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lunes, 28 de marzo de 2022

La materia de la que está hecha la vida.

El PP se encuentra en 2022 en peor situación que en 2018. Casado no solamente ha deslavazado la organización interna del partido, sino que además ha permitido con su discurso que VOX haya aumentado su presencia.

No acabo de entender por qué Alberto Núñez Feijóo renunció a la oportunidad de convertirse en presidente del PP en 2018, cuando Mariano Rajoy tuvo que abandonar la Presidencia del Gobierno como consecuencia de la aprobación de la moción de censura encabezada por Pedro Sánchez. Si hubiera decidido presentar su candidatura en el Congreso extraordinario que se convocó entonces para sustituir a Mariano Rajoy, se habría producido casi con total seguridad la confluencia en torno a su candidatura que se acaba de producir tras el “golpe” de Isabel Díaz Ayuso contra Pablo Casado.

Cuatro años es mucho tiempo. Especialmente en política. Y más todavía cuando opera en el interior de una organización política extraordinariamente degradada como era el PP tras los casi quince años de la presidencia de Mariano Rajoy, siete de los cuales en calidad, además, de presidente del Gobierno. No se puede perder de vista que el PP dejó de ser Gobierno de la nación tras la certificación judicial de la corrupción por la Audiencia Nacional. Los casos de corrupción se habían ido acumulando y eran sobradamente conocidos, pero hacía falta que fuera acreditada por el poder judicial para que resultara insoportable. Es lo que ocurrió en 2018.

Con Mariano Rajoy se cierra la época que se inició con la llegada de José María Aznar en 1989 con la refundación de AP como PP. Desde 1989 a 2018 hay una generación de dirigentes que se mantiene al frente del partido tanto cuando están en el gobierno, entre 1986 y 2004 y entre 2011 y 2018, como cuando están en la oposición entre 2004 y 2011. Hay una continuidad en el discurso político y en las personas portadoras del mismo, así como también en la práctica continuada de la corrupción en todos los escalones de nuestra fórmula de gobierno.

Quien sustituyera a Mariano Rajoy tenía que hacer un ajuste de cuentas con la trayectoria del PP durante veinte años. No se trataba, por tanto, de una sustitución normal, sino de una sustitución excepcional, ya que tenía que ocuparse, ante todo, de taponar el proceso de deterioro que se había venido acelerando en el interior del partido como paso previo para intentar recuperar la imagen de un partido de gobierno de España.

En esta circunstancia el tiempo es un factor fundamental. No se podían dar pasos en falso, que no solamente no consiguieran revertir el proceso de deterioro, sino que incluso lo aceleraran. Y sin embargo, eso es justamente lo que hizo Alberto Núñez Feijóo al permitir que Pablo Casado se convirtiera en presidente del PP.

El PP se encuentra en 2022 en peor situación que en 2018. Casado no solamente ha deslavazado la organización interna del partido, sino que además ha permitido con su discurso que VOX haya conseguido aumentar su presencia en el escenario político.

Pablo Casado heredó de Mariano Rajoy un partido muy deteriorado. Núñez Feijóo va a heredar de Pablo Casado un partido todavía más deteriorado. Con una competidora interna, como Isabel Díaz Ayuso y con un competidor externo crecido como Santiago Abascal, que le van a privar de autonomía para definir la línea estratégica del PP hacia dentro y hacia fuera.

Y Feijóo no puede hacer responsable a nadie más que a sí mismo de iniciar su ejecutoria como presidente en las circunstancias en que va a hacerlo. Si hubiera optado por serlo en 2018, no tendría a Isabel Díaz Ayuso en la presidencia de la Comunidad de Madrid y habría podido defender su espacio político frente a la penetración de VOX.

Benjamin Franklin nos advirtió frente al riesgo que supone perder el tiempo, porque el tiempo es la materia de la que está hecha la vida. Me imagino que Alberto Núñez Feijóo se tiene que estar arrepintiendo de no haber atendido a la advertencia de B. Franklin. El Gobierno de coalición con VOX en Castilla y León se lo acaba de recordar antes incluso de ser proclamado formalmente presidente. Es la primera estación del vía crucis que le espera.

https://www.eldiario.es/contracorriente/materia-hecha-vida_132_8846646.html

viernes, 14 de enero de 2022

_- No es el gobierno, es Casado y el PP quienes apoyan a dictaduras.

_- Publicado en Público.es el 26 de noviembre de 2021 

El secretario general del PP, Pablo Casado, recibió hace unos días al dirigente de la oposición cubana, Yunior García, y aprovechó la ocasión, como es habitual en él, para arremeter contra Pedro Sánchez y su gobierno.

Después de la entrevista que mantuvieron, Casado se dirigió al presidente diciéndole que «debe liderar la posición de la Unión Europea para exigir democracia en Cuba», afirmando que en la isla hay «una dictadura terrible con miles de asesinatos y presos políticos».

La existencia de una dictadura en Cuba es una evidencia que no admite discusión, si se considera que lo es cualquier régimen político en el que no haya elecciones libres ni plenas libertades reconocidas a toda la ciudadanía sin distinción. Sin embargo, es mentira que allí se cometan miles de asesinatos y que haya miles de presos políticos.

No hace falta ser un lince para saber que si fuese verdad que allí hay miles de asesinatos, lo estarían denunciando y relatando sin cesar todos los medios de comunicación del mundo «libre». Si basta con que se reprima una sola manifestación en cualquier lugar de Cuba para que se informe de ello en los informativos, ¿cómo se puede creer que haya habido miles de asesinatos sin que se haya dicho nada de ellos durante años?

También es mentira que en Cuba haya «miles de presos políticos». Ya estaría mal que hubiera uno solo pero lo cierto es que no hay miles.

Es muy difícil saber cuál es la lamentable realidad de los presos políticos en todo el mundo. En el caso cubano, tomaré como buenos, sin riesgo de que puedan proceder de una fuente que los oculte, los datos que proporciona la organización Prisioners Defenders. Es una organización no gubernamental anticastrista dedicada a defender los derechos humanos, aunque en realidad centrada en la situación cubana y cuya información suelen asumir como buena el Parlamento Europeo, Naciones Unidas, Amnistía Internacional o el Departamento de Estado de Estados Unidos.

Pues bien, según esta organización, en noviembre del año pasado había en la isla 137 condenados y presos políticos y en la actualidad esa cifra habría subido a 683, como consecuencia de las detenciones por las movilizaciones que se han llevado a cabo en los últimos meses (el listado completo aquí).

Miente, por tanto, Pablo Casado cuando dice que son miles.

He dicho que un solo preso político me parece mucho, así que no estoy tratando de justificar los que haya en Cuba. Deberían estar en libertad. Lo que quiero señalar porque me parece que es lo importante es que el líder de la derecha española exagera la situación de Cuba mientras que silencia constantemente la vulneración mucho más grave de los derechos humanos que se lleva a cabo en otros países.

Casado y su partido se envalentonan cuando se trata de condenar la falta de democracia en Cuba y se callan ante la represión y falta de libertades mucho más flagrante que se sufre en otros países de los que, por el contrario, se manifiestan como fieles aliados o con los que defienden que se estrechen todo tipo de relaciones.

¿Por qué critica Casado a Cuba y no condena que nada más y nada menos que el Rey Juan Carlos se haya ido a Emiratos Arabes, en donde también hay presos políticos y se tortura a quienes defienden las libertades y los derechos humanos? ¿Por qué Casado y su partido no solo no han condenado sino incluso aplaudido golpes de estado que han acabado con la democracia y las libertades en otros países?

¿No es extraño que se ponga tanto énfasis en la falta de libertades de Cuba y se mienta sobre el número de presos políticos cuando, al mismo tiempo, se calla que en otros países hay cien veces más presos y mucha menos libertad?

Si Pablo Casado y su partido están verdaderamente preocupados por defender la democracia y la libertad en el mundo, ¿por qué no denuncian todos los casos en las que faltan o se violan, en lugar de mencionar siempre los mismos casos?

Si realmente quisieran defenderlas tienen bastante fácil descubrir cuál es su enemigo principal.

La organización independiente Freedom House, tampoco sospechosa de ser proclive a ideas progresistas, elabora un listado de países “no libres”, en los que se carece de democracia y no se respetan los derechos humano. Son los que deberían merecer la condena de cualquier persona que honestamente se proponga luchar a favor de la democracia y los derechos humanos.

Seguir aquí.

viernes, 29 de octubre de 2021

_- Bocazas, mentirosos e irresponsables: ¡Vaya tropa!

_- Publicado en Público.es el 15 de octubre de 2021

Dice el diccionario de la Real Academia que un bocazas es la persona que habla más de lo que aconseja la discreción. Y que la discreción es la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar; el don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad, reserva, prudencia y circunspección.

Siendo así, no creo exagerado afirmar que los líderes de la derecha española son unos bocazas. Y muy en particular, el secretario general del Partido Popular, Pablo Casado. Este último combina dos rasgos que, exagerados como en su caso, pueden dar lugar a defectos superlativos: hablar demasiado y, con mucha frecuencia, hacerlo de lo que no se sabe. En el caso de Casado, quizá porque tiene un grave déficit de formación como consecuencia de que el vértigo con el que cursó la carrera de Derecho no le permitió dedicar mucho tiempo al estudio.

A menudo, confunde la geografía y la cultura españolas, como al decir que iba a Gipuzkoa a visitar Getxo, que Melilla es la la «única ciudad española y europea en África» o que «en Baleares no habláis catalán», ni nadie el bable en Asturias

Su falta de tacto y de juicio en materia jurídica son bien conocidas. En una ocasión propuso que «la okupación ilegal de un inmueble pase de tener una sanción de falta a ser considerado delito, con penas previstas de prisión de 1 a 3 años». Algo inaudito porque, como le recordaron varios juristas por entonces, las faltas no existen desde 2015, la usurpación es considerada delito leve y el Código penal ya establece penas de prisión para las ocupaciones violentas.

También ha sido a veces imprudente e insensato por haber hablado más de la cuenta y mal sobre cuestiones económicas que obviamente desconoce. Hace unas semanas proponía la rebaja del IVA en Canarias, una comunidad autónoma donde no se aplica este impuesto; y en su primera campaña electoral propuso bajar el salario mínimo para negarlo enseguida, en cuanto su equipo de dio cuenta de la barbaridad que estaba proponiendo.

Y, como no podía ser menos, Casado es bocazas en materia de derechos y libertades. En mayo pasado declaró: «Los políticos no tenemos que intervenir en la vida de los demás. Yo no puedo decir: “la gente tiene que dejar de comer carne” o “comprar menos ropa”. Le tuvo que contestar el Presidente del Principado de Asturias: «Bien. ¿Y entonces por qué tenemos los políticos que prohibir que la gente se divorcie? ¿O prohibir que una persona se case con otra de su mismo sexo? ¿O prohibir que las personas puedan morir dignamente? ¿Por qué entonces el señor Casado se opone siempre a los derechos?»

En otra ocasiones, como suele pasar a todos los bocazas, a Pablo Casado le pueden la hipérbole y la desmesura, como cuando dijo en 2018 que «la hispanidad es la etapa mas brillante no de España sino del hombre». O cuando fue capaz de lanzar contra Pedro Sánchez los 37 insultos en 15 minutos que Adriana Lastra le contabilizó durante una intervención en la tribuna del Congreso (aquí). O cuando alcanzó la otra estratosférica marca de 21 improperios dedicados a Pedro Sánchez en menos de 10 minutos (aquí). Lo calificó de Ilegítimo, chantajeado, deslegitimado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid de la ruptura en España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre, okupa. Todo lo cual, dijo días después Casado, «no son descalificaciones, son descripciones»  (aquí).

Prueba de que el secretario general del Partido Popular es un bocazas es que casi nunca es circunspecto y, sobre todo, que él mismo termina por reconocerlo, mal que le pese, como hizo después de haber llamado felón y traidor al presidente Pedro Sánchez (aquí) 
.

Una querencia por la exageración y el exabrupto que ha calado en algunos dirigentes empresariales, como el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.

Este emula últimamente, e incluso a veces los supera, a los hooligans del PP y de Vox con declaraciones francamente desproporcionadas y carentes de la más mínima ponderación, buen juicio y sensatez. Hace unos días acusó al gobierno español de «intervencionismo terrorífico» por las medidas que se pensaba adoptar para controlar el precio de la luz. Unas medidas que no podían ser otras que las previstas en nuestras leyes o en las normas europeas (vivimos, aunque a veces no lo parezca, en un Estado de Derecho) y que objetivamente son mucho menos intervencionistas que las que, casi al mismo tiempo, anunciaba el gobierno francés: congelar directamente el precio del gas y la electricidad.

Mucho peor que ser bocazas es ser mentiroso y ahí Pablo Casado, aunque compitiendo, eso sí, muy igualadamente con Abascal, puede convertirse en el gran adalid de la derecha política y económica de España. Tiene realmente muy poco parangón entre nosotros, aunque es cierto que todavía está lejos de Trump, a quien The Washington Post contabilizó 30.573 mentiras o medias verdades en sus cuatro años de mandato.

Una cifra fabulosa la del ex presidente de Estados Unidos pero que podría estar al alcance de Casado a poco que su carrera política se alargue. El total de mentiras de Trump suponen una media de 3,5 a la hora y Casado ha batido ese promedio en varias ocasiones. Hace unos días, Infolibre le registró 13 mentiras en media hora (7,4 veces más de media que Trump); en su intervención durante el debate electoral de abril del 2019 se le contabilizaron 9  (aquí) y 14 en el debate de investidura de noviembre de ese mismo año (aquí).

En todo caso, está ya acreditado en muchas publicaciones que Pablo Casado es un mentiroso, a estas alturas quizá se podría añadir compulsivo, y yo mismo he demostrado que él personalmente y su partido lo son, especialmente, en materia económica. Por ejemplo, en estos tres artículos:  Las mentiras y burradas económicas de Pablo Casado son incompatibles con la democraciaPablo Casado y el Partido Popular también mienten a los españoles en materia económica y Las mentiras del PP sobre el impuesto de sucesiones. 

No insistiré ahora, por tanto, en este segundo rasgo de la derecha española que hace política no solo difundiendo el top de las grandes mentiras económicas de nuestro tiempo, a las que he consagrado mi libro recién publicado por Ediciones Deusto, Econofakes, sino también (como se demuestra en los artículos que acabo de mencionar) todo tipo de datos falsos, cifras erróneas e información manipulada.

Ahora bien, el daño que provocan la bravuconería y la imprudencia propia de los bocazas y la mentira constante palidece ante el que produce la irresponsabilidad de la que hacen gala personajes como Casado o Sánchez Galán, por citar solo a dos de los más histriónicos de la agenda española de estos tiempos.

Ya está mal que Casado, en lugar de colaborar, viaje por Europa para criticar al gobierno, poniendo en peligro la recepción de recursos europeos o la llegada de inversiones extranjeras, como una forma más de lucha política sin cuartel, cuando se está jugando la recuperación de la mayor crisis de la historia reciente. Pero que lo haga a base de mentiras, de infundios y de insultos sin fundamento es una irresponsabilidad tan impresionante que cuesta trabajo calificar.

Lo que acaba de hacer hace unos días en una entrevista al diario El Mundo es un manifestación más de la maldad y del odio a media España de Pablo Casado. Una vez más demuestra que está dispuesto a enfrentarse a los problemas de España con la misma falta de escrúpulos con la que debió recoger un título universitario que cualquier profesor de Derecho sabe que es imposible obtener limpiamente en las circunstancias que el propio Casado ha confesado que lo consiguió.

Lo que ha dicho Casado en esa entrevista sobre la situación de la economía española («España se encamina a la quiebra, estamos abocados al rescate» y otras lindezas) es manifiestamente falso, no responde a la realidad en la que nos encontramos. Por no entrar en otras cuestiones, como la de liberalizar todo el suelo público, lo que volvería a provocar los tremendos problemas que trajo consigo la que llevó a cabo José María Aznar, otro mentiroso -por cierto- al servicio de los intereses económicos más poderosos y que malvendió propiedades de todos los españoles, colocando de paso a sus amigos, envuelto, eso sí, en gigantescas banderas y loas a la Patria.

Para descalificar a un gobierno que defiende intereses contrarios a los suyos, Casado y otros dirigentes del PP tienen que inventarse las cifras del paro (ocultando que estamos casi a la mitad del que se llegó a registrar con el último gobierno del PP), obviar los indicadores que normalmente se usan para conocer la confianza que otorgan los inversores en los mercados (la prima de riesgo está ahora casi 6,5 veces más baja que cuando gobernada Rajoy y está bajando en los últimos meses) o hacer una interpretación torticera del crecimiento innegable de la deuda pública. Y, sobre todo, obviando que, para bien o para mal, la economía española -como todas las europeas- está constantemente monitorizada, de modo que ese riesgo seguro del que sin fundamento advierte Casado sería detectado y denunciado mucho antes por las instituciones europeas e internacionales.

Hay que tener muy poca vergüenza y muy poco aprecio al conjunto de los españoles para decir lo que han dicho Casado, Galán y el resto de los dirigentes que siguen su estela de intoxicaciones e insultos. No atacan al gobierno de coalición ni a las izquierdas en general, sino a España en su conjunto y a toda su población, a las empresas y a las instituciones, sea quien sea quien las gobierne en este momento. Porque la verborrea y la descalificación farisaica, las denuncias a base de mentiras en Bruselas solo siembran incertidumbre, inseguridad y temor que retrae la inversión y la creación de riqueza. No destruyen al PSOE y a Unidas Podemos, destruyen a toda España, aunque a estas alturas está bien claro que la prefieren destrozada antes que legítimamente gobernada por quienes no pensamos como ellos ni defendemos sus intereses.

Lo que está haciendo Casado y algunos empresarios como Sánchez Galán responde a la misma estrategia que Franco reconoció que llevaría a cabo en una entrevista con el periodista Jay Allen (aquí):

– «Salvaré España del marxismo, cueste lo que cueste», dijo el dictador (…)»¿Eso significa que tendrá que matar a la mitad de España?». El general Franco sacudió la cabeza con sonrisa escéptica, pero dijo: “Repito, cueste lo que cueste».

Eso, exactamente eso, aunque ahora sin uniformes ni legionarios traídos de Marruecos, es lo que muestra Casado que está dispuesto a hacer la derecha que lidera con tal de complacer a sus dueños y señores, a los Sánchez Galán y compañía. La misma tropa de siempre.

Fuente: Juan Torres López.

domingo, 4 de julio de 2021

_- Los historiadores desmienten a Pablo Casado: “La Guerra Civil la provocó un golpe de Estado”. Los indultos y el franquismo provocan otra bronca sesión en el Congreso

_- La sesión de este miércoles en el Congreso ha dejado nuevos ejemplos de la concordia imposible entre las diferentes fuerzas políticas, con palabras gruesas, insultos, falsedades y manipulaciones históricas.

El líder del PP, Pablo Casado, fue el más madrugador en los trending topic cuando leyó, de un papel que llevaba escrito, la siguiente frase: “La Guerra Civil fue el enfrentamiento entre los que querían la democracia sin ley y los que querían la ley sin democracia. Y nuestra Constitución es el pacto por el cual no puede haber democracia sin ley ni ley sin democracia”. La afirmación, que revolvió a los historiadores, apartó el foco de los indultos a los condenados del procés, tema estrella de la mañana pese a que Pedro Sánchez había incluido en el orden del día los últimos acuerdos de los consejos europeos.

Momento de la intervención de Pablo Casado, líder del PP, en el pleno del Congreso de los Diputados, este miércoles.
El catedrático de Historia Contemporánea Julián Casanova lamenta que se hayan pronunciado tales palabras en un parlamento. “Hay gente que no quiere respetar el conocimiento. Casado se dirige a un público amplio, dispuesto a escuchar que la República no fue un régimen legítimo, lo que nos convierte a los historiadores en sospechosos por decir que sí. Pero no hay debate historiográfico sobre esto. La Guerra Civil la provocó un golpe de Estado. La República no era un imperio sin ley. Hizo reformas profundas en el ejército, para separar la Iglesia del Estado, en la educación, en la aprobación del voto femenino... Si no reconoce eso, está planteando una mentira sobre el pasado. Si además cree que la República destruyó el orden público está legitimando de alguna manera el golpe de 1936, que es la gran mentira del franquismo, decir que aquello era ineludible para limpiar España. Es una gran operación de propaganda que está aquí hace muchísimo tiempo y que no ampara ninguna investigación rigurosa”.

En la misma línea se pronuncia Ángel Viñas, catedrático jubilado de la Universidad Complutense de Madrid: “Es una estupidez. Una de esas frases que suenan bien para quien no sabe nada, pero que no corresponde a los hechos demostrados inequívocamente”.

Enrique Moradiellos, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura y Premio Nacional por Historia mínima de la Guerra Civil (Turner), explica: “Toda guerra civil empieza con un golpe de Estado. La definición de guerra civil la fijó el Tribunal Supremo de EEUU en 1861. Es un acto de fuerza para ocupar el poder y expulsar a los que están. En España, la República tenía muchos problemas, pero lo que vino después fue infinitamente peor”.

La equiparación de Casado entre el régimen legítimo y los golpistas en 1936 acaparó minutos del debate. “La única ley legítima”, le replicó el presidente del Gobierno, “es la ley democrática. Y, por tanto, espero que usted se retracte de sus palabras. Quizá se alzaron aquellos que lo hicieron contra la ley y la democracia porque la única ley legítima es la de la democracia y entonces era la de la Segunda República”. La portavoz del PSOE, Adriana Lastra, criticó con dureza al líder del PP: “Así que las cunetas de nuestro país están repletas de gente que quería una democracia sin ley, ¿no? Claro, si están ahí será que algo hicieron, ¿no? ¡Qué vergüenza y qué indecencia la declaración que ha hecho!”.

También censuraron a Casado, Íñigo Errejón, de Más País —“Los golpistas se levantaron contra el pueblo español y contra la ley vigente en España y un demócrata lo debería tener meridianamente claro”—, y Joan Baldoví, de Compromís: “Me parece peligroso que por esta competencia con Vox se oigan aquí unas palabras que nunca se atrevería a decir la derecha europea. Son absolutamente impresentables, injustas y reprobables”. 

martes, 2 de abril de 2019

_- Pablo Casado y el Partido Popular también mienten a los españoles en materia económica, además de política.

_- Decir que Pablo Casado miente habitualmente no es un insulto, sino la expresión de un hecho cierto y objetivo que ha quedado demostrado en muchas ocasiones. Se pueden encontrar pruebas fehacientes de ello  aquíaquí, aquíaquíaquíaquí aquí, entre otros sitios.

En estas líneas voy a mostrar que Pablo Casado y el Partido Popular no sólo mienten cuando se refieren a cuestiones de política general sino también cuando le hacen a los españoles propuestas de política económica.

En concreto, voy señalar rápidamente que es falsa una de las ideas que están vendiendo últimamente: que eliminar o bajar impuestos aumenta automáticamente los ingresos fiscales, que crea puestos de trabajo y que hacerlo es indiscutiblemente bueno para la economía en general y para todas las empresas y personas en general.

No es verdad que bajar impuestos aumente necesariamente los ingresos fiscales.

Esta idea que ahora defiende el Partido Popular es muy antigua pero se popularizó en los años ochenta cuando Ronald Reagan y otros políticos neoliberales utilizaron el razonamiento de un economista llamado Arthur Laffer.

Su planteamiento es el siguiente: si los impuestos suben por encima de un determinado nivel, un contribuyente racional rechazará seguir trabajando y eso reducirá los ingresos fiscales provenientes de sus rentas o, en el caso de una empresa, soportará costes tan elevados que no obtendrán beneficios y dejarán de producir, reduciéndose también así los ingresos que antes pagaban al fisco. A la inversa, si los impuestos bajan en lugar de subir, podría haber más oferta de trabajo y más producción que aumentarán los ingresos fiscales.

De entrada es obvio, por tanto, que la idea de Laffer sólo se cumpliría a partir de un determina nivel de tasa impositiva y no siempre (por eso se habla, precisamente, de “la curva” de Laffer, porque él mismo supone que los ingresos suben al principio y comienzan a bajar a partir de un determinado nivel). Por tanto, no es verdad que bajar impuestos suponga SIEMPRE Y CON SEGURIDAD un aumento de ingresos fiscales.

Diversos estudios han demostrado las inconsistencias, errores estadísticos y contradicciones de los estudios que pretenden demostrar que bajar o eliminar impuestos sobre la renta, el patrimonio o las herencias ayuda al crecimiento o mejora el estado general de la economía, bien porque no tienen en cuenta factores relevantes, porque realiza mal las regresiones o porque simplifica excesivamente las hipótesis. Por ejemplo,  aquíaquí o aquí. 

Pero incluso dando por buena la existencia de relación entre tasas impositivas e ingresos fiscales (que la hay por definición, aunque otra cosa es que sea como dicen los liberales) la idea que defiende Pablo Casado y el PP sólo sería cierta si se demuestra antes que en la economía española hay un nivel de tasa impositiva en el que eso ocurre. Y resulta que es imposible determinar con completa exactitud cuál es el nivel de esa tasa impositiva a partir del cual disminuyen los ingresos fiscales, no sólo en España sino en cualquier otro país (entre otras cosas, porque la idea de Laffer se basa en el comportamiento individual y aceptar que hay una curva para toda la economía supone asumir hipótesis difíciles de aceptar).

Para que fuese cierta la propuesta de Casado tendría que ocurrir que todos los contribuyentes españoles, tomados como un todo homogéneo, se encontraran en la parte descendente de la curva de Laffer. Pero ¿y si estuviésemos en la parte ascendente de la curva de Laffer (como señalaba, por ejemplo, este informe)? Si la curva de Laffer fuera cierta y estuviésemos en esta última situación, y Casado no ha demostrado que no lo estemos, lo que tendría que proponer él y su partido sería ¡SUBIR IMPUESTOS!

En Estados Unidos, por ejemplo, se ha demostrado que la tasa impositiva que optimizaría los ingresos fiscales es del 73%, lo que significa que allí se podrían casi duplicar las tasas sin poner en peligro el crecimiento económico (aquí).

Algún estudio teórico para España demuestra que si se acepta que en España funciona la curva de Laffer el tipo impositivo medio que se debería aplicar sería del 45% (aquí). Por tanto, Pablo Casado debería señalar si esa es la tasa que desea imponer en España o cuál entonces y por qué. Y, en todo caso, habría que señalar que la relación entre ingresos fiscales y tasas impositivas cambia mucho a lo largo de los años, de modo que también es mentira que la propuesta de Casado vaya a ser buena en cualquier momento.

Además, también se ha demostrado que las tasas impositivas no determinan por sí solas los ingresos fiscales sino que éstos dependen también y sobre todo de otros factores aquí

Así se ha demostrado, por ejemplo, en Estados Unidos. Allí, los ingresos fiscales como porcentaje del PIB se han mantenido en un intervalo bastante estrecho desde el final de la II guerra mundial, entre el 15 y el 20 por ciento del PIB ( aquí ), mientras que las tasas impositivas variaron del 28 al 92 por ciento (aquí). Lo que indica que no hay la relación entra ambas cosas en que se basa la propuesta anti impuestos del Partido Popular.

Por otro lado, en los últimos años es fácil comprobar que los ingresos fiscales estructurales en porcentaje del PIB en España (los que ya descuentan el efecto del ciclo económico) han aumentado cuando han aumentado los impuestos (en 2010 y 2012 con Zapatero y Rajoy) y han disminuido cuando han bajado los impuestos (2015 y 2016).

Quizá la mejor prueba de que bajar impuestos no aumenta automáticamente los ingresos fiscales es que su valedor más destacado, Ronald Reagan, duplicó el déficit presupuestario y triplicó la deuda pública de Estados Unidos durante su mandato, cuando aplicó la tesis que ahora defiende Casado después de haber asegurado que lo hacía para disminuirlos (aquí). Y hay que señalar, además, que Reagan no bajó todos los impuestos sino los que recaían sobre beneficios y grandes empresas, que es lo que ocurre siempre que los liberales realizan reformas fiscales asegurando que bajan todos los impuestos: se los bajan sólo a los más ricos. Un resumen de los errores de predicción de todo tipo de los republicanos que en Estados Unidos defienden que bajar impuestos es lo mejor, tal y como ahora quiere hacer Casado en España, aquí.

No es verdad que bajar impuestos cree necesariamente empleos

Tampoco hay datos empíricos que permitan demostrar que simplemente bajando impuestos, como dice Casado, se creen automáticamente empleos. De hecho, puede ocurrir todo lo contrario.

Se podría aceptar que con impuestos más bajos las empresas tendrán menos costes y que eso les permitiría producir más, contratando más empleo para ello. Pero es obvio que eso no tiene por qué ocurrir necesariamente. No contratarían necesariamente más, por ejemplo, si al mismo tiempo que bajaran los impuestos subieran los salarios u otros costes. Y podría ocurrir que, al bajar los impuestos y tener que reducirse al mismo tiempo el gasto público, las empresas y los hogares tuvieran que gastar más que antes en determinados bienes o servicios antes públicos, lo que haría que tuvieran menos recursos para la demanda de inversión o de consumo. Y, además, tampoco es seguro que menos costes para las empresas se traduzca en más inversión, y ni siquiera que más inversión después de menos costes fiscales lleve consigo más empleo.

Para defender esta proposición se ha hecho muy popular en Estados Unidos un estudio de Laffer que supuestamente demostraba que el 62% de todo el empleo nuevo en Estados Unidos de 2002 a 2012 se había generado en los nueve estados que no tienen impuesto sobre la renta. Pero se ha demostrado claramente (aquí) que esa idea está manipulada: el 70% de ese incremento corresponde sólo a Texas, que es un estado con condiciones muy especiales y, además, que no ha mantenido ese patrón en los últimos 50 años (cuando ha estado sin impuesto y no ha tenido ni mucho menos esos resultados de empleo).

La falsedad de la propuesta de Casado también se demuestra si se considera que los países de la OCDE que tienen los tipos impositivos más elevados no son precisamente los que tienen las tasas de paro más altas sino todo lo contrario (aquí).

Bajar impuestos aumenta la deuda u obliga a reducir gasto público y, en ese caso, hay que decir qué se va a recortar

Casado y el PP engañan a la gente cuando le dicen que se van a bajar impuestos sin necesidad de reducir gasto público.

Los liberales sensatos y coherentes proponen reducir impuestos porque creen que eso es bueno pero, al mismo tiempo, señalan qué gastos públicos reducirían y en qué cantidad porque no se creen las ilusiones que defiende Casado.

No se puede soplar y sorber al mismo tiempo. Lo que hay detrás de las propuestas de reducir o eliminar los impuestos es reducir la provisión pública ciertos bienes públicos, aunque no todos, sino sólo los que privatizados proporcionan beneficios privados.

Lo honrado, por lo tanto, es que la propuesta de bajar impuestos que hace Casado venga acompañada de la mención al recorte de gastos complementarios que se va a realizar y del efecto que eso tendrá sobre los precios, sobre la eficiencia, sobre la deuda y sobre el bienestar de las personas.

Bajar impuestos no mejora el bienestar general ni el rendimiento general de la economía

La verdad es que no es fácil disponer de evidencias empíricas que demuestren los efectos reales de las subidas o bajadas de impuestos sobre el conjunto de la economía, precisamente por lo que vengo diciendo: porque los ingresos fiscales, la deuda, el empleo… y el bienestar en general, dependen de muchas más variables. Por eso es una falsedad decir que simplemente con reducirlos se consiguen efectos positivos para el conjunto de la economía, o que eso es bueno “para todos”. Pero sí hay análisis que han demostrado que eliminar o reducir impuestos no es necesariamente mejor que mantenerlos más elevados. Estados Unidos es un territorio muy útil para hacer este tipo de análisis empíricos y allí se ha demostrado que la economía de los estados con tasas impositivas más elevadas funcionan mejor que la de aquellos que las tienen más bajas: aquí.

Y también sabemos con certeza que, en contra de lo que dice Casado, tener un sistema fiscal con altos tipos impositivos es justamente lo que caracteriza a los países (Suecia, Holanda, Alemania, Dinamarca, Reino Unido, Japón, Suiza, Noruega, Francia… ) que tienen el PIB per cápita más elevado (aquí)

¿Qué cabe esperar si se aplicara la fórmula de Pablo Casado a la economía española?

En España ya se han hecho reformas fiscales para bajar impuestos y sabemos perfectamente lo que han traído consigo generalmente: menos equidad y ninguna rebaja sustancial del déficit y de la deuda. Es decir, ayudas encubiertas para los perceptores de rentas elevadas y mayor déficit social.

Lo único que se puede esperar de la propuesta de Pablo Casado es lo mismo que ocurrió en los Estados Unidos de Reagan: más déficit público y más deuda. Justo lo que desea la banca para ganar dinero financiando al Estado a cuenta del sacrificio de las personas corrientes y de las empresas que crean riqueza y empleo.

Hay que defender que el gasto público sea el adecuado y que no se derrochen recursos.
No hay nada gratis y estamos sobrecargando a la naturaleza hasta niveles letales. Hay que defender la austeridad pública en el mejor y auténtico sentido del término (y no en el tergiversado de los últimos años). Hay que combatir y tratar de reducir la deuda que es una esclavitud impuesta por la banca al resto de la sociedad y que paraliza las economías y las lleva a crisis recurrentes. Hay que crear las mejores condiciones posibles para que las empresas creen puestos de trabajo. Pero nada de eso tiene que ver con las fabulaciones de los anarquistas de extrema derecha como Pablo Casado. Lo que quieren en realidad es acabar con los bienes y servicio públicos porque no creen en el Estado o, mejor dicho, que sólo creen en un Estado que puedan patrimonializar para hacer con él lo que quieran a favor de los grandes intereses económicos, como ha hecho el Partido Popular en las comunidades autónomas donde ha gobernado. Están en su derecho. Pero no en el de engañar a la gente a base de mentiras o, en el mejor de los casos, medias verdades.

Fuente: http://www.juantorreslopez.com/pablo-casado-y-el-partido-popular-tambien-mienten-a-los-espanoles-en-materia-economica/

miércoles, 25 de febrero de 2015

Entrevista al historiador inglés Paul Preston. "Azaña no estuvo a la altura de las circunstancias"

Paul Preston se acerca a la Guerra Civil con la seguridad del especialista. Autor de Franco, La Guerra Civil española, Las tres Españas del 36 y El holocausto español, entre otras obras importantes, recorre los últimos meses de la contienda siguiendo los pasos, principalmente, de tres protagonistas: el coronel golpista Casado, el presidente Negrín y el socialista Besteiro. Esta es la entrevista realizada a través de correo electrónico.

-Tras leer el libro, queda la impresión de que usted ha querido hacer justicia a Negrín.
-Mi proyecto no empezó así aunque así terminara. Mi intención era explicarme a mí mismo los últimos meses de la guerra, sobre todo para explicar la tragedia final, que ya había descrito en El holocausto español aunque no me había parado a investigar las responsabilidades políticas en la zona republicana. De los tres protagonistas principales, trabajé sobre Besteiro en Las tres Españas del 36. Era consciente de sus contactos con la Quinta Columna y de su ceguera sobre las consecuencias de la victoria de Franco. Pero me chocó de nuevo su candidez e irresponsabilidad. A Casado, quizás influido por sus propios libros, le había dado el beneficio de la duda, creyendo que quería poner fin a las matanzas. En cambio, me enfrenté con un cínico, mentiroso, egoísta que actuó siempre en su propio interés y no hizo nada para evitar las consecuencias trágicas de la victoria de Franco. En comparación con estos dos, el comportamiento de Negrín era más realista que el de Besteiro y más honesto que el de Casado.

-¿Por qué costó tanto a los dirigentes políticos y a muchos militares entender el lema de Negrín "resistir es vencer"? ¿Fue el presidente del Gobierno lo suficientemente explícito para que entendieran que no pretendía ganar la guerra, sino conseguir una paz negociada, con garantías?
-Creo que muchos leían el lema a través de unos filtros emocionales. Estaban ya agotados con la guerra, al borde del derrotismo y muchos no se fiaban de los comunistas. Sin entrar a pensar a fondo lo que buscaba Negrín –o sea ganar tiempo para organizar las evacuaciones y buscar la manera de sacarle concesiones a Franco para los que no se podían exiliarse– daban por supuesto que él quiso una lucha numantina que no era el caso. En palabras de Dr Rafael Méndez, íntimo amigo de Negrín: 'Resistencia a ultranza y movilización de recursos internacionales, para conseguir una paz que previniera el exterminio de miles y miles de republicanos, constituyó el eje de la política de Negrín desde que consideró inalcanzable la victoria. El 31 de marzo de 1939, el mismo Negrín se dirigió a la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados diciendo: 'Resistir, ¿para qué? ¿Para entrar triunfalmente en Burgos? Nunca hemos hablado ni pensado en ello. Señores, proclamar una política de resistencia implica el confesar que no se cuenta con medios para aplastar al enemigo, pero que causas superiores obligan a luchar hasta lo último, y para ello es necesario estimular y alentar el ánimo bélico de los combatientes. Negrín veía que, aunque la República no podía ganar tampoco estaba derrotada. Tenía un ejército enorme y más de la tercera parte del territorio español. Diez días después del golpe de Casado, los alemanes entraron en Praga y completaron la ocupación de Checoslovaquia. La situación internacional estaba cambiando y una amenaza de resistencia podría haberle preocupado profundamente a Franco. Sin embargo, dentro de España, muy pocos tenían la visión internacional que tenía Negrín.

-Alarma ver de qué forma la cúpula militar de la zona Centro había quedado infiltrada de espías.
-Esto lo explica muy bien el libro magistral de Ángel Bahamonde. Los oficiales de carrera que dominaban en la zona Centro habían mantenido lazos de amistad con sus antiguos compañeros. Algunos, desde el primer momento, ayudaron a la causa rebelde a base de sabotaje y filtración de información estratégica y otros, conforme se acercaba la derrota, querían intensificar esos lazos de amistad con la esperanza de salvarse.

-¿Por qué le costó tanto a Negrín confiar en algunos de los informes que le llegaban, sobre todo, de Cordón, sobre el espionaje en los altos mandos militares?
-Esta pregunta solamente la podría contestar el mismo Negrín. De todas formas, yo me atrevería a sugerir que le costaba pensar que alguien, supuestamente leal a la República, pudiera traicionarla, máxime cuando hacerlo suponía ignorar lo que supondría la victoria de Franco en términos de la represión consiguiente. Además, hay que recordar que era solamente hacia el final que Casado se arriesgó a tantear a gente próxima a Negrín, como Ignacio Hidalgo de Cisneros o Antonio Cordón. Es verdad que Negrín no tomó muy en serio esas actividades porque se fiaba de otros (también traidores y colaboradores de Casado) como los generales Matallana y Miaja.

-¿Cómo es que la República no actuó con dureza con algunos de esos mandos? ¿no cometían un delito de traición?
-Al principio, la República necesitaba oficiales con capacidad profesional, estratégica, táctica etc. Se hizo un proceso de investigación de la lealtad a través del Gabinete de Información y Control presidido por el Capitán Eleuterio Díaz-Tendero Merchán. Los que no fueron clasificados como ‘indiferentes’ o ‘fascistas’ y mostraron su disposición a luchar por la República fueron mantenidos en el Ejército y se fiaba de ellos. El cuerpo responsable de vigilarles, el SIM, se concentraba mucho más sobre los civiles de la quinta columna.

-Parece increíble que los servicios del SIM no detectaran la preparación del golpe de Casado. ¿Es porque estaba buena parte de la cúpula militar copada por la quinta columna y el SIPM?
-Por una parte, creo que Casado personalmente no era tan indiscreto. Mantenía en secreto sus relaciones con los servicios franquistas salvo con Besteiro y un grupo de sus más estrechos colaboradores militares. Sus aliados anarquistas no sabían nada de esas actividades. También hay que recordar que unos elementos importantes del Servicio de Información Militar estaban ya conspirando con Casado. Cuando Santiago Garcés Arroyo, el jefe supremo del SIM, ordenó el arresto de Casado, tropezó con el hecho de que el comandante del SIM del Ejército del Centro, Ángel Pedrero, se negó porque ya participaba en el contubernio de Casado.

-Tiene usted un capítulo, el 10, llamado El golpe, que, de ser su obra una novela, podríamos decir que es el clímax ¿Coincide? ¿Cómo se planteó su escritura? ¿No le parece a usted la base de un guión fantástico para una película histórica?
-Si yo fuera novelista, pensaría en estos términos. Sin embargo, soy historiador y mi cometido es contar lo que pasó de la manera más verídica posible a base de una investigación. Habiendo dicho esto, creo que el historiador no es solamente un investigador sino también alguien que cuenta historias basadas en la realidad. Por tanto, tiene el deber para con sus lectores de hacerlo de la manera más amena posible.

-El Partido Comunista, su teórica masiva presencia e influencia en el Ejército e incluso su supuesto control sobre el Gobierno y el propio Negrín, fue usado para justificar el golpe del 5 de marzo de 1939. Se sirvió de este argumento Casado, también lo hicieron los anarquistas, incluso lo hizo Besteiro. Era falso, pero ¿se tenía esa percepción en 1939? ¿Calaba este argumento? Parece que incluso hoy aún perdura en algunos historiadores.
-Claro que era falso. Si fuera la verdad, como siguen diciendo algunos historiadores de derechas, que la República era una marioneta de Moscú, Casado no habría tenido el éxito que tuvo. Negrín colaboraba con los comunistas porque defendían la República y porque eran el canal a través del cual llegaba la ayuda soviética. Esto no significaba que él fuera comunista o excesivamente influido por ellos. Había anarquistas y socialistas que creyeron ese mito porque, al abogar Negrín y los comunistas por la resistencia continuada, era una manera de canalizar su derrotismo y su cansancio de la guerra. También había el resentimiento por lo que habían hecho los comunistas al reprimir las ambiciones revolucionarias de los anarquistas.

-También cuesta entender la participación de Julián Besteiro.
-La motivación de Besteiro era una mezcla de soberbia e ingenuidad. Evidentemente, dada su reputación de hombre por encima de las rencillas políticas, a Casado le vino de perlas como legitimación de lo que estaba conjurando.

-Creo que usted hace una descripción muy acertada del proceder de Besteiro, al calificarlo de "ingenuidad culposa". ¿Por qué utiliza esta expresión?
-Porque había que ser ingenuo, o no haber leído ningún periódico en los dos años y medio anteriores, para no darse cuenta de lo que iba a ser la represión franquista. Y era ingenuidad culposa porque, a base de su creencia errónea de que no iba a haber una represión, obstaculizó las posibilidades de evacuación de miles de republicanos y así contribuyó a su suerte trágica.

-Al final, Besteiro decide quedarse en España. ¿Una decisión que, de alguna manera, le honra, aunque quizás no oculte su tremendo error?
-Efectivamente. Un sacrificio inútil que contribuyó a mantener su reputación pero que no sirvió para limitar la represión en lo más mínimo.

-Otro papel discutible es el de Azaña. ¿Cree que estuvo a la altura de las circunstancias?
-No. Hubo muchísimos elementos admirables en Azaña. Sin embargo, su cobardía al huir después de la caída de Catalunya dejó a la República sin jefe de Estado y dio una excusa a los gobiernos francés y británico para reconocer a Franco y dificultar la situación de Negrín.

-Al final, la Guerra Civil terminó un poco como empezó: con un golpe de Estado, en el que los sublevados se justifican por el peligro revolucionario comunista. ¿Se cierra un círculo que Franco explotó muy convenientemente y que le benefició incluso cuando gobernó, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial?
-Sí. En ninguna de las dos circunstancias hubo peligro revolucionario comunista alguno pero las circunstancias internacionales permitían a Franco aprovecharse de esa retórica falsa.

-El papel de Gran Bretaña ayudó poco a la República y el reconocimiento del gobierno de Burgos, cuando aún no había finalizado la guerra, perjudicó todavía más las pretensiones de Negrín de conseguir una paz negociada. ¿Por qué esa especie de desconfianza o animadversión hacia la República por parte de las autoridades británicas?
-El gobierno británico durante la Guerra Civil era muy conservador y ferozmente anticomunista. Se había tragado el bulo de la conspiración comunista lanzado por los golpistas en 1936. Además, las clases altas británicas tenían muchos lazos con las españolas, desde el duque de Alba (también duque de Berwick-on-Tweed y emparentado con la familia real británica) hasta los muchos españoles (sobre todo de Jerez) educados en los colegios privados ingleses más elitistas. El gobierno conservador simpatizaba con Hitler y Mussolini porque esperaba que ellos fuesen una fuerza anticomunista.

-También queda al final del libro una cosa clara, un rasgo de Franco que usted ha puesto en evidencia en otras de sus obras: su carácter tremendamente astuto y calculador y su decisión de acabar físicamente con el contrario. ¿Es así? ¿Por qué maltrató incluso a los militares que le ayudaron, como Matallana, Casado…?
-No hay duda de que Franco, a pesar de su mediocridad cultural, era muy astuto cuando de medir las debilidades de un enemigo se tratase. La gratitud nunca fue uno de sus rasgos y, a los que no se habían declarado plenamente a favor del alzamiento, por muy útiles que fuesen sus servicios a su causa, les trataba como enemigos. Había algunas excepciones –las explica muy bien el Dr. Bahamonde Magro– y una de ellas fue Casado. Si bien no tuvo los premios que él esperaba, en cambio Franco facilitó su evacuación a Gran Bretaña donde recibió un trato excepcional por sus servicios en acelerar la derrota republicana.
Blai Felip Palau. La Vanguardia
Fuente original: http://www.lavanguardia.com/cultura/20150222/54426429380/paul-preston-azana.html

lunes, 5 de enero de 2015

Paul Preston: “En España se ve al que discrepa como a un enemigo”

Ha escrito miles de páginas sobre la Guerra Civil, la II República y las vidas de personajes tan influyentes como el rey Juan Carlos y Santiago Carrillo.
Como hispanista, cuando trabaja deja de lado sus ideas (se define como socialista de izquierdas) para guiarse por su olfato.

Paul Preston (Liverpool, Reino Unido, 1946) ha investigado tanto y acumula tal cantidad de documentos en su domicilio londinense –solo el garaje rebosa de cartas y documentos sobre la vida del Partido Comunista de España y Francisco Franco– que, a veces, para redactar un nuevo título le basta con poner el foco en el tema. En 2011 se jubiló como profesor de la London School of Economics and Political Science porque la legislación vigente así lo requería. Sin embargo, lo volvieron a contratar para que siguiera como director del Centro Cañada Blanch para el Estudio de la España Contemporánea. Además dirige tesis, proyectos de investigación y el programa de publicaciones del centro. Con todo, saca tiempo para realizar nuevas investigaciones. La prestigiosa universidad cuenta con una biblioteca cercana a los 7.000 títulos históricos. Hace unos meses descubrió que apenas había dedicado unas pocas páginas al caos que se vivió en los días previos a la rendición de las tropas republicanas y decidió meterse con la última batalla. Ahora acaba de llegar a las librerías El final de la guerra (Debate), una crónica desgarradora en torno al odio y las traiciones de los políticos que dirigían el destino de la República.

Preston llega puntual a la cita en la Facultad, ataviado con un traje negro, en el que brilla la Cruz de Isabel la Católica prendida en el ojal de la americana, y unas deportivas oscuras. Paul Preston, una combinación de caballero inglés con un toque cheli, habla un español de Chamberí con palabrotas que ajusta con rigor a las frases; coleccionista compulsivo de libros y discos, prefiere las coplas de Angelillo que las bulerías de Camarón, y como lector relee a Dickens y Galdós. Su nuevo libro defiende que “el golpe del coronel Casado contra Juan Negrín, en marzo de 1939, con las tropas franquistas sitiando Madrid, provocó una catástrofe humanitaria”.

El final de la guerra provoca escalofríos. La imagen de socialistas y anarquistas deteniendo a comunistas con las tropas franquistas a las puertas de Madrid deja claro el caos que se vivió. Desgraciadamente así suelen ser los momentos finales de los derrotados de las guerras civiles. En el caso español, la República había sido abandonada por franceses e ingleses, en medio de unas condiciones espantosas de malnutrición y un sentimiento enorme de derrotismo. Pero lo que envenenó todo fue el odio general hacia los comunistas, aunque el libro refleja muchos odios diferentes y cómo se engañaban unos a otros.

Julián Besteiro creía que si la República hubiera ganado la guerra, se habría convertido en una dictadura comunista. Esa es otra de las chuminadas de Besteiro. Soy reacio a esas especulaciones del tipo “qué hubiera pasado si…”, pero, bueno, vamos a jugar. La única manera de que la República hubiera ganado la guerra habría sido si británicos y franceses le hubieran dado en 1936 sus derechos internacionales y hubieran impedido la ayuda alemana, en tal caso no habría sido necesaria la ayuda de la Unión Soviética.

Bueno, al menos Besteiro aguantó en Madrid con la gente hasta la entrada de los nacionales. Hay muchos que salvan su reputación con su muerte. Eso mismo se puede decir de Lluís Companys, al que su martirio le corona con una aureola de heroísmo y victimismo. Besteiro decía que no le iba a pasar nada, creía que el franquismo sería mejor que la dictadura de Primo de Rivera. Su muerte fue trágica, y sus errores, monumentales, y murió por ello.

¿Cree que la resistencia, como proponía Negrín, era posible tras la caída de Barcelona, sin apenas aviones, con la flota fuera de España y con más de cuatrocientas personas muriendo de hambre cada semana en un Madrid sitiado? Uffff, evidentemente la pregunta es muy acertada, pero ¿lo que hizo Casado estuvo mejor? Sin haber preparado nada para la evacuación de los civiles, habría sido más acertado resistir, pero vayamos a los hechos: Negrín basaba su estrategia en la confianza de que los problemas internacionales degeneraran en una guerra mundial y que Italia y Alemania lucharan contra Francia e Inglaterra. Cuando hablaba de resistencia numantina, lo que intentaba era ganar tiempo para organizar la salida de exiliados. Franco había ganado, pero aún quedaba mucho por hacer.

Franco sabía que había ganado la guerra y su idea era que el que gana no negocia. Yo cuento la historia a base de juntar los hechos. Evidentemente Franco tenía la victoria asegurada, que no es lo mismo que decir que había ganado. En la zona que quedaba había todavía un gran ejército con un millón de hombres en armas y Negrín contaba con bazas para jugar. Franco no quiso negociar, pero tampoco se encontraba a principios de marzo en condiciones de lanzar una gran ofensiva.

Su visión de los políticos en esos días resulta bastante amarga: Azaña ya estaba fuera del país y reclamaba su paga; el general Rojo, que también se había puesto a salvo, pedía la rendición; las Cortes se habían disuelto… Poca gente sale bien de esa historia, para mí solo Negrín. Me ha llamado mucho la atención que después fuera el único que no hablaba mal de los demás.

Pero su figura ha sido cuestionada por algunos historiadores, lo acusaban de haber vaciado las cajas del Banco de España. No fue así, el dinero que se había acumulado se gastaba en cuidar a los exiliados en Francia, luego en organizar los barcos a México y las inversiones que se hicieron para montar pequeños negocios. De todo ese dinero que se llevó a México se apoderó Prieto. La lucha entre la Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles (JARE, 31 de julio de 1939, Ligado al socialista de Prieto) y el Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles (SERE, febrero de 1939, ligado a Negrín) da como tema para otro libro. Negrín pudo vivir bien en el exilio porque procedía de una familia con dinero.

Usted dice que las acusaciones contra los comunistas sobre la confiscación de objetos de valor también se podrían aplicar a socialistas y anarquistas. Los aviones con el equipaje de los políticos que abandonaban el país camino del exilio, incluido Negrín, iban tan cargados que amenazaban con no poder despegar. Es un tema muy difícil de estudiar. Gente como Cipriano Mera terminó en un campo de concentración, y la mayoría de los anarquistas y los obreros que salen no llevan nada; los pocos que pudieron escapar salen tras la caída de Cataluña, ese fue el gran exilio. Los otros… qué dinero podían llevar si el dinero republicano no valía nada. ¿De qué robos hablamos? De joyas y cosas así. Hay evidencias de que en el mes de marzo hubo muchos políticos de todas las ideas que escapaban con maletas llenas de azafrán. Había que ser tonto para ignorar lo que iba a suponer la represión franquista.

Ya había noticias sobre lo que ocurría en las ciudades que tomaban las tropas franquistas. Todas las grandes ciudades estaban llenas de refugiados que contaban lo que pasaba. Los que decían que había que llegar a un acuerdo con Franco no debían ni haber leído los periódicos. Estaba la Ley de Represión Política, y que cada vez que le preguntaban, Franco decía que tenía un millón de personas en la lista. No se puede culpar a los que escaparon con lo que podían porque si usted sabe que mañana llega a Madrid el Ejército Islámico y se tiene que ir al exilio, se lleva lo que puede, estas cosas se deben enjuiciar desde el lado humano.

Después de tantos años investigando nuestra historia ¿qué le ha aportado Los últimos días de la guerra? ¡Muchísimo! Al empezarlo me di cuenta de que, yo que he escrito tanto sobre la Guerra Civil, no había dedicado más de dos o tres páginas a cómo fue el final. No sabía por qué Negrín estaba en la oposición y este libro me ha dado una opinión mucho más favorable. Lo que el tío aguantó, trabajando día y noche. Hubo también anécdotas fascinantes como cuando descubrí que el coronel Casado tuvo una amante en Londres. En las fotos que he encontrado cuando está con ella parece David Niven, posa como una estrella de cine. Se le ve feliz y arrogante.

¿Qué va a hacer ahora? ¿Una biografía de Negrín? Ya hay cinco magníficas; las mejores, la de Enrique Moradiellos, que fue alumno mío, y la de Stanley G. Payne, y ambas son definitivas. Me tienta porque mi gran pasión son las biografías, lo que me engancha son los personajes, pero tengo dudas. No queda mucha gente a la que le interese ya este tipo de cuestiones. Mi próximo libro se va a llamar La traición de un pueblo, que es una historia de España en el siglo XX, cuyas líneas básicas son la incompetencia y la corrupción de la clase política... Seguir leyendo aquí.
http://elpais.com/elpais/2014/12/26/eps/1419623183_843259.html

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Dar gato por liebre o el fin de la guerra civil y la traición de Casado

Mentiras y traiciones envuelven la historia de la sublevación del general Segismundo Casado en marzo de 1939, en contra del Gobierno de la República dirigido por el Dr. Juan Negrín. Engañó a los historiadores y “confirmó” los mitos esenciales de los vencedores.

En estos días tan tumultuosos políticamente el Ministerio de Defensa publica un libro cuya carencia se hacía sentir agudamente. Bajo la dirección y coordinación del catedrático Javier García Fernández aparece un grueso tomo titulado 25 militares de la República. Son biografías, escritas por otros tantos historiadores de primera fila, de una selección de generales o almirantes y jefes que permanecieron leales al Gobierno republicano en o después de la sublevación militar de 1936. Entre ellos figuran Aranguren, Asensio Torrado, Batet, Buiza, Casado, Cordón, Escobar, Gámir, Hernández Saravia, Hidalgo de Cisneros, Mangada, Martínez Cabrera, Menéndez, Miaja, Núñez de Prado, Pozas y Rojo. La lectura será imprescindible tras tantos años de desfiguración y desvirtuación de su papel en la guerra civil, acrecentadas en algunos casos por el malhadado  Diccionario Biográfico Español que en la nueva legislatura probablemente no tardará en distribuirse.

No se recupera el honor de todos los biografiados. Para uno al menos, y que el Diccionario ha tratado de salvar por todos los medios, la evidencia primaria documental de época lo hunde en las simas del embuste y de la traición. A muchos españoles de las generaciones más jóvenes su nombre no les dirá nada. Se trata del general Segismundo Casado, el hombre que el 5 de marzo de 1939 se levantó en armas contra una República a punto de colapsarse, que creó un sedicente Consejo Nacional de Defensa, que aglutinó en torno suyo a un pequeño arco de figuras de segundo o tercer nivel (salvo Miaja, el anciano socialista Julián Besteiro y el exsubsecretario de Gobernación y destacado miembro del PSOE Wenceslao Carrillo).

La sublevación casadista ha dado origen a discusiones sin cuento. También abrió inmensas heridas en las filas del exilio. Profundizó hasta límites infranqueables las divisiones entre socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos. Estuvo basada en una patraña de Casado y en una estrategia política de Franco.

La patraña consistió en acusar a Negrín de hacer el caldo gordo a los soviéticos y sus sicarios españoles y de prolongar la guerra sirviendo exclusivamente el interés de Stalin. De aquí la subpatraña que la sublevación se llevó a cabo para impedir que Negrín y los comunistas se hicieran con el control de los mandos de lo que quedaba de Ejército Popular.

La estrategia de Franco consistió en engañar a Casado haciéndole ver que una rendición inmediata no provocaría represalias entre los mandos militares que no hubieran cometido delitos de sangre. Lo que había detrás es fácil de identificar: Franco deseaba evitar cualquier evacuación de dirigentes políticos, militares y sindicales. Para ello necesitaba que alguien hundiera, desde dentro, las pequeñas posibilidades de resistencia. Así podría liquidar fácilmente la flor y nata republicana.

Casado se tragó el anzuelo. Engatusó a sus compañeros haciéndoles ver que no tendrían que temer demasiado de la victoria franquista y buscó aliados para su golpe en unidades próximas a Madrid. Las encontró en el Cuerpo de Ejército de Cipriano Mera, probado líder anarquista y políticamente analfabeto. Aprovechó el sordo rencor contra los comunistas y manipuló a la Agrupación Socialista Madrileña.

Franco terminó la guerra en beauté, gracias a una operación político-estratégica que le permitió copar a una inmensa cantidad de dirigentes republicanos. También a la masa combatiente. Todos formaban parte de aquella Anti-España cuya eliminación física, política y psíquica había constituido el alfa y el omega de la rebelión de 1936. Casado se escapó a Inglaterra tras una serie de proclamas preconizando la resistencia numantina si no se recibían condiciones satisfactorias de paz. No las obtuvo.

En Londres, Casado escribió unas autojustificativas y falaces memorias, nunca traducidas al español. El manuscrito lo entregó el 21 de julio. Era profundamente anticomunista pero no ponía en solfa a las democracias occidentales que tan poco habían hecho por la República. Hay que sospechar que alguna mano foránea le ayudó en su concepción. Como tras el final de la Segunda Guerra Mundial y en el comienzo de la guerra fría los servicios secretos británicos le hicieron algunas ofertas, es posible que en 1939 ya estuvieran a favor de una labor de intoxicación.

Se conserva el borrador de una carta a Franco que Casado agregó a una misiva fechada el 9 de marzo de 1940 y dirigida al duque de Alba, a la sazón embajador en Londres. No se sabe si este la remitió a su destinatario, pero en ella Casado dejó constancia de la decepción que le había producido el comportamiento de Franco. El motivo de la carta fue el fusilamiento del general Escobar por quien Casado debió de tener un gran respeto. Acusó al Caudillo/ Generalísimo/ Jefe del Estado de haber faltado a la palabra dada. Una terminología dura entre militares.

Casado trapicheó como pudo, con trabajitos en la BBC, uno de los lugares en que los servicios especiales británicos solían aparcar a personajes y personajillos que pudieran ser útiles. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, emigró a América Latina. Allí pasó más de 15 años, en parte tratando de volver a España. Cuando lo hizo, en septiembre de 1961, nadie le molestó, pero dos años más tarde se le ocurrió solicitar el reconocimiento de sus derechos pasivos y la máquina judicial militar se puso en movimiento. Se le trató con guante blanco hasta cierto punto, pero no obtuvo lo que quería.

Enfermo, encerrado en su piso madrileño durante años y años, fue apañándose con sus ahorros hasta que amenazaron con agotarse. Entonces entró en contacto con el Ministerio de (Des)Información. Se prometió un gran éxito económico de una nueva versión de sus memorias. El problema es que no se acordaba de los hechos de 1939. Tampoco podía ir a hemerotecas. No sabemos si desde el Ministerio, entonces regentado por Manuel Fraga Iribarne, alguien le echó una mano. Sí sabemos que le ayudó uno de los subordinados de Cipriano Mera, también anarquista, un tal Liberino González.

En consecuencia, la nueva versión acentuó hasta extremos delirantes la presunta conspiración comunista, la vesania de Negrín y la larga mano de Stalin sobre la República. Todo muy en consonancia con el furibundo anticomunismo anarquista y franquista y, en particular, las necesidades de la guerra fría. Ya se habían expresado en términos similares renegados comunistas tan caracterizados como Jesús Hernández, Enrique Castro Delgado y Valentín González, el Campesino. También los inevitables poumistas, a la cabeza de los cuales se situó Julián Gorkín.

Casado no quedó muy contento con el resultado, una indicación tal vez de que la nueva versión no era únicamente de su propia pluma, pero no tenía escapatoria. Enfermo y sin dinero, se sometió. Cuando se almuerza con el diablo conviene manejar una larga cuchara. Casado no la tuvo. Jugó con los hechos, engañó a historiadores, “confirmó” los mitos esenciales de los vencedores, encubrió la gran operación político-estratégica de Franco, fue corresponsable de la hecatombe final republicana y, como buen traidor, hizo todo lo posible por desfigurar sus huellas en la historia. Un historiador anglo-norteamericano, Burnett Bolloten, le creyó y sentó escuela. Sus colegas pro y neo-franquistas se frotaron de gusto las manos durante años.

Al final, si se encuentra la evidencia primaria relevante de época, los hechos del pasado quedan iluminados bajo nueva luz.

La pregunta es: ¿por qué ha habido durante tanto tiempo un segmento de la literatura que ha hecho caso a la versión de Casado, que siempre fue en sí inverosímil? La respuesta se encuentra, a nuestro entender, en la conjunción entre las necesidades ontológicas del franquismo, su dependencia de una mitología ad hoc y la ideología de la guerra fría.
De Ángel Viñas, El País 10-12-2011. Seguir la lectura aquí.

Leer más sobre el tema aquí.

Gabriel Jackson. 2008. JUAN NEGRÍN. Médico, socialista y jefe del Gobierno de la II Républica española. Edt. Crítica.

Enrique Moradiellos. Negrín. Biografía de la figura más difamada de la España del siglo XX. Barcelona: Península, 2006.

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