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lunes, 19 de febrero de 2024

_- ¿Por qué España no sale del agujero de la pobreza infantil? Las políticas son la mitad de eficaces que en Europa

_- El Gobierno ha pasado de negar la realidad, como pasaba hace una década, a admitir que algo falla en la respuesta institucional a que un 27,8% de la infancia y la adolescencia esté en riesgo de pobreza, el peor dato de todo el continente.

Cuando en el Congreso de los Diputados se hablaba hace una década de pobreza infantil, la respuesta de una parte mayoritaria del hemiciclo –la correspondiente al PP, entonces en La Moncloa– era de burla. La bancada popular reaccionó con un sonoro “oooh” a un discurso de Pedro Sánchez, líder de la oposición, sobre el asunto en otoño de 2014. La pobreza de niños, niñas y adolescentes no existía a base de negarla.

El posicionamiento del Gobierno es otro, diez años después: hubo un alto comisionado encargado exclusivamente de las políticas contra la pobreza infantil y el Ejecutivo de coalición admite que las cifras, “extraordinariamente altas, apenas varían con los años”. Así se refirió a esta realidad la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, en una comparecencia reciente en el Congreso.

Y no solo ha cambiado el discurso, también lo han hecho las políticas públicas dirigidas a los más vulnerables. El salario mínimo ha subido hasta los 1.134 euros y existe un ingreso mínimo vital con un complemento para los niños, además de deducciones por maternidad (ahora hasta los tres años). La última Encuesta de Condiciones de Vida del INE, con datos de 2021, registró el número más bajo de hogares en riesgo de pobreza desde 2013 (un 20,4% frente al 21,7% previo).

Sin embargo, la tasa de pobreza infantil no sigue la misma senda. España no consigue despegar del vagón de cola de Europa. De hecho, en 2022 se situó como el país con mayor pobreza infantil monetaria del continente aunque los datos son de 2021: un 27,8% de los chicos y chicas menores de 18 años viven bajo el umbral de la pobreza.

Gráfico: España es el país de la UE con más pobreza infantil

¿Cómo se explica esto?

Fundamentalmente por dos razones: la inversión es insuficiente y, la que existe, no está bien enfocada, dicen economistas y expertos en infancia. España logró reducir diez puntos, del 37% al 27,8%, la tasa de pobreza infantil con sus políticas públicas. Se llaman oficialmente transferencias sociales y abarcan las prestaciones familiares, de desempleo, a la vivienda… y también las pensiones. Eurostat proyecta qué situación de pobreza tendrían los países antes de estas transferencias.

Esto convive con el hecho de ser el Estado de la Unión Europea donde el dato de antes y de después es más parecido. Es decir, el país donde las políticas dirigidas a intervenir en esta realidad son menos eficaces. La reducción en España se sitúa en el 26%, frente al 44% de media en la Unión Europea. O sea, es casi la mitad. Entre los Estados con menor tasa de población infantil en riesgo de pobreza están Polonia –con una política ultraconservadora favorable a la natalidad–, que consigue saltar del 40% al 14% con sus ayudas, y Finlandia, a la cabeza de la lista, con una caída del 29% al 10%.

“Hemos alcanzado el dudoso honor de ser el país con la mayor tasa de pobreza monetaria de la Unión Europea justo en un momento en el que, es justo reconocerlo, se han puesto en marcha políticas sociales que han mejorado la renta de los hogares. Sin ellas, el impacto habría sido mucho más fuerte, pero con ellas, si miramos la última Encuesta de Condiciones de Vida, vemos que la pobreza infantil se reduce muy tímidamente”, sostiene Gabriel González-Bueno, especialista en políticas de infancia de UNICEF España.

Gráfico: Las políticas de reducción de la pobreza infantil en España son las menos eficaces de Europa

La anomalía de la prestación universal

El agujero que no permite sacar la cabeza de una situación muy mala es la falta de una prestación universal por hijo a cargo, coinciden las fuentes consultadas. “No solo interviene sobre la pobreza, sino que protege a las familias de caer en ella”, defienden desde Unicef.

España es una isla en el entorno: 20 de los 27 países de la Unión Europea tienen una prestación de este tipo que va de los cerca de 300 euros mensuales de Países Bajos a los 40 de Eslovaquia o Letonia, enumera Olga Cantó, catedrática de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad de Alcalá y autora de un informe, encargado por el Alto Comisionado en la Lucha contra la Pobreza Infantil, que puso por primera vez en cifras cuánto nos cuesta a todos la pobreza infantil. La cifra asciende a 63.000 millones de euros al año (cotizan menos porque tienen salarios más bajos y a la vez gastan más en prestaciones sociales o en atención sanitaria).

El ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy, avanzó en una entrevista con elDiario.es recién llegado al Gobierno que aspiraba a “acabar con la anomalía de que España sea uno de los países europeos sin prestación universal por crianza”. E insistió en ello en su primera comparecencia en la comisión del Congreso hace dos semanas. En la misma idea profundizó la ministra Sira Rego –ambos son de Sumar– también en la Cámara Baja unos días atrás. “La pobreza infantil es consecuencia directa de la pobreza de familias con menores a cargo y no se reducirá sin un apoyo al sostenimiento a esos hogares”.

Las organizaciones que trabajan en derechos de la infancia llevan una década empujando para convencer de que una ayuda para todas las familias que tengan descendencia, sin importar el nivel de renta, es la manera más eficaz de llegar a los entornos más pobres. Aunque parezca paradójico, el planteamiento tiene sentido si miramos las cifras. Por ejemplo, el complemento de infancia del ingreso mínimo vital –de 57,50 a 115 euros por menor, en función de la edad– tiene un “alcance limitado”. Así lo evalúa el segundo informe de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) sobre el despliegue de la prestación. Benefició a 274.000 hogares frente al millón y medio de familias que podrían percibirlo (un 18,3%).

La dificultad para acceder al ingreso mínimo vital –no solo a este complemento reciente– es un problema recurrente desde su implantación en 2021. El informe de la Airef, de julio de 2023, cifra el alcance de la ayuda solo en el 35% de los potenciales beneficiarios. La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, reconoció la semana pasada que hace falta implementar mejoras que “faciliten su solicitud y tramitación” y poner en marcha “campañas específicas de divulgación”. Incluso buscar activamente a quienes pueden beneficiarse de la prestación, que ha ido sufriendo modificaciones a lo largo de su implantación.

“Mientras no tengamos datos para seleccionar familias, tenemos muchos problemas para llegar a clase baja con las prestaciones como el ingreso mínimo vital o el complemento de infancia”, confirma Cantó, que asegura que esto mismo pasa “en más países”. “Por eso las ayudas focalizadas, dirigidas a los más vulnerables, no son suficientes. A partidos como el PSOE les cuesta dar ayudas universales porque piensan que deben estar más centradas, pero tenemos claro que tenerlas ayuda al 10% más pobre y a los siguientes por abajo con más seguridad, y es ahí donde se concentran muchos menores, que están sobre todo en el 50% con menos ingresos”, continúa la economista, que coordina el grupo de investigación Bienestar, Desigualdad, Pobreza y Políticas Públicas de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH).

La OCDE instó en un informe a España a estudiar una prestación económica universal por hijo a cargo. Ya entonces, la exministra de Derechos Sociales Ione Belarra había puesto sobre la mesa la propuesta de la medida. Finalmente se quedó fuera de la Ley de Familias, una norma que inició su trámite pero tuvo que interrumpirse por la convocatoria electoral anticipada de julio de 2023. Pese a la voluntad expresada ahora por los dos ministros de Sumar, no hay ninguna mención a la ayuda en el pacto de Gobierno entre el PSOE y el espacio que lidera Yolanda Díaz.

Irlanda es un ejemplo de éxito en políticas familiares para reducir la pobreza infantil, dicen los expertos. “Tiene una capacidad alta de bajarla con una prestación de 140 euros mensuales. Es curioso que las barreras que parecen injustas para hacer universal la prestación no lo son para otros colectivos, como las pensiones no contributivas. A veces hay un doble discurso y casi siempre perjudica a la infancia”, señala Gabriel González-Bueno. También Polonia. En este caso las políticas familiares no se pueden separar de las políticas pronatalidad.

Más eficacia de la que pintan los datos

Cantó matiza que para el caso de España, no obstante, el efecto de las políticas públicas dirigidas a las familias más vulnerables ha sido probablemente mayor que el que pintan los datos. ¿Por qué? Porque la gente más pobre, incluso con la ayuda, no supera los umbrales. “Esta medición no tiene en cuenta a la población cuyos ingresos suben pero no salen. Sin pasar el umbral también se puede mejorar porque se suben las rentas. Por eso decimos que es importante medir no solo la reducción de incidencia del fenómeno sino la intensidad. Esto en el día a día significa que no tienen eficacia para saltar el umbral pero sí para comer”.

Un ejemplo: en 2019 se subió la cuantía de una prestación por hijo disponible para hogares con ingresos de menos de 12.400 euros anuales de 24,2 euros a 49 mensuales. La reforma no disminuyó el porcentaje de menores por debajo del umbral de la pobreza, pero sí hizo caer tímidamente la intensidad: de un 38,1% a un 36,9%, según el informe Efectos redistributivos de las políticas familiares, publicado por el Observatorio Social de La Caixa en abril de 2020.

El riesgo de pobreza infantil no es un dato absoluto, sino relativo que mide la proporción de personas que tienen bajos ingresos en relación con el total de la población. Se trata, por ser más exactas, de la tasa de familias con hijos cuya renta es menor del 60% de la renta mediana del país. Ahí se fija el umbral.

Por la naturaleza del indicador, conviene mirar también otros datos “más tangibles”, recomienda Carmela del Moral, responsable de políticas de infancia de Save the Children, como la carencia material severa. “El dato de pobreza relativa es difícil de entender. La carencia material severa mide si un niño o niña puede tener su casa a una temperatura adecuada o comer lo que necesita, y eso lo entiende todo el mundo”. El 10,1% de los hogares con hijos menores sufren carencia material grave, según la última actualización del Instituto Nacional de Estadística correspondiente al año 2022. Es el dato más alto desde 2008, señaló recientemente la Plataforma de Infancia. Criar a un hijo fue de media casi 100 euros más caro en 2022 que en 2021, de acuerdo con un estudio de Save the Children.

A perfilar mejor la realidad, añade Cantó, ayuda otra variable que no se estudia tanto: la cronicidad de esa pobreza. Los estudios demuestran que la situación de pobreza infantil es cada vez más duradera para las familias. “Como no se atiende específicamente, se está cronificando. Las altas tasas vienen de los años noventa, cuando ya teníamos más de un 20% de pobreza infantil. Sin embargo, ahora sabemos que esa pobreza se alarga en el tiempo, con un porcentaje alto de niños y niñas que llevan tres o más años bajo el umbral”, afirma Cantó. “Las tasas son estructurales y, aunque se agudizan con las diversas crisis, existen sin ellas. Por eso hay que hacer frente a esta realidad no solo con medidas positivas y coyunturales, como la prohibición de los desahucios, por ejemplo”, confirma Del Moral.

En el horizonte español está la Garantía Infantil Europea. España envió en 2022 a Europa su plan para sacar de la pobreza al 28% de los niños y niñas que viven esta realidad. Esta hoja de ruta incluía medidas hasta 2030 como “ayuda a la crianza” para todos los menores en riesgo de pobreza. También el acceso de la infancia al dentista de manera pública y el acogimiento en familias de todos los niños tutelados con menos de seis años, que ya no deberían estar en centros, entre otras medidas.

“Se aprobó a nivel estatal en junio de 2021, pero no ha habido evaluación ni conocemos bien su desarrollo. Además, en los planes autonómicos –tienen muchas de las competencias–ahora mismo hay una gran parálisis, no sabemos cuáles se han aprobado y cuáles no. La situación es diferente en cada lugar. Por poner un ejemplo, los umbrales para acceder a la beca comedor no son los mismos en todas partes”, concluye Del Moral.

 Fuente: 

 Por Sofía Pérez Mendoza, Victòria Oliveres | 12/02/2024 | España Fuentes: El Diario

domingo, 4 de febrero de 2024

España está haciendo algo valiente

 A dove holding an olive branch in its beak sits on the horns of a bull.

Credit...Mikel Jaso
A dove holding an olive branch in its beak sits on the horns of a bull.
La nueva proposición de ley de amnistía española, en camino de convertirse en ley tras su aprobación en el Congreso en diciembre, ha provocado bastante revuelo. Decenas de miles de personas ha salido a la calle para protestar por la ley —que otorga un indulto general a cientos de políticos, funcionarios y ciudadanos de a pie implicados en el referéndum ilegal sobre la independencia de Cataluña en octubre de 2017— y una mayoría de los españoles está en contra de ella. Muchos analistas y políticos, principalmente de la derecha, han sostenido que la amnistía debilita el Estado de derecho en España e incluso pone en peligro la democracia del país.

Gran parte de la indignación se debe a cómo se produjo el acuerdo sobre la amnistía. El presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, prometió en su campaña electoral que no habría una amnistía general, a pesar de que había indultado a nueve separatistas catalanes en 2021. Sin embargo, al no obtener unos resultados electorales rotundos y necesitar el apoyo de los partidos separatistas de Cataluña para asegurarse la mayoría en el Congreso, Sánchez cambió de rumbo y presentó el proyecto de ley. Que esta ley también aplique para el enemigo público número 1 de España, Carles Puigdemont —el exdirigente catalán que autorizó el referéndum y que está prófugo de la justicia española desde 2017— no ha hecho sino intensificar los ánimos negativos.

Pero, a pesar del tufo a oportunismo político que rodea el acuerdo de amnistía de Sánchez, se trata de un intento audaz —incluso valiente— de poner fin a la crisis catalana y ofrecer una salida del impasse perjudicial en que se encuentra España. También atestigua el papel positivo que las amnistías pueden desempeñar en las democracias. En nuestra época actual, definida por la impunidad y el retroceso democrático, la amnistía podría parecer un paso atrás. Pero siempre debería ser una opción con la que puedan contar los dirigentes políticos a la hora de afrontar momentos de crisis. Nada se le acerca ni remotamente para favorecer la paz y la reconciliación.

Las amnistías políticas tienen una larga y noble historia que se remonta al menos al asesinato de Julio César en el 44 a. C., que llevó al filósofo Cicerón a proclamar en el Senado romano que la memoria del asesinato se consignara al olvido eterno. En épocas más recientes, los países han recurrido a la amnistía para buscar una salida a los atascos políticos y una manera, por imperfecta que sea, de avanzar. La Ley de Indemnidad y Olvido de 1660 acompañó el final de la Revolución inglesa, como parte del periodo de la Restauración. En Estados Unidos, la Ley de Amnistía de 1872, que eliminó la mayoría de las sanciones impuestas a los antiguos confederados —incluida la prohibición de la elección o nombramiento de cualquier persona que participara en la insurrección, rebelión y traición—, le dio forma a la Reconstrucción.

La amnistía tuvo un papel destacado en la caída del telón del régimen del apartheid sudafricano. La Comisión para la Verdad y la Reconciliación, creada en 1995, trocó, de manera conocida, la verdad por la justicia al conceder la amnistía a quienes estuviesen dispuestos a testificar. Para el presidente de la comisión, el arzobispo Desmond Tutu, la amnistía era un componente esencial del proceso de reconciliación, ya que albergaba la promesa de proteger la verdad y sanar las divisiones sociales provocadas por el apartheid. La amnistía, traducida en la excarcelación de los presos, también fue parte del Acuerdo de Viernes Santo de 1998, que puso fin a tres décadas de violencia en Irlanda del Norte, los llamados “Troubles” (problemas).

Menos conocida es una amplia amnistía que dio inicio a la transición española hacia una plena democracia, tras cuatro décadas de régimen autoritario. La Ley de Amnistía de 1977 se aplicó a todos los presos políticos, incluidos los nacionalistas catalanes y vascos, así como a miembros del régimen franquista. Esta ley es considerada el eje de la democratización española, y con razón. Aparte de poner un simbólico fin a la guerra civil española —un sangriento conflicto que terminó en 1939—, permitió la mayoría de los acuerdos plasmados en la Constitución de 1978, incluida la incorporación de la monarquía al marco democrático, la separación de Iglesia y Estado y el artículo que permitió la organización del territorio español en comunidades autónomas.

Sin duda, la amnistía de 1977 tenía una desventaja importante. Ayudó a ocultar el llamado holocausto español, la ola de represalias políticas emprendidas por el general Francisco Franco contra los republicanos derrotados al final de la guerra civil, con miles de ejecuciones y el establecimiento de campos de concentración y trabajos forzados donde muchos prisioneros murieron por desatención y malnutrición. España se acabó haciendo cargo de esta oscura historia en 2007 con la Ley de Memoria Histórica, que dispuso la indemnización de las víctimas de la guerra civil y la dictadura, pero se mantuvo la amnistía del antiguo régimen. Todos estuvieron de acuerdo en que era necesario para poder dejar atrás el pasado.

Es descorazonador que muchos de los que se van a beneficiar de la ley de amnistía en Cataluña no hayan mostrado ningún remordimiento por sus actos. Puigdemont sigue sin arrepentirse, y su partido, Junts per Catalunya, no ha descartado la celebración de otro referéndum ilegal. Pero los beneficiarios más importantes de esta nueva ley no son los separatistas radicales que transgredieron la Constitución española, sino la inmensa mayoría de catalanes y españoles que quieren superar el drama separatista. La amnistía es para ellos, aunque ahora no lo vean así.

Para empezar, es probable que la ley de amnistía refuerce la estabilidad política en Cataluña. Esta decisión debilita el argumento, esgrimido por algunos separatistas, de que Madrid es incapaz de la clemencia y de alcanzar acuerdos, lo que les priva de uno de sus gritos de guerra, y sin duda dará fuerza al ala moderada del movimiento separatista catalán, que ha acogido la negociación como la única vía posible para garantizar la independencia. A medida que decaiga el apoyo a la independencia catalana, la amnistía también permitirá a España demostrarle al mundo, consternado por la violencia que acompañó al referéndum, que el país sigue avanzando.

El acuerdo de amnistía de Sánchez contrasta llamativamente con lo que propone la oposición. El manual de estrategia para derrotar al separatismo en Cataluña empleado por el Partido Popular, de tendencia conservadora, y el ultraderechista Vox gira en torno al enjuiciamiento de personas por delitos no violentos, la ilegalización de los partidos separatistas y la movilización del electorado español contra Cataluña. Es difícil pensar que de ese planteamiento pueda surgir algo que no sea rencor y división. La amnistía, con todo su desorden, sus imperfecciones y concesiones, ofrece un mejor remedio para la convivencia democrática en España, y quizá en otros lugares.

Omar G. Encarnación es profesor de ciencias políticas en el Bard College y autor de Democracy Without Justice in Spain: The Politics of Forgetting, entre otros libros.

domingo, 24 de diciembre de 2023

«El país se hunde»

Me escribe un amigo un mensaje por whatsapp con reflexiones sobre la España de estos días que me parece refleja perfectamente lo que nos viene pasando. O, mejor dicho, lo que viene pasando a una parte de España. Entristece leerlo, pero creo que vale la pena hacerlo y lo difundo con su permiso, aunque sin dar su nombre. 


 Tomado de Juan Torres López.

viernes, 15 de diciembre de 2023

Extrema derecha: quiénes son los líderes que están detrás del auge del populismo y el nacionalismo en Europa

Salvini y otros miembros de partidos de derecha europeos.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,
El viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, lanzó una alianza de partidos populistas de derechas el 8 de abril en Milán para las próximas elecciones europeas. En la foto, Olli Kotro, miembro del Partido de los Finlandeses; Joerg Meuthe, de Alternativa por Alemania; Salvini y Anders Primdahl Vistisen, del Partido Popular de Dinamarca.

En un continente que hace solo ocho décadas se vio devastado por una brutal guerra contra el nazismo y el fascismo, el nuevo auge de la extrema derecha populista ha causado conmoción en Europa.

Las instituciones tradicionales ven con horror la irrupción de fuerzas que utilizan en muchos casos una retórica sorprendentemente similar a la de la época más oscura de la Europa reciente.

Sin embargo, esta nueva oleada también ha generado, en algunos países, que los partidos tradicionales se escoren más a la derecha, cambiando el escenario político de forma drástica.

Desde España a Hungría, pasando por Italia, Francia, Alemania o Finlandia, los partidos de extrema derecha están situando a la Unión Europea frente a una crisis existencial.

En BBC Mundo te ofrecemos un repaso de quiénes son algunos de los líderes detrás de este auge.

Santiago Abascal, 
Santiago Abascal, de 43 años, es el líder del partido de ultraderecha Vox.

España era, hasta hace muy poco, uno de los últimos países de Europa en los que la extrema derecha no tenía representación parlamentaria.

Este hecho, que se atribuía generalmente al recuerdo reciente del pasado franquista -el general Francisco Franco gobernó de facto el país desde 1939 hasta 1975- hizo que muchos pensasen que España estaba blindada contra la ultraderecha.

Esta visión benevolente se dio de bruces con la realidad por primera vez en las elecciones al parlamento de Andalucía (la región más poblada del país) de diciembre del año pasado, en las que el partido de ultraderecha Vox obtuvo el 10,9% de los votos y entró por primera vez en un parlamento, recibiendo las felicitaciones de la líder de la extrema derecha francesa Marine Le Pen.

Y, tal y como preveían las encuestas, se confirmó este domingo, cuando la formación dirigida por Santiago Abascal irrumpió en el parlamento español, logrando un 10,3% de los votos y 24 diputados.

Fundado a finales de 2013 por exmiembros críticos del conservador Partido Popular, Vox no se presentó ante los medios hasta el año siguiente, en una rueda de prensa en la que participó José Antonio Ortega Lara, un exfuncionario de prisiones que fue secuestrado por el grupo separatista vasco ETA entre 1996 y 1997.
Mapa
Ese año fue elegido líder del partido Santiago Abascal, un político procedente del Partido Popular del País Vasco, donde fue miembro del parlamento, ocupando posteriormente puestos vinculados al mismo partido en Madrid.

Abascal y su partido están en contra del aborto en casi todos los supuestos y quieren abolir el sistema descentralizado en España, eliminando los parlamentos y los gobiernos autonómicos; también expulsar a los inmigrantes sin papeles, acabar con la ley de violencia de género y reducir al máximo los impuestos, entre otras medidas.

Sin embargo, Abascal rechaza la etiqueta de extrema derecha y dice que su partido es de "extrema necesidad".

El líder de Vox, de 43 años, desconfía de los medios pero utiliza ampliamente las redes sociales, y ha llegado a hacer propuestas tan polémicas en España como lega

Cerye legalizar el uso de armas.

Pero es seguramente su postura intolerante frente al independentismo catalán y contraria a la inmigración lo que catapultó a Abascal y Vox al Parlamento.

Abascal está casado en segundas nupcias y su esposa, Lidia Bedman, es una influencer con 139.000 seguidores en Instagram.

Matteo Salvini, Italia
Matteo Salvini, viceprimer ministro italiano, tiene millones de seguidores en las redes sociales y un gusto particular por los selfies.

En 2013, el partido de la Liga Norte -una formación regionalista nacida en 1989 que abogaba por una mayor autonomía del rico norte italiano frente al empobrecido sur- languidecía después de que su líder tuviera que dimitir tras un caso de fraude.

Ese año, sin embargo, un joven político llamado Matteo Salvini, nacido en Milán en 1973, tomó las riendas.

En solo cinco años y bajo la dirección de Salvini, la formación se convirtió en el tercer partido de Italia, quedando tercero en las elecciones generales de 2018, solo por detrás del populista Movimiento Cinco Estrellas y del Partido Demócrata.

El controvertido ministro Salvini a Higuaín: "No me gustan los mercenarios" "Empiecen a empacar maletas": el mensaje a inmigrantes indocumentados del nuevo gobierno populista de Italia Por el camino, Salvini dejó caer la palabra "Norte" de las siglas del partido, convirtiendo a la Liga en una formación nacionalista de toda Italia y centrando el mensaje en la oposición a la inmigración y las críticas a la Unión Europea.

Convertido en viceprimer ministro y ministro del Interior, una de sus primeras decisiones fue prohibir que el barco de rescate de migrantes en el Mediterráneo Aquarius, que llevaba 629 personas a bordo, pudiera hacer puerto en alguna ciudad italiana.

También propuso crear un censo de gitanos y abogó por que la UE retire las sanciones contra Rusia. Al igual que muchos de los líderes de la emergente ultraderecha europea, Salvini es un ferviente admirador del presidente ruso Vladimir Putin.

"Nos tratan como a perros": el viejo odio de la Segunda Guerra Mundial que revive en Italia. También es uno de los políticos europeos con más seguidores en las redes sociales, quizás porque en lugar de rehuir la polémica, se crece con ella.

Salvini ha cerrado los puertos italianos a la llegada de migrantes rescatados en el Mediterráneo.

"Tanti nemici, tanto onore" ("Muchos enemigos, mucho honor"), dijo el año pasado como respuesta a las críticas a su política antiinmigración.

La frase era una ligera variación de un eslogan del fascista Benito Mussolini y Salvini la tuiteó en un aniversario del nacimiento del dictador.

El ascenso de Salvini -quien se ha unido a "El Movimiento" creado por Steve Bannon, ex estratega de Donald Trump, para promover el populismo de derecha en Europa- es, quizás, el que más preocupa a las instituciones europeas, debido al tamaño e importancia de Italia, tercera economía de la zona Euro.

Viktor Orbán, Hungría
El primer ministro húngaro Viktor Orbán, del partido Fidesz, se presenta a sí mismo como el defensor de Hungría y Europa contra los migrantes musulmanes.

En enero de 2015, tras el ataque contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo por parte de extremistas, Orbán declaró a la televisión húngara: "Nunca permitiremos que Hungría se convierta en un objetivo para los inmigrantes. No queremos ver a minorías de tamaño significativo con distintas características culturales y orígenes que nosotros".

El ultranacionalista Viktor Orbán gana las elecciones de Hungría y logra su tercer mandato con un rotundo discurso anti inmigración En 2015 y 2016, además de una oleada de ataques terroristas, Europa se enfrentaba a la llegada de cientos de miles de migrantes y refugiados que huían de las guerras y la violencia en Siria, Irak y Afganistán.

Muchos de ellos pasaban por la frontera sur húngara, pero en realidad pocos querían quedarse en este país, ya que su objetivo era alcanzar el norte del continente, en especial Alemania.

Pero Orbán construyó una barrera de 175 kilómetros en su frontera con Serbia y luego añadió 40 kilómetros en la frontera con Croacia.

"La democracia liberal es favorable al multiculturalismo, mientras que la democracia cristiana da prioridad a la cultura cristiana", manifestó Orbán.

Nacido en mayo de 1963, Orbán no siempre había sido ese político de mano dura que es en la actualidad.

Cuando ganó las elecciones húngaras por primera vez, en 1998, su gobierno era visto en Europa como un relativo éxito, y fue durante su primer mandato (que duró hasta 2002) cuando se preparó el ingreso de Hungría -que salía de décadas de comunismo y sumisión a Moscú- a la Unión Europea.

Hoy en día, sin embargo, Orbán es visto por muchos como un político autoritario.

Durante este mandato ha colocado a aliados suyos en medios de comunicación y ha introducido una nueva ley laboral calificada como "ley esclavista" por sus críticos, entre otras polémicas medidas.

Su gobierno, además, mantiene una postura beligerante contra las ONGs.

De hecho, el mayor enemigo de Orbán es el multimillonario filántropo de ideología liberal George Soros, al que ha declarado una guerra sin disimulo a pesar de que fue el propio Soros el que le dio una beca para la Universidad de Oxford en 1989.

"Un campo de batalla simbólico": la universidad que enfrenta al magnate George Soros con el gobierno nacionalista de Hungría Quién es George Soros y por qué es blanco del odio de la ultraderecha y los conservadores de Estados Unidos (y otros países) Por aquel entonces, un joven Orbán quería estudiar "el renacimiento de la sociedad civil".

En 2014, sin embargo, Orbán ofrecía su propuesta alternativa a la democracia liberal, a la que llamó "democracia cristiana", contó la revista The New Yorker en enero de este año.

"La democracia liberal es favorable al multiculturalismo, mientras que la democracia cristiana da prioridad a la cultura cristiana.

"La democracia liberal es favorable a la inmigración, mientras que la democracia cristiana es antiinmigración", dijo.

Muchas húngaros han salido a protestar contra medidas recientes introducidas por el gobierno de Orbán. En esta foto, manifestantes en Budapest llevan una pancarta en la que se lee "Hemos tenido suficiente".

"Víctor Orbán ha estampado su personalidad en el mapa de Europa. Es admirado en todo el mundo por personas que quieren defender la soberanía nacional frente a la globalización", escribió sobre él el periodista de la BBC Nick Thorpe.

Quién es Viktor Orbán, el ultranacionalista primer ministro de Hungría que cree que Europa está siendo invadida por los inmigrantes Qué es el Grupo de Visegrado, "los chicos malos" que desafían a Francia y Alemania en la Unión Europea "Pero si la llegada de más fondos de la UE se vincula al respeto a los valores europeos, o si la población húngara se cansa de su estilo autoritario, Viktor Orbán quedará en mala posición".

Qué es la polémica "ley de la esclavitud" que ha desatado las mayores protestas en Hungría desde el fin del comunismo En los últimos meses, miles de húngaros salieron a manifestarse para pedir la renuncia de Orbán, quien fue reelegido para un tercer periodo en el poder en abril de 2018.

Alexander Gauland y Alice Weidel, Alemania
De todos los países europeos donde se ha producido un auge de la ultraderecha, quizás es en Alemania donde más significación tiene este hecho, dado el pasado nazi de la potencia europea.

Creado solo hace seis años, Alternativa por Alemania (AfD) entró por primera vez en el parlamento o Bundestag en 2017, consiguiendo el 12,6% del voto y 94 escaños y convirtiéndose en el tercer partido y primera fuerza de oposición.

Mientras que sus líderes han sido acusados de minimizar las atrocidades cometidas por los nazis, su éxito electoral es interpretado como una señal de descontento con la política de puertas abiertas a los refugiados de la canciller Angela Merkel.

En la cima de la crisis migratoria, Merkel levantó los controles fronterizos y solo en 2015 llegaron a Alemania casi un millón de personas, muchas de ellas musulmanes de Siria, Irak y Afganistán.

AfD adoptó entonces parte de la retórica anti-establishment del movimiento extremista Pegida, aunque con el tiempo se ha distanciado del mismo.

La formación pertenece a la misma familia política que el Frente Nacional (ahora Agrupación Nacional) en Francia, el Partido por la Libertad austriaco o el Partido por la Libertad holandés de Geert Wilders.

Aunque empezó como una formación anti-euro, opuesta al rescate financiero de Grecia, y todavía tiene un ala relativamente moderada, su retórica antiinmigración actual lo sitúa en el campo de la extrema derecha.

Las dos figuras más conocidas del partido son Alice Weidel, líder en el parlamento, y el co-líder Alexander Gauland.

Alice Weidel vive al menos a tiempo parcial en Suiza con su pareja de larga data, nacida en Sri Lanka, y los dos hijos de ambas.

Nacido en la ciudad de Chemnitz en 1941, Gauland huyó de la República Democrática Alemana a los 18 años para estudiar en Marburgo, en la República Federal de Alemania. Sin embargo, cuando los solicitantes de asilo llegaron en masa a Alemania en 2015 y 2016, Gauland dijo: "Esto es distinto: soy alemán".

"Fui de Alemania a Alemania. Es bastante diferente cuando alguien viene de Eritrea o Sudán".

Gauland comenzó su carrera como miembro del cristianodemócrata CDU, el partido de Merkel.

Frente a las afirmaciones a veces extremas de Gauland, la misión de Alice Weidel es representar al ala moderada del partido, creando una imagen de una formación con una capacidad de atraer a un público más amplio.

Weidel, de 38 años, es economista de profesión, banquera de inversión y emprendedora de start-ups con varios años de experiencia viviendo en China.

Su vida privada también ofrece un contraste frente a la imagen de su partido: Weidel vive al menos a tiempo parcial en Suiza con su pareja de larga data, nacida en Sri Lanka, y los dos hijos de ambas.

Angela Merkel abrió las puertas a los refugiados y migrantes durante la crisis que comenzó en 2015.

Weidel es una de las pocas mujeres que han alcanzado posiciones importantes en el AfD y suele argumentar que su presencia muestra que el partido no es homofóbico.

"No hay un consenso sobre cómo describir a AfD como un fenómeno político", asegura en un artículo de 2017 sobre la formación la cadena alemana DW.

"Atrae tanto a los radicales extremistas de derecha como a personas descontentas con el status quo, que pueden o no haber participado antes en el sistema electoral".

Algunos estudios, dice la cadena, apuntan a que AfD ha conseguido apoyos de todos los partidos políticos convencionales alemanes.

Recientemente, AfD se unió a la iniciativa de Salvini para unir a los partidos de extrema derecha de cara a las próximas elecciones europeas del próximo 26 de mayo.

En el primer encuentro organizado por el viceprimer ministro italiano estaban también representantes del Partido Popular Danés y el Partido de los Finlandeses.

A la alianza creada por Salvini se unieron ya pesos pesados de la extrema derecha como la veterana francesa Marine Le Pen.

Jussi Halla-aho, Partido de los Finlandeses
De nuevo, la retórica antiinimigración es uno de los temas predilectos del Partido de los Finlandeses, conocido anteriormente como Verdaderos Finlandeses.

Jussi Halla-aho puede ser considerado el político más popular de Finlandia en la actualidad.

Sus orígenes se remontan a un partido tradicional agrario formado en 1959, pero para 1995 ese partido estaba en la ruina y Verdaderos Finlandeses nació de sus cenizas.

El carismático Timo Soini se proclamó su presidente en 1997, pero por tres elecciones consecutivas, el partido no logró apoyos significativos.

La oportunidad llegó con la crisis económica de 2008, como explicó en un artículo para la BBC Jan Sundberg, profesor de la Universidad de Helsinki.

En 2015 se unieron a la coalición de gobierno de centro-derecha liderado por el primer ministro Juha Sipilä.

Soini, quien lideró el partido hasta 2017, acusó al gobierno de defraudar a los finlandeses, rescatando a los países -para él, despilfarradores-, del sur de Europa.

En 2017, Jussi Halla-aho se proclamó líder tras una competición interna, con Laura Huhtasaari, calificada como la "Marine Le Pen de Finlandia", elegida como segunda al mando.

Halla-aho, de 48 años recién cumplidos, es investigador y especialista en lenguas eslavas.

Multado en 2012 por el Tribunal Supremo por unos comentarios en su blog en los que vinculaba el Islam con la pedofilia y a los somalís con el robo, se erigió en el político más popular de Finlandia en las elecciones del pasado domingo 14 de abril, logrando para sí más de 30.000 votos, según Reuters.

Laura Huhtasaari fue calificada por Politico como la "Marine Le Pen de Finlandia".

El partido es el único en Finlandia que no apoya recortar las emisiones para combatir el cambio climático, apelando al estilo de vida tradicional finlandés y a los votantes rurales.

"Su ascensión a la primera fila de la política finlandesa ha cambiado fundamentalmente el discurso político en Finlandia hacia una dirección más nacionalista", explica el profesor de Política Eirikur Bergmann en un artículo de 2017 en la página del Oxford Research Group.

"Su populismo de derechas nunca fue socieconómico, sino más bien sociocultural".

Al contrario que otros partidos similares, el Partido de los Finlandeses acepta ser calificado de populista. Aunque Soini rechazaba la etiqueta de extrema derecha, dice Bergmann, y la formación no ha adoptado las ideas del neoliberalismo.

"Su populismo de derecha nunca fue socioeconómico, sino más bien sociocultural", afirma Bergmann.

En las últimas elecciones generales, celebradas el pasado 14 de abril, el Partido de los Finlandeses resultó segundo, con un 17,48% de los votos, solo por detrás del Partido Socialdemócrata.

Los resultados apuntan a una gran coalición izquierda-derecha con el objetivo de dejarlos fuera del gobierno.

También en la tradicionalmente liberal y tolerante Suecia, la derecha nacionalista de los Demócratas Suecos logró un 17,6% de los votos en las elecciones de septiembre del año pasado.

jueves, 12 de octubre de 2023

¿Qué es progresista hoy día en España?

La falta de modelo territorial en el PSOE, un partido que se presenta a sí mismo como «de Estado» pero que no tiene clara su configuración territorial y funcional, la deriva soberanista de los dirigentes más influyentes de Sumar, y el papel determinante para conformar mayorías que tiene el nacionalismo supremacista y neoliberal de Junts se están convirtiendo en una mezcla explosiva.

No voy a debatir ahora si el tema de las lenguas es prioritario o no, la constitucionalidad de la amnistía, o si conviene celebrar una consulta en Cataluña. Yo creo que el plurilingüismo enriquece a una nación; siempre he pensado que vencer y perdonar es vencer dos veces, como escribió Calderón de la Barca; y soy partidario de que los pueblos puedan decidir por sí mismos su futuro, así que nada mejor que una consulta, algo -por cierto- que hasta el propio Rajoy reclamó formalmente a Zapatero para Cataluña el 25 de abril de 2006 en el Congreso de los Diputados.

Lo que me parece que el PSOE y Sumar están haciendo mal en la presente coyuntura son dos cosas. Una, permitir que el independentismo establezca el orden de prioridades, haciendo que el debate político y social gire en torno a cuestiones (como la amnistía) que no son las fundamentales para lo que a mí me parece que es el cogollo de la política progresista: mejorar las condiciones de vida de los grupos sociales más desfavorecidos. Y otra, dejarse llevar por la lógica del independentismo y el soberanismo que (lógica e incluso legítimamente) implica debilitar la fortaleza del Estado del que quieren separarse.

Este último me parece un error garrafal porque, sin un Estado fuerte y que funcione bien, es imposible llevar a cabo políticas progresistas. Máxime, cuando además formamos parte de un entramado supranacional que ya disminuye por su cuenta nuestra capacidad de decisión y maniobra, y no siempre en beneficio de ese tipo de políticas.

Pondré cuatro ejemplos para que se entienda mejor mi preocupación y lo que quiero señalar. a) Según acaba de demostrar Funcas, la carencia material severa de los españoles más pobres no ha dejado de subir desde 2019. b) Más del 60% de las familias que debían recibir el Ingreso Mínimo Vital que aprobó el gobierno progresista no lo han recibido y sólo ha llegado a la quinta parte de la población bajo el umbral de pobreza. c) La desigualdad ha aumentado en España en los últimos años de gobierno progresista. d) También se ha incrementado la violencia de género.

Si ha habido quizá más voluntad que nunca para resolver esos problemas y se ha dado prioridad a los recursos destinados a ello, algo debe estar fallando, y yo me planteo una hipótesis de la que tengo la impresión de que no se quiere hablar en los medios progresistas: ¿no podría ser que tengamos una organización territorial y funcional del Estado inadecuada, con una central y 17 autonómicas ineficientes que, en conjunto, no están funcionando como debieran?

No soy partidario del Estado centralista y menos en una España tan diversa y plurinacional como reconocen la propia Constitución y los diferentes estatutos de autonomía. Pero eso es una cosa y otra no entender que, si se quiere hacer política progresista, se necesita un Estado fuerte, equilibrador y eficiente, y no débil. Lo contrario de lo que resulta cuando se cede permanentemente ante las demandas y prioridades del nacionalismo del privilegio y del independentismo.

domingo, 23 de julio de 2023

Por qué votaré a la izquierda

Los líderes de la derecha están eufóricos porque se sienten a unos centímetros del poder. De ese poder que les robó la izquierda. Digo robó porque siempre lo han considerado suyo. Se sienten más patriotas (en efecto, poseen mucha más patria) y piensan que por eso es suya. “Se ha terminado un ciclo”, dicen de manera machacona desde el día 28 de mayo en que ganaron las municipales y las autonómicas, no por tanto margen como se ha dicho. “Los españoles ya no soportan ni un día más a Sánchez”, dice relamiéndose la señora Ayuso. ¿Qué españoles? Porque tengo la sensación que me atribuye, sí, pero respecto a ella. Yo votaré a la izquierda, estaré del lado de los hipotéticos perdedores y voy a explicar por qué.

Diré, antes de justificar el sentido de mi voto, que iré a votar. Creo que es una obligación ciudadana a la que no se debe renunciar. Ni todos los políticos son malos ni todos son iguales. El ejercicio de votar permite decidir quiénes van a tener la responsabilidad y el honor de gobernar a un pueblo. No votar es dejar la decisión en manos del azar, de los dioses o de los demás. Y reconocer implícitamente que sería mejor que un caudillo o un salvador nos gobernase, sin necesidad de hacer elección alguna.

Los insultos, las críticas y las descalificaciones que la derecha (y algunos periodistas) han venido lanzando sobre el gobierno de coalición han sido persistentes, injustos y despiadados. Comenzaron llamando al Presidente “el ocupa de la Moncloa”. Y se tachó a su gobierno de ilegítimo. Luego se creó un mantra sobre los pactos con los independentistas. Pactar con los independentistas no significa querer romper España. Supongo que así lo pensarán Aznar y Rajoy que también pactaron con ellos. También se criticaron de manera furibunda los acuerdos con Bildu. Como si realmente fueran ahora terroristas. Les pedimos mil veces que abandonasen las armas y que defendiesen sus ideas en las instituciones. Pero ahora que están en ellas, siguen siendo criminales. Isabel Díaz Ayuso ha dicho que ETA existe. Será en su mente. Bildu ha votado a favor de muchas leyes que han beneficiado a los españoles. Y el PP, no. También se criticó su política ante la pandemia. Y la oposición, de manera miserable, estuvo siempre en contra de todas las decisiones que nos salvaron. Ni siquiera han reconocido el éxito de la vacunación que ha sido elogiado por medio mundo.

Ahí están los logros del gobierno de coalición: la gestión económica, la subida del SMI, la subida de las pensiones según el IPC, el salario Mínimo Vital, la ley de eutanasia, la ley de bienestar animal, la reforma laboral, los ERTES, la disminución de la precariedad de medio millón de trabajadoras del hogar, la ley trans, la ley de memoria democrática, la ley del si es sí…Una ley necesaria. No negaré sus efectos secundarios indeseados, pero ha sido de una hipocresía infinita, golpear una y otra vez a la Ministra de Igualdad y al gobierno por esa ley. ¡El señor Abascal echándole en cara a la Ministra Montero las excarcelaciones y la rebaja de penas! El mundo al revés.

La entrevista del señor Feijóo con la periodista Silvia Intxaurrondo fue de un cinismo inconmensurable. No solamente por la mentira contumaz sobre la subida de las pensiones por el PP según el IPC sino por el desprecio a una valiente profesional que se jugaba el puesto por su insistencia en denunciar el error de alguien que pronto podría convertirse en su jefe. “Yo no miento”, dice Feijóo. Y, además, “Yo rectifico cuando doy datos falsos”. Y la rectificación consistió en decir que el señor Zapatero congeló las pensiones. (Sin hacer referencia a la crisis mundial que tuvo que afrontar el presidente socialista).

La incomparecencia del señor Fejóo en el debate a cuatro fue una burla a la democracia. ¿Por qué no exigió que fueran los siete cuando celebró el cara a cara? Y ahora dicen que ganó el debate. No jugó el partido, pero lo ganó. Otro milagro de la derecha.

Votaré a la izquierda porque quiero que sigan avanzando las políticas de progreso, las políticas que se preocupan con más intensidad de los pobres, de los trabajadores, de los diferentes, de los inmigrantes, de los homosexuales, de las personas trans, de las mujeres, de los necesitados, de los que Paulo Freire llamaba “los desheredados de la tierra”..

Votaré a la izquierda porque me horroriza un gobierno de la derecha con la ultraderecha. El intento desesperado del señor Feijóo para distanciare ahora de Vox y conseguir una mayoría suficiente para gobernar en solitario, pone en evidencia las vergüenzas de sus pactos con Vox en Extremadura (sometiendo a la presidenta a la vergüenza de renunciar a sus principios tan claramente proclamados), en Valencia, en Baleares, en Castilla-La Mancha y en cientos de Ayuntamientos… Me echo a temblar al imaginar al señor Abascal en la Vicepresidencia del gobierno y a algún ministro de su partido dirigiendo la educación.

Votaré a la izquierda porque ese empeño en derrocar el sanchismo (esa es la palabra, no derogar, porque solo se derogan las leyes) atribuyendo a esa corriente la perversidad más absoluta, me parece de una mezquindad insoportable. Hagan propuestas, digan qué modelo de sociedad quieren… porque parece que su programa es acabar con el sanchismo. Y luego, ¿qué?

Votaré a la izquierda porque, en todas las cuestiones esenciales de la vida, encarna lo que considero un ideario más elevado, más progresista, más feminista, más cercano a los desfavorecidos, más abierto de mente, más sensible a los problemas de la sociedad. Concretaré.

– Cuando se trata de defender la enseñanza pública o la sanidad pública (lo público y lo privado), la izquierda se muestra más sensible, más cercana a una concepción del sistema educativo y sanitario de calidad para todos y para todas. La escuela pública y la sanidad pública son para la izquierda la causa de la justicia. La derecha, cuando puede, y puede siempre, privatiza.

– Cuando se trata de separar el poder de la Iglesia y el del Estado, la izquierda está por la labor de que cada poder mantenga su parcela sin interferencias de la Jerarquía en la ordenación de la vida y costumbres de la ciudadanía.

– Cuando se legisla sobre el aborto es más respetuosa con la decisión de las mujeres. Y no manipula la realidad con frases huecas y consignas tramposas. Nadie está a favor de la muerte. Me gustaría saber cuántos votantes de la derecha, indignados contra la ley del aborto, han acudido luego a practicarlo a escondidas.

– Cuando se trata de defender los derechos de los homosexuales, de las lesbianas, de los transexuales, de los bisexuales…, está más cerca de quienes sufren que de quienes han ejercido la violencia homófoba durante siglos y de quienes siguen ejerciéndola ahora. Les reconoce su dignidad y sus derechos a emparejarse y a ejercer de padres y madres.

– Cuando se revisa la historia, pretende recuperar el derecho de quienes fueron destruidos por la violencia y pasaron cuarenta años de silencio y de oprobio. Pretende reconocer derechos, no abrir heridas.

– Cuando se plantean adhesiones o decisiones sobre la guerra, la izquierda es más reticente y, a la vez, más propensa a la negociación y a la palabra.

– Cuando se plantea la decisiva cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres, la izquierda crea un Ministerio de Igualdad que es objeto de brutales descalificaciones y de inadmisibles bromas por parte de la derecha. La ultraderecha ni siquiera reconoce que exista la violencia de género. ¿Cuántas mujeres más tienen que morir cada día a manos de sus parejas para que abran los ojos? La violencia de género no llama asesinos a los hombres, llama asesinos a los hombres que matan a sus mujeres. Mi querida amiga Amparo Tomé me remite un documento titulado “13 razones feministas para votar izquierda”. Un documento corto y contundente A él me remito.

– Cuando hay conflictos laborales está más cercana a los trabajadores que a los empresarios. Es decir, está más cerca de quienes tienen menos dinero y menos poder. Sin olvidar que si no va bien la empresa, nadie irá bien.

– Cuando se legisló sobre el matrimonio, legalizó el divorcio, que hoy nos parece a todos un derecho sin el cual estaríamos condenados a mantener una relación desgraciada de por vida. La derecha, que se opuso, tiene entre sus militantes y admiradores, no pocos divorciados y divorciadas que rehicieron oportunamente sus vidas.

Lo mismo sucede con otras cuestiones de capital importancia: el medio ambiente, el bienestar animal, la inmigración, la educación sexual, la pureza democrática… Es otro modo de ver la vida, de ver la sociedad, de ver a las personas. No es igual una posición que otra, como algunos sostienen.

El croupier de la historia ha dicho este viernes: “No va más”. El domingo por la noche veremos dónde cae la bolita. Ojalá diga: 24, rojo, par y pasa. Es decir, a seguir gobernando en coalición.

 

sábado, 22 de julio de 2023

_- Mazzucato: “Es un problema que muchos Gobiernos se muevan hacia el populismo”

_- La profesora de la UCL defiende un papel central del Estado y alaba la actitud del Ejecutivo español por haber sabido innovar pese a la coyuntura hostil

Es una de las economistas más brillantes del panorama internacional, tiene una prolífica producción literaria y ha asesorado a instituciones y Gobiernos a lo largo y ancho del globo. Hasta el Papa recomendó leer uno de sus libros, El valor de las cosas (Taurus, 2019). Mariana Mazzucato (Roma, 55 años), profesora de Economía de la Innovación y Valor Público en el University College de Londres (UCL), defiende un Estado fuerte, ambicioso, que sea capaz de innovar y crear riqueza. En cambio, alerta sobre las políticas de austeridad —”no funcionan”— y la ultraderecha: “Es un problema que muchos Gobiernos se muevan hacia el populismo”, zanja durante una entrevista por Zoom.

Pregunta. ¿La pandemia y la crisis energética han reforzado el papel del Estado o se ha perdido una oportunidad?
Respuesta. En algunos países se ha perdido la oportunidad. En el Reino Unido, donde vivo, las ayudas a las empresas durante la covid no estaban condicionadas a que fueran buenas. En España, a las empresas que han recibido ayudas para mitigar el impacto de la inflación no se les permite despedir alegando un aumento del coste de la energía. Es parte integrante de la ayuda. Es como un dar y recibir, que yo llamo relación simbiótica, en oposición a la parasitaria. Así se van forjando buenas relaciones público-privadas.

P. Además de estas colaboraciones, ¿qué más hace falta para que el Estado no sea un simple regulador?
R. En mi reciente libro The Big Con (La gran estafa) digo que hay que invertir en la capacidad del Estado, forjar buenas alianzas público-privadas, fortalecer los sistemas de salud, darnos cuenta de que estamos todos juntos, por ejemplo en el cambio climático. El coste de la inacción es muy superior al de la acción. No sirve decir que todo apesta, que las empresas son malas, que el Gobierno es malo... Necesitamos entender dónde las políticas gubernamentales y comerciales inteligentes y el sector público-privado inteligente han fortalecido las economías. La tasa de inflación española ha bajado tanto en comparación con otros países en gran parte por el tope al precio del gas [para generación de electricidad, la llamada excepción ibérica], los límites a los aumentos de los alquileres de vivienda, la gratuidad del transporte público y, quizás lo más importante, la fiscalidad sobre los beneficios caídos del cielo. Ningún Ejecutivo es perfecto, pero me han impactado las políticas mesuradas de este: nada demasiado extremo, pero siempre pensando en qué se puede hacer para contener los costes para los ciudadanos, ayudar a las empresas, pero pidiéndoles algo a cambio, y fortalecer la capacidad del Gobierno.

P. Los Gobiernos suelen diseñar políticas de corto plazo, porque innovar puede llevar a cometer errores que luego suponen un castigo en las urnas.
R. Has metido el dedo en la llaga. Aceptamos la experimentación de las empresas. Admitimos que, por cada éxito, hay muchos fracasos. Pero en cuanto el sector público comete algún error está en la primera plana de los periódicos. No le permitimos experimentar. Por eso he estado proponiendo que se invierta en laboratorios gubernamentales. Chile tiene El laboratorio del Gobierno. Hacer las cosas bien no siempre es un proceso lineal. Es en parte por eso que los Ejecutivos subcontratan a empresas de consultoría, para que alguien más cometa el error. Pero la clave es aprender de los fracasos. No basta con fracasar. Y eso solo puedes hacerlo si inviertes en tus capacidades. Volviendo a España, creo que se han hecho muchas cosas bien. También cosas mal, como todo Gobierno.

P. ¿Es más importante redistribuir o crear valor?
R. Si solo se piensa en la redistribución no queda nada que crear. Hay que invertir lo suficiente en lo que crea valor, por ejemplo la I+D. El Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia de España está muy enfocado a la investigación y desarrollo. . Hay 50 millones para misiones de I+D en torno a la inteligencia artificial. Existe el programa RETECH IA, con 260 millones, y el PERTE de la nueva economía del lenguaje. Todo esto es crear valor.

P. Ha habido críticas a este Gobierno por dar ayudas generalizadas contra la inflación.
R. Los impuestos, por supuesto, tienen que ser progresivos. España tiene un gravamen solidario a la riqueza e impuestos sobre los beneficios caídos del cielo, que no perjudican a las pequeñas empresas. La pregunta es, ¿qué hacer con lo que se recaude? Ahí está la creación de riqueza. Se necesita de una tributación inteligente y progresiva que vaya a un fondo común para mejorar la vida de los ciudadanos, financiar el transporte público gratuito o reducir la factura energética. La creación de riqueza también es reinvertir ese dinero en políticas que aumentan la productividad.

P. ¿Estos impuestos deben mantenerse?
R. Depende. A escala mundial, las farmacéuticas siempre consiguen lo que yo definiría beneficios excesivos, porque cobran demasiado por los medicamentos aunque hayan recibido inversión pública. En ese caso, el cambio debe ser permanente. Es más bien asegurar que los precios son justos. Idealmente, se necesita un sistema en el que los beneficios de las empresas son los adecuados desde el principio. Eso requiere, como argumenté en mi libro El valor de las cosas, que los gobiernos comprendan mejor la diferencia entre ganancias y rentas. Es algo de lo que hablaron Adam Smith y David Ricardo. No es una noción marxista. Las empresas deben obtener beneficios. No se resuelve nada con la caridad. Pero necesitamos una teoría que nos diga si son demasiados.

Muchas energéticas empezaron a ganar demasiado no porque fueran innovadoras, sino por un shock en el sistema global, y debemos gravar estos beneficios excesivos. Si estos impuestos tienen que ser permanentes depende de la capacidad de un gobierno para distinguir qué ganancias provienen de las inversiones de una compañía, de su innovación, y cuáles de una guerra u otra crisis internacional. Además, en este momento tenemos un problema en el mundo: hay muchos Gobiernos que se están moviendo en una dirección populista. En Italia también podemos decir fascista.

P. En España es probable que la extrema derecha entre en el Gobierno con Vox.
R. Es un problema enorme. Por eso hay que saber qué ha hecho un país. Lo que ha hecho en España el actual Gobierno es muy positivo comparado con lo que veo en muchos países. En el Reino Unido, después del Brexit no hay una fórmula para que lo público y lo privado trabajen juntos en la transición energética, la brecha digital, la salud. En Italia, mi otro país [aclara que tiene nacionalidad estadounidense, británica e italiana], se ha dejado de invertir en la administración pública. Falta un pacto sólido entre sindicatos, gobierno y empresas. Muchos trabajadores se han sentido engañados y han votado a la derecha. En la izquierda se han pelado entre ellos durante años y esto ha provocado que no haya tenido una actitud progresista como en España.

En España, este Gobierno ha desarrollado unas políticas muy importantes sobre energía, objetivos de desarrollo sostenible, pactos con empresas, trabajo… Creo que esto es el futuro del capitalismo. El siglo XXI necesita este tipo de actitud. También habrá cometido errores. El problema es si la gente siente que no puede llegar a fin de mes y por ello vota a una derecha que solo ataca a los inmigrantes, la burocracia, la criminalidad... Además de una manera insensata. La criminalidad no se lucha solo con más policía, sino invirtiendo en sus causas, que a menudo son socio-económicas. Un gobierno debe invertir en las personas con buena educación, prestaciones, políticas de vivienda... Pero no se hace o, si se hace sin contarlo, sin tener un relato, también es un problema.

La narrativa de la derecha siempre va contra alguien: los inmigrantes, el Gobierno, Europa… Lo he visto en todos los países. El Ejecutivo de Sánchez no ha sido uno necio que solo ha pensado en la redistribución. Ha usado una estrategia sostenible, ayudando a las empresas, promocionando a aquellas que invierten verde y a la vez ha desencentivado el exceso de ganancias, lo que no significa desincentivar los beneficios. Creo realmente en esa estrategia: crear riqueza, invertir en tecnología, salud, capacidad de las ciudades y tener impuestos progresivos.

P. Los países europeos, entre ellos España, han disparado su deuda con la pandemia. Bruselas está pidiendo recortes. ¿Habrá una vuelta a la austeridad?
R. Los recortes, como se hicieron después de la crisis financiera, con la austeridad, no han funcionado. Lo que importa más en la ratio deuda PIB son las inversiones, tanto públicas como privadas, que se hacen en el denominador. Hay que cortar donde hay despilfarro, siempre y no solo ahora, pero también invertir en lo que crea valor: educación, I+D, programas de IA aplicada a la salud, agricultura, energía. Solo recortar, esperando que la deuda baje, no funciona. Si el PIB no crece, si la productividad no crece, volvemos otra vez al punto de partida.

Es muy importante que no haya otra ola de austeridad. La inversión pública en el corto plazo puede elevar la deuda, pero en el largo la baja, porque crea la riqueza con la cual financiarla. Los países que solo aplican la austeridad no crean riqueza y la deuda sigue creciendo. También porque emergen problemas de salud, de criminalidad… La falta de buenos sistemas de salud y de educación pueden suponer un coste mayor al Estado que invertir más desde el principio.

P. Hay que hacer predistribución.

R. Exactamente.

"¿POR QUÉ LA GENTE VOTA AL PP?" Por Carlos Fernández Liria

Desde las últimas elecciones y a la espera del resultado de las próximas el 23-J, no he cesado de hacerme una inquietante pregunta: ¿por qué será que la gente vota al PP? Me parece una pregunta tan enigmática y misteriosa que había pensado colocar este vídeo en la sección de psicoanálisis, pero es que todavía no hemos visto lo que entiende Freud por la “pulsión de muerte” · Voy a intentar explicarlo sin demasiadas resonancias técnicas.

Da la impresión de que el perfil antropológico del votante del PP hundiera sus atávicas raíces en ese grito con el que se saludó la restauración del absolutismo en 1823: “Vivan las cadenas”, “Vivan las caenas”.

Sin recurrir a la psicología profunda, resulta difícil comprender por qué los pensionistas, por ejemplo, votan de forma masiva contra un gobierno que les ha subido un 8 por ciento las pensiones o a favor de un gobierno que está desmantelando lo que queda de la sanidad pública; o por qué a tantos jóvenes les parece casi surrealista votar a Sumar en lugar de por ejemplo a Vox cuando Sumar les ha prometido una herencia universal de 20 mil euros al cumplir los 18 años, una propuesta modesta comparada con la que había propuesto por ejemplo el gran economista Tomás Piqueti, 150.000 euros por joven, pero menos es nada ¿no?,

Una propuesta por otra parte perfectamente viable como han demostrado grandes economistas españoles, como el propio Nacho Álvarez que la ha defendido y, por supuesto, Eduardo Garzón que ha publicado varios vídeos críticos con esta propuesta porque le parece insuficiente, pero, en cualquier caso, muy aclarativos y explicativos sobre por qué no es ningún disparate y por qué no hay que llevarse las manos a la cabeza con respecto a su posible viabilidad.

Pero todo ocurre como si existiera en las profundidades del alma de la población española un profundo nervio franquista transmitido de generación en generación que tuviera que ver con algo así como el resentimiento y la venganza contra todo aquello que se sospeche que no sería aprobado, que no sería bien visto por el Caudillo.

El Caudillo no habría visto con buenos ojos una sociedad llena de maricas, de trans, de lesbianas, de mujeres emancipadas; tampoco habría visto con buenos ojos eso de la herencia universal, eso de dar dinero a los jóvenes para que se emancipen de sus padres… Y, desde luego, habría mirado con mejores ojos a esos partidos que al fin y al cabo son su herencia en este país que defienden la privatización de la sanidad pública, que defienden que no hay que subir el salario mínimo, que no hay que conceder derechos laborales. Y es como si la opinión de Caudillo fuera la voz del superyó de la sociedad española.

El PP es un partido que no debería existir. El PP debería haber sido ilegalizado en el año 2003, mismo que fue ilegalizada Herri Batasuna, desde el mismo momento en que se supo que en Irak no solamente no había armas de destrucción masiva, si no que se supo que siempre se había sabido que no las había y que, por tanto José María Aznar, presidente del gobierno, había declarado, mintiendo, una ofensiva terrorista contra un país inocente, la mayor ofensiva terrorista del siglo XXI. Con esta mentira, como referencia y punto de partida, un pretexto con el que Aznar engañó a la opinión pública mundial, engañó también a la población española y engañó especialmente a sus votantes, murieron en Irak, entre 2003 y 2006, según distintas encuestas, citando por ejemplo la encuesta de opinión Lancet, 654.965 personas. Otras encuestas ascienden la cifra a mucho más, la Opinión de Encuesta Empresarial la asciende a 1.220.580 personas.

El PP no fue acusado en ese momento de incitación al terrorismo, a un terrorismo masivo, lo que demuestras que la Ley de Partidos era una Ley ad hoc, diseñada para ilegalizar a un partido político concreto, Herri Batasuna, lo que le convierte de alguna forma en una Ley que debería haber sido de inmediato anulada por el Tribunal Constitucional. De lo contrario, el PP debería haber sido de inmediato ilegalizado y sus dirigentes encausados por terrorismo por colaboración con la banda armada más potente del planeta que en esos momentos comenzaba una guerra ilegal con un pretexto falso, que no solamente era falso, sino que se habría demostrado, como bien se sabe, que siempre se supo que era falso, y además se ha demostrado, como bien se sabe, que siempre se supo que era falso y además en contra de la opinión pública internacional y sobre todo española que se había mostrado en contra de la guerra de Irak, en masivas e insistentes manifestaciones, día a día.

Sin embargo, el pasado mes de febrero, hace bien poco tiempo, el dirigente del PP José María Aznar declaró que no se arrepentía de su decisión y que no solamente no se arrepentía de ella si no que se sentía muy orgulloso: no hay pues arrepentimiento. Los votantes del PP, por otra parte, tampoco han sentido al respecto una gran inquietud… Me acuerdo que por esas fechas, el político francés Régis Debray escribió un artículo que publicó por cierto El País, en el que decía, un artículo firmado luego por varios intelectuales europeos, que se calculaba que a causa del bloqueo y luego de la guerra habían muerto ya en Irak 500.000 niños. Y Debray argumentaba diciendo que si se hubiera tratado de 500.000 perros, Europa entera se estaría rasgando las vestiduras por maltrato animal. Pero no, no eran perros, solo eran niños iraquíes.

Pero mira qué sorpresa, los votantes del PP en el último proceso electoral se rasgaron las vestiduras porque Bildu había incluido en sus listas electorales a antiguos criminales de ETA. Se obviaba el pequeño detalle de que esos criminales sí que habían sido juzgados, sí que habían cumplido condena y sí que habían pedido perdón. Se obviaba también el pequeño detalle de que ETA ya no existe.

La diferencia que hay entre el votante de Bildu y el votante del PP no solo está en la diferencia en el numero de víctimas, también está en que el votante del PP jamás ha sentido la menor inquietud, ni la menor muestra de arrepentimiento. Muy al contrario, ni siquiera el atentado de Atocha, el 11 M, con sus 191 muertos, despertó en el votante del PP la más mínima reflexión, muy al contrario, lo que se desató fue una ola de negacionismo masivo y delirante, de tal forma que aún hoy son muchos los votantes del PP que piensan que el atentado lo cometió ETA y quizá, quién sabe si con la complicidad de ciertos dirigentes del Partido Socialista. Todo ello pese a que la policía tenía ya el vídeo del portavoz de Al Qaeda, Abu Dujan el Afgani, que reivindicaba el atentado, leo textualmente, “como una respuesta a vuestra colaboración, con los criminales Bush y sus aliados, como respuesta a los crímenes que habéis causado en el mundo y en concreto en Irak y en Afganistán”.

Como recordareis, si queréis recordarlo, los dirigentes del PP hicieron todo lo posible por negar su responsabilidad en el atentado e iniciaron un proceso de manipulación generalizada de la opinión pública a través de los medios de comunicación y, en concreto de los telediarios. Jamás creo que haya habido en este país, quitando la época de Franco, un intento tan colosal de manipulación de la opinión pública. La responsabilidad que tuvo en esta campaña de intoxicación José María Aznar fue bien conocida desde el primer momento porque la denunciaron los directores de los periódicos, algunos directores que denunciaron cómo Aznar les había llamado personalmente para darles instrucciones de cuáles deberían de ser los titulares. Pero tampoco esto ha despertado ninguna inquietud en los votantes del PP que sigue mirando con admiración, incluso con orgullo y simpatía a su antiguo líder José María Aznar. Su mentalidad se armó más bien de un ciego negacionismo, apuntalado por una pandilla de mercenarios periodistas que consiguieron poner sobre la mesa la versión de que el atentado había sido perpetrado por ETA, poniéndose de acuerdo con Zapatero, quizás con Rubalcaba y también con Al Qaeda, todo para hundir al PP.

Así pues, hay carta blanca, todo está permitido. Díaz Ayuso ganó las elecciones en Madrid, por mayoría absoluta, con el lema de que había que votar, o que había que elegir entre ETA y la libertad, “ETA sigue existiendo y la financiamos entre todos con nuestros impuestos”.

A este respecto creo que hizo muy bien Pablo Iglesias saliendo al paso y recordando ciertas evidencias sangrantes: siguiendo con la lógica que identifica a Bildu con ETA, habría que comenzar por recordar que el fundador y presidente del Partido Popular, don Manuel Fraga Iribarne, fue ministro de la dictadura franquista y no es que se comportara precisamente como una hermanita de la caridad. Recordaré algunos célebres hitos de su actuación como ministro. En 1969 la policía detuvo al estudiante de 21 años Enrique Ruano. Lo torturaron tan salvajemente que parece que se les fue de las manos y entonces lo arrojaron desde un séptimo piso. Para intentar fingir que había sido un suicidio, llegaron a manipular la autopsia hasta quitarle un trozo de clavícula donde estaba incrustada una bala con la que le habían rematado. El ministro Fraga, el posterior presidente de honor del PP, fue el encargado de manipular a la opinión pública para que la hipótesis del suicidio saliera adelante. Fraga dio instrucciones para que se manipulara unos de los diarios de Enrique Ruano en los que tenía que aparecer con ciertas tendencias suicidas. Como la opinión pública no se tragó el cuento, hubo protestas masivas y encendidas y entonces, el futuro presidente de honor del Partido Popular llamó personalmente al padre de Enrique Ruano diciéndole que o paraban las protestas o la hermana de Enrique Ruano correría la misma suerte.

La intervención de don Manuel Fraga Iribarne, futuro presidente de honor del PP, también fue muy ilustrativa en el caso del fusilado Julián Grimau, uno de los fusilados más famosos del franquismo. Este dirigente comunista había sido detenido y también había sido torturado y, por cierto, también le habían tirado por la ventana intentando aparentar que había sido un suicidio, lo que pasa es que sobrevivió. Grimau era un famoso dirigente del Partido Comunista que había tenido una enorme relevancia durante la guerra civil y la campaña internacional que se desató para pedir el indulto fue impresionante, intervino incluso el Vaticano pidiendo a Franco que le perdonara. Fraga, como ministro declaró que ese “caballerete”, dijo, estaba en las dependencias policiales recibiendo un trato exquisito: le habían tirado por la ventana después de torturarle brutalmente. Poco después le fusilaron y este fusilamiento lleva el sello del Consejo de ministros en el cual estaba también Fraga Iribarne.

También en 1969, Fraga en tanto como ministro de Información y Turismo fue el encargado de sacar adelante la campaña de propaganda más colosal del franquismo, la campaña de los 25 años de paz.

En resumen, Fraga, que había comenzado como falangista, ostentó cargos franquistas ya desde 1951 ininterrumpidamente hasta la muerte de Franco. Y en 1971, todavía no disimulaba sus simpatías por el nazismo, llegó a firmar una carta de apoyo pidiendo la liberación de Rudolf Hess, el número dos de Hitler. Una vez muerto Franco, en 1975, fue nombrado ministro de Gobernación por el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, ese sanguinario carnicero que antiguamente durante la guerra civil había perpetrado la famosa espantá de Málaga en la que había bombardeado a la población civil. Si, ese que salió por la televisión diciendo eso de “españoles, Franco ha muerto”. Fraga Iribarne, como ministro de Gobernación reprimió con toda dureza las manifestaciones del 1 de Mayo de 1976, las primeras sin Franco. Fue cuando pronunció su más famosa frase: “La calle es mía”, algo que por lo visto siguen pensando algunos de sus seguidores. Ordenó a la policía disparar contra la población civil en las manifestaciones de los sucesos de Vitoria en las que murieron cinco obreros, en Montejurra murieron dos.

Durante la transición, Fraga fundó Alianza Popular con otros siete ex ministros o altos cargos franquistas, es verdad que no quedó muy bien durante las elecciones, pero de alguna forma la refundación de Alianza Popular fue el actual Partido Popular.

Fraga nunca se arrepintió durante su papel protagonista durante el franquismo, nunca pidió perdón a las víctimas. Tampoco el PP ha condenado el franquismo, ha condenado la dictadura, ni ha hecho autocrítica alguna. Más bien, los dirigentes del PP se han mostrado sarcásticos, burlones con respecto a aquellos que todavía siguen buscando a sus desaparecidos, a los desaparecidos del franquismo como dijo Pablo Casado esos carcas que siempre andan por ahí removiendo los huesos del pasado.

Pero los votantes del PP siguen convencidos de que el peligro es que ETA sigue existiendo y ahora se llama Bildu. La posibilidad de gobernar con orgullosos franquistas de ultraderecha, en cambio, no les parece cosa grave. El renacimiento del franquismo del interior de la población española, no les parece cosa grave.

Pienso que para resolver el enigma de por qué la gente vota al PP habría que remitirse la tesis sobre la banalidad del mal que planteó Hannah Arendt a propósito de la Alemania nazi de 1933. Si, es un tema ya clásico desde el punto de vista filosófico. En un artículo ciertamente impresionante que escribió Arendt que se llama Responsabilidad moral durante una dictadura, se preguntaba con cierta angustia por qué tantos colegas, amigos suyos se habían sumado al carro del nazismo, por qué tantos grandes filósofos incluso tremendamente inteligentes habían abrazado una doctrina tosca, biologicista, ramplona y sin duda alguna criminal. Estaban deslumbrados por el éxito de los nazis, comienza diciendo Hannah Arendt. Se subieron al carro de los vencedores, de los que pensaban que iban a ganar y quizás por eso ganaron. Pero según Hanna Arendt fueron sobre todo la mediocridad, el negacionismo, los que provocaron lo que ella misma llamó el colapso moral de la Alemania de los años 30. Es como si todo el mundo hubiera sabido y no sabido al mismo tiempo lo que estaba ocurriendo a su alrededor, sabían que estaban dictando leyes absurdas y genocidas contra los judíos, sabían que estaban deteniendo a sus vecinos judíos, sabían que había trenes que se iban y no volvían y, sin embargo, todo el mundo hacía como que no lo sabía. Era puro y simple negacionismo, pero era también, nos dice Hanna Arendt, mediocridad, falta de reflexión, una negativa a pensar lo que estaba sucediendo. Como sabéis, su obra más famosa al respecto se llama “Eichmann en Jesrusalén, ensayo sobre la banalidad del mal”. Hanna Arendt asistió al juicio que se celebró en Jerusalén contra Eichmann, uno de los directores de la Solución final, uno de los directores de los campos de concentración o de exterminio. Y lo que más le sorprendió fue que Eichmann no era precisamente un genio del mal, una especie de sádico disfrazado de nazi. No, era una persona absolutamente mediocre, absolutamente banal, una persona que había estado exterminando judíos como podía haber estado perfectamente empaquetando tomates.

Fue una verdadera ola de mediocridad la que impidió a la población alemana sentirse responsable. Y cuando quisieron darse cuenta, habían sido exterminados seis millones de judíos delante de sus narices. Pero ni siquiera Eischmann, el director de este genocidio, se sentía responsable. Durante el juicio perdió los estribos tan solo una vez, una vez en que unos testigos le acusaron directamente de haberle visto estrangular a un niño judío con sus propias manos, entonces perdió la calma y empezó a gritar desesperado: “yo nunca he matado a nadie, yo nunca he matado a nadie”. Sin embargo, era él quien ordenaba poner en marcha las cámaras de gas, los hornos crematorios todos los días. Pero él no tenía conciencia de haber matado a nadie, siempre se consideró algo así como una pieza insignificante de una inmensa maquinaria, en la cual él se limitaba, dijo, a obedecer órdenes. Él se había limitado, dijo, a cumplir con su deber. Durante el juicio llega a decir incluso que lo que había hecho era obedecer al imperativo categórico, el que te dice que hagas lo que consideras que es tu deber, aunque como es sabido los nazis no dejaron un rastro legal de órdenes y decretos exigiendo el exterminio de los judíos. Así que más bien lo que había que hacer era cumplir con lo que intuías que era tu deber según tu propia conciencia moral, hasta el punto de que Eischmann llega a reformular el imperativo categórico de esta forma: obra siempre de tal manera que si el Führer te estuviera observando, aprobaría tus actos.

Si, en nuestra serie de psicoanálisis hemos dedicado un capítulo a las noticias para Kant alertando sobre el peligro de lo que puede pasar si se confunde la voz del deber con la voz del superyó, sobre todo cuando el superyó es la conciencia moral de Hitler en tu cabeza. Son las malas noticias freudianas: la voz de la conciencia no siempre es la voz de la razón, también es la voz de la razón de un superyó obsceno y tiránico que habla en tu interior.

Es algo que sin duda podemos experimentar por nosotros mismos, pero es algo que también se repite muy a menudo históricamente. No siempre somos conscientes de lo que estamos haciendo y de lo que estamos provocando cuando atendemos a las voces de nuestro ancestro interior.

Y sí, yo creo que en España, en este país que vivió 40 larguísimos años de dictadura, la voz del Caudillo, la voz de Franco sigue hablando silenciosa, reprimida, negada en el interior de la conciencia de los españoles, marcando los límites de lo que puede ser aprobado y de lo que no puede ser aprobado. Han pasado 50 años, pero haría falta un psicoanálisis colectivo muy profundo para librarnos de ello. Pensad en otro caso, uno de los maridos de Hanna Arendt precisamente Günther Anders, escribió un libro que se llama “Mas allá de los límites de la conciencia” que es una correspondencia con el piloto de Hiroshima, con el piloto que dejó caer la bomba sobre Hiroshima, apretó un botón y cinco minutos después habían muerto 200.000 personas abrasadas vivas. Günther Anders estableció una correspondencia con él porque le llamó la atención que hubiera sido encerrado en un manicomio después de haber intentado explicar a la población que lo que había hecho no tenía perdón y que no se podía vivir con esa carga sobre sus espaldas. La gran sorpresa de este piloto fue comprobar que nadie se sentía responsable a su alrededor, que nadie se sentía culpable. Y es más todo el mundo consideraba que él no había hecho nada malo, que él había hecho lo que tenía que hacer y que estuvo bien lo que hizo. El piloto acabó en un manicomio y Günther le intenta explicar en una correspondencia magnífica como él es la única persona cuerda en realidad y cómo el mundo entero es el que se ha convertido en un manicomio. Nadie se siente culpable ya por nada. El, en cambio, se había dedicado a hacer atracos a mano armada, primero para que le metieran en la cárcel y le castigaran por lo que había hecho, no por los atracos sino por la bomba de Hiroshima y segundo para recoger dinero y enviarlo a Japón, a las víctimas que él había provocado en Hiroshima. Así que consideraron que en efecto estaba como una regadera. También a él se le decía, pero tu no hiciste más que cumplir órdenes, tu no eras más que una pieza de una maquinaria, al fin y al cabo, también tu obedecías al imperativo categórico. Pues algún día todos tendremos que preguntarnos en que sentido todos somos piezas de una enorme maquinaria genocida, sobre todo teniendo un mediterráneo que hace tiempo se convirtió en una inmensa fosa común en la que todos los años mueren a millares intentado entrar en nuestra Europa fortaleza, sí estos emigrantes frente a los que el voto a Vox pretende tomar tantas precauciones.

El hecho es que, desde las elecciones pasadas, España se ha sumado a la ola reaccionaria que triunfa en Europa y no será con grandes aspavientos criminales por los que avanzaremos por esta senda que tenemos por delante.

La pulsión de muerte se abre camino entre nosotros de una forma mucho más banal, mucho más mediocre, mucho más estúpida, mucho más ciega. Nos volvemos demasiado estúpidos para dejar un espacio de juego posible a la reflexión. Cuando un partido político, como hizo Díaz Ayuso en las elecciones pasadas en Madrid, convierte una perfecta estupidez en un lema de su campaña política, estamos jugando con fuego: o ETA o yo, o ETA o la libertad, esa completa memez anega los cauces de la reflexión. Es como intentar convencer a un terraplanista de que no tiene razón. Pero la historia ya nos ha aleccionado bastante de lo que pasa en estos casos, las consecuencias de tanta estupidez no serán por eso más benignas: quizás lleguen a ser aterradoras.

Para ir haciéndonos a una idea de lo que se avecina basta con imaginar lo que podría haber ocurrido si la gestión de la pandemia y la gestión de la crisis económica hubiera sido gestionada por el PP y por Vox.

A mi no me cabe duda de que este gobierno en el que el PSOE ha tenido que gobernar con un contrapeso a la izquierda ha sido sin duda alguna el mejor gobierno de la historia de la democracia, quizás esto no sea decir mucho porque el listón no estaba demasiado alto, pero algo es algo, ¿qué habría ocurrido si no se hubieran nacionalizado con los Ertes los salarios de la población española, si no se hubieran potenciado las ayudas sociales. Habríamos seguido los pasos de Bolsonaro en Brasil cuya gestión de la pandemia fue prácticamente un genocidio. O como mínimo habríamos seguido los pasos de Díaz Ayuso en Madrid con su gestión de las residencias y sus recortes en la sanidad pública.

He escuchado a algunos ancianos pensionistas de esos a los que no van a votar jamás a ese partido que les ha subido un 8 por ciento las pensiones, que la culpa del deterioro de la sanidad pública la tiene el gobierno socialista y cuando se encuentran que tienen una lista de espera de un año para una mínima prueba médica, ni por un momento se les ocurre recordar que las competencias en sanidad están trasferidas a las Comunidades Autónomas y que por ejemplo en Madrid la presidenta es Díaz Ayuso, nuestra heroína del PP.

Lo que ahora se está denominando el “sanchismo” en todos los medios de comunicación, no ha sido más que un giro social impuesto al partido socialista desde la izquierda y es patente que el hundimiento de Podemos en las anteriores elecciones es una gran tentación para el partido socialista para dar un nuevo giro a la derecha.

Me parece obvio que este funesto regreso al bipartidismo solo podemos evitarlo desde la izquierda votando a Sumar. Yolanda Díaz, la artífice de la reforma laboral ya tiene suficiente experiencia en un gobierno de coalición con el Partido Socialista. Volver a repetir esta experiencia sería sin duda alguna lo mejor que le podría ocurrir a este país, pero sobre todo sería una magnífica forma de pararle los pies a los herederos del terrorismo de estado franquista.

Carlos Fernández Liria
Profesor de Filosofía en el UCM

Nota: Se trata de una opinión del autor publicada originariamente en YouTube, transcrita en DCLM por su interés.