter se apresuraron a desmentirlo, recurriendo a antiguos vídeos del propio Anguita. Algunos de ellos eran tan específicos que parecía que se habían grabado inmediatamente después de las declaraciones de la diputada, aunque datan de unos años antes. Es como si el Califa rojo hubiera previsto el futuro, y en concreto, el momento preciso en el que una de las referentes de todo lo que él combatía intentaría manipular sus palabras. Afirma Anguita en uno de los vídeos que la comunidad tuitera ha difundido en las últimas horas sin parar: “Hace años afirmé que en el caso de la corrupción era mejor que alguien votase a alguien honesto, aunque fuera de la extrema derecha, que a alguien de izquierdas. Lo dije en el contexto de la corrupción del PP. Nuestra extrema derecha utilizó la frase como si yo la avalase. Realmente, sigo pensando que honestidad y extrema derecha es oxímoron, como nieve negra o noche clara. Nuestra extrema derecha estaba inédita, pero ya ha aparecido en las instituciones. La corrupción no es solo económica, es, también, mantener un discurso falso. Esta extrema derecha dice que hay que primar a los empresarios, metiendo en el mismo saco a las empresas del Ibex que a los autónomos, que son auténticos explotados. Esta extrema derecha nuestra no se preocupa en absoluto de lo social. Huele a naftalina, a caspa, es homófoba”. Y concluye: “No me gusta que me utilicen”. En otro vídeo suyo rescatado estos días añade: “Hacen [en alusión a Vox] análisis de la Edad Media. Creo que a este discurso se le combate con razonamiento, con paciencia y sobre todo con ironía. La ironía es la mejor manera de tratar los discursos perversos”.

Hagámosle caso.
Anguita militaría hoy en Vox. Habría votado en contra del traslado de Franco de un monumento a un cementerio; habría dicho que con el dictador algunas cosas no pasaban, o sea, que el de ahora es “el peor Gobierno en 80 años”; lucharía a brazo partido para impedir la apertura de las fosas del franquismo al grito de “algo habrán hecho”. Llamaría “feminazis” a las feministas y “chiringuitos” a las asociaciones que dicen combatir la discriminación o "la pamplina" de la violencia de género. Pediría acabar con las comunidades autónomas para volver a ser una, grande y libre. Recomendaría a la gente que no se vacunase contra el coronavirus porque eso es lo que quiere el Gobierno. Defendería la libertad de información, denunciaría la censura vetando al periódico más leído del país.

La ironía es el mejor recurso para demostrar que una tontería lo es. Tenía razón Anguita.

https://elpais.com/opinion/2021-12-04/anguita-ya-les-vio-venir.html

viernes, 29 de octubre de 2021

_- Bocazas, mentirosos e irresponsables: ¡Vaya tropa!

_- Publicado en Público.es el 15 de octubre de 2021

Dice el diccionario de la Real Academia que un bocazas es la persona que habla más de lo que aconseja la discreción. Y que la discreción es la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar; el don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad, reserva, prudencia y circunspección.

Siendo así, no creo exagerado afirmar que los líderes de la derecha española son unos bocazas. Y muy en particular, el secretario general del Partido Popular, Pablo Casado. Este último combina dos rasgos que, exagerados como en su caso, pueden dar lugar a defectos superlativos: hablar demasiado y, con mucha frecuencia, hacerlo de lo que no se sabe. En el caso de Casado, quizá porque tiene un grave déficit de formación como consecuencia de que el vértigo con el que cursó la carrera de Derecho no le permitió dedicar mucho tiempo al estudio.

A menudo, confunde la geografía y la cultura españolas, como al decir que iba a Gipuzkoa a visitar Getxo, que Melilla es la la «única ciudad española y europea en África» o que «en Baleares no habláis catalán», ni nadie el bable en Asturias

Su falta de tacto y de juicio en materia jurídica son bien conocidas. En una ocasión propuso que «la okupación ilegal de un inmueble pase de tener una sanción de falta a ser considerado delito, con penas previstas de prisión de 1 a 3 años». Algo inaudito porque, como le recordaron varios juristas por entonces, las faltas no existen desde 2015, la usurpación es considerada delito leve y el Código penal ya establece penas de prisión para las ocupaciones violentas.

También ha sido a veces imprudente e insensato por haber hablado más de la cuenta y mal sobre cuestiones económicas que obviamente desconoce. Hace unas semanas proponía la rebaja del IVA en Canarias, una comunidad autónoma donde no se aplica este impuesto; y en su primera campaña electoral propuso bajar el salario mínimo para negarlo enseguida, en cuanto su equipo de dio cuenta de la barbaridad que estaba proponiendo.

Y, como no podía ser menos, Casado es bocazas en materia de derechos y libertades. En mayo pasado declaró: «Los políticos no tenemos que intervenir en la vida de los demás. Yo no puedo decir: “la gente tiene que dejar de comer carne” o “comprar menos ropa”. Le tuvo que contestar el Presidente del Principado de Asturias: «Bien. ¿Y entonces por qué tenemos los políticos que prohibir que la gente se divorcie? ¿O prohibir que una persona se case con otra de su mismo sexo? ¿O prohibir que las personas puedan morir dignamente? ¿Por qué entonces el señor Casado se opone siempre a los derechos?»

En otra ocasiones, como suele pasar a todos los bocazas, a Pablo Casado le pueden la hipérbole y la desmesura, como cuando dijo en 2018 que «la hispanidad es la etapa mas brillante no de España sino del hombre». O cuando fue capaz de lanzar contra Pedro Sánchez los 37 insultos en 15 minutos que Adriana Lastra le contabilizó durante una intervención en la tribuna del Congreso (aquí). O cuando alcanzó la otra estratosférica marca de 21 improperios dedicados a Pedro Sánchez en menos de 10 minutos (aquí). Lo calificó de Ilegítimo, chantajeado, deslegitimado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid de la ruptura en España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre, okupa. Todo lo cual, dijo días después Casado, «no son descalificaciones, son descripciones»  (aquí).

Prueba de que el secretario general del Partido Popular es un bocazas es que casi nunca es circunspecto y, sobre todo, que él mismo termina por reconocerlo, mal que le pese, como hizo después de haber llamado felón y traidor al presidente Pedro Sánchez (aquí) 
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Una querencia por la exageración y el exabrupto que ha calado en algunos dirigentes empresariales, como el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.

Este emula últimamente, e incluso a veces los supera, a los hooligans del PP y de Vox con declaraciones francamente desproporcionadas y carentes de la más mínima ponderación, buen juicio y sensatez. Hace unos días acusó al gobierno español de «intervencionismo terrorífico» por las medidas que se pensaba adoptar para controlar el precio de la luz. Unas medidas que no podían ser otras que las previstas en nuestras leyes o en las normas europeas (vivimos, aunque a veces no lo parezca, en un Estado de Derecho) y que objetivamente son mucho menos intervencionistas que las que, casi al mismo tiempo, anunciaba el gobierno francés: congelar directamente el precio del gas y la electricidad.

Mucho peor que ser bocazas es ser mentiroso y ahí Pablo Casado, aunque compitiendo, eso sí, muy igualadamente con Abascal, puede convertirse en el gran adalid de la derecha política y económica de España. Tiene realmente muy poco parangón entre nosotros, aunque es cierto que todavía está lejos de Trump, a quien The Washington Post contabilizó 30.573 mentiras o medias verdades en sus cuatro años de mandato.

Una cifra fabulosa la del ex presidente de Estados Unidos pero que podría estar al alcance de Casado a poco que su carrera política se alargue. El total de mentiras de Trump suponen una media de 3,5 a la hora y Casado ha batido ese promedio en varias ocasiones. Hace unos días, Infolibre le registró 13 mentiras en media hora (7,4 veces más de media que Trump); en su intervención durante el debate electoral de abril del 2019 se le contabilizaron 9  (aquí) y 14 en el debate de investidura de noviembre de ese mismo año (aquí).

En todo caso, está ya acreditado en muchas publicaciones que Pablo Casado es un mentiroso, a estas alturas quizá se podría añadir compulsivo, y yo mismo he demostrado que él personalmente y su partido lo son, especialmente, en materia económica. Por ejemplo, en estos tres artículos:  Las mentiras y burradas económicas de Pablo Casado son incompatibles con la democraciaPablo Casado y el Partido Popular también mienten a los españoles en materia económica y Las mentiras del PP sobre el impuesto de sucesiones. 

No insistiré ahora, por tanto, en este segundo rasgo de la derecha española que hace política no solo difundiendo el top de las grandes mentiras económicas de nuestro tiempo, a las que he consagrado mi libro recién publicado por Ediciones Deusto, Econofakes, sino también (como se demuestra en los artículos que acabo de mencionar) todo tipo de datos falsos, cifras erróneas e información manipulada.

Ahora bien, el daño que provocan la bravuconería y la imprudencia propia de los bocazas y la mentira constante palidece ante el que produce la irresponsabilidad de la que hacen gala personajes como Casado o Sánchez Galán, por citar solo a dos de los más histriónicos de la agenda española de estos tiempos.

Ya está mal que Casado, en lugar de colaborar, viaje por Europa para criticar al gobierno, poniendo en peligro la recepción de recursos europeos o la llegada de inversiones extranjeras, como una forma más de lucha política sin cuartel, cuando se está jugando la recuperación de la mayor crisis de la historia reciente. Pero que lo haga a base de mentiras, de infundios y de insultos sin fundamento es una irresponsabilidad tan impresionante que cuesta trabajo calificar.

Lo que acaba de hacer hace unos días en una entrevista al diario El Mundo es un manifestación más de la maldad y del odio a media España de Pablo Casado. Una vez más demuestra que está dispuesto a enfrentarse a los problemas de España con la misma falta de escrúpulos con la que debió recoger un título universitario que cualquier profesor de Derecho sabe que es imposible obtener limpiamente en las circunstancias que el propio Casado ha confesado que lo consiguió.

Lo que ha dicho Casado en esa entrevista sobre la situación de la economía española («España se encamina a la quiebra, estamos abocados al rescate» y otras lindezas) es manifiestamente falso, no responde a la realidad en la que nos encontramos. Por no entrar en otras cuestiones, como la de liberalizar todo el suelo público, lo que volvería a provocar los tremendos problemas que trajo consigo la que llevó a cabo José María Aznar, otro mentiroso -por cierto- al servicio de los intereses económicos más poderosos y que malvendió propiedades de todos los españoles, colocando de paso a sus amigos, envuelto, eso sí, en gigantescas banderas y loas a la Patria.

Para descalificar a un gobierno que defiende intereses contrarios a los suyos, Casado y otros dirigentes del PP tienen que inventarse las cifras del paro (ocultando que estamos casi a la mitad del que se llegó a registrar con el último gobierno del PP), obviar los indicadores que normalmente se usan para conocer la confianza que otorgan los inversores en los mercados (la prima de riesgo está ahora casi 6,5 veces más baja que cuando gobernada Rajoy y está bajando en los últimos meses) o hacer una interpretación torticera del crecimiento innegable de la deuda pública. Y, sobre todo, obviando que, para bien o para mal, la economía española -como todas las europeas- está constantemente monitorizada, de modo que ese riesgo seguro del que sin fundamento advierte Casado sería detectado y denunciado mucho antes por las instituciones europeas e internacionales.

Hay que tener muy poca vergüenza y muy poco aprecio al conjunto de los españoles para decir lo que han dicho Casado, Galán y el resto de los dirigentes que siguen su estela de intoxicaciones e insultos. No atacan al gobierno de coalición ni a las izquierdas en general, sino a España en su conjunto y a toda su población, a las empresas y a las instituciones, sea quien sea quien las gobierne en este momento. Porque la verborrea y la descalificación farisaica, las denuncias a base de mentiras en Bruselas solo siembran incertidumbre, inseguridad y temor que retrae la inversión y la creación de riqueza. No destruyen al PSOE y a Unidas Podemos, destruyen a toda España, aunque a estas alturas está bien claro que la prefieren destrozada antes que legítimamente gobernada por quienes no pensamos como ellos ni defendemos sus intereses.

Lo que está haciendo Casado y algunos empresarios como Sánchez Galán responde a la misma estrategia que Franco reconoció que llevaría a cabo en una entrevista con el periodista Jay Allen (aquí):

– «Salvaré España del marxismo, cueste lo que cueste», dijo el dictador (…)»¿Eso significa que tendrá que matar a la mitad de España?». El general Franco sacudió la cabeza con sonrisa escéptica, pero dijo: “Repito, cueste lo que cueste».

Eso, exactamente eso, aunque ahora sin uniformes ni legionarios traídos de Marruecos, es lo que muestra Casado que está dispuesto a hacer la derecha que lidera con tal de complacer a sus dueños y señores, a los Sánchez Galán y compañía. La misma tropa de siempre.

Fuente: Juan Torres López.

viernes, 20 de agosto de 2021

El gobierno andaluz ha mentido al informar sobre las auditorías

Juan Torres López.
Publicado con Teresa Duarte Atoche en Público.es el 11 de agosto de 2021

El pasado 27 de julio, el vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, presentó un informe sobre las 54 auditorías que se han realizado sobre el llamado sector público instrumental de la Junta de Andalucía. Unas auditorías que responden al compromiso que tuvieron que asumir el Partido Popular y Ciudadanos para que Vox apoyara la investidura de Juan Manuel Moreno. Ese partido de extrema derecha siempre ha defendido que hay que desmantelar este sector por carecer de utilidad pública y ser simplemente un nido de «chiringuitos» al servicio del PSOE y los tres partidos esperaban que esas auditorías fueran la prueba fehaciente de ello.

Sin embargo, una vez realizadas, resultó que sus conclusiones no eran ni mucho menos las que la derecha andaluza esperaba encontrar.

En un artículo anterior (El bluf de las auditorías del gobierno andaluz) mostramos que el propio informe presentado por el gobierno indica con claridad que las irregularidades que la derecha andaluza venía denunciando como generalizadas en el sector público instrumental de la Junta de Andalucía se daban, en realidad, con mucha menos gravedad y extensión de las previstas. Así -insistimos, según el propio informe del gobierno- sólo se encontraron duplicidades en 20 de los 54 entes auditados, se recomendaba que se extinguieran uno o dos de ellos, según como se interprete lo que indican las auditorías, y «cambios leves» en 13 de ellos, mientras que tan solo de tres se decía que carecen de utilidad o beneficio público.

El gobierno de la derecha andaluza podría haber asumido estos resultados con realismo y autocrítica por sus exagerados vaticinios, e incluso felicitándose porque los andaluces empleados en esos entes consiguen que la gran mayoría de ellos funcionen con problemas que no son realmente muy diferentes de los que pueda tener la administración general, o las empresas privadas que tantas veces y no siempre con razón se ponen como ejemplo. Pero no lo hizo. En lugar de ello, ha preferido mantener sus prejuicios previos y presentar un informe y hacer unas declaraciones cargados de nuevas exageraciones y mentiras que rápidamente han reproducido los medios de comunicación.

El engaño del gobierno andaluz es fácil de probar, simplemente cotejando las expresiones del informe y las declaraciones del vicepresidente Juan Marín con lo que efectivamente dicen las auditorías que han sido publicadas (aquí).

El gobierno dice en su informe que en el sector público instrumental andaluz hay un «caos organizativo» y un «engorde artificial de la administración», expresiones que no se encuentran en ninguna de las auditorías publicadas. Tampoco están allí, ni en el propio informe de la Junta, las expresiones que el vicepresidente de la Junta utilizó para presentar sus conclusiones: «gastos innecesarios», «inoperancia», «superestructura desproporcionada», «red clientelar», «superestructura desproporcionada, poco operativa, llena de duplicidades».

El gobierno andaluz se ha inventado esa descripción del estado en que se encuentra el sector público instrumental que ha sido auditado. Es cierto -como veremos en otro artículo próximo- que en algunas auditorías se habla de «deficiencia de gestión», pero lo hace en muy pocos casos y siempre refiriéndose a aspectos concretos (ejecución de proyectos, uso de herramientas de planificación, inversiones en sociedades participadas…) y no con carácter general. Y algo parecido se puede decir de las duplicidades encontradas pues, como señala el propio informe del gobierno, ni son generalizadas ni tan graves como se dice; lo mismo que ocurre con los problemas de sueldos o gestión de recursos humanos, solo señalados por las auditorías en algunos casos concretos.

En nuestro artículo anterior ya dijimos, y lo reiteramos ahora, que el hecho de constatar la exageración y las mentiras del gobierno andaluz no quiere decir que le demos poca importancia al hecho de que haya una minoría de casos con mala gestión, ineficiencia o sobrecostes. Hemos defendido siempre que la administración del dinero público debe estar sometida a un control estricto, ser plenamente transparente y siempre eficaz y eficiente hasta el último euro utilizado. Por tanto, nos alegramos de que se hayan realizado auditorías y de que, por fin, se ponga sobre la mesa la reforma profunda de nuestra administración pública autonómica (aunque no creamos que esas auditorías se han hecho correctamente, un asunto del que hablaremos en otra ocasión). Pero reclamar reformas de calado es una cosa y otra presentar el problema con una naturaleza que no tiene, hacer trampas en el planteamiento y engañar a la gente con la intención oculta de alcanzar unos objetivos bien distintos a los que se dice perseguir, tal y como ha hecho el gobierno de la Junta de Andalucía.

Las consecuencias de estas mentiras son, por lo menos, dos muy claras y evidentes.

Los medios y periodistas afines (esto es, los que a través de diferentes vías cobran de la Junta de Andalucía) se han hecho eco de lo que ha dicho el gobierno andaluz sin contrastar sus afirmaciones exageradas y difunden el engaño, confundiendo a la población.

Como muestra de esto valga solamente un botón. El conocido periodista y profesor universitario Teodoro León Gross comenzaba con las siguientes palabras su columna del pasado 1 de agosto en los diarios del grupo Yoly:

“Irregularidades en la contratación”, “se han cobrado muchos sobresueldos”, “caos organizativo”, “duplicidades de funciones y competencias”, “engorde artificial de la administración”, “sueldos por encima de la media del mercado”, “una superestructura desproporcionada, poco operativa, llena de duplicidades y gastos innecesarios”, “una agencia de colocación para otros entes”, “externalización frecuente”, “deficiencia en la gestión”… ahí queda, sintagma a sintagma, el retablo escandaloso levantado por Juan Marín, como anticipo de los seis mil folios que se cuelgan ahora en el Portal de Transparencia, expuestos en plena canícula como se exponían las cabezas de los ajusticiados en la picota de la plaza pública. Se han cerrado, finalmente, las auditorías de infarto de la “herencia recibida”.

Un juicio durísimo sobre el estado en que los gobiernos del Partido Socialista habrían dejado a la administración andaluza pero que tiene una pega fundamental: ninguna, absolutamente ninguna de esas expresiones entrecomilladas que sirven para condenar la antigua gestión del Partido Socialista, aparece en ni una sola de las auditorías. Como bien dice León, se cuelga en la plaza pública la cabeza del PSOE, la herencia recibida de sus gobiernos, pero habiéndolo ajusticiado previamente solo a base mentiras, las que él mismo reproduce y difunde sin pararse a comprobar la veracidad de sus afirmaciones.

La segunda consecuencia de la mentira no es menos evidente. Trasladando a la población esa idea falsificada de la realidad no solo se la pone enfrente de lo realizado por gobiernos anterior falseando la realidad, sino que se crea el clima que la predispone para que el gobierno lleve a cabo lo que, en realidad, se proponía alcanzar y que había hecho público antes de que se realizaran las auditorías, tal y como cándidamente reconoce el informe que venimos mencionando: llevar a cabo «una disminución generalizada de las entidades existentes».

Es legítimo que unos partidos tengan dudas sobre lo anteriormente realizado en el gobierno por otros adversarios y que sometan su herencia a evaluación. Incluso sería deseable que así se hiciera constantemente. Pero lo que no se puede justificar es que se reclamen auditorías y que, cuando sus resultados no son los esperados, se monte una campaña digna de los mejores tiempos de Goebbels para poder seguir manteniendo las acusaciones que la realidad ha demostrado que son inciertas.

Es también legítimo, por supuesto, que la derecha defienda los intereses de las empresas y grupos financieros privados que desean quedarse con servicios hasta ahora públicos y que, por tanto, defienda, como el gobierno andaluz, la mayor privatización posible, la «disminución generalizada» del sector público, repetimos, en palabras textuales de su informe sobre las auditorías. Pero defender esta estrategia mintiendo sobre las razones por las que quiere privatizar es deshonesto y ocultar a la población los costes y beneficios reales que la privatización pueda tener es un auténtico y antidemocrático fraude.

En el resto de las comunidades autónomas, en España en su conjunto y en otros países de nuestro entorno hay experiencias suficientes para sacar conclusiones sobre esas políticas de privatización. Tratar de llevarlas cabo sin debate social sobre sus resultados es una perversión de la democracia pero hacerlo a base de mentiras es mucho peor, una auténtica infamia que Andalucía no se merece.

No sorprende la actitud de Vox en este caso porque es un partido que no ha parado de mentir desde su creación, ni tampoco la del Partido Popular y Ciudadanos, pues sabemos que se dejaron caer en manos de la extrema derecha para poder gobernar. Sí resulta más chocante que los partidos de izquierdas, PSOE y Podemos-Adelante Andalucía, no estén denunciando la campaña gubernamental y que no sean quienes reclamen un debate riguroso sobre las auditorías en sede parlamentaria, sin mentiras y a corazón abierto. Es la única forma de que Andalucía aproveche bien hasta el último euro y se descubran todas las irregularidades y problemas que puedan existir verdaderamente en nuestra administración pública, para depurar responsabilidades si las hubiera y tomar, con el mayor acuerdo posible y de una vez por todas, las decisiones que beneficien al mayor número de personas y empresas.

https://juantorreslopez.com/el-gobierno-andaluz-ha-mentido-al-informar-sobre-las-auditorias/