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sábado, 8 de noviembre de 2025

Juan Torres López: "Soy partidario de una confluencia de todas las izquierdas, incluyendo al PSOE"

Juan Torres, economista, para una entrevista en el pasado para lavozdelsur.es.
Juan Torres, economista, para una entrevista anterior

El economista acaba de jubilarse pero sigue vigente con un nuevo libro para desmontar el 'trumpismo' y las motosierras, e incorporándose ya semanalmente como columnista para lavozdelsur.es

El nuevo capítulo de Juan Torres
Vivimos en un mundo donde no paran de ocurrir cosas. A veces, con la sensación de que lo reciente es más grave o escandaloso que lo anterior. Y que la incertidumbre sobre el futuro se va a seguir multiplicando. En esas, una entrevista con Juan Torres López (Granada, 1954) da cierta tranquilidad, certeza. No es especialmente halagüeño, como cuando dice que un conflicto de Europa con Rusia puede estar más cerca de lo que pensamos. pero al menos sirve para entender lo que puede ocurrir en estos vaivenes mundiales. Ante esta actualidad más rabiosa que nunca, en todos los sentidos, es bueno pararse de vez en cuando, casi cada seis meses, y volver a hacer una entrevista continuando por donde se dejó. Esta entrevista se produce después de que Torres haya experimentado un enorme cambio vital: se ha jubilado. Ha dejado su despacho en la Universidad de Sevilla y pasa a una nueva etapa. Pero lo hace con inquietudes renovadas. Con un nuevo libro, Cómo sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra (Ed. Deusto, 2025) y con un desembarco que ya será semanal en lavozdelsur.es, con una columna cada viernes.

Parte I - Pensiones y jubilación
Pregunta. Le toca el paso a la jubilación tras años como catedrático de la Universidad de Sevilla. ¿Cómo lo lleva?
Respuesta. Para mí, la jubilación es un privilegio porque me permite seguir haciendo lo que yo he hecho toda mi vida, lo que me ha gustado, que es estudiar y divulgar lo que estudio. Y ahora tengo más tiempo porque, de alguna manera desaparecen, algunas obligaciones formales. Echaré de menos dar clase porque siempre el contacto con la gente joven te rejuvenece mucho y a mí particularmente siempre me ha gustado.

Poder jubilarse es un privilegio y es una muestra además de una sociedad solidaria. Y por eso la posibilidad de que las personas se puedan jubilar gracias a la solidaridad de otras es algo que choca tanto en una economía y en una sociedad dirigidas exclusivamente por el ánimo de lucro.

P. Aprovecho entonces para preguntarle. ¿Es sostenible mantener las jubilaciones?
R. Desde que los trabajadores pidieron su primer derecho laboral, la jornada de 8 horas, la existencia de un seguro, el descanso en los domingos, el subsidio de desempleo, la salud pública, en fin, cualquiera de esos derechos, siempre, siempre, siempre, siempre, absolutamente siempre, se ha dicho que eso era insostenible porque no se podía financiar. Eso es una mentira, es un fraude, es un engaño, es una estafa intelectual que mantienen reiteradamente quienes defienden una sociedad y una economía basada exclusivamente en el lucro y basada en la apropiación del ingreso de los demás.

La sostenibilidad de las pensiones es tan viable como puede ser la sostenibilidad del Ejército, de la Administración de Justicia, de las carreteras o de cualquiera de los bienes y servicios que son necesarios para que la sociedad se mantenga y progrese. ¿Por qué nadie se plantea si es sostenible el gasto en Administración de Justicia o en ejército o en cualquiera de estos conceptos? Lo que hay detrás de todo este discurso es el interés del sector financiero por apropiarse del ahorro de los trabajadores, que es un botín billonario. Nunca mejor dicho lo de botín. Entonces, desgraciadamente, tienen un poder mediático y académico muy grande y son capaces de difundir una mentira que no se sostiene ni analítica ni empíricamente.

La sostenibilidad de un sistema de pensiones públicas no depende solo de la proporción que haya entre trabajadores, cotizantes y pensionistas, sino de otras variables más, fundamentalmente de la productividad y básicamente del tamaño de la tarta. Entonces, afirmar que no se van a poder financiar las pensiones públicas equivale a decir que dentro de 20, 30 o 40 años la producción, la tarta que va a haber en nuestras economías, va a ser más pequeña que la de ahora. Lo cual es algo absolutamente inaceptable y solamente creíble por los ingenuos o por los estafadores intelectuales.

P. Pues está en la calle que resultará insostenible, y que si no fuera este Gobierno, quizás será el siguiente o el posterior, el que acabe subiendo la edad de jubilación a los 70 años.
R. Aquí convergen varios planteamientos. Una cosa es la edad de jubilación. Yo siempre he defendido que la edad de jubilación fuera flexible, siempre y cuando fuera también libre, porque no puede ser que sea flexible y obligada, ¿no? No es igual el desgaste físico e intelectual que tienen un profesor de universidad y un obrero de la construcción, por ejemplo, o un minero. Teniendo en cuenta que la esperanza de vida aumenta, quizá podría ser razonable que haya profesiones que tengan una vida laboral más larga. Francamente hablando, yo creo que estoy en condiciones de haber seguido unos años dando clase y contribuyendo a la vida universitaria.

Eso por una parte. Por otra, es que lo que quieran es, como he dicho, acabar con las pensiones públicas y particularmente con el principio de solidaridad. Y sobre todo lo hacen a base de mentiras. El problema es que saben perfectamente desde finales de los años 80 del siglo pasado que la gente aprecia las pensiones. Porque la gran mayoría de la gente, si no tuviera pensión, no podría vivir. La gente sabe que para ella las pensiones públicas son fundamentales. Y sabe además que a lo largo de su vida laboral no van a poder ahorrar todos los meses 300, 400, 500 euros. Y además, si ya se informan un poquito más, pues también saben que aunque pudieran ahorrar ese dinero, creer que en los próximos 30 o 40 años no va a haber ninguna crisis financiera ni ningún proceso de inflación, ni ningún problema que haga que las finanzas se vengan abajo y que pierdan esos ahorros... Y como la gente lo sabe, los defensores de la estrategia de acabar con las pensiones públicas no pueden proponer directamente acabar con las pensiones públicas.

¿Qué hacen? Ir minando el sistema de pensiones públicas, haciendo que se agote por sí mismo y por supuesto haciéndole creer a la gente que no va a poder haber pensiones públicas en el futuro. Y es una estrategia que cala. Financiando estudios que de vez en cuando vemos, diciendo en el año 2025, en el año 2030, ya no habrá pensiones, no habrá dinero, que estarán en crisis, que habrá déficit. Eso lo vienen diciendo desde hace 30 años. Y no han acertado nunca. Nunca aciertan, pero siempre les prorrogan los informes a los mismos economistas que no aciertan. La cosa tiene su mérito. Imagínense a un ingeniero que una empresa le encarga un puente y se le cae tres, cuatro, cinco veces, pero le vuelven a contratar cada vez. ¿A que eso es inimaginable? Pues los bancos y los fondos de inversión contratan a los mismos economistas que se equivocan en sus proyecciones sobre el futuro de las pensiones públicas una vez detrás de otra. ¿Por qué? ¿Porque quieren que publiquen la verdad o porque lo que quieren es que publiquen un escenario catastrófico para engañar a la gente? Esto es blanco, lo da una vaca y lo meten en un tetrabrick. Esto es un fraude.

Parte II - Política internacional
P. Hace unos meses, en la anterior entrevista, veníamos de la propuesta de Trump de aranceles, que parecía una bravuconada, pero que por el camino ha dejado una imagen de casi humillación de Von der Leyen y la UE. Usted ya dijo que Trump puede ser un bruto, pero no un loco, y que podía salir bien. Parece que ha salido bien para Estados Unidos. En su libro, habla del trumpismo, una derecha muy proteccionista en el fondo, y de las tesis de Milei, liberal teóricamente destructor del Estado. Ambos, quizás, tienen algo de capitalismo de amiguetes, de Estado favoreciendo a corporaciones. ¿Este cúmulo de ideas de derechas pueden verdaderamente calar en España?
R. Sin duda ninguna, está ahora mismo larvándose. Ya lo defendió en cierta medida José María Aznar, cuando gobernó, que desmanteló el Estado, aunque lo utilizó a mansalva para apoyar a las grandes empresas y, por cierto, también para llevar a cabo una corrupción amplísima. Y ahora está larvada. Es decir, el programa electoral y los documentos y las propuestas de Vox, por ejemplo, corresponden a esas ideas de liberalismo. Es que estas corrientes de extrema derecha han sido siempre unas corrientes contrarias al Estado. Hay mucho mito en relación con eso. Por ejemplo, siempre se decía que el fascismo del siglo pasado era estatalista. No es verdad. El fascismo de Mussolini era un fascismo que desmanteló los pilares públicos del Estado, valga la redundancia, y que puso el Estado al servicio de las grandes empresas, lo mismo que hizo el nazismo. Los grandes proyectos totalitarios a lo largo de la historia Moderna y Contemporánea tienen un discurso que luego no se corresponde con la realidad. La extrema derecha, e incluso la derecha del Partido Popular en España, está cada vez más pegada y más impregnada del trumpismo, es una derecha y una extrema derecha que responden a esas ideas.

Lo estamos viendo en las autonomías, en las comunidades autónomas donde gobierna la derecha, en Madrid, en Valencia, donde las políticas son trumpistas, es decir, son de desmantelamiento del Estado en todo aquello en lo que el Estado está al servicio de las mayorías sociales y de utilización de los resortes del Estado con toda intensidad para apoyar a los grandes grupos económicos y financieros. Por eso están desmantelando la salud y están dedicando más dinero a la salud privada, a la educación privada, etc.

P. Otro enorme cambio es que parece que los países OTAN deberán gastar mucho más en defensa. Esa decisión de personas reunidas a cientos y cientos de kilómetros va a cambiar nuestras vidas. España quiere resistir, parece, pero resulta difícil que no suponga enormes recortes. ¿Confía en que esta tendencia tenga marcha atrás?
R. El gasto en defensa es un negocio extraordinario: para las finanzas, porque hay que financiarlo; para la industria, porque hay que producir las armas; para el sector tecnológico, porque hay que desarrollar tecnologías... Por lo tanto, la guerra siempre ha sido un recurso que proporciona mucha ganancia. Desgraciadamente, las autoridades europeas han caído en una serie de provocaciones. Desde mi punto de vista, proveniente sobre todo de Estados Unidos, que le interesa que Europa se debilite y abra un flanco de contienda bélica con Rusia. Yo creo que Europa ha renunciado a la paz. Si la ciudadanía no se da cuenta de lo que eso supone, van a optar por una economía de guerra. Creo que es muy importante que la gente se dé cuenta, primero, del peligro vital, antes que otra cosa que supone un conflicto bélico en Europa. Creo que está más cerca de lo que desgraciadamente nos creemos. Y, sobre todo, vital, pero también económico para las personas que estamos viviendo ahora, para nuestros hijos y nietos. Porque las guerras siempre tardan una o dos generaciones en dejar sentir el daño que producen. Así que si la ciudadanía no lo evita y se moviliza por la paz, me temo que vamos a vernos en una situación verdaderamente fea.

P. Podría resultar curioso que Trump anime a los países a armarse y a continuación Rusia, aparentemente, mande drones a muchos puntos para comunicar que la amenaza está ahí. Quizás relacionar ambas cosas sea película de Hollywood, pero coincide en el tiempo.
R. Yo no sé, naturalmente, lo que hay detrás de eso. En algunos casos Rusia ha negado que hubiera ocurrido lo que decían, pero también es verdad que a Rusia puede ser que le interese llevar a cabo esas provocaciones. Primero porque pone en evidencia los sistemas defensivos, los estudia, y en cierta medida puede reforzar sus posiciones negociadoras. No sé qué puede haber detrás de eso, pero lo que sí tengo claro es que a Europa no le interesa un conflicto con Rusia. Europa ha incumplido compromisos que tenía con Rusia, que han obligado a que Rusia mueva piezas. A Estados Unidos le interesa que Europa, como he dicho, se debilite y abra un frente de conflicto bélico con Rusia, porque eso impediría que Europa juegue un papel de contrapoder en las relaciones internacionales. Porque eso es un negocio para Estados Unidos, que sería quien le vendería las armas y la tecnología a Europa, y porque eso además debilitaría no solamente a Rusia, sino que al debilitar a Rusia debilitaría también a China, que es en realidad el auténtico enemigo de Estados Unidos. Así que yo creo que, desgraciadamente, Europa ha caído en esas provocaciones y veremos cómo lo pagamos.

"Por primera vez, el dólar está dejando de ser la moneda deseada en todo el mundo"

P. Mover el avispero para intentar cambiar el paradigma, eso es lo que parece que propone Trump, antes de perder el protagonismo internacional.
R. No, es que Estados Unidos ya lo está perdiendo y ya no puede seguir manteniendo la posición que ha tenido durante décadas de una hegemonía clara, porque, como he explicado en algún artículo, la hegemonía de Estados Unidos se sostenía sobre el poderío económico e industrial. También sobre el poder cultural. Hoy en día, la economía y la industria de Estados Unidos ya no son lo que fue. Su tecnología tampoco. Sin duda, es una potencia primera y grandísima, pero China le pisa los talones e incluso la adelanta en algunos aspectos. El dólar está dejando de ser la moneda deseada en todo el mundo.

Por primera vez en muchísimos años, el oro supera al dólar en las compras y en las reservas de los bancos centrales y de muchos otros bancos, y solo le va a quedar el poder militar. Eso obliga a Estados Unidos a cambiar de posición. Lo que antiguamente eran aliados estrechos ahora son competidores y los tiene que someter, los tiene que convertir en contribuyentes, en siervos. Ese es el cambio que estamos viendo, porque al mismo tiempo China y la India y otros países avanzan a pasos agigantados están creando un área de extraordinario contrapeso frente a Estados Unidos. Cada día que pase va en detrimento del poder imperial de Estados Unidos.

Parte III - Andalucía
P. En los pasados días, Juanma Moreno ha anunciado varias deducciones fiscales. En paralelo, se enfrenta a una de sus peores crisis de servicio público, el desastre en la comunicación de resultados de las mamografías. La Junta defiende que nunca se ha invertido tanto en sanidad pública, lo cual es cierto. El pago de impuestos es cara de la misma moneda de los servicios. ¿Cómo valora ambas cuestiones?
R. En primer lugar, esas deducciones, que tampoco son especialmente cuantiosas, son deducciones de escaparate y además profundamente reaccionarias y demagógicas, porque tienen esa connotación de ayuda a las personas menos necesitadas. Parece mentira que quienes están permanentemente diciendo que el ingreso mínimo vital y los subsidios a las personas que carecen de ingresos lo que hacen es crear vagos, pues se gastan dinero en ayudar a que la gente lleve al perro al veterinario, con todo respeto a la raza canina. Creo que desde ese punto de vista es demagógico, reaccionario, y creo que además fiscalmente contraproducente por lo que tienen de mala educación, de mala pedagogía, digamos, tributaria. Pero eso son señuelos, porque es la manera de distraer sobre las cuestiones fundamentales que el Gobierno del Partido Popular está haciendo en Andalucía, que es desmantelar los servicios públicos.

Uno de los principales sindicatos de educación rebaja el triunfalismo en la FP: "La oferta privada se ha triplicado" Puede estar gastando más, pero si estás gastando más en sanidad o en educación privada, estás desmantelando el servicio público por una sencilla razón, y es que un hospital privado es una empresa, y una empresa legítimamente lo que busca es maximizar el beneficio, no proporcionar el mejor servicio, o dar un servicio que alcance de la mejor manera al mayor volumen de población, sino ganar más dinero. Por eso el Estado le da dinero a un hospital privado, y lo que hace el hospital privado con ese dinero es ponerlo en las áreas, en los servicios, en los grupos de población que le proporcionan beneficio.

Ese dinero que pone la Junta de Andalucía tiene un doble efecto negativo. En primer lugar desmantela el servicio público, y en segundo lugar hace que el servicio público tenga que sobrecargarse con las actividades más costosas que el servicio privado, al que le da el dinero, no va a asumir. Eso es lo que está ocurriendo, y lo que da lugar a casos bochornosos como el del cribado del cáncer de mama, que además tiene otro añadido que a mí me parece importante, y es la falta de humanidad, la falta de sensibilidad, la falta de afecto, la falta de empatía con que los gobernantes han abordado ese asunto. Porque en lugar de haber hecho frente a ese daño con comprensión, con cariño, con humanidad, pues lo que han hecho ha sido tratar de escurrir el bulto y encima decir a la gente que no se fije en lo que está mal. Yo creo que es preciso que la ciudadanía se dé cuenta, y tengo la esperanza de que sea así.

Tengo esa esperanza, pero luego tengo la profunda decepción que supone el hecho de que quien podría estar enfrentándose a eso esté en la situación que está un partido socialista con una candidata que vive en Madrid y que se ocupa de Andalucía los fines de semana, y una izquierda del PSOE desunida y que no termina de construir un relato, una organización y un liderazgo que diga a la sociedad que hay que enfrentarse a esto con fuerza, con información, con decisión y, como acabo de decir, con humanidad y con empatía hacia la gente que sufre.

P. Colaboró hace tiempo en política. Ahora está jubilado y la izquierda necesita referentes, tiene que armarse en Andalucía. ¿Alguien le ha llamado?
R. No. Podrá parecer inmodestia, pero me sorprende que no se llame a profesionales, no lo digo por mí, sino a todo tipo de profesionales como médicos, profesores, ingenieros, gente que está sacando el día a día a Andalucía y que no parece que seamos necesarios para los partidos. Es que es algo tan absurdo... Demuestra hasta qué punto las izquierdas han perdido el norte, el este y el oeste. Resulta decepcionante. También me gustaría colaborar más y mucho más ahora, pero claro, tampoco va a estar uno allí en la puerta diciendo que quiero ayudar. Insisto, que no lo digo por mí, lo digo por la sociedad civil...

También es verdad que a veces cuando me han llamado, termina uno tan trasquilado que es verdad que a lo mejor es otro problema, que el mundo de los partidos es extraordinariamente poco atractivo para personas que sentimos que la libertad de pensamiento, la independencia de criterio, el respeto a quien no piensa como nosotros y la necesidad de ir unidos incluso con gente que sea distinta a nosotros mismos, pues es fundamental. Quienes pensamos así, que yo creo que es la inmensa mayoría de la gente, pues tenemos un difícil encaje en un partido que se supone que solamente acoge a quienes son como ellos. Y a veces ni siquiera eso, porque están peleándose constantemente en su seno.

P. O sea, no es optimista. Podríamos ver hasta tres o cuatro papeletas en las elecciones andaluzas apelando al mismo espacio.
R. No sé, no sé, porque no estoy informado. Yo sería partidario de que hubiera una confluencia de todas las izquierdas. Los momentos que estamos viviendo en el mundo, y en España, y en Andalucía, las amenazas tan terribles que hay, que son vitales, bélicas, climáticas, sociales, deberían llevar a que hubiera una confluencia. Incluso desde el PSOE hasta su izquierda. Es verdad que habrá diferencias, ¿cómo no las va a haber? Pero lo que une a los partidos, insisto, desde el PSOE hacia su izquierda, es mucho más de lo que los separa.

Aunque haya muchas cosas que los separen, hay que aprender a poner en común lo valioso. Y lo valioso es la defensa de la vida, la defensa de la paz, la defensa del bienestar de la gente, la defensa de los servicios públicos y la defensa de la naturaleza y de nuestro entorno natural. Creo que habría puntos que permitirían crear un programa mínimo de acción de confluencia de todas las izquierdas en Andalucía. A mí me parece una pena, una irresponsabilidad y un fracaso histórico de incalculables consecuencias que no haya una confluencia electoral desde el PSOE hacia su izquierda.

P. Incluyendo al PSOE, como si fuera un gran bloque, como si fuera un Partido Demócrata, que viene a respresentar a todo el espectro político.
R. En mi opinión, lo deseable, sabiendo las diferencias que hay, sería que hubiera una confluencia desde el PSOE hacia su izquierda. Con un programa de mínimos, con acuerdos bien hechos, con respeto, con un discurso claro, constructivo e incluso abierto a sectores que no tienen por qué ser de izquierdas, pero que están por la paz, por el bienestar, por los servicios públicos y por el respeto a la naturaleza. Si la diversidad en la sociedad va de 0 a 100, ¿cómo vas a enfrentarte a una sociedad con una diversidad de 0 a 100, si no sabes gestionar una diversidad de 0 a 30? Yo creo que hay gente que no tiene por qué ser de izquierda y que está a favor de la paz, de mantener la sanidad pública, la educación pública y respetar la naturaleza.

Sobre el autor

Pablo Fdez. Quintanilla 

viernes, 7 de noviembre de 2025

La impagable aportación de los anarcoliberales que gobiernan al estudio de la economía

Fuentes: Ganas de escribir


Durante más de un siglo, los economistas que gozan de más influencia y reconocimiento académico, mediático y político se han esforzado en hacer creer que la economía es un mecanismo de ingeniería social que funciona por sí solo, regido por leyes propias cuyo funcionamiento, precisamente por serlo y como le sucede a cualquier ley natural, queda fuera del alcance de los seres humanos.

Afirman que los precios de los bienes y servicios que satisfacen nuestras necesidades se determinan automáticamente por la ley de la oferta y la demanda. Repiten constantemente que los mercados funcionan autónomamente, como la maquinaria de un reloj, y aseguran que dejarlos actuar sin intervención, sin dictados ni reglas, promoviendo la desregulación más intensa y el libre cambio, es la mejor vía para alcanzar el mayor beneficio particular y el bienestar general.

Aseguran que, en esos mercados, los más deseables y a los que hay que aspirar, todos los sujetos tienen la misma información y que ninguno de ellos puede influir sobre la conducta de los demás, ni imponer su voluntad sobre el resto de productores y consumidores. O que la retribución de los diferentes sujetos depende objetivamente de su contribución (igualmente objetiva) a la producción. Difunden modelos en los que se asegura que las variables fundamentales, como la inversión, sólo dependen de otras, como los tipos de interés, que están dentro del propio modelo. En el cual, además, sólo tienen cabida los elementos o relaciones que tienen expresión monetaria.

Desde casi el primero momento en que esas tesis fueron formuladas, otros economistas demostraron matemáticamente o con datos empíricos, que eran falsas y que la realidad mostraba que la economía no funcionaba de ese modo.

Sin embargo, aunque nunca (he dicho nunca) se haya podido mostrar en ningún libro o manual (he dicho en ninguno) algún ejemplo real de las supuestas leyes de la oferta y la demanda; aunque Piero Sraffa demostrase que las hipótesis sobre las que se sostiene el modelo teórico del que se deducen las bondades del mercado son inconsistentes; aunque Nicholas Georgescu-Roegen dejara claro que las tesis y propuestas de la economía liberal dominante contradicen las leyes de la termodinámica; a pesar de que la realidad mostrase diariamente multitud de ejemplos concretos que mostraban que las cosas no funcionan como dicen los economistas del pensamiento dominante… a pesar de ello, estos no sólo siguen defendiendo sus tesis, sino que continuan recibiendo premios, honores, y el máxima apoyo para que difundan su pensamiento.

Sin embargo, la llegada al gobierno de líderes que abiertamente defienden las tesis más radicales de la economía liberal (hasta el punto de denominarse a sí mismos, anarcoliberales para mostrar que su rechazo al Estado es radical) está produciendo un curioso efecto.

Los mismos que siguen defendiendo en sus escritos las tesis del automatismo del mercado hacen justamente lo contrario cuando gobiernan, mostrando así claramente que sus tesis son un disparate tan grande que ni sus partidarios más acérrimos puede ponerlas en práctica.

En lugar de renunciar al Estado, multiplican la regulación y las normas: ningún otro presidente de Estados Unidos ha emitido tantas órdenes ejecutivas como Trump, y el argentino Milei ya va por dos rescates del papá Estado al que decía haber renunciado, además de haberse aprovechado de él para llevar a cabo prácticas corruptas y, sobre todo, para ayudar a los grupos de interés que lo apoyan políticamente. En lugar de favorecer la información perfecta y gratuita de los sujetos económicos, lo habitual es ver a estos anarcoliberales confraternizando sin disimulo o incluso compartiendo gobiernos con los propietarios de los grandes oligopolios. Trump obliga a las corporaciones farmacéuticas a que fijen los precios a su conveniencia, obliga a las empresas a que inviertan allí donde él decide, se salta a la torera el libre comercio y basa las relaciones económicas internacionales en la extorsión y la amenaza. Cuando gobiernan, son los propios anarcoliberales quienes se empeñan en mostrar que la inversión no se comporta como dicen sus modelos, ni los beneficios se obtienen como aseguran las teorías económicas que defienden. Trump no sólo no oculta que manipula los mercados para producir ganancias a los grupos de interés que lo apoyan, sino que se vanagloria y hace ostentación de ello.

Son los propios anarcoliberales los que están demostrando, ahora que gobiernan, lo que con más intensidad han querido ocultar durante más de cien años: la economía no es un mecanismo automático, ni funciona en virtud de leyes naturales, sino que es el poder, el diferente poder de los distintos sujetos económicos, lo que determina qué ocurre y qué no en las relaciones económicas, qué tipo de resultados dan, y quién se beneficia de ellos en mayor o menor medida.

Y lo más extremo: quienes alardean de ultraliberales, demuestran que no son ni siquiera un poco liberales, sino líderes autoritarios, enemigos de la libertad y expresamente contrarios a la filosofía de la empatía y el respeto que defendieron los grandes pensadores del liberalismo.

El trumpismo y la motosierra de los anarcoliberales no son sino la simple puesta en marcha del inmenso poder del Estado para favorecer a los viejos amos del mundo, las finanzas y grandes corporaciones, y al emergente capitalismo tecnológico de las redes y la nube que no puede funcionar con asalariados y democracia, sino con siervos y dictaduras que lo protejan.

Como muestro en un nuevo libro que estará en librerías a partir del 12 de noviembre (Cómo sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra), lo que estamos empezando a ver de la mano de los gobernantes anarcoliberales es un fraude intelectual, un disparate que terminará muy mal, si no se le pone fin con los nuevos modos de pensar, principios y políticas económicas que allí analizo.

Ahora bien, a esta experiencia de gobierno anarcoliberal quizá podamos agradecerle algo en el futuro. A partir de ahora será mucho más difícil que sigamos leyendo en libros y manuales las tonterías y falsedades con las que se ha venido tratando de encubrir la realidad de la vida económica.

No me cabe duda, en todo caso, de que seguirá habiendo fanáticos que las sigan defendiendo. Lo mismo que hay millones de personas que siguen creyendo que la tierra es plana, seguirá habiendo economistas que afirmando que la economía es un mecanismo de relojería y que el poder o la energía no tienen nada que ver con ella. Pero serán eso, lo que son, terraplanistas económicos.

Fuente: https://juantorreslopez.com/la-impagable-aportacion-de-los-anarcoliberales-que-gobiernan-al-estudio-de-la-economia/

domingo, 2 de noviembre de 2025

Hambre: más de 20.000 muertes diarias

Más de 9 millones de personas mueren por hambre cuando hay recursos sobrantes para alimentarlas

Cada día mueren más de 20.000 personas por hambre en el mundo. Una noticia que no abre nunca los telediarios, ni se ve en las portadas de los periódicos.

Hace unas semanas se publicó el último informe sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo que publica anualmente la FAO, la organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación.

Su principal conclusión es que hay indicios de mejora, aunque el hambre y la inseguridad alimentaria mundiales no desaparecen.

Efectivamente, el año pasado se registró una pequeña disminución en el número de personas desnutridas: 15 millones menos que en 2023.

Pero unos 700 millones de personas padecieron hambre en 2024, lo que equivale a más de 8 de cada cien seres humanos de los que vivimos en el planeta. Muchísimos.

La situación mejora en algunas zonas de Asia y América del Sur, pero la alimentación insuficiente aumenta en África y Asia Occidental, y el hambre es mucho más aguda en las zonas rurales del planeta, donde la padeció casi una de cada tres personas en 2024.

Como en tantos otros aspectos, las mujeres y niñas salen especialmente malparadas y su situación fue a peor en 2023 y 2024. El año pasado, tres de cada diez mujeres de entre 15 y 49 años tenía anemia por falta de alimento o de dieta diversa. Y en esa situación se encontraban 64 de cada 100 niños de entre 6 y 23 meses.

Los datos son terribles, pero lo peor es que sabemos qué hay que hacer para evitarlo.

La FAO ha hecho un análisis exhaustivo de más de 10.000 registros de políticas y de 35 instrumentos de política distintos y sabe cuáles de ellos funcionan para evitar que mueran más de 9 millones de seres humanos por falta de alimentos. Como también se ha demostrado que hoy día se pueden producir en nuestro planeta alimentos suficientes para dar de comer holgadamente a 11.000 millones de personas.

Los estudios de Naciones Unidas estiman que se necesitarían menos de 300.000 millones de dólares al año hasta 2030 para acabar con la pobreza y el hambre en ese año.

El año pasado se gastaron 5,1 millones de dólares por minuto en armamento. Eso significa que, con sólo 5 semanas de ese gasto, sería suficiente para evitar más de nueve millones de muertes. Mejor dicho, nueve millones de asesinatos. Porque el hambre en un planeta tan rico es un crimen.

Un crimen perpetrado por las guerras insensatas, el despilfarro, la avaricia de unos pocos que impide que haya voluntad política para acabar con el hambre, y también, aunque te cueste oírlo, por nuestro silencio.

Al menos no te calles, difunde estos datos y procura que la gente se entere de lo que está pasando.

Fuente: 

jueves, 30 de octubre de 2025

_- La economía del comodín del tanto por ciento


_- Fuentes:Ganas de escribir


Numerosos estudios han demostrado que los argumentos o proposiciones que se basan en números, cantidades o porcentajes, se aceptan mucho más fácil y disciplinadamente por los seres humanos, con independencia de que sean más o menos ciertos. 

 Formuladas con cifras, las órdenes o sugerencias adquieren una apariencia de neutralidad, rigor y verdad que hacen que nuestro cerebro las perciba como más racionales y menos arbitrarias y, por tanto, como más aceptables.

La psicóloga y experta en ciencias de la decisión Ellen Peters ha demostrado con numerosos experimentos que la presentación cuantitativa de la información cambia la manera en que la gente la interpreta y actúa, incluso cuando el contenido verbal es idéntico. Un argumento expuesto con números resulta más creíble que otro equivalente presentado sólo verbalmente, aunque las cifras sean inventadas. Su expresión numérica hace creer que es de naturaleza técnica y objetiva.

La simple presencia de los números hace que el argumento nos parezca más fiable y asumible, pues desde muy pequeños socializamos asumiendo que tras ellos hay siempre ciencia y autoridad.

Los empresarios saben de esta capacidad de los números desde hace mucho. A ninguno se le ocurriría establecer incentivos de productividad a sus empleados o comerciales diciéndoles, por ejemplo, «haga más esfuerzo» o «aumente las ventas todo lo que pueda». Por el contrario, establecerá los objetivos numéricamente: «producir 50 piezas más al día» o «vender un 10% más todos los meses».

Y, naturalmente, también se enteraron de todo esto los economistas convencionales que viene proponiendo y justificando desde hace más de un siglo las políticas económicas dominantes.

Cuando lo que se pretende es aplicar las que claramente perjudican a la mayoría de la sociedad sin que se puedan proporcionar evidencias que las justifiquen, no hay más remedio que hacer trampa, sacándose algún comodín de la manga para ganar la partida que se tendría perdida si todas las cartas se pusieran boca arriba.

El comodín de la economía liberal convencional consiste en presentar sus teorías con grandilocuencia matemática y en revestir sus propuestas políticas con expresiones numéricas y porcentajes que les den la autoridad y legitimidad que, como acabo de decir, proporcionan siempre las cifras.

Como prueba de ello voy a mostrar a continuación cinco comodines falsos que la economía convencional se ha sacado y se saca de la manga para poder dar gato por liebre, engañando a la gente al hacerle creer de ese modo que se trata de propuestas técnicas y objetivas, cuando en realidad sólo responden a estrategias de los de arriba para desposeer sin cesar a los de abajo.

1. El primer comodín es la llamada tasa natural de paro, un porcentaje de desempleo por debajo del cual se dice que no conviene estar porque en ese caso se produciría inflación.

La idea la formuló inicialmente el economista liberal Milton Friedman y se hizo popular en los años ochenta del siglo pasado, cuando lo que se deseaba era provocar desempleo deliberadamente para desarmar a las clases trabajadoras y así favorecer la recuperación del beneficio privado.

La consecuencia de asumir como cierto ese concepto es evidente: la lucha por combatir el desempleo tenía un límite, el que marcaba el porcentaje correspondiente a la tasa natural de paro.

Sin embargo, tal como sus propios defensores reconocieron, la tasa natural de paro no es una variable observable, sólo se puede deducir a posteriori, cuando se sabe el comportamiento de los precios y del empleo. Se deduce, por tanto, de los propios datos que pretende explicar, lo que significa que es una tautología. Además, tampoco es «natural» sino que cambia según las circunstancias, lo que indica que empleo y precios no dependen uno del otro, sino de las circunstancias estructurales que los rodean. Y para poder estimarla (puesto que no se puede observar, como he dicho) hay que establecer como hipótesis completamente irrealista que los mercados tienden siempre al equilibrio. Prueba de ello es que la experiencia empírica contradice su existencia cuando muestra que, en la realidad, no hay correlación estable entre empleo e inflación.

A pesar de ello, como he dicho, presentar un determinado porcentaje como la supuesta tasa natural de paro de la economía tiene una clara utilidad: permite desentenderse de la lucha contra el paro, una lacra para la gente que lo sufre pero algo muy útil para mantener los salarios bajos y condiciones de trabajo leoninas.

2. El segundo comodín que traigo como ejemplo es el que se sacó de la chistera el presidente Mitterrand. Poco después de llegar a la presidencia de la República Francesa en 1981 propuso que todos los gobiernos europeos establecieran como límite del déficit presupuestario un 3% del PIB. En mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas cuento la historia de cómo se estableció ese criterio y no la voy a repetir aquí. Me limitaré a decir que tampoco hay ningún tipo de fundamento científico ni evidencia empírica que lo justifique. Podría haberse establecido el 2%, o el 4% o el 7% con el mismo fundamento, es decir, con ninguno. Fue otra patraña en forma de porcentaje que los gobiernos neoliberales europeos se sacaron de la manga para que la gente aceptara las políticas de desmantelamiento del Estado de Bienestar que se proponían llevar a cabo.

3. El tercer comodín se utilizó durante la crisis de 2007, cuando se quería convencer a la población de que había que hacer grandes recortes de gasto social con la excusa de reducir la deuda.

En un libro y diversos artículos, los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff aseguraron que el crecimiento económico se frena si la deuda supera el 60 % del PIB en los países emergentes y el 90 % en los desarrollados.

La tesis fue difundida amplísimamente gracias a un gran apoyo mediático (The Wall Street Journal calificó al libro como el más importante de los de economía publicados en 2009) pues permitía legitimar las políticas de austeridad que interesaban para rescatar a los grandes bancos que habían provocado la crisis.

Sin embargo, poco después los investigadores Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin comprobaron que los datos de Reinhart y Rogoff estaban mal utilizados y que sus conclusiones eran infundadas. Omitieron algunos que no se ajustaban a su tesis preconcebida, e incluso habían cometido sospechosos errores de cálculo que casualmente servían para reforzar lo que se quería demostrar.

El daño, sin embargo, estaba hecho. Sacar como comodín otro porcentaje de deuda que no se debía superar, de nuevo con falsedad y engaño, permitió legitimar y llevar a cabo políticas que produjeron un grave daño al conjunto de la economía y la sociedad.

4. El cuarto comodín también es muy relevante. Se basa en asegurar que los bancos centrales deben hacer lo que haga falta para que la inflación no supere el 2 %. De nuevo se trata de una fabulación que se presenta con la autoridad que dan las cifras para que así se pueda creer lo que carece de cualquier fundamento real o científico. No hay razón alguna para que el porcentaje de inflación tomado como tope sea el 2 %, y no el 1,5 % el 2,2 % o el 3 %. Se establece para hacer creer que las decisiones de los bancos centrales no son políticas, como son en realidad, sino exclusivamente técnicas, objetivas y, por tanto, no sujetas a deliberación.

5. Y ya para terminar, mencionemos un último comodín, aunque en este caso es mucho más evidente que responde a una decisión caprichosa e incluso irracional: la obligación de que todos los países de la OTAN dediquen el 5 % de su PIB a gasto militar. Un porcentaje igualmente caprichoso, al que ninguno llega, materialmente imposible de alcanzar por muchos de ellos, dado el nivel de deuda que ya tienen, y que además es completamente irracional y no tiene justificación económica alguna, como acaba de señalar José Borrell: «Exigir a todos los países un 5% del PIB de gasto militar no tiene sentido (…) Hungría es un país sin mar y no necesita armada. En cambio, España tiene muchos kilómetros de costa que proteger. ¿Los dos tienen que gastar el 5%? Parece que no”.

Como demuestro en el libro que estará en librerías a partir del próximo 12 de noviembre, la economía dominante es el fraude intelectual más grande de todos los tiempos y por eso necesita recurrir constantemente a tretas como esta que llamo del comodín del tanto por cierto. Desvelarlas, poner en entredicho a quienes, inocente o deliberadamente, cometen el fraude y combatirlas debería considerarse un imperativo ético fundamental y el primer deber cívico de nuestro tiempo, un servicio público de interés general, porque las mentiras y trampas con las que se están justificando las políticas económicas no son banales, sino que provocan el sufrimiento y la muerte de millones de personas. En nuestro caso más reciente, ayudando a que la gente entienda la barbaridad injustificada que supone comprometerse a dedicar el 5 % del PIB a gastos de guerra y, en particular, apoyando a Pedro Sánchez, el único dirigente de la OTAN que en este asunto ha tenido dignidad y coherencia y la valentía de oponerse al capricho de los autócratas. 

Publicado en lavozdelsur.es el 24 de octubre de 2025 

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domingo, 1 de junio de 2025

_- Trump contra Harvard: No pensar, no protestar

_- «Primero fascinan a los tontos. Luego, amordazan a los inteligentes»
(Bertand Russell)

Para cualquier persona relacionada o interesada con el mundo universitario, Harvard es como una especie de diosa del Olimpo. Es la universidad más antigua de Estados Unidos y está habitualmente entre las cinco mejores del mundo y la primera en algunos ranking. Con diferencia, es la más rica. En 2024, su presupuesto fue de 6.500 millones de dólares (5.700 millones de euros), más o menos el de comunidades autónomas españolas como Asturias (6.284 millones) que tiene un millón de habitantes. Por sí solo, equivale prácticamente a la mitad de la financiación que reciben todas las universidades españolas. Su patrimonio financiero depositado como fondo de inversión es de 53.000 millones de dólares y el intelectual es incalculable: no hay otra universidad en el planeta donde se concentren más galardonados con premios Nobel egresados o contratados allí.

A pesar de ello, desde hace años está en el punto de mira de la derecha por ser considerada un campus escorado a la izquierda. Así lo parece, según las encuestas. Una de 2023 realizada por un periódico estudiantil señalaba que la mayoría de su profesorado se considera progresista (45,3 %) o muy progresista (31,8 %) y la mayoría de las que se realizan a estudiantes también muestran su posición más favorable hacia posiciones de centro izquierda (aunque siempre se ha dicho que sus estudiantes son políticamente progresistas y conservadores en materia económica).

También está señalada por la abundancia de las protestas que se llevan a cabo en su campus y por sus formas, razón por la cual un conocido ranking sobre libertad de expresión en las universidades de la Fundación para los Derechos Individuales y la Expresión (FIRE) la colocaba este año como la peor, en la que menos se respeta. Y, por si eso fuese poco, el Tribunal Supremo sentenció en 2023 que sus medidas de discriminación positiva por raza en la selección de estudiantes eran contrarias a la Constitución.

En las publicaciones y medios de derecha es habitual encontrar cada vez más críticas por todo ello. En Libertad Digital se leía hace año y medio: «Hoy día tener un diploma por Harvard está contaminado por la sospecha de que su obtención no tiene nada que ver con méritos personales sino con la adscripción a un sexo, una raza o una ideología radica». El autor del artículo decía que Harvard se negaba a mí «comprometerse contra incitaciones al exterminio de los judíos». Lo que viene sucediendo, en realidad, es que en esa universidad se han producido, como en otras muchas, un buen número de actos de protesta y denuncia contra Israel no por incitar, sino por llevar a cabo el genocidio y exterminio del pueblo palestino. Lo que ahora ha provocado un ataque sin contemplaciones y por varios frentes de Donald Trump.

Su administración le ha congelado 2.200 millones de dólares de asignación, la ha amenazado con quitarle la exención fiscal, y le ha prohibido matricular a alumnos extranjeros. Además, le ha pedido que entregue las grabaciones de todas las protestas que se hayan llevado a cabo en los últimos cinco años. Y aún más: la Secretaría de Justicia le ha reclamado todos los mensajes de texto, correos electrónicos, chats de Signal y demás correspondencia de empleados actuales o anteriores que discutieran las órdenes ejecutivas de Trump a principios de este año que revocaron las políticas de apoyo a las minorías y pusieron fin al apoyo del gobierno a los programas de diversidad, equidad e inclusión.

La violación de la libertad académica es tan flagrante que hasta la Fundación para los Derechos Individuales y la Expresión que mencioné antes la ha condenado sin contemplaciones. En un comunicado de su director legal se dice:

«La carta de la secretaria Noem advierte que la administración Trump busca erradicar los males del antiamericanismo y el antisemitismo en la sociedad y los campus universitarios. Pero pocas cosas son más antiamericanas que un burócrata federal que exige a una universidad privada que demuestre su lealtad ideológica al gobierno bajo pena de castigo (…) La exigencia de la administración de un estado de vigilancia en Harvard es un anatema para la libertad estadounidense (…) Ningún estadounidense debería aceptar que el gobierno federal castigue a sus oponentes políticos exigiendo conformidad ideológica, vigilando y tomando represalias contra la libertad de expresión y violando la Primera Enmienda».

No es sólo Havard la universidad que está amenazada. Hay otras sesenta instituciones universitarias sujetas a investigaciones federales, suspensiones de financiación o escrutinio por diversas razones. El objetivo que Trump afirma perseguir con todo ello es combatir el antisemitismo, restaurar el rigor intelectual y erradicar lo que sus burócratas llaman la «captura ideológica» en la que han caído. Hace unas horas profundizó en ello con una nueva orden ejecutiva orientada a restaurar «la ciencia de referencia», entre otras razones, para no «inventar datos o resultados y registrarlos o informarlos». Lo dice y ordena Donald Trump, de quien The Washington Post contabilizó 30.573 afirmaciones falsas o engañosas en su primer mandato como presidente de Estados Unidos (unas 21 diarias de media).

Sus justificaciones son demagógicas y sin fundamento. Es Trump quien miente y manipula. Lo que hay detrás de lo que hace contra las universidades es el miedo atroz de todo los dictadores a la libertad de pensamiento y expresión, a la inteligencia y, por supuesto, a la protesta y la rebeldía. Por eso no es de extrañar lo que está sucediendo en Estados: su presidente Donald Trump actúa como un dictador y está convirtiendo a su país en una oligarquía totalitaria, en una auténtica dictadura.

Está muy oída la frase de Edmund Burke, pero no conviene olvidarla: «Para que el mal triunfe solo se necesita que no hagan nada los hombre buenos » (y las mujeres, por supuesto, añado yo un par de siglos después).

Juan Torres López

domingo, 9 de marzo de 2025

_- El salario mínimo y la riqueza del empresario más rico de España: una comparación

_- Pensemos en el salario mínimo de España en 2025: 9,26 euros por hora.

Imaginemos una persona que hubiese vivido desde que existe nuestra especie, hace unos 250.000 años.

Imaginemos que esa persona fuese inmortal y que, además, no hubiese hecho nada más que trabajar, sin dormir, ni descansar, durante las 24 horas del día de todos los años desde entonces.

Hasta el día de hoy habría acumulado unos 20.300 millones de euros cobrando ese salario mínimo.

Esa cantidad representa el 18,5 % de la riqueza actual de Amancio Ortega, la persona más rica de España.

Para alcanzar la riqueza que ahora tiene el propietario de Inditex (122.500 millones de dólares, según la revista Forbes) la persona de. nuestra historia tendría que seguir trabajando todas las horas de todos los días de 1,2 millones de años más.

Dicho de otro modo, una persona que ganase el salario mínimo español actual y trabajara a cambio de él todas las horas del día de todos los años, sin dormir, ni descansar, ni comer, ni hacer otra cosa, necesitaría vivir así durante 1,45 millones de años para acumular la riqueza del empresario más rico de España.

No pongo en cuestión, ni critico la riqueza de Ortega, ni su origen, ni su mérito. Eso es otro debate, y la comparación que hago es un simple recurso que utilizo por si a alguien, como a mí, le hace pensar.

(He tomado la idea de hacer esta comparación con datos de España del interesante libro del profesor de la London School of Economics Michael Muthukrishna A Theory of Everyone. The New Science of Who We Are, How We Got Here, and Where We’re Going, (Una teoría de todos. La nueva ciencia de quiénes somos, cómo llegamos aquí y hacia dónde vamos.) The MIT Press, 2023, p. 266. Se puede leer en línea aquí) .

Fuente: 


domingo, 2 de marzo de 2025

Los efectos de la retirada de EE.UU. de la Organización Mundial de la Salud

Una de las primeras órdenes ejecutivas firmadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue la retirada de su país de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una decisión que poco después secundó el presidente de Argentina, Javier Milei. Esta medida tendrá efectos críticos en la salud global, en especial en los países más pobres, pero también en Estados Unidos y en Argentina, si no se revierte en los 12 meses que quedan para que se haga efectiva.

La orden dictada por el presidente estadounidense es difícil de calificar. Cuesta determinar si es un acto de profunda crueldad o una muestra más de la impresionante ignorancia de la que presume la legión de negacionistas, antivacunas o terraplanistas que, a base de mentiras, se multiplican como las setas en todo el mundo.

Una organización esencial para el planeta

La OMS, fundada en 1948, es una organización internacional que cuenta actualmente con 194 países miembros, lo que representa prácticamente la totalidad de los Estados reconocidos a nivel global. Sus funciones son esenciales para la promoción de la salud en todo el planeta: evalúa, monitorea, proporciona información, asesora y establece estándares internacionales, presta ayuda a los países más pobres y actúa ante epidemias o desastres.

Su intervención ha sido decisiva para erradicar la viruela, reducir casos de polio en todo el mundo en un 99%, o la prevalencia de la malaria y el tracoma. Sin la OMS, hubiera sido imposible lograr avances en materia de salud, así como igualdad en el acceso a servicios sanitarios en casi todos los países.

Estados Unidos ha ejercido un papel fundamental para la organización desde sus inicios. No solo por ser su mayor contribuyente financiero, tanto en aportes obligatorios como en donaciones voluntarias de diversas fuentes, sino también por su capacidad operativa a la hora de brindar asistencia y por la valiosa contribución de su sistema de información e investigación. Muchos analistas internacionales señalan que la OMS proporcionó también a Washington mucho prestigio e influencia, además de abrirle las puertas para obtener otros beneficios complementarios. Y, por ello, la medida que ahora propone el presidente Trump implica renunciar a su propio legado como potencia sanitaria global. Y es seguro que tendrá un efecto contrario al que aparentemente busca.

Su orden se justifica afirmando que la OMS depende de la política de algunos países. Sin embargo, lo que paradójicamente ocurrirá, si finalmente Estados Unidos se retira, renunciando a su liderazgo, será que otros países, encabezados por China, tomarán el relevo y aumentarán su influencia global.

Una medida inhumana y cruel

La retirada de EE.UU. y de otros países, como Argentina, supondrá que esta organización dispondrá de casi un 20% menos de presupuesto. Un recorte significativo que, si no se compensa con aportes más cuantiosos de otros miembros, causará un gran daño para la salud mundial.

Todos los países, sin excepción, van a sufrir los efectos de la menor capacidad de esta organización para evaluar, prever, asesorar, coordinar, actuar o ayudar frente a enfermedades, pandemias o catástrofes sanitarias. Pero es lógico y será inevitable que el perjuicio sea mucho mayor en los más pobres, en donde los sistemas nacionales de salud son más débiles y con mayor dependencia exterior.

Claramente, la decisión que han tomado Trump o Milei podría llevar a la enfermedad o a la muerte a cientos de miles de seres humanos.

Ahora bien, la medida de ambos presidentes es doblemente cruel porque perjudica incluso a sus propias naciones. Hay que ser muy ignorante para no darse cuenta de que Estados Unidos o Argentina también sufrirán las consecuencias de esta decisión.

Las epidemias, infecciones o enfermedades que la OMS ayuda a combatir no entienden de fronteras, como ha demostrado el Covid-19. Por lo tanto, cuanto más se expandan fuera de un país, más riesgo tendrán de sufrirlas también los que hayan abandonado la organización. Retirarse de ella limita la experiencia y capacidad de monitoreo del sistema de salud, retrasa las respuestas y, sin la cooperación activa de una organización global, se tendrá más dificultades para hacer frente a riesgos sanitarios, como la gripe aviar o brotes de sarampión, que ya han empezado a manifestarse, o a otros que puedan venir en el futuro.

Así lo advierten especialistas como Jesse Bump, profesor de políticas de salud global y director ejecutivo del Programa Takemi en Salud Internacional, quien recientemente declaró que en Estados Unidos serían “más vulnerables a la importación de enfermedades que se propagarían a otros lugares (…) Con la disminución de la inmunización contra las enfermedades infantiles, es más probable que tengamos brotes de polio, sarampión y similares”.

En un mundo tan interconectado como el actual, aislarse de organismos cuyo objetivo es combatir enfermedades globales –ya sea por razones financieras, como dice Trump, o por autonomía, como sostiene Milei– recuerda a la tremenda insensatez de los ricos que, hace más de cien años, protestaban cuando tenían que pagar el saneamiento de los barrios populares de sus ciudades. Sin entender que cualquier tipo de enfermedad, desatada por falta de saneamiento, se propagaría sin remedio y llegaría también a sus casas.

Mentiras y negacionismo de la ciencia

Tanto Trump como Milei, junto a los equipos de oligarcas multimillonarios que los acompañan, han tomado esa decisión mintiendo a sus compatriotas.

El mandatario de EE.UU. se queja del coste financiero de la contribución obligatoria de su país, sin mencionar que esta se fija objetivamente en función de la población y el Producto Interno Bruto. Y sin considerar los beneficios que le producciones. Como también acusa sin pruebas a la OMS de dependencia política, cuando su país es el más influyente de todos.

Por su parte, Milei afirma que toma esta decisión para tener «más flexibilidad para adoptar políticas» y para que ningún «organismo internacional intervenga en nuestra soberanía». Pero oculta que esta organización no dicta ni impone políticas, sino que, a lo sumo, hace recomendaciones que pueden seguirse o no.

La OMS pudo haber tenido retrasos e incluso haber cometido errores en la última pandemia de Covid-19, pero en ningún caso esto justifica que algún país la abandone por esa razón. Por el contrario, debería impulsarlos a fortalecerla.

Al sostener que sus decisiones responden a ideologías o preferencias políticas y no de conclusiones científicas, lo que hacen Trump, Milei y su cohorte de oligarcas es precisamente destruir la confianza en el soporte más potente que ha tenido el progreso de la humanidad a lo largo de la historia: la ciencia.

Lo hacen porque saben perfectamente que la única forma de consolidar su estrategia de dominio imperial es engañar y mantener a los pueblos en la ignorancia y la confusión. Ya lo dijo el libertador latinoamericano Simón Bolívar ante el Segundo Congreso de Venezuela en 1819: “La esclavitud es hija de las tinieblas y un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción.”

Esperemos que haya presión social y se imponga la sensatez. Las consecuencias de esta decisión irresponsable, si no se revierte, serían dramáticas.

Juan Torres López

viernes, 28 de febrero de 2025

_- La catadura y la caradura de Abascal y los nuevos fascistas

_- Nunca hubo tanta falsedad, cinismo, inmoralidad y falta de ideales como los que sostienen al fascismo del siglo XXI,

La justificación que el líder de Vox ha hecho en el Congreso de los Diputados de los aranceles que pretende imponer el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un ejemplo más de su falta de vergüenza e inmoralidad.


Dice Abascal que, si llegaran a establecerse impuestos a las exportaciones españoles, sería «por culpa» de Pedro Sánchez, puesto que se deberían a que este «no cae bien» a Trump.

La poca vergüenza de Abascal se demuestra incluso si esa fuese la verdadera razón que mueve al presidente estadounidense. ¿Cómo un líder político puede considerar en su sano juicio y apoyar al máximo responsable de una potencia mundial que toma decisiones que ponen en jaque al comercio mundial, no sólo a España, en función de que los presidentes de otras naciones le caigan bien o no? Y, sobre todo, cuando sus decisiones afectan a los ingresos y patrimonio de millones de sus compatriotas.

Lo cierto, sin embargo, es que esa no es la razón auténtica de los aranceles y Abascal lo sabe perfectamente. El propio Trump ha confirmado que impondrá aranceles sobre productos procedentes de Argentina, cuyo presidente es socio, amigo y debe caerle perfectamente. E Italia, de imponerse sobre la Unión Europea, tampoco se vería libre de ellos.

Abascal no sólo es un irresponsable si apoya a quien él mismo presenta como un loco que gobierna su país en función de sus querencias. Es un mentiroso cuando justifica los aranceles por la razón que no aduce ni quien los impone.

Según uno de los documentos programáticos de Vox (100 medidas para la España Viva), este partido está en contra del «dirigismo fiscal» y de impuestos que puedan «erosionar la competencia económica», y sostiene que el «sistema fiscal no puede convertirse en un lastre para el crecimiento económico y la creación de empleo». Esto es justamente lo que va a producir en España (en otros muchos países y en los propios Estados Unidos) la política arancelaria de Trump. A pesar de ello, Abascal no ha puesto objeción alguna a sus amenazas y las justifica.

Abascal y su partido, como Trump y todos los fascistas del siglo XXI, se proclaman liberales y defensores del libre mercado y la competencia, aunque sólo cuando eso sirve para eliminar derechos sociales y protección a los desfavorecidos; acaban con ellos para dar ayudas a oligarcas multimillonarios. Por eso les parece bien que Donald Trump se salte a la torera todos los principios que los propios liberales han establecido siempre como los que deben gobernar la política económica que salvaguarda los mercados, la competencia y la eficiencia.

Abascal y su partido se presentan como los grandes defensores de la moralidad y el orden, pero defienden a personajes como Elon Musk de quien se ha escrito en The Wall Street Journal que consume LSD, cocaína, éxtasis y hongos psicodélicos, a menudo en fiestas sexuales privadas en todo el mundo, donde los asistentes firman acuerdos de confidencialidad o entregan sus teléfonos para entrar. Les parece correcto que Donald Trump acabe con la ley que prohíbe cometer delitos de soborno y otras prácticas corruptas a las grandes empresas y bancos estadounidenses (como Goldman Sachs y JPMorgan Chase que fueron condenadas por ello). O les cae bien el propio Trump, condenado en firme por 34 delitos, varios de ellos por maltrato y abuso sexual y difamación a mujeres.

Abascal y su partido se consideran patriotas y los defensores más auténticos de España, pero desprecian, insultan y odian a los españoles que no pensamos como ellos. Son patriotas de pacotilla que descuartizan a su Patria, los peores nacionalistas que no aman ni defienden a España. La rompen en mil pedazos.

Los nuevos fascistas tienen más dinero y han acumulado más poder que los del siglo XX y por eso son posiblemente más peligrosos. Entre otras cosas y principalmente, porque están dispuestos a boicotear cualquier avance que pueda frenar la amenaza más grande que se cierne sobre la vida en el planeta, el cambio climático. Y, como acaban de mostrar cuando hablan de Gaza, porque desprecian el derecho a la vida de los seres humanos. Ni siquiera tienen su grandilocuencia y pomposidad. Hitler mató a millones de personas para construir un imperio. Trump, seguido de vasallos como Abascal, dice estar dispuesto a llevar a cabo una limpieza étnica y asesinar a palestinos inocentes para construir complejos residenciales. Son, eso sí, tan fanfarrones y acomplejados (basta ver a Abascal de puntillas para salir más elevado en las fotos) como el viejo führer asesino o Franco. El psicoanalista austríaco Alfred Adler analizó bien ese tipo de personalidades: “Cuanto mayor es el sentimiento de inferioridad que se ha experimentado, más poderoso es el afán de conquista y más violenta la agitación emocional”.



Más sobre el facismo:

martes, 17 de diciembre de 2024

Más principios a la papelera: los socialistas gobiernan con la extrema derecha

El Parlamento Europeo ha dado por fin el visto bueno a la nueva Comisión que debe dirigir la política europea durante los próximos cinco años.

El trabajo sucio del Partido Popular de Núñez Feijóo y un nuevo cambio de principios de los socialistas que lidera Pedro Sánchez han dado como fruto que la extrema derecha se naturalice y forme parte ya del gobierno de la Unión Europea.

Por eso, aunque algunos medios dicen que Feijóo ha hecho el ridículo en Europa, yo creo que, en realidad, ha desarrollado una jugada maestra. En beneficio propio, eso sí, y sin tener en cuenta los intereses y el prestigio de España.

Los populares españoles vetaron a Teresa Ribera sabiendo que Von der Leyen no podría formar su Ejecutivo sin el apoyo de la mayoría del grupo socialista europeo que depende de los eurodiputados españoles; y, al mismo tiempo, que Pedro Sánchez no permitiría que su candidata a vicepresidenta quedara fuera de la Comisión. El resultado ha sido el fácilmente previsto: a cambio de que los populares europeos aceptaran a la española, los socialistas españoles daban su visto bueno para que formen parte de la Comisión Raffaele Fitto, del partido de extrema derecha de la italiana Giorgia Meloni, y Olivér Várhelyi, aliado del húngaro Viktor Orban. De este último ha dicho Donald Trump que «no hay nadie mejor, más inteligente o mejor líder (…) Es fantástico”.

Lo que perseguía el PP de Feijóo no era realmente que Ribera se cayera de la Comisión. No son tontos y sabían que no lo iban a conseguir. Buscaban despejar su espacio político en España haciendo ver que los pactos con la extrema derecha que necesita para gobernar están aceptados sin problemas en Europa, incluso por su principal rival, el PSOE.

La trascendencia de esta jugada y del paso que han dado los socialistas españoles se manifiesta en la división que han provocado entre los miembros de su propio grupo parlamentario: 25 han votado en contra y 18 se han abstenido.

Hasta hace unos días, los socialistas españoles mantenían que la alianza con la extrema derecha es un peligro para la democracia y han condenado al Partido Popular por gobernar con ella en diversas comunidades autónomas y ayuntamientos españoles. A partir de ahora, no podrán criticar los acuerdos entre el PP y Vox para gobernar. O, quién sabe, lo mismo vuelven a hacerlo, aunque ellos mismos gobiernen con la extrema derecha en Europa.

No critico por criticar, ni yo establecí el criterio que los socialistas han venido defendiendo y que ahora han tirado a la papelera. Han sido ellos mismos quienes han mostrado una vez más que sus principios morales son de quita y pon.

De hecho, yo creo que la expresión y la práctica del llamado «cordón sanitario» que se suele utilizar para dejar fuera de los pactos democráticos a la extrema derecha son desafortunadas. Creo que los acuerdos deben establecerse sobre cuestiones sustantivas y concretas y no sobre calificaciones apriorísticas. Si algo es bueno, justo y mejora las condiciones de vida de la mayoría de la sociedad, me parecería bien que se suscriba mediante pactos entre cualquier tipo de formación política. No creo en la descalificación por principio a la hora de llegar a acuerdos. Lo que me parece importante es su contenido, no entre quién se acuerda. De hecho, lo que yo critico a la extrema derecha es su totalitarismo, que actúe justamente así, condenando por principio y considerando enemigo a destruir a quien no comparte sus ideas o intereses. No puedo defender que otros hagan lo mismo.

Por esa razón, yo ni siquiera estaría en contra de que se llegue a pactos con la extrema derecha si lo que se pacta es, como digo, democrático, justo y beneficioso. Y hasta podría entender a quien defienda que, dada la forma en que funciona la Unión Europea, no hay otro tipo posible de gobernanza. Lo que no puedo entender es lo que vienen haciendo los socialistas españoles liderados por Pedro Sánchez: defender una cosa y su contraria como si fuesen lo mismo, cada vez que les conviene. No se puede decir que gobernar con la extrema derecha es malo si lo hace el otro y bueno si lo hace uno.

Yo creo que la gente puede entender y perdonar que un partido o gobierno no alcance los objetivos que se había propuesto. Lo que resulta inaceptable es la falta de coherencia y la traición a los principios que se dice defender.

viernes, 8 de noviembre de 2024

Con luces largas, alumbrando un nuevo horizonte. Reseña de Para que haya futuro. Una hoja de ruta para cambiar el mundo (Deusto, 2024), de Juan Torres López




[Imagen: El faro de la Torre de Hércules (A Coruña) ilumina con luces largas el horizonte ártabro.

He escrito este libro, Para que haya futuro, señala Juan Torres López [JTL], porque “me duele el mundo en el que vivo”. Uno de los motivos de ese malestar: en septiembre de 2023, un equipo de científicos mostró que la Humanidad ha cruzado seis de los nueve procesos que la amenazan.

De ese dolor ha surgido uno de los ensayos más filosóficos y políticos del autor (en la línea de las tesis marxianas sobre Feuerbach: “Comprender tal cual es en verdad la realidad que se desea cambiar resulta, por tanto, fundamental para generar procesos efectivos de transformación”), también poético (cada capítulo se abre con un breve poema: Belli, Benedetti, Ángel González,..), escrito desde unas coordenadas densamente humanistas y cooperativas (Humberto Maturana: “los seres humanos somos seres adictos al amor, y dependemos para la armonía biológica de nuestro vivir de la cooperación y la sensualidad, no de la competencia y la lucha” (171)), de izquierda crítica y autocrítica (y con mucha arista ecosocialista), de uno de nuestros grandes (más que) economistas, un autor con manifiesta y demostrada vocación político-didáctica que no necesita presentación (Recuerdo sus tres últimos libros: La renta básica (2019), Econofakes (2021) y Más dificil todavía (2023)).
Forman Para que haya futuro la introducción, seis capítulos, el epílogo (“Diez tareas prioritarias y una inaplazable”), un resumen y las conclusiones, agradecimientos y bibliografía.

Los seis capítulos:
1. “No es lo que parece: la otra cara del capitalismo”.
2. “¿Cómo se ha llegado hasta aquí?”
3. “La legitimación del capitalismo contemporáneo: del consenso a la posverdad”.
4. “¿A qué podemos aspirar?”
5. “¿Qué se necesita para cambiar el mundo?”
6. “¿Qué ofrecer, cómo actuar y qué ser?”

Cada capítulo se subdivide en apartados, generalmente breves, todos ellos sustantivos, de temática económica (“Progreso extraordinario, para gran parte inalcanzable”, “Concentración de la riqueza y monopolio del poder”), política (“Muchas democracias, poco poder de los pueblos”, “El vaciamiento de la democracia representativa”), científica (“Lo que dice la ciencia sobre la evolución humana y los cambios sociales”, “Miembros de una misma especie”), filosófica (“El Homo neoliberalus”, “La tecnología puede rehumanizar al ser humano”, “Cuidarse y cuidar: ser humanos”), gnoseológica (“Pensar críticamente y desvelar”, “La información más abundante, con más mentira y confusión”, “Hay espacios de complejidad más gobernables que otros”) y programática (“Dar prioridad a lo prioritario”, “Crear sociedad, dialogar e influirse mutuamente”).

Para seminarios que tomen Para que haya futuro como base: un apartado por sesión. Mucho se aprenderá, muchas teclas podrán afinarse.

Las diez tareas prioritarias y una inaplazable (el apartado se abre con unos hermosísimos versos de Ángel González: “Pero el futuro es otra cosa, pienso:/ tiempo de verbo en marcha, acción, combate,…”):

1. Prepararse frente a una previsible sucesión de tensiones y catástrofes.

2. Educar, denunciar y difundir con autonomía.

3. Forjar consensos progresistas.

4. Poner en marcha otra economía y generar riqueza dando ejemplo.

5. Aflorar más y mejor democracia en todos los rincones de la sociedad.

6. Crear espacios de encuentro y convivencia.

7. Organizarse desde abajo para influir arriba.

8. Prepararse para administrar y gobernar.

9. Reforzar el Estado y recobrar soberanía nacional.

10. Reivindicar la paz y practicar la no violencia coherente. Lo inaplazable (con nítida arista ecologista): frenar el cambio climático de la única forma en que puede frenarse.

No les adelanto nada, pero los títulos citados dan muchas (y buenas) pistas de los contenidos.

Una de las tesis de mayor alcance, una de las convicciones profundas del autor: para JTL, el éxito del neoliberalismo no se debió simplemente a que además de favorecer un universo financiero extraordinariamente rentable, fuera capaz de reforzar al máximo los mercados, sino porque “se intervino también en las relaciones sociales, en los modos de vida y convivencia que conforman diferentes formas de socialización. Y también en las instituciones y sistemas de mediación social para generar nuevos valores, preferencias, creencias, visiones del mundo y aspiraciones” (161). Se creó un nuevo tipo social, que JTL llama el Homo neoliberalus, un ser humano que “hace suyo, desea, reclama, aspira y da por bueno aquello que lo está desposeyendo”.

Otra importante idea-fuerza que se nutre del esperancismo que corre (para bien) por las venas y arterias de JTL: “¿Existe la posibilidad de encontrar algún punto en común de toda la especie a la hora de organizar la vida social y satisfacer las necesidades, con independencia de la diversidad que reflejan la multitud de culturas, creencias o preferencias que la conforman?” (188). ¿Hay unos principios de acción generalizables? Los hay en su opinión y nos da cuenta de ellos con un hermosísimo relato mitológico que toma a las tres hijas -Eirene, Diké y Eunomia- de Zeus y Themis como protagonistas: paz, justicia y mesura (lo opuesto a la hybris, a la desmesura, de la que hace muchos años también nos habló Manuel Sacristán).

Un breve apunte sobre algunas de las críticas vertidas por el autor a las izquierdas:

La izquierda ha creído que los sujetos que cambian la historia son los colectivos, los grupos o clases sociales a los que el individuo se incorpora anónimamente y ha considerado que el individuo es como un simple contenido, “un elemento o componente pasivo de los grupos y que son estos los que generan relaciones sociales y actúan como motor y sujeto de la transformación social” (169). Para JTL, al actuar sin considerar que el ser humano en singular es el centro de la historia, “las izquierdas no se han visto en la obligación de mirarlo a los ojos como ser concreto, ni de dialogar de tú a tú con él para producir la acción que, a partir de ahí y a través de la interrelación, se convierta, ahora sí, en acción colectiva” (170).

Para cambiar el mundo hay que revertir la desnaturalización del ser humano que ha generado el neoliberalismo al anular su ser social. Pero, esa es la posición humanista de izquierdas de JTL, “no se puede hacer diluyendo su personalidad, sino reforzándola, como lo que es en realidad, un ser singular, efectivamente, pero al mismo tiempo social” (171). Hay que lograr, esa es la tarea de la hora, que la diversidad y la singularidad de cada ser humano se conviertan en una fuerza social que lo sitúe “en una especie de estadio superior sin perder su peculiaridad”. Para cambiar este estado de cosas, insiste JTL, “hay que comenzar por incrementar la sociabilidad para regenerar al ser humano como especie y devolverle su carácter social original y auténtico” (171). Es preciso humanizarlo, concluye nuestro economista-filósofo.

Para futuras reediciones: incluir un índice onomástico y conceptual, corregir la portada (el subtítulo debajo del título, no arriba), y ahondar algo más, si es posible, en temas de política internacional.

jueves, 24 de octubre de 2024

_- El comercio internacional como arma de guerra

_- La relación entre el comercio y la guerra es bien conocida. No hace falta ser experto en historia de la humanidad para saber que, quizá junto a las motivaciones religiosas, los conflictos por la distribución de la riqueza y la búsqueda de ventajas comerciales han sido las principales causas de enfrentamientos bélicos entre los grupos de población y las naciones.

En esta nota, sin embargo, no me referiré a la relación tradicional entre ambas, sino al uso del comercio como un arma de guerra. En concreto, a través de las sanciones económicas y mediante las normas tan injustas que gobiernan el comercio internacional

Un «remedio terrible»
Las sanciones se consideran una herramienta de política internacional orientada a conseguir que un Estado se comporte de una determinada forma o deje de actuar como lo venga haciendo. Pueden ir desde el no reconocimiento diplomático hasta el boicot en cualquier tipo de actividad, pasando por la confiscación de propiedades de personas del país sancionado. Y las específicamente económicas consisten en cualquier tipo de medida que limite el comercio, los flujos financieros o el movimiento de personas del país o con el país al que se quiere sancionar.

En principio, cabe pensar que la utilización de este tipo de medidas comerciales o financieras para castigar o tratar de corregir el comportamiento de otros Estados es muy eficaz e incluso definitiva. Así lo creía el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson, quien afirmó en 2019: «Aplique este remedio económico, pacífico, silencioso y mortal y no habrá necesidad de la fuerza. Es un remedio terrible. No cuesta una vida fuera de la nación boicoteada, pero ejerce presión sobre esa nación».

La realidad ha demostrado que no es exactamente así. Los estudios que se han realizado sobre la aplicación de sanciones muestran que su eficacia es bastante limitada a la hora de alcanzar el objetivo pretendido, mientras que produce efectos perversos muy peligrosos.

Efectos colaterales
Un estudio del Peterson Institute for International Economics mostró que sólo un 13 por ciento de los casos de sanciones impuestas unilateralmente por Estados Unidos desde 1970 a 1997 lograron sus objetivos de política exterior y que sólo el 35% de las impuestas desde la Primera Guerra Mundial tuvieron «al menos un éxito parcial».

Esa ineficacia contrasta con otros daños que, en principio, deberían ser no deseados. Por un lado, la población civil es quien principalmente sufre las consecuencias de las sanciones en forma de hambrunas, enfermedades o colapso social. Por otro, las sanciones no sólo hacen daño a los países sancionados sino a quienes las imponen, tal y como el Instituto antes citado ha demostrado en el caso de Estados Unidos, o como se está comprobando que ha ocurrido en Europa tras la aplicación de sanciones a Rusia en los últimos años.

Privilegio imperial
Hoy día, se calcula que más de un tercio de la población mundial vive bajo los efectos de sanciones económicas que, además, son cada vez más numerosas. Mientras que en el período 1950-2019 se registraron 1101 casos, sólo entre 2019 y 2022 hubo 217 nuevos.

Además de por su gran aumento reciente, la imposición de sanciones económicas se caracteriza porque la inmensa mayoría proviene de tres grandes centros de poder: Estados Unidos (entre el 40 y el 50 por ciento de todas ellas, Unión Europea (entre el 25 y el 30 por ciento) y Reino Unido (entre el 5 y el 10 por cierto). Las que ha impuesto China no llegan al 5 por ciento del total.

El carácter unilateral de la inmensa mayoría de las sanciones económicas y esa extraordinaria concentración en los países que las imponen muestran que son, en realidad, un instrumento de guerra no declarada que utilizan las grandes potencias del mundo capitalista. Un instrumento en la mayoría de las ocasiones contrario a las leyes internacionales y al derecho humanitario. Por ejemplo, cuando provocan deliberadamente hambre o enfermedad en la población civil, al ser aplicadas incluso en medio de una pandemia; o, sobre todo, cuando responden tan sólo a intereses o problemas no reconocidos como tales por organismos multilaterales de decisión.

Reglas de doble moral
El uso del comercio como arma de guerra no acaba con las sanciones. Hay otra forma de hacer la guerra mediante el comercio del que no se habla como tal y que, sin embargo, quizá ha provocado tantas o más muertas y destrozo de naciones que las intervenciones militares.

Mientras que Estados Unidos y las demás potencias reclaman e imponen a las demás la práctica del libre cambio, prohibiendo que protejan sus intereses comerciales nacionales, ellas recurren a todo tipo de medidas proteccionistas. Sólo desde 2008 hasta el presente, los registros internacionales han contabilizado más de 58.000 en todo el mundo y es muy fácil comprobar que no las aplican los países empobrecidos y con más necesidad de protección, sino los más ricos. Las de Estados Unidos han representado entre un 30 y un 50 por ciento del total y las de China entre el 20 y el 40 por ciento, según diversas estimaciones y periodos de tiempo.

Justicia y paz frente a la asimetría y los privilegios
El comercio internacional está regido desde hace décadas por los dos principios de comportamiento más injustos que puedan existir: tratar igual a los desiguales y permitir que los más fuertes desacaten la norma cuando les conviene.

Las reglas librecambistas de la Organización Mundial del Comercio se imponen sobre todo tipo de países, a pesar de que la desigual potencia y situación de cada uno debería requerir medidas bien diferentes. Y, como acabo de señalar, los más poderosos se las pueden saltar cuando les conviene estableciendo aranceles o subsidios que están vedados a los más débiles y empobrecidos.

Es cierto que esto último lo hacen países como China, India o Rusia, pero estos no son quienes se dedican a proclamar las virtudes del libre comercio, como tampoco son las potencias que, incumpliendo la norma, castigan a los países más pobres que tratan de protegerse, como hacen Estados Unidos y la Unión Europea, principalmente.

El comercio internacional puede ser un factor decisivo de progreso, pero no de cualquier forma. Hay que exigir a las grandes potencias que renuncien a sus ansias de dominio imperial y entiendan que el bienestar y la libertad han de ser bienes comunes e incompatibles con el privilegio y la desigualdad. Y esa aspiración irrenunciable está estrechamente vinculada a renunciar a practicar el comercio como un arma de guerra.

Son imprescindibles acuerdos internacionales que garanticen el equilibrio, la asimetría, la satisfacción de las necesidades humanas en todos los rincones del planeta y la paz entendida como diálogo y negociación permanentes.

sábado, 21 de septiembre de 2024

_- Demasiado ricos y egoístas para que el mundo vaya bien

_- La confederación de organizaciones no gubernamentales Oxfam Internacional acaba de publicar otro informe demoledor sobre la concentración de la riqueza en el mundo que, además, pone de relieve la injusticia que lleva consigo y el profundo egoísmo de los sujetos más ricos del planeta.

Según las estimaciones de Oxfam, el tipo impositivo máximo del impuesto sobre la renta de las personas físicas más ricas de la Unión Europea cayó del 44,8 al 37,9 por ciento, entre 2020 y 2023, y el pagado por las mayores corporaciones del 32,1 al 21,2 por ciento.

Por el contrario, los tipos que principalmente recaen sobre la gente común han aumentado: del 33,3 al 34,8 por ciento el del trabajo y del 17,7 al 18,7 por ciento el que recae sobre el consumo.

Los impuestos sobre el trabajo proporcionaron 3,23 billones de euros, tres veces más que los que proporcionan los impuestos sobre ganancias del capital (1,03 billones) y casi nueve veces más que los establecidos sobre el capital social (374.000 millones).

Eso quiere decir que la política impositiva europea, en lugar de mejorar la distribución de la renta, la empeora. Algo que es muy grave porque la concentración del ingreso y la desigualdad son ya de por sí muy elevadas.

Según Oxfam, el 1% de la población más rica de la Unión Europea acumulaba el 25% de la riqueza. Una concentración extraordinaria que no sólo se da en Europa.

La misma organización ha mostrado en otro informe que en los 20 países más ricos que conforman el llamado G-20, solamente 8 céntimos de cada dólar recaudado por impuestos provienen de los que gravan la riqueza.

Mientras que la proporción de la renta nacional que se destina al 1% de los que más ganan en los países del G20 ha aumentado un 45% en los últimos 40 años, la tasa impositiva máxima que se aplica a sus ingresos ha bajado del 60% en 1980 al 40% en 2022.

No es de extrañar, así, que el aumento en la última década del patrimonio medio neto del 1% más rico del mundo (400.000 dólares) sea 1.200 veces mayor que el de la mitad de la población más pobre (335 dólares), según los informes de Oxfam.

Esta organización estima que un impuesto sobre la riqueza del 5% para los multimillonarios y billonarios del G20 podría recaudar casi 1,5 billones de dólares al año. Con esa cantidad se podría acabar con el hambre mundial que provoca más de 20.000 muertes cada día del año, ayudar a los países de ingresos bajos y medios a adaptarse al cambio climático y empezar a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Aun así, sobrarían más de 500.000 millones de dólares para que los países ricos invirtieran en servicios públicos que eliminen la desigualdad y los efectos del cambio climático.

Nos dicen constantemente que no hay recursos, que no hay dinero suficiente y es mentira. Lo que sucede es que sobra egoísmo y avaricia, y que un puñado de seres auténticamente inhumanos no tiene otro objetivo que ganar dinero sin cesar y sin pararse a considerar los efectos que su comportamiento tiene sobre el resto de la humanidad y sobre la naturaleza.

Todo lo anterior no sólo provoca un problema económico, sino también político y social.

Acumular riqueza de ese modo tan brutal y exagerado es incompatible con la democracia porque el enriquecimiento de unos se hace inevitablemente a costa de otros.

La fortuna de las cinco personas más ricas del mundo viene aumentando a un ritmo de 14 millones de dólares por hora, desde 2020, más de 122.000 millones cada año, justo cuando 5.000 millones de personas de todo el mundo se han empobrecido.

No puede ser de otro modo. El enriquecimiento de unos se hace a costa de los otros y, cuando ese proceso no tiene límites y produce tantos efectos desastrosos y tanta frustración e insatisfacción, no se puede dejar que sean libres y tomen decisiones por sí mismos y democráticas los seres que los padecen.

La desigualdad tan exagerada y su crecimiento sin freno en todo el planeta es la auténtica razón del deterioro de la democracia, lo que explica que se difunda constantemente el odio y se genere artificialmente el enfrentamiento y la polarización, para que así resulte imposible la deliberación y el entendimiento entre las personas. O acabamos con la concentración tan extrema de la riqueza y del poder de decisión y se pone coto a la avaricia antidemocrática de los ultrarricos que dominan el mundo, o acabarán destruyendo la civilización. El desequilibrio y sus consecuencias ya no se pueden disimular y comienzan a ser insostenibles.

Fuente: 

lunes, 20 de mayo de 2024

Ayudar a que terminen los embarazos, pero no a que los nacidos vivan bien y sean felices: la extrema derecha.

El Parlamento de Andalucía acaba de aprobar, a propuesta del partido de extrema derecha Vox, una iniciativa para crear un servicio de protección a las mujeres para que estas puedan llevar a término su embarazo.

A mí me parece perfecto, pero choca que el fervor para proteger el nacimiento de nuevos seres humanos y a las mujeres que los traen al mundo desaparezca una vez que han nacido.

¿Es lógico, sincero y coherente proteger a las madres que están embarazadas para que den a luz y luego negarle ingresos garantizados a las que no tienen suficientes para criarlos?

¿Es lógico, sincero y coherente proteger a las madres que están embarazadas para que den a luz y desentenderse, sin embargo, de las que se han visto obligadas a inmigrar, no por gusto, sino precisamente para sacar adelante a sus otros hijos o hijas, a sus madres, padres o madres?

¿Es lógico, sincero y coherente proteger a las madres que están embarazadas para que den a luz y al mismo tiempo reclamar que se reduzca el dinero destinado a crear escuelas en donde puedan educarse todas las niñas y niños sin distinción, o a conceder becas a quienes no tienen dinero para pagarse sus estudios?

¿Es lógico, sincero y coherente proteger a las madres que están embarazadas para que den a luz y al mismo tiempo restringir los presupuestos de la sanidad pública que permite disminuir la mortalidad infantil y mejorar la salud de millones niñas y niños?

¿Es lógico, sincero y coherente proteger a las madres que están embarazadas para que den a luz y al mismo tiempo reducir los presupuestos de ayudas a las familias diciendo que son «ayuditas» para fomentar la vagancia?

¿Es lógico, sincero y coherente proteger a las madres que están embarazadas para que den a luz y negarse a que haya salarios mínimos que está demostrado que disminuyen la pobreza y el empleo que no proporciona ingresos suficientes para cubrir siquiera las necesidades más básicas?

¿Es lógico, sincero y coherente proteger a las madres que están embarazadas para que den a luz y oponerse a las políticas que buscan garantizar vivienda o alquileres más bajos a las madres sin ingresos de esos bebés cuyo nacimiento se alienta?

¿Es lógico, sincero y coherente proteger a las madres que están embarazadas para que den a luz y luego despreciar, odiar, perseguir y condenar a las que no sean de nuestro color, etnia, procedencia, creencia religiosa o ideología?

¿Es lógico, sincero y coherente proteger a las madres que están embarazadas para que den a luz y luego condenar a la pobreza a las abuelas y abuelos de sus bebés acabando con las pensiones públicas?

Pura farsa y cinismo. Un teatro dramático y cruel para despistar y ayudar a que unos pocos se queden con todo.

domingo, 12 de mayo de 2024

El inversor más poderoso del mundo engaña a la gente para quedarse con su dinero

En 2008, José Saramago escribió: «Vivimos en el tiempo de la mentira universal. Nunca se mintió tanto». Los hechos le dan la razón constantemente y hace unos días lo hemos vuelto a comprobar en la última carta anual a los inversores de Larry Fink, presidente del fondo BlackRock. Con este moviliza más de 10 billones de dólares en todo el mundo y sólo en Estados Unidos controla el 88% de las acciones de sus 500 más grandes empresas .

La idea central de la misiva de este año es que, ante los desafíos globales que plantean la infraestructura, la deuda y la jubilación, «vamos a necesitar el poder del capitalismo para resolverlos».

En concreto, la carta es una constante reivindicación del papel privilegiado que se ha de conceder al capital privado y una llamada para que los más jóvenes ahorren para poder tener pensiones cuando ya no puedan seguir trabajando.

No voy a entrar aquí en un debate que necesitaría más espacio y que he desarrollado en algunos de mis libros, como Economía para no dejarse engañar por los economistas o Econofakes. Me limito a señalar que es un hecho que las más grandes infraestructuras del planeta no se han podido crear sin capital o impulso público, que la deuda, lejos de ser algo que pueda resolver el capital privado, es justamente lo que cada día crece más porque es el negocio que hace crecer a conciencia y sin cesar la poderosa banca privada y, por último, que los fondos de pensiones privados no sólo no son rentables sino que han quebrado frecuentemente y han debido de ser rescatados innumerables veces con dinero del Estado.

Lo que brevemente quiero señalar hoy es un detalle concreto de esa carta, un hecho incierto que menciona Larry Fink y que muestra sin posible discusión que el inversor más poderoso e influyente del mundo se inventa la historia para demandar unos privilegios legales y financieros que no se merece ni están justificados.

Insistiendo en esa idea central del poder del capital privado para resolver los grandes desafíos, dice Fink que, tras la crisis de 2008, Estados Unidos pudo recuperarse más rápidamente que Europa porque tenía una reserva de dinero, un mercado de capitales, de mayor solidez.

¿Cómo se puede tener la cara dura de decir eso para defender al capitalismo cuando lo que precisamente hundió a la economía de casi todo el planeta fueron la volatilidad, la fragilidad, los fraudes y la bancarrota subsiguiente de los mercados de capitales y de todo el sector financiero?

¿Cómo se puede tener la desfachatez de decir que fue la solidez del capitalismo lo que permitió recuperar a Estados Unidos cuando la Reserva Federal tuvo que inyectar 29 billones de dólares de dinero público para rescatar a la banca y a los fondos de capital que habían provocado la crisis? Una cantidad de dinero asombrosa, el doble del PIB de Estados Unidos en 2009, la mitad del mundial y, además, concedida la mayor parte en secreto, como después se supo.

Los mercados de capitales, el capitalismo que defiende Fink y los fondos de inversión como el suyo, no son la solución para los problemas de la economía mundial. Son, justamente, sus causantes. La verdad indiscutible es que viven del dinero público, bien por las ayudas y privilegios de los que gozan, bien porque cada dos por tres hay que rescatarlos con billones y billones del dinero del que debería disfrutar las empresas que crean riqueza y la gente corriente.

En una escena de la película Ray, el actor que interpreta a Ray Charles, Jammie Fox, dice: «Rasca en un mentiroso y encontrarás a un ladrón». Pues eso.

Juan Torres López, Ganas de escribir.