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domingo, 24 de noviembre de 2024

Orgullo de país.

Esta columna podría ser la opuesta, pero todas las buenas personas, desde los científicos que avisaron a los pobres diablos que rebuscan en el barro, merecen un aplauso.

La pandemia nos atravesó como una daga afilada y nos quitó demasiadas cosas, pero iluminó también un país capaz de movilizarse, con una clase sanitaria y de asistencia en residencias que sostuvo sobre sus hombros el peso de la desgracia y luchó hasta lo imposible. También nos mostró una sociedad unida, sobrecogida, sufriente, que cumplió y se solidarizó conmovida con coraje. De los saqueadores que se forraron mientras todos sufríamos ya hablamos, por desgracia, otros días.

De aquello pudimos salir con orgullo de país. Y hoy también podemos hacerlo.

Orgullo de los científicos, los meteorólogos, físicos y todas las gentes de ciencia que llevan años anunciando los fenómenos extremos que se avecinan con un Mediterráneo caliente que inyecta humedad a las nubes como quien arroja gasolina a un fuego. Ellos lo supieron y nos lo dijeron.

Orgullo de los soldados de la UME, bomberos, policías, agentes de la Guardia Civil. El Estado existe y también consiste en poder movilizar a personas que se tragan las lágrimas para seguir apartando barro, buceando, levantando coches y muros caídos hasta sacar a muertos que podrían ser sus padres. Orgullo de los trabajadores de la muerte, los que estos días reciben decenas de cadáveres a los que deben identificar masivamente sin que les tiemble el pulso. Niños, mujeres, bebés, ancianos.

Orgullo de los vecinos que albergaron a los afectados en la noche siniestra, les abrieron locales, cines, oficinas donde protegerse; que luego agarraron las palas y cubos para ayudar; y que hoy intentan llevar agua a quienes deambulan como en Gaza en busca de algo potable. España está llena de ellos.

Orgullo de los españoles que hoy lloran, estremecidos, con un dolor que desborda a todos y que nos recuerda quiénes somos —nada— cuando una simple lluvia nos quita la vida, la casa, la luz, el agua, la cobertura telefónica y todo lo que damos por supuesto.

Orgullo de los periodistas, los colegas que recorren pueblos para hablarnos de currantes que salvaron a hombros a algunos ancianos en una ruleta rusa que mató a otros; de jóvenes madres y preciosos bebés que ya no existen. Los que se aparcan su conmoción para seguir informando desde sus propios pueblos.

Incluso orgullo de los políticos, los que muestran unidad y capacidad de arrimar el hombro. De los miserables que intentan sacar provecho hablaremos otro día.

La columna es siempre una elección y esta que están leyendo podría ser la opuesta: enfocar el desbordamiento del Estado, los errores, la incapacidad de llegar a todos los cuerpos que aún yacen sin vida, la falta de ayuda en zonas aisladas o los saqueos. Pero muchas buenas personas, desde los meteorólogos que supieron a los pobres diablos que se manchan de barro, también merecen el aplauso, el orgullo de país. De los miserables, hablaremos otro día.

Berna González Harbour


viernes, 24 de marzo de 2023

Cómo salir de un coche hundiéndose: consejos para salvar la vida

Si el coche comienza a hundirse en el agua, actuar rápido es clave, pues los primeros 60 segundos son decisivos.

Pasos para salir de un coche hundiéndose

1. Si se cae al agua desde cierta altura es importante minimizar el impacto colocando las manos sobre los extremos laterales del volante, en la posición horaria 9.15. De ese modo, si el airbag del conductor se dispara los brazos no golpearán en la cara por la fuerza de la explosión.

2. Hay que intentar conservar la calma y no sucumbir al pánico: bloquea mentalmente, agota con rapidez y hace consumir mucho oxígeno. Conviene pensar con calma en lo que se debe hacer, recordar los pasos siguientes y salir del coche cuanto antes, a ser posible en los primeros 30 o 60 segundos, que son cruciales.

3. Normalmente el vehículo tarda unos instantes antes de hundirse (entre 30 segundos y 2 minutos). Se debe aprovechar este tiempo para desabrocharse el cinturón y encargarse de que los demás pasajeros hagan lo mismo. Si hay niños, lo mejor es desabrochar antes a los mayores para que ayuden a liberar a los pequeños y pasar a estos al asiento delantero.

4. Si todavía se puede, lo mejor es abrir la puerta para salir. Por el contrario, no hay que intentarlo si el coche está ya medio sumergido: la presión del agua lo impedirá.

5. Abrir cuanto antes las ventanillas para que vaya entrando agua poco a poco. Si son eléctricas, el mecanismo funcionará todavía hasta unos tres minutos después de estar el coche en el agua. Y si ya no funcionan habrá que romperlas con algún objeto contundente (no está demás llevar en la guantera un pequeño martillo de emergencia con cuchilla especial para cortar cinturones). También se pueden romper extendiendo las piernas y golpeando el centro del vidrio con los dos pies con mucha fuerza. No hay que intentarlo con el parabrisas, ya que es mucho más resistente que las laterales. Si no se consigue, hay que esperar a que el coche se vaya llenando de agua para equilibrar la presión y poder abrir las puertas.

6. En el momento de abrirlas habrá que hacerlo con fuerza, ya que la fricción del agua puede seguir ofreciendo cierta resistencia. Inspirar aire, ayudar antes a salir a los más pequeños y nadar hacia la superficie, siguiendo siempre las burbujas para no perder la orientación. Es conveniente quitarse los zapatos y la ropa de abrigo que impidan nadar con soltura.

https://motor.elpais.com/conducir/como-salir-de-un-coche-hundiendose-consejos-para-salvar-la-vida/