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viernes, 30 de diciembre de 2016

No es lo mismo que se te pare el corazón en Estocolmo que en Madrid. El uso de ‘apps’ para alertar a personas cercanas y localizar desfibriladores en caso de paro cardíaco eleva la supervivencia.

24 de mayo de 2015. 18.55 horas. Concluye la misa en la iglesia de Saint Justin de Santa Clara, California. Kory Trebbins cierra las puertas. El ujier, de 53 años, se gira y se desploma. Su corazón se ha parado. Alguien llama al 911. El centro de emergencias manda una ambulancia.

Pero también envía una alerta a ciertos teléfonos móviles a través de una app. Los que están a un cuarto de milla (400 metros) de la iglesia y cuyos dueños se han bajado la aplicación, llamada PulsePoint, porque conocen las técnicas de resucitación.

“Una médica de urgencias recibió el aviso. Estaba cerca jugando con sus hijos, los dejó y se plantó allí en dos minutos”, relata ahora Kory. Mientras, una feligresa había iniciado ya el masaje cardiaco y el boca a boca. “La doctora siguió con la resucitación manual, sin éxito. Llegó antes que los bomberos, que me dieron cuatro descargas con desfibrilador para intentar que mi corazón volviese a latir", prosigue Kory.

En la última intentona un pequeño latido les devolvió la esperanza. “Recuperé la consciencia en la camilla, cuando estábamos entrando en el hospital. Siento que fue un auténtico milagro regresar a la vida sin complicaciones ni daños. Me he recuperado totalmente y estoy feliz de estar vivo. Tuvieron que darse muchas cosas para que yo sobreviviera a una crisis así, de esas que te cambian la vida. PulsePoint allanó el camino y fue básico para mi recuperación. No estaría vivo ahora”. Kory, un hombre muy religioso, firma sus mensajes de correo electrónico con la palabra "Milagro". Asegura que la médica le dijo que había estado prácticamente muerto durante 18 minutos.

La historia de Kory es a la vez frecuente y excepcional. Es común porque ocurre una vez cada 20 minutos en España, es decir, 25.000 veces al año, según datos oficiales. La parada cardiaca fuera del hospital afecta a 326.000 estadounidenses al año, de acuerdo con las últimas estadísticas de la American Heart Association. Este gravísimo suceso se engloba dentro de las enfermedades cardiovasculares, las mayores asesinas del mundo, responsables de tres de cada 10 muertes.

El caso del californiano es también inusual. Que se te pare el corazón y tengas más posibilidades de sobrevivir depende, dentro de un entorno de un país desarrollado, de donde vivas. Tendrías más opciones para contarlo en Santa Clara, donde se desplomó Kory, que en Madrid. O en Estocolmo antes que en Barcelona. Son lugares donde funciona una app de este tipo. Kory recibió ayuda casi desde el primer momento y, encima, de una médica especializada en urgencias que estaba muy cerca.

El auxilio precoz es crucial. “Por cada minuto que alguien pasa en parada cardiaca, la posibilidad de supervivencia disminuye un 10%”, advierte Santiago Doménech, responsable de Resucitación Cardio Pulmonar (RCP) de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes). “y a los 10 minutos esa posibilidad es prácticamente inexistente”.

Es milagro, tal y como lo ha vivido Kory, no habría sido posible sin la tecnología digital… y una buena idea. La que tuvo Richard Price, el jefe de bomberos de San Ramón Valley, en California.

Hace siete años, Price estaba sentado en un deli con unos colegas a la hora de comer. Oyó un sonido familiar, el de la sirena del cuerpo de bomberos y vio detenerse uno de los coches rojos en el edificio de al lado. Como era el jefe, no recibió la alerta. Alguien había sufrido una parada cardiaca a escasos metros de él. “El hombre murió”, relata Shannon Smith, portavoz de la Fundación PulsePoint, una entidad sin ánimo de lucro que impulsa la app, “y Price, que tenía un desfibrilador en el coche, decidió que eso nunca debería volver a pasar”. Se puso en contacto con una facultad de informática en Kentucky para desarrollar la tecnología que hiciese posible poner en contacto al paciente con las personas capacitadas para realizar maniobras de resucitación y geolocalizar además los desfibriladores automáticos. El resultado es la aplicación PulsePoint, que se lanzó en 2011 y que ya está disponible en 2.000 ciudades de Estados Unidos y Canadá; en 28 estados y 900.000 teléfonos móviles.

PulsePoint funciona integrada en los servicios de emergencia, que en Estados Unidos se alertan marcando el 911. Cuando se sospecha que alguien ha sufrido una parada cardiaca en la vía pública (la app no funciona en los domicilios, pese a que el 70% de estos episodios ocurre dentro de casa) se llama al número de emergencias. “De forma simultánea envían el aviso a la ambulancia y a los usuarios de la app que están a un cuarto de milla del paciente”, explica Smith, “la alerta le llega a dos o tres personas. En su pantalla también ven donde están los desfibriladores automáticos (AED, en sus siglas en inglés)”. ¿Qué ocurre si no se puede acudir en auxilio? "La persona puede indicar por medio de la aplicación que no está disponible y el sistema sigue en marcha. No hay implicaciones legales", responde. Integrar un sistema así dentro de la red de Emergencias cuesta 10.000 dólares y luego, según el tamaño de la comunidad, hay que pagar al año hasta 28.000 dólares para una población de más de un millón y medio de personas para el soporte técnico y sostenimiento de la fundación.

La digitalización también ha servido para emplear el crowdsourcing para un indudable bien social: la plataforma tiene una segunda app, PulsePoint AED, en la que los usuarios pueden fotografiar, localizar e informar del estado de los desfibriladores existentes en edificios y lugares públicos. La información luego es verificada y utilizada para que los rescatadores los recojan en su camino al lugar donde está el paciente.

“Una iniciativa así es importante, interesante, esencial y muy valiosa”, saluda el especialista en Urgencias Doménech, de la Semes. El médico cuenta que en ocho de cada 10 paradas cardiacas está presente un infarto de miocardio y en un 85%, la fibrilación ventricular, es decir, un tipo de arritmia gravísima que impide que los ventrículos, la parte más musculada del corazón lance el chorro de sangre hacia todo el cuerpo, de manera que pueda oxigenar hasta el último rincón de los tejidos. “La única forma de sacar al paciente de la fibrilación ventricular es con desfibriladores”, advierte. Por eso, cree que es fundamental que haya una buena red de aparatos automáticos presentes en espacios públicos. “España está a la cola de los países europeos en este tipo de equipación”, se queja, “además no puede utilizarlo cualquiera, cuando el riesgo de usarlo es cero y no tiene ninguna posibilidad de hacer daño. Encima, existen 16 legislaciones diferentes, cada una en una comunidad autónoma”. Domenech añade que la supervivencia tras una parada cardiaca depende de la dolencia que la haya provocado, pero reanimar a esa persona con el corazón detenido es “darle la oportunidad de que llegue vivo al hospital y si es posible, que se pueda incorporar a su cotidianeidad".

En España asegura, hay una iniciativa similar a la estadounidense en el Pais Vasco. Se trata de una app lanzada en agosto por Osakidetza, el servicio vasco de salud. Se llama PCEH y aporta la geolocalización de desfibriladores, formación en RCP, y guías de asistencia y diagnóstico del paro cardiaco. Pero no alerta a los posibles rescatadores que se encuentren próximos.

Dentro de Europa, la iniciativa más parecida a la estadounidense se puede encontrar por ejemplo en Estocolmo. Allí funciona SMS Lifesaver, que es la secuela de un proyecto de investigación que hace cinco años enroló a voluntarios para enviarles mensajes de texto (SMS) cuando había una parada cardiaca cercana.

Esta semana lanzan la versión 4.0 de la app. “Ya se la han bajado 25.000 personas en Estocolmo y tenemos planes para lanzarla en Gotemburgo, el resto de Suecia y Dinamarca”, precisa Morten Seliussen, vicepresidente de Tecnología e Innovación de UMS, la compañía que desarrolla la app. “Nuestro objetivo es conseguir mandar a personas y desfibriladores al lugar donde está el afectado en parade cardiaca en cinco minutos, lo que incrementa la probabilidad de supervivencia al 70% si se usa el desfibrilador. Ahora solamente el 12% de los que sufren una parada cardiaca en la calle sobrevive, porque una ambulancia tarda en llegar una media de 15 minutos. La app forma parte de una investigación en el área liderada por el Instituto Karolinska".

Los ciudadanos, como en la aplicación estadounidense, tienen la posibilidad de rechazar el aviso y encuentran información detallada geolocalizada en un mapa de la situación de los 40,000 desfibriladores automáticos que hay en Suecia. La app también tiene un recordatorio del mecanismo de resucitación e incluso una opción para marcarle el ritmo para efectuar la compresión sobre el pecho del paciente. ¿Y el coste de instalar este sistema en el seno de los servicios de emergencia? "Entre 100.000 y 200.000 euros", responde Seliussen. Suena a muy poco.

http://elpais.com/elpais/2016/11/29/talento_digital/1480432263_879358.html