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sábado, 30 de noviembre de 2024

‘El ministro de propaganda’: miente como Goebbels, que mucho o algo queda.



Joachim Lang cuenta uno de los capítulos más trascendentes de la historia universal de la infamia. Y esa barbarie puede volver a ocurrir: están pasando cosas en el mundo tan inquietantes como siniestras.

El propósito de Joachim Lang (qué apellido tan ilustre), autor de El ministro de propaganda, es diáfano. Nos cuenta uno de los capítulos más trascendentes de la historia universal de la infamia, causante de 60 millones de muertos y de infinito dolor, pero al final de esta crónica espeluznante y macabra sobre lo que ocurrió hace 85 años, un cartel nos avisa de que aquella barbarie puede volver a ocurrir, de que están pasando cosas en el mundo tan inquietantes como siniestras.

Más información
Los sanguinarios (y humillados) hombres de Hitler

Todo lo que narra esta película es constatable. Pero sería necesario que cada nueva generación recibiera información exhaustiva sobre lo que supuso la Guerra Mundial, que tuviera que frotarse los ojos para constatar que aquello no fue una pesadilla, sino pavorosamente real. Esta película combina las imágenes documentales con actores y actrices que interpretan a Hitler y a su tenebrosa banda. Y no olvida que este hombre y el régimen que impuso fueron adorados o apoyados por la inmensa mayoría del pueblo alemán. O sea, que los votantes no pueden eludir su responsabilidad en aquel infierno.

Y el protagonismo no se centra solo en Hitler, aquel tipo adornado con un bigote (no puede ser casual que Stalin, Franco, Videla, Pinochet, Maduro y otros seres tan poderosos como indeseables se sientan tan guapos en compañía de ese vello facial), especializado en discursos volcánicos a las entusiasmadas masas y en perpetrar el mal a nivel universal, sino también en Joseph Goebbels, su niño mimado por razones transparentes. Era el todopoderoso ministro de propaganda, convencido de que podía convertir el engaño y la mentira en un arte, en el brazo armado del poder, capaz de manipular groseramente la cabeza y el espíritu del que era en aquella época el país más alfabetizado de Europa.
Goebbels Joachim Lang
Robert Stadlober, como Goebbels, en 'El ministro de propaganda'.
Las trolas y los inventos de Goebbels, sus campañas de desinformación, el culto al líder supremo, nacían de un cerebro tan peligroso como desvergonzado, con la única pretensión de ganar siempre y a costa de lo que fuera. Era un cínico, también un iluminado. Y solo tenía un dios llamado Hitler. Y cuando el desastre era inminente no quiso dejar la menor huella. Él y su esposa se suicidaron, al tiempo que se cargaban a sus seis criaturas.

Aunque poseamos múltiples datos sobre aquella época salvaje y sus abyectos protagonistas, conviene no olvidarlos. Esta película no cuenta cosas que ya no supiéramos, pero mantiene el interés. Demuestra que Goebbels fue un maestro en su mezquino oficio. En comerle el cerebro a sus paisanos mediante el control absoluto de los medios de comunicación, el cine, el teatro, la radio, la prensa... Todo el complejo sistema de altavoces magnificando los discursos del jefe.

También hay cositas que hacen ligeramente humano al estratégico bellaco. Al principio nos muestran su tullida pierna, y es capaz de admitir ante su inquietante esposa no solo que tiene una amante, sino que está está enamorado de ella.  Y el Hitler de la película me resulta menos asqueroso que el Hitler real. También imaginaba más joven en la realidad a la esposa de Goebbels. En la película, a pesar del maquillaje, me parece más bien la abuela de esos hijos tan pequeños. Y las imágenes reales, como siempre, aterran. Necesito revisar urgentemente Ser o no ser, la extraordinaria y divertida película de Lubitsch, capaz de hacer reír a los espectadores ridiculizando a los uniformados monstruos.

El ministro de propaganda

Dirección: Joachim Lang.
Intérpretes: Robert Stadlober, Fritz Karl, Franziska Weisz, Dominik Maringer.
Género: biopic. Alemania, 2024.

Duración: 135 minutos.

Estreno: 29 de noviembre.

viernes, 28 de junio de 2024

¿Es el fascismo en Italia realmente algo del pasado como afirma la primera ministra Giorgia Meloni?

Marcha de extrema derecha en Milán en octubre de 2023.

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Pie de foto,Marcha de extrema derecha en Milán en octubre de 2023.

En formación militar se alinean 1.000 hombres. La mayoría van vestidos de negro, algunos con tatuajes en el cuero cabelludo afeitado, en el lugar de Milán donde Sergio Ramelli, un estudiante de extrema derecha, fue asesinado hace casi 50 años por antifascistas.

Un líder llama la atención a su batallón de leales. Grita "camerata" o "hermano de armas" y el nombre de Ramelli, como si pasara lista. Y entonces alzan los brazos derechos rígidos con las palmas hacia abajo.

Es el saludo fascista en el corazón de la segunda ciudad de Italia, y la multitud responde en nombre del muerto con un rugido: "¡Presente! ¡Presente! ¡Presente!".

Estamos en 2024, pero la escena tiene los ecos aterradores de hace un siglo. Aunque puede parecer extraordinario para alguien de fuera –y para mí fue asombroso verlo de cerca–, es algo común en Italia, donde cada año se llevan a cabo conmemoraciones de este tipo.

El actual gobierno de Italia está dirigido por el partido Hermanos de Italia, que tiene raíces en el fascismo de posguerra. Su líder, la primera ministra Giorgia Meloni, ha dicho que su movimiento ha cambiado completamente y está claro que su política no es la del pueblo haciendo el saludo fascista en Milán.

Pero algunos temen que ella y su partido no se hayan alejado lo suficiente de sus orígenes políticos y que lo que antes se consideraba extremo se esté volviendo normal y cotidiano.

Meloni en el cierre de campaña de las elecciones europeas
Meloni en el cierre de campaña de las elecciones europeas

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Pie de foto,
Meloni se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo político más importante de Italia en octubre de 2022. 

"El fascismo no murió" 

"El fascismo no murió en 1945: fue derrotado militarmente, pero siguió viviendo en la mente de muchos italianos", afirma Paolo Berizzi, periodista del diario italiano La Repubblica.

Berizzi ha vivido bajo protección policial las 24 horas del día durante los últimos cinco años, tras recibir amenazas de grupos extremistas. "Italia nunca se ha reconciliado con su pasado", afirma.

Ha transcurrido más de un siglo desde que el dictador fascista Benito Mussolini, apodado Il Duce, o El Líder, llegara al poder. Su régimen totalitario estuvo marcado por una brutal represión de todos los opositores, campos de concentración e invasiones en el extranjero.

Las leyes antisemitas persiguieron a los judíos y, después de que Mussolini se aliara con Hitler, miles de personas fueron enviadas a morir en Alemania durante el Holocausto. Italia capituló ante los Aliados, se sumió en una guerra civil y Il Duce finalmente fue capturado y asesinado.

La Constitución del país de posguerra prohibió el partido fascista de Mussolini, pero se permitió que el movimiento continuara bajo diferentes formas.

El Movimiento Sociale Italiano, o MSI, fue creado por los partidarios del dictador con el objetivo de revivir el fascismo y luchar contra el comunismo. Los funcionarios del régimen de Mussolini aceptaron puestos de trabajo en instituciones estatales y ningún italiano fue llevado ante tribunales de crímenes de guerra.

Italia
Una reforma en la Constitución de 1952, llamada Ley Scelba, prohibió los grupos con objetivos antidemocráticos o que glorificaran los principios o a los líderes del fascismo o utilizaran la violencia. Pero rara vez se ha invocado.

En Alemania, la ley es clara: hacer el saludo fascista se castiga con hasta tres años de prisión. En Italia, sin embargo, corresponde a los jueces decidir si el gesto es un delito penal: un área gris que en la práctica significa que se sigue usando.

Hombres vestidos de negro en formación militar.
Pie de foto,La procesión con antorchas es organizada en Milán por formaciones de extrema derecha. 

Los Hermanos de Italia de Meloni 

Durante décadas, los políticos neofascistas fueron en gran medida marginados. Pero la decisión del entonces primer ministro Silvio Berlusconi de incorporarlos a su coalición en 1994 marcó el comienzo de su creciente legitimación en la opinión pública.

La primera ministra Georgia Meloni, cuya vida política comenzó en el ala juvenil del MSI y fue el líder nacional del movimiento sucesor, elogió una vez a Mussolini como "un buen político", añadiendo que "todo lo que hizo, lo hizo por Italia". En 2008, Berlusconi la nombró ministra de gobierno.

Su partido, Hermanos de Italia, lleva el mismo logo de la llama de tres colores adoptado por los grupos neofascistas después de la guerra, pero ella ha ido alejando progresivamente a su movimiento de la extrema derecha.

Su retórica contra la "sustitución étnica" de italianos por inmigrantes y un supuesto "lobby LGBT" se ha suavizado desde su elección como primera ministra en 2022. Ahora utiliza un lenguaje más alineado con la derecha europea dominante, que habla de proteger las fronteras e impulsar la tasa de natalidad de Italia.

También abandonó sus críticas a la eurozona, ha establecido relaciones estrechas con líderes desde Washington hasta Bruselas y ha sido franca en su apoyo a Ucrania después de su invasión por parte de Rusia. Pero sus críticos dicen que todavía hace un guiño a sus raíces políticas.

Y eso, creen algunos, hace menos probable que apoye una ofensiva contra los grupos extremistas.

Adolf Hitler y Benito Mussolini en una fotografía en blanco y negro.
Adolf Hitler y Benito Mussolini en una fotografía en blanco y negro.

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Pie de foto,
Adolf Hitler y Benito Mussolini fueron aliados durante la Segunda Guerra Mundial y son las caras del fascismo en Europa.

Muchos sienten que la Ley Scelba debería haberse aplicado en 2021, después de que la sede del principal sindicato de Italia, CGIL, fuera atacada violentamente durante una protesta contra las restricciones de la pandemia de covid por una multitud que incluía a miembros de Forza Nuova, un partido marginal de extrema derecha.

Los manifestantes rompieron ventanas e intentaron entrar por la fuerza en el edificio en una medida que recuerda a la época de Mussolini, cuando los sindicatos eran atacados por turbas con camisas negras.A la derecha de Meloni
Forza Nuova, que existe desde hace más de un cuarto de siglo, está mucho más a la derecha que el partido de la señora Meloni y aboga por un cese total de la inmigración y la salida de Italia de la OTAN y la UE. Sus miembros hablan con afecto de Vladimir Putin.

El partido nunca ha conseguido suficientes votos como para tener diputados al Parlamento, pero su visibilidad en las protestas y las acciones de sus miembros, incluida la violencia contra los inmigrantes, lo convierten junto con otros grupos extremistas en una espina clavada en la política italiana.

En un funeral reciente, el ataúd de un miembro del partido estaba envuelto en una bandera con la esvástica. El cumpleaños de otro funcionario se celebró con una tarta decorada con una esvástica y el lema nazi "Sieg Heil" (saludo a la victoria).

El secretario del partido de derechas italiano Forza Nuova, Roberto Fiore, encabezó durante la pandemia una protesta en Roma que acabó en enfrentamientos con la policía.

El fundador de Forza Nuova, Roberto Fiore, me dice que el partido atacó a la CGIL porque el sindicato había respaldado los certificados de vacunación obligatorios para todos los trabajadores durante la pandemia. "Todos nos consideraban verdaderos luchadores por la libertad, no fascistas que atacaban a un sindicato", afirma.

Le pregunto directamente: "¿Es usted fascista?".

"Si me preguntaran así, probablemente diría que sí", responde, "pero tengo que completar el término y decir que soy un revolucionario. Italia no tiene la inteligencia y el coraje para decir, bueno, está bien, el fascismo era bueno en esto y aquello y tal vez no bueno en otras cosas... Acepto que no rechazo el término fascismo". 

La presencia de Mussolini 

A lo largo de nuestra entrevista, presiono a Fiore sobre la naturaleza criminal del régimen de Mussolini. Niega que haya sido violento y afirma que los campos de internamiento fascistas eran "cosas que suceden en la guerra".

Continúa diciendo que Ucrania debería ser parte de Rusia. Cuando le digo que su partido sería prohibido en países como Alemania, dice: "La libertad es libertad".

En la sede local de Forza Nuova en la ciudad norteña de Verona, las paredes están cubiertas con símbolos racistas y extremistas, desde la bandera confederada de Estados Unidos hasta las de las autoproclamadas Repúblicas Populares prorrusas de Donetsk y Luhansk, junto con pañuelos que llevan las palabras "El poder blanco" y "Somos fascistas: un llamado a las armas".

El líder adjunto del partido, Luca Castellini, me muestra con orgullo un calendario de Mussolini que, según él, es el calendario más vendido en Italia.

El calendario de Mussolini de 2023
En Italia, una de cada cinco personas cree que "Mussolini fue un gran líder que solo cometió algunos errores", según una encuesta del centro estadístico Eurispes de enero de 2020.

También dirige a los Ultras de Verona, fanáticos incondicionales del fútbol. Los estadios italianos han sido durante mucho tiempo caldo de cultivo para el extremismo político. Cuando el club Hellas Verona ascendió hace seis años, Castellini fue filmado gritando jubilosamente a sus seguidores que la persona que había pagado por su éxito y les había regalado la victoria tenía un nombre: "¡Adolf Hitler!".

Los aficionados aplaudieron y comenzaron a cantar: "Somos un equipo fantástico con la forma de una esvástica. ¡Qué bueno ser entrenado por Rudolf Hess!", el segundo de Hitler. Castellini fue expulsado del estadio tras afirmar que un jugador negro nunca podría ser "verdaderamente italiano". 

  "Dios, patria, familia"  

Cuando le pregunto sobre todo esto, dice que felizmente repetiría el mismo canto de Hitler, porque se dictaminó que no fue un crimen. “¿Cómo se sentiría si fuera un descendiente de judíos italianos deportados al Holocausto?”, le pregunto.

“No lo sé, pero las guerras siempre han existido y siempre ha habido muertes", responde. "No es mi problema."

El partido de Meloni se ha distanciado de Forza Nuova. La primera ministra condenó el saqueo del edificio sindical y los dirigentes de Forza Nuova la critican abiertamente por algunas de sus posiciones, incluido su firme apoyo a Ucrania.

Y antes de las elecciones, trató de tranquilizar a sus críticos publicando un mensaje en vídeo en el que decía que la derecha italiana había “consignado el fascismo a la historia” y condenaba enérgicamente la supresión de la democracia y las “ignominiosas leyes antijudías”.

Sin embargo, Meloni no ha renegado por completo de su herencia: todavía utiliza el eslogan de la época fascista "Dios, patria, familia", por ejemplo.

"Hermanos de Italia no es un partido fascista, pero es un heredero ideológico de la tradición posfascista", afirma el periodista Paolo Berizzi. Los grupos extremistas se sienten legitimados por esto, añade Berizzi.

El club de fútbol Hellas Verona celebrando
Los estadios italianos son caldo de cultivo para el extremismo político.

Antes de las elecciones del Parlamento Europeo, los Hermanos de Italia encabezaban las encuestas. Como se esperaba, ellos y otros derechista europeos ganaron terreno, lo que puede consolidar el dominio político de Meloni en su país y su posición como una figura que inspira a otros políticos de derecha y extrema derecha que aspiran a liderar sus propios países.

Sus críticos señalan que ella nunca se ha llamado directamente "antifascista". Pero Nicola Procaccini, miembro del Parlamento Europeo de Hermanos de Italia y uno de los aliados políticos más antiguos de Meloni, insiste en que hay una buena razón para ello.

"Ser antifascista durante el fascismo fue un acto muy valiente, por la libertad y la democracia. Pero ser antifascista durante la democracia a veces ha significado violencia y que muchos jóvenes estudiantes fueran asesinados", dice, refiriéndose a los enfrentamientos, a menudo sangrientos, entre grupos extremistas y los asesinatos cometidos en las décadas de posguerra en Italia.

Procaccini insiste en que Meloni siempre ha condenado el fascismo, pero critica lo que él llama "una obsesión" con el término, que, según él, es usado por la izquierda para alarmar a los votantes antes de las elecciones.

Eso es algo que niegan enérgicamente los opositores en lugares como Bolonia, históricamente el corazón del antifascismo.

En las paredes del ayuntamiento están las fotografías en blanco y negro y los nombres de quienes murieron defendiendo Bolonia del fascismo durante la guerra civil de 1943-45.

Al lado hay otro monumento a las 85 víctimas del peor ataque terrorista de Italia: el atentado con bomba en 1980 en la estación de tren de Bolonia por parte de neofascistas.

Emily Clancy dice que es "increíble" que todavía se hagan saludos fascistas en las manifestaciones

Emily Clancy, teniente de alcalde de Bolonia, cree que no estamos abordando la gravedad de estos episodios como deberíamos.

Emily Clancy, teniente de alcalde de esa ciudad, dice que la lucha contra el fascismo sigue siendo profundamente relevante hoy. "La extrema derecha, no sólo en Italia, sino también en todo el mundo, intenta encontrar un chivo expiatorio para las dificultades de la gente, atacando al extranjero o al migrante", afirma.

Hay similitudes con los primeros días del fascismo, dice, señalando "ataques contra la libertad de prensa, la libertad de la comunidad LGBT y la libertad de las mujeres de determinar lo que pueden hacer con sus propios cuerpos".

Le pregunto si ella y su partido están perdiendo frente a la extrema derecha, que está avanzando en todo el mundo. "Creo que es una lucha, no hemos perdido, pero definitivamente tenemos que unirnos y no acostumbrarnos a lo que está sucediendo", responde.

Crimen de apología del fascismo 

¿Y qué pasa con los saludos fascistas que todavía se ven con tanta regularidad en las manifestaciones? "Es increíble que esto suceda", añade, "y que lo que debería verse como un crimen de apología del fascismo sea minimizado como algo nostálgico o un homenaje. No estamos abordando la gravedad de estos episodios como deberíamos".

Sin embargo, el eurodiputado Nicola Procaccini considera que prohibir el gesto sería una "locura" y añade que no es un llamado a reintroducir el fascismo, sino un gesto histórico derivado de la antigua Roma, aunque fue adoptado más tarde por los fascistas. "Vivimos en una cultura de cancelación que no compartimos".

Y así los símbolos siguen vivos, al igual que la creencia entre algunos de que es necesario reescribir la narrativa establecida.

En Predappio, lugar de nacimiento de Benito Mussolini, cada año se celebra una especie de peregrinación en el aniversario de su muerte, en la que los participantes con boinas militares y rosas rojas visitan su tumba.

Susanna Cortinovis, una de las participantes, elogia a Mussolini por introducir los pagos de la seguridad social y de la maternidad. "Si me dices que ser madre, cristiana y pagar mis impuestos significa que soy fascista, entonces sí, soy fascista", dice. "Y saludo a mi manera romana a mi único jefe de Estado".

Muchos países tienen sus nostálgicos, sus revisionistas, sus teóricos de la conspiración, e Italia no es una excepción. El número de devotos de Il Duce es quizás reducido. Pero hay un cruce entre los propagandistas de Mussolini y los neofascistas modernos.

En una sociedad que todavía tolera tales ideas, imágenes y creencias, la pregunta es hasta qué punto esto se está normalizando todo esto, en un momento en el que los partidos de derecha en otras partes de Europa miran a Italia como ejemplo.

"Los fascistas siempre han tenido un deseo de venganza", afirma el periodista Paolo Berizzi. "Y dicen: 'Muy bien, volvemos al poder, no estamos muertos, no hemos desaparecido'. Persiguen una revancha en la historia". 

domingo, 17 de marzo de 2024

‘Oh, weh!’, dijo Einstein.

Albert Einstein y J. Robert Oppenheimer, en 1947.
Albert Einstein y J. Robert Oppenheimer, en 1947.
Estaría bien que la historia de la bomba atómica lanzada sobre Japón en dos ocasiones no se contara como fruto de lo inevitable.

Cuenta la leyenda que cuando a Albert Einstein le informaron de que Estados Unidos acababa de lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima exclamó Oh, weh!, que viene a querer decir algo así como ¡Qué horror! Puede que si le hubiera tocado enterarse del premio Oscar para la película Oppenheimer hubiera exclamado algo parecido.

Se sabe que Einstein, que aparece en la película en una secuencia tan enigmática, para bien, como poco esclarecedora, para mal, no estaba al corriente del programa nuclear estadounidense. Quien pasa por ser una de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad sostenía con ahínco que la única solución para la política internacional era la unidad mundial. Qué poco caso hacemos a las personas inteligentes, la unidad mundial nunca ha estado más lejos del programa, si tan siquiera logramos unidad dentro de los países. Se sabe que en un programa de televisión de 1950 sí expresó una advertencia clara: “Desarrollar la bomba de hidrógeno como hace Estados Unidos, cuyo presidente persigue ese fin, obliga a avisar de que el envenenamiento radiactivo de la atmósfera causaría la aniquilación de la vida humana sobre la tierra. Bajo el carácter aparentemente inexorable se nos hace creer que cada paso aparece como la inevitable consecuencia del que se ha dado antes. Pues el final, cada vez más claro, será la aniquilación general”.

Es obvio que este discurso fue ignorado, la guerra ha vuelto a ser un recurso. Y los países poderosos siguen presentando como inevitable no solo el uso y fabricación de la bomba, sino la amenaza persistente y el efecto disuasorio. Tenemos actualmente al mando de naciones fuertes a hombres que pasarán a la historia como asesinos y eso es permitido y aplaudido por una gran parte de sus ciudadanías, que tienden a confundir el patriotismo con la tolerancia al crimen. En este sentido, a uno le gustaría percibir que la historia de la bomba atómica lanzada sobre Japón en dos ocasiones sucesivas no fuera contada como fruto de lo inevitable. Carecería de sentido desvincularla del ascenso del ultranacionalismo y del racismo que encumbraron a Hitler y a los líderes que se asociaron con él tanto en Europa como en Asia. Pero la bomba también estableció las relaciones políticas futuras.

En la segunda parte de la película de Nolan, donde quizá no es tan acelerado ni tan abrumador el avance de la anécdota, se repasa el modo en que el Gobierno de Estados Unidos persiguió hasta la humillación pública al científico Oppenheimer. Sus evidentes llamamientos al desarme y a la pacificación no se correspondían ya con los intereses de unos líderes y una industria armamentística que harían del miedo y la amenaza su gran negocio. Asusta que caiga en la superficialidad la lectura de la película Oppenheimer, que se disfrute solo como la audacia de un hombre por superar a los rivales bélicos, como un reto heroico triunfante, otro más. La precipitación en las descripciones de su vida personal impiden ahondar en la espiritualidad que lo acosaba enfrentándole a su propia actividad profesional. Es ahí, en esa contradicción, donde la expresión de Einstein cobra toda su magnitud.

En un mundo en el que se adora sin reparos cada avance tecnológico, ajenos todos a las consecuencias, convendría no olvidar la medida humana. Nos hemos alejado de nosotros mismos. Y en las películas también.

 David Trueba 

jueves, 7 de marzo de 2024

_- Franco y la 2ª G.M.

Fotografía difundida en España por la Agencia Efe de la entrevista de Francisco Franco con Adolf Hitler en Hendaya (Francia) el 23 de octubre de 1940.
_- Derrotados los fascismos, Franco, que había tratado de navegar entre el Eje y los aliados, buscó desesperadamente perpetuar su dictadura. Lo consiguió.

Se acerca el final de la II Guerra Mundial y un Franco temeroso de las consecuencias de su comunión con nazis y fascistas todavía confía en el milagro alemán. De hecho, hasta cuatro meses antes del estrepitoso derrumbe del Tercer Reich, Franco no abandonó la esperanza de que las armas hitlerianas se impusieran, incluso mágicamente, a sus enemigos.

El embajador de España en Gran Bretaña, Jacobo Fitz-James Stuart, duque de Alba, se entrevistó con el dictador al que servía para hacerle ver que, dado el exitoso avance del desembarco aliado en Normandía [D-Day: 6 de junio de 1944], eran necesarios cambios a favor del viento. “No corra tanto, Alba”, le dijo Franco, “el desembarco puede aún resultar una trampa. Conozco los efectivos del Eje –sigo muy de cerca las operaciones– y me faltan [la situación de] alrededor de 80 divisiones que creo veremos aparecer por algún sitio en cualquier momento”. Y le repitió lo que les confió a los firmantes del conocido como Manifiesto de los Veintisiete, del otoño de 1943, 17 procuradores en Cortes y otras diez personas con relevancia social, entre ellos numerosos militares de alta graduación, que le solicitaban la neutralidad formal y la prometida restauración monárquica: el führer posee armas secretas potentísimas, un fantasioso ‘rayo cósmico’, que garantizan la victoria del Eje. Como su ilusa convicción de que los Estados Unidos no tardarían en adoptar el ideario falangista.

De las tres partes del conflicto mundial, el Eje, los aliados y España, Franco era quien más deseaba que España entrara en guerra: la situación económica y financiera era desesperada, la hambruna generalizada extendía el desánimo por toda la sociedad y las peleas y discrepancias entre las ‘familias’ del Régimen amenazaban gravemente la estabilidad del Nuevo Estado aún a medio instaurar. Así lo prueba la carta que envió Franco a Mussolini el 15 de agosto de 1940, requisada en Roma por el ejército de los Estados Unidos, en la que pide a su colega dictatorial ayuda que le permita incorporarse activamente al conflicto: “A la aportación que España hizo al establecimiento del nuevo orden, con nuestros años de dura lucha, ofrece una más al prepararse a tomar un lugar en la contienda contra los enemigos comunes. En este sentido hemos solicitado de Alemania los elementos indispensables a la acción, impulsando preparativos y haciendo todos los esfuerzos para mejorar en lo posible la situación de abastecimiento. Por todo ello comprenderéis la urgencia en escribiros para pediros vuestra solidaridad en estas aspiraciones para el logro de nuestra seguridad y grandeza con la reciprocidad más absoluta de nuestro apoyo para vuestra ‘espansión’ [sic] y vuestro futuro”. Il Duce del Fascismo y Capo del Governo Italiano contestó aplaudiendo su decisión –“su carta no me ha sorprendido. Siempre he pensado que desde que empezó la guerra, ‘Vuestra’ España, es decir, la España de la Revolución falangista, no habría podido permanecer neutral y que finalmente de la neutralidad pasaría a la no beligerancia [estatus recién adquirido] y finalmente a la intervención. Si esto no ocurriera, España se alejaría de la historia europea, sobre todo de la historia del mañana que será determinada por las dos potencias victoriosas del Eje”, pero dándole largas a sus peticiones: “Su situación económica interna no empeorará si usted pasa de la no beligerancia a la intervención”.

Hitler y Mussolini preveían, tras una declaración de guerra de Franco a Gran Bretaña, la toma de Gibraltar como inicio de la Operación Félix –establecer bases en el protectorado español de Marruecos, el Sahara español y en Canarias y, posteriormente, en las Azores y las Madeira tras invadir Portugal desde Galicia–, pero las necesidades económicas y armamentísticas de España eran tan desorbitadas como las pretensiones imperiales de Franco. Lo que, unido a la grave situación de Italia en Grecia, los Balcanes y el Mediterráneo oriental y la inminencia de la Operación Barbarroja de invasión de la Unión Soviética, aplazó sine die la entrada de España en la guerra.

A los aliados, en fin, tampoco les convenía la entrada de España en la guerra, pues añadía a los ya demasiado extensos frentes de batalla el segundo territorio mayor de la Europa occidental, por lo que se conformaban con el estatus de España y con presionar para conseguir concesiones. Entre estas, restringir las facilidades portuarias a los navíos italianos y alemanes y las exportaciones a Alemania de wolframio y otras materias primas estratégicas, etc. Algunas de gran calado, como excluir la cesión de bases y el territorio español como territorio de paso y, en septiembre de 1942, la sustitución al frente del ministerio de Asuntos Exteriores del germanófilo Ramón Serrano Suñer por Francisco Gómez-Jordana, anglófilo y partidario de la no intervención.

Además, Churchill, primer ministro británico desde mayo de 1940, aseguró la neutralidad española mediante el soborno de una treintena de generales, a los que pagó trece millones de dólares entre 1940 y 1943 a través de uno de los financieros del golpe de estado del 18 de julio de 1936, el contrabandista mallorquín Juan March, “el último pirata del Mediterráneo”, quien ocultó a los sobornados la procedencia del dinero, haciéndoles creer que procedía de una iniciativa de banqueros e inversores españoles que querían evitar a España la ruina y el horror de otra guerra. Cuando Franco se reunió con Hitler en Hendaya, el 23 de octubre de 1940, llevaba en el bolsillo la prohibición terminante de la influyente Junta de Defensa Nacional de entrar en la guerra.

style="font-size: large;"> El protocolo secreto Hitler-Franco
No obstante, a Franco no le quedó más remedio que someterse en Hendaya a los designios ‘hitlerianos’. El dictador alemán ya se lo había hecho saber unas semanas antes de reunirse con su homólogo español, a través de Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores y concuñado de Franco: el 17 de septiembre de 1940 lo convocó en la Cancillería de Berlín para hacerle saber que España había de declarar la guerra a Gran Bretaña para dar comienzo a la Operación Félix. Lo que quedó plasmado en el llamado protocolo secreto de Hendaya, por el que Franco se comprometía a entrar inmediatamente en guerra si había un ataque enemigo a Portugal o España. Aunque a las tres semanas, en vista de que los aliados no emprendían tal ataque, Hitler decidió que España entrara ya en guerra. Así se lo comunicó a Serrano el 19 de noviembre, esta vez convocado a la residencia del führer en Berchtesgaden, el Nido del Águila. El ministro español pudo obtener una prórroga de “unos pocos meses” para que llegaran a España las importaciones de trigo norteamericano y canadiense pendientes de los navicerts, permisos de navegación, británicos.

El protocolo secreto adscribía a España al Pacto Tripartito y tras él Franco consideraba que España era aliada de la Alemania nazi. Con la astucia política que le era característica y le valió para perpetuarse en el poder, navegó entre las presiones de Hitler y de sus mandos militares enviando al frente oriental alemán la División Azul, hasta 46.000 soldados voluntarios: jóvenes falangistas, otros pronazis o anticomunistas, sospechosos para la dictadura que así limpiaban su historial político o policial y familiares de republicanos que eludían su destino, la pena de muerte o largas condenas de prisión, si un hijo se alistaba –caso del cineasta Luis García-Berlanga, aunque, además tuvieron que pagar en sobornos 650.000 pesetas (obtenidas de la venta de una fábrica de electricidad y una gran finca) para salvar a su padre del paredón y de la cárcel–, a los que Hitler, con su exquisito lenguaje diplomático habitual, consideraba “una banda de andrajosos”, aunque los admiraba: “Son extraordinariamente valientes, duros para las privaciones”.

El documento firmado por ambos dictadores fue hecho público en 1946 por los norteamericanos –procedente de los documentos nazis incautados, mientras que la copia española se había hecho desaparecer de los archivos de la dictadura– era un trágala abusivo. Ignoraba las condiciones españolas para entrar en guerra –además de “facilitar la asistencia militar y otras requeridas [”el apoyo económico de España también será necesario“] para llevar adelante la guerra”, el “cumplimiento de una serie de demandas territoriales nacionales: Gibraltar, Marruecos Francés, la parte de Argelia colonizada y habitada predominantemente por españoles (Orán) y, además, la ampliación de Río de Oro, provincia del sur saharaui, y de las colonias del Golfo de Guinea”, según el memorándum “altamente secreto” que el embajador alemán en Madrid, Eberhard von Stohrer, envió el 8 de agosto de 1940 a Berlín– y exigía la entrega de las islas Canarias y las posesiones en Guinea.

La posición de España ante el conflicto pasó de la estricta neutralidad cuando las tropas alemanas invadieron Polonia, el 1 de septiembre de 1939, desencadenando así la II Guerra Mundial, a la no-beligerancia el 12 de junio de 1940, ante la caída de París el 14 de junio de 1940 –estatus similar al de prebeligerancia declarada por Mussolini en septiembre de 1939 y para los juristas de la época. No beligerancia es el nombre usado, en calidad de excusa, para perpetrar la violación de las leyes de la neutralidad y en la esperanza de poder cometer actos de naturaleza bélica, escapando a las consecuencias del estado de beligerancia” (Edwin Montefiore Borchard, 1941)– hasta la definitiva y peculiar de ‘neutralidad vigilante’ –o “neutralidad benevolente” con los aliados (Unión Soviética excluida, naturalmente), expresión acuñada por el historiador Carlton J. H. Hayes, embajador en España de los Estados Unidos de. 1942 a 1945–, adoptada en 1944 ante el inequívoco transcurso de la guerra, a pesar de las citadas bravatas de Franco a Alba.

“Tres guerras” para caminar sobre el alambre
Si Franco había ganado la guerra –aunque no lo verbalizaría hasta el 27 de septiembre de 1953, cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, le informó que había firmado los Acuerdos con los Estados Unidos con el embajador James Clement Dunn: “He ganado la guerra de España… Tengo la conciencia tranquila y puedo descansar”– lo cierto es que, con el fin de la II Guerra Mundial, perdía la larga posguerra. Además del protocolo secreto de Hendaya, los norteamericanos habían confiscado otro documento comprometedor en poder de los nazis: el protocolo también secreto firmado el 10 de febrero de 1943, cuando los Estados Unidos ya habían entrado en guerra, por el ministro español de Asuntos Exteriores, Francisco Gómez-Jordana y el embajador nazi en España, Helmuth von Moltke, por el que España se comprometía a entrar en guerra junto al Eje cuando los aliados pusieran “pie en la península Ibérica o en territorios españoles fuera de la Península, es decir, en el Mediterráneo, Océano Atlántico y en África”. Protocolo que sorprendió a los estadounidenses, pues el presidente Roosevelt ya había garantizado a Franco de que los aliados no pisarían nuca suelo español, como lo habían demostrado en la Operación Torch, el desembarco aliado en el norte de África en noviembre de 1942, que respetó escrupulosamente el Protectorado español en Marruecos. Quizá Franco autorizara la firma como un brindis al sol ‘hitleriano’, confiando ingenuamente que por su carácter de “alto secreto” nunca sería conocido por los aliados.

En todo caso, ya había limitado los envíos a Alemania e incrementado las exportaciones a los aliados de wolframio español, que era ambicionado por ambos bandos para su munición artillera y antitanque por su capacidad de endurecimiento del acero. Una medida para paliar los efectos de su larga complicidad, desde el inicio de la Guerra Civil, con sus correligionarios nazis y fascistas. Como, en el plano teórico, fue su extravagante teoría de “las tres guerras” que se desarrollaban simultáneamente: la primera era la del Eje con los aliados, en la que España se declaraba neutral; la segunda, la de Alemania y sus aliados contra la Unión Soviética, en la que España –que el 27 de marzo de 1939 se había adherido al Pacto Anti-Komintern para luchar contra “la amenaza de la Internacional Comunista” – era beligerante de facto, por lo que mandó la División Azul y la tercera, la de los aliados contra los japoneses, a los que de la admiración y amistad iniciales, hasta declararse no-beligerante en ese conflicto, había pasado a tildarlos de “bárbaros orientales” e incluso, en 1945, a mostrarse ante los Estados Unidos patéticamente dispuesto a declarar la guerra a Japón y enviar otra División Azul a luchar en el Pacífico a las órdenes del general McArthur, en esta ocasión por ser “enemigos del cristianismo”.

Buscando reconocimiento con desesperación. 
Un libro reciente, Historia de la Segunda Guerra Mundial sin mitos ni tópicos, de Manuel P. Villatoro e Israel Viana, nos recuerda la carta que Franco escribió a Winston Churchill, el 18 de octubre de 1944, buscando un lugar al sol que más calentaba, las armas victoriosas de los aliados, quizá convencido de las advertencias del duque de Alba.

A Franco le constaban la empatía del primer ministro británico con su régimen –aunque, aficionado a la frases para el mármol, dijo a principios de la guerra: “Todo está ocupado por el ejército alemán, salvo España, que está ocupada por su propio ejército”
– y sus continuados esfuerzos para atemperar la dureza de Washington con la dictadura. Respondía a dos cuestiones prácticas: no dejar el mercado en poder de Francia e impedir la entrada de España en la guerra, y uno ideológico: prefería el régimen franquista a una revolución comunista. En mayo de 1944, Winston Churchill hizo un alegato favorable a España en la Cámara de los Comunes, que la prensa de Londres calificó de “apasionada”; el premier británico subrayó la neutralidad que observaba Franco a pesar de sus simpatías por el Eje; las satisfactorias relaciones comerciales, subrayando el acuerdo sobre el wolframio; el respeto mantenido con los intereses británicos en España; la ausencia de acciones que entorpecieran las operaciones en Gibraltar y en el norte de África… Y reiteró su política de no injerencia e incluso su convencimiento de que España tendría “gran influencia para mantener la paz del Mediterráneo después de la guerra” y que, en fin, “consideraba un error injuriar gratuitamente a Franco”.

Simpatías que, entre otras razones, le llevarían a perder las elecciones de 1945, a pesar de la victoria sobre Hitler, en las que uno de los eslóganes electorales de los carteles laboristas de Clement Attlee era un ominoso: “Votar a Churchill es votar a Franco”, tanto por lo que consideraban su excesiva comprensión del régimen franquista como por su desentendimiento no menos excesivo de las denuncias de la situación española.

Todo ello le pareció a Franco suficiente señal para dirigirle una extensa carta en la que le agradecía su defensa, se quejaba de que “ni la prensa gubernamental ni las radios británicas han cesado de hostilizar periódicamente a España, a su régimen, cuando no a su Caudillo”, hablaba hipócritamente de “la Italia liberada” y centraba su salvavidas en la alianza de los “pueblos más fuertes y viriles” que, “destruida Alemania”, quedaban en Europa: “Inglaterra y España” para enfrentarse a la amenaza soviética, por lo que “convendría que trabajásemos para estrechar las relaciones y hacer posible una acción futura en común”.

Churchill tardó dos meses en contestar y aunque rechazó el borrador preparado por el Foreign Office y dio instrucciones para que se mencionaran en ella los “supremos servicios” que había rendido Franco a la causa británica –“en dos momentos críticos de la guerra. A saber: el momento del derrumbamiento de Francia en 1940 y cuando se produjo la invasión anglo-americana del norte de África, en 1942”–, no dejó de ser contundente: “Le induciría a usted a un serio error si no desvaneciera en su ánimo la idea equivocada de que el Gobierno británico está dispuesto a considerar ninguna agrupación de potencias en Europa occidental, o en cualquier otro punto, basada en hostilidad hacia nuestros aliados rusos o en la supuesta necesidad de defensa contra ellos. La política del Gobierno británica se funda firmemente en el Tratado anglo-soviético de 1942 y considera la permanencia de la colaboración anglo-rusa dentro del armazón de la futura organización mundial, como esencial. Y no solamente a sus intereses, sino también a la futura paz y prosperidad de Europa en su conjunto”.

Ante la amenaza anunciada en la Conferencia de Yalta de los tres grandes aliados, celebrada del 4 al 11 de febrero de 1945 que anunció posteriores medidas “a los pueblos de los Estados europeos liberados o de los Estados europeos que fueron satélites del Eje”, Franco escribió una segunda carta a Churchill, el 25 de febrero, repitiéndole su proposición recibió una contestación tardía, cortés y, de nuevo, negativa.

El diario londinense ‘The Observer’ se hizo eco de la correspondencia: “Hase revelado ahora que Primer Ministro en días recientes ha contestado carta que Franco dirigióle en noviembre. General Franco aparentemente no comprendió bien proyectada unión Occidente misma manera que no comprendió palabras amables acerca de España. Es muy verosímil que interpretólo como pacto anti-Komintern de democracias y apresuróse a ofrecer sus indeseables servicios”, en traducción de la época manifiestamente mejorable.

Además, Churchill y su gobierno ya sabían lo que Franco pensaba en realidad: el duque de Alba, progresivamente antifranquista, se lo transmitió al agregado militar de la embajada británica en Madrid: Franco no sólo no pensaba restaurar la monarquía sino que no concedía importancia a la actitud de los “esclavos de la francmasonería”, como consideraba que eran Churchill y su gobierno y, como era inevitable el enfrentamiento entre norteamericanos y la Unión Soviética cuando se encontraran en Alemania, esta sería rehabilitada y España basaría su futura política exterior en Estados Unidos e ignoraría a un país “corrupto y decadente como era Inglaterra”.

En la subsiguiente Conferencia de San Francisco, fundacional de las Naciones Unidas, del 25 de abril al 26 de junio de 1945, llegó el aislamiento. A Franco no le importó reinar sobre una España arruinada sino perpetuarse en el poder. Ocho años después lo consiguió: el Vaticano y la Casa Blanca lo sacaron a flote, a que respirara entre los gobiernos civilizados; los españoles, no.

Fuente: https://www.eldiario.es/politica/cartas-franco-aliados-salir-aislamiento_129_10951729.html

sábado, 28 de octubre de 2023

_- La segunda guerra Mundial

_- La segunda guerra Mundial

UNA GUERRA GLOBAL

la segunda guerra mundial al completo, historia del conflicto que cambió el mundo El mundo cambió tras la Segunda Guerra Mundial, un conflicto complejo que modificaría el planeta. Repasamos su desarrollo, las batallas más importantes, los bandos que lucharon en ella, los personajes históricos que tomaron las decisiones más trascendentales, el papel que jugó España, las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki... Descubre todos los detalles de la guerra decisiva en el siglo XX. Segunda Guerra Mundial

Danzig Police at Polish Border (1939-09-01).jpg
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Guerras
Hitler
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Icónica foto de Joe Rosental de militares estadounidenses coronando la cima de Iwo Jima.

Foto: PD J. M. SadurníJ. M. Sadurní

Especialista en actualidad histórica

Actualizado a 21 de abril de 2023 · 14:46 · Lectura: 55 min

El origen de la Segunda Guerra Mundial
El periodo de entreguerras
El ascenso de Hitler al poder
La invasión de Polonia, comienza la Segunda Guerra Mundial
La blitzkrieg, la exitosa estrategia de Hitler
La "guerra de broma" y la huida de Dunkerque
Inglaterra entra en la Segunda Guerra Mundial
Los nazis invaden la Unión Soviética, la Operación Barbarroja
Pearl Harbor y la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial
La decisiva batalla de Stalingrado
Día D: el desembarco de Normandía
La caída de Berlín y el final del nazismo
La Segunda Guerra Mundial continúa en Japón
Las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki
Rendición y final de la Segunda Guerra Mundial
Vasili Záitsev, el francotirador más letal de Stalingrado
La defensa de Malta
El sitio de Sebastopol

EL ORIGEN DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
sin lugar a dudas, la Segunda Guerra Mundial ha sido el conflicto armado más devastador de la historia de la humanidad. Las pérdidas en vidas fueron tremendas. Se calcula que entre 55 y 60 millones de personas murieron durante los seis años que duraron los enfrentamientos armados que se extendieron por todo el mundo, desde Europa hasta Asia y desde África hasta Oceanía. Sin embargo, para entender los orígenes de la Segunda Guerra Mundial debemos retroceder a finales de la Primera Guerra Mundial, también conocida como Gran Guerra, que culminó con la firma del Tratado de Versalles el 28 de junio de 1919 (a pesar de que el armisticio había sido firmado meses antes, el 11 de noviembre de 1918, para poner fin a las hostilidades en el campo de batalla). Este hecho sería, al menos en parte, el detonante de los acontecimientos que se desarrollaron durante los años siguientes y que acabarían por llevar a Adolf Hitler al poder y terminar desencadenando un nuevo conflicto que acarrearía episodios tan terribles como el Holocausto.

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La firma del tratado era un duro golpe de encajar para la delegación alemana. Tanto los representantes del país vencido, así como los periódicos y la población general, entendían que se trataba de un acto de imposición más que de una negociación. Sin embargo lo que acabó por irritar más a la sociedad alemana manipulada por la derecha fue la aceptación del artículo 231, el cual consideraron inaceptable y humillante. Este artículo era introductorio a la parte VIII del tratado, sobre las indemnizaciones, y lo introdujeron los negociadores estadounidenses. Sabían que los alemanes no podrían pagar (como querían principalmente franceses e ingleses) indemnizaciones que cubrieran todos los costes de la guerra. Así pues el artículo 231 reconocía la responsabilidad moral de Alemania por la guerra y su imputabilidad legal por los daños ocasionados. Pero por otra parte, el artículo 232 reconocía implícitamente su incapacidad económica para satisfacerlos. Pero desde la derecha alemana se utilizó este artículo como el elemento central de la campaña contra el tratado.

Destacados oficiales del Ejército y sectores conservadores de la sociedad alemana se mostraron reacios a firmar las condiciones impuestas por los vencedores, aun a sabiendas de que la alternativa era la reanudación de las hostilidades y la invasión del suelo alemán. Una humillación todavía mayor. En esa tesitura, los partidarios de la firma adujeron que no había otro remedio, y finalmente Alemania tuvo que renunciar a todas sus colonias y acceder a la entrega de los territorios invadidos a países como Francia, Dinamarca o Polonia.

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Dos actores recrean a unos soldados jugando a las cartas en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial en el War and Peace Show anual celebrado en Paddock Wood en Kent, Reino Unido.

EL FINAL DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

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Los "Cuatro Grandes" en la Conferencia de Paz de París de 27 de mayo de 1919. De izquierda a derecha David Lloyd George, Vittorio Orlando, Georges Clemenceau y Woodrow Wilson.

Foto: PD
EL PERIODO DE ENTREGUERRAS

Pero aquellas condiciones no fueron lo único a lo que Alemania tuvo que enfrentarse tras la firma del Tratado de Versalles. Se incluyeron asimismo una serie de cláusulas militares que obligaban a reducir drásticamente el Ejército alemán y se puso fin al servicio militar obligatorio. También se suprimió la aviación, la artillería pesada y los submarinos.

Además se pusieron ciertas condiciones económicas a Alemania como perdedores de la Primera Guerra Mundial. El tratado no establecía una cantidad a pagar, sino que se dejaba para una comisión que la fijaría en 1921, pero sí se haría antes un pago de 20.000 millones de marcos oro, que por otra parte incluía los alimentos que los Aliados tendrían que suministrar a una Alemania famélica y el coste de la ocupación de Renania por los aliados, todo lo cual sumaba unos 8.000 millones. Gran parte de este pago se hizo en especia. Los vapores y barcos de pesca que entregaron los alemanes en los dos años siguientes como parte del pago sumarían más de 2,6 millones de toneladas, pero los británicos había perdido más de 8 en la guerra.

En el Tratado de Versalles se incluyeron una serie de cláusulas militares que obligaban a reducir drásticamente el Ejército alemán.

Posteriormente, la cantidad establecida por la Comisión de Reparaciones fue de 132.000 millones de marcos de oro (unos 33.000 millones de dólares). El sistema de pagos se dividió en bonos A y B, que sumaban unos 50.000 millones, y bonos C, que sumaban el resto (82.000 millones), a empezar a pagar al cabo de 36 años. Los miembros de la Comisión sabían que probablemente nunca se pagarían, como así fue. En cuanto a los 50.000 millones iniciales, en la conferencia de Lausana de 1932 quedó claro que Alemania ya no haría más pagos, ascendiendo el total efectuado hasta el momento a entre 20.000 y 21.000 millones. Por entenderlo en contexto, menos de lo que Francia había pagado como indemnización por la guerra francoprusiana. Los pagos totales durante los 13 años de la República de Weimar supusieron una carga del 2,72% para la economía alemana.

Así pues, en realidad, las indemnizaciones no frenaron la reactivación, y la hiperinflación no tuvo que ver con ellas, sino con el hecho de que Alemania había financiado tanto la guerra y la posguerra como la resistencia a la ocupación del Ruhr por franceses y belgas entre 1923 y 1925 emitiendo papel moneda (en lugar de acudir a impuestos). De hecho, lo que provocó el ascenso del nazismo (y del comunismo) en Alemania fueron las consecuencias de la crisis de 1929, que llegó después que un período de estabilidad política, económica y social.

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Bundesarchiv Bild 102-14569, Berlin, Mai-Feier, Hindenburg und Hitler

¿CUÁNTO SABES SOBRE EL ASCENSO DE HITLER AL PODER?

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El Lebensraum se convirtió en un principio ideológico del nazismo que justificaba su expansión territorial por Europa Central y Europa del Este.

Foto: Cordon Press

En Alemania, en aquel contexto tan sumamente complicado, los militares y la derecha conservadora empezaron a soliviantar a la población con un claro mensaje: "Los demócratas nos han traicionado en Versalles". Así, con el único fin de revertir el giro revolucionario demandado por la clase trabajadora, llegaron a afirmar que las condiciones impuestas al pueblo alemán no eran ni mucho menos las que tradicionalmente se habían impuesto en Europa, menos duras y más respetuosas, a los perdedores de una guerra. Fue entonces cuando empezó a surgir una lectura geopolítica y en clave racial del desarrollo de los pueblos que y la necesidad de espacio vital para expandirse. Conocido como Lebensraum (espacio vital) fue una expresión acuñada por el geógrafo alemán Friedrich Ratzel, que estaba muy influido por el biologismo y el naturalismo del siglo XIX. Así, el este de Europa y el mundo eslavo se veían como el Lebensraum propio de una Alemania a la que el tratado de Versalles había impuesto unos límites que hacían inviable el desarrollo del pueblo alemán.

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Bundesarchiv Bild 102-14569, Berlin, Mai-Feier, Hindenburg und Hitler

¿CUÁNTO SABES SOBRE EL ASCENSO DE HITLER AL PODER?

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EL ASCENSO DE HITLER AL PODER
A finales de la década de 1920, los países del centro de Europa empezaron a experimentar una gran inestabilidad política provocada por la inestabilidad económica, especialmente devastadora para Alemania. Esta inestabilidad acabó convirtiéndose en un terreno fértil para que movimientos políticos de índole extremista y con ánimo de revancha lograrán un importante eco entre la población. Entre todos aquellos grupos sobresalió el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, dirigido por Adolf Hitler, que poco a poco iba sumando simpatizantes y seguidores deseosos de revertir lo firmado en Versalles y situar a Alemania en el sitio que consideraban que le correspondía.

A partir de entonces, los acontecimientos se sucedieron con rapidez. Hitler fue nombrado canciller de Alemania el 30 de enero de 1933 por el presidente Paul von Hindenburg, el 27 de febrero tuvo lugar el famoso incendio del Reichstag y al día siguiente Hindenburg firmó el "Decreto del Presidente del Reich para la Protección del Pueblo y del Estado", por el cual las libertades individuales quedaban totalmente suspendidas "hasta nuevo aviso". Se restringió la libertad de expresión, de prensa, de asociación, de reunión y se estableció el secreto de las comunicaciones.

Concentración del partido nazi tras ganar las elecciones del año 1933.

Foto: CC
Una vez en el poder, Hitler contravino lo pactado en el Tratado de Versalles y ordenó de inmediato el rearme del país. De hecho, incrementó el gasto armamentístico hasta los 18.000 millones de marcos entre 1934 y 1938. Así, habiéndose asegurado la ayuda militar, Hitler empezó su política expansionista con la anexión de Austria en marzo de 1938, el episodio conocido como Anschluss, y durante el cual tuvieron lugar unas elecciones con el propósito de legalizar la anexión. Pero el "espacio vital" de Hitler no terminó allí. A Austria le siguieron los Sudetes, una zona fronteriza de Checoslovaquia habitada por tres millones de alemanes, una idea con la que Francia y el Reino Unido transigieron con los Acuerdos de Múnich, en septiembre de 1938, pensando que así aplacarían a Hitler. Nada más lejos de la realidad. Hitler en vez de amilanarse, decidió invadir Checoslovaquia en marzo de 1939.

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Revista de las tropas en la estación de Hendaya durante la reunión entre Franco y Hitler.

EL PAPEL DE ESPAÑA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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Una vez ocupada aquella región, Hitler exigió también el corredor de Danzig, un territorio creado tras el Tratado de Versalles que se extendía por la desembocadura del río Vistula, y que servía para que Polonia tuviera acceso al mar Báltico. Cabe destacar que en ese momento Polonia era un Estado que, tras desaparecer en el siglo XVIII había sido impulsada su restauración por parte de Francia y el Reino Unido en los acuerdos de paz como parte de la creación de un "cordón sanitario" de países de Europa Central que contribuyeran a frenar la expansión de la Rusia revolucionaria.

Tras la negativa del gobierno polaco a ceder su soberanía, y después de que Alemania y Rusia firmasen un pacto de no agresión el 23 de agosto de 1939, Alemania invadiría Polonia una semana después.

9 dirigentes nazis claves en el Tercer Reich

LA INVASIÓN DE POLONIA, COMIENZA LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

"Esta noche, soldados regulares polacos han disparado por primera vez contra nuestro territorio”. Con esta mentira, Adolf Hitler intentaba justificar que al ejército alemán no le quedaba más remedio que invadir Polonia el 1 de septiembre de 1939. En realidad, el plan para llevar a cabo la invasión de Polonia se esbozó el 31 de agosto de 1939 en el marco de la Operación Himmler, cuando media docena de miembros de las SS, fingiendo ser unos agitadores, irrumpieron por la fuerza en una emisora de radio de Gleiwitz, una región de la alta Silesia, realizando disparos al aire. Una vez los tres empleados y el policía que se encontraban en el interior fueron reducidos, los asaltantes lanzaron violentas proclamas en contra del führer y del Tercer Reich. Fue entonces cuando conectaron el micrófono para que un interprete empezara a lanzar proclamas patrióticas y antialemanas en polaco: "¡Atención! Esto es Gleiwitz. La emisora está en manos polacas".

El plan para llevar a cabo la invasión de Polonia se esbozó el 31 de agosto de 1939 en el marco de la Operación Himmler.

Tropas alemanas retiran la barrera fronteriza entre Polonia y Alemania el 1 de septiembre de 1939.

Foto: Cordon Press
Para hacer que la escena fuera aún más creíble, los asaltantes llevaron hasta allí a un nacionalista polaco llamado Franz Honiok al que las SS había detenido el día anterior. Honiok era un agricultor de 43 años al que seleccionaron por haber participado en otras revueltas similares. Lo arrastraron hasta la emisora completamente drogado y, nada más llegar, le pegaron un tiro en la entrada de la emisora para que todo el mundo pudiera verlo. Para que no hubiera ningún tipo de confusión, vistieron a Honiok con un uniforme del ejército polaco que previamente habían robado y tras permanecer tan solo 15 minutos en la emisora de radio, el comando huyó sin darse cuenta de que solamente había podido emitirse una parte del falso discurso a causa de un problema técnico. A pesar de que la parte de la emisión que pudo escucharse no anunciaba la falsa invasión de Alemania, aquello fue suficiente para que Adolf Hitler tuviera su tan deseado casus belli y así justificar la invasión del país vecino. Antes de escapar de la emisora, el comando de las SS subió el cadáver de Franz Honiok a la sala de retransmisión, donde le tomaron unas fotos que posteriormente serían publicadas en toda la prensa.

La invasión de Polonia que daría comienzo a la Segunda Guerra Mundial ya había sido anunciada días antes por Adolf Hitler.

A pesar de las argucias del ejército alemán para encontrar un motivo para la invasión de Polonia, esta ya había sido anunciada días antes por Adolf Hitler. Como explica Richard Lukas en su libro Out of the Inferno: Poles Remember the Holocausten el Discurso de Obersalzberg pronunciado el 22 de agosto de 1939, justo antes de la invasión de Polonia, Hitler dio permiso explícito a sus comandantes para asesinar "sin piedad ni pena, a todos los hombres, mujeres y niños de ascendencia o lengua polaca". Finalmente, la mañana del 1 de septiembre de 1939, y con la justificación de lo que había ocurrido el día anterior, el poderoso ejército alemán avanzó hacia Polonia a través de distintos puntos fronterizos. Polonia tenía un ejército fuerte y sus efectivos eran superiores en número a los invasores, pero no había decretado la movilización general a petición de franceses y británicos, que creía que eso podía ser la excusa para que Hitler atacara. Esta incapacidad de defenderse fue todavía mayor cuando el 17 de septiembre la URSS invadió Polonia, lo que hizo imposible toda resistencia, repartiéndose el país entre la URSSS y Alemania,

Hitler deseaba iniciar la guerra contra este país desde hacía mucho tiempo, pero lo que no previó es que en cuestión de pocos días Gran Bretaña y Francia se pondrían del lado polaco y le declararían la guerra. La Segunda Guerra Mundial había empezado.

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Inicio de la Segunda Guerra Mundial

ASÍ EMPEZÓ HITLER LA II GUERRA MUNDIAL

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LA BLITZKRIEG, LA EXITOSA ESTRATEGIA DE HITLER

Durante la primera fase de la Segunda Guerra Mundial en el continente europeo, Alemania buscaba por todos los medios evitar un conflicto que se alargara en el tiempo. Su estrategia era derrotar por la vía rápida a todos sus oponentes en una serie de campañas cortas. Gracias a aquella táctica denominada Blitzkrieg, el ejército alemán invadió gran parte de Europa y salió victorioso durante varios años. El término Blitzkrieg es un vocablo alemán que literalmente se traduce como "guerra relámpago" y se usa para referirse a una táctica militar que está basada en desarrollar una campaña rápida y contundente. La táctica Blitzkrieg requería de una gran concentración de armas ofensivas como tanques, aviones y artillería pesada. La velocidad era el distintivo más característico de la Blitzkrieg. Tras el bombardeo inicial de la aviación, los carros de combate atacaban el objetivo rápidamente y de manera autónoma, lo que acababa causando una gran desorganización en las líneas defensivas enemigas.

Como apunta Martin H. Folly en su Atlas de la Segunda Guerra Mundial "El ejército polaco no era una fuerza insignificante, pero no estaba preparado para el nuevo tipo de guerra que los alemanes practicaban. Esta era la Blitzkrieg, la guerra relámpago». La punta de lanza era la división Panzer, una concentración de vehículos blindados, con infantería totalmente motorizada y un apoyo aéreo cercano proporcionado por la Luftwaffe y materializado por los temibles bombarderos en picado, los stukas. Alemania sólo disponía de tanques ligeros y el ejército no estaba totalmente preparado para la guerra, pero la clave de la Blitzkrieg era la rapidez, que arrollaría a las defensas enemigas antes de que éstas pudieran organizar sus fuerzas, o antes de que se descubrieran los puntos débiles ocultos de las fuerzas atacantes. El uso de la fuerza aérea contra objetivos civiles llenaría las carreteras de refugiados y contribuiría a la desintegración de la moral, un componente fundamental de toda Blitzkrieg eficaz. Los polacos eran superiores en número, con 30 divisiones y diez en la reserva, pero sus equipos y su doctrina estratégica estaban desfasados. Sus fuerzas estaban desplegadas en sus fronteras. Desgraciadamente para los polacos, sus principales áreas industriales se hallaban en Silesia, justo en sus fronteras, lo que les hacía extremadamente vulnerables a la Blitzkrieg.

Gracias a la táctica denominada Blitzkrieg, o guerra relámpago, el ejército alemán invadió gran parte de Europa.

Los Stuka fueron una parte importantísima de la guerra relámpago (Blitzkrieg).

Foto: Cordon Press

Alemania usó la Blitzkrieg durante la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, así como en otros frentes como en Dinamarca (abril de 1940), Noruega (abril de 1940), Bélgica (mayo de 1940), Holanda (mayo de 1940), Luxemburgo (mayo de 1940), Francia (mayo de 1940), Yugoslavia (abril de 1941) y Grecia (abril de 1941). El poderío aéreo alemán eran tan abrumador que no permitía a los defensores ni reabastecerse, ni organizar sus efectivos, ni tampoco enviar refuerzos que pudieran defender las brechas abiertas por los carros de combate. Sin embargo, y a pesar de la evidente efectividad de la Blitzkrieg, hubo algunos países a los que Alemania no pudo derrotar con este sistema: Gran Bretaña, gracias a que las islas contaban con la inestimable ayuda del canal de la Mancha y de la eficaz Marina Real Británica, y la Unión Soviética, a pesar de que la Blitzkrieg había logrado empujar a los efectivos soviéticos hasta las puertas de Moscú en 1941.

para saber más

Hitler pasando revista a las tropas alemanas.

¿CUÁNTO SABES SOBRE HITLER?

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LA "GUERRA DE BROMA" Y LA HUIDA DE DUNKERQUE

Tras la invasión de Polonia, en septiembre de 1939, se sucedieron ocho meses de la conocida como drôle de guerre (la guerra de broma o guerra falsa), que acabaría con la invasión de Dinamarca y Noruega en abril de 1940. En realidad, lo que desconocían los Aliados era que, tras aquella supuesta calma, la idea de Hitler era avanzar hacia el oeste para asestar el primer gran golpe de la contienda: la toma de París. Envalentonado por la rápida caída de Polonia, Hitler pretendía hacer uso de la Blitzkrieg para hacer lo propio con Francia, a pesar de la mayor envergadura del rival y de la dificultad de tener que sortear la histórica línea Maginot para entrar en París de manera triunfal.

Lo que desconocían los Aliados era que la idea de Hitler era avanzar hacia el oeste para asestar el primer gran golpe de la contienda.

Soldados británicos disparan contra aviones alemanes durante la evacuación de Dunkerque.

Foto: PD Los alemanes atacaron Bélgica haciendo creer que desde allí invadirían Francia, mientras que en realidad el ataque principal a Francia tuvo lugar cruzando la zona boscosa de las Ardenas, entre Bélgica y el extremo norte de la línea Maginot, cogiendo completamente por sorpresa a los franceses. Estas tropas avanzaron hasta el canal de La Mancha, acorralando a franceses, británicos y belgas contra el mar. Aunque Hitler contaba con sufrir un millón de bajas entre sus efectivos, cuando el ejército nazi desfiló por los campos elíseos de París se estimaba que las bajas entre sus filas habían sido de 27.000 hombres. para saber más batalla-dunkerque-

3 LA RETIRADA DE DUNKERQUE EN FOTOGRAFÍAS Leer artículo Pero a pesar del éxito obtenido, el gran triunfo del ejército alemán debe buscarse en un lugar imprevisto por todos dado lo inesperado de su trascendencia: las playas de Dunkerque, en el norte de Francia, donde terminaron acorralados más de 338.000 soldados Aliados, que vieron en el puerto galo la única vía de escape. Sería el general Gort, al mando de la Fuerza Expedicionaria Británica (FEB), el responsable de organizar la llamada Operación Dinamo, que consistía en la evacuación de las tropas aliadas en territorio francés, y que se llevó a cabo entre el 26 de mayo y el 4 de junio de 1940. En las playas de Dunkerque, en el norte de Francia, terminaron acorralados más de 338.000 soldados Aliados. Aglomeraciones de soldados británicos en las playas de Dunkerque. Foto: PD En realidad, la operación no habría tenido éxito no habría tenido lugar si el 24 de mayo Hitler no hubiera ordenado detener sus divisiones blindadas. La decisión obedecía a la voluntad de poder utilizarlas contra las fuerzas francesas que se hallaban más al sur si estas conseguían reagruparse, y a la idea de Herman Göring, el jefe de las fuerzas aéreas alemanas, la Luftwaffe, de que podía frustrar cualquier intento de evacuación de los británicos. Ello permitió a los cercados preparar un perímetro defensivo que consiguió una eficaz resistencia. El fuego de la artillería alemana no logró detener la operación, y tampoco la actuación de los bombarderos alemanes, que no contaron con un apoyo efectivo de sus cazas que despegaban desde bases en Alemania frente a los Spitfire aliados llegados de bases mucho más cercanas, como Kent. A ello se sumó un mar en calma, lo que facilitó la evacuación. La operación de retirada no habría tenido éxito si Hitler no hubiera frenado el avance de sus tropas, algo que aún hoy en día es motivo de debate entre los historiadores. Soldados británicos esperando para desembarcar en Dover. Foto: PD La mayoría de efectivos aliados escaparon en barcos de la Royal Navy, como el crucero ligero HMS Calcutta o alguno de los más de 30 destructores desplegados en la zona, pero otros lo hicieron a bordo de embarcaciones civiles, que acudieron en su ayuda viendo que la marina no daba abasto para transportar a tantos hombres. El 4 de junio, el primer ministro británico Winston Churchill se dirigió a la nación con un mensaje muy claro: las guerras no se ganan con evacuaciones. El premier británico ofreció su discurso más recordado con frases tan famosas como "we shall go on to the end" (seguiremos hasta el final) o "we shall never surrender" (nunca nos rendiremos). Lo conseguido en Dunkerque sirvió para que Gran Bretaña se mantuviera en la lucha y, algo mucho más importante, sumase el reconocimiento y la simpatía de la opinión pública y la prensa norteamericana. para saber más Churchill con su famoso sombrero de copa en una foto tomada en 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin. 
CHURCHILL, EL POLÍTICO DECISIVO EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Leer artículo 

INGLATERRA ENTRA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL 
En el verano de 1940, la Alemania nazi ya tenía en su poder, en un tiempo de récord de Polonia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia con la inestimable ayuda de la Italia de Mussolini, que se acababa de sumar a las potencias del Eje con todos sus dominios en el mar Mediterráneo y África. Ante esta nueva situación estratégica en Europa, tras la gravísima derrota sufrida en las playas de Dunkerque y tras la ruptura de las conversaciones de paz entre diplomáticos ingleses y alemanes en Suiza, Inglaterra estaba a punto de enfrentarse a una nueva ofensiva por parte de Alemania: la Operación León Marino, que tenía la intención de hacer un uso masivo de la Fuerza Aérea Alemana, al mando del mariscal del aire Hermann Göring, con el objetivo de destruir a la Real Fuerza Aérea británica (RAF) y de esta manera lograr la superioridad aérea necesaria para invadir Gran Bretaña. Tras la gravísima derrota sufrida en las playas de Dunkerque, Inglaterra estaba a punto de enfrentarse a una nueva ofensiva. Un bombardero alemán Heinkel He 111 sobrevuela los muelles comerciales de Surrey en el sur de Londres el 7 de septiembre de 1940. Foto: PD El 30 de junio, el comandante Alfred Jodl y el mariscal de campo Wilhelm Keitel, haciendo gala de un optimismo desmedido, argumentaron que la victoria sobre Inglaterra era cuestión de tiempo, aunque no todos pensaban igual. Había otros, como Erich Raeder, comandante en jefe de la Marina alemana hasta el año1943, que habían advertido de la insensatez de aquel plan por carecer de embarcaciones capaces de acometer un desembarco de tal magnitud. A favor de los alemanes, tres flotas fondeadas en Francia, Noruega y los Países Bajos (La 5.ª Flota Aérea (Luftflotte 5) tenía el cuartel general en Oslo; la Luftflotte 3, en parís, y la Luftflotte 2, en Bruselas) y 3.600 aviones contra los apenas 870 aparatos con los que contaba la RAF. Pero el principal obstáculo para llevar a buen puerto la operación era el uso del radar por parte de los británicos y las limitaciones de los cazas alemanes, menos maniobrables que los Spitfire y Hurricane británicos. Durante el mes de julio, los BF109 bombardearon las defensas costeras y a los convoyes británicos en el canal de la Mancha, sin embargo la producción armamentista británica no cesó en ningún momento por temor a una completa aniquilación. para saber más Trabajadores londinenses rescatan a los pasajeros de un autobús gravemente dañado durante el bombardeo alemán. 

LAS VÍCTIMAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: EL COSTE HUMANO POR PAÍSES Leer artículo 

La mayoría de historiadores coinciden en afirmar que en aquellos momentos la actuación del primer ministro británico Winston Churchill fue providencial para convertir el miedo de los británicos en esperanza. Su trabajo incansable en ese sentido se vio recompensado en el hemiciclo de Westminster donde era aplaudido por laboristas y conservadores. El premier puso asimismo los cimientos para recibir ayuda de los Estados Unidos gracias a su amistad con el presidente Roosevelt y su vigilancia en el océano Atlántico. En realidad, podría decirse que Churchill, con su carisma, se convirtió en un antídoto contra el derrotismo que empezaba a hacer mella en la sociedad. Además, hizo gala de su astucia engañando a los alemanes, durante el mes de agosto, con falsos hangares para de este modo lograr evitar la destrucción masiva de los aeródromos británicos. El 20 de agosto, y como agradecimiento al trabajo llevado a cabo por los pilotos de la RAF, Churchill pronunciaría su legendaria frase "nunca tantos debieron tanto a tan pocos". La mayoría de historiadores coinciden en afirmar que en aquellos momentos la actuación del primer ministro británico Winston Churchill fue providencial. Imagen de una de las calles de Londres tras un bombardeo. Foto: PD De hecho, algunos historiadores también consideran que el mariscal Keitel fue un ingenuo al querer comparar Inglaterra con Polonia. Así, el 25 de agosto, las tornas empezaron a cambiar cuando la RAF se vengó del bombardeo alemán al East End londinense haciendo lo propio en el aeropuerto de Tempelhof en Berlín y en la fábrica de Siemens. Los daños fueron mínimos, pero suficientes para que Hitler se pusiera furioso y modificara todo lo planeado hasta el momento. El 17 de septiembre se pospone León marino y a partir de entonces, Hitler dio la orden de llevar a cabo los Blitz, unos bombardeos aéreos indiscriminados y sostenidos por parte de la Luftwaffe que tuvieron lugar desde septiembre a noviembre de 1940 contra Londres y otras ciudades industriales como Coventry. La RAF se vengó del bombardeo alemán al East End londinense haciendo lo propio en el aeropuerto de Tempelhof en Berlín y en la fábrica de Siemens. La ciudad de Coventry tras uno de los devastadores bombardeos alemanes. Foto: PD Aquellos tiempos fueron duros para los británicos, y de hecho el cine se ha encargado de mitificar aquellos meses en los que es fácil imaginar a los londinenses refugiándose en el metro. Churchill vislumbraba, impotente, una capital en ruinas, pero conservaba la tranquilidad al saber que sus radares se encontraban a salvo del fuego nazi. A mediados de septiembre, justo cuando los alemanes tenían previsto asestar el golpe definitivo y pisar suelo británico, la Royal Navy bombardeó los principales puertos de invasión como Calais, Cherburgo o Boulougne, apoyada por la RAF. Al parecer, las pérdidas en ambos bandos se exageraron por motivos propagandísticos y al final la Batalla de Inglaterra acabaría en tablas. Poco después, el 17 de septiembre, Hitler daría por finalizada la Operación León Marino y dirigió su mirada hacia un nuevo objetivo: la Unión Soviética. Cabe destacar además que tanto la Operación León Marino como la operación Día del Águila y el Blitz forman parte de la conocida como Batalla de Inglaterra. para saber más Conquista alemana en Europa durante los años 1939 y 1942. 

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EXPLICADA EN MAPAS Leer artículo 

LOS NAZIS INVADEN LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA OPERACIÓN BARBARROJA 
Durante la Navidad de 1940, Adolf Hitler llegó a la conclusión de que para deshacerse definitivamente de la amenaza que representaba Winston Churchill para los intereses de Alemania era necesario llevar a cabo una gran demostración de fuerza. Para ello el dictador nazi concibió la Directiva 21, conocida más tarde como Operación Barbarroja, bautizada así en honor al emperador del Sacro Imperio, Federico I Barbarroja. El objetivo de esta operación era atacar a la Unión Soviética, acabar con el comunismo y desintegrar aquel país para lograr el tan ansiado Lebensraum (espacio vital), expulsando a la población eslava y ocupando el territorio soviético hasta los Urales, colonizándolo con alemanes y convirtiendo a la población local en siervos a su servicio. A los países vecinos, como Ucrania o la Confederación de Estados Bálticos, se les otorgaría una independencia tutelada desde Berlín. El dictador nazi Adolf Hitler concibió la Directiva 21, conocida más tarde como Operación Barbarroja. Al principio, el avance alemán fue imparable y sin oposición. Foto: CC Y es que en la génesis de la Operación Barbarroja también se escondía el profundo desprecio que Adolf Hitler sentía por los los eslavos, a quienes la doctrina nazi consideraba Untermenschen, "infrahombres". De este modo, a pesar del pacto de no agresión germano-soviético, firmado durante el mes de agosto de 1939, Hitler yStalin sabían que esta "paz" no podía ser duradera y que su enfrentamiento era inevitable. La Operación Barbarroja abrió, así, un segundo frente para la Alemania nazi, que llevó a la guerra a unas cotas de barbarie nunca vistas hasta entonces. Pero en realidad aquella operación no solamente representaría el principio del fin para Adolf Hitler, sino que además sería el inicio en toda Europa de la terrible persecución y asesinato sistemático de los judíos: el Holocausto. Hasta aquel momento la guerra iba viento en popa para los nazis, y tras la abrumadora conquista de Francia, Hitler supuso, erróneamente, que hacerse con la Rusia europea solo le llevaría unos tres o cuatro meses. Para llegar a Moscú, Hitler planteó una ofensiva en tres frentes: el frente norte atacaría por la costa báltica hacia Lituania y tomaría Leningrado (la actual San Petersburgo); en el centro operaría un ejército que se dirigiría primero a Minsk (la capital de la actual Bielorrusia), luego a Moscú, la capital soviética; finalmente, otro en el sur atacaría Ucrania, donde se encontraban las tierras más fértiles de la URSS; avanzaría luego hacia las principales regiones industriales soviéticas, las cuencas de los ríos Don y Donets, después ocuparía los campos petrolíferos del Cáucaso. Visto en retrospectiva, los especialista militares opinan que dividir la ofensiva en tres frentes fue un error crucial para Alemania. Una vez asegurada la zona, aquel mismo ejército sería el encargado de tomar la base naval de Crimea y los campos petrolíferos del Cáucaso. Pero visto en retrospectiva, los especialista militares opinan que dividir la ofensiva en tres frentes fue un error crucial. A su juicio, el objetivo principal tendría que haber sido la propia Moscú por ser esta el eje principal de comunicaciones además de un importante centro industrial. De esa manera, Hitler habría logrado dividir a la Union Soviética en dos y hubiera sido mucho más fácil conquistarla. El alto mando alemán, con Hitler a la cabeza, siguiendo las operaciones. Foto: CC Asimismo, una muestra más de la excesiva confianza con que los alemanes afrontaron la campaña es que solo un quinta parte de sus fuerzas disponía de ropa de abrigo para hacer frente al crudo invierno ruso, y es que en su mente Hitler albergaba el convencimiento de que para el mes de diciembre ya habría una nueva frontera oriental del Reich marcada por el río Volga. Pero con lo que no contaban ni Hitler ni su Estado Mayor era con no estar ocupando Moscú antes de que la meteorología se volviera más adversa. Las crecidas de los ríos tras las lluvias de primavera habían convertido todo el territorio en un autentico lodazal, lo que obligó a retrasar la invasión hasta el tórrido verano. Finalmente, a los casi cuatro millones de efectivos que luchaban del lado de la Alemania nazi, se unieron 3.400 tanques que se debían ver las caras frente a casi 11.000 tanques y tres millones de soldados soviéticos. Pero ¿por qué motivo emplearon los nazis tan pocos blindados? Según los especialistas fue debido a la escasez de combustible, que en aquellos momentos estaba bloqueado por los Aliados, algo que también obligó a los alemanes a hacer uso de animales de tiro para el transporte. para saber más Los tanques alemanes de Panzerabteilung 40 avanzan hacia la línea del frente en Vasonvaara el 1 de julio de 1941. 

LA OPERACIÓN BARBARROJA Y LA DEFENSA DE MOSCÚ Leer artículo 

La ofensiva del ejército alemán en territorio soviético empezó el 22 de junio de 1941 con un intenso bombardeo de la artillería pesada y de la Luftwaffe sobre las posiciones soviéticas. Su principal objetivo eran los aeródromos, algo que les podía asegurar el espacio aéreo durante los primeros meses de la invasión. Tras cuatro días de violentos combates, las tropas del general Hoth entraron en Minsk, donde apresaron a 324.000 soldados y capturaron 2.500 tanques. Los ejércitos del norte y del sur iban progresando de manera similar, y el ejército del general Hoth, que avanzaba una media de 32 kilómetros diarios, llegó a Smolensk (a 369 kilómetros de Moscú) el 18 de julio. El principal objetivo de la aviación alemana eran los aeródromos, algo que les podía asegurar el espacio aéreo durante los primeros meses de la invasión. Pero a pesar del éxito momentáneo de la operación, el dictador alemán ordenó priorizar la toma de Ucrania y de Leningrado. Así, desoyendo los consejos de sus generales, el 19 de julio, Adolf Hitler cursó la Directriz 33, por la que se ordenaba a los tanques del ejército central reforzar los otros dos frentes: el general Hoth cambiaría de rumbo para asegurar el cerco de Leningrado y el general Guderian haría lo propio parar invadir Kiev, las regiones carboníferas ucranianas y tomar la península de Crimea. Aquel cambio de estrategia facilitó que los soviéticos tuvieran tiempo para reorganizarse y rehacer sus defensa, contra las que se acabaría estrellando el ejército nazi. Por su parte, en la retaguardia, las SS alemanas ejercían una dura y cruel represión sobre la población civil, mientras los atentados perpetrados por grupos de partisanos organizados por la NKVD (la policía secreta rusa) convirtieron las calles de las ciudades tomadas en lugares muy peligrosos, lo que impedía a los alemanes consolidar sus conquistas y ralentizaba también el transporte de suministros. 

Para saber más Lavrenti Beria fue jefe de la policía y el servicio secreto desde 1938 hasta 1953, durante la dictadura de Stalin. 
LAVRENTI BERIA, LA MANO DERECHA DE STALIN Leer artículo 

En realidad, con la puesta en marcha de la Directriz 33 los alemanes habían perdido más de dos meses, cruciales para el desarrollo con éxito de la Operación Barbarroja. Y los elementos parecieron también aliarse en su contra. El 15 de octubre, el ejército alemán se encontraban a tan solo 105 kilómetros de Moscú, dispuestos al asalto de la capital en la que llamaron Operación Tifón, cuando una fuerte tormenta, junto con la llegada de las primeras nevadas, dejaron las carreteras impracticables. Los soviéticos aprovecharon aquella circunstancia para reforzarse con efectivos procedentes de Siberia, y con un numero significativo de tanques y aviones al mando del general Gueorgui Zhúkov. A pesar de la llegada del frío, los alemanes no variaron su actuación y siguieron con sus tácticas habituales, pero los soviéticos les hicieron retroceder cuando estaban tan solo a ocho kilómetros de la capital. Las bajas temperaturas terminaron por dar al traste con la estrategia alemana en una de las campañas militares más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial. Las nieves frenaron el avance alemán hacía Moscú. Foto: CC 

PEARL HARBOR Y LA ENTRADA DE ESTADOS UNIDOS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL 

Mientras la Alemania nazi seguía con su imparable conquista de Europa, Estados Unidos era oficialmente neutral ante los conflictos que mantenían los japoneses en su expansión por China y ante la actitud de la Alemania de Hitler en Europa. Sin embargo, en 1940, Estados Unidos empezó a considerar amenazadora para sus intereses la expansión de Japón, y el Gobierno estadounidense decidió proporcionar ayuda a los chinos y sancionar a los japoneses. Así, tras la firma del pacto Antikominternen noviembre de 1941 entre la Alemania nazi, Italia y Japón, Estados Unidos congeló los activos japoneses y prohibió todas sus exportaciones al país del Sol naciente. 

 El USS Arizona se hunde tras el ataque japonés a Pearl Harbor. Foto: PD 

De este modo, a medida que Japón continuaba con su guerra con China, el conflicto con Estados Unidos se hizo inevitable. Ante el peligro que esto representaba, el alto mando japonés evaluó sus opciones, pero no tuvo más remedio que reconocer la superioridad de la Armada estadounidense, que les superaba en número, por lo que Japón carecía de los recursos necesarios para hacer frente al coloso americano. Fue entonces cuando Japón pensó que tenía un as en la manga: podía atacar a Estados Unidos utilizando el factor sorpresa. Así, el almirante Yamamoto convenció al alto mando japonés de que en lugar de declarar la guerra a Estados Unidos lo mejor sería causarles el mayor daño posible atacando a su flota fondeada en el Pacífico. para saber más 

 Fondeando el puerto LAS ESPECTACULARES IMÁGENES DEL ATAQUE A PEARL HARBOR Leer artículo 

El día escogido por los japoneses para realizar uno de los ataques más famosos de la Segunda Guerra Mundial, y que al final resultaría definitivo para el desarrollo de la contienda, fue el domingo 7 de diciembre de 1941. Poco antes del amanecer, la Armada Imperial Japonesa atacaba por sorpresa la base militar de Pearl Harbor, en Hawái, donde la Armada de Estados Unidos tenía el cuartel general de la flota del Pacífico. Para llevar a cabo el ataque, 353 aeronaves, entre cazas de combate, bombarderos y torpederos, atacaron sin una previa declaración de guerra con la única misión de borrar de la región a la flota estadounidense. Poco antes del amanecer, la Armada Imperial Japonesa atacaba por sorpresa la base militar de Pearl Harbor, en Hawái. En pocos minutos, gran parte de la flota norteamericana había sido gravemente dañada o completamente destruida. El ataque japonés se produjo en dos oleadas, en la primera los bombardeos destruyeron a los acorazados Oklahoma y Arizona, y dañaron seriamente al resto de naves. El segundo objetivo de los japoneses era destruir los aeródromos más cercanos. Pero aunque el ataque pilló por sorpresa a los estadounidenses estos consiguieron defenderse con sus cañones antiaéreos, e incluso lograron que algunos aviones despegaran y finalmente consiguieran derribar 29 aeronaves japonesas. Sin embargo, el ataque no fue tan efectivo como el ejército nipón hubiera deseado y la suerte quiso que el grueso de la flota naval estadounidense no se encontrara fondeada en el puerto en aquellos momentos. Aunque no fue este el único error cometido por los japoneses, que dejaron intactos varios enclaves estratégicos de la base de Pearl Harbor, como la central eléctrica, el astillero, los depósitos de combustible y torpedos, los muelles de submarinos, y los edificios del cuartel general y la sección de inteligencia estadounidense.  El bombardeo de Pearl Harbor supuso la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Foto: CC 

Aunque el ataque fue un duro golpe para Estados Unidos, al día siguiente los norteamericanos declararon la guerra a Japón con lo que la gran potencia entró de lleno en el conflicto. Tres días después, el 11 de diciembre de 1941, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, las otras dos potencias del Eje, respondían a Estados Unidos con su propia declaración de guerra. Sin pretenderlo, el Ejército Imperial Japonés había despertado al gigante dormido. De hecho, el bombardeo de Pearl Harbor enfureció a la opinión pública estadounidense y aquel acto acabaría resultando decisivo en el desenlace de la mayor guerra de la historia de la humanidad. para saber más 

 Un niño perteneciente a la segunda generación de japoneses americanos espera para ser evacuado al campo de internamiento con la correspondiente etiqueta identificativa colgada de la chaqueta. 

CAMPOS DE INTERNAMIENTO PARA JAPONESES EN LOS ESTADOS UNIDOS Leer artículo 

LA DECISIVA BATALLA DE STALINGRADO Primavera de 1942. La Segunda Guerra Mundial continuaba en el frente oriental, pero la escasez de recursos, el agotamiento de ambos bandos y un invierno especialmente duro, al que seguiría el deshielo y el fenómeno conocido por los rusos como raspútitsa (un fenómeno estacional que convierte la tierra firme en un auténtico barrizal) hicieron que la guerra se ralentizarse. No obstante, en el año 1942 Hitler se planteó dar el golpe de gracia la Unión Soviética antes de que Estados Unidos pudiera movilizar todos sus recursos económicos y militares para la guerra. Así pues, el 28 de junio Hitler puso en marcha la llamada Operación Azul, cuyo objetivo era apoderarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso, ya que la escasez de petróleo podía detener la maquinaria bélica alemana. Pero en su camino se encontraba Stalingrado. Hitler pensó que una vez conquistada esta ciudad se podría cortar el suministro de recursos al Ejército Rojo.

El 28 de junio Hitler puso en marcha la llamada Operación Azul, cuyo objetivo era apoderarse de las riquezas mineras y petrolíferas de Ucrania y el Caúcaso. 

 Bombardeo aéreo de la Luftwaffe alemana sobre Stalingrado en septiembre de 1942.

Foto: CC / German Federal Archives 

La Operación Azul (Fall Blau en alemán), la ofensiva estratégica de verano de 1942, se desarrollaba en dos direcciones: hacia el sur, donde estaban los campos petrolíferos; y hacia el este, en dirección a Stalingrado, siguiendo el río Don, para proteger el avance hacia el sur.

para saber más 

 Francotiradores soviéticos

LAS IMÁGENES DE LA BATALLA DE STALINGRADO

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Así pues, el control de Stalingrado se había convertido en un punto clave de la ofensiva nazi en el frente oriental, y el 23 de agosto de 1942 empezaron los combates para hacerse con una ciudad que poseía una potente industria militar y era un importante nudo de comunicaciones ferroviarias. Un mes antes, Stalin había dado la orden de iniciar los preparativos para hacer frente a un más que posible ataque alemán no dejando salir a los civiles. Preocupado por que los alemanes pudieran partir al país en dos, el 28 de julio Stalin emitió la famosa orden 227, más tarde conocida como la orden "¡Ni un paso atrás!", por la que cualquier militar o civil que se rindiera sería fusilado al instante por traición.

El 23 de agosto de 1942 empezaron los combates para hacerse con una ciudad que poseía una potente industria militar y era un importante nudo de comunicaciones.

En este contexto, las tropas del fürher llegaron a una ciudad defendida contra viento y marea por los generales Emerenko y Chuikov. Así, los alemanes no podían saber que ambos militares les tenían reservada una sorpresa en forma de violenta lucha callejera en el escenario de una ciudad completamente en ruinas y contra un enemigo que conocía perfectamente cada rincón. Además, a pesar de las muchas bajas que había sufrido el Ejército Rojo, cada noche llegaban refuerzos nuevos a orillas del Volga. Sin embargo, y aunque el ejército alemán sufría el mismo número de bajas, parecía que lograba hacer retroceder al ejército soviético, lo que provocó el anunció de la conquista de Stalingrado el 8 de noviembre por parte de Hitler.

Los alemanes no podían saber que los soviéticos les tenían reservada en Stalingrado una sorpresa en forma de violenta lucha callejera. 

 Soldados de la Wehrmacht tirando de un coche embarrado por la terrible Raspútitsa en el mes de noviembre de 1941.

Foto: CC / German Federal Archives 

Pero aquella alegría se revelaría prematura. Lo que Hitler no sabía es que Stalin había dado orden de iniciar la Operación Urano, justo en mitad de la batalla de Stalingrado y cuyo objetivo era embolsar al Sexto ejército alemán, el Tercer y el Cuarto ejército rumano y partes del Cuarto ejército Panzer. Aquellos movimientos estratégicos de los soviéticos, unidos al error de cálculo de Hermann Göring, que aseguró que la Luftwaffe podría dar soporte aéreo a las tropas, aisló al Sexto Ejército alemán. Con la orden de Hitler de mantener sus posiciones, los alemanes vieron cómo el ejército rojo los iba cercando poco a poco. Así, finalmente, sin otra opción que la rendición, el 2 de febrero de 1943, el Mariscal Paulus desobedeció las ordenes directas de Adolf Hitler y se rindió.

Stalingrado fue el primer gran triunfo soviético pero no fue una batalla decisiva.

Tras perder la batalla de Stalingrado hay quien piensa que el frente oriental empezó a desequilibrarse en favor de los soviéticos, sin embargo no fue exactamente así. Stalingrado fue el primer gran triunfo soviético pero no fue una batalla decisiva. Sí que lo fue, sin embargo, la batalla de Kursk en julio de 1943, la mayor batalla de tanques de la historia, que marcó un punto de inflexión en la guerra en el Este. Hasta entonces, los alemanes había logrado mal que bien estabilizar el frente.

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 Revista de las tropas en la estación de Hendaya durante la reunión entre Franco y Hitler. 

EL PAPEL DE ESPAÑA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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DÍA D: EL DESEMBARCO DE NORMANDÍA Durante la Conferencia de Teherán, celebrada en la capital iraní a finales de 1943, a la que acudieron Stalin, Churchill y Roosevelt, los soviéticos ya habían solicitado que se abriera un nuevo frente occidental que aliviara la presión que estaban sufriendo sus tropas en el sector oriental. Finalmente los Aliados decidieron organizar la invasión de Europa a través de las playas de Normandía, la llamada Operación Overlord, cuyo inicio estaba previsto el 6 de junio de 1944 y su nombre en clave sería Día D. Aquel desembarco fue uno de los acontecimientos militares más importantes de la Segunda Guerra Mundial, que marcaría un antes y un después en el desarrollo de la contienda. La Operación Overlord empezó con una gigantesca maniobra militar terrestre, aérea y naval (Operación Neptuno), que dejó miles de muertos en tan solo unos pocos metros de playa entre las defensas alemanas conocidas como Muralla Atlántica y las aguas del canal de la Mancha. El desembarco de todos aquellos soldados estadounidenses, británicos y canadienses, muchos de los cuales dejaron su vida en la arena, permitió a los Aliados abrir un segundo frente en Europa que, sumado al avance soviético en el Este, que cambiaría definitivamente el rumbo de la guerra.

La Operación Overlord empezó con una gigantesca maniobra militar terrestre, aérea y naval (Operación Neptuno), que dejó miles de muertos. 

 Soldados estadounidenses a bordo de una lancha de desembarco mientras se aproximan a la playa Omaha, en Normandía.

Foto: PD 

Pero planificar la Operación Overlord fue una tarea sumamente compleja. Todo debía estar perfectamente planificado y tenía que ser llevada a cabo meticulosamente, como si de una operación quirúrgica se tratara, con el objetivo de conquistar Normandía para posteriormente avanzar hacia el centro de Europa. Adolf Hitler sabía que algo se estaba tramando, pero estaba convencido de que la invasión aliada tendría lugar a través de Calais y no en Normandía. Así, el despliegue del ejército aliado durante la Operación Overlord se efectuó durante las primeras horas del 6 de junio sobre una línea de 80 kilómetros de playa de este a oeste abarcando las siguientes cinco playas: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. En un mensaje transmitido a las tropas antes de partir, el general Eisenhower les dijo: "¡La marea ha cambiado! Los hombres libres del mundo marchan juntos hacia la victoria.... No aceptaremos nada menos que la victoria total".

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 El frente espera

LAS FOTOS DEL DESEMBARCO DE NORMANDÍA

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La noche previa a los desembarcos anfibios, alrededor de 23.000 paracaidistas aliados se lanzaron detrás de las líneas de defensa alemanas, en paracaídas y planeadores, con la misión de evitar que los alemanes pudiesen contraatacar durante la mañana del desembarco. La misión de este grupo de paracaidistas era conseguir accesos seguros a las playas, destruir puentes y establecer cabeceras de playa (líneas defensivas para dar tiempo a la llegada refuerzos que permitieran avanzar a las tropas) a la espera de que el grueso de los efectivos desembarcara.

Alrededor de 23.000 paracaidistas aliados se lanzaron detrás de las líneas de defensa alemanas, en paracaídas y planeadores.

En las fauces de la Muerte, fotografía de Robert F. Sargent que muestra a las tropas estadounidenses desembarcando en la playa Omaha el 6 de junio de 1944.

Foto: CC / Robert F. Sargent

Para llevar a cabo una operación de aquella envergadura, las cadenas de fabricación aumentaron la producción de armamento, y durante la primera mitad de 1944, alrededor de 9 millones de toneladas de suministros y equipos cruzaron el Atlántico desde Estados Unidos hasta Gran Bretaña. Por otra parte, se sumó al contingente una importante dotación de soldados canadienses que se había estado entrenando en Gran Bretaña desde diciembre de 1939, y más de 1,4 millones de soldados estadounidenses llegaron a Europa entre los años 1943 y 1944 para tomar parte en los desembarcos.

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 Omaha beach LAS 5 PLAYAS DEL DESEMBARCO DE NORMANDÍA

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De este modo, el Día D se convirtió en la mayor operación naval, aérea y terrestre coordinada de la historia, ya que el desembarco en las playas de Normandia requirió de una cooperación total entre las fuerzas armadas que participaron en el operativo. En 1944, más de 2 millones de soldados de más de 12 países se encontraban en Gran Bretaña a la espera de recibir la orden de invasión. El día del desembarco, las fuerzas aliadas que participaron fueron fundamentalmente tropas estadounidenses, británicas y canadienses con el apoyo naval, aéreo y terrestre de tropas australianas, belgas, checas, holandesas, francesas, griegas, neozelandesas, noruegas y polacas.

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Robert Capa desembarco Normandia dia D 3 

LAS 11 MAGNÍFICAS DE ROBERT CAPA

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A menudo, el Día D, debido a su espectacularidad, ha eclipsado la importancia que tuvo en general la campaña de Normandía. Durante los tres meses posteriores al desembarco, los Aliados lanzaron una serie de ofensivas que les permitieron avanzar hacia las fronteras de Alemania. Aunque no todas las operaciones tuvieron éxito. Las tropas aliadas tuvieron que enfrentarse con una dura resistencia por parte de los alemanes y también con el bocage, una peculiaridad del paisaje de Normandía que se caracteriza por la presencia de senderos hundidos bordeados por setos altos y gruesos, algo que los alemanes utilizaron para hacerse fuertes. Pero a pesar de todas las dificultades, aquel sangriento 6 de junio y todos los días que le siguieron acabarían en una victoria decisiva para los Aliados que contribuiría a la liberación de una gran parte de Europa noroccidental.

Las tropas aliadas tuvieron que enfrentarse con una dura resistencia por parte de los alemanes y también con el bocage. 

 Desembarco de suministros en la playa Omaha en junio de 1944 durante el Día D.

Foto: PD 

Tras el Día D, las campañas en Italia llevadas a cabo por los Aliados alejaron a las tropas alemanas de los frentes occidental y oriental, al mismo tiempo que la Operación Bagration, una dura ofensiva emprendida por los soviéticos en el centro de Europa, logró mantener inmovilizadas a las fuerzas alemanas en el este. Finalmente, diez semanas después del Día D, los Aliados lanzaron una segunda invasión en la costa sur de Francia para avanzar hacia el corazón de Alemania. Con un frente tan dividido, las fuerzas de Adolf Hitler no podían hacer nada más que resistir en una guerra en la que la suma de graves errores de cálculo y el desgaste les acabaría por pasar una terrible factura.

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Aviones de combate durante la Segunda Guerra Mundial 

LOS BANDOS QUE LUCHARON EN LA II GUERRA MUNDIAL Leer artículo 

LA CAÍDA DE BERLÍN Y EL FINAL DEL NAZISMO 

Primavera de 1945. La situación de Alemania en este momento de la Segunda Guerra Mundial era un auténtico infierno. Invadido por las fuerzas de la Unión Soviética desde el este y por los Aliados por el oeste, el Tercer Reich no podía contar prácticamente para nada con la ayuda que le pudieran ofrecer sus aliadas Italia y Hungría, que ya habían sido ocupadas, ni por Japón, acorralado por los estadounidenses en el Pacífico. Este sería uno de los últimos y más sangrientos capítulos de la Segunda Guerra Mundial, el que a la postre conduciría al final del dictador nazi Adolf Hitler. 

 Soldados soviéticos izan una bandera desde el balcón del famoso Hotel Adlon en Berlín.

Foto: Cordon Press 

Aunque el alto mando militar nazi había asegurado que Berlín sería la tumba del Ejército Rojo, aquella predicción nunca se iba a cumplir. En esos días, Hitler se encontraba oculto en su búnker y había perdido por completo la noción de la realidad. El Tercer Reich que debía de durar mil años carecía de los medios necesarios para defenderse y se desmoronaba a ojos vistas. Para todos aquellos que habían estado en el frente (y que ahora se hallaban heridos o mutilados), las detonaciones que se escuchaban en la periferia de Berlín aquel 19 de abril de 1945 sonaban de manera muy distinta. Aquel sonido lo producían los obuses de la artillería soviética; no se parecía en nada al ruido de las bombas de la aviación aliada al que estaban acostumbrados. Eso solo podía significar una cosa: Berlín ya estaba al alcance de los cañones soviéticos y el fin se acercaba. En efecto, no iban desencaminados.

para saber más 

 Soldados soviéticos levantan una bandera desde un balcón con la Puerta de Brandenburgo al fondo. Foto: Cordon 

LA BATALLA DE BERLÍN DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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A pesar de la superioridad del ejército atacante, las órdenes de Hitler eran claras: había que resistir hasta el final. El führer, refugiado en su búnker junto con otros jerarcas nazis, como Martin Borman, Albert Speer o Joseph Goebbels, no quería ni oír hablar de rendición. Al final, presa de los nervios, Hitler estaba dispuesto a sacrificar inútilmente a toda la población de Berlín: rendirse y mostrar la bandera blanca era castigado con la muerte, y quien desertaba o se escondía para evitar el combate era colgado sin contemplaciones. Hubo un momento en que los rusos ofrecieron una breve pausa en su avance, pero los alemanes no podían aprovechar aquella circunstancia para preparar la defensa de la ciudad. Berlín tan solo contaba con algunas unidades antiaéreas de las SS y la milicia popular (volkssturm), y a pesar de ello se decidió no emprender ninguna obra de fortificación.  Hitler se mostraba intratable, sumido constantemente en largas e infructuosas divagaciones. Pero su poder aún seguía intacto, hasta el punto de que promulgó la llamada Orden Nerón, por la que se establecía una política de tierra quemada frente el enemigo. En esencia se trataba de destruir cualquier infraestructura (de transporte, industrial, de comunicaciones, ...) que pudiera favorecer al enemigo, lo que suponía en la práctica la destrucción de Alemania. La orden no llegó a aplicarse.

El führer alternaba estados de euforia con estallidos de ira incontrolada contra todo y contra todos, en especial contra todos sus generales, a los que tachaba de ineficaces y de traidores. Abrumado por la situación, culpó a sus generales de no haber tomado las decisiones correctas en lo que respectaba a la defensa de Berlín, por lo que otorgó un permiso por mala salud al general Guderian, lo reemplazó como Jefe del Estado Mayor y nombró en su lugar al general Hans Krebs.

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 victimas bombardeo Dresde

EL BOMBARDEO DE DRESDE EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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El 20 de abril de 1945, justo el día en el que Hitler cumplía 56 años, aviones B-17 estadounidense y Lancaster británicos bombardearon el centro urbano de Berlín arrasando numerosos edificios, forzando la evacuación de 2.000 berlineses y dejando la ciudad sin electricidad. Dos días después, el 22 de abril, durante una reunión en el búnker de Hitler alguien alabó la excelente labor del 12º Ejército comandado por el general Walther Wenck que luchaba contra los norteamericanos en Magdeburgo. Al oír la noticia, los temblores que aquejaban al führer parecieron desaparecer y en uno de sus habituales cambios de humor pareció haber encontrado por fin la solución: el general Wenck daría media vuelta y salvaría Berlín. Evidentemente, Wenck no pudo conseguir aquel objetivo imposible: Berlín estaba cercada y agonizaba.

Finalmente, el general Helmuth Weidling intentó establecer una defensa operativa de la ciudad, pero solo podía contar con el apoyo de algunas tropas en descomposición. Junto a miembros del volkssturm, las Hitlerjugend y la policía, estos hombres construyeron barricadas con tranvías y llenaron los muros que aún quedaban en pie de pintadas con eslóganes que animaban a la resistencia y a la victoria final. Pero todo resultó en vano.

Los proyectiles soviéticos empezaban a caer sobre el mismo centro de Berlín. A pesar de ello, la capital resistió con la determinación del que sabe que no tiene otra opción. Inútilmente. Uno a uno, los barrios de Berlín fueron ocupados por los soviéticos, mientras la población civil se refugiaba en los túneles del metro invadidos por el humo.

La capital alemana resistió el ataque soviético con la determinación del que sabe que no tiene otra opción, aunque todo fue en vano.
La tarde del 30 de abril de 1945, un disparo de revólver procedente del dormitorio del führer rompió el impenetrable silencio del búnker. Tras haber ingerido una cápsula de cianuro, Hitler se acababa de pegar un tiro. Junto a él, Eva Braun, con quien se había casado el día anterior, yacía sin vida en el sofá. Los oficiales trasladaron ambos cuerpos hasta el jardín de la Cancillería, una operación complicada debido a los continuos bombardeos soviéticos. Tras arrojar los cadáveres a una fosa previamente excavada les prendieron fuego, y acto seguido, mientras los restos del dictador nazi se consumían entre las llamas, en el exterior, Goebbels, Bormann, Burgdorf y Krebs realizaron el último saludo nacionalsocialista en su honor. De esta manera, Adolf Hitler, el fundador del Tercer Reich, desaparecía para siempre.

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 Eva Braun junto a Adolf Hitler EVA BRAUN, LA MUJER A LA SOMBRA DE HITLER

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El 2 de mayo, Berlin estaba a punto de caer, y muchos seguidores del régimen, entre los que se contaban numerosos miembros de las SS, prefirieron suicidarse antes que caer en manos de los soviéticos. El 7 de mayo de 1945, Alemania se rendía incondicionalmente ante los Aliados occidentales en Reims y el 9 de mayo hacía lo propio ante los soviéticos en Berlín. En la capital, el caos era total, ya que tras la victoria vino el pillaje. Los soldados rusos, procedentes en su mayor parte de las estepas y de las montañas del Cáucaso, nunca habían visto una ciudad como aquella y no conocían nada parecido al lujo berlinés. Robaron todo lo que pudieron, y tras el saqueo empezaron las violaciones masivas (un tema del que se habló poco durante la Guerra Fría). Aunque los medios rusos calificaron estos hechos como "inventos" de Occidente, muchas de las pruebas proceden del diario de un joven teniente judío originario de la región central de Ucrania llamado Vladimir Gelfand. 

 La Puerta de Brandeburgo, en Berlín, arrasada por las bombas.

Foto: CC / German Federal Archives 

En realidad, todavía hoy se desconoce el número exacto de mujeres que fueron violadas tras la caída de Berlín. Algunos historiadores hablan incluso de unas cien mil. En cualquier caso, muchas de ellas, jóvenes y adultas, pero también niñas y ancianas, se suicidaron o murieron a causa de la brutalidad del trato recibido. Las madres ocultaban a sus hijas para protegerlas, y los hombres que intentaban evitarlo lo pagaban con sus vidas, así como las mujeres que se resistían.

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 Revista de las tropas en la estación de Hendaya durante la reunión entre Franco y Hitler.

EL PAPEL DE ESPAÑA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL CONTINÚA EN JAPÓN Mientras en Europa, con la caída y muerte de Adolf Hitler y el régimen nazi, empezaba a vislumbrarse un final a la Segunda Guerra Mundial, en el Pacífico Estados Unidos había liberado prácticamente todas las islas que se encontraban en poder de los japoneses y los norteamericanos estaban decididos a desembarcar en Japón. Así, tras las sonadas derrotas en Midway (junio de 1942) y Guadalcanal (noviembre de 1942), la flota nipona fue destruida en la batalla del golfo de Leyte (octubre de 1944), por lo que Japón ya no era rival en el mar y su rendición se preveía inminente. Con todo, Japón estaba dispuesto a negociar la paz con Estados Unidos mediante la cesión de territorios, pero sin que ello supusiera alterar el carácter divino del emperador, pero el objetivo final de los estadounidenses no era ese, sino lograr la rendición incondicional y total del Ejército Imperial japonés.

Estados Unidos había liberado prácticamente todas las islas que se encontraban en poder de los japoneses y los norteamericanos estaban decididos a desembarcar en Japón. 

 El USS Yorktown es alcanzado por torpedos japoneses en Midway.

Foto: PD 

De hecho, la guerra del Pacífico fue larga y cruenta. Uno de sus enfrentamientos más simbólicos fue el que tuvo lugar en Iwo Jima, y no solo por la fotografía de los soldados norteamericanos alzando la bandera de su país, tomada por el fotógrafo Joe Rosental y que fue difundida como un icono de la propaganda de los Aliados, sino también por su ferocidad y violencia. Esta campaña, que tuvo lugar entre febrero y marzo de 1945, no tuvo parangón hasta la fecha, pues los soldados japoneses, agazapados entre los volcanes y las galerías subterráneas, masacraron a miles de soldados norteamericanos que desembarcaron en las playas de arena negra durante su avance por las escarpadas montañas. Por ese motivo la campaña recibiría el macabro nombre de la "picadora de carne".

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 Alzando la bandera en Iwo Jima LA BATALLA DE IWO JIMA EN IMÁGENES

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Otra fecha clave del conflicto que mantuvieron Estados Unidos y Japón sería el 9 de marzo de 1945 en las islas Marianas. Se trataba de la puesta en marcha de la Operación Meetenghouse, una misión que tenía como objetivo borrar Tokio de la faz del a Tierra en menos de veinticuatro horas. La primera oleada del ataque norteamericano la formaron 54 aviones y la segunda, 271 bombarderos más. La operación estaba diseñada para que empezara a las doce de la noche del 9 al 10 de marzo, ya que, según el alto mando estadounidense, sorprender dormidos y desprevenidos a los habitantes de la ciudad era la manera más fácil y segura de causar un gran número de víctimas.

La Operación Meetenghouse era una misión que tenía como objetivo borrar Tokio de la faz del a Tierra en menos de veinticuatro horas.

La operación Meetenghouse arrasó Tokio y provocó miles de muertos entre sus habitantes.

Foto: PD 

Durante la mortífera descarga sobre la capital nipona, los aviones lanzaron bombas de racimo que los estadounidenses rebautizaron como "tarjetas de visita de Tokio". Una vez tocaban tierra, estos artefactos derramaban su contenido letal de fósforo blanco y napalm, un pegajoso gel de gasolina que los laboratorios de la Universidad de Harvard habían desarrollado. La atmósfera en Tokio llegó a alcanzar los 980 grados, haciendo hervir el agua de ríos y canales y fundiendo los cristales de las ventanas. El fuego consumió con rapidez muchas casas que estaban construidas con madera y papel, pensadas tan solo para resistir a los terremotos. Unos 260.000 hogares fueron arrasados hasta los cimientos y al menos 105.400 personas murieron en una ciudad de tres millones de habitantes. Se fundieron, literalmente. En total quedó arrasada una cuarta parte de la ciudad. Curtis LeMay, el general norteamericano que organizó la operación, se jactó del éxito obtenido con estas palabras: "Los hemos tostado y horneado hasta la muerte".

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 Vista aérea de la oficina central de correos de Tokio después de graves daños por ataques aéreos de bombarderos B29, con la estación de tren detrás 

EL DEVASTADOR BOMBARDEO DE TOKIO Leer artículo 

Antes de morir, en 2009, Robert S. McNamara, responsable intelectual de la Operación Meetenghouse y que era secretario de Defensa en el momento de los bombardeos, pidió disculpas por el ataque, aunque, sin dejar de justificarlo declaró: "Para hacer el bien, a veces tienes que hacer el mal". Por su parte, el general Curtis LeMay, comandante del Comando de Bombarderos XXI y responsable material de los ataques, consideraba que lo inmoral no era haber matado a unas 100.000 personas en una sola noche lanzando bombas incendiarias, sino que lo realmente imprudente hubiera sido no hacerlo y perder a miles de soldados norteamericanos en la batalla: "Creo que si hubiéramos perdido yo sería tratado como un criminal de guerra", declaró.

Mientras tenía lugar el bombardeo de Tokio, en el Pacífico los Aliados seguían con su imparable avance hasta llegar a la isla de Okinawa, la mayor de las islas Ryukyu (al sur de las cuatro grandes islas de Japón). Los japoneses ya no podían ofrecer resistencia y decidieron lanzar un desesperado ataque suicida contra la flota norteamericana, la llamada Operación Ten-Gō. El acorazado japonés Yamato, el más grande del mundo durante la Segunda Guerra Mundial, zarpó junto con otras nueve naves de guerra desde Japón para realizar un ataque suicida contra las Fuerzas Aliadas que estaban luchando en Okinawa. Pero las fuerzas japonesas fueron interceptadas y destruidas casi por completo por la supremacía aérea estadounidense. De hecho, el Yamato y otros cinco barcos japoneses fueron hundidos. Aquella acción en la etapa culminante de la guerra confirmó la decisión de las autoridades japonesas de llevar al extremo los ataques kamikazes para intentar detener el imparable avance aliado hacia el archipiélago japonés. Finalmente Okinawa cayó en manos estadounidenses y fue declarada zona segura el 21 de junio de 1945.

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Kamikaze japonés ajustándose el "hachimaki" en la frente antes de despegar con su avión 

KAMIKAZE JAPONESES, LOS PILOTOS SUICIDAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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LAS BOMBAS NUCLEARES DE HIROSHIMA Y NAGASAKI

El ataque por sorpresa a Pearl Harbor fue suficiente para que, tan solo un día después, el 8 de diciembre de 1941, Estados Unidos, hasta el momento nominalmente neutral, tomara partido de forma activa y definitiva en el terrible conflicto que asolaba al mundo declarando la guerra a Japón. Durante los siguientes cuatro años, los estadounidenses libraron una dura lucha contra los japoneses, tanto en territorio chino como en aguas del Pacífico, donde la conquista de cada una de las islas se convirtió en una guerra a pequeña escala.

El 8 de diciembre de 1941, Estados Unidos, hasta el momento nominalmente neutral, tomara partido de forma activa en la guerra.

Detonaciones de las bombas lanzadas sobre Hiroshima (izquierda) y Nagasaki (derecha).

Foto: PD

Si bien es cierto que el enfrentamiento entre ambos países fue bastante equilibrado, la caída de la Alemania nazi pondría las cosas mucho más difíciles al ejército japonés. Sin embargo, lo que acabaría por decantar la balanza en favor de los Aliados sería el desarrollo y fabricación de una terrorífica arma secreta, un proyecto que los estadounidenses bautizarían con el nombre en clave de Proyecto Manhattan. Aquella arma definitiva fue desarrollada por Estados Unidos con la ayuda del Reino Unido y de Canadá. El proyecto, que agrupó a una gran cantidad de eminentes científicos como Robert Oppenheimer, Niels Böhr o Enrico Fermi, tenía como objetivo desarrollar la primera bomba atómica antes que pudieran hacerlo los nazis.

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Nagasaki, la segunda bomba 

 HIROSHIMA Y NAGASAKI: LA MASACRE DE LAS BOMBAS ATÓMICAS Leer artículo 

La investigación culminó con Trinity, nombre que se daría al primer ensayo atómico realizado en el desierto de Alamogordo, en Nuevo México, el 16 de julio de 1945. Finalmente, la bomba no sería usada contra los alemanes, sin embargo, aquella iba a ser el arma definitiva que utilizarían los estadounidenses para acabar de una vez con la guerra.

La madrugada del 6 de agosto de 1945, entre las 1:12 y 1:15 horas, el bombardero B-29 Enola Gay, al mando del coronel Paul Tibbets, despegaba del aeródromo de Tinian, en las islas Marianas, rumbo a Hiroshima. A bordo iba un artefacto nuclear cargado de Uranio-235 bautizado como Little Boy, que en pocas horas debía hacer blanco en el centro de aquella poblada ciudad japonesa. A las 7:09 horas de la mañana, las alarmas antiaéreas de Hiroshima alertaron a la ciudadanía cuando el Straight Flush, un B-29 al mando del comandante Claude Eatherley, efectuó un vuelo de reconocimiento sobre la ciudad. Sorprendentemente no fue interceptado ni por las baterías antiaéreas ni por los cazas japoneses, por lo que pudo avisar al Enola Gay de que todo estaba despejado.

Replica de la bomba nuclear Little Boy lanzada sobre Hiroshima.

Foto: PD

Aquel lunes 6 de agosto de 1945, en Hiroshima amaneció como cualquier otro día hasta las 8:11 horas de la mañana, cuando sus habitantes vieron aparecer por el horizonte tres bombarderos norteamericanos B-29, entre los que se encontraba el Enola Gay con su mortífera carga. Minutos después se abrieron las compuertas de carga del bombardero mientras los otros dos aparatos dejaban caer unos calibradores de onda expansiva en paracaídas (con la misión de comprobar posteriormente el efecto del arma). Little Boy empezó a descender en caída libre sobre Hiroshima. Era el principio del fin para todos quienes allí vivían.

A las 8:11 de la mañana, los habitantes de Hiroshima vieron aparecer por el horizonte tres bombarderos norteamericanos B-29, entre ellos el Enola Gay con su mortífera carga.

El coronel Paul Tibbets posando junto al Enola Gay.

Foto: Cordon Press

Tres días después, el jueves 9 de agosto de 1945,el B-29 Bockscar pilotado por el mayor Charles Sweeney fue el encargado de transportar una segunda bomba nuclear llamada Fat Man con la intención de lanzarla sobre la ciudad de Kokura. En realidad, Nagasaki era un objetivo secundario y solo estaba previsto dejar caer la mortal carga en la ciudad en el caso de que el primer objetivo no pudiera cumplirse. El plan para la misión fue prácticamente idéntico al de Hiroshima.

Cuando el avión llegó a Kokura, la ciudad estaba cubierta por las nubes, y después de sobrevolarla tres veces con el combustible bajo mínimos, el piloto decidió poner rumbo a Nagasaki. El indicador de combustible señalaba que el bombardero no tendría suficiente carburante como para llegar hasta Iwo Jima y se vería obligado a desviarse hacia Okinawa. Sweeney decidió entonces que si Nagasaki presentaba las mismas condiciones meteorológicas que Kokura regresarían con la bomba a Okinawa e intentarían lanzarla al mar.

Sweeney decidió que si Nagasaki presentaba las mismas condiciones meteorológicas que Kokura regresarían con la bomba a Okinawa e intentarían lanzarla al mar.

Pero en el último instante se abrió una brecha entre las nubes que también cubrían el cielo de Nagasaki, lo que permitió al avión estadounidense establecer contacto visual con el objetivo, por lo que al final pudieron soltar la bomba a las 11:01 de la mañana. Cuarenta y tres segundos después, Fat Man explotó a 469 metros de altura sobre la ciudad y a casi 3 kilómetros de distancia del objetivo original. La detonación fue de 22 kilotones y generó una temperatura estimada de 3.900 grados y vientos de 1.005 kilómetros por hora.

La detonación de la bomba que cayó sobre Nagasaki fue de 22 kilotones y generó una temperatura estimada de 3.900 grados y vientos de 1.005 kilómetros por hora.

Portada del 15 de agosto de 1945 del Jacksonville Daily Journal informando de la rendición de Japón.

Foto: Cordon Press

La tragedia humana que se abatió sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki se saldó con la vida de unas 140.000 víctimas en Hiroshima y unas 70.000 en Nagasaki, lo que incluye las víctimas directas del bombardeo y las que fallecieron a consecuencia de la radiación hasta finales de 1945. La noticia de la destrucción total de Nagasaki por una segunda bomba atómica fue un durísimo varapalo para el Imperio Japonés, que ese mismo día, 9 de agosto de 1945, sufría la inesperada agresión de la Unión Soviética en Manchuria. Aquello acabaría por precipitar los acontecimientos y el emperador Hiro-Hito anunció la rendición incondicional de Japón ante los Aliados el 15 de agosto de 1945.

La capitulación se hizo efectiva el 2 de septiembre con la firma de la paz a bordo del acorazado USS Missouri en la bahía de Tokyo. La Segunda Guerra Mundial había terminado.

RENDICIÓN Y FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
No cabe duda de que la Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más destructivo y sangriento de la historia de la humanidad. Millones de personas perdieron la vida, sobre todo en Europa y Asia, en el oscuro período que abarcó los años 1939 a 1945. Todo ese baño de sangre tuvo su culminación con la caída de las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, un acontecimiento que obligó al emperador Hiro-Hito a anunciar la capitulación de Japón y a firmar la paz de manera definitiva con los Aliados.

La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más destructivo y sangriento de la historia de la humanidad.

El ministro de exteriores japonés Mamoru Shigemitsu firma el Acta de Rendición de Japón a bordo del USS Missouri.

Foto: PD

El año 1945 supondría un punto de inflexión. Ese año había tenido lugar la caída de la Alemania nazi tras el suicidio de Adolf Hitler, la destrucción del corazón del Tercer Reich y la firma del Armisticio de Reims el 8 de mayo de 1945. Aquel también fue el año de la muerte del dictador fascista Benito Mussolini y la disolución de la Italia fascista (República de Saló). Junto a la Alemania nazi y a la Italia fascista cayeron otras otros regímenes afines como los de Hungría, Eslovaquia y Croacia, a pesar de que esta última resistiría hasta mediados de junio, cuando fue absorbida por Yugoslavia.

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 Al borde del abismo CONSECUENCIAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: DE LA CREACIÓN DE LA ONU A LA GUERRA FRÍA

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 Portada de The Montreal Daily Star anunciando la rendición alemana.
Foto: PD

 La Segunda Guerra Mundial también fue el escenario de tremendas atrocidades. Durante el conflicto se produjeron ataques indiscriminados sobre la población civil y la persecución sistemática de diversos grupos por motivos políticos, de raza o religión. Con el final del conflicto salieron a la luz los horrores perpetrados por la Alemania nazi en los campos de concentración y de exterminio construidos a lo largo y ancho de toda la Europa conquistada y la llamada "solución final de la cuestión judía", que desembocaría en el Holocausto. Estremece escuchar nombres como Auschwitz, Belzec, Bergen Belsen, Buchenwald, Dachau, y así una larga lista de campos del horror que obligaron a los Aliados a poner en marcha toda una maquinaria judicial para procesar a los autores y a los cómplices del régimen nazi, acusados de delitos contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. La ciudad escogida para celebrar estos juicios fue Núremberg, la emblemática ciudad en la que el partido nacionalsocialista (NSDAP) había celebrado en el pasado sus multitudinarios congresos.

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 El fiscal general estadounidense Robert H. Jackson se dirige al tribunal de Nuremberg. 

LOS JUICIOS DE NÚREMBERG Leer artículo 

Conocidos como los Juicios de Núremberg, estos históricos procesos, sentaron las bases para el desarrollo de una justicia internacional y la creación de una nueva legislación que fuera más allá de la justicia propia de cada país. Las sesiones de estos juicios, en los que fueron encausados desde varios de los jerarcas nazis, como Göering, Hess o Ribbentrop, hasta simples funcionarios del régimen, duraron poco menos de un año (que tuvieron lugar desde el 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946) y se impusieron una duras condenas en las que se incluía la pena de muerte para doce de los acusados.

Los Juicios de Núremberg tuvieron lugar en esta ciudad alemana desde el 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946.

Pero Núremberg no fue el único tribunal que se formó para juzgar los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. También se estableció un tribunal para juzgar los crímenes perpetrados por los japoneses, el conocido como Tribunal Militar Internacional para Extremo Oriente (1946-1948), en el que se llevaron a cabo los Juicios o Procesos de Tokio. Sin embargo, allí no se aplicó el mismo rasero que en Núremberg. Un ejemplo de ello fue que el emperador Hiro-Hito no fue juzgado, sino que, por el contrario, se mantuvo en el cargo, y muchas de las penas que se dictaron terminaron siendo reducidas e incluso conmutadas. La situación política estaba cambiando. Japón ya no era el enemigo a batir, sino que iba a convertirse en un aliado imprescindible para hacer frente a la amenaza creciente del comunismo. para saber más

 Paracaidistas aliados con una bandera nazi 

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