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viernes, 1 de noviembre de 2019

_- Carta abierta a Salvador Allende

_- Miguel Lawner
Rebelión

Querido compañero:
En medio del estruendo y el fuego generado por los rokets que destruían el palacio de La Moneda, tu mantuviste la serenidad para decirle a todos los chilenos:

“Sigan ustedes sabiendo que,

mucho más temprano que tarde,

de nuevo se abrirán las grandes alamedas

por donde pase el hombre libre.”

Fueron tus últimas palabras. Nunca las olvidamos. Transcurrieron 46 años en los cuales, tal como nos advertiste, debimos luchar sin cesar, contra “la felonía, la cobardía y la traición”.

Ayer, finalmente, se abrieron las anchas alamedas… Es imposible que puedas imaginarlo, pero las colmamos de ira, por tantos años de crímenes, de venta de nuestro patrimonio, de inicua explotación de los trabajadores, de despojarnos del agua, de los mares, de las montañas, de los glaciares, de los bosques, del derecho a una vivienda digna, de nuestros trenes y nuestras góndolas, por escamotearnos las pensiones de nuestros abuelos, por acabar con el prestigio y la calidad de nuestra educación pública y nuestros hospitales.

Pero también marchamos con alegría, con guitarras y matracas, con saltimbanquis y raperos, con los de abajo y la barra brava, con nuestros hijos, nietos y también, con nuestros abuelos. Éramos millones dispuestos a no dejarnos engatusar por los enemigos de siempre y por los gatos pardos, que ya están maniobrando en Palacio, de espaldas al pueblo, para que nada cambie de verdad.

Estamos atentos, querido Chicho. Tu ejemplo nos ilumina: tu consecuencia nos guía. No vamos a cejar. No permitiremos que se escamoteen nuestras demandas. Chile no podrá continuar regido por la Constitución del tirano. Impondremos una Asamblea Constituyente para restituir nuestros derechos. Acabaremos con la institución más ignominiosa concebida por el hermano de Piñera: las AFP, que condenan a nuestros abuelos a recibir un mendrugo de pensión. Vamos a restituir el agua a los campesinos de Petorca, el aire puro a los habitantes de Quintero y Puchuncaví. Vamos a devolver las tierras escamoteadas a nuestros hermanos mapuches. Vamos a devolverle su dignidad al Instituto Nacional, nuestro primer foco de luz de la nación y al resto de los colegios públicos.

Vamos a castigar como manda la ley, los delitos, colusiones y fraudes cometidos por algunos magnates, por las farmacias, supermercados o por miembros de las Fuerzas Armadas y las así llamadas de Orden.

En fin, verás que no nos faltan tareas por cumplir. Las asumiremos con la misma energía, con la misma consecuencia y voluntad con que tú nos enseñaste a cumplir nuestras responsabilidades.

Nos demoramos, pero más vale tarde que nunca.

Con el afecto y el respeto de siempre, te abraza

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=261865

miércoles, 26 de septiembre de 2018

La gran traición a Checoslovaquia


El Pacto de Münich, para resolver el problema checo, como ningún otro demostraría las falencias y las debilidades de la política anglo-francesa. Se dio hace 80 años, luego de que Alemania se anexara a Austria. Checoslovaquia, Estado multinacional que surgió como consecuencia de la desintegración del Imperio Austro-Húngaro, luego de la Primera Guerra Mundial, tenía garantizada su existencia por el Pacto de Asistencia Mutua, firmado en 1925 entre Francia y Checoslovaquia. Por otra parte, existía el Tratado Checo-Soviético, según el cual, en el caso de una agresión a Checoslovaquia, la URSS se comprometía a pelear contra el agresor si Francia cumplía con el Pacto de Asistencia Mutua. El 28 de abril de 1938, Gran Bretaña se comprometió a luchar junto a Francia en el caso de una guerra contra Alemania. Los Sudetes era una región montañosa de Checoslovaquia, fronteriza con Alemania, que Hitler reclamaba para sí por estar poblada en algunos sectores mayoritariamente por alemanes. En esta zona se encontraban las principales fortificaciones militares checoslovacas, por lo que Checoslovaquia quedaría totalmente desprotegida si perdía este estratégico territorio. Inglaterra y Francia, que no querían cumplir con sus compromisos, presionaban al gobierno checo para que, con respecto a los Sudetes, diera a Hitler todas las prerrogativas posibles. Se produjo, entonces, la siguiente situación ridícula: Konrad Helein, Führer de los alemanes de los Sudetes, exigía concesiones al borde de lo imposible al Presidente de Checoslovaquia, Edvard Beneš, que cedía por presiones anglo-francesas, entonces, Henlein, por indicaciones de Hitler, exigía más todavía.

En julio de 1938 arribó a Londres el capitán Wiedemann, enviado especial de Hitler. Informó al gobierno inglés que el Führer estaba iracundo y que, de no resolverse el problema de los Sudetes, habría consecuencias desastrosas. A lo que Lord Halifax, Canciller del Reino Unido, le respondió: “Trasmítale a él que espero vivir hasta el momento en que se realice la meta fundamental de todos mis esfuerzos: Ver a Hitler con el rey inglés juntos en el balcón del palacio de Buckingham”.

El 13 de septiembre de 1938, Chamberlain, Primer Ministro de Gran Bretaña, voló a entrevistarse con Hitler en su residencia del Berchtesgaden para “lograr un acuerdo anglo-alemán” que resolviera el problema checo. Le explicaba al rey de Inglaterra que se proponía plantear a Hitler que Alemania e Inglaterra debían ser “los pilares de la paz en Europa y los baluartes contra el comunismo”. Luego de tres horas de conversación, Chamberlain aceptó el traslado de los Sudetes a Alemania. Le pidió a Hitler tiempo para consultar con su gabinete y con París, a los que sostuvo que con la entrega de los Sudetes a Alemania se lograría el deseado arreglo con el Füher y “se podría amortiguar las dificultades existentes y también alcanzar acuerdos en otros problemas”. Francia e Inglaterra tomaron en cuenta al gobierno de Praga sólo para recomendarle que cediera a Alemania aquellas partes de los Sudetes donde vivían más del 50% de alemanes y que anulara los pactos de Checoslavaquia con Francia y la URSS; a cambio de todo eso, se comprometían a garantizar las nuevas fronteras. La respuesta debía ser inmediata, ya que Chamberlain debía encontrarse con Hitler el 22 de septiembre.

El Presidente Beneš, preguntó a la Unión Soviética si estaba dispuesta a ayudar a su país en el caso en que Francia no lo hiciera y si tendría el respaldo de Moscú en la Liga de Naciones en el caso en que Checoslovaquia solicitara ayuda a ese organismo. Al día siguiente, Beneš recibió la contestación afirmativa de ambas preguntas. Con este apoyo, Beneš rechazó la propuesta de Chamberlain. Inglaterra y Francia montaron en cólera y le presentaron un ultimátum a Beneš: “Si los checos se agrupan con los rusos, la guerra podría transformarse en una cruzada contra los bolcheviques. Entonces a los gobiernos de Inglaterra y Francia les sería muy difícil quedar al margen”. Los checos aceptaron el ultimátum la mañana del 21 de septiembre.

Hitler le exigió a Chamberlain, en la ciudad alemana de Godesberg, que antes del 28 de septiembre los Sudetes debían formar parte del Tercer Reich y, a pedido de Chamberlain, alargó el plazo hasta el 1 de octubre. Lord Halifax fue el encargado de entregar el memorándum a Jan Masaryk, el Embajador de Checoslovaquia. Se produjo el siguiente diálogo, Lord Halifax: “Ni el Primer Ministro inglés ni yo queremos darle consejo alguno con respecto al memorándum. Pero piénselo bien antes de responder negativamente a él. El Primer Ministro está persuadido de que Hitler sólo quiere los Sudetes, si lo consigue no reclamará nada más”; Masaryk: “¿Y usted cree eso?”; Lord Halifax: “Yo no le he dicho que el Primer Ministro esté convencido de eso”; Masaryk: “Si ni usted ni el Primer Ministro quieren darnos ningún consejo sobre el memorándum, entonces, ¿cuál es el papel del Primer Ministro?”; Lord Halifax: “El de correo y nada más”; Masaryk: “Debo entender que el Primer Ministro se ha convertido en recadero del asesino y salteador, Hitler”; Lord Halifax, un poco turbado: “Pues, si le parece, sí”.

Chamberlain envió a Beneš un mensaje en el que insistía que Praga debía cesar toda resistencia. La tarde de ese mismo día pronunció un discurso en el que sostuvo: “Qué horrible, qué increíble es que tengamos que abrir trincheras, ponernos máscaras antigás por la querella de un lejano país, de cuyo pueblo no sabemos nada”. Por noche, Alemania propuso la realización de una conferencia de cuatro potencias: Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. No fue tomada en cuenta la URSS, tampoco Checoslovaquia, que en esta conferencia perdió la quinta parte de su territorio, la cuarta parte de su población y la mitad de su industria pesada.

Chamberlain aceptó asistir a Münich el 28 de septiembre. A la delegación checa, que esperaba impaciente fuera del lugar de la reunión, se le comunicó verbalmente el destino nefasto de su país. Sus delegados reclamaron indignados por lo monstruoso, criminal y absurdo de la resolución, a lo que se les contestó: “¡Es inútil discutir! Está decidido”. En Münich se dieron los primeros pasos para la firma de una alianza entre Inglaterra y Alemania. El objetivo lo descubre el historiador conservador inglés Sir Wheeler Bennet: “Existía la oculta esperanza de que la agresión alemana, si se la lograba encauzar hacia el Este, consumiría sus fuerzas en las estepas rusas, en una lucha que agotaría a ambas partes beligerantes”.

Chamberlain regresó a Londres. Blandía con mucho orgullo un papel que, según dijo, “aseguraba la paz por una generación”. Para reafirmar sus palabras citó la frase de Henrique IV, de Shakespeare: “De la ortiga de los peligros sacaremos las flores de la salvación”. El periódico Izvestia de Moscú le recordó al día siguiente la réplica que sigue a la misma frase: “La empresa que has cometido es peligrosa, los amigos que me has enumerado son inseguros, y el mismo momento ha sido mal escogido. Toda tu conspiración es demasiado liviana como para pesar más que dificultades graves”.

El drama de Münich tiene su epílogo. El 15 de marzo de 1939, las tropas alemanas entraron a Praga ante la impotente mirada de Inglaterra y Francia, los “garantes” que no movieron un dedo para prestar la mínima ayuda a Checoslovaquia; política que hasta ahora no ha cambiado y sigue favoreciendo al agresor.

Actualmente estos dos países, y otros aliados, se suman a las agresiones imperiales que se llevan a cabo a lo largo de todo el planeta.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Entrevista al historiador inglés Paul Preston. "Azaña no estuvo a la altura de las circunstancias"

Paul Preston se acerca a la Guerra Civil con la seguridad del especialista. Autor de Franco, La Guerra Civil española, Las tres Españas del 36 y El holocausto español, entre otras obras importantes, recorre los últimos meses de la contienda siguiendo los pasos, principalmente, de tres protagonistas: el coronel golpista Casado, el presidente Negrín y el socialista Besteiro. Esta es la entrevista realizada a través de correo electrónico.

-Tras leer el libro, queda la impresión de que usted ha querido hacer justicia a Negrín.
-Mi proyecto no empezó así aunque así terminara. Mi intención era explicarme a mí mismo los últimos meses de la guerra, sobre todo para explicar la tragedia final, que ya había descrito en El holocausto español aunque no me había parado a investigar las responsabilidades políticas en la zona republicana. De los tres protagonistas principales, trabajé sobre Besteiro en Las tres Españas del 36. Era consciente de sus contactos con la Quinta Columna y de su ceguera sobre las consecuencias de la victoria de Franco. Pero me chocó de nuevo su candidez e irresponsabilidad. A Casado, quizás influido por sus propios libros, le había dado el beneficio de la duda, creyendo que quería poner fin a las matanzas. En cambio, me enfrenté con un cínico, mentiroso, egoísta que actuó siempre en su propio interés y no hizo nada para evitar las consecuencias trágicas de la victoria de Franco. En comparación con estos dos, el comportamiento de Negrín era más realista que el de Besteiro y más honesto que el de Casado.

-¿Por qué costó tanto a los dirigentes políticos y a muchos militares entender el lema de Negrín "resistir es vencer"? ¿Fue el presidente del Gobierno lo suficientemente explícito para que entendieran que no pretendía ganar la guerra, sino conseguir una paz negociada, con garantías?
-Creo que muchos leían el lema a través de unos filtros emocionales. Estaban ya agotados con la guerra, al borde del derrotismo y muchos no se fiaban de los comunistas. Sin entrar a pensar a fondo lo que buscaba Negrín –o sea ganar tiempo para organizar las evacuaciones y buscar la manera de sacarle concesiones a Franco para los que no se podían exiliarse– daban por supuesto que él quiso una lucha numantina que no era el caso. En palabras de Dr Rafael Méndez, íntimo amigo de Negrín: 'Resistencia a ultranza y movilización de recursos internacionales, para conseguir una paz que previniera el exterminio de miles y miles de republicanos, constituyó el eje de la política de Negrín desde que consideró inalcanzable la victoria. El 31 de marzo de 1939, el mismo Negrín se dirigió a la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados diciendo: 'Resistir, ¿para qué? ¿Para entrar triunfalmente en Burgos? Nunca hemos hablado ni pensado en ello. Señores, proclamar una política de resistencia implica el confesar que no se cuenta con medios para aplastar al enemigo, pero que causas superiores obligan a luchar hasta lo último, y para ello es necesario estimular y alentar el ánimo bélico de los combatientes. Negrín veía que, aunque la República no podía ganar tampoco estaba derrotada. Tenía un ejército enorme y más de la tercera parte del territorio español. Diez días después del golpe de Casado, los alemanes entraron en Praga y completaron la ocupación de Checoslovaquia. La situación internacional estaba cambiando y una amenaza de resistencia podría haberle preocupado profundamente a Franco. Sin embargo, dentro de España, muy pocos tenían la visión internacional que tenía Negrín.

-Alarma ver de qué forma la cúpula militar de la zona Centro había quedado infiltrada de espías.
-Esto lo explica muy bien el libro magistral de Ángel Bahamonde. Los oficiales de carrera que dominaban en la zona Centro habían mantenido lazos de amistad con sus antiguos compañeros. Algunos, desde el primer momento, ayudaron a la causa rebelde a base de sabotaje y filtración de información estratégica y otros, conforme se acercaba la derrota, querían intensificar esos lazos de amistad con la esperanza de salvarse.

-¿Por qué le costó tanto a Negrín confiar en algunos de los informes que le llegaban, sobre todo, de Cordón, sobre el espionaje en los altos mandos militares?
-Esta pregunta solamente la podría contestar el mismo Negrín. De todas formas, yo me atrevería a sugerir que le costaba pensar que alguien, supuestamente leal a la República, pudiera traicionarla, máxime cuando hacerlo suponía ignorar lo que supondría la victoria de Franco en términos de la represión consiguiente. Además, hay que recordar que era solamente hacia el final que Casado se arriesgó a tantear a gente próxima a Negrín, como Ignacio Hidalgo de Cisneros o Antonio Cordón. Es verdad que Negrín no tomó muy en serio esas actividades porque se fiaba de otros (también traidores y colaboradores de Casado) como los generales Matallana y Miaja.

-¿Cómo es que la República no actuó con dureza con algunos de esos mandos? ¿no cometían un delito de traición?
-Al principio, la República necesitaba oficiales con capacidad profesional, estratégica, táctica etc. Se hizo un proceso de investigación de la lealtad a través del Gabinete de Información y Control presidido por el Capitán Eleuterio Díaz-Tendero Merchán. Los que no fueron clasificados como ‘indiferentes’ o ‘fascistas’ y mostraron su disposición a luchar por la República fueron mantenidos en el Ejército y se fiaba de ellos. El cuerpo responsable de vigilarles, el SIM, se concentraba mucho más sobre los civiles de la quinta columna.

-Parece increíble que los servicios del SIM no detectaran la preparación del golpe de Casado. ¿Es porque estaba buena parte de la cúpula militar copada por la quinta columna y el SIPM?
-Por una parte, creo que Casado personalmente no era tan indiscreto. Mantenía en secreto sus relaciones con los servicios franquistas salvo con Besteiro y un grupo de sus más estrechos colaboradores militares. Sus aliados anarquistas no sabían nada de esas actividades. También hay que recordar que unos elementos importantes del Servicio de Información Militar estaban ya conspirando con Casado. Cuando Santiago Garcés Arroyo, el jefe supremo del SIM, ordenó el arresto de Casado, tropezó con el hecho de que el comandante del SIM del Ejército del Centro, Ángel Pedrero, se negó porque ya participaba en el contubernio de Casado.

-Tiene usted un capítulo, el 10, llamado El golpe, que, de ser su obra una novela, podríamos decir que es el clímax ¿Coincide? ¿Cómo se planteó su escritura? ¿No le parece a usted la base de un guión fantástico para una película histórica?
-Si yo fuera novelista, pensaría en estos términos. Sin embargo, soy historiador y mi cometido es contar lo que pasó de la manera más verídica posible a base de una investigación. Habiendo dicho esto, creo que el historiador no es solamente un investigador sino también alguien que cuenta historias basadas en la realidad. Por tanto, tiene el deber para con sus lectores de hacerlo de la manera más amena posible.

-El Partido Comunista, su teórica masiva presencia e influencia en el Ejército e incluso su supuesto control sobre el Gobierno y el propio Negrín, fue usado para justificar el golpe del 5 de marzo de 1939. Se sirvió de este argumento Casado, también lo hicieron los anarquistas, incluso lo hizo Besteiro. Era falso, pero ¿se tenía esa percepción en 1939? ¿Calaba este argumento? Parece que incluso hoy aún perdura en algunos historiadores.
-Claro que era falso. Si fuera la verdad, como siguen diciendo algunos historiadores de derechas, que la República era una marioneta de Moscú, Casado no habría tenido el éxito que tuvo. Negrín colaboraba con los comunistas porque defendían la República y porque eran el canal a través del cual llegaba la ayuda soviética. Esto no significaba que él fuera comunista o excesivamente influido por ellos. Había anarquistas y socialistas que creyeron ese mito porque, al abogar Negrín y los comunistas por la resistencia continuada, era una manera de canalizar su derrotismo y su cansancio de la guerra. También había el resentimiento por lo que habían hecho los comunistas al reprimir las ambiciones revolucionarias de los anarquistas.

-También cuesta entender la participación de Julián Besteiro.
-La motivación de Besteiro era una mezcla de soberbia e ingenuidad. Evidentemente, dada su reputación de hombre por encima de las rencillas políticas, a Casado le vino de perlas como legitimación de lo que estaba conjurando.

-Creo que usted hace una descripción muy acertada del proceder de Besteiro, al calificarlo de "ingenuidad culposa". ¿Por qué utiliza esta expresión?
-Porque había que ser ingenuo, o no haber leído ningún periódico en los dos años y medio anteriores, para no darse cuenta de lo que iba a ser la represión franquista. Y era ingenuidad culposa porque, a base de su creencia errónea de que no iba a haber una represión, obstaculizó las posibilidades de evacuación de miles de republicanos y así contribuyó a su suerte trágica.

-Al final, Besteiro decide quedarse en España. ¿Una decisión que, de alguna manera, le honra, aunque quizás no oculte su tremendo error?
-Efectivamente. Un sacrificio inútil que contribuyó a mantener su reputación pero que no sirvió para limitar la represión en lo más mínimo.

-Otro papel discutible es el de Azaña. ¿Cree que estuvo a la altura de las circunstancias?
-No. Hubo muchísimos elementos admirables en Azaña. Sin embargo, su cobardía al huir después de la caída de Catalunya dejó a la República sin jefe de Estado y dio una excusa a los gobiernos francés y británico para reconocer a Franco y dificultar la situación de Negrín.

-Al final, la Guerra Civil terminó un poco como empezó: con un golpe de Estado, en el que los sublevados se justifican por el peligro revolucionario comunista. ¿Se cierra un círculo que Franco explotó muy convenientemente y que le benefició incluso cuando gobernó, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial?
-Sí. En ninguna de las dos circunstancias hubo peligro revolucionario comunista alguno pero las circunstancias internacionales permitían a Franco aprovecharse de esa retórica falsa.

-El papel de Gran Bretaña ayudó poco a la República y el reconocimiento del gobierno de Burgos, cuando aún no había finalizado la guerra, perjudicó todavía más las pretensiones de Negrín de conseguir una paz negociada. ¿Por qué esa especie de desconfianza o animadversión hacia la República por parte de las autoridades británicas?
-El gobierno británico durante la Guerra Civil era muy conservador y ferozmente anticomunista. Se había tragado el bulo de la conspiración comunista lanzado por los golpistas en 1936. Además, las clases altas británicas tenían muchos lazos con las españolas, desde el duque de Alba (también duque de Berwick-on-Tweed y emparentado con la familia real británica) hasta los muchos españoles (sobre todo de Jerez) educados en los colegios privados ingleses más elitistas. El gobierno conservador simpatizaba con Hitler y Mussolini porque esperaba que ellos fuesen una fuerza anticomunista.

-También queda al final del libro una cosa clara, un rasgo de Franco que usted ha puesto en evidencia en otras de sus obras: su carácter tremendamente astuto y calculador y su decisión de acabar físicamente con el contrario. ¿Es así? ¿Por qué maltrató incluso a los militares que le ayudaron, como Matallana, Casado…?
-No hay duda de que Franco, a pesar de su mediocridad cultural, era muy astuto cuando de medir las debilidades de un enemigo se tratase. La gratitud nunca fue uno de sus rasgos y, a los que no se habían declarado plenamente a favor del alzamiento, por muy útiles que fuesen sus servicios a su causa, les trataba como enemigos. Había algunas excepciones –las explica muy bien el Dr. Bahamonde Magro– y una de ellas fue Casado. Si bien no tuvo los premios que él esperaba, en cambio Franco facilitó su evacuación a Gran Bretaña donde recibió un trato excepcional por sus servicios en acelerar la derrota republicana.
Blai Felip Palau. La Vanguardia
Fuente original: http://www.lavanguardia.com/cultura/20150222/54426429380/paul-preston-azana.html

lunes, 29 de julio de 2013

La valentía de buscar la verdad. La traición a Helen Thomas

Barbara Lubin y Danny Muller. CounterPunch

Cuando la noticia se esparció por Washington este fin de semana de la muerte de la inquebrantable y pionera periodista Helen Thomas, seguramente un suspiro colectivo de alivio atravesaba los pasillos de Washington.

Noticias, artículos y obituarios obligatoriamente mencionan su retiro a causa de los comentarios políticos sobre Palestina e Israel. Todos ellos celebrarán, y deberían hacerlo, su carrera de pionera como periodista y autora. Y ahora que ha muerto, se ha vuelto políticamente correcto volver a abrazarla, porque ahora Helen está a salvo. No va a hacer más las incómodas preguntas que hicieron que los políticos se retuerzan mintiendo, que le devolvieron una mirada atónita de ella, siempre sorprendidos por la libertad de la prensa en acción en una mujer que no reconocía su actuación.

Pero en los últimos años de Helen había poca admiración por su carrera y su valor, tanto como sus antiguos amigos, compañeros de trabajo y muchos en Washington se subieron resueltamente al carro de las condenas por sus comentarios y luego sacados de contexto. Tal vez lo más espantoso fue que el presidente Obama se tomó el tiempo de espiar a la mitad del mundo y bombardear la otra mitad para declarar que la renuncia de Helen Thomas fue "la decisión correcta".

En un mundo donde se celebran los improperios orales de políticos famosos como George Bush, Dick Cheney y Rahm Emmanuel, ¿podemos pretender que los comentarios de Helen fueran tan chocantes u ofensivos como para merecer una jubilación forzosa? En un mundo donde escuchamos las tonterías diarias de presidentes que promueven guerras de locura con mentiras y caras enhiestas, ¿cómo permitimos que caiga sobre ella esa lluvia ácida?

Helen Thomas hizo más para desafiar a la guerra desde la última fila de la prensa de la Casa Blanca, (lugar al que fue relegada durante tres años después de criticar en 2004 a George Bush) que cualquier periodista empotrado hizo desde la primera línea junto a los militares en Irak. Ella se sostenía por una integridad periodística que no fue bienvenida en un complejo cuasi totalitario de medios parlamentarios corporativos. En el comienzo de su carrera, fue despedida por hacer huelga junto a sus colegas en el Washington Daily News. Enfrentó décadas de abuso porque era obstinada, no había lugar para el retroceso, y además era una mujer. En años posteriores, fue chocante ver cómo George Bush y Barack Obama se dirigían a ella, la discriminaban desde su investidura presidencial, como si ella fuera una niña a quien se tolera, desechable embuchando una sonrisa, una molestia menor que no conocía su lugar, una reliquia que sólo tenían que complacer por un minuto, después del cual podría volver a la Gran Mentira.

Helen Thomas fue emboscada por ser anti sionista y como escribió Ralph Nader, "la evisceración fue lanzada por dos halcones pro-Israel, Ari Fleischer y Lanny Davis. Fleischer fue el secretario de prensa de George W. Bush que perdió los estribos ante el cuestionamiento de Helen Thomas acerca de los horrores de los crímenes de guerra y las torturas ilegales de la dupla Bush-Cheney. Su trabajo no era responder a esta mujer arrogante, sino desviar, evitar y encubrir a sus jefes. Davis fue el defensor designado cuando Clinton se metió en el agua caliente. Como periodista Paul Jay se destaco y ahora integra un grupo de presión de Washington cuyos clientes incluyen a la cruel junta corporativa que derrocó al presidente electo de Honduras. "Si uno siguió la carrera de Helen Thomas, sobre todo en la última década, ella había alterado repetidamente el statu quo cuando cuestionaba las muertes de civiles en las guerras de Estados Unidos, la alianza impía con Israel, su no declarado arsenal nuclear, y la forma en que escondemos el rostro de la guerra. Los poderosos querían su silencio y utilizaron un fragmento de 30 segundos de vídeos para tratar de borrar 7 décadas de integridad y servicio público.

Helen Thomas por Robert Shetterly.

Así que te puedes imaginar lo honrado que estábamos cuando en el otoño de 2010, por fin fuimos invitados a reunirnos con Helen. Amigos mutuos nos pusieron en contacto y nos dio la bienvenida para visitarla en su casa. Nos recibió amablemente y habló durante horas acerca de una increíble variedad de temas. Su mente era increíblemente aguda, embebida de la lectura de gran cantidad de diarios y de numerosos libros que están ordenadamente apilados, sobre temas de actualidad, marcados y a los que hace referencia a lo largo de nuestra conversación. Increíblemente abierta a cualquier pregunta, (¿Cual fue el mejor presidente? "Hubiera sido Lyndon Johnson, si no fuera por la guerra de Vietnam. Su guerra contra la pobreza fue un logro increíble. Pero la guerra de Vietnam lo perseguía.") Helen fue la consumada periodista, incluso desde su propia sala de estar, que nos acribillaba tanto con preguntas y que, sin vacilar opinaba sobre todo. Ella hablo sin problemas desde su infancia en Detroit hasta su viaje a China en el Air Force One con Richard Nixon, viendo siempre la interconexión del pasado y cómo influye en el presente. Cuando se le preguntó acerca de nuestro trabajo en el Medio Oriente, dudamos en un principio de responder plenamente sobre lo que fuimos testigos durante la ocupación israelí y la guerra de Irak. Ella parecía muy consternada por las experiencias de los niños en esos lugares, y estaba visiblemente preocupada por lo que sabía. Helen era tan claramente empática con el sufrimiento de los niños, los que viven en campos de refugiados, los encarcelados, los que sufren, que parecía injusto cargarla con más relatos de testigos después de todo lo que habíamos compartido. Pero su curiosidad y sus preguntas no eran demasiado para nosotros, y como siempre, Helen formulaba las preguntas que quería.

Unas noches más tarde, a continuación de algunos té de manzana y martinis en una cena completa, Helen continuó su andanada de preguntas. Estaba muy interesada en el trabajo de la organización en la que trabajamos, Alianza de Niños de Oriente Medio, y se comprometió a hablar en San Francisco en un acto de beneficio para la ayuda humanitaria para los niños de Palestina. Por desgracia, la salud física de Helen pronto se deterioró aún más, impidiéndole hacer el vuelo de 3000 millas. Pero el tiempo que pasamos con Helen Thomas se quedó con nosotros, y éramos conscientes de que no podría llegar a hablar en un evento, y queríamos verla apreciada por las miles de personas que sabíamos que la respetaban, la querían y estábamos horrorizado por la forma en que había sido tratada y forzada al exilio, incluso por parte de algunos amigos cercanos y seguidores MECA.

Dos años más tarde, inmediatamente después de la "Operación Pilar de Defensa" de 8 días de bombardeo sobre Gaza por parte de Israel donde 158 palestinos fueron asesinados, 30 de ellos niños, cruzamos el paso de Erez de Israel en la ciudad de Gaza. Una semana después de haber llegado, estábamos fuera en las horas tempranas de la mañana conversando con periodistas y otros voluntarios internacionales. El tema de la primavera árabe y el papel de los medios de comunicación social son temas candentes de la discusión. Una periodista palestina joven, que había terminado recientemente sus estudios en Londres, regresó a Gaza a principios de mes para cubrir los temas de derechos humanos para un portal de noticias en inglés, y nos dijo que quería ser la próxima Helen Thomas.

Otro periodista le respondió diciendo: "Oh, ¿te refieres a causa de sus comentarios sobre Palestina."

"No, no es por eso. Hay dos cosas que van a cambiar el mundo ", dijo," los medios de comunicación y las mujeres: y yo tengo ambas."

Este es el legado Helen Thomas. Esta es la prueba de que las preguntas incómodas seguirán su curso. Eso es lo que Helen quería. Rendición de cuentas de los poderosos, una prensa audaz en busca de la verdad.

Es por eso que pensamos que el 04 de agosto debe declararse el Helen Thomas Day, una fecha de nacimiento que comparte con Barack Obama. Sin embargo, el 4 de agosto debe ser una celebración sólo para Helen Thomas, y no para Barack Obama, ya que los hombres débiles que lanzan guerras lejanas deben ser relegados a los cubos de basura de la historia, y deben ser honradas las mujeres valientes que desafían imperios y viven una vida sin temores.

Firma nuestra petición para pedir a la Casa Blanca que declare el 4 de agosto "Helen Thomas Day"

Barbara Lubin es una veterana activista por la paz, la justicia, los discapacitados y los derechos humano. Es la fundadora y directora ejecutiva de la Alianza de los niños de Medio Oriente (MECA), una organización sin ánimo de lucro que, desde 1988, ha estado trabajando por los derechos y el bienestar de los niños en el Medio Oriente.

Danny Muller ha trabajado con la Alianza Infantil del Medio Oriente, junto con Voices in the Wilderness desde que la sanción de las restricciones económicas a Irak en la década de 1990. Ha trabajado con MECA en Irak y Palestina. És un activista contra el impuesto de guerra y abolicionista de la guerra.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/07/23/the-betrayal-of-helen-thomas/

domingo, 5 de mayo de 2013

Cuando ya no nos quieren

En casos de abandono, la tristeza es inevitable
Instalarse en ella o vivirla hasta adaptarse a la nueva situación depende de nosotros y de afrontar la separación de forma racional



Ante un desengaño, ruptura o abandono amoroso, es inevitable pasar por fases de tristeza, desesperación, impotencia… Los sueños, las ilusiones, se rompen para una parte u otra de la pareja y suele empezar un calvario, cuya duración depende de cada afectado, que pasa por varias fases:

Fase de súplica. La primera reacción puede ser llorar e implorar su amor. No se pierde la dignidad por decirle a alguien que le ama, pero sí se hace cuando le están diciendo que no le quieren a usted y sigue insistiendo como si no tuviera valor, como si en su vida no fuera a tener otra oportunidad de encontrar a alguien que le merezca.

Fase de razonamiento. En ella, la persona despechada, que no entiende cómo todo funcionaba bien y de repente todo se desmigaja, intenta a través de razonamientos hacer ver a la otra parte que se ha equivocado, que no va a encontrar a nadie igual, que todo vale la pena por el tiempo invertido y que hay posibilidad de corregir lo que no funcionó.

Fase de locura. En la que se pasa del amor al odio. Se verbaliza que no se quiere saber nada del otro, pero contradictoriamente se buscan mensajes, llamadas o algún indicio de que su ex puede haber recapacitado y volver.

Fase de adaptación. Poco a poco, la vida se va ordenando. Como todo proceso de pérdida, uno empieza a encajar en esta nueva etapa de su vida. Empieza a normalizar su rutina, duerme mejor, trabaja como siempre, se relaciona con sus amigos, su ex deja de ser el protagonista de todas las conversaciones y comienza a tener ilusión.

Fase de indiferencia. Ya se está preparado para vivir sin la presencia del ex, no lo recuerda, y por fin ha pasado a un segundo plano. Esto no significa que si se lo encuentra por la calle no le dé un vuelco el corazón o vuelva a despertar los buenos y malos recuerdos, pero por la general vive ajeno a su ruptura. Ya no hay desamor, sino un periodo en el que usted se abre y se siente seguro.

Fase transversal. Se vive a lo largo de todo el proceso de pérdida y desamor. Y los protagonistas de ella son su apoyo social, aquellos que no le dejan ni a sol ni a sombra para animarle. Son los buenos amigos, esa parte de la familia que siempre está para todo, aquellos que desean siempre su felicidad. Escúchelos, tienen una visión distinta de lo que ha ocurrido y ahora le dirán todo lo que pensaban de forma sincera, opiniones que igual llevaban tiempo callando por respeto a su relación y sus decisiones. Déjese arrastrar por ellos.

Normalmente vivimos instalados en la velocidad, pero cuando uno se ve inmerso en una ruptura amorosa, parece que todo se ralentiza, que no pasan las horas. Se deja de vivir el presente porque es donde se convive con la tristeza y nos dedicamos a contemplar el pasado como si se pudiera alterar. Existen personas que le dan vueltas y vueltas, fantasean con la posibilidad de regresar en el tiempo y lo verbalizan.

Pero no es posible volver y se puede asegurar que tras unos meses, superado el infierno, a lo mejor la pérdida se ve con otros ojos, incluso se llega a atisbar su parte positiva.

No viva la separación de forma irracional, como si el mundo se acabase después de esa persona amada. La emoción dominante en estos momentos es tan intensa que se piensa que es la única verdad que existe. La forma de evaluar, de interpretar y de plantear la ruptura va a ser la clave para luchar y seguir adelante dignamente. Acepte la pérdida, deje de hacer reproches, de buscar culpables, de sentirse un miserable…la vida sigue.

Salvo que se sea feliz en la relación de pareja, nadie tiene la obligación de permanecer al lado de alguien a quien no valora ni ama. Usted es libre de estar solo o buscar con quién sentirse vivo. Su pareja también. Raras veces se rompe el amor de mutuo acuerdo.

Si se encuentra en esta situación o conoce a alguien que lo esté, aquí tiene unos consejos que le ayudarán a tener más autonomía y a contemplar el mundo desde otro punto de vista.

Reinterprete. Realmente no es la ruptura lo que no le deja vivir, sino el resultado de la evaluación que hace de ella. Creer que la situación es catastrófica e insalvable es solo un estilo negativo de afrontar las cosas. Pero si cree que realmente la situación es así, seguramente ocurrirá así. Empiece a focalizar la atención en lo que todavía le hace sentir bien. Salir adelante o no, depende de usted; si usted no se salva, nadie lo hará. Lo que piense, lo que haga y lo que siente se influyen mutuamente. Hay que aceptar que se va a pasar una mala racha y que todo volverá a su sitio.

Aproveche las emociones. Es necesario aprender a tolerar la frustración y las otras emociones negativas, porque con ellas se madura. Durante días cambiará su intensidad y variedad porque se trata de un proceso de duelo por la persona perdida. No tienen más protagonismo del que se les quiera dar. Es bueno aliviar esos sentimientos a través del ejercicio físico, expresándolos por escrito o a través de la pintura, la música…

Hable y escuche. Hablar con sus amigos de lo que le ocurre es importante, pero hágalo si puede con varios, siempre de confianza, para no torpedear siempre al mismo, también cuénteles otras cosas de su vida, pregúnteles por ellos y no convierta las conversaciones y los ratos con amigos y familiares en un monotema: “su ex”. No es la única persona con problemas, ni su problema es el más grave, solo se dará cuenta si escucha a los demás. Es el momento de implicarse en causas y proyectos solidarios. Su dolor pierde valor cuando convive y es empático con el de otros.

Actúe sobre su comportamiento. Atrévase a conocer a gente nueva, visite ambientes que siempre le hubiese gustado frecuentar. No espere a estar bien para hacer cosas. Esta regla funciona al revés: tiene que hacer cosas para poder llegar a estar bien.

Cuídese y mímese. Vigile su aspecto, practique una buena y sana alimentación, higiene y salud. Hágase un chequeo médico. Dedique más tiempo a esto y menos a pensar. Sobre todo al principio, dese caprichos que le hagan sentir mejor y que habitualmente no se concede.

Rodéese de gente que le quiere. El apoyo social es importantísimo en estas circunstancias. No caiga en la trampa de buscar la soledad constantemente, no le ayudará a distanciarse del pasado.

El pasado sirve para aprender. Si está arrepentido de algo, es mejor buscar su propio perdón que seguir intentando que le perdone el otro, porque si ya no le ama, da igual que haga muchos méritos por demostrar lo que vale: sencillamente no le atraen porque ya no le quiere. Guarde esos valores para personas que puedan apreciarlos y derroche su energía en otras actividades. Tampoco parece buena idea de cara a superar una ruptura pensar que “podemos ser amigos”. Si eso es posible, ya llegará solo; por el momento, la distancia es lo más sano en la mayoría de los casos.

Después de todo: “Es tan corto el amor y tan largo el olvido…” Pablo Neruda

UNA PELÍCULA
- La guerra de los Rose, de Danny DeVito, con Michael Douglas, Kathleen Turner y Danny DeVito.

UNA FRASE
- "Lo bueno de los años es que curan las heridas; lo malo de los besos es que crean adicción", de Joaquín Sabina.

UNA CANCIÓN

- De alguna manera tendré que olvidarte.   Luis Eduardo Aute.

Ángel para un final, de Silvio.

Fuente: El País. http://elpais.com/elpais/2013/05/03/eps/1367574676_397716.html

sábado, 6 de abril de 2013

La traición de los intelectuales

La reescritura que de la historia hacen las élites en el poder se hizo penosamente evidente cuando la nación marcó el décimo aniversario del comienzo de la Guerra de Iraq. Algunos afirmaron que se habían opuesto a la guerra cuando en realidad no había sido así. Otros, los “idiotas útiles de Bush”, sostuvieron que simplemente habían actuado de buena fe en función de la información de que disponían; que si hubieran sabido entonces lo que saben hoy, nos aseguraron, habrían actuado de forma muy diferente. Esto, por supuesto, es falso. Los promotores de la guerra, especialmente los “halcones liberales” –que incluían a Hillary Clinton, Chuck Schumer, Al Franken y John Kerry, además de académicos, escritores y periodistas como Bill Keller, Michael Ignatieff, Nicholas Kristof, David Remnick, Fareed Zakaria, Michael Walzer, Paul Berman, Thomas Friedman, George Packer, Anne-Marie Slaughter, Kanan Makiya y el difunto Christopher Hitchens- hicieron lo que siempre habían hecho: embarcarse en actos de supervivencia. Oponerse a la guerra hubiera sido un suicidio político. Y ellos lo sabían.
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Sin embargo, estos apologistas actuaron no sólo como animadores de la guerra; en la mayoría de los casos ridiculizaron e intentaron desacreditar a todo aquel que cuestionó el llamamiento a invadir a Iraq. Kristof, en The New York Times, atacó al cineasta Michael Moore tildándole de teórico de la conspiración y escribió que las voces contra la guerra estaban sirviendo para polarizar lo que denominó como “cloaca política”. Hitchens dijo que aquellos que se oponían a atacar a Iraq “no creen en absoluto que Sadam Husein sea un chico malo”. Llamó “antiguo hippy descerebrado o vociferante neo-estalinista” al típico manifestante antibelicista. Una década después, los desganados mea culpa de muchos de estos cortesanos evitan siempre mencionar el papel más pernicioso y fundamental que jugaron en la preparación de la guerra: acallar el debate público. Aquellos de nosotros que nos manifestamos contra la guerra, enfrentados a la embestida de los “patriotas” de derechas y sus apologistas liberales, nos convertimos en parias. En mi caso, no importó que yo hablara árabe, no importó que hubiera pasado siete años en Oriente Medio, incluyendo varios meses en Iraq, como corresponsal en el extranjero. No importó que conociera cuáles eran los objetivos de esa guerra. Las críticas de que fuimos objeto tanto yo como otros opositores a la guerra, nos convirtió en sujetos despreciables por parte de una elite liberal que quería cobardemente demostrar su propio “patriotismo” y “realismo” respecto a la seguridad nacional. La clase liberal fomentó un odio rabioso e irracional hacia todos los críticos con la guerra. Muchos de nosotros recibimos amenazas de muerte y perdimos nuestros empleos, en mi caso en The New York Times. Diez años después, esos liberales belicistas siguen ignorando tanto su bancarrota moral como su mojigatería empalagosa. Pero tienen en sus manos la sangre de cientos de miles de seres inocentes.

Las elites en el poder, especialmente la elite liberal, han estado siempre dispuestas a sacrificar la integridad y la verdad a cambio de poder, ascenso personal, becas de fundaciones, premios, titularidades de cátedras, columnas, contratos de libros, apariciones en televisión, conferencias dotadas de generosos honorarios y estatus social. Saben lo que tienen que decir. Saben a qué ideología tienen que servir. Saben qué mentiras hay que contar: la mayor de las cuales es que asumen posturas morales sobre temas que no son precisamente inocuos o anodinos. Llevan mucho tiempo auspiciando esos juegos. Y, si sus carreras lo requirieran, nos venderían alegremente de nuevo. Leslie Gelb, en la revista Foreign Affairs, explicaba después de la invasión de Iraq: “Mi apoyo inicial a la guerra fue sintomático de las desafortunadas tendencias dentro de la comunidad de la política exterior, es decir, de la disposición e incentivos para apoyar las guerras a fin de conservar su credibilidad política y profesional”, escribió. “Nosotros, ‘los expertos’, tenemos mucho que reflexionar sobre nosotros mismos, aunque ‘pulamos’ a los medios de comunicación. Debemos redoblar nuestro compromiso con el pensamiento independiente, y acoger, en vez de desechar, opiniones y hechos que atacan la sabiduría popular, a menudo equivocada. Eso es al menos lo que nuestra democracia necesita”. La cobardía moral de las elites en el poder es especialmente evidente en lo que se refiere a la trágica situación de los palestinos. De hecho, se utiliza a la clase liberal para marginar y desacreditar a quienes, como Noam Chomsky y Norman Finkelstein, tienen la honestidad, integridad y coraje de denunciar los crímenes de guerra israelíes. Y la clase liberal se ve recompensada por ese sucio papel de ahogar el debate.

“Para mí, nada hay más censurable que esos hábitos mentales de los intelectuales que inducen a evadirse, a ese alejamiento característico de la postura difícil y con principios, que sabes que es correcta pero que decides no asumir”, escribió el difunto Edward Said. “No quieres parecer demasiado político; tienes miedo de parecer polémico; quieres mantener una reputación de ser equilibrado, objetivo y moderado; estás esperando que vuelvan a invitarte, a consultarte, a pertenecer a una junta o comité prestigioso, y por eso permaneces dentro de la corriente dominante establecida; porque esperas conseguir algún día un grado honorario, un gran premio, quizá incluso una embajada”.

Para un intelectual, esos hábitos mentales son corruptos por excelencia”, seguía Said. “Si algo hay que puede desnaturalizar, neutralizar y finalmente acabar con una apasionada vida intelectual, ese algo es la internalización de esos hábitos. A nivel personal, me he topado con ellos en una de las más complicadas de todas las cuestiones contemporáneas: la cuestión palestina, donde el temor a hablar claro sobre una de las mayores injusticias de la historia moderna ha coartado, ofuscado y amordazado a muchos que conocen la verdad y están en posición de servirla. Porque, a pesar del maltrato y denigración sufridos por cualquier claro defensor o defensora de los derechos y autodeterminación palestinos, merece la pena decir la verdad y que un intelectual compasivo y valiente la represente”.

Julien Benda sostenía en su libro publicado en 1927 “La Trahison des Clercs” [La traición de los intelectuales], que esto sólo se produce cuando no nos implicamos en la búsqueda de objetivos prácticos o ventajas materiales que nos puedan servir de conciencia y correctivo. Aquellos que trasladan sus lealtades a los objetivos prácticos del poder y a las ventajas materiales se castran a sí mismos intelectual y moralmente. Benda escribió que en otro tiempo se suponía que los intelectuales eran indiferentes a las pasiones populares. “Que eran un ejemplo de compromiso puramente desinteresado con las actividades de la mente y que generaron la creencia en el valor supremo de esta forma de existencia”. Se les veía “como unos moralistas que estaban por encima del conflicto de los egoísmos humanos”. “Predicaban, en nombre de la humanidad o de la justicia, la adopción de un principio abstracto superior y directamente opuesto a esas pasiones”. Esos intelectuales, reconocía Benda, no eran capaces, con demasiada frecuencia, de impedir que los poderosos “anegaran toda la historia con el ruido de sus odios y sus matanzas”. Pero, al menos, “impidieron que los legos establecieran sus acciones como religión, les impidieron que pensaran de ellos mismos que eran grandes hombres cuando perpetraban esas actividades”. En resumen, afirmaba Benda, “la humanidad hizo el mal durante dos mil años, pero honró a los buenos. Esta contradicción era un honor para la especie humana y creó la grieta por donde la civilización se deslizó en el mundo”. Pero una vez que los intelectuales empezaron a “jugar el juego de las pasiones políticas”, aquellos que habían “actuado como freno sobre el realismo de la gente empezaron a actuar como sus estimuladores”. Y es por esta razón por la que Michael Moore tiene razón cuando culpa a The New York Times y al establishment liberal, incluso más que a George W. Bush y Dick Cheney, por la guerra de Iraq”.

“El deseo de decir la verdad”, escribió Paul Baran, el brillante economista marxista y autor de “The Political Economy of Growth” [La economía política del crecimiento], es “sólo una de las condiciones para ser intelectual. La otra es el coraje, la disposición para emprender investigaciones racionales te lleven donde te lleven… resistiéndote… ante la cómoda y lucrativa conformidad”.

Aquellos que desafían tenazmente la ortodoxia de las creencias, que cuestionan las pasiones políticas dominantes, que se niegan a sacrificar su integridad para servir al culto del poder, son empujados a los márgenes. Son denunciados por las mismas gentes que, años después, afirmarán a menudo que estas batallas morales son las suyas. Pero son sólo los marginados y los rebeldes los que mantienen vivas la verdad y la investigación intelectual. Los que ponen nombre a los crímenes del Estado. Los que dan su voz a las víctimas de la opresión. Los que formulan las preguntas difíciles. Y más importante, los que exponen a los poderosos, junto a sus apologistas liberales, por lo que son.

Chris Hedges, pasó casi dos décadas como corresponsal extranjero en Centroamérica, Oriente Medio, África y los Balcanes. Ha informado desde más de cincuenta países y ha trabajado para The Christian Science Monitor, National Public Radio, The Dallas Morning News y The New York Times, para el que estuvo escribiendo durante quince años.
Chris Hedges. Truthdig. Traducido por Sinfo Fernández.
Fuente: http://www.truthdig.com/report/item/the_treason_of_the_intellectuals_20130331/

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