sábado, 31 de octubre de 2020

_- Qué es el Principio de Rebus, sin duda uno de los más trascendentales en la historia de la humanidad

_- ¿Qué tal que existiera una tecnología que nos permitiera trasvasar el contenido de nuestras mentes directamente al cerebro de otra persona?

¿Algo que pudiera llevar nuestros pensamientos a cualquier otro lugar y al futuro, no importa cuán cercano o distante, y que fuera tan sencillo que hasta los niños pudieran usarlo?

Esa maravilla, por supuesto, ya existe: la escritura, la tecnología más poderosa jamás inventada.

Es algo que la mayoría de nosotros hacemos a diario de forma automática, per si te detienes a pensarlo te darás cuenta de que es un acto de magia: estás tomando los pensamientos que tienes en tu cabeza y exponiéndolos al mundo en una forma que otra mente humana podrá entender.

Primeros pasos
Escribir es una innovación reciente.

Nuestra especie ha existido durante unos 300.000 años y, salvo durante los últimos 5.000, la gente siempre transmitió conocimientos vitales de generación en generación oralmente, sin necesidad de escribir nada.

Entonces, ¿por qué los humanos finalmente sentimos la necesidad de hacer registros permanentes en forma visual?

La respuesta a esa pregunta la encontraron los asiriólogos en Mesopotamia, el actual Irak, donde hace unos 5.000 años, los sumerios desarrollaron las primeras ciudades estado.

La convivencia de decenas de miles de habitantes obligó a llevar cuentas a mayor escala, así que recurrieron a lo que tenían a mano para anotar detalles que serían necesarios más tarde pero que no eran material digno de consagrar a la memoria cultural.

Con estiletes de juncos o huesos presionaron arcilla húmeda para crear los antepasados lejanos de las hojas de cálculo actuales, creando símbolos que representaban cantidades y pequeños dibujos estilizados, que representan productos básicos, como una espiga de cebada.

Primero vinieron los pictogramas: una espiga de cebada representada por un dibujo que se le parecía, como los que vez aquí abajo, que aparecen en una tableta sumeria.

Estos denominados pictogramas serían la base de los primeros sistemas de escritura.

Pero el lenguaje contable es limitado.

Para representar el vocabulario completo del pueblo sumerio se requeriría un salto conceptual clave.

El gran salto
Ese salto gigante para la humanidad es el Principio de Rebus: la idea de que una imagen pueda representar más que el objeto mismo.

¿Para qué?
Si bien hay muchas cosas que se pueden representar fácilmente con un dibujo, como una flor, hay otras que no.

Piensa por ejemplo en la palabra "hermosa"... ¿Qué pictograma dibujarías para que todos entiendan que eso es lo que quieres decir?

En sumerio, sheh-ga significa "hermosa".

Pero, ¿Cómo escribirlo?
¿Recuerdas esa espiga que aparecía en las hojas de cálculo para indicar cuánta cebada algún sumerio vendió o compró hace miles de años?
En ese caso, el dibujo representaba el cereal, pero la necesidad de comunicar conceptos impalpables llevó a separar la imagen de lo que simbolizaba y usarla también para representar el sonido de la palabra, en este caso "cebada", que en sumerio essheh.

Así tienes la primera parte de la palabra 'hermosa', y si a ese pictograma le añades la imagen estilizada de la ubre de una vaca, que significa leche, oga en sumerio, das con la clave de la escritura.

Intelecto compartido
Hay algo muy interesante.
Si consultas a un asiriólogo, te asegurará que los sumerios fueron quienes dieron ese salto conceptual primero.

Pero si hablas con un egiptólogo, te demostrará que fueron los antiguos egipcios.

Y es que los jeroglíficos egipcios, que se desarrollaron en el mismo período, se basan en el mismo principio.

Uno de muchísimos ejemplos lo encuentras en la Paleta de Narmer, una placa de pizarra tallada en circa 3000-2890 a. C.

Cuenta, con ilustraciones en altorrelieve, sobre una batalla en la que los enemigos fueron completamente destruidos.

Pero al lado de los principales personajes de la historia, hay unos pares de imágenes aparentemente aleatorias -como un bagre junto a un cincel- que sólo cobran sentido con el Principio de Rebus.

Y es que la palabra egipcia para 'bagre' es nar y para 'cincel', mer: juntas nos dan el sonido del nombre del victorioso faraón: Narmer.

Un bagre y un cincel sirven para dejar registrado para siempre el nombre del faraón Narmer.

De hecho, el Rebus se encuentra detrás de todos los sistemas de escritura antiguos del mundo.

La escritura china más antigua conocida se encuentra inscrita en huesos y caparazones de tortuga de hace 3.500 años.

El chino es una escritura basada en imágenes que usa el principio de Rebus para representar sonidos con imágenes estilizadas.

Lo mismo ocurre con el último gran sistema de escritura basado en imágenes: los glifos mayas, el sistema de escritura que se desarrolló en Centroamérica hace unos 2.600 años.

Los glifos mayas también dependen del Principio de Rebus para comunicar sonidos.

Las similitudes entre esos sistemas de escrituras desarrollados por culturas tan diversas y distantes son sorprendentes.

"Si conoces algo de las cuatro principales escrituras antiguas -cuneiforme, maya, egipcia y china-, te da una sensación inevitable de que aunque visualmente parece que no tienen ninguna relación, tienen muchas cosas en común, le dijo a la BBC Irving Finkel, asiriólogo del Museo Británico, en el documental "La historia secreta de la escritura".

"Eso te obliga a examinar toda la cuestión sobre el origen", añade.

Dadas las coincidencias, ¿puede realmente haber un origen común para toda la escritura, un lugar y momento singular en el que el secreto de tornar dibujos en palabras fue descubierto por primera vez?

Para Finkel, lo que ocurrió fue algo natural, el Principio de Rebus fue inventado varias veces, ocurrió instintivamente más de una vez.


Las similitudes reflejan que no hubo un origen único sino algo que todas las personas de toda la historia del mundo han tenido en común: la mente humana.

* Si quieres más fascinantes detalles sobre este tema, busca el documental de la BBC The Secret History of Writing.

viernes, 30 de octubre de 2020

El simple error matemático que puede llevar a la bancarrota. BBC

Hace 15 años, un pueblo de Italia experimentó un extraño tipo de histeria colectiva conocida como "la fiebre del 53". La locura estaba relacionada con la lotería nacional.

Quienes apuestan en el Gioco del lotto, cuyo funcionamiento se parece al del bingo, deben elegir entre 11 ruedas diferentes, correspondientes a ciudades como Bari, Nápoles o Venecia.

Una vez que hayan elegido en qué ruedas jugar, pueden apostar por números que van del 1 al 90.

Las ganancias dependen de cuánto se apuesta inicialmente, cuántos números se eligen y cuánto se acierta.Sin embargo, en algún momento de 2003, el 53 simplemente dejó salir en los sorteos de Venecia, lo que llevó a los jugadores a apostar cada vez más a ese número, con la certeza de que pronto aparecería.

A principios de 2005, la fiebre del 53 parecía haber llevado a miles de personas a la ruina financiera, lo que se tradujo en una serie de suicidios.

La histeria sólo desapareció cuando el número finalmente se dejó ver en el sorteo del 9 de febrero, después de haber estado ausente en 182 y de que se hubiera apostado por él 4.000 millones de euros (poco menos de US$4.700 millones) en total.

Aunque puede parecer una suerte de locura, los perdedores se habían arruinado por un error de razonamiento llamado "falacia del jugador".

Se trata de algo preocupantemente común que nos puede llevar a equivocarnos en muchas de nuestras decisiones profesionales, desde la respuesta de un portero de fútbol durante un penalti, a inversiones bursátiles e incluso fallos judiciales sobre nuevos casos de petición de asilo.

Para saber si eres de los que caerían en la falacia del jugador, imagina que lanzas una moneda al aire una serie de veces y obtienes la siguiente secuencia: cara, cara, cruz, cruz, cruz, cruz, cruz, cruz, cruz, cruz, cruz, cruz, cruz .
¿Qué posibilidades hay de que consigas cara en el próximo lanzamiento?
Mucha gente cree que, por cuestión de probabilidades, la secuencia debe nivelarse y, por consecuencia, le parece inevitable que a continuación surja cara.

Pero la teoría de la probabilidad básica nos dice que los eventos son estadísticamente independientes. Esto que significa que las probabilidades son exactamente las mismas cada vez que se lanza la moneda al aire.

La probabilidad de que salga cara sigue siendo del 50% incluso si se han obtenido cruz 500 o 5.000 veces seguidas.

Por la misma razón, HTHTTH es tan probable como HHHHHH.

Aunque a muchos les sigue sin parecer así y continúan pensando que la secuencia mixta es de alguna manera más probable que la continua.

La falacia del jugador ha centrado el interés de los investigadores que estudian los juegos de azar.
También se la conoce como la "falacia de Montecarlo", porque en 1913 una de las mesas de ruleta del casino de Mónaco registró 26 negros seguidos.
Los investigadores que han estudiado las imágenes captadas por cámaras de seguridad de distintos casinos confirman que dicho error sigue afectando a los apostadores en la actualidad.
Sorprendentemente, la educación y la inteligencia no nos protegen frente al sesgo.

Más vulnerables
De hecho, un estudio realizado por investigadores chinos y estadounidenses descubrió que las personas con un coeficiente intelectual más alto son en realidad más susceptibles a la falacia del jugador que aquellas que obtienen un menor puntaje en las pruebas estandarizadas.
Podría ser que las personas más inteligentes piensen demasiado en los patrones y crean que son lo suficientemente inteligentes como para predecir lo que vendrá después.

Cualquiera que sea la razón de estas falsas intuiciones, varias investigaciones posteriores han revelado que la falacia del jugador puede tener graves consecuencias más allá de los casinos.

Ese mismo sesgo parece estar presente en los mercados de valores, por ejemplo.

Cuando hay muchos cambios a corto plazo en el precio de las acciones suelen ser esencialmente fluctuaciones aleatorias.

Y Matthias Pelster, de la Universidad de Paderborn en Alemania, ha demostrado que los inversores suelen basar sus decisiones en la creencia de que los precios pronto se "igualarán".

LOS INVERSORES DEBERÍAN COMPRAR Y VENDER TENIENDO EN CUENTA QUE PUEDE SEGUIR LA RACHA, PERO TAMBIÉN QUE PUEDE CAMBIAR", DICE.

"Sin embargo, eso no es lo que nos dicen los datos".

La falacia del jugador supone un problema particularmente en aquellas profesiones que requieren un juicio imparcial, sin sesgos.

Un equipo de investigadores analizó recientemente las decisiones jueces en Estados Unidos ante las solicitudes de asilo.

También los jueces
El orden de los casos no debería importar, pero los investigadores descubrieron que, debido a la falacia del jugador, existía un 5,5% menos de probabilidades de que un juez concediera el asilo a un solicitante si a los dos anteriores se lo había otorgado.

El misterio de por qué las mujeres europeas tienen el doble de probabilidades que los hombres de ser rubias Esto supone una seria disminución de la tasa de aceptación media del 29%.

Conscientemente o no, parecía que llegaban a la conclusión de que era demasiado improbable poder decidir lo mismo tres veces seguidas, por lo que se inclinaban por romper la racha.

BBC

jueves, 29 de octubre de 2020

España, sucursal de la Guerra Fría

‘Project Niños’ indaga en el acuerdo entre la CIA y Franco para permitir a los americanos interrogar a los niños de la guerra que volvían de la URSS

Huyendo de la Guerra Civil española terminaron en uno de los escenarios principales de la segunda Guerra Mundial y tratando de regresar física y psicológicamente a España, la CIA, de acuerdo con el Régimen franquista, los involucró en la Guerra Fría. Es la historia de parte de los 3.000 menores que la República envió a la URSS entre 1937 y 1938 para protegerlos de los bombardeos indiscriminados, como el de Gernika. DMAX estrena hoy (22.30) el primer capítulo de una serie que arroja nuevos testimonios sobre un aspecto poco conocido de esa repatriación masiva. Se titula Project Niños, como el informe de la CIA que explica por qué Franco permitió a los estadounidenses liderar en España los interrogatorios de los españoles que regresaban de Rusia.

“Mi hermana tenía un año cuando llegamos a la URSS y un hijo de un año cuando volvimos a España”, relata Rosa Ortiz. “Pensábamos que íbamos para cinco o seis meses, que la República iba a vencer y volveríamos a España”, recuerda Ángel Belza. Pero pasaron casi dos décadas antes de que pudieran regresar a casa como hijos del bando perdedor de la guerra. El país que les había despedido con bombas les recibió en muchos casos con profusos interrogatorios, mañana y tarde, realizados en castellano pero con un marcado acento americano. Quienes hacían las preguntas eran agentes de la CIA, que encontró en aquellos hombres y mujeres que regresaban de la URSS, “una mina de oro”, en palabras de Brian Latell, exanalista de la CIA.

Una vez en la URSS, los niños españoles recibieron educación controlada por el Partido Comunista. “Nos enseñaban todo sobre la geografía, la literatura de España... Allí conocí a Cervantes, a Lope de Vega...”, recuerda Rosa. El 15% asistió a institutos de educación superior y otro 20% recibió formación técnica especializada, la mitad en ámbitos científicos.

El coronel Oleg Nechiporenko, de la KGB, explica que nunca pensaron que Franco fuera a permitir que aquellos niños, ya adultos, volvieran a España tras haber pasado casi 20 años en un país comunista. “Nuestro gran fallo fue no darnos cuenta de que ese tipo de perfiles podían ser utilizados por el enemigo”, añade, refiriéndose a los americanos.

“En aquel momento, todo lo que pasaba en la URSS era absolutamente opaco para la CIA, que no tenía espías allí. Los españoles eran su oportunidad. Cualquier detalle que pudieran contar era valiosímo”, explica Jordi Ferrerons, director ejecutivo de la serie. Paralelamente, el KGB intentó usar la repatriación a España para incluir sus propios espías.

No todos los españoles interrogados colaboraron y hubo quien utilizó las preguntas para tratar de despistar a los agentes de la CIA, que llegó a alquilar tres locales en Madrid para los interrogatorios. Los estadounidenses dividían a los españoles repatriados por categorías, entre las que incluían “posibles agentes”, “entrenados por los servicios de información rusos”, “servidores del ejército soviético” o vinculados activamente al Partido Comunista. A los americanos les interesaban, sobre todo, los que habían trabajado en industrias militares y de Defensa soviéticas. Les pedían, también, que dibujaran mapas de centrales eléctricas, presas y otras infraestructuras.

Los primeros en regresar habían sido los prisioneros de la División Azul, los españoles que se habían unido al ejército nazi en la segunda Guerra Mundial. Los niños de la guerra enviados por la República tuvieron que esperar dos años más, hasta 1957. Veinte años antes, en la evacuación, se había producido un error de previsión de fatales consecuencias. A cada pequeño se le colocó un cartón con un color diferente según el lugar de destino. Pero hubo niños que se los intercambiaron como si fueran cromos, lo que provocó que algunos fueran enviados a países distintos o incluso separados de sus hermanos.

“Este capítulo de la historia no lo conocíamos, por eso tiene un valor tan especial”, explica Oriol Bosch, director de la serie. “Vemos continuamente pruebas de que el pueblo español no es muy consciente de su historia y el papel del franquismo durante la Guerra Fría era un capítulo absolutamente desconocido del que queda mucho por investigar”, añade Ferrerons.

La serie, que cuenta con la participación de historiadores españoles y expertos rusos, británicos y estadounidenses, abunda en la apuesta por temas históricos de DMAX, que en 2016 ya estrenó España dividida. La Guerra Civil en color, aprovechando fondos de la Filmoteca Española.

miércoles, 28 de octubre de 2020

_- Freud, el ‘big data’ y los pepinos. J. M. Mulet

_- Cien años después, la tecnología actual ha desmontado con datos algunas de las hipótesis del padre del psicoanálisis, como la famosa teoría de los sueños.

No cabe duda que Freud ha sido uno de los personajes más relevantes del siglo XX. La obra freudiana ha dejado una gran huella en la cultura universal y su influencia se hace patente en el cine, en la literatura, en la política y en la sociedad. Pero ¿y en la ciencia? Aquí hay un interesante debate planteado. Freud asumía sobre él mismo que era uno de los grandes científicos de la historia de la humanidad. En el artículo publicado en 1917 “Una dificultad del psicoanálisis” dice que Copérnico había demostrado que la Tierra no era el centro del universo; Darwin, que el hombre no era el centro de la evolución, y él mismo había demostrado que el hombre no es dueño de sus actos, sino que manda el subconsciente. La biografía de Freud nos deja otros muchos episodios que nos demuestran que Freud estaba encantado de ser Sigmund Freud y de haber conocido a Sigmund Freud. Pero independientemente de sus autovaloraciones, ¿la obra de Freud tiene base científica?

Este debate lleva más de 100 años, con defensores y detractores. Freud empezó su carrera como neurólogo estudiando las lampreas; por tanto, el método experimental no le era ajeno.

De forma muy simplificada podríamos decir que el método científico se basa en 
1. hacer una observación, 
2. plantear una hipótesis, 
3. realizar experimentos y, si la confirman, 
4. establecer leyes, y si no, se desecha la hipótesis. 

Cuando Freud empezó a estudiar el subconsciente y a sentar las bases del psicoanálisis planteó muchas hipótesis rompedoras e interesantes, pero el problema es que la mayoría las dio por buenas sin ningún tipo de evidencia experimental que las respaldara.

Eso le levantó las críticas de filósofos de la ciencia como Popper, que atacaba su trabajo diciendo que la mayoría de sus afirmaciones no son falsables; es decir, no se pueden someter a una prueba que las contradigan. La falsabilidad es una herramienta para determinar si una hipótesis tiene base científica. Por ejemplo, si decimos que todos los cisnes son blancos, esa afirmación será cierta mientras solo se conozcan cisnes blancos, pero en el momento que aparezca un cisne negro sabremos que nuestra hipótesis de partida es falsa.

El hecho de que las afirmaciones de Freud no sean falsables implica que no podemos decir si son ciertas o falsas, y nos adentramos en el terreno de la fe.

Sin embargo, la ciencia avanza y muchas de las afirmaciones de Freud ahora pueden someterse al escrutinio experimental utilizando herramientas informáticas o haciendo análisis de big data. Por ejemplo, la teoría de los sueños. Freud decía que soñar con alimentos era una muestra del deseo sexual y que por eso se solía soñar con alimentos de forma fálica o que recuerde a un genital femenino, y era el motivo de que fueran tan frecuentes. Existen bases de datos como Shadow donde la gente registra sus sueños. Analizando los datos vemos que los alimentos más representados son los más consumidos, y un análisis de regresión demuestra que tener una forma fálica no hace que un alimento aparezca más en sueños. Por tanto, es más relevante comer un alimento para soñar con él que tener un deseo sexual reprimido y soñar con higos o pepinos. 

Freud también afirmaba que los lapsus eran expresiones del subconsciente. Si una persona dice “penicuro” en vez de “pedicuro”, puede ser que esté pensando en un pene en vez de un pie y que esté expresando un deseo sexual reprimido. ¿Podemos poner a prueba esa afirmación? Microsoft registra los datos de las erratas tipográficas y las correcciones que cometen los que aportan texto a la aplicación MTurk de Amazon. Realmente existen lapsus que pueden tener una interpretación sexual como escribir “polla” en vez de “pollo” o “sexo” en vez de “seso”, pero también abundan las erratas sin doble intención del tipo “fegetales” en vez de “vegetales”. 

Un experimento ingenioso que realizó el investigador en big data Seth Stephens-Davidowitz consistió en calcular cuáles eran los errores más frecuentes tecleando y programar un sistema informático para que produjera estos errores aleatoriamente. Una vez obtenidos los errores, se compararán con los errores producidos por los humanos. Dado que el algoritmo informático no tiene subconsciente, si el subconsciente nos induce a expresar nuestra sexualidad reprimida, la previsión era que aparecerían más palabras relacionadas con el sexo en los errores humanos que en los programados. El resultado fue otra vez en contra de Freud. Las palabras que aparecían eran similares. —eps

J. M. Mulet es bioquímico y divulgador

martes, 27 de octubre de 2020

Marx, pensador del racismo sistémico


Fuentes: Le Grand Soir [Imagen: Esclavos triturando café y esclavas desgranándolo en una plantación de Surinam. Créditos: L'Illustration (1857); tomado de @Marzolino]

En este artículo el autor sostiene que Marx elaboró su teoría sobre la génesis del capitalismo industrial como un producto del racismo sistémico de las sociedades europeas.

Entre las incongruencias leídas aquí y allá en los últimos tiempos se encuentra la idea que sostiene que es escandaloso proclamarse marxista y al mismo tiempo combatir el racismo. Alegan como motivos que para Marx el capital no tenía color, que defendía a la mayoría y no a las minorías, y que lo esencial es la lucha de clases y no la lucha de razas, entre otros argumentos del mismo tipo.

El problema es que Marx percibió perfectamente la conexión entre la discriminación racial y la opresión de clase, y escribió páginas luminosas sobre la cuestión. Incluso le dedicó un capítulo completo de El capital, el capítulo 31 de la octava sección del libro I (1), en el que describe el nacimiento del capitalismo moderno a partir del dominio colonial y la esclavitud en las plantaciones.

Nos contentaremos con citar algunos extractos:

“Los tesoros expoliados fuera de Europa directamente por el saqueo, por la esclavización y las matanzas con rapiñas, refluían a la metrópoli y se transformaban allí en capital”. (2)

“El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista”.

“El trato dado a los aborígenes alcanzaba los niveles más vesánicos, desde luego, en las plantaciones destinadas al comercio de exportación, como las Indias Orientales, y en los países ricos y densamente poblados, entregados al saqueo y al cuchillo, como México y las Indias Orientales”.

Una de las muchas formas de trato vejatorio a que eran sometidos los esclavos que ‘merecían ser castigados’. Tomado de answerafrica.com

La verdad, como podemos ver, es que Marx entendió que el racismo sistémico inherente a la esclavitud de mercado era el certificado de nacimiento del capitalismo moderno; que este último pronto adoptará la lógica de lo que Samir Amin llamará “desarrollo desigual”; que una vez establecidas las relaciones de dependencia entre el Norte y el Sur, esta desigualdad daría su verdadera estructura al sistema mundial; que entre el centro y la periferia habría una división del trabajo que asignaría a esta última el papel de proveedor de mano de obra barata y materias primas a bajo precio; que al generar una explotación en cascada, esta jerarquía del mundo perpetuaría relaciones de explotación de las que el Occidente capitalista obtendría su prosperidad y cuyas consecuencias aún son visibles.

Marx también escribió muchos artículos sobre el colonialismo británico en la India. En un texto publicado por el New York Daily Tribune el 22 de julio de 1853 (2) subrayaba que la brutalidad de la burguesía europea en las colonias podía manifestarse sin trabas:

“La profunda hipocresía y la barbarie propias de la civilización burguesa se presentan desnudas ante nuestros ojos cuando, en lugar de observar esa civilización en su casa, donde adopta formas honorables, la contemplamos en las colonias, donde se nos ofrece sin ningún embozo”.

Lejos de ser indiferente a la cuestión racial, Marx percibió su carácter originario, vio que era inseparable de la génesis del modo de producción capitalista. Pintó el retrato de una dominación sin precedentes, que extendió la descarada ley del capital a toda la tierra volviendo a entroncar con unas prácticas ancestrales de violencia inaudita. Azotado, mutilado o quemado vivo al menor intento de rebelión, el esclavo negro de las colonias era la metáfora de un mundo donde el racismo de Estado justificaba todas las transgresiones. Representaba la punta extrema de un sistema globalizado de explotación que pronto transformaría a los trabajadores, fueran del color que fueran, en simples mercancías destinadas a acumular beneficios.

“Al mismo tiempo que introducía la esclavitud infantil en Inglaterra, la industria algodonera daba el impulso para la transformación de la economía esclavista más o menos patriarcal de Estados Unidos en un sistema comercial de explotación. En general, la esclavitud disfrazada de los asalariados en Europa exigía, a modo de pedestal, la esclavitud desembozada en el Nuevo Mundo”.

La esclavitud racial existía como tal y Marx la tuvo en cuenta en su análisis de las relaciones sociales capitalistas. No es una coincidencia que cite la esclavitud en las plantaciones en Estados Unidos. Sabía que el racismo instituido allí era uno de los cimientos de la llamada democracia estadounidense. Por eso se puso públicamente del lado de la Unión contra la Confederación durante la Guerra Civil, un simple hecho que invalida cualquier interpretación dirigida a minimizar la cuestión racial en su pensamiento. Para Marx, que sabía muy bien que Lincoln estaba defendiendo los intereses de la burguesía industrial del Norte, la abolición de la esclavitud racial practicada en el Sur era una prioridad absoluta.

Lo que Marx muestra brillantemente es que el capital instituyó el racismo sistémico desde sus inicios, que es un hecho estructural indiscutible y que es independiente de las actitudes individuales. Si bien Marx no habla de nuestro tiempo, sí habla de lo que le precede y le subyace, y, como él mismo dijo, es tan cierto que «la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos» (3).

Olvidar esta lección es olvidar a Marx.

Notas del traductor:

(1) El epígrafe sexto del capítulo XXIV de la sección VII: Génesis del capital industrial

(2) Los textos están extraídos de las traducciones de fuentes originales; en este caso, la traducción empleada es la de Pedro Scarón, que usó la versión francesa, revisada por el propio Marx, y que por lo tanto más se parece a la edición que emplea el autor de este artículo.

(3) Se trata del artículo Futuros resultados de la dominación británica en la India.

(4) Cita tomada del libro El 18 brumario de Luis Bonaparte.

Fuente: https://www.legrandsoir.info/marx-penseur-du-racisme-systemique.html

lunes, 26 de octubre de 2020

Primer manifiesto internacional contra las falsas terapias: “No son inocuas, causan miles de afectados”.

Los 2.750 médicos y científicos de 44 países que firman el documento claman contra la UE por proteger a la homeopatía porque “las pseudoterapias matan” 


Sesión de reiki, una pseudociencia sin utilidad para la salud.CRISTINE ROCHOL / PMPA

“Papá, me he equivocado”, lamentó Mario Rodríguez. “Todos aprendemos de nuestros errores”, reconoció Rosa Morillo. En ambos casos, manifestaban en voz alta su equivocación poco antes de fallecer. Morían por culpa de enfermedades graves, pero tras renunciar a su tratamiento médico por probar con homeopatía y otras pseudoterapias. En España hemos conocido más casos similares, poco antes de que el Gobierno se decidiera a lanzar una campaña contra las pseudociencias. Pero el fenómeno de los engaños con falsas terapias es global y como tal se aborda por primera vez con el manifiesto internacional que se publica hoy, impulsado por diez asociaciones y firmado por 2.750 médicos y científicos de 44 países.

El manifiesto denuncia que “no es admisible que las leyes europeas amparen la tergiversación de la realidad científica para que miles de ciudadanos sean engañados, e incluso mueran”, en referencia a la normativa que mantiene a la homeopatía como medicamento, aunque no ha probado su utilidad médica más allá del placebo. “Hay que tomar medidas para frenar las pseudoterapias porque no son inocuas y producen miles de afectados”, demanda el comunicado, difundido en una docena idiomas. Y reclama: “Europa debe trabajar en la dirección de crear leyes que ayuden a detener este problema”.

“No es admisible que las leyes europeas amparen la tergiversación de la realidad científica para que miles de ciudadanos sean engañados e incluso mueran”

“No es coherente que desde Europa se eleve la preocupación por el fenómeno de la desinformación y a la vez se ampare uno de sus tipos más peligrosos: la desinformación en temas de salud”, denuncian los firmantes del manifiesto. “Por todo ello, las personas que firman este manifiesto animan a los gobiernos de los países a los que pertenecen a poner fin a un problema que utiliza falsamente el nombre de la ciencia y que ya le ha costado la vida a demasiada gente”, concluye. Además de la homeopatía, mencionan el reiki, la Nueva Medicina Germánica, el biomagnetismo, la iridología, la terapia ortomolecular “y un largo etcétera” que, según denuncian, “están ganando terreno y causando víctimas”.

Esta iniciativa llega en plena pandemia de covid, una crisis que a la que también afecta seriamente el fenómeno de las pseudociencias. No son solo las manifestaciones contra las medidas sanitarias, las teorías de la conspiración o el peligroso resurgimiento del movimiento antivacunas. Un estudio reciente citaba más de 800 muertes, casi 6.000 hospitalizados y 60 cegueras causadas por bulos de falsos remedios que han llevado a personas mal informadas a tomar productos nocivos en países como Irán, Turquía o India. En España, se han reportado 26 intoxicaciones por consumir un brebaje tóxico y prohibido, el MMS, que sus defensores promocionan como curalotodo.

“Cuando hay ansiedad y miedo, la gente tiene más tendencia a apuntarse a todo lo que le dé cierta seguridad”, asegura la viróloga Margarita del Val, directora del grupo Salud Global del CSIC de investigación sobre el coronavirus, que es una de las científicas más destacadas que firma el manifiesto. “Seguramente más de una pseudoterapia se está aprovechando de la covid, porque en muchos casos la gente solo habrá vivido un catarro que se ha curado enseguida y pensarán que es por el producto, el falso remedio”, asegura De Val, en referencia a que muchos contagiados solo viven unos leves síntomas antes de curarse por completo.

“Es momento de que desde Europa demostremos que efectivamente creemos en el progreso. Resulta inadmisible que en pleno siglo XXI exista una normativa que permita engañar a los enfermos vendiéndoles azúcar (homeopatía) como si fuera un medicamento”, critica la científica Elena Campos, presidenta de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP). Según explica Campos, son múltiples los países de nuestro entorno que están poniendo límites al negocio de la homeopatía, “con lo que entendemos que existe masa crítica suficiente como para proceder a la revisión de la normativa europea, de manera que se proceda a la protección efectiva de los pacientes y usuarios”. “Debemos decirles a nuestros gestores que no vale solo con la palabra, que se requieren hechos”, exige Campos, tras recordar que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, avisó en marzo de que los bulos sanitarios cuestan vidas.

"Resulta inadmisible que en pleno siglo XXI exista una normativa que permita engañar a los enfermos vendiéndoles azúcar (homeopatía) como si fuera un medicamento”
ELENA CAMPOS, PRESIDENTA DE LA APETP

“A la gente le hacen mucho mal, son personas normales a las que convencen para tomar unos productos o realizar unas prácticas que siempre tienen intereses económicos detrás. Y lo que es peor, dejan la medicina que tiene evidencia y eso les genera más dolor, más sufrimiento y más problemas”, denuncia Del Val. La viróloga lamenta que estas prácticas le hacen mal a la ciencia, porque aseguran que sirven para curar algo sin demostrar nada: “Y a nosotros nos cuesta mucho trabajo llegar a demostrar algo”. “Es importante explicar por qué funcionan las cosas: por ejemplo, hay que pedirle transparencia a las farmacéuticas, si hay problemas deben contarlos y ser muy claros, porque lo peor que pueden hacer es crear suspicacias”, señala la investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.

Otros de los firmantes del manifiesto tienen una trayectoria notable, como es el caso del médico y experto en pseudoterapias Edzard Ernst; el director del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS), François Leulier; el médico y antiguo vicepresidente del Senado de Bélgica, Louis Ide; o el activista indio y refugiado internacional por su defensa del pensamiento crítico, Sanal Edamaruku, explican los organizadores en una nota. La mayoría de los firmantes, más de un millar, son de España, un país que ha vivido en los últimos años un debate social muy importante sobre este problema. Un debate que desembocó, en buena parte gracias a las denuncias de familias como la de Mario y Rosa, en que el gobierno de Pedro Sánchez lanzara un plan para combatir las pseudoterapias en 2018.

domingo, 25 de octubre de 2020

Por qué Einstein no ganó el Nobel con la teoría de la relatividad y otras sorprendentes revelaciones del secreto mundo de estos prestigiosos premios

Eran las 5 de la mañana y el silencio de la habitación donde Donna Strickland estaba profundamente dormida fue bruscamente interrumpido por el timbre del teléfono.
"Piensas que tal vez le ocurrió algo malo a uno de tus hijos o algo así".
Al contestar, una voz le dijo: "Por favor, permanezca en la línea para recibir una llamada muy importante desde Suecia".
"Recuerdo que agarré a mi esposo diciendo: '¡Dios mío. Son las 5:00 de la mañana. Es el 2 de octubre. Es una llamada de Suecia. Tiene que ser el premio Nobel!'".
Pero lo único que escuchó fue silencio. Esperó… y esperó…
"Finalmente, después de 15 minutos, revisé mi correo electrónico y decía, "Por favor llámenos, estamos tratando de comunicarnos con usted" y el email venía de la Real Academia Sueca de Ciencias. Así que llamé y me enteré de que sí, me había ganado el premio Nobel".

Fue por un trabajo pionero sobre pulsos láser ultracortos de alta intensidad realizado por Strickland y sus colegas del Departamento de Física de la Universidad Rochester del estado de Nueva York, que se utilizaría en cirugía ocular correctiva.

Recibió el Premio Nobel de Física de 2018, que viene con un cheque por 9 millones de coronas suecas (US$1 millón) y una semana de las festividades más grandiosas de Estocolmo, que incluyen cenas muy elegantes.
"¡Estuve sentada entre un príncipe y un rey!".
Pero más allá del glamur y la ostentación de la ceremonia de premiación, ¿cómo se otorga el premio? ¿Quién decide quién es digno y quién no? ¿Es justo y transparente? ¿Tiene sentido? Y, al fin y al cabo, ¿qué ha hecho el Premio Nobel por el mundo?

El premio
Recordemos que el Premio Nobel fue establecido a principios del siglo XX de acuerdo con la voluntad de Alfred Nobel, un industrial sueco e inventor de la dinamita.
Hay cinco premios que honran a quienes trabajan en física, química, medicina, literatura y paz y que se considera que han otorgado "el mayor beneficio a la humanidad".

En 1968 se añadió un premio de economía.
Las intenciones de Nobel eran nobles pero las de quienes escogen a los galardonados no siempre los son.
Opiniones aparte, el Premio Nobel es realmente importante. En la mente de muchos, es el non plus ultra de los premios; no puede haber mayor elogio.
Como dice la historiadora de la ciencia, Ruth Lewin Sime, "un científico será recordado para siempre si está en esa lista de premios Nobel".
"Una de las cosas que hace el Nobel es que confiere una especie de inmortalidad. Es lo primero que se menciona una vez recibido el premio. Esa es la naturaleza, el aura que rodea a los Premios Nobel", explica.
La otra cara de la moneda es que su aura es tan poderosa que puede eclipsar a quienes no lo ganan.
"A medida que avanza la historia, cuando están en las sombras, gradualmente desaparecen, se vuelven invisibles". Por eso es realmente importante que el Premio Nobel honre a la mejor ciencia y a los mejores científicos. ¿Pero es así?

Secreto
Durante años, la lista de personas nominadas para el premio fue de alto secreto. Solo se revelaba quién era el ganador.
Pero las reglas se relajaron. Un poco. Las nominaciones ahora se hacen públicas, después de 50 años.
No arroja mucha luz sobre decisiones recientes, pero le ha permitido a historiadores como Sime profundizar en el pasado.
Y desde que examinó los archivos, ha estado en una especie de misión de rescate para destacar el trabajo de una científica notable que el Premio Nobel rechazó: Lise Meitner.

Lise Meitner, la única mujer que tiene un elemento en la tabla periódica en su honor: el meitnerio.

A él, no a ella.
Lise Meitner nació en 1878 en Viena.
En su época, Meitner era reconocida como una gran científica por sus pares, pero la historia estaba a punto de olvidarla.
"La suya fue una generación de mujeres a las que esencialmente se les prohibió estudiar y ser profesionales. Sin embargo, llegó a la universidad y su carrera la llevó a Berlín", señala Sime.
"Era jefa de una sección en el Instituto de Química Kaiser Wilhelm. Era una científica muy destacada cuando había muy, muy pocas como ella".
Meitner trabajó en estrecha colaboración con un talentoso químico Otto Hahn y, en la década de 1930, el par se incursionó en un campo completamente nuevo de la ciencia: la física atómica.
Se sumergieron en una intensa investigación del uranio, mientras el mundo a su alrededor se oscurecía.
"Los nazis se apoderaron de Alemania y, en 1938, al igual que un gran número de judíos y otros perseguidos, Meitner se vio obligada a huir. Dejó todo atrás: su trabajo, sus ingresos, sus amigos".

Tuvo que empezar de nuevo, en Suecia, a los casi 60 años de edad. Otros se habrían rendido, pero Meitner continuó su trabajo, junto con su sobrino, Otto R. Frisch, otro físico, y escribiéndole a Hahn a diario.

Después de solo unos meses, el equipo hizo un descubrimiento. Uno grande.
La combinación de los conocimientos de Meitner (izq.) en física con los de Hahn (y Fritz Strassmann) en química hizo de la suya una asociación muy productiva. 
"El uranio se había dividido en dos y había liberado una enorme cantidad de energía".
Habían descubierto lo que llamaron "fisión nuclear" y, por extensión, la energía nuclear.

La enormidad del hallazgo se hizo evidente pocos años después, cuando la fisión nuclear provocó efectivamente el final de la Segunda Guerra Mundial, con el lanzamiento de las primeras bombas atómicas.

Ese año, 1945, el Premio Nobel de Química fue otorgado a Otto Hahn y... no a Lise Meitner.

¿Por qué no?
Razones personales
El responsable, dice Sime, tiene nombre.
"Para mí, para los historiadores que han estudiado esto y para los colegas de Meitner dentro y fuera de Suecia, la principal razón fue Manne Siegbahn".
Siegbahn había ganado el Premio Nobel de Física en 1925 por su trabajo sobre rayos X y era director del Departamento de Física del Instituto Nobel de la Real Academia Sueca de Ciencias, donde Meitner tenía una oficina. En el sótano, con acceso limitado a los laboratorios.
"No se llevaban bien", afirma Sime.
Siegbahn sencillamente odiaba a Meitner, y tenía suficiente influencia en el comité como para impedir que le dieran el premio Nobel.

"En Suecia, el prestigio de alguien galardonado con el Nobel es tremendo. Consigue una buena posición, financiación para su investigación, puede estar en un comité del Nobel, etc. Y Siegbahn de ninguna manera quería eso para Meitner, así que la boicoteó.
"Como el físico más influyente de Suecia, era uno de los cinco miembros del Comité que toma las decisiones del Nobel. Otros dos eran sus exalumnos. Con el comité dominado por Siegbahn, ella no tenía ninguna posibilidad".

Lise Meitner logró la fama en vida... o tal vez la infamia: se la conoció como "la Madre de la Bomba Atómica", un apodo que odiaba. Sin duda, hubiera preferido un Premio Nobel. Y recibió 48 nominaciones para que se lo dieran de otros científicos durante varias décadas. Fue en vano.
Pero su caso no es de lejos la única rareza en la historia del Premio Nobel.

¿Inmune a prejuicios?
"¿Errores del Nobel?… hay varios", dice el profesor Brian Keating, cosmólogo de la Universidad de California en San Diego, y subraya una de las victorias que pronto se hundieron en la obsolescencia.

"Gustaf Dalen, quien ganó el premio 1912 por propiedades de faros y boyas".
La tecnología de los faros y las boyas era crucial pero...
Descubrir cómo hacer que las luces de gas de los faros y las boyas se encendieran y apagaran era importante cuando se perdían muchas vidas en el mar. Pero... se vuelve insignificante cuando se considera qué más estaba sucediendo en ese momento.
"Se lo dieron siete años después del año milagroso de Einstein, cuando descubrió la teoría de la relatividad".

Uno de los mayores avances científicos del siglo XX, que transformó nuestra comprensión del Universo, la teoría de la relatividad no le valió a Albert Einstein el Premio Nobel.

¿Por qué diablos no?
"Sin duda alguna, hubo prejuicios en contra de él y su teoría", declara Robert Mark Friedman, profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Oslo, Noruega.
"Era judío y socialista… era internacionalista y pacifista".

Friedman se ha adentrado en los archivos del Nobel para tratar de entender la decisión y dice que simplemente es imposible, que Einstein no recibió una evaluación justa e imparcial, a pesar de que muchos físicos internacionales destacados nominaron a Einstein por la teoría de la relatividad.
"Reiteraban que era el trabajo más importante en física desde Isaac Newton, comparaban a Einstein con Copérnico, insistían en que era incuestionablemente lo más significativo en física en años y por lo tanto debía ser considerado para un premio".

Pero la opinión de los miembros del comité del Premio Nobel era muy diferente.
La comunidad científica reconocía la brillantez del trabajo de Einstein, pero la academia de los Nobel, no.
"Las evaluaciones de la relatividad especial y general están escritas desde la perspectiva de que Einstein tenía que estar equivocado".
A pesar de la creciente celebridad de Einstein, los miembros del comité se mantuvieron firmes.
"Lo que dijeron en público fue que en última instancia la relatividad no era física. Trataba de tiempo y espacio, por lo tanto era metafísica. Y la metafísica es filosofía y la filosofía no es física. Entonces, ¿cómo podían darle un premio de física?".

Finalmente, Albert Einstein recibió el Premio Nobel de Física en 1921, no por su mayor descubrimiento, sino por un menos conocido efecto fotoeléctrico.

En décadas más recientes, el Premio Nobel ha sido criticado no tanto por a quién excluye, sino a quién incluye.

Paz a los hombres de buena voluntad.
Alfred Nobel escribió en su testamento que uno de los premios a su nombre debería reservarse para la persona que más había hecho por "la fraternidad entre naciones, por la abolición o reducción de los ejércitos permanentes, así como por la participación y promoción de congresos de paz y derechos humanos en el año anterior".
"Quería que los ganadores fueran defensores de la paz, tuvieran el coraje para luchar por lo correcto", dice la escritora noruega Unni Turretini.

Es probablemente el Premio Nobel más conocido, quizás un reflejo de los grandes laureados.

A veces aciertan.
"Martin Luther King Junior, la Madre Teresa, Desmond Tutu, el 14º Dalai Lama, Mijáil Gorbachov…".

La lista de los grandes sigue y sigue.

"A veces lo hacen bien y seleccionan ganadores dignos".
Pero no siempre…
En 1973, el presidente de Estados Unidos era Richard Nixon y su asesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger y el negociador principal de Vietnam del Norte, Le Duc Tho, recibieron el premio de la Paz por sus esfuerzos conjuntos para negociar un alto el fuego durante la guerra de Vietnam.
El problema era que no existía tal alto el fuego.
"Incluso después del anuncio del premio en octubre, EE.UU. bombardeó Camboya y el norte de Vietnam. Así que Kissinger claramente no era un defensor de la paz según los valores e intenciones de Alfred Nobel", recuerda Turretini.

Dos miembros del comité dimitieron en protesta y Le Duc Tho se negó a aceptar el premio.

¿Qué estaba pasando?
A diferencia de los otros Premios Nobel, el de la Paz se decide en Noruega, que en el momento de la muerte de Alfred Nobel estaba en unión con Suecia. En aquel entonces, como hoy, Noruega tenía reputación de defender la paz internacional.
Pero Turretini dice que otros motivos impulsaron la elección de Kissinger.
"Fue durante la Guerra Fría y los expertos piensan que debido a su vecindad geográfica con Rusia, Noruega estaba tratando de complacer y reforzar la alianza con EE.UU.".

Entonces, ¿quién exactamente toma esas decisiones?
Cinco noruegos, generalmente políticos activos o retirados.
Hasta algunas personas que forman parte de otros comités del Premio Nobel, como el virólogo sueco Erling Norrby, tienen sus dudas sobre el Premio de la Paz.
"El premio de la Paz es probablemente la parte más débil del testamento porque toda la responsabilidad recae en el comité", señala Norrby.
"No tienen a nadie a quien referirse. Y por lo tanto, ha habido altibajos, algunos difíciles de explicar: ¿cómo puedes darle un Premio Nobel a Barack Obama cuando apenas llevaba cuatro semanas como presidente?".

Estoy al principio, no al final, de mi trabajo en el escenario mundial. Comparados con algunos de los gigantes de la historia que han recibido el premio (…) mis logros son escasos" Barack Obama, Oslo, 2009. Expresidente de EE.UU.
"Realmente estaban enviando un mensaje. El gobierno noruego y el comité del Nobel habían demostrado en varias ocasiones su descontento con las políticas y acciones del gobierno de Bush; el premio para Obama decía: 'este es el tipo de presidente que queremos de EE.UU.'", según Turretini.

Para ella, el Premio Nobel de la Paz se ha vuelto demasiado prestigioso y los cinco miembros del comité noruego dictan sus propias leyes.

"Creen que pueden tomar las decisiones que quieran y, como el proceso de selección, sus discusiones y notas son secretos por 50 años, sienten que no tienen que justificar nada".

En todo caso, no se puede negar que una gran cantidad de Premios Nobel, en todos los campos, no solo en la Paz, recaen en ganadores dignos... El premio no se ha vuelto tan grande por nada.

Pero ¿cómo se decide quién gana?
Entremos a la sala donde se toman las decisiones, de la mano de algunos de los que las han tomado.

Entre bastidores
"Hay muchas emociones y subjetividad y lucha por tu candidato", revela el virólogo Norrby, quien pasó años sirviendo en el comité del Premio Nobel de Medicina.

"Tienes que ser todo un estratega y tal vez incluso muy político, porque hay una sala llena de gente a la que le tienes que vender tu candidato favorito".

Por tanto, para ganar el Premio Nobel es fundamental contar con seguidores en el comité, como demostró el caso de Meitner e incluso de Einstein.

Además, subraya Norrby, "ciertos miembros tienen mucha más influencia que otros".

Pero ¿quiénes son esos grandes personajes que participan en esas peleas intelectuales en los comités de ciencia del Premio Nobel?

El ayuntamiento de Estocolmo es símbolo de la capital de Suecia y sede del banquete del premio Nobel.

Número uno, la mayoría de ellos son suecos. Eso es porque el testamento de Alfred Nobel especificó que los miembros del comité deben provenir de una de las dos instituciones suecas eminentes: la Real Academia Sueca de Ciencias o el Instituto de Medicina Karolinska.

"Eso tiene la ventaja de que estamos en un rincón remoto del mundo, así que no estamos tan expuestos al cabildeo y la presión intensos que puede haber", señala Goran Hansson, secretario general de la Real Academia Sueca de Ciencias.

Pero lo que para unos es una virtud, para otros es un vicio. Hay quienes piensan que por su lejanía, los suecos no están en condiciones de juzgar lo que está pasando en este enorme planeta.

"Si nos fijamos en los premios que se han otorgado a lo largo de estos 120 años, es notable lo bien que se han recibido las decisiones", responde Hansson.

No siempre.
Palabras más, palabras menos
En 2016, Bob Dylan se convirtió en el primer cantautor en ganar el Premio Nobel de Literatura, para el asombro de muchos.
Sin embargo, de alguna manera no fue una elección tan inusual. El secretario permanente de la Academia Sueca, que otorga el Premio Nobel, dijo que el cantautor había sido elegido porque es "un gran poeta de tradición angloparlante"… como lo han sido muchos de los premios de literatura.

De los 116 galardonados con Literatura, más de 100 han escrito en inglés y otros idiomas europeos, dejando a varias partes del mundo desamparadas.

"Hay al menos 22 estados nacionales árabes reconocidos, cada uno con su propio tipo de escritores para los que su idioma de expresión es el árabe", apunta Wen-Chin Ouyang, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres.

Sin embargo, solo un autor que escribe en árabe ha logrado ganar el Premio Nobel: el egipcio Naguib Mahfouz laureado en 1988.

Naguib Mahfouz es el único autor de habla árabe que ha sido honrado con el Nobel de Literatura.

El comité dijo que sus 30 novelas y más de 350 cuentos sobre el amor, la sociedad y el paso del tiempo conforman "un arte narrativo árabe que se aplica a toda la humanidad".

El premio fue muy significativo pues "se reconoció que la literatura árabe es una literatura de clase mundial, y eso es importante: tiene efectos positivos para el resto del mundo", según Ouyang.

Pero ¿por qué tardó tanto un escritor árabe en ganar y por qué no ha habido otro más desde entonces?

Considera quién juzga el premio: 18 miembros vitalicios de la Academia Sueca. Escritores, lingüistas e historiadores escandinavos que en su mayoría necesitarán leer literatura árabe traducida... y eso es un problema.

"Algunas de las traducciones pueden ser académicamente precisas o correctas, pero no dan la sensación de belleza o fluidez del idioma original, y la mayoría de las traducciones son de calidad desigual", explica Ouyang.

Mahfouz tuvo la suerte de estar bien traducido, a diferencia de muchos otros.

Otros expertos que consultamos aseguraron que se están haciendo esfuerzos para ampliar el espectro del premio de literatura, pero el problema de las traducciones de mala calidad es difícil de superar.

Y la literatura no es la única área donde las barreras sistémicas e institucionales limitan el alcance internacional del Premio Nobel.

La élite
"El 90% de los premios han sido para Europa Occidental o América del Norte", subraya Winston Morgan, quien ha investigado la diversidad entre los ganadores del Nobel.

La Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos es la número 1 en la lista de laureados con el Premio Nobel.

"El Nobel es el premio máximo para un científico, pero más allá de lo brillante que sea, si no tiene el entorno y los recursos adecuados, no va a suceder".

Y eso, dice, significa que "tiene que estar en Norteamérica o Europa Occidental: si no nació allí, tiene que ir".

Los Premios Nobel se agrupan en algunas de las instituciones del mundo.

Caltech, o el Instituto de Tecnología de California, cuenta con 74 galardonados. Y, sin embargo, solo ocupa el 8º lugar en la lista de instituciones que han obtenido el Nobel.

El número uno, con 160 galardonados es Harvard.

El top 20 está dominado por instituciones estadounidenses, con algunas europeas en la mezcla.

Goran Hansson, de la Real Academia Sueca de Ciencias, el organismo que otorga el Premio Nobel de Física, Química y el Premio Riksbank de Economía, reconoce el problema y dice que los comités intentan mitigarlo enviando invitaciones para nominaciones a todas partes.

"Nos aseguramos de incluir en la lista universidades de África, Asia y América del Sur para no tener un sesgo geográfico. Pero lo que recibimos de ellas es otra cosa.

"Los profesores de las que ustedes llaman universidades de élite se ocupan de nominar más candidatos que los de otras instituciones.

"Eso es algo que nosotros no podemos controlar".

Sólo se considera a quienes son postulados, así que no toda la responsabilidad recae sobre quienes se sientan en salones como éste, donde el Comité Noruego del Nobel selecciona al ganador del premio de la Paz.

Esas universidades de élite de Estados Unidos y Europa Occidental se benefician de algo más: una especie de círculo virtuoso de financiación. Si cuentan con los recursos necesarios, puede permitirse realizar investigaciones que ganen premios, lo que atrae más dinero, lo que le permite realizar más investigaciones que ganen premios...

Entonces, ingresar a estas instituciones es absolutamente clave. Y eso es más difícil para unos que para otros.

Similar al mundo que juzga
Las estadísticas muestran la realidad de las cosas.

"En EE.UU. el 10% de la población es afroestadounidense, así que se esperaría que el mismo porcentaje, o al menos la mitad, de los más de 380 ganadores fueran negros -dice Morgan-. Pero solo han sido unos cuatro, tres de ellos de paz y uno de literatura".
Y ninguno en ciencia.

"Entonces, estar en Estados Unidos, no es suficiente".

Los críticos señalan que la falta de diversidad entre los ganadores del Premio Nobel también podría deberse a la falta de diversidad entre los jueces que los conceden.

El secretario general de la Real Academia de Ciencias de Suecia, Goran Hansson, acepta que sería ventajoso que el comité representara en un grado mucho mayor la diversidad del mundo sobre el que emite juicios pero como por regla sus miembros provienen del sistema académico escandinavo, no lo pueden forzar.
Y reitera que es crucial que sean nominados "todos aquellos que han hecho importantes descubrimientos" .

A pesar de todo...
Con todos los aciertos y desaciertos, preguntamos, ¿qué le ha dado el Premio Nobel al mundo?
¿Sirve de algo el prestigioso premio?

"Quizás el aspecto más importante del premio es informar al público sobre los fantásticos descubrimientos que se están haciendo para inspirar a los jóvenes y para mostrarle a todos cómo funciona la ciencia y cómo gradualmente hace del mundo un lugar mejor para vivir", opina Hansson.

"Creo que eso es lo que realmente ha hecho Nobel: no es para ayudar al científico a hacer ciencia, sino para llevar la ciencia a la comunidad", concurre Donna Strickland, laureada en física.

"También impulsa a los científicos al éxito", declara el cosmólogo Brian Keating.

"Yo mismo he estado un poco encaprichado con el Premio Nobel, con el deseo de querer ganarlo, de lograr el nivel más alto de notoriedad e inmortalidad que se puede obtener en física, y formar parte de una cohorte muy exclusiva, poblada por personas como Einstein y otros.

"El premio Nobel proporciona una vía para que hombres y mujeres se arraiguen permanentemente en la historia de lo que nuestra especie es capaz de lograr", dice Keating.

No obstante, señala, ya es hora de hacer algunas reformas "que son casi universalmente requeridas para que sea ese verdadero rayo de luz que Alfred Nobel tan noblemente quiso".

"El hecho de que no haya cambiado sustancialmente en 118 años es simplemente ridículo. ¿Qué más en la sociedad no ha cambiado en 118 años?".

Debía ser más transparente, sugieren algunos: ¿por qué tiene que ser secreto?, ¿Por qué no se puede publicar la lista corta de nominaciones? ¿Qué está tratando de ocultar el Premio Nobel?, preguntan.

"Si los evaluadores, los expertos con los que consultamos, supieran que sus declaraciones se harán públicas, no obtendríamos informes francos y honestos, y eso dificultaría mucho más la entrega del premio", responde el secretario general de la Real Academia Sueca de Ciencias, Goran Hansson.

"Por esa razón, tenemos que seguir operando con estas reglas de secreto".

Así que hasta aquí llegamos: fisgoneamos tanto como es posible pero a menos que los funcionarios del Premio Nobel abran todas sus puertas, no podemos ir más lejos.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-54572478

sábado, 24 de octubre de 2020

“Ni la teoría marxista es una disciplina científica ni el marxismo es una ciencia”

El profesor Francisco Erice es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Oviedo y miembro de la Sección de Historia de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM)

En los últimos años ha centrado sus investigaciones en los problemas de la memoria colectiva, la historia del comunismo y la historiografía. Fruto de ello son libros como Guerras de la memoria y fantasmas del pasado. Usos y abusos de la memoria colectiva (2009) y Militancia clandestina y represión. La dictadura franquista contra la subversión comunista, 1956-1963 (2017), así como numerosos artículos en revistas y capítulos en obras colectivas.

En Siglo XXI de España, Erice ha publicado E.P. Thompson. Marxismo e historia social (2016, junto a José Babiano y Julián Sanz, (eds.) y un capítulo en Historiografía, marxismo y compromiso político en España. Del franquismo a la actualidad (2018, José Gómez Alén, ed.) y En defensa de la razón (2020). En este último libro centramos nuestra conversación.

Su pensamiento, su concepción de la política y lo político. ¿Es posible entonces un posmodernismo político de izquierdas?

Laclau y Mouffe son claramente posmodernos; sus influencias declaradas y el desarrollo de sus esquemas de análisis son, en ese sentido, inequívocos. También lo son (aunque con más matices) Negri y Hardt en su teoría del Imperio. Y hay también un “posmodernismo desde el Sur” con muchas variantes (Boaventura de Sousa Santos, Dussel, Aníbal Quijano, etc.).

El posmodernismo ha influido mucho en los a veces llamados “nuevos movimientos sociales” y en los análisis histórico-sociales ligados a los mismos (Historia de género, Cultural Studies, Estudios poscoloniales, etc.). Eso significa que hay, evidentemente posmodernismo que se reivindica de la izquierda, y cuyos defensores son muchas veces firmes y consecuentes militantes de la izquierda. Por eso es importante el debate, la confrontación crítica con estas posiciones desde la izquierda de orientación marxista, para delimitar posiciones de manera clara, pero, por supuesto, entendiendo que estas diferencias no deben excluir las posibles y necesarias colaboraciones prácticas.

En el caso de Laclau y Mouffe, defensores de un “posmarxismo” teórico que se proyecta políticamente como “populismo de izquierdas”, creo que cabe reprocharles, desde posiciones marxistas, su remisión al campo lingüístico de las contradicciones sociales, la separación de lo social (que prácticamente se difumina) y lo político, la ambigüedad de sus posiciones sobre la transformación social o la concepción de la política como una movilización sobre la base de las emociones y los sentimientos, tremendamente peligrosa por su potencial irracionalismo, que condena objetivamente a los movilizados a una posición subalterna.

¿Ha habido aportaciones importantes, destacables y reconocidas, del posmodernismo en el ámbito de la historia, o sus reflexiones se han centrado más bien en la metahistoria o en la filosofía en general? ¿Hay historia posmoderna interesante por decirlo de algún modo?
Suele decirse que hay mucha reflexión teórica posmoderna en el campo de la Historia (Hayden White es un claro ejemplo), pero pocos historiadores posmodernos, y creo que es cierto, aunque con algunos matices. La razón está en que llevar a la práctica postulados posmodernos extremos supone atentar contra la misma lógica del oficio de historiador; no es de extrañar que uno de los defensores de estas tesis, Jenkins, llegue a pronosticar el fin próximo de la Historia (de la Historia como disciplina) y hable de futuras sociedades que ya no necesiten a los historiadores. Por eso lo que sí hay es una amplia gama de influencias parciales o de posmodernismo light o moderado. Y, sobre todo, un clima propicio a la difusión de este tipo de planteamientos, siempre mezclado con otros o matizado. La Historia posmoderna más completa, lo que sus cultivadores llaman, por ejemplo, la Historia postsocial, es hoy bastante minoritaria.

Pero esto que señalas del fin de la historia como disciplina científica o la consideración de que de hecho nunca lo fue, ¿no son también tesis o consideraciones próximas a Althusser o a sus discípulos o seguidores?

La proximidad de Althusser a algunos de estos autores es evidente (por ejemplo, su influencia en Laclau), aunque, en todo caso, Althusser tenía una concepción “cientifista” del marxismo y hablaba pomposamente de Marx como descubridor del “continente de la Historia”. A lo mejor parte del problema es qué entiende por ciencia o la contraposición ciencia-ideología.

Para los historiadores, creo que los dos principales problemas que plantea Althusser tienen que ver con el “anti-historicismo” y “anti-empirismo” por un lado, y el “antihumanismo” por otro. Thompson percibió bien -aunque no sé si lo formuló del todo correctamente- los efectos deletéreos para la Historia de un “anti-empirismo” que degenera en “teoricismo”, rompiendo el “diálogo” de la construcción teórica con el material empírico. El antihumanismo, además, degradando el papel de la acción humana, refleja el carácter “políticamente sombrío” del marxismo althusseriano, como decía Eagleton, reforzado por su noción de ideología, que subraya la opacidad necesaria de los procesos sociales incluso en el ámbito de una hipotética sociedad emancipada.

¿Cuáles serían tus principales críticas a lo que llamas historia de género?
La llamada “Historia de género”, y no digamos ya la Historia de las mujeres, noción más amplia pero estrechamente relacionada con ella, han hecho aportaciones verdaderamente sustanciales a la renovación historiográfica de las ultimas décadas. Lo que el libro critica no es este campo historiográfico, ni la noción en sí de género, entendido como construcción cultural de los roles atribuidos a hombres y mujeres. Más bien se cuestiona una determinada manera de definir el género, vinculada precisamente a las teorías posmodernas, que entiende las diferencias como mera construcción lingüística y se desvincula del estudio de las relaciones materiales y sociales que afectan a las mujeres.

Es esta Historia reductivamente “culturalista”, tremendamente peligrosa además para la misma legitimación de los movimientos feministas, la que debe ser teóricamente combatida. Hay, por el contrario, intentos de imbricación de género y clase o de explicación histórica materialista de la historia de las mujeres, ligada a las condiciones materiales de su existencia, sin olvidar -claro está- los factores culturales, que constituyen una vía de desarrollo historiográfico verdaderamente prometedora para el futuro.

La tercera parte de tu libro lleva por título “La historia marxista después de la tormenta. Propuesta para una reconstrucción”. Son muchas las sugerencias y tesis que en ella defiendes. Sobre algunas de ellas. ¿Qué fue Marx en tu opinión? ¿Un economista, un filósofo, un revolucionario, un historiador? ¿Todo en uno?

Humildemente, debo reconocer que esta tercera parte tiene quizás más sugerencias que tesis perfiladas. En todo caso, sin querer decir que en las dos anteriores se planteen los análisis de manera más sólida o afianzada, me pareció que era más oportuno subrayar, en esta parte final, el carácter abierto de los debates sobre cómo reconstruir un marxismo historiográfico que recoja lo mejor de la tradición materialista y a la vez no se repliegue sectariamente frente a las contribuciones del propio desarrollo de la Historia como disciplina.

Con respeto a la identificación “gremial” de la obra de Marx o en el encasillamiento de su figura, creo que posee todas esas dimensiones y alguna más. Pero todas ellas, lejos de superponerse, se integran en una visión unitaria, como Schumpeter supo ver bien a propósito de la Economía y la Historia. Creo que Marx absorbe y combina muchos ingredientes y perspectivas, pero nunca es “ecléctico”. Quizás la dimensión central más justificable de su obra sería la de filósofo, más que de científico. Y por supuesto, la de revolucionario, que asume la “crítica de las armas” como realización del “arma de la crítica”.

Desde luego, no es exactamente un historiador, pese a que Pierre Vilar le gustaba identificarlo como tal (las obras de Marx, si acaso, nos recuerdan a las actuales Sociología histórica o Historia del Presente), por su evidente y fundamental tendencia a “pensarlo todo históricamente”.

¿La teoría marxista de la historia es una disciplina científica? Si lo fuera, ¿qué tipo de ciencia sería?
Ni la teoría marxista es una disciplina científica ni el marxismo es una ciencia. Pero sí creo que la concepción marxista, racionalista, materialista y crítica, nos ayuda a la construcción de la Historia como ciencia. El marxismo lo que nos ofrece o nos permite construir es una teoría de la sociedad que funcione como un “horizonte metodológico” o “ideal regulativo” (tomo las expresiones de Moradiellos) para el análisis de los materiales históricos. Pero no hay una “ciencia marxista”, como no la hay “proletaria” o “feminista”.

Las ciencias, sin que ello implique sacralizarlas, representan el horizonte máximo de racionalidad metódica y sistemática alcanzado por las sociedades humanas. Hablar de la Historia como ciencia se sitúa en las antípodas del posmodernismo, que la identifica en lo esencial con la Literatura o la ficción, o que niega principios esenciales como el de causalidad, determinación o continuidad. Obviamente, la Historia es una ciencia “humana”, en la que el sujeto operatorio (el historiador) es imposible de neutralizar del todo (como sucede en las ciencias físico-naturales) en el proceso de construcción del conocimiento. Pero existen mecanismos que permiten alcanzar grados de veracidad significativos (la crítica rigurosa de las fuentes, los principios deontológicos del trabajo del historiador, la socialización “gremial” o el contexto institucional de los conocimientos, etc.), que permiten a la Historia figurar decorosamente en el campo de las ciencias humanas o sociales que se ha ido institucionalizando a lo largo de los dos últimos siglos. Creo que la teoría de la ciencia de Gustavo Bueno plantea correctamente el asunto, sin renunciar al análisis sociológico de la misma, pero no incurriendo en el sociologismo o el relativismo.

Tomemos un respiro. El último.
Como quieras.
Fuente: El Viejo Topo, septiembre de 2020

Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Francisco Erice sobre En defensa de la razón (I), «Pensamientos y lenguaje no forman un mundo aparte, son ‘expresiones de la vida real’»,

viernes, 23 de octubre de 2020

_- No politizan la pandemia, infectan la política

_- Por Juan Torres López | 17/10/2020 | Economía

Fuentes: Público [Foto: Vista general del hemiciclo durante el pleno del Congreso de los Diputados. EFE/Fernando Villar] El hecho de politizar alguna actividad se suele entender habitualmente como algo negativo. Es lógico, si ese término se utiliza en el sentido estricto que le proporciona la Real Academia Española: dar orientación o contenido político a acciones, pensamientos, etc., que, corrientemente, no lo tienen. En este sentido implica, efectivamente, desnaturalizar aquello que se politiza.

Ocurre, sin embargo, que ese mismo término se utiliza a menudo y también con sentido negativo cuando se da orientación política a acciones o pensamientos que sí que tienen contenido político.

Con los economistas ocurre casi por sistema. A pesar de que nuestra disciplina comenzó denominándose Economía Política ya en 1615 y que la política económica, la política fiscal, la política monetaria, la política laboral, la política agraria, la política de vivienda, etc. etc. son realidades indiscutibles, hay muchos economistas que cuando escriben o hablan sobre cualquiera de los temas que todas ellas abarcan siguen diciendo que no hablan de política o de cuestiones que tienen que ver de un modo u otro con ella, lo mismo que el burgués gentilhombre de Molière hablaba en prosa sin saberlo.

Algunos economistas afirman, por ejemplo, que la política monetaria no es una cuestión política sino técnica y que, por tanto, debe despolitizarse convirtiendo a los bancos centrales en órganos independientes del poder político. Es evidente que lo que así se consigue es evitar que sus decisiones sean sometidas al escrutinio, la aprobación o la censura social, cuando la realidad es que cualquiera de ellas afecta de un modo muy desigual a los diferentes grupos sociales, de modo que su debate y cuestionamiento deberían ser obligados en una democracia. Y exactamente lo mismo pasa con cualquier otro aspecto de la vida o las decisiones económicas. No ser consciente de que los problemas económicos no tienen soluciones técnicas sino políticas es una forma más de ceguera.

Politizar -es decir, llevar a la decisión o al debate políticos- cualquier acción o pensamiento que no tiene connotación política es indeseable, algo que lógicamente puede llevar a errores de decisión u opinión más o menos graves. Pero esta es exactamente la misma consecuencia que tiene no darnos cuenta de que hay acciones o pensamientos que sí son políticos y que, sin embargo, los mantenemos fuera de la política.

Es político todo aquello que afecta a los intereses colectivos y merece o demanda, por tanto, una decisión de esa naturaleza. En consecuencia, sustraer del debate colectivo (de la política) lo que es de interés colectivo (político) equivale a evitar que la sociedad en su conjunto (la polis) pueda decidir (hacer política) sobre lo que le interesa, dejando así la decisión en manos de sólo unos pocos.

Un ejemplo típico de esto último se está dando en relación con la pandemia que vivimos y con los problemas de todo tipo que trae consigo. Se critica o lamenta a veces que se politice el debate sobre las medidas a tomar, es decir, que las discutan los partidos políticos, llegando o no a acuerdos sobre lo que cada uno cree que es mejor hacer. O también que algunos científicos, sanitarios o epidemiólogos… hagan pronunciamientos mostrando su opinión sobre las medidas que toman o deberían tomar los gobernantes porque se considera que sólo deben pronunciarse como técnicos y no «meterse» en política. Y, más concretamente, se lamenta que se haya politizado la pandemia a la vista del clima de juego sucio, de las mentiras, de los golpes bajos y de la violencia que predomina en el debate político de nuestro tiempo.

A mi juicio, se trata de un grave error de perspectiva.
La pandemia es un problema cuyas soluciones son políticas, en cualesquiera que sean sus dimensiones y en el sentido estricto que, como he dicho, tiene la palabra política, es decir, como la actividad que tiene que ver con la solución de los problemas que afectan a toda la ciudadanía y, además, de modo muy diferente a cada grupo social.

Dos estudios recientes han puesto de relieve la extraordinaria relevancia que tiene la desigualdad con las pandemias y, por supuesto, con la de la covid-19 que estamos viviendo.

Uno de ellos, elaborado por Oxfam (Combatir la desigualdad en tiempos de coronavirus), comienza diciendo que «la pandemia de COVID-19 ha sacudido un mundo que no estaba preparado para hacerle frente, debido principalmente a la falta de políticas nacionales para combatir la desigualdad» y demuestra que, para combatirla y evitar que traiga consigo males mayores, es preciso reducir la brecha entre ricos y pobres en todo el mundo mediante políticas que fomenten la igualdad en todas sus dimensiones y, sobre todo, reforzando los servicios públicos, la fiscalidad y los derechos laborales. Otro estudio de historia económica (Pandemics and inequality: A historical overview) muestra que prácticamente todas las pandemias que ha sufrido la humanidad han ido seguidas de un incremento de la pobreza y la desigualdad, salvo cuando produjeron el exterminio de los pobres. Otros estudios (Pandemics and inequality) han demostrado que la que estamos viviendo vuelve a distribuir sus costes y efectos negativos de modo muy desigual entre la población.

Cualquiera de las medidas sobre la pandemia que se están tomando día a día en todos los países del mundo, desde la asignación de recursos al sector sanitario público o al privado, hasta la forma de financiar todo el gasto que se precisa para hacerle frente, pasando por los modos de aprovisionamiento o el balance entre seguridad sanitaria y beneficio económico, por ejemplo, implica tomar decisiones que no son neutras desde el punto de vista de los intereses sociales sino que afectan de un modo muy desigual a la salud, los ingresos, el bienestar y la vida en general de las diferentes personas y grupos sociales. Es por ello que una pandemia es también un problema político, o que obliga a hacer política para tomar decisiones políticas, y eso es lo que obliga a politizar todo lo que tiene que ver con su origen, su tratamiento y sus consecuencias.

Por lo tanto, politizar la pandemia no es lo negativo ni lo que se debe evitar sino justamente todo lo contrario, lo más deseable y necesario, lo imprescindible para que las personas de todos los grupos de población, de raza o género, puedan deliberar e intervenir en la toma de decisiones defendiendo sus intereses. Es cuando no se politizan las acciones sociales cuando se hurta de esa participación a algún grupo de población y cuando otro puede decidir, entonces, sin tener en cuenta los intereses que no le conviene que se hagan explícitos.

Este último es el objetivo que persiguen las minorías cuyos intereses son muy difíciles de defender abiertamente ante la mayoría social que resulta perjudicada con sus decisiones. Y esa es la razón que explica que las sociedades -como las de nuestro tiempo- cada vez más divididas en cuanto a ingresos y riqueza se estén caracterizando por una degradación paralela de la vida política y de las instituciones representativas.

Para evitar que la gente se constituya en polis, en ciudadanía activa y decisiva, lo que se hace es o llevar su atención a otros espacios, distraerla con fuegos de artificio, o convertir el espacio de la política en un estercolero que repugne o incluso asuste a la gente corriente.

Se puede conseguir mediante las dictaduras o como ahora está sucediendo, financiando y dominando medios de comunicación, partidos e instituciones chabacanos, maleducados, soeces, groseros, corruptos o favoreciendo que los partidos políticos que interesa controlar estén controlados por personas de escasa valía personal o profesional y esclavos de su falta de preparación para obtener recursos por cuenta de su capacidad. Y eso explica también que incluso el propio lenguaje se haya trucado. No se habla de representantes sino de «los políticos» en tercera persona, ocultando así que todos somos políticos cuando asumimos la condición de ciudadano o ciudadana. Se distingue a los políticos del resto de la gente para que las personas normales y corrientes se sientan ajenas a la política, es decir, al debate y decisión sobre sus intereses.

La derecha española (pero no sólo ella sino la de casi todos los países) que defiende los intereses de los grupos oligárquicos que desean sólo más ganancias y libertad para obtenerlas y que no necesitan (o que creen que no necesitan) servicios públicos para satisfacer sus necesidades, ha optado por esta vía de expulsar de la política a la gente para conseguir lo que desean quienes la financian y controlan. Eso explica, como acabo de decir, el clima político emponzoñado en el que vivimos y por eso es vital que las fuerzas realmente democráticas hagan un esfuerzo extraordinario para poner en primer plano de sus estrategias la regeneración de la vida política. A veces, desgraciadamente, producen el mismo efecto que la derecha, cuando, por ejemplo, se empeñan en que los gestores públicos o los parlamentarios tengan ingresos tan reducidos que sólo pueda compensar asumirlos a personas sin experiencia, ni formación, o que tengan patrimonio propio. O, lo que quizá es aún peor, cuando dan mal ejemplo, no practican la transparencia ni rinden cuentas, o no se preocupan por parecer honradas, además de serlo.

Regenerar la democracia y la vida pública, hacer amigable y deseada la participación ciudadana y lograr que la gente corriente sea consciente de que le interesa deliberar, controlar y decidir es lo único que puede garantizar que se puedan aplicar políticas progresistas y que, al contrario de lo que viene sucediendo, se avance en la transformación social que mejore las condiciones de vida de la mayoría de la población.

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’

Fuente: https://blogs.publico.es/juantorres/2020/10/16/no-politizan-la-pandemia-infectan-la-politica/

jueves, 22 de octubre de 2020

No es lo que se dice, sino cómo se dice: 6 claves para mejorar la comunicación entre los jefes y los empleados

Siguiendo una serie de pequeños pasos, podemos mejorar la eficiencia de nuestra comunicación notablemente.

"Una cosa es tener razón y otra tener acierto". Usted puede tener razón, pero no acertará si lo plantea de una forma inadecuada. Y, por lo tanto, conseguirá lo contrario de lo que pretende.

Esta afirmación es igual válida para un empleado que para un directivo.

De hecho, es un principio básico de comunicación que hay que tener en cuenta a la hora de realizar una crítica o solicitar un cambio en el comportamiento.

La importancia de la comunicación y, más concretamente, dar respuesta de manera eficiente es fundamental tanto en la vida privada como en la laboral.

De la comunicación depende que la persona entienda y pueda mejorar una conducta. También, que no lo entienda y se enfade, aunque no tenga razón.

Dar respuesta y hacerlo bien es más una ciencia que un arte.

Como decía Benjamin Franklin: "Recuerda que no basta con decir una cosa correcta en el lugar correcto; es mejor todavía pensar en no decir algo incorrecto en un momento tentador".

Tanto en el caso de los empleados como en el de los jefes, saber decir las cosas adecuadamente nos salvará de muchos problemas y malentendidos.

De hecho, siguiendo una serie de pequeños pasos, podemos mejorar la eficiencia de nuestra comunicación notablemente. Es un proceso comunicativo que conviene cuidar. Recuerde:

"El que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa, está en el mismo nivel que el que no sabe pensar".

Veamos los pasos que hay que seguir:

1. El lugar
Si vamos a hablar con una persona, necesitamos buscar un lugar adecuado para ello. Nunca se debe recriminar a nadie delante de otros compañeros y compañeras, y mucho menos de clientes.

Esto daña directamente la relación entre las personas, además de humillar al compañero, empleado o jefe. Es importante buscar un lugar que no moleste a nadie, siendo conveniente silenciar el teléfono y reservar ese tiempo para estar con la persona con la que quiere tener una comunicación eficiente.

Indicar exactamente la conducta errónea no da lugar a discusión.

Preparar lo que se quiere decir y el planteamiento a seguir es decisivo. Decía Abraham Lincoln:

"Dame seis horas para cortar un árbol y pasaré las primeras cuatro afilando el hacha".

2. La regla: dos mensajes positivos y uno negativo

En vez de censurar directamente la actitud, el comportamiento o los resultados de un trabajo, merece la pena comenzar destacando aspectos positivos de la persona.

Por ejemplo: "Pablo, llevas 10 años trabajando con nosotros y la empresa está encantada contigo. Has liderado varios proyectos con éxito y reconocimiento, tanto de los clientes como de la propia empresa. Sin embargo, en este último proyecto la empresa no ha quedado contenta".

Después de dar información positiva sobre su rendimiento, nos centraríamos en la actitud o en la conducta que queremos cambiar.

3. Hechos, no juicios de intenciones 
La actitud, la conducta que deseamos cambiar debe ser acotada. En muchas discusiones se realizan generalizaciones, se estereotipa: "siempre llegas tarde", "todo lo haces mal", "no me gusta como trabajas", etc.

Acotar la conducta implica referirse a hechos concretos. En vez de decir "siempre llegas tarde", debe indicarse "el lunes llegaste 10 minutos tarde, el martes 15 y el jueves 20. ¿Es correcto?".

Esta forma de abordar el problema, sobre hechos concretos, evita dirigirse a la persona de forma global. "Siempre llegas tarde" es erróneo y lleva a la discusión y al deterioro de la conversación y de las relaciones personales.

Sin embargo, indicar exactamente la conducta errónea no da lugar a discusión.

Es importante escuchar a quien ha desarrollado la conducta que deseamos corregir antes de tomar ninguna decisión.

4. ¿Tienes algún problema en el que te podamos ayudar?
Conocemos la conducta, pero desconocemos las causas. Antes de aventurarnos, conviene preguntar: "¿Has tenido algún problema?", "¿te podemos ayudar en algo?".

Si es una conducta que no se ha producido anteriormente, es probable que haya una causa razonable.
Hay que dar la oportunidad al empleado para que pueda explicarse. Una respuesta que podemos obtener es: "Sí, nos ha fallado la persona que lleva a los niños a la guardería y he tenido que llevarles esos tres días. Ya está solucionado".

Es importante escuchar a quien ha desarrollado la conducta que deseamos corregir antes de tomar ninguna decisión. Es mejor esperar y prevenir que anticiparse y tener que disculparse. 

5. Corregir el problema
Una vez aclarado el problema, hay que solicitar un cambio en la conducta. Y lograr que se comprometa con ello.

"Si ya está solucionado, perfecto. En cualquier caso, te agradecería que, si vuelve a darse una situación como esta, me avises en el momento, por favor. ¿Estás de acuerdo?".

Si la respuesta es afirmativa, tenemos el problema resuelto. Si el problema es más grave, hay distintas opciones:

Un problema de salud suyo o de un familiar cercano. Se le puede aconsejar que solicite la baja hasta que se recupere.

Una separación o divorcio. Apartarle del proyecto en el que esté hasta que se encuentre mejor. Si lo necesita, solicitar la baja. Si la empresa ofrece servicios de asesoramiento, hay que ponerlos a su disposición.

6. Cerrar la reunión
Después de acordar la solución, es conveniente despedir la reunión poniéndose a su disposición para cualquier cuestión en la que necesite ayuda.

Y se le agradece su dedicación y disposición para solucionar el problema.

Muchas veces no seguimos estos sencillos pasos, que son la llave del éxito en la comunicación interpersonal.

Seguir estas indicaciones ayudará a resolver la situación que nos preocupa, nos ahorrará problemas posteriores y nos ayudará a mejorar la calidad de nuestra comunicación.

Como decía Paul J. Meyer: "La comunicación humana es la clave del éxito personal y profesional".

* Fernando Díez Ruiz, José Antonio Campos Granados y José Luis del Val Román son profesores de la Universidad de Deusto.

Puedes leer aquí  la nota original publicada en The Conversation.

miércoles, 21 de octubre de 2020

_- Por un dólar: Conversación con Louise Glück [Premio Nobel de Literatura 2020]

_- Este artículo apareció originalmente en 2009 en American Poet, la revista bianual de la Academy of American Poets.

Dana Levin: Quería empezar preguntándote por tu libro, A Village Life [Una vida de pueblo] (Farrar, Straus and Giroux, 2009). El tiempo se percibe espacial en el libro, como si todas las variadas voces del libro estuvieran hablando, y sucediendo todos los acontecimientos, en un momento temporal simultáneo.

Louise Glück: Hay algo tan extraño en esos poemas que he sido incapaz de ponerles un dedo encima. No se trata, desde luego, de una cualidad a voluntad o deliberada, sino que tiene que ver con esa simultaneidad. Y me sorprende que el libro tenga algo en común con "Landscape", un poema de Averno, en el que los estadios de una vida se representan por medio de secciones individuales, pero los elementos narrativos e incluso el punto de vista se mueven de sección a sección, y sin embargo lo que se representa es el conjunto de una vida. Se me ocurrió que A Village Life implica ese horrible axioma de que, al final de tu vida, el conjunto de tu vida afluye hacia atrás. Eso es lo que se me antoja que es el libro: el conjunto de una vida, pero no progresiva, no narrativa: simultánea. Y no hay drama concomitante en la idea de morir. Va más allá del drama de la pérdida del mundo; es sólo una larga exhalación.

DL: ¿Qué te enseñó estéticamente el libro?
LG: Creo que no lo sabré siquiera hasta que intente hacer algo distinto. Me acuerdo de haber hablado con Richard Siken después de Averno. No estaba escribiendo, y estaba empezando a inquietarme por ello. Paso por periodos —periodos largos— sin escribir. Y a veces ese no es el centro de mi inquietud. No es que no tenga ansiedad, es que mi ansiedad está en alguna otra parte; luego, de golpe, me quedo preocupada por mi silencio y con bastante pánico. Estaba entrando en ese periodo y dijo Richard: 'Tu próximo libro tiene que ser completamente distinto, algo así como jugar en el barro'. Y esa fue exactamente mi sensación, que había hecho todo lo que podía en el momento con poemas que operaban en un eje vertical de transcendencia y aflicción. Y este nuevo manuscrito tenía que ser más panorámico, de algún modo, e informal, con una especie de superficie que no fuera hermosa. De modo que me enseñó a escribir una superficie no hermosa. Vaya triunfo [risa sardónica].

Sólo el ser capaz de escribir un poema más largo, creo, fue interesante…Me produjo un tremendo placer escribir esos poemas. Me encantaba estar en ese mundo. Y llegar hasta allí casi sin esfuerzo. Bueno, durante un periodo corto. Ya sabes, ahora no puedo ir …

DL: Nunca se puede volver a Brigadoon.
LG: ¡No, nunca! No puedo volver a ninguno de estos lugares, a ninguno de ellos. Nunca releo mi obra anterior, así que no sé siquiera qué pensar de ella.

DL: Cada uno de tus libros presenta una voz reconociblemente tuya, y sin embargo se pueden rastrear también cambios formales diferenciados de una recopilación a otra. ¿Han sido un propósito consciente esos cambios de enfoque?
LG: Creo que el único propósito consciente es el de querer sorprenderse. La medida en que sueno a mí misma parece una especie de maldición.

DL: [risas] Eso me recuerda a[l actor] Wallace Shawn cuando decía, 'Creo que hay algo imbécil en el yo, en que todos los días tengas que levantarte y ser la misma persona'.
LG: ¡Sí! Esa es la limitación. Me alegro de que pueda parecer también una virtud.

DL: Sé que te tomas la enseñanza como una cosa muy seria y que durante más de una década has sido defensora pública de la obra de escritores que empezaban. ¿Cómo afectan a tu vida la labor de mentor y la enseñanza?
LG: Ay, cómo empezar. Se asume que esto es un acto de generosidad por mi parte: enseñar y editar. No puedo argumentar enérgicamente otra cosa. No creo que nadie haga algo que le lleve tanto tiempo, fuera de la Iglesia Católica, sin un motivo de interés propio. Lo que hago con los escritores jóvenes lo hago porque es alimento para mí. Y a veces les digo a los ganadores de estos concursos que soy Drácula y me estoy bebiendo su sangre.

Siento de modo bastante apasionado que en la medida en que seguido viva, si es que lo he seguido, como escritora y en que he cambiado como escritora, eso le debe mucho a la intensidad con la que me he sumergido en la obra, a veces muy ajena, de gente más joven que yo, gente que crea sonidos que no he oído. Eso es lo que tengo que conocer.

Prácticamente todos los escritores jóvenes por cuyo trabajo me he apasionado me han enseñado algo. De ti he aprendido una forma de hacer que un poema siga en marcha. Versos largos. No se trata de que escribiera algo que suene a ti, pero desde luego andaba intentándolo. Cuando leí el trabajo de Peter Streckfus y caí completamente hechizada por su obra, me encontré escribiendo un poema que pensaba que le había robado. Y me sentí alarmada y leí cuidadosamente el libro entero que ganó el [premio de] Yale ese año, así como el manuscrito, y no pude encontrar lo que yo había escrito en su obra, pero sentí que tenía que llamarle y disculparme.

DL: ¿Cómo se lo tomó él?
LG: La actitud de Peter hacia lo que yo considero que es robo es muy distinta. Lo que dijo es: 'Ah, creo que esto es maravilloso. Eso es lo que hacen los escritores. Estamos en un diálogo'. Y yo le dije: 'Peter, no lo entiendes: ¡he robado!' Pero, ya sabes, no lo había hecho en ningún sentido literal. Las palabras eran mías. Pero sabía de dónde venía el impulso, el estímulo. Y luego traté de hacer cosas con eso que de hecho no había visto en la obra de Peter, de manera que sentía que era mío.

DL: ¿Esperaste o te imaginaste alguna vez el gran número de lectores y el actual éxito del que goza tu obra? Cuándo echas la vista atrás a tu carrera a la trayectoria de tu carrera pública, ¿qué piensas o qué sientes?
LG: No tengo percepción de tener muchos lectores ni mucho éxito.

DL: Yo puedo dar testimonio: es algo que está ahí.
LG: Cuando voy a una lectura, cuando hago una lectura…en primer lugar, estás de pie en la parte de delante de la sala, y ves los asientos vacíos. Y ves sólo los asientos vacíos. Se debe a que te ha criado una madre que te decía: '¿Por qué sólo 98? ¿Por qué no los 100?'

DL: ¡Yo también tenía una madre así!
LG: Sí, lo sé. De manera que ves los asientos vacíos, y la gente que se marcha durante la lectura, y ves que se van y piensas: no son sencillamente más que representaciones más francas del sentimiento de la sala entera. Que todo el mundo se quiere ir, pero sólo unos cuantos atrevidos se van. Y así es cómo se siente una. ¿Y éxito? He tenido casi las mismas reseñas terribles, condescendientes o las que te condenan con una desmayada alabanza: 'Bueno, si les gusta este tipo de cosa, aquí tienen más de ello'.

De manera que no tengo sensación de éxito. Cuando me dicen que tengo gran número de lectores, pienso, 'Ah, bien, va a resultar que soy [Henry Wadsworth] Longfellow': alguien fácil de entender, que es fácil que te guste, el tipo de experiencia diluida accesible para muchos. Y yo no quiero ser Longfellow. Lo siento, Henry, pero no. En la medida en que asimilo el éxito, pienso, ay, es un fallo de la obra.

DL: ¿Como que si supieran más no te leerían en absoluto?
LG: Cuando sepan más, no me leerán nada en absoluto. 

DL: Bueno tengo ahora mismo un estudiante al que le gusta hablar de la cuota de inscripción [para participar en un premio]; ya sabes, ¿cuánto cuesta participar con este poema? Y hace poco me dijo: 'La cuota de participación de un poema de Louise Glück es como de un dólar, pero una vez te metes, el territorio es complejo'. Y es verdad: no es difícil entrar en tus poemas, pero enseguida demuestran ser muy complicados psicológicamente y complicados formalmente, en particular en cómo funcionan juntos los poemas para crear un conjunto mayor. Mi estudiante pretendía seguir la pista de todo el corpus de tu obra, pero parece que no deja de leer Ararat. Está ahí perdido, aunque no pagó más que un dólar para entrar. Voy a tener que recuperarle para que podamos seguir adelante.
LG: Bueno, eso estaría bien si fuera cierto. Espero que sea verdad.

DL: Última pregunta. Estamos viviendo en tiempos extraordinarios y lo sé por mí misma, que lidio a menudo con esto: ¿qué significa estar personal y psicoanalíticamente orientada en la página en un momento en que están pasando tantas cosas en la cultura, socio-políticamente, medioambientalmente. Muchos de mis estudiantes hacen un esfuerzo mental por ver cómo encaja la experiencia personal en la expresión pública y viceversa, en las cuestiones del público y de la oportunidad y la importación cultural. ¿Tienes algo pensado sobre esto?
LG: No creo que contestes necesariamente estas cuestiones lidiando conscientemente con ellas. Creo que pesan sobre ti, y que las soluciones se resuelven hasta cierto punto inconscientemente. Se manifiestan esas soluciones parciales en tu trabajo. Yo nunca pienso en el público. Odio esa palabra. Pienso en un lector. Creo que mis poemas buscan un lector, y que los completa el lector. Pero es el lector singular, y que esa persona exista de forma múltiple o no no establece ninguna diferencia espiritual, aunque tenga una repercusión práctica. Lo que me importa es la sutileza y profundidad de la respuesta del lector y si estas se demuestran duraderas. La idea de ampliar el público de la poesía me parece ridícula.

Creo que el poema es una comunicación entre una boca y un oído, no una boca y un oído reales sino una mente que envía un mensaje y una mente que lo recibe. Para mí, la experiencia auditiva de un poema se transmite visualmente. Lo oigo con los ojos y me disgusta leer en alto y (salvo en muy raras ocasiones) que me lean. El poema se convierte, cuando se lee en alto, en una forma mucho más sencilla, secuencial: la malla se convierte en una vía de dirección única. En cualquier caso, el conocimiento, o la esperanza de que el lector existe, es un gran consuelo.

Louise Glück poeta neoyorquina de reconocida trayectoria literaria, profesora del Williams College de Massachusetts y de la Universidad de Yale, ha recibido en 2020 el Premio Nobel de Literatura. Dana Levin poeta y profesora de Escritura Creativa en la Universidad Maryville de San Luis, Misuri, ha recibido importantes premios y becas por sus libros de poesía.

Fuente: poet.org,
The Academy of American Poets, 8 de octubre de 2020