domingo, 30 de septiembre de 2018

Italia. Un gobierno extremadamente peligroso.

NPA

En 2018 la fórmula “la extrema derecha está a las puertas del poder” ha caducado. Ya está en el poder en Polonia, Hungría, Austria, y ahora en Italia, cuarta potencia económica del continente. Y este gobierno italiano de coalición Movimiento Cinco Estrella (M5S)/Liga es ya un caso de estudio. Una increíble lección sobre lo que es la demagogia.

¿La promesa social a las clases populares y en particular a los parados del sur, realizada por el M5S? Olvidada.
La “renta universal” está atrasada. ¿La promesa social a los pequeños y grandes burgueses adinerados realizada por la Liga? olvidada. El ultraliberal “flat tax” (tarifa plana- un impuesto sobre la renta reducido y ya casi nada de progresivo) es atrasado. Demasiado caras, y por otra parte contradictorias entre sí, puesto que la segunda, muy popular en el norte, impediría financiar la primera, ¡muy popular en el sur!.

Pero no importa mucho si lo esencial de su programa “común” es enterrado. La Liga y el M5S cuentan con que se harán perdonar por la estupidez de la gente echándole un hueso que roer: golpear a las personas migrantes. El nuevo gobierno ha inaugurado por tanto su reinado con el golpe al Aquarius y toda una serie de infamias del mismo calibre.

Pero, ¿qué decir de la indignación proclamada por la Comisión Europea y Emmanuel Macron? Pues que en el fondo rivalizan en gran medida en bajezas con Salvini y di Maio y que con ello les refuerzan. La Comisión (y los gobiernos francés y alemán con ella) ha aparentado querer bloquear la constitución del nuevo gobierno italiano. Pero era exclusivamente para tener una garantía de los déficits y los compromisos financieros de Italia. Macron ha declarado “irresponsable” la decisión de cerrar los puertos italianos al Aquarius. Pero, él mismo, más que nunca, rechaza a las personas migrantes al otro lado de los Alpes, se niega a abrir los puertos, quiere multiplicar las expulsiones. Como resume muy bien, precisamente, el cínico Salvini a propósito de las personas migrantes socorridas en la mar: “Malta no se mueve, Francia rechaza, a Europa le importa un pimiento”.

Más allá de las posturas, tienen un acuerdo de respetar los intereses de los poderosos y rechazar cada vez más lejos a las personas migrantes, aunque tengan que morir, en la mar o en el desierto libio. Es lo que hace tan importante seguir atentamente la situación en Italia, las razones del éxito de este nuevo gobierno, de hecho de extrema derecha, y analizar su política (YC).

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El nuevo gobierno “amarillo-verde” cuyo presidente es Giuseppe Conte, y los viceprimer ministros Luigi di Maio (M5S) y Matteo Salvini (Liga 1/, ha entrado en funciones el pasado 6 de junio. Es el comienzo de una experiencia cuyo resultado sigue siendo incierto en muchos aspectos, pero que está ya claramente marcado a la derecha.

El programa aprobado por los dos partidos políticos que componen el equipo gubernamental, concretado por el “contrato de gobierno”, no tiene equívocos: más allá de formulaciones a menudo imprecisas y voluntariamente vagas sobre las cuestiones sociales, el mensaje antiobrero y antimigrantes que le anima es muy claro. Asume sin discusión el lugar central de las empresas y la voluntad de hacerles nuevos regalos fiscales, y también la toma en cuenta de los intereses de las grandes multinacionales italianas, y por tanto de las intenciones imperialistas del país, ocultándose detrás de la fórmula clásica de la “defensa de los intereses italianos”.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Para comprender la génesis de este gobierno, hay que tener en cuenta al menos seis elementos:

1) Tres decenios de políticas neoliberales, realizadas indistintamente por gobiernos de centro derecha y de centro izquierda que han destruido las conquistas sociales del movimiento obrero, desestructurando el viejo mundo del trabajo y reestructurándole según las exigencias de competitividad internacional de la gran burguesía. El resultado es una fragmentación de la solidaridad de las y los trabajadores y un retroceso de la conciencia de clase;

2) La transformación definitiva de la vieja socialdemocracia en social-liberalismo: se convierte en un partido enteramente al servicio de la patronal, y su base social y electoral cambia poco a poco 2/;

3) La crisis de dirección política de la burguesía, huérfana de un referente político estable y capaz de cuidar de forma eficaz sus intereses;

4) La autoliquidación de la vieja “izquierda radical”, resultado de decisiones erróneas de sus grupos dirigentes, que han dilapidado un patrimonio que, ciertamente, no era enorme pero que era consistente, implantado y consensual; esto ha producido en la izquierda una desorientación difusa que ha abierto la vía a una fuerza interclasista como el M5S;

5) La complicidad de los aparatos sindicales, que han acompañado las reestructuraciones del sistema productivo de la burguesía: no solo han renunciado a construir una resistencia social fuerte, sino que esta renuncia misma es la que ha favorecido los procesos de fragmentación de la unidad de clase;

6) El refuerzo progresivo de ideologías xenófobas, e incluso racistas, en amplias masas, en particular sectores de la pequeña burguesía en dificultades (el corazón de la base social de la Lega y del M5S), pero también sectores no insignificantes de la clase obrera.

La imbricación de estos factores, que se añaden a la recesión de 2008, ha creado el terreno en que las opciones llamadas “populistas” han podido desarrollarse y aparecer como una alternativa creíble a los partidos de la austeridad neoliberal. Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi -y el Partido Demócrata, que han sufrido una debacle electoral.

La confianza condicional de la gran burguesía
El gobierno ha gozado desde su nacimiento de la confianza condicional de la gran burguesía que, gracias a la acción del Presidente de la República, Mattarella, ha impuesto la tutela y la supervisión de las políticas económicas generales y el mantenimiento de Italia en el seno de las políticas de la Unión Europea (UE). La acción de Mattarella debe ser firmemente denunciada: no solo ha sido un golpe de fuerza antidemocrático, sino también, en último análisis, una ayuda sustancial a la Lega y al M5S, que han podido presentase como víctimas de las injerencias de la UE, y portaestandartes de los intereses del “pueblo” y de “Italia”.

El problema para Mattarella es que esta tutela a cuenta de la gran burguesía era muy necesaria en la medida en que existe una fuerte desconfianza respecto a lo que este gobierno podría poner en marcha, algo confuso e inédito, en una situación económica particularmente difícil en Italia y marcada, en Europa y en el mundo, por contradicciones persistentes y nuevos elementos de competencia intercapitalista. Lo que preocupa a la patronal no son las pocas medidas significativas que este gobierno podría tomar en favor de las clases populares, sino las múltiples tensiones que provocarían las respuestas que estaría llevado a dar a las expectativas sociales muy diversas suscitadas por la propaganda política de las dos fuerzas gubernamentales.

En el plano económico, lo que preocupa a las instituciones internacionales del capitalismo es el crecimiento económico de la UE y sobre todo, el muy débil de Italia. Las presiones ejercidas para la reducción de la deuda italiana y, en consecuencia, para restricciones presupuestarias, podrían influir con fuerza en la búsqueda de los recursos necesarios para armonizar exigencias diversas. Esto tanto más cuanto que, con excepción de las grandes multinacionales capaces de disponer de recursos importantes, las pequeñas y medianas empresas sufren un aumento del endeudamiento general de las empresas, lo que constituye un factor de tensión permanente, sobre todo si las tasas de interés aumentaran. Es en esos sectores en los que se encuentra sobre todo la base social de la Lega, pero también la del M5S, y deben ser producidos bastante rápidamente resultados tangibles, pues la crisis duradera ligada a la competencia internacional golpea también a las pequeñas y medianas empresas.

La Lega en posición de fuerza
No es por casualidad si, en su asamblea, celebrada el pasado mes de febrero, el grupo dirigente de la Confindustria (la asociación de la patronal) y la gran burguesía veían con buenos ojos al gobierno del Partido Demócrata saliente, que les había hecho importantes regalos fiscales y había puesto en marcha las contrarreformas sobre el trabajo, mientras que su base, es decir la pequeña y mediana burguesía, ha vuelto sus miradas hacia la Lega como referente político.

Por otra parte, el gobierno actual, aunque esté compuesto en su mayoría de representantes del M5S, es políticamente de dominante Lega, y su hombre fuerte es el Ministro del Interior Salvini. Mientras que los personajes del M5S son inexperimentados, los hombres de la Lega son muy experimentados en la gestión política, económica e institucional. La Lega ha estado en el gobierno del país durante largos años con Forza Italia de Berlusconi y, sobre todo, gestiona desde hace años regiones importantes del Norte como Lombardía y Venecia (y también, más recientemente, Piemonte). Lombardía es no solo la región más poblada sino también la más desarrollada desde el punto de vista económico y productivo, y es también el corazón financiero del país.

Discurso anti personas migrantes y reforzamiento de la explotación
La cuestión de la inmigración demanda una atención particular. La Lega ha construido sus éxitos políticos sobre la base de un discurso antimigrantes, xenófobo, racista y, desde hace algunos años, nacionalista. Este discurso es también el de una gran parte del electorado del M5S, lo que ha reforzado la base ideológica que hace posible un acuerdo de gobierno, incluso si éste tropieza con algunas contradicciones (entre ellas la necesidad para el M5S de dar respuestas concretas urgentes a las y los parados y trabajadores del Sur, que le han votado masivamente). Salvo para una parte marginal del grupo dirigente del M5S no hay sustanciales divergencias de puntos de vista entre los dos partidos: el “no” del gobierno italiano a la modificación del reglamento de Dublín, el aumento de la firmeza en la cuestión del desembarque de las personas migrantes, la voluntad de reforzar los acuerdos con los países de tránsito, los centros de detención… no han suscitado ninguna protesta entre la dirección del M5S. Ni siquiera la boutade de Salvini diciendo que quería expulsar a 500.000 migrantes ha planteado objeciones.

Desplazar una cantidad tan grande de personas al otro lado de las fronteras sería no solo inhumano, sino también objetivamente imposible, y Salvini lo sabe muy bien. El objetivo es oponerse todo lo posible, y más que nunca, a la obtención de permisos de estancia y derechos cívicos para centenares de miles de migrantes. Esto a fin de limitar su capacidad de lucha y de unión con los sectores autóctonos de las clases trabajadoras.

Como consecuencia del trágico homicidio de Soumalia Sacko, sindicalista maliense, organizador de las y los jornaleros de la llanura de Gioia Tauro en Calabria, una manifestación determinada y radical de las y los inmigrantes ha demostrado que ese sector de la clase es combativo y resuelto. Sus luchas, que van desde las fábricas a los depósitos de material y al campo, del Norte al Sur, pueden ser un factor de movilización de sectores de trabajadoras y trabajadores y de unificación de clase.

Además el hecho de hacer más compleja la lucha de clases desde un punto de vista patronal, esta situación podría también provocar daños en el sector particular de la agricultura en el que muchos pequeños patronos apoyan a la Lega. En efecto, este sector tiene necesidad, porque está sometido a enormes presiones de la competencia, de una fuerza de trabajo precaria y sin derechos. El racismo juega un papel irremplazable de división de las clases trabajadoras y de apoyo a las políticas de explotación.

La izquierda frente a dos adversarios
Para las izquierdas políticas y sociales, la tarea se anuncia difícil, pues deben saber adaptarse a esta nueva situación, pero también porque está claro que el nuevo gobierno goza hoy de unas expectativas positivas por parte de sectores sociales significativos, incluyendo a mucha gente trabajadora; todos esperan que el “nuevo gobierno” resolverá al fin sus problemas específicos.

Las izquierdas de lucha de clases deben oponerse a dos tipos de adversarios diferentes, a dos componentes diferentes de la patronal: por una parte a las fuerzas más significativas del gran capital financiero e industrial y por tanto luchar contra las políticas de austeridad de la Unión Europea, por otra, a las fuerzas reaccionarias y xenófobas, pero también neoliberales, de la pequeña y media burguesía y a sus propensiones soberanistas y nacionalistas, representadas en el gobierno.

Para lograrlo, las izquierdas de clase no deben ceder ni a ilusiones politiqueras fáciles pero engañosas, ni a atajos electoralistas, sino implicarse a fondo en el conflicto social cuya prioridad absoluta no está ligada a una opción “ideológica” sino a tener en cuenta el hecho de que solo si las correlaciones de fuerzas entre las personas explotadas y las explotadoras comienza a invertirse en los centros de trabajo serán posible situaciones políticas más avanzadas.

En el reagrupamiento político constituido en las elecciones con Potere al Popolo, que intenta hoy construir una oposición social, se lleva a cabo una discusión en profundidad entre quienes quieren crear rápidamente un partido bastante centralizado y vertical en su modo de organización, y quienes estiman prioritaria la construcción de un vasto movimiento de lucha política y social, amplio y plural, capaz de implicar a muchas fuerzas políticas, sociales y sindicales, incluyendo a sectores cada vez más amplios que permitan una real acción de masas.

Más que nunca, la construcción de tal frente social, de una oposición clara y neta a este gobierno, será la tarea fundamental en el próximo período.

Notas
1/ La Lega (Liga) era conocida antes con el nombre de Liga del Norte. El cambio de denominación corresponde a la voluntad del partido de extrema derecha de presentarse como un partido nacional (ndlr npa)

2/ Se trata en los años recientes del Partido Demócrata de Matteo Renzi, originado en el Partido Comunista italiano (ndlr npa)

https://npa2009.org/ 

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

https://www.vientosur.info/

sábado, 29 de septiembre de 2018

-- Alquilar vientres y regular la prostitución: neoliberalismo 100%. Neoliberalismo & Violencias machistas

www.publico.es


"Los paralelismos que existen entre la prostitución y la subrogación se me hicieron evidentes de inmediato. Dos industrias se benefician de los cuerpos femeninos: una de su sexo y otra de su útero. Dos industrias comercializan funciones humanas básicas: la sexualidad y la reproducción. Y estas constituyen la base de la opresión histórica de la mujer y de su división permanente en ‘putas y santas.’” (Kajsa Ekis Ekman)

Cada vez que me preguntan por qué no apoyo ni los vientres de alquiler ni la prostitución siempre respondo que todas las violencias machistas tienen un punto en común: la deshumanización. La violación existe porque nos deshumanizan.

Los asesinatos machistas existen porque nos deshumanizan.

Los malos tratos (físicos y psicológicos) existen porque nos deshumanizan.

Y sí, los vientres de alquiler y la prostitución existen porque nos deshumanizan.

Eliminan cualquier connotación como persona para ser consideradas como un objeto más, una propiedad sobre la que decidir, que machacar o que violentar. Obviamente, este proceso no se lograría sin una desigualdad previa que nos considera inferiores

¿Cómo se convierte una mujer en objeto? Con dinero. Si algunos hombres han justificado, solo por hecho del casamiento o formalización de la pareja, que ella es parte de su “propiedad”, imaginen hasta qué grado se fortalece esa idea cuando hay dinero. Para convertir a una mujer en cosa, de la manera más rápida, extrema y eficaz posible, nada como el intercambio de dinero, como quien compra una muñeca hinchable.

¿Cómo normalizar y convertir la explotación en un acto comercial más? Con la perversión del lenguaje.

¿Cómo aplastar derechos de la mujer y convertirlos en mercancía? Con tres puntos en común que se pueden trasladar tanto a la prostitución como los vientres de alquiler.

1. “Es su libre consentimiento”. Nos dicen que la madre gestante es porque quiere, y que la prostituta es porque quiere. No nos dicen que la madre gestante vive en un país pobre y que no tiene alternativa. No nos dicen (o lo pasan por alto) que la prostituta puede ser una mujer sometida, pobre, o víctima de trata.

Para callar bocas ponen a la prostituta en un programa de televisión declarando que lo hace por libre elección, cuando algunos proxenetas (ver el libro de Mabel Lozano) admiten que llevan a esas mujeres por platós bajo amenazas de matar a sus familias en sus países de origen. Luego añaden que “quién eres tú para decirle a ella qué hacer con su cuerpo”, cuando son los primeros en decir a esa mujer que someta su cuerpo a explotación y lo normalice. Mensajes como “déjala ser prostituta, que ella lo hace porque le gusta” o “déjala, que se queda embarazada para otros porque le gusta” validaría otras situaciones violentas como “déjala y no te metas en la relación, que hay mujeres a las que les gusta ser maltratadas” o “déjala y no le digas que es víctima, que ser violada puede ser su fantasía”. Eso, que hoy a una buena parte nos parece auténticas burradas, quedaría legitimado bajo ese libre consentimiento que anula cualquier ley o delito, y deja todo en manos de una ley del salvaje oeste.

2. “Es su trabajo”. Tanto en la prostitución como en los vientres de alquiler desaparece el concepto de explotación, y ponen de frente el derecho al trabajo o a la sindicación mientras ocultan los derechos humanos que van por encima. Porque no todo es trabajo y mucho menos es trabajo cuando se manipulan conceptos como producto, fuerza de trabajo o medio de producción.

Lo sorprendente es que gente de izquierdas se trague el cuento del “trabajo” teniendo una formación marxista en muchos casos. Lo sorprendente es que no se vea que en ninguna profesión su “oficina” o “lugar de trabajo” sea su propio cuerpo. Lo sorprendente es que considere trabajo una “profesión” con altísimos riesgos laborales, que lo anularía como tal. Lo sorprendente es que siempre que se habla de este tema surge la frase de “pues peor es trabajar en un McDonalds”. Y como siempre nos dicen que escuchemos a las prostitutas, pues eso, leed a Evelina Giobbe cuando responde: “‘Bueno, al menos cuando trabajas en McDonald’s no eres la carne’”.

3.“Hay trabajadoras, empresarios y clientes”. Como buen neoliberalismo, no hay producto sin empresarios y sin clientes. Empresarios en lugar de proxenetas o traficantes de bebés a la carta. Clientes en lugar de puteros o compradores de mujeres como vasijas para bebés. Cada vez que se dice “trabajadora sexual” se deja de nombrar a las víctimas de trata. Cada vez que se dice “empresario sexual” se deja de nombrar los delitos que representan. Cada vez que se dice cliente, se deja de nombrar a quien crea una relación económica de explotación o tráfico de personas. Es la perversión de llamar servicio a una explotación, de llamar trabajo sexual a una esclavitud sexual, de llamar empresarios a proxenetas y a traficantes de bebés, de llamar cliente a proxenetas, puteros, y compradores de bebés…

No es casualidad que esta estrategia que anula los derechos de la mujer, que anula toda la tradición del feminismo contra la explotación de nuestra libertad sexual y reproductiva, surja en el nacimiento del capitalismo y se fortalezca en pleno neoliberalismo. No es casualidad que, por eso, nos vendan como un objeto del que hacer negocio, porque nos siguen viendo inferiores y porque la misoginia tiene muchas caras.

Fuente:
https://blogs.publico.es/otrasmiradas/15271/alquilar-vientres-y-regular-la-prostitucion-neoliberalismo-100/

Más:
Feminismo & Clase social El feminismo de Ana Botín
Ana Bernal-Triviño


Ana Bernal-Triviño
28-07-2018

viernes, 28 de septiembre de 2018

El fascismo siempre llama dos veces

Hemos conocido por la prensa la reciente reunión entre Matteo Salvini y Steve Bannon, exestratega jefe de Donald Trump y líder de la fundación The Movement, una organización cuyos principios recuerdan al ultraderechista Tea Party de Sarah Palin. Bannon ha desembarcado en Europa, donde partidos populistas, antiestablishment y antiinmigrantes gobiernan en Polonia, Italia y Hungría, para dar cobertura ideológica a la pujante extrema derecha y promover su expansión y coordinación en el continente, sobre todo de cara a las elecciones europeas de 2019. Bannon ha sugerido que las próximas elecciones europeas podrían abrir el camino para que los movimientos populistas y racistas europeos luchen contra el eje moderado en política migratoria que representan la canciller Angela Merkel y los presidentes Emmanuel Macron y Pedro Sánchez. El objetivo es construir una mayoría política en un Parlamento Europeo dominado por fuerzas euroescépticas y reaccionarias. Esta ronda de reuniones sigue a las recientes conversaciones mantenidas con el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, con quien Salvini comparte una férrea política antiinmigratoria. ¿Está en marcha la salvinización de Europa?

Frente a ello, Dimitris Papadimoulis, vicepresidente del Parlamento Europeo y líder de Syriza, apostaba en una entrevista del pasado 10 de septiembre concedida a EURACTIV por crear una alianza pro Unión Europea que incluya a centristas y liberales, por lo que probablemente la política (anti)migratoria de la Unión Europea de los próximos tiempos oscilará entre la postura más “moderada” del eje Alemania-Francia-España (creación de “centros cerrados de desembarco” o “campos controlados”) y la postura radical de Lepens, Berlusconis, Sarkozys, Salvinis, Farages, Orbans y demás.

Sin embargo, Europa no debe tener tanto miedo de Bannon como de sí misma. El racismo y el supremacismo eurocéntricos no son el resultado de un accidente no deseado, sino parte intrínseca del proyecto moderno de dominación europea del mundo. Lo explica de manera clara Boaventura de Sousa cuando afirma que el pensamiento occidental moderno es en buena medida un “pensamiento abisal”, una manera arrogante y autoritaria de ordenar y clasificar el mundo que crea distinciones radicales entre lo civilizado y lo salvaje, entre quienes son completamente humanos y quienes son considerados menos que humanos. Se trata de distinciones racializadas, sexualizadas, de clase social, edad, religión o cualquier otra condición que consagran jerarquías de humanidad.

Precisamente esta ideología abisal, que detesta lo diverso e impone lo propio, es la que históricamente ha servido (y sirve) de base para legitimar la autoridad de formas de dominación imperantes en el mundo, como el supremacismo blanco, el clasismo, el sexismo y la homofobia. Locke, que en 1669 redactó las Constituciones de Carolina, estaba implicado en el negocio del tráfico de esclavos a través de la Royal África Company, y además su filosofía política acabó legitimando el genocidio indígena por parte de los colonos ingleses, que consideraron justificado su afán desmedido de apropiación. Kant, cuya ética universalista del deber nos legó sentencias cargadas de humanidad (“el ser humano, considerado como persona, no puede valorarse solo como medio para fines ajenos, sino como fin en sí mismo”, escribió el filósofo), recomendaba tratar a golpes a los negros de África. Los mismos negros a los que en sus lecciones de historia universal Hegel privó de conciencia histórica y los mismos sobre los que Nicolas Sarkozy, en su célebre discurso en la Universidad de Dakar, y haciendo gala, sin saberlo, de un hegelianismo estremecedor, afirmó que estos todavía no habían entrado en la historia. Salvini, menos dado a sofisticaciones intelectuales, se atrevió a llamar directamente “carne humana” a los migrantes rescatados en el mar. En Dinamarca, el nacionalismo islamófobo está creciendo. El Gobierno de Lokke Rasmussen prepara un paquete de medidas legislativas que parecen inspirarse en las leyes de Jim Crow. La nueva legislación decreta que veinticinco barrios de renta baja, en los que se concentran migrantes predominantemente musulmanes, se considerarán “guetos”, palabra que evoca los guetos judíos de la Polonia ocupada por los nazis, y que ahora el Gobierno danés pretende normalizar. Ya sabemos cómo funciona la lógica del fascismo: se señala a un enemigo que representa la necesidad de defenderse de aquello que lo amenaza, después se cercan barrios, se invierte en alambradas y muros, se construyen blindajes que indican que el entorno ha dejado de ser seguro. Y así nos vamos volviendo seres cada vez más inmunitarios, defensivos y ensimismados. El caso danés es solo un ejemplo de ese pensamiento abisal trasladado al corazón de los barrios y las ciudades de Europa.

No menos preocupante es el avance de estas fuerzas fascistoides entre la clase media blanca trabajadora, sostén histórico de la socialdemocracia y el sindicalismo, así como la complicidad con el discurso xenófobo y racista de cierto sector de la izquierda europea. En Alemania, la copresidenta del grupo parlamentario de Die Linke, Sahra Wagenknecht, no ha dudado en apropiarse de parte del discurso antiinmigración de la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). ¿Es esta la estrategia necesaria de las izquierdas para ganarse a los votantes de clase trabajadora? Lo dudo.

El consenso antifascista que sirvió para construir Europa tras la Segunda Guerra Mundial está seriamente resquebrajado. La política europea de austeridad, precariedad, xenofobia y asfixia democrática intensificada durante la crisis financiera ha creado este caldo de cultivo tóxico. Los partidos tradicionales y sus líderes no han sabido ofrecer soluciones más allá del neoliberalismo, con su ideología de libre mercado destructora del Estado de bienestar. Vivimos un momento de peligro: de crisis profunda de la socialdemocracia, de grandes alianzas entre socialdemócratas y liberales, de fascismo renaciente de la extrema derecha, de dispersión (e incluso absorción por el sistema, como los casos del Gobierno de Tsipras en Grecia y del Movimiento Cinco Estrellas en Italia) de las energías democráticas que hace unos años tomaron las calles y las plazas.

Parece que el Parlamento Europeo comienza a reaccionar, como lo pone de manifiesto la apertura de una especie de expediente disciplinario a Hungría para evaluar la posibilidad de suspender su derecho a voto en el Consejo de la Unión Europea. Es una medida insuficiente y llega demasiado tarde. El fascismo siempre llama dos veces. Mientras bate de nuevo la puerta, habrá que aprender de Pasolini cuando en 1962 reflexionaba sobre la creciente adhesión de las nuevas generaciones a las ideas de la extrema derecha: “No es necesario ser fuerte para enfrentarse al fascismo en sus formas locas y ridículas; hace falta ser muy fuerte para enfrentar el fascismo como normalidad, como codificación, diría alegre, mundana, socialmente elegida, del fondo brutalmente egoísta de una sociedad”.

Fuente:

https://blogs.publico.es/dominiopublico/26466/el-fascismo-siempre-llama-dos-veces/

Contra las bombas: malos tiempos para el internacionalismo

Que el flamante ministro de Exteriores, el presidente socialista del ‘no es no’, y el más anticapitalista de los alcaldes de España hayan aceptado el límite de lo posible en el caso de la venta de armas a Yemen es el peor de los fracasos.

Yemen

Era 2011 y miles de jóvenes ocuparon las plazas para cambiar el régimen del 78. No pedían reformas, querían transformarlo todo. Inspiradas por las revueltas de Túnez y Egipto, de las primeras tiendas se fueron expandiendo acampadas como pequeñas ciudades provisorias, pobladas de gentes diversas, una heterogeneidad aunada por la indignación y la urgencia de cambio. Hubo represión y detenciones, pero ahí se mantuvieron, una rebelión que nadie esperaba. No, no estoy hablando del 15M.

El régimen del 78 con el que querían acabar estas gentes indignadas inició con el acceso al poder del presidente Alí Abdalá Salé. La represión que tuvieron que afrontar implicó tiroteos, estudiantes quemados en sus tiendas de campaña. Todo esto pasó en Yemen, uno de los países con más armas por habitante del mundo. Todo esto va de gente, gente que se indigna, gente que protesta y gente a la que matan. Va de las posibilidades que prometen los aires de cambio. Va de las renuncias impuestas. Va de cómo muere lo que prometieron las plazas.

A la primavera árabe de Yemen le esperaba un largo invierno. Una resaca que no parece tener fin: Guerra en el sur, guerra en el norte, Estados Unidos y sus drones, los países del Golfo y sus tensiones, los terroristas y su retaguardia, y sobre todo Arabia Saudí poniendo orden en su patio trasero.

Al siempre impune suministrador de crudo y petrodólares le queda incómodo que entre sus yacimientos y el golfo de Adén —central para el comercio del petróleo— haya un Estado. Mala suerte para los yemenís que, aunque en 2012 consiguieron liberarse por fin de Salé, vieron cómo éste se fue impune, no muy lejos, para seguir moviendo los hilos (hasta que fue asesinado el año pasado).

Quedó su vicepresidente y, como es lógico, el cambio le supo a poco a mucha gente. En 2015 empezó la guerra, una guerra muy complicada, como si las guerras hubiesen sido alguna vez fáciles. Alianzas cambiantes entre las potencias mundiales, los regímenes regionales y las oligarquías internas, a las que llamamos tribus para poder pensarlas como muy distintas a las nuestras. Desde entonces leemos que es todo un caos, que no hay solución, que es que las cosas funcionan así entre esa gente bárbara, y que si no podemos tomar parte, si ni siquiera podemos entenderlo, la cosa ya no nos concierne. Pero siempre se puede tomar parte: hay que tomar parte por la gente, por los pueblos. El internacionalismo va de eso.

No hay forma más drástica de achicar los marcos de lo posible, que poner en cuestión la supervivencia. Cuesta soñar con libertad o democracia mientras matan a tus hijos. Es difícil sostener la resistencia con el estómago vacío y el cuerpo enfermo: las bombas y la hambruna dejaron poco margen para imaginar nuevos Yemen en las plazas. Un Estado fallido, minado de intereses extranjeros, donde no hay refugio. Aquí, sin embargo, no están cayendo bombas. No tenemos un Estado fallido. La pobreza y la precariedad crecen, pero siguen enteros los hospitales y nadie muere de desnutrición, ni siquiera en las regiones más pobres y abandonadas.

Aquí hubo hasta gente que tras la ola de cambio que inspiraron las plazas consiguió llegar a las instituciones. Lanzamos grandes proclamas internacionalistas, gritamos que si había dinero para rescatar a los bancos, también se podría rescatar a la gente. Y sin embargo la gente tiene que seguir rescatándose a sí misma, sola y a la deriva, a través de trabajos cada vez más precarios. Algunos de esos trabajos son un engranaje en la cadena que termina en la muerte de la población yemení. Por ahora, no se puede hacer nada, nos dicen, no podemos condenar a nuestra gente a la miseria. Y así, nos condenan a la miseria moral a todas.

Que el flamante ministro de Exteriores, el presidente socialista del "no es no" y el más anticapitalista de los alcaldes de España hayan aceptado tal límite de lo posible es el peor de los fracasos. Es castrar la imaginación política, renunciar a desplazar el marco, aceptar que no podemos redistribuir la riqueza del Estado. Aceptar que es necesario tragar con que no exista otra alternativa para la supervivencia de miles de personas que fabricar armas contra otras miles de personas.

Entiendo que es duro enfrentarte al desempleo y la falta de futuro de tu gente. También pienso que no solo se debería dimitir cuando a uno le pillan en falta. También se puede dimitir cuando no hay posibilidad de ser coherente con tus principios, cuando tienes claras las fronteras morales que no cruzarás nunca. No significa irte, si no quedarte de otra forma, para forzar la alternativa, para pelear otros horizontes posibles.

Porque si estamos dispuestas a seguir por ahí, si somos nosotras quienes aceptamos hacer lo que antes impugnamos, estamos avalando el mantra del neoliberalismo, el “no hay alternativa.” ¿Aceptaríamos que necesitamos exportar bombas y barcos si estos fuesen a ser utilizados contra Francia o Italia? ¿No es evidente que es la alteridad desenfrenada, la savia misma del colonialismo, la que permite que tantas personas asuman que no podemos hacer otra cosa que seguir produciendo muerte?

La población yemení será la principal víctima del armamento que exportamos a Arabia Saudí, de los barcos que rescatarán —hasta cuándo— a los obreros gaditanos. Pero no será la única víctima. Aquí estamos enterrando también la posibilidad de plantarse para detener la inercia que nos hace pedir empleo a cualquier costa, de cualquier tipo, y empezar a exigir que se redistribuyan la riqueza y el trabajo. Plantarse, en definitiva, ante la economía de la muerte que nos impone el capitalismo.

Fuente:
https://www.elsaltodiario.com/yemen/malos-tiempos-internacionalismo

jueves, 27 de septiembre de 2018

__ Si Jeff Bezos quiere ayudar a los trabajadores pobres, ¿por qué no empieza por pagarles mejor?

__ Siempre es un placer volver a saber del villano de Paul Verhoeven, Jeff Bezos, que esta semana anunciaba una iniciativa diseñada para proclamarse como el primer sociópata multimillonario del mundo. De acuerdo, me he debido de confundir con algún adjetivo.

El dueño de Amazon ha lanzado lo que se ha denominado “Day One Fund”, la simple declaración de intenciones que pretende ser. Hace tiempo que a Bezos se le critica por su falta de músculo filantrópico, y más desde que se convirtiera en el hombre más rico de la historia moderna. Hace un año Jeff estaba en tan baja forma en lo que respecta a no parecer un auténtico cretino que comenzó a solicitar ideas por internet. Y parece evidente que ignoró todas aquellas que le decían: “Deja de tratar a tus trabajadores como basura”.

¿Te acuerdas del comienzo de la película de Verhoeven, Robocop, antes de que las cosas empezaran a ponerse patas arriba en una cada vez más automatizada Detroit? Hay una empresa que hace prácticamente todo, llamada Omni Consumer Products. Comienza proveyendo servicios que no en vano podrían ser imaginados como servicios estatales. Lo que venía siendo una película. Pero aquí estamos. Justo después de anunciar la inmersión de Amazon en el sector de la salud, Jeff acaba de decidir ayudar a los sin-techo y a las comunidades de bajos ingresos con donaciones y escuelas sin ánimo de lucro.

“Usaremos los mismos principios que nos han guiado en Amazon”, explica, entusiasmado. “El niño será el cliente”. Mmm. Clientes que compran esta clase de tonterías también compraron aquella que sugería que Elon Munsk es un humanitario o que Mark Zuckerberg fue esencial el año pasado por querer compartir historias con los americanos humildes.

A bote pronto, Jeff ya ha tenido dos muy claras oportunidades para ayudar a los sin-techo y a las familias pobres. Una fue en Seattle, donde tiene la sede central Amazon, y donde la compañía bloqueó una propuesta fiscal local destinada a grandes empresas, que pretendía aliviar la crisis de los sin-techos en la ciudad, mediante la paralización de un proyecto inmobiliario. La segunda fue, simplemente, por no pagar mejor a sus trabajadores. Los proyectos de beneficiencia comienzan en los pasillos de los 89 almacenes de Amazon, allí donde el personal en nómina de la multinacional llegar a tener que hacer sus necesidades en botellas de plástico ante el temor de ir al baño y que les descuenten parte del sueldo.

Pero tipos como Jeff no quieren gobiernos u hormigas trabajadoras apropiadamente remuneradas, que requieren créditos para lo que, después de todo, no debería ser sino la recompensa por su trabajo. La regla que aprendes en el “Day One” de un filántropo multimillonario es que no piensa dar dinero mediante su negocio a la gente pobre que, literalmente, ya trabaja para él. Por lo visto lo malgastarían. Sin embargo, si quieres que hagan cola y lo soliciten a través de una subvención por la que el señor filántropo recibirá un aplauso, entonces la cosa es diferente. La dignidad es algo que él distribuye, no algo que los otros conquistan. Se ve que se perdió ese capítulo de “La riqueza de las naciones”. O es que tenía una edición con partes selladas.

Pero el cálido resplandor que pretende atribuirse nuestro amigo Jeff no termina ahí. Existe toda una industria de premios filantrópicos prefabricados establecidos para vanagloriar a bondadosos como él. Y el resto de los mortales solamente necesita esperar a la primera historia de un trabajador de Amazon lanzado a los brazos del caritativo Bezos para alcanzar unos ingresos dignos. Lo del ouroboros seguramente le importe un huevo. Luego, tal vez la historia aparezca en el Washington Post, el venerado -de manera totémica- periódico que él mismo posee y que recibe una ridícula cantidad de préstamos bancarios por aislarlo editorialmente. Y ni siquiera eso.

Hay, por supuesto, una tercera vía por la cual los multimillonarios tecnológicos podrían hacer del mundo un lugar mejor, pero por alguna extraña razón siempre reculan: ¡impuestos! El año pasado los beneficios de Amazon en el Reino Unido se triplicaron, pero su factura de impuestos, ¡oh!, cayó.

¿Cómo puede alguien que no paga impuestos decentemente ser referido como “filántropo”? Lo siento por dejar a Jeff y a todos los demás a la altura de la gente corriente -sanitarios, docentes, albañiles, etc.-, aquellos que pagan una porción apropiada de sus maltrechos salarios para las sociedades en las que todos, incluido Jeff, vivimos. Pero no te puedes dedicar a integrar en tu plantilla súper contables con el único fin de optimizar cada posible céntimo de impuestos a pagar, después retribuirles con un minúsculo porcentaje de lo que te han hecho ahorrar, y finalmente esperar ser tratado como el redentor de la humanidad.

Visto con perspectiva, Jeff es otra de esa clase de emisarios que te hacen enfermar para poder sanarte. Véase por ejemplo Gwyneth Paltrow, cuya pringosa página web está siempre abordando diversas cuestiones sobre la salud de las mujeres, pero luego publicita todo tipo de excentricidades que causan la mitad de todos esos problemas. O véase también el Partido Conservador, que se ha pasado los últimos años destruyéndolo todo para a continuación decir que solamente son ellos los que lo pueden solucionar.

El mejor de todos sus trucos es, sin embargo, convencer a la gente de que ellos son la solución y no el problema. Es increíble pensar que tan solo hace diez minutos la gente estaba tuiteando a Musk: “Contamos contigo para hacernos llegar a Marte y escapar de Trump, colega”.

¿Hola? Elon no os va a salvar. Elon os va a llamar pedófilos si osáis rescatar a unos niños sin usar su mini-submarino. Elon es – ¿cómo decirlo?- una mierda intergaláctica. En los reinos de la fantasía donde él tiene la capacidad de colonizar Marte, él se llevará al espacio a Jeff junto a otra clase de basura intergaláctica, en una versión tech de El Rapto, y la última cosa que la humanidad verá mientras se piran es la palabra Pedófilo brillando en una especie de adiós nuclear.

Así que, por supuesto, sé que os estoy destrozando, pero no hemos descubierto aún la nueva raza de personas buenas. El nuevo jefe no es el mismo que el viejo, no. Probablemente, es mucho peor. Porque esto no es filontropía, es falsantropía.

* Artículo de Marina Hyde, publicado en inglés en The Guardian 

http://www.elcaptor.com/economia/bezos-trabajadores-pobres-pagarles-mejor