He citado muchas veces este pensamiento del profesor Emilio Lledó porque, a mi juicio, contiene una profunda verdad: “Educar no es solo una forma de ganarse la vida. Es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros”. ¡Ganar la vida de los otros! En este caso que hoy me ocupa, han sido los educandos quienes han arrebatado la vida a su educadora. Han dado vuelta a la idea de una forma dramática. Cuesta pensar en esta inversión de la realidad esperada y prometida. Ella pretendió ganar la vida de sus educandos y, en el intento, perdió la suya. Se la arrebataron aquellos que estaban recibiendo la ayuda que necesitaban para tener una vida digna.
Lo que suele suceder con estos casos es que, mientras dura la llamarada de la información de un hecho tan atroz, surge una poderosa reacción que tiene componentes de rabia, de dolor, de miedo y de desesperación que nos ofuscan para hacer un análisis riguroso y tomar decisiones racionales y éticas. A los pocos días, la llamarada se convierte en un montón de cenizas y todo sigue igual.
El peligro es que, al calor de ese fuego se llegue a conclusiones peligrosas: lo que hace falta es mano dura, hay que modificar la Ley del Menor y reducir la edad penal, hay que endurecer las penas, esos jóvenes son delincuentes irredentos, para domarlos hacen falta policías y no educadores, hay que llenar los pisos de vigilantes y de cámaras, todo el dinero que se dedique a la causa es dinero perdido, hay que meterles en la cárcel si son tan peligrosos, si cometen delitos de adultos que tengan penas de adultos…
Es importante reflexionar con detenimiento sobre el camino que han recorrido estos jóvenes para llegar al punto en el que se encuentran. No se llega a esta situación por casualidad. Todo ha fracasado en su breve y triste historia: la familia, la escuela, la sociedad…
No voy a negar la responsabilidad con la que cada persona tiene que afrontar sus actos, pero hay que preguntarse: ¿qué les ha pasado a estos chicos para ser capaces de estrangular a su educadora con el fin de alcanzar la libertad huyendo en su vehículo? ¿Qué futuro podrían soñar con los medios de que disponen? ¿Qué sueño estúpido e imposible les hizo cometer un crimen?
Hace muchos años conocí y participé en una experiencia llamada “Pisos Promesa” de la que se hacían cargo Educadores Especializados. La inspiraba Enrique Martínez Reguera, que dedicó toda su vida a reconstruir la historia de muchos niños y jóvenes desadaptados. Dejó plasmada su experiencia en libros magníficos como “Cachorros de nadie”, “Convivencia restaurativa”, “Pedagogía para mal educados”, “La calle es de todos”, “Manifiesto personal contra el sistema”, “Con los niños no se juega”, “Remando contracorriente”, “Tiempo de coraje”… Sobre la mesa tengo ahora otro libro suyo titulado “De tanta rabia, tanto cariño” con una dedicatoria de su puño y letra: “Te envío este sendero dilatado de rabia y cariño. Tú lo acompañaste desde el principio. Un abrazo”. Cuánto amor rezuman esas páginas. Y cuánto dolor. En un solo mes asistió al entierro de quince chicos: sobredosis, accidentes, muertes violentas…Enrique, ya jubilado, nos ha dejado una herencia de compromiso, inteligencia y amor por estos chicos. En esa hermosa lucha sigue, con una perseverancia admirable, mi amiga Elena Agulló, con quien he hablado antes de escribir estas líneas. Ella puede hablar desde la experiencia vital de estos jóvenes porque convive con ellos.
Entendíamos entonces que para que sanase una mala relación de un individuo con la sociedad no bastaba con intervenir sobre una de las partes como es el joven conflictivo sino que había que sanar la relación mejorando el contexto en el que vivía. Un matrimonio, o una pareja de novios o de amigos acogían a algunos jóvenes que hacían vida de familia en el piso. Si estaban en edad escolar asistían a la escuela y si ya habían dejado el sistema educativo, acudían al trabajo.
Los presuntos autores del crimen de Badajoz, aunque con distinto nivel de participación, son tres de los menores que estaban a cargo de Belén: dos varones de 14 y 15 años, y una chicade 17 que no participó en el crimen. Todos ellos españoles. Subrayo esta circunstancia para poner en solfa la tesis que la ultraderecha difunde como un mantra: la inmigración trae a nuestro país la delincuencia. Los menas (menores inmigrantes no acompañados) son un peligro para el país, sostiene una y otra vez el señor Abascal.
Belén había comenzado su turno a las ocho de la tarde y le arrebataron la vida apenas tres horas después. Los menores implicados en los hechos robaron las pertenencias y el coche de la víctima, tras arrebatarle las llaves para salir de la vivienda. La fuga parece ser el único objetivo de los tres adolescentes, que emprendieron su huida en dirección a Mérida y tuvieron un accidente en la A-5 a la altura de Torremayor que les obligó a abandonar el vehículo, un Renault Megane, de color gris. Después del siniestro, lograron llegar a Mérida haciendo autoestop.
El cuarto residente del piso tutelado fue quien dio la voz de alarma en cuanto sus compañeros salieron del inmueble. El joven escuchó los gritos de Belén e incluso vio parte de la agresión. Cuando los agentes llegaron al domicilio, alrededor de las once de la noche, encontraron el cadáver de la educadora en el despacho con evidentes signos de violencia y asfixia. La mujer habría sido estrangulada con un cinturón de rafia que se encontró en la escena del crimen.
El adolescente de 14 años, que es originario de Don Benito, ha agredido a su padre en varias ocasiones. En una de ellas, incluso le rompió la nariz. El hombre llegó a hacer un llamamiento público a principios de mes para encontrar a su hijo después de que se marchara del centro con su compañero.
«Reconocemos la magnitud de esta tragedia y el impacto que ha tenido en quienes amaban a Belén, una joven entregada y apasionada en su trabajo y con los jóvenes que cuidaba», dicen los familiares del adolescente de 14 años.
El joven de 15 años es el más agresivo y el que más antecedentes tiene de los tres arrestados. Algunos de ellos relacionados con el robo de vehículos. De hecho, los investigadores creen que él conducía el coche de la víctima en el momento del siniestro en la A-5 que les obligó a improvisar para continuar con su huida.
Los pisos tutelados son viviendas pensadas para personas que se quiere que sean autónomas pero que necesitan una atención especial por parte de distintos profesionales (generalmente trabajadores o educadores sociales).
En cuanto a la gestión de los pisos tutelados, hay pisos públicos y también gestionados por entidades privadas y el precio, que puede llegar a los 2.000 euros en el segundo caso, varía en función de la tipología. Me preocupa también que este tipo de pisos estén privatizados y, por consiguiente, convertidos en negocio. ¿Cómo se les puede evaluar y exigir el cumplimiento de sus obligaciones?
Se pide seguridad para esos pisos pero yo creo que en una familia no tendría sentido tener un guardia civil de vigilancia y la casa llena de cámaras. Otra cosa es que esté una sola educadora con el grupo. Porque una persona sola no puede hacer frente a las responsabilidades y los riesgos que conlleva la tarea compleja de la reinserción social.
Ojalá que el dramatismo de este crimen que se lleva tan cruelmente a una educadora de 35 años no convierta a todos esto ”niños en peligro” en “niños peligrosos”.
Mi sentido pésame a la familia, amigos y compañeros de Belén. ¿Cómo se podía imaginar que, cuando esa tarde salió para dar un trocito de su vida a esos chicos se iba a encontrar con quienes le iban a arrebatar la suya para siempre? La justicia pondrá un poco de bálsamo en la herida y, sobre todo, el recuerdo de una maravillosa mujer que dio su vida por salvar a quienes la sociedad considera muchas veces irredentos. Sea este artículo un humilde homenaje.