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miércoles, 12 de noviembre de 2025

La caza en la escuela

Me repugna ver la imagen de un joven con una escopeta al hombro esperando la aparición de una perdiz, un conejo o un ciervo.

Me repugna ver la imagen de un joven con una escopeta al hombro esperando la aparición de una perdiz, un conejo o un ciervo. / l.O.

Voy a dedicar estas líneas a reflexionar sobre las consecuencias que tiene dejar la iniciativa política en manos de la ultraderecha

El PP y Vox están protagonizando en la Comunidad Valenciana una alianza singular. Vox tiene cogido por el cuello al PP y de él han dependido los presupuestos y ahora dependen la gobernabilidad y la sucesión del mentiroso, egoísta e irresponsable señor Mazón. Feijóo quiere y no quiere estar del lado de Abascal porque la cercanía le quita votos y la lejanía le deja sin gobiernos. La alianza con Vox conlleva tomar decisiones repugnantes respecto a la inmigración, a la violencia de género, a la enseñanza y a la sanidad públicas, al derecho al aborto, a la política ambiental, a la ley de memoria histórica… Aliarse con Vox conlleva un retroceso de medio siglo en calidad democrática. Pero lo importante es el poder.

Voy a dedicar estas líneas a reflexionar sobre las consecuencias que tiene dejar la iniciativa política en manos de la ultraderecha. Es solo un pequeño ejemplo, pero muy significativo. Por eso evitar que gobierne es una preocupación decisiva aunque al señor González le parezca una inquietud antidemocrática.

Las Cortes Valencianas acaban de aprobar, a propuesta de Vox y con los votos del PP, que la caza sea una actividad extraescolar que se ofrezca a los alumnos y alumnas en los centros educativos. Hay en esa iniciativa dos dimensiones igualmente dañinas y despreciables. La primera es que un acto violento que exige el uso de armas y produce como consecuencia la muerte de un animal, se ofrezca a niños y jóvenes como una actividad formativa. ¿A qué le llaman formación estos bárbaros? La segunda es que esa actividad figure en el currículum de una institución educativa, ya que esa institución tiene como finalidad formar personas pacíficas, solidarias y compasivas. Convertir la caza en una actividad escolar es, por consiguiente, contradecir la esencia de la escuela.

Cuando, allá por los años 80, fui Director de un Colegio en Madrid con 1700 alumnos y alumnas, organizamos un programa de más cincuenta actividades paralelas (no las llamábamos ni complementarias ni extraescolares). Había actividades literarias (tres revistas, periódico mural, teatro, teatro leído), icónicas (taller de fotografía, taller de cine, cinefórum, comic, filatelia), manuales (marquetería, aeromodelismo, macramé, cabuyería, palillos, arcilla, bricolaje, cocina, taller de títeres), musicales (instrumentos, coro, baile, cancionero infantil, expresión corporal), juegos de mesa (ajedrez, damas, dominó), deportivas (natación, fútbol, baloncesto, balonmano, voleibol)… También había actividades para las familias. Tengo delante el folleto en el que explicábamos las finalidades formativas de las actividades. Digo esto por si a los políticos de la derecha valenciana no se les ocurren otras actividades más formativas que la caza.

Me repugna ver la imagen de un joven con una escopeta al hombro esperando la aparición de una perdiz, un conejo o un ciervo. Y, sobre todo, imaginar su alegría porque el disparo certero ha provocado brutalmente la muerte de un animal que volaba o corría felizmente.

No puedo aceptar que se destine dinero público a cultivar esa afición, como no aceptaría que en la escuela hubiese actividades relacionadas con el toreo o las peleas de perros. Porque son actividades violentas, cargadas de crueldad y sufrimiento.

No entienden estas personas que las nuevas generaciones tienen otra sensibilidad respecto a la naturaleza, a los animales y a la violencia. Lo he visto en muchas familias y en la mía propia: los más jóvenes tienen una conciencia más clara de la necesidad de respetar la vida de los animales, de sus derechos, de sus necesidades. Por eso creo que decisiones como esta de la Comunidad Valenciana suponen un retroceso histórico.

Las razones en las que se pretende justificar la decisión se sitúan entre lo estúpido, lo tramposo y lo ridículo. Se dice, por ejemplo, que la caza es necesaria para que la naturaleza mantenga el equilibrio ecológico. Sin ningún dato, sin ninguna argumentación. Y, aunque así fuera, hay otros modos de conseguirlo más eficaces, que aficionar a los niños y a las niñas a esta actividad violenta.

Vox presentó la medida alegando la necesidad de garantizar el relevo generacional del sector cinegético, que según defienden estaría en declive por la “falta de interés” de los jóvenes. Yo pienso que hay que celebrar esa falta de interés, que hay que felicitarse por ella.

El PP respalda la iniciativa destacando que la caza es, a su juicio, un “importante sector económico con relevancia cultural” que debe ser defendido y promocionado. ¿Hay que poner la economía por encima de los valores, de la educación, de la sensibilidad con el mundo animal? Y, por otra parte: ¿cuál es la relevancia cultural de la caza? ¿Que hay excelentes cuadros de pintores sobre ella? También los hay sobre la guerra, sobre el crimen, sobre el terror.

La propuesta aprobada en Les Corts plantea organizar charlas, talleres y campamentos escolares para promover la caza entre menores. Y cacerías a buen precio. Vox presentó la medida alegando la necesidad de garantizar el relevo generacional del sector cinegético, que según dicen estaría en declive por la “falta de interés” de los jóvenes. “Las nuevas generaciones rechazan la violencia hacia los animales. En lugar de aceptarlo, PP y Vox intentan manipular y adoctrinar para frenar la evolución natural de nuestra sociedad hacia la compasión. Esta propuesta es un intento desesperado de mantener viva una actividad que está perdiendo legitimidad social”, dice Aïda Gascón, directora de AnimaNaturalis en España.

PP y Vox justifican la medida como parte del “relevo generacional” en la actividad cinegética, pero sólo buscan normalizar la violencia hacia los animales y educar a niños y niñas en prácticas que implican matar. No es necesario que haya relevo generacional para realizar una tarea como la caza, de la misma manera que no queremos que haya verdugos, toreros y organizadores de peleas de gallos. Si se extinguen esas actividades, el mundo será mejor.

La Declaración de los Derechos del Niño es un documento adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959, que establece que todos los niños tienen derechos universales como la protección especial, la educación, la salud y la no discriminación. Aunque la declaración fue un paso histórico, no era legalmente vinculante. Fue reemplazada y complementada por la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989, que es un tratado internacional legalmente vinculante que reconoce a todos los menores de 18 años como sujetos de pleno derecho. El principio 10 dice: “Los niños deben ser educados en valores de paz, amistad y comprensión entre los pueblos”.

Ya sé que la actividad de la caza será una actividad voluntaria, que no se obligará a los niños o a los jóvenes a realizar esa actividad. Pues solo faltaba. El problema está en que la escuela ofrezca esa actividad y en que algunas familias obliguen a sus hijos a inscribirse en ella. Digo esto porque no me extrañaría que los votantes de la propuesta de Vox tengan un elevado interés en que sus hijos se conviertan en buenos cazadores. ¿Y las niñas también? ¿O consideran los votantes esta actividad exclusivamente masculina?

La educación emocional que hoy defendemos con tanto empeño, es contraria a aficiones tan violentas y sangrientas como son la caza y los toros. Ha sido raro que la derecha y la ultraderecha se hayan olvidado de las corridas de toros como actividad extraescolar. Como se está perdiendo el interés por esta cruel afición, pongamos clases de toreo. Es muy cultural saber poner unas buenas banderillas o dar unas buenas manoletinas que culminen con la muerte del animal entre los acordes de la música y los aplausos del público

Educar la sensibilidad no solo requiere cultivar sentimientos de solidaridad y compasión hacia los seres humanos, Hay otros seres sintientes que habitan la tierra con nosotros. Los animales deben ser protegidos, cuidados y respetados.

En Dinamarca, por ejemplo, los niños y las niñas aprenden en clase algo más que matemáticas o historia, aprenden a ser amables y buenas personas. Cada semana, desde 1993, los estudiantes de 6 a 16 años dedican una hora a lo que llaman Klassens Tid (en danés, Hora de clase), una clase en la que no hay exámenes ni calificaciones. Solo conversaciones y actividades que cultivan la empatía. Allí aprenden a ponerse en el lugar del otro, a pedir perdón, a escuchar sin juzgar y a cuidar no solo a las personas sino también a los animales. Estas lecciones enseñan que la compasión no tiene límites y que pequeños gestos pueden cambiar un ambiente entero. Con el tiempo los niños se vuelve más seguros, más comprensivos y más felices. Dinamarca demuestra que educar la empatía no solo es una buena idea, es una forma poderosa de construir un mundo mejor. Y es que de eso tiene que preocuparse la escuela. No de cómo matar animales.