24 de mayo de 2015. 18.55 horas. Concluye la misa en la iglesia de Saint Justin de Santa Clara, California. Kory Trebbins cierra las puertas. El ujier, de 53 años, se gira y se desploma. Su corazón se ha parado. Alguien llama al 911. El centro de emergencias manda una ambulancia.
Pero también envía una alerta a ciertos teléfonos móviles a través de una app. Los que están a un cuarto de milla (400 metros) de la iglesia y cuyos dueños se han bajado la aplicación, llamada PulsePoint, porque conocen las técnicas de resucitación.
“Una médica de urgencias recibió el aviso. Estaba cerca jugando con sus hijos, los dejó y se plantó allí en dos minutos”, relata ahora Kory. Mientras, una feligresa había iniciado ya el masaje cardiaco y el boca a boca. “La doctora siguió con la resucitación manual, sin éxito. Llegó antes que los bomberos, que me dieron cuatro descargas con desfibrilador para intentar que mi corazón volviese a latir", prosigue Kory.
En la última intentona un pequeño latido les devolvió la esperanza. “Recuperé la consciencia en la camilla, cuando estábamos entrando en el hospital. Siento que fue un auténtico milagro regresar a la vida sin complicaciones ni daños. Me he recuperado totalmente y estoy feliz de estar vivo. Tuvieron que darse muchas cosas para que yo sobreviviera a una crisis así, de esas que te cambian la vida. PulsePoint allanó el camino y fue básico para mi recuperación. No estaría vivo ahora”. Kory, un hombre muy religioso, firma sus mensajes de correo electrónico con la palabra "Milagro". Asegura que la médica le dijo que había estado prácticamente muerto durante 18 minutos.
La historia de Kory es a la vez frecuente y excepcional. Es común porque ocurre una vez cada 20 minutos en España, es decir, 25.000 veces al año, según datos oficiales. La parada cardiaca fuera del hospital afecta a 326.000 estadounidenses al año, de acuerdo con las últimas estadísticas de la American Heart Association. Este gravísimo suceso se engloba dentro de las enfermedades cardiovasculares, las mayores asesinas del mundo, responsables de tres de cada 10 muertes.
El caso del californiano es también inusual. Que se te pare el corazón y tengas más posibilidades de sobrevivir depende, dentro de un entorno de un país desarrollado, de donde vivas. Tendrías más opciones para contarlo en Santa Clara, donde se desplomó Kory, que en Madrid. O en Estocolmo antes que en Barcelona. Son lugares donde funciona una app de este tipo. Kory recibió ayuda casi desde el primer momento y, encima, de una médica especializada en urgencias que estaba muy cerca.
El auxilio precoz es crucial. “Por cada minuto que alguien pasa en parada cardiaca, la posibilidad de supervivencia disminuye un 10%”, advierte Santiago Doménech, responsable de Resucitación Cardio Pulmonar (RCP) de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes). “y a los 10 minutos esa posibilidad es prácticamente inexistente”.
Es milagro, tal y como lo ha vivido Kory, no habría sido posible sin la tecnología digital… y una buena idea. La que tuvo Richard Price, el jefe de bomberos de San Ramón Valley, en California.
Hace siete años, Price estaba sentado en un deli con unos colegas a la hora de comer. Oyó un sonido familiar, el de la sirena del cuerpo de bomberos y vio detenerse uno de los coches rojos en el edificio de al lado. Como era el jefe, no recibió la alerta. Alguien había sufrido una parada cardiaca a escasos metros de él. “El hombre murió”, relata Shannon Smith, portavoz de la Fundación PulsePoint, una entidad sin ánimo de lucro que impulsa la app, “y Price, que tenía un desfibrilador en el coche, decidió que eso nunca debería volver a pasar”. Se puso en contacto con una facultad de informática en Kentucky para desarrollar la tecnología que hiciese posible poner en contacto al paciente con las personas capacitadas para realizar maniobras de resucitación y geolocalizar además los desfibriladores automáticos. El resultado es la aplicación PulsePoint, que se lanzó en 2011 y que ya está disponible en 2.000 ciudades de Estados Unidos y Canadá; en 28 estados y 900.000 teléfonos móviles.
PulsePoint funciona integrada en los servicios de emergencia, que en Estados Unidos se alertan marcando el 911. Cuando se sospecha que alguien ha sufrido una parada cardiaca en la vía pública (la app no funciona en los domicilios, pese a que el 70% de estos episodios ocurre dentro de casa) se llama al número de emergencias. “De forma simultánea envían el aviso a la ambulancia y a los usuarios de la app que están a un cuarto de milla del paciente”, explica Smith, “la alerta le llega a dos o tres personas. En su pantalla también ven donde están los desfibriladores automáticos (AED, en sus siglas en inglés)”. ¿Qué ocurre si no se puede acudir en auxilio? "La persona puede indicar por medio de la aplicación que no está disponible y el sistema sigue en marcha. No hay implicaciones legales", responde. Integrar un sistema así dentro de la red de Emergencias cuesta 10.000 dólares y luego, según el tamaño de la comunidad, hay que pagar al año hasta 28.000 dólares para una población de más de un millón y medio de personas para el soporte técnico y sostenimiento de la fundación.
La digitalización también ha servido para emplear el crowdsourcing para un indudable bien social: la plataforma tiene una segunda app, PulsePoint AED, en la que los usuarios pueden fotografiar, localizar e informar del estado de los desfibriladores existentes en edificios y lugares públicos. La información luego es verificada y utilizada para que los rescatadores los recojan en su camino al lugar donde está el paciente.
“Una iniciativa así es importante, interesante, esencial y muy valiosa”, saluda el especialista en Urgencias Doménech, de la Semes. El médico cuenta que en ocho de cada 10 paradas cardiacas está presente un infarto de miocardio y en un 85%, la fibrilación ventricular, es decir, un tipo de arritmia gravísima que impide que los ventrículos, la parte más musculada del corazón lance el chorro de sangre hacia todo el cuerpo, de manera que pueda oxigenar hasta el último rincón de los tejidos. “La única forma de sacar al paciente de la fibrilación ventricular es con desfibriladores”, advierte. Por eso, cree que es fundamental que haya una buena red de aparatos automáticos presentes en espacios públicos. “España está a la cola de los países europeos en este tipo de equipación”, se queja, “además no puede utilizarlo cualquiera, cuando el riesgo de usarlo es cero y no tiene ninguna posibilidad de hacer daño. Encima, existen 16 legislaciones diferentes, cada una en una comunidad autónoma”. Domenech añade que la supervivencia tras una parada cardiaca depende de la dolencia que la haya provocado, pero reanimar a esa persona con el corazón detenido es “darle la oportunidad de que llegue vivo al hospital y si es posible, que se pueda incorporar a su cotidianeidad".
En España asegura, hay una iniciativa similar a la estadounidense en el Pais Vasco. Se trata de una app lanzada en agosto por Osakidetza, el servicio vasco de salud. Se llama PCEH y aporta la geolocalización de desfibriladores, formación en RCP, y guías de asistencia y diagnóstico del paro cardiaco. Pero no alerta a los posibles rescatadores que se encuentren próximos.
Dentro de Europa, la iniciativa más parecida a la estadounidense se puede encontrar por ejemplo en Estocolmo. Allí funciona SMS Lifesaver, que es la secuela de un proyecto de investigación que hace cinco años enroló a voluntarios para enviarles mensajes de texto (SMS) cuando había una parada cardiaca cercana.
Esta semana lanzan la versión 4.0 de la app. “Ya se la han bajado 25.000 personas en Estocolmo y tenemos planes para lanzarla en Gotemburgo, el resto de Suecia y Dinamarca”, precisa Morten Seliussen, vicepresidente de Tecnología e Innovación de UMS, la compañía que desarrolla la app. “Nuestro objetivo es conseguir mandar a personas y desfibriladores al lugar donde está el afectado en parade cardiaca en cinco minutos, lo que incrementa la probabilidad de supervivencia al 70% si se usa el desfibrilador. Ahora solamente el 12% de los que sufren una parada cardiaca en la calle sobrevive, porque una ambulancia tarda en llegar una media de 15 minutos. La app forma parte de una investigación en el área liderada por el Instituto Karolinska".
Los ciudadanos, como en la aplicación estadounidense, tienen la posibilidad de rechazar el aviso y encuentran información detallada geolocalizada en un mapa de la situación de los 40,000 desfibriladores automáticos que hay en Suecia. La app también tiene un recordatorio del mecanismo de resucitación e incluso una opción para marcarle el ritmo para efectuar la compresión sobre el pecho del paciente. ¿Y el coste de instalar este sistema en el seno de los servicios de emergencia? "Entre 100.000 y 200.000 euros", responde Seliussen. Suena a muy poco.
http://elpais.com/elpais/2016/11/29/talento_digital/1480432263_879358.html
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viernes, 30 de diciembre de 2016
No es lo mismo que se te pare el corazón en Estocolmo que en Madrid. El uso de ‘apps’ para alertar a personas cercanas y localizar desfibriladores en caso de paro cardíaco eleva la supervivencia.
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viernes, 17 de julio de 2015
_- Blood Pressure, the Mystery Number
_- Almost half a century after rigorous studies showed medicines that lower blood pressure prevent heart attacks, strokes and deaths, researchers still do not know just how low blood pressure should go.
More than 58 million Americans take these drugs, but this fundamental question remains unresolved. “We all know treating hypertension is good, but we don’t know how aggressive we should be,” said Dr. Michael Lauer, the director of the Division of Cardiovascular Sciences at the National Heart, Lung and Blood Institute.
The institute is seeking definitive answers as part of its mission to drive down deaths from cardiovascular disease, continuing the decades-long plunge in mortality rates from this leading killer.
On the summer solstice, the sun's warm rays bathe the Northern hemisphere longer than any other day of the year. This happens because the tilt of the Earth’s axis is at a point where it makes its deepest bow to the star.Introducing Summer of Science The results of a large and rigorous study, called Sprint, are expected in 2017. Researchers are following 9,000 middle-age and older adults with high blood pressure. Half were randomly assigned to get their systolic pressure — the top number that measures pressure when the heart contracts — to below 120 while the others were to get to below 140. The study will measure not just heart attacks, strokes and kidney disease, but also effects on the brain. Do people think better and avoid dementia with lower pressure?
MENDING HEARTS
Articles in this series will explore new approaches to treating heart disease.
PART 1
A Sea Change in Treating Heart Attacks
PART 2
Building a Better Valve
PART 3
Putting Stents to the Test
PART 4
Blood Pressure, the Mystery Number
A Possibly Lifesaving Guide to Heart Attacks
In the meantime, doctors are making decisions in a fog of uncertainty.
What about a patient like Glenn Lorenzen, 67, whose systolic pressure was a frightening 220 in October? On a chilly day in December at the cardiovascular clinic at the Boston Veterans Affairs hospital, he had received the good news that drugs and weight loss had lowered his reading to 124. Should he be happy? Should he aim to be below 120? Or should he ease up on the medications a bit and let his pressure drift toward 140 or even 150?
One school of thought says blood pressure rises with age to push more blood into the brain. Another says high blood pressure damages the brain, perhaps causing silent ministrokes.
“We don’t know which is right,” said David Reboussin, a biostatistician at Wake Forest University who is a principal investigator for the new federal study.
The trend in geriatrics is to let pressure drift up, although not above 150, said Dr. Alfred Cheung, a study investigator who is a nephrologist and professor of medicine at the University of Utah.
“It’s not based on hard data,” he said.
The lack of evidence is at the heart of a dispute that is partly an artifact of the way thinking on blood pressure evolved.
When drugs to lower blood pressure came on the market in the 1950s, many doctors did not know if they should prescribe them. They thought systolic pressure should be 100 plus a person’s age. The conventional wisdom was that blood vessels stiffen with age, so higher pressure helped push blood through them.
That view was discredited in 1967 when a rigorous study comparing the drugs with a placebo ended early because those taking the medicines had so many fewer strokes and heart attacks. The drugs became mainstays in medicine, credited with saving millions of lives.
Many early clinical trials did not even address systolic pressure, the focus today. Instead, they looked at diastolic pressure, the lower number, representing pressure on blood vessels when the heart relaxes between beats.
“The general thinking — incorrectly — was that as you get older, the systolic naturally goes up” to supply the brain with blood, said Dr. William C. Cushman, the chief of preventive medicine at the V.A. Medical Center in Memphis.
It was only in 1991 that the first study on systolic pressure was published. It and subsequent research concluded that the treatment goal should be a level below 150 in order to prevent heart attacks, heart failure and strokes. Almost no studies examined the outcomes at lower goals.
So doctors and guideline makers have a conundrum, Dr. Cushman said. “The epidemiology is consistent that having a systolic pressure of 120 or even below 120 is associated with reduced cardiovascular mortality. But that doesn’t necessarily mean that treating with medications to reach that level will give you that benefit.” The concern is that drugs always have more effects than the one they are being used for. So a blood pressure lowered with drugs is not necessarily the same as one that is naturally lower.
Guidelines from experts are all over the map. A panel appointed by the National Heart, Lung and Blood Institute suggests a systolic pressure below 150 for those older than 60. The American Heart Association and other groups say it should be under 140.
European guidelines call for a systolic pressure less than 150 except for older adults, but they also take into account a person’s risk of heart disease when deciding how low that number should go. And epidemiological studies that follow large groups of people over time have found that people whose systolic pressure is naturally 120 or lower have the lowest risk of heart attacks and strokes.
The guidelines from the Heart, Lung and Blood Institute panel constituted one of the most ambitious efforts to build a consensus for blood pressure levels. The mission was to use data from rigorous studies rather than expert opinion, the older standard.
Previous guidelines by a similar committee convened by the National Institutes of Health had set a goal of systolic pressure below 140. The new guideline called for a pressure below 150 for people age 60 and older. “That is where the benefit was seen,” in clinical trials, said Dr. Suzanne Oparil, the director of the vascular biology and hypertension program at the University of Alabama in Birmingham and chairwoman of that committee.
Dr. J. Michael Gaziano, a Harvard professor of medicine, criticizes the system for grading blood pressure improvements. Credit Kayana Szymczak for The New York Times
But when the committee’s report was published in December 2013, it immediately came under fire and five out of the 12 committee members published their own report, advocating blood pressure below 140.
“A minority group on the guidelines panel felt it was insane to raise the target to 150 in the segment of the population at highest risk from hypertension,” said Dr. Jackson T. Wright, Jr. of Case Western Reserve University, who was among the dissenters.
And it’s not just the question of the right goal for systolic pressure. Blood pressure and cholesterol levels are now treated very differently. Cholesterol guidelines take into account a patient’s overall risk of a heart attack. But with blood pressure, at least for United States guidelines, the only thing that matters is blood pressure levels and not other factors like family history or cholesterol levels.
That was how the studies were designed, though, Dr. Cushman said. Cholesterol trials took other risks into account. Blood pressure trials looked at only blood pressure. But clearly some people are at lower risk than others even though they have the same blood pressure. Yet all are treated the same. Should that change?
That sort of inconsistency leaves many physicians in a quandary. Mr. Lorenzen’s doctor at the Boston V.A., Dr. J. Michael Gaziano, a Harvard professor of medicine, considers a patient’s overall risk and is an evangelist for losing weight and exercising to boost the effects of blood pressure drugs. He lives that way himself, following a Mediterranean diet low on meat and engaging in running and cross-country skiing.
“You’re the thinnest person I know,” Mr. Lorenzen told Dr. Gaziano on the recent visit.
Mr. Lorenzen, who has had two heart attacks, is still heavy, but he is one of Dr. Gaziano’s star pupils. He has lost 60 pounds and exercises most days. When his pressure used to be 200 and above, he said he felt glum and his head hurt “like a wicked sunburn.” Although high blood pressure is often called the silent killer, when pressures go very high, people may feel effects from increased pressure in the brain, Dr. Gaziano said.
“Your blood pressure is headed in a good direction, better than I would have expected,” Dr. Gaziano told him. “The medicine alone wouldn’t do it. I have a feeling your exercise and weight reduction have played a significant role.”
“I get an A,” Mr. Lorenzen said proudly.
Fuente: NYT. http://www.nytimes.com/2015/06/23/health/blood-pressure-the-mystery-number.html?em_pos=small&emc=edit_hh_20150623&nl=health&nlid=31217582&ref=headline&_r=0
(Atención la traducción al ser automática deja mucho que desear y exige ser "creativo" en su comprensión)
Casi medio siglo después de que rigurosos estudios que mostraron a medicamentos que disminuían la presión arterial con el fin de prevenir ataques cardíacos, accidentes cerebro vasculares y muertes, los investigadores todavía no saben qué nivel de presión es la que debe tener la presión arterial.
Más de 58 millones de estadounidenses toman estos medicamentos, pero esta pregunta fundamental sigue sin resolverse. "Todos sabemos tratar la hipertensión y sabemos que es bueno, pero no sabemos qué nivel de deberíamos tener", dijo el Dr. Michael Lauer, director de la División de Ciencias Cardiovasculares del Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre.
El instituto está buscando respuestas definitivas como parte de su misión de reducir las muertes por enfermedades cardiovasculares, continuando el proceso de décadas en las tasas de mortalidad de esta causa de muerte.
En el solsticio de verano, los cálidos rayos del sol bañan el hemisferio norte más tiempo que cualquier otro día del año. Esto sucede debido a la inclinación del eje de la Tierra está en un punto en el que hace su arco más profundo a la star.Introducing Verano de la Ciencia Los resultados de un estudio amplio y riguroso, llamada Sprint, se espera que en 2017. Los investigadores están siguiendo 9000 media edad y adultos mayores con hipertensión arterial. La mitad fueron asignados al azar para conseguir su presión sistólica - el número más alto que mide la presión cuando el corazón se contrae - a por debajo de 120, mientras que los otros eran para llegar a continuación 140. El estudio medirá no sólo los ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y enfermedad renal, sino también efectos sobre el cerebro. ¿La gente piensa mejor y evitar la demencia con la presión más baja?
Mending Hearts
Artículos de esta serie explorarán nuevos enfoques para el tratamiento de enfermedades del corazón.
PARTE 1
Un cambio radical en el tratamiento de ataques al corazón
PARTE 2
La construcción de una válvula de Mejor
PARTE 3
Poner stents a la prueba
PARTE 4
La presión arterial, el Número de Misterio
Una guía Posiblemente Salvamento y Socorrismo de ataques al corazón
Mientras tanto, los médicos están tomando decisiones en una niebla de incertidumbre.
¿Qué pasa con un paciente como Glenn Lorenzen, de 67 años, cuya presión sistólica era un aterrador 220 en octubre? En un día frío en diciembre en la clínica cardiovascular en el hospital de Asuntos de Veteranos de Boston, que había recibido la buena noticia de que las drogas y la pérdida de peso había bajado su lectura a 124. ¿Debería ser feliz? Debería apuntar a estar por debajo de 120? ¿O debería aliviar hasta en los medicamentos un poco y dejar que su presión de la deriva hacia el 140 o incluso 150?
Una escuela de pensamiento dice la presión arterial aumenta con la edad para impulsar más sangre en el cerebro. Otro dice la presión arterial alta daña el cerebro, tal vez causando miniderrames silenciosos.
"No sabemos que es correcto", dijo David Reboussin, un experto en bioestadística en la Wake Forest University, que es un investigador principal del nuevo estudio federal.
La tendencia en geriatría es dejar que la presión de la deriva hacia arriba, aunque no por encima de 150, dijo el Dr. Alfred Cheung, un investigador del estudio que es un nefrólogo y profesor de medicina en la Universidad de Utah.
"No se basa en datos duros", dijo.
La falta de pruebas está en el centro de una controversia que es en parte un artefacto de la forma de pensar sobre la presión arterial evolucionado.
Cuando los medicamentos para bajar la presión arterial aparecieron en el mercado en la década de 1950, muchos médicos no sabían si debían prescribirlos. Pensaron presión sistólica debe ser 100 más la edad de una persona. La sabiduría convencional es que los vasos sanguíneos se endurecen con la edad, por lo que una mayor presión ayudó a impulsar la sangre a través de ellos.
Ese punto de vista fue desacreditado en 1967, cuando un estudio riguroso comparó los fármacos con un placebo terminado antes de tiempo porque los que tomaban las medicinas tenían bastantes menos accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos. Las drogas se convirtieron en pilares de la medicina, acreditados con el ahorro de millones de vidas.
Muchos ensayos clínicos iniciales ni siquiera abordaron la presión sistólica, el foco en la actualidad. En cambio, se veían a la presión diastólica, el número más bajo, lo que representa la presión en los vasos sanguíneos cuando el corazón se relaja entre latidos.
"El pensamiento general - erróneo - era que a medida que envejece, la sistólica naturalmente sube" para suministrar sangre al cerebro, dijo el doctor William C. Cushman, el jefe de medicina preventiva de la VA Medical Center en Memphis.
No fue sino hasta 1991 que se publicó el primer estudio sobre la presión sistólica. Él y la investigación posterior concluyó que el objetivo del tratamiento debe ser un nivel por debajo de 150 con el fin de prevenir los ataques al corazón, insuficiencia cardíaca y accidentes cerebrovasculares. Casi sin estudios relacionaron los resultados a los objetivos más bajos.
Así que los médicos y los responsables de las guías tienen un enigma, dijo el doctor Cushman. "La epidemiología es coherente ya que si se tiene una presión sistólica de 120 o incluso por debajo de 120 se asocia con una mortalidad cardiovascular reducida. Pero eso no significa necesariamente que el tratamiento con medicamentos para llegar a ese nivel le dará ese beneficio. "La preocupación es que las drogas siempre tienen más efectos que lo que se están utilizando para. Así que el lograr una presión sanguínea más baja con fármacos no tiene necesariamente el mismo resultado que una persona que tiene la presión naturalmente inferior.
Directrices de expertos están por todo el mapa. Un panel designado por el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre sugiere una presión sistólica por debajo de 150 para los mayores de 60. La Asociación Americana del Corazón y otros grupos dicen que debe estar bajo 140.
Directrices europeas exigen una presión sistólica de menos de 150, excepto para los adultos mayores, sino que también tienen en cuenta el riesgo de enfermedades del corazón de una persona al momento de decidir lo baja que debe ser ese número. Y los estudios epidemiológicos que siguen a grandes grupos de personas a través del tiempo han encontrado que las personas cuya presión sistólica es de forma natural 120 o inferior tienen el menor riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
Las directrices desde el panel del instituto del Corazón, los Pulmones y la Sangre constituyeron uno de los esfuerzos más ambiciosos para construir un consenso para los niveles de presión arterial. La misión consistía en utilizar los datos de estudios rigurosos, más que la opinión de expertos, el estándar más empleado.
Directrices anteriores por un comité similares convocado por los Institutos Nacionales de Salud habían fijado la meta de la presión sistólica por debajo de 140. La nueva directriz pidió una presión por debajo de 150 para las personas de 60 años o mayores. "Ahí es donde se ve el beneficio", en los ensayos clínicos, dijo la doctora Suzanne Oparil, el director de la biología vascular y el programa de la hipertensión en la Universidad de Alabama en Birmingham y presidenta de dicha comisión.
Dr. J. Michael Gaziano, profesor de medicina de Harvard, critica el sistema de clasificación de las mejoras de la presión arterial. Acreditó Kayana Szymczak para The New York Times
Pero cuando el informe del comité se publicó en diciembre de 2013, de inmediato fue atacado y cinco de los 12 miembros del comité publicaron su propio informe, abogando por la presión arterial por debajo de 140.
"Un grupo minoritario en el panel de directrices sentía que era una locura elevar el objetivo a 150 en el segmento de la población con mayor riesgo de hipertensión," dijo el Dr. Jackson T. Wright, Jr., de la Universidad Case Western Reserve, que estaba entre los disidentes.
Y no es sólo la cuestión de la meta correcta para la presión sistólica. Los niveles de presión arterial y el colesterol son tratados de manera muy diferente. Directrices de colesterol tienen en cuenta el riesgo global de un paciente de un ataque al corazón. Pero con la presión arterial, por lo menos para las pautas de los Estados Unidos, la única cosa que importa es los niveles de presión arterial y no otros factores como los niveles de historia familiar o de colesterol.
Así fue como se diseñaron los estudios, sin embargo, dijo el Dr. Cushman. Ensayos de colesterol tomaron otros riesgos en cuenta. Ensayos de presión de sangre miraron sólo la presión arterial. Pero está claro que algunas personas tienen un riesgo menor que otros aunque tengan la misma presión arterial. Sin embargo, todos son tratados igual. En caso de que cambie?
Ese tipo de inconsistencia deja a muchos médicos en un dilema. Médico del Sr. Lorenzen en el Boston VA, el Dr. J. Michael Gaziano, profesor de medicina de Harvard, considera que riesgo general tiene un paciente y es un predicador para que pierdan peso y hagan ejercicio con el fin de aumentar los efectos de los medicamentos sobre la presión arterial. Él lo practica de esa manera consigo mismo, siguiendo una dieta mediterránea baja en carne y participa en esquí de fondo.
"Eres una persona más delgada lo sé," dijo el Sr. Lorenzen Dr. Gaziano sobre la reciente visita.
Sr. Lorenzen, que ha tenido dos ataques al corazón, sigue siendo alta, pero es uno de los alumnos estrellas del Dr. GAZIANO. Ha perdido 60 libras y hace ejercicios la mayoría de los días. Cuando su presión solía ser 200 o más, dijo que se sentía triste y le dolía la cabeza ", como una quemadura de sol impío." A pesar de que a la presión arterial alta a menudo se le llama el asesino silencioso, cuando las presiones están muy alta, las personas pueden sentir los efectos de aumento de la presión en el cerebro, dijo el doctor Gaziano.
"Su presión arterial va en una buena dirección, mejor de lo que hubiera esperado," le dijo el Dr. Gaziano. "El medicamento solo no lo haría. Tengo la sensación de que su reducción de peso y el ejercicio han desempeñado un papel importante ".
"Tengo una A," dijo el Sr. Lorenzen orgulloso.
More than 58 million Americans take these drugs, but this fundamental question remains unresolved. “We all know treating hypertension is good, but we don’t know how aggressive we should be,” said Dr. Michael Lauer, the director of the Division of Cardiovascular Sciences at the National Heart, Lung and Blood Institute.
The institute is seeking definitive answers as part of its mission to drive down deaths from cardiovascular disease, continuing the decades-long plunge in mortality rates from this leading killer.
On the summer solstice, the sun's warm rays bathe the Northern hemisphere longer than any other day of the year. This happens because the tilt of the Earth’s axis is at a point where it makes its deepest bow to the star.Introducing Summer of Science The results of a large and rigorous study, called Sprint, are expected in 2017. Researchers are following 9,000 middle-age and older adults with high blood pressure. Half were randomly assigned to get their systolic pressure — the top number that measures pressure when the heart contracts — to below 120 while the others were to get to below 140. The study will measure not just heart attacks, strokes and kidney disease, but also effects on the brain. Do people think better and avoid dementia with lower pressure?
MENDING HEARTS
Articles in this series will explore new approaches to treating heart disease.
PART 1
A Sea Change in Treating Heart Attacks
PART 2
Building a Better Valve
PART 3
Putting Stents to the Test
PART 4
Blood Pressure, the Mystery Number
A Possibly Lifesaving Guide to Heart Attacks
In the meantime, doctors are making decisions in a fog of uncertainty.
What about a patient like Glenn Lorenzen, 67, whose systolic pressure was a frightening 220 in October? On a chilly day in December at the cardiovascular clinic at the Boston Veterans Affairs hospital, he had received the good news that drugs and weight loss had lowered his reading to 124. Should he be happy? Should he aim to be below 120? Or should he ease up on the medications a bit and let his pressure drift toward 140 or even 150?
One school of thought says blood pressure rises with age to push more blood into the brain. Another says high blood pressure damages the brain, perhaps causing silent ministrokes.
“We don’t know which is right,” said David Reboussin, a biostatistician at Wake Forest University who is a principal investigator for the new federal study.
The trend in geriatrics is to let pressure drift up, although not above 150, said Dr. Alfred Cheung, a study investigator who is a nephrologist and professor of medicine at the University of Utah.
“It’s not based on hard data,” he said.
The lack of evidence is at the heart of a dispute that is partly an artifact of the way thinking on blood pressure evolved.
When drugs to lower blood pressure came on the market in the 1950s, many doctors did not know if they should prescribe them. They thought systolic pressure should be 100 plus a person’s age. The conventional wisdom was that blood vessels stiffen with age, so higher pressure helped push blood through them.
That view was discredited in 1967 when a rigorous study comparing the drugs with a placebo ended early because those taking the medicines had so many fewer strokes and heart attacks. The drugs became mainstays in medicine, credited with saving millions of lives.
Many early clinical trials did not even address systolic pressure, the focus today. Instead, they looked at diastolic pressure, the lower number, representing pressure on blood vessels when the heart relaxes between beats.
“The general thinking — incorrectly — was that as you get older, the systolic naturally goes up” to supply the brain with blood, said Dr. William C. Cushman, the chief of preventive medicine at the V.A. Medical Center in Memphis.
It was only in 1991 that the first study on systolic pressure was published. It and subsequent research concluded that the treatment goal should be a level below 150 in order to prevent heart attacks, heart failure and strokes. Almost no studies examined the outcomes at lower goals.
So doctors and guideline makers have a conundrum, Dr. Cushman said. “The epidemiology is consistent that having a systolic pressure of 120 or even below 120 is associated with reduced cardiovascular mortality. But that doesn’t necessarily mean that treating with medications to reach that level will give you that benefit.” The concern is that drugs always have more effects than the one they are being used for. So a blood pressure lowered with drugs is not necessarily the same as one that is naturally lower.
Guidelines from experts are all over the map. A panel appointed by the National Heart, Lung and Blood Institute suggests a systolic pressure below 150 for those older than 60. The American Heart Association and other groups say it should be under 140.
European guidelines call for a systolic pressure less than 150 except for older adults, but they also take into account a person’s risk of heart disease when deciding how low that number should go. And epidemiological studies that follow large groups of people over time have found that people whose systolic pressure is naturally 120 or lower have the lowest risk of heart attacks and strokes.
The guidelines from the Heart, Lung and Blood Institute panel constituted one of the most ambitious efforts to build a consensus for blood pressure levels. The mission was to use data from rigorous studies rather than expert opinion, the older standard.
Previous guidelines by a similar committee convened by the National Institutes of Health had set a goal of systolic pressure below 140. The new guideline called for a pressure below 150 for people age 60 and older. “That is where the benefit was seen,” in clinical trials, said Dr. Suzanne Oparil, the director of the vascular biology and hypertension program at the University of Alabama in Birmingham and chairwoman of that committee.
Dr. J. Michael Gaziano, a Harvard professor of medicine, criticizes the system for grading blood pressure improvements. Credit Kayana Szymczak for The New York Times
But when the committee’s report was published in December 2013, it immediately came under fire and five out of the 12 committee members published their own report, advocating blood pressure below 140.
“A minority group on the guidelines panel felt it was insane to raise the target to 150 in the segment of the population at highest risk from hypertension,” said Dr. Jackson T. Wright, Jr. of Case Western Reserve University, who was among the dissenters.
And it’s not just the question of the right goal for systolic pressure. Blood pressure and cholesterol levels are now treated very differently. Cholesterol guidelines take into account a patient’s overall risk of a heart attack. But with blood pressure, at least for United States guidelines, the only thing that matters is blood pressure levels and not other factors like family history or cholesterol levels.
That was how the studies were designed, though, Dr. Cushman said. Cholesterol trials took other risks into account. Blood pressure trials looked at only blood pressure. But clearly some people are at lower risk than others even though they have the same blood pressure. Yet all are treated the same. Should that change?
That sort of inconsistency leaves many physicians in a quandary. Mr. Lorenzen’s doctor at the Boston V.A., Dr. J. Michael Gaziano, a Harvard professor of medicine, considers a patient’s overall risk and is an evangelist for losing weight and exercising to boost the effects of blood pressure drugs. He lives that way himself, following a Mediterranean diet low on meat and engaging in running and cross-country skiing.
“You’re the thinnest person I know,” Mr. Lorenzen told Dr. Gaziano on the recent visit.
Mr. Lorenzen, who has had two heart attacks, is still heavy, but he is one of Dr. Gaziano’s star pupils. He has lost 60 pounds and exercises most days. When his pressure used to be 200 and above, he said he felt glum and his head hurt “like a wicked sunburn.” Although high blood pressure is often called the silent killer, when pressures go very high, people may feel effects from increased pressure in the brain, Dr. Gaziano said.
“Your blood pressure is headed in a good direction, better than I would have expected,” Dr. Gaziano told him. “The medicine alone wouldn’t do it. I have a feeling your exercise and weight reduction have played a significant role.”
“I get an A,” Mr. Lorenzen said proudly.
Fuente: NYT. http://www.nytimes.com/2015/06/23/health/blood-pressure-the-mystery-number.html?em_pos=small&emc=edit_hh_20150623&nl=health&nlid=31217582&ref=headline&_r=0
(Atención la traducción al ser automática deja mucho que desear y exige ser "creativo" en su comprensión)
Casi medio siglo después de que rigurosos estudios que mostraron a medicamentos que disminuían la presión arterial con el fin de prevenir ataques cardíacos, accidentes cerebro vasculares y muertes, los investigadores todavía no saben qué nivel de presión es la que debe tener la presión arterial.
Más de 58 millones de estadounidenses toman estos medicamentos, pero esta pregunta fundamental sigue sin resolverse. "Todos sabemos tratar la hipertensión y sabemos que es bueno, pero no sabemos qué nivel de deberíamos tener", dijo el Dr. Michael Lauer, director de la División de Ciencias Cardiovasculares del Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre.
El instituto está buscando respuestas definitivas como parte de su misión de reducir las muertes por enfermedades cardiovasculares, continuando el proceso de décadas en las tasas de mortalidad de esta causa de muerte.
En el solsticio de verano, los cálidos rayos del sol bañan el hemisferio norte más tiempo que cualquier otro día del año. Esto sucede debido a la inclinación del eje de la Tierra está en un punto en el que hace su arco más profundo a la star.Introducing Verano de la Ciencia Los resultados de un estudio amplio y riguroso, llamada Sprint, se espera que en 2017. Los investigadores están siguiendo 9000 media edad y adultos mayores con hipertensión arterial. La mitad fueron asignados al azar para conseguir su presión sistólica - el número más alto que mide la presión cuando el corazón se contrae - a por debajo de 120, mientras que los otros eran para llegar a continuación 140. El estudio medirá no sólo los ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y enfermedad renal, sino también efectos sobre el cerebro. ¿La gente piensa mejor y evitar la demencia con la presión más baja?
Mending Hearts
Artículos de esta serie explorarán nuevos enfoques para el tratamiento de enfermedades del corazón.
PARTE 1
Un cambio radical en el tratamiento de ataques al corazón
PARTE 2
La construcción de una válvula de Mejor
PARTE 3
Poner stents a la prueba
PARTE 4
La presión arterial, el Número de Misterio
Una guía Posiblemente Salvamento y Socorrismo de ataques al corazón
Mientras tanto, los médicos están tomando decisiones en una niebla de incertidumbre.
¿Qué pasa con un paciente como Glenn Lorenzen, de 67 años, cuya presión sistólica era un aterrador 220 en octubre? En un día frío en diciembre en la clínica cardiovascular en el hospital de Asuntos de Veteranos de Boston, que había recibido la buena noticia de que las drogas y la pérdida de peso había bajado su lectura a 124. ¿Debería ser feliz? Debería apuntar a estar por debajo de 120? ¿O debería aliviar hasta en los medicamentos un poco y dejar que su presión de la deriva hacia el 140 o incluso 150?
Una escuela de pensamiento dice la presión arterial aumenta con la edad para impulsar más sangre en el cerebro. Otro dice la presión arterial alta daña el cerebro, tal vez causando miniderrames silenciosos.
"No sabemos que es correcto", dijo David Reboussin, un experto en bioestadística en la Wake Forest University, que es un investigador principal del nuevo estudio federal.
La tendencia en geriatría es dejar que la presión de la deriva hacia arriba, aunque no por encima de 150, dijo el Dr. Alfred Cheung, un investigador del estudio que es un nefrólogo y profesor de medicina en la Universidad de Utah.
"No se basa en datos duros", dijo.
La falta de pruebas está en el centro de una controversia que es en parte un artefacto de la forma de pensar sobre la presión arterial evolucionado.
Cuando los medicamentos para bajar la presión arterial aparecieron en el mercado en la década de 1950, muchos médicos no sabían si debían prescribirlos. Pensaron presión sistólica debe ser 100 más la edad de una persona. La sabiduría convencional es que los vasos sanguíneos se endurecen con la edad, por lo que una mayor presión ayudó a impulsar la sangre a través de ellos.
Ese punto de vista fue desacreditado en 1967, cuando un estudio riguroso comparó los fármacos con un placebo terminado antes de tiempo porque los que tomaban las medicinas tenían bastantes menos accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos. Las drogas se convirtieron en pilares de la medicina, acreditados con el ahorro de millones de vidas.
Muchos ensayos clínicos iniciales ni siquiera abordaron la presión sistólica, el foco en la actualidad. En cambio, se veían a la presión diastólica, el número más bajo, lo que representa la presión en los vasos sanguíneos cuando el corazón se relaja entre latidos.
"El pensamiento general - erróneo - era que a medida que envejece, la sistólica naturalmente sube" para suministrar sangre al cerebro, dijo el doctor William C. Cushman, el jefe de medicina preventiva de la VA Medical Center en Memphis.
No fue sino hasta 1991 que se publicó el primer estudio sobre la presión sistólica. Él y la investigación posterior concluyó que el objetivo del tratamiento debe ser un nivel por debajo de 150 con el fin de prevenir los ataques al corazón, insuficiencia cardíaca y accidentes cerebrovasculares. Casi sin estudios relacionaron los resultados a los objetivos más bajos.
Así que los médicos y los responsables de las guías tienen un enigma, dijo el doctor Cushman. "La epidemiología es coherente ya que si se tiene una presión sistólica de 120 o incluso por debajo de 120 se asocia con una mortalidad cardiovascular reducida. Pero eso no significa necesariamente que el tratamiento con medicamentos para llegar a ese nivel le dará ese beneficio. "La preocupación es que las drogas siempre tienen más efectos que lo que se están utilizando para. Así que el lograr una presión sanguínea más baja con fármacos no tiene necesariamente el mismo resultado que una persona que tiene la presión naturalmente inferior.
Directrices de expertos están por todo el mapa. Un panel designado por el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre sugiere una presión sistólica por debajo de 150 para los mayores de 60. La Asociación Americana del Corazón y otros grupos dicen que debe estar bajo 140.
Directrices europeas exigen una presión sistólica de menos de 150, excepto para los adultos mayores, sino que también tienen en cuenta el riesgo de enfermedades del corazón de una persona al momento de decidir lo baja que debe ser ese número. Y los estudios epidemiológicos que siguen a grandes grupos de personas a través del tiempo han encontrado que las personas cuya presión sistólica es de forma natural 120 o inferior tienen el menor riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
Las directrices desde el panel del instituto del Corazón, los Pulmones y la Sangre constituyeron uno de los esfuerzos más ambiciosos para construir un consenso para los niveles de presión arterial. La misión consistía en utilizar los datos de estudios rigurosos, más que la opinión de expertos, el estándar más empleado.
Directrices anteriores por un comité similares convocado por los Institutos Nacionales de Salud habían fijado la meta de la presión sistólica por debajo de 140. La nueva directriz pidió una presión por debajo de 150 para las personas de 60 años o mayores. "Ahí es donde se ve el beneficio", en los ensayos clínicos, dijo la doctora Suzanne Oparil, el director de la biología vascular y el programa de la hipertensión en la Universidad de Alabama en Birmingham y presidenta de dicha comisión.
Dr. J. Michael Gaziano, profesor de medicina de Harvard, critica el sistema de clasificación de las mejoras de la presión arterial. Acreditó Kayana Szymczak para The New York Times
Pero cuando el informe del comité se publicó en diciembre de 2013, de inmediato fue atacado y cinco de los 12 miembros del comité publicaron su propio informe, abogando por la presión arterial por debajo de 140.
"Un grupo minoritario en el panel de directrices sentía que era una locura elevar el objetivo a 150 en el segmento de la población con mayor riesgo de hipertensión," dijo el Dr. Jackson T. Wright, Jr., de la Universidad Case Western Reserve, que estaba entre los disidentes.
Y no es sólo la cuestión de la meta correcta para la presión sistólica. Los niveles de presión arterial y el colesterol son tratados de manera muy diferente. Directrices de colesterol tienen en cuenta el riesgo global de un paciente de un ataque al corazón. Pero con la presión arterial, por lo menos para las pautas de los Estados Unidos, la única cosa que importa es los niveles de presión arterial y no otros factores como los niveles de historia familiar o de colesterol.
Así fue como se diseñaron los estudios, sin embargo, dijo el Dr. Cushman. Ensayos de colesterol tomaron otros riesgos en cuenta. Ensayos de presión de sangre miraron sólo la presión arterial. Pero está claro que algunas personas tienen un riesgo menor que otros aunque tengan la misma presión arterial. Sin embargo, todos son tratados igual. En caso de que cambie?
Ese tipo de inconsistencia deja a muchos médicos en un dilema. Médico del Sr. Lorenzen en el Boston VA, el Dr. J. Michael Gaziano, profesor de medicina de Harvard, considera que riesgo general tiene un paciente y es un predicador para que pierdan peso y hagan ejercicio con el fin de aumentar los efectos de los medicamentos sobre la presión arterial. Él lo practica de esa manera consigo mismo, siguiendo una dieta mediterránea baja en carne y participa en esquí de fondo.
"Eres una persona más delgada lo sé," dijo el Sr. Lorenzen Dr. Gaziano sobre la reciente visita.
Sr. Lorenzen, que ha tenido dos ataques al corazón, sigue siendo alta, pero es uno de los alumnos estrellas del Dr. GAZIANO. Ha perdido 60 libras y hace ejercicios la mayoría de los días. Cuando su presión solía ser 200 o más, dijo que se sentía triste y le dolía la cabeza ", como una quemadura de sol impío." A pesar de que a la presión arterial alta a menudo se le llama el asesino silencioso, cuando las presiones están muy alta, las personas pueden sentir los efectos de aumento de la presión en el cerebro, dijo el doctor Gaziano.
"Su presión arterial va en una buena dirección, mejor de lo que hubiera esperado," le dijo el Dr. Gaziano. "El medicamento solo no lo haría. Tengo la sensación de que su reducción de peso y el ejercicio han desempeñado un papel importante ".
"Tengo una A," dijo el Sr. Lorenzen orgulloso.
sábado, 21 de junio de 2014
El gen mutado que protege el corazón. Alteraciones en el APOC3 reducen los triglicéridos y disminuyen un 40% el riesgo de infarto
De forma independiente y por caminos distintos, dos grupos de investigadores –uno estadounidense, otro danés- han rastreado el ADN de miles de pacientes hasta dar con el gen APOC3 y llegar a una misma conclusión: las mutaciones en este gen protegen el corazón y las arterias. Las alteraciones detectadas no solo reducen significativamente los niveles de triglicéridos –un tipo de grasa que circula por la sangre cuyo exceso se asocia a lesiones vasculares-, sino que disminuyen el riesgo de sufrir lesiones coronarias (infartos, ictus) hasta en un 40%, como publican en el New England Journal of Medicine.
En las sociedades occidentales, estas enfermedades son la principal causa de muerte, en buena medida, por la mala alimentación y el estilo de vida. En España, el 30% de los fallecimientos se deben a procesos cardiovasculares, por encima de la suma de los tumores. Buena parte de la responsabilidad es del colesterol malo (LDL, lipoproteínas de baja densidad), al adherirse a las paredes de las arterias, endurecerlas y estrecharlas. Aunque existe una familia de fármacos, las estatinas, que se ha mostrado eficaz a la hora de combatir estas grasas.
Sin embargo, frente a los triglicéridos –otro de los agentes causantes de arterioesclerosis-, los fármacos existentes (fibratos, niacina, ácidos grasos omega 3) no han alcanzado el mismo nivel de resultados. Solo ayudan moderadamente a reducir los niveles en sangre y no aportan beneficios sensibles en cuanto a paliar el riesgo cardiovascular. Por ello, estos dos trabajos han despertado el interés entre los investigadores y médicos que velan por la buena salud de las arterias.
...
El gen APOC3 es especialmente activo en el hígado, donde produce una proteína (la apolipoproteína C3) que transporta los triglicéridos a través de la corriente sanguínea hasta su destino. Al llegar a los tejidos, estos lípidos se degradan y se transforman en ácidos grasos, es decir, en energía. Este proceso es posible gracias a una enzima. El problema es que la apolipoproteína anula la actividad enzimática, por lo que, si abunda, los triglicéridos no se metabolizan, se acumulan en la sangre y lesionan las arterias.
El trabajo de los científicos de la Universidad de Pensilvania y del Hospital General de Massachusetts analizó los exomas (la parte más activa del genoma, la que fabrica proteínas) de 4.000 personas en busca de mutaciones que se pudieran asociar con los niveles de triglicéridos en la sangre. Tras un complejo proceso de selección y descarte, los investigadores advirtieron que cuatro mutaciones diferentes en el APOC3 no solo comprometían la fabricación de la proteína, sino que se relacionaban con una caída del 40% de la tasa de triglicéridos. Mientras la presencia habitual ronda los 150 miligramos por decilitro, entre estas personas la cifra bajaba hasta los 85. La mutación les ayudaba a tener poca apolipoproteína C3.
Una vez comprobado que cambios en las bases (las letras que componen el alfabeto genético accttgga…) del gen APOC3 se traducen en un menor nivel de triglicéridos quedaba por determinar si, además, estas personas eran menos sensibles a desarrollar enfermedades cardiovasculares. A partir de 110.000 muestras de pacientes, los investigadores estadounidenses analizaron los perfiles genéticos y compararon aquellos que tenían las mutaciones identificadas con sus historiales clínicos. El resultado fue que la alteración genética se asociaba a una caída del 40% de la posibilidad de tener un infarto, ictus, isquemia crónica y el resto de lesiones coronarias.
Este es el aspecto que más destaca Civeira del trabajo: evidenciar que la reducción de los niveles de la apolipoproteína C-3 en sangre se traduce en una mejora de la salud del paciente, lo que no sucede con los medicamentos que se usan hasta ahora para tratar el exceso de triglicéridos.
“A partir de nuestros hallazgos, podemos predecir que si bajamos los triglicéridos mediante la inhibición del gen APOC3 habrá una reducción del riesgo de patología coronaria”
Fuente: El País. http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/06/19/actualidad/1403191139_284139.html
En las sociedades occidentales, estas enfermedades son la principal causa de muerte, en buena medida, por la mala alimentación y el estilo de vida. En España, el 30% de los fallecimientos se deben a procesos cardiovasculares, por encima de la suma de los tumores. Buena parte de la responsabilidad es del colesterol malo (LDL, lipoproteínas de baja densidad), al adherirse a las paredes de las arterias, endurecerlas y estrecharlas. Aunque existe una familia de fármacos, las estatinas, que se ha mostrado eficaz a la hora de combatir estas grasas.
Sin embargo, frente a los triglicéridos –otro de los agentes causantes de arterioesclerosis-, los fármacos existentes (fibratos, niacina, ácidos grasos omega 3) no han alcanzado el mismo nivel de resultados. Solo ayudan moderadamente a reducir los niveles en sangre y no aportan beneficios sensibles en cuanto a paliar el riesgo cardiovascular. Por ello, estos dos trabajos han despertado el interés entre los investigadores y médicos que velan por la buena salud de las arterias.
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El gen APOC3 es especialmente activo en el hígado, donde produce una proteína (la apolipoproteína C3) que transporta los triglicéridos a través de la corriente sanguínea hasta su destino. Al llegar a los tejidos, estos lípidos se degradan y se transforman en ácidos grasos, es decir, en energía. Este proceso es posible gracias a una enzima. El problema es que la apolipoproteína anula la actividad enzimática, por lo que, si abunda, los triglicéridos no se metabolizan, se acumulan en la sangre y lesionan las arterias.
El trabajo de los científicos de la Universidad de Pensilvania y del Hospital General de Massachusetts analizó los exomas (la parte más activa del genoma, la que fabrica proteínas) de 4.000 personas en busca de mutaciones que se pudieran asociar con los niveles de triglicéridos en la sangre. Tras un complejo proceso de selección y descarte, los investigadores advirtieron que cuatro mutaciones diferentes en el APOC3 no solo comprometían la fabricación de la proteína, sino que se relacionaban con una caída del 40% de la tasa de triglicéridos. Mientras la presencia habitual ronda los 150 miligramos por decilitro, entre estas personas la cifra bajaba hasta los 85. La mutación les ayudaba a tener poca apolipoproteína C3.
Una vez comprobado que cambios en las bases (las letras que componen el alfabeto genético accttgga…) del gen APOC3 se traducen en un menor nivel de triglicéridos quedaba por determinar si, además, estas personas eran menos sensibles a desarrollar enfermedades cardiovasculares. A partir de 110.000 muestras de pacientes, los investigadores estadounidenses analizaron los perfiles genéticos y compararon aquellos que tenían las mutaciones identificadas con sus historiales clínicos. El resultado fue que la alteración genética se asociaba a una caída del 40% de la posibilidad de tener un infarto, ictus, isquemia crónica y el resto de lesiones coronarias.
Este es el aspecto que más destaca Civeira del trabajo: evidenciar que la reducción de los niveles de la apolipoproteína C-3 en sangre se traduce en una mejora de la salud del paciente, lo que no sucede con los medicamentos que se usan hasta ahora para tratar el exceso de triglicéridos.
“A partir de nuestros hallazgos, podemos predecir que si bajamos los triglicéridos mediante la inhibición del gen APOC3 habrá una reducción del riesgo de patología coronaria”
MÁS INFORMACIÓN
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miércoles, 30 de abril de 2014
Fuster: “El paciente que no se cuide podrá ser rechazado por el sistema” Solo un 20% de los enfermos intervenidos controlan cuatro factores de riesgo un año después
Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en España, pero su prevención no está resultando nada fácil. Y ello no sucede porque no se sepa qué hay que hacer.
En un curso magistral que ha dado en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, Valentín Fuster, director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), resumió en siete los factores de riesgo (tabaco, colesterol, hipertensión, diabetes, sedentarismo, obesidad y edad) y, no sin cierto desánimo, admitió que los ensayos muestran que “solo los profesionales y los obsesivos” parecen dispuestos a cambiar sus hábitos. Ante una “epidemia silenciosa” que “la gente no se cree”, puede llegar a suceder que “el paciente sea rechazado por los sistemas sanitarios”, advirtió. Algo que ya empieza a barajarse en países como Reino Unido o Suecia, añadió.
Los ensayos empiezan a mostrar esta impermeabilidad de los pacientes a los consejos médicos. Por ejemplo, en una revisión de estudios hecha con personas que ya han tenido un infarto, publicada en abril, Fuster y otros investigadores constataron que un año después del suceso, solo el 20% había conseguido controlar cuatro de los factores (se medía tabaquismo, colesterol, hipertensión y azúcar).
Y si esto sucede entre quienes ya le han visto las orejas al alobo, la idea de que quienes se consideran impunes cambien sus hábitos le parece al cardiólogo una entelequia. “No queremos creer lo que nos está ocurriendo. No va a haber un cambio de hábitos, porque la población no se cree vulnerable. Por eso hay una epidemia”, dijo Fuster. En la misma línea de reconocer una situación peligrosa, Fuster fue tajante: "No me digan que en España se sigue la dieta mediterránea".
Aunque todavía no hay datos, la misma idea subyace en el estudio Focus 1 que está realizando el equipo del investigador. Su objetivo es medir por qué las personas que han tenido un accidente cardiaco o cerebrovascular no toman la medicación que evitaría una recaída. El tratamiento básico es, en principio, sencillo: tres pastillas –anticoagulante, antihipertensión y anticolesterol-. La evidencia de que el cumplimiento terapéutico (lo que se denomina adherencia) es escaso llevó al CNIC, en colaboración con laboratorios Ferrer, que colaboraron en la preparación del encuentro de Santander al que fue invitado EL PAÍS, a desarrollar la polypill, una píldora que incluye los tres compuestos en un solo comprimido. “No se trata de ponerlos todos juntos”, advirtió Fuster. La idea es facilitar que se siga el tratamiento, y que sea más barato –“hemos aprendido que lo que encarece el medicamento es la distribución”, dijo el médico-. La polypill, de momento, está permitida en siete países latinoamericanos. Se espera que el año que viene se apruebe en Europa, y que al siguiente esté también en EE UU.
Esta idea de una pastilla a dosis fijas contradice uno de los principios que parecen regir la nueva medicina: los tratamientos personalizados, admitió Fuster. De alguna manera, las enfermedades cardiovasculares son algo “difuso” y, por lo que dijo el médico, de momento escapan a las nuevas tendencias: ni la genética como factor predictivo, ni el uso de células madre ni los tratamientos individualizados han demostrado de momento una gran utilidad. Sigue habiendo que acudir a la anatomía y la fisiología clásicas.
En la misma línea, Fuster defendió el uso de los nuevos anticoagulantes que se dan a dosis única y no hay que regularlos en función de analíticas periódicas a los pacientes. Es un debate que en España enciende a los especialistas entre defensores del Sintrom y los del Dabigratán. El problema de este último, más nuevo y cómodo para el paciente, es, por un lado, su precio. De hacho los médicos de primaria acaban de emitir un comunicado protestando porque no les dejan recetarlos en todas las comunidades. Por otro, que hay que ser muy riguroso con los horarios ya que si no hay riesgo de sobredosis, admitió Fuster. Por eso él, que tiene a sus pacientes en EE UU, es claro: a los que usen los anticoagulantes antiguos y les va bien, que sigan con ellos; a los nuevos pacientes, que empiecen con los nuevos. Si pueden pagárselo, algo que en países con sistemas de sanidad privados es muy importante...
Fuente: El País.
En un curso magistral que ha dado en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, Valentín Fuster, director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), resumió en siete los factores de riesgo (tabaco, colesterol, hipertensión, diabetes, sedentarismo, obesidad y edad) y, no sin cierto desánimo, admitió que los ensayos muestran que “solo los profesionales y los obsesivos” parecen dispuestos a cambiar sus hábitos. Ante una “epidemia silenciosa” que “la gente no se cree”, puede llegar a suceder que “el paciente sea rechazado por los sistemas sanitarios”, advirtió. Algo que ya empieza a barajarse en países como Reino Unido o Suecia, añadió.
Los ensayos empiezan a mostrar esta impermeabilidad de los pacientes a los consejos médicos. Por ejemplo, en una revisión de estudios hecha con personas que ya han tenido un infarto, publicada en abril, Fuster y otros investigadores constataron que un año después del suceso, solo el 20% había conseguido controlar cuatro de los factores (se medía tabaquismo, colesterol, hipertensión y azúcar).
Y si esto sucede entre quienes ya le han visto las orejas al alobo, la idea de que quienes se consideran impunes cambien sus hábitos le parece al cardiólogo una entelequia. “No queremos creer lo que nos está ocurriendo. No va a haber un cambio de hábitos, porque la población no se cree vulnerable. Por eso hay una epidemia”, dijo Fuster. En la misma línea de reconocer una situación peligrosa, Fuster fue tajante: "No me digan que en España se sigue la dieta mediterránea".
Aunque todavía no hay datos, la misma idea subyace en el estudio Focus 1 que está realizando el equipo del investigador. Su objetivo es medir por qué las personas que han tenido un accidente cardiaco o cerebrovascular no toman la medicación que evitaría una recaída. El tratamiento básico es, en principio, sencillo: tres pastillas –anticoagulante, antihipertensión y anticolesterol-. La evidencia de que el cumplimiento terapéutico (lo que se denomina adherencia) es escaso llevó al CNIC, en colaboración con laboratorios Ferrer, que colaboraron en la preparación del encuentro de Santander al que fue invitado EL PAÍS, a desarrollar la polypill, una píldora que incluye los tres compuestos en un solo comprimido. “No se trata de ponerlos todos juntos”, advirtió Fuster. La idea es facilitar que se siga el tratamiento, y que sea más barato –“hemos aprendido que lo que encarece el medicamento es la distribución”, dijo el médico-. La polypill, de momento, está permitida en siete países latinoamericanos. Se espera que el año que viene se apruebe en Europa, y que al siguiente esté también en EE UU.
Esta idea de una pastilla a dosis fijas contradice uno de los principios que parecen regir la nueva medicina: los tratamientos personalizados, admitió Fuster. De alguna manera, las enfermedades cardiovasculares son algo “difuso” y, por lo que dijo el médico, de momento escapan a las nuevas tendencias: ni la genética como factor predictivo, ni el uso de células madre ni los tratamientos individualizados han demostrado de momento una gran utilidad. Sigue habiendo que acudir a la anatomía y la fisiología clásicas.
En la misma línea, Fuster defendió el uso de los nuevos anticoagulantes que se dan a dosis única y no hay que regularlos en función de analíticas periódicas a los pacientes. Es un debate que en España enciende a los especialistas entre defensores del Sintrom y los del Dabigratán. El problema de este último, más nuevo y cómodo para el paciente, es, por un lado, su precio. De hacho los médicos de primaria acaban de emitir un comunicado protestando porque no les dejan recetarlos en todas las comunidades. Por otro, que hay que ser muy riguroso con los horarios ya que si no hay riesgo de sobredosis, admitió Fuster. Por eso él, que tiene a sus pacientes en EE UU, es claro: a los que usen los anticoagulantes antiguos y les va bien, que sigan con ellos; a los nuevos pacientes, que empiecen con los nuevos. Si pueden pagárselo, algo que en países con sistemas de sanidad privados es muy importante...
Fuente: El País.
jueves, 1 de noviembre de 2012
Pescado para prevenir riesgo de derrame cerebral
El pescado graso, como sardinas o atún, es una fuente rica en ácidos grasos omega 3.
Consumir al menos dos porciones de pescado graso a la semana pueden reducir el riesgo de sufrir un evento cerebrovascular.
Sin embargo, el consumo de suplementos no muestra beneficios, dicen investigadores.
Los científicos llevaron a cabo una revisión de los estudios publicados sobre el vínculo entre el consumo de pescado, una fuente rica de ácidos grasos omega 3, y el riesgo de sufrir un evento cerebrovascular.
Las investigaciones pasadas ya han establecido que el consumo regular de estos alimentos está vinculado a un menor riesgo de enfermedad cardiovascular, incluida la enfermedad coronaria.
Por eso las recomendaciones de salud en muchos países establecen que una dieta sana debe incluir al menos dos porciones de pescado graso a la semana, como salmón, arenque, sardinas y atún.
Sin embargo, hasta ahora no se ha logrado establecer un vínculo claro entre el consumo de pescado graso y el riesgo de sufrir un evento cerebrovascular.
Aceite de pescado
La nueva investigación, publicada en British Medical Journal (Revista Médica Británica) revisó 38 estudios publicados llevados a cabo en 15 países que habían incluido a unas 800.000 personas.
Entre los participantes había individuos con enfermedades cardiovascular establecida, aquellos que sufrían o habían sufrido trastornos como hipertensión o infarto, y personas con bajo riesgo que nunca habían tenido estas enfermedades.
Los estudios incluían cuestionarios sobre los hábitos alimentarios, análisis de sangre para identificar niveles de ácidos grasos omega 3 y registros sobre el uso de suplementos de ácidos grasos.
El doctor Rajiv Chowdhury, de la Universidad de Cambridge, quien dirigió el estudio, explica que los resultados mostraron que los individuos que consumían de dos a cuatro porciones de pescado graso a la semana mostraron una reducción "moderada pero significativa" (de 6%) en el riesgo de sufrir un evento cerebrovascular, comparado con quienes sólo comían una porción o no comían el alimento.
Quienes consumían cinco o más porciones a la semana mostraron una reducción de 12% en el riesgo.
Sin embargo, afirman los investigadores, no se vio ninguna reducción significativa en el riesgo de evento cerebrovascular entre quienes consumían suplementos de omega 3.
Según el investigador, hay varias razones que podrían explicar los beneficios de comer pescado graso en la salud vascular.
"Por ejemplo, podría deberse a la interacción de una amplia variedad de nutrientes, como vitaminas y aminoácidos esenciales que comúnmente se encuentran en el pescado", dicen los autores.
"O también podría deberse a que consumir más pescado puede llevar a una reducción en el consumo de otros alimentos, como carne roja, que se sabe son perjudiciales para la salud vascular".
"O el alto consumo de pescado simplemente puede ser un indicador de una dieta general más sana o de un nivel socioeconómico más alto, los cuales están vinculados con una mejor salud vascular", agregan.
Cualquiera que sea la explicación, agregan, estos resultados "refuerzan el papel modesto pero potencialmente beneficioso del consumo de pescado en el combate de la enfermedad cerebrovascular".
Un sondeo llevado a cabo en el Reino Unido por la organización The Stroke Association, mostró que el público no reconoce los signos y síntomas de un evento cerebrovascular.
En particular, se preguntó a 2.000 personas con alto riesgo de un evento cerebrovascular si sabían cuáles eran los signos de un evento transitorio, el llamado Accidente Isquémico Transitorio o TIA, cuyos síntomas desaparecen por lo general antes de una hora.
Los resultados mostraron que casi 70% de los encuestados no sabrían reconocer los síntomas de un TIA, 26% pensaban que eran los mismos síntomas de un infarto, 68% nunca habían oído hablar de un TIA y 74% no tendrían urgencia de llamar a una ambulancia o ir al hospital si estuvieran experimentando los síntomas de un TIA.
Sólo en el Reino Unido unas 46.000 personas sufren uno de estos eventos cada año. Los síntomas incluyen adormecimiento facial, problemas de habla y sensación de hormigueo en un lado del cuerpo.
Los estudios muestran que una de cada diez personas que sufren TIA y no reciben tratamiento tendrán un evento cerebrovascular grave dentro de la semana siguiente. Fuente: BBC.
Consumir al menos dos porciones de pescado graso a la semana pueden reducir el riesgo de sufrir un evento cerebrovascular.
Sin embargo, el consumo de suplementos no muestra beneficios, dicen investigadores.
Los científicos llevaron a cabo una revisión de los estudios publicados sobre el vínculo entre el consumo de pescado, una fuente rica de ácidos grasos omega 3, y el riesgo de sufrir un evento cerebrovascular.
Las investigaciones pasadas ya han establecido que el consumo regular de estos alimentos está vinculado a un menor riesgo de enfermedad cardiovascular, incluida la enfermedad coronaria.
Por eso las recomendaciones de salud en muchos países establecen que una dieta sana debe incluir al menos dos porciones de pescado graso a la semana, como salmón, arenque, sardinas y atún.
Sin embargo, hasta ahora no se ha logrado establecer un vínculo claro entre el consumo de pescado graso y el riesgo de sufrir un evento cerebrovascular.
Aceite de pescado
La nueva investigación, publicada en British Medical Journal (Revista Médica Británica) revisó 38 estudios publicados llevados a cabo en 15 países que habían incluido a unas 800.000 personas.
Entre los participantes había individuos con enfermedades cardiovascular establecida, aquellos que sufrían o habían sufrido trastornos como hipertensión o infarto, y personas con bajo riesgo que nunca habían tenido estas enfermedades.
Los estudios incluían cuestionarios sobre los hábitos alimentarios, análisis de sangre para identificar niveles de ácidos grasos omega 3 y registros sobre el uso de suplementos de ácidos grasos.
El doctor Rajiv Chowdhury, de la Universidad de Cambridge, quien dirigió el estudio, explica que los resultados mostraron que los individuos que consumían de dos a cuatro porciones de pescado graso a la semana mostraron una reducción "moderada pero significativa" (de 6%) en el riesgo de sufrir un evento cerebrovascular, comparado con quienes sólo comían una porción o no comían el alimento.
Quienes consumían cinco o más porciones a la semana mostraron una reducción de 12% en el riesgo.
Sin embargo, afirman los investigadores, no se vio ninguna reducción significativa en el riesgo de evento cerebrovascular entre quienes consumían suplementos de omega 3.
Según el investigador, hay varias razones que podrían explicar los beneficios de comer pescado graso en la salud vascular.
"Por ejemplo, podría deberse a la interacción de una amplia variedad de nutrientes, como vitaminas y aminoácidos esenciales que comúnmente se encuentran en el pescado", dicen los autores.
"O también podría deberse a que consumir más pescado puede llevar a una reducción en el consumo de otros alimentos, como carne roja, que se sabe son perjudiciales para la salud vascular".
"O el alto consumo de pescado simplemente puede ser un indicador de una dieta general más sana o de un nivel socioeconómico más alto, los cuales están vinculados con una mejor salud vascular", agregan.
Cualquiera que sea la explicación, agregan, estos resultados "refuerzan el papel modesto pero potencialmente beneficioso del consumo de pescado en el combate de la enfermedad cerebrovascular".
Un sondeo llevado a cabo en el Reino Unido por la organización The Stroke Association, mostró que el público no reconoce los signos y síntomas de un evento cerebrovascular.
En particular, se preguntó a 2.000 personas con alto riesgo de un evento cerebrovascular si sabían cuáles eran los signos de un evento transitorio, el llamado Accidente Isquémico Transitorio o TIA, cuyos síntomas desaparecen por lo general antes de una hora.
Los resultados mostraron que casi 70% de los encuestados no sabrían reconocer los síntomas de un TIA, 26% pensaban que eran los mismos síntomas de un infarto, 68% nunca habían oído hablar de un TIA y 74% no tendrían urgencia de llamar a una ambulancia o ir al hospital si estuvieran experimentando los síntomas de un TIA.
Sólo en el Reino Unido unas 46.000 personas sufren uno de estos eventos cada año. Los síntomas incluyen adormecimiento facial, problemas de habla y sensación de hormigueo en un lado del cuerpo.
Los estudios muestran que una de cada diez personas que sufren TIA y no reciben tratamiento tendrán un evento cerebrovascular grave dentro de la semana siguiente. Fuente: BBC.
lunes, 29 de octubre de 2012
Los infartos tienen horario. El ritmo circadiano influye en los trastornos cardiacos
El cambio de postura al levantarse y la secreción de algunas sustancias hacen que la hora más peligrosa sea por la mañana
Entre las 10.00 y las 11.00 o alrededor de las 19.00. Esas son las horas en las que se producen más infartos de miocardio, según un estudio que ha hecho un equipo dirigido por María Cristina Barneto Valero, del departamento de operaciones del Samur de Madrid.
En el trabajo, que publica Medicina Clínica, se observa que hay una relación entre las notificaciones de infarto recibida en el servicio de urgencias y los ritmos circadianos. En concreto, la curva muestra dos picos, una con su máximo entre las 10.00 y las 11.00, y otro, menos pronunciado, por la tarde (alrededor de las 19.00).
El patrón es tan estable que no se altera prácticamente con ningún factor de riesgo, ni los que los autores llaman modificables (la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, la dislipidemia y el tabaquismo) ni los que no lo son (edad, sexo). Las dos grandes excepciones son que “los casos con diabetes presentan el pico de menor amplitud más tardío y los casos de tabaquismo invierten el pico máximo de incidencia, siendo el pico vespertino de mayor amplitud que el matinal”.
El estudio ha recogido datos de 709 pacientes atendidos entre el 1 de enero de 2001 y el 31 de diciembre de 2009.
La constancia de los datos apunta a factores fisiológicos que también obedecen a ritmos circadianos como principal desencadenante de los procesos. Por ejemplo, los autores mencionan que por la mañana la sangre es más viscosa y aumentan “los valores plasmáticos de fibrinógeno e inhibidores del plasminógeno”, lo que provoca un estado de “hipercoagulabilidad”. También hay una mayor segregación de catecolaminas (unos neirotransmisores) y se produce el cambio postural de tumbado a de pie. Fuente: El País.
Foto del autor, atardecer de octubre en el arroyo, alrededores de La Nava de Santiago. Badajoz.
Entre las 10.00 y las 11.00 o alrededor de las 19.00. Esas son las horas en las que se producen más infartos de miocardio, según un estudio que ha hecho un equipo dirigido por María Cristina Barneto Valero, del departamento de operaciones del Samur de Madrid.
En el trabajo, que publica Medicina Clínica, se observa que hay una relación entre las notificaciones de infarto recibida en el servicio de urgencias y los ritmos circadianos. En concreto, la curva muestra dos picos, una con su máximo entre las 10.00 y las 11.00, y otro, menos pronunciado, por la tarde (alrededor de las 19.00).
El patrón es tan estable que no se altera prácticamente con ningún factor de riesgo, ni los que los autores llaman modificables (la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, la dislipidemia y el tabaquismo) ni los que no lo son (edad, sexo). Las dos grandes excepciones son que “los casos con diabetes presentan el pico de menor amplitud más tardío y los casos de tabaquismo invierten el pico máximo de incidencia, siendo el pico vespertino de mayor amplitud que el matinal”.
El estudio ha recogido datos de 709 pacientes atendidos entre el 1 de enero de 2001 y el 31 de diciembre de 2009.
La constancia de los datos apunta a factores fisiológicos que también obedecen a ritmos circadianos como principal desencadenante de los procesos. Por ejemplo, los autores mencionan que por la mañana la sangre es más viscosa y aumentan “los valores plasmáticos de fibrinógeno e inhibidores del plasminógeno”, lo que provoca un estado de “hipercoagulabilidad”. También hay una mayor segregación de catecolaminas (unos neirotransmisores) y se produce el cambio postural de tumbado a de pie. Fuente: El País.
Foto del autor, atardecer de octubre en el arroyo, alrededores de La Nava de Santiago. Badajoz.
viernes, 28 de septiembre de 2012
La Iniciativa Vive pide ayuda para la prevención cardiovascular. El proyecto aborda ciencia, educación y salud para prevenir la primera causa de mortalidad del mundo
Las enfermedades cardiovasculares con la primera causa de muerte en los países ricos, y van camino de serlo en los demás. Por eso su prevención —o, según prefiere Valentín Fuster, director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), la promoción de comportamientos saludables— ocupa un puesto destacado en la agenda de la salud pública. Y no solo desde un punto de vista estrictamente médico. Tal y como plantea la Iniciativa Vive, tres son las patas del abordaje: ciencia, salud y educación, todas ellas igualmente importantes.
Partiendo de este punto de vista, la Iniciativa Vive, fruto de la colaboración de la Fundación ProCNIC (que aglutina a empresas privadas que colaboran con el CNIC, entre ellas PRISA, editora de EL PAÍS) y la Fundación SHE (siglas en inglés de ciencia, salud y educación), se reinventa “para abrir su participación a todo ciudadano que disponga de tiempo e interés en luchar contra la patología cardiovascular”.
Como explicó Fuster en la presentación de este nuevo enfoque, la patología cardiovascular obedece a múltiples factores, la mayoría evitables. Entre los primeros están “los mecánicos” (obesidad y la presión arterial), los “químicos” (colesterol y diabetes) y “dos que se identifican con sendas preguntas: si se hace ejercicio y si se fuma”. Solo hay uno sobre el que no se puede actuar: la edad... EL PAÍS Madrid 28 SEP 2012
Partiendo de este punto de vista, la Iniciativa Vive, fruto de la colaboración de la Fundación ProCNIC (que aglutina a empresas privadas que colaboran con el CNIC, entre ellas PRISA, editora de EL PAÍS) y la Fundación SHE (siglas en inglés de ciencia, salud y educación), se reinventa “para abrir su participación a todo ciudadano que disponga de tiempo e interés en luchar contra la patología cardiovascular”.
Como explicó Fuster en la presentación de este nuevo enfoque, la patología cardiovascular obedece a múltiples factores, la mayoría evitables. Entre los primeros están “los mecánicos” (obesidad y la presión arterial), los “químicos” (colesterol y diabetes) y “dos que se identifican con sendas preguntas: si se hace ejercicio y si se fuma”. Solo hay uno sobre el que no se puede actuar: la edad... EL PAÍS Madrid 28 SEP 2012
martes, 18 de septiembre de 2012
Crisis y salud cardiológica. Los ajustes impiden el acceso a los mejores anticoagulantes.
“El ahorro está en hacer las cosas bien”, dice el portavoz de los cardiólogos.
La revolución teórica en el tratamiento de la fibrilación auricular, una de las patologías cardiacas más frecuentes, ha chocado con la tozudez de los presupuestos sanitarios. Esta es la descripción de la situación que han hecho esta mañana Ignacio Fernández Lozano, presidente de la Sección de Electrofisiología y Arritmias de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y Alfonso Martín, coordinador del Grupo de Arritmias Cardiacas de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), al presentar su nuevo documento de consenso para el tratamiento de estas patologías. En concreto, se referían a que las sociedades médicas apuestan por los últimos anticoagulantes que han llegado al mercado, que, en contra de los más usados, se dan a dosis fijas y no hay que estar haciendo controles periódicos. Pero son más caros. “Son la opción preferente”, recalcó Martín, “pero hay muchas restricciones”, añadió Lozano. “No es que los médicos no quieran, es que no pueden indicarlos”, añadió el urgenciólogo.
Los recelos de los gestores tienen un claro origen. El envase de 60 unidades del acenocumarol (el principio activo del Sintrom, el anticoagulante clásico) cuesta, según el Vademécum, 1,89 euros; el del posible sustituto, el dabigatran, cuesta 98,35 euros. “Si se compara caja a caja, es mucho más caro”, admite Lozano. Pero el cardiólogo recuerda que para el primero hay que hacer unos controles periódicos que el segundo evita. “En ese precio no se incluyen los análisis, la enfermera, la tira radiactiva… Y luego está el mayor riesgo de ictus, y eso sí que es caro”, afirma. Martín le da la razón: “En estas patologías, lo caro no es la medicación, son los ingresos”, añade. Y un fármaco más sencillo de tomar “aumenta la adhesión [el cumplimiento por parte del paciente de las pautas de la medicación]”, dice. Y es que una de las diferencias entre ambos productos es que el primero tiene una dosis variable que hay que ir ajustando según las analíticas del paciente; el segundo se da a dosis fijas, lo que supone, por un lado, que es más fácil de administrar, y, por otro, que es más sencillo de controlar...
Pese a todo, Lozano está convencido de que “sin crisis, el Sintrom se estaría retirando más deprisa. Los nuevos anticoagulantes lo desplazarían”... Leer más aquí en El País.
Noticias relacionadas:
Seis horas para tratar el ictus.
Sanidad propone unificar el tratamiento del ictus.
Foto del autor: Playa de Sanlúcar con el Parque de Doñana al fondo.
Los recelos de los gestores tienen un claro origen. El envase de 60 unidades del acenocumarol (el principio activo del Sintrom, el anticoagulante clásico) cuesta, según el Vademécum, 1,89 euros; el del posible sustituto, el dabigatran, cuesta 98,35 euros. “Si se compara caja a caja, es mucho más caro”, admite Lozano. Pero el cardiólogo recuerda que para el primero hay que hacer unos controles periódicos que el segundo evita. “En ese precio no se incluyen los análisis, la enfermera, la tira radiactiva… Y luego está el mayor riesgo de ictus, y eso sí que es caro”, afirma. Martín le da la razón: “En estas patologías, lo caro no es la medicación, son los ingresos”, añade. Y un fármaco más sencillo de tomar “aumenta la adhesión [el cumplimiento por parte del paciente de las pautas de la medicación]”, dice. Y es que una de las diferencias entre ambos productos es que el primero tiene una dosis variable que hay que ir ajustando según las analíticas del paciente; el segundo se da a dosis fijas, lo que supone, por un lado, que es más fácil de administrar, y, por otro, que es más sencillo de controlar...
Pese a todo, Lozano está convencido de que “sin crisis, el Sintrom se estaría retirando más deprisa. Los nuevos anticoagulantes lo desplazarían”... Leer más aquí en El País.
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lunes, 17 de septiembre de 2012
Mucho estrés y poca autonomía: mayor riesgo para el corazón
Estar en un trabajo exigente, estresante y -encima- no tener mucha autonomía o poder de decisión sobre él es malo, algo bien sabido por cualquiera que viva o haya vivido esa situación.
Pero esa es también una mala combinación para la salud del corazón, de acuerdo a un equipo de investigadores británicos que analizaron 13 estudios europeos, sobre más de 200.000 casos y hallaron que la "tensión laboral" estaba asociada a un incremento del 23% de ataques cardíacos y muertes por enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, como factor de riesgo para el corazón éste es mucho menor que fumar o no practicar actividades físicas, según señala el reporte publicado en la revista médica Lancet.
De hecho, de acuerdo con los científicos, eliminar la tensión laboral podría prevenir un 3,4% de los primeros episodios cardíacos, una cifra que treparía al 36% si todo el mundo dejara de fumar.
Libertad
El equipo que presentó la investigación, que pertenece al University College London, dijo que cualquier ocupación puede llevar al desarrollo de tensión laboral (que es un tipo específico de estrés), pero que es más común entre los trabajadores menos calificados.
Por ejemplo, un médico que tiene que tomar muchas decisiones importantes en su trabajo estaría menos predispuesto a desarrollarla que alguien que cubre un turno en una línea de montaje.
El trabajo publicado en Lancet buscó analizar los resultados de 13 estudios, para intentar aclarar esta cuestión.
Al inicio de cada uno los 13 estudios que analizó el trabajo publicado en Lancet se les preguntaba a los participantes si padecían de una excesiva carga de trabajo o si el tiempo que se les daba para completar las tareas era insuficiente. También se indagaba acerca de cuánta libertad sentían tener a la hora de tomar sus propias decisiones en el trabajo.
Luego se los separó en grupos: por un lado los que tenían tensión laboral, por otro los que no. Y a cada grupo se le hizo un seguimiento de siete años y medio.
Mika Kivimaki, del equipo de investigadores del University College London, dijo que su trabajo "indica que la tensión laboral está asociada con un pequeño pero consistente incremento en el riesgo de sufrir un primer episodio de enfermedad cardiovascular, como un ataque cardíaco".
Cómo manejar la presión
Kivimaki dijo que la evidencia sobre el efecto directo de la tensión laboral sobre el corazón no era unívoca.
Le dijo a la BBC que la tensión laboral está vinculada a otros elementos dañinos para el corazón. "Sabemos que los fumadores con tensión laboral son propensos a fumar más y que la gente activa que padece tensión laboral tiene tendencia a volverse menos activa, lo que está asociado con la obesidad".
"Si uno tiene mucho estrés en el trabajo, aún puede reducir el riesgo si lleva un estilo de vida saludable".
La Fundación Británica del Corazón dijo que la clave está en cómo la gente reacciona al estrés laboral.
"Sabemos que cuando uno sufre estrés en el trabajo y no está en posición de cambiar esa situación, el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas puede incrementarse", dijo su director médico, Peter Weissberg.
"Este gran estudio lo confirma, pero también demuestra que el efecto negativo de la tensión laboral es mucho menor que, por ejemplo, el daño causado por fumar o la falta de ejercicio".
"Aunque a veces no se puede evitar el estrés en el trabajo, la forma en que uno maneja la presión es importante, y encender un cigarrillo no es una buena noticia para el corazón. Comer una dieta equilibrada, realizar ejercicio en forma regular y dejar de fumar compensarían de más cualquier riesgo asociado con el trabajo", agregó Weissberg. BBC.
Pero esa es también una mala combinación para la salud del corazón, de acuerdo a un equipo de investigadores británicos que analizaron 13 estudios europeos, sobre más de 200.000 casos y hallaron que la "tensión laboral" estaba asociada a un incremento del 23% de ataques cardíacos y muertes por enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, como factor de riesgo para el corazón éste es mucho menor que fumar o no practicar actividades físicas, según señala el reporte publicado en la revista médica Lancet.
De hecho, de acuerdo con los científicos, eliminar la tensión laboral podría prevenir un 3,4% de los primeros episodios cardíacos, una cifra que treparía al 36% si todo el mundo dejara de fumar.
Libertad
El equipo que presentó la investigación, que pertenece al University College London, dijo que cualquier ocupación puede llevar al desarrollo de tensión laboral (que es un tipo específico de estrés), pero que es más común entre los trabajadores menos calificados.
Por ejemplo, un médico que tiene que tomar muchas decisiones importantes en su trabajo estaría menos predispuesto a desarrollarla que alguien que cubre un turno en una línea de montaje.
El trabajo publicado en Lancet buscó analizar los resultados de 13 estudios, para intentar aclarar esta cuestión.
Al inicio de cada uno los 13 estudios que analizó el trabajo publicado en Lancet se les preguntaba a los participantes si padecían de una excesiva carga de trabajo o si el tiempo que se les daba para completar las tareas era insuficiente. También se indagaba acerca de cuánta libertad sentían tener a la hora de tomar sus propias decisiones en el trabajo.
Luego se los separó en grupos: por un lado los que tenían tensión laboral, por otro los que no. Y a cada grupo se le hizo un seguimiento de siete años y medio.
Mika Kivimaki, del equipo de investigadores del University College London, dijo que su trabajo "indica que la tensión laboral está asociada con un pequeño pero consistente incremento en el riesgo de sufrir un primer episodio de enfermedad cardiovascular, como un ataque cardíaco".
Cómo manejar la presión
Kivimaki dijo que la evidencia sobre el efecto directo de la tensión laboral sobre el corazón no era unívoca.
Le dijo a la BBC que la tensión laboral está vinculada a otros elementos dañinos para el corazón. "Sabemos que los fumadores con tensión laboral son propensos a fumar más y que la gente activa que padece tensión laboral tiene tendencia a volverse menos activa, lo que está asociado con la obesidad".
"Si uno tiene mucho estrés en el trabajo, aún puede reducir el riesgo si lleva un estilo de vida saludable".
La Fundación Británica del Corazón dijo que la clave está en cómo la gente reacciona al estrés laboral.
"Sabemos que cuando uno sufre estrés en el trabajo y no está en posición de cambiar esa situación, el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas puede incrementarse", dijo su director médico, Peter Weissberg.
"Este gran estudio lo confirma, pero también demuestra que el efecto negativo de la tensión laboral es mucho menor que, por ejemplo, el daño causado por fumar o la falta de ejercicio".
"Aunque a veces no se puede evitar el estrés en el trabajo, la forma en que uno maneja la presión es importante, y encender un cigarrillo no es una buena noticia para el corazón. Comer una dieta equilibrada, realizar ejercicio en forma regular y dejar de fumar compensarían de más cualquier riesgo asociado con el trabajo", agregó Weissberg. BBC.
miércoles, 8 de junio de 2011
Francia premia a Valentín Fuster
El cardiólogo catalán ha recibido el Gran Premio Científico por su investigación de la enfermedad aterotrombótica.
En una muy solemne ceremonia, bajo la impresionante cúpula del Instituto de Francia de París, el cardiólogo catalán Valentín Fuster ha recibido el prestigio Gran Premio Científico, entregado a través de la Fundación Lefoulon-Delalande, por su investigación de la enfermedad aterotrombótica. El presidente de la Academia de las Ciencias, Alain Carpentier, vestido con el tradicional traje de gala de los académicos, ha entregado al homenajeado una medalla y el galardón, dotado de 500.000 euros. "Siempre es un honor recibir un premio al que no te esperas", comentó Fuster tras el acto.
"Uno piensa enseguida en los colaboradores que uno ha tenido", explicaba el premiado mientras se dirigía hacia el cóctel que siguió la ceremonia. "Esto no es un trabajo de una persona sino de varios investigadores, de equipos, algunos de ellos están en España y otros están en Estados Unidos", detalló Fuster, quien dirige el Instituto cardiovascular del hospital Mont Sinai de Nueva York y el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) de Madrid.
El jurado del premio destacó en particular siete investigaciones de Fuster consideradas como determinantes para la cardiología. "Es uno de los grandes científicos de nuestros tiempos y además en un área que es especialmente de actualidad, dado que se trata de la enfermedad de las arterias coronarias", detalló Carpentier. "Ha dedicado décadas a investigar los mecanismos que producen esta enfermedad junto con su equipo, y sus contribuciones han sido determinantes para la comprensión de la enfermedad, para su tratamiento y para la prevención". Leer todo en El País.
En una muy solemne ceremonia, bajo la impresionante cúpula del Instituto de Francia de París, el cardiólogo catalán Valentín Fuster ha recibido el prestigio Gran Premio Científico, entregado a través de la Fundación Lefoulon-Delalande, por su investigación de la enfermedad aterotrombótica. El presidente de la Academia de las Ciencias, Alain Carpentier, vestido con el tradicional traje de gala de los académicos, ha entregado al homenajeado una medalla y el galardón, dotado de 500.000 euros. "Siempre es un honor recibir un premio al que no te esperas", comentó Fuster tras el acto.
"Uno piensa enseguida en los colaboradores que uno ha tenido", explicaba el premiado mientras se dirigía hacia el cóctel que siguió la ceremonia. "Esto no es un trabajo de una persona sino de varios investigadores, de equipos, algunos de ellos están en España y otros están en Estados Unidos", detalló Fuster, quien dirige el Instituto cardiovascular del hospital Mont Sinai de Nueva York y el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) de Madrid.
El jurado del premio destacó en particular siete investigaciones de Fuster consideradas como determinantes para la cardiología. "Es uno de los grandes científicos de nuestros tiempos y además en un área que es especialmente de actualidad, dado que se trata de la enfermedad de las arterias coronarias", detalló Carpentier. "Ha dedicado décadas a investigar los mecanismos que producen esta enfermedad junto con su equipo, y sus contribuciones han sido determinantes para la comprensión de la enfermedad, para su tratamiento y para la prevención". Leer todo en El País.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Un nuevo método para tratar el ataque cerebral en París. Une nouvelle méthode pour traiter l'attaque cérébrale LE MONDE | 21.08.09
Investigadores desarrollan un nuevo método para tratar de urgencia los accidentes cerebrovasculares (Europa Press).
Un equipo de científicos del Hospital Bichat de París (Francia) han desarrollado un novedoso método con el que, gracias a la combinación de dos tratamientos ya conocidos, poder atender de urgencia los accidentes cerebrovasculares con una tasa de curación del 93 por ciento, según los resultados de la investigación que aparecen publicados en el último número de la revista 'The Lancet Neurology'.
En concreto, esta nueva herramienta se ha probado en la principal causa de estos accidentes -el coágulo sanguíneo de las arterias cerebrales- y se basa en una doble inyección de 'Actylise', comercializado por Boehringer Ingelheim para el ictus cerebral, en el pliegue del codo y en la propia arteria coagulada.
Según explicó el autor de la investigación, el jefe del Servicio de Neurología del Hospital, el doctor Pierre Amarenco, la inyección intravenosa en el codo debe hacerse en las tres primeras horas después de haber sufrido el ataque y permite curar al paciente en un 40 por ciento de los casos.
Al mismo tiempo, se prepara un microcatéter para efectuar "el descorche de la arteria" inyectando así el fármaco para disolver el coágulo. "La segunda parte de la intervención lleva más tiempo", advierte este experto, y aunque el porcentaje de eficacia oscila entre el 60 y el 70 por ciento "por cada minuto que pasa se destruyen dos millones de neuronas", informa la cadena de televisión TF1 en su edición digital.
Si el coágulo no consigue disolverse el neurólogo puede "capturarlo" con una especie de "lazo" que introduce por el microcatéter, explicó Amarenco, lo que dificulta no obstante una mayor recuperación del paciente.
El equipo de Amarenco ya ha aplicado esta técnica con éxito en 46 de los 53 pacientes tratados (87 por ciento), aunque este experto confía en mejorar estos datos y conseguir una curación de hasta un 93 por ciento si la operación se concluye en menos de tres horas y media.
Quels sont les symptômes ?
Une faiblesse musculaire ou une paralysie : on ne peut brutalement plus bouger une partie de son corps (le bras, la jambe) ; la perte brutale de la parole, de la vision d'un oeil ; la perte de la sensibilité : on sent comme un engourdissement ; la perte de l'équilibre ou de la coordination des mouvements des membres : on marche soudainement comme une personne ivre, on ne tient plus debout ; des maux de tête inhabituels et très intenses ; des troubles de la conscience : on est pris de somnolence. Pour calculer votre risque d'AVC sur le Web: attaquecerebrale.org
Que faire en cas d'AVC ?
Appeler au plus vite le 112. (leer en Le Monde)
Un equipo de científicos del Hospital Bichat de París (Francia) han desarrollado un novedoso método con el que, gracias a la combinación de dos tratamientos ya conocidos, poder atender de urgencia los accidentes cerebrovasculares con una tasa de curación del 93 por ciento, según los resultados de la investigación que aparecen publicados en el último número de la revista 'The Lancet Neurology'.
En concreto, esta nueva herramienta se ha probado en la principal causa de estos accidentes -el coágulo sanguíneo de las arterias cerebrales- y se basa en una doble inyección de 'Actylise', comercializado por Boehringer Ingelheim para el ictus cerebral, en el pliegue del codo y en la propia arteria coagulada.
Según explicó el autor de la investigación, el jefe del Servicio de Neurología del Hospital, el doctor Pierre Amarenco, la inyección intravenosa en el codo debe hacerse en las tres primeras horas después de haber sufrido el ataque y permite curar al paciente en un 40 por ciento de los casos.
Al mismo tiempo, se prepara un microcatéter para efectuar "el descorche de la arteria" inyectando así el fármaco para disolver el coágulo. "La segunda parte de la intervención lleva más tiempo", advierte este experto, y aunque el porcentaje de eficacia oscila entre el 60 y el 70 por ciento "por cada minuto que pasa se destruyen dos millones de neuronas", informa la cadena de televisión TF1 en su edición digital.
Si el coágulo no consigue disolverse el neurólogo puede "capturarlo" con una especie de "lazo" que introduce por el microcatéter, explicó Amarenco, lo que dificulta no obstante una mayor recuperación del paciente.
El equipo de Amarenco ya ha aplicado esta técnica con éxito en 46 de los 53 pacientes tratados (87 por ciento), aunque este experto confía en mejorar estos datos y conseguir una curación de hasta un 93 por ciento si la operación se concluye en menos de tres horas y media.
Quels sont les symptômes ?
Une faiblesse musculaire ou une paralysie : on ne peut brutalement plus bouger une partie de son corps (le bras, la jambe) ; la perte brutale de la parole, de la vision d'un oeil ; la perte de la sensibilité : on sent comme un engourdissement ; la perte de l'équilibre ou de la coordination des mouvements des membres : on marche soudainement comme une personne ivre, on ne tient plus debout ; des maux de tête inhabituels et très intenses ; des troubles de la conscience : on est pris de somnolence. Pour calculer votre risque d'AVC sur le Web: attaquecerebrale.org
Que faire en cas d'AVC ?
Appeler au plus vite le 112. (leer en Le Monde)
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