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jueves, 14 de marzo de 2024

El castigo

El nexo casual de imponer un castigo y conseguir la erradicación de la falta es muchas veces poco riguroso

Otra cuestión es la adecuación entre la gravedad de la falta y la naturaleza del castigo. ¿Es proporcionado? ¿Es justo?

En el vuelo de Madrid a la Ciudad de México que realicé hace unos días para participar en el 6º Congreso Nacional de Escuelas Normales del país mexicano comencé a ver una película titulada “El castigo”. Una película del Director Matías Bize, con los actores Antonia Zegers (Ana) y Néstor Cantillana (Mateo). Se trata de una coproducción chilena-argentina. El comienzo es sobrecogedor. Los padres de Lucas han dejado a su hijo de 7 años solo durante dos minutos en un enorme bosque, como castigo por algo que el espectador no conoce pero que la madre califica de muy grave. Dos minutos de abandono para que el niño escarmiente y aprenda a evitar el mal comportamiento que ha tenido.

Los padres lo dejan solo, se van en el coche y dos minutos más tarde vuelven al punto donde dejaron a su hijo pero, para su sorpresa y su angustia, no aparece por ninguna parte. Los ruidos extraños del bosque sobrecogen. La inmensa maleza aterroriza. Los padres temen que el hijo haya podido pensar que le habían dejado allí para siempre, que le habían abandonado. Y, como consecuencia de su desesperación, ha corrido sin rumbo. Está oscureciendo. La noche está cayendo y el matrimonio se teme lo peor. Puede haber animales salvajes, puede haber trampas y pozos en los que podría estar atrapado.

La madre recibe la llamada de la abuela del niño y le pregunta cuánto tendrá que esperar para que lleguen a la cena. Excusas diversas ocultan el drama que están viviendo. La madre finge una normalidad que está muy alejada de la tragedia que están viviendo.

Los padres gritan el nombre de su hijo con progresiva desesperación.

– Lucas, Lucas, Lucas…

La madre, en un primer momento, le amenaza con un nuevo castigo si no sale de su escondite y se presenta inmediatamente: “si no apareces vas a estar un mes sin utilizar la tablet”. Luego se ablanda ante la ausencia y entre reiteradas llamadas y exploraciones infructuosas por la zona boscosa le promete algunos regalos si abandona su estrategia de ocultamiento y pide perdón por lo sucedido. Se puede observar fácilmente que la madre funciona con su hijo a través de un código de premios y castigos.

Mientras buscan y gritan el nombre de Lucas, los padres entablan una interesante discusión sobre la actitud sancionadora, rígida y estricta de la madre. Ella tuvo la iniciativa y exigió llevarla a la práctica. El marido la acusa de rigidez extrema y ella le reprocha una excesiva permisividad. “Hay que ponerle límites y hay que exigirle que los respete. Y, cuando no lo hace, tiene que ser castigado para que aprenda”, dice la madre.

En ese momento de la proyección el avión aterriza en el aeropuerto de la ciudad de México y se detiene el sistema de entretenimiento. Así que allí dejo al niño perdido en el boque y a los padres crispados y aturdidos ante la inminencia de la llegada de la noche

En los días de Congreso me acordaba del pequeño Lucas perdido en el bosque y me asaltaban dudas que siempre me han perseguido sobre la necesidad y la bondad y la justicia y la eficacia de los castigos. Nunca los he utilizado ni con mis alumnos y alumnas ni con mi única hija. Siempre he dudado de su eficacia para el aprendizaje. He querido que aprendan, pero no a palos. ¿Qué se pretende con el castigo? Pues que el niño o la niña aprenda a comportarse bien, es decir, a evitar los malos comportamientos o a ejecutar los buenos ante el temor de la sanción. No por convencimiento sino por temor. Pero existe una objeción que nadie me ha desmontado: el niño aprenderá a evitar el mal comportamiento por miedo al castigo. Pero, ¿qué sucederá cuando ya no exista? En realidad no ha aprendido a portarse bien, sino que ha aprendido a evitar el dolor (la privación, la sanción, el ridículo, la afrenta…). Prueba de ello es que muchos de esos comportamientos que pretendemos erradicar tienen lugar cuando nadie les ve.

Si aprendemos a comportarnos bien por evitar el castigo, cuando ya no lo tengamos encima como una amenaza, repetiremos nuestros comportamientos negativos.

Creo que no debemos aparcar en doble fila porque podemos causar un grave daño a una persona que necesita salir con urgencia y no puede hacerlo porque un coche se lo impide. La multa es un castigo que tratamos de evitar pero en nada mejora nuestra sensibilidad con el prójimo, que es lo que realmente importa.

El nexo casual de imponer un castigo y conseguir la erradicación de la falta es muchas veces poco riguroso por no decir totalmente arbitrario.

Creo que nos menospreciamos cuando pensamos que los seres humanos solo aprendemos a palos, es decir, con multas, con sanciones o castigos. ¿Por qué no pensar que los razonamientos, que los valores, que el respeto, que la convicción nos ayudan más que el perjuicio económico, o la privación de libertad?

Existe un efecto secundario en el castigo en el que a veces no se repara. La persona castigada, cuando piensa que el castigo ha sido injusto o desproporcionado, puede romper la relación con la persona que vela por su educación.

Hay otras cuestiones de carácter educativo en el proceso sancionador que frecuentemente no son consideradas. ¿Es realmente un comportamiento detestable? ¿A juicio de quién? ¿Lo es en sí o porque le molesta al adulto?

Otra cuestión es la adecuación entre la gravedad de la falta y la naturaleza del castigo. ¿Es proporcionado? ¿Es justo?

Y, sobre todo, el castigo, rompe frecuentemente la relación positiva del adulto con el hijo o el alumno. Sobre todo cuando no se produce un diálogo que permita manifestar la discrepancia, si es que existe, entre la valoración del infractor de la norma y la persona que impone la sanción.

Es cierto que el niño necesita tener límites, que debe saber que los actos que realiza tienen consecuencias, que no da igual hacer las cosas bien que hacerlas mal. El problema está en pensar cuál es el camino que lleva a conseguir esos objetivos sin excesivos costos.

Vete a ver lo que hace el niño y prohíbeselo, dice el progenitor severo al más benevolente.

Si queremos acabar con los comportamientos racistas en los campos de fútbol, ¿tenemos que imponer sanciones durísimas que cierren las puertas de los estadios a quienes faltan al respeto a las personas de color? Cuando se queden en sus casas o paseen por la calle, ¿habrán dejado de ser racistas?

Llegó el momento de regresar al avión. Hice el trayecto de Xalapa a Veracruz y de Veracruz a ciudad de México y en el vuelo de Iberia hacia Madrid elegí la película que había comenzado a ver y que no había concluido.

Entonces supe lo que había pasado. El niño, que viajaba en la parte trasera del coche, tuvo un ataque de ira contra su madre, dio varias patadas en su asiento y le tapó los ojos con ambas manos cuando ella iba conduciendo. Este hecho provocó un frenazo brusco y el inmediato castigo. El niño bajó del coche y ellos se fueron. Dos minutos. Lo que se llama en el lenguaje cinematográfico tiempo objetivo. El tiempo anunciado coincide con el tiempo del reloj.

Desesperados, repiten el nombre de su hijo. Llaman a la policía. Pero no se atreven a manifestar que la desaparición había sido consecuencia de un castigo a su hijo. Les dicen que el niño pidió parar para orinar y se apartó porque es muy vergonzoso.

Sin embargo, con perspicacia, la policía descubre que hay un frenazo en las huellas de las ruedas del coche y otra rodada normal. Por consiguiente, han estado allí dos veces. Se ven obligados a descubrir la realidad.

La policía les advierte que es necesario saber la verdad. Su intervención tendrá más éxito si conocen todo lo que ha pasado: el niño ha podido ser devorado por una fiera o ha podido ser recogido por algún conductor que pasase por la carretera.

Al final de la película el niño aparece sano y salvo, sin que el espectador conozca el detalle de lo que ha sucedido con su descubrimiento. Un policía le acompaña. El padre acude a su encuentro de forma espontánea y entusiasta. La madre le mira desde la distancia, sin saber si dar rienda suelta a la alegría del reencuentro, sobrecogida por el reconocimiento de su drama interior.

La crisis ha puesto de manifiesto que la madre tiene una relación compleja con su hijo. Nunca aceptó su concepción ni su nacimiento. Y confiesa que la presencia del hijo en la vida ha estado en el origen de su infelicidad. ¿Cómo no tener en cuenta esa vinculación emocional en el análisis el afán sancionador?

Miguel Ángel Santos Guerra. El Adarve.

jueves, 15 de julio de 2021

Pedagogía del castigo

Para que todo siga igual, se recurre al tópico “la solución está en la educación” y, nos quedamos tan campantes creyendo haber encontrado el santo grial a partir del cual cambiaremos el mundo. La trampa está en que la educación, al igual que la libertad, son términos que se utilizan para ocultar su antónimo: analfabetismo y explotación que son, en realidad, la génesis de la forma de vida impuesta y en cuya erradicación se encuentran las claves para la transformación social. Por cierto, analfabetismo no es solo no saber leer ni escribir sino, sobre todo, fabricar sujetos ignorantes que, abducidos por los iconos de lo virtual, jamás leen un libro y tan siquiera serán capaces de escribir su propio epitafio.

Pues bien, acto seguido a hablar de “la educación”, nuestros ilustres banqueros, políticos y jueces pasan a identificar educación con castigo, dicho de otro modo, a defender un tipo de socialización fundamentada en la idea de que no es posible el respeto a las normas si no se establece el castigo correspondiente a su incumplimiento. Por tanto, para que se respete la libertad habrá que encerrar y privar de ella a quienes denuncian y defienden la explotación y la opresión de los pueblos, o a quienes, por no tener medios para acceder a los valores sacralizados como la propiedad, recurren a usurpar o hurtar algunas migajas del patrimonio ajeno.

El engaño de esta supuesta eficacia que legitima la pedagogía del castigo está en que la mayoría de las leyes y normas informales se violan sistemáticamente por parte de aquellos que tienen poder para hacerlo sin ser castigados. Ellos aprendieron de Piaget que cuando se castiga a una criatura, ésta no aprende a respetar las normas, sino que aprende como poder transgredirlas sin ser castigado. Así el objetivo de esta pedagogía en realidad es inyectar el miedo al castigo y, mediante la aplicación selectiva de sanciones, obtener los buenos dividendos que da la industria policial, penal y carcelaria de los estados, cumpliendo imprescindibles funciones para mantener el orden, no parar cambiar la sociedad.

Por César Manzanos Bilbao | 12/07/2021 

César Manzanos Bilbao, Doctor en Sociología y Profesor en la Universidad del País Vasco

domingo, 23 de agosto de 2020

GRANDES DISCURSOS DEL SIGLO XX. El alegato del líder indio en 1922 ante el tribunal que lo condenó por sedición. Cómo Gandhi encontró en la no violencia la mejor estrategia contra el Imperio Británico. Apaciguó los ánimos de una población dispuesta a una revuelta sangrienta

El Contexto

Perfecto conocedor de la ley y el derecho británicos tras haber estudiado en Londres y ejercer la abogacía durante más de dos décadas en la actual Sudáfrica, Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) regresó a su país en 1915 reconocido ya como un destacado activista de los derechos sociales. No en vano, aquel humilde abogado de Porbandar, hijo de comerciantes, había logrado el reconocimiento de los miembros de la minoría india como ciudadanos de pleno derecho en los dominios británicos de la Unión Sudafricana mediante una estrategia que él mismo denominó satyagraha (apego a la verdad). Lo que no había conseguido la colaboración de la población india en el bando británico en las guerras bóer lo consiguió la apuesta por la desobediencia civil y pacífica a la ley que obligaba a todos los indios a registrarse en un censo específico.

En 1918 abanderó su primera gran causa en India: las masivas protestas pacíficas de los campesinos de las regiones de Champaran y Jeda, obligados a cultivar índigo para elaborar tinte y venderlo a bajo precio en lugar de cultivar alimentos.

El primer éxito del joven letrado indio fue el reconocimiento de los derechos civiles de la minoría india de la Unión Sudafricana

A esa primera causa pronto se sumaron otras. Como ya había pasado en Sudáfrica, pese a que más de un millón de soldados y trabajadores indios habían servido en Europa bajo la bandera de Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, sus reivindicaciones civiles sólo obtuvieron por respuesta la denominada ley Rowlatt, que en 1919 concedía a las autoridades británicas plenos poderes en casos considerados de emergencia y limitaba las libertades indias. La ley pronto desembocó en el primer episodio sangriento, la conocida masacre de Amritsar, en el Punyab. El 13 de abril de ese año, una muchedumbre de diverso credo –sijes, hinduistas y musulmanes– celebraban el Vaisakhi (Año Nuevo) y el comandante militar británico, Reginal Dyer, ordenó abrir fuego a discreción en lo que consideró una acción de disidencia. Murieron cerca de 400 personas y más de un millar resultaron heridas.

Gandhi llamó de nuevo a la desobediencia civil y al boicot a los productos y empresas de la metrópoli y viajó por todo el país para promulgar esa respuesta no violenta ante el poder colonial, por más que se dieron diversos episodios violentos. “Sin nuestro apoyo, ni 100.000 europeos podrán dominar a nuestros pueblos”, proclamó, invitando también a la población musulmana a sumarse a la protesta. En septiembre de 1920 propuso al Congreso Nacional Indio abogar por el autogobierno, preferiblemente dentro del Imperio Británico, pero fuera de él si fuese la voluntad popular. Asimismo rehusó la participación de la población india en el régimen de representación local que fijó la reforma Montagu-Chelmsford, con las que los británicos trataron de reconducir la situación. El partido de Gandhi no se presentó a los comicios y el secretario de Estado británico para India, Edwin Samuel Montagu, dimitió. La situación política volvió a enquistarse.

Tras la masacre de Amritsar, el activista llamó a la desobediencia civil generalizada y el boicot a las empresas de la metrópoli. En diciembre de 1921, el Congreso Nacional Indio designó a Gandhi autoridad suprema y el filósofo y poeta bengalí Rabindranath Tagore –premio Nobel de Literatura en 1913– lo bautizó como Mahatma (alma grande). El 10 de marzo de 1922 fue arrestado en Bombay y el 18 condenado por sedición a seis años de cárcel. Fue excarcelado dos años después y en 1928, cumplida su condena, lideró una nueva protesta de resistencia pacífica contra las autoridades británicas contra el impuesto de la sal, cuyo monopolio estaba en manos del Gobierno colonial. Un nuevo paso hacia la independencia india.

Con esta sucinta información de Reuters informó La Vanguardia de la condena a Gandhi (tercera columna)

Opinión del periodista Enrique Fajardo (Fabián Vidal) sobre la condena a Gandhi en La Vanguardia del 24 de marzo de 1922

EL DISCURSO
“La no violencia es el primer precepto de mi fe.Y es el último precepto de mi fe. Pese a ello, tenía que tomar una decisión; o bien me sometía a un sistema que en mi opinión había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara cuando entendiera la verdad que salía de mis labios. Sé que mi pueblo ha enloquecido en algunas ocasiones. Lo siento muchísimo; y por ello estoy aquí, para someterme no a un castigo menor, sino a un castigo en toda regla. No pido clemencia, no apelo a ninguna circunstancia atenuante.

”Así pues, estoy aquí para prestarme a cumplir la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que puede hacer, señoría, es, como diré a continuación en mi declaración, o bien dimitir de su cargo o infligirme la pena más dura si cree que el sistema y la ley que usted contribuye a aplicar es buena para el pueblo. No espero que se produzca esa clase de conversión. Sin embargo, puede que cuando haya acabado con mi declaración, usted se haya hecho una idea de lo que arde en mi pecho y que ha dado alas al más loco riesgo que un hombre en su sano juicio puede correr.

”Pocos son los habitantes de la ciudad conscientes de cómo las multitudes prácticamente desahuciadas por la hambruna de India se están consumiendo hasta la inexistencia. Pocos son conscientes de que su miserable bienestar es fruto de la comisión que reciben a cambio del trabajo realizado para el explotador extranjero, que los beneficios y la comisión se obtienen de las masas. Pocos se dan cuenta de que el Gobierno establecido por ley en la India británica sigue en vigencia gracias a esa explotación de las masas. No hay sofistería ni malabarismo con las cifras que sirva de explicación convincente para la obviedad, para los esqueletos que se ven a simple vista en muchas aldeas. No me cabe ninguna duda de que tanto Inglaterra como los habitantes de las ciudades indias tendrán que responder, si es que hay un Dios en las alturas, por este crimen contra la humanidad que tal vez no tenga precedentes en la historia.

La no violencia es el primer precepto de mi fe. Pese a ello, o bien me sometía a un sistema que había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara”

Mahatma Gandhi
”En este país, la misma ley se ha puesto al servicio del explotador extranjero. Mi experiencia en casos políticos en India me lleva a la conclusión de que en nueve de cada diez ocasiones los condenados eran totalmente inocentes. Su delito fue amar a su país. En los tribunales de India, en noventa y nueve casos de cada cien, a los indios se les ha negado la justicia en favor de los europeos.No se trata de una visión exagerada. Ésta ha sido la experiencia de casi todos los indios que han tenido algo que ver con esos casos. En mi opinión, la aplicación de la ley se ha prostituido por tanto de forma consciente o inconsciente en beneficio del explotador.

”La mayor desgracia es que los ingleses y sus socios indios de la Administración del país no saben que están involucrados en el delito que he intentado describir. Me siento satisfecho de que muchos funcionarios ingleses e indios crean sinceramente que aplican uno de los sistemas mejor ideados del mundo y que India avanza a un ritmo constante aunque lento. No saben que un sistema sutil aunque efectivo de terrorismo y un despliegue organizado de fuerza, por una parte, y la privación de todo poder de represalia o de autodefensa, por otra, han mutilado al pueblo y los ha hecho incurrir en el hábito de la simulación. Este horrible hábito se ha sumado a la ignorancia y al autoengaño de los administradores.

”El artículo 124-A en virtud del cual felizmente se me acusa sea tal vez el rey de los artículos políticos del Código Penal indio ideado para suprimir la libertad del ciudadano. El afecto no puede ser manipulado ni regulado por la ley. Si uno no siente afecto por una persona o cosa, debería ser libre para transmitir la total expresión de su desafecto siempre que no contemple ni fomente la violencia ni incite a ella. No obstante, el artículo en virtud del cual se nos acusa al señor Banker y a mí establece que el mero fomento del desafecto constituye un delito. He estudiado algunos casos juzgados por este artículo y sé que algunos de los más apreciados patriotas indios han sido condenados en virtud del mismo. Por lo tanto, considero un privilegio que se me acuse del mismo delito. He intentado por todos los medios comunicarles de la forma más breve posible la razón de mis desafectos.

Lo único que pueden hacer, señoría, es o bien dimitir de su cargo si siente que la justicia que debe administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa”

Mahatma Gandhi

”No siento animadversión personal por ningún administrador en concreto ni mucho menos puedo sentir desafecto por su majestad el rey. Sin embargo, considero una virtud sentir desafecto por un Gobierno que en su totalidad ha hecho más daño a India que cualquier sistema anterior. India es menos valerosa bajo el mandato británico de lo que había sido jamás. Con esta creencia, considero un pecado sentir afecto por el sistema. Y ha sido un precioso privilegio para mí poder escribir lo que he escrito en los diversos artículos presentados como pruebas en mi contra.

”En realidad creo que he prestado un servicio a India y a Inglaterra al demostrar que la desobediencia es la forma de abandonar el estado antinatural en el que ambas naciones viven. En mi modesta opinión, la desobediencia al mal es un deber tanto como lo es la obediencia al bien. No obstante, en el pasado, la desobediencia ha sido expresada, con deliberación, en forma de violencia contra el perpetrador del mal. Mi cometido es el de demostrar a mis compatriotas que la desobediencia violenta sólo multiplica el mal y, puesto que el mal sólo puede sobrevivir gracias a la violencia, negarse a apoyar al mal requiere el abandono incondicional de la violencia.

”La no violencia implica la sumisión voluntaria al castigo por la desobediencia al mal. Por tanto, estoy aquí para dar la bienvenida y someterme de buen grado al cumplimiento de la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que pueden hacer, señoría y señores asesores, es o bien dimitir de su cargo y así distanciarse del mal si sienten que la justicia que deben administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa si creen que el sistema y la ley que consienten en administrar es buena para las personas de este país y que mi actividad es, por tanto, perjudicial para el bien común.

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/20191206/472018308412/gandhi-india-independencia-discurso-no-violencia-desobediencia-civil.html

viernes, 9 de marzo de 2018

Crimen y castigo. España tiene una de las tasas más altas de encarcelamiento de la Unión Europea y los tiempos de las condenas suelen triplicar la media de otros países de la región.

Diana Quer no murió. Ni siquiera la palabra asesinato parece decir lo suficiente. Fue arrancada a la vida. En principio, uno no elegiría a Franz Kafka para hablar del gozo de vivir, pero es difícil expresarlo mejor que como lo hizo el joven triste de Praga en este aforismo: “¿Cómo puede alguien alegrarse por el mundo excepto cuando se huye hacia él?”. Sentimos muchas veces las ganas de huir del mundo, la nostalgia de unas alas, pero no hay sensación comparable al impulso de huir hacia él. Abrir la puerta, no para escapar, sino para refugiarse en el mundo. Y eso es lo que vemos en la mirada de Diana, y en las fotos de tantas desaparecidas: alguien que corre hacia la vida. Y se la arrancan.

Veo al padre de Diana y al de Mari Luz Cortés (asesinada a los cinco años, en 2008) portando un cartel en el que anuncian el apoyo de dos millones de firmantes en una campaña a favor de mantener la llamada “prisión permanente revisable”. A efectos críticos, también denominada “cadena perpetua revisable”. Esta ley, muy cuestionada, entró en vigor en 2015, con el único apoyo conservador. Ahora, una mayoría parlamentaria plural estudia su derogación. Comprendo el activismo en este asunto de los padres de Diana y Mari Luz, como el de los familiares y personas cercanas a otras víctimas. Los sentimientos y las emociones no se pueden juzgar. Se respetan. Y se intenta compartir un dolor que se sabe oceánico.

Lo que no es tan comprensible es el aprovechamiento partidario de esas tragedias. Los líderes políticos, los gobernantes, tienen que escuchar siempre a la gente, y en especial tienen que “escuchar” el dolor. El dolor no aplaude. Y el liderazgo servicial tampoco cura. Pero esa presencia en el lugar del dolor, y en el momento necesario, contribuye a crear confianza. No es posible una democracia sin confianza básica. Pero la confianza, como la libertad, no es un arenque salado. Hay que ejercerla. Lo contrario, lo que crea desconfianza, es la explotación del dolor de las víctimas con fines sectarios. En este caso ha sido una maniobra demasiado obscena. La agitación del dolor para ­disputar unas décimas.

La encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) guía a los políticos españoles como el calendario lunar a las plantas. La más reciente resultaba preocupante para la derecha gobernante. Por un lado, registraba una creciente inquietud por la corrupción, solo superada como problema por el paro. Por otro, apuntaba un alza espectacular de Ciudadanos. Los conservadores necesitaban un frame, un nuevo encuadre, un motivo para cambiar la conversación popular. Quizás alguien levantó la nariz hacia una estantería y se encontró con un título clásico: Crimen y castigo. ¡Ese era el framing, ese era el encuadre! Es un buen tocho, así que le cascaron con Dostoievski a Albert Rivera y compañía.

En los últimos años, los partidos que podríamos llamar tradicionales o más acomodados han situado, terrorismo aparte, como principal peligro de desestabilización al “populismo”. En España se utilizó de manera indiscriminada, con poco rigor, sobre todo para estigmatizar a Podemos, una fuerza que nunca fue xenófoba ni antieuropeísta. Al contrario, fue una de las organizaciones más activas en defender la acogida a los refugiados y en la lucha contra las desigualdades. El verdadero “populismo” es el que excita los instintos básicos de la gente. Por ejemplo, la cuestión del crimen y el castigo. La verdad es que España tiene una de las tasas más altas de encarcelamiento de la Unión Europea y los tiempos de las condenas y su cumplimiento suelen triplicar la media de los otros países de la región. Por eso algunos catedráticos en Derecho Penal han calificado esta operación política como un “populismo penitenciario”.

Cuando se detiene a un malo que parece el retrato del mal, cuando se nos representa como un monstruo, es fácil conseguir un clamor para que se endurezca el castigo hasta el límite. Pero hay otro dato que a mí me parece monstruoso: aunque ha aumentado la sensibilidad respecto de los estudios anteriores, solo un 4,6% de los encuestados considera una preocupación principal la violencia machista. Y eso no lo arregla solo la política penitenciaria.

https://elpais.com/elpais/2018/02/07/eps/1518020811_577679.html

martes, 27 de febrero de 2018

AYUDANDO A LOS NIÑOS A TENER ÉXITO. Lo que funciona y por qué

Por Paul Tough
125 pp. Houghton Mifflin Harcourt. $ 18.99.

Hace cuatro años, el periodista del New York Times Magazine, Paul Tough, publicó un libro titulado "Cómo triunfan los niños", que argumentaba que con la obsesión moderna por aumentar los puntajes de los estudiantes en lectura y matemáticas se pierde la mayor parte de lo que importa en educación. En cambio, los rasgos de carácter como la determinación, la curiosidad, la persistencia y el autocontrol son las claves del éxito en la escuela, la universidad y la vida.

Los padres y maestros cansados ​​de las pruebas aceptaron el mensaje y Tough pasó los siguientes años hablando, viajando e informando sobre los programas que trabajan para poner en práctica estas ideas. Pero al hacerlo, se dio cuenta de una "paradoja": muchos de los educadores que eran inusualmente buenos enseñando gran dominio y autocontrol no utilizaron esas palabras para describir sus objetivos. A menudo, ni siquiera eran conscientes de que eran avatares de lo que Tough creía que era un nuevo enfoque innovador para la educación. ¿Por qué? ¿Y qué significa eso? El nuevo libro de Tough, "Helping Children Succeed", describe su intento de averiguarlo.

Menos una secuela completa de "Cómo triunfan los niños" que una breve compañía, "Helping Children Succeed" sostiene que las habilidades como la regulación emocional y la adherencia no se pueden enseñar de la misma manera que los niños son entrenados para decodificar fonemas y resolver ecuaciones cuadráticas. "Ningún niño aprendió curiosidad llenando hojas de trabajo de curiosidad", señala. En cambio, el carácter es el producto de entornos en los que los niños forman vínculos fuertes y seguros con los maestros y cuidadores, y se les enseña de maneras que estimulan su autonomía y capacidad para resolver problemas.

Para los niños pequeños agobiados por las cicatrices mentales del estrés tóxico y las infancias empobrecidas, este enfoque puede romper un ciclo generalizado de fracaso. "Las disfunciones neurocognitivas pueden convertirse rápidamente en disfunciones académicas", escribe Tough. "A medida que se retrasan, se sienten peor consigo mismos y peor en la escuela. Eso crea más estrés, que a menudo alimenta los problemas de conducta, lo que lleva, en el aula, a la estigmatización y al castigo, lo que mantiene sus niveles de estrés elevados, lo que hace que sea aún más difícil concentrarse, y así sucesivamente".

Tough es experto en traducir la jerga académica en una prosa precisa y accesible. "Helping Children Succeed" emplea la narrativa heroica estándar del progreso en las ciencias: social, cognitiva, neuro y más. Los nuevos hallazgos de investigación suelen ser un poco innovadores, contraintuitivos o reveladores. Al abordar la primera infancia, donde las políticas sociales estadounidenses son particularmente débiles, ve grandes oportunidades para ayudar a los padres en apuros a mejorar su crianza, incómodo como puede ser el juicio implícito. Los centros asequibles de aprendizaje temprano para los hijos de padres que trabajan, es decir, la mayoría de los niños, pueden ayudar a los estudiantes de bajos ingresos a ponerse al día con sus pares más adinerados.

Pero Tough reconoce que los primeros años pasan rápidamente. La mayor parte del trabajo de construcción del carácter duro tendrá que suceder en las escuelas públicas "profundamente rotas". Para encontrar ejemplos de cómo las escuelas podrían ser mejores, busca principalmente redes nacionales de escuelas como Aprendizaje Expedicionario y Logro Primero. Tough sabe que esto es complicado, y complicando, porque las escuelas charter como Achievement First se ven a menudo tan centrada en la mejora de resultados de los exámenes de lectura y matemáticas, sin descanso, - las habilidades muy “cognitivas” que su libro antes argumentado se insistirá lo suficiente, en detrimento del carácter .

Muchas escuelas chárter, explica Tough, han cambiado hacia un enfoque más equilibrado, con una disciplina menos severa y una mayor disposición a dejar que los estudiantes tengan dificultades, fracasen y aprendan de la experiencia. De lo contrario, sus expertos examinadores se fundarán en la universidad y más allá. La lección más amplia parece ser que, si bien los rasgos de carácter son distintos desde el punto de vista educativo y neurológico de la experiencia académica tradicional, los tipos de escuelas que mejor enseñan ambos conjuntos de habilidades pueden ser una misma cosa.

¿Cómo crear más escuelas de ese tipo, que son pocas y distantes? "Ayudando a los niños a tener éxito" deja sin respuesta esa pregunta, el gran enigma sin resolver de la política educativa moderna. Lo que significa que los maestros, legisladores y líderes escolares necesitan un montón de las cualidades que promueve de manera persuasiva y dura: desafíos en vista de la creciente desigualdad económica, la curiosidad de mirar más allá del dogma educativo asentado, la persistencia y el autocontrol cuando los presupuestos se encogen y las atenciones disminuyen. La ciencia del carácter se ha convertido en una nueva ventana valiosa sobre lo que debería ser la educación. Pero construir grandes escuelas sigue siendo un viejo desafío, (para el que no existe una varita mágica) aún no resuelto.

Kevin Carey es el autor de "El fin de la universidad: crear el futuro del aprendizaje y la Universidad de todos lados".

‘Helping Children Succeed,’ by Paul Tough.

https://www.nytimes.com/2016/06/12/books/review/helping-children-succeed-by-paul-tough.html?emc=edit_tnt_20160610&nlid=31217582&tntemail0=y

lunes, 6 de junio de 2016

Valer para estudiar

Belén Gopegui
Diagonal

El escritor Antonio Muñoz Molina ha publicado una carta en El País dirigida a su maestro de la niñez. Allí cuenta que cuando tenía once o doce años su padre pensó en sacarle de la escuela, pero su maestro le dijo que no lo hiciera porque el niño "valía para estudiar". Me interesan poco los argumentos ad hominem y si cito al escritor es por aclarar las fuentes y porque su carta ha sido leída como si lo que expresa fuese al mismo tiempo conmovedor y lógico.

No se trata de juzgar la reacción del maestro en aquel tiempo: ante la situación social de muchos niños –y qué decir de las niñas– a quienes se les impediría seguir estudiando, amparar a los que la tarea –carente, por cierto, de valor alguno en sí misma– de resumir o memorizar temas resultaba más llevadera y fácil.

Sí sobresalta que cincuenta años después no haya habido por parte de quien escribe la carta siquiera un instante de reflexión sobre lo que conlleva la idea "valer para estudiar" incluso a los once años: el simétrico "no valer" y el probable ingreso precoz en un tiempo donde la necesidad de sobrevivir suele devorar la de vivir. Una declaración, en fin, de fracaso sin ambages del país y del sistema educativo.

Si en algún momento empiezan a perfilarse con nitidez aptitudes y dificultades, la labor del sistema debería ser estimular las aptitudes y contribuir a paliar las dificultades, entendiendo que el estudio tiene mucho más que ver con la curiosidad desinteresada por el mundo –y qué niño o niña no la tiene– que con la docilidad, la repetición y el empaquetamiento de información que será luego desempaquetada en el examen.

Escribe una persona dedicada desde hace décadas a la enseñanza pública: "Cualquier alumno o alumna que deje la escuela sin terminar es un fracaso para el profesorado y el sistema. Quien crea saber el futuro de su alumnado es bastante ignorante. El Bachillerato nocturno está lleno de alumnado que fracasó (se le echó o no tuvo las mismas oportunidades) y a pesar de sus pesares sigue con ganas de seguir aprendiendo y saca sus estudios por la tarde-noche, a menudo después de su jornada laboral matinal. ¿Quién vale para estudiar?".

En nombre de una siempre cuestionable valía personal, algunas expresiones terminan justificando que se arrebate a millares de niñas y niños el tiempo de la calma y la curiosidad, el tiempo que debiera detener la ley de la selva, el tiempo que está esperando por ti.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/30332-valer-para-estudiar.html

lunes, 21 de septiembre de 2015

Manzanas. Seréis expulsados del paraíso de la ciencia y vuestro cerebro seguirá siendo corroído y manipulado por la superstición


La inteligencia humana se ha movido simbólicamente en torno a tres manzanas.

Primero fue la manzana del paraíso que la serpiente ofreció a Eva. Si coméis el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal seréis como dioses. El texto original en hebreo se fue adulterando al pasar por diversas traducciones del griego al latín. Se supone que la serpiente ofreció a Eva una propuesta hacia el conocimiento, pero el cristianismo adoptó una acepción equivocada de manzana, malum en latín, y transformó en pecado lo que en la lengua original se exponía de manera positiva y liberadora. La religión católica ha seguido interpretando la pérdida del paraíso como castigo ejemplar frente a la teoría de la evolución.

La segunda manzana fue la que, según la tradición, le cayó a Newton en la cabeza y le impulsó a desarrollar la ley de la gravedad, llave de la física moderna, que ha permitido que una sonda espacial haya llegado a Plutón después de recorrer 5.000 millones de kilómetros.

La tercera manzana preside hoy la empresa más exitosa de nuestro siglo. Apple muestra con orgullo su logo universalmente conocido, una manzana con un pequeño mordisco cuyo significado alude de nuevo a la liberación que proporciona el conocimiento.

La nueva Ley de Educación perpetrada por el infausto ministro Wert equipara las manzanas de la física y de la informática con la manzana del paraíso, que solo es fruto de un cuento mágico, paradigma de la culpa de la inteligencia, origen de todos los males.

La enseñanza de la religión como asignatura favorecida y evaluable pone a Eva al mismo nivel de Newton y de Alan Turing, padre de los nuevos ordenadores. Pero hoy la serpiente diría a los alumnos: si mordéis esta manzana de Wert no seréis como dioses. Seréis expulsados del paraíso de la ciencia y vuestro cerebro seguirá siendo corroído y manipulado por la superstición.

El País. 20 SEP 2015 - http://elpais.com/elpais/2015/09/18/opinion/1442588941_914907.html

Las ideas no son manzanas.
“If you have an apple and I have an apple and we exchange these apples then you and I will still each have one apple. But if you have an idea and I have an idea and we exchange these ideas, then each of us will have two ideas.”

Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana y las intercambiamos, entonces ambos aún tendremos una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea y las intercambiamos, entonces ambos tendremos dos ideas.

Este simple ejemplo de George Bernard Shaw debería ser suficiente para mostrar la diferencia fundamental entre el conocimiento y los bienes materiales. Sin embargo, parece ser la tendencia actual el cubrir al conocimiento con un manto de escasez artificial, impidiendo su difusión para de esta forma asemejarlo a las cosas materiales y tratarlo como a estas últimas...
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